Lección 32 Academia Profética
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2 Crónicas 18: 5 “Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos
profetas y les preguntó: – ¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad,
o me estaré quieto? Le respondieron: –Sube, porque Dios los entregará
en manos del rey”.
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2 Crónicas 18: 18-22 “Entonces Micaías dijo: –Oíd, pues, palabra de
Jehová: Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de
los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y preguntó Jehová:
“¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot
de Galaad?”. Y el uno decía de una manera, y el otro decía de otra.
Entonces salió un espíritu que se puso delante de Jehová y dijo: “Yo lo
induciré”. Y Jehová le dijo: “¿De qué modo?”. Él respondió: “Saldré y
seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”. Jehová dijo:
“Tú lograrás engañarlo. Anda y hazlo así. Y ahora Jehová ha puesto
espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues Jehová ha
hablado el mal contra ti”.
En este caso específico la voluntad del Eterno era apartar a Acab del
trono de Israel por haber corrompido al pueblo y permitir que fuera en
pos de dioses ajenos, detalle importante de destacar. Es muy probable
si el rey Acab hubiera sido un hombre íntegro difícilmente buscaría el
Señor intentaría engañarlo. Por el contrario, muy probablemente se
dirigiría a él como lo hizo con Abraham cuando estaba por destruir
Sodoma y Gomorra, lugar donde se encontraba su sobrino Lot.
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Génesis 18:17-19 “Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a
hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte y habiendo
de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? pues yo sé que
mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de
Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre
Abraham lo que ha hablado acerca de él”.
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La historia de aquel profeta llegó a oídos de otro profeta experimentado
en la ciudad, quien por una razón desconocida fue al encuentro del
vidente que le había hablado a Jeroboam.
I Reyes 13: 14-22 “Se fue tras el hombre de Dios lo halló sentado debajo
de una encina. –¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? –le
preguntó. –Yo soy –le respondió él. –Ven conmigo a casa y come algo –
le dijo entonces. Pero él respondió: –No podré volver contigo, ni iré
contigo, ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar.
Porque por mandato de Dios me ha sido dicho: “No comas pan ni bebas
agua allí, ni regreses por el mismo camino”. El otro le dijo, mintiéndole:
–Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por
mandato de Jehová, diciendo: “Tráele contigo a tu casa para que coma
pan y beba agua”. Entonces regresó con él y comió pan y bebió agua en
su casa. Cuando estaban sentados a la mesa, aconteció que Jehová
habló al profeta que lo había hecho volver, el cual clamó al hombre de
Dios que había venido de Judá diciendo: «Así dijo Jehová: Por cuanto
has sido rebelde al mandato de Jehová, y no guardaste el mandamiento
que Jehová, tu Dios, te había prescrito, sino que volviste y comiste pan y
bebiste agua en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieras
pan ni bebieras agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus
padres”.
El final del vidente que fue enviado a Jeroboam fue trágico, a pesar de
que de la palabra que traía venía de Dios, su incapacidad de discernir
entre las voces a su alrededor terminó acabando con su ministerio.
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Un ejemplo correcto del discernimiento profético fue el caso del profeta
Nehemías quien al iniciar la obra de reconstrucción de Jerusalén fue
intimidado constantemente por los adversarios del pueblo del Señor.
Llegó a tanto aquel problema, que profetas le fueron enviados para
confundirlo y alejarlo de la visión, que ya el Señor le había dado de
redificar.
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3) Conocimiento de los tiempos:
Tal es el caso de Jesús quien llevó a cabo un acto profético sobre la vida
de Simón cambiándole el nombre por Pedro, que significa piedra (Juan
1:42). En su momento aquella acción de Cristo no fue acompañada de
ninguna explicación, ya que no era el tiempo de revelarlo.
Mateo 16:15-19 “Él les preguntó: –Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: –Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo
de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está
en los cielos. Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. Y a ti te
daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será
atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en
los cielos”.
Solo hasta que Simón, quien ahora se llamaba Pedro, estuvo preparado
espiritualmente para recibir la Palabra fue que Jesús le pudo exponer
porqué le había cambiado el nombre. El Profeta sobre todos los
profetas no solo conoció la profecía que debía ser confesada, también
aprendió a reconocer los tiempos oportunos para exponerla.
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4) Catalización de sueños o visiones proféticas:
Números 12: 6: “Y Jehová les dijo: «Oíd ahora mis palabras. Cuando
haya entre vosotros un profeta de Jehová, me apareceré a él en visión,
en sueños le hablaré”.
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5) Confirmación de la profecía:
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Aunque en apariencia el apóstol Pablo y el Pueblo de Dios fue receptivo
al mensaje hay una parte de la historia que se omite en ese texto, que
ayudará a ampliar el panorama. Para ello hay que regresar en el tiempo
dentro de las Escrituras:
Hechos 20: 22-23 “Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber
lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las
ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y
tribulaciones”.
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