Todos Contra Todos
Todos Contra Todos
Todos Contra Todos
A finales del año pasado fui a una Iglesia y al terminar la predicación se me acercó
un hombre y me preguntó: “¿Sabes cual es la mejor forma de esconder un árbol?”.
La pregunta era rarísima. Pensé que se trataba de alguien medio raro, por lo que
no le presté mucha atención y le contesté algo así como “bueno… hay muchas
formas”. Él, sin importarle mi falta de interés a su pregunta, me dijo: “La mejor
forma de esconder un árbol es ponerle un bosque alrededor”. Yo, aun
desconcertado, le dije: “Ah sí, sí… es verdad”.
Pero cuando me fui a dormir me acordé de la pregunta y respuesta de este hombre: ”La
mejor forma de esconder un árbol es ponerle un bosque alrededor”. De pronto vi que no se
trataba de ninguna frase desconectada ni extraña. Mas bien Dios me había hablado.
En la historia
Lo vemos en la historia de la Iglesia. Cada vez que Dios ha hablado o hecho algo, el diablo
se ha movido paralelamente. Para cada trigo de Dios, Satanás ha sembrado su cizaña
(Mateo 13:37-43). En el Nuevo Testamento encontramos la obra de Jesús, el Espíritu Santo
y el evangelio. Pero también nos sorprende que Iglesias como la de Corinto le daban la
bienvenida a “otro Jesús”, “otro Espíritu” y “otro evangelio” (2 Corintios 11:4).
Hace unos años hablé con un hombre que Dios había usado fuertemente para reedificar
cierto aspecto de la Iglesia. Yo había sido testigo de cuánto bien nos había hecho su trabajo
en el Señor. Pero de la misma manera también era yo testigo de cómo, ciertas personas,
usando esas mismas verdades, habían transformado todo aquello en un show. Le pregunté
si creía que Dios había obrado en ese tiempo. Su respuesta me desconcertó: “Aun no lo sé”.
Siempre que Dios está obrando en algo, el diablo comienza a sembrar sustitutos, símiles,
parecidos, excesos, abusos, medias verdades, cizañas que terminen desacreditando y
debilitando esa gracia y verdad que Dios está sembrando en Su Iglesia. Mientras Dios
entregaba al Cristo para Salvación, el diablo lanzaba a sus falsos Cristos al mundo: Teudas
y Judas el galileo (Hechos 5:36,37).
No te confundas
¿Estoy diciendo que Dios se ve impotente ante los sustitutos del diablo? ¡No! “Lo que hago
yo, ¿quién lo estorbará?” (Isaías 43:13). Es Dios mismo quien permite esto para un
propósito mayor. Jesús dijo claramente: “Es necesario que vengan tropiezos” (Mateo
18:7). Sólo la fe genuina permanece a través de todos los obstáculos (Mateo 13:18-23;
Santiago 1:2,3).
Seamos sabios
Pero también debemos ser sabios y, “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre
nosotros”, no debemos ignorar “sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).
Hace algunos años, Dios comenzó a advertir a Su Iglesia sobre cómo ciertos hombres
estaban enseñando mentiras de este mundo haciendolas pasar como verdades bíblicas. Y no
solo habían logrado hacerse muy famosos, sino realmente ricos. Y muy lejos de
avergonzarse por esto, ellos le enseñaban a los demás (y aun lo hacen) a que todos pueden
lograrlo también. Y a esto lo llaman “ministerio”. El Señor habló claramente de que esto no
tenía nada que ver con él, y que debía ser confrontado. Fue una obra de Dios para despertar
a Su Iglesia a la santidad y el regreso a Su Palabra.
Pero el diablo rápidamente plantó su bosque alrededor. Todo eso fue llevado a un extremo
y abuso. Y si nos descuidamos y no abrimos bien los ojos, vamos a dejar que el bosque se
vea más que el precioso árbol plantado por Dios.
Espero que hayas leído la primera parte de “Todos contra todos” para poder entender
adecuadamente esta segunda.
Cuando el Señor abrió nuestros ojos, al menos un poco, y comenzamos a darnos cuenta que
él demandaba más santidad y fidelidad a Su Palabra en la Iglesia de hoy, fue ni más ni
menos que por Su gracia. Muchos fuimos confrontados, y con la misma palabra de
exhortación, exhortamos a otros. Dios estaba obrando. Y seguramente el Señor sigue
usando a muchos en esa tarea.
Pero de pronto, casi sin darnos cuenta, esto se transformó en una bonita guerra de ‘todos
contra todos’ donde la unidad con cualquier hermano parece ser imposible ya que cada uno,
al instante de conocerlo, saca su kilométrica lista de ‘verdades irreconciliables’, para decirte
que si no estás de acuerdo él volverá por donde vino. ¿Qué fue lo que pasó? Creo ver
algunas causas y, por si les sirven, las voy a ir describiendo en los siguientes artículos:
No es lo mismo
De “contender ardientemente por la fe” (Judas 3) se pasó, como si fuera lo mismo, a un
“contender sobre opiniones” (Romanos 14:1). Pero hay una diferencia enorme entre luchar
las peleas de Dios por verdades fundamentales de la Palabra, y comenzar a discutir con
todo el mundo defendiendo nuestras opiniones personales sobre tal o cual cosa.
Pablo explicó claramente a la Iglesia en Roma que existen los hermanos débiles en la fe. Él
no se refería, en este caso, a personas que en medio de las dificultades flaquean. ¡No! Él
hablaba de personas inmaduras que consideran sus propias opiniones como “la verdad de
Dios” ¡Y cuídate de no estar de acuerdo con ellos! ¡Si transgredes una de sus leyes eres un
‘apóstata’ y un ‘hereje’!
Por esto Pablo escribió: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones”
(Romanos 14:1). En aquella época muchos tenían sus propias opiniones acerca de qué
debían comer y qué no, qué días debían guardar para esto y para aquello y cuáles no. Y
canonizaban sus propias opiniones de tal manera que ¡cuidadito con cruzarte en su camino!
Romanos 14:2-6: “Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come
legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al
que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su
propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para
hacerle estar firme. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días.
Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo
hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come,
para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y
da gracias a Dios“.
Así, sin duda, nos sucede muchas veces. No solamente con la comida o sobre ciertos
días. Cuántas opiniones personales andan por ahí dando vueltas y transformando a la iglesia
en un campo de batalla feroz. Ya no solo hablamos de congregaciones que se creen dueñas
únicas de la verdad, sino que cada uno, porque ha leído no sé qué libro, ha visto tal video
por internet o recibido una supuesta revelación sobre un versículo, cree que él es el mesías
salvador de la Iglesia de hoy. Él ha encontrado justo ‘esa verdad sobre las cosas que a la
Iglesia no la dejan ser lo que Dios quiere’. Él es el que tiene la pieza clave, el engranaje
fundamental, el secreto mejor guardado que, al ser aplicado, solucionará todos los
problemas del cristianismo actual.
¡Qué fácil es sentarse delante de una computadora y opinar como experto! He aquí un
prototipo de algún diálogo de estos, perdido en el ciberespacio:
Licenciado opinólogo:
Hermano desprevenido:
- Ay, qué lindo hermano. ¡Qué interesante haberlo conocido! Una pregunta: ¿qué hace
usted para el Señor?
Licenciado opinólogo:
- Ah… ¿qué hago para el Señor? Bueno, mi trabajo secular no me deja mucho tiempo…
pero el Señor sabe.
Él jamás ha hecho nada. No tiene experiencia y todas sus opiniones han nacido
simplemente de haber leído no se qué y de haber visto no sé cuánto. Nunca ha puesto en
práctica nada de eso. Pero él cree tener cada punto en la ‘i’ correcta. Él olvidará gustoso
que Santiago 1:19 dice: “todo hombre sea pronto para oír y tardo para hablar”, y hablará y
hablará. No habrá puesto el hombro en la mies del Señor nunca, pero ¡ay, cómo castigará
con su más alto ‘celo santo’ cualquier error de aquellos que sí han puesto sus manos en el
arado (sean hermanos o sean lobizones disfrazados)!. Otras veces él estará seguro de que tal
Iglesia ha cometido el ‘pecado imperdonable’, pero se tratará de una triste mezcla de más
de sus opiniones y de su propia inmadurez. Él nunca es parte del equipo que deja su vida en
el campo. Pero ¡qué simpatizante más exigente! ¿Verdad?
Espero que hayas leído la primera y segunda parte de “Todos contra todos” para poder
entender mejor esta tercera.
En la segunda parte de “Todos contra todos” vimos cómo muchas veces transformamos
opiniones personales en una verdad que defendemos de tal manera que cualquiera que la
ponga en duda corre peligro de ser quemado en nuestra hoguera.
Estamos bien.
Hace poco un hermano enseñaba sobre la historia de David y Goliat. Cuando comenzó a
leer el encuentro de David con sus hermanos en el campo de batalla vi algo que antes no me
había dado cuenta.
David estaba muy tranquilo cuidando ovejas, pero Isaí, su padre, le mandó que vaya al
campo de batalla para llevarle provisión a sus hermanos y ver cómo estaban (1 Samuel
17:17,18). Cuando llega David al lugar donde supuestamente se estaba librando la guerra,
se lleva una gran sorpresa: nadie estaba peleando ninguna guerra. Un gigante llamado
Goliat aparecía día tras día delante del campamento de Israel diciendo: “Escoged de entre
vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere,
nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis
nuestros siervos y nos serviréis” (1 Samuel 17:8,9). Esto lo había hecho por 40 días, y nadie
hacía nada. Incluidos, por supuesto, los hermanos de David. Todos miraban asustados como
este gigantón se burlaba de ellos.
Tal vez esperarían que en el trayecto, una de esas mañanas, al ir al encuentro del
campamento de Israel, se tropiece descuidadamente y al caer se rompa la cabeza con una
piedra. Quizás lo vieron poco vestido y pensarían en la posibilidad de que agarre frío y una
pulmonía repentina lo saque fuera de combate. Hasta podemos imaginar a todo Israel
orando con voz temblorosa: “Señor haz algo. Señor haz algo”.
En el transcurso de todo aquello encuentra por fin David a sus hermanos y cumpliendo con
el mandato de su padre, dice 1 Samuel 17:22 que “preguntó por sus hermanos, si estaban
bien”. Mas, ¿y cómo van a estar? Obviamente bien: ¡si no habían hecho nada!. Su tarea era
estar peleando las batallas del Señor pero en su lugar estaban bien escondiditos esperando
que un viento frío soplara sobre Goliat. La pregunta estaba un poco de más ¿no? Sin duda
ellos estaban bien, sanos y salvos…. y de seguro hasta descansaditos. No habían hecho
nada.
¡De pronto los hermanos de David eran expertos en reclamar responsabilidad al joven y
hasta podría parecer que tienen don de discernimiento!
Cómo termina la historia, ya lo sabes. David no tenía tiempo para opiniones. Él les
responde: “¿no es esto, mero hablar?” (1 Samuel 17:28). En vez de iniciar un debate por
internet sobre opiniones, simplemente fue, le cortó la cabeza al gigante, con su ejemplo les
dijo: “así se hace”, y se volvió a su casa.
Hermano: todo eso que dices que la Iglesia debe hacer, sal y hazlo. Ve a los hospitales,
predica el evangelio, entrega tu vida, pon en práctica lo que crees que se debe hacer, ejerce
tu ministerio, ama a los imposibles de amar, sé integro, toma responsabilidades,
experimenta lo que es que en la intensidad de la batalla las fuerzas desaparezcan. Lo que
sea que hayas demandado a los demás, sal y hazlo. ¿Cometerás errores? Sí, sí, seguro que
muchos pero:
a) Así se aprende.
b) Ahí te darás cuenta por qué razón otros cometen errores: porque no solo opinaron sobre
lo que los demás deberían hacer.
Es muy necesario para entender bien este artículo que hayas leído las anteriores partes de
“Todos contra todos”.
En esta cuarta parte veremos algunos ejemplos de esas opiniones personales en nuestro
campo de batalla.
¡Huye de la hoguera!
A veces me sorprende la seguridad de ciertas personas al afirmar y asegurar su opinión
sobre ciertos temas. En algunos casos, abordan discusiones que llevan cientos y cientos de
años y a las que muchos hombres han dedicado su vida estudiando seriamente las pruebas,
los datos, los idiomas originales, los contextos culturales, sin llegar a ponerse de acuerdo.
Pero de pronto estos hermanos, por la lectura de algún artículo en internet o de algún librito
explicativo, resulta que ya lo ven con la máxima claridad. Y no sólo eso, sino que ahora
corres el riesgo de que, cuando se alejen de ti, te condenen como ‘el nuevo apóstata’ por no
ver el asunto con la misma claridad que ellos.
Tres en uno.
El diablo ha dado vueltas alrededor de nuestro campamento y ha encontrado una manera
muy eficaz de debilitarnos. Y en muchísimos casos su gran táctica ha sido la distracción, la
división y el inflar nuestro bonito orgullo. Y estos tres han trabajado como una sola
herramienta en su mano. De esta manera perdemos cualquier cantidad de tiempo y esfuerzo
en temas que no sólo no son centrales y provechosos para nuestra fe, sino que nos van
dividiendo en más y más interminables facciones. Y todo esto para alegría y alabanza de
nuestro orgullo.
Al poco tiempo los ‘ombliguistas’ disfrutaron de lo que ellos llamaban la bendición de Dios
por haber estado dispuestos de luchar por la verdad y haberse librado de los aborrecibles
‘herejes’. Pero mientras estaban muy gustosos en una de sus reuniones agradeciendo el no
ser como los otros ‘rebeldes’, a un hermano, que recientemente había terminado un estudio
extenso sobre si es bíblico el uso de zapatillas, se le ocurrió una gran pregunta:
“escúchenme en el nombre de la santísima verdad por favor: ¿el ombligo de Adán era
hacia afuera o hacia adentro?”. Aquel día inolvidable se produjo una gran batalla que
desembocó en una nueva división: los ‘ombliguistas adentristas’ de los ‘ombliguistas
afueristas’.
Ridículo ¿no?
Tal vez parezca ridículo o exagerado. Pero creo que el ejemplo nos puede ayudar a tener
cuidado.
Cuando algo te está distrayendo de las verdades esenciales del evangelio, de los mandatos
claros de la Palabra por los que un día ciertamente darás cuentas: ¡cuidado! Cuando crees
que Dios te está hablando algo que no le ha hablado a nadie en los últimos dos mil años:
¡cuidado! Todas las sectas comenzaron con un ‘gran iluminado’ viendo algo nuevo que
nadie más había visto. Y mira cómo le fue a Satanás por huir de la humildad. Cuando lo
primero que hablas al encontrarte con algún hermano que acabas de conocer es sobre tus
grandes revelaciones sobre tal o cual tema o si enseguida le preguntas si hacen no sé qué
cosa que tu Iglesia sí hace y el resto no: ¡cuidado!
Hace unos años conocí a un joven que cada vez que se acercaba a alguien de otra
congregación le preguntaba: “¿Quién mató a Jesús?”. Todos respondían o “los romanos” o
“los judíos”. A lo que él les decía velozmente: “No: fue Dios quién mató a Jesús”. Este
joven había visto un video de Paul Washer que hablaba sobre esto, y por ello, al preguntar y
afirmar esto, se sentía un gran erudito en la cúspide del conocimiento.
¿Tú, al acercarte a un cristiano, buscas enseguida ese tema que hace aplaudir a tu orgullo?
Unos dicen que es pecado que la mujer use pantalón porque Deuteronomio 22:5 dice: “No
vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es
a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Pero la pregunta es: ¿Qué es lo que marca que
una ropa es de hombre o de mujer? En la época de Jesús los hombres no usaban pantalón.
En Escocia cierto tipo de falda es una ropa tradicional del rudo escocés. Jesús usaba túnica.
Pero había túnicas de mujer y túnicas de hombre. ¿No puede haber hoy en día pantalones
de mujer y pantalones de hombre?
Unos dicen que la Iglesia debe reunirse en casas y el que lo hace en un local de reunión está
fuera de la forma en que se hacía en el Nuevo Testamento (Romanos 16:5; Filemón 1:2),
olvidándose que también se reunían en el templo (Hechos 2:46; 5:42). Y al conocerlos sin
apenas saber tu nombre te preguntarán: “¿Dónde se reunían los primeros cristianos?” Por el
otro lado están los que si te reúnes en una casa dirán que eso no es una Iglesia, olvidándose
los otros versículos.
Otros no tolerarán que uses un nombre para la Iglesia y dirán que Pablo prohibió eso en 1
Corintios 3:4. Mientras, se llenan la boca diciendo que ellos son los únicos cristianos
verdaderos ya que dicen no tener denominación. Sin darse cuenta que justamente lo que
Pablo condenaba en 1 Corintios era el sectarismo y el envanecimiento de creerse el grupo
superior al resto: “aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y
disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:2).
De tal manera los Corintios se creían parte del grupo de los súper espirituales que creían
que ya no necesitaban al mismo Pablo: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como
ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no
pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra
otros. Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste,
¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin
nosotros reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con
vosotros!” (1 Corintios 4:6-8).
Interminable.
Así podríamos seguir con una lista interminable. Cada uno con sus opiniones, conjeturas,
ideas preconcebidas, doctrinas supuestamente no negociables formadas con medio
versículo. Cosas que nos pueden hacer sentir muy santos, espirituales y orgullosos de haber
alcanzado la nube de un gran conocimiento, de ser parte del grupo selecto del Señor.
Pero la pregunta que debemos hacernos es: la batalla que libramos ¿es la guerra por las
verdades fundamentales de la Palabra de Dios, o es una triste consecuencia de nuestro
orgullo e inmadurez? Eso que afirmas con tanta seguridad al punto de arriesgarte a causar
daño al cuerpo de Cristo ¿está basado claramente en la Palabra de Dios, o es tu opinión?
¿Tu orgullo cuando mencionas tal o cual tema se eleva por las nubes?
¿Un consejo?
Alejate de las distracciones del diablo, deja las discusiones que solo inflan tu ego y
destruyen: “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la
impiedad” (2 Timoteo 2:16). Y concéntrate más bien en lo que sea genuinamente útil para
tu fe y para la de otros: “cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros,
públicamente y por las casas” (Hechos 20:20).
Insiste en lo que estás seguro que es provechoso: “Recuérdales esto, exhortándoles delante
del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es
para perdición de los oyentes” (2 Timoteo 2:14). “Pero desecha las cuestiones necias e
insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Timoteo 2:23).
Oro con todo mi corazón que podamos entender de verdad el consejo de Pablo a
Timoteo: “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y
de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se
apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que
hablan ni lo que afirman“ (1 Timoteo 1:5-7).
Es muy útil para entender bien este artículo haber leído las anteriores partes de “Todos
contra todos”.
Cuán necesario es contender ardientemente por la fe (Judas 3), guardarse de los falsos
profetas (Mateo 7:15) y exhortar con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4:2).
Pero cuan necesario también es saber distinguir entre los que están vestidos de ovejas
(Mateo 7:15) y las ovejas genuinas (Juan 10:27).
Por tratar como a ovejas a los que están vestidos de ovejas, muchos lobos
destruyen congregaciones enteras con sus delirios (1 Timoteo 6:3,4), fábulas (2 Timoteo
4:3,4) y doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1). En muchos casos nadie hace nada porque
Jesús dijo “no juzguéis” (Mateo 7:1). Mientras Jesús, en ese mismo pasaje dijo “No deis lo
santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen,
y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6). De manera que con los que están vestidos de
ovejas y no son ovejas, debemos tener mucho cuidado y conocerles por sus frutos (Mateo
7:15-20).
Pero cuando tratamos a las ovejas del Señor como si fueran lobos vestidos de ovejas
también cometemos un grave error. Nuestra actitud debe ser muy diferente con nuestros
hermanos.
Diferencias
Entonces, es muy importante saber distinguirlos.
Un falso maestro (2 Pedro 2:1), un falso hermano (Gálatas 2:4), no sólo comete errores,
sino que vive en el error. “El que practica el pecado es del diablo” (1 Juan 3:8).
Por el contrario, el nacido de nuevo, se equivoca, puede tropezar, pero no puede llevar una
vida practicando el pecado: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”
(1 Juan 3:9). Y aún cuando se equivoca, se ve la obra de Dios en su arrepentimiento
genuino: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8,9).
El vestido de oveja, al paso de los años, sigue carente de frutos buenos, por la sencilla razón
de que “no puede el árbol malo dar frutos buenos” (Mateo 7:18). No hay un cambio en su
vida, sino un triste repetir y repetir lo mismo. Su carácter constante a lo largo del tiempo,
sus hábitos, sus invencibles prácticas de pecado y su rebeldía, hablan claramente de que
todo su cristianismo es falso.
Por el contrario, en el que ha nacido de Dios (1 Juan 3:9), se ve la obra inimitable del
Espíritu, la limpieza del Labrador: “todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve
más fruto” (Juan 15:2). Su vida solo se puede explicar dándole gloria al que lo salvó: “Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos” (Mateo 5:16).
Debemos decir con toda claridad que el más maduro de los cristianos, aun habiendo estado
en persona con el mismo Jesús, como es el caso de Pedro, puede equivocarse (Gálatas 2:11-
13). Tanto en conducta como en enseñanza. ¿Por qué? Simplemente porque va creciendo.
¿Acaso tú mismo, digamos hace cinco años, no afirmabas cosas que hoy te das cuenta que,
o no eran ‘tan así’, o sencillamente no eran así? Pues, del mismo modo que tú, los demás
también van madurando y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:10).
Pero, digámoslo con toda firmeza también, el cristiano genuino no niega las
verdades fundamentales de la Palabra: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al
Padre y al Hijo” (2 Juan 1:9).
A grandes rasgos
Podríamos decir que estas son, a muy grandes rasgos, algunas diferencias entre las ovejas y
los vestidos de ovejas.
En la sexta parte veremos, si el Señor lo permite, la enorme diferencia que debe haber en
nuestra relación con unos y otros. Y a los que han estado siguiendo esta serie de artículos
les pido por favor que oren por los mismos (Efesios 6:18-20). Tengo una gran carga
porque encontremos un equilibrio maduro en toda esta situación de “todos contra todos”.
Después de un pequeño paréntesis, seguimos con esta serie. Es muy útil para entender bien
este artículo que hayas leído las anteriores partes de “Todos contra todos”.
Ya vimos una primera razón por la que estamos en esta guerra de todos contra todos: a
veces confundimos el “contender ardientemente por la fe” con un “contender sobre
opiniones“. Y ya comenzamos a ver una segunda razón: a veces no entendemos que hay
diferencias enormes y claras entre ‘ovejas’ y ‘vestidos de ovejas’.
Este segundo punto es terrible porque nos lleva a tratar de igual forma a unos y a otros, lo
cual es completamente anti bíblico y contrario a Dios.
Disparando versículos
A veces nos hemos sentido los ‘grandes profetas de Dios’ tirándole a todo el
mundo versículos por la cabeza con una dureza que hace parecer a Juan el Bautista un
dulce bebé durmiendo. Así, palabras como hereje, apóstata, blasfemia, secta, lobos rapaces
y otras muchas, aparecen ante la menor discrepancia entre hermanos y terminan por
ponerse de moda. “Si no piensas como yo eres un hereje-lobo-anatema-apóstata-
engañador, digno de que aparezca tu foto hasta en las páginas de recetas culinarias“.
Esto, aunque nos puede hacer sentir muy santos y dueños de la verdad, es tan errado como
las enseñanzas de los mismos falsos maestros que denunciamos.
Contra lo que uno puede a veces pensar, el hereje no es solamente aquel que enseña en la
Iglesia una doctrina contraria a alguna verdad fundamental de las Escrituras. Pablo le
escribió a Tito sobre hombres en la iglesia “a los cuales es preciso tapar la boca” (Tito
1:11). Éstos causaban ‘divisiones’. Tito 3:10,11 dice: “Al hombre que cause divisiones,
después de una y otra amonestación, deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y
peca y se ha condenado por su propio juicio“.
En griego, donde dice “hombre que cause divisiones“, se usan las palabras ‘jairetikós
ándsropos’, lo cual la Biblia Interlineal traduce como ‘hombre hereje’. Estos no sólo
dividían a la Iglesia con falsas enseñanzas sino con discusiones, peleas, debates sin sentido,
opiniones personales, etc. Por esto Pablo escribe: “Pero evita las cuestiones necias, y
genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin
provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo”
(Tito 3:9,10).
La versión Peshitta traduce: “evita los debates insensatos… las contiendas y las
discusiones“.
¡Cuidado!
Hablar la verdad con firmeza ante falsos hermanos es una cosa. Dividir Iglesias, causar
daño al cuerpo de Cristo, o generar conflictos entre hermanos constantemente con debates
insensatos, contiendas y discusiones, es algo muy distinto.
Provocar divisiones es tan grave que la Biblia, como hemos visto, nos ordena echar a
quienes las producen. Proverbios 6:16-19 dice rotundamente que “Seis cosas aborrece
Jehová, y aun siete abomina su alma” y entre ellas incluye: “el que siembra discordia entre
hermanos“.
Por esto debemos estudiar seriamente las Escrituras, para no pensar que estamos peleando
las batallas del Señor y, en cambio, resulte que con lo único que batallamos es con nuestro
orgullo produciendo debates insensatos. No sea que pensemos que somos los grandes
cazadores de herejes y el Señor nos vea igual de herejes por vivir discutiendo,
centrándonos siempre en los errores de los demás y atacando a todo aquel que no ve al
100% lo mismo que nosotros.
Una forma muy común de uso equivocado de la Biblia consiste en no tener en cuenta quiénes son
los protagonistas de cada historia y el contexto en el que hicieron o dijeron algo, y luego aplicar esos
hechos o esos dichos a situaciones actuales que son totalmente distintas.
¿Es mentira de que Jesús actúo así y dijo esas palabras? ¡Claro que no! Es verdad. ¿Entonces dónde
está el problema? Simple: en que, para poder usar bien la Biblia, debemos tener muy en cuenta
quien está hablando, a quién se dirige y por qué dice lo que dice. En el ejemplo, Jesús se estaba
dirigiendo a escribas y fariseos, cuya piedad era completamente falsa, estando “llenos de hipocresía
e iniquidad” (Mateo 23:28). Estos eran parte de una ‘generación de víboras’, culpable de “toda la
sangre justa… desde la sangre de Abel” en adelante (Mateo 23:29-35). Gente que en Juan 8:44 Jesús
define de una manera muy clara: “vosotros sois de vuestro padre el diablo”.
Trasladar estas palabras de Jesús a otro tipo de persona es anti bíblico y pecaminoso.
Debo tener cuidado de no discutir sobre cosas que no entiendo bien y basado en que leí no se qué
libro o vi no se qué video. Ya que corro peligro de desviarme a ‘vana palabrería’: ”… se apartaron a
vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1
Timoteo 1:6,7).
A veces afirmamos algo tan seguros simplemente porque hemos leído un artículo por internet que
fulano de tal copió de mengano, que a su vez lo sacó de la página de zutano que pegó partecitas que
encontró por ahí. ¡Cuidado! Pablo nos advierte claramente que no nos distraigamos con discusiones
necias y que nuestro orgullo no nos lleve a creernos doctores de la ley bajo nuestra propia opinión,
mientras que en realidad no entendemos ni lo que hablamos ni lo que afirmamos.
¿En qué nos debemos concentrar? 1 Timoteo 1:5: En el ‘amor nacido de corazón limpio’. En tener
una ‘buena conciencia’. En una ‘fe no fingida’. “De las cuales cosas desviándose algunos se apartaron
a vana palabrería” (1 Timoteo 1:6).
Debemos seguir “lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19). Centrarnos
en lo que es “útil para enseñar” (2 Timoteo 3:16), provechoso, fundamental de nuestra fe. Y sobre lo
que no es fundamental o medular, aplicamos el “vínculo perfecto”: “el amor” (Colosenses 3:14).
Hablamos con humildad, sabiendo que nada debemos hacer “por contienda o por vanagloria; antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).
Teniendo claro que “ahora vemos por espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12) y que hay muchos
puntos no fundamentales a nuestra salvación que sólo comprenderemos al resucitar en gloria (1
Corintios 15:43). Hacemos bien en estar atentos a las palabras de Pablo a los soberbios Corintios: “Y
si alguno se imagina que sabe algo, aun no sabe nada como debe saberlo” (1 Corintios 8:2).
Por esto, cuidado, “no erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1
Corintios 15:33).
Hay momentos donde el Señor te llamará a aclarar difamaciones que te puedan hacer, diciendo lo
que realmente sucedió y expresando tu posición bíblica al respecto. Pablo lo hacía (2 Timoteo 4:16;
Hechos 22:1-21). Algo muy diferente es ir por todo lugar criticando a aquel que te hirió, te defraudó,
te ofendió, te despidió, a aquel con el que discutiste o a aquel con el que, incluso, fuiste tú quien no
entendió qué sucedió.
Nosotros debemos tener muy claro cuando se trata de un problema personal. A esto, vuelvo a
decir, no le podemos llamar ‘defensa de la fe’. En casos así nuestras expresiones de ‘apóstata’,
‘generación de víboras’ y demás, no son más que un sangrar por la herida.
En los problemas personales, aún una expresión bastante suave como “necio”, es pecado:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga:
Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu
adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al
juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que
pagues el último cuadrante” (Mateo 5:21-26).
Tal vez alguien diga: “No, mi problema no es personal. Es cierto que tuve un problema con él. Pero
yo le hablo a todo el mundo mal de esa persona porque no quiero que lastime a nadie más”. Como
excusa es bastante buena. El problema es que en la mayoría de los casos es simplemente eso: una
excusa. Una excusa para que nuestra herida sangre tranquila y para vomitar todo nuestro rencor y
nuestro deseo de venganza sin ningún problema.
En algunos casos la otra persona no para de atacarte y de buscar tu destrucción, por lo que no hay
muchas maneras de arreglar cuentas. Bajo esas circunstancias, luego de un tiempo considerable,
cabe la posibilidad de que no estés tratando con un hermano. La Biblia dice que “todo aquel que
aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en
él” (1 Juan 3:15). Mas, aún así, la Biblia nos ordena: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que
os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”
(Mateo 5:44).
En la octava parte, si el Señor lo permite, continuaremos hablando sobre nuestra relación con
nuestros hermanos en la fe.