Trabajo Bloque V. El Cine
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LA EVOLUCIÓN DEL CINE HISTÓRICO
Para comenzar este trabajo partiremos de la premisa de que el cine histórico –al igual
que toda la ciencia histórica- se hace desde el presente, es decir, que el cine histórico
nos presenta la historia de la manera y, sobre todo, con los objetivos que se consideran
válidos en la época en que se realizan los films.
Hay que destacar que en los años 40-50 en Europa se hace un cine mucho más social
que en Estados Unidos, donde el gran negocio “hollywoodiense” realiza
superproducciones a cual más espectacular para conseguir éxitos seguros en taquilla;
así, mientras en Europa se hacen películas como “Ladrón de bicicletas” (1948) de V. de
Sicca -una de las cumbres de neorrealismo- o “Muerte de un ciclista” (1955) de J. A.
Bardem, ambas películas históricas en la medida en que reflejan muy fielmente el
ambiente social de la época en que fueron rodadas, en Estados Unidos se ruedan cosas
como “Alejandro Magno” (1956) de R. Rossen o “Los diez mandamientos” (1956) de
Cecil B. de Mille. No obstante, también aquí comienza a notarse la influencia
“Annales” y en un film como “Espartaco” (1960) de S. Kubrick, pese a su estructura de
superproducción, es notoria la preocupación del director por mostrar “algo más” que
simples batallas y luchas por el poder, centrándose en el tema de la esclavitud y la
revolución.
A partir de los años 60 el mundo -occidental- sufre una revolución social y cultural. La
población comienza a cuestionarse su papel en el juego de poder y toma conciencia de
su protagonismo como motor de la historia; obviamente, el cine debe adaptarse a esto,
ofreciendo una nueva manera de mostrar los hechos. Sigue habiendo grandes
superproducciones sin otro afán que el comercial - “El Cid” (1961) de A. Mann,
“Cleopatra” (1963) de J. L. Mankiewicz-, pero ya se hacen films como “El tormento y
el éxtasis” (1965) de C. Reed, donde se recrean las tensas relaciones del papa Julio II y
Miguel Angel durante la elaboración de los frescos de la Capilla Sixtina. En Europa
continua haciéndose un cine más centrado en los personajes, con películas como “El
león en invierno” (1968) de A. Harvey, donde se nos muestran las tensas relaciones de
Enrique II de Inglaterra con su familia, o “Faraón” (1967) de J. Kawalerowicz, una
novedosa visión del Egipto antiguo.
Los últimos tiempos, con los grandes avances tecnológicos en las técnicas de rodaje y,
sobre todo, montaje y postproducción, nos permiten disfrutar de un cine histórico que, si
bien parece seguir la senda ya trazada desde hace años ideológicamente hablando, busca
la máxima fidelidad a la recreación de ambientes aunque no tanto de los hechos, pero, al
fin y al cabo, se trata de cine, es decir espectáculo, y debe permitirse ciertas licencias.
Destacaremos dos impactantes películas de esos últimos años: “Master and
commander” (2003) de P. Weir y “Apocalypto” (2006) de M. Gibson.
BIBLIOGRAFÍA
Madrid, UNED.
Comenzaremos diciendo que el cine de Berlanga es del tipo que Marc Ferro califica de
“reconstrucción histórica”¹; no pretende hacer historia, pero el contenido social que
conlleva es fiel reflejo de la época en que fue rodado y, por lo tanto, con el tiempo
adquiere un indudable valor histórico. Quizá el máximo exponente europeo de cine de
reconstrucción histórica haya sido el movimiento neorrealista italiano, desarrollado tras
la 2ª Guerra Mundial y del que se encuentran obvias influencias en Berlanga, si bien, el
humor corrosivo aportado por este no era lo habitual en el cine italiano; el director
español se sentía más deudor de alguien como René Clair, quien sí hacía gala de un
humor ácido en sus films aunque no pudo superar el empuje de la nouvelle vague, que
no reconoció su trabajo.
1.- CAPARRÓS, J.M. en CAMARERO, G., DE LAS HERAS, B. y DE CRUZ, V. (eds.) (2008). pag. 141
prepotencia e, incluso, la intolerancia estadounidense (vease, si no la escena del sueño
del cura condenado por el Ku-klux-klan, alusión al comité de actividades
norteamericanas, en pleno apogeo en la época).
Con Plácido (1961) entramos en los años 60 y, además, en el guion colabora Rafael
Azcona, probablemente el guionista más corrosivo y ácido de la historia del cine
español, por eso, en esta película no se da tregua. Ambientada esta vez en una ciudad de
provincias, nos muestra las enormes diferencias de clases, la hipocresía de la clase
media-alta, que compra su salvación espiritual invitando a cenar a un pobre en
nochebuena - reflejado en el machacón mensaje que lanza José Luís López Vázquez con
su voz chillona “que por una noche...”- y que, al mismo tiempo, no tiene escrúpulos en
embargar el medio de subsitencia de un obrero por impago de una sóla letra. En El
verdugo (1963), también en colaboración con Azcona, la crítica es, sin tapujos, contra la
pena de muerte, crítica que viene dada por la persona más insospechada, el propio
verdugo, que es presentado como un obrero más, con sus problemas y estrecheces, y
que realiza ese trabajo porque, como él mismo dice “si existe la pena, alguien debe
ejecutarla”.
Vivan los novios (1970) nos enseña una población de mentalidad atrasada en un país ya
plenamente abierto a la influencia exterior a través del turismo; en un país que no se
libera del yugo de la dictadura, así, al final, el protagonista intenta escapar, pero una
masa de allegados y “amigos”, que desde el aire semeja una araña negra, lo mantiene en
su seno.
A partir de 1978, Berlanga -de nuevo con la colaboración de Azcona- dirige la saga de
la escopeta nacional -La escopeta nacional (1978), Patrimonio nacional (1981) y
Nacional III (1982)- donde nos narra las peripecias de la familia Leguineche, nobles
venidos a menos, que sobreviven como pueden en plena época de transición. Muerto ya
Franco, Berlanga despliega todo su ingenio y su acidez, donde ningún estrato social se
libra de su crítica, la iglesia, con el cura de la familia, que hace lo que sea necesario para
sobrevivir al lado de la misma, los empresarios que quieren obener influencias, los
propios Leguineche, que harán todo tipo de negocios ilícitos, terminando por la evasión
de capitales; se trata, en fín, del desmoronamiento de la sociedad franquista.
La vaquilla (1985), nueva colaboración con Azcona, es una historia sobre la Guerra
Civil, cuyo acierto es la desmitificación de la misma y el tratamiento de los personajes
como lo que en realidad fueron, simples ciudadanos enfrentados entre sí sin saber, en la
inmensa mayoría de los casos, por qué.
En Moros y Cristianos (1987) y Todos a la cárcel (1993) Berlanga nos muestra una
sociedad ya plenamente democrática que, sin embargo, no ha cambiado de intenciones y
en la cual, cada cual medra como puede, a costa de lo que sea.
Concluiremos diciendo que Berlanga ha sido -junto al primer Bardem- a lo largo de los
años uno de los críticos más duros y sinceros de la sociedad española, y eso a pesar de
haber sido objetivo constante de la censura, a la que su inteligencia permitió eludir para
producir la que quizá sea en conjunto la mejor filmografía hecha por un sólo director en
España.
BIBLIOGRAFÍA