Cuento 1
Cuento 1
Cuento 1
calidez especial y el aire estaba impregnado del aroma de pinos y flores silvestres, vivía
un joven llamado Tomás. Era conocido por su espíritu curioso y su deseo de explorar
los misterios que el mundo tenía para ofrecer. Desde niño, Tomás había sentido una
atracción inexplicable hacia los bosques que rodeaban su hogar, como si algo antiguo y
poderoso lo estuviera llamando.
Tomás, fascinado por estas historias, pasaba horas en la biblioteca local, investigando
antiguos manuscritos y escuchando con atención las narraciones de los más viejos del
pueblo. Pero había una leyenda en particular que siempre había capturado su
imaginación: la del Árbol de la Vida. Según la leyenda, este árbol era el corazón del
bosque, un ser viviente que conectaba el mundo de los humanos con el de los espíritus.
Sus raíces se extendían por todo el valle, y su savia contenía el poder de la vida misma.
Una noche, mientras Tomás leía un viejo libro en su pequeña habitación, encontró un
mapa olvidado entre las páginas. El mapa mostraba el bosque que rodeaba Valleverde,
pero había algo diferente en él. En el centro del bosque, donde según él no había nada
más que árboles y ríos, se dibujaba un gran círculo marcado con un símbolo que Tomás
no reconocía. Intrigado, decidió que al amanecer iría a investigar.
La mañana siguiente, con una mochila llena de provisiones y el mapa en mano, Tomás
se adentró en el bosque. Los árboles, altos y antiguos, se alzaban sobre él como gigantes
vigilantes. El crujido de las hojas bajo sus pies y el suave murmullo del viento entre las
ramas creaban una melodía natural que lo acompañaba en su viaje. A medida que
avanzaba, se dio cuenta de que el bosque parecía diferente. Los colores eran más vivos,
y había una sensación en el aire que no podía describir, como si el tiempo mismo se
hubiera detenido.
Después de varias horas de caminar, Tomás llegó al lugar marcado en el mapa. Lo que
encontró lo dejó sin aliento. En medio de un claro, donde la luz del sol parecía
concentrarse en un haz dorado, se erguía un árbol majestuoso. Era el árbol más grande
que Tomás había visto en su vida, con un tronco tan ancho que diez hombres no podrían
abrazarlo completamente. Sus hojas eran de un verde brillante, y su corteza estaba
adornada con símbolos antiguos que parecían brillar con una luz propia.
Mientras se acercaba, sintió una energía poderosa emanando del árbol. Cerró los ojos y,
por un momento, pudo escuchar los latidos de su propio corazón, sincronizados con el
ritmo del árbol. De repente, una voz profunda y serena resonó en su mente.
"Bienvenido, Tomás", dijo la voz. "He esperado mucho tiempo por alguien como tú".
Tomás, asombrado, intentó hablar, pero las palabras se le escapaban. "No tengas
miedo", continuó la voz. "Soy el Guardián del Bosque, y este es el Árbol de la Vida.
Nuestro destino está entrelazado con el tuyo".
El Guardián explicó que el bosque y el árbol estaban en peligro. A medida que los
humanos se expandían y destruían la naturaleza, el equilibrio del mundo se estaba
rompiendo. El Árbol de la Vida, que una vez había florecido con fuerza, ahora estaba en
peligro de marchitarse. Si el árbol moría, todo el valle y las criaturas que habitaban en él
también perecerían.