Ensayo Dih
Ensayo Dih
INTERNACIONAL HUMANITARIO Y
DERECHOS HUMANOS DE LAS FUERZAS
ARMADAS
MY MG
ABRIL - 2021
1.- INTRODUCCIÓN.
Los conflictos armados se han contemplado tradicionalmente como la lucha entre dos bandos,
ya sean alianzas, Estados u otros actores. Últimamente se está utilizando el término conflictos
asimétricos para designar aquellos donde confluyen tanto la disposición a emplear la violencia
para alcanzar objetivos políticos como la percepción de que es imposible alcanzarlos mediante
el uso convencional de dicha violencia.
La gran preocupación relacionada a esta guerra ha sido motivada, por las magnitudes de víctimas
humanas producidas propias del conflicto armado interno, pero también han recibido atención
las confrontaciones alrededor de los “proyectos de sociedad” asociados al conflicto, en los
cuales están involucrados profundas divergencias en torno al acceso y el aprovechamiento de la
tierra.
Estas situaciones, ocurridas de manera persistente, han sido en gran parte el resultado de la
acción del Estado a favor de intereses excluyentes, expresada en decisiones políticas en torno a
la ocupación del territorio y la asignación de derechos sobre el mismo. Estas decisiones han
respondido a la necesidad de ampliar los ingresos fiscales para asegurar pagos de deuda, a
propósitos de ocupación del territorio y fundamentalmente a la acción de terratenientes y
agroexportadores, en particular, interesados en el control de la tierra y de los trabajadores.
Ocasionalmente también han actuado otras fuerzas políticas interesadas en afianzar sectores de
medianos propietarios rurales, como soporte para la formación del mercado nacional.
Otros estudios también evidencian particularidades del desarrollo del Estado y propuestas para
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su transformación, con miras en la dirección de los procesos de cambio social y económico que
se avecinaban; no menos importante es el llamado de atención sobre la necesidad de tener en
cuenta los factores externos que han incidido en el proceso de transición, los cuales han actuado
de manera conjunta con los procesos internos del país.
Este ensayo pretende brindar un análisis del conflicto armado no internacional colombiano, lo
más actualizado posible, su propia dinámica hace imposible adivinar su evolución, puesto que
mientras escribo este ensayo acontecimientos siguen su ritmo imparable. Mientras se combate
a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en las selvas del sur del país,
continúa la desmovilización de una parte de los paramilitares integrados en las Autodefensas
Unidas de Colombia, al mismo tiempo continúa el acoso a todas las parcelas del narcotráfico,
considerado como uno de los principales inductores de conflictividad. En definitiva, un conflicto
multidimensional en el que todas las opciones permanecen abiertas y que rebasa ampliamente
el aspecto militar, adentrándose en los propios fundamentos de la soberanía de los Estados.
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2.- ANTECEDENTES.
Los primeros indicios y posibles causas del conflicto social armado en Colombia, mencionan a
“La Violencia” (Guzmán C., German, Fals Borda, Orlando, Umaña Luna, Eduardo, 1962), como
antecedente a ciertos episodios ocurridos a comienzos de 1930, donde expresan la continuidad
de problemas aun no resueltos sobre el acceso a la tierra, frente a los cuales el país se acercó
sin éxito a su solución. En los primeros decenios del siglo XX una de las características más
afluentes es un panorama de tensiones generadas por la monopolización de la propiedad, el
desorden de las formas de apropiación de las tierras baldías y la ilegitimidad de la propiedad
(Catherine, Palacios, Marco, 2011).
La ofensiva, sobre las tierras públicas y las de las comunidades fue estimulada igualmente por el
crecimiento de los precios del café y el ingreso de recursos externos provenientes de inversiones
en la producción (petróleo, agro exportaciones) y de la indemnización por la intervención en
Panamá. Las presiones sobre los campesinos de las regiones de vertiente, los condujeron por la
trayectoria ya conocida de las colonizaciones de las tierras medias y bajas y detrás de ellos se
movieron los empresarios, tratando de apropiarse de las tierras valorizadas por el trabajo de los
colonos (Machado C., Absalón, 2009).
El interés de los hacendados se extendía más allá de las tierras, pues éstas carecían de valor si
no se contaba con mano de obra y para este propósito establecieron distintos tipos de contratos
de arrendamiento, que fijaban a los trabajadores a las haciendas logrando su tránsito “de
colonos a arrendatarios”, con la captura de las tierras y su reclamo como propiedades
afianzadas. Las presiones como el abuso de los hacendados provocaron la reacción creciente de
los colonos en distintos puntos de la geografía nacional. En este clima, las tensiones acumuladas
se manifestaron formas de solidaridad con los colonos: personas que los informaron sobre sus
derechos, elaboraron sus peticiones y gestionaron los títulos demandados (Gonzales, Gerardo,
1996), así como comerciantes, artesanos y aún autoridades locales, situaciones que no
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excluyeron conflictos entre los colonos y campesinos de viejo asentamiento en las localidades.
Resultado fue la incapacidad del control del sistema político, que había logrado afianzarse
gracias a los acuerdos entre los intereses dominantes, liderados por los exportadores cafeteros.
Estos sectores, en los cuales han estado representados los dos partidos tradicionales, resultarían
beneficiados por una etapa sostenida de precios favorables, teniendo una fase de sostenibilidad
económica (Henderson, 2006) prolongada hasta la década de 1920, años en los que la expansión
cafetera dio piso a la consolidación de la hegemonía política de los intereses exportadores-
importadores bipartidistas (Tovar, P., Hermes, 1987). A inicios de esa década la economía
colombiana comenzaba a superar los costosos efectos de la guerra de los mil días y de la
contracción generada por la Primera Guerra Mundial (Palacios, 1979), en buena parte gracias a
los capitales acumulados a partir de la producción y exportación del café, fase que sería “el
primer momento de la marcha hacia la industrialización.
El Gobierno colombiano ha procurado establecer una clara distinción entre los grupos
paramilitares, y las autodefensas en estos últimos años. Según el Alto Comisionado para la Paz,
los primeros serían mercenarios, mientras que los segundos poseerían un proyecto político (Alto
comisionado para la paz, 1997)
Pero, esta distinción no es tan clara en la práctica, tal como señala el jefe de las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) Carlos Castaño, quien reconoce que en ocasiones los grupos de
autodefensa con un proyecto político más o menos estructurado y un objetivo contrainsurgente
se han puesto al servicio de los intereses de ganaderos y narcotraficantes (Aranguren Molina,
2001).
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El Ministerio de Defensa, como máximo organismo del sector, es responsable de la formulación,
diseño, desarrollo y ejecución de las políticas de seguridad y defensa nacionales, así como del
empleo legítimo de la fuerza para mantener la soberanía e independencia nacional, la integridad
territorial y el ordenamiento constitucional (Ministerio de Defensa Nacional de Colombia, 2003).
Para ello cuenta bajo su autoridad con la llamada Fuerza Pública, compuesta por las Fuerzas
Militares y la Policía Nacional.
Se lleva a cabo, el planeamiento y dirección estratégica de las Fuerzas Militares a través del
Comando General, compuestas por el Ejército Nacional, la Armada Nacional, la Fuerza Aérea y
la Agrupación de Fuerzas Especiales Antiterroristas Urbanas, siendo esta última la unidad
encargada de gestionar las situaciones de crisis en el interior de las ciudades, incluyendo asaltos,
secuestros y atentados. En cuanto al Ejército Nacional es destacable además del despliegue
territorial con seis Divisiones la Fuerza de Despliegue Rápido, especializada en operaciones
contraguerrillas, la Brigada Especial contra el Narcotráfico y el Comando de Operaciones
Especiales del Ejército, que lleva a cabo operaciones de reconocimiento especial, acción directa
y asalto aéreo contra los grupos armados ilegales. Por su parte, la Armada Nacional no sólo está
involucrada en dos espacios marítimos, con las respectivas Fuerza Naval del Caribe y Fuerza
Naval del Pacífico, sino que también interviene en el conflicto interno a través de la Brigada
Fluvial (Comando General de las Fuerzas Militares de Colombia), encargada de consolidar el
control en los principales ríos del país, que habitualmente, son utilizados como vías de
comunicación tanto por narcotraficantes como por organizaciones guerrilleras. Finalmente, la
Fuerza Aérea mantiene el dominio del espacio aéreo colombiano, ya sea en apoyo de otras
operaciones militares específicas o como parte de las suyas.
Las FARC disponen de armamento ligero, especialmente fusiles automáticos, procedente tanto
de compra como de capturas al ejército colombiano, así como de morteros y granadas de
fabricación propia. Se cree que el armamento convencional es procedente, en buena parte,
tanto de países centroamericanos como del este de Europa (Vega C., Renán, 2002).
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recaudación de impuestos en determinadas áreas y la implicación en los negocios del
narcotráfico (COLOMBIA PROGRAM). Aunque esta última fuente es negada por la propia
organización, algunas estimaciones arrojan una cifra de ingresos anuales situada entre 200 y 400
millones de dólares (Council of Foreing Relations).
Los movimientos más destacados de las FARC durante el año 2003 muestran un creciente
recurso al terrorismo. Entre ellas podemos citar el atentado con coche bomba contra el club El
Nogal, donde murieron treinta y seis personas y más de ciento sesenta resultaron heridas, el
secuestro y asesinato de varios ciudadanos norteamericanos y colombianos, la explosión de una
bomba en Neiva, que causó dieciséis muertos y cuarenta heridos, el ataque con granadas en una
zona de restaurantes de Bogotá y otras. Además, han continuado los enfrentamientos con el
ejército y con los grupos armados ilegales, así como los ataques a la infraestructura y oleoductos
del país (Embajada de los EEUU en Bogotá, 2003)
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) es una organización guerrillera fundada en 1964 por un
grupo de estudiantes e intelectuales que, influidos notablemente por la revolución cubana,
intentaron implantar el modelo de rebelión rural en la región del Magdalena Medio. El grupo
creció durante los primeros años gracias al apoyo de campesinos sin tierras, sindicatos
petroleros y colonos que tradicionalmente rivalizaban con los grandes latifundistas así como
estudiantes e incluso sacerdotes (Perez, 1998).
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Sus principales fuentes de ingresos del ELN proceden de los rescates exigidos por secuestros así
como de la extorsión a compañías industriales, especialmente petroleras. De este modo son
frecuentes las voladuras de oleoductos y de otras infraestructuras, con objeto de exigir pagos a
las empresas vinculadas a este sector (Ministerio de Defensa Nacional de Colombia, 2003). Por
otro lado y a diferencia de otros grupos armados ilegales, el ELN no está vinculado al menos de
forma importante en actividades de narcotráfico. Este último aspecto es, en opinión de algunos
analistas (ICG Latinamerica report, 2004), una ventaja para el gobierno a la hora de conducir las
posibles futuras negociaciones de paz con el ELN.
También permanecen en activo otros pequeños grupos guerrilleros dispersos por el país, ya sean
restos de antiguas formaciones o escisiones de los actuales. Entre ellos el Ejército Popular de
Liberación (EPL), organización creada en 1967 como brazo armado del Partido Comunista y
cuyos restos actuales encuadran a unos doscientos guerrilleros distribuidos en seis frentes; el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), también surgido como escisión del ELN en 1988 y
formado por unos ciento cincuenta efectivos; el Ejército Revolucionario Guevarista (ERG),
disidente del ELN a comienzos de los años noventa y que integra a unos cien combatientes; y
finalmente, el grupo llamado Jaime Beteman Cayon, constituido por restos del antiguo
movimiento M-19 que perduran en la actualidad una vez desmovilizado éste a principios de la
década de los noventa (Ramsey, 1981).
Los grupos de autodefensa, son también conocidos como paramilitares o como autodefensas
ilegales, estos grupos han llegado a convertirse en el tercero de los actores no estatales dentro
del conflicto, por detrás de la guerrilla y los narcotraficantes, llegando también a reemplazar la
autoridad política y reclamando el derecho a controlar parte del territorio nacional colombiano.
En la actualidad, una buena parte de las actividades de estos grupos se coordinan desde la
organización llamada Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), aunque no es la única que opera
en el país (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013).
Con respecto a las fuentes de financiación y a pesar de estar formalmente prohibido por los
propios estatutos de las AUC, las autoridades colombianas estiman que el setenta por cien de
los recursos llegaron a proceder, en su momento de la preservación de los cultivos de coca y de
la protección a los laboratorios (Ministerio de Defensa Nacional de Colombia, 2000). El resto
procede de aportaciones de particulares, de organizaciones civiles e incluso de la “confiscación
de activos al enemigo” (Estatuto de Constitución y régimenn disciplinario de las AUC). No
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obstante, en los últimos años se observa un creciente interés por parte de la dirección de las
AUC en que los grupos regionales (llamados “bloques”) abandonen sus relaciones con el
narcotráfico, lo que ha provocado algunas divergencias e incluso fisuras dentro de la
organización.
Estos grupos paramilitares han sido acusados de numerosos crímenes contra la población civil,
incluidos asesinatos, masacres (Ministerio de Defensa Nacional de Colombia, 2000), limpieza
étnica y extorsiones. Entre sus víctimas, además de miembros de la guerrilla, han figurado
miembros de movimientos sociales, activistas de derechos humanos, líderes de partidos y
movimientos de izquierdas, así como población civil que vivía en territorios ocupados por la
guerrilla. En muchos casos y por parte de determinadas facciones, se ha recurrido al terror tanto
para disuadir de posibles apoyos a los grupos guerrilleros como para incrementar el control
sobre el territorio (Autodefensa Unidas de Colombia). Por estos motivos, y como dato
significativo, las AUC fueron incluidas en la lista de organizaciones terroristas extranjeras que
elaboran tanto el gobierno de los EEUU como las instituciones de la Unión Europea.
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3.- ANALISIS
La cronología de las oposiciones de los agentes armados a lo largo de la segunda mitad del siglo
XX, está brevemente resumida en la siguiente lista:
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Un análisis específico partiendo de los sujetos efectivamente movilizados a cada uno de los
espacios, trata de mostrar cómo en la práctica la presencia de límites y contrastes en algunas
dimensiones, pero también la combinación o preponderancia circunstancial de la práctica
guerrera, alteró la relación medios-fines. Un mapa de relaciones oposicionales entre los agentes
armados iniciando el siglo XXI, muestra la siguiente distribución:
Entendemos que entrar a la guerra como miliciano o miliciana no es una opción laboral, pues
los movimientos guerrilleros no los sostienen; ellos y ellas tienen que seguir trabajando para su
sustento, y las actividades de la milicia se hacen en horas extras. Después de cierto tiempo, que
podrían ser años en el movimiento, se vuelven guerreros de tiempo completo (Collier, 2003).
Ingresan a “prestar el servicio”, si bien es una obligación, también es la oportunidad de pagar un
requisito para ingresar al mercado laboral formal, por lo cual se convierte en un costo de
oportunidad que separa de la esfera productiva a un trabajador o trabajadora. Durante dos años
(para el caso de los soldados regulares), pero si bien el pie de fuerza de las guerrillas se
incrementó sustancialmente, casi se duplicó, eso tan sólo representa alrededor del 5% de los
nuevos puestos de trabajo del mercado de violencia; por tanto, si bien la movilización política
es crucial, durante la ventana de observación de este estudio no comparte un momento de
rebelión de movilización masiva, por altas que sean las cifras de crecimiento relativo de los
ejércitos irregulares.
A lo largo de su desarrollo en el tiempo el conflicto armado colombiano, casi 50 años (desde los
brotes de violencia bandolera hasta el surgimiento de grupos paramilitares), ha presentado
tendencias y variaciones en cuanto a las estrategias de financiación para el desarrollo de la
guerra y la disputa por la soberanía del país. En un ambiente institucional pobre, la organización
de la sociedad colombiana permite que la relación entre grupos armados legales e ilegales por
el control de territorios se encuentre atravesada por interacciones complejas.
Este análisis muestra que a lo largo del proceso histórico se han estructurado y activado
múltiples dispositivos de preservación y de reproducción del poder y la dominación de clase, los
cuales se han sustentado en la «combinación de las formas de lucha» por parte de lo que en el
trabajo se caracteriza como un «bloque de poder contrainsurgente»
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4.- CONCLUSIONES
Las primeras expresiones del conflicto social armado que continúa desarrollándose en Colombia
con la participación directa del Estado, se dio en la segunda y tercera décadas del siglo XX. Han
estado vinculadas con las contradicciones entre los sectores beneficiados por la imposición de
condiciones de sobre explotación en las relaciones de trabajo y la exclusión del acceso a la tierra
y a la participación política y las distintas formas de resistencia de las comunidades y demás
trabajadores del campo a estas condiciones de vida. Estos vínculos sociales han sido impuestos
mediante políticas de entrega reiterada de las tierras de la nación a grandes propietarios,
conducentes a su monopolización y legitimados y reforzados a través de mecanismos políticos,
militares e ideológicos. Las manifestaciones de este conflicto se han agudizado con ocasión de
procesos que podrían significar la generación de cambios en el ordenamiento político y
económico de la nación y en esa agudización han intervenido intereses internos y externos,
animados por la preservación de este estado de cosas el cual ha limitado el desarrollo
económico, político y social del país (Catherine, Palacios, Marco, 2011).
Por otra parte, las políticas fiscales han favorecido el ingreso de capitales especulativos y la
adquisición de tierras y bienes raíces para la legalización de activos al tiempo que se limita el
desarrollo de la economía a través de las restricciones a la remuneración del trabajo y a los
desarrollos productivos, pretendidamente compensados con importaciones beneficiadas por los
tratados de libre comercio. No podrá pretenderse dar fin a la guerra reiterando las políticas que
la han generado y conducido a su profundización. En este sentido, la difusión, construcción y
asimilación de una explicación veraz de cuáles han sido los factores estructurantes de la guerra,
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cuáles los mecanismos diseñados y aplicados para legitimarlos y hacer perdurar sus efectos con
la finalidad de afianzar el orden de dominación, será un apoyo sustancial para fortalecer los
propósitos de transformar y democratizar el sistema de relaciones económicas, políticas y
sociales vigente, en beneficio de quienes han sido sus víctimas.
En Colombia, la paz aún no se ha logrado, el gobierno adelanta conversaciones con el ELN y solo
cuando se pacte con este grupo se podrá hablar de paz, pero esto no soluciona por completo el
complejo problema de violencia que pasa por un momento de baja intensidad. El nuevo reto del
país es la lucha contra la corrupción.
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5.- RECOMENDACIONES O COMENTARIOS FINALES.
Otra recomendación sería el control del narcotráfico, a la vez que se fortalece la economía
formal. La existencia de vínculos profundos entre actores armados ilegales con actividades
económicas legales e ilegales, ilustra la compleja estructura de incentivos que rodea el control
de recursos naturales, aun si se llevaran a cabo negociaciones de paz a nivel nacional. Por esta
razón es muy importante pensar también acerca de los efectos no intencionales de los
programas de erradicación de cultivos ilícitos, actualmente ejecutados en varias regiones del
país para la población local y sobre si existen o pueden generarse fuentes alternativas de
ingresos, mediante recursos legales para absorber los excedentes de mano de obra tras la
erradicación de cultivos ilícitos. Se podría aplicar mecanismos de compensación pública para
regiones afectadas por los programas de erradicación, tales como el acceso preferencial a
programas de empleo público y no sólo la distribución de subsidios como en el programa
Familias en acción.
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