Unidad 9
Unidad 9
Unidad 9
Entre 1902 y 1931 Europa vivió grandes acontecimientos de relevancia primordial para la historia
contemporánea. Las tensiones sociales, políticas y territoriales del siglo XIX desembocaron en la I Guerra
Mundial (1914-1918), que no terminó de resolver muchos de los problemas que la habían ocasionado. En
las décadas de 1920 y 1930, el fuerte ascenso del socialismo, animado por el triunfo de la Revolución Rusa
(1917), fue contrarrestado por los sectores conservadores con fórmulas autoritarias y favoreció el ascenso de
los fascismos en Italia (1922) y Alemania (1933). Este clima de confrontación ideológica se vio agravado
por la crisis económica del 29.
España vivió la influencia de este contexto histórico, pero a diferencia de otros países europeos
occidentales, se encontraba atrasada económica y socialmente, a pesar de haber iniciado su proceso de
modernización casi un siglo antes. Efectivamente, seguía siendo un país agrario, la industria más
importante era la textil, que se encontraba concentrada en Cataluña y dependía del exterior tanto en el
abastecimiento de su materia prima (algodón) como en las patentes. Ello obligaba a prácticas económicas
proteccionistas. Todos estos aspectos revelaban una economía en que la modernización era modesta.
Pero también la sociedad resultaba retrasada con respecto a Europa occidental. Una de las diferencias
más marcadas era el alto índice de analfabetismo (en 1900 63% frente al 24% de Francia). Por otra parte,
jornaleros, pequeños agricultores y obreros industriales y de servicios, representaba el 75% de la población
activa. La burguesía y la nobleza monopolizaban el poder político. En esta situación el movimiento obrero
cobró cada vez más importancia y los conflictos sociales fueron frecuentes.
Desde el punto de vista político, aparentemente España era una nación moderna con un sistema
político moderno. Al comenzar el siglo XX era una monarquía liberal-parlamentaria aunque no
democrática, a pesar de que desde 1890 había sufragio universal masculino. Seguía vigente la Constitución
de 1876 y la legislación garantizaba la existencia de libertades importantes y también su ejercicio,
principalmente en las ciudades. Otra cosa era la situación real que se daba al margen del contexto urbano,
donde el sistema caciquil se imponía. El caciquismo suponía la dependencia de unas personas de otras al
margen de la legislación. En efecto, el cacique, que solía ser el rico del pueblo o el que controlaba la
administración pública con su influencia, orientaba la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la
fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.
Ante esta coyuntura se decidió reconocer la mayoría de edad de Alfonso XIII que tenía 17 años. La
actitud del joven rey, partidario de intervenir en el gobierno y sobre todo en la política de ascensos del
ejército, creó mayor inestabilidad.
El ejército humillado por las derrotas (1898) se volcará sobre las guerras africanas e intervendrá cada
vez más en política apoyado por el monarca. Dentro de él surgió una facción , los africanistas, contraria a
cualquier cambio. Con apoyo del rey, consiguieron que se aprobara la Ley de las Jurisdicciones por la que
todo ataque o crítica al ejército, a la bandera, a la unidad de la patria y al rey, sería juzgada por un tribunal
militar.
Desde el punto de vista político, los intelectuales más importantes del periodo final del siglo XIX
(Joaquín Costa, Generación del 98), criticaron el sistema político y acertaron al denunciar la situación
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existente, pero no fueron capaces de asegurar soluciones. Su actitud puede considerarse como el inicio del
protagonismo en la vida española del término “regeneración”, que indicó un deseo general de superar el
retraso, llevar a cabo una modernización de la vida colectiva y revisar la vida política nacional o encontrar
una solución fuera de ella. El regeneracionismo trascendió el ámbito del pensamiento e impregnó la
actividad política de buena parte del siglo XX. Durante todo el reinado de Alfonso XIII ese término resultó
decisivo para explicar la actitud de personas y de grupos políticos y sociales. El ansia de superar el retraso y
llevar a cabo una modernización en todos los sentidos de la vida española se convirtió incluso en una
obsesión.
Canalejas el líder del partido Liberal era de un talante reformista y tendente a limitar el poder de los
grupos oligárquicos contrarios al cambio. Subió al poder en 1910 e intentó nuevamente que se aprobase la
Ley de las Mancomunidades. Elaboró la Ley sobre Asociaciones Religiosas, que prohibía el
establecimiento de nuevas órdenes y la apertura de nuevos conventos (“ley del candado”) en el territorio
español. Intentó democratizar el ejército e imponer el servicio militar obligatorio. El 12 de noviembre de
1912 Canalejas fue asesinado por un anarquista. Con su muerte se frustró la posibilidad de una regeneración
del sistema y se precipitó la desintegración de la monarquía parlamentaria, atacada por la burguesía, el
ejército y los movimientos sociales.
LA SITUACIÓN ECONÓMICA
Con la muerte de Canalejas y la caída en desgracia de Maura, los partidos tradicionales fueron
incapaces de intentar nuevas reformas que pudiesen mantener el sistema. Los siguientes gobernantes
Romanones (liberal) y Dato (conservador), sin la talla de sus predecesores, trataron de administrar la
situación siendo sobrepasados por las circunstancias.
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La situación social y política se agravó con el estallido de la I Guerra Mundial (1914-1918). En ella
se enfrentaron dos grandes alianzas: la Triple Alianza (Alemania, Austro-Hungría, Bulgaria y Turquía) y la
Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y el Imperio Ruso con el apoyo de EE.UU.)
España fue neutral y esto benefició su proceso de industrialización, contando con los capitales
repatriados de las colonias tras el desastre de 1898 y con los conseguidos con la venta de alimentos y
material a los beligerantes.
España continuaba siendo un país agrario, con cerca de un 70% de la población activa trabajando en
el sector primario mientras que la población empleada en la industria era sólo del 16%, concentrada sobre
todo en la construcción y el textil. El 6% de la propiedad de la tierra estaba en manos de la nobleza, y las
fincas grandes representaban un 28% del total. No obstante, desde principios de siglo, la agricultura había
experimentado ciertas mejoras: nuevas roturaciones de tierras, la producción de olivo para la exportación,
la implantación de nuevos cultivos como la naranja y la remolacha azucarera, y el uso de nuevas técnicas, lo
que produjo un aumento de la producción. Pero, por otra parte, se mantuvo una agricultura eminentemente
cerealista y tradicional (uso del barbecho) con bajos rendimientos. El desigual reparto de la tierra
(latifundismo en el sur y minifundismo en la cornisa cantábrica), provocó graves problemas sociales.
En el plano industrial, las regiones más pujantes eran Cataluña, donde se concentraba la industria
textil, Asturias con importantes explotaciones mineras de carbón y el País Vasco, sede del sector siderúrgico
(Altos Hornos de Vizcaya en 1902). En estos momentos nacieron las primeras industrias eléctricas (La
Canadiense de Barcelona o Hidroeléctrica Española), así como químicas (explosivos, fosfatos) y
cementeras. Los principales problemas de la industria española consistieron en su desigual distribución
espacial y en que las empresas españolas eran en su mayoría de tipo familiar.
La Primera Guerra Mundial cambió el saldo negativo de la balanza comercial española gracias a las
exportaciones (hierro, carbón, naranjas...) y a los fletes (contratos de transporte para barcos españoles).
También aumentó la participación del capital español en la economía nacional (en explotaciones mineras y
ferroviarias se hizo con los capitales extranjeros) y fortaleció a la banca.
Pero no todo fueron aspectos positivos: aunque se producía más, los precios subieron más de un
15% porque se conseguían beneficios más altos exportando los productos españoles. Los salarios no
subieron al mismo ritmo, por lo que los conflictos sociales se agravaron. Además, gran parte de los
beneficios obtenidos por los empresarios no se reinvirtió en la mejora de equipos industriales, con lo que, al
acentuarse la competencia con otros países una vez acabada la guerra, la crisis fue peor de lo esperado.
LA CRISIS DE 1917
El gobierno liberal de García Prieto tuvo que hacer frente a la triple crisis que se originó durante el
verano de 1917:
1. Crisis militar: El ejército español estaba dividido entre oficiales peninsulares y africanistas, que
ascendían por méritos de guerra. Los problemas económicos (inflación) y, sobre todo, el descontento por los
ascensos, llevó a varios coroneles a organizar Juntas de Defensa, agrupaciones de mandos militares a modo
de sindicatos, que el gobierno intentó disolver sin éxito, lo que provocó su caída en junio. Dato volvió a la
presidencia del gobierno y legalizó las juntas en 1916.
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la ignoró, al final acabó disolviéndola sin problemas en julio al incluir en su gabinete a miembros de otros
partidos, incluidos los nacionalistas.
3. Crisis social: Ya en el mes de marzo, la CNT y la UGT había emplazado conjuntamente al gobierno
a solucionar la subida de precios de los alimentos. Las huelgas se sucedieron hasta el verano y en agosto los
ferroviarios de la UGT llamaron a una huelga general, que paralizó el país del 10 al 13 de agosto, con más
de 70 muertos en toda España. El gobierno recurrió al ejército para reprimir a los huelguistas (Ley de Fugas
contra los líderes obreros).
El movimiento obrero se reforzó mucho, coincidiendo con los tres años que siguieron al triunfo de la
Revolución Soviética en Rusia, el llamado "Trienio Bolchevique" (1918, 1919 y 1920).
La CNT contaba en 1919 con 700000 afiliados, sobre todo catalanes, destacando entre sus dirigentes
Ángel Pestaña y Salvador Seguí. Ese año, mantuvo durante 44 días una huelga en la empresa eléctrica y de
tranvías La Canadiense de Barcelona y, en Andalucía, hubo una auténtica rebelión campesina pidiendo
tierras. El gobierno recurrió al ejército y, los empresarios, a pistoleros.
Por su parte, la UGT contaba en 1921 con 240000 afiliados y el PSOE con 45000. Tras el triunfo de
la Revolución en Rusia, se produjo en 1921 una ruptura entre los marxistas españoles: los reformistas
(socialdemócratas), mayoritarios y partidarios de llegar a acuerdos con la izquierda burguesa (republicanos
y demócratas), no se integraron en la III Internacional, organizada por el Partido Comunista de la Unión
Soviética; una parte del PSOE, los revolucionarios (comunistas), se separaron fundando el Partido
Comunista de España. A la muerte de Pablo Iglesias, dirigió el socialismo español Julián Besteiro.
La cuestión social siguió empeorando, y en Cataluña surgió el pistolerismo, terrorismo tanto por parte
de los líderes obreros como por los empresarios. De hecho, Dato fue asesinado en marzo de 1921 por un
anarquista.
Ese mismo año fue el de un nuevo desastre colonial en el protectorado marroquí (45000 km2
montañosos y sin agua, de escaso valor económico (sólo minero), habitados por beréberes organizados en
clanes y cuyo jefe era Abd-el-Krim). El general Silvestre, jefe militar de Melilla y de la zona oriental del
protectorado, llevó a cabo una campaña de conquistas imprudente en un frente muy amplio que acabó en
una emboscada en Annual en julio. La retirada caótica hacia Melilla dejó 12000 muertos en las tropas
españolas.
Las consecuencias políticas fueron demoledoras. De nuevo, militares y gobierno se echaban la culpa
del desastre. El propio rey se vio salpicado por el asunto, al apoyar la expansión colonial y estar cercano a
ciertos sectores militares. En las Cortes se formó una comisión para investigar las responsabilidades del
desastre (Informe Picasso). En este informe se criticaba la actitud de las altas autoridades del ejército, de
los grandes políticos de la restauración (Romanones) y del mismo monarca. En esta situación se produjo el
pronunciamiento del Capitán General de Cataluña, el general Miguel Primo de Rivera, el 13 de
septiembre de 1923.
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El protectorado español en Marruecos
Las causas del golpe de Estado hay que buscarlas en el desastre de Marruecos y en la inestabilidad
política. Entre 1917 y 1923 hubo 23 gobiernos diferentes y 30 crisis parciales en las que sólo cambiaron
algunos ministros. No es de extrañar que la opinión pública sintiera que el Estado estaba en manos de
gobiernos incapaces que lo llevaban a la deriva. Los partidos que estaban al margen del sistema (socialistas,
republicanos, regionalistas y nacionalistas) no eran todavía una alternativa de poder. Los periódicos, los
intelectuales y la opinión pública pedían reformas profundas del sistema.
El golpe de Estado no sorprendió a nadie. Alfonso XIII, que no estaba al corriente del
pronunciamiento, reconoció al golpista, que recibió el apoyo de gran parte del ejército, los partidos
monárquicos y la oligarquía dirigente. Sin embargo, muchos líderes de los partidos tradicionales acusaron
al rey de anticonstitucional y se fueron decantando hacia las ideas republicanas.
Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) se distinguen dos etapas: el Directorio
Militar (1923-1925) y el Directorio Civil (1925-1930).
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Se propuso la lucha contra el caciquismo para sanear la vida pública española. Se nombró
gobernadores provinciales e inspectores a militares, con el fin de destruir el poder político, social y
económico de los caciques.
La organización del Estado: Durante la Restauración se había creado un modelo de estado centralista
y uniforme, con la excepción del Concierto Económico del País Vasco y Navarra. La ineficacia mostrada
por el centralismo, junto con el caciquismo, originó la aparición de movimientos regionalistas y
nacionalistas que pedían una mayor autonomía. Primo de Rivera reforzó el sistema centralista, clausuró los
locales de la Lliga y del PNV y prohibió el uso del catalán y del euskera en los medios oficiales y en la
enseñanza. Los grupos regionalistas, autonomistas y nacionalistas se declararon desde ese momento
partidarios de un sistema republicano.
La actitud de la dictadura ante las tensiones sociales y el movimiento obrero tuvo dos vertientes. Por
un lado, se continuó con una política de represión contra los anarquistas, clausura de publicaciones y
locales, persecución de los líderes más significativos (la CNT pasó a la clandestinidad). La dureza de la
persecución llevó al radicalismo insurreccional a miembros del anarquismo (en 1927 se formó la Federación
Anarquista Ibérica, FAI).
Por otro lado, el gobierno de la dictadura llevó a cabo una labor legislativa importante en materia
social. Esta legislación reconocía la seguridad en el trabajo y la creación del Instituto Nacional de Previsión,
con seguros de accidentes, enfermedad y jubilación. Además, se destinaron partidas para la creación de
escuelas de formación profesional, barriadas para obreros y protección al emigrante. Para resolver los
conflictos de las negociaciones colectivas se establecieron los comités paritarios a nivel de empresa y
municipio, las comisiones mixtas provinciales y los consejos de corporación de sector. Los sindicatos y
las organizaciones empresariales tenían el mismo número de representantes.
En el exterior, lo más destacado de este periodo fue la resolución del conflicto de la guerra en
Marruecos. La guerra en Marruecos era totalmente impopular y muy costosa. Miguel Primo de Rivera se
declaró partidario de entablar negociaciones con Abd-el-Krim para una autonomía muy amplia y abandonar
los territorios recientemente conquistados. Ordenó la retirada de Xauen con la esperanza de permitir las
negociaciones con los rifeños, pero éstos presionaron sobre las plazas fuertes de Ceuta y Melilla y atacaron
los territorios franceses en Marruecos. Tras coordinar las futuras acciones militares con Francia, Primo de
Rivera llevó a cabo el desembarco de Alhucemas (8 septiembre de 1925). En mayo de 1926 se produjo la
rendición de Abd-el-Krim ante los franceses. El fin del conflicto le dio gran popularidad, pero dejaba sin
resolver el enorme gasto militar y el problema político originado por una numerosa oficialidad africanista
ascendida por méritos de guerra y con ansias de intervención política.
En 1924 se fundó la Unión Patriótica como partido nacional único, a imitación del fascismo
italiano, con la intención de consolidarse en el poder. Este partido careció de un programa político
desarrollado. Intentaba atraer a las clases medias que no habían participado en la política de la Restauración
y se definía como un movimiento nacional por la reforma, lejos de la antigua derecha y de la izquierda.
Nunca consiguió convertirse en un partido de masas y fracasó. Los únicos grupos dispuestos a colaborar
procedían del antiguo partido conservador (José Calvo Sotelo) y de los sectores confesionales católicos. A
partir del Directorio Civil se convirtió en un partido gubernamental.
Modernizar la economía y relanzar la producción: Los políticos al frente del Directorio Civil
procedían de los viejos partidos (José Calvo Sotelo), de los grupos regionalistas y algunos eran técnicos
independientes.
Se llevó a cabo una política económica intervencionista, con un aumento considerable de la
inversión pública. Para racionalizar la inversiones públicas y privadas se constituyó un Consejo de
Economía Nacional, verdadero centro motor de la expansión. Se constituyeron monopolios en sectores
claves: petróleo, ferrocarriles, línea telefónica etc. Los más importantes fueron CAMPSA y Telefónica.
El impulso económico más importantes fue el programa de obras públicas, destinado a combatir el
paro y a dinamizar todos los demás sectores. Se crearon las confederaciones hidrográficas destinadas a la
construcción de embalses y al aprovechamiento integral de las cuencas fluviales. Se llevó a cabo un amplio
programa de construcción de carreteras gestionado por el Circuito Nacional de Firmes Especiales. Se
construyeron más de 7000 km. También se revitalizó la construcción de nuevos ramales de ferrocarriles.
No obstante, salvo por la creación de las confederaciones hidrográficas, el mundo agrario se
descuidó, Así, el problema de la distribución de la tierra no se abordó y ésta siguió en manos de los grandes
propietarios.
Reformar el ejército: El ejército tenía un exceso de oficiales que habían ascendido por méritos de
guerra en la última guerra carlista (1872-1876) o en las guerras coloniales de Cuba y África. El presupuesto
militar era enorme y la mayor parte se destinaba al pago de los salarios de los oficiales.
Para conseguir una oficialidad homogénea se fundó la Academia General Militar, con sede en
Zaragoza, presidida por Francisco Franco. Se intentó también la disminución del número de oficiales
mediante la concesión de otros destinos en la administración y la jubilación anticipada. La mayor parte de
estas reformas fracasó.
La oposición al régimen dictatorial se vertebró sobre todo en la última etapa de gobierno. El frente
opositor era amplio y albergaba a tendencias muy distintas:
a) Los líderes de los viejos partidos liberales se opusieron a la política autoritaria y arbitraria. Se
negaron a colaborar en la Asamblea Consultiva e incluso participaron en la organización de diferentes
conspiraciones.
b) Parte de la oficialidad del ejército se opuso a la política africanista y a los ascensos por mérito de
guerra. A partir de 1926 son numerosos los intentos de conspiración en diferentes unidades militares.
c) Los partidos republicanos mantuvieron su oposición no sólo al dictador, sino a la monarquía que
había aceptado el golpe de Estado. A partir de 1928 experimentaron un crecimiento considerable, sobre todo
Izquierda Republicana de Manuel Azaña.
d) Los sindicatos y partidos obreros, la CNT se manifestó contraria al golpe militar y fue perseguida
por el régimen. Con la formación de la FAI y la crítica situación económica a partir de 1929, el anarquismo
se convirtió en la principal fuerza sindical de España. El PSOE y la UGT también se opusieron a la
dictadura.
e) Los intelectuales y los estudiantes, eran grupos con una gran actividad crítica que fueron ganando
influencia poco a poco, sobre todo, en los medios urbanos. En 1924 se expulsó a profesores de la
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universidad (Miguel de Unamuno fue desterrado a Fuerteventura y después se marchó al exilio). En 1928 el
dictador elaboró un estatuto universitario que favorecía claramente a las universidades privadas; en Madrid,
Barcelona, Salamanca, Zaragoza, se produjeron manifestaciones estudiantiles. El gobierno cerró las
universidades de Madrid y Barcelona. Muchos catedráticos abandonaron la docencia.
La abolición de los derechos de reunión y prensa originó multitud de protestas. Se clausuraron muchas
publicaciones y los panfletos ridiculizando al dictador y al rey se extendieron por diferentes medios. Se
clausuró el Ateneo de Madrid. Así, la mayor parte de la intelectualidad y de los periodistas se declararon
contrarios a la dictadura y partidarios de la república.
En 1929 las críticas contra el sistema dictatorial alcanzaron su cénit. En enero hubo un intento de
golpe de estado con el apoyo de líderes conservadores y liberales. En julio las corporaciones (las
Universidades, los colegios de Abogados y de Ingenieros) nombraron miembros de la Asamblea Consultiva
a declarados enemigos del dictador.
En otoño la situación económica entró en crisis. El crack de la bolsa de Nueva York afectó a la
cotización de la peseta, la inflación no se pudo contener y todos los planes de inversión pública tuvieron que
paralizarse. Este cambio de ciclo económico originó un aumento de las huelgas y de los conflictos laborales.
Ante esta situación Miguel Primo de Rivera realizó una consulta a los capitanes generales y a los más
altos oficiales del ejército. La mayoría de los consultados le negaron su apoyo para continuar su acción de
gobierno. El 28 de enero de 1930 presentó su dimisión al rey. Alfonso XIII contrariado por no haberle
consultado a él, la aceptó y nombró nuevo gobierno presidido por el general Berenguer, que fue conocido
como la Dictablanda. Primo de Rivera se exilió en Francia y murió poco después.
El gobierno de Berenguer tenía como propósito volver a instaurar el régimen democrático, pero debía
hacerse progresivamente. Se acordó convocar elecciones municipales para conocer la situación política del
país. Mientras tanto, en agosto de 1930, toda la oposición (republicanos, nacionalistas y socialistas) firmó el
Pacto de San Sebastián, donde se acordó no colaborar con el sistema monárquico y preconizar la
instauración de la república.
Berenguer dimitió en febrero de 1931 y fue sustituido por el almirante Aznar, que convocó elecciones
municipales para el 12 de abril de 1931. Los partidos de la oposición plantearon los comicios como un
plebiscito sobre la monarquía, y el resultado electoral conllevó el fin del reinado de Alfonso XIII.