La Marquesa de Larkspur Lotion Edith

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La marquesa de Larkspur Lotion

Una habitación pobremente amueblada en el barrio francés de Nueva Orleans. No


tiene ventanas, ya que es un cubículo separado de otros semejantes por tabiques
artificiales. Un pequeño tragaluz inclinado deja pasar la escasa y deprimente luz de las
últimas horas de la tarde. Hay un armario alto, negro, con lunas rotas en las puertas,
una bombilla eléctrica oscilante, una cómoda negra y carente de elegancia, una
horrible estampa de un santo y, encima de la cama, un escudo de armas en un marco.

La SRA. HARDWICKE-MOORE es una mujer de cuarenta años, teñida de rubio, está


sentada en el borde de la cama en actitud pasiva, como si no se le ocurriera nada
mejor que hacer.
Se oye un golpe seco en la puerta.
SRA. HARDWICKE-MODRE
(En un tono agudo, afecta-do):
- ¿Quién es, por favor?
SRA. WIRE
(Desde fuera, bruscamente):
- ¡Soy yo!
(Con una expresión momentánea de terror en la cara, la SRA. HARDWICKE-
MOORE se levanta muy tiesa)

SRA, HARDWICKE-MOORE: - ¡Oh... Señora Wire. Pase.


(Entra la patrona, una mujer de unos cincuenta años, gruesa y desaliñada.) SRA,
HARDWICKE-MOORE: - Precisamente iba a pasar por su habitación para hablar con
usted.
SRA. WIRE: - ¿Si? ¿De qué?
SRA. HARDWICKE-MOORE (Con una sonrisa forzada)
Mire sra Wire, lamento decirle que no creo que estas cucarachas sean los compañeros
de cuarto más gratos, ¿y usted?
SRA. WIRE: Cucarachas, ¿ eh?
SRA. HARDWICKE-MOORE: 51, exactamente. No es que haya tenido muchos contactos
con cucarachas en mi vida, pero las pocas que había visto hasta ahora eran pedestres,
de las que andan. ¡ Es-tas, señora Wire, son cucarachas voladoras! Me quedé
asombrada, en realidad me quedé literalmente pasmada cuando una de ellas despegó
mi cara. Señora Wire, me senté en el borde de esa cama y lloré, i tan horrorizada y
asqueada me sentía. ¡Imaginese. ¡Cucarachas vola-doras, algo que nunca se me ocurrió
que exis-tiera, zumbando y dando vueltas a mi alrede-dor! Mire, señora Wire, quiero
que sepa...
SRA. WIRE (Interrumpiéndola): Las cucarachas voladoras no tienen nada de extraño.
Las hay en todas partes, incluso en el barrio elegante las tienen. Pero no era eso lo que
yo quería...
ISRA. HARDWICKE-MOORE (Interrumpiéndola): Es po-sible, señora Wire, pero yo
también puedo decirle que me horrorizan las cucarachas, incluso las simples
cucarachas tradicionales, las pedestres; y en cuanto a este otro tipo, las quet vuelan...
Si be de quedarme aqui, estás cucarachas voladoras ban de desaparecer, y han de
desaparecer inmediatamentel
SRA. WIRE: ¿Cómo voy a impedir yo que las cu. carachas voladoras entren por las
ventanas?
Pero no es eso lo que yo...
SRA. HARDWICKE-MOORE (Interrumpiéndola): Yo no sé cómo, señora Wire, pero tiene
que haber un procedimiento. Lo único que sé. es que tienen que desaparecer antes de
que yo pase aqui una noche más, señora Wire. ¡ Oiga, si me despierto por la noche y
me encuentro una en la cama me dara un ataque; le juro que, sencillamente, me
moriré de convulsiones!
SRA. WIRE: Perdóneme que le diga, señora Hard-wicke-Moore, que es mucho más
probable que se muera usted de beber demasiado que de convulsiones provocadas
por cucarachas. (Coge una botella de la cómoda.) ¿Qué es esto?
¡Larkspur Lotion! ¡ Vaya!
SRA. HARDWICKE-MOORE (Enrojeciendo): Lo uso para quitarme el esmalte de las uñas.
SRA, WIRE: ¡Muy delicada, sí!
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¿Qué quiere usted decir?
SRA. WIRE: No hay una casa vieja en el barrio que no tenga cucarachas.
SRA. HARDWICKE-MOORE: Pero no en cantidades tan enormes, ¿no? ¡Le aseguro que
esta habitación está realmente infestada!
SRA. WIRE: No hay que exagerar. Y, a propósito, no me ha pagado usted todavía el
resto del alquiler de esta semana. No pretendo cambiar de conversación, pero sí
necesito cobrar ese di-
пего.
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡Le pagaré el resto del alquiler tan pronto como haya
acabado usted con las cucarachas!

SRA WIRE: Tendrá usted que pagármelo ahora mismo o marcharse.


)SRA. HARDWICKE-MOORE: 1 Estoy decidida a marchar-
me si no se van las cucarachas!
SRA. WIRE: Entonces márchese y deje de hablar
de ellas.
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡ Debe usted haber perdido el juicio, no puedo marcharme
ahora mismo!
SRA. WIRE: ¿Entonces a qué viene lo de las cuca-rachas?
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡ Viene a lo que ya le he
dicho, que no creo que sean los seres más indicados para compartir con ellos un
cuarto!
SRA. WIRE: ¡ De acuerdo! ¡No lo comparta! ¡ Haga la maleta y múdese a otro sitio
donde no haya cucarachas!
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¿Quiere usted decir que
insiste en tener cucarachas?
5 SRA. WIRE: No, lo que quiero decir es que insisto en que me pague usted el alquiler
que me, debe.
SRA. HARDWICKE-MOORE: Ahora mismo es imposible.
ZERA. WIRE: Imposible, ¿ eh?
ASRA. HARDWICKE-MOORE: Sí, y le diré por qué. No me han girado todavía la suma
que trimestralmente me manda la persona que regenta la plantación de caucho. Hace
ya varias semanas que la estoy esperando, pero según la carta que recibí esta mañana
parece que ha habido un pequeño error en los impuestos del año pasado y...
ISRA. WIRE: ¡Oh, basta ya! ¡Otra vez la maldita plantación de caucho! ¡La plantación de
caucho del Brasil! ¿Cree usted que en los diecisiete años que llevo en este negocio no
he aprendido nada sobre las mujeres de su clase?
DSRA. HARDWICKE-MOORE (Muy tiesa): ¿ Qué insinúa
usted?
BRA. WIRE: Supongo que los hombres que recibe
SRA WIRE: Tendrá usted que pagármelo ahora mismo o marcharse.
)SRA. HARDWICKE-MOORE: 1 Estoy decidida a marchar-
me si no se van las cucarachas!
SRA. WIRE: Entonces márchese y deje de hablar
de ellas.
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡ Debe usted haber perdido el juicio, no puedo marcharme
ahora mismo!
SRA. WIRE: ¿Entonces a qué viene lo de las cuca-rachas?
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡ Viene a lo que ya le he
dicho, que no creo que sean los seres más indicados para compartir con ellos un
cuarto!
SRA. WIRE: ¡ De acuerdo! ¡No lo comparta! ¡ Haga la maleta y múdese a otro sitio
donde no haya cucarachas!
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¿Quiere usted decir que
insiste en tener cucarachas?
5 SRA. WIRE: No, lo que quiero decir es que insisto en que me pague usted el alquiler
que me, debe.
SRA. HARDWICKE-MOORE: Ahora mismo es imposible.
ZERA. WIRE: Imposible, ¿ eh?
ASRA. HARDWICKE-MOORE: Sí, y le diré por qué. No me han girado todavía la suma
que trimestralmente me manda la persona que regenta la plantación de caucho. Hace
ya varias semanas que la estoy esperando, pero según la carta que recibí esta mañana
parece que ha habido un pequeño error en los impuestos del año pasado y...
ISRA. WIRE: ¡Oh, basta ya! ¡Otra vez la maldita plantación de caucho! ¡La plantación de
caucho del Brasil! ¿Cree usted que en los diecisiete años que llevo en este negocio no
he aprendido nada sobre las mujeres de su clase?
DSRA. HARDWICKE-MOORE (Muy tiesa): ¿ Qué insinúa
usted?
BRA. WIRE: Supongo que los hombres que recibe
(El cuello tenso de convicción, la cabeza echada hacia atrás)
ESCRITOR: ¿ Y qué si no hay ningún rey del cau. cho en su vida? ¿Tiene que haber reyes
del caucho en su vida? ¿Se le ha de reprochar que necesite compensar las crueles
deficiencias de la realidad con el ejercicio de un poco de ima-ginación...? ¿Cómo
diré?... ¿Dada por Dios?
SRA. HARDWICKE-MOORE (Echándose boca abajo en la cama una vez más): ¡No, no,
no, no! ¡No es... imaginación!
SRA. WIRE: ¡Le ruego que haga el favor de dejar de espetarme pomposos discursos!
¡Usted con su obra maestra de setecientas ochenta páginas corre parejas con la
marquesa de Larkspur, Lo-tion en cuanto al uso de la imaginación!
ESCRITOR (Con voz fatigada): Ah, muy bien, ¿y qué? Suponga que no existe ninguna
obra maestra de setecientas ochenta páginas. (Cierra los ojos y se toca la frente.)
¡Suponga que no existe obra ninguna! ¿Qué le parece, señora Wire?
¡Que sólo hay unas cuantas, muy pocas, páginas sin valor, mal escritas, en el fondo de
mi viejo baúl!... ¡Suponga que yo quise ser un gran artista, pero que me faltó energía y
capaci-dad. ¡ Suponga que mis libros no tuvieron capítulo hnal, que incluso mis versos
languidecieron incompletos! ¡ Suponga que los telones de mi exaltada fantasía se
alzaron sobre dramas magníficos, pero que las candilejas se apagaron antes de caer el
telón! ¡Suponga que todas estas tristes cosas son ciertas! iX suponga que yo - dando
traspiés de bar en bar, de copa en copa, hasta caer finalmente en el colchón infestado
de piojos de este burdel—, suponga que yo, para hacer soportable esta pesadilla
mientras tenga que seguir siendo su impotente pro-tagonista, suponga
que yo la adorno,

La ilunino, la sublimo! ¡Con sueños y, ficciones y fantasías!* ¡ Como la existencia de


una obra maestra de setecientas ochenta páginas inmi-libros de poemas en manos de
los editores, que sólo esperan unas firmas para ser publicados!
¡Suponga que vivo en este mundo de piadosa ficción! ¿Qué satisfacción puede
procurarle a usted, buena mujer, hacerlo pedazos, aplastar-lo, decir que es mentira?
¡ Escuche lo que le digo! ¡No hay más mentiras que las que mete en la boca la mano
nudosa de la necesidad, el trio puño de hierro de la miseria, señora Wire!
¡Así que yo soy un embustero, sí! ¡Pero su mundo está edificado sobre una mentira, su
mundo es una espantosa construcción hecha de mentiras! ¡ Mentiras, mentiras!...
¡ Ahora estoy cansado y ya he dicho lo que tenía que decir, y no tengo dinero para
pagarle, de modo que márchese y deje en paz a esta mujer! Déjela sola. ¡Vamos,
váyase, fuera!
(La empuja firmemente haciéndola salir)
SRA. WIRE (Gritando desde fuera): ¡ Mañana por la mañana! ¡O pagan o se van! Los
dos. ¡ Jun-tos! ¡La obra maestra de setecientas ochenta páginas y la plantación de
caucho del Brasil!
¡ Pamplinas!
(Lentamente, el escritor fracasado y la mujer fracasada se afrontan. A través de la
claraboya la luz disminuye, agrisándose. El ESCRITOR extiende lenta y rígidamente sus
brazos en un gesto de impotencia)
SRA. HARDWICKE-MOORE (Volviéndose para evitar su mirada): ¡Cucarachas! ¡Por
todas partes! ¡i Por las paredes, por el techo, por el suelo! ¡Lo llenan todo!
ESCRITOR (Con dulzura): Lo sé. Supongo que n
había cucarachas en la plantación de caucho
del Brasil.
SRA. HARDWICKE-MOORE (Animándose): No, claro que no. Todo estaba siempre
inmaculado, siem-pre. Inmaculado. ¡Los suelos estaban tan limpios y lustrosos que
brillaban como espejos!
ESCRITOR: Ya. ¡Y las ventanas... supongo que se abrían sobre un hermoso paisaje!
SRA. HARDWICKE-MOORE: ¡ Indescriptiblemente her-
• moso!
ESCRITOR: ¿ Estaba muy lejos del Mediterráneo?
SRA. HARDWICKE-MOORE (Insegura): ¿Del Medite-rráneo? ¡Una milla o dos tan sólo!
ESCRITOR: En una mañana muy clara me atrevería a decir que era posible distinguir los
blancos acantilados calcáreos de Dover..., al otro lado del canal, ¿ verdad?
-SRA. HARDWICKE-MOORE: Sí, en un día muy claro, sí.
(El ESCRITOR le pasa en silencio una botella pe-
quella e whisky Gracia alovich Chéjov!
SRA. HARDWICKE-MOORE (Sonriendo con un resto de coquetería):
¡Gracias, señor Chéjov!

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