Worlorn
Worlorn
Worlorn
>>El planeta vagabundo, la esfera errante, el paria de la creación: Worlorn es todas esas cosas.
Hace eones que cae, solo y sin rumbo, a través de los fríos y solitarios espacios interestelares.
Sus cielos desolados han visto generaciones de estrellas sucediéndose unas a otras en suntuosos
enjambres sin pertenecer a ninguna de ellas. Worlorn es un mundo autosuficiente en, y para sí
mismo. En cierto sentido ni siquiera forma parte de la galaxia; sin itinerario fijo, surca el
plano galáctico como un clavo al atravesar la tabla de una mesa redonda. No forma parte de nada.
Pero la nada está a su alrededor.
>>En el alba de la historia humana, este planeta errante atravesó una nube de polvo interestelar
que cubría una región minúscula cerca del borde superior de la gran lente de la galaxia. Más
allá flotaba un puñado de estrellas, no más de treinta. Después el vacío, una noche vastísima
y desconocida. Allí, mientras caía por esa zona fronteriza, el mundo errante bogó entre nacion-
es devastadas. Primero lo descubrieron los humanos de la Tierra, en plena fiebre de embriaguez
expansiva, cuando el Primer Imperio de la Vieja Tierra aún intentaba gobernar a todos los mundos
a través de abismos inmensos e imposibles. Un bombardero llamado Mao Tse-tung, averiado durante
una misión contra los hranganos, con los tripulantes muertos en sus puestos y los motores
encendiéndose y apagándose alternativamente, fue la primera nave humana que traspasó el Velo del
Tentador.
>>El Mao era una ruina sin aire, repleta de cadáveres grotescos que se contoneaban por los
corredores y una vez por siglo chocaban contra los tabiques; pero las computadoras a bordo aún
funcionaban y cumplían obstinadamente con sus ritos, escrutando atentamente el espacio, y cuando
el planeta sin nombre pasó a pocos minutos-luz de la nave fantasma, quedó registrado en sus
mapas. Casi siete siglos más tarde un carguero de Tóber tropezó con el Mao Tse-tung y con ese
registro. Por entonces no era novedad; ese mundo ya había sido redescubierto.
Quien lo descubrió por segunda vez fue Celia Marcyan, cuyo Perseguidor de Sombras circunvoló el
planeta un día entero, durante la generación del Interregno que siguió al Colapso. Pero el
planeta errante no tenía nada que pudiera interesar a Celia; sólo una roca, y hielo, y una noche
interminable. De modo que ella siguió su camino poco después. Sin embargo, sentía afición por
los nombres, y antes de partir bautizó a ese mundo; lo llamó Worlorn, y nunca dijo por qué ni
qué significaba. Y Worlorn le quedó. Y Celia partió hacia otros mundos y otras historias.
Algunos dicen que Tomo y Walberg fueron los primeros en desembarcar en Worlorn, en el 397 T.E.,
mientras acometían la trasnochada empresa de atravesar la galaxia. ¿Cierto? Probablemente no. No
hay mundo humano que no tenga su anécdota sobre Tomo y Walberg, pero la Señorita Soñadora no
regresó jamás..., y nadie puede saber dónde desembarcaron.
>>Los contactos visuales posteriores fueron más realistas y menos legendarios. Worlorn,
vagabundo, inútil y sólo marginalmente interesante, se transformó en un lugar común en las cartas
estelares del Confín, ese puñado de mundos escasamente colonizados entre los gases brumosos del
Velo del Tentador y el Gran Mar Negro. Luego, en el 846 T.E., un astrónomo de Wolfheim se dedicó
a estudiar sistemáticamente a Worlorn, y por primera vez alguien se tomó la molestia de atar
todos los cabos sueltos. Entonces las cosas cambiaron. El nombre del astrónomo lobuno era Ingo
Haapala, y salió de su sala de computación visiblemente excitado, algo frecuente en las gentes
de Wolfheim. Pues Worlorn iba a tener un día, un día largo y brillante. La constelación llamada
La Rueda de Fuego ardía en los cielos de todos los mundos exteriores. El centro de la formación
era la supergigante roja, el Cubo de la Rueda, el Ojo del Infierno, el Gran Satanás..., tenía
muchos nombres. En órbita alrededor de ella, equidistantes, cuidadosamente dispuestas como seis
canicas de llama roja rodando por el mismo surco estaban las otras: los Soles Troyanos, los Hijos
de Satanás, la Corona del Infierno. Los nombres no importaban. Lo que importaba era la Rueda
misma, el enorme amo rojo al que seis estrellas amarillas de tamaño mediano rendían homenaje: el
sistema estelar múltiple más desconcertante, y curiosamente el más estable, que se había
descubierto hasta entonces. La Rueda fue un suceso pasajero, un nuevo misterio para la humanidad
ahíta de los viejos misterios. En los mundos más civilizados, los científicos propusieron teorías
para explicarla; más allá del Velo Tentador, se organizó un culto religioso, y hombres y mujeres
hablaban de una raza extinguida de ingenieros estelares que habían desplazado soles enteros para
erigirse un monumento a ellos mismos. Tanto la especulación científica como la adoración
supersticiosa se propagaron febrilmente varias décadas y progresivamente perdieron impulso; poco
después el asunto cayó en el olvido. El vargr Haapala anunció que Worlorn se desplazaría una vez
alrededor de la Rueda de Fuego, trazando una hipérbole lenta y ancha, sin entrar realmente en
el sistema pero acercándose bastante; cincuenta años de sol; luego se internaría nuevamente
en las tinieblas del Confín, más allá de las Estrellas Últimas, para perderse en el Gran Mar
Negro del vacío intergaláctico. Eran los tiempos turbulentos en que Alto Kavalaan y los otros
mundos exteriores saboreaban por primera vez la soberbia, y ansiaban encontrar un lugar en las
descalabradas historias de la humanidad. Y todos saben lo que ocurrió. La Rueda de Fuego siempre
había sido la gloria de los mundos exteriores, pero hasta el momento había sido una gloria
estéril, sin planetas. Mientras Worlorn se aproximaba a la luz, hubo un siglo de tormentas: años
de hielo derretido y actividad volcánica y terremotos. Una atmósfera helada despertó
paulatinamente a la vida, y vientos devastadores aullaron como niños monstruosos. La gente de
los mundos exteriores afrontó y combatió estos fenómenos. Los terraformadores vinieron de Tóber-
en-el-Velo, los ingenieros climáticos de Oscuralba, y también acudieron equipos de Wolhfeim y
Kimdiss y di-Emerel y el Mundo del Océano Blackwine. Los hombres de Alto Kavalaan lo supervisaron
todo, pues Alto Kavalaan se atribuía la propiedad del planeta errante. La lucha duró más de un
siglo, y los que murieron son casi un mito para los hijos del Confín. Pero finalmente Worlorn
fue pacificado. Entonces se fundaron ciudades, y extraños bosques florecieron bajo la luz de la
Rueda, y se soltaron animales para dar vida al planeta.
>>En el 1005 T.E. se inauguró el Festival de la Luz. El Gran Satanás llenaba un cuarto de cielo,
rodeado del esplendor de sus hijos. Ese primer día los toberianos hicieron brillar el estrato-
escudo, de modo que las nubes y la luz solar se diluían en diseños caleidoscópicos. Transcurrieron
los días y llegaron las naves. Desde todos los mundos exteriores, y desde mundos más remotos: de
Tara y Daronne, al otro lado del Velo; de Avalon y el Mundo de Jamison, de lugares tan distantes
como Nueva Ínsula y Viejo Poseidón, y de la misma Vieja Tierra. Durante cincuenta años Worlorn
se acercó al perihelio, durante cincuenta años se alejó.
En el 1105 T.E. el Festival terminó. Worlorn entró en el crepúsculo y se desplazó hacia la noche.