PLAN LECTOR Cuarto Grado 2024

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

IDIOMA UNIVERSAL

Un Papagayo que hablaba muchos idiomas – el de los


tigres, el de los pumas, el de los murciélagos y otros
más, además del de los hombres – creyó haber
descubierto por que los hombres, seres sin garras, sin
músculos poderosos, sin fluidos colmillos y sin alas,
dominan a todos los demás seres de la creación,
armados y terribles.
Pensó el Papagayo: los hombres se comprenden entre
si: los animales, no. Un tigre y un puma, tan
semejantes en su aspecto, hablan idiomas distintos.
Igual ocurre con el cuervo y el cóndor, con el guanaco
y la llama.
Pensó el Papagayo: si yo consigo que estos se
comprendan entre sí, que hablen un solo idioma,
podrían aliarse y luchar contra el hombre, el tirano que
a todos persigue y mata.
Convoco a una asamblea de animales: aves y
cuadrúpedos. Desde el más insignificante al más importante, todos concurrieron.
El Papagayo les explico el porqué de la reunión, a cada animal en su idioma.
Todos hallaron genial su idea y la aceptaron, entusiastas.
Pero, de improviso, uno presento la primera dificultad:
-¿Y qué idioma adoptaremos? Porque supongo, Papagayo, que usted no
pretenderá que yo hable otro idioma que no sea el mío.
Por sus chillidos y miradas feroces, los otros animales comprendieron que
protestaba y quisieron saber por qué.
El Papagayo les explico.
El tigre, el puma, el jabalí, el zorro, el mono la cigüeña y todos los que creían
importantes, ya sea por su poder, o por su beldad, o por su canto, o por su
fama, o porque una leyenda los había hecho celebres; todos, comenzaron a
gritar, a presentar sus méritos y a pedir que fuese su idioma el que se usara
como universal.
El Papagayo se alejó …
Y los hombres – a pesar de no poseer garras, ni filudos colmillos, ni poderosos
músculos, ni alas – continuaron venciendo al puma de garras terribles, al zorro
de agiles músculos y al cóndor de alas magnificas.
(Álvaro Yunque)

Un niño sin derechos


Carlos o “Chupetín”,
como lo conocen en el
ambiente de la parada,
el gigantesco
mercado limeño. Se
fugó de su casa por
los maltratos que
continuamente recibía
del actual padrastro,
su madre quien debía
apoyarlo, guardaba
silencio y no
protestaba por el
castigo físico que
recibía su pequeño.
De esa época, Carlos
no quiere ni acordarse
a pesar del frío que
siente en las calles
cuando llega la noche
y tiene que
acurrucarse, junto con otros niños de la calle, en el pórtico de alguna casa en
construcción. El sólo tenía siete años, ahora tiene nueve, dos años que es
“Chupetín, el pájaro frutero ”, “el niño grande” porque solo vive y solo se
defiende.
Una pasada de trapo a un auto por aquí, otra por allá. Afanes para esquivar los
carros, afanes para no sentirse mal cuando desde un último modelo alguien
grita: ¡Mira ese cochino!, ¡qué asco!
¡Qué vida! ¡Qué afán!
¡Qué desesperación!
El polvo y el frío o el polvo y el sol y la sed implacable. Y casi nada para llevarse
a la boca, para calmar el hambre. Y nada para sentirse bien. Todo es trabajo,
sustos, carreras. Sólo en la noche, cuando junto a otros niños, se sienta en torno
de una pequeña fogata encendida con toda clase de restos, no sabe cómo ni
por qué, su corazón de niño vuelve a serlo plenamente y le dan ganas de jugar
y de reír. En ese momento, no sabe ni por qué, el cansancio se aleja, se va; el
hambre se calma y todos se ríen, que luego se arma un increíble partido
nocturno en el que la pelota ya ni se ve y las patadas al balón parecen más bien
los gestos de atrevidos boxeadores.

¡Gool! ¡ Gool! ¡Golazooo! Gritan todos. Un arco que está marcado por
ladrillos casi rotos ha permitido que la pelota de trapo y de papeles ingrese
y la emoción de estos pequeños eres Indefensos sea absoluta por unos
instantes.
Cansados de reír y de corretear tras la pelota que casi ya no ven, echan más
desechos al fuego para lograr que éste arda y los caliente y prácticamente se
amontonan a dormir.
Carlos, desde su puesto casi imaginario de back central, cree que hay un Dios
de la alegría. un ser extraordinario que bien podría tener el rostro de un padre
amoroso y que permite que, cada noche, cuando las pocas estrellas que logran
relucir en el cielo gris limeño, brillan y guiñan a todos, la risa se escapa de un
saco de plata y se instala en el rostro de cada niño de la calle y los hace
sentirse felices, muy felices. Pero todo ello es irreal, Carlos y los otros niños
saben que la realidad es cruel y que golpea.
Mañana no será otro día diferente; será igual a éste. Estará lleno de afanes y
de problemas. Y ellos, los niños de la calle, bien saben que su soledad es
como un cerco y que son pocos los que intentarán romperlo para aproximarse
ellos.
Y así la vida seguirá; vendrá un día y otro día más, y nadie sabe de sus vidas,
nadie sabe que rumbo tomarán. ¿Tú, que lees estas líneas, que harás por los
niños como “Chupetín ”?
Anónimo

Habla con los tuyos


Saidú y sus amigos Lucas y Carlos fueron invitados a la fiesta de cumpleaños de
Jorge.
–Lucas, Saidú vamos a mi habitación, allí tengo mi nueva computadora – indicó Jorge.
–Miren. Este es un juego fabuloso ¡Juguemos amigos! –dijo gratamente.
–¡Ahora no se puede…! –expresó Saidú. Lo mismo expresó Lucas y aclaró:
–No podemos jugar ahora. Recuerda que hoy es tu cumpleaños.
–Ni nos van a echar de menos. ¡Ji! ¡Ji! Lo que pasa que ustedes son unos niños –expresó
Jorge– amigos, al inicio el juego es difícil, pero con la práctica se hace fácil y uno se
divierte. Pero, mejor juguemos éste, que ustedes ya conocen.
–¿Estás loco? –expresó sorprendido Saidú.
–¿Acaso no sabes que todos los invitados te esperan? –refirió Lucas.
–¡No digan estupideces!, esas son excusas de niños como ustedes – manifestó
burlonamente Jorge.
–Piensa en tus padres, ellos han organizado esta fiesta para ti –agregó molesto Saidú.
–¡Ok! ¡Ok! Vayan ustedes y diviértanse con los otros niños… ¡Ji! ¡Ji! –se burló
Otro día en el colegio, Jorge está cada vez más distraído y aburrido.
Ante las preguntas de la maestra permanece callado.
Sus amigos se apenan por él. A la salida del colegio, Saidú y Lucas lo llaman.
–¡Jorge, espera! –indicó Lucas.
–¿Qué pasa? –preguntó Jorge.
–¿Por qué te comportas así? Ya no eres el mismo –expresó Saidú.
–¿Tienes algún problema? –interrogó Lucas.
–Yo no tengo ningún problema. ¡Déjenme en paz –respondió muy molesto Jorge–,
preocúpense por los niños y déjenme tranquilo! Saidú y Lucas, se preocuparon por el
comportamiento de Jorge; por ello, deciden ir a la parroquia.
–Sin duda que su amigo Jorge se verá en grandes problemas, el estar tanto tiempo en la
computadora jugando, lejos de favorecerle le perjudicará en sus estudios, se volverá
más irritable y con menos ganas de hacer las tareas y hasta se alejará de ustedes, sus
amigos.
Es una situación frecuente en los chicos de su edad. Muéstrenle su amistad, es la mejor
de las medicinas –les aconsejó el padre Ramón.
Durante las clases, Jorge siempre pide permiso para ir al baño. La maestra que es muy
buena, siempre lo deja salir. Lo extraño era que Jorge siempre sale a esa hora. Saidú, se ha
percatado de ello, y dice:
–Tengo un mal presentimiento… Debo descubrir lo que pasa… Al tiempo que la maestra
decía:
–¡Niños, es hora de recreo, pueden salir! Saidú se acercó a su maestra:
–Señorita, mañana no podré asistir a la segunda hora de clases, tengo algo urgente que
hacer.
–Está bien, Saidú, pero después te pones al día y me explicas eso “urgente”. Así, al día
siguiente a la misma hora, Jorge, furtivamente entra en la sala de computación del colegio,
saca un CD y empieza a jugar.
–¡Vaya, vaya!, ya sé para qué sales del salón. ¿Crees que esto es correcto? –Expresó
Saidú al verlo.
Jorge sorprendido, atinó a decir:
–¡Fíjense!, ¡es el pequeñín!, imagino que ahora irás a contárselo a todo el mundo.
¿Verdad?
–Lo haría sí cambiara algo… Pero creo que eso no serviría para nada,
–manifestó Saidú.
–¡Déjame en paz! Tú no me puedes comprender Saidú.
–¿Comprender qué? ¿Qué te comportas como un estúpido?.
–No, es que…, –tartamudeó Jorge. Luego agregó: Yo comencé a jugar, pero los
videojuegos son tan emocionantes y cada vez más complicados y entretenidos que no
puedo parar… y ahora se está volviendo un vicio, al cual me es difícil renunciar, ya no sé
qué hacer…
–Admitirlo ya es una buena victoria…, –dijo Saidú, abrazando a su amigo. –Habla con
tus papás y verás qué te ayudarán.
–¿Tú crees que entenderán? Así, de vuelta en casa. Jorge, temeroso, se acercó a sus
padres.
–Mamá, papá…. debo hablarles.
–Habla, hijo, te escuchamos.
Amigos, hay muchos chicos y chicas que para sentirse más grandes, valientes e
importantes… creyéndose listos, experimentan esto y aquello… yo les digo: ¡Despierten! Y
si tienen problemas hablen con sus padres o algún adulto de confianza, ellos los ayudarán.
Adaptación

También podría gustarte