Señas y Señaleros de La Santa Tierra Agronomia Andina
Señas y Señaleros de La Santa Tierra Agronomia Andina
Señas y Señaleros de La Santa Tierra Agronomia Andina
Introducción
Para responder a esta demanda, el agricultor andino ha tenido que desarrollar su propio sistema de
previsión del tiempo, en el contexto de su propia agrotecnología y dentro de su propia cultura y
cosmovisión, su “pacha-vivencia”. Para conocer el tiempo durante el año agrícola que se acerca, dispone de
tres fuentes de información. Ciertamente, igual que el científico, observa los fenómenos meteorológicos, no
con la precisión científica, ni con los métodos e instrumentos sofisticados de la tecnología moderna, sino
con sus cinco sentidos entrenados por una experiencia larga y de validez local. Además de los fenómenos
meteorológicos, el andino consulta a sus “bio-indicadores”, observando la conducta local de plantas y
animales con miras al desarrollo venidero del clima en los diferentes nichos micro-ecológicos donde piensa
hacer sus chacras. Considera a estas plantas y animales, no como “indicadores”, sino como “mensajeros,
señaleros o avisadores” y así puede desarrollar un verdadero diálogo con ellos, a medida que sabe entender
sus señas y responderlas, respetuosa y humildemente. Son la Madre Tierra y los Apus, los cerros
protectores, los que le avisan y de esa manera le enseñan cómo criar la vida en su chacra. Los señaleros no
le dan información exacta, cuantitativa, sino que le avisan de tendencias del clima, gracias a lo que Asimov
(1973) llama “su reloj biológico”, ofreciéndole información muy apreciada y de validez local. Pero el andino
dispone también de una tercera fuente de información, menos apreciada aun en el método científico, una
información meta-empírica o meta-sensorial, que es su propia capacidad clarividente a través de la coca, los
naipes, los sueños, las ocurrencias en momentos de mayor sacralidad. Este recurso funciona generalmente
dentro de un contexto ritual y como dato confirmatorio. Lo único que podemos decir es que funciona,
aunque no sabemos explicarlo. En breve, el científico observa fenómenos meteorológicos actuales y calcula
el desarrollo del clima a corto plazo. El andino los observa también, aunque a su manera empírica, pero
además interroga, atendiendo las señas empíricas y meta-empíricas del clima y dialogando con los dioses de
la tierra gracias a sus avisadores.
El comportamiento de aves, insectos y peces; la floración de plantas, la variación en nubes, vientos y astros,
son tales señas que van anunciando, sucesivamente durante el transcurso del ciclo climatológico y agrícola,
los cambios internos que se producen en la naturaleza. Por ejemplo, durante la campaña agrícola 1997-
1998, se anunció la invasión de la “corriente del niño”, que traía agua caliente a la costa peruana. Esta
corriente trajo consigo al mar peruano, peces poco comunes. La aparición de estos peces viene a ser una
seña de cambios profundos: el clima de la costa presentaría lluvias intensas y el de la sierra demostraría una
sensible escasez de lluvias. Seguramente esta seña fue bien conocida por los antiguos peruanos. Nunca
prefirieron instalar sus asentamientos poblacionales en la costa por los estragos que causan las
inundaciones, como las ocurridas en la campaña agrícola 1997-1998, donde se inundaron la mayoría de las
ciudades costeñas de fundación española. Por el contrario, prefirieron instalar sus asentamientos en la
ecorregión andina y en lugares bien protegidos de las inundaciones. Un ejemplo de ello es Cusco: bien
regado y bien drenado; y un ejemplo extremo es Machu Picchu.
Considerando la gran importancia que tienen las señas para la práctica agrícola andina, este trabajo está
destinado fundamentalmente a describir el proceso del diálogo recíproco del agricultor andino con las
señas de largo y corto plazo y las interpretaciones que se obtienen de ese diálogo en el transcurso de los
diferentes meses que conforman el ciclo agrícola y climatológico. La múltiple expresión comunicativa de las
señas corresponde a la experiencia de diálogo que se lleva a cabo en la comunidad campesina de
Urqhurarapampa (distrito de Nuñoa, provincia de Melgar, zona norte del departamento de Puno), ubicada
en la región de puna según la clasificación de regiones naturales hecha por Pulgar Vidal (1987). Teniendo en
cuenta que las señas descritas corresponden precisamente a la experiencia de diálogo e interpretación de la
comunidad de Urqhurarapampa, estas tienen plena validez para la indicada comunidad. Por lo específico de
las señas y su correspondencia al microclima local no son generalizables para otros lugares. Sin embargo,
revisamos la bibliografía de otros investigadores, dedicados a inventarizar los señaleros climáticos de otros
lugares del Sur peruano y del Altiplano boliviano. Analizando y comparando llegaremos a una interpretación
más penetrante y más generalizable de la sabiduría y la sensibilidad del agricultor alto-andino respecto a su
madre, la Santa Tierra, Pachamama.
...
La visión capitalina del medio natural andino es una visión científica y economicista, alimentada por la
cosmovisión judío-cristiana de Occidente y la ideología colonial española. Sin embargo, desde la perspectiva
andina es una visión foránea, etnocéntrica, visión carente de conocimientos básicos e información, visión
con extensas manchas blancas: la ignorancia. En cambio, desde la visión andina el medio, es la Pacha que es
viva y dinámica, armoniosa y caprichosa, variada y fértil. Esta concepción lleva la responsabilidad por la
vida, la que es una sola y de infinita diversidad. El ayllu en el fondo tiene dimensión de Pacha. En el ayllu, las
tres comunidades de Wak'a, Sallqa y Runa comparten la responsabilidad por la vida y su crianza. En esta
Pacha el trabajo es crianza de la vida y la tecnología es saber criar la vida y dejarse criar por la vida. En este
párrafo queremos profundizar las dos visiones encontradas sobre el medio natural andino.
Al respecto es necesario precisar que antes de la revolución industrial, todas las sociedades estuvieron
consideradas como tradicionales (Hinkelammert, 1970). Como tales, se fueron estructurando,
especialmente desde el punto de vista económico a partir de una condicionante primaria: la situación
ecológica y en particular los recursos naturales que ofrece su medio ambiente (Van Kessel, 1980). La
disponibilidad de recursos naturales del medio ambiente, permitió generar actividades económicas
primarias como la agricultura y la ganadería. Sin embargo, el modo de la adecuación de estas actividades al
medio ambiente, es muy particular en cada cultura y se fue estructurando en concordancia con las
características propias de su medio natural, los recursos disponibles y la percepción específica que tiene
cada sociedad sobre este medio.
Esta particularidad implica que cada sociedad o sistema social, sustenta la realización de ambas actividades
en un pensamiento generado en “una cierta visión del mundo, una estructura mental regida por una lógica
particular. (Por tanto), los acontecimientos de la historia al igual que los fenómenos de la naturaleza se
ubican en un orden explicativo de los ritos y cosmogonías correspondientes a cada cultura” (Wachtel, 1971:
50). No existe una sola forma de concebir e interpretar el medio natural. En cada cultura donde existen
grupos de seres humanos organizados, el hombre posee una racionalidad propia, porque “...percibe y
reacciona a la realidad de una manera paradigmática” (Cadorttee, 1977: 115), según la cosmovisión
interpretativa vigente en cada sistema social.
Estos puntos de vista indican que no existen paradigmas teóricos de validez universal. Cada cultura tiene sus
propias formas o modos de ver y percibir el mundo. Al respecto Heise et al. (1992: 8), precisa lo siguiente:
“Es conocido el hecho de que los nativos amazónicos escuchan, observan y sienten dentro de un bosque
mucho más de lo que percibe un hombre occidental. La percepción sensorial de colores o sonidos está
determinada selectivamente por la forma como una cultura percibe su propio medio ambiente. Está
presente también un conjunto de formas o modos particulares de expresar la vivencia del mundo y de la
vida. Con esto queremos señalar la diversidad de estilos de expresión de lo vivido individual y
colectivamente, que se plasma en obras concretas, desde la cerámica hasta el teatro y desde la danza y la
música hasta la textilería. Asimismo, en toda cultura hallamos formas o modos de comportamiento”.
Sin considerar previamente estos postulados, para el hombre occidental, por sus características muy
peculiares, el medio natural andino sólo está considerado como un gran depósito de recursos materiales
disponibles - no sólo minerales; también vegetales, biológicos, climatológicos, y otros. - los cuales deben ser
explotados considerando la rentabilidad y la ganancia que pueda dar cada recurso. El mito cosmogónico -
en occidente definido en la Biblia (Génesis, cap. 1-3) - fija la relación existente entre el ser humano y las
demás cosas de la naturaleza. Ahí el concepto de la explotación de recursos naturales mediante el trabajo
humano. En Occidente el concepto de trabajo se guía, se define, se justifica y se sanciona en última
instancia como de “confeccionar cosas”, es decir: producir bienes materiales a partir de los recursos que
ofrece el medio. El anhelo máximo es controlar los procesos de la naturaleza: “Id y dominad la tierra...” (Van
Kessel y Condori, 1992). La filosofía occidental posteriormente vino a completar el paradigma bíblico con su
principio de “saber es poder”.
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La visión del andino, frente a su medio natural, y consecuentemente su actitud y su modo de relacionarse,
es muy diferente, como nos señalan las investigaciones antropológicas de los últimos veinte años. Estos
estudiosos de la cosmovisión andina enseñan que el hombre andino no considera el medio natural como un
mero recurso material aprovechable o no-aprovechable. En su concepción, la cordillera - en efecto, la tierra
- está considerada como un macro-organismo vivo, donde todo tiene vida y donde todo es necesario para la
integridad de la vida de la Pacha. Es que esta misma vida corre en todo el ser de la naturaleza, tanto flora y
fauna, como cerros, ríos, piedras, lagunas, astros y fenómenos climáticos. Este cosmos animal, del cual
forma parte el hombre mismo, le exige respeto, cariño y comprensión. Así mismo, la tierra llamada
Pachamama, es divina y es la madre universal de la vida (Kusch, 1970; Van Kessel y Condori, 1992)
Efectivamente, en este cosmos animal todo cuanto existe comparte el atributo de la vida. Todo cuanto
existe también se cría. No sólo se crían los animales domésticos. También se crían, real y efectivamente, las
plantas y los animales en general junto con los suelos, las aguas y el clima; es decir, se cría todo el paisaje
(Valladolid, 1993b). En la crianza múltiple de la vida no sólo participan los hombres. Esta es una crianza que
se lleva a cabo en completa armonía e interrelación con las tres grandes dimensiones o componentes del
cosmos o Pacha: la naturaleza silvestre -Sallqa-, la sociedad humana -runakuna- y la comunidad divina, -
Wak'akuna- (Van den Berg, 1989). La chacra es el centro donde confluyen armónicamente estas tres
energías positivas para criar -uywayla vida en reciprocidad .
En el pensamiento andino, todos los procesos y fenómenos naturales son “crianza”. Y son “crianza de la
vida”. Como tales deben desarrollarse en armonía y en su conjunto constituyen la armonia de la Pacha. El
hombre juega un rol importante en ese proceso generativo de la vida. Por eso la crianza de la vida, está
estrictamente relacionada con los términos metafóricos quechuas “makichana” y “runachana” que generan
a la vez sus correspondientes resultados expresados en los términos miray, ripuy y chinkay. Es que la crianza
de la chacra para el agricultor andino no sólo es sembrar los cultivos al inicio del ciclo agrícola, cumplir con
las labores culturales y esperar el producto final para la venta (como lo es en la lógica tecnocrática). Uyway,
es una crianza enraizada en una profunda responsabilidad ante la vida que el hombre comparte con la
Pacha. El modo de ser del Runa es cuidar comprometidamente la perpetuación de la vida a través de la
semilla -muhu- de una especie, por siempre, por generaciones, sin límite de tiempo. Sólo así el Runa se
siente plenamente realizado.
2.4 ¿Cómo entender las señas? La visión de los investigadores y la visión de los campesinos
Antúnez de Mayolo, consciente de la herencia precolombina que lleva el agricultor andino y de la innegable
riqueza sapiencial de su tecnología, relacionó las técnicas y prácticas pronosticadoras de los andinos
contemporáneos con el sistema tecnológico del Inca para lograr fabulosas cosechas: en particular sus
técnicas de observación astronómica y un sexto sentido, la chikiña, que define como perspicacia y “como
afloramiento de una elaboración profunda del subconsciente, que excede en validez cognoscitiva al
presentimiento e incluso a la intuición”. Asegura que las técnicas de previsión agroclimáticas incaicas
“permiten anticipar hasta en unos ocho meses el volumen de las cosechas y optimizar los rendimientos
agrícolas mediante la determinación de: la variedad de cultivos a ser sembrado; la calidad del suelo a ser
cultivado; la modalidad de labranza a ser empleada; las fechas y la modalidad de cultivos y sus posibles
rendimientos”. Estos logros “obedecen en parte a la acertada predicción del clima, las extraordinarias
cosechas obtenidas en el antiguo Perú, y aún a principios del siglo XVII, cuyo volumen recién está siendo
alcanzado mediante la aplicación de paquetes tecnológicos cuyo costo en insumos por contraste deja poco
valor agregado” (Antúnez, 1981:76).
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Las señas (mal denominadas indicadores naturales, o bioindicadores) vienen a ser componentes vivos de la
propia naturaleza. Son plantas (gramíneas y cactáceas, árboles y arbustos silvestres y los cultivos mismos) y
animales (mamíferos, aves, peces, insectos, batracios, reptiles). Son también fenómenos atmosféricos
(lluvia, nevada, granizada, helada, nubes, vientos, arco iris, celajes, tormentas, neblina) y astros (sol, luna,
planetas, vía láctea, constelaciones y estrellas). Las formas en que se manifiestan estos componentes de la
naturaleza en un determinado momento, los convierten en mensajeros vivos que para el andino tienen voz
y boca y que avisan en coro polifónico. Sus mensajes y avisos permiten conocer anticipadamente el
comportamiento y los ritmos internos de la naturaleza. La palabra seña (lomasa según Chambi, 1987) puede
confundir. No se trata de señales objetivos, unívocos, estandarizados, rígidos, como semáforos. Todo lo
contrario, se trata de seres vivos, sabedores del ritmo de vida de la Pacha y sus múltiples emanaciones. Son
señaleros conversadores y cada uno de ellos le cuenta a su manera al campesino lo que sabe, suponiéndose
que éste sabe conversar con ellos, preguntarles y entenderles con la misma sensibilidad y sutileza. Son
señas vivas y originales; son como la lengua humana misma: viva, siempre original y personal. Las señas son
a la vez señas y señaleros.
El agricultor andino en un diálogo íntimo y recíproco con los seres vivos del medio natural, la Pacha,
interpreta y entiende esas formas de manifestarse en señas, a fin de determinar las variaciones climáticas
que puedan tener influencia directa sobre la crianza de la vida en la chacra. Este diálogo o conversación, se
realiza todos los días del año, siguiendo una estrategia determinada fundamentalmente por el acontecer
del ciclo climático y las diferentes actividades que demanda el ciclo agrícola.
El diálogo con los señaleros no tiene por objeto buscar las causas por las cuales se suceden la helada,
sequía, granizada o inundación. Es decir, al agricultor andino no le interesa saber si la helada se produce por
enfriamiento del aire y la granizada por condensación del agua en la atmósfera. Sólo saber las causas de la
helada, granizada, sequía e inundación, no tendría mucha utilidad para la crianza de la vida. Sabe
ancestralmente que estos factores climáticos son consustanciales al medio natural andino y tienen que
darse indefectiblemente conforme transcurren sus ciclos cósmicos y telúricos. Lo que al agricultor andino le
interesa saber mediante estas señas, es el carácter o comportamiento del clima. Es decir, saber con qué
particularidades se sucederá la helada, granizada, sequía e inundación durante el ciclo agrícola. Para
conocer estas particularidades observa cuidadosamente, dialoga con los seres de la naturaleza y va
interpretando y entendiendo los sutiles mensajes y avisos que le dan los señaleros, con el propósito de
obtener información sobre las tendencias en el acontecer de aquellos factores climáticos durante el ciclo
natural y agrícola, sus fases de siembra, desarrollo, floración, maduración y cosecha, y la planificación de las
diferentes actividades agrícolas correspondientes.
Tradicionalmente el diálogo con las señas se efectúa en diferentes circunstancias. Se puede dialogar y
conversar con las señas cuando se va por el camino a visitar al familiar que vive en la comunidad vecina,
cuando se va a preparar el terreno de las diferentes parcelas ubicadas en los pisos ecológicos, cuando se
concurre a la feria semanal, cuando se asiste a las fiestas comunales, rituales familiares y comunales,
cuando visita a otras comunidades hermanas o cuando le llegan visitas de compadres y viajeros de otros
pisos ecológicos. También se dialoga con señas de otros pisos ecológicos cuando se efectúan los procesos
de migración a los valles costeños e interandinos, o se va de viaje a las zonas bajas para hacer trueque con
sus productos. En estas circunstancias la travesía realizada por los diferentes lugares constituye una revisión
exhaustiva de señas de varios pisos ecológicos. La lectura de las señas no es un ejercicio personal,
individual, del agricultor. No interesa, no hay garantía, no hay sentido, en lo que llamaríamos “mi opinión
personal”. Se trata de un saber - y de una capacidad lectora - siempre compartida, colectiva. Se observa y se
interpreta “en comunidad”: comparando, comentando, opinando, interrogando experiencias del pasado y
consultando siempre la tradición local. La interpretación del mensaje de los señaleros jamás es individual. El
comunero conversa personalmente con ellos y puede conformar provisoriamente su propia interpretación a
las señas, pero finalmente la colectividad es la que valida una interpretación individual, a fin de definir
información segura sobre las tendencias climáticas, y confiables como marco orientador para la crianza de
la vida en las chacras de la comunidad. Lo mismo pasa con los señaleros: hablan en coro. El conjunto de los
comuneros garantiza la interpretación correcta y confiable; así también la voz del coro polifónico de los
señaleros es la que vale, y no una simple seña aislada porque ésta puede ser una travesura.
Sólo después de observar pacientemente las señas y dialogar acuciosamente con los señaleros, los
agricultores deciden en comunidad cuáles serán los momentos más oportunos de sembrío para los
diferentes cultivos, y cuáles serán las diferentes estrategias que seguir durante el proceso de crecimiento,
floración y maduración de los cultivos. Así pues, mediante la previsión rigurosamente elaborada en
conversación con el coro de la Sallqa (la naturaleza silvestre), se cría la vida en la chacra, en armonía con las
deidades -Wak'akuna- y la comunidad humana -runakuna- a fin de asegurar el bienestar familiar y comunal.
Según el momento en que se da el diálogo y según la interpretación que se le da a las señas, se pueden
distinguir señas de largo y señas de corto plazo. Las primeras son aquellas con las que se dialogan
generalmente a partir del barchecho o chakmay, es decir, en el mes de marzo, y continúa aproximadamente
hasta fines del mes noviembre cuando finalizan los sembríos. El diálogo con las señas de largo plazo se
efectúa básicamente con tres objetivos: conocer el comportamiento del clima, saber cuándo sembrar y
prever la situación alimenticia. El agricultor quiere informarse sobre el comportamiento del clima, sobre el
comportamiento de las precipitaciones pluviales y heladas durante el nuevo ciclo agrícola que se aproxima.
Las precipitaciones pluviales pueden ser entendidas como: lluvia, granizada y nevada. La carencia de éstas
genera sequía, y su abundancia excesiva produce inundaciones. Con la ausencia de precipitaciones pluviales
suelen manifestarse constantes heladas. Conociendo el comportamiento del clima mediante señas de largo
plazo, el agricultor sabe determinar los momentos más oportunos para sembrar sus cultivos de
autoconsumo familiar. Con estos antecedentes el agricultor planificará detalladamente su estrategia
productiva y sabrá prever el desarrollo de la situación productiva del ciclo agrícola que se está preparando y
que será decisivo para la situación alimenticia y el bienestar de su familia.
En cambio, las señas de corto plazo son aquellas con las que se dialogan aproximadamente a partir del mes
de diciembre hasta abril, es decir, el período en que los cultivos están en emergencia, crecimiento, floración
y maduración. Son importantes estas señas, porque anuncian y avisan a tiempo de los cambios climáticos
relevantes como son: la caída de una helada o una granizada, la ausencia de precipitaciones o el incremento
excesivo de las lluvias. Estas señas avisan con anticipación de unas horas, o días, o con los plazos de tiempo
indicados por los señaleros. La relación de ambos grupos de señas con el ciclo climático, los momentos en
que se inician y terminan se muestran a manera de resumen en el Cuadro Nº 7.
Es necesario repetir y precisar que las señas y su interpretación son únicamente válidas para comunidad de
Urqhurarapampa. Aquí se trata estrictamente de un “arte local”, un arte que varía de un lugar a otro, pero sí
un arte local que podemos observar en toda el área de los Andes. El saber andino en materia de agro-
climatología es un saber eminentemente local, llamado en la literatura “local knowledge”, o “art de la
localité” (Van der Ploeg, 1987; Hebink y Van der Ploeg, 1990, p.4). No es posible generalizar las
particularidades de las señas de este lugar, para otros lugares o regiones, aunque aparentemente tengan las
mismas características ecológicas. Esta afirmación se fundamenta en una característica generalizada que
presenta el medio natural andino: su diversidad y variabilidad ecológica, especialmente en cuanto a climas y
suelos se refiere (cf. Tosi, 1960; Troll, 1980; Pulgar Vidal, 1987). Dada la variabilidad ecológica, el
comportamiento de la flora y la fauna también tenderá a variar considerablemente en cada región, cada
zona agroecológica e inclusive en cada zona de producción. Por eso es necesario tener en cuenta que el
saber relacionado con las señas es específico de cada comunidad, pudiendo variar inclusive el número de
señas según la ubicación de la comunidad en los diferentes pisos ecológicos. Por otra parte, cuando
comparamos el listado de señaleros de diferentes zonas agro-ecológicas, veremos que varios de ellos son
observados en la casi totalidad del agro alto-andino. Es el caso del zorro y el sapo, de la luna y las Pléyades y
de aves como el allqamari, el liqi-liqi y el puku-puku. Su lenguaje y sus avisos son similares en todas partes,
pero la interpretación de sus señas se dará siempre en las proporciones y variaciones locales.
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“En agosto todo tiene la boca abierta”, dice el agricultor andino. La madre tierra, los apus, las Wak'as, todos
tienen hambre y todos se comunican. En agosto despierta la Pachamama y toda la naturaleza. Recomienza
el ciclo de la vida. Todas las Wak'as despiertan con hambre y piden su plato preferido para tomar fuerza y
para iniciar su actividad en la generación y la reproducción de la vida. La Madre Tierra recomienza a criar la
vida. Todos se comunican y conversan como para ponerse de acuerdo: el Sol y la Luna, la Vía Láctea y los
cerros, las lluvias y los vientos, la Santa Madre Tierra y las aguas de cochas y lagunas, fuentes y ríos. Cada
cual colaborará a su manera y a su gusto o capricho, para criar nuevamente la vida. Agosto es el despertar
general de la naturaleza, y el coro polifónico de las señas - la conversación de las Wak'as - va creciendo.
Ciertamente las plantas y los animalitos del campo son los primeros en entender las señas y en darse cuenta
de lo que va a pasar en este nuevo año. Ellos responden inmediatamente en su conducta a las señas y su
respuesta es también una nueva seña para el agricultor atento y sabio.
Pero no sólo en agosto, la temporada más “caliente” del año, la naturaleza habla; durante todo el año
continúa la conversación. La vida de la naturaleza es una y compartida. Ciertamente no siempre será la
conversación tan caliente, intensa y agitada. Las señas no serán siempre tan abundantes y frecuentes. Hay
una temporada de descanso, hay un período de acomodación de las Wak'as, que han de turnarse como lo
hacen los Achachilas, los Maranis, que por turno asumen el año. Entonces conversan en un tono más bajo y
más tranquilo, sondeando, proponiendo y tanteando delicadamente sobre el próximo ciclo, cuando faltan
todavía cuatro o cinco lunas para iniciarlo.
Esta parte del trabajo está destinado a describir el desarrollo del diálogo anual que lleva el agricultor andino
con las señas. Distinguimos dos temporadas que lentamente se van alternando: la primera temporada la del
descanso invernal, con señas a largo plazo que orientan la planificación de la próxima campaña agrícola, la
preparación de la chacra y la siembra correcta. La segunda temporada corre después de la siembra y
corresponde a la gestación de la nueva vida, con señas a corto plazo. Asimismo, se tratará de describir la
expresión comunicativa de las diferentes señas, según el significado que se le da en la comunidad de
Urqhurarapampa, en el transcurso de los diferentes meses del año.
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En la primera sub-fase se observan señas que sugieren tendencias generales. Se observa básicamente el
comportamiento del ch'aka phiri - una larva no identificada -, el allqamari que es un pájaro megalóptero
llamado también gallinazo, y la savia de la harpha (Hypochoeris Taraxacoides, una planta silvestre) que
produce una resina llamada q'awsillu.
En la segunda sub-fase se observan señas que precisan los avisos de las anteriores y pronostican en su
conjunto una expectativa global del año. Son señas como constelaciones en la vía lactea y las pleyadas, y
fenómenos meteorológicos como las nevadas de mayo, las lluvias y nevadas del solsticio de junio, las
heladas de junio-julio y la nubosidad en ciertos días festivos; pero también la floración del sink'awi (Lobibia
boliviana). Todo esto viene completado con la costumbre de echar la suerte con plomo líquido en la noche
de San Juan.
En la tercera sub-fase aparecen las señas para planificar definitivamente la campaña agrícola. Son señas
como la nubosidad y los vientos de agosto y las algas de ríos y lagunas, como la Spirogira (llamado: mayu
laqu) y el Hidrocatile Sp. (conocido como llachu). Con especial atención se observan las algas de la laguna de
Sinkata, ubicada en la comunidad campesina del mismo nombre, ubicada al sur del pueblo de Nuñoa. Se
observan también los mensajes de unas aves - el urpi (Meropelia aimara), una paloma silvestre y el q'illu
pisqu (Fringilla Cerduelis) - y de unos insectos (no identificados), como el huch'uy ch'uspi y el chichiranka.
También se registra el comportamiento del zorrino (Connepatus suffocans) y el nido de las arañas.
En la cuarta sub-fase (de septiembre a noviembre) se observan las señas que señalan los inicios de las
siembras. Se considera gran cantidad de animales y plantas del campo, donde ya despertó la vida en su
plenitud. Las señas observadas en la primavera andina son: insectos (no identificados) como: el ch'uñu-
ch'illpi, el chhuwachanqa o panqatu y el wik'uña-qara-q'ipi; también árboles y arbustos como: el durazno, la
qiwña, la qariwa, el kanlli, la taqachilla, la ullunkiya y la khumuna. Hay también aves avisadoras como el kiyu
(Thinocorus Rumicivorus Cuneicauda) y el liqichu, o pájaro centinela, (Ptilesclys Resplendes) y un pez de río:
el such'i. Ciertamente no pueden faltar las señas de mayor prestigio para el andino como son: los animales
sagrados de su mitología (el sapo, la culebra, el zorro y la lagartija), la preciosa papa bendita (dulce y
silvestre) y las estrellas de la Vía Láctea, reflejo de los seres vivos de nuestra Pacha.
Durante esta primera fase, que se inicia en la segunda quincena del mes de marzo y que abarca hasta la
primera quincena del mes de abril, se lleva a cabo la actividad del barbecho, o chakmay, para el sembrío de
la papa en el nuevo ciclo agrícola. Se aprovechan las últimas precipitaciones pluviales de la estación de
lluvias - para pacha - del ciclo agrícola que finaliza. De paso sea dicho que la oportuna ejecución del
barbecho se guía por una infinidad de señas a corto plazo que anuncian la pronta suspensión de las lluvias y
el momento oportuno para realizar el barbecho, antes de que el suelo se seque y se ponga duro,
dificultando al trabajo con chakitaklla y el arado de bueyes o yunta. Al mismo tiempo que se realiza la
actividad del barbecho, ocurre un brevísimo momento donde se inicia el diálogo con las señas relacionadas
con la flora y la fauna, que van comunicando anticipadamente y de manera muy referencial aún, la
presencia de un buen año (allin wata) con buena producción o un mal año (muchuy wata) con escasa
producción. Aparecen las señas a largo plazo y destinadas a conocer la tendencia general del próximo año
agrícola. Son las siguientes:
Ch'aka phiri es una larva blanca de algún insecto no identificado que aparece entre los terrones, cuando se
realiza la roturación o barbecho de la tierra vírgen descansada -purum- por 4 o 5 años, durante los meses de
marzo y abril, para el sembrío de papa. Cuando varias de estas larvas aparecen en el área barbechada se
dice que el ciclo agrícola que se avecina será muy bueno, porque habrá producción, especialmente de
papas. Es motivo de gran alegría entre los barbechadores. Cuando no aparece esta larva en los terrenos
barbechados significa lo contrario; la gente se desanima y se pone triste. Cuando aparece esta larva en los
terrenos recientemente barbechados, se le cubre muy delicadamente con tierra, para que el sol no lo mate
ni lo coman otros animales, por ejemplo, las aves de rapiña como el allqamari.
No sólo observan la presencia de esta larvita en los terrenos barbechados; se acostumbran también a
hacerle una pregunta sobre la producción de papas durante el ciclo agrícola que se avecina. Para efectuar la
interrogación se procede así: se recoge con la mano muy delicadamente a la larvita, se la coloca sobre la
palma de mano y se le hace por repetidas veces la siguiente pregunta: “¿Kunan wata papa kanqachu icha
manachu?” (¿Este año habrá papas o no?). Cuando la larva se voltea repentinamente de un lado para otro,
significa que está respondiendo positivamente, es decir que durante el ciclo agrícola que se avecina habrá
buena producción de papas. Pero si la larvita permanece inerte, sin ningún movimiento, significa una
respuesta negativa, es decir que la producción de papas tendrá probablemente serios inconvenientes, por
problemas climatológicos.
Qutu es otra constelación que se conoce también con el nombre de las Pléyades o Siete Cabrillas. Se dialoga
con el qutu durante la estación de heladas, especialmente en el tiempo de su aparición, durante el mes de
junio. Es una seña que permite avisar la presencia de un año bueno y con lluvias, o también de un año malo.
Cuando el qutu sale durante el mes de junio con bastante nitidez, significa que será buen año, con buenas
lluvias y pocas heladas durante el crecimiento de las chacras. Pero si salen pequeñas y muy opacas,
pronostica un mal año, con pocas lluvias, abundante helada durante el crecimiento de chacras y por tanto
significa mala producción. El qutu sale unos días antes del día de San Juan, 24 de junio, o durante la noche
misma del día 24. Si esto sucede anuncia también un buen año. Al respecto se dice: “San Huantaña
phawamun qutu chayqa allin watapaq” (Cuando en San Juan sale el qutu, es para buen año). Además de
avisar o anunciar la presencia de un buen o mal año, durante los días de San Juan, también anuncia que es
momento propicio para sacar las papas y extenderlas al temporal para hacer el chuño y la tunta. Cuando en
la misma noche de San Juan sale el qutu con bastante brillo y cae helada fuerte, será un buen año, con
excelentes cosechas.
Añas, o zorrino (Conepatus Suffocans) es un animal nocturno relacionado con la producción de la papa. Con
el zorrino se dialoga generalmente durante el mes de agosto. Se observa la forma de amontonar la tierra
cuando construye su madriguera. Cuando amontona la tierra en la puerta de su madriguera, como si fuera
hecho con una pala, y si se encuentran huellas de que durmió sobre el montón de tierra, significa que las
papas fructificarán muy bien y habrá una buena producción en el momento de la cosecha. Pero cuando al
hacer su guarida esparce la tierra por todos lados, sin ningún orden, anuncia una mala producción de papas
al momento de la cosecha. En otro sentido el zorrino es también seña de mal agüero, que anuncia la
muerte. Cuando el zorrino escarba las papas que ya están madurando en los meses de marzo y abril, es mal
augurio, ya que anuncia el posible fallecimiento de un familiar o una persona conocida o del dueño mismo
de la chacra. Se dice que es el alma de un familiar o una persona conocida que ha escarbado las papas.
Kusi kusi q'isa (nido de araña). Existe una variedad de araña que construye su nido en la paja brava, llamada
iru ichhu, que crece generalmente a orillas del río Nuñoa. Se dialoga con el nido de la araña durante el mes
de agosto, el momento en que la araña empieza a elaborar sus nidos. Cuando estas arañas elaboran sus
nidos en forma de estrellas grandes, segregando abundante cantidad de su tela, como espuma, con restos
de paja y pequeños insectos secos, que en muchos de los casos envuelve completamente la paja brava,
anuncia que el año será con abundantes lluvias y por lo tanto con buena producción. En cambio, si los nidos
de la araña son pequeños y no hay mucha tela de araña en la paja brava, anuncia que el ciclo agrícola que
se avecina será con escasas lluvias y por lo tanto con mala producción.
Mayu laqu o alga de río (Spirogira). El mayu laqu es un alga que crece adherida a las piedras del fondo del
río. Se dialoga con el crecimiento de dicha alga durante los meses de agosto y septiembre, especialmente
para la producción de quinua. Cuando esta alga crece en poca cantidad y de tamaño pequeño, adherido casi
al ras de las piedras, anuncia que el año será malo, porque habrá escasa producción. Pero si el mayu laqu,
además de adherirse a las piedras, crece en forma de filamentos o a manera de cintas prolongadas, que
juegan con la corriente del río, será un buen año, con buena producción. Para indicar un buen año, además
el mayu laqu debió pasar por todo su proceso de crecimiento y maduración, que se diferencia de acuerdo a
los colores que va tomando el alga: de color café al inicio del crecimiento, de color verde a medio crecer, y
verde oscuro cuando ya está maduro. La plena realización de este proceso de crecimiento, indica que habrá
buena producción durante el ciclo agrícola que se avecina, especialmente de quinua, y que además será
buen año.
Hamp'atu o sapo (Bufo Spinolosus). Es un batracio anuro del orden de los bufónidos. Inverna y permanece
aletargado durante el qasa pacha, la estación de heladas, que dura aproximadamente desde mayo hasta
agosto y que a veces se prolonga hasta septiembre. El sapo sale de la tierra a partir del mes de septiembre y
permanece fuera de ella hasta el fin del período de lluvias, o sea hasta abril. La mayor parte de su ciclo
biológico, que dura aproximadamente 77 días, lo lleva a cabo durante la época de lluvias, poniendo sus
huevos en los estanques o charcos de agua permanente formado por la lluvia. Se dialoga con el sapo
durante la época de lluvias y su significado e interpretación es diferente según el momento, antes o durante
las lluvias de verano. Antes del inicio de las lluvias se observa el momento, el número y el tamaño de los
sapos cuando salen de la tierra a la superficie. Para un año lluvioso y sin muchas heladas, aparecen
tempranamente numerosos sapos grandes durante los meses de septiembre y octubre, en busca de charcos
de agua para instalarse y desarrollar su metamorfosis. Pero para un año seco, con pocas lluvias y con
constantes heladas, aparecen recién en los meses de noviembre y diciembre, o sea en forma retrasada,
unos cuantos sapos pequeños y flacos. En algunos años cuando las heladas prosiguen hasta los meses de
noviembre y diciembre, durante el crecimiento de los cultivos, algunos sapos se congelan en plena
caminata. Esto significa pues un pésimo año para las cosechas. Más adelante, durante la época de lluvias -
enero, febrero y marzo - se comporta el sapo como indicador de corto plazo.
Mayu, “el río”, es el nombre quechua para la Vía Láctea. El andino la considera como un río de estrellas que
surca la concavidad del cielo nocturno. En ella se encuentra la mayor parte de las constelaciones observadas
durante determinadas épocas del año, tales como: LLama Ñawi (Ojo de LLama), Qutu (Montón o Pleyades),
Hatun Kurus (Cruz Grande), Huchuy Kurus (Cruz Chica), LLuthu (Perdiz) y otras más. Para un buen año, la Vía
Láctea alumbra por las noches con toda su brillo y esplendor, especialmente durante el mes de noviembre y
se hacen muy notorias sus constelaciones, iluminando con su brillo las noches lóbregas de los Andes,
cuando no hay luna. Para un mal año, ocurre lo contrario, es decir, la Vía Láctea aparece por las noches
opaca y sin brillo. En relación a la brillantez de la Vía Láctea el campesino manifiesta lo siguiente: “Mayu
allin watapaq sumaqtaraq k'anchamun, yanqa killaña chinkarin chaypis, mayuqa chhipipipinraq” (La Vía
Láctea para un buen año alumbra muy bien, aun cuando se oculta la Luna la Vía Láctea brilla con todo su
esplendor). En los últimos ocho o diez años, la Vía Láctea ya no se presenta con toda su brillantez, lo cual
preocupa muchísimo a los agricultores y se considera como causa de sucesivos fracasos ocurridos en la
actividad agrícola. Preocupados, los agricultores al respecto manifiestan los siguiente: “Ñawpaqa mayu
chhipipipisparaqtaq kaq qa, mana kunanqa hinachu kapun, upa kapullantaq” (Antes la Vía Láctea alumbraba
con todo su esplendor, ahora ya no es así, se ha oscurecido).
3.3 Conclusión
Existen muchas más señas avisadoras. Al finalizar esta larga lista de señas atendidas en Urqhurarapampa
queremos recordar la observación de Néstor Chambi (1985: 23) con referencia a Conima, pero que vale
también para Urqhurarapampa: “Existen mucho más indicadores que son observados sólo por unas cuantas
familias, que no se citan aquí al igual que la complicada lectura e interpretación que hacen los paqus y
yatiris, que tampoco se mencionan en este texto”.
Vale aquí una reflexión de auto-crítica, que también sería aplicable a las listas inventarizantes de otros
autores cuando presentan el informe de sus investigaciones al tema de los “etno-indicadores
meteorológicos”. (Véase anexo II). Siempre son listados de señas y señaleros muy heterogéneos, que tientan
al académico a ordenarles. Así lo han hecho estos estudiosos de la agro-meteorología andina. Algunos de
ellos distinguen categorías lógicamente agrupadas como: zoo-indicadores con subcategorías como:
mamíferos, aves, insectos, peces, batracios y reptiles; y luego fito-indicadores; astro-indicadores;
fenómenos físicos; fenómenos meteóricos; y finalmente: “otros indicadores” (como sueños, y vaticinios). En
la visión andina, esta ordenación teórica no tiene mucho sentido. Otros, como nosotros mismos, han
presentado las señas y los señaleros agrupados según la secuencia temporal de las consultas: primero a
largo, luego a mediano, y finalmente a corto plazo; y los agrupan en segunda instancia según el contenido
de sus mensajes: anunciando el tiempo favorable para la siembra; el grado esperado de precipitaciones;
incidencia de heladas; y finalmente de granizadas.
Sin embargo, cuando queremos interpretar el significado de las señas según la lectura andina, sería
necesario distinguir otro tipo de categorización muy diferente en el coro de señas y señaleros. La
metodología de la crítica literaria nos enseña este camino cuando pone que el sentido de un texto depende
del género de ese texto, de modo que hay que preguntarse primero si se trata de un texto histórico o
poético o mitológico o apocalíptico o filosófico o de cualquier otro género literario que sea. Por eso
sugerimos que en este coro de mensajeros se distingan significados empíricos y meta-empíricos. Los
mensajes más empíricos son de los señaleros naturales, los calendáricos y los meteorológicos. Otros
géneros de señaleros que tienen más bien carácter meta-empírico son los señaleros simbólicos, los oníricos,
los vaticinadores y los mitológicos. Todos cantan en diferentes tonalidades o lenguajes, conforme al género
que representan.
Señas y señaleros empíricos son: 1) mensajeros naturales como el quta jamach'i que construye su nido en la
totora del lago conforme a una altura del nivel que el agua vendrá en unos meses más; o el vuelo de las
pariwanas, si van de norte a sur o de sur a norte, según el clima que estas aves saben prever. Estos
señaleros son el resultado de observaciones largas, atentas y minuciosas desde varias generaciones. 2)
Señaleros meteorológicos, como los vientos, las temperaturas y las nubilaciones; éstos son también efecto
de larga y atenta observación y de experiencia plurigeneracional. Estos se parecen más a los indicadores
climáticos de la climatología y la meteorología científicas. 3) Señaleros calendáricos: las observaciones
astronómicas y los días normativos del santoral católico son el resultado (o lo que resta) de la respetable
ciencia astronómica del tiempo incaico y de los amautas y los Inti watana. Señalan la escala del tiempo
calendárico como fondo de referencia para el tiempo climático.
Señas y señaleros meta-empíricos son: 1) Señaleros simbólicos, como la nubilación en el día primero de
agosto; o las “papas” en los excrementos del zorro. Estos señaleros son el resultado del principio mitológico
que dice que, en contexto ritual, lo que se parece papa, hace las veces de papa y es papa. O sea, es símbolo
de la papa real. Sabemos que un símbolo en el contexto ritual “es lo que es y a la vez es lo simbolizado, real
y activamente”. En el contexto ritualreligioso los mitos cobran actualidad y se vuelven operativos mediante
estos símbolos. 2) Señaleros oníricos; éstos son los sueños avisadores, basados en una simbología
compartida y reconocida en la comunidad y en extensas regiones andinas, como: soñar con chancho
significa helada; soñar con borracho significa lluvia; soñar con fuego significa sequía. En estos casos
podríamos explicar el sueño como catalizador de la clarividencia respecto a las alternativas del clima no sólo
a corto plazo; también a largo plazo. 3) Señaleros vaticinadores: existen señaleros interrogados en extensas
zonas andinas por los yachaq. Sus señas son un recurso de aparente casualidad, como naipes, hojitas de
coca o plomo líquido en San Juan. Es el recurso del vaticinio, tan antiguo como la cultura andina misma, que
actualmente se presta para juegos, abusos y charlatanería pero que en el contexto de los antiguos rituales
dirigidos por grandes yachaq o sabios parece haber sido muy eficaz para pronosticar el clima del nuevo año
agrícola. 4) Señas éticas observadas celosamente en muchas comunidades son: peleas y pleitos entre
comuneros, abortos, maltrato de niños o ancianos, conducta irrespetuosa porque atrae a las granizadas y a
los vientos fuertes. 5) Señaleros mitológicos, como el zorro, el arcoiris, el sapo, los que son en el fondo
personajes mitológicos o Wak'as, y que dan sus señas con una “garantía mitológica” - es decir: una garantía
wiñaya - “ab-origine” - de modo que estas señas cobran calidad de aviso, diríamos, desde el más-allá, y que
comprometen éticamente al agricultor. Estos señaleros exigen, unos más que otros, el debido respeto y
castigan al insolente y al imprudente que les desprecia o que les atropella, consciente o inconscientemente.
Este tipo de señaleros cobra su autoridad moral por cuanto activan los valores no materiales de la tradición
y movilizan la conciencia ética del agricultor andino.
¿Cómo funcionan las señas mitológicas a nivel empírico? El interés empírico de los señaleros mitológicos y
los mitos que ellos representan se explicaría con un ejemplo tomado de la “etiología” tradicional en la
medicina andina, es decir, de su fase de búsqueda del origen meta-empírico, moral, de un accidente o
enfermedad. “¿Porqué (por qué error moral, se entiende) le pasó esto al paciente?”, se pregunta el yachaq
y le pregunta a la coca, para tener una respuesta segura y con bastante acierto. Esta respuesta puede ser:
por una deuda ritual pendiente a un abuelo difunto en su día, el 1º de noviembre; por olvidarse de un pago
a la Madre Tierra; por el maleficio de una persona enemiga; por un rencor secreto, o una pena arrastrada,
etc. La etiología en la medicina andina lleva a un examen de conciencia y conduce al paciente a un ritual de
perdón y de reintegración moral, con que los remedios empíricos cobran resultados sorprendentes. De
manera similar operan los señaleros mitológicos en la previsión del clima. La lucha por la defensa de la
chacra y los cultivos, vigorizada por las energías morales del agricultor andino que son activadas y
estimuladas por su fe en el mito y el ritual de producción correspondiente, tal lucha resulta indudablemente
exitosa. Estas energías morales son: su creatividad, insistencia, tenacidad, inventividad, asertividad, cariño
por la chacra, la seguridad en su fe; en fin, su empeño total, tanto físico y sicológico, como moral y
espiritual. Otros dirían que las señas mitológicas simplemente le abren “el ojo espiritual”, de modo que
capta con más acierto los secretos y los indicios naturales del clima venidero y lo “adivina” exitosamente; en
otras palabras: un catalizador que activa su clarividencia.
En muchos casos no sería posible decir si una seña como los excrementos y el llanto del zorro o el color del
sapo y su croar pertenecen a una u otra categoría, a uno u otro género de señas distinguidas más arriba. En
la visión andina, todos los seres de la naturaleza y todas las señas son seres vivos; todos están en relación
unos con otros y con las Wak'as, se conversan y nos conversan, de modo que todos tienen, en principio, la
capacidad de ser, en su momento, portavoz de las Wak'as. De ahí que lo más probable es que un señalero
del clima traiga un mensaje empírico y meta-empírico al mismo tiempo, aunque tal vez resalta más uno u
otro aspecto de su mensaje. Hay que tener muy claro que los géneros sugeridos aquí no representan un
recurso de clasificación científica, sino un elemento de juicio práctico para la interpretación plena de las
señas climáticas y para leer y entenderlas según su lectura andina. Señaleros como el sapo o el zorro que
son animales mitológicos muy respetados, avisan con señas interpretables en términos empíricos y meta-
empíricos a la vez.
Con estos antecedentes, recordémonos que la “agrociencia del andino” es una sabiduría, más que una
ciencia. La búsqueda, el interés del campesino andino NO ES: descubrir “leyes naturales” en un afán de
“saber es poder”. Observamos que los conceptos de “leyes” y de “leyes naturales” pertenecen al universo
filosófico occidental su cosmovisión; de ninguna manera aparecen en el pensamiento andino originario y la
pachavivencia del andino. La idea de leyes naturales, como una especie de automatismo o de regularidades
mecánicas de la naturaleza no entra en su visión personalizada de la Sallqa. Sería una ilusión pensar que
también para el andino la vida se encierre en leyes. El no busca conocerlas como recurso para predecir el
clima con precisión científica, para poder manejar la chacra y para manipular los cultivos. El andino observa,
contempla y medita la vida en la naturaleza, se sincroniza y se identifica con ella, para mejor realizar el
sentido de su existencia en la crianza de la vida. Tecnología andina - en definitivo - es una sabiduría: es
saber criar la vida y a la vez saber dejarse criar por la vida.