Domingo XV Del Tiempo Ordinario Catequesis
Domingo XV Del Tiempo Ordinario Catequesis
Domingo XV Del Tiempo Ordinario Catequesis
ORACION
Quiero poner, Señor, mis talentos
al servicio de los que necesitan de Ti,
sembrar el bien y la verdad,
acompañar a mis hermanos
en sus penas y sufrimientos.
Sana mis dolencias,
llévate mis frustraciones
y todos esos temores
que me impiden anunciarte
y ser testimonio vivo de tu amor.
Te entrego mis problemas y dificultades,
sé que Contigo puedo superar
todos los obstáculos
y vivir amando, consolando,
sirviendo… Amen
Estamos en la Semana 15 del Tiempo Ordinario y la Liturgia nos invita a profundizar en la experiencia de
llamada y envío que nos hace Jesús.
Para el Evangelista Marcos (6, 7-13), esta experiencia vocacional de los Discípulos tiene como antesala el
desconsuelo vivido por Jesús ante la falta de fe entre su gente de Nazaret.
Si en el Evangelio de la semana pasada (Mc. 6, 1-6), a los de Nazaret les faltó la fe para reconocer la vida
ofrecida por Dios en la persona sencilla y cercana del Señor, en el Evangelio de esta semana (Mc. 6, 7-13)
contamos con un Jesús lleno de la confianza y vitalidad que capacita para apostar por las personas, que
sabe ganar voluntades y que sabe engendrar disponibilidad.
Si el Evangelio de la semana pasada era una verdadera piedra de estorbo en la espiritualidad cristiana, el
de esta semana es la piedra que cimienta el envío misionero para nuestro tiempo. Jesús envió a los
apóstoles de dos en dos, como compañeros, como amigos. El envío cristiano no es cosa de individuos, sino
de compañía fraterna, de compañía grata, de búsquedas
A los que el Señor envió, les dio poder sobre los espíritus inmundos. Tanto en la misión de ayer como en
la de hoy el enviado ha de “abrirse paso en la sociedad, sin utilizar su poder sobre las personas, sino
humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad”
Si en el tiempo de los preparativos (los discípulos) hubieran imaginado el desenlace o acaso la estrategia a
seguir, posiblemente la hubieran organizado de un modo muy diferente. ¿Cómo se presentarían ante los
demás precisamente ellos, los discípulos de Jesús?
Jesús los equipó con otro tipo de ropaje y con otro estilo de misión: irían de dos en dos, lo suficiente para
que se apoyen y sostengan en los contratiempos; con poder sobre los espíritus inmundos; y con un
abastecimiento realmente pobre y humilde: un bastón, una túnica y sandalias, sin pan, ni bolsa, ni dinero
en el cinturón.
Y al igual que sorprendería (Jesús) a quienes esperaban de su mesianismo otra cosa…, seguramente que
también sorprendería este estilo misionero casi ingenuo de los discípulos de Jesús.
…Como hicieron entonces los discípulos de Jesús, hay que ir en su Nombre y sabiéndonos por Él enviados:
predicar el arrepentimiento y la conversión, la gozosa posibilidad de volver a empezar, de dirigir nuestra
mirada a Dios y adherirnos a su Verdad sobre nosotros y sobre la historia toda, echar los mil demonios que
nos endiablan dividiéndonos por dentro y enfrentándonos por fuera (cuales son hoy esos demonios que
nos acechan), y ungir a los dolientes de todos los sufrimientos con el dulce bálsamo de la paz y la
esperanza.
Que nos dice hoy el Señor
Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras,
artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos lo
dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias,
con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar. (Papa Francisco).
Cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de
recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda
sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón. (Papa
Francisco).
Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero… Hospitalidad con el que no piensa como
nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido. Y, a veces, por culpa nuestra. Hospitalidad con el
perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferente. Hospitalidad con el pecador,
porque cada uno de nosotros también lo es. (Papa Francisco).
Tantas veces nos olvidamos que hay un mal que precede a nuestros pecados, que viene antes…Hay un mal
que, poco a poco, va haciendo nido en nuestro corazón y «comiendo» nuestra vitalidad: la soledad. …
Cuánto destruye la vida y cuánto mal nos hace. Nos va apartando de los demás, de Dios, de la comunidad.
…Es la fraternidad acogedora, el mejor testimonio que Dios es Padre, porque «sabrán todos que sois mis
discípulos, si se aman los unos a los otros» (Papa Francisco)
Dios… nunca se deja ganar en generosidad. Por eso nos envía a su Hijo, lo dona, lo entrega, lo comparte;
para que aprendamos el camino de la fraternidad, el camino del don. Es definitivamente un nuevo
horizonte, es una nueva palabra, para tantas situaciones de exclusión, disgregación, encierro, aislamiento.
Es una palabra que rompe el silencio de la soledad. (Papa Francisco).
Nadie puede obligarnos a no ser acogedores, hospederos de la vida de nuestro Pueblo. Nadie puede
pedirnos que no recibamos y abracemos la vida de nuestros hermanos, especialmente la vida de los que
han perdido la esperanza y el gusto por vivir. Qué lindo es imaginarnos nuestras parroquias,
comunidades… donde están los cristianos, no con las puertas cerradas sino como verdaderos centros de
encuentro entre nosotros y con Dios. Como lugares de hospitalidad y de acogida. (Papa Francisco).
Contempla como Jesús envía a sus discípulos dándoles reglas claras, precisas. Los desafía con una serie de
actitudes, comportamientos que deben tener. Y no son pocas las veces que nos pueden parecer
exageradas o absurdas; actitudes que sería más fácil leer simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús
es bien claro.
Jesús quiere que desde el principio formen pequeñas comunidades para transmitir este ejemplo de vida a
los otros. Solo podemos predicar la palabra de Dios a la comunidad cuando nosotros mismos hemos
aprendido a vivir comunitariamente. Los esposos que transmiten la fe a sus hijos; los sacerdotes,
religiosos(as) que dan ejemplo con su vida comunitaria; los laicos, los diferentes grupos de catequesis que
deben mostrar como amarse y servirse en pequeños grupos etc.
Jesús quiere que solo pongan su confianza en Él, ni pan, ni alforja, ni dinero. Y para poner totalmente la
confianza en Él primero deben saber liberarse de las cosas materiales. Cuando nosotros nos preocupamos
solamente por acumular bienes materiales corremos el riesgo de poner nuestra confianza en las cosas y no
en Dios.
El camino del cristiano es simplemente transformar el corazón. El suyo, y ayudar a transformar el de los
demás. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo,
de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor.
De la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar. (Papa Francisco).