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La

CARRERA
FE
de la

R.C. SPROUL
La
CARRERA
FE
de la
La
CARRERA
FE
de la

R.C. SPROUL
La carrera de la fe
© 2016, 2024 por Ministerios Ligonier
es.Ligonier.org

Nueva traducción, 2024

Publicado originalmente en inglés bajo el título


The Race of Faith,
por Ligonier Ministries
421 Ligonier Court, Sanford, Florida 32771
Ligonier.org

© 2016 por R.C. Sproul

Las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, son tomadas de


la Nueva Biblia de las Américas (NBLA), Copyright © 2005 por
The Lockman Foundation. Usadas con permiso. www.NuevaBiblia.com.

SDG
E L CREDO AP OST Ó LICO

Creo en Dios Padre Todopoderoso,


Creador del cielo y de la tierra;

Y en Jesucristo, Su Hijo unigénito, Señor nuestro;


Que fue concebido por el Espíritu Santo,
Nació de la virgen María;
Padeció bajo Poncio Pilato,
Fue crucificado, muerto y sepultado;
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos;
Ascendió a los cielos;
Y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos.

Creo en el Espíritu Santo;


La Santa Iglesia católica*;
La comunión de los santos;
El perdón de los pecados;
La resurrección del cuerpo;
Y la vida eterna. Amen.

* La palabra «católica» se refiere a la Iglesia universal.


Tabla de Contentido
En busca de la gloria.............................................9

1 – La carrera de la vida............................................13

2 – ¿Qué es la fe?.....................................................21

3 – Dios Padre......................................................... 27

4 – La persona y la obra de Cristo (Parte 1).................. 33

5 – La persona y la obra de Cristo (Parte 2).................. 39

6 – El Espíritu Santo y la iglesia................................ 47

7 – El perdón, la resurrección y la vida eterna.............. 55


En busca de la gloria

L
a búsqueda de la gloria es muy motivadora. A menu-
do nos esforzaremos más o correremos más cuando
la gloria parece estar a nuestro alcance. Incluso esta-
mos dispuestos a sacrificar nuestra comodidad personal
por una oportunidad de alcanzar la gloria. Cuando lucha-
mos por llegar más lejos, repetimos: «¡Sin dolor no hay pre-
mio!». Queremos que nuestras vidas cuenten. Queremos
que se nos celebre por buscar algo que valga la pena.
Hay una razón por la que experimentamos esta profun-
da sed de gloria. En la Palabra de Dios descubrimos que
fuimos creados para la gloria. Él formó nuestros cuerpos e
infundió vida en nosotros para que pudiéramos conocer la
10 | La CARRERA de la FE

grandeza de Su santidad y quedemos admirados ante ella.


Nuestros corazones y mentes estaban destinados a estar
tan impresionados por la bondad de Dios, que lo adoraría-
mos y obedeceríamos sin reparos. De esta manera, refleja-
ríamos la asombrosa gloria de Dios.
Sin embargo, mira a tu alrededor. El mundo no bri-
lla con la gloria de la santidad ¿verdad? Tal vez te hayas
dado cuenta de la forma en que el mal ha deformado
nuestro mundo. Hay sufrimiento, amargura, engaño y
muerte. Si fuimos creados para conocer la gloria de Dios,
¿qué salió mal?
La respuesta que nos da la Palabra de Dios apunta a
nuestro propio corazón. Fuimos creados para confiar en
Dios y darle gloria. Sin embargo, insistimos en buscar
nuestra propia gloria. Hemos sustituido la voluntad de
Dios por nuestros propios deseos y nos hemos propuesto
hacernos un nombre. Esto es lo que la Biblia llama 'pecado'
y es la desobediencia del propósito de Dios para nosotros.
El pecado nos tienta a encontrar satisfacción en nuestra
propia fragilidad en lugar de hallarla en la grandeza de
Dios. Erramos al intentar encontrar la gloria duradera en
nuestra identidad, trabajo o sueños. Por eso nos encontra-
mos vacíos e insatisfechos una y otra vez. También nos
encontramos condenados porque nuestro pecado no pasa
En busca de la gloria | 11

desapercibido para Dios. Él es un Juez justo. Somos cul-


pables de abandonar Su verdad mientras intentábamos es-
tablecer la nuestra. La pena de este pecado se describe con
toda claridad: la muerte y el alejamiento eterno de Dios.
Pero el mensaje del evangelio es una buena noticia glo-
riosa. «Porque de tal manera amó Dios al mundo», dice la
Biblia, «que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel
que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna». Je-
sucristo, el Hijo perfecto de Dios, tomó forma de hombre,
pero sin el pecado humano. Vivió entre los humanos, pero
sin participar en su desobediencia. No vaciló en buscar la
voluntad de Dios y glorificar Su Nombre. Él reflejó perfec-
tamente la gloria de Dios.
La Biblia dice que Jesucristo fue «obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz». Su obediencia lo llevó a morir
en una cruz. ¿Por qué fue así?
Esta es la respuesta: Jesucristo tomó en Sí mismo
nuestra condenación. Él murió nuestra muerte para que
podamos vivir. Sufrió la pena que deberíamos haber su-
frido. Asumió nuestros pecados para que conociéramos el
perdón. Él dio Su vida para que pudiéramos ser acepta-
dos ante Dios. Él murió por nosotros para que pudiéra-
mos confesar nuestros pecados y encontrar redención en
Él. ¡Esta es una noticia maravillosa y gloriosa! Tres días
12 | La CARRERA de la FE

después de Su muerte, Jesucristo resucitó. ¡Resucitó victo-


rioso sobre la condenación, la muerte y el pecado!
La Biblia expresa la buena noticia de esta manera: «Por
tanto, ahora no hay condenación para los que están en
Cristo Jesús». En Jesús recibimos gratuitamente perdón,
esperanza, paz y satisfacción. En Jesús somos aceptados
sin reparos en la presencia de Dios y descubrimos de nue-
vo la belleza de Su amor y santidad. Esto es la salvación.
Esto es verdaderamente glorioso. Esto es el evangelio.
Querido amigo, ¿has confesado tus pecados y creído
en Jesucristo? ¿Estás dispuesto a confiar en Su muerte y
resurrección como el medio por el cual somos salvos? Tú
puedes ser salvo hoy. Él te perdonará.
Nuestra oración es que creas en Él y descubras que Su
gloria realmente satisface.
Capítulo uno

La carrera de la vida

M
uchos decían que era imposible. Una y otra vez
no lo lograron aquellos que lo intentaron. El ob-
jetivo estaba muy cerca, pero inalcanzable. Correr
una milla en menos de cuatro minutos era el sueño de
los corredores de media distancia. Desde 1945, el récord
estaba en 4:01.4. A principios de la década de 1950, una
sucesión de competidores, entre ellos el australiano John
Landy y el estadounidense Wes Santee, se acercaron al
récord: 4:03.6, 4:02.4, 4:02.0. El corredor inglés Roger
Bannister vio que los tiempos se iban acortando y supo
que si quería tener una oportunidad de batir el récord,
tendría que lograrlo pronto.
14 | La CARRERA de la FE

Bannister, un joven aficionado prometedor, era uno de


los favoritos en los 1500 metros (la milla métrica) de las
Olimpiadas de 1952 en Helsinki, Finlandia. Sin embargo,
se añadió una semifinal al programa, que Bannister no
había previsto. Aunque clasificó para la final, la carrera adi-
cional consumió la energía del atleta. En la final, compitió
contra un gran número de rivales y terminó en un decep-
cionante cuarto puesto.
Bannister tenía que tomar una decisión. Había dejado
pasar la oportunidad de competir en los Juegos Olímpicos
de Londres de 1948, por considerarse demasiado joven e
inexperto. Mientras tanto, se había embarcado en una ca-
rrera de medicina. Las crecientes exigencias de su trabajo
médico a tiempo completo significaban que probablemente
no podría entrenarse de forma adecuada para los Juegos de
1956 en Melbourne, Australia. Bannister tuvo que deci-
dir si renunciaba al atletismo. Tras dos meses de reflexión,
decidió poner su mira en romper la barrera de los cuatro
minutos en la milla.
Unos cuantos intentos acercaron a Bannister al récord
en 1953 y lo convencieron de que era posible lograrlo en
cuatro minutos. Entonces, el 6 de mayo de 1954, Ban-
nister se ató los cordones en la pista de Iffley Road, en
Oxford, Inglaterra. Competía por la Asociación Británica
La carrera de la vida | 15

Aficionada de Atletismo en un encuentro contra la Univer-


sidad de Oxford. Era un día fresco y lluvioso, con vientos
fuertes que amenazaban con crear condiciones adversas
para correr.
Bannister llegó con los clavos recién afilados y recu-
biertos de grafito para evitar que acumularan residuos. A
medida que se acercaba la salida, a las 6 p. m., se preocu-
pó por el clima y pensó en retirarse, pero su entrenador
estaba convencido de que ese día tendría su mejor oportu-
nidad. Cuando el viento amainó justo antes de la hora de
salida, Bannister decidió intentarlo.
Tras algunos momentos de ansiedad debido a una sa-
lida falsa, comenzó la carrera. Bannister se colocó detrás
del corredor que marcaba el paso, Chris Brasher, quien lo
guió durante las dos primeras vueltas. Cuando llegaron a
la mitad de la carrera, el tiempo era de 1:58. Brasher se re-
tiró y Chris Chataway tomó el relevo para marcar el paso,
guiando a Bannister durante la siguiente vuelta para un
parcial de 3:00.07. Bannister tendría que correr la última
vuelta en menos de cincuenta y nueve segundos.
Chataway continuó liderando hasta la última curva
antes de apartarse y dejar a Bannister iniciar la recta fi-
nal en solitario. Comenzó su remate final cuando falta-
ban unos 251 metros. A medida que se acercaba a la cin-
16 | La CARRERA de la FE

ta, Bannister aceleró para llegar a la línea de meta, luego


se desplomó exhausto.
El público aguardaba con expectativa mientras el locu-
tor del estadio mantenía la tensión. Por fin llegó el anun-
cio: «El tiempo fue de tres…».
No llegó a terminar. El público estalló y Bannister,
Brasher y Chataway dieron la vuelta de la victoria. El sue-
ño imposible se había alcanzado.
Los cuatro minutos de Roger Bannister fueron un
glorioso logro atlético. Nos habla de trabajo duro, planifi-
cación, entrenamiento cuidadoso y determinación. Estas
son cualidades que sirvieron a Bannister durante su carre-
ra como corredor y también en su carrera como médico.
Cualidades como esas también son útiles en nuestras
vidas. Después de todo, la vida se ha comparado a menudo
con una carrera. Hay una salida y una meta, con muchí-
simo esfuerzo en el medio. Si la vida es una carrera que
todos corremos, ¿cuál es la meta? ¿Qué hay en la línea de
meta? La vida puede ser difícil; nos cansamos y queremos
ir más despacio. Pero seguimos adelante. Sin embargo, ¿ha-
cia dónde vamos con tanto empeño?
La mayoría de la gente en la historia humana ha creído
en algún tipo de vida después de la muerte. Algunos creen
en el karma y la reencarnación, donde uno vuelve a una
La carrera de la vida | 17

nueva vida en un ciclo sin fin y donde tus actos en una vida
determinan tu posición en la siguiente. La mayoría cree en
una especie de cielo, un estado de felicidad, pero difieren
en la respuesta de cómo se llega allí.
Los cristianos creen que las respuestas a estas pre-
guntas se encuentran en la Biblia, el libro más vendido
de la historia, y por una buena razón. Es la Palabra de
Dios, Su revelación perfecta y autorizada a la humanidad.
Contiene información importante que debemos conocer,
y da respuesta a las preguntas que todos nos hacemos. Es
el mapa que nos traza la ruta a seguir en la carrera que
llamamos vida.
Si abres una Biblia descubrirás que tiene dos divisiones
principales: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
Dentro de estas divisiones principales hay sesenta y seis
libros más pequeños, escritos por muchas personas a lo
largo de 1500 años. El contenido de estos libros más pe-
queños varía —desde historia hasta profecía, desde poesía
hasta biografía—, pero todos cuentan la historia de los tra-
tos de Dios con Su pueblo.
El Antiguo Testamento es la historia del pueblo de
Dios anterior a la época de Jesús. Contiene relatos de sus
triunfos y fracasos. Los oímos alegrarse y clamar. Vemos a
Dios castigarlos por su desobediencia y rescatarlos de sus
18 | La CARRERA de la FE

enemigos. A través de todas esas historias, vemos el cuida-


do de Dios por Su pueblo y vemos que promete salvar a Su
pueblo de forma completa y final a través de un Salvador
que vendría en el futuro.
Ese Salvador es Jesucristo. Él fue un hombre que vi-
vió en Palestina hace dos mil años. Pero no era solo un
hombre; era Dios en carne y hueso. El Nuevo Testamento
cuenta la historia de quién es Él y lo que hizo en la tierra.
Luego cuenta lo que Sus seguidores dijeron e hicieron des-
pués de que ascendiera al cielo.
Este Jesús es el centro de la fe cristiana. El relato de
quién es Él y de lo que hizo por Su pueblo se llama evange-
lio, que significa «buenas noticias». Esas buenas noticias
son que podemos ser liberados de nuestros pecados y re-
conciliados con Dios. Como resultado, los cristianos espe-
ran estar con Dios al morir y adorarle para siempre con un
gozo incesante. Debido a que Dios es amoroso y miseri-
cordioso, nos ha proporcionado un camino para estar con
Él a través del evangelio, aunque haya grandes obstáculos
en el camino. Ese camino es a través de la fe en Jesucristo.
El apóstol Pablo, uno de los seguidores de Jesús y autor
de gran parte del Nuevo Testamento de la Biblia, escribió:
«sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual
también fui alcanzado por Cristo Jesús» (Fil 3:12). Pablo
La carrera de la vida | 19

habla de la vida después de la muerte, de la dicha eterna en


el cielo. En el centro de sus esfuerzos está Jesucristo; Pablo
se esfuerza mucho porque pertenece a Jesús. Su vida se ha
transformado gracias a Jesús y ahora vive con un nuevo
objetivo en mente.
La vida cristiana se basa en la fe en Jesucristo, lo que
significa que hay cosas que el cristiano debe creer para ser
llamado cristiano. En el centro de la creencia cristiana está
Jesucristo: Su persona y Su obra mientras estuvo en la tie-
rra. A lo largo de la historia de la iglesia, los cristianos se
han reunido y han formulado declaraciones que describen
exactamente lo que creen basándose en lo que enseña la Bi-
blia. Estos resúmenes de las creencias cristianas son útiles
tanto para los creyentes como para los no creyentes, para
entender lo que significa ser cristiano.
Una de las primeras y más importantes declaraciones
de fe es el Credo Apostólico. Está fechado alrededor del
400 d. C., unos trescientos años después de la época de
Jesús. Su nombre hace referencia al hecho de que resume
las enseñanzas de los apóstoles, seguidores de Jesús y a
quienes Él designó como Sus sucesores.
El resto de este libro intentará ayudar al lector a com-
prender el Credo Apostólico. Punto por punto, examina-
remos el credo y expondremos su significado. El objetivo
20 | La CARRERA de la FE

es ofrecer al lector una comprensión clara y sucinta de los


fundamentos básicos de la creencia cristiana y de lo que
significa correr la carrera de la vida según la fe en Cristo y
de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia.
.
Capítulo dos

¿Qué es la fe?
Creo en Dios Padre Todopoderoso . . .

E
l Credo Apostólico comienza con las palabras «Creo».
¿Qué significa decir que crees en algo? Un concepto
estrechamente relacionado es el de la fe. ¿Qué signi-
fica tener fe? La fe es tan vital para el cristianismo que a
veces se le llama «la fe cristiana». Para entender el cristia-
nismo debemos entender lo que significa creer o tener fe.
A menudo se considera que la fe es contraria a la razón
o a la «percepción sensorial», es decir, las cosas que pode-
mos probar, ver, tocar, oler y oír. En otras palabras, la fe
suele oponerse a otras formas de captación de las cosas.
22 | La CARRERA de la FE

Hay muchas personas que creen que la fe es contraria a la


razón o a la percepción sensorial, de modo que para tener
verdadera fe, uno debe operar sin razón ni percepción sen-
sorial. Pero eso no es lo que enseña la Biblia. En cambio,
encontramos que la Biblia es el fundamento del conoci-
miento, tanto de la razón como de la percepción sensorial.
La fe descansa sobre ese fundamento, pero también nos
lleva más allá de sus límites.
Eso podría parecer extraño porque mucha gente apar-
ta la fe como una forma completamente separada de co-
nocimiento. Pero ¿cómo puedes recibir cualquier conoci-
miento de Dios si tu mente no puede comprenderlo?
Uno de los primeros credos cristianos se encuentra
en la Biblia. Era muy sencillo. Se trata de la afirmación
«Jesús es el Señor». Es posible pronunciar esas palabras
sin entenderlas. Puedes repetir esta afirmación sin enten-
der qué significa el concepto «Señor», qué indica el verbo
«es» y a qué se refiere el nombre «Jesús». Sin embargo, si
pronuncias las palabras sin entenderlas, en realidad no
estás afirmando lo que significan las palabras; no estás
haciendo una verdadera profesión de fe. Entonces, para
creer en el evangelio, para tener fe en Jesús, primero debes
tener al menos cierto grado de comprensión del mensaje
del evangelio en tu mente.
¿Qué es la fe? | 23

El cristianismo también es una fe o religión que tiene


un libro que contiene enseñanzas y doctrina diseñadas
para nuestra comprensión. No tiene sentido tener nin-
gún tipo de documento escrito si entendemos la fe como
algo que está por encima de la razón. Los documentos
escritos tienen como objetivo convencer a las personas;
instan a las personas a utilizar su razón para considerar
el mensaje del documento. Por lo tanto, la fe según la Bi-
blia no es «fe ciega». No entras con los ojos cerrados. De
hecho, la Biblia nos invita a abrir los ojos a la realidad;
nos llama a salir de la oscuridad y entrar en la luz.
Por otra parte, la pura razón no hará que nadie crea
en el evangelio. Tampoco lo hará la mera percepción sen-
sorial. La Escritura dice que «Ahora bien, la fe es la cer-
teza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve»
(He 11:1). La fe involucra cosas que no podemos ver, oír
ni tocar. Nadie ha visto nunca a Dios; no podemos ver el
cielo. Pero podemos ver la obra de Dios en la creación.
El cristianismo es lo que se llama una «religión reve-
lada». Los cristianos creemos en un Dios que se revela a
Sí mismo a través de la naturaleza, pero también creemos
en un Dios que ha hablado. Cuando hablamos de la fe
como la convicción de las cosas que no se ven, estamos
hablando de creer a Dios y creer lo que Él nos ha revelado
24 | La CARRERA de la FE

en la Biblia. No es una fe irracional ni tampoco no cien-


tífica. La creencia cristiana se basa en hechos históricos
que realmente sucedieron, hechos que pueden verificarse
por medios científicos y sensoriales.
Entonces, cuando recitamos un credo, cuando deci-
mos «creo», estamos afirmando nuestro acuerdo con las
afirmaciones del cristianismo y de la Biblia. No se trata
de una fe ciega, sino de una fe vital y real. Los verdaderos
opuestos de la fe en el sentido bíblico no son la razón y
la experiencia, sino la simpleza y la superstición.
Es importante subrayar la centralidad de la fe en el
cristianismo. Fue sobre este asunto que se produjo la Re-
forma protestante en el siglo XVI. Martín Lutero y otros
argumentaron que era a través de la fe, y la fe sola, que
somos justificados o hechos justos ante Dios.
Esto plantea algunas preguntas. ¿Qué tipo de fe jus-
tifica? El libro de Santiago, en el Nuevo Testamento, dice
que la fe sin obras está muerta; no puede salvar a nadie.
Como dijo Lutero, el tipo de fe que redime es una fe vital,
una fe viva. Por lo tanto, debemos tener una fe viva para que
sea una fe salvadora, pero ¿qué involucra este tipo de fe?
Los líderes de la Reforma enseñaron que hay al me-
nos tres elementos distinguibles de la fe bíblica. El prime-
ro es el contenido de lo que creemos. No basta con creer
¿Qué es la fe? | 25

lo que uno quiera, así lo crea sinceramente. Para que una


creencia salve, debe tener contenido bíblico.
En el Nuevo Testamento se nos entrega el contenido
básico de la fe salvadora: que Cristo es el Hijo de Dios; es
el Salvador; murió por nuestros pecados; resucitó de en-
tre los muertos. Los apóstoles predicaron eso y llamaron
a la gente a creerlo. Antes de que alguien pueda creer este
contenido, primero debe conocerlo y entenderlo.
La segunda parte de la fe salvadora es el asentimiento
intelectual. Esto significa que estás de acuerdo con que
algo es verdad. Podríamos preguntar: «¿Crees que el cielo
es azul?». Simplemente te estoy preguntando si crees que
es una afirmación verdadera. Si dices que sí, has asentido
intelectualmente a esa afirmación. Del mismo modo, los
primeros cristianos preguntaban: «¿Crees que Jesús es el
Hijo de Dios?». Algunos decían que no. Otros decían que
sí. Pero decir que sí no es suficiente para tener fe salvado-
ra. Después de todo, la Biblia registra que los demonios
reconocen la identidad de Jesús como el Hijo de Dios.
Este es el momento en donde entra la tercera parte
de la fe salvadora. Involucra una confianza o aceptación
personal. Tú no solo sabes que la Biblia afirma que Je-
sús es el Hijo de Dios, sino que también crees que esta
afirmación es cierta y, más aún, abrazas esta afirmación.
26 | La CARRERA de la FE

Ves con alegría a Jesús por lo que Él es y confías gozosa-


mente en Él. La persona que tiene fe salvadora en Cristo
antes estaba alejada de Él y le era hostil, pero ahora lo ama
y lo adora.
Cuando alguien dice: «Creo», significa que abraza,
con su corazón y su voluntad, la victoria y el triunfo de
Cristo. Eso es una declaración de fe. No nos limitamos a
recitar un credo porque creamos que es verdad. La fe es
algo más que conocimiento o asentimiento intelectual,
pero no es menos que eso.
Capítulo tres

Dios Padre
Creo en Dios Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra. . .

E
l centro de la fe cristiana es Jesucristo. Por lo tanto,
los primeros credos se centran en la persona de Jesús.
Además, la mayoría de los primeros conversos eran
judíos. Ellos ya creían en Dios Padre, por lo que solo nece-
sitaban afirmar su creencia en Jesús.
Sin embargo, hacia el año 100 d. C., comenzó a llegar a
la iglesia un mayor número de no judíos. Ya no se podía dar
por sentado que los conversos tuvieran una comprensión
clara del monoteísmo, es decir, la creencia en un solo Dios.
28 | La CARRERA de la FE

La mayoría de estos conversos habían creído previamente


en muchos dioses. Era necesaria una instrucción básica.
En aquella época, cuando se bautizaba a un nuevo con-
verso, se le hacía una serie de preguntas, las cuales se con-
virtieron en la base de los enunciados del Credo Apostóli-
co. Comenzaban con la pregunta: «¿Crees en Dios Padre
Todopoderoso?».
El Padre es el Dios que se reveló en el Antiguo Testa-
mento. Pero cuando vino Jesús, no vino a sustituir o reem-
plazar al Padre. Vino a declarar al Padre. Existe una rela-
ción íntima entre el Jesús histórico del Nuevo Testamento
y Dios Padre, el Dios del Antiguo Testamento.
Desde sus mismos comienzos, el cristianismo era au-
toconscientemente trinitario; afirmaba que hay tres per-
sonas en la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Observa la progresión en el Credo Apostólico: «Creo en
Dios Padre… Y en Jesucristo, Su Hijo unigénito, Señor
nuestro… [y] en el Espíritu Santo…». Las tres personas
de la Trinidad son confesadas en esta declaración de fe
muy temprana.
La creencia en Dios Padre es fundamental para la fe
cristiana. Sin embargo, la paternidad de Dios no siempre
se ha entendido correctamente. En el siglo XIX, algunos
intentaron redefinir el cristianismo, al reducirlo a su pro-
Dios Padre | 29

pio entendimiento de su esencia. Llegaron a la conclusión


de que el cristianismo consiste en dos afirmaciones cen-
trales: la paternidad universal de Dios y la hermandad uni-
versal de la humanidad. La idea tiene que ver con la soli-
daridad de todos los seres humanos bajo la benevolencia
indiscriminada de Dios. Sin embargo, desde un punto de
vista bíblico, esta conclusión es problemática.
Hay una afirmación que puede sugerir la idea. El após-
tol Pablo, cuando debatía con algunos filósofos griegos
en el Areópago, en Atenas, citó a sus filósofos, diciendo:
«Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como
algunos de los poetas de ustedes han dicho: “Porque tam-
bién somos linaje Suyo”» (Hch 17:28). Lo que quería decir
era que, en el sentido de que Dios es el Creador de todas
las personas, podríamos decir que es el Padre de todos los
seres humanos. Pero la idea de que todos los hombres pue-
den mirar a Dios como un Padre amoroso, incluso los que
no creen en Cristo, no se encuentra en ninguna parte.
Así también, la hermandad universal del ser humano
tampoco se encuentra en la Biblia. En cambio, la Biblia
enseña que todos somos prójimos y estamos llamados a
amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La her-
mandad, por otra parte, es un tipo especial de compañeris-
mo humano. Está arraigada en la conciencia de que Jesús,
30 | La CARRERA de la FE

como Hijo de Dios, tiene verdaderamente a Dios como


Padre. Nosotros, por el contrario, solo recibimos a Dios
como Padre cuando somos adoptados en la familia de
Dios. Esto sucede cuando recibimos a Cristo como nues-
tro Salvador por la fe. Por naturaleza estamos alejados de
Dios y de Su familia, pero podemos ser reconciliados con
Él por medio de Cristo.
Por lo tanto, si reivindicamos una hermandad universal
humana y una paternidad universal de Dios, oscurecemos
esa relación tan especial que Cristo ha hecho posible para
quienes creen en Él. Los oponentes de Jesús comprendie-
ron la radicalidad de que Él se llamara a Sí mismo Hijo de
Dios. De hecho, cuando Jesús se refirió a Dios como Su
Padre, quisieron apedrearlo por blasfemia (Jn 5:18).
En el Padre nuestro, cuando Jesús instruyó a Sus segui-
dores para que oraran «Padre nuestro», los estaba invitan-
do a la relación íntima que Él mantiene con el Padre. Era
una gran innovación. Sin embargo, es tan común para los
cristianos de hoy orar a Dios como su Padre que lo damos
por sentado y nos perdemos el significado y el privilegio de
dirigirnos a Dios como nuestro Padre.
Si se asume que la esencia de la religión es la paterni-
dad universal de Dios y la hermandad universal humana,
se pierde también el significado de esa invitación a estar
Dios Padre | 31

en la presencia de Dios y dirigirnos a Él como «Padre». Si


Él es el Padre de todos, entonces se oscurece la intimidad
que disfrutamos con Él como nuestro Padre. Se vuelve dis-
tante, impersonal. Sin embargo, el cristianismo afirma la
existencia de un Dios personal con el que tenemos una
relación personal. No dirigimos nuestras oraciones a un
Dios impersonal o distante, sino a Uno que está presente
y es conocido.
Este Dios era, desde los primeros tiempos de la reli-
gión judía, entendido como «el Todopoderoso». El Dios
Creador no solo redimió a Israel, sino que también creó
el cielo y la tierra. Por lo tanto, Su esfera de autoridad no
son solo los límites geográficos de Palestina, sino también
el mundo entero. El término todopoderoso está arraigado y
fundamentado en el concepto de Dios como Gobernante
soberano sobre todo el mundo.
Capítulo cuatro

La persona y
la obra de Cristo
(Parte 1)

Y en Jesucristo, Su Hijo unigénito, Señor nuestro;


Que fue concebido por el Espíritu Santo,
Nació de la virgen María . . .

E
n Su propio tiempo, el hombre conocido por noso-
tros como «Jesucristo» habría sido conocido como
«Jesús Bar [el hijo de] José» o «Jesús de Nazaret».
La gente en aquellos días no tenía apellidos, por lo que un
individuo era identificado por el nombre de su padre o
su ciudad natal. «Cristo» no es Su nombre, sino un título,
pero uno tan importante, tan central en las enseñanzas
del Nuevo Testamento sobre Jesús, que con el tiempo
34 | La CARRERA de la FE

el nombre y el título quedaron estrechamente unidos.


Como resultado, a menudo pensamos en el título Cristo
como si fuera el apellido de Jesús.
La sección más extensa del Credo Apostólico se cen-
tra en la persona y la obra de Jesús. Comienza utilizando
este importantísimo título. Cuando la Iglesia primitiva
llamaba a Jesús «el Cristo», estaba repitiendo la confe-
sión del apóstol Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente». La palabra Cristo en el Nuevo Testamento en
español viene directamente de la palabra griega Christos,
que es, a su vez, una traducción de la palabra hebrea mas-
hiach o «Mesías». Tanto Cristo como Mesías significan
«el ungido», refiriéndose a alguien que fue especialmen-
te apartado para los propósitos de Dios. En el Antiguo
Testamento, el término Mesías se refería a un salvador
esperado que liberaría al pueblo.
Por lo tanto, cuando los cristianos dicen que creen en
Jesucristo, están confesando que Jesús es el Mesías lar-
gamente esperado. Esto es central en la proclamación de
Jesús en el Nuevo Testamento: Él es el Cristo.
En el Antiguo Testamento hay diversas corrientes de
expectativas con respecto al Mesías. Una corriente espera-
ba a alguien como Moisés, el líder prototípico, quien libe-
raría a su pueblo y sería el mediador de un nuevo pacto. El
La persona y la obra de Cristo (Parte 1) | 35

profeta Isaías predijo que sería el siervo sufriente de Israel,


el siervo del Señor, el que cargaría con los pecados del pue-
blo. También se esperaba que el Mesías procediera de la
línea real del rey David. La literatura apocalíptica del Anti-
guo Testamento, sobre todo en el libro de Daniel, promete
un ser celestial que será enviado para juzgar al mundo.
Con todas estas perspectivas diferentes sobre el Me-
sías, sería razonable preguntarse cómo podrían converger
todas ellas en una sola persona. Sin embargo, en el Nuevo
Testamento, está claro que cada una de estas líneas indivi-
duales convergen en la vida y la obra de Jesucristo. Él vino
y ejerció el papel de los profetas; Él cumplió el papel del
rey; Él sirvió en el papel del gran Sumo Sacerdote; y Él es el
que carga con los pecados de Su pueblo, el Siervo Sufriente.
El Credo Apostólico afirma que Jesús es único. Cuando
Roger Bannister rompió la barrera de los cuatro minutos,
fue el primer ser humano en la historia en correr una milla
en menos de cuatro minutos. Durante un tiempo, Bannis-
ter fue único porque había logrado algo que ningún otro
ser humano había alcanzado jamás. Pero, desde entonces,
muchas personas han duplicado su hazaña. Sin embargo,
lo único que él hizo, y que ellos nunca pudieron hacer, fue
ser el primero en hacerlo. Jesús es llamado el Hijo unigé-
nito del Padre; Él está en una clase por Sí mismo. No hay
36 | La CARRERA de la FE

nadie como Él. Los cristianos son llamados hijos de Dios,


pero solo en virtud de su adopción a través de Jesucristo.
Por lo tanto, Jesús es el único Hijo de Dios por naturaleza.
A Jesús también se le llama «nuestro Señor». Recuerda
que la primera confesión de fe de la iglesia fue la sencilla
afirmación «Jesús es el Señor». La palabra para «Señor» en
el Nuevo Testamento está llena de significado; traduce la pa-
labra que los judíos usaban casi exclusivamente para Dios
Padre. Evitaban decir el nombre de Dios para no blasfemar.
En cambio, le llamaban «Señor». Entonces, cuando la Iglesia
primitiva llamaba a Jesús «Señor», le estaban atribuyendo
deidad. Lo identificaban con Aquel que había hecho el cielo
y la tierra y que gobierna sobre toda la creación. Era un títu-
lo imperial. El Señor es Aquel que es soberano, y la sobera-
nía, en sentido absoluto, está reservada para Dios.
Después de esta breve confesión de títulos con respec-
to a Jesús, el Credo Apostólico cubre rápidamente un es-
bozo de Su vida. Esto es importante porque lo que Él fue
en Su vida definió Su obra. El credo comienza con una
afirmación de Su nacimiento virginal. Desde los primeros
días de la historia de la iglesia, la afirmación del nacimien-
to virginal de Jesús fue central en sus confesiones. Esta
afirmación es necesaria, no solo porque está en juego la
integridad de los testigos apostólicos, ya que ellos defen-
La persona y la obra de Cristo (Parte 1) | 37

dieron el nacimiento virginal, sino porque era necesario


que Jesús naciera de una virgen para llevar a cabo la obra
que Dios le envió a realizar.
Nacer de una virgen significa que Jesús nació sin la
mancha del pecado original. No heredó la mancha que
todos heredamos por descender de Adán. Esta mancha
se transmite por progresión natural, de modo que todos
nacemos con una naturaleza humana caída. Pero Jesús, de-
bido a que fue concebido milagrosamente en el vientre de
María, evitó esa mancha. Él era y es sin pecado, no solo
con respecto al pecado actual, sino también con respecto
al pecado original.
Según el entendimiento de la iglesia sobre la persona
de Cristo, Jesús es una persona con dos naturalezas: una
humana y otra divina. El misterio de la encarnación no
es que Dios deje de ser Dios y se haga hombre, o que un
hombre se convierta de repente en Dios. El misterio de la
encarnación es que la segunda persona de la Trinidad —el
Hijo eterno de Dios— no perdió nada de Su naturaleza di-
vina, pero asumió una naturaleza humana. Esa naturaleza
humana la obtuvo de María. Entonces, tenemos una per-
sona con dos naturalezas: es verdaderamente Dios y verda-
deramente hombre.
Capítulo cinco

La persona y
la obra de Cristo
(Parte 2)

Creo... en Jesucristo...
Quien padeció bajo Poncio Pilato,
Fue crucificado, muerto y sepultado;
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos;
Ascendió a los cielos;
Y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

E
n este punto, el credo pasa rápidamente de la confe-
sión del nacimiento de Jesús a Su pasión, es decir, a
Su sufrimiento en la cruz. Podría parecer una tran-
40 | La CARRERA de la FE

sición abrupta, como si no hubiera pasado nada entre


Su nacimiento y Su muerte. Parece especialmente abrupta
cuando entiendes que el Nuevo Testamento y la Iglesia
primitiva daban gran importancia a la vida de Jesús. No
es simplemente la muerte de Jesús lo que nos redime,
sino Su vida de perfecta obediencia; esto era necesario
para que ofreciera un sacrificio perfecto por los pecados
de Su pueblo en la cruz. Sin embargo, el credo pasa inme-
diatamente de Su nacimiento a Su sufrimiento.
Es importante señalar que el sufrimiento de Cristo no
era algo negativo para la Iglesia primitiva. Forma parte del
gozo del evangelio. Por ejemplo, ¿por qué llamamos «Vier-
nes Santo» al día en que conmemoramos la crucifixión de
Cristo? Desde una perspectiva, es el día más oscuro de la
historia del mundo; sin embargo, desde otra perspectiva,
es el día de la redención. Por lo tanto, hay un sentido en
el que el credo está indicando algo gozoso, es decir, una
conexión entre Su nacimiento y Su muerte. Jesús nació
para morir, pero no como un héroe trágico, como alguien
que muere desilusionado, ni como alguien resignado a la
inevitabilidad del sufrimiento. Más bien, Su muerte era Su
destino por nosotros y para nuestra redención.
Otra cosa que parece extraña es la frase «bajo Pon-
cio Pilato». El Credo Apostólico es muy breve; ¿por qué
La persona y la obra de Cristo (Parte 2) | 41

mencionar a Poncio Pilato, sobre todo teniendo en cuen-


ta todas las demás figuras importantes en la vida de Je-
sús? Otras personas estuvieron implicadas incluso en Su
muerte: Judas, un discípulo, lo traicionó; Caifás, uno de
los principales judíos, conspiró contra Él; Herodes, el rey
judío de la región, participó en el juicio a Cristo. ¿Por qué
mencionar a Pilato, el poco conocido gobernador romano?
Una respuesta es que al decir que sufrió bajo Poncio
Pilato, el credo sitúa inmediatamente el sufrimiento de Je-
sús en el ámbito de la historia mundial. Jesús fue un hom-
bre real; vivió en un lugar concreto en un tiempo concreto
y se relacionó con personas reales. El credo, al mencionar a
Pilato, establece la historia de Jesús en la historia.
Otra respuesta tiene que ver con el control de Dios
sobre los acontecimientos terrenales. El sufrimiento y la
muerte de Jesús no fueron un accidente; formaban parte
de los propósitos de Dios para la redención de Su pueblo.
Dios cumplió Sus propósitos, incluso a través de las ma-
las intenciones de hombres malvados, y el triunfo de la
soberanía de Dios sobre los poderes políticos humanos se
insinúa a través de esta referencia a Poncio Pilato.
Pero hay otro elemento que era aún más importante.
El Antiguo Testamento había predicho que el Mesías sería
entregado a los gentiles (no judíos) para ser juzgado. Jesús
42 | La CARRERA de la FE

no fue asesinado por los judíos; fue llevado por ellos a los
romanos, quienes intentaron devolverlo: Pilato lo entregó
a Herodes, Herodes lo devolvió a Pilato y el juicio final
vino por los gentiles. Incluso el medio de ejecución no era
judío: fue crucificado —un método de ejecución caracterís-
ticamente romano— en lugar de ser apedreado, lo cual era el
método judío en la aplicación de la pena capital.
El apóstol Pablo habla mucho en el libro de Gálatas so-
bre los medios para la muerte de Jesús. Llama la atención
el hecho de que bajo la legislación del Antiguo Testamen-
to había leyes de purificación y leyes sobre la impureza,
donde los que cumplían la ley eran bendecidos y los que
quebrantaban una ley eran maldecidos. Ser maldito signifi-
caba ser separado de la presencia de Dios.
El libro de Deuteronomio, del Antiguo Testamento,
dice: «Maldito todo el que cuelga de un madero»
(Gá 3:13; ver Dt 21:23), y en Gálatas, Pablo se centra en el
hecho de que el modo de muerte de Jesús fue por crucifi-
xión, lo cual está bajo la maldición del sistema del Antiguo
Testamento porque es una forma gentil de muerte: colgado
en un madero, es decir, en una cruz. Sufrir una forma gen-
til de muerte significó que Jesús sufrió la maldición por
nosotros; fue apartado de la presencia de Dios, ejecutado
fuera de los muros de Jerusalén, abandonado a los gentiles.
La persona y la obra de Cristo (Parte 2) | 43

La mención de la sepultura de Jesús es también una


referencia a la profecía del Antiguo Testamento. El profeta
Isaías predijo el sufrimiento y la sepultura de Cristo, dicien-
do: «Se dispuso con los impíos Su sepultura, / Pero con el
rico fue en Su muerte, / Aunque no había hecho violencia, /
Ni había engaño en Su boca» (Is 53:9). Jesús fue ejecutado
entre dos criminales y después de Su muerte, en lugar de
arrojar Su cuerpo a una pila de basura y prenderle fuego
(como era la práctica romana normal), Pilato permitió que
Jesús tuviera un entierro judío apropiado en la tumba pres-
tada de un hombre rico llamado José de Arimatea. Estos
acontecimientos cumplieron la profecía de Isaías sobre la
muerte y el entierro del Mesías.
La frase «Descendió a los infiernos» ha causado cierta
confusión a lo largo de la historia de la iglesia. Algunos
dicen que se refiere al lugar donde estuvo el espíritu de Je-
sús, durante el intervalo entre Su entierro y Su resurrec-
ción. Una mejor lectura es entender que esta afirmación
se refiere a la realidad espiritual que Jesús experimentó
en la cruz. Es decir, al pagar la pena por los pecados de
Su pueblo, Jesús fue al infierno en la cruz. Cristo expe-
rimentó la maldición en la cruz, fue abandonado por el
Padre y tuvo la medida completa de la ira divina derra-
mada sobre Él.
44 | La CARRERA de la FE

Por último, el credo pasa a la resurrección. El primer


credo de la iglesia fue «Jesús es el Señor», pero el primer
anuncio del evangelio fue simplemente: «¡Ha resucitado!».
El cristianismo es inconcebible si se le separa de la resu-
rrección de Cristo. Es tan importante, que el apóstol Pablo
dedica un capítulo entero de su primera carta a los corin-
tios para argumentar que Jesús resucitó de entre los muer-
tos (1 Co 15). Él ofrece un argumento detallado basado en
el cumplimiento de las Escrituras, en el testimonio ocular
de los apóstoles, de otras quinientas personas y en su pro-
pia experiencia como testigo.
La resurrección es tan importante, dijo Pablo, que si
Jesús siguiera muerto, si no hubiera resucitado, entonces
seguiríamos siendo culpables y responsables de nuestros
pecados. Además, la fe sería inútil. Para el apóstol Pablo,
si se eliminaba la resurrección, se eliminaba el cristianis-
mo. Si Cristo no resucitó, entonces no tenemos esperanza y
también podríamos estar malgastando nuestras vidas. La
resurrección da esperanza porque significa que Dios Padre
ha aceptado el sacrificio de Jesús; significa que la salva-
ción y el perdón de nuestros pecados están disponibles a
través de Cristo.
La resurrección también es significativa porque en ella
se vence al mayor enemigo de la humanidad: la muerte. La
La persona y la obra de Cristo (Parte 2) | 45

resurrección no es un hecho aislado que benefició solo a


Jesús. El Nuevo Testamento declara que Su resurrección es
la primera de muchas. A todos los que confían en Cristo
se les promete que participarán en la resurrección de Jesús.
Gracias a la resurrección, hay esperanza de una nueva vida.
Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, no fue
para poder continuar Su ministerio terrenal durante otros
cincuenta años. El credo afirma que «Ascendió a los cielos».
Uno de los momentos más importantes de la historia re-
dentora ocurrió en la ascensión de Jesús. En la ascensión
de Cristo, el resucitado fue entronizado como Rey de reyes
y Señor de señores. Eso significa que en este mismo mo-
mento, Él está sentado en el más alto puesto de autoridad.
Una de las razones por la que los primeros cristianos
pusieron el mundo de cabeza es que sabían quién tenía
el control; sabían quién era el Rey verdadero y supremo.
Después de que los discípulos de Jesús lo vieran ascender
al cielo, volvieron a Jerusalén gozosos. La única manera en
que podían regocijarse era porque comprendieron a dónde
iba Él y lo que sucedería después. No solo se iba, sino que
se dirigía a la sede de la autoridad. Por lo tanto, en el credo
la ascensión es seguida por lo que se denomina «la sesión»:
Cristo está sentado a la diestra de Dios, dónde Él se sienta
en una posición de poder, autoridad y reinado.
46 | La CARRERA de la FE

No solo eso, sino que además Jesús ha entrado en el


Lugar Santísimo, la cámara interior del cielo. Allí actúa
como Sumo Sacerdote de Su pueblo. En el Antiguo Testa-
mento de Israel, un día al año los judíos tenían un Sumo
Sacerdote humano que tenía que pasar por unos requisi-
tos de limpieza radicales con el fin de entrar y ofrecer
un sacrificio que valía para el año siguiente. Pero los cris-
tianos tienen un Sumo Sacerdote perfecto, que suplica al
Padre en las cámaras interiores de los atrios del cielo cada
minuto de cada día. ¡No es de extrañar que los discípulos
se gozaran!
Luego, el credo termina su confesión sobre Cristo di-
ciendo que ni siquiera esto es el final de la historia: Él
volverá desde ese mismo lugar. Retornará desde allí para
juzgar a los vivos y a los muertos. Aquellos que han pues-
to su confianza en Cristo serán vindicados, y todos Sus
enemigos –y los enemigos de Su pueblo– serán castigados.
Cristo es Rey, es Sacerdote y es el Juez del mundo.
Capítulo seis

El Espíritu Santo
y la iglesia
Creo en el Espíritu Santo;
La santa iglesia católica*;
La comunión de los santos. . . .

E
l Credo Apostólico es una declaración trinitaria au-
toconsciente; es decir, tiene una clara conciencia de
Dios como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu San-
to. Algunas personas piensan que el concepto completo
de la Trinidad no se desarrolló hasta el siglo IV, pero la
creencia en Dios como una Trinidad se afirmó claramente

* La palabra «católica» se refiere a la Iglesia universal.


48 | La CARRERA de la FE

desde el principio. Después de haber afirmado la creencia


en Dios Padre y en Jesucristo, el Credo Apostólico comple-
ta su confesión trinitaria con una breve declaración: «Creo
en el Espíritu Santo».
Una de las cosas más importantes que hay que enten-
der es que el Espíritu Santo es una persona, no meramen-
te una fuerza o poder impersonal. En otras palabras, el
Espíritu Santo es un «Él», no un «esto». Él tiene personali-
dad, lo que significa que uno puede tener una relación con
Él tal y como uno puede tener una relación con cualquier
otra persona.
Como miembro de la Deidad, el Espíritu participó en
la creación. Pero quizá Su papel más conocido sea el de
inspirador. El Espíritu es conocido en la Biblia como el
Espíritu de verdad. Fue el Espíritu quien vino sobre los
profetas, capacitándolos para hablar la verdad de Dios.
También fue por el Espíritu Santo que las Escrituras mis-
mas fueron inspiradas y registradas.
La vida cristiana comienza con la acción del Espíritu
Santo. El Espíritu cambia el corazón al hacer que las al-
mas muertas cobren vida para las cosas de Dios. A esto
se le llama «regeneración». La vida cristiana comienza a
través del poder del Espíritu y el crecimiento en el curso
de la vida cristiana ocurre también a través del poder del
El Espíritu Santo y la iglesia | 49

Espíritu. Este proceso de crecimiento en la gracia, hacia


la madurez espiritual, se llama «santificación». Los cris-
tianos llegan a mostrar en la santificación lo que el Nuevo
Testamento llama «el fruto del Espíritu»: «amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio propio» (Gá 5:22).
Pero hay una dimensión de la obra del Espíritu que
vale la pena considerar con mayor detenimiento. En el
Nuevo Testamento, cuando Jesús habla a Sus discípulos so-
bre la venida del Espíritu (Jn 14-17), Él llama al Espíritu
«el Consolador». Sin embargo, cuando el Nuevo Testamen-
to presenta al Consolador, no se le llama simplemente el
Consolador; se le llama otro Consolador. A veces la palabra
griega en cuestión se traduce como «consolador» o «con-
sejero». Entonces, cuando Jesús dice que Él enviará a Sus
discípulos «otro Consolador», ¿quién era el Consolador
original? La respuesta es Jesús mismo. Ante la ausencia
de Jesús, Él envía otro Ayudante, el Espíritu Santo, quien
opera como la presencia continua de Jesús en la vida de
los cristianos.
«Ayudante» o «Consolador» sugiere a alguien que se
sienta contigo y es sensible a tu dolor y tristeza. De hecho,
una de las funciones del Espíritu Santo es acompañarnos
en nuestro duelo, en tiempos de crisis y tragedia. Pero eso
50 | La CARRERA de la FE

no es lo que Jesús quiere decir con este título. La palabra


griega que usó era el título que se daba a un abogado defen-
sor, uno que estaba disponible en tiempos de dificultades.
Jesús envió al Espíritu como alguien que estaría con los
cristianos en medio de la batalla, la lucha y la crisis. Este
tipo de consolador es alguien que viene con fuerza, que
fortalece. Jesús prometió al Espíritu Santo como nuestro
aliado para estar con nosotros y animarnos.
Cuando el Espíritu obra en la vida de los cristianos,
siempre los guía hacia una comunidad. El Nuevo Testa-
mento llama a los creyentes «santos», por lo que sugiere
que los creyentes son apartados para un propósito espe-
cial. No se les llama «santos» porque sean puros, justos o
totalmente santos en el mismo sentido en que lo es Dios,
sino porque el Espíritu Santo mora en ellos y los ha aparta-
do, consagrándolos y reuniéndolos en un cuerpo. «Santos»
en este sentido no se refiere a individuos que superaban
a otros en santidad, o en algún otro sentido, o que rea-
lizaban milagros. Según el Nuevo Testamento, todos los
creyentes son santos, porque todos están habitados por el
Espíritu Santo que los hace santos.
En cierto modo, nuestra redención es individual. So-
mos miembros individuales de todo tipo de grupos. En
última instancia, cuando estoy ante Dios, estoy solo; es
El Espíritu Santo y la iglesia | 51

mi fe y soy yo quien debe creer y confiar en Jesucristo.


Sin embargo, aunque existe un fuerte sentido individual de
la redención, el cristianismo no enseña el individualismo.
Más bien, los creyentes individuales están llamados a par-
ticipar en una comunidad de fe, a la que llamamos iglesia.
El credo afirma que se trata de la Santa Iglesia católica.
Iglesia en este sentido no se refiere a una denominación
particular o asamblea local, sino a todo el grupo de creyen-
tes, dondequiera que se encuentren.
Si hay alguna institución actualmente que no siempre
parece ser santa, es la iglesia. La iglesia es una institución
corrupta, pero es la institución más importante del mun-
do. Las fuerzas del infierno entienden eso, de manera que
la iglesia de Jesucristo es el blanco supremo del ataque es-
piritual. Pero es la única institución que tiene la garantía
de Cristo. Los miembros de la iglesia no siempre parecen
santos, pero la iglesia está, de hecho, organizada para el
beneficio de los pecadores.
A pesar de la impiedad de sus miembros, la iglesia es
santa por su Cabeza, Jesucristo. Él es quien dijo: «Edifi-
caré Mi iglesia» (Mt 16:18). Por lo tanto, la iglesia existe
porque es llamada por Cristo, es instituida y ordenada por
Cristo, es dotada y habitada por el Espíritu Santo y porque
recibimos el beneficio de la santidad de la iglesia. Cual-
52 | La CARRERA de la FE

quier santidad que recibimos, la recibimos debido a los


mismos poderes que están uniendo a la iglesia en primer
lugar: Jesucristo y el Espíritu Santo. Cristo ha ordenado y
llamado a cada cristiano a participar en Su iglesia, dicién-
donos que no abandonemos la comunión de los santos.
Ningún ser humano es una isla cuando se trata de la fe
cristiana; todos tenemos el deber, así como el privilegio, de
participar en la iglesia.
El credo declara creer en la «Santa Iglesia católica».
No se trata de la Iglesia católica romana. Católica signifi-
ca simplemente «universal», es decir, que la iglesia existe
dondequiera que esté el pueblo de Dios. Los protestan-
tes aún conservan esta confesión en el Credo Apostólico
porque, aunque no abracemos la Iglesia católica romana,
ciertamente creemos que existe un cuerpo universal de
Cristo que es más grande, ancho, profundo y más amplio
que las denominaciones y congregaciones locales de las
que somos miembros.
«La comunión de los santos» es otra forma de descri-
bir la Iglesia católica universal. No se refiere al sacramento
de la Cena del Señor o la Eucaristía, que a veces se llama
«Comunión». En el credo, «la comunión de los santos» sig-
nifica que existe una comunidad, una hermandad, unida
por el Espíritu Santo, formada por todos los cristianos del
El Espíritu Santo y la iglesia | 53

mundo. Esta confraternidad trasciende las fronteras con-


fesionales, geográficas y étnicas, y trasciende también las
fronteras temporales.
Por lo tanto, los creyentes de hoy están, de alguna ma-
nera, en comunión con los que creyeron años, e incluso
siglos, antes que ellos. De hecho, los creyentes están en
comunión con todos los cristianos que han existido, por-
que cada cristiano ha estado unido a Cristo por la fe y esa
unidad no puede ser destruida, ni siquiera por el tiempo
o la muerte. En virtud de esa unión, cada creyente está
unido de forma mística a toda otra persona que está en
unión con Cristo.
Capítulo siete

El perdón,
la resurrección
y la vida eterna
Creo en... el perdón de los pecados;
La resurrección del cuerpo;
Y la vida eterna. Amén.

A
menudo he participado en discusiones con no cris-
tianos en las que he hecho apologética, y he oído a
otros afirmar que no creen en Dios o que no creen
en Jesús. Aunque hay argumentos filosóficos sofisticados
que uno podría desplegar, una de mis estrategias es hacer
una pregunta sencilla: «¿Qué haces con tu culpa?».
Nunca nadie me ha mirado a los ojos y me ha dicho:
«Yo no tengo culpa». Todo el mundo tiene culpa y todos
56 | La CARRERA de la FE

la experimentan; la culpa es algo real y objetivo. Podemos


distinguir entre los sentimientos de culpa y el estado ob-
jetivo de culpa, y a veces podemos confundirlos. A menudo
hay personas que dicen que no se sienten culpables, con-
cluyendo, por lo tanto, que no son culpables. Pero en un
tribunal, la defensa de un asesinato no llegará muy lejos si
su única defensa es que el acusado no se siente culpable.
La culpabilidad es un asunto de relación objetiva con las
normas y con la ley. Cuando transgredimos la ley de Dios,
incurrimos en culpa. Eso crea un problema para todos.
La Biblia enseña que todo ser humano tendrá que ren-
dir cuentas a Dios por su vida. No se comprenderá plena-
mente la predicación y la enseñanza de Jesús si se oscurece
el motivo central del juicio. La misma aparición de Jesús
en la tierra como Dios encarnado trajo consigo una crisis
de juicio, y Él advirtió repetidamente sobre la necesidad de
estar preparados para ese juicio final. «Pues ¿qué provecho
obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde
su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de Su
Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada
uno según su conducta» (Mt 16:26-27).
Jesús habló en términos aterradores sobre ese juicio
final, donde afirmó que las cosas que hacemos en secreto
El perdón, la resurrección y la vida eterna | 57

se pondrán de manifiesto y que toda palabra descuidada


entrará en el juicio (Mt 12:36). El punto es que vamos a
enfrentar una rendición de cuentas por todo lo que deci-
mos, pensamos y hacemos. Podemos posponerlo y pode-
mos negarlo, pero no podemos escapar de ese juicio.
La idea de que cada ser humano es responsable y debe
rendir cuentas a su Creador por la forma en que vive es
fundamental para la enseñanza de la Biblia. El rey David
dijo: «Señor, si Tú tuvieras en cuenta las iniquidades, /
¿Quién, oh Señor, podría permanecer?» (Sal 130:3). Es una
pregunta retórica; la respuesta es obvia. Si Dios realmente
lleva la cuenta de nuestros pecados, nadie puede perma-
necer irreprochable ante Él. Si voy a ser juzgado por Dios
por el estándar de Su ley, Su rectitud, Su santidad, y por el
estándar puro de la justicia, pereceré.
De hecho, cuando el Nuevo Testamento habla del
juicio final, siempre describe la respuesta de la gente de
la misma manera: silencio. Cuando alguien acusa a otro,
incluso de algo de lo que es culpable, la respuesta humana
normal es protestar o ponerse a la defensiva; ponemos
excusas, intentamos explicar por qué lo hicimos o inten-
tamos minimizar la gravedad de lo que sea que hayamos
hecho. Pero cuando estemos delante de Dios, por primera
vez en nuestra vida obtendremos una evaluación perfecta
58 | La CARRERA de la FE

e infalible de nuestro desempeño. Será inútil y absoluta-


mente tonto protestar, porque la evidencia será tan abru-
madora que las palabras serían totalmente inadecuadas
como defensa.
Es debido a esta carga de culpa que necesitamos deses-
peradamente el perdón. La buena noticia es que Cristo ha
hecho posible que cualquiera que haya violado las normas
de la justicia de Dios pueda ser restaurado a una relación
justa con Dios: ser reconciliado y justificado, lo cual ocu-
rre a través del perdón de los pecados.
Los cristianos creen que Dios los perdona cuando se
acercan a Él confesando sus pecados. Ese es el gozo de la
vida cristiana. Cuando Dios dice: «Te perdono», ya no te lo
echa en cara. Para los que están en Cristo, el apóstol Pablo
dice: «Por tanto, ahora no hay ninguna condenación para
los que están en Cristo Jesús» (Ro 8:1). Esto no significa
que no tengamos que pasar por una evaluación o juicio,
sino que los que están en Cristo nunca serán condenados
por la ira de Dios. Los cristianos disfrutan de una relación
sanada y restaurada con nuestro Creador que dura para
siempre. Ese es el mayor beneficio y bendición que puede
experimentar un ser humano.
Dios no solo nos promete un alma restaurada o paz
mental; también nos promete un cuerpo renovado. Hay ve-
El perdón, la resurrección y la vida eterna | 59

ces en que pienso: «Lo que necesito es un cuerpo nuevo


porque el viejo se está desgastando». Dios dice que se nos
darán cuerpos renovados en la resurrección, cuerpos glori-
ficados que son inmortales e indestructibles. Cuerpos que
operan sin dolor, enfermedad, decadencia o muerte.
Cuando el credo dice: «Creo… en la resurrección del
cuerpo», algunas personas pueden pensar que está afir-
mando la resurrección de Cristo. No. Se refiere a nuestros
propios cuerpos. Los que tienen fe en Cristo experimenta-
rán la resurrección de sus cuerpos como resultado de la
resurrección de Cristo.
El gran matemático, filósofo y teólogo Blaise Pas-
cal llamó al hombre «la suprema paradoja». Decía que el
ser humano es la criatura de mayor grandeza y, al mismo
tiempo, de mayor miseria. La grandeza del hombre se en-
cuentra en su capacidad para contemplar y reflexionar. Sin
embargo, esta capacidad es también la base de su miseria.
El ser humano siempre tiene la capacidad de imaginar una
existencia mejor de la que disfruta actualmente o de la que
es capaz de realizar. Vivimos siempre con nuestras espe-
ranzas frustradas. Puedo concebir una vida sin dolor, sin
sufrimiento ni muerte, pero no puedo hacerla realidad. Al-
gunos dicen que esa es la base de la religión: la proyección
de sus sueños y esperanzas en un estado futuro.
60 | La CARRERA de la FE

Pero lo que la Biblia enseña no es el cumplimiento de


los deseos. Jesucristo ha vencido a la muerte y dice que lle-
gará un momento, producto del perdón de los pecados, en
que nuestros cuerpos resucitarán. Aquellos que confiaron
en Cristo tendrán vida eterna, una vida en la que nuestro
Señor dice que enjugará toda lágrima de nuestros ojos. No
habrá más dolor, tristeza, muerte ni pecado. ¿No quieres
esto para ti? Todos somos culpables de pecado y por eso
solo merecemos el castigo eterno. La Biblia nos dice que
«todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Ro 3:23).
Este Salvador vino para remover nuestra culpa y darnos
vida eterna. Su sacrificio expiatorio lava nuestros pecados.
El evangelio es una buena noticia para ti. Si no tienes fe en
este Salvador ¿no confiarías en Él ahora para el perdón de
tus pecados?
El núcleo de la fe cristiana es el evangelio que hace una
demanda: confías en Jesucristo para el perdón, o ignoras
o niegas este evangelio. Ignorarlo es esencialmente negarlo.
El evangelio está relacionado con el perdón de los pecados,
lo cual depende de todo lo demás en el credo: uno que es
Dios Padre Todopoderoso, el que hizo los cielos y la tierra,
que envió Su Espíritu sobre una virgen para que concibiera
y tuviera un hijo. Fue ese Dios Soberano del cielo y de la
tierra quien llevó a Su Hijo a sufrir juicio bajo Poncio Pi-
El perdón, la resurrección y la vida eterna | 61

lato para que fuera crucificado, muriera y fuera sepultado;


para que descendiera a los infiernos y resucitara de entre
los muertos para ascender al cielo; y para que ahora mismo
esté sentado a la diestra de Dios. Jesús dice que algún día
regresará para juzgar a todos. En ese día, ¿estarás confian-
do en Cristo para perdón y vida? ¿O estarás entre aquellos
que se niegan a confiar en Él para el perdón de sus pecados
y, por lo tanto, enfrentan el castigo eterno? Hay perdón a
través de la fe en Jesús. Él es quien envía al Espíritu Santo,
quien ha creado una comunidad llamada iglesia y quien
nos promete la resurrección de la carne y la vida eterna.
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discipulado cristiano fundada por el Dr. R.C. Sproul en 1971
para proclamar, enseñar y defender la santidad de Dios en toda
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distraemos con metas insignificantes e inútiles en lugar de centrarnos
en lo que es verdadero y eterno. En este breve libro, el Dr. R.C. Sproul
describe la carrera más importante de nuestras vidas: la carrera de la fe.
A medida que él resalta las implicaciones de la fe cristiana y señala el
camino a la victoria, esperamos que te sientas desafiado a considerar
cómo estás gastando tu vida y si estás corriendo hacia la vida eterna.

El Dr. R.C. Sproul fue fundador de Ministerios Ligonier, primer ministro


de predicación y enseñanza en Saint Andrew’s Chapel en Sanford,
Florida, y primer rector del Reformation Bible College. Fue autor de más
de cien libros, entre ellos La santidad de Dios.

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