Entre 1895 y 1930
Entre 1895 y 1930
Entre 1895 y 1930
sentaron las bases del país moderno. Este período abarcó los últimos años de la República Aristocrática y el
surgimiento de nuevos movimientos sociales y políticos, en un contexto de tensiones entre la modernización y la
preservación de estructuras tradicionales. Para entender cómo estos cambios y permanencias influyeron en la
conformación del Perú actual, es esencial analizar las características fundamentales de este período.
Uno de los cambios políticos más notables de este período fue el fin del militarismo caudillista y la consolidación del
poder civil, especialmente con la llegada al poder de Nicolás de Piérola en 1895, quien marcó el inicio de la llamada
*República Aristocrática*. Este régimen estuvo dominado por la élite oligárquica, que controlaba la política y la
economía del país, y se mantuvo hasta aproximadamente 1919. Sin embargo, con el ascenso de Augusto B. Leguía y
su "Patria Nueva" en 1919, el Perú experimentó un cambio significativo hacia un modelo de gobierno más
centralizado y autoritario. Leguía buscó modernizar el país a través de reformas institucionales y grandes proyectos
de infraestructura, aunque su régimen se caracterizó por el uso del poder para consolidarse en el poder y la
represión de la oposición.
El surgimiento de nuevos actores políticos, como los movimientos sindicales y los primeros partidos políticos
modernos, también fue un cambio crucial. La *creación del APRA* en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre marcó un
punto de inflexión en la política peruana, con la aparición de un discurso populista, antiimperialista y de
reivindicación de las clases trabajadoras y campesinas. De esta manera, se empezó a gestar un sistema político más
pluralista, aunque la élite continuó ejerciendo un poder considerable.
Pese a los cambios mencionados, algunas estructuras políticas permanecieron intactas. La oligarquía terrateniente,
especialmente en la costa, continuó siendo un actor clave en la vida política del país, manteniendo su influencia a
través de su control económico y sus conexiones con el poder político. La concentración del poder en Lima y el
centralismo continuaron siendo una característica fundamental del país, un problema que aún se observa en el Perú
moderno, donde la distribución del poder y los recursos sigue siendo desigual.
Además, la falta de inclusión real de las poblaciones indígenas y rurales en la política nacional fue una permanencia
notable. Aunque hubo intentos de modernización y reformas agrarias incipientes, el poder político permaneció en
manos de las élites urbanas, particularmente de Lima, mientras que la mayoría de la población indígena seguía
marginada.
En términos económicos, el período de 1895 a 1930 se caracterizó por la expansión del *capitalismo exportador*. El
auge de productos como el azúcar y el algodón en la costa, y el caucho en la Amazonía, impulsó la economía peruana
hacia una mayor integración en el mercado mundial. El crecimiento de las exportaciones fue acompañado por la
llegada de inversiones extranjeras, especialmente británicas y estadounidenses, lo que contribuyó al desarrollo de
infraestructura como los ferrocarriles, así como a la modernización de los puertos y otros sectores estratégicos.
Sin embargo, este modelo de crecimiento tuvo profundas limitaciones. El desarrollo económico fue desigual,
beneficiando principalmente a las regiones costeras y dejando de lado a la sierra y la selva, perpetuando así las
divisiones internas del país. Además, la dependencia del capital extranjero y de un número limitado de productos de
exportación hizo a la economía peruana extremadamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional,
un fenómeno que se repitió en décadas posteriores y sigue siendo un desafío en la economía peruana de hoy.
A pesar de la modernización económica en algunas áreas, muchas de las estructuras económicas tradicionales
persistieron. La *concentración de la propiedad de la tierra* en pocas manos, particularmente en la costa, continuó
siendo una característica central del Perú rural, mientras que en la sierra predominaba el latifundio y el trabajo semi-
servil de las comunidades indígenas. Este patrón de desigualdad en la distribución de la tierra no fue
significativamente alterado hasta las reformas agrarias de las décadas de 1960 y 1970.
Además, la economía seguía siendo altamente dependiente de las exportaciones de materias primas, un modelo
que, con ciertas variaciones, continúa siendo predominante en el Perú actual, con la minería ocupando un lugar
central en la economía del país.
Socialmente, este período vio el surgimiento de una *clase media urbana* y la consolidación de un *proletariado* en
las ciudades, especialmente en Lima. El crecimiento urbano y la expansión de la educación fueron factores clave en la
formación de una nueva conciencia social. A medida que las ciudades crecían y las fábricas se multiplicaban, los
trabajadores comenzaron a organizarse, dando lugar a los primeros movimientos sindicales y huelgas, como las
protagonizadas por los trabajadores ferroviarios y textiles en las primeras décadas del siglo XX.
Asimismo, el aumento de la migración interna, especialmente de las zonas rurales a las urbanas, comenzó a modificar
la composición social del país, preparando el terreno para una mayor integración de las diversas regiones del Perú en
el siglo XX.
A pesar de estos cambios, muchas jerarquías sociales tradicionales permanecieron. La marginación de las
poblaciones indígenas y campesinas siguió siendo una constante, así como la estructura racial y de clase que
colocaba a las élites criollas y mestizas por encima de los sectores rurales e indígenas. Este esquema de exclusión,
aunque se ha transformado a lo largo del tiempo, sigue presente en la sociedad peruana actual, donde las divisiones
sociales y económicas a menudo tienen una correlación con el origen étnico y la ubicación geográfica.
En resumen, el período entre 1895 y 1930 fue fundamental para el desarrollo del Perú contemporáneo, ya que los
cambios en la política, la economía y la sociedad durante esos años siguen influyendo en las dinámicas y desafíos que
enfrenta el país en la actualidad.
El período entre 1895 y 1930 en el Perú fue clave en la transformación del país en aspectos políticos, económicos y
sociales, con el establecimiento del Estado oligárquico. Este periodo incluye la presidencia de Nicolás de Piérola, la
llamada "República Aristocrática", y el gobierno de Augusto B. Leguía, con su "Patria Nueva". A continuación, te
detallo los cambios y las permanencias clave:
Cambios políticos
Estabilidad política inicial: Tras la Guerra del Pacífico y la guerra civil de 1894, la elección de Nicolás de Piérola en
1895 marca el inicio de una etapa de relativa estabilidad. Piérola instauró una reforma constitucional que limitó el
poder del ejército en la política, fortaleciendo las instituciones civiles.
Control oligárquico: Durante este período, el poder político estaba en manos de una élite aristocrática,
principalmente de Lima y las regiones costeras, vinculada a la agroexportación. Los partidos políticos, como el Partido
Civil y el Partido Demócrata, estaban dominados por esta clase.
Reformas del Estado: Leguía, en su segundo gobierno (1919-1930), rompió con la oligarquía tradicional y estableció
un régimen más centralizado, autoritario y populista. Reformó la Constitución en 1920 para establecer un Estado más
intervencionista, promovió la modernización del país y limitó el control político de la élite terrateniente costeña.
Política exterior y concesiones: En el plano internacional, firmó tratados importantes como el Tratado Salomón-
Lozano con Colombia (1922) y el Tratado de Lima con Chile (1929), que resolvieron disputas fronterizas.
Cambios económicos
Dependencia externa: La economía era dependiente del capital extranjero, principalmente británico, que financiaba
ferrocarriles, infraestructura y sectores extractivos. La oligarquía costeña, dueña de grandes haciendas, controlaba
esta economía.
Deuda externa: Sin embargo, esta modernización también provocó un aumento de la deuda externa y una mayor
dependencia de los préstamos internacionales, lo que llevaría a la crisis económica que siguió al crack bursátil de
1929.
Cambios sociales
Exclusión social: A pesar de la modernización y las reformas, la estructura social seguía siendo profundamente
desigual. La población rural indígena y campesina, que representaba la mayoría de la población, estaba marginada y
sin acceso a derechos políticos.
Inmigración europea: En la década de 1890, hubo un esfuerzo por atraer inmigración europea, especialmente italiana
y china, para trabajar en las plantaciones de la costa, lo que introdujo nuevos elementos en la composición social del
país.
Nacionalismo e indigenismo:
Movimientos sociales: Durante el gobierno de Leguía, hubo un despertar de movimientos sociales, especialmente en
los sectores indígenas y obreros. El auge del indigenismo, con intelectuales como José Carlos Mariátegui, y la
organización de sindicatos y movimientos campesinos comenzaron a cuestionar la hegemonía de la élite costeña y el
modelo oligárquico.
Ley de Conscripción Vial (1920): Esta ley obligaba a los campesinos a realizar trabajos forzados en la construcción de
carreteras, lo que provocó rebeliones campesinas y tensiones sociales.
Permanencias
A pesar de los esfuerzos de Leguía por reformar el país, las oligarquías regionales y la élite terrateniente costeña
mantuvieron gran parte del control económico y social, especialmente en las haciendas agrícolas.
Entre 1895 y 1930, Perú vivió importantes cambios políticos, económicos y sociales que ayudaron a moldear su
camino hacia la modernidad, aunque también hubo elementos que se mantuvieron sin cambios, limitando un avance
más justo. El gobierno de Leguía, conocido como el oncenio, y la consolidación del Estado oligárquico son puntos
clave de este periodo. En este ensayo, se analizará cómo estas transformaciones afectaron la identidad peruana y las
estructuras sociales, y si realmente contribuyeron a una mayor inclusión social o mantuvieron la exclusión existente.
A lo largo de este período, el Perú siguió siendo una economía dependiente de la exportación de materias primas y
capitales extranjeros, una característica que ha marcado su historia económica hasta hoy.
Centralismo y regionalismo: Las tensiones entre Lima y las provincias, derivadas del control político y económico de
la élite limeña durante este periodo, han dejado una huella en el Perú contemporáneo, donde el centralismo sigue
siendo un tema clave.
Desigualdad social y económica: Las profundas desigualdades sociales entre la élite costeña y las comunidades
rurales indígenas han sido una constante en la historia del Perú. Aunque ha habido mejoras, muchas de estas
desigualdades persisten hoy, especialmente en términos de acceso a servicios básicos, educación y oportunidades
económicas.
Inversión extranjera y dependencia económica: La relación de dependencia económica del capital extranjero que se
consolidó en esta etapa sigue presente. Hoy, la inversión extranjera es clave en sectores como la minería y las
infraestructuras.
Legado político y social: El periodo entre 1895 y 1930 sentó las bases del sistema político y social peruano, con
tensiones entre la modernización impulsada desde arriba y las demandas sociales y populares que emergían desde
abajo. Movimientos sociales como el indigenismo y las luchas campesinas de esa época inspiraron futuros
movimientos de reivindicación de derechos.
Este periodo es esencial para entender cómo la consolidación de un Estado oligárquico, junto con reformas
puntuales, influyó en la conformación del Perú moderno, tanto en sus desafíos como en sus logros.
A lo largo de este periodo, la búsqueda de una identidad nacional fue un tema central. La "peruanidad" se debatió
desde dos frentes: el nacionalismo negativo, que excluía a sectores indígenas y afroperuanos, y el nacionalismo
positivo, que intentaba integrarlos dentro de un proyecto nacional. A pesar de los intentos por crear una identidad
unificada, las profundas divisiones sociales del periodo colonial aún persistían, lo que dificultó una verdadera
inserción social de todos los grupos.
Leguía impulsó una serie de reformas que parecían romper con el orden oligárquico, promoviendo un estado más
intervencionista y modernizador. Sin embargo, su gobierno también afianzó la dependencia económica del capital
extranjero, y su intento por integrar a las masas populares no fue del todo exitoso. La modernización en términos de
infraestructura no se tradujo en un cambio significativo en la estructura social, lo que limitó el impacto de estas
políticas.
Durante este periodo, el Estado peruano fue dominado por una élite que controlaba la economía y la política. Esta
permanencia oligárquica, a pesar de las reformas, generó una falta de movilidad social y mantuvo a los sectores
populares marginados. El control de la tierra y la explotación de recursos naturales por parte de las élites reforzaron
las desigualdades estructurales que aún afectan al Perú contemporáneo.
Cierre
Durante este periodo, el Estado peruano fue dominado por una élite que controlaba la economía y la política. Esta
permanencia oligárquica, a pesar de las reformas, generó una falta de movilidad social y mantuvo a los sectores
populares marginados. El control de la tierra y la explotación de recursos naturales por parte de las élites reforzaron
las desigualdades estructurales que aún afectan al Perú contemporáneo.