Lección 32 Academia Profética

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LECCIÓN 32

DESARROLLO DEL PROFETA

5 áreas que debe desarrollar un profeta

1) Aprender a encontrar el propósito antes que la profecía:

Un fuerte estigmatización que acompañará permanentemente a un


profeta, es el deber implícito de su oficio: sus profecías deben
cumplirse.

A pesar de ello es importante analizar el tema desde un marco más


amplio. A raíz de la condición humana, esa verdad bíblica muchas veces
se ve alterada, tanto por el que profetiza, como por el que escucha la
profecía.

Por un lado el que recibe la palabra profética se ve sometido a toda


clase de variables a considerar como su estado de ánimo, rumores o
sospechas que haya oído acerca de alguien o algo, su falta de madurez
para pesar una palabra o visión entre muchas otras cosas que pueden
traer contraste una revelación.

En el otro extremo se encuentra el que oye o recibe la profecía, el cual


tiene la esperanza de ver completa esa promesa a través de sus ojos.
Por un tema de naturaleza humana, todos desean que se les cumpla lo
que se les promete, sin embargo, esa perspectiva de inmediatez no es la
que el Señor tiene sobre Sus proyectos. Un excelente ejemplo de ello es
el caso de Abraham.
Génesis 15: 4 – 6 “Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: –No te
heredará este, sino que un hijo tuyo será el que te herede. Entonces lo
llevó fuera y le dijo: –Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si es
que las puedes contar. Y añadió: –Así será tu descendencia. Abram
creyó a Jehová y le fue contado por justicia”.

Aquel hombre partió de la tierra apenas viendo un pequeño asomo de


esa promesa, pudo haber pensado perfectamente que aquello era falso.
Todavía su siguiente generación, Isaac, tampoco pudo ver gran cosa
sobre aquella profecía. A pesar de todo eso en la actualidad para nadie
es un secreto que la profecía se cumplió a través de la nación de Israel.

Lastimosamente la misma ignorancia con respecto a la perspectiva


divina correcta sobre las promesas provoca que al no verse los
resultados anunciados (en un plazo que muchas veces se determina
antojadizamente) se señala una profecía como equivocada, algunos
osan llamar al profeta mentiroso, tachándosele en ocasiones de falso.

Todo este contexto humano nos pone frente a una realidad


incuestionable, las personas a diferencia de Dios son seres falibles,
sensibles a toda clase de errores. Bien describe la Palabra al respecto.

I Corintios 13: 9-10 “En parte conocemos y en parte profetizamos; pero


cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará”.

Al seguir profundizando en el tema de la infalibilidad de un profeta se


pueden encontrar textos interesantes, que añaden elementos para ser
tomados en cuenta a la hora de analizar el asunto. Un ejemplo
sumamente interesante es el caso del profeta Micaías y el rey Acab,
quien motivado por el rey de Judá, Josafat, busca la revelación profética
para decidir si es oportuno o no ir a la batalla.

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2 Crónicas 18: 5 “Entonces el rey de Israel reunió a cuatrocientos
profetas y les preguntó: – ¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad,
o me estaré quieto? Le respondieron: –Sube, porque Dios los entregará
en manos del rey”.

De forma consensuada la compañía profética dijo que el Señor


respaldaría aquella empresa, sin embargo, la historia no terminaría ahí
ya que Josafat insistiría en preguntarle a un profeta más, el cual
terminaría siendo Micaías. Ese último vidente en ser consultado en
principio confirmaría aquella palabra profética que la compañía había
traído.

2 Crónicas 18: 14 “y el rey le dijo: –Micaías, ¿iremos a pelear contra


Ramot de Galaad, o debo desistir? Él respondió: –Subid y seréis
prosperados, pues serán entregados en vuestras manos.

La incredulidad de Acab sobre aquella profecía lo llevó a pedirle


confirmación a Micaías de aquello, ya que él siempre le profetizaba
negativamente. Es entonces que el vidente reacciona contradiciéndose
así mismo y a toda la compañía de profetas, que había hablado antes.

2 Crónicas 18: 16 “Entonces Micaías dijo: –He visto a todo Israel


disperso por los montes como ovejas sin pastor y Jehová ha dicho:
“Estos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa”.

Casi de manera infantil se podría pensar, Micaías cambió


completamente la versión de lo que recientemente declaró. Esa
contradicción lleva a cuestionarse lo siguiente: ¿Porqué Dios provocaría
el error de los profetas? ¿Qué razón motivaría al Espíritu del Señor a
que de la boca de los profetas salgan mentiras? La respuesta la da el
mismo Micaías al ver la insistencia del rey, revelando un proceso
sumamente interesante, que se estaba llevando a cabo en los cielos.

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2 Crónicas 18: 18-22 “Entonces Micaías dijo: –Oíd, pues, palabra de
Jehová: Yo he visto a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de
los cielos estaba a su mano derecha y a su izquierda. Y preguntó Jehová:
“¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot
de Galaad?”. Y el uno decía de una manera, y el otro decía de otra.
Entonces salió un espíritu que se puso delante de Jehová y dijo: “Yo lo
induciré”. Y Jehová le dijo: “¿De qué modo?”. Él respondió: “Saldré y
seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”. Jehová dijo:
“Tú lograrás engañarlo. Anda y hazlo así. Y ahora Jehová ha puesto
espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas; pues Jehová ha
hablado el mal contra ti”.

Lo anterior podría confundir a cualquiera, que carezca de


entendimiento en el área profética. No cabe duda de que resulta
anormal que el propio Dios esté de acuerdo en inducir a error a quienes
supuestamente son Sus mensajeros sobre la tierra.

Esta historia nos permite entender que la profecía siempre será un


canal, no un fin. En otras palabras, la profecía sea cual sea y que
provenga verdaderamente de Dios (aunque como en este caso es
deliberadamente equivocada) siempre perseguirá el cumplimiento de
Su propósito.

En este caso específico la voluntad del Eterno era apartar a Acab del
trono de Israel por haber corrompido al pueblo y permitir que fuera en
pos de dioses ajenos, detalle importante de destacar. Es muy probable
si el rey Acab hubiera sido un hombre íntegro difícilmente buscaría el
Señor intentaría engañarlo. Por el contrario, muy probablemente se
dirigiría a él como lo hizo con Abraham cuando estaba por destruir
Sodoma y Gomorra, lugar donde se encontraba su sobrino Lot.

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Génesis 18:17-19 “Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a
hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte y habiendo
de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? pues yo sé que
mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de
Jehová haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre
Abraham lo que ha hablado acerca de él”.

2) Discernimiento de las voces a su alrededor:

Un verdadero profeta tiene que volverse experto en diferenciar la voz


de Dios, la voz de si mismo, la voz de los hombres y la voz del diablo,
porque de lo contrario, terminara confundiendo al pueblo y lo que es
peor aún, trayendo muerte a su propio ministerio.

Esa capacidad de diferenciar no viene con el conocimiento humano ni


siquiera con los años como creyente, solo se adquiere con una
verdadera vida de íntima comunión con el Espíritu de Dios. Es
importante que un profeta aprenda a conocer primero la voz del
Altísimo para luego saber desechar el resto de voces a su alrededor.

Un vivo ejemplo de lo anterior fue un profeta de la antigüedad quien se


le apareció al rey Jeroboam para desatarle el juicio divino por causa de
su pecado, pero al mismo tiempo recibió la orden del Señor de no volver
por el camino que había llegado ni compartir nada con aquel rey.

I Reyes 13: 8-10: "Pero el hombre de Dios respondió al rey: –Aunque me


dieras la mitad de tu casa no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua
en este lugar. Porque así me está ordenado por mandato de Jehová, que
me ha dicho: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el mismo
camino”. Regresó, pues, por otro camino, y no volvió por el camino por
donde había ido a Bet-el".

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La historia de aquel profeta llegó a oídos de otro profeta experimentado
en la ciudad, quien por una razón desconocida fue al encuentro del
vidente que le había hablado a Jeroboam.

I Reyes 13: 14-22 “Se fue tras el hombre de Dios lo halló sentado debajo
de una encina. –¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? –le
preguntó. –Yo soy –le respondió él. –Ven conmigo a casa y come algo –
le dijo entonces. Pero él respondió: –No podré volver contigo, ni iré
contigo, ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar.
Porque por mandato de Dios me ha sido dicho: “No comas pan ni bebas
agua allí, ni regreses por el mismo camino”. El otro le dijo, mintiéndole:
–Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por
mandato de Jehová, diciendo: “Tráele contigo a tu casa para que coma
pan y beba agua”. Entonces regresó con él y comió pan y bebió agua en
su casa. Cuando estaban sentados a la mesa, aconteció que Jehová
habló al profeta que lo había hecho volver, el cual clamó al hombre de
Dios que había venido de Judá diciendo: «Así dijo Jehová: Por cuanto
has sido rebelde al mandato de Jehová, y no guardaste el mandamiento
que Jehová, tu Dios, te había prescrito, sino que volviste y comiste pan y
bebiste agua en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieras
pan ni bebieras agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus
padres”.

El final del vidente que fue enviado a Jeroboam fue trágico, a pesar de
que de la palabra que traía venía de Dios, su incapacidad de discernir
entre las voces a su alrededor terminó acabando con su ministerio.

Un verdadero profeta debe aprender a vivir por causa de una palabra y


estar dispuesto a darlo todo por ella. Debe desarrollar el discernimiento
de un alto grado, porque de esta habilidad dependerá su propia vida. Al
momento de tomar decisiones, estas no pueden ser consecuencia de sus
emociones o de la presión a su alrededor, sino por causa de lo que el
Eterno ha dicho.

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Un ejemplo correcto del discernimiento profético fue el caso del profeta
Nehemías quien al iniciar la obra de reconstrucción de Jerusalén fue
intimidado constantemente por los adversarios del pueblo del Señor.
Llegó a tanto aquel problema, que profetas le fueron enviados para
confundirlo y alejarlo de la visión, que ya el Señor le había dado de
redificar.

Nehemías 6: 10-14 “Después fui a casa de Semaías hijo de Delaía hijo de


Mehetabel, porque estaba encerrado. Él me dijo: –Reunámonos en la
casa de Dios, dentro del Templo, y cerremos las puertas, porque vienen
a matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. Pero yo le respondí: – ¿Un
hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al
Templo para salvarse la vida? No entraré. Reconocí que Dios no lo había
enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y
Sanbalat lo habían sobornado. Pues fue sobornado para intimidarme,
para que así yo pecara. Ellos aprovecharían esto para crearme mala
fama y desprestigiarme. ¡Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat,
conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de la profetisa
Noadías y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo!”

Un profeta no puede perder la perspectiva correcta por la cual está


haciendo su trabajo. No puede perder de vista el blanco. Cuando el
Eterno le hable a un profeta este debe crear una convicción
incuestionable, al menos en su interior, al respecto porque el enemigo
intentará confundirlo de cualquier manera.

Al momento de revelar un diseño, el profeta, es responsable de la


manifestación (declaración, anuncio, etc.) correcta y plena de ese plan,
de lo contrario, pone en riesgo absolutamente todo. El Señor no trabaja
para cumplimientos parciales, por lo tanto, el profeta debe ser movido
por la misma intención: Traer el diseño completo del Padre celestial a la
tierra.

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3) Conocimiento de los tiempos:

Un profeta maduro no solo aprende a decir lo que ve (a través de


sueños y visiones) o lo que percibe del Espíritu que debe de ser
manifestado, también aprende a conocer los tiempos en los que debe
ser expuesta la palabra a los oídos de los hombres.

Tal es el caso de Jesús quien llevó a cabo un acto profético sobre la vida
de Simón cambiándole el nombre por Pedro, que significa piedra (Juan
1:42). En su momento aquella acción de Cristo no fue acompañada de
ninguna explicación, ya que no era el tiempo de revelarlo.

Jesús, como profeta, pudo ampliarle el panorama a Pedro hasta que su


nivel de revelación llegó al punto suficiente para recibir el resto de la
profecía que se le debía dar a conocer.

Mateo 16:15-19 “Él les preguntó: –Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: –Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo
de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está
en los cielos. Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. Y a ti te
daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será
atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en
los cielos”.

Solo hasta que Simón, quien ahora se llamaba Pedro, estuvo preparado
espiritualmente para recibir la Palabra fue que Jesús le pudo exponer
porqué le había cambiado el nombre. El Profeta sobre todos los
profetas no solo conoció la profecía que debía ser confesada, también
aprendió a reconocer los tiempos oportunos para exponerla.

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4) Catalización de sueños o visiones proféticas:

Una forma a través de la cuál Dios expresa la palabra al profeta para


que sea revelada a los hombres y mujeres es mediante sueños o
visiones que le son compartidos.

Números 12: 6: “Y Jehová les dijo: «Oíd ahora mis palabras. Cuando
haya entre vosotros un profeta de Jehová, me apareceré a él en visión,
en sueños le hablaré”.

A pesar de ello, un verdadero profeta debe cuidar la forma en la que usa


estos recursos para no caer en manipulación al contar sueños ficticios o
aún en adulteración del mensaje divino al usarlos como indirectas. Un
profeta tiene que volverse experto en identificar las características que
posee un sueño profético para distinguirlo de una pesadilla ocasionada
por la indigestión de la cena.

Jeremías 23: 25-29 “Yo he oído lo que aquellos profetas dijeron,


profetizando mentira en mi nombre: “¡Soñé, soñé!”. ¿Hasta cuándo
estará esto en el corazón de los profetas que profetizan mentira, que
profetizan el engaño de su corazón? ¿Con los sueños que cada uno
cuenta a su compañero pretenden hacer que mi pueblo se olvide de mi
nombre, del mismo modo que sus padres se olvidaron de mi nombre a
causa de Baal? El profeta que tenga un sueño, que cuente el sueño; y
aquel a quien vaya mi palabra, que cuente mi palabra verdadera. ¿Qué
tiene que ver la paja con el trigo?, dice Jehová. ¿No es mi palabra como
un fuego, dice Jehová, y como un martillo que quebranta la piedra”.

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5) Confirmación de la profecía:

Debido a la condición humana que ostentan, tanto los profetas como


quienes reciben una palabra, es siempre importante buscar la
confirmación de un mensaje específico del cual no tengamos absoluta
certeza.

Un ejemplo que ayuda a ilustrar perfectamente este aspecto es la vida


de Pablo, quien fue visitado por un profeta: Hechos 21:10-13 “Mientras
nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un
profeta llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de
Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: –Esto dice el Espíritu Santo: “Así
atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo
entregarán en manos de los gentiles”. Al oír esto, le rogamos nosotros y
los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén. Pero Pablo respondió: –
¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy
dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el
nombre del Señor Jesús”.

Pablo curiosamente nunca cuestiona el mensaje del profeta, aunque era


una profecía que iba en contra de su propia integridad, no hizo ningún
aspaviento adverso. Por el contrario, el resto de creyentes aceptó el
mensaje como si fuera totalmente fidedigno, pidiéndole que no
continuara su ruta.

Quien lea este texto aisladamente podría cometer el error de pensar


que todo lo que diga un profeta debe ser aceptado tal cual viene, sin
importar si es negativo o positivo. La tergiversación de un texto como
este junto a tantos otros podría llevar a los creyentes a caer en
maldición voluntariamente aceptando enfermedades, pobreza,
divorcios o muertes sin que sea esa necesariamente la voluntad divina.

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Aunque en apariencia el apóstol Pablo y el Pueblo de Dios fue receptivo
al mensaje hay una parte de la historia que se omite en ese texto, que
ayudará a ampliar el panorama. Para ello hay que regresar en el tiempo
dentro de las Escrituras:

Hechos 20: 22-23 “Ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén sin saber
lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las
ciudades me da testimonio de que me esperan prisiones y
tribulaciones”.

Queda claro que Pablo ya había tenido múltiples confirmaciones acerca


de aquella profecía que le anunciaba la cárcel, lo cual nos lleva a
entender la importancia de pedirle al Espíritu Santo antes de cualquier
decisión trascendental para nuestra vida, Su confirmación sobre
cualquier profecía para tener la absoluta certeza en que es el designio
divino y no un error del profeta o de nuestros propios deseos.

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