El Conflicto Cristiano - CE Foster
El Conflicto Cristiano - CE Foster
El Conflicto Cristiano - CE Foster
Foster
El Conflicto Cristiano
por C. E. Foster
(fallecido)
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pronto, se dan cuenta del hecho de que no sólo hay algo
dentro de sí que ama a Dios y quiere alabar y honrar a
Dios, sino que hay algo dentro de sí que quiere hacer lo
opuesto. El siguiente es el testimonio de muchos salvados:
“hay dos deseos dentro de mí, uno quiere hacer lo bueno,
y el otro quiere hacer lo malo.” Así que, tenemos dos
naturalezas, la que nace de la carne es carne, y la que nace
del Espíritu es espíritu, y no pueden ser otra cosa. Al
principio, todo fue según la semilla, según su especie, y no
podía ser otra. Por el nacimiento de la carne, o la vida
natural, recibimos una naturaleza pecadora, corrupta, y no
puede ser justa, es totalmente corrupta.
Cuando creímos en el Señor Jesucristo, recibimos
una naturaleza nueva, no la naturaleza vieja arreglada,
sino una naturaleza nueva, divina, santa de Dios, y tan
santa como Dios mismo. El creyente llega a darse cuenta
del hecho de que una guerra poderosa está tomando lugar
dentro de sí. La naturaleza vieja no está de acuerdo con la
naturaleza nueva. Cuando Rebeca estaba esperando hijo,
sentía una lucha dentro de sí. No lo entendió y se fue al
Señor para consultar sobre ella. El Señor le dijo que
habían dos naciones dentro de su seno. Esaú nació
primero, tipo de la carne, y Jacob, tipo del hombre nuevo,
nació segundo. Así que, hay una lucha, una diferencia
entre la naturaleza vieja, nacida según la carne, y la
naturaleza nueva, nacida según el Espíritu. El apóstol
Pablo exclamó, “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte?” Romanos 7.24 “Quiero hacer lo
correcto, pero me encuentro haciendo lo malo,” y dijo,
“...ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.”
Verso 20
Estoy alegre que Pablo no vivió siempre en Romanos
7. Alabanza a Dios que tenemos el capítulo ocho de
Romanos, tanto como el capítulo siete. Estoy alegre que
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Romanos 7 nos muestra cómo salir de allí y entrar en el
capítulo ocho. La fe cuenta con Dios. Cuenta al hombre
viejo afuera y el hombre nuevo adentro. Cuando contamos
con Dios, él lo confirmará y el resultado será la victoria
sobre el pecado. Nos lleva fuera de Romanos 7 y adelante
a la victoria. Hay una liberación victoriosa. Todas las
enseñanzas de Pablo nos impulsan a creer en una vida
vencedora, una vida victoriosa, y no una vida de pecado,
viviendo según la carne. No tenemos que vivir para
nosotros mismos, sino podemos vivir una vida consagrada
a Dios, conformado a la imagen del amado Hijo de Dios,
Jesucristo. Sé que hay fracaso entre el pueblo de Dios y
que todos hemos fallado, pero debemos adherirnos a la
palabra de Dios, y la palabra de Dios nos declara y enseña
una vida victoriosa. No sólo podemos ser vencedores, sino
podemos ser más que vencedores por medio de Jesucristo
nuestro Señor. Así que, salimos del Romanos 7, y
llegamos a la libertad gloriosa del Espíritu en Romanos 8.
El capítulo 8 de Romanos y el capítulo 5 de Gálatas
corresponden el uno al otro, porque en Gálatas 5 vemos al
Espíritu Santo tomando la lucha en nombre del creyente.
Cuando el creyente entrega la lucha al Espíritu Santo, el
resultado es la victoria. No podemos hacerlo nosotros
mismos. Si tratamos de crucificar al hombre viejo, él
actuará peor que nunca. Debemos entregarle al Espíritu
Santo que puede manejarle. El Espíritu Santo va a
capacitarnos para creer a Dios y contar con él que fuimos
crucificados con Cristo en el Calvario y que nuestro
hombre viejo fue crucificado con él. ¿Para qué? Para que
el cuerpo de pecado sea destruido. Para que el hombre
viejo fuese anulado, hecho desvalido para que no tuviese
poder para actuar. Todos sabemos y reconocemos que
tenemos pecado en la carne. Está allí, si lo reconocemos o
no. Pablo dijo, “...yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
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mora el bien.” Romanos 7.18 Pero gracias a Dios, cuando
caminamos en el Espíritu, no cumpliremos los deseos de
la carne. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los
muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”
Romanos 8.11 Así que, depende del creyente, si se rinde a
la naturaleza vieja, o a la naturaleza nueva. Cuando se
rinde a la naturaleza nueva, se fortalece en el hombre
interior por el Espíritu Santo.
“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos
de la carne.” Gálatas 5.16 Éstos dos son contrarios el uno
con el otro. El deseo de la carne es contra el Espíritu para
impedir al creyente de hacer las cosas que debe hacer.
Cuando el creyente se rinde al Espíritu Santo y entrega la
lucha a él, el resultado es victoria sobre el pecado, el
mundo, la carne y el diablo. ¡Aleluya!
En Romanos 7 nos damos cuenta de que es un
conflicto interior entre las dos naturalezas. En Gálatas 5
este mismo conflicto está visto como entre la carne y el
Espíritu Santo. La mayor parte del pueblo de Dios está, o
en Romanos 7, o Gálatas 5. Amado lector, el conflicto en
Efesios 6 no es un conflicto interior, es un conflicto
diferente. La mayor parte del pueblo de Dios gasta la parte
más grande de su tiempo orando por sí mismos, tratando
de vivir felices, manteniéndose lejos de pecado,
procurando no rendirse a la carne. No tienen tiempo para
orar, ni trabajar por otros, pues, se ocupan con ellos
mismos. Su oración es: “Señor, he fallado, ayúdame a no
fallar de nuevo.” En Gálatas 5, encontramos al Espíritu
luchando contra la carne. Se habla del Espíritu en la Biblia
como un abogado. Cristo es un abogado a la diestra de
Dios, el Espíritu Santo es un abogado dentro del creyente,
pues, toma su parte y defiende su caso contra el poder de
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la naturaleza vieja y el diablo. Los deseos de la carne son
contra los deseos del Espíritu. Se basan en experiencias
totalmente diferentes, la de la carne, y lo espiritual. Si
usted está guiado por Espíritu, no está bajo la ley. La ley
condena, la ley nos pone a una distancia de Dios. En el
verso 25 Pablo dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos
también por el Espíritu.”
Si camina en el Espíritu, va a glorificar a Dios y
buscar las cosas en que Dios se deleita y va a evitar todo
lo que le aflige. Le aseguro que un creyente que se rinde al
Espíritu y que sigue al Espíritu no será guiado a la
cervecería, ni a los bailes, ni tomará parte en las cosas del
mundo. Oh, amado lector, Cristo vino a salvarnos “de”
nuestros pecados y no “en” nuestros pecados. Ahora bien,
podemos cumplir los deseos de la carne en muchas otras
maneras además de la borrachera, el baile, o cometer
adulterio. Podemos caminar según la carne por buscar
nuestra propia voluntad, en ser determinado a seguir
nuestra propia manera, sea lo que sea. Ahora, esto está
mal, porque tales actitudes no son de Cristo ni del
Espíritu. Aquellos que son de Cristo han crucificado la
carne con los deseos y concupiscencias. No puedo
imaginar cómo alguien puede afirmar que camina con
Dios, en comunión con él, y al mismo tiempo complacerse
del pecado. Eso es imposible. Dios quiere que esta verdad
sea práctica en nuestras vidas, y si no es práctica, es un
tropiezo a la gente en lugar de ser una ayuda. Muchos del
pueblo de Dios quiere complacerse de las cosas de la
carne, volviéndose al mundo, pero amado lector, no es la
manera de Dios, ni lo mejor de Dios, estoy seguro. Si
andamos en el Espíritu, de seguro seguiremos a Cristo.
Llegaremos a ser más y más conformados a la imagen del
amado Hijo de Dios. No podemos imaginar a Jesucristo
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complaciéndose con los pecadores de este mundo. Así que
nosotros no debemos hacerlo tampoco.
Jesús vino a este mundo para buscar y salvar a los
perdidos. Él fue santo, puro, separado de los pecadores, y
no se encontró ningún engaño en su boca. Nuestro Dios es
un Dios santo, y él nos dice, “Sed santos, porque yo soy
santo.” Estamos aquí en este mundo para representar a
Dios, y si vamos a representarle correctamente al mundo,
debemos ser santos como él es santo. “Salid de en medio
de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo
inmundo; y yo os recibiré.” 2ª Corintios 6.17 “...puesto
que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda
contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la
santidad en el temor de Dios.” 2ª Corintios 7.1 “Seguid
la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor.” Hebreos 12.14 Vamos a ir a un cielo que es santo,
limpio, donde no hay pecado.
Si estamos en armonía con Dios, tendremos la
misma actitud que Dios tiene: amar al pecador y odiar el
pecado. Odiaremos nuestros propios pecados, así como los
pecados de otros. Pablo dijo, “Las cosas que no quiero
hacer, hago, porque el pecado mora en mí.” Quería
encontrar una manera de salir. Él no quería quedarse en
Romanos siete, sino quería liberación. Creo que el clamor
del hombre nuevo en cada creyente es tener la victoria.
Una victoria que le llevará a una vida triunfante,
victoriosa, separada del mundo, y que no cumple los
deseos de la carne.
En Efesios seis tenemos otra fase del conflicto.
Gracias a Dios por esta fase gloriosa. “Por lo demás,
hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de
su fuerza.” No importa cuán débil somos en nosotros
mismos, podemos ser fuertes en el Señor y en el poder de
su fuerza. En nuestra debilidad absoluta, el poder de Dios
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nos protege como un tabernáculo. Su fuerza se
perfecciona en nuestra debilidad. Ésto no significa que
debemos seguir cumpliendo los deseos de la carne, sino
rendirnos a Dios y tomar la victoria de Dios. Esto nos
elevará sobre esa condición y nos hará vencedores sobre
estas cosas.
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” El
diablo tiene muchas asechanzas, muchas astucias, muchas
cosas enigmáticas con las cuales procura engañar al
pueblo de Dios, y hacerles pensar que pueden vivir en el
pecado y andar con Dios. La decepción más grande del
diablo es la actitud de que una persona puede seguir en el
pecado y creer que tiene victoria en Cristo. Esto es
imposible. Lo más cerca uno está a Jesucristo, lo más lejos
estará de este mundo de pecado. Lo más cerca uno está a
Cristo, lo más su alma está bajo la bendición de Dios, y lo
menos busca las cosas de este mundo. Cuando está en
comunión estrecha con Dios, está lejos de las cosas del
mundo y las cosas pecaminosas no tienen ninguna
atracción. Estimado lector, allí es dónde Dios quiere que
estemos, en comunión estrecha con él. “Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra
principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes.” Esto es con que nos
enfrentamos. Podemos salir de Romanos siete a Gálatas
cinco, y adelante a Efesios seis donde ya es, no un
conflicto interior entre las dos naturalezas, sino es un
conflicto exterior. Tomamos nuestro lugar en los lugares
celestiales con Cristo y enfrentamos las combinadas
fuerzas del diablo en los lugares celestiales. No es más
una batalla contra carne y sangre, sino contra los
principados y poderes de tinieblas en los lugares
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celestiales. Necesitamos poner toda la armadura de Dios
para estar equipados para ir contra Satanás y sus huestes y
vencerlos. En lugar de que el diablo tenga su pie sobre su
cuello, o sea, el diablo encima y usted debajo, usted tendrá
su pie sobre el cuello del diablo, usted estará encima y él
estará debajo de usted. “...el Dios de paz aplastará en
breve a Satanás bajo vuestros pies.” Hay creyentes que
tienen al diablo debajo de sus pies. “Por tanto, tomad
toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el
día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.”
Vivimos en días malos, tiempos peligrosos, tiempos de
apostasía entre el pueblo de Dios. Pablo dice que
necesitamos tomar “la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo,
estar firmes.” Si no puede ir adelante en Jesucristo, no
vuelva para atrás, sino quédese donde esté hasta que Dios
le de fuerza para tomar otro paso. “Estad, pues, firmes,
ceñidos vuestros lomos con la verdad.” Los lomos hablan
de fuerza, utilidad y de llevar fruto. Necesitamos estar
ceñidos con la verdad, la Palabra de Dios.
¿Dónde está usted hoy? ¿Está en Romanos siete,
luchando para conseguir la victoria, deseando la victoria,
pero aparentemente sin ella? Gracias a Dios por el alma en
esta condición, clamando, anhelando que Dios cumpla su
voluntad en su vida. Doy gracias a Dios que hay victoria
en Cristo. La naturaleza vieja no se puede cambiar, la
naturaleza vieja no puede vencer. Algunos predican la
supresión, atajando al hombre viejo, pero esto no es según
la Escritura. Otros enseñan la erradicación, se santifica por
una segunda obra definida de gracia. Creen que así el
hombre viejo está erradicado raíz y rama. Pero esto no es
según la Escritura tampoco. La Biblia nos enseña que el
mensaje de Pablo no es la supresión, ni la erradicación,
sino la identificación. Nos identificamos con Cristo en su
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muerte, su sepultura y su resurrección. Por su muerte
resolvió la cuestión del pecado, por su resurrección somos
justificados libremente delante de Dios, y para siempre
dado una posición delante de Dios, como si nunca
hubiésemos cometido un pecado en nuestras vidas. Ésa es
nuestra posición en Cristo. Todos tenemos que reconocer
que estamos todavía aquí en este mundo, aunque en
cuanto a nuestra posición en Cristo, estamos en los lugares
celestiales. Nuestros pies están todavía sobre la tierra, y
tenemos que aprender a poner en práctica la verdad del
mensaje de Pablo por la gracia de Dios. Solamente Pablo
nos da la manera de Dios de tener la victoria sobre la
carne. Es el mensaje de Pablo para la Iglesia. Es en sus
escritos que nos enteramos de que fuimos identificados
con Cristo, en su muerte, sepultura y resurrección.
Debemos considerarnos “...muertos al pecado, pero vivos
para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” No sólo nos
consideramos muertos con Cristo, muertos al pecado, sino
vivos a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor. Eso
es lo que su vida resucitada hizo para nosotros. Somos
salvados por su vida, no por vivir nuestra vida, sino por su
vida. “...ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí...” Vea
Gálatas 2.20.
En Romanos siete es un conflicto interior entre las
dos naturalezas, el Gálatas cinco es el mismo conflicto
como visto entre la carne y el Espíritu Santo, y en Efesios
seis es un conflicto exterior. El diablo y todas sus huestes
y poderes están por afuera. Tomamos nuestro lugar en los
lugares celestiales con Jesucristo. Entramos en la batalla.
Si pisa sobre el territorio que Dios nos a dado, va a
encontrar en seguida que hay una batalla, es una lucha
contra el diablo. ¿Cómo podemos superarlo? Por poner
toda la armadura de Dios.
Dios ha provisto el equipo. No hay ninguna
armadura para la espalda. Tenemos que enfrentar al
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diablo, si vamos a vencerle, no podemos correr. De vez en
cuando tendremos un impulso divino a ir un poco más
lejos, tomar un poco más tierra, empujar al enemigo un
poco más. La armadura de Dios no puede ser penetrado
por los espíritus malos. ¿Dónde está usted hoy? ¿A usted
le gusta luchar? Mientras el creyente se rinde a Dios y
entrega la batalla al Espíritu Santo, hay victoria. Si
caminamos en el Espíritu no cumpliremos los deseos de la
carne. Ésa es victoria para nosotros en Cristo por el poder
del Espíritu Santo. Efesios seis es una conquista gloriosa,
no sólo para nosotros mismos, sino para otros también.
“...orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y
súplica por todos los santos.” Efesios 6.18 Había un
anhelo en el corazón de Pablo para de a cada creyente
crecer en Cristo y llegar a madurar, a vencer totalmente
para tener un lugar en la compañía esposa. ¿Es este el
clamor de su corazón hoy? Éste es el clamor en mi
corazón para el pueblo de Dios. Cuando vemos el fracaso,
eso pone una carga sobre nosotros, nos aflige, porque
aflige a Dios. Si vamos a estar con él más allá en aquel
lugar de tan alta gloria, debemos estar con él aquí,
debemos estar parados con él ahora en todo el consejo de
Dios.
Que el Señor bendiga esta palabra a sus corazones
hoy. Que podamos todos rendirnos al Espíritu, poniendo
toda la armadura de Dios para que podamos salir contra el
enemigo, ver al diablo derrotado y muchas almas
preciosas libradas de las garras del diablo. Que podemos
todos estar listos para encontrar a nuestro Bendito Novio
cuando venga.
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El Glorioso Evangelio