Yves Congar El Espíritu Santo
Yves Congar El Espíritu Santo
Yves Congar El Espíritu Santo
Congar
EL ESPÍRITU SANTO
BIBLIOTECA: HERDER
BIBLIOTECA HERDER
SECCIÓN DE TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA
VoLumMen 172
EL ESPÍRITU SANTO
Por YVES M.-J. CONGAR
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1991
YVES M.-J. CONGAR
EL ESPÍRITU SANTO
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1991
Versión castellana de ABELARDO MARTÍNEZ DE LAPERA, de la obra de
Yves CONGAR, Je crois en 1'Esprit Saint,
Éditions du Cerf, Paris 1980
a
ES EA
A Nicole Legrain y Nicolás Walty,
sin los cuales este trabajo no habría podido ver la luz,
en reconocimiento amistoso
ÍNDICE
Introducción general p A 15
Explicación de algunos términos A A A E E 21
E Antiguo Testamento... 29
La palabra . . E O 29
La acción del soplo de Yahveh . E 32
Los héroes, los «jueces» 33. Los piofetas 34. EScutos de sabi-
duría 37.
l. Nuevo Testamento . . Da a ss 41
Bautismo, concepción, vida de Jesús : 41
Los evangelios 41. La tradición patrística 48. La teslonía. de. He-
ribert Múhlen 52.
San Pablo . . . A O A A e 55
Los Hechos, de san Lucas LA A A A A o 70
Los escritos joánicos . . 75
l. Jesús da el Espíritu 76. 2. El Paráclito prometido 81. :? El Es-
píritu en los discípulos y en el tiempo de la Iglesia 85.
HI. Destino del tema del Espíritu Sarito, amor mutuo del Padre y
del Ho o mEY A de o a 113
IV. San Simeón, el nuevo teólogo. Una experiencia del Espíritu . . 121
Introducción .
tu. Él es su cofundador .
L La Iglesia es hecha por el Espíri
«misiones». El Espíritu es co-
La Iglesia ha nacido y vive de dos
funda dor de la Iglesia 210.
. 211
nuestras vidas personales
Parte segunda: El soplo de Dios en
. +. + +: 272
IL. El Espíritu y el hombre en el plan de Dios .
El Espíritu es el
Dios, principio y fin de nuestra santificación 272.
poseído en
don absoluto: prometido en plenitud escatológicamente,
fianza durante la vida presente 274.
os mesiánicos .
278
TL El don del Espíritu en los tiemp
Disposición 278.
Bajo la Antigua y bajo la Nueva
10
Índice
Introducción .
Bibliografía (sclécción)
Conclusión: «En la unidad del Espiritu Santo, todo honor y toda gloria» .
11
Índice
12
Índice
13
INTRODUCCIÓN GENERAL
15
Introducción general
16
Introducción general
17
Congar, Espiritu 2
Introducción general
18
Introducción general
19
EXPLICACIÓN DE ALGUNOS TÉRMINOS
21
LIBRO PRIMERO
25
Nota sobre «cxperiencia»
26
Nota sobre «experiencia»
27
PARTE PRIMERA
ANTIGUO TESTAMENTO
La palabra
29
Antiguo Testamento
30
La palabra
31
Antiguo Testamento
32
Los héroes, los «jueces»
Otniel: «El espíritu (el soplo) de Yahveh vino sobre éi...» (Jue 3,10).
Gedeón: «El espíritu (el soplo) de Yahveh revistió a Gedeón...» (6,34).
Jefté: 11,29,
Sansón: «El espíritu (soplo) cormenzó a excitarlo» (13,25% «El espíritu de
Yahveh lo invadió, y sin tener nada en la mano, despedazó el león como se
despedaza un cabrito» (14,6); «entonces el espíritu de Yahveh lo invadió; y bajó
a Ascalón mató a treinta de sus habitantes...» (14,19).
33
Congar, Espíritu 3
Antiguo Testamento
Los profetas
8. C£. A. Orbe, La unción del Verbo, Roma 1961, p. 483-499; H.-J. Jaschke,
Der Heilige Geist im Bekenntnis der Kirche, Minster 1976, p. 144 con la n. 4,
que da numerosas referencias de los textos de los tres primeros siglos, y p. 233ss,
que expone la idea en san Ireneo.
9. El «pneumatóforo» de Os 9,7, ¿es el mismo que el «profeta»? Al menos
su paralelo; pero la TOB escribe «espíritu» con minúscula. La mención del
espíritu del Señor en Miq 2,3 tal vez sea una glosa.
10. Núm 24,2 (Balaam); 2Sam 23,2 (David respecto de sí mismo). El docu-
mento del deuteronomista mismo no habla del Espíritu.
11. Is 48,16; 61,1; Ez 2,2 (léase la nota de la TOB sobre este texto); 11,5.
12. Zac 7,12; 2Cró 15,1; 20,14; 24,28.
13. Cf. Kittel, Esprit, p. 98ss. Y cf. Sab 9,17.
14. En Isaías tiene tres empleos diferentes: el soplo de Dios realizando su
plan de salvación; un sentido antropológico-biológico; el Espíritu de Yahveh (textos
mesiánicos; cantos del Siervo). Y véase R. Koch, La théologie de l'Esprit de
Yahvé dans le livre d'Isaie, en Sacra Pagina, dir. por J. Coppens y otros, París -
Gembloux 1959, t. 1, p. 419-433.
34
Los profetas
35
Antiguo Testamento
«Os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; os limpiaré de todas vues-
tras manchas y de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo, y pondré en
vuestro interior un espíritu nuevo; quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra
y os daré un corazón de carne. Pondré mi espíritu (soplo) en vuestro interior que
procedáis según mis leyes» (36,25-27).
«No les ocultaré más mi rostro, porque habré derramado mi espíritu sobre la
casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh» (39,29).
36
Escritos de sabiduría
Escritos de sabiduría
37
Antiguo Testamento
Debemos señalar dos valores que interesan para una ulterior teo-
logía del Espíritu Santo. En primer lugar una cierta personalización
del Espíritu. Tratándose de la sabiduría ella se afirma progresivamen-
te después de Prov 8,22-31: «Yahveh me creó al comienzo de su
acción...»; Eclo 1,1-10; 4,11-19; 15,1-10; 24,1-22, A veces, la perso-
nalización no pasa de ser una expresión literaria. Con todo, el mo-
noteísmo riguroso de la religión judía asociaba a Dios realidades que
eran Dios pero que, en Dios, representaban modos de acción, de pre-
sencia, de estar (con los hombres): la Shekinah, la Sabiduría. Lo que
se dice de ésta en Sab 8 y 9 expresa la acción intima del Espíritu de
Dios y es aplicable al Espíritu. Por lo demás, sabiduría y soplo apa-
qx_qIOQC-_- P --——————
20. C. Larcher, op. cit., p. 411, con referencias, para los padres, a J. Lebre-
ton, Les origines du dogme de la Trinité, t. W, París 21928, p. 513 (Teófilo de
Antioquía), 567ss (Ireneo), 569- 70 (homilías clementinas).
21. A.M. Dubarle, Los sabios de Israel, Escelicer, Madrid 1959; Kittel, Esprit,
p. 79-81; G. Verbeke, L'évolution de la doctrine du pneuma du stoicisme d S. Au-
gustin. Etude philosophique, París 1945.
38
Escritos de sabiduría
22. Kittel, Esprit, p. 109, 110 y 111. Cf. Biichsel, op. cit. en n. 1, p. 35, 134.
23. El Soplo-Espíritu de Dios conduce sus fieles a la realización de su plan:
así en el éxodo. Cf. Is 32,15-17; 63,7-14; Sal 143; Neh 9,20-21. El texto de Prov
20,27: «El soplo del hombre es una lámpara del Señor que explora todos los
rincones de su ser» es citado por Clemente de Roma (Cor., XXI, 2) bajo la
forma: «El espíritu del Señor es una lámpara cuya luz penetra hasta lo más pro-
fundo del corazón.»
24. Cap. 9 (SChr 17, París 1947, p. 144; 21968, p. 325). Cf. san Gregorio
Nazianceno, Oratio theol., 5,29 (PG 36, 165).
39
Antiguo Testamento
40
II
NUEVO TESTAMENTO !
Los evangelios
41
Nuevo Testamento
42
Los evangelios
43
Nuevo Testamento
44
Los evangelios
45
Nuevo Testamento
46
Los evangelios
47
Nuevo Testamento
La tradición patrística
48
La tradición patristica
San Mateo dice respecto del bautismo del Señor: «Se abrieron los cielos y
vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una
voz que venía de los cielos decía: Tú eres mi Hijo amado, en quien me he com-
placido» (3,16-17). Porque no se dio entonces una bajada de un supuesto «Cristo»
sobre Jesús ni puede pretenderse que uno haya sido Cristo y otro Jesús; sino el
Verbo de Dios, el Salvador de todos y el Señor del cielo y de la tierra — ese Verbo
que no es otro que Jesús, tal como lo hemos señalado ya — por haber asumido
una carne y haber sido ungido con el Espíritu por el Padre, se convirtió en Je-
sucristo. Como lo había dicho Isaías: «Un vástago saldrá de la raíz de Jesé y
una flor brotará de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de Dios (...J)» (1,
1-4). Isaías había anunciado en otra parte, y por adelantado, la unción y su
“enificación: «El Espíritu de Dios está sobre mí porque me ha ungido para
anunciar la buena nueva a los humildes...» (Is 61, 1-2) (...). Por consiguiente,
fue el Espíritu de Dios quien descendió sobre él, el Espíritu de ese Dios mismo
que, por medio de los profetas, había prometido conferirle la unción a fin de
que seamos salvados nosotros mismos recibiendo de la sobreabundancia de esta
unción %,
49
Congar, Espíritu 4
Nuevo Testamento
32. San Cirilo de Alejandría, In loan, lib XI, c. 10 (PG 74, 549 C).
33. Cf. L de La Potterie, L'onction du Christ. Etude de théologie biblique,
«Nouv. Rev. théol.», 80 (1958) 225-252, quien escribe en la p. 250: «No se
encuentra en el Nuevo Testamento texto alguno que hable de una unción de
Cristo en el momento de la encarnación. La tradición patrística y teológica con-
sidera la unión hipostática como una consagración de la humanidad de Jesús.
por la divinidad, pero esta concepción no está presente en los autores neotesta-
mentarios.»
34. S. Trooster, Der Heilige Geest in de Memswording bij de Griekse Vaders,
«Bijdragen», 17 (1956) 117-151, que estudia a Ireneo, Clemente de Alejandría,
Orígenes, Atanasio, Dídimo, Gregorio de Nisa, Gregorio Nazianceno, Basilio.
cf.
Sobre la unción en el momento de la concepción y de la unión hipostática,
también S. Tromp, Corpus Christi quod est Ecclesia, 11: De Spiritu Christi
Es-
anima, Roma 1960, p. 237ss. — Después de Nicea se difumina el papel del
die
píritu en el bautismo de Jesús: J.G. Davies, Der Hl. Geist, die Kirche und
Sakramente, Stuttgart 1958, p. 29-37. Los padres vieron, sobre todo, en el bautis-
P.Th. Camelot,
mo de Cristo el «misterio» que fundamenta el bautismo cristiano;
257-281, con
Spiritualité du baptéme («Lex orandi» 30), París 1960, c. X, p.
ideas muy profundas sobre su referencia a la cruz, 268ss.
35. Deres, 3, 23, 4 (GCS 27, 421-422).
50
La tradición patrística
36. C. Arian., 2,61 y 70 (PG 26,277 A, 296 B); 3,34 (397 B).
37. C. Arian., 1,50 (26,117 Ass).
38. Oratio 10 en presencia de san Basilio: PG 35, 832 A.
39. El Logos, mezclándose con la carne, la elevó a las propiedades del Logos
por la recepción del Espíritu Santo que el Logos poseía desde antes de la crea-
ción: In illud «Tunc ipse Filius» (PG 44, 1320 D); cf. In Cant. Cant., hom. 12
(44, 1016).
40. De Trinitate, XV, 26, 46.
41. In Ioan., 6, 64 (PG 73, 604); cf. In Hebr. (74, 961 B); P. Galtier, Le
Saint-Esprit dans lUlncarnation du Verbe d'apres S. Cyrille d'Alexandrie, en:
Problemi scelti di Teologia contemporanea, Roma 1954, p. 383-392. Véase el un-
décimo anatema, DSch 262.
42. Ambigua: PG 91, 1040 C. Véase también san Juan Damesceno, De fide
orthodoxa, lib. MI, c. 3 y lib. IV, c. 14 (PG 94, 989 A y 1161 A).
43. San Ambrosio, Hexaemeron 3, 17, 71 (PL 14, 186 C; en 386-389); san
Agustín, Enarr. in Ps., 123, 1; 136, 22 (PL 37, 1640, 1774); In loan., 3, 8 (35,
1399 D); etc.
44. Cf. San Agustín, De Trinitate, XV, 26 (PL 42, 1093-94), De praedest.
sanct., 15, 31 (44, 982); san Cirilo de Alejandría, In loan., lib. 1 (PG 73, 209 A-
212 D).
45. Cf. I Sent., d. 16, q. 1 y 2; II, d. 13,q. 1, a. 2, q* 3 ad 3; ST, 1, q. 43,
a. 7 ad 6.
46. 1, q. 39. En el artículo 2 leemos: «Cristus spirituali baptismate non
indigebat, qui a principio suae conceptionis gratia Spiritus Sancti repletus fuit.»
51
Nuevo Testamento
47. JA. Móbhler, no el de Die Einheit (1825), sino el de las ediciones suce-
sivas de Simbolik (18325), $ 36 (sobre cuyo sentido exacto cf. H. Miúhlen, L*Esprit
dans UPÉglise, 1, p. 24ss); Passaglia, De Ecclesia Christi, lib. MI, cc. 1-5 y 41;
Franzelin, Theses de Ecclesia Christi, Roma 1887, t. 17, p. 296ss.
48. Los misterios del cristianismo, Herder, Barcelona *1964, p. 354.
49. H. Múhlen, Der Heilige Geist als Person. Beitrag zur Frage nach dem
HI. Geiste eigentiimliche Funktion in der Trinitát bei der Inkarnation und im
Gnadenbund. Ich-Du-Wir, Miinster 1963; Una mpystica persona. Die Kirche als
das Mysterium der heilsgeschichtlichen Identitát des Heiligen Geistes in Christus
und den Christen, Paderborn 1964. La traducción francesa que citamos se hizo
sobre la 3.2 ed.: L'Esprit dans UÉglise, 2 vol., Cerf, París 1969; otras muchas
contribuciones menores que nada añaden, en lo sustancial, a la teología de estas
grandes obras. Véase también, sin embargo, Die Erneuerung des Christlichen
Glaubens, Charisma-Geist-Befreiung, Munich 1974,
52
La teología de Heribert Miihlen
33
Nuevo Testamento
53. W. Grundmann, F. Hesse, M. de Jonge y A.S, van der Worde, art. chrió,
etcétera, en ThWbzNT, t. IX, p. 482-576 (bibliografía muy considerable); H.
Miihlen, Der Hl. Geist als Person, 1963, p. 176ss.
54. Op. cit., p. 187. Miihlen dice en otra parte (L'Esprit dans UÉglise, 1,
p. 296): «Esta forma de acción del Pneuma en el hombre Jesús se distingue ne-
tamente de su unción profética por el Espíritu Santo que le es conferido pensando
en otros. Podemos hablar, pues, de un doble aspecto de la unción de Jesús
con el Espíritu Santo: de una unción que le alcanza en su propia humanidad
una
y de una unción que le es conferida para otro...» Pero, ¿no se produce aquí
excesiva de las dos? La gracia personal y la gracia capital son riguro-
distinción
de
samente una en Cristo. Cf. J. Lécuyer, Mystére de la Pentecóte et apostolicité
193-
la mission de P£glise, en Études sur le sacrament de l'ordre, París 1957, p.
194.
55. H. Grundmann, estudio citado, p. 525 y 527.
54
San Pablo
procesión eterna «del Padre y del Hijo» como el término del amor
mutuo de ellos y esto primero en el seno de María y después en la
Iglesia cuya existencia sobrenatural está ligada al Espíritu de Jesús.
Esta visión está en perfecta consonancia con la dogmática del mis-
terio que atribuye al Verbo la unión hipostática, al Espíritu Santo la
formatio corporis y la santificación del fruto concebido por María
(cf. Lc 1,35)5%, Esta santificación es el don, en plenitud absoluta,
de las gracias creadas, plenitud llamada por la cualidad de Hijos
de Dios en el sentido absoluto del término. Santo Tomás habla en
este sentido citando a Is 42,1 aplicado al Mesías: «Mirad a mi sier-
vo a quien sostengo, a mi elegido en quien se complace mi alma.
Puse mi espíritu sobre él.» Tomás ve aquí dos momentos sucesivos
no en el tiempo, sino lógicamente y por naturaleza. El primero surge
de la asunción de una humanidad por el Verbo; el segundo del Es-
píritu que llena a este hombre-Dios con los dones de gracia 37,
¿No deberíamos reconocer una secuencia análoga en la Iglesia y,
consiguientemente, recuperar la parte de verdad, descuidada por Miih-
len, de una religación de la Iglesia a la encarnación como tal? ¿No
se dio primero la institución de los doce por Jesús (cf. Mc 3,114) y
después la santificación y animación de los apóstoles por el Espíritu
de Pentecostés? ¿Y la institución de los sacramentos, la entrega del
mensaje evangélico y, posteriormente, la actualización de estos dones
de la alianza por el Espíritu? Tenemos ahí un esquema patrístico per-
fectamente conocido (cf. supra n. 2). Volveremos sobre él posterior-
mente. Veremos que tiene sus aplicaciones en teología sacramental,
por ejemplo en el bautismo-confirmación, en la consagración de los
dones eucarísticos por las palabras de la institución y la epiclesis. Lo
esencial es honrar las dos misiones del Verbo y del Espíritu, según
su sucesión que dimana de las procesiones intratrinitarias. Pero, por
supuesto, nosotros hablamos de estas cosas como buenamente po-
demos...
San Pablo *
S5
Nuevo Testamento
«Porque nuestro Evangelio no llegó a vosotros sólo con palabras, sino, además,
con poder y con el Espíritu Santo y con profunda convicción (...). Y vosotros
seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta tribu-
lación, con alegría del Espíritu Santo» (1Tes 1,5-6; la primera carta de Pablo).
¡Oh insensatos gálatas! ... Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿recibisteis el
Espíritu por las obras de la ley o por la aceptación de la fe? (Gál 3,1-2).
SE
Nuevo Testamento
58
San Pablo
39
Nuevo Testamento
den una teología del Cristo glorificado — cabeza de este cuerpo que
es la Iglesia (Ef 1,20-23) — e incluso del Cristo que goza de una pri-
macía cósmica absoluta (Col 1,15-20).
Este cuerpo de Cristo que los fieles forman sobre la tierra exige
ser construido: 1Cor 3,9 Ef 2,20; 4,12. Lo que es construido así, es
«una morada de Dios por el Espíritu» (Ef 2,22), una «casa espiritual»,
un templo donde se ofrece a Dios un culto espiritual (1Pe 2,5ss; Flp
3,3). «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en vosotros?» (1Cor 3,16; 6,19; 2Cor 6,16). En este tema tan
rico y tan profundo de la habitación del Espíritu Santo en nuestros
cuerpos y en la comunidad que formamos, encontramos el equilibrio
de una teología que afirma la inmanencia evitando la confusión. El
Espíritu puede ser principio de comunicación y de comunión entre
Dios y nosotros, entre todos nosotros porque, como Espíritu, es sobe-
rano y sutil, único en todos; porque une las personas sin profanar
su interioridad ni poner acotaciones a su libertad; cf. 2Cor 13,13,
koinonia tou hagiou pneumatos (genitivo subjetivo, es la comunión
de la que el Espíritu es el principio). De la misma manera, Cristo
está en mí, es mi vida, pero continúa siendo él y yo continúo con-
servando mi individualidad. Esta habitación, esta inmanencia pone de
manifiesto la profundidad de su intimidad en la afirmación de que el
Espíritu es enviado a los corazones %. Pablo compara el fruto de su
apostolado a una carta de Cristo «escrita mo con tinta, sino con el
Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de co-
razones de carne» (Cor 3,2-3)%, Contrapone un ministerio del Es-
píritu y su fruto eclesial a un ministerio de la letra... Esto confiere un
contenido escatológico al ministerio cristiano: apunta a lo definitivo,
a lo absoluto de la comunicación que Dios nos hace de sus bienes
y de él mismo. Es lo que compromete al ministro a ser pura trans-
parencia, medio puro de una acción que va más allá de sus fuerzas
y supera, incluso, la medida de lo que él comprende.
Este ministerio del Espíritu es, en primer lugar, el del apóstol,
que pone el fundamento: 1Cor 3,10; Rom 15,20. Entre los ministros
que Dios suscita o «pone», san Pablo coloca siempre en cabeza a los
apóstoles: ¡Cor 12,28; Ef 4,11. A continuación, los profetas. Luego,
diferentes «dones», «ministerios» o «modos de acción» (TOB) u «ope-
raciones» (BJ); tales son los términos, prácticamente equivalentes,
que Pablo emplea refiriéndose al único Espíritu, al único Señor, al
único Dios, en 1Cor 12,4ss. Pero Pablo relaciona especialmente con
el Espíritu los diversos dones que manifiestan su acción «con miras
66. Cf. Gál 4,6; 2Cor 1,22; 3,2 y 3; Rom 5,5; cf. 2,29 y 8,27; Ef 3,17; 2Tes 3,5.
67. Véase M.A. Chevallier, op. cit., partes 1.2 y 2.*; K, Priimm, Diakonia
Pneumatos; Der Zweite Korintherbrief als Zugang zur apostolichen Botschaft.
Auslegung und Theologie, 11, Theologie des 2. Korintherbriefes, 2 vol., Roma 1960
y 1962.
60
San Pabio
61
Nuevo Testamento
62
San Pablo
63
Nuevo Testamento
Cristo. Por último, 4) coloca el don o carisma del amor por encima
de todos los restantes y sitúa en su justo lugar dos «dones del Espi-
ritu» o pneumatika (12,1; 14,1) altamente apreciados por los corin-
tios: el hablar en lenguas y la profecía ”.
Esta manera de entender los carismas como dones variados de la
gracia para la construcción de la Iglesia (cf. iPe 4,10) se ha mante-
nido en el vocabulario de los padres apostólicos”%, de san Juan Cri-
sóstomo ”?, de la liturgia %, de algunos teólogos de nuestra edad me-
dia $l,
Con todo, demasiado pronto, y la idea ha sobrevivido hasta nues-
tros días, se vio en los carismas las gracias gratis datae en el sentido
de la tradición escolástica % e incluso dones extraordinarios como el
de hacer milagros o curaciones. Así ya los apologistas de los siglos 11
y 11, Irener y Orígenes $, Teodoro de Mopsuestia y Teodoreto a fina-
les del siglo 1v y primera mitad del siglo v*%. Cuando León X1t, muy
cercano a nosotros, habla de carismas, se trata de dones extraordina-
rios y milagrosos $. Por esas fechas, la crítica protestante alemana
había impuesto ia falaz rivalidad — por no decir oposición— entre
carismas libres y funciones institucionalizadas $. El empeño de los
64
San Pablo
87. Habría que escribir toda uña historia. Citemos tun sólo algunos títulos
mecientes y signiticativos: J. Brosch, Charismen und Aemter in der Urkirche,
Rerm 1251, y el art. 4m: und Charisina, en Lexik, f. Theol. u. Kirche, t. 1,
1.37, col £58497; 1sid. Gomá Civ. Ubi Spiritus Dei, ic Ecclesia et omnis
csratia, Beicclona 1954; Garcia Extremeño, ¿elesia, Jerarquía y Carisma, «La
Ciencio Gomista», 89 (1959) 3-64; P. Rodiíguez, Carisma e institución en la
bulo o. e«studiunm», 1966, p. 489s,
12 Múumeros 17 y 47: AAS 35 (1943) 200 y 215. Cf. D. Iturrioz, Corismas,
De is encíclica «Moysiúci Corporisz al concilio Vaticano, «Estudios eclesiást.», 30
clisór +01-424, El redacior de la encíclica, el padre Seb. Tromp. hizo un estudio
«costemático» de Jos carismas: Corpus Christi quod est Ecclesia, MX. De Spiritu
Cinisti anima, Roma 1960, p. 295-326.
“2 Especialmente Lumen Gentium 0.2 12 y Apostolicim actuositatemn, no 3.
Ct jt Schiirmann, Les charismes spirituels, en L'Église de Vatican 11 («Unam
Sanctam» 51b), París 1966, p. 541-573; D. Iturrioz, Los carismas en la Iglesia.
La doctrina carismal en la const, «Lunen Gentium», «Estudios Eclesiásticos», 43
11968) 131-233; G. Rombaldi, Uso e significato di «Carisma» nel Vaticano 11,
«Giegortanum», 55 (1974) 141-162,
90. Véanse nuestros boletines, los de H.M. Legrand, la recensión de las re-
vistas y los índices durante los diez últimos años de la «Revue des Sciences philos.
et thtoi.». Por ejemplo, CR de Dias, H. Kiing, G. Hasenhiittl, H. Miihlen, A.M.
Ritter, ete.
91. Dominus vobiscum: The Background oj a liturgical Formula, en New
Pestament Essays. Studies in Memory of Th. W. Manson, dir. por A.J,R. Higgins,
Manchester 1959, p. 270-305.
Nuevo Testamento
7. El Pneuma y Cristo:
a) El Pneuma, tal como nos ha sido dado, está completamente
relacionado con Cristo. San Pablo está de tal manera entregado a
Cristo, tan lleno de él, que podría — señala Biichsel (p. 303)— pre-
sentar lo que constituye su vida sin mencionar al Espíritu. Se trata
de creer, después de confesar, con la boca y con la vida, que Jesús
es el Señor (Rom 10,9). Es lo que el Espíritu mus empuja a realizar:
«Nadie que habla en Espíritu de Dios, dice: ¡Maldito sea Jesús!;
y nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor!, sino en el Espíritu Santo»
(¡Cor 12,3). Es éste un texto capital sobre el que tendremos que vol-
ver. El Espíritu hace conocer, reconocer y vivir a Cristo, No se
trata únicamente de una proposición doctrinal; es algo existencial que
viene de un don y que compromete toda la vida. No hay un «cuer-
po del Espíritu Santo», sino un cuerpo de Cristo. ¿Acaso el Espíritu
no es el Espíritu de Cristo (Rom 8,9; Flip 1,19), del Señor (2Cor 3,17),
«Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6)? Como dice san Ireneo, el Espíritu
opera la «communicatio Christi (commutatio, escribe Sagnard), la in-
timidad de unión con Cristo», Desde el punto de vista del conte-
nido, no se da una autonomía; y, mucho menos aún, disparidad de
una obra del Espíritu respecto de la de Cristo.
b) Frecuentemente, se ha señalado también que se atribuye un
gran número de efectos indistintamente a Cristo y al Espíritu y que
66
San Pablo
Los que están en Cristo Jesús... Si Cris- Pero vosotros no vivís en lo de la car-
to está en vosotros: Rom 8,1.10. ne, sino en lo del espíritu, puesto que
el Espíritu de Dios habita en vosotros:
Rom 8,9.
67
Nuevo Testamento
El primer hombre, Adán, fue ser viviente; el último Adán, espíritu vivificante
(ICor 15,45).
Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita cn vos-
otros, el que resucitó u Cristo Jesús de entre los muertos dará vida también a
vuestros cuerpos mortales por medio de ese Espíritu suyo que habita en vosotros
(Rom 8,11).
68
San Pablo
del Señor y del Pneuma. La prueba es que Pablo habla del «Espí-
ritu del Señor»: «Si el v. 17% distingue kyrios (Señor) de pneuma,
pone claramente de manifiesto que el v. 17% no afirma la identidad
de las dos personas, sino que define, con la palabra pneuma, el modo
de existencia del kyrios. Cuando se habla de pneuma kyriou, se de-
fine su modo de existencia, el poder en el que viene al encuentro de
su comunidad»1%, Pablo señala la esfera de existencia y de acción
del Señor glorificado. Es, escatológica y divina, la del Espíritu. De
manera que, desde un punto de vista funcional, el Señor y su Espí-
ritu hacen la misma obra en la dualidad de sus funciones respectivas.
San Pablo, que tiene unas cuarenta fórmulas ternarias, e incluso
trinitarias, no precisa, en el plano dogmático, la trinidad de personas
en la unidad de sustancia. Si se quiere pensar la cuestión en plano
y categorías del dogma trinitario (¡y del dogma cristológico!) habrá
que recurrir, 1) a la noción bíblica (san Juan), tan importante, de
consustancialidad y de circumincesión; las Personas divinas están la
una en la otra'%; y 2), a la teología de la elevación de la humanidad
de Jesús, por su glorificación, a la calidad de Señor y de Hijo de
Dios con poder. Algo dijimos de esto con anterioridad.
100. Ed. Schweizer (Kittel), p. 170, con referencias. Cf. F. Biichsel, op. cit.,
p. 409 (unidad de dinamismo); M.A. Chevallier, op. cit., p. 95 y % (el espíritu
det Kyrios introduce el Kyrios en el corazón del hombre); B. Schneider, Dominus
tem spiritus est, Roma 1951; L. Cerfeaux, Le Christ dans la théologie de saint
Paul, París 1951, p. 216, 221-223 (cf. Jesucristo en san Pablo, Desclée, Bilbao
1967) 104; JR. Villalon, Sacraments dans V'Esprit..., París 1977, p. 286ss. No co-
nocemos la obra de J.D.G. Dunn, 2Cor 111, 17 «The Lord is the Spirit», «Journ.
of Theol. Studies», N.S., 21 (1970) 309-320. Para la interpretación patrística y
moderna, J, Lebreton, Les origines du dogme de la Trinité, t. I, París 51919,
p. 567ss; K. Priimm, Die katholische Auslegung von 2Kor 3,17 in den letzen vier
Jahrzehnten, «Biblica», 31 (1950) 316-345, 459.482; 32 (1951) 1-24.
101. Cf. san Jerónimo, Epist., 18, 4 (PL 22, 363); san Cirilo de Alejandría
(Comm. in loan., Lib. IX: PG 74, 261); L. Malevez, en «Nouv, Rev. Théol.»,
(Y? (1945) 403-404; F. Malmbere. Ein Leib, ein Geist, Paderborn 1960, p. 150-163.
69
Nuevo Testamento
entre Jos
Dios (1Cor 2,10-14), funda una comunión entre Dios y los hombres,
Dios
hombres (2Cor 13,13), testimonia a nuestro espíritu que somos hijos de
ante Dios
(Rom 8,16), grita en nosotros ¡Ábba! ¡Padre! (Gál 4,6) e interviene
en un
en favor nuestro (Rom 8,26ss). Expresiones que no pueden ser entendidas
sentido puramente simbólico; un sujeto que actúa de esa manera debe de ser
seña-
una persona autónoma y libre. Este carácter personal aparece claramente
de
lado en 1Cor 12,11, donde Pablo presenta al Espíritu distribuyendo los dones
como una per-
la gracia «como él quiere». Concibe también el Pneuma divino
Dios está
sona cuando habla de su habitación en los fieles (1Cor 3,16; 6,19).
3,16;
presente en el Pneuma como en el Hijo porque él es Dios mismo (1Cor
para nosotros
cf. 14-25). Como Espíritu «que viene de Dios» (1Cor 2,12), es
porque
«don» (Rom 5,5), pero no como una cosa, sino como alguien que dona,
las fórmulas de
Dios se entrega a sí mismo en el Pneuma (1Tes 4,8). Por último,
Theos = el Pa-
tríada en las que el Pneuma se presenta en igualdad con Dios (ho
(sobre todo 1Cor 12,4-6; 2Cor 13,13) no indican una simple comu-
dre) y Cristo
nidad de acción, sino una igualdad de tres Personas en el ser.
70
Los Hechos, de san Lucas
71
Nuevo Testamento
72
Los Hechos, de san Lucas
113. Hablar en lenguas: cf. 2,4.11; 10,46; 19,6. Profetizar: 2,17; 11,27; 20,
23; 21,411.
114. Act 2,29; 4,13.29; 4,31; 14,3. Cf. Haya-Prats, op. cit., p. 102s.
115, Esta cuestión del bautismo de los apóstoles preocupó ya a Tertuliano
(De baptismo, 12 y 13; «S. Chr.» 35, p. 85-86). Clemente de Alejandría,
en un
escrito perdido pero del que un fragmento (ed. Stáhlin, GCS II, p. 196) aparece
citado por Juan Mosco, cuenta una historia legendaria (cf. H.A. Echle,
The
Baptism of the Apostles. A Fragment of Clement of Alexandria's lost
Work
«Hypotyposeis» in the Pratum Spirituale of John Moschus, «Traditio», 3 [1945]
365-368). La suposición de Juan Mosco citando a Clemente de Alejandría
(Prado
espiritual, 176: PG 87/3, 3045) no tiene base alguna. Según él, Jesús habría
bautizado a Pedro; éste a Andrés, quien habría bautizado a Santiago y a Juan.
Veológicamente, puede pensarse que el contacto de Jesús fue para los apóstoles
como su bautismo (de igual manera que para los justos pendientes de redención:
O. Rousseau, La descente aux enfers, fondement sotériologique du
baptéme chré-
tien, «Rech. Sc. rel.», 40 [1952] 273-297). Por el contrario, Pablo fue bautizado:
Act 9,18,
116. «En el nombre de», eis to onoma, encierra un matiz de finalidad: el
bautizado entra en la redención del Hijo, la eficacia del Espíritu y la comunión
con «Dios»: H. Bietenhard, en Kittel-Friedrich, ThWbNT, t. V, p. 274ss. Son
numerosos los textos que hablan del bautismo en el nombre de Jesús: sólo en
Act: 2,38; 8,12; 8,16; 8,37, texto occidental; 10,48; 16,15.30.31; 19,5; 22,16. A pe-
sar de la opinión de los exegetas o historiadores que han pensado en la existencia
litúrgica de un bautismo «en el nombre de Jesús», H. von Campenhausen ha
demostrado que los textos no indican una fórmula de bautismo: Taufen auf den
Namen Jesu, «Vigiliae Christianae», 25 (1971) 1-16; cf. H. de Lubac, La foi
chrétienne. Essai sur la structure du Symbole des Apótres, París 21970, p. 72ss (tr.
73
Nuevo Testamento
Todos los textos dan prueba del lazo existente entre los dos. Si excep-
tuamos el caso de Cornelio, donde el Espíritu tiene la iniciativa total,
el don del Espíritu sigue al bautismo de agua, sin que el rito bau-
tismal aparezca como el medio (digamos la causa instrumental) in-
mediata de este don!'”, A veces, otro rito sirve de instrumento, la
imposición de las manos de los apóstoles 11, Podríamos preguntarnos
si el don del Espíritu del que se trata en Hechos — del que se dice
que es el mismo que el de pentecostés (11,17)— es el del Espíritu
como principio de santificación interior y personal o del Espíritu co-
mo principio de un testimonio dinámico, acompañado de una seguri-
dad que corrobora la experiencia del hablar en lenguas.
La diferencia entre los Hechos y san Pablo, como señala G. Haya-
Prats 1?, invita o autoriza a plantear la cuestión. He aquí la expli-
cación cuyo resumen toma de P. Gáchter: a) Los Hechos cuentan
la intervención del Espíritu en el desarrollo de la Iglesia hacia el exte-
rior, mientras que Pablo lo considera en cuanto concierne a cada
miembro interiormente. b) En los Hechos, la acción del Espíritu es
constatable, carismática; es una experiencia normal de cualquier cris-
tiano; para Pablo, la acción del Espíritu es objeto de fe al menos
tanto como de experiencia, y sabe él que gran parte de los cristianos
no tiene esa experiencia. c) Según los Hechos, Cristo envía el Espí-
ritu a los discípulos para realizar su obra; según Pablo, el Espíritu
realiza en cada cristiano su ser en Cristo.
Es correcto afirmar que Lucas —a diferencia de Pablo— no tie-
ne una teología de los efectos y frutos del Espíritu en la vida del
cristiano. Se limita a mostrar el dinamismo de la fe, el crecimiento
de la Iglesia. Incluso cuando afirma que Cristo da el Espíritu (2,33),
se refiere a la línea de la misión y de la profecía (2,17ss), no a la
línea de la vida nueva. El Antiguo Testamento anunciaba las dos (de
un lado Joel 3 y de otro Ez 36,26ss; Jer 31,31-34). Lucas se confina
al testimonio misionero. Pero ¿puede separarse de tal manera los
74
Los escritos joánicos
120. H.B. Swete, es siempre sumamente útil: The Holy Spirit in the NT,
1909, p. 129-168 (Jn) y 267-279 (1Jn y Ap); F. Biichsel, Der Geist Gottes im NT,
1926, c. XIX, p. 485-511; E. Schweizer, art. Esprit del Kittel, tr. fr. 1971, p. 209-
221 (Jn), 228-230 (1In), 230-233 (Ap); I de La Potterie, diversos estudios en:
La vida según el Espíritu, Sígueme, Salamanca 1967; F.M. Braun, Jean le Théo-
logien, WM. Sa théologie, 2 vol., que incluyen los artículos más antiguos, París
1966 y 1972 (espec. II, p. 37-56, 139-169; 180-181); F. Porsch, Pneuma und Wort.
Ein exegetischer Beitrag zur Pneumatologie des Johannesevangeliums («Frankfurter
Theologische Studien» 16) Francfort del M. 1974 (bibliografía en la que aparecen
unos 700 títulos).
75
Nuevo Testamento
1. Jesús da el Espíritu
76
Jesús da el Espíritu
mM
Nuevo Testamento
78
Jesús da el Espíritu
79
Nuevo Testamento
135. Personalmente hemos recogido más de cien testimonios sobre los simbo-
lismos de la Iglesia o de los sacramentos. Véase S. Tromp, De nativitate Ecclesiae
ex corde lesu in cruce, «Gregorianum» 13 (1932) 489-527; J. Daniélou, Sacra-
mentum Futuri, París 1950, p. 37ss y 172; H. Barré, en: «Bull. de la Soc. Frse.
d'Études mariales», 13 (1955) 61-97; E. Guldan, Eva-Maria, Colonia-Graz 1966,
p. 33ss, 46ss, 75, 173ss. Para el Oriente (especialmente la liturgia) J. Ledit, La
plaie du cóté, Inst. or., Roma 1970.
136. Cf. Swete, p. 165-168; Porsch, p. 341-378. La Pentecóte johannique
(Jean XX, 19-23; Act 11) es el título de un libro de Cassien Besobrasoff, Valen-
ce 1939.
80
El Paráclito prometido
2. El Paráclito prometido
81
Congur, Espíritu 6
Nuevo Testamento
a) con el Padre
b) con el Hijo
82
Relaciones del Paráclito con Jesús
d) con el mundo
Es dado: 14,16.
Es enviado: 14,26; 15,26; 16,7.
No es visto ni conocido: 14,17.
No es recibido: 14,17.
Los enunciados de estas relaciones van más lejos que los concernientes a las
relaciones con el Padre. El Paráclito debe verse, ante todo, en su relación con
83
Nuevo Testamento
84
El Espíritu en los discípulos
85
Nuevo Testamento
146. Esta última interpretación fue propuesta por G. Richter, Blut und Wasser
aus der durchbohrten Seite Jesu, «Múnchener Theolog. Zeitschr.», 21 (1970) 1-21.
Para Cerinto y la gnosis, F.M. Braun, op. cit., t. I, p. 169; t. UH, p. 148.
147. O. Cullmann, Le milieu johannique. Etude sur l'origine de Pévangile de
Jean, Neuchátel - París 1976. Cf. Braun, op. cit., 11, p. 148-149, 150-154; R. Bré-
chet, Du Christ d l'Église. Le dynamisme de l'Église dans l'évangile selon S. Jean,
«Divus Thomas», 56 (1953) 67-98; A. Feuillet, Le temps de VÉglise d'apres le IV*
évangile et 1'Apocalypse, «La Maison-Dieu», 65 (1961/1) 60-79.
148. l de La Potterie, estudio citado infra, n. 152, insiste en el hecho de
que en Jn 5,8 el Espíritu es colocado antes del agua y la sangre; suscita la fe,
la unción de la fe que se alimenta en los sacramentos del bautismo y de la euca-
ristía; referencia, para esta exégesis, en W. Nauck, Die Tradition und der Cha-
rakter des ersten Johannesbriefes, Tubinga 1957, p. 147-182, 2. excursus: Geist,
diversos
Wasser und Blut. A. Jaubert, op. cit. (n. 125), p. 147-154, expone los
posibles y subraya el valor del sentido sacramental, mencionando con
sentidos
y de la
interés la costumbre siríaca de una unción (Espíritu) antes del bautismo
eucaristía, sacramentos de la entrada en la Iglesia.
149. Mt 28,15; Mc 16,15; Lc 24,47ss; Act 1,8; Jn 17,18; 20,20.
los
150. Jn 15,26-27; Act 5,32. El testimonio del Espíritu va unido al de
86
El Espíritu en los discípulos
87
Nuevo Testamento
de la profecía»
el testimonio de Jesús es calificado como «espíritu
(19,10) 1, Los profetas ocupan en él un lugar destaca do 1%, mientras
de Juan, de los
que no encontramos mención alguna, en los escritos
espiritu ales» que hemos visto abundar en
«carismas» y de los «dones
Se trata de mantene r «el testimo nio de J esús» a través de las
Corinto.
resistir a los «fal-
tribulaciones (5,10; 12,11.17; 17,6; 19,10; 20,4) y de
sos profetas» que sirven a la ambició n idolátri ca de la Bestia (13;
sino que
16,13; 19,20; 20,10). El Espíritu no se revela a sí mismo,
cado por éste, in-
aparece totalmente relacionado con Jesús. Comuni
terviene en las Iglesias —en la Iglesia —, para advertirlas, para reunir-
e de
las en la verdad i. Constituye en ellas una inspiración incesant
«El Espíritu y la Espo-
Jesús, una aspiración hacia el Señor Jesús:
(2,17). Y esto, en medio de una situación de tri-
sa dicen: ¡Ven!»
de la fe
bulación y de lucha. De esta manera, se realiza el combate
carta de Juan 156,
que responde a lo que dicen el evangelio y la primera
una coheren cia de rigor notable. Lo
El evangelio de Juan presenta
u apunta por complet o al testimo nio dado en favor
que dice del Espírit
El pasaje que
de Jesús y éste está totalmente volcado hacia el Padre.
ión que el evangel ista añadió
mejor resume su misterio es la meditac
al testimonio del Bautista :
El que es de la tierra, terreno
El que viene de lo alto está por encima de todos.
está por encima de todos; da
es y como terreno habla. El que viene del cielo
quiere aceptar su testimonio.
testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie
veraz. Porque aquel a quien
El que acepta su testimonio, certifica que Dios es
las palabras de Dios; pues no da el Espíritu con medida...
Dios envió habla
EJ que cree en el Hijo tiene vida eterna (Jn 3,31-36).
momento de su bau-
Jesús viene del cielo, de la eternidad. En el
Juan testifica «era primero que yo... Y testifico que éste es el
tismo,
lo bautiza y ve descend er al Es-
Hijo de Dios» (1,30.34). Pero Juan
él. «Él
píritu, semejante a una paloma, baja del cielo y se posa sobre
Palabra
es el que bautiza con el Espíritu Santo.» El hombre-Jesús,
€s denun-
hecha carne, que manifiesta una humanidad tan terrena, que
vive, en esta humani dad misma, la referen-
ciada frecuentemente 15,
condition du chrétien, p. 107-167
(1959) 12-69, reimpreso en La vie dans ' Esprit,
de Jn aparece citado en la cons-
(tr. cast. en Sígueme, Salamanca 1967). El texto
titución conciliar Lumen Gentium, n.* 12,
ilustrar la función profética de
153. Textos citados por el Vaticano 11 para
Gentium , n.? 35) y su misión sacerdot al (Presbyterorum Ordinis,
los fieles (Lumen
2
22,6.9. Juan mismo profetiza arre-
ed Cf. 1,3; 10,7; 11,3.18; 16,6; 18,20.24;
batado por el Espíritu: 1,10; 4,2.
de Cristo, pero seis de entre ellas
155. Las siete cartas a las Iglesias vienen
iglesias». Los «siete espíritus» (2,4;
terminan con «lo que el Espíritu dice a las
posee (3,1) y da el agua viva (21,6;
4,5) son el Espíritu en su plenitud; Jesús los
22,1.17) .
profetas); Ap 4,14 y passim.
156. Jn 16,8-11; 1Jn 2,18-19.22; 4,1 (falsos
157. Cf. Jn 6,30.42; 7,2785; 5,18; 10,33.
88
El Espíritu en los discípulos
cia total al Padre. En virtud de ella, es todo de él y todo para él, hacia
él (pros ton Theon: 1,1; 1Jn 1,2). Es el enviado y la revelación del
Padre; es la comunicación de la vida eterna. Basta con adherirse a él
por la fe y poner en práctica el amor. Con tal fin, Jesús, cuando tiene
que abandonar la tierra, envía su Espíritu como agua viva en el in-
terior de los creyentes, como Paráclito para asegurar la fe y el testi-
monio de ellos, como actuando conjuntamente con la palabra, el agua
del bautismo, la eucaristía, el testimonio, el ministerio de reconcilia-
ción. En una palabra, obrando en el tiempo de la Iglesia la misión
recibida del Padre. «Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Paráclito,
que estará con vosotros para siempre... el Paráclito, el Espíritu San-
to, que el Padre enviará en mi nombre...» (14,16.26).
Esta visión joánica, profundamente trinitaria, del misterio cristiano,
anima el pensamiento de los padres más antiguos. Ignacio de Antio-
quía en el año 1071%, Justino hacia el 1501%, Ireneo de Lyón hacia
el 18016, Es también un tema constante en la sagrada liturgia: al
Padre (que da la vida absoluta) por Cristo en el Espíritu. En los Pa-
dres del período clásico, los enunciados son tan numerosos que re-
nunciamos a dar referencias de ellos. Citamos, por el contrario, el
concilio Vaticano 11, que ha empalmado con esta gran tradición 16,
158. Con una imaginería sacada del arte de construir: Ephes., IX, 1.
159. 1] Apol., LXV y LXVII para la eucaristía.
160. Adv. Haer., 1V, 20, 5 y 34, 5; V, 36; Démonstration de la prédicat.
apost., 7 (SChr 62, p 41-42: todo el texto es digno de ser citado).
161. Constit. dogmát. Lumen Gentium, n.” 51; decreto Ad Gentes divinitus,
a.” 2.
89
PARTE SEGUNDA
91
I
92
En la Igiesia antigua
5. Dial, con Trifón, 82; G. Bardy, p. 132. Sobre los dones del Espíritu,
Dial., 39, 2-5; 88, 1.
6. Milcíades (adversario del montanismo), citado por Eusebio, Hist. Eccl.,
V, XVII, 4.
7. Cf. J.L. Ash, The Decline of Ecstatic Prophecy in the Eearly Church,
«Theological Studies», 37 (1976) 227-252.
8. Philad., VU.
9. Mart. Polycarpi, XVI, 2.
10. Cf. Eusebio, Hist. Eccl., V, 24, 2, 5 citando a Polícrates.
11. Adv. Haer., V, 8, 2 (PG 7, 1142; Harvey II, 339); IV, 33 (col. 1072ss;
p. 256).
12. IV, 26, 2 (col. 1053, p. 236). Sobre las interpretaciones de este texto, cf.
nuestro L'Église une, sainte, catholique et apostolique («Mysterium salutis» 15),
París 1970, p. 210, n. 73.
13. Cf. A.M. Koeniger, Prima sedes a nomine iudicatur, en: Beitriige zur
-Gesch. d. christl. Altertums u. d. byzantin. Literatur, homenaje a A. Ehrhard,
Bonn 1922, p. 273-300.
93
La experiencia del Espíritu
94
En la Iglesia antigua
ejecutado por orden del emperador, dada en Tréveris, en 385. San Martín pro-
testó contra esta utilización de la coacción.
18. Adv. Haer., 1, XXXII, 4, que añade: «Es imposible decir el número
de carismas que recibe la Iglesia cada día, donados por Dios en nombre de
Cristo que fue crucificado bajo Poncio Pilato.»
19. V, VI, 1 (PG 7, 1137; Harvey H, p. 334). Para completar el testimonio
de Ireneo citaremos otra vez Adv. Haer., MI, 11, 9, contra Marción: «Son ver-
daderamente desgraciados quienes sostienen que existen falsos profetas y toman
pretexto de ello para rechazar la gracia profética en la Iglesia. Se comportan
como los que, a causa de las gentes que se hacen hipócritas, se abstienen, in-
cluso, de las relaciones con los hermanos» (trad. Rousseau-Doutreleau, SChr
211, p. 173); IV, 20, 6 (SChr 100, p. 642); «Otros no aceptan los dones del
Espíritu Santo y repelen lejos de ellos el carisma profético por el que el hombre,
cuando está invadido por él, produce como fruto la vida de Dios...» (Démonstr.
de la Prédic. apostol. 99, trad. Froidevaux, SChr 62, p. 169). Orígenes considera
el carisma del discernimiento como el más necesario y permanente en la Iglesia
(In Numer, hom. XXVII, 11, Baehrens, p. 272) mientras que «la mayoría de los
restantes carismas han cesado» (ln Prov., c. 1: PG 13, 25 A). Cf. I Hausherr,
op. cit. (infra n. 38), p. 46.
20. Contra Celsum, 1, 46.
21. Panarion, XLVIII, 1: De Labriolle, Les sources, op. cit., n. 88, p. 115.
No es seguro que Epifanio se refiera a hechos contemporáneos precisos.
95
La experiencia del Espíritu
(Fe) recibida de la Iglesia y que guardamos; (fe) que siempre, bajo la acción
del Espíritu de Dios, como un licor añejo conservado en vaso de buena calidad,
rejuvenece y hace, incluso, rejuvenecer el vaso que la contiene. La Iglesia, en
96
En la Iglesia antigua
efecto, se sabe depositaria de este don de Dios, así como Dios ha confiado el
soplo a la carne modelada para que todos los miembros reciban la vida de
ella; y en este don estaba contenida la intimidad del don de Cristo, es decir,
el Espíritu Santo. Dios ha establecido en la Iglesia los apóstoles, los profetas,
los doctores y todos los otros medios de operación del Espíritu, de los que no
participan quienes no pertenecen a la ecclesia (...). Porque donde está la Iglesia
fecclesia), allí está también el Espíritu de Dios. Y allí donde está el Espíritu de
Dios, allí está la Iglesia y toda la gracia. Y el Espíritu es la verdad *,
30. Ul, 24, 1 (7, 966; t. II, p. 131) trad. Sr. de Sagnard, (SChr, p. 399s).
A. Benoit explica el texto de Ireneo de la siguiente manera: «Puesto que el
Espíritu es dado a la Iglesia, lreneo puede decir que alli donde está el Espíritu,
allí está la Iglesia. Y como no hay más que una Iglesia, puede invertir la pro-
posición y decir que allí donde está la Iglesia, allí está el Espíritu (en L'Esprit
Saint et UÉglise, Acad. intern. des Sciences Religieuses, París 1969, p. 133).
Sin embargo, sería necesario precisar el contenido que «Iglesia» tiene para
lIreneo. Ella es el continente de la fe transmitida desde los apóstoles por la
sucesión de los ministros, actualizada y refrescada incesantemente por el Es-
píritu. Es la Iglesia total, pero concretizada en la comunidad local: P.M. Gy en-
tiende el pasaje de la ecclesia como asamblea local en la que hay que partici-
par para participar de los dones del Espíritu: Eucharistie et «ecclesia» dans le
premier vocabulaire de la liturgie chrétienne, «La Maison-Dieu», 130 (1977) 19-34
(31.
31. Prólogo de la Traditio apostolica, en 215 (que era la continuación de un
tratado de los carismas) y que termina con estas palabras: «El Espíritu Santo
que confiere a los que tienen una fe recta la gracia perfecta de saber cómo de-
ben enseñar y guardar todo los que están a la cabeza de la Iglesia» (trad. fr.
B. Botte, «S. Chr.» 11, p. 26)
32. Philosophoumena, 1, pref., 6 (después de 222): «Nadie refutará todo
esto (sectas filosóficas) si el Espíritu Santo no es trasmitido a la Iglesia. Habién-
dolo recibido los apóstoles en primer lugar. lo comunicaron a los que temían una
fe recta. Nosotros, que somos sus sucesores, que participamos de la misma gracia
del sacerdocio y de la enseñanza y que somos contados como los guardianes
de la Iglesia, no cerramos los ojos ni mantenemos la palabra en silencio (...)
Nosotros cumpliremos con nuestro deber cada uno a su tiempo y haremos que
todos participen ampliamente de las gracias que el Espíritu nos concederá.»
97
Congar, Espíritu 7
La experiencia del Espíritu
(Este Espíritu que dio a los discípulos el don de no temer, por el nombre
del Señor, ni los poderes del mundo ni los tormentos), este mismo Espíritu hace
regalos similares, como joyas, a la esposa de Cristo, la Iglesia. Él suscita profetas
en la Iglesia, instruye los doctores, anima las lenguas, procura fuerzas y salud,
realiza maravillas, otorga el discernimiento de los espíritus, asiste a los que
dirigen, inspira los consejos, dispone los restantes dones de la gracia. De esta
manera, perfecciona y consuma la Iglesia del Señor por doquier y en todo.
Vino bajo la forma de la paloma y permaneció sobre el Señor después de su
bautismo, habitando plena y totalmente en él solo, sin limitación de ninguna
clase; después fue otorgado y enviado en su sobreabundancia para que los otros
pudiesen recibir de él un manantial de gracias, la fuente de todo don del Espíritu
Santo permanecería en Cristo en quien habita profusamente el Espíritu Santo.
Lo había profetizado Isaías: «Reposará sobre él» (11,2-3), y en otra parte en el
nombre del Señor mismo: «El Espíritu del Señor está sobre mí...» (61,1; Lc 4,
17-19). Y David: «Por eso, Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría
más que a tus compañeros» (Sal 44,8)...
98
En la Iglesia antigua
Estoy atado al Espíritu y no soy yo, sino el Señor quien me ha pedido que
venga ($ 43), Y en la carta n.” 10: ¿Acaso he venido a Irlanda por motivos terre-
99
La experiencia del Espíritu
_- —_—__—
p. 603.
40. De excidio Britanniae, c. 62: citado por J. Chevallier, op. cit.,
41. Jbid., c. 37: citado en p. 414, n. 1.
100
TM
101
Hacia una teología y un dogma
En primer lugar, ella (la fe) recomienda que nos acordemos de que hemos
recibido el bautismo para la remisión de nuestros pecados en el nombre de Dios
Padre y en el nombre de Jesucristo, el hijo de Dios encarnado, muerto y resu-
citado, y en el Espíritu Santo de Dios...
Por esta razón, en nuestro nuevo nacimiento, el bautismo se realiza por estos
tres artículos (el bautismo), que nos confiere Ja gracia del nuevo nacimiento en
Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo ”.
2. Cf. Pastor, cc. 41; 58; 59, 5-6; 78, 1 (numeración en cap. de la edic. de
R. Joly), «S. Chr.», 53, 1958. Cf. Justino, Apol., 1, 39.
3. Cf. Dict. de Spiritualité, art. Esprit, t. IV/2, col. 1274 (P. Smulders).
4. Cf. E. Schweizer, en el art. Esprit de Kittel (Ginebra 1971), p. 136, n. 6;
137; 235, n. 1.
5. 1. Apol., 61, 3, sin citar a Mt 28,19, como tampoco en los textos de la
Epideixis citados más lejos, mientras que quince años antes Ireneo se refiere
expresamente a Mt 28,19 como palabras del Señor (Adv. Haer., MI, 17, 1: PG 7,
929: Harvey II, p. 92). Véase también 67 a propósito de la eucaristía.
6. Démonstration de la Prédication apostolique, c. 3 (trad. fr. de L.M. Froi-
devaux, SChr 62, p. 32, París 1959). Cf. también Adv. Haer., MI, 17, 1 (SChr 211,
p. 3285).
7. Tbid., c. 7, p. 41. El texto continúa de la siguiente manera: «Porque los
que llevan el Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, es decir, al Hijo; pero
el Hijo (les) presenta al Padre y el Padre (les) otorga la incorruptibilidad. Por
consiguiente, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin Hijo, nadie
puede aproximarse al Padre, porque el conocimiento del Padre (es) el Hijo y el
conocimiento del Hijo de Dios (se realiza) por medio del Espíritu Santo. En cuan-
to al Espíritu, es dispensado por el Hijo, en la manera que place al Padre, a título
102
Acerca de la tercera Persona
103
Hacia una teología y un dogma
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Acerca de la tercera Persona
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Macia una teología y un dogma
106
Acerca de la tercera Persona
Numerosos son los libros que hombres sabios y espirituales han escrito sobre
el Padre y el Hijo (...) Por el contrario, el Espíritu Santo no ha sido estudiado
con tanta abundancia y cuidado por los doctos y grandes comentaristas de las
divinas Escrituras, de tal suerte que resultara igualmente fácil comprender su
carácter propio que hace que no podamos llamarle ni Hijo ni Padre, sino única-
mente Espíritu Santo ”.
107
Hacia una teología y un dogma
108
Acerca de la tercera Persona
Ora se le llame unión, santidad o amor (caritas) de ambos; ora unidad, porque
es amor, o amor porque es santidad; pues es manifiesto que ninguna de las dos
es la unión que a ambos enlaza (...). El Espíritu Santo es algo común al Padre
y al Hijo, sea ello lo que sea. Mas esta comunión es consustancial y coeterna.
Si alguien prefiere denominarla amistad, perfectamente; pero juzgo más apropiado
el nombre de caridad (...). Y he aquí por qué no existen más de tres: Una que
ama al que procede de ella, otra que ama a aquel de quien procede, y el amor
mismo. Porque si el amor no existe, ¿cómo Dios es amor? (cf. 1Jn 4,8.16) Y si
no es sustancia, ¿cómo Dios es sustancia? 3,
109
Hacia una teología y un dogma
Según las Sagradas Escrituras, este Espíritu no lo es del Padre solo, o del
Hijo solo, sino de ambos; y por eso nos insinúa la caridad mutua con que el
Padre y el Hijo se aman *.
ritu Santo procede también del Hijo. Pero esto le fue concedido por el Padre: no
que el Hijo haya existido sin tenerlo, sino que todo lo que el Padre dio a su
Verbo unigénito, se lo otorgó engendrándole. Al engendrarle le otorgó el que
procediera de él el Don común y así el Espíritu Santo es espíritu de ambos»
(De Trinit., XV, 17, 29). Cf. también XV, 26, 45-47.
40. In loan. Ev., tr. XCIX, 8 y 9 (De Trinit., XV, 27, 48).
41. De Trinit., XV, 17, 27; «Bibl. Aug.» 16, p. 501.
42. Índices en «Bibl. Aug.» 16, p. 586ss y cf. 593s.
43. DeTrinit., XV, 21, 40s.
44. De Trinit., XV, 27, 50: «se sugiere un esbozo de distinción entre naci-
miento y procesión. No es lo mismo la visión del “pensamiento que el deseo y el
gozo de la voluntad» (t. V, p. 941 de la ed. castellana).
45. De Trinit., V, 11, 12; 12, 13; 15, 16; VIL 4, 7; XV, 17, 29; 18, 32; 19, 33;
110
Acerca de la tercera Persona
21, 50. Pero F. Cavallera, art. cit. supra (n. 28), p. 368-370 presenta una relación
exhaustiva.
46. «Y no en vano, según creo, hablando con tanta insistencia el Señor en el
evangelio de Juan de la unidad, de su unión con el Padre, o de la unión entre
nosotros, pero sin decir jamás: para que nosotros y ellos seamos uno, sino
“que ellos sean uno, como nosotros somos uno” (Jn 17, 20)» (De Trin., VI, 3, 4).
«Se nos preceptúa imitar esta unidad en el orden de la gracia...»: VI, 5, 7.
Pero el P. Moingt, al insistir atinadamente en este aspecto, no llega, pensamos,
hasta el final del pensamiento de Agustín: «Bibl. Aug.», t. 16, p. 655-656.
47. DeTrinit., V, 14, 15.
48. Sermo “11, 12, 18; 12, 19 y 17, 28; 20, 33 (Sermón 26 en la ed. de la BAC,
t., VIII de las Obras de san Agustín, Madrid ?1958, p. 290, 303, 310); PL 38, 454;
455 y 459; 463-64. El sermón fue pronunciado hacia el 419,
49. En la introducción general a los Traités antidonatistes, «Bil. Augustin.»,
t. 28, París 1963, p. 100 a 124,
111
Hacia una teología y un dogma
S0. In loan. Ev., tr. XXVI, 6, 13 (PL 35, 1612-13); tr. XXVII, 6, 6 (1618);
Sermo 267, 4 (38, 1231); 268, 2 (1232-33). La constitución dogmática Lumen Gen-
de
tium cita este último texto juntamente con los de Crisóstomo, de Dídimo,
Tomás, de León xr y de Pío XIt, con los que ilustra este tema (n.” 7 $ 7).
51. D. Sanchis, Le symbolisme communautaire du Temple chez S. Áugustin,
«Rev. d'Ascét. et Myst.», 37 (1961), 3-30; 137-147.
41
52. Sermo T1, 12, 18 a 20, 33 (PL 38, 454 a 464); De Trinit., XV, 21,
(42, 1087).
112
081
113
Congar, Espíritu 8
Destino del tema del Espíritu Santo
114
Amor mutuo del Padre y del Hijo
Se produce así una tal conjunción, una tal adhesión, un tal gusto de tu dul-
zura, que Nuestro Señor, tu Hijo, lo ha llamado «unidad» diciendo: «Que sean
uno en nosotros»; y adquiere tal dignidad, tal gloria, que añade: «Como yo y tú
somos uno.» ¡Oh gozo, oh gloria, oh riqueza, oh arrogancia! Porque la sabiduría
tiene también su arrogancia...
Así, nosotros te amamos, oO, mejor, tú te amas en nosotros, nosotros con
afecto, tú con eficacia, «haciéndonos» uno en ti por tu propia unidad, quiero
decir, por tu propio Espíritu Santo que nos has dado..
¡Adorable, terrible, bendito, dánoslo! Envía tu Espíritu y todo será creado y
renovarás la faz de la Tierra... ¡Venga la paloma con el ramo de olivo!... ¡San-
tificanos con tu santidad! ¡Únenos con tu unidad!
115
Destino del tema del Espíritu Santo
116
Amor mutuo del Padre y del Hijo
117
Destino del tema del Espíritu Santo
si no pro-
Es necesario decir que el Espíritu Santo procede del Hijo, porque,
se comprende
cediese del Hijo, no podría distinguirse personalmente de él. Y esto
divinas se
por lo que llevamos explicado. No es posible decir que las personas
no sería una
distingan unas de otras por algo absoluto, porque se sigue que
en Dios pertenece
misma la esencia de las tres, ya que todo lo que es absoluto
divinas se
a la unidad de la esencia. Sólo pues por las relaciones las personas
entre sí. Pero las relaciones no pueden distinguir las personas 'sino en
distinguen
y esto se comprueba observando que el Padre tiene dos
cuanto son opuestas,
Sin embar-
relaciones: con una se refiere al Hijo y con la otra al Espíritu Santo.
única-
go, por no ser opuestas, no constituyen dos personas; pertenecen ambas
Santo no se
mente a la persona del Padre. Si, pues, en el Hijo y en el Espíritu
al Padre, estas
hallasen más que las dos relaciones con que uno y otro se refieren
con que
relaciones no serían relaciones opuestas, como tampoco lo son las dos
se refiere a ellos. De ahí se sigue que, así como la persona del Padre es
el Padre
persona con
una, de igual manera el Hijo y el Espíritu Santo serían una sola
herejía,
dos relaciones opuestas a las dos relaciones del Padre. Pero esto es una
el Hijo
porque destruye la fe en la Trinidad. Por consiguiente, es necesario que
Pero en
y el Espíritu Santo se refieran el uno al otro con relaciones opuestas.
como
Dios no pueden darse más relaciones opuestas que las relaciones de origen,
prin-
ya hemos demostrado, y las opuestas relaciones de origen son relaciones de
que
cipio y de lo que proviene de un principio. Luego, no queda otro recurso
o que el
decir, o que el Hijo procede del Espíritu Santo, cosa que nadie dice,
Espíritu Santo procede del Hijo, que es lo que nosotros confesamos.
y otro. Hemos
Y esto está en armonía con el concepto de la procesión de uno
como verbo, y el Espíritu
dicho que el Hijo procede por vía de entendimiento
procede necesaria-
Santo procede por vía de voluntad como amor. Pero el amor
la hemos concebido
mente del verbo, pues no amamos cosa alguna sino en cuanto
en la natu-
14. 1 Sent., d. 23, a. 3 sol.; o «la relación en tanto que subsiste
raleza divina»: ST, 1, q. 29, a. 4; q. 39 a. 1.
118
Amor mutuo del Padre y del Hijo
en la mente. Por tanto esto mismo prueba que el Espíritu Santo procede del
Hijo *,
119
Destino del tema del Espíritu Santo
el bien por medio de dos amores al mismo objeto. De nada sirve variar las
imágenes, hablar de un soplo único, de un beso ', de un bálsamo o de un licor
único emanado de los dos. Son figuras impotentes para captar inteligiblemente el
misterio del origen del Espíritu Santo, donde no se da más que un acto, una
espiración, un «amar» común a las dos personas que aman, pero en razón de
la unidad de esencia, y no de la amistad como tal (...).
Por consiguiente, es adecuado — y muy en su punto -—— presentar al Espíritu
Santo como amistad del Padre y del Hijo, el amor mutuo del Padre y del Hijo.
Pero no puede explotarse metafísicamente esta vía; no encontramos ahí la analogía
consistente para pensar la persona del Espfritu Santo. La otra presentación, la del
Espíritu Santo como el amor que Dios tiene a su bondad, amor que procede
del divino Conocedor y Amante y de su Verbo, es mucho más sobria, pero más
segura, y por consiguiente, más preferible para introducir racionalmente la proce-
sión de la tercera Persona.
18. Así S. Bernardo, Sermón 8 sobre el Cantar, n. 2 (PL 183, 810ss); Sermo 89
de diversis (183, 707).
120
IV
121
San Simeón, el nuevo teólogo
122
Una experiencia del Espíritu
123
San Simeón, el nuevo teólogo
10. Cat., VI (104, 45); XIII (p. 191ss); Hymnes, LI, 89s (196, 593). Señalemos
lo lejos que se encuentra Simeón de cualquier pietismo. En la misma medida
en que las venidas de Dios, de su Espíritu, son pura gracia, en esa misma me-
dida exigen la práctica de los mandamientos, el esfuerzo y el combate de la
ascética; Hymnes, XVI (156, 25755). Véase Cat., XII, XXIL, XXVI y la intro-
ducción de monseñor Krivochéine, 96, p. 35-40.
11. Cent., 3, 45 (51, 93); cf. 1, 36 (p. 50): «En el primer bautismo, el agua
es el símbolo de las lágrimas y el aceite de la unción prefigura la unción interior
del Espíritu; pero el segundo bautismo no cs ya la figura de la verdad, es la
verdad misma.»
12. Hymnes, LV, 145-147 (196- 265).
13. Cat., XXXIM (113, 259).
14. Traité éthique, X (129, 273, 283).
124
Una experiencia del Espíritu
Heme aquí enfrentado de nuevo con aquellos que dicen tener el Espíritu
de Dios de manera inconsciente y que se imaginan poseerlo en ellos desde el
bautismo santo; que están persuadidos de tener este tesoro, pero sin reconocer
de manera alguna su peso en ellos: ante aquellos que admiten no haber sentido
absolutamente nada en su bautismo y que suponen que el don de Dios ha habitado
desde entonces en ellos de manera inconsciente e insensible; y que subsiste hasta
el presenté dentro de su alma” ...
Si alguien dijera que cada uno de nosotros, los fieles, recibe y posee el Es-
píritu sin tener conocimiento ni conciencia de ello, blasfema haciendo mentir a
Cristo que dice: «En él se producirá una fuente de agua que brotará para vida
eterna» (Jn 4,14) y «El que cree en mí, ríos de agua viva manarán de su seno
(ISI
El Señor que nos ha favorecido con bienes suprasensibles, nos da también
una nueva sensibilidad suprasensible por su Espíritu, a fin de que sus dones y
favores, que superan la sensación, sobrenaturalmente, a través de todas las sen-
saciones, nos sean clara y puramente sensibles ?!.
15. Hymnes, LV, 28-39 (129, 2558) y cf. 61s (p. 259).
16. Véase Hymnes, XVII, 558-560; L, 172-176; LIT, 69-77; Cat., VM y XILL
(104, 61 y 201); Traité éthique, X (129, 295: «Ves que quienes no poseen al
Espíritu que hable y actúe en ellos son infieles»).
17. Sin cesar en la Vida escrita por Nicetas Stethatos; frecuentemente en la
obra de Simeón; así Cat., IV (96, 48s.); Cent., 1, 64, 67, 69-71; 2, 45, 46, 49, 50;
3, 34. Y cf. I. Hausherr, Penthos. La doctrine de la componction dans !'Orient
chrétien «Or. Chr. Anal.» 132), Rom 1944; M.L. Borodine, Le mystére du don
des larmes dans P'Orient chrétien, «Suppl. de la Vie Spirituelle», sept. 1936.
18. Cf. Traité éthique, 1X (129, 241).
19. Traité éthique, V (129, 79ss); ibid., p. 105: «¿Cómo sabes, amigo amado
de Cristo, que serás semejante a él? Dínoslo; ¿cómo lo sabes?»
— «Por el Espíritu que él nos ha dado», dice él (1Jn 3,24), «por él conocemos
que somos hijos de Dios y que Dios mismo está en nosotros».
20. Traité éthique, X (129, 297).
21. Cent., 2, 3 (51, 72). Siguiendo a J. Darrouzés (p. 34) señalamos estas
indicaciones rápidas: «La habitación de la divinidad en tres personas en los
perfectos que se produce de una manera perceptible a la conciencia...» (Cent., 1,
7, p. 492); «El alma no tiene la firme seguridad de que estará reunida por toda
la eternidad con Dios... si no tiene la prenda de la gracia y si no la posee en
ella conscientemente» (3, 47; p. 94); «El Hijo de Dios, Dios mismo, vino a la
tierra para... reunirnos con él conscientemente por su Espíritu santo y consus-
tancial» (3, 58; p. 97); «Aquel que ha recibido conscientemente en él a Dios que
125
San Simeón, el nuevo teólogo
Este gran texto, que era necesario reproducir con alguna extensión,
continúa con citas de Jn 16,13 y 15,26; 16,13 v 14,26; 16,7; 14,15-17
y 20; viene después la promesa: «Juan bautizó con agua, pero vos-
otros seréis bautizados en el Espíritu Santo» (Act 1,5; 11,16). Simeón
glosa: «es normal, porque, a menos que seamos bautizados en el Es-
píritu Santo, no nos convertiremos en hijos de Dios ni en coherederos
126
Una experiencia del Espíritu
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San Simeón, el nuevo teélogo
128
Una experiencia del Espíritu
¿Insistiremos, tal vez? ¿Que alguien sin la dignidad episcopal supere a los
obispos en conocimiento divino y en sabiduría? En caso afirmativo, repito lo que
acabo de decir: aquel a quien ha sido dado el poder de manifestar el Espíritu
por la palabra, en él brilla también el destello de la dignidad episcopal. En efec-
(o, si alguien, aunque no haya sido ordenado obispo por los hombres, ha re-
cibido, sin embargo — tanto si es sacerdote, diácono o monje— de lo alto la
gracia de la dignidad apostólica (...) Aquél es, en efecto, el obispo ante Dios
y ante la Iglesia de Cristo, que ha sido manifestado en ella bajo la influencia del
Espíritu Santo como portavoz de Dios, más que aquel otro que ha recibido la
ordenación episcopal de manos de los hombres y tiene necesidad ezún de ser
introducido en los misterios del reino de Dios (...). Para mí, pues, es obispo aquel
que, como consecuencia de una participación abundante del Espíritu Santo, ha sido
purificado... (...). En estas condiciones, es jerarca aquel que posee la conciencia
35. 1. Hausherr, op. cit., (n. 27) p. 107 resume así la tesis del tratado.
36. A pesar de W. Vólker, Der wahre Gnostiker nach Clemens Alexandri-
nus, 1952, p. 172. Cf. K. Rahner, La doctrine d'Origéne sur la pénitence, «Rech.
Sc. rel.», 37 (1950) 47-97, 252.286, 422.456; B. Poschmann, Poenitentia secunda,
Bonn 1949, p. 462s.
37. Quaestiones et Responsiones, q. VI, 1; PG 89, 369s,
38. Cf. J. Stiglmayr, Die Lehre von den Sakramenten und der Kirche nach
dem Ps.-Dionysios, «Zeitschfrt. Kath. Theol.» 22 (1898) 246-303.
129
Congar, Espíritu 9
San Simeón, el nuevo teólogo
130
Una experiencia del Espíritu
sia sancta: cf. De baptismo, MI, 17, 22; VII, 51, 99 (43, 149 y 241); «Columba
tenet, columba dimittit»: III, 18, 23 (43, 150) repetido en ln loan. Ev., tr.
CXXI, 4 (35, 1958).
46. Agustín mo se cansa de comentar en este sentido el don de las llaves
y del poder de atar y desatar en Mt 16,19s: In loan. Ev., tr. CXXIV, 7 (35,
1976); cf. A.M. La Bonnardiére, Tu es Petrus. La péricope Mt 16,12-23 dans
Poeuvre de S. Augustin, «Irénikon», 34 (1961) 451-499,
47. Sermo 295, 2; PL 38, 1349.
48. Sermo Guelf., 16, 2; ed. G. Morin, «Anal. Agostin.» I, Munich 1917,
p. 62.
49. Así el bien conocido de De Pudicitia, 21: «ecclesia quidem delicta do-
nabit; sed ecclesia spiritus per spiritalem hominem, non ecclesia numerus epis-
coporum.»
50. De baptismo, 1, 18, 23 (43, 150). En ese cuadro explica Agustín el logion
sobre la blasfemia contra el Espíritu (Sermo 71; 38, 445s). Sería interesante
comparar la explicación de Simeón: Caf., XXXII (113, 2385); Traité éthique, Y
(129, 111).
51. Véase nuestra Introduction générale aux Traités antidonatistes, en Oeuvres
de saint Augustin, 28, París 1963, p. 97-115.
52. Epist., LXX, 1 (Hartel, p. 767).
131
V
EL ESPÍRITU SANTO
EN LA PLEGARIA DE OCCIDENTE
DURANTE LA EDAD MEDIA
La liturgia sagrada
132
La liturgia sagrada
¡Oh Dios, tu Espíritu se cernía sobre las aguas en los orígenes del mundo
para que ya entonces concibieran las aguas el poder de santificar (...) Mira,
Señor, el rostro de tu Iglesia, multiplica en ella tus nuevos hijos, tú, que con los
caudales de tu gracia «ulegras tu ciudad ... Para que la Iglesia, por mandato de
tu majestad, reciba del Espíritu Santo la gracia de tu único Hijo (...). Sea fuente
viva, agua fecunda, raudal que purifica. Para que todos los que han de ser lava-
dos en este baño de salvación obtengan, por la acción del Espíritu Santo la gracia
de una purificación perfecta (...). Te bendigo también (el agua) por Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor, que... con las aguas del Jordán quiso que Juan
lo bautizara, que de su costado te hizo salir con su sangre (...). Descienda la
fuerza del Espíritu Santo a la plenitud de esta fuente...
133
En Occidente durante la edad media
134
La liturgia sagrada
encarnación bautismo
7. De ahí el paralelo —_—a_
— -_ _—______—,
bautismo de Jesús sello del Espíritu
Cf. L. Lécuyer, Le sacerdoce royal des chrétiens selon S. Hilaire de Poitiers,
«Année théologique», 10 (1949) 302.325; «La Maison-Dieu», 27 (1951) 40ss; Le
sacerdoce dans le mystére du Christ («Lex Orandi» 24) París 1957, capítulos VII
y 1X (tr. cast. citada).
8. Cf. Mc 3, 14, lit.: «[Les] hizo doce para que estuvieran con él y para
enviarles a anunciar.»
9. J, Lécuyer, Le sacerdoce dans le mystére du Christ, c. X1 y XII, hace
intervenir los momentos pascua-pentecostés. Es la línea esbozada por san Cirilo
de Jerusalén (Cat. Myst., 1, 1-2: PG 33, 10885). Igualmente, W. Breuning,
Apostolizitát als sakramentale Struktur der Kirche, Heilsókonomische Ueberle-
gungen úber das Sakrament der Firmung, en Volk Gottes... (Festgabe J. Hofer),
Herder, 1967, p. 132-163. Cf. también Ed. Schillebeeckx, Cristo, sacramento del
encuentro con Dios, p. 163-173 de la tr. francesa («Lex Orandi» 31), París 1961.
10. En esa perspectiva, asumiríamos, actualizándola gracias a los recursos
de la psicología moderna, la idea tomista que hace corresponder los sacramentos
a los momentos decisivos de la vida: la confirmación correspondería al paso de
una vida para sí a una vida con y para los otros, propiamente social: «antea
135
En Occidente durante la edad media
quasi singulariter sibi ipsi vivit» (MIL q. 72, a. 2). Cf. P. Ranwez, La confirmation
constitutive d'une personnalité au service du Corps mystique du Christ, «Lumen
vitae», 9 (1954) 17-36; J. Latreille, L'adulte chrétien ou Veffet du sacremení de
confirmation chez s. Thomas d'Aquin, «Rev. Thomiste», 57 (1957) 5-28; 58 (1958)
214-243; A. Auer, Weltoffener Christ... Diisseldorf 1962, p. 146s.
11. Comparaison des Chrétiens des premiers temps avec ceux d'aujourd'hui,
en Pensées et Opuscules, Éd. L. Brunschvicg, p. 201-205.
12. Supra, p. 65.
13. Remitimos a B. Botte, L'Ordre d'apres les priéres d'ordination, en Études
sur le sacrement de P'Ordre («Lex Orandi» 22), París 1957, p. 13-35-41 (Canónigos
de Mondaye), L'évéque d'aprés les priéres d'ordination, en L*Episcopat et l'Église
universelle, bajo la dir. de Y. Congar y B.D. Dupuy («Unam Sanctam» 39),
París 1962, p. 739-780; L. Mortari, Consecrazione episcopale e Collegialita, Flo-
rencia 1969; H. Legrand, Sentido teológico de las elecciones episcopales en la
Iglesia antigua, «Concilium», 77 (1972) 44-56.
14. Elección: el texto original de la fórmula romana del pontífice dirigién-
dose a los fieles era: «Et ideo electionem vestram debetis voce publica profiteri»
136
La liturgia sagrada
137
En Occidente durante la edad media
138
El himno y la secuencia
El himno
La secuencia
n.? 5327. Los hermanos predicadores habían conservado las palabras «qui per
diversitatem linguarum multarum gentes in unitate fidei congregasti».
23. En la discusión que siguió a la exposición de Ét. Delaruelle, M.F. Le-
marignier aportaba las siguientes precisiones: «Luis v es asociado al trono por
Lotario y consagrado el día de pentecostés en el año 979. Igualmente, bajo
Roberto el Piadoso, sus hijos Hugo y posteriormente Enrique, fueron consa-
grados en el día de pentecostés de los años 1017 y 1027, y bajo Enrique 1, el futuro
Felipe 1 fue consagrado en el día de pentecostés del año 1059» en La vita com-
mune del Clero nei secolo XI e XI ... Milán 1962, p. 180.
24. Véase en el volumen citado en n. precedente, p. 142-173, la conferencia
de Et. Delaruelle sobre La vie commune des clercs et la spiritualité populaire au
XI siécle (p. 15255); reproducido en La piété populaire au Moyen Áge, Turín
1975, p. 81-112 (cf. p. 91-95).
25. Cf. Ch. Dereine, L'élaboration du statut canonique des Chanoines régu-
liers spécialement sous Urbain II, «Rev. Hist. Eccle.» 46 (1951) 534-565 (p.
546-477).
140
Testimonio de las fundaciones
Existen dos leyes, una pública, la otra privada. La pública es la que fue
escrita y establecida por los santos padres, como es la ley de los cánones (...),
por ejemplo, los cánones estipulan que un clérigo no debe pasar de una diócesis
a otra sin la recomendación escrita de su obispo (...). Pero la ley privada es la
que es escrita en el corazón por el instinto del Espíritu Santo; así, el Apóstol
habla de los que tienen la ley de Dios escrita en su corazón, y en otra parte... ellos
son la ley para sí mismos. Si uno de aquéllos vive en su iglesia, bajo su obispo,
de manera secular, guardando su bien propio, si, empujado por el Espíritu
Santo, quiere su salvación en un monasterio o bajo una regla canónica, como
es conducido por la ley privada, no existe razón alguna para ser retenido por
la ley pública. Porque la ley privada es superior a la pública. El Espíritu de
Dios hace la ley y los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son condu-
cidos por la ley de Dios. Y ¿quién podrá resistir al Espíritu Santo? Si alguien,
pues, es conducido por este Espíritu, que actúe libremente, en virtud de nuestra
autoridad, incluso contra la oposición de su obispo. Efectivamente, no existe
ley para el justo; allí donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Y si
sois guiados por el Espíritu, no os encontráis bajo la ley ?,
26. Jaffé Loewenfeld 5760; Mansi 20, 714; PL 151, 535. Citado por Gracia-
no c. 2, C. XIX, q. 2 (Friedberg 839-840). El texto de Migne es deficiente.
Citado por santo Tomás, De perfectione vitae spir., Cc. 253; Quodl., YI, 17; ST,
M-I1, q. 184, a. 6 y 8; q. 189, a. 7. Cf. M. Duquesne, S. Thomas et le canon
«ttribué dá Urbain H (c. 2, C. XIX, q. 2), en Studia Gratiana, t. 1, Bolonia 1955,
p. 415-434,
27. Cf. San Bernardo, De praecepto et dispens., 16 (PL 182, 885ss); Inocen-
cio 11, Reg., VI, 195 y XI 182 (PL 215, 774 y 1495); Cf. H. Tillmann, Papst
Innocenz 11, Bonn 1954, p. 28-31; W.A. Roo, Law of the Spirit and Written
Law in the Spirituality of St Ignatius, «Gregorianum», 37 (1956) 417-443,
141
En Occidente durante la edad media
28. Delaruelle, citado supra (n. 24), p. 154. G. Schreiber, Gemeinschaften des
Mittelalters. Recht und Verfassung. Kult und Frómmigkeit, Miinster 1948 (cf.
Índices).
29. Sobre la multiplicación de estos hospitales del Espíritu Santo hacia fi-
nales del siglo xt, cf. G. Schreiber, «Hist. Vierteljahrschrift», 15 (1912) 136ss;
W. Liese, Geschichte der caritas, t. 11, Friburgo 1922, p. 15ss; M. Mollat, Les
pauvres au Moyen Áge. Etude sociale, París 1978, p. 174, después, en el siglo XIV,
p. 323 y 346 (París, 1360 y 1363), p. 333 (Bruselas), p. 341 (Dantzig), p. 345
(Porto), etc.
30. A. Castan, Notice sur l'Ordre du Saint-Esprit, en Annuaire du Doubs,
1864, p. 152; M. Poéte, Etude sur les origines et la régle de l'Ordre hospitalier
du Saint-Esprit, París 1890; P. Brune, Histoire de ''Ordre hospitalier du Saint-Esprit,
París 1892.
142
VI
EL ESPÍRITU SANTO
EN LOS TEÓLOGOS
Existe un solo cuerpo de la Iglesia, que el Espíritu Santo vivifica, rige y go-
bierna; al que está unido el Espíritu Santo, múltiple, sutil, móvil, desatado, puro,
fuerte, suave, que ama el bien, penetrante, que hace el bien sin traba alguna,
amigo de los hombres, benefactor, estable, seguro, que todo lo ve y lo puede,
recipiente de todos los espíritus, inteligible, inmaculado; en este Espíritu Santo,
según san Pablo, «hay diversidad de gracias, pero el Espíritu es el mismo»
(ICor 12,4). Y también: «A cada cual se le otorga la manifestación del Espi-
ritu para un fin útil. Porque a uno se le da, por el Espíritu, palabra de sabi-
duría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo
Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de
milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad
de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todos estos dones los obra et
único y mismo Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su vo-
luntad» (1Cor 12,7-11).
De esta manera, aparece patentemente que el cuerpo de la Iglesia, que es.
.
J. Véase nuestro L*Église de S. Augustin á l'époque moderne (Hist. des dog-
mes, VI/3), París 1970, p. 131-132.
143
El Espíritu en los teólogos
uno, es vivificado por el Espíritu Santo, que es uno, único en sí mismo y múlti-
ple (1Pe 4,10) en la distribución multiforme de sus dones. Este verdadero cuerpo
de la Iglesia, vivificado por el Espíritu Santo, diversificado en diversos miembros
en épocas y edades diferentes, comenzó con el primer justo, Abel, y se consuma-
rá en el último elegido, siempre uno en la única fe, pero diversificado en formas
múltiples por la variedad múltiple de las maneras de vivir ?.
2. Dialogi, 1 (PL 188, 1144) tr. fr. en Chr 118, p. 43 y 45 (G. Salet). Cf. M. van
Lee, Les idées d'Anselme de Havelberg sur le développement des dogmes, «Anal.
Praemonstr.» 14 (1938) 5-35; G. Schreiber, Studien iúber Anselm von Havelberg.
Zur Geistesgeschichte des Hochmittelalters, ibid., 18 (1942) 5-90; M.D. Chenu,
La théologie au douziéme siécle, París 1957, p. 235ss; G. Severino, La discussione
degli «Ordines» di Anselmo di H., «Bull. dell'Istituto Storico Italiano per il
Medio Evo», 78 (1967) 75-122. H. Grundmann (Studien úber Joachim von Fiore,
p. 92-95) ha sugerido una posible influencia de Anselmo en Joaquín.
3. Cf. en A.M. Landgraf, Die Lehre von geheimnisvollen Leib Christi in den
friihen Paulinenkommentaren und in der Friúhscholastik, «Divus Thomas», 1946,
p. 407-419; nuestra obra citada supra (n. 1), p. 161. No podemos omitir san
Pedro Damiano, Liber gratissimus, c. 15 (PL 145, 119; Lib. de Lite, Y, p. 37) y
Opusc. 11 «Dominus vobiscum», C. 5-7 (145, 235-237).
144
El Espíritu en los teólogos
de la santa Iglesia, los dones de gracia son distribuidos a los individuos, pero
nadie retiene para sí solo lo que recibe él solo $ ...
145
Congar, Espiritu 10
El Espíritu en los teólogos
146
El Espíritu en los teólogos
147
El Espiritu en los teólogos
17. Sobre esta visión de las cosas, cf. C. Gentiles, YV, 21 y 22; Comp. theolo-
giae, 1, 147. Esta idea constituye el quicio de la teología tomista sobre el mérito.
18. Cf, FI, q. 9 a. 4 y 6; q. 68, a. 3 ad 2; II-11, q. 23, a. 2; q. 32, a.
l ad 3.
" 19, Sobre esta distinción, utilizada frecuentemente por Tomás, cf. nuestro
estudio Tradition et sacra doctrina chez s. Thomas d'Aquin, en: Église et Tradition,
Le Puy y Lyón 1963, p. 157-194.
20. Cf. 7Sent., d. 16, q. 1, a. 3; PI, q. 108, a. 1.
21. EII, q. 90, prol.; q. 109, prol.
148
El Espíritu en los teólogos
tudes y los «dones». La distinción entre virtudes y dones era una ad-
quisición reciente de la teología. Santo Tomás, que, en las Sentencias
(IL, d. 34, q. 1, a. 1; cf. In Isaiam, c. XD) se contentaba con decir
que, por los dones, el fiel actúa «ultra modum humanum, por encima
de la medida humana», afirma, en la Suma, que esto es debido a que
es movido por un principio superior (ST, FIT, q. 68, a. 2). Santo
Tomás se aferra al texto de Isaías; y éste habla no de manera vaga,
imprecisa, de «dones», sino de forma muy concreta, de espíritus,
«spiritus» sapientiae, etc., es decir, de una moción mediante inspira-
ción (q. 68, a. 1). Volvemos a encontrar el valor bíblico del «soplo»
que estudiamos al principio. Pero desde 1259 ó 1260, Tomás dispone
de una confirmación inesperada (dice por dos veces: «et etiam Philoso-
phus, incluso Aristóteles») en el De bona fortuna, opúsculo compues-
to de dos capítulos de Aristóteles, tomado uno de la Ética a Eudemo
y el otro del 2. libro de los Magna Moralia. Aristóteles habla de la
horme, inclinación o impulso del apetito superior. Tomás aplica esta
noción al impulso divino que sobrepasa el uso de la razón: una
aplicación claramente extraña al filósofo griego... Los dones, como
realidades permanentes distintas de las virtudes, son disposiciones que
hacen al cristiano delicadamente sensible para la captación y puesta
en práctica de las inspiraciones del Espíritu. Éstas no serían otra
cosa que una disposición permanente que, de manera permanente tam-
bién, abre al discípulo de Jesús a conformar su acción, más allá de
las virtudes, más allá de su razón habitada por la fe, más allá de su
prudencia sobrenatural, a Otro, infinitamente superior e infinitamente
libre, el Espíritu Santo.
Nos encontramos muy lejos de un actuar moral puramente razo-
nable. Nos encontramos, incluso, lejos de una posición imputada fre-
cuentemente a santo Tomás, la de una regulación por modelos saca-
dos de una naturaleza de las cosas intemporalmente fijada. Tomás hace
sitio al acontecimiento del Espíritu; su cosmos ético es el de la volun-
tad salvífica y santificadora de Dios, siguiendo medidas que superan
toda racionalidad humana, incluso sobrenatural. Otro nos guía, pero
no sin nosotros, no violentamente (cf. supra, n. 18), pero más allá
de nuestras miras y de nuestros modos de comportamiento previstos.
Y no sólo más allá de las de nuestra razón carnal, sino más allá de
iquellas que suscitaba nuestra fe. No es que los dones se encuentren
por encima de las virtudes teologales. Al unirnos con Dios mismo,
nada puede haber por encima de ellas, los dones están al servicio de
nu funcionamiento perfecto. Pero solamente Dios, interviniendo per-
sonalmente, puede dar su plenitud al ejercicio de estas virtudes; sólo
22. Cf. Th. Deman, Le «Liber de Bona Fortuna», «Rev. Sc. phil. théol.»
17 (1928) 33-58,
23. «Prompte mobilis ab inspiratione divina», «a Spiritu Sancto»: I-II, q. 68,
w. | y 8; q. 69, a. 1; TEIT, q. 52, a. 1; q. 121, a. 1; etc.
149
El Espíritu en los teólogos
150
El Espíritu en los teólogos
cía: non est habitus, sed actus. «La iluminación profética no existe
en el espíritu del profeta más que en la actualidad de la inspiración.»
Es un carisma conferido para beneficio de los otros y de la co-
munidad %,
151
El Espíritu en los teólogos
1902
El Espíritu en los teólogos
153
VII
JOAQUÍN DE FIORE
DESTINO DEL JOAQUINISMO !
154
Destino del joaquinismo
155
Joaquín de Fiore
156
Destino del joaquinismo
157
Joaquín de Fiore
158
Destino del joaquinismo
freno moral, el sentimiento de estar en Dios hasta los límites del pan-
teismo. «Spiritus Sanctus in nobis quotidie incarnatur...»
159
Joaquín de Fiore
160
Destino del joaquinismo
161
Congar, Espíritu 11
Joaquín de Fiore
26. Op. cit., $ 86-89, en Sámtliche Schriften, ed. K. Lachmann, t. XII, 1897,
p. 433-434. Traducimos: «$ 86: Vendrá el tiempo de un nuevo evangelio eterno
que nos es prometido en los libros elementales de la nueva alianza. — $ 87: Tal
vez incluso algunos entusiastas (Schwiúrmer) de los siglos XIII y XIv captaron un
rayo de este nuevo evangelio eterno; se equivocaron únicamente en que anuncia-
ron como inmediata su aparición. — $ 88: Posiblemente, su idea de tres edades
del mundo no era una quimera vana; probablemente no perseguían ningún mal
designio cuando enseñaban que la nueva alianza debía de ser declarada caduca
como lo había sido la antigua. Retenían la misma economía del mismo Dios.
Expresado en mi lengua, es el mismo plan de educación general del género hu-
mano. — $ 89: Por desgracia fueron demasiado deprisa: ellos creían poder — sin
Aufklirung, sin preparación— de inmediato a sus contemporáneos, recién salidos
de la infancia, hombres dignos de su tercera era.» Y cf. K. Lówith, Weltgeschichte
und Heilsgeschehen. Die theologischen Voraussetzungen der Geschichtsphilosophie,
Stuttgart 1953, p. 136ss, 190ss; G. Bornkamm, Die Zeit des Geistes, en Geschichte
u. Glaube, parte primera («Ges. Aufsitze» ID, Munich 1968, p. 90-103.
27. Vorlesungen iiber die Philosophie der Religion, publicación póstuma,
1832; Lecon sur la Philosophie de la Religion, trad. fr. de J. Gibelin, París 1954;
parte tercera, La religión absoluta, c. VW, p. 173. Véase también La phénoménolo-
gie de VEsprit (1806), trad. fr. de J. Hippolite, París 1941, VII C, p. 284-290.
Sobre Hegel y el cristianismo, estudios de C. Bruaire, 1964, d'A. Chapelle, 3 vols.,
1966, de H. Kiing, La encarnación de Dios, Herder, Barcelona 1974.
162
Destino del joaquinismo
La edad media fue el reino del Hijo. En el Hijo, Dios no está aún consumado,
lo será en el Espíritu. Porque, como Hijo, se ha puesto fuera de sí mismo y
tiene de esta forma un ser de otro modo que no será superado (aufgehoben) sino
en el Espíritu, en el retorno de Dios a sí mismo. Como la condición del Hijo
lleva en sí una exterioridad, la edad media tenía por regla la exterioridad. Con
la Reforma comienza el reino del Espíritu, donde Dios es conocido verdadera-
mente como Espíritu ?.
163
Joaquín de Fiore
164
Destino del joaquinismo
35. The Gospel of Christian Atheism, Filadelfia 1966, p. 27, con referencia
a William Blake, Hegel y Nietzsche (tr. cast.: El evangelio del ateísmo cristiano,
Ariel, Barcelona 1972).
165
VIT
PNEUMATOLOGÍA
EN LA HISTORIA DEL PROTESTANTISMO
Los reformadores
!. Uno y otro sostienen, en
Consideraremos a Lutero y Calvino
ario, la doctr ina clásic a de Nicea, de Constan-
cuanto al dogma trinit
Quicumque. Ambos tuvieron que
tinopla (381) e incluso del símbolo
contra posiciones «católicas»
combatir en dos frentes. Por un lado,
o sin ella, con una absolutización de «la
identificadas, con razón que hacer
bien, de la «jerarquía». Además tuvieron
Iglesia», o más
que, pretendiendo continuar el movimiento
frente a los «entusiastas»
tu. Para Lutero, éstos eran los
de reforma, se apropiaban del Espíri
para Calvino los anabap-
Schwármer, Storch, Miintzer y Karlstadt;
, O más bien de síntesis, el uno
tistas. Manteniendo una vía media
Calvi no, afirm aron, cada uno a su mantra, una
y el otro, Lutero y
de gracia, la Escritura, y una
unión entre un «instrumento» externo
acción del Espíritu. de
llamado Karlstadt, no sólo era un amigo
Andreas Bodenstein,
doctor en 1512? Sostenía la misma
Lutero, al que había promovido
-
us Creator. Studien Zu Luthers Theolo
1. Para Lutero, cf. R. Prenter, Spirit rmer, Zurich 1955; P. Fraen-
K.G. Steck, Luther und die Schwi
gie, Munich 1954; en
et la prédication du Luther, 1538-1546,
kel, Le Saint-Esprit dans lenseignement ne du Saint- Esprit chez
M. Lienha rd, La doctri
Le Saint-Esprit, Ginebra 1963;
1965, p. 11-38.
Luther, «Verbum caro», n.” 76, e
nage du Saint-Esprit. Essai sur P histoir
Para Calvino, cf. J. Pannier, Le témoig uction a la
ée, París 1893; A. Lecerf, Introd
du dogme dans la théologie, reform ion
reform ée, t. II, París 1938, p. 173-240; M. Neeser, Raison, révélat
Dogmatique ante, «Rev. de Théol. et de
Saint- Esprit dans la traditi on protest
et témoignage du Saint-
Expérience religieuse el témoinage du
Philos.», 1943, p. 129-144; Ed. Grin, ; Th. Preiss. Le témoignage
, 1946, p. 327-344
Esprit, en «ÉL. Théol. et relig.» W. Krusche,
théolog.» 13), Neuchátel-París 1946;
intérieur du Saint-Esprit («Cahiers 1957; G.W. Locher , Testimonium
Calvin, Goting a
Das Wirken des HI. Geistes nach m, Zurich
Geist u. das hermeneutische Proble
internum. Calvin's Lehre vom Hl. Londres 1970; J.L. Klein,
ne of the Church,
1964; B.C. Milner Jr., Calvin's Doctri
ure, «Et. théol. et relig.» , 51 (1976) 149-163.
L'Esprit et U'Ecrit los de los diccionarios, H. Barge,
ademá s de los artícu
2. Sobre Karlstadt,
166
Los reformadores
167
En la historia del protestantismo
Siendo así que nos enseña el evangelio que tal cosa exterior no podía salvar
porque se trataba de simples criaturas corporales que el diabio había empleado
frecuentemente en la brujería, algunos grandes y doctos hombres [Karlstadt] han
concluido de ahí que el bautismo como agua exterior, la Palabra como hablar
exterior y humano, la Escritura como letra exterior hecha de tinta, el vino y
el pan cocido por el panadero, no son sino cosas externas y perecederas. Y se
pusieron a gritar: ¡Espíritu, Espíritu! ¡El Espíritu debe actuar, la Jetra mata!
Así Múintzer nos ha llamado a los teólogos de Wittenberg Schrifteelehríe (escri-
bas) y se dio a sí mismo la apelación de Geistgelehrte (iluminado por el Espíritu) ?.
168
Los reformadores
169
En la historia del protestantismo
170
Los reformadores
15. Véase nuestro Vraie et fausse réforme dans l'Eglise, ed. de 1950, p. 482.
503; ed. de 1969, p. 432-459 (tr. cast. citada, Estudios políticos, Madrid 1973); al
final, referencias a interpretaciones liberales racionalizantes. Ya Castellion, citado
por Panmnier, op. cit., p. 116.
171
En la historia del protestantismo
VRZ
El pietismo
rraba en esta frase: existe una luz de Dios de la que toda persona
puede hacer una experiencia. En eso consiste el verdadero cristianis-
mo. No consiste en el culto externo. Fox rechaza los sacramentos
y el ministerio instituido; no se celebra en los templos, a los que Fox
califica de «casas con campanario»; no puede decirse que la Escritura
sea la regla de ella misma; no hay otro principio de culto ni otra
regla que el Espíritu Santo, que se revela en la luz interior y que
bautiza con un bautismo verdadero. Fox no conocía ni practicaba
otro culto común que una escucha de Dios en silencio en el que
se formaba la oración interior y que utilizaba sólo eventualmente
alguna palabra de revelación que alguno de los participantes había
recibido con la inspiración concomitante de revelarla.
Si no existen los sacramentos ni el ministerio instituido, ello sig-
nifica que Dios habla por medio de todas las cosas y en todas las
personas. Incluso la historia bíblica, en cuanto serie de hechos, queda
devaluada por la presencia interior experimentada de Dios. Los cuá-
queros están convencidos del carácter sagrado de toda persona, capaz
de una relación personal, directa y autónoma con Dios. Ése es el
fundamento de su rechazo de la violencia y de una actividad de asis-
tencia que no conoce fronteras. Son protagonistas activos de los de-
rechos de la persona, fundados en Dios (Th. Sippell insiste en este
aspecto). Recibieron el premio Nobel de la Paz en 1947.
Ante las vidas iluminadas por la presencia de Dios no cabe otra
postura que la admiración más rendida. Pero sentimos una cierta
desazón al contemplar la rotundidad con la que Fox identificó ince-
santemente su persona, su acción y su palabra con la causa de Dios.
Fox no distingue demasiado bien los límites que separan la luz de
la conciencia y el Espíritu Santo. Además, carece completamente de
teología del Espíritu Santo como tercera persona. Carece del sen-
tido de la Iglesia 1?. El individualismo absoluto de su inspiración es
una limitación terrible para una vida que fue, por lo demás, heroica.
La posición cuáquera no encuentra justificación alguna en el Nuevo
Testamento. El Espíritu no tiene tal autonomía respecto de la Palabra
proferida y recibida exteriormente. La misión apostólica tiene sus
condiciones de verdad. Incluso desde el punto de vista de la expe-
riencia cristiana, todo el aspecto sacramentario, doctrinal, comuni-
tario-eclesial, es un elemento imprescindible de los dones por los
que Dios quiere establecer su comunión con nosotros.
19. Lindsay Dewar, The Holy Spirit and Modern Thought. An Inquiry into
the Historical, Theological and Psychological Aspects of the Christian Doctrine
of the Holy Spirit, Londres 1959, p. 154-157 y 211-214.
173
En la historia del protestantismo
El pietismo Y
«El pietismo desbloquea los elementos subjetivos y líricos que ha-
bían animado el futeranismo primitivo, pero fueron hechos añicos
posteriormente por el mismo Lutero. A la vez que mantenía una
postura deferente con la Iglesia constituida, el pietismo considera
indispensable la tarea de vivificar e individualizar la fe del creyente,
de comprometerlo a fondo en el combate cristiano de cada día, de
estimular su sentido de la responsabilidad personal, de llevarle a una
iluminación, la única capaz de convertirlo en verdadero hijo de Dios
y desposado con Cristo. Los fervorosos visitados así por el Espíritu
se reúnen en pequeños grupos, discuten la Biblia, se intercambian y
comparten sus experiencias íntimas, se consideran como la levadura
de la Iglesia. Estos cenáculos se caracterizan por una intensa fer-
mentación moral y sentimental, unida a un sentido agudo de la ob-
servación de sí mismo. En esos cenáculos se afirman de nuevo neta-
mente las diferencias regionales» ?.
Precisando lo que entiende por esta última noción, R. Minder
distingue entre Spener, alsaciano, pastor en Francfort y Leipzig, más
moralista que místico, y Francke, alemán del norte (Liibeck), más
sistemático, organizador del movimiento en Halle, y Zinzendorf, de
Silesia, que representa brillantemente el lado místico.
Los términos «pietista, pietismo» se refieren al libro publicado
por 'Philipp J. Spener en 1675, Pia desideria 2. Spener había estu-
diado en Estrasburgo, en Basilea. Había visitado Ginebra, leía a Lu-
tero. Pero, al igual que frente a una escolástica dominada totalmente
por la dialéctica se había afirmado, en los siglos XIv y XV, una mís-
tica más afectiva, Spener trataba de revivir la experiencia personal
de la fe más allá de la ortodoxia luterana rígidamente atada a la pu-.
reza de las fórmulas. Veía en Lutero al teólogo de la conciencia
(Faulero, la Theologia Deutsch); mantenía la concepción de la justifi-
cación por la fe que se traducía en experiencia del nuevo nacimiento,
en amor activo hacia Dios y hacia el prójimo Y, De 1666 a 1686,
20. Abundantísima bibliografía. Véase los diccionarios. Citamos únicamente
como clásicos A. Ritschl, Geschichte des Pietismus, 3 vol., Bonn 1880; F.FE.
Stuffler, The Rise of Evangelical Pietism («Numen», supl. IX). Leiden 1965.
21. R. Minder, ÁAllemagnes et Allemands, t. 1, París 1968, p. 113.
22. 3.* ed. por Kurt Aland, Berlín 1964, Sobre Spener, J. Wallmann, Philipp
Jacob Spener und die Anfinge des Pietismus, Tubinga 1970; H. Bauch, Die Lehre
vom Wirken des Hl. Geistes im Frihpietismus. Studien zur Pneumatologie u.
Eschatologie von Campegius Vitringa, Ph. J. Spener und Albrecht Bengel, Ham-
burgo 1974; L. Hein, Ph.J. Spener, ein Theologe des Hl. Geistes und Prophet der
Kirche, en Die Einheit der Kirche..., Festgabe Peter Meinhold, Wiesbaden 1977,
p. 103-126.
23. De esta manera se acercaba a una piedad católica: J. Lortzing, Der Pie-
tismus lutherischer Prágung als rickláufige Bewegung zum Mittelalter, en «Theo-
174
El pietismo
logie u. Glaube», 1942, p. 316-324. Para Spener, Lutero llegó a ser lo que fue
gracias a Taulero (Pia desideria, ed. 1964, p. 74). Redactó un prefacio a la edición
de los sermones de Taulero, 1681.
24. Pia desideria, ed. 1964, p. 56.
25. En francés, cf. Vie, por F. Bovet, 2 vol., París 1860; Erich Beyreuther,
Nicolas-Louis de Zinzendorf, Ginebra 1967,
26. J. Baubérot escribe: «En la actulidad, el calificativo de pietista sirve
para designar al creyente contaminado por el moralismo, por una desconfiamza
casi enfermiza respecto de la crítica teológica y de la investigación intelectual en
general; se caracteriza también por una ausencia total de sentido político. Parece
que las taras del pietismo se desarrollaron más ampliamente que sus cualidades.»
Art. Pietisme, en Encyclopaedia Universalis, vol. 13, París 1972, p. 57. G. Gusdorf
175
En la historia del protestantismo
ha seguido la influencia del pietismo en las corrientes filosóficas del siglo XVII:
Dieu, la nature et homme au siécle des Lumiéres, París 1976, p. 244-275.
264. Documentos: Maximilien Misson, Le théátre sacré des Cévennes ou Récit
des merveilles récemment opérées dans cette partie de la Province de Languedoc,
Londres 1707 (reeditado por Ami Bost, Les Prophéetes protestants, París 1847);
Ch. Bost, Mémoires inédits d'Abraham Mazel et d'Elie Marion sur la guerre des
Cévennes, París 1931; Histoire des troubles des Cévennes ou de la Guerre des
Camisards sous le régne de Louis le Grand, reimpresión de la ed. en 3 vol. de
Villefranche 1760 (bajo el nombre de: Patriote francois et Impartial), Ed. Laffite,
en 2 vol, Marsella 1975.
Historia: Hennebois, Pierre Laporte, dit Rolland, et le prophétisme cévenol,
Ginebra 1881; R. Knox, Enthusiasm... Oxford 1950, p. 356-371 (recoge princi-
palmente las extravagancias: admite la fábula lanzada por Brueys, según la cual
un Du Serre habría entrenado a niños para que simularan profecías); A. Ducasse,
La guerre des Camisards. La résistence huguenote sous Louis XIV, París 1946
(carece de objetividad); C. Almeras, La révolte des Camisards, París 1959; E.
Le Roy Ladurie, Paysans de Languedoc, 2 vol., París 1966, 330s3: la apo-
calipsis según Jurieu. Citamos, por último, porque es de un amigo ya difunto,
C. Cantaloube, La Réforme en France vue d'une village cévenol, París 1951,
c. XI, p. 205ss; del mismo, art. en la enciclopedia Catholicisme, t. 1H, 1950,
col. 442-443,
Historia de la historia: Ph. Joutard, La légende des Camisards, París 1977.
176
Ed. Irving
Ed. Irving ?
177
Congar, Espíritu 12
En la historia del protestantismo
30. En Wesley, el testimonio del Espíritu Santo hace distinguir la luz de las
tinieblas no, como en Calvino, para saber lo que está inspirado o no, sino para
hacernos conocer qu: somos hijos de Dios (cf. Rom 8,16); Collected Works,
t. L p. 21iss. Se reconoce el Espíritu por sus frutos (p. 213ss).
31. Léon Maury, Le réveil religieux, París 1892. Sobre los problemas teo-
lógicos planteados por una influencia wesleyniana, no calvinista, cf. J. Cadier,
La tradition calviniste dans le Réveil du XIX* siécle, «Études théol. et relig.»,
28 (19524) 9-28.
32. Como en los tiempos de los camisardos, se hacía referencia a Joel 2,
28-29. Cf. H. Bois, Le Réveil du pays de Galles, Toulouse s/f. (el prólogo es
de diciembre de 1905) J. Rogues de Farsac, Un mouvement mystique contem-
porain. Le réveil religieux au pays de Galles (1904-1905), París 1907. Recordemos
J. Chevalier, Essai sur la formation de la nationalité et les réveils religieux au
pays de Galles, des origines á la fin du VI" siécle, Lyón y París 1924,
33. Véase Ch.-G. Finney, Discours sur les réveils religieux, Monetier-Mornex,
31951; H. Bois, Quelques Réflexions sur la psychologie des Réveils, París 1906.
Véase también «Concilium», 89 (1973).
178
Ed. Irving
179
TX
180
En la contrarreforma y en la restauración
181
En la contrarreforma y en la restauración
182
En la contrarreforma y en la restauración
183
En la contrarreforma y en la restauración
magisterio fons fidei'3 y Ecclesia sibi ipsi est fons*, Hemos habla-
do antes de una cierta inflación del «magisterio». Si los reformado-
res desconocieron o, al menos, minimizaron el papel de la Iglesia
en la relación del creyente con la Escritura, deberíamos tener sumo
cuidado en no remplazar al Espíritu Santo, a cuyo «testimonio» ellos
recurrían, por el «magisterio». Algunos enunciados católicos han caído
en este abuso. Cuidemos de no sustituir un unilateralismo con otro.
Tratemos de integrar, reconocer —dando a cada uno su lugar—
todos los dones por los que Dios nos comunica la verdad de su
Palabra 1.
184
En la contrarreforma y en la restauración
21. Lumen gentium, n.* 7 $ 7: «dedit nobis de Spiritu suo, qui unus et idem
in Capite et in membris existens, totum corpus ita vivificat, unificat et movet,
ut eius officium a sanctis Patribus comparari potuerit cum munere, quod prin-
cipium vitae seu anima in corpore humano adimplet». Con referencias a LeÓn xIIt,
Pío xi, san Agustín, Crisóstomo, Dídimo, Tomás de Aquino. Cf. también Ad
Gentes divinitus, n.* 4.
22. Véase nuestro L'Église de S. Augustin a lV'époque moderne, París 1970,
p. 417-423 y 428-433. Para Scheeben, p. 429 y 433-35,
23. Esta fórmula en la Dogmatik, WI, $ 276, n.* 1612,
185
En la contrarreforma y en la restauración
186
En la contrarreforma y en la restauración
187
En la contrarreforma y en la restauración
NOTA ADICIONAL
188
Suplencias y sucedáneos del Espíritu Santo
32. Ph. Pare, The doctrine of the Holy Spirit in the Western Church, «Theo-
logy», agosto 1948, p. 293-300.
33. Serie de artículos publicados en Das ¿kumenische Concil vom Jahre 1869,
t. IL, p. 503-547; III, p. 81-133, 212-263, 400-418: «El sentido teológico y práctico
del dogma de la infalibilidad del papa, especialmente en relación con nuestro
tiempo.»
34. Op. cit., III, p. 102.
189
En la contrarreforma y en la restauración
1. Eucaristía
190
2. Papa
191
En la contrarreforma y en la restauración
3. Virgen María
por sí y con su virtud y por la interna conexión de los miembros...»; n.” 12,
$ 1; n.* 27, 8 ?: «puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la
forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia»; Gaudium et Spes,
n.* 40, $ 2; Ad Gentes divinitus, n.* 4; n.* 15, $ 1: «El Espíritu santo, que llama
a todos los hombres a Cristo por la siembra de la palabra y proclamación del
Evangelio y suscita el homenaje de la fe en los corazones..., los congrega en el
único pueblo de Dios...»
48. Su expresión más detallada y documentada es del pastor Lucien Mar-
chand, Le contenu évangelique de la dévotion mariale, «Foi et Vie», año 49,
n.” 6 (sept.-oct. 1951) 509.521.
49. A.C. Placi, citado por R. Laurentin, «Rev. Sc. ph. th.» 50 (1966) 542,
n. 139,
SO. Así en el Cenáculo de Montmartre, el 10 de enero de 1953.
51. Elsie Gibson, Mary and the Protestant-Mind, «Review for Religious» 24,
mayo 1965, citado por el cardenal L.J. Suenens, Une nouvelle Pentecóte? DDB,
1976, p. 230-231; tr. cast. en ¿Un nuevo pentecostés?, Desclée, Bilbao 1976.
52. León xn, encíclica lucunda semper, 1894 (ASS 27 [1894-95] 179. Textos
completos y su crítica en H. Miihlen, PEsprit dans lP'Église, * * * Y
t. 1, p. 149ss. Yo podría aportar aquí otros textos, otros «
192
Virgen María
o autoridad sobre toda procesión temporal del Espíritu Santo, hasta tal punto que
ninguna criatura ha recibido de Dios gracia alguna de virtud sino en razón de
una dispensación de la virgen María misma». Evidentemente, esto es inaceptable.
193
Congar, Espíritu 13
En la contrarreforma y en la restauración
pido, te
menos, la plegaria, citada allí, de san lidefonso de Toledo (+ 667): «Te
por
pido, oh Virgen santa, obtener a Jesús por mediación del mismo Espíritu,
el que tú has engendrado a Jesús. Reciba mi alma a Jesús por obra dei Espíritu,
por el cual tu carne ha concebido al mismo Jesús (...) Que yo ame a Jesús en
el mismo Espíritu, en el cual tú lo adoras como Señor y lo contemplas como
tu Hijo» *.
194
XxX
LA PNEUMATOLOGÍA
DEL CONCILIO VATICANO 1I'
1. Véanse los trabajos de O. Rousseau (p. 39-45), Ch. Moeller (p. 102-104),
M. Philippon, P. Smulders, B. van Leeuwen, H. Schiirmann (p. $41-57: Los ca-
rismas espirituales) en Vatican II. L'Église de Vatican II, bajo la dir. de G.
Barauna («Unam Sanctam» 51 b), París 1966; Ch. Moeller, en Theological Issues
of Vatican Il, University of Notre Dame Press, 1967, p. 125-126; H. Cazelles,
Le Saint-Esprit dans les textes de Vatican II, en H. Cazelles, P. Evdokimoyv, A.
Greiner, Le mystéere de lP'Esprit-Saint, Mame, 1968, p. 161-186; H. Miihlen, L'Es-
prit dans VEglise, t. 11 («Bibl. OEcum.» 7), París 1969, p. 9-114; A. Charue, Le
Saint-Esprit dans «Lumen Gentium», y J.G. Geenen, Ecclesia a Sancto Spiritu
edocta. Heilige Geest en Heilige Kerk in de transmissie der Openbaring volgens
de dogmatische Constitutie «De divina Revelatione» van Vatican Il, en Ecclesia
a Spiritu Sancto edocta, homenaje a monseñor Gérard Philips, Gembloux 1970,
respectivamente p. 19-39 y 169-199.
Al referirnos a los documentos del concilio, utilizamos las iniciales de las
dos primeras palabras. Así: AA = Apostolican actuositatem sobre el apostolado
de los laicos; AG = Ad Gentes, sobre las misiones; CD = Christus Downinus,
sobre el ministerio de los obispos; DV = Dei Verbum, sobre la revelación di-
vina, la Escritura y la tradición; GS = Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el
mundo actual; LG = Lumen Gentium, sobre la Iglesia; PO = Presbyterorum
Ordinis, sobre el ministerio y la vida de los sacerdotes; SC —= Sacrosanctum
Concilium, sobre la liturgia; UR = Unitatis Redintegratio, sobre el ecumenismo.
195
Pneumatología del concilio Vaticano I1
una
258), no son suficientes para hacer
concilio comprenderían más de (pensamos que in-
se ha dicho
pneumatología. Podrían elevar, como
» de Espír itu Santo un texto no necesaria-
justamente) a «espolvorear
intentar recoger los elementos de
mente pneumatológico. Preferimos
en el concilio Vaticano 1, CUyo
verdadera pneumatología existentes
enton ces en la Iglesia católica.
dinamismo está activo desde
referencia cristológica. Ésta es bí-
1. El concilio ha mantenido la a.
de la salud de una pneumatoiogí
blica; es condición indispensable Espír itu es el Es-
centrismo. El
La pneumatología no es un pneumato
u de Crist o ?; reali za la obra de Cristo, la construcción del cuerpo
pírit
te al Espíritu Santo como princi-
de Cristo. Se nombra incesantemen
es la Iglesia 3. Se ha retenido, y está
pio de la vida de este cuerpo que
la idea de que el Espíritu Santo
bien porque enuncia una verdad,
tradi ción y la verdad de los pronuncia-
garantiza la fidelidad de la
mientos solemnes del «magisterio» *.
no ha presentado la idea de
2. Pero el concilio, en primer lugar,
de la Iglesia, tal como lo habían
cuerpo místico como la definición
I, Franzelin y Pío XII en segundo
hecho en un proyecto del Vaticano
ema que dominó en el siglo xix y durante
lugar, no ha seguido el esqu
la «encarnación continuada». Miih-
la primera mitad del siglo xx, de
. Cuando Lumen Gentium vuelve
len tiene toda la razón en este punto
tos visible y espiritual, humano
a tomar la comparación de los aspec en Cristo,
la unión de las dos naturalezas
y divino, de la Iglesia con
ción al Espíritu Santo; y esto
lo hace para atribuir la función de anima
lismo o de acontecimiento: «Pues como
en una perspectiva de actua o de salvación
divino como órgan
la naturaleza asumida sirve al Verbo
semejante la unión social de la
a él indisolublemente unido, de forma
Cristo , que la vivifica» (no 8, $ 1). Pero
Iglesia sirve al Espíritu de lo lo califica
impersonal; el Símbo
el Espíritu no es una pura fuerza
Espíritu de Cristo. El Concilio
de Señor. Pero continúa siendo el
stame ntari a que hemos encontrado en
vuelve a tomar la idea neote
de santificación como participa-
Ireneo, la idea de la función eclesial
itu:
ción en la unción de Cristo por el Espír
tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho
Dios... cuando llegó la plenitud de los
por el Espíri tu Santo. .. (SC 5).
carne, ungido
en él (cf. Ef 4,23), nos concedió par-
Para que incesantemente nos renovemos
siendo uno mismo en la cabeza y en los miembros,
ticipar de su Espíritu, que entero... (LG 7, $ 7). Cristo la
mueve el cuerpo
de tal forma vivifica unifica y
ha llenado de su Espíritu (9, $ 3).
A (8, $ D;
» (LG, 7 $ 1); Spiritus «Christi»
2. Communicando Spiritum «suum
2); etc.
Spiritum «Christi» habentes (14, $ CD
por ejemplo AA 3, 8 2; 29, $ 3;
3. Habría que citar veinte pasajes;
11,5 1; LG 21, $ 2... tu
8, 9 y 10. Pero «la ayuda del Espíri
4. Así LG 25, $ 3; 49, $ l; DV
más amplio : GS 44, $ 2.
Santo» tiene un campo
196
Pneumatología del concilio Vaticano 11
197
LIBRO SEGUNDO
|
El ritual renovado del sacramento de la penitencia o de la recon-
ciliación desarrolla de manera notable el papel de las tres Personas.
He aquí el texto largo, desgraciadamente poco conocido, de la fórmu- E
la de la absolución:
Jesucristo (...) derramó su Espíritu Santo sobre los apóstoles para que recibieran
el poder de perdonar los pecados. Que, por nuestro ministerio, Jesús mismo os
libre del mal y os llene del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, nuestra ayuda y defensor, nos ha sido dado para la remi-
sión de los pecados, y en él podemos acercarnos al Padre. Que el Espíritu ilumine
y purifique vuestros corazones, de manera que podáis anunciar las maravillas de
aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
198
Pneumatología del concilio Vaticano H
199
Pneumatología del concilio Vaticanc 11
200
Pneumatología del concilio Vaticano 11
201
LIBRO SEGUNDO
INTRODUCCIÓN
205
Introducción
206
I
Por más que nos remontemos hasta las fórmulas más antiguas
en la cadena de las confesiones de fe, encontraremos el artículo de
la Iglesia unido al del Espíritu Santo. «Creo en el Espíritu Santo,
en la Santa Iglesia, para la resurrección de la carne» !. Tertuliano,
hacia el año 200, expresa esta unidad profunda de la siguiente ma-
nera: «Puesto que el testimonio de la fe como la garantía de la sal-
vación tienen por garantes a las tres Personas, la mención de la Igle-
sia se encuentra añadida necesariamente a ella. Porque allí donde
están los Tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, allí también se encuen-
tra la Iglesia, que es el cuerpo de los Tres»?. Tampoco debe extra-
ñarnos que el concilio del 381 añada al símbolo de Nicea, después
de «y en el Espíritu Santo», las palabras «Señor y dador de vida,
que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas» y el artículo sobre
la Iglesia «una, santa, católica y apostólica». San Agustín, que no
conoció el texto atribuido al concilio del 381, une siempre la santa
Iglesia con el Espíritu Santo del que ella es el templo 3. Ese mismo
era el sentido de la confesión de fe apostólica y bautismal con su
estructura trinitaria. Si la creación es atribuida al Padre, la reden-
ción es la obra del Verbo hecho carne, la santificación es el fruto
del Espíritu Santo *: es el tercer artículo, que engloba la Iglesia, el
bautismo, la remisión de los pecados, la comunión de los santos (los
sancta y los sancti-sanctae), la resurrección, la vida del mundo futuro...
1. Es el título del librito de P. Nautin, que tiene por subtítulo Étude sur
histoire et la théologie du Symbole («Unam Sanctam» 17), París 1947.
2. De baptismo 6 (CSEL 20, p. 206), trad. fr. de F. Refoulé, SChr 35 (1952),
p. 75.
3. De fide et symbolo, en 393, c. X (PL 40, 193); De symbolo ad catechume-
nos 6, 14 (col. 635); Enchiridion, c. LVI (col. 258-59, en 421).
4. J.A. Jungmann, Die Gnadenlehre im apostolische Glaubensbekenntnis, en
Gewordene Liturgie, Innsbruck-Leipzig 1941, p. 173-189,
207
La Iglesia, hecha por el Espíritu
Es necesario creer que la Iglesia es una, santa y católica. Por lo que se refiere
a las tres Personas de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creemos en
ellas de tal manera que colocamos nuestra fe en ellas. Pero ahora, cambiando
nuestra forma de hablar, profesamos creer la santa Iglesia y no en la santa Iglesia.
5. Esta historia fue expuesta de nuevo por J.P.L. Oulton, The Apostles'Creed
and Belief concerning the Church, «Journal of Theol. St.» 39 (1938) 239-243; 5.
'Tromp, Corpus Christi quod est Ecclesia, 1, Roma ?1946, p. 97s; H. de Lubac,
La Foi chrétienne. Essai sur la structure du Symbole des Apótres, París 1969, c.
IV a VI (trad. cast.: La fe cristiana, Fax, Madrid 1970).
6. Summa, lib. TX, pars II, imq. 2, tract. 2, q. 2, tit 1, n.* XVI: ed. Qua-
racchi 1V, 1948, p. 1131.
7. In IM Sent., d. 25, q. 2, a. 2 c.
8. 1d.
9. In lll Sent., d. 25, q. 1, a. 2 ad S, atribuyendo la precisión a san León
y a san Anselmo; ST, IEHM, q. 1, a. 9 ad 5 con cita de san León, en realidad
Rufino, In Symbolo Apost., 36 (PL 21,373). Véase también Compendium Theo-
dogiae 1, C. 147.
10. In HI Sent., d. 25, a. 1, q. 2.
11. De sacrificio Missae, 1, c. 9, art. 9 (ed. Borgnet, XXVIII, p. 65); comp.
In III Sent., d. 21 b, a. 6s; J. de Ghellink, L'explication du Credo par S. Albert,
en «Studia Albertina» (Beitr. Suppl. Bd. 4), Miinster 1952, p. 148s.
208
Greer and Eo. e creer ea A AUOUES
A A
Mediante esta manera de hablar, distinguimos a Dios — autor de todas las co-
sas— de todas sus criaturas y de todos los bienes inestimables que ha dado a
la Iglesia; al recibirlos, los relacionamos con su divina bondad ”.
|
Ésta es la única Iglesia de Cristo, que en el símbolo confesamos, santa, católica
apostólica, la que nuestro Salvador entregó después de su resurrección a Pedro
para que la apacentara (Jn 21,17) '...
12. Prima Pars, art. 9, n.” 22; texto latino y trad. cast. en Catecismo Romano,
B.A.C., Madrid 1956, p. 245s.
13. De ahí, en san Juan, el tema «vio y creyó». Cf. O. Cullmann, Eiden
kai episteusen, en Aux sources de la Tradition chrétienne (Mélanges Maurice Go-
guel), Neuchátel-París 1950, p. 52-61. Para san Juan, creer es una manera de ver,
es percibir la significación y la realidad profunda de aquello mismo que se ve cor-
poralmente. Esta lectura profunda se realiza merced al Espíritu Santo (p. 58).
14. G. Thils, Les notes de l'Église dans l'apologétique catholique depuis la
Réforme, Gembloux 1937; nuestro L'Eglise, une, sainte, catholique et apostolique
(«Mysterium salutis» 15), París 1970.
15. Const. dogm. Lumen Gentium, n.* 8.
209
Congar, Espíritu 14
La Iglesia, hecha por el Espíritu
7 ella).
Cristo.
El Espíritu le da vida y la hace crecer en cuanto cuerpo
La Iglesia, en su vida y en su fuente, es el fruto de dos «mi-
de
16. Cf. Mt 10,40; Mc 9,37; 12,6; Lc 9,48; 10,16; Jn 3,17.34; 5,37; 6,57; 7,28;
8,42; 10,36; 17,18; 20,21.
17. K.H. Rengstorf, en el ThWbNT, de Kittel, t. I, p. 3975. A lo sumo, dice
(p. 397 y 403), pempein significa simplemente el envío como tal, el hecho de en-
viar, apostellein un envío preciso, que connota una misión, un mandato y califica
al que es enviado.
18. ST, l, q. 43; / Sent., d. 14-16. H.Dondaine, La Trinité, t. II, París 1946,
p. 423454 (bibliografía). Esta teología estaba vigente ya desde san Agustín (J.L.
Maier, Les missions divines selon s. Augustin: col. «Paradosis», XVI, Friburgo
1960) e incluso en Orígenes (G. Aeby, Les missions divines. De S. Justin d Ori-
géne, col. «Paradosis» XII, Friburgo 1958).
210
El Espíritu, cofundador de la Iglesia
211
La Jglesia, hecha por el Espíritu
Dios será glorificado en la obra modelada por él cuando la haya hecho con-
forme y semejante a su Hijo. Ya que por las manos del Padre, es decir por el
Hijo y el Espíritu, el hombre se hace a la imagen y semejanza de Dios ?.,
Durante todo este tiempo, el hombre modelado al comienzo por las manos
de Dios, quiero decir por el Hijo y por el Espíritu ? ...
Z12
El Espíritu. cofundador de la Iglesia
213
CoN
La Iglesia, hecha por el Espíritu
214
El Espíritu, cofundador de la Iglesia
215
La Iglesia, hecha por el Espíritu
216
El Espíritu, cofundador de la Iglesia
217
II
218
El Espíritu, principio de comunión
219
El Espíritu, principio unificador de la Iglesia
220
El Espíritu, principio de comunión
12. H.B. Swete, The Holy Catholic Church, Londres 1915, p. 182-183.
13. Nuestro artículo Le ciel, buisson ardent du monde, «La vie spirituelle»,
618 (1976) 69-79,
14. Cf. Rom 8,23; 2Cor 1,22; 5,5; Ef 1,14.
221
El Espiritu, principio unificador de la Iglesia
15. Convendría leer aquí el opúsculo de san Pedro Damiano titulado Dominus
vobiscum: PL 145, 231-252; trad. fr. parcial en «La Maison-Dieu», 21 (1950/1)
174-181.
16. Véanse los bellos textos de los padres griegos en P. Bernard, Communion
des saints, en Dict. Théol. cath., t. TIT, 1908, col. 440. Cf. san Agustín, Sermo 142,
7 (PL 38, 782); 267, 4 (1231); Alberto Magno, In 111 Sent., d. 24 B, a. 6 (Borgnet,
t. 28, p. 257-258); Tomás de Aquino, ST, III, q. 68, a. 9 ad 2; a. 12 ad 1; q. 82,
a. 6 ad 3. Tomás, que no es original en esto, demuestra que el Espíritu opera en
el cuerpo la comunicación de los bienes espirituales; por él, en el bautismo, los
bebés son insertados en la fe de la Iglesia confesada por sus padrinos y padres.
17. Comm. in Il“ II*., q. 39, a. 1.
18. Sobre el cual, cf. La Tradition et les traditions. Y. Essai théologique,
París 1962, p. 3143 y p. 272, nn. 88 y 89 (bibliografía). Pero en estas páginas,
redactadas en la primavera de 1960, el aspecto pneumatológico, aunque sea to-
talmente real, está un tanto oscurecido por el aspecto cristológico.
222
El Espíritu, principio de comunión
223
El Espíritu, principio unificador de la Iglesia
224
La Iglesia, ¿una persona?
25. Cf. Ef 4,4-6; 1Cor 8,6; 12,65; 10,1 (un solo pan); 2Cor 11,2 (desposados
con un solo esposo) Jn 10,16 (un solo rebaño, porque hay un solo pastor). Con
lo que casa tan perfectamente la secuencia del símbolo: creemos «eis hena Theon,
eis hena Kurion, eis hen hagion Pneuma, eis hen baptisma, eis mian hagian katho-
liken ekklesian».
26. Ch. Journet, L'Église du Verbe incarné, t. 11, p. 96, 232.34, 490, 508.
Y. cf. santo Tomás, Compend. theol., 1, 147.
27. S. Tomás, ST, Ill, q. 8, a. 1 ad 1. Cf. Ef 1,23; Col 1,15-20.
223
Congar, Espiritu 15
El Espíritu, principio unificador de la Iglesia
226
En la vida concreta y cotidiana
rénovation dans lVesprit, París 1974, p. 161. trad. cast. en Sal Terrae, Santander
1975.
37. De un documento de noviembre de 1973 con vistas a la XXV Semana
de los Intelectuales Católicos. No se trataba de un programa ni de una declara-
ción, sino de una serie de interrogantes.
38. H.U. von Balthasar, Der Unbekannte jenseits des Wortes, Interpreta-
tion der Welt, homenaje a R. Guardini, dir. por H. Kuhn, Wiirzburgo 1966, p.
638-645, reimpr. en Spiritus Creator. Skizzen zur Theologie. II, Einsiedeln 1967,
p. 97s; trad. fr. Le Saint Esprit, 'Inconnu au-deld du Verbe, «Lumiére et Vie»,
67 (1964) 115-126.
39. Chr. Duquoc, Dieu différent, París 1977, p. 160s; para lo que sigue, p.
120s (trad. cast.: Dios diferente, Sígueme, Salamanca 1978).
246
«El Desconocido allende el Verbo»
241
Congar, Espíritu 16
El Espíritu, principio de catolicidad
242
«El Desconocido allende el Verbo»
de Dios y lo que no. Veremos más tarde que sólc el Espíritu sabe
qué palabra se forma en el fondo de los corazones. Las épocas que
creyeron poder decir quién estaba a favor de Dios y quién no lo es-
taba, fueron intolerantes, a veces crueles. Fueron épocas de «cristian-
dad», no de catolicidad. La nuestra, lo hemos visto, está llamada de
forma nueva a un encuentro de los pueblos, de las culturas, de las
religiones: Nostra aetate son las primeras palabras de la declaración
conciliar sobre las religiones no cristianas, pero ésta confiesa expresa-
mente, en su n.* 2, la fe de la Iglesia, según la cual Cristo es «el ca-
mino, la verdad y la vida» (Jn 14,16). Él continúa siendo el alfa y
omega de la más amplia catolicidad que hace crecer y madurar mis-
teriosamente el Desconocido allende el Verbo.
243
IV
244
El Espiritu y la apostolicidad de la Iglesia
245
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
246
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
247
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vo3otros; y seréis
testigos míos... (Act 1,8).
248
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
249
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
250
El Espíritu v la apostolicidad de la Iglesia
251
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
27. Cf. Act 2,41.47; 5,14; 11,24; 17,4. Los padres presentaron frecuentemente
la Iglesia como una especie de expansión o de dilatación a partir de los apósto-
les. Textos y referencias en p. 188 de nuestra obra citada supra en n. 6
28. Los teólogos protestantes hablan frecuentemente así; de igual manera
la comisión Fe y Constitución del Consejo ecuménico (Informe de la sección euro-
pea con vistas a la conferencia de Montreal; informe de esta conferencia en
«Verbum Caro», respectivamente, n.? 67 [1963] 301 y n.? 69 [1964] 1-29). Tomás
de Aquino habla de tradiciones orales guardadas in observatione Ecclesiae
per
succesionem fidelium (ST. 1M, q. 25, a. 3 ad 4). Lutero escribió: «alia et
alia est
ecclesia et tamen semper eadem in successione fidelium» (WA 4, 169 39.
Jean
Guitton refiere esta frase de Pablo v1: «El laico es, como el obispo, un sucesor
de los apóstoles» (Dialoges avec Paul V1, París 1967, p. 301; trad. cast. en Ed.
Cristiandad, Madrid 1967).
29. En la lelesia antigua se establecían pastores «con el asentimiento de toda
la iglesia»: Clemente de Roma, Cor., XLIV, 3; cf. Didakhe, XV, 1. Véase H. Le-
grand, Sentido teológico de las elecciones episcopales en la Iglesia antigua, «Con-
cilium», 77 (1972) 44-56; J. Remmers, La sucesión apostólica de la Iglesia uni-
versal, ibid., 34 (1968) 40-57; nuestro estudio, publicado primero en 1967, Aposto-
licité de ministére et apostolicité de doctrine, reimpreso en Ministéres et Commu-
nion ecclésiale, París 1970, p. 51-94 (trad. cast. en Fax, Madrid 1973); H. King,
La Iglesia, Herder, Barcelona 31970, p. 424,
232
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
253
El Espíritu y la apostolicidad de la Iglesia
254
Dos teologías de la apostolicidad
Apéndice
255
El Espiritu y la apostolicidad de la Iglesia
la de una transmisión histórica, sino
como la de una presencia. J.D. Zizioul
gncuentra el fundamento de ésta en as
el Espíritu, que es el don escatológico,
una constitución pneumatológica de y en
Cristo y de la cristología que permit
inclusión en él y. por consiguiente, e nuestra
la unidad de su cuerpo con él. La
de presencia profundiza la continuidad continuidad
histórica de transmisión y de memori
Zizioulas ve una realización de esto a:
en la epiclesis eucarística, que viene
tinuación del relato o anamnesis. Él a con-
habla de la naturaleza epiclésica de
la vida
256
V
EL ESPÍRITU SANTO,
PRINCIPIO DE SANTIDAD DE LA IGLESIA
1. Rom 12,13; 1Cor 1,2; 6,1.2; 14,33; Flp 1,1; 4,21.22; Col 1,1.4; Ef 4,12;
Act 9,13.32,41; 26,10,18; Ap 13,7.
2. Véase P. Nautin, Je crois a PEsprit Saint dans la sainte Église pour la
Résurrection de la chair. Étude sur UVhistoire et la théologie du Symbole («Unam
Sanctam» 17), Purís 1947,
257
Congar, Espíritu 17
El Espíritu y la santidad de la Iglesia
La Iglesia templo
Tomás de Aquino, en su comentario de sanctam
Ecclesiam catho-
licam del símbolo, precisa de inmediato: «Es preciso
saber que Igle-
sia es lo mismo que asamblea (congregatio). Así, “Iglesi
a santa” es
lo mismo que “asamblea de fieles”; cada cristiano es
como un miem-
bro de la Iglesia misma.» Y al explicar el atributo
de santidad es-
cribe:
258
La Iglesia templo
Porque por medio de él, los unos y los otros tenemos acceso, en un solo Es-
píritu, al Padre. Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino que compartís
la ciudadanía del pueblo santo y sois de la familia de Dios, edificados sobre el
cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo Jesús, en
el cual toda construcción, bien ajustada, crece hasta formar un templo santo en el
Señor; en el cual también vosotros sois edificados juntamente, hasta formar
el edificio de Dios en el Espíritu (Ef 2,18-22).
También vosotros servid de piedras vivas, para edificar una casa espiritual,
ordenada a un sacerdocio santo que ofrezca sacrificios espirituales agradables a
Dios por Jesucristo (1Pe 2,5).
259
El Espíritu y la santidad de la Iglesia
260
La Iglesia esposa
La Iglesia esposa
Os desposé con un solo esposo para presentaros como virgen pura a Cristo
(Cor 11,2).
Maridos, amad a vuestras esposas como también Cristo amó a la Iglesia
y
se entregó por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua por la
palabra, para presentársela a sí mismo toda gloriosa, sin mancha ni arruga O
cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada... Pues nadie jamás
odió a su propia carne, sino que la nutre y cuida, como también Cristo a la
Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por lo cual «dejará el hombre a su
padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne» (Ef 5,
25-27.29.31).
No nos salvó por las obras de justicia que hubiéramos realizado nosotros,
sino, según su misericordia, por medio del baño regenerador y renovador del
Espíritu Santo, que él derramó abundantemente sobre nosotros por medio de
Jesucristo nuestro Salvador,' para que, justificados por su gracia, seamos, como
esperamos, herederos de una vida eterna (Tit 3,5-7).
261
El Espíritu y la santidad de la Iglesia
262
La Iglesia santa de los pecadores
Al principio... el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas... Dijo Dios: Haga-
mos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Y creó Dios
el hombre a imagen suya, varón y hembra los creó... Dijo Dios: No es bueno
que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada... Entonces Dios
hizo caer un sopor profundo sobre el hombre... De la costilla que Dios había
quitado al hombre formó la mujer... Por eso dejará el hombre a su padre y a
su madre y se une a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne (Gén 1,1.2;
1,26.27; 2,18.21-24).
263
El Espiritu y la santidad de la Iglesia
264
La Iglesia santa de los pecadores
25. Malcolm Muggeridge, Mére Teresa de Calcuta, París 1973, p. 25-26 (trad.
cast.: Madre Teresa de Calcuta, Atenas, Madrid ?1977). Alusión a 1Cor 2,4-5,
265
El Espíritu y la santidad de la Iglesia
266
La comunión de los santos
267
El Espíritu y la santidad de la Iglesia
268
La comunión de Jos santos
269
PARTE SEGUNDA
EL SOPLO DE DIOS
EN NUESTRAS VIDAS PERSONALES
271
I
EL ESPÍRITU Y EL HOMBRE
EN EL PLAN DE DIOS
272
Principio y fin de nuestra santificación
273
Congar, Espíritu 18
En el plan de Dios
274
El Espíritu es el don absoluto
275
En el plan de Dios
viva (Jn 4,10) [siguen citas de Jn 4,14; 7,39]. Y el Apóstol: «Y nosotros no he-
mos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para
conocer las gracias que Dios nos ha otorgado» (1Cor 2,12) ?,
276
El Espíritu es el don absoluto
mediodía, la faz del hombre que os habla. Veis el movimiento de sus labios,
la expresión cambiante de sus ojos, oís su voz, sentís sus manos que os agarran
de los hombros, pero no veis las manos ni el cuerpo de vuestro interlocutor,
nada más que la luz resplandeciente que se propaga lejos, a algunas toesas alre-
dedor, iluminando por su brillo el prado cubierto de nieve y los copos blancos
que no dejan de caer...
— ¿Qué sentís?, me preguntó el padre Serafín.
— Un bienestar infinito, dije.
— Pero, ¿qué clase de bienestar? ¿En qué precisamente?
— Siento — dije— tal tranquilidad, tal paz en mi alma, que no encuentro
palabras para expresarlo.
— Esa es, amigo mío, la paz de que hablaba el Señor cuando dijo a sus discí-
pulos: mi paz os doy; la paz que el mundo no puede dar... ¡la paz que excede
a toda inteligencia! ¿Qué más sentís?
— Un gozo infinito en mi corazón.
Y el padre Serafín continuó:
— Cuando el Espíritu de Dios desciende sobre el hombre y lo envuelve en la
plenitud de su presencia, entonces el alma rebosa de gozo indecible, pues el
Espíritu Santo llena de gozo cuanto toca... Si las primicias del gozo futuro
llenan ya muestra alma de tal dulzura, de tal regocijo, ¿qué diremos del gozo
que espera en el reino celestial a cuantos lloran aquí, en la tierra? Vos también,
amigo mío, habéis llorado bastante en el transcurso de vuestra vida terrestre,
pero ved el gozo que el Señor os envía para consolaros ya desde aquí bajo.
Ahora hay que trabajar, hacer continuos esfuerzos, adquirir fuerzas cada vez
mayores para conseguir la medida perfecta de la estatura de Cristo... Entonces,
este gozo que experimentamos en este momento, parcial y breve, aparecerá en
toda su plenitud, colmando nuestro ser de delicias inefables que nadie podrá
arrebatarnos *.
217
U
278
La Antigua y la Nueva Disposición
279
El Espíritu en los tiempos mesiánicos
280
La Antigua y la Nueva Disposición
281
El Espíritu en los tiempos mesiánicos
282
La Antigua y la Nueva Disposic
ión
más existen otros textos, por ejemplo éste: «Todos (nuestros padres)
también comieron el mismo alimento sobrenatural; todos bebieron la
misma bebida sobrenatural, es decir, bebían de la roca sobrenatural
que los seguía; y la roca era el Cristo» (1Cor 10,3-4).
283
rr
«DIOS ENVIÓ A NUESTROS CORAZONES
EL ESPÍRITU DE SU HIJO»
(Gál 4,6)
Israel vivió en la convicción de que Dios
estaba con él. Esta con-
vicción fue expresada de manera partic
ular en el siglo vi antes de
Cristo por el sacerdote-profeta Ezequiel.
Éste, en plena crisis y en
medio de los deportados, anuncia una
resurrección: «Pondré mi san-
tuario en medio de ellos para siempre.
Mi morada estará entre ellos,
yo seré su Dios y ellos serán mi puebl
o» (37,26-27). Este tema fue
tocado de nuevo, en repetidas ocasiones,
por los profetas de la res-
tauración posterior al exilio 1; especialment
e por las redacciones sacer-
dotales, que utilizan tanto el términ
o «morada» (miskan) como «san-
tuario» (migda3):
284
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
¿No sabéis que sois cl templo (naos) de Dios y que el Espíritu de Dios habita
en vosotros (oikei en humin)? (1Cor 3,16).
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en vos-
otros... y que no os pertenecéis a vosotros mismos? (1 Cor 6,19).
Y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para
siempre (he meth humon): el Espíritu de la verdad... Vosotros lo conocéis, por-
que con vosotros permanece y en vosotros estará (par'humin menei kai en humin
estai) (Jn 14,16-17).
285
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
286
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
287
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
288
«Habitación», ¿cómo?
1. «Habitación», ¿cómo?
17. Santa Gertrudis, citada por Le Guillou, op. cit., p. 106-107; santa Te-
resa de Ávila: «es cierto que el alma, después de haber recibido (la fuerza) en
esta unión, la comunica a todos los habitantes del castillo y al cuerpo mismo...»
(Dict. de Spiritualité, col. 1761).
18. Así A. Michel, Dict. Théol. cath., t. XV (1950), col. 1841-1855; R.
Moretti, Dict. de Spiritualité, t. VI (1971), col. 1745-1757, con amplia bibliografía.
19. I Sent., d. 14, a. 17 (en 1254); C. Gent., IV, cc. 20-22 (en 1259-60);
ST, I, q. 43 (en 1267). Carecemos de una exposición de conjunto de la pneumato-
logía de santo Tomás. Estudios sugestivos de J. Mahoney, Heythrop College.
289
Congar, Espíritu 19
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
290
«Habitación», ¿cómo?
291
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
292
¿De manera personal y propia?
293
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
294
¿De manera personal y propia?
Y. Véase el artículo Petau, del Dict. théol., cath., t. XI, col. 1334-1336, y
t. XV, col. 18515; Dict. de Spirit. t. 1V, col. 1305s.
33. P. Galtier, «Temples du Saint-Esprit», «Rev. Asc. et Myst.», 7 (1926)
365-413; 8 (1927) 40-76, 170-179; id., Le Saint-Esprit en nous d'apres les Péres grecs
(«Anal. Gregor.» XXXV), Roma 1946.
34. J. Mahé, cuya exposición, riquísima en citas, es todavía válida (La sancti-
fication d'apres S. Cyrille d'Alexandrie, «Rev. Hist., eccl», 10 (1909) 30-40 y
469-492) concluye, p. 480: «La obra de santificación no es propia del Espíritu
Santo hasta el punto de pertenecerle únicamente a él (...) Pero puede decirse
que le es propia, que le pertenece a título especial, que no conviene a ninguna
de las otras personas por tres razones, basadas las tres en la concepción grie-
ga de la Trinidad: a) Él es el lazo, el trazo de unión que liga nuestras almas al
Hijo y al Padre. b) Es la imagen del Hijo; imprimiéndose en nuestras almas,
las configura con la imagen del Hijo y, por consiguiente, a la imagen del Padre.
c) Es la virtud santificadora de la divinidad; la santidad es tan esencial al Es-
píritu Santo como la paternidad al Padre y la filiación al Hijo.» Puede con-
sultarse también L. Janssens, Notre filiation divine d'apres S. Cirille, d'Alexandrie,
«Ephem. Théol. Lov.» 15 (1938) 233-278; B. Fraigneau-Julien, L'inhabitation de
la sainte Trinité dans V'áme selon Cyrille d'Alexandrie, «Rech. Sc. relig.», 44 (1956)
135-156.
35. Nos referimos preferentemente a Los Misterios del cristianismo, $ 30,
Herder, Barcelona 1964, p. 178-187 (el original alemán es de 1865). Se encontrará
y
la indicación de las discusiones del siglo XIX (especialmente Th. Granderath)
de la época contemporánea (especialmente A. Erúss y H. Schauf) en E. Hocedez,
295
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
296
¿De manera personal y propia?
Debería probarse con el máximo rigor que es imposible este tipo de comuni-
cación de las personas divinas en la peculiaridad personal de cada una, y con
ello una relación no apropiada con las divinas personas. Pero, sin duda, tal
prueba no puede aportarse. Por consiguiente, a partir de las fuentes positivas de
la fe, podemos aceptar perfectamente que la imputación de determinadas rela-
ciones del hombre en gracia con las tres personas divinas no es simple apropiación,
sino que expresa una relación peculiar con cada una.
En la Escritura, el Padre en la Trinidad es nuestro Padre, y no el Dios
trinitario. El Espíritu inhabita en nosotros de manera peculiar. Estas y otras expre-
siones similares de la Escritura y de la tradición están in possessione. Habría
pues que probar, y no suponer, que sólo pueden ser apropiadas, porque sólo
así pueden ser entendidas, y que lo contrario es imposible. Mientras esto no se
haya conseguido, hay que interpretar las afirmaciones de la Escritura con la
máxima exactitud ?.
El Padre hace todas las cosas por el Verbo en el Espíritu; de esta manera
se salvaguarda la unidad de la santa Tríada (...) La gracia y el don concedidos
en la Tríada son dados de parte del Padre por el Hijo en el Espíritu. En efecto,
de igual manera que la gracia concedida viene del Padre por el Hijo, así no
puede darse comunicación del don en nosotros a no ser en el Espíritu Santo ya
que, participando de él, tenemos la caridad del Padre y la gracia del Hijo y la
comunicación del Espíritu Santo (2Cor 13,13) *.
No se nos ha enseñado a decir que el Padre obre sólo, sin que el Hijo le
acompañe o que, a su vez, el Hijo actúe individualmente sin el Espíritu. Toda
fuerza operante que parta de Dios para penetrar la creación, sea cual fuere el
concepto o nombre especial que la distinga, arranca del Padre, pasa por el Hijo
y alcanza su consumación en el Espíritu Santo. Por esta razón, la fuerza ope-
rante no se divide entre varios operadores porque el cuidado que cada uno tiene
no es individual ni separado. Todo lo que se hace, sea para nuestra providen-
cia, sea para el gobierno del universo, es hecho por los Tres, sin que, por ello,
sea triple *.
En alguna manera, nuestra renovación es la obra de la Trinidad entera...
Aunque parezca u veces que atribuimos a cada una de las personas algo de lo
que nos sucede o de lo que es hecho con relación a la criatura, creemos, sin
embargo, que todo se hace por el Padre, pasando por el Hijo en el Espíritu
Santo *,
297
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
en el receptáculo, la disposición
permanente en el sujeto al que
muchas cosas más, por el estilo. ella afecta; y así
En cuanto que el Espíritu Santo
perfecciona los
298
¿De manera personal y propia?
entienden los padres tomando el tema paulino del «sello» que impri-
me una imagen (2Cor 1,22; Ef 1,13-14; 4,30) 2,
En una cuestión tan difícil, cada autor hace con sus recursos y
percepciones lo que puede: no queremos mezclarlo todo en una co-
munidad indistinta. Sin embargo, tenemos verdadero placer en seña-
lar que actualmente se manifiesta un acuerdo sustancial en este sentido.
Si, en la línea descendente de causalidad eficiente, los tres obran con-
juntamente, sin embargo, 1.) actúan según el orden de procesión y
lo propio o marca hipostática de cada persona Y; 2.%) en el orden de
retorno así fundamentado, a) la imagen de Dios, del Dios Trino, es
realizada en el alma de forma más conforme y más profunda *%;
b) el alma santificada es puesta en relación con las tres personas como
término de su conocimiento de fe, de amor sobrenatural, a veces de
experiencia, como testifican los místicos, María de la Encarnación, por
42. Así Cirilo de Alejandría: «¿Cómo puede decirse hecho a aquel que
imprime en nosotros la imagen de la esencia divina y fija en nuestras almas
el distintivo de la naturaleza increada? El Espíritu Santo no diseña en nosotros
la esencia divina a la manera de un pintor — sería distinta de él —; no nos hace
a imagen de Dios de esta manera. Porque es Dios y procede de Dios, se imprime,
como en la cera, en los corazones de los que le reciben, a la manera de un sello,
invisible; por esta comunicación y asimilación con él, devuelve a la naturaleza
humana su belleza original y rehace el hombre a la imagen de Dios»: Thesaurus,
assert. 34 (PG 75, 689 D), trad. de J. Mahé, p. 475. Cf. también De Trinitate
Dial., Vi: PG 75, 1088 B, citado por J. Mahé, p. 483-84. Para Tomás de Aqui-
no, véanse sus comentarios de 2 Cor, c. 1, lect 5; Ephes., c. 1, lect S y c. 4,
lect 10; I Sent., d. 14, q. 2, a. 3 ad 2. Sería interesante hacer una investigación
sobre el tema de la sigillafio en la perspectiva pmeumatológica. Señalamos, por
ejemplo, S. Atanasio, Ad Serapionem 1, 23 y IH, 3 (PG 26, 584 C-585 A y 629
AB); Basilio, Sur le Saint-Esprit, XXVI, 64 («S. Chr.» 17**, p. 476). Esta utili-
zación patrística y teológica de los textos paulinos sobrepasa, evidentemente, el
sentido exegético de estos textos: G. Filzer, ThWbNT., t. VII, p. 948s.
43. Para santo Tomás, véase ST, I, q. 4, a. 3; q. 45, a. 6 c y ad 2 (creación);
1 Sent., d. 15, q. 4, a. 1 (retorno) a Dios. Y cf. E. Bailleux, Le personnalisme
de S. Thomas en théologie trinitaire, y La création, oeuvre de la Trinité selon
S. Thomas, «Rev. Thom.», 61 (1961) 25-42 y 62 (1962) 27-60.
44. Hay ahí un tema sumamente importante, pero su exposición nos llevaría
demasiado lejos. Existen docenas de monografías. Nos contentaremos con señalar
el lugar que ocupa este tema en la síntesis de Santo Tomás y la coherencia de
su planteamiento. La antropología de la imagen (1, q. 93), tomada de nuevo al
comienzo de la I-II (prol.) encierra referencia trinitaria. La unión profunda entre
los dos tratados diseña una filosofía y teología del espíritu con las dos operaciones
que le caracterizan, el verbo y el amor. Al depender de las misiones del Verbo
y del Espíritu, y por la intensidad de los actos que les corresponden, se restablece
la imagen de Dios en el hombre. Véase S. de Beaurecueil, L'homme image de
Dieu selon S. Thomas d'Aquin: «Études et Recherches» VIII y IX, Ottawa 1952
y 1955; G. Lafont, Structures et méthodes dans la Somme théologique de S. Tho-
mas d'Aquin, Desclée de Brouwer, 1961, p. 265-298 (trad. cast. en Rialp, Madrid
1964). Véase también H. de Lubac, Le mystére de surnaturel, París 1965, p. 129s,
240 (trad. cast. El misterio de lo sobrenatural, Estela, Barcelona 1970): somos
hechos a la imagen de Dios porque él nos destina a la semejanza (por el Espíritu
Santo).
299
«Envió « nuestros corazones el Espíritu»
300
El Espíritu nos hace hijos adoptivos
Este texto, citado por Pedro Lombardo (1 Sent., d. 26, c. 5), im--
presionó profundamente a los escolásticos. Para ellos, «Dios» era aquel
a quien invocaban los salmos y todo el Antiguo Testamento, la divi-
nidad en tres personas. Ellos ignoraban lo que tan atinadamente nos
ha recordado K. Rahner: que Theos, en el Nuevo Testamento, de-
“signa siempre al Padre (solamente existen seis excepciones) %. Por
último, ellos no querían, de manera alguna, ser injustos con el prin-
cipio, universalmente aceptado, de que las operaciones realizadas en
la criatura son comunes a las tres personas. Pero, ¿les son indistinta-
mente comunes? Los padres orientales consideraban esta comunidad
partiendo de la consustancialidad y de la circumincesión de las per-
sonas. En Occidente, se atribuía a la esencia o a la naturaleza. Y esto
es atinado, pero corre el peligro de dirigir la reflexión en un sentido
menos personalizado. Una consideración menos personalista de nues-
tra vida de gracia lleva, inexorablemente, a considerar la gracia que
nos hace hijos adoptivos principalmente en su realidad «entitativa» de
«accidente» producido en nosotros: la gracia creada. Como tal, ella
es una obra de Dios ad extra; por consiguiente, una operación común
a las tres personas de la divinidad. Y eso es así incluso en Cristo. Más
aún: la encarnación, como operación en la criatura, es conjuntamente
la obra de las tres personas. De ahí que la Summa fratris Alexandri
apuntará una distinción entre Cristo como Hijo del Padre por la ge-
neración divina y Cristo como hijo de Dios en cuanto criatura y por
la gracia creada. Y san Buenaventura escribirá: «Así como el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo son un solo principio de la creación en
razón de la producción de la naturaleza, de igual manera son tam-
bién un solo Padre en razón del don de la gracia (...) Se apropia la
paternidad a la persona del Padre cuando hablamos de sus relaciones
con nosotros» %, Alberto Magno presentará nueve argumentos para
probar que la Trinidad es nuestro Padre... Pero también dijo Alber-
to, y atinadamente, que recibimos la filiación adoptiva según la simi-
litud del Hijo de Dios por naturaleza y que su comunicación se hace
por el Espíritu Santo que produce en nosotros la imagen del Hijo y
nos empuja a invocar al Padre 3!,
48. De Trinitate, V, 11, 12 (PL 42, 9185): trad. en Philips, p. 34.
49. K. Rahner, Theos en el Nuevo Testamento, en Escritos de teología,
Taurus, Madrid 31967, t. I, p. 93-166.
50. 1H Sent., d. 10, a. 2, q. 3 concl. y ad 2 (Quaracchi, t. MI, p. 238).
Tomamos los enunciados de Alejandro de Hales, Buenaventura, Alberto Magno
de la obra de G. Philips, op. cit., en n. 41, respectivamente p. 89s, 115 y 130s.
51. Com. in Ioan., 3, 9 y 13: éd. Borgnet, t. XXIV, p. 122ss y 125ss. (Philips,
p. 131). Philips no aprecia mucho a Alberto; con todo, le reconoce «un paso
301
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
302
El Espíritu nos hace hijos adoptivos
56. E. Mersch, op. cit., p. 25, después de señalar la diferencia de los términos
empleados en nuestro tema por Pablo (uios) y por Juan (generalmente teknon)
y de evocar los pasajes bien conocidos en los que Juan sugiere la diferencia entre
Jesús y nosotros (20,17; cf. 17,1-2 y 26), escribe: «más aún que Pablo, Juan
insiste en la unión y similitud que existe entre el Hijo único y los que reciben
en él el poder de convertirse en hijos. Como él es de Dios (8,42.47; 16,25), ellos
son de Dios (1Jn 4,4.6; 5,19; 3Jn 11); como él es engendrado por el Padre, ellos son
engendrados por el Padre (en n. 9, referencias; el mismo término, gennan);
como él permanece en el Padre y el Padre en él, también ellos permanecen en
el Padre y el Padre en ellos (refer. p. 26, n. 1); como el mundo no puede cono-
cerle, tampoco puede conocerles a ellos (ref. n. 2). En una palabra, ellos son
hijos gracias a una ligazón a su filiación y, renaciendo en él, nacen en Dios
(relacionar 1Jn 5,20 con 5,18; lJn 5,1 y Jn 3,1-21...)». Por otra parte, un anó-
nimo (A. Michel), «L'Ami du Clergé», 49 (1932) 294-300, ha desarrollado la
idea de que la gracia cristiana — participación de la de Cristo — es gracia filial
porque, en Cristo, es la gracia que conviene a una humanidad unida hipostáti-
camente al Hijo eterno de Dios. Aceptamos esta idea tratando de no establecer
una continuidad entre la Iglesia y la encarnación como tal (cf. H. Miihlen) y
manteniendo reservas sobre la justificación que A.M. ofrece del decir de san
Juan de la Cruz, que espiramos el Espíritu Santo.
303
«Envió a nuestros corazones el Espíritu»
304
1V
LA VIDA EN EL ESPÍRITU
Y SEGÚN EL ESPÍRITU
305
Congar, Espíritu 20
Vida en el Espíritu y según el Espíritu
306
El Espíritu realiza, personaliza e interioriza
Sin embargo, san Pablo dice dos cosas de Cristo que no diría del
Espíritu. Por supuesto, estamos refiriéndonos no sólo a todo lo que
hizo Jesús en su humanidad, sino, incluso, a situaciones de la vida
del cristiano. Pablo no diría que somos el templo de Cristo — a pesar
de que Cristo habita en nosotros por la fe: Ef 3,17—; tampoco diría
que somos miembros del Espíritu Santo... Como señala F.X. Durr-
well, «el cambio de las fórmulas in Spiritu e in Christo resulta im-
posible cuando la primera se entiende del Espíritu personal y la se-
gunda señala nuestra identificación con Cristo. Estamos identificados
solamente con Cristo y no con el Espíritu Santo (...). En el pensa-
miento de Pablo, no existe ningún «cuerpo» del Espíritu Santo. El
huésped sagrado prosigue en nosotros un trabajo oculto de encarna-
ción, pero en beneficio del Hijo de Dios, integrándonos en Cristo y
asemejándonos a él»?.
El Espíritu Santo obra esta identificación espiritual, «mística» con
Cristo, esta confianza absoluta que depositamos en él para que se
adueñe de toda nuestra vida, como causa trascendente e íntima — he-
mos visto ya que es su habitación en nosotros —, pero la fe las rea-
liza como disposición en nosotros. Dios Padre, por su Espíritu, hace
que Cristo habite en nuestros corazones, en esta profundidad de nos-
otros mismos donde se forma la orientación de nuestra vida (Ef
3,14-17) 8. La fe, que es don de Dios por puro amor (Ef 2,8) es el
punto de partida (ex) o medio por el que (dia) es dado el Espíritu. No
existe la menor duda de que se trata de la fe viva. Los textos son
numerosos en san Pablo, san Lucas y san Juan.
307
Vida en el Espíritu y según el Espíritu
308
El Espíritu realiza, personaliza e interioriza
309
Vida en el Espíritu y según el Espíri
tu
(RIA
A
310
La vida «en Cristo» bajo la acción del Espíritu es una vida filial
El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, como no lo vea hacer al Padre
(5,19).
Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra
(4,34; 6,38; cf. 10,18).
No es hacer mi voluntad lo que busco, sino la voluntad del que me envió
(5,30).
Mi doctrina no es mía, sino del que me envió (7,16).
Nada hago por mi cuenta, sino que, conforme a lo que el Padre me enseñó,
así hablo (8,28); hago siempre lo que es de su agrado (29).
Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me envió,
él me dio el mandato de lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé bien que
este mandato suyo es vida eterna. Por eso las cosas que yo hablo, tal y como
el Padre me las ha dicho, así las hablo (12,49-50).
19. Se conoce el «Ven hacia el Padre» de san Ignacio de Antioquía (Ad Ro-
manos, VU, 2); pero véase san Ireneo, Adv. Haer., V, 36, 2 (PG 7, 1225; «SChr.»
163, 1969, p. 460, 461); Tomás de Aquino, In loan., c. 14, lect. 6: «Sicut effectus
missionis Filii fuit ducere ad Patrem, ita effectus missionis Spiritus Sancti est
ducere ad Filium.»
20. D. Lallement, La personnalité filiale de Jésus, «La Vie spirituelle», 47
(1936) 241-248; P. Glorieux, Le Christ adorateur du Pére, «Rev. Sc. relig.», (1949)
245-269; W. Koster, Der Vatergott im Jesu Leben und Lehre, «Scholastik», 16
(1941) 481-495; J. Guillet, L'obéissance de Jésus-Christ, «Christus», 7 (1955) 298-
313; W. Grundmann, Zur Rede Jesu vom Vater im Johannes Evangelium
(Jo 20,17), «Zeitschr. f. Ntl. Wiss.», 52 (1961) 213-230; J. Jeremias, citado infra,
n. 25.
311
Vida en el Espíritu y según el Espíritu
Pero el mundo tiene que saber que yo amo al Padre, y que según el Padre
me ordenó así actúo... (14,31).
Padre, ha llegado la hora... (17,D.
312
Hoy y la consumación final
313
Vida en el Espíritu y según el Espíri
tu
314
Hoy y la consumación final
315
Vida en el Espíritu y según el Espíritu
316
vV
EL ESPÍRITU SANTO
Y NUESTRA ORACIÓN
Ven, luz verdadera. Ven, vida eterna. Ven, misterio oculto. Ven, tesoro sin
nombre. Ven, realidad inefable. Ven, persona inconcebible. Ven, felicidad sin fin.
Ven, luz sin ocaso. Ven, espera infalible de todos los que deben ser salvados.
Ven, despertar de los que están acostados. Ven, resurrección de los muertos.
Ven, oh poderoso, que haces siempre todo y rehaces y transformas por tu solo
poder. Ven, oh invisible y totalmente intangible e impalpable. Ven, tú que siem-
pre permaneces inmóvil y a cada instante te mueves todo entero y vienes a
nosotros, tumbados en los infiernos, oh tú, por encima de todos los cielos. Ven,
oh Nombre bien amado y respetado por doquier, del cual expresar el ser o co-
nocer la naturaleza permanece prohibido. Ven, gozo eterno. Ven, corona impe-
recedera. Ven, púrpura del gran rey nuestro Dios. Ven, cintura cristalina y cen-
telleante de joyas. Ven, sandalia inaccesible. Ven, púrpura real. Ven, derecha
verdaderamente soberana. Ven, tú que has deseado y deseas mi alma miserable.
Ven tú, el Solo, al solo, ya que tú quieres que esté solo. Ven, tú que me has
separado de todo y me has hecho solitario en este mundo. Ven, tú convertido
en ti mismo en mi deseo, que has hecho que te deseara, tú, el absolutamente
inaccesible. Ven, mi soplo y mi vida. Ven, consuelo de mi pobre alma. Ven, mi
gozo, mi gloria, mis delicias sin fin ?.
317
El Espíritu y nuestra
oración
«¡Ven!», es el grito esp
ontáneo del alma. Interp
logía, es una llamada retado por la teo-
a las misiones divinas,
al envío del Espíritu
«Orad en el Espíritu
Santo» (Jds 20)
La vida doxológica de
la lglesia
Su vida de alabanza,
la palabra de la fe, de
no cesa, en su santa litu amor y de esperanza
rgia, de hacer subir
su corazón hacia Dio
s.
y, en forma verbal, en
1Pe 3,18. En la carta
plea el verbo proserkhe a los Hebreos se em-
sthai para significar
demos hacerlo, y con «acercarse» a Dios,
seguridad (parresia), por Po-
sacerdote, Señor y Cab que Cristo, nuestro sum
eza, ha sido el primer o
santo de los santos que, o en Penetrar hasta
como explica Condren, el
q-EOXAXA]
es el seno del Padre 5,
tierno padre de los
huérfanos... Ven, espe
de los navegantes, puer ranza de los pobres..
to de los que naufraga . Ven, estrella
los que viven. Ven, tú n. Ven, oh gloriosa
el más santo de los insignia de
mí. Hazme conforme Espíritus, ven y ten com
a ti...» (en Arséne - pasión de
Saint-Esprit, París 1968 Hen1ry, Les plus beaux
, p. 204 y ref. p. 363, textes sur le
3. Hemos remitido n. 33).
ya a C, Vagaggini,
Initiation théologique
á la liturgie,
4. Heb 4,16; 7,25; 10,1
; 11,6; 12,18. En 10,1
9 se emplea la palabra
eisodos,
5. Condren, L'idée
du sacerdoce et du sacr
ifice de Jésus-Christ,
parte 3, c. 4,
318
Vida doxológica de la Iglesia
319
El Espíritu y nuestra oración
La oración individual
320
El Espíritu en nuestra oración
321
Congar, Espíritu 21
El Espíritu y nuestra oración
322
En nuestra oración de petición
323
El Espíritu y nuestra oración
RR
324
VI
325
Espíritu y lucha contra la carne
... Pues lo que el hombre sembrare, eso mismo cosechará. El que siembra
para Su propia carne, de la carne coscchará corrupción; pero el que siembra para
el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna (Gál 6,7-8).
Efectivamente, los que viven según la carne, las cosas de la carne anhelan;
los que viven según el espíritu, las del espíritu. Pero el anhelo de la carne ter-
mina en muerte; mientras que el anhelo del espíritu, en vida y paz. Pues el anhelo
de la carne es enemistad para con Dios ya que no se somete a la ley de Dios
ni siquiera tiene capacidad para ello; y quienes viven en lo de la carne no pueden
agradar a Dios. Mas vosotros mo vivís en lo de la carne, sino en lo del espí-
ritu, puesto que el Espíritu de Dios habita en vosotros; pero si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, este tal no pertenece a Cristo. En cambio, si Cristo está en
vosotros, aunque el cuerpo está muerto por causa del pecado, el espíritu tiene
vida por causa de la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre
los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo
dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de ese Espíritu que
habita en vosotros (Rom 8,5-11).
sostenemos que en Rom 7,7-25 se trata del cristiano bautizado y de Pablo mis-
mo. Historia de la exégesis: O. Kuss, Zur Geschichte der Auslegung vom Rómer
7,7.25, en Rómerbrief, Ratisbona 1957, p. 462-485. Para Agustín, A. de Veer,
L'exégése de Rom VII et ses variations, en «Biblioth. Augustin.», t. 33, París
1974, p. 770-778. En contra de W.G, Kiimmel (Rómer 7 und die Bekehrung des
Paulus, Leipzig 1929), J.D.G. Dunn demuestra que se trata de Pablo cristiano,
ya que la situación terrestre del cristiano es la de lucha entre él como pneuma
(ya) y él como sarx (todavía no): Rom 7, 14-25 in the Theology of Paul, «Theol.
Zeitsch.», 31 (1975) 257-273 y op. cit., en n. precedente, p. 312s. con notas en
p. 444. Dunn escribe: «La lucha no termina, en modo alguno, cuando viene el
Espíritu; al contrario, entonces es cuando comienza verdaderamente.»
3. Cf. Rom 1,34; 6,4-11; 7,4; 8,3.10-11; Gál 4,4-5; 2Cor 4,10-14; Col 1,21:
2,112; 1Tim 3,16; 1Pe 3,18. Los padres, que veían en el bautismo de Jesús el
tipo del de los fieles, le aplicaban el tema: «Jesús desciende al agua para enterrar
completamente al hombre viejo en el fondo del agua»: san Gregorio Nazianceno,
Orat. XXXIX in sancta lumina (PG 36, 302).
326
A
Espíritu y libertad
. . Todos los que cometen el pecado han nacido del diablo (1Jn 3,8); por con-
siguiente, nosotros hemos nacido, por así decirlo, tantas veces del diablo cuantas
A
4. Gál 5,6. Y cf. Rom 2,6.10.15-16; 2Cor 13,4; Ef 2,8-10; Col 1,10; 1Tes
1,3; 2Tes 1,11.
5. Rom 13,8s: «Con nadie tengáis deudas, excepto la de amaros mutuamen-
te; pues quien ama al prójimo, ha cumplido ya la ley.»
E Declaración del concilio Nostra aetate sobre las religiones no cristianas,
n.2 5,
7. 3. Wolinski, Le mystére de VEsprit Saint, en D"Esprit Saint, publicaciones
de las Facultades universitarias Saint-Louis, Bruselas 1978, p. 131-164 (p. 141ss).
8. Comentario al envangelio de san Juan, XX, $ 293: PG 14, 649 AB.
327
Espiritu y lucha contra la carne
hemos pecado. Desgraciado aquel que nace siempre del diablo, pero dichoso el
que nace siempre de Dios. Porque yo digo: el justo no nace una sola vez de
Dios. Nace sin cesar, nace según cada buena acción, por la que Dios lo engen-
dra (...) De igual manera, también tú, si posees el Espíritu de adopción, Dios te
engendra sin cesar en el Hijo. Te engendra de obra en obra, de pensamiento
en pensamiento. Ésta es la natividad que tú recibes y por la que te conviertes en
hijo de Dios sin cesar engendrado en Cristo Jesús ?.
328
El Espíritu en la conversión
13. Cf. Rom 5,2ss; 8,17; 2Cor 4,17ss, especialmente v. 10; 2Tes 1,4ss; en
1Pe 4,1215, mención explícita del Espíritu.
14. Cf. 2Cor 4,7; 12,9ss; 13,35. Y cf. J. Cambier, Le critére paulinien de
S. Lyonnet, La loi fon-
Fapostolat en 11 Cor 12, Óss, «Biblica», 43 (1962) 481-518.
damentale de Papostolat formulée et vécue par S. Paul (2Cor 13,9), en La vie
selon 1Esprit..., op. Cit., p. 263-282.
15. Mt. 12,28. Y véase nuestro artículo Le blaspheme contre l'Esprit, en L*expé-
en el
rience de Esprit (Mélanges Schillebeeckx), París 1976, p. 17-29 (trad. cast.
número extraordinario de «Concilium» de 1974, p. 138ss).
16. Ef 6,10: el término dynamis, tan ligado al Espíritu, sólo se encuentra
en el verbo hendynamousthe.
329
Espíritu y lucha contra la carne
330
El Espíritu en la conversión
gieux au Pays de Galles des origines a la fin du VI" siécle, Lyón y París 1923,
Pp. 392ss, 419ss.
20. O. Culimann (Les premiéres confessions de foi chrétienne, en La foi et le
culte de l'Eglise primitive, Neuchátel 1963, p. 73-74; trad. cast. en Studium, Ma-
drid 1971) cita a Cirilo de Jerusalén, a Epifanio, Nestorio. Por el contrario, las
EOUSINAAeS apostólicas y la Carta de los apóstoles la relaciona con la fe en
a lglesia.
21. San Ambrosio, De poenitentia, 1, 8 (PL 16, 468).
22. Postcomunión del martes de pentecostés en el rito romano.
, 23. De autor desconocido, anterior al siglo x: PL 86, 693, Figuraba en el
Tito dominico; pero no en el Año litúrgico, de Dom Guéranger. Reincorporado
a la nueva Liturgia horarum.
331
Espíritu y lucha contra la carne
332
El Espíritu nos hace libres
333
Espíritu y lucha contra la carne
334
El Espíritu nos hace libres
Las colinas eternas están allí, de donde viene la salvación Su socorro está
presto, aguarda, viene. Dios me lo muestra cada día y mi vida entera es ahora
un testimonio de ello. Todo lo que yo creía tener de seguridad en mí mismo, de
astucia y de habilidad ha volado hecho añicos bajo el peso de la violencia y
de aquello que me era opuesto. Estos meses de cautiverio han roto mi resis-
tencia física y otras muchas cosas en mí. Sin embargo, he vivido horas mara-
villosas. Dios ha tomado todo en su mano y sé ahora implorar y esperar el so-
corro y la fuerza de las colinas eternas.
La persona que reconoce su pobreza, que aleja de sí toda autosuficiencia y todo
orgullo, incluso el de sus harapos, el hombre que se presenta desnudo delante
de Dios, sin velos y en su indigencia, ese hombre conoce los milagros del amor
y de la misericordia: desde la consolación del corazón y la iluminación del
espíritu hasta el apaciguamiento del hambre y de la sed.
Repetidas veces, en la agitación y sufrimientos de estos últimos meses, ple-
gado bajo el peso de la violencia, he sentido de golpe que la paz y el gozo
espirituales invadían mi alma con la fuerza victoriosa del sol que se levanta.
El Espíritu Santo es la pasión con que Dios se ama. El hombre tiene que
encomendarse a esta pasión; ella tiene que ratificar y realizar. Entonces el mundo
se hará capaz de amor verdadero. Sólo podemos reconocer y amar a Dios si
Dios nos toma y nos arranca de nuestro egoísmo. Es preciso que, en nosotros
y por nosotros, Dios se ame a sí mismo. Entonces viviremos en la verdad y el
amor de Dios llegará a convertirse en el corazón viviente del mundo.
335
Espíritu y lucha contra la carne
336
El Espiritu nos hace libres
clamó libre con sólo unos pocos y manifiestos sacramentos rituales. Más tolerable
sería la condición de los judíos; aunque éstos no conocieron el tiempo de la
libertad, por lo menos se sometieron tan sólo a las cargas legales, no a las pre-
sunciones humanas *,
36. San Agustín, De vera religione, 17, 33 (Pl 33, 136), trad. cast. en Obras
de san Agustín, t. IV, BAC, Madrid 1948, p. 107, y Epist., 35 (ad Januarium)
19, 35 (Pl 33, 221), trad. cast. en Obras de san Agustín, t. VII, BAC, Madrid
1958, p. 361. Tomás de Aquino, ST, I-IL, q. 107, a. 4; Quodl., 1V, 13.
37. Así para Erasmo (A. Humbert, Les origines de la théologie moderne,
París 1911, p. 209ss); para Ruulin (A. Renaudet, Préréforme et Humanisme d
Paris, París 1916, p. 170).
38. ST, 1-1, q. 147, a. 3; los dos textos de san Agustín son utilizados en
la objeción 3 contra un precepto de ayunar. Cuando en Quodl., 1V, 13 y EII, q
108, a. 1, Tomás justifica la ley, la refiere, haciendo muchas matizaciones, a la
institución por las autoridades eclesiásticas o temporales. Escribe también «hoc
ipsum est de ductu Spiritu Sancti quod homines spirituales legibus humanis
subdantur»: Pl, q. 96, a. 5 ad 2. Puede leerse, en este sentido, G. Salet, La
loi dans nos coeurs, «Nouv. Rev. théol» 79 (1957) 449-462, 561-578.
39. Vaticano 11, constitución pastoral Gaudium et Spes, n.* 25 $ 1. Señalemos
también unos artículos escritos hace bastantes años, pero cuya lectura es aún
provechosa, de M.B. Schwalm, L“inspiration intérieure et le gouvernement des
ámes; Le respect de l'Église pour l'action intime de Dieu dans les ámes, «Rev.
Thomiste», 6 (1898) respectivamente, p. 315-353 y 707.738. Se toma en conside-
ración en ellos la acción y habitación del Espíritu Santo.
337
Congar, Espíritu 22
Espíritu y lucha contra la carne
Esto dio origen a un tipo de persona ante la cual, podríamos decir, el mis-
mísimo Espíritu Santo es totalmente impotente y buscará vanamente una brecha
en esta fortaleza en la que todo está cuidadosamente guardado y asegurado.
Para que se escuche en la Iglesia las llamadas a la responsabilidad y el com-
promiso personal, será necesario, probablemente, que el Señor pruebe, por el
hierro y por el fuego, el aparato exterior y las seguridades de su Iglesia. «Nadie
pasa por el fuego sin ser transformado por él.» El Espíritu que vivifica nos ayudará
a renacer de los escombros con un coraje nuevo, con visiones más amplias y más
audaces. Para ganarlo todo, será preciso — una vez más— olvidar, abandonar
muchas cosas; más aún, abandonarnos a nosotros mismos. La tierra será remo-
vida y esparcida una nueva semilla. Amemos la libertad de Dios, hagamos su
verdad, entreguémonos a su vida *,
40. Op. cit. (n. 33), p. 194-953 y p. 196. Y cf. las p. 136-142 de una confe-
rencia de 1943, Evidentemente, el padre Delp había conocido una iglesia demasiado
bien instalada y asistía a un terrible paso por el bieldo y el hacha (Lc 3,17; Mt
3,10)...
41. Cf. el artículo de H. Schlier, en ThWbNT, t. III, p. 877ss; P. Joiion,
Divers sens de parresia dans le Nouveau Testament, «Rech. Sc. rel.», 30 (1940)
239-242. Numerosos estudios sobre el tema.
338
El Espíritu nos hace libres
42. En Eusebio, Hist. Eccl., VW, 1,49; trad. fr. de G. Bardy, SChr 41, 1955,
p. 19; El estudio del término ha sido hecho por A.A.R. Bastiensen en Le
sacramentaire de Vérone (en Graecitas et Latinitas Christianorum Primaeva. Supple-
menta IM, Nimega 1970) con el subtítulo: L'Église d la conquéte de sa liberté. Ya
que hemos citado al padre Delp, ejemplo contemporáneo de la actualidad del
mismo espíritu (y del Espíritu), remitimos al libro mencionado en la _n. 33, p. 121-
142 (conferencia de 1943 sobre la confianza, la que es necesario tener y la que
es preciso suscitar).
339
VI
LOS DONES Y .FRUTOS DEL ESPÍRITU
340
Los frutos del Espiritu
1235 y 1250, aparece una teología de los dones como realidades es-
pecíficas de gracia, distintas de las virtudes y de los carismas. Sólo
recogeremos la forma, verdaderamente rigurosa y profunda, que le
dio Tomás de Aquino.
Conviene, además, señalar el estatuto epistemológico (= desde el
punto de vista de su certeza y de su autoridad) de esta teología. Se
trata de una teología, no de un dogma. Algunos teólogos, Juan Duns.
Escoto entre ellos, negaron la distinción específica de los dones en
relación con las virtudes. El concilio de Trento evitó cuidadosamente
censurar la posición de Escoto?% Nos sentimos inclinados a subrayar
el aspecto de interpretación y de la construcción teológicas dado que
— y esto nos llama profundamente la atención— los místicos y los
santos no señalan distinción, en su experiencia, entre la gracia de
las virtudes y la de los dones. Sólo su director, o su biógrafo o su
intérprete habla del ejercicio de los «dones» y ocasionalmente precisa
de qué don se trata”...
Se atribuirá un valor aún más relativo a las innumerables corres-
pondencias expresadas por diversos autores entre los siete dones y
los diversos septenarios que encontramos en la Escritura y en la tra-
dición. San Agustín relacionó los dones con las bienaventuranzas y
con las peticiones del padrenuestro *. Hubo un increíble despliegue de
imaginación para multiplicar las correspondencias de siete con siete?.
Todo ello pone en evidencia el valor sumamente relativo de tales co-
rrelaciones. Pero la coherencia de la gracia del Espíritu Santo y la
de la revelación atestiguada por las Escrituras, con los matices que
se quiera, reconoce una relación entre las virtudes, los dones y las
341
Los dones del Espíritu
8. Santo Tomás, 11I Sent., d. 34 y 35; ST, 1-11, q. 68-70 y, en IT-1I las cues-
tiones consagradas a cada uno de los dones. Entre los estudios y comentarios
citamos únicamente A. Gardeil, op. cit. (n. 3) y Les dons du Saint-Esprit dans
les saints dominicains, París 1903; R. Garrigou-Lagrange, Perfection chrétienne
et contemplation, 2 vols., París - Tournai 1923; M.-M. Labourdette, Dict. de
Spiritualité, t. 1, col. 1610-1635; M.H. Lavocat, L'Esprit de verité et d'amour.
Essai de synthéese doctrinale sur le Saint-Esprit, París 1962; M. Philipon, Les
dons du Saint-Esprit, DDB, 1963; A. Guindon, La pédagogie de la crainte dans
histoire du salut selon Thomas d'Aquin, Montreal y París 1975 (se encuentran
citados sus propios artículos); nuestro artículo, ya citado en cap. precedente, n. 24.
9. ST, PFI, q. 68, a. 2. Tomás cita el Sal 142,10, Spiritus tuus deducet me
in terram rectam, y añade «quia in haereditatem jllius terrae beatorum nullus
potest pervenire nisi moveatur et deducatur a Spiritu Sancto».
10. Cf. É. Gilson, Pourquoi S. Thomas a critiqué S. Augusitn, en «Arch.
Hist. doctr. et lítt. du Moyen Age» 1 (1926) 5-127. Este estudio continúa siendo
decisivo.
342
Los frutos del Espíritu
1M. ST, PI, q. 68, a. 2. Para toda esta lógica puede leerse P.R. Régamey,
Esquisse d'un portrait spirituel du chrétien, «La Vie spirituelle», 421 (1956) 227-
258. Desgraciadamente, sólo hemos podido utilizar, del mismo autor, Portrait
spirituel du Chrétien (París 1963) después de terminar la redacción de la pre-
sente obra.
12. ST, P-I, q. 68, a. 1.
13. TM, q. 68, a. 1 y 8; q. 69, a. 1; 1FI, q. 52, a. 1; q. 12l, a. 1.
14. Continuamos siendo libres para seguir o no, generosa o malamente, la
inspiración de Dios: ST, TIL, q. 9, a. 4 y 6; q. 68, a. 3 ad 2; IPIL q. 23, a. 2;
q. 52, a. 1 ad 3. La generosidad total y constante lleva al heroísmo: Teresa de
Lisieux decía: «Desde que cumplí los ies años de edad no negué nada al buen
Dios.»
15. Cf. PIT, q. 68, a. 8, c y ad 1; IFM q. 9 a. 1 ad 3.
16. Punto destacado por Juan de Santo Tomás (Cursus theologicus; en 1,
q. 43, disp. 17, a. 3) y por el carmelita Joseph du Saint-Esprit. Cf. A. Gardeil,
La structure de l'áme et l'expérience mystique, París 21927, t. IL, p. 232ss; J. Ma-
ritain, Les degrés du savoir, Desclée du Brouwer, 1946, c. VI $ 15, El tratado
de Juan de Santo Tomás sobre los dones del Espíritu Santo ha sido traducido
por Raissa Maritain, París 1930.
343
Los dones del Espíritu
17. TIM, q. 70 con referencia a Gál 5,22.23, La gracia del Espíritu Santo, que
es lo principal de la ley nueva, inspira en el affectusel contemptus mundi: q. 106,
a. 1 ad 1. Sobre el encadenamiento virtudes-dones-bienaventuranzas, véase R. Ré-
gamey, art. cit. supra, n. 11.
18. IPIM, q. 9. Cf. q. 1, a. 4 ad 3; q. 2, a. 3 ad 3; 111 Sent., d. 24, q. 1. a. 3;
q. 2, ad 3. Existen muchos estudios; véase, por ejemplo, G.H. Joyce y S. Harent,
La foi qui discerne, «Rech. de Sc. relig.» 6 (1916) 433-467,
344
Los frutos del Espíritu
19, ST, FHII, q. 70: «ultima et delectabilia quae in nobis proveniunt ex virtute
Spiritus Sancti». Cf. In Galat., c. 5, lect. 6.
20. L. Cerfaux, Le chrétien dans la théologie paulinienne, París 1962, p. 274,
422s (análisis literario); A. Gardeil, en Dict. Théol. cath., t. VI, 1914, col. 944-
949; M. Ledrus, Fruits du Saint-Esprit, «La Vie spirituelle», 76 (mayo 1947)
714-733 (muy rico, casi excesivamente, con sus 145 referencias) Ch.A. Bernet,
en Dict. de Spiritualité, t. V, col. 1569-1575.
345
Los dones del Espíritu
21, Merleau-Ponty, Foi et bonne foi, en «Les temps modernes», 1946, 769-
782; reimpr. en Sens et non-sens, París 1946.
22. Monseñor Matagrin señala: «Uno de los riesgos del cristianismo actual
es el distanciamiento entre un cristianismo político sin el sentido de la trascen-
346
Los frutos del Espíritu
n.
dencia y una renovación espiritual sin encarnación histórica» («L”Européen»,
160-161 julio-sept., 1976, p. 7).
sont
23. Se encontrarán en gran número en M.J. Le Guillou. Les témoins
los textos
parmi nous. L'expérience de Dieu dans l'Esprit Saint, París 1976; en
edi-
recogidos por Arsténe-Henry (Les plus beaux textes sur le Saint-Esprit, nueva
ción, Lethielleux, París 1968), por sor Geneviéve (L'Esprit du Seigneur remplit
«Ty-
Punivers, Cerf, París 1977); en las revistas de renovación: «Il est vivant»;
chique».
trad. fr.
24. Adaptación de Brie y Gelineau, del himno VI (Hymnes, 1,
J. Paramelle, SChr 156, 1969, p. 205 y 207). Así adaptado, este himno es cantado
en algunos monasterios.
347
PARTE TERCERA
LA RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU
PROMESAS E INTERROGANTES
INTRODUCCIÓN
349
Introducción
BIBLIOGRAFÍA SELECTIVA
Exposiciones de conjunto (católicas), a menudo con discusión
|
n de conjunto:
Enthusiastisches Christentum: die Pfingstbewegung in Geschicht
e und Gegenwart,
Zwingli Verlag, Zurich 1969; traducción inglesa: The Pentecosta
ls. The Charisma-
tic Movement in the Churches, Londres 1972. Yo he leído
la edición americana,
Augsburg Publishing House, Minneápolis 1972, 21973. El
autor es presbiteriano.
Es una presentación muy documentada de las formas variadísi
mas del movimiento
de pentecostés en los diversos países. Por la fecha de composici
ón, sólo contiene
algunas alusiones al movimiento en el marco de la Iglesia católica.
F.A. Sullivan, The Pentecostal Movement, «Gregorianum», 53
(1972) 237-266.
W. McCready, Los pentecostales: análisis sociológico, «Conciliu
m», 72 (1972)
256-259,
J. Massingberd Ford, Catolicismo pentecostal, «Concilium»,
79 (1972) 392-397.
J.L. cardenal Suenens, Une nouvelle Pentecóte?, Desclée du Brouwer,
1974
(trad. cast. Un nuevo pentecostés, Desclée, Bilbao 1976).
350
Bibliografía
Historias y relatos
Discussiones y consejos
351
- Bibliografía
Estudios protestantes
«Foi et Vie», año 72, n.* 4 y 5 (1973); de modo particular los artículos de
di
a
A. Wohlfahrt, Espérance pour l'Église: choses vues, p. 3-20; y de A. Bittlinger.
Et ils prient en d'autres langues, p. 97-108.
«Positions luthériennes», año 22, n.” 4 (1974) 233-287; J.P. Dietle, Le réveil
pentecótiste dans les Églises historiques. Problémes exégétiques et ecclésiologiques.
352
A) LO POSITIVO DE LA.
«RENOVACIÓN CARISMÁTICA»
LO QUE APORTA A LA IGLESIA
353
Congar, Espíritu 23
Renovación carismática
354
Lo que aporta a la Iglesia
355
Renovación carismática
356
Lo que aporta a la Iglesia
|
| 7. N.* 4; cf. también n.* 11 $ 2; decretos Apostolicam actuositatem n.* 3
¿ S 4, Ad Gentes divinitus, n.* 4: 2335 1.
13
liE
j 8. G. Hasenhiittl (Charisma, Ordnungsprinzip der Kirche, Friburgo 1970) ha-
ría gustosamente este reproche a la encíclica Mystici Corporis y a Lumen Gentium,
Para él, «los carismas son la estructura de la Iglesia y la comunidad es el vinculo
de los carismas» (p. 128). No niega la utilidad de las estructuras jurídicas, pero
quiere que sean secundarias, de suplencia o auxiliares en relación con Una estruc.
Í turación y fundamentación carismáticas (p. 355; cf. p. 231-232).
y] 9. Punto de vista expresado con fuerza por J.-L. Leuba en Una conferencia
5 pronunciada en Salamanca (texto francés: Charisme el institution, «Hokhma», 5
[1977] 3-20). Cf. L. Boisset, Mouvement de Jésus et Renouveau dans PEspy;
(«Dossiers libres»), Cerf, París 1975, p. 73.
inicia
o
337
Renovación carismática
que no hay más que los sacramentos. Se olvidan de decir que tam-
bién existe la oración y que ésta es, al menos, la mitad. Los sacra-
mentos, la oración, suman dos. Ellos tienen siempre unos, nosotros
disponemos de la otra»! Estas reuniones de oración libres, en la
soberana libertad del Espíritu, ¿no se encuentran, a su manera, en
la línea de una toma de poder y de ejercicio de la iniciativa personal
no contra la institución, pero sí sin su mediación? ¿No denuncian de
esta manera un límite de la institución en el terreno mismo para cuyo
servicio fue creada?
Por otra parte, si nos fijamos en el poder, la Iglesia considerada
como establishment se empobrece. Cuando la comparamos con orga-
nizaciones sociales tales como la sanidad, la enseñanza, la investiga-
ción, la prensa, la publicidad y los medios de comunicación social, la
Iglesia se presenta increíblemente pobre en hombres y en recursos.
La cifra de negocios anual de los cines de París supera, probable-
mente, el presupuesto de la Iglesia católica en Francia. Hace tiempo
que la Iglesia ha perdido su poder y casi no cuenta ya como fuerza
social. Tal vez sea mejor así, porque «bella es la situación de la Igle-
sia cuando sólo es sostenida por Dios» !!. Puede que, sin embargo, la
Iglesia esté llamada hoy a ser potencia en otro sentido. Tal vez la
acción masiva de las instituciones tenga que dejar paso a la acción
de los fermentos. ¿No será que la Iglesia está llamada a ser viva y
activa, partiendo, especialmente, de los hombres espirituales? Lo ha
sido siempre así. De ahí ha provenido lo mejor de su vida. ¿Pero tal
vez la llama hoy Dios a serlo de una manera pura? ¿No es esto lo que
mejor hemos captado de los análisis y del mensaje de Marcel Légaut?
En nuestra Iglesia, todo esto va unido a la revalorización de dos
realidades que determinadas circunstancias de su historia hicieron
que se consideraran como sospechosas: el principio personal y la
experiencia espiritual.
Entendemos por «principio personal» el lugar concedido a las
iniciativas de las personas, a lo que ellas tienen que decir en virtud
de una convicción de conciencia y de una motivación personales. Es
cierto que no podemos entregar la vida de la Iglesia al «libre exa-
men» ni a la anarquía de las iniciativas irresponsables. Pero el juri-
dicismo 1?, una concepción excesivamente clerical, el instinto de se-
guridad suscitado por el peligro protestante, y posteriormente por el
del racionalismo y los movimientos revolucionarios del siglo XIX,
llevaron a la Iglesia católica latina a practicar, a veces con una efica-
cia temible, una pastoral de desconfianza y de represión de la iniciativa
personal. En ocasiones, ésta fue limitada, a veces machacada, por el
10. Lettres et entretiens, presentados por Marcel Péguy, París 1954, p. 69.
11. Pascal, fr. 861.
12. Remitimos a nuestro artículo La supériorité des pays protestants, «Le
Supplément», 123 (1977) 427-442.
358
FE
0?
13. Cardenal L.J. Suenens, Une nouvelle Pentecóte?, DDB, 1974, p. 70.
359
Renovación carismática
360
Lo que aporta a la Iglesia
16. Comparaison des chrétiens des premiers temps avec ceux d'aujourd'hui, en
la pequeña edición Brunschvicg, p. 201-208.
361
Renovación carismática
362
Lo que aporta a la Iglesia
llamada Iglesia, Atenas, Madrid 1970). Nos han presentado numerosas comuni-
dades o grupos de comunidades: la de Houston (n. preced.), la célebre comunidad
de Ann Arbor, Michigan. En Francia, por ejemplo, la comunidad de la Sainte
Croix, en Grenoble (cf. «ll est vivant», 12 [1977] 20-23). «Pueblo de alabanza»,
en South Bend, USA; etc.
20. Tous responsables dans l'Église? Le ministere presbytéral dans P'Église tout
entiére «ministérielle», Lourdes 1973; Centurion, París 1973,
21. Cf. H. Miihlen, Entsakralisierung... Paderborn 1971, y frecuentemente
E después porque es un autor muy fecundo: dos volúmenes en 1974: Morgen wird
Einheit sein (Paderborn) y Die Erneuerung des christliches Glaubens. Charisma-
Geist-Befreiung, Munich.
22. H. Miihlen, L'Esprit dans l'Église, 2 vols., París 1969; W. Kasper, Jésus
le Christ, trad. fr., París 1976, p. 378-410 (trad. cast. en Sígueme, Salamanca
1978). Puede verse también Ph.J, Rosato, Spirit Christology. Ambiguity and Pro-
mise, «Theol. Studies» 38 (1977) 423-449; P.J.A.M. Schoonenberg, Spirit Christo-
logy and Logos Christology, «Bijdragen» 38 (1977) 350-375.
23. H. Miúihlen, op. cit., en n. preced. y numerosas publicaciones de las que
damos cuenta en «Rev, Sc. ph. th.»; W. Kasper, Esprit-Christ-Église, en L'Expé-
rience de ''Esprit (Mélanges Schillebeeckx), París 1976, p. 47-69 (trad. cast. en
el número extraordinario de «Concilium», 1974, p. 30ss) Charismatische Grund-
struktur der Kirche, en Glaube u. Geschichte, Maguncia 1970, p. 356-361; Die
Kirche als Sakrament des Geistes, en Kirche-Ort des Geistes, Friburgc 1975, p.
14-55.
OS
E
24. G. Hasenhiittl, citado supra, n. 8; Donald L. Gelpi, Charism and Sacra-
ment. A theology of Christian Conversion, Nueva York 1976; el reformado J.D.G.
Dunn, Rediscovering the Spirit, 1, «Expository Times», 84 (1972) 40-44, es muy
radical (el autor es presbiteriano).
363
Renovación carismática
AIL
NS
A
AEOAOORPO
e
I
E
A
364
'
B) NUESTROS INTERROGANTES SOBRE LA
- «RENOVACIÓN CARISMAÁTICA»
I
365
Nuestros interrogantes sobre la renovación
366
¿Qué título emplear?
Espíritu Santo concede para beneficio de personas distintas a las que los reciben
y en los que puede reconocerse su huella».
6. Al decir esto sólo criticamos la utilización hecha de esta distinción, pero
no la distinción misma tal como la explica, por ejemplo, santo Tomás, ST, 1-1I,
q. ll, a. 1; In Rom, c. 1, lect. 33 Comp. Theol., I, c. 114. Pero Tomás señala,
especialmente a propósito de los apóstoles, que Dios confía generalmente las
misiones acompañadas de signos y de milagros a los más santos: 1 Sent., d. 14,
4. 2a.2ad4;d.15,q.5,a.1 q" 2; ST, 1, q. 9,2. 1;a. 3 ad 4; a. 4; II, q. 7,
a. 10 ad 2.
7. «Charismatiques», ou quoi?: «La Croix», 19 enero 1974; Renouveau dans
PEsprit et Institution ecclésiale. Mutuelle interrogation, «Rev. Hist. et Phil. rel.»,
55 (1975) 143-156 (p. 14555). 0
8. Tous responsables dans l'Église? Le ministére presbytéral dans V'Église tout
entiére «ministérielle», Lourdes 1973, Centurion, París 1973,
367
Nuestros interrogantes sobre la renovación
extraordinaria,
ciones, existe el peligro de entender por carisma una manifestación para
incluso excepcional. Y esto sería tan rechazable para los interesados como
cardenal
la Iglesia. Cuando se discutió esta cuestión en el concilio Vaticano 11, el
hubo caris-
Ruffini, arzobispo de Palermo, criticó el proyecto de texto diciendo:
en mani.
mas en los orígenes de la Iglesia, pero ya no existen. Estaba pensando
le respondió
festaciones casi milagrosas. Pero, al día siguiente, el cardenal Suenens
testimonios de su
restableciendo la verdadera noción de carisma y ofreciendo
de ca-
existencia abundante en su propia Iglesia ? En efecto, san Pablo «habla
poco llamativos como los de =xhortar y consolar (Rom 12,8), de servir
rismas tan
y de
(Rom 12,7), de enseñar (Rom 12,7; 1Cor 12,285), discurso de sabiduría
ciencia (1Cor 12,8), de fe (1Cor 12,9), discernimiento de espíritus (1Cor 12,10),
en Francia, los miembros católicos
de ayuda y gobierno (1Cor 12,28)». Al menos
rias. Con
del movimiento profesan no insistir en las manifestaciones extraordina
todo. es posible que no se haya siempre evitado el peligro.
368
¿Qué título emplear?
Un grupo carismático
Cuando un grupo de oración, cuando una comunidad de creyentes, está inun-
dado de estos dones del Espíritu, profecías, curaciones, obras de poder, conver-
siones deslumbrantes, lo constatamos diciendo: es un grupo carismático, y alaba-
mos al Señor por ello.
Pero si llegáramos a decir: «Queremos fundar un grupo carismático», la expre-
sión no sería aceptable. Daríamos la impresión de llamar a silbidos al Espíritu
Santo, como si pudiéramos presumir de conocer sus intenciones y disponer de él
a nuestro capricho, No está en nuestra miano decidir si esta reunión será caris-
mática o no. Este asunto depende total y exclusivamente de él,
Un carismático
Podríamos hacer las mismas observaciones respecto del adjetivo empleado de
manera sustantivada. Si tenemos la gracia de encontrarnos con uno de esos seres
llenos de carismas, de don de consuelo, del don de discernimiento, poderoso en
obras y en palabra, podemos designarle como «un carismático».
Pero no estoy segura de que pueda decirse, como esta frase fuertemente aplau-
dida en el congreso: «ser carismático es ser plenamente cristiano». ¡Atención!
Hay que volver a leer a san Pablo. El ser plenamente cristiano se mide, única y
exclusivamente, por la plenitud de la caridad. Y toda la historia de la Iglesia,
toda la hagiografía, pone de manifiesto que santos muy grandes tuvieron muy
pocos carismas, en el sentido de esas manifestaciones visibles de la presencia del
Espíritu. Mientras que otras persecnas pueden recibir algunos de esos dones,
hablar en lenguas de ángeles y de hombres, tener la fe que traslada montañas ..
pero si estos últimos tienen menos caridad, son menos cristianos, menos santos.
El momento presente me parece grave. Todo el «movimiento carismático»
está en juego. El peligro, ciertamente 1eal, no consistiría sólo, como sucedió a
los corintios, en sentirse hipnotizados por los dones más espectaculares, sino que
sería mucho más grave hacer de «carismático» una especie de superlativo de
cristiano. ¡No! El único superlativo reside en el amor.
El que plazca al Espíritu poner en movimiento, en determinados lugares y
tiempos, un niágara de carismas es algo que nos llena de alabanza y nos hace
cantar las maravillas de Dios. Pero todos los carismas son para la caridad, que
es la cima y criterio único.
Sería una bendición para la Iglesia el que un clima mejor de las parroquias
o de las comunidades, una mejor disposición de los fieles, una mejor educación
11. H. Caffarel, op. cit., (p. 350), p. 71; «Pro mundi vita» (citado p. 351),
p. 18ss.
369
Congar, Espíritu 24
Nuestros interrogantes sobre la renovación
Inmediatez
370
Inmediatez
371
Nuestros interrogantes sobre la renovación
372
Disminución de los compromisos sociales
373
Nuestros interrogantes sobre la renovación
primer lugar orientadas hacia Dios que ha cautivado el alma del fiel.
El grito gozoso hacia Dios es, ante todo, de acción de gracias.
En las interpretaciones críticas excesivamente dominadas por un
planteamiento sociopolítico, la buena acogida manifestada a la reno-
vación por los pastores responsables es vista de la siguiente manera:
«a fin de cuentas, interesa a la jerarquía todo lo que va en la línea del
reforzamiento de la institución que ella representa» (Chabert, p. 27).
¿Acaso no se interesará por lo que anima o reanima una fe viva, una
vida espiritual despierta, lo específicamente religioso? Y si es éste el
caso, ¿sería condenable? ¿Sería esto ajeno a su misión?
Pero existe realmente un problema. Así como la renovación podría
situarse de tal manera en el plano de la res que subestimara el sacra-
mentum, cabe la posibilidad de un encantamiento por la relación verti-
cal con lo absoluto hasta el punto de abandonar la relación horizon-
tal, si no en su inmediatez, la del «prójimo», al menos en su dimen-
sión más amplia, en la propiamente social 4, El evangelio total exige
tanto lo vertical, el más allá de Dios, como lo horizontal o el aquí
abajo del hombre. Naturalmente, al decir esto no excluimos voca-
ciones, situaciones y destinos particulares. El problema se presenta,
de manera especial, en los países a la vez profundamente religiosos y
pobres, injustamente dominados y explotados, para quienes la libera-
ción de la miseria y de una situación injusta requiere análisis y com-
promisos críticos concretos. Algunos representantes iberoamericanos
de la «teología de la liberación» precisan las críticas e incluso las
acusaciones que hemos formulado y criticado anteriormente ?, Des-
pués de una conferencia de 1975 recibíamos la carta siguiente, sen-
cillo testimonio personal entre otros muchos: «Aquí, en la República
Dominicana, el movimiento carismático ha alcanzado en dos años un
esplendor insospechado. Las conversiones, se dice, se multiplican; se
desarrolla el gusto por la oración. Pero muchos señalan que allí donde
el movimiento se extiende, la promoción social, los proyectos de cons-
trucción de carreteras, de cooperativas al cuidado de los sacerdotes
(¡estamos en Iberoamérica!) ayudados por laicos son dejadas de lado
o, al menos, redimensionadas.»
El hecho de que la crítica sea formulada incesantemente quiere
374
Disminución de los compromisos sociales
———.
25. Cf. la larga nota de p. 116-117 de John Orme Mills, New Heaven, New
Earth?, Londres 1976, con referencias, entre otros, a W. Hollenweger, Pentecost
and Politics, Bristol 1975; R. Laurentin, Pentecótisme chez les catholiques, op. cit.,
París 1974, p. 217-222. Testimonios personales en «Unité des chrétiens», 21 (1976)
24-25 (J.M. Fiolet); «Il est vivant», 11 (1976) 12-17 (Jean, Raymonde, Michétle,
Jacques, Yves).
26. Nuestro Un peuple messiunique. L*ÉEglise sacrament du salut. Salut et
libération, París 1975; trad. cast.: Un pueblo mesiánico, Cristiandad, Madrid 1976.
27. Art. cit., p. 91. Los subrayados son míos.
375
]
II
376
Hablar y orar en lenguas
377
Algunos carismas espectaculares
378
> o
Hablar y orar en lenguas
8. J.-Cl. Sagne, «La Vie spirituelle», 609 (1975) 547. El padre A.-M. de
Monléon (art. cit. p. 357) dice igualmente: «No se trata de una oración de la
razón, de la inteligencia, sino del Espíritu: “Si oro valiéndome del don de len-
guas, mi espíritu ora” (1Cor 14,14). Orar en lenguas es una oración del corazón...
Con todo, esta foma de oración «€s esencialmente una alabanza dada por el
Espíritu Santo como signo de una nueva irrupción de su gracia. Contribuye en
gran medida, en quienes la practican, no sólo a hacerles entrar en una oración
continua, una oración del espíritu según el Espíritu, sino a hacerles crecer en
la edificación personal, en esa lenta transformación, a menudo imperceptible, en
la que la totalidad del ser, la totalidad de la vida se convierte en oración, ex-
presión de la filiación divina (cf. Rom 8,26-27; 15; Gál 4,6).»
9. P. Ephrem Yon, «La Vie spirituelle», 609 (1975) 530.
10. Op. cit., supra en n. 4, p. 151.
379
yl Algunos carismas espectaculares
380
di
«Interpretación» y «profecía»
«Interpretación» y «profecía»
Pentecostalism, Nueva York 1972, Y cf. McDonnell, op. cit., p. 115-119 y biblio-
grafía, p. 193-194,
14. Cf. Dunn, op. cit., p. 304; referencias, p. 441, n. 19, en particular a
Qumrán. -
15, R. Laurentin, op. cit., p. 98.
381
Algunos carismas espectaculares
382
<<
Milagros y curaciones
Milagros y curaciones
383
Algunos carismas espectaculares
Justino (Apol., 1, 6; C. Tryph., 39); san lreneo (Adv. Haer., 1, 31, 2; 32, 4);
Tertuliano (Apol., 37). Tomás de Aquino veía las lenguas reemplazadas por las
voces diferentes que leen la epístola y el evangelio de la misa y las nueve lecciones
de los maitines (In ICor, c. 14, lect. 6). H.E. Alexander (protestante), escribe:
«Los signos y los milagros eran necesarios para probar a lsrael que Jesús era el
Mesías, el Hijo de Dios. Pero desde que los judios rechazaron definitivamente
el evangelio (referencias), estos signos y milagros desaparecieron progresivamente.
Estos signos, de manera especial el hablar en lenguas, eran, efectivamente, dones
propios de la infancia de la Iglesia: 1Cor 12, 31; 13,11» (La mission temporaire
du Saint-Esprit pendant la dispensation de gráce, s. f. [hacia 1945], p. 12).
23. Sobre las curaciones, cf. W.J. Hollenweger, op. cit., p. 352ss; Fr. Mac
Nutt, Healing... Notre Dame (Indiana), 1974; M. Scanlan. La guérison intérieure,
Pneumathéque, París 1975; O. Melancon, Guérison et Renouveau charismatique,
Montreal 1976; R. Laurentin, Pentecótisme chez les catholiques, París 1975, p.
129-168.
24. La base es Sant 5,12-20 (insinuatum dice el concilio de Trento respecto
de nuestro sacramento de los enfermos). Cf. la revista «Présences», 90 (1965/1):
Estado de enfermedad, curación y unción de los enfermos: «La Maison-Dieu»,
101 (1970/1) 161ss; Donald Gelpi, Guérison et sacrements, Feu nouveau, París
1976.
25. F. Lovsky, L'Église et les malades depuis le Il“ siécle jusqu'au début
du XX* siécle, Ed. du Portail, Thonon 1958. Sobre los santos taumaturgos, M. Le-
proux, Dévotions et saints guérisseurs, PUF, París 1955; Pierre Jakez Helias,
Le cheval d'orgueil, c. UI, París 1975, p. 111ss. Sobre Lourdes, Laurentin, op.
cit., p. 129ss, 159ss.
26. El lazo entre Espíritu y poder es bíblico: Lc 4,14; 24,49; Act 1,8; 10,38;
Rom 15,13-19; 1Cor 2,4-5; 1Tes 1,5; cf. 2Tim 1,7; Heb 2,4; y trad. fr. del artículo
de Kittel, Esprit Saint, p. 148 y 149; unión entre curación (milagros) y fe: Mc 11,
23.24 par.
27. Lo extraño y sensacional va acompañado aquí de una fuerte afirmación
de fe; cf. el relato de A. Wohlfahrt, «Foi et Vie», jul.-oct. de 1973, p. 6ss, repr.
por Laurentin, p. 139ss.
384
Milagros y curaciones
*;
clásico, bíblico que expresa la acción poderosa del Espíritu invocado
acción de gracias ya antes de producirse mejoría alguna. Se
es una
n
trata de vivir intensamente, unidos a los hermanos, en una comunió
de fe y de oración, en una relación con el Dios vivo que transforma
la relación que se tiene consigo mismo, en el alma y en el cuerpo.
Efectivamente, si se producen curaciones físicas, es mayor el número
de las espirituales, interiores o, si se quiere, psíquicas.
La curación espiritual es el acceso a la verdad de nuestra relación
con Dios. Toda la actividad pastoral de la Iglesia, palabra y sacra-
mentos, tiende a lograr tal meta. La curación interior «es una sana-
ción del psiquismo. No afecta inmediatamente a la relación con Dios
y la vida teologal, sino a la organización de nuestra inteligencia, de
nuestra voluntad, de nuestra memoria y de nuestra afectividad sen-
sible» (J.-Cl. Sagne)”. En nuestro psiquismo pueden darse nudos o
bloqueos de origen espiritual. Y tenemos necesidad de ser liberados
de ellos. De ordinario, se llega a esta liberación no de un golpe, de
manera súbita, sino por el camino de una oración confiada en el don
de Dios, fraterno, perseverante, llevado a cabo en la práctica humilde
y paciente de la vida cristiana en la Iglesia. La atmósfera de acogida
fraterna y del gozo de alabanza —que tiende a suavizar los conflic-
tos — no deben constituir una especie de cortocircuito que interfiera
nocivamente en el caminar psicológico humano. «El Espíritu actúa
uniéndose al espíritu humano, no contra él o desde fuera de él»
(A. Vergote). Los hermanos, y de manera especial los moderadores
de la renovación, deben de dar muestras constantes de un auténtico
discernimiento. Naturalmente, aquí, como en otras partes, se dan
casos en los que ha faltado ese discernimiento o en que se ha inter-
venido de manera indiscreta.
Las curaciones físicas de los males orgánicos llaman la atención
con mayor fuerza. Se nos ofrecen relatos que se sitúan en el límite
de lo creíble, pero que dimanan de testigos. No somos inflexible-
mente escépticos ni desconsideradamente crédulos: «quién sabe si place
a Dios desenrrollar su escala?» Creemos en el Espíritu Santo, en su
poder de dar la vida, en el poder de la fe y de la oración, de manera
28. La mano es el signo y medio del poder: cf. V.E. Fiala, L'imposition des
mains comme signe de la communication de V'Esprit Saint dans les rites latins,
en Le Saint-Esprit dans la liturgie, Conferencia Saint-Serge 1269, Roma 1967,
p. 87-103. Jesús
interior, además de Laurentin, cf. H. Kahlefeld,
29. Sobre la curación
como terapeuta, y G. Combey y F. Fabre, El movimiento pentecostal y el don
de curación, «Concilium», 99 (1974), respectivamente 338-343, 354-358; M. Scalan
(supra, n. 23); J.-Cl. Sagne, La curación interior, «Concilium», 129 (1977). A. Ver-
nce de l Esprit,
gote, L'Esprit, puissance de salut et de santé spirituelle, en L'expérie
en el número extraordi-
Mélanges Schillebeeckx, París 1976, p. 209-223 (trad. cast.
nario de «Concilium», 1974, p. 152ss). E
p. 131ss, para el Healing Service de Notre-Dame 14-VI-
30. Así Laurentin,
1974; «ll est vivant», 6-7 (1976) 26-33; 15 (s. £.) 15-18, caso de Jeanine Bévenot;
385
Congar, Espíritu 25
Algunos carismas espectaculares
El discernimiento
386
MAD
>
El discernimiento
la capacidad de
sable de autenticidad. Se traduce concretamente en
de
edificar el cuerpo de Cristo. Escuchemos cómo habla del carisma
el tema. Primera mente lo sitúa en el
discernimiento Un especialista en
cuadro más general del discern imiento cristian o:
387
Algunos carismas espectaculares
388
El discernimiento
38. V. Therrien, op. cit. (n. 32), p. 76 y 292. De los restantes textos de san
Pablo, véase, en concreto, Rom 12,2; Flp 1,9-10 y Ef 5,10.
39. Ofrecemos algunas indicaciones que deben ser completadas con las notas
siguientes (en cuanto al punto de vista bíblico, véamse las bibliografías dadas en
el libro de V. Therrien): art: Discernement des esprits, en el Dict. Théol. cath.,
t. IV, col. 1380-1384 (A. Cholet) y Dict. de Spiritualité, t. VII, col. 1222-1291
(J. Guillet, G. Bardy, F. Vandenbroucke, J. Pegon); Scafamelli, Le discernement
des esprits, trad. fr., Bruselas - París 1910, J. Mouroux, L'expérience chrétienne.
Introduction d une théologie, París 1954, p. 173-181 (san Juan) y 345-365; L. Bei-
naert, Discernement et psychisme, «Christus», 4 (1954) 50-61; Michel Rondet,
La formation au discernement personnel et communautaire, «Forma Gregis», 1972,
175-261, reprod. en Choix et discernements de la vie religieuse, Cerf, París 1974,
p. 95-221 (para las adaptaciones de la vida religiosa femenina); J. Gouvernaire,
Le discernement chez S. Paul, Suppl. de «Vie chrétienne», 195 (1976). Poco que
destacar en F. Urbina, Movimientos de despertar religioso y discernimiento cris-
tiano de espíritus, «Concilium», 89 (1973) 361-374. El n.* 139 (nov. 1978) de esta
revista está dedicado al discernimiento.
Bibliografía americana en Donald L. Gelpi, Charism and Sacrament. A Theo-
logy of Christian Conversion, Nueva York 1976, p. 96, n. 26.
40. Artículo de «Il est vivant», citado supra, n. 32.
41. Buen capítulo en John C. Haughey, Quand Dieu conspire. L*oeuvre de
PEsprit au milieu des hommes, Pneumatheque, 1977, p. 121-154.
389
Algunos carismas espectaculares
390
El discernimiento
de ellas tiene que ser necesariamente producto del Espíritu. Los Hechos
nos presentan un determinado número de coyunturas nuevas frente
a las que la misión debía de encontrar su vía de acuerdo con el plan
de Dios. Se encontró la salida saludable mediante la utilización de
estos tres criterios: una experiencia del Espíritu, el apoyo de un tes-
timonio escriturístico, la aprobación de la ecclesia *,
Vemos, pues, que el discernimiento es un acto complejo, que exige
el ejercicio de una plétora de medios humanos y de dones del Es-
píritu. Aquellos que la teología clásica coloca entre los de inteligen-
cia, ciencia, consejo y de sabiduría deben entrar en juego si el Espí-
ritu Santo los otorga. El sopla donde quiere. El de «consejero» es uno
de sus títulos. Pero no ejerce de apuntador en una obra de teatro.
También nosotros tenemos que poner en juego nuestra inteligencia
y recursos: «¡Hermanos, en la inteligencia, sed adultos!» (1Cor 14,20).
47. Cf. G. Haya Prats, L'Esprit forme de l'Église. Sa nature et son activité
d'aprés les Actes des Apótres, París 1975, p. 208ss.
Testimonios escriturísticos: Is 61 para el bautismo de Jesús, los salmos 69 y
109 para la sustitución de Judas, 11 3 para pentecostés, una promesa del don
del Espíritu para el episodio de Co1melio. Aprobación eclesial de este último
acontecimiento: Act 11,1-18 y el c. 15,
391
118
EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU
En el pentecostismo ?
392
San Pablo
manera que son una especie de «canon dentro del canon». Pero, den-
tro de este cuadro común, existen dos o tres posiciones diferentes.
Siguiendo la línea de los movimientos de santidad, que procedían
: la conversión que
de Wesley, muchos señalan dos etapas o momentos
desemboca en la regeneración (bautismo de agua) y la santificación,
no para todos,
ligada con el bautismo del Espíritu. Para algunos, pero
del Espíritu.
el hablar en lenguas es el signo necesario del bautismo
Otros —en concreto, las «Asambleas de Dios»— distinguen tres
ión,
momentos: la conversión, el bautismo del Espíritu, la santificac
que dura toda la vida.
Algunos, «la Iglesia apostólica», añaden la aceptación de la auto-
ridad de los «apóstoles».
San Pablo
Pero fuiste:s lavados, pero fuisteis consagrados a Dios, pero fuisteis justificados
en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios (1Cor 6,11).
Porque todos fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo
(1Co 12,13).
en
(Y es Dios)... quien nos ungió y también nos marcó con su sello y puso
nuestros corazones la fianza del Espíritu (2Cor 1,21-22) *.
(Ef 5,26).
Para santificarla, purificándola con el baño de agua por la palabra
Él nos salvó... según su misericordia, por el baño regenerador y renovador
del Espíritu Santo (Tit 3,5).
393
El bautismo en el Espíritu
Los sinópticos. Q
«sacramentalista»; cf. J.K. Parratt, The Holy Spirit and Baptism, 1: The Pauline
Evidence, «The Expository Times», 82 (1971) 266-271.
6. Cf. 2Cor 1,21; Tit 3,5; 1Pe 3,21.
7. Treneo, Adv. Haer., MI, 17,2 (SChr. 211, 332); V, 11, 2 (SChr. 153,
138), Demostr. apost., 41 (SChr. 62, 96) y cf. A. Benoit, Le baptéme chrétien
au second siécle. La théologie des Peres, París 1953, p. 205-208. Tertuliano habla
de la santificación del agua por el Espíritu (De bapt., IV, 1) y, no obstante,
escribe: «mon quod: in aquis Spiritum sanctum consequamur sed in aqua emun-
dati sub angelo Spiritui sancto praeparamur» (VI, 1: cf. la nota de R.F. Refoulé,
SChr 35, p. 75, n. 1). El agua designa al bautismo y también al Espíritu (Jn 4,
10): F.M. Braun, Jean le Théologien, Ml: Sa théologie, 2. Le Christ notre Seigneur
hier, aujourd'hui, toujours, París 1972, p. 139-164.
8. Cf. Gén 1,3; Is 44,3ss; Jn 4,10-14; 7, 37-39; Ap 22,1.17 (cf. Ez 19,10ss;
47; Sal. 1,3; 46,5). El agua, símbolo del Espíritu: cf. Dict de Spiritualité, VI,
col. 13-19, Poesía: Claudel.
9. Mc 1,8; Jn 1,33; Act 1,5.11.16; puede considerarse el objetivo como ge-
nuino: M.E. Isaacs, The Concept of Spirit, Londres 1976, p. 114-115. No se
encuentra el artículo en ninguno de estos textos; únicamente se encuentra en
Jn 1,32 a propósito del bautismo de Jesús. La referencia a J.P. Dietle remite
a la p. 250 de su artículo de «Positions luthériennes», 1974, 223-287,
394
Juan
Juan
10. Referencias en Kittel, IV, 396, n. 417 (E. Schweizer), trad. fr. Esprit
(Ginebra 1971), p. 131, n. 5. La liturgia ha conservado este tema: «qui venturus
es iudicare mundum per ignem». Y cf. Georges de la Vierge, Le signe du Feu
dans la Bible, «Carmel», 1960, 161-171.
11. E. Schweizer, op. cit. (t. IV, p. 397 y trad. fr. p. 133, con la n. 2);
M.-A. Chevallier, op. cit. (n. 1), p. 99-108, que propone una visión del enunciado
a tres niveles: lo que dijo el Bautista, lo que entendió la comunidad cristiana,
la redacción de nuestros textos.
12. I. de La Potterie, «Naítre de V'eau et naítre de V'Esprit». Le texte bap-
tismal de Jn 3,5, «Sciences ecclésiastiques», 14 (1962) 417-443, reprod. en La vie
selon l'Esprit, condition du chrétien («Unam Sanctam» 55), París 1965, p. 31-63,
que nosotros citamos. F. Porsch, Wort und Pneuma. Ein exegetischer Beitrag zur
Pneumatologie des Johannesevangeliuwms, Francfort, 1974, p. 9, 98ss, 125s,
395
El bautismo en el Espíritu
el bautismo de
Juan. Es cierto que todos los testigos incluy
en las pa:
labras «udati kai, de agua y», pero esto sólo
significa que la Iglesia,
que practicael bautismo cristiano, entendió siempre el texto
como
anuncio del bautismo que ella practica. Si
tratamos de hallar lo que
dijo Jesús — y, por consiguiente, la enseña
nza fundamental del pa.
saje,— se puede, en un primer momento, poner entre
sis las parénte
dos palabras en cuestión y leer: quien no
nace del Espíritu 13.
En cualquier caso, ni siquiera en el texto
que leemos nosotros
el Espíri tu es dado como el efecto del agua. Existe
n dos princi
pios: e
Espíritu y el agua, de los que proviene
un mismo y único resultado,
el nuevo nacimiento de lo alto. Toda
una tradición exegética relacio.
na el «nacer del Espíritu» con la fe
o con la práctica de las Virtudes.
Toda la entrevista con Nicodemo es
una catequesis que trata del ob.
jeto autént ico y dimensiones exactas de la fe cristiana. Juan consid
siempre el nuevo era
nacimiento del cristiano como el
efecto de la fe
en Cristo y de la conversión que acarre
a la fe en el evangelio *. Si
el texto habla del Espíritu, no literalmente
de la fe, es porque está
apuntando a la acción de Dios.
Por consiguiente, existen dos causas sobren
aturales, la del Espí-
ritu y la del bautismo de agua que la
Iglesia practicaba y continúa
practicando. Para el evangelista es eviden
te que existe un lazo ínti-
mo entre los dos. Lo mismo tenemos
que pensar los que leemos su
texto canónico. Juan, que fue discípulo
del Bautista (1,37), nos in-
forma de las palabras de éste sobre Jesús,
mayor que él, sobre el que
descendió el Espíritu y permanece sobre
él; «él es quien ha de bau-
tizar con Espíritu Santo» (1,32.33; cf.
3,34). En la continuación de
la entrevista con Nicodemo, Juan nos dice
también que Jesús bautizaba
con agua (3,22.26) '5, o, más bien, que
sus discípulos bautizaban (4,2).
Cuando es Jesús quien bautiza (y despué
s de él la Iglesia) con agua,
es él mismo que hace nacer de lo alto por
la fe en su nombre (3,15-18)
y bautiza en el Espíritu. El cuarto evange
lista tiene la costumbre de
relacionar lo que se practica en la Iglesia
con lo que dijo o hizo
Jesús durante su ministerio en la tierra.
Es claro que, para el evan-
gelista, en 3,5 se trata del bautismo cristi
ano, que es, al mismo tiem-
po, de agua y de Espíritu. Esto no
quiere decir que el rito y el agua
sean la «causa instrumental» del don
del Espíritu. Esto puede ser
13. Esto es admitido no sólo por La
Potterie y Porsch, sino por F.M. Braun,
que cita otros muchos autores: «Rey.
Sc. ph. th.», 40 (1956) 15ss; «Nouv.
théol.», 86 (1964) 1032, n. 21; Le Rey.
Baptéme d'aprés le Ive evangile, «Rev.
miste», 48 (1948) 358-368. tho-
14. La fe: Jn 1,113; 1Jn 3,9; 5,1. Conver
sión: Mc 1,15; Mt 18,3 y par.
(hacerse niño: nacer).
15. Sobre este dato y su interés para
interpretar Jn 3,5, véase C.H. Dodd,
The Interpretation of the Fourth Gospel
, Cambridge 1960, p. 308-311; X.
Dufour, «Et la Jésus baptisait» (Jn 3,2), Léon-
en Mélanges E. Tisserant, 1 («Studi
e Testi» 231), Roma 1964, p. 295-309;
F. Porsch, Op. Cit., p. 50 y p. 125-130
,
396
ns
San Lucas, los Hechos
17
San Lucas, los Hechos
Examinaremios primero los textos y después, tras una conclusión
global, veremos la utilización que hacen de ellos los pentecostistas.
397
El bautismo en el Espíritu
398
San Lucas, los Hechos
399
El bautismo en el Espíritu
Es un verdadero abuso construir sobre estos datos una teoría según la cual
el don del soplo se manifiesta siempre por la glosolalia. Tal vez esta ilusión nazca
de que, fuera «de las reiteraciones ejemplares de la efusión de pentecostés, Lucas
no describe, generalmente, la primera comunicación del soplo. Se contenta con
mencionar la conversión y la fe o también el crecimiento de la Iglesia. No es
infrecuente que, al mencionar el bautismo, silencie la comunicación del soplo
divino que, según su conv.cción, le acompaña. Así, en el caso de los 3000 conver-
tidos de pentecostés (2,41), del eunuco etíope (8,38), de Lidia y su casa (16,15),
del carcelero de Felipe (16,33), de un grupo de corintios (18,8). No habla para
nada del don del soplo en todos esos casos, pero tampoco menciona para nada
el hablar en lenguas. Pero en un caso donde menciona la donación del soplo,
bautismo de Pablo, no aparece para nada el hablar en lenguas (9,17-18). En re-
sumen, parece que, lejos de haber entendido la glosolalia como un signo habitual
de la comunicación del soplo, Lucas vio la primera comunicación del soplo en
el bautismo como algo desprovisto ordinariamente de cualquier concomitancia
digna de ser tenida en cuenta ?.
400
Testimonio e interpretación
401
Congar, Espíritu 26
El bautismo en el Espíritu
recibido el don de Dios. Durante las horas siguientes, viví de esta certeza de fe,
un poco como María después de la visita del ángel. Fue como un descubrimiento
experimental del «corazón profundo», del centrc espiritual donde habita Dios.
Esta presencia íntima que me invadía se asemejaba a un fuego intensísimo y
suavisimo... («V. Sp.», enero 1974, p. 125 y 126).
Un corazón liberado.
Vibración de todo el ser.
La Biblia nos habla de una doble acción del Espíritu Santo: el Espíritu que
actúa «en» (pneuma en, en los Setenta), y el Espíritu que actúa «sobre» (pneuma
epi). Encontramos esta distinción... especialmente en un profeta como Ezequiel...
el «Espíritu-en» viene a purificar (Ez 36,25-27) y a dar la vida (37,5-10). El «Es-
píritu-sobre» empuja bruscamente a alguien para una misión, a menudo profética,
y acompaña su venida con signos sensibles (...). «El Espíritu-en» que purifica y
da la vida da cuenta atinadamente de Ja acción del Espíritu en los actos iniciales
de la vida cristiana (bautismo, al que hay que añadir la confirmación en la Iglesia
402
<<
Testimonio e interpretación
28. René Jacob, en el n.* 21 de «Unité des chrétiens», 1976, 16. Cf. L. Fabre,
«Lumiére et Vie», 125 (1975) 12.
29. Leemos en en Lc 3,16; Act 11,16; eis en Gál 4,6; epi en Act 1,8; 2,3.17;
8,16.17; 10,44ss; 11,15ss; 19,6. En Act 8,16; 10,44 se encuentra el verbo epipipto,
caer sobre; 19,6, la forma verbal elthe, vino.
30. K. y D. Ranaghan, Le retour de l'Esprit. Le mouvement pentecótiste
catholique, París 1972, p. 28; O'Connor (citado infra, n. 34), p. 47. Pensamos
que hay más en la imposición de las manos: un deseo, sometido al beneplácito
de Dios, de comunicar un don que se ha recibido. Sobre la mediación fraterna,
Ranaghan, p. 114.
31. Ranaghan, p. 107.
32. Ranaghan, p. 113. Idéntica interpretación en H. Caffarel, Faut-il parler
d'un Pentecótisme catholique?, París 1973, p. 21ss; 53-58; J.M. Garrigues, L'effu-
sion de PEsprit, «La Vie spirituelle», 1974, 73ss; F.A. Sullivan, Baptism in the
Holy Spirit: a Catholic interpretation of the Pentecostal Experience, «Gregoria-
num», 55 (1974) 49-68; cardenal L.J. Suenens, Une nouvelle Pentecóte?, DDB,
1974, p. 98ss.
403
El bautismo en el Espíritu
33, A.-M. de Monléon («Istina», 1976, 347, n. 19) cita atinadamente a Santo
Tomás de Aquino: «La misión invisible se entiende principalmente del aumento
de gracia, por el cual es elevado alguien a ejecutar algún acto nuevo o a un
nuevo estado de gracia; por ejemplo cuando alguien alcanza la gracia de los
milagros o de la profecía, o también cuando, ardiendo en fervor de caridad, se
expone al martirio, renuncia a todos los bienes propios o emprende cualquier
otra empresa difícil»: ST, 1, q. 43, a. 6 ad 2.
34. Ed. O'Connor, Le renouveau charismatique. Origines et perspectives, trad.
fr., París 1975, consagra su capítulo 3, p. 71-105, a los «efectos producidos por
la renovación». Analiza: conocimiento de Dios, oración, amor a la Sagrada
Escritura, transformación y profundización, liberación, curaciones de orden físico,
paz y gozo, actitud respecto de la Iglesia institucionalizada, nada de santidad
inmediatamente realizada, efectos durables.
404
TV
RENOVACIÓN Y ECUMENISMO
405
Renovación y ecumenismo
Los dones de la gracia son diversos, pero el Espíritu es el mismo (¡Cor 12,4).
Esto vale de manera analógica para las Jglesias, separadas actualmente por culpa
de los hombres.
2. Abertura.
Cada Iglesia tiene que hacerse capaz de reconocer con agradecimiento los
dones de gracia de las otras Iglesias y de permitir ser enriquecida por ellas.
Esto lleva a que cada Iglesia concreta se pregunte si ella no ha absolutizado sus
propios dones de gracia y en qué medida es ella responsable en la división de la
Iglesia-una de Cristo. De esta manera, la «pertura carismática a todos los dones
del Espíritu puede hacerse fecunda para el futuro de la Tglesia.
3. Acogida.
Partiendo de su vocación inalienable, cada Iglesia debe preguntarse lo que
puede integrar de lo que ofrecen las restantes Iglesias; eventualmente, haciéndolo
pasar por el tamiz de la crítica. Esta disposición a recibir debería de ser llevada
hasta los límites extremos posibles, porque todos los dones de la gracia están
hechos «para la utilidad común» (1Cor 12,7).
Rogamos al Señor de la Iglesia que el diálogo entre las Iglesias lleve a una
406
Renovación y ecumenismo
407
Renovación y ecumenismo
408
Renovación y ecumenismo
7. Este peligro ha sido señalado no sólo por J.R. Bouchet (op. cit. supra, p.
350), por W. Storey (id. op., p. 99 y 119), por la síntesis de «Pro mundi vita»,
n.* 60 (1976), sino también por el pastor L. Dalliére.
8. Cf. en «Foi et Vie», julio-octubre 1973, p. 11, la parábola de Jim Brown
contada por A. Wohlfahrt (y ya anteriormente por G. Appia en «Réforme», 11
noviembre 1972). En el mismo n.”, p. 67, bajo la pluma de J.P. Gabus, «el mo-
vimiento actual suscitado por el Espíritu Santo está en trance de crear en occi-
dente una iglesia totalmente nueva que no será ni católica mi protestante, sino,
sencillamente, evangélica o, si preferís, católica-ortodoxa-evangélica».
9. Por referencia cristológica entendemos, en efecto, no sólo la persona del
Señor Jesús, su doctrina, su cruz, su programa exigente, sino la inserción en la
Iglesia y los medios de gracia que proceden del Verbo encarnado. El peligro de
constituir de hecho una «Iglesia» de la experiencia que se hace en las reuniones
donde se encuentra calor y seguridad, no es una quimera.
409
Renovación y ecumenismo
10. Pablo vi denunció más de una vez una propensión a valorar la compo-
nente carismática de la Iglesia en detrimento de sus estructuras jerárquicas y
sacramentales: referencias en Ed. O'Connor, Charisme et institution, «Nouv. Rev.
ihéol.» 96 (1974) 3-19 (p. 4, n. 4). Las páginas siguientes reproducen un artículo,
Propos sur Oecuménisme et Renouveau par l'Esprit, aparecido en «Tychique»,
13-14 (1978) 81-86.
410
Renovación y ecumenismo
411
Renovación y ecumenismo
los otros los evidentes dones del Espíritu. Los participantes en las
reuniones ecuménicas, y más aún los de la renovación, se reconocen
mutuamente como cristianos auténticos y como hermanos posibles,
porque lo son ya realmente. Sin haber resuelto aún las dificultades
que ellos reconocen, presienten que las superarán un día. Lo que les
une es más fuerte que lo que les separa.
b) La revalorización de la pneumatología es uno de los factores
que cambian profundamente el rostro de la Iglesia y el sentido de
nuestra pertenencia vivida en su realidad. Se trata del lugar recono-
cido a los carismas, en el sentido en que san Pablo habla de ellos
(especialmente Rom 12,6; 1Cor 12,4ss), en el sentido de dones o ta-
lentos dados a cada uno y que el Espíritu Santo nos hace poner al
servicio de la edificación del cuerpo de Cristo o de las comunidades
de discípulos. En determinadas condiciones de las que hemos hablado
en otro lugar, estos carismas son ejercidos como ministerios. En lugar
de definirse por el sacerdocio de los presbíteros ejercido sobre una
clientela de laicos, la Iglesia aparece como una comunidad que se
edifica por la aportación fraterna de sus miembros. Esto no suprime,
la función indispensable del ministerio ordenado, pero desclericaliza
la Iglesia. Este planteamiento exige una visión plenamente trinitaria,
pero hemos vivido demasiado de un monoteísmo pretrinitario o de
un «Jesuanismo» (A. Manaranche) igualmente insuficiente.
c) Puede trasponerse a las Iglesias y a las grandes tradiciones
o familias espirituales esta teología de los carismas con fundamento
pneumatológico y trinitario. No podemos aceptar completamente y
sin señalar interrogantes, ni las propuestas de O. Cullmann (supra,
n. 4), ni el tema de «comunidad conciliar», que goza actualmente de
una gran acogida en el Consejo ecuménico de las Iglesias. Pero, uti-
lizando palabras pronunciadas por Roger Schutz en Zurich el 1.2 de
febrero de 1977, diremos: «Si dos personas separadas tratan de re-
conciliarse, es esencial que descubran primero los dones específicos
sedimentados en el cara a cara. Si cada uno afirma disponer de todos
los dones, si quiere aportar todo sin recibir nada, la reconciliación
no se producirá jamás. Lo mismo tenemos que decir respecto de la
reconciliación entre las Iglesias.» Esto significa que las grandes co-
munidades cristianas que cubren frecuentemente espacios culturales
originales han incorporado dones del Espíritu igualmente originales,
que deben de ser respetados en una unidad de la fe, de eucaristía,
de ministerio y de misión cuyo lazo será el mismo Espíritu. En este
sentido, el cardenal Mercier leyó —en la última Conversación de
Malinas— un informe redactado por dom Lambert Beauduin, «La
iglesia anglicana unida, no absorbida.» Pablo vi volvió a utilizar,
recientemente, la misma idea. El ecumenismo está llamado a aplicarla
teniendo en cuenta, al mismo tiempo, las exigencias de la unidad ver-
dadera de la Iglesia y la originalidad de los dones de aquel que los
412
Renovación y ecumenismo
413
Renovación y ecumenismo
Nadie que habla en Espíritu de Dios, dice: «¡Maldito sea Jesús!l», y nadie
puede decir: «Jesús es Señor», sino en el Espíritu Santo (1Cor 12,3).
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él
os lo enseñará todo, y os recordará cuanto os he dicho yo (Jn 14,26). Cuando
él venga, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena; porque no
hablará por cuenta propia, sino que hablará todo lo que oye... Él me glorificará
porque recibirá de lo mío y os lo anunciará (16,13-14).
Conoced en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de
Dios (1Jn 4,2-3).
414
Renovación y ecumenismo
€_ET-_—_—
13. E. Garin, Construire l'unité bien súr, mais quelle unité?, «Tychique»,
13-14 (1978) 89.95 (p. 91).
415
po
CONCLUSIÓN
Las dos «misiones» del Hijo y del Espíritu, salidas del Padre y
hechas a la criatura, retornan al Padre en una alabanza cósmica,
universal y total.
416
Un corazón perfectamente filial
417
Congar, Espíritu 27
«En la unidad del Espíritu Santo»
418
Un corazón perfectamente filial
Lo mismo el Padre que me envió vive, y yo vivo por el Padre (Jn 6,57).
No hago nada por mi propia cuenta, sino que lo que el Padre me ha ense-
ñado, eso es lo que hablo (8,28; 12,49-50; 14,10). Yo hago siempre lo que le
agrada a él (8,29). Pero el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro
según el Padre me ha ordenado. Levantaos, vámonos de aquí (14,31) (era dejar
el Cenáculo para ir a Getsemaní).
419
«En la unidad del Espíritu Santo»
420
La vida filial por su Espíritu
421
«En la unidad del Espíritu Santo»
Si el Padre nos dice «Tú eres mi hijo» por y en la doble misión del
Verbo-Hijo y del Espíritu, ¿cómo le responderemos «Tú eres mi Pa-
dre, heme aquí para hacer tu voluntad»? Por la oración: «Padre
nuestro, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino, hága-
se tu voluntad así en la tierra como en el cielo...» Y por toda la vida
orientada hacia Dios y según Dios, que se resume en el «sacrificio
espiritual» de Rom 12,1 o en la vida según el Espíritu, con la lucha
contra la «carne», de la que hemos hablado anteriormente. Finalmen-
te, en la línea del Siervo que se sacrifica a sí mismo y se convierte,
de esta manera, en fuente de vida para los otros. Esto vale para todos
los fieles, pero con mayor intensidad para el ministro del evangelio.
San Pablo reconoce una dimensión cósmica a esta cualidad de
hijo de Dios cuyas arras ha puesto el Espíritu en nosotros. El destino
del mundo está ligado al nuestro. También él espera una pascua por
la que tendrá participación en la gloria y libertad de los hijos de Dios:
Rom 8,18-25; cf. Ef 1,3-14.
Todo esto es y será posible porque el mismo Espíritu existe en
Cristo, nuestra cabeza, y en sus miembros o cuerpo suyo. En nuestra
cabeza está en plenitud. Está desde el comienzo como principio de san-
tidad; desde su «sesión a la derecha del Padre» como poder del Señor.
Ya en su unción mesiánica había recibido el poder (Act 10,38), pero
no como cuando, elevado a la derecha de Dios, recibió el Espíritu
como Señor, de manera que pudiera expandirlo: Act 2,33-36; Jn 7,39.
A nuestra predestinación a ser hijos en el Hijo, primogénito de una
multitud de hermanos, responde el hecho de que lo somos por el
mismo Espíritu, idem numero, idénticamente el mismo !%. Pero él se
encuentra en nuestra cabeza en plenitud absoluta, en nosotros según la
medida del don de Dios y de nuestra acogida.
422
El Espíritu actúa en todas partes
423
«En la unidad dei Espíritu Santo»
26. PL 17, 245; Z. Alszeghy (Nova Creatura. La nozione della grazia nei
commentari medievali di S. Paolo, Roma 1956, p. 196) remite a Hervé de Bourg-
Dieu (PL 181, 939ss), Pedro Lombardo (PL 191, 1650), Pedro Cantor y Jean de
la Rochelle (mss.), Pedro de Tarentasia (Dilucidatio, éd. Anvers, 1617, 215a).
27. Com. in Tit., c. 1, lect. 3 fin; in Evan, lToan., c. 8, lect. 6.
28. ST, Pl, q. 109, n. 1 ad 1.
29. Com. in 2 Tim., c. 3, lect. 3.
30. In 1 Sent., 2, 5 (Borgnet XXV, 39) y Il, d. 25, c. 6 (XXVII, 433). Para
Alberto, el Espíritu Santo está in omnibus (De gratia Capitis, ed. 1. Backes,
Florilegium Patristicum XL, Bonn 1935, p. 20: ninguna persona está privada to-
talmente de la gracia.
31. Si el n.? 41 $ 1 habla dei Espíritu Santo obrando en la necesidad reli-
giosa sentida por los hombres, si el n.” 28 $ 5 habla de €l como conductor a la
salvación, los n.” 26 $ 4 y 38 $ 1 final atribuyen a su acción todo movimiento
hacia la justicia o la renuncia al amor propio.
32. G. Fedotov, De PEsprit Saint dans la nature et dans la culture, «Con-
tacts» 28 (n.* 95: 1976) 212.228.
33. Langdon Gilkey, L'Esprit et la découverte de la vérité dans le dialogue,
en L'Expérience de l'Esprit, Mélanges Schillebeeckx («Le Point théologique» 18),
París 1976, p. 225-240. Habría que citar aquí las pp. 231-232.
424
Guía secretamente la obra de Dios
425
«En la unidad del Espíritu Santo»
Debes saber que las olas del Amor hacen girar la rueda
de los cielos: sin
el Amor, el mundo sería inanimado.
¿Cómo se transformaría en planta una cosa inorgánica? ¿Cómo
se sacrificarían
las cosas vegetales para llegar a estar dotadas de espíritu?
¿Cómo se sacrificaría el espíritu por ese Soplo que hizo concebir
a María”...
Cada átomo está prendado de esa Perfección y se apresura
hacia ella...
Su prisa dice implícitamente: «Gloria a Dios» 3.
Sol de justica,
Hace madurar el universo,
Y su Espíritu en nuestros desiertos
Es fuente viva.
426
3. El Espíritu trenza, en una doxología,
todo lo que es para Dios en el mundo
El Verbo de Dios
ha abandonado la lira y la cítara,
instrumentos sin alma,
para entregarse por el Espíritu Santo
al mundo entero concentrado en el hombre;
se sirve de él
como de instrumento con voces múltiples
y, acompañándose de su canto,
de este instrumento que es el hombre,
ejecuta la pieza de Dios *.
427
«En la unidad del Espíritu Santo»
¿No has visto que se prosternan ante Dios todos los que están en los cielos
y todos los que se encuentran en la tierra, y el sol, y la luna, y las estrellas, y las
montañas, y los árboles, y los animales?
No has visto que todo lo que existe en los cielos y en la tierra celebra las
alabanzas de Dios y también los pájaros al extender las alas? Cada uno conoce
su oración y su alabanza. Y Dios sabe lo que ellos hacen %,
Existe una cierta kenosis del Espíritu: actúa sin revelarse de otro
modo que en los actos que él inspira secretamente. Y «¿dónde está
ahora el reino de Dios? ¿Dónde se realiza? Según las mismas palabras
de Jesús, no podemos apuntar con el dedo y decir: está aquí o está
allí. En realidad, se encuentra en medio de nosotros de una manera
inexplicable (Lc 17,21). Aparece allí donde las personas se confían
a Dios y a su amor, aunque, al hacerlo, no hablen expresamente de
Dios o de Jesús (Mt 25,35ss). Por este motivo, el reino de Dios es
una realidad oculta de la que sólo puede hablarse en parábolas» *.
Pero Dios se ha revelado también. Ha constituido un pueblo que,
bajo la nueva disposición de la Palabra, de los sacramentos, del don
del Espíritu, se llama la Iglesia . En el amplio campo de todo lo que
es de Dios y para Dios en el mundo, es la zona iluminada, compuesta
por el pueblo que conoce y confiesa. «Minoría cognitiva», dicen Peter
Berger y los sociólogos. Admitiríamos esta expresión si no pretendiera
definir una realidad que es, ante todo, de comunión, sacramental, do-
xológica. Sí, la Iglesia conoce al Padre, al Hijo y al Espíritu. A par-
tir de ese momento, ella no va a limitarse a vivir su propia obediencia
428
La Iglesia y la doxología del universo
49. Ch. Péguy, Le mystére des saints Innocents, Éd. NRE in-12, p. 31:
429
«En la unidad del Espíritu Santo»
430
La Iglesia y la doxología del universo
misteriosa-
Por la gracia del Espíritu Santo, Dios suscita para sí,
Espíritu les
mente, hijos en el mundo. Y la misma gracia del mismo
hace respond er, en una alabanz a a veces sin palabra s — pero él sabe
a ti la gloria!»
todo lo que se dice— «¡Tú eres mi Padre,
431
NOTA SOBRE «TÚ ERES MI PADRE»
EN LA ETERNIDAD DE LA VIDA INTRADIVINA
Es preciso evitar poner, en las peisonas divinas, una reciprocidad que nos
forzaría a reconocer en ellas una pluralidad de conciencias, con lo que rozaríamos
el triteísmo. Determinadas aplicaciones a Dios de la psicología intersubjetiva no
siempre evitan este inconveniente, al menos en las maneras de expresarse. Pero,
naturalmente, esto no es todo. Efectivamente, el Nuevo Testamento habla, sin
separarlos ni distinguirlos, de Jesús hombre, Salvador por la cruz, y de Jesús
existente en forma de Dios “Y. Si Cristo está así presente en la eternidad trinitaria,
es también, en estas condiciones, imagen de «Dios» (= del Padre), proyecta
sobre él el reflejo de su semejanza. Como mínimo, podemos decir que entraba
en los planes eternos de Dios que el hombre Jesús fuera su imagen, Dios ma-
nifestado humanamente: Cristo «cordero sin defecto ni tara, es reconocido desde
antes de la creación del mundo y manifestado en estos últimos tiempos, en
atención a nosotros» (1Pe 1,20). Pero, si el plan eterno de Dios fue éste, ¿no
significa que el Hijo, perfecta imagen increada del Padre, es concebido eterna-
mente por éste para ser, en un mundo creado, la perfecta imagen creada de
Dios? ¿No implica esto que el Hijo-Verbo es concebido y engendrado eterna-
mente como incarnandus, immolandus, antes de hacerse carne y ser sacrificado?
En este Verbo-Hijo tiene coherencia la aventura al mundo, «todo tiene con-
sistencia» (Col 1,17) en él. Si esto es así, ¿no se da una cierta presencia, en el
Verbo eternamente engendrado, de la respuesta humana perfecta de Jesucristo: Tú
eres mi Padre, heme aquí para hacer tu voluntad?
Permanezcamos un poco más en el terreno de la vida intratrinitaria. ¿Cuál es
la función del Espíritu en una posible reciprocidad entre el Padre y el Hijo-
Verbo? En el libro tercero encontraremos la posición de determinados ortodoxos
(Paul Evdokimov) que hablan de la generación del Verbo «a Patre Spiritu-
que». Pensamos que el orden de las procesiones, que hace del Espíritu la ter-
cera persona (sin que esto signifique que Dios sea tres, porque las personas
son consustanciales), no permite hablar de esta manera. En la visión agustiniana,
muy infrecuente en Oriente, del Espíritu como lazo de amor del Padre y del
57. Jesucristo estaba en forma de Dios (Flp 2,6); tiene una función en la
creación (1Cor 8,6; Col 1,15); es la imagen de Dios (2 Cor 4,6; Col 1,15; Heb
1,3); existe antes que Abraham (Jn 8, 58); tenía la gloria junto al Padre antes
de que el mundo existiera (17,5.24), Cf. P. Benoit, Préexistence et Incarnation,
«Rev, Biblique», 77 (1970) 5-29. Algunas lecturas de Ap 13,8 ven el Cordero
inmolado antes de la fundación del mundo. La BJ y la TOB traducen este
versículo de manera distinta.
432
En la eternidad de la vida intradivina
Hijo, «por su manera propia de espirar (al Espíritu), el Padre dirige un amor
paterno a su Hijo; se complace en éste al que engendra como su igual. Recípro-
camente, el Hijo se complace en su Padre, pero filialmente, naciendo de él».
Podríamos temer de que se diera un corrimiento del amor esencial, común a las
tres personas, al amor llamado «nocional», característico de la persona del Es-
píritu; pero el autor que citamos continúa: «Mientras que el Padre se quiere
no puede
[¿pero por el querer esencial?) el principio del Hijo, la reciprocidad
verificarse en modo alguno; y esto no es necesario para una reciprocidad real
de amor. Por el Espíritu filialmente espirado, el Hijo se torna hacia su prin-
cipio; tiene su complacencia en el Padre queriéndole lo que él es personalmente,
el principio sin principio, el no engendrado» *%, Por consiguiente, por la espiración
del Espíritu — por el Padre como fuente primera y absoluta: principaliter —, por
el Hijo-Verbo en dependencia del Padre, se establece, entre las dos primeras
personas una reciprocidad de amor que es el Espíritu, en la rigurosa consustancia-
lidad de los Tres. Esto representa una reciprocidad de amor entre el principio
absoluto, el Padre (que ama al Hijo: Jn 3,35; 5,20) y aquel que procede de él
por generación, a la vez en dependencia filial y en igualdad de ser, es decir,
en identidad de sustancia.
ÓN — re .
433
Congar, Espíritu 28
LIBRO TERCERO
Y, C.
Levántate, Jerusalén,
contempla a tus hijos congregados
desde el ocaso del sol hasta el oriente,
altos do del Santo, radiantes porque Dios se acordó
e ellos,
(Bar 5,5)
436
Introducción
GRIEGOS Y LATINOS
EN TEOLOGÍA TRINITARIA
PRESENTACIÓN
437
Griegos y latinos en teología trinitaria
438
2
GRIEGOS Y LATINOS
EN TEOLOGÍA TRINITARIA
439
Griegos y latinos en teología trinitaria
440
Griegos y latinos en teología trinitaria
441
aria
Griegos y latinos en teología trinit
utos de
Jas procesiones se reducen a atrib
Para san Agustín, por el contrario,
la única esencia de Dios ”.
plan teológico
esta influencia y abandona el
La teología latina sucumbe a de la esenc ia ?.
una filosofía
personalista para convertirse en
d de la natu-
encie rra la trini dad de las personas en la unida
El filioquismo... ia (...). [Si el Padre y el Hijo son
relac iones de la esenc
raleza convirtiéndolas en tas; aparece la
dejan de ser dos hipóstasis distin
un solo principio de espiración],
sustancia impersonal *.
grie-
er la lógica según la cual los
Ante todo, deseamos comprend teol ógic amen te
de otra, han elaborado
gos, de una parte, y los latinos trini tario . A cont inua -
en el misterio
(dogmáticamente) su fe común inten tos de reso lver la
de los
ción, deseamos informarnos acerca Sant o. Pero ,
la procesión del Espíritu
irritante oposición en torno a sea de form a alta-
queremos, aunque
antes de entrar en estos puntos, e
ta, conc luir este apar tado con algunas indicaciones sobr
mente sucin Orie nte y
y desarrollo teológicos en
la diferencia de planteamiento tra doct rina : sen-
la historia de nues
Occidente, y con un recuerdo de
que nos perm itir á exponer, de manera sintética, el
cillo memento
sentido de una y otra teologías.
encias de estas teologías tri-
Las oposiciones a, al menos; las difer
del miste rio, en dos maneras de
nitarias se dan en el planteamiento s
recibido de los padres dos regla
«teologizar». Los griegos habían n de los recur sos
lado, utili zació
cuya síntesis ellos practican. Por un
. Cont ra Julia no el Apóst ata, que había prohibido a los
de la razón
las de gramá tica y de retórica y enviar
cristianos enseñar en las escue
los «tres jerarcas» — Basilio, Gre-
a sus hijos a las escuelas públicas, la uti-
Crisóstomo— reivindicaron y practicaron
gorio Nazianceno,
Éstos debían servir a la forma-
lización de los recursos racionales.
a una elaboración del dato re-
ción pedagógica del teólogo más que
combatido activamente la lamen-
velado. Por otra parte, ellos habían
los anome os. La mencionada herejía
table herejía de Eunomio y de
o y fácil de Dios, que habría
preconizaba un conocimiento homogéne
conocimiento que los restantes
surgido del mismo poder y facultad de
a esto, los padres habían afirmado
objetos de nuestra razón. Frente
Dios. Llega mos a percibir algo de él par-
la incomprensibilidad de
iende toda representación,
tiendo de su acción, pero él mismo trasc
de lo creado. Crisóstomo e€s-
que permanece fatalmente en el plano
la incom prens ibili dad de Dios («SChr» 28:
cribió un tratado sobre
442
Griegos y latinos en teología trinitaria
15. Cf. la Vie de Moise, 1, 163-164 (SChr 1, ed. de 1955, p. 81-82). Sobre
el apofatismo, cf. J. Hochstaffl, Negative Theologie. Ein Versuch des patristi-
schen Begriffs, Munich 1976. Podríamos ilustrar, mediante docenas de textos y de
ejemplos, un cierto apofatismo de los padres latinos y de los mismos escolásticos.
16. Hefele-Leclerca, Histoire des Conciles, WI/1, París 1913, p. 566.
17. Esta historia está hecha ya con una documentación exhaustiva en G. Pods-
Kalsky, Theologie und Philosophie in Byzanz. Der Streit um die theologische
Methodik in der spátbyzantinischen Geistesgeschichte (14.] 15. Jh.); seine systemati-
443
Griegos y latinos en teología trinitaria
444
Griegos y latinos en teología trinitaria
textual a la
términos de pura racionalidad natural, y exige también un respeto
2831-1658).
terminología con que ha sido autorizadamente enunciada (cf. 824-442,
nos recuerda la
Él Oriente nos da ejemplo de fidelidad al patrimonio doctrinal, y
norma, también nuestra, con frecuencia hoy por Nos reafirmada ante iniciativas
conseguido expresar
muchas veces bien intencionadas, pero que no siempre han
Con-
una nueva teología conforme a la mentalidad contemporánea; la norma del
que augura un progreso en la «inteligenci a, ciencia y sabiduría»
cilio Vaticano 1,
permanezca siempre igual a
de la doctrina de la Iglesia, para que esta doctrina
668).
sí misma (cf. De fide, IV; Vicente de Lérins, Commonitorium, 28; PL 50,
en
Con nuestro viaje hemos querido dar al Oriente la seguridad de que la fe
por la Iglesia
los Concilios celebrados en aquella tierra bendita y reconocidos
como ecuménicos es también nuestra fe; ella constituye una base muy
latina ón
amplia y muy sólida para disponer los esfuerzos encaminados a la recomposici
de la perfecta comunión cristiana entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica
por el Espí-
en esa doctrina unívoca y firme que el magisterio eclesiástico, guiado
ritu Santo, proclama como auténtico *,
445
PARTE PRIMERA
EL ESPÍRITU SANTO
EN LA TRIUNIDAD DIVINA
I
CONOCIMIENTO DEL MISTERIO TRINITARIO
1
LAS FUENTES DE NUESTRO CONOCIMIENTO
DEL ESPÍRITU SANTO
NECESIDAD Y CONDICIONES
DE UNA EXPRESIÓN DOGMÁTICA Y TEOLÓGICA
447
Conocimiento del misterio trinitario
448
Necesidad y condiciones de una expresión dogmática
8. Primera carta a Serapión, 23 (PG 26, 584 C-585 B; SChr 15, 1947,
p. 1245).
9. ST,l,q.1,a.9 ad 2; HIT, q. 42, a. 3.
449
Congar, Espíritu 29
Conocimiento del misterio trinitario
tiene secreto. «Sé lo que es Dios para mí, dice san Bernardo, quod
ad se, ipse novit, lo que es en sí, él lo sabe» ?,
Este hecho de una revelación de la «teología» — del misterio eter-
no e íntimo de Dios— en la «economía», en lo que Dios ha hecho
por nosotros en su obra de creación y de gracia, fundamenta la tesis,
que examinaremos más tarde, sobre la identidad de la Trinidad eco-
nómica y de la Trinidad inmanente.
Esta afirmación es especialmente cierta si se trata del Espíritu
Santo. Éste es afirmado como sujeto de acciones. Pero algunos exege-
tas han entendido las afirmaciones del Nuevo Testamento como expre-
sión de una fuerza impersonal. Supuesto como sujeto de acción, se
manifestaría como sin rostro personal. El Verbo encarnado tiene un
rostro; ha expresado su personalidad, en nuestra historia, a la ma-
nera de las personas. El Padre se ha revelado en él. El Espíritu
Santo, sin embargo, no presenta tales rasgos personales; está como
soterrado en la obra del Padre y del Hijo, que él consuma. «No se
considera, de ordinario, el soplo que sostiene la palabra» 11. Vladimir
Lossky y Paul Evdokimov hablan de su kenosis en cuanto persona.
Se halla como desprovisto de los rasgos de una persona concreta.
No es de extrañar, pues, que los mismos que han escrito sobre él le
llamen «desconocido» o «mal conocido» ...San Agustín señalaba
ya que no se hablaba apenas del Espíritu Santo ni se escudriñaba su
misterio 1,
Gracias a Dios, en la actualidad podemos trazar un balance más
positivo, aunque continúen siendo profundas las dificultades teológi-
cas de un conocimiento de la tercera Persona. Tales dificultades han
sido evocadas por los teólogos de nuestra tradición: carencia de con-
ceptos y de palabras adecuadas para expresar el término, en nosotros,
del acto de amar, mientras que, para el acto de inteligencia, tenemos
«verbo mental» 1 ...; el hecho de que «espiración» no exprese la re-
lación constitutiva de la persona como sucede, para las dos primeras,
con los términos «paternidad» y «filiación» 1, De suyo, «Espíritu
Santo» no es un término relativo, sino absoluto. En realidad, podría
10. De consideratione, V, 11, 24 (PL 182, 802 B). Y cf. aplicado al Espíritu
Santo, Sermo 88 de diversis, 1 (183, 706); In die Pentec., sermo 1, 1 (183, 323).
11. J.R, Villalón, Sacrements dans lV'Esprit..., París 1977, p. 424.
12. Monseñor Gaume (f 1879) puso como título a su libro sobre el Espíritu
Santo lgnoto Deo. Monseñor M. Landrieux publica, en 1921, Le divin Méconnu;
el padre Victor Dillard, en 1938, Au Dieu inconnu; el pastor A. Granier, en
1965, Le Saint-Esprit, ce méconnu. En inglés, E.H. Palmer comienza su The Holy
Spirit, 1958, p. 11, por The Unknown God; L. Wunderlich publica, en 1963,
The Halfknown God: The Lord and Giver of Life...
13. De fide et symbolo, 9, 19: PL 40, 191.
14. Tomás de Aquino, ST, I, q. 37, a. 1.
15, Tomás de Aquino, Comp. theol., 1, 59; 1 Sent., d. 10, q. 1, a. 4 ad 1;
ST, L q. 40, a. 4.
450
Necesidad y condiciones de una expresión dogmática
451
Conocimiento del misterio trinitario
452
Necesidad y condiciones de una expresión dogmática
25. Cf. san Agustín, De Trinitate, VII, 9 (PL 42, 941-942); santo Tomás
de Aquino, C. err. Graec., prol.; De potentia, q. 9, a. 8; q. 10, a. 2.
26. Adán de San Víctor, Sequentia XI, de sancta Trinitate: PL 196, 1459.
27. Teniendo en cuenta el sentido que los antiguos tenían de las cosas, pode-
mos preguntarnos si la obra de Dios no sigue frecuentemente un esquema de
unidad en la dualidad: cf. nuestro Ecclésiologie du Haut Moyen Áge, París
1968, p. 262s.
453
Conocimiento del misterio trinitario
TRINIDAD «ECONÓMICA»
Y
TRINIDAD «INMANENTE»
454
Trinidad «económica» y Trinidad «inmanente»
455
Conocimiento del misterio trinitario
456
Trinidad «económica» y Trinidad «inmanente»
11. Der Vater muss auch in der 11. En teología trinitaria, el Padre
trinitarischen Theologie nicht nur als debe ser visto no sólo como la «pri-
«erste Person» oder als Ursprung und mera Persona» o como el origen y la
Quelle der Gottheit gesehen werden, fuente de la divinidad, sino también,
sondern auch und zuerst als unser Va- y en primer lugar, como nuestro Pa-
ter in Christus. Die heilsókonomische dre en Cristo. La paternidad econó-
Vaterschaft ist die innergóttliche Vater- mica [de historia de la salvación] es la
schaft — und umgekehrt. paternidad intradivina, y viceversa.
12. Der Sohn ist nicht nur inner- 12. El Hijo no debe ser entendido
góttlich, sondern auch und zuerst als sólo como intradivino, sino también y
der Mensch Jesus Christus zu verstehen. ante todo, como el hombre Jesucristo.
Der Logos ist nicht nur innergóttliches El Logos no es sólo Palabra intradi-
Wort (er wird in der Schrift niemals als vina (jamás le presenta la Escritura co-
innergúttliche Antwort dargestellt), son- mo respuesta intradivina), sino también,
dern auch und zuerst offenbarendes und y principalmente, como Palabra que re-
lebenspendendes Wort in der Heilsge- vela y expande la vida en la historia
schichte, das in Jesus Christus Fleisch de la salvación, hecho carne y plena-
und gánzlich Mensch geworden ist. Die mente hombre en Jesucristo. La filia-
heilsókonomische Sohnschaft ist die in- ción económica [de historia de la sal-
nergóttliche Sohnschaft — und umge- vación] es la filiación divina, y vice-
kehrt. versa.
13. Der Heilige Geist ist nicht nur 13. El Espíritu Santo no es sólo la-
innergóttliche Verbindung zwischen Va- zo intradivino entre el Padre y el Hijo,
ter und Sohn, sondern auch und zuerst sino también, y principalmente, «don»
FA e
S. San Atanasio, Contra Arian., 1, 18 (PG 26, 49); H, 31: «Incluso si Dios
no hubiera decidido crear, no por eso habría dejado de tener su Hijo» (col.
- 212 B); san Juan Damasceno, De fide orth., 1, 8 (PG 94, 812-813).
6. Nuestra crítica se encuentra en otros autores: G. Lafont, Peut-on connaítre
hd en Jésus-Christ?, París 1969, p. 220, 226; B. Rey, «Rev. Sc. ph. th.» (1970)
S.
7. P. Schoonenberg Trinitút — der vollendete Bund. Thesen zur Lehre von
dreipersónlichem Gott, «Orientierung» (Zurich), 37 (1973) 115-117 (p. 115). Scho-
onenberg presenta estas tesis como una secuela y justificación de su libro Un Dios
de los hombres, Herder, Barcelona 1971,
457
Conocimiento del misterio trinitario
durch die Heilsgeschichte múglich ist. de la salvación. Según la tesis 23, esto
Die immanente Trinitát ist eine Trinitát sólo es posible por la historia de la A
458
Trinidad «económica» y Trinidad «inmanente»
459
Conocimiento del misterio trinitario
10. Questions et difficuliés: PG 94, 793. Citado y traducido por J.M. Garri-
gues, Maxime le Confesseur. La charité avenir divin de homme, París 1976,
p. 160.
11. Comentario de 1522 sobre Gálatas: OEuvres, t. XV, Ginebra 1969, p.
282-295.
460
Trinidad «económica» y Trinidad «inmanente»
461
Conocimiento del misterio trinitario
462
Il
463
Etapas y formas
4. Adv. Haer., V, 12, 2; cita de Is 57,16: SChr 153, 1969, p. 145s. Sobre
el Espíritu Santo en Ireneo, cf. A. d'Alés, La doctrine de P'E. S. chez S. Irénée,
«Rech. Sc. rel.», 14 (1924) 426-538; A. Benoit, Le S.E. et l'Église dans la théologie E
patristique des quatre premiers siécles, en L'Esprit Saint et l'Église, París 1969,
p. 131-136; H.J. Jaschke, Der Heilige Geist im Bekenntnis der Kirche. Eine k
Studie zur Pneumatologie bei Irenúus von Lyon im Ausgang vom altchristl.
Glaubensbekenntnis, Miinster 1977.
5. Démonstrat. de la prédication apostol., 6 (SChr 62, p. 40). Un poco des-
pués (7: p. 41-42), Ireneo desarrolla la función reveladora del Espíritu: revela al 4
Hijo, quien revela al Padre. El del Padre por el Hijo en el Espíritu es principio de E
un retorno en el Espíritu, por el Hijo, al Padre. |
6. Adv. Praxean, 4 (PL 2, 159; CSEL 47, 232). Según J. Moingt, este per |
Filium se refiere no a la procesión intradivina, sino al orden de la economía: el
Espíritu es enviado y derramado por el Hijo: Théologie trinitaire de Tertullien,
t. TI («Théologie» 70), París 1966, p. 1057. ;
7. Ibid., 8 (col. 163; p. 238). Según Th. Camelot («Spritus a Patre et Filio»,
«Rev. Sc. ph. th.», 30 (1946) 31-33), no estaría presente allí la idea del Filioque.
Otros piensan de manera distinta (B. de Margerie).
8. -B. Piault, Tertulien a-t-i1 été subordinatien?, «Rev. Sc. ph. th.», 47 (1963)
337-369 J. Moingt, op. cit., (n. 6), p. 1071-1074, disipa también «la sombra de :
subordinacionismo» recordando que Tertuliano no separa a Dios en sí del Dios y
para nosotros, y viceversa,
9. De praescript., 13, S (PL 2, 26).
10. Adv. Prax., 3 (col. 158; p. 231).
464
Antes de la crisis arriana
465
Congar, Espíritu 30
Etapas y formas
Es necesario que el Verbo divino esté unido con el Dios del universo y es
preciso que el Espíritu Santo tenga su residencia y habitación en Dios. Es pre-
ciso consiguientemente que la Santísima Trinidad sea recapitulada y resumida en
uno solo como en un vértice, es decir, en el Dios omnipotente del universo. Es
necesario creer en Dios Padre omnipotente y en Jesucristo su Hijo y en el Es-
píritu Santo (vienen a continuación citas de Jn 10,30; 14, 10). De esta manera,
aseguramos tanto la Trinidad divina como la santa predicación de la monar-
quía *,
1
CRÍTICA DEL ARRIANISMO
PROGRESO DE UNA TEOLOGÍA TRINITARIA
466
Crítica del arrianismo
1. G.L. Prestige, Dieu dans la pensée patristique, París 1953, el c. VII, p. 122-
141, «subordinacionismo» (tr. cast.: Dios en el pensamiento de los padres, Secre-
tariado Trinitario, Salamanca 1978); J.N.D. Kelly, Initiation a la doctrine des
Péres de V'£glise, París 1968, p. 238-242; E. Boularand, L'hérésie d'Arius et la foi
de Nicée, 2 vol., París 1972.
467
Etapas y formas
468
Crítica del arrianismo
Todo lo que tiene el Espíritu, lo tiene del Hijo (para tou Logou)! ...
su donación (el Espíritu), de la que se dice que procede del Padre porque por
el Hijo (para
plandece, tou Logou)
es enviado y dado ?.
que es confesado [como proveniente] del Padre, él res-
Porque el Padre crea todas las cosas por el Verbo en el Espíritu, ya que allí
donde está el Verbo, allí está también el Espíritu, y las cosas creadas por me-
diación del Verbo reciben del Espíritu por el Verbo (para tou Logou) la fuerza
del ser *.
a Tercer discurso contra los arrianos, 24 (PG 26, 376 A), SChr 15, p. 74,
a.
9. Primera carta a Serapión, 20 (SChr, p. 120; PG 26, 580 A). H.B. Swete
(The Holy Spirit in the Ancient Church..., Londres 1912, p. 92) opina que es
IMposible considerar esta eklampsis (resplandor), que el Espíritu tiene del Verbo
ípara), como implicando menos que una dependencia esencial.
10. Tercera carta a Serapión, 5 (SChr, p. 169; PG col. 632 C).
469
Etapas y formas
LOS CAPADOCIOS
CONCILIO DE CONSTANTINOPLA (381)
SAN JUAN DAMASCENO
1064-65, 1065-66.
12. Eu de keito «exekheen», ote hydor ex autouhomoousios ekporeuthen (IL,
2: PG 39, 436).
13. Cf. col. 460 D: apo tou enos Patros kath enosin tes ekporeusis heautou >
theotetos esti genesis kai ekporeusis. yE
14. Ancoratus, n.2 6 (PG 43, 25 C), 7 (28 A), 11 (36 C), 67 (137 B), 73
(153 A), 120 (236 B); Panarion, haer. LXII (PG 41, 1056). Para la «procesión»
del Hijo, Epifanio dice: ek Patros proelthon: Ancoratus, n.* 19 (52 B), 43 (93 C).
15. Ancoratus, n.* 8 (PG 43, 29 C), 9 (32 C), 67 (137 B), 70 (148 A), 71
(148 B), 72 (152 B), 75 (157 A); Panarion, haer. LXIX, 54 (PG 42, 285 D).
16. Ancoratus, n. 67, col. 137 B; Panarion, haer. LXTI, 4 (PG 41, 1053 D).
470
Los capadocios
ciones O los errores. Venido a Roma poco antes del 220, Sabelio sos-
tenía que se trataba únicamente de dos proyecciones o modos de
acción de «Dios» (= Padre). Es el modalismo. Para Aecio y Eunomio,
sólo el Padre era agennetos. El Hijo y el Espíritu no eran de la mis-
ma sustancia ni de sustancia similar («anomeos»). Eunomio (h. 335-393),
discípulo de Aecio, concebía al Espíritu como una criatura del Hijo,
quien, a su vez, era criatura del Padre, que era agennetos. El Espíritu
era tercero no sólo en rango y dignidad, sino también en cuanto a
naturaleza. Basilio y su hermano, Gregorio Niseno, escribieron un
Contra Eunomium, En estos años verdaderamente dramáticos, la di-
vinidad del Espíritu era puesta en tela de juicio desde muchos ángu-
los. Refiriéndose al hecho de que la Escritura no llama jamás Dios
al Espíritu y que habla de éste frecuentemente como de una fuerza
subordinada a Dios, los llamados «pneumatómacos», adversarios del
Espíritu, con Macedonio y Eustacio de Sebaste (hacia 361 y siguien-
tes), sitúan al Espíritu entre Dios y las criaturas.
Los doctores ortodoxos combatieron estas desviaciones. San Ata-
nasio escribía sus Cartas a Serapión (357ss) y, de vuelta a Alejandría
celebrará allí un concilio en el 362: la fe de Nicea implicaba la plena
pertenencia del Espíritu a la Santa tríada, a la misma divinidad que
el Padre y el Hijo !, San Hilario de Poitiers, san Epifanio, Dídimo,
Cirilo de Jerusalén, tomarán parte también en la contienda. En Roma,
el papa Dámaso proclama al Espíritu «increatunm atque unius maiesta-
tis, unius usiae, unius virtutis cum Deo Patre et Domino nostro Jesu
Christo» ?. Un concilio celebrado en Iconio hacia el 375 extendía la
fe de Nicea al Espíritu Santo, en los términos que utiliza en aquel
mismo momento san Basilio, obispo de Cesarea, del que era amigo
Anfiloquio, obispo de Iconio?,
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Etapas y formas
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Los capadocios
Texto leído por los griegos Texto leído por los latinos
473
Etapas y formas
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Los capadocios
21. Adv. Maced., 6 (PG 45, 1308); cf. Contra Eunomium, lib. 1 (45, 416 C,
396 D). Idéntica imagen en Gregorio Nazianceno, Or. theol., V: PG 36, 136.
22. Adv. Maced., 13: 45, 1317.
23. Adv. Maced., 2 y 10 (45, 1304, 1313 B). Son las referencias clásicas a
Jn 15,26 y Rom 8,9.
24. Op. cit. supra (n. 14), p. 122-153,
25. PG 45, 464,
26. Así Contra Eunomium, lib. 1: PG 45, 416.
27. PG 45, 133. Señalemos que san Basilio había expresado ya la distinción
entre el Padre y el Hijo en términos de aition y to ek tou aitiou: Epist. 52 (PG
32, 393 C); C. Eunom., 1, 22 (29, 621 B).
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Etapas y formas
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Los capadocios
477
Etapas y formas
A
Contra luilianum, 1V (76, 725), Juan Damasceno, De fide orth., 1, 8 (94, 820 A
y 824 A). Puede añadirse, con B. Pruche (Traité, p. 195), Atanasio, 1.* y IV* carta
a Serapión (PG 26), Dídimo (De Trinit., 2, 1: PG 39, 438 C) y véase Agustín,
De Trin., XV, 27, 48, 50 y 45 (PL 42, 1095 B, 1097 A y 1092 B).
42. De Trin., II, 2: PG 39, 464 C,
43. DSch 150 6 Conciliorum Oecumenicorum Decreta, preparado por J. Al-
berigo y otros autores, Herder, Basilea *1973, p. 24. Y cf. supra, n. 19,
44, DSch 260. Y cf. P. Galtier, Le Saint-Esprit dans l'Incarnation du Verbe
d'aprés S. Cyrille d'Alexandrie, en Problemi scelti di Teologia contemporanea,
Roma 1954, p. 383-392.
478
Los capadocios
479
Etapas y formas
" Hijo (verbos proienai o prokheitai) 3%, que procede de los dos (ek
amphoin), del Padre y del Hijo 3%, o del Padre por el Hijo %, Todos
estos enunciados dimanan del mismo contexto que expresaríamos, tal
vez, exactamente si lo tradujéramos a las categorías de santo Tomás
diciendo: el Espíritu es enviado por el Padre y por el Hijo y esta
«misión» tiene su fundamento en las procesiones eternas de las que
ella es el término en la criatura, en la ejecución de la «economía».
Esta economía es la de la encarnación del Verbo, es cristológica. La
misión del Espíritu realiza el cuerpo (místico) de Cristo. La santifica-
ción de la humanidad de Cristo por el Espíritu es el comienzo de la
nuestra y se extiende a su cuerpo (místico) %, En esta operación que
hace de nosotros el cuerpo de Cristo, «corporales» con él, la euca-
ristía, la «eulogía mística», obra una unidad corporal como el Es-
píritu lleya a cabo una unidad espiritual.
Hemos citado anteriormente el 9.2 anatema de Cirilo contra Nes-
torio. Teodoreto de Ciro vino en ayuda de éste último y, sometiendo
los enunciados de Cirilo a una crítica despiadada, escribe sobre la
relación entre el Espíritu y el Hijo: «Si dice que el Espíritu es pro-
pio del Hijo en cuanto es consustancial y que procede del Padre (kai
ek Patros ekporeuomenon), lo confesamos con él y consideramos
esta frase como ortodoxa. Pero si pretende decir que ello es así porque
el Espíritu tiene su existencia o del Hijo o por el Hijo (os ex Hyiou
y di Hyou), rechazamos esta frase como blasfema y como impía.
Porque creemos al Señor que ha dicho: el Espíritu de verdad que
procede del Padre» 3,
Cirilo no responde a la cuestión que las controversias posterio-
;
res situaron en primerísimo plano. Se contenta con afirmar que «el ;
Espíritu es Espíritu del Hijo como lo es del 'Padre (...) El Espíritu |
Santo procede del Dios y Padre, como dijo el Salvador, pero no es
extraño al Hijo, porque éste tiene todo (en común) con el Padre, E
como afirmó él mismo hablando del Espíritu Santo (cita de Jn 16,14)» 5, :
«Es interesante subrayar que Cirilo, después de este incidente que
tuvo lugar hacia el año 430, no abandonó ni su teología ni su voca-
bulario. En sus obras posteriores encontraremos expresiones tales como ait
t
0
480
e
Los capadocios
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Congar, Espíritu 31
Etapas y formas
Estas hipóstasis están la una en la otra, no para confundirse, sino para con-
tenerse mutuamente, siguiendo la palabra del Señor: Yo estoy en el Padre y el
Padre está en mí... No decimos tres dioses, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Al contrario, hablamos de un solo Dios, la Santísima Trinidad, ya que el Hijo
y el Espíritu se refieren a un solo principio, sin composición ni confusión,
contrariamente a la herejía de Sabelio. Porque estas personas están unidas no
para confundirse, sino para contenerse la una a la otra; y existe entre ellas una
circumincesión, sin mezcla ni confusión alguna, en virtud de la cual no están
ni separadas ni divididas en sustancia, contrariamente a la herejía de Arrio. Efec-
tivamente, para decirlo todo cn una palabra, la divinidad está indivisa en los
individuos, al igual que en tres soles contenidos el uno en el otro habría una
sola luz por compenetración íntima *!,
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Los capadocios
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Etapas y formas
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Los capadocios
séptimo concilio ecuménico: PG 98, 1461. Inventario de los dia tou Hyiou, en
J. Grégoire, art. cit. (n. 58), p. 753-54, n. 1.
76. Citas de Rom 8,9 y Jn 20,29: 5, 8, col. 833 A. Cf. Homil. in Sabat.
Sanct., 4 (96, 605 B). San Juan Damasceno vuelve a utilizar la fórmula de Ata-
nasio: el Espíritu es imagen (eikon) del Hijo como el Hijo lo es del Padre: 1, 13,
col. 855 B.
77. Final del capítulo 12: col. 849. Este capítulo 12, señala Migne, col. 845-
46, falta en manuscritos antiguos, pero es conforme a la doctrina de textos
indiscutibles, y los adversarios del Filioque no se privan de citarlo como autoridad.
485
Etapas y formas
436
Los capadocios
la raíz poros, que significa paso, y del verbo poreuo, hacer pasar.
Significa salir: por ejemplo, como la palabra de la boca, como el agua
del templo en Ezequiel (47,12); salir de una ciudad (Mt 20,29; Mc 10,
64; 11,19); salir de las tumbas (Jn 5,29); los demonios salen de los
posesos; el juicio sale de la boca de Dios (Ap), rayos luminosos salen
de su trono (4,5), el agua sale del trono de Dios y del Cordero (22,1).
Nuestro verbo está en voz media, que implica una matización de re-
ferencia al sujeto de la acción: el Espíritu saldría él mismo del Padre ?.
El texto contiene «del Padre», para, como en la primera parte del
versículo. ¡El contexto no es el de un enunciado sobre el ser interno
de la Tríada, sino el del envío por el Hijo con finalidad de testimo-
nio: «El Hijo envía el Espíritu de junto al Padre; y el Espíritu par-
tirá del Padre. Éste es el sentido que tenemos que dar a la repeti-
ción de para; no se puede entender la primera vez de la misión tem-
poral y la segunda de la procesión eterna %, Por consiguiente, aquí
la procesión eterna estará presente sólo como presupuesto de la mi-
sión económica. Pero «los dos aspectos son atendidos conjuntamente
y captados al mismo tiempo»*!. Por consiguiente, no es seguro que
el texto de Jn 15,26 encierre efectivamente el peso dogmático que
ha querido atribuirle la teología griega. Tanto más cuanto que existen
otros verbos equivalentes para expresar la procesión, verbos que en-
contramos, efectivamente, en los padres: proerkhesthai, proienai, pro-
kheisthai, pephenenai...* Aquí, la tradición va del brazo con la Es-
critura. Los padres griegos —que leyeron generalmente ek en vez de
para— y el concilio del 381 entienden el texto de Jn 15,26 como la
expresión de la procesión del Espíritu a Patre*, Y los latinos tam-
bién; pensemos en Agustín y Tomás de Aquino. Agustín se suma al
sentido de los griegos con su principaliter. Como señala V. Rodziensko,
jamás diría que «el Espíritu procede del Padre y del Hijo como de
79. VW. Rodzienko insiste sobre este aspecto hasta hacerlo portador de un
peso teológico excesivo de libertad de acción: el Pneuma «makes himself to go
out from the only Father»: «Filioque» in Patristic Thought, en Studia Patristica,
II, Berlín 1957, p. 295-308.
80. A. Wenger, en Bulletin de spiritualité et de théologie byzantine, en «Rev.
des Études Byzantines», 10 (1953) 162. Cf. F. Porsch, loc. cit. A Wenger cree
poder señalar, en primer lugar: «para subraya habitualmente las relaciones entre
AAA
pot dos personas ya existentes». ¿Es esto exacto?
CA
ia
pee
$1. J. Giblet, La Sainte Trinité selon l'Evangile de S. Jean, «Lumitre et Vie»,
29 (1956) 95-126: 671-702 (p. 673).
82. Observación de M. Jugie, op. cit., p. 139. San Cirilo de Alejandría utiliza
prokheitai y ekporeuesthai como equivalentes: Epist. 55 (PG 77, 316 D — 317 A).
Utiliza una vez ekporeuetai para la procesión del Hijo a Patre: In loannis Ev.,
5, 26 (74, 420 A).
83. La diferencia que subrayan con el término «generación», vocablo que
consideran suficiente para distinguir a la segunda y tercera persona, viene, en
gran medida, de la respuesta que era preciso dar a la objeción: si hubiera una
segunda procesión habría dos Hijos, el Verbo tendría un hermano, Cf. ya Ata-
nasio, Primera carta a Serapión, 15 (SChr, p. 1095).
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Etapas y formas
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Los capadocios
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Etapas y formas
Ella procede del Padre y viene por el Hijo al mundo para amar todas
las cosas, para vivificar y divinizar a los hombres, y, a través de ellos,
el cosmos» %,
El «FILIOQUE»
PROFESADO POR LOS LATINOS
Y LOS CONCILIOS
ANTES DE QUE SE CONVIRTIERA EN
TEMA DE DIVISIÓN
La doctrina
Todos los textos del Nuevo Testamento que expresan una rela-
ción entre el Espíritu y el Hijo derivan de la economía. Todos, in-
cluso Jn 15,26: «Cuando venga el Espíritu de la verdad, que procede
del Padre... él dará testimonio de mí.» Este texto es la referencia en
favor de que el Espíritu procede sólo del Padre. Con todo, tenemos
que llamar la atención sobre dos consideraciones: primera, no apa-
rece la palabra «solo»; segunda, cuando el texto es recogido en el
símbolo es sometido a dos pequeñas mutaciones 1. En el texto se habla,
de manera inmediata y explícita, de la misión temporal del Pará-
clito. Los pasajes del Nuevo Testamento que hablan de relación entre
el Espíritu y el Hijo conciernen al Verbo encarnado y a la economía
de gracia. Por otra parte, afirman una relación muy estrecha,
situada
en el plano de lo esencial. Somos hijos y podemos invocar
a Dios
490
Padres
Padres *
2. Gál 4,6, «Ex hoc ergo Spiritus Sanctus nos facit filios Dei in quantum
est Spiritus Filii Dei»: santo Tomás, C. Gent., IV, 24.
3. San Hilario sugiere que «de meo accipiet» (Jn 16,14) podría tener el mismo
sentido que «a Patre procedere» (De Trinitate, VMM, 20: PL 10, 250-251). Ve-
remos que, para Agustín y posteriormente para- Anselmo, la insuflación de Jn
20,22 implica la procesión del Espíritu a Filio.
4. Op. cit., p. 304-305.
5. H.B. Swete, On the History of the Doctrine of the Procession of the Holy
Spirit from the Apostolic Age to the death of Charlemagne, Cambridge 1876;
A. Palmieri, art. Filioque, en Dict. Théol. Cath., t. V, 1913, col. 2309-2343 (y
las col. 762-829); M. Jugie, De Processione Spiritus Sancti ex Fontibus Revela-
tionis et secundum Orientales dissidentes (Lateranum), Roma 1936, p. 196-232;
P.Th. Camelot, La tradition latine sur la procession du Saint-Esprit «a Filio»
ou «ab utroque», en «Russie et Chrétienté», 1950, p. 179-192
491
Etapas y formas
492
Concilios y símbolos
Concilios y símbolos *
Respecto de los concilios de Toledo tenemos que hacer algunas
observaciones. Su insistencia en la confesión de la fe trinitaria y,
de manera especial, en la procesión del Espíritu Santo «a Patre et a
Filio» se explica por la situación creada, primero, por la herejía pris-
cilianista, a finales del siglo 1v, y por la llegada de oleadas de arria-
nismo, a comienzos del siglo v. Los priscilianistas fundían las tres figu-
ras trinitarias en una sola persona; los arrianos consideraban al Es-
píritu como una criatura del Hijo, el cual también había sido creado.
Dejamos a un lado el primer concilio de Toledo, porque es discu-
tido (440 y 447) (?) 2. Nuestra historia comienza firmemente con el
tercero, celebrado en el año 589. En él, el rey Recaredo —.en nom-
bre de su pueblo— hace profesión de fe católica. Si es dudoso que
se recitara en él el símbolo nicenoconstantinopolitanc con la añadi-
dura de ef Filio, es cierto que Recaredo confesó «Spiritus aeque
Sanctus confitendus a nobis et praedicandus est a Patre et a Filio
11. Cf. H.B. Swete, op. cit. (n. 5), p. 160-176; Jugie, op. cit., p. 115-120;
F. Cavallera, Thesaurus Doctrinae catholicae ex documentis Magisterii ecclesiastici,
París 1920, p. 284s.
12. Cavallera, n.* 533 y 560 según el Libellus Pastoris (Mansi UI, 1003-1004;
Kiinstle, op. cit., p. 43s): «Paraclitus a Patre Filioque procedens»; J.A. de
Aldama, El simbolo Toledano I. Su texto, su origen, su posición en la historia
de los símbolos («Anal. Gregor.» VIT), Roma 1934, concluye: existe una redac-
ción breve, del concilio del 400, y una larga, debida al obispo Pastor, de 447,
que contiene, en dos casos, el término Filioque. Colección práctica: Concilios
Visigóticos e Hispano-Romanos, dir. por J. Vives, con la colaboración de T. Mar-
tín y G. Martínez, Barcelona - Madrid 1963. Para este primer símbolo, p. 26.
493
Etapas y formas
494
El añadido al símbolo
El añadido al símbolo
Es muy conocida la historia de este tema 3, Será suficiente un re-
cuerdo resumido. La doctrina estaba ampliamente difundida y admi-
20. PG 91, 136; Mansi X, 695s. Swete, p. 183-186; Jugie, p. 182-186; trad. de
J3J.M. Garrigues en «Istina» (1972) 363-364 (salvo dos o tres palabras). En lo que
se nos cuenta del sínodo celebrado en Gentilly, en 767, tenemos un testimonio
de que la cuestión de la procesión del Espíritu Santo continuó como tema con-
trovertido entre griegos y latinos: Swete, op. cit., p. 198s.
21. Quaestiones et dubia, Interr. XXXIV (PG 90, 813 B).
22. Quaestiones ad Thalassium, LX (PG 90, 672 C).
23. Swete, op. cit. (n. 5), p. 196-226 y documentos en apéndice, p. 227-237;
Jugíie, op. cit., p. 234-258; id., Origine de la controverse sur P'addition du Filioque
au Symbole. Photius en a-t-i1 parlé?, «Rev. Sc. ph. th.», 28 (1939) 369-385 (véase
infra, n. 29); E. Amann, L'époque carolingienne (Hist. de 1'Egl., VI), París 1947;
B. Capelle, Le pape Léon III et le Filioque, en L'Eglise et les Eglises, Mél. Dom
Lambert Beauduin, Chevetogne 1954, t. T, p. 309-322; R.G. Heath, The Schism
495
Etapas y formas
496
El añadido al símbolo
497
Congar, Espíritu 32
Etapas y formas
EL PATRIARCA FOCIO
LA ERA DE LAS CONFRONTACIONES POLÉMICAS
498
El patriarca Focio
Hijo
nA0Es Q Espiritu
499
BA
Etapas y formas
tido de una dependencia de ser (Lohn, n.” 76, p. 64-65). Focio entiende «de
meo Patre»: Carta al metropolita de Aquilea, 15 (PG 102, 808-809); Mystagogia,
22, 23 y 29 (102, 301, 304, 312),
10. Carta a los obispos de Oriente, 22 (PG 102, 732); Jugie, De Processione,
p. 290.
11. Carta a los obispos, 12 (102, 728) y numerosos lugares de la Mystagogia
(Qugie, p. 291, n. 1).
12. Algunos padres explican el «mayor que yo» por el hecho de que el
Padre engendra y es principio: Th. de Régnon, Ét. sur la Sainte Trinité, t. VU,
p. 166ss; Oeuvres de S. Augustin, 15: La Trinité, 1, París 1955, p. 574-575; san
Hilario, Tract. super Psalmos, 138, 17 (PL 9, 801).
13. Serge Boulgakov, Le Paraclet, p. 110.
$00
5
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Etapas y formas
502
La tcología palamita
503
Etapas y formas
504
La teología palamita
Si el carácter «monárquico» del Padre como principio único del Hijo y del
Espíritu es un carácter hipostático absolutamente incomunicable, su carácter de
divinidad-fuente (de la esencia y de las energías), su privilegio «fontal» — para
utilizar una expresión de la telogía latina— ¿no se comunica al Hijo, después
del Padre y del Hijo al Espíritu, fuente de nuestra divinización? Esta participa-
ción de la divinidad-fuente, el ritmo que hace al Hijo, y después al Espíritu,
fuente con el Padre, ¿no designaría un cierto filioque latino (y alejandrino)? ?.
505
Etapas y formas
veces hablan de las energías del Espíritu designando por ellas sus
dones, otorgados a los fieles y producidos por medio de él 1.
14. Nos parece ser éste el caso en Const. Apost., V, 20, 4, con motivo
de
pentecostés («Hemos sido llenados de su energía y hemos hablado
en lenguas
nuevas»), en san Máximo Confesor, O. ad Thal., 63 (PG 90, 672); Theol.
Polem.,
1 (91, 33). En su lucha antimonotelista, san Máximo habla de energía
divina
en el sentido de la facultad activa de una naturaleza o de una esencia. Pero,
para él, es la causalidad creadora, no las energías en el sentido en que las dis-
tingue Palamas de la esencia y de las hipóstasis. Tal es, al menos, la interpreta-
ción de J.M. Garrigues, art. cit. supra (n. 1).
15. J.S. Nadal, La critique par Akindynos de l'herméneutique patristique de
Palamas, «1Istina», 19 (1974) 297-328.
16. De momento, disponemos tan sólo de algún estudio parcial: E. von
Ivanka, Palamismus uná Viáitertradition, en L'Eglise et les Eglises (Mél. Lambert
Beauduin), Chevetogne 1954, t. II, p. 29-46 (concluye que los textos invocados
no hablan de una distinción real en Dios, sino de una distinción creada por
nuestro
espíritu, incapaz de pensar si no es distinguiendo); J.Ph. Houdret, Palamas
et les
Cappadociens, «Istina» 19 (1974) 260-271. La conclusión es crítica.
17. Por el padre Georges Florovsky (Grégoire Palamas et
la patristique,
«Istina» 8 [1961/61] 115-125; p. 122, sólo san Basilio, Ep. 234 a Amphiloquio, y
el
Damasceno, De fide orth., 1, 14) y por monseñor Philips, op.
cit., infra (n. 22),
p. 254,
18. San Basilio, Adv. Eunom:., 1, 4 (PG 29, 544); Epis 234 ad Amphiloch
ium,
1 (32, 869 AB).
19. Así san Gregorio Nazianceno, Oratio 38, 7 (PG 36, 317 B); Oratio
45,
3 (PG 525 C); san Máximo Confesor, Centurias sobre la caridad,
1V, 7 (PG %,
1049 A); Primera centuria sobre la teología y la economía, 48 (90, 1100
D); san
Juan Damasceno, De fide orth., 1, 4 y 10 (PG 94, 800 C y 840).
506
La teología palamita
20. Art. cit. supra (n. 1, final), p. 484: «La oposición que los Capadocios
expresan mediante las expresiones kat'auton y peri auton no puede traducirse
como la de Dios tal cual es en sí mismo y de lo que podemos conocer sobre
él. Seguida de acusativo, la preposición peri significa generalmente «alrededor de»
y no «acerca de». Con el peri auton, los padres designaban, pues, lo que «rodea»
la esencia de Dios, la irradiación luminosa que proviene del núcleo oscuro de la
esencia..., el peri auton no es lo que Dios revela de su katf'auton, de la esencia
tal como podemos conocerla, lo simple percibido como múltiple; se trata, más
bien, de un surgimiento, diverso en Dios mismo del foco inaccesible de su ser.»
21. Numerosas publicaciones recogidas en el boletín de D. Stiernon (supra,
n. 1).
22. Citamos según el orden cronológico, frecuentemente según el valiosísi-
mo boletín de D. Stiernon, al que remiten las páginas indicadas entre corchetes:
G. Habra, The Source of the Doctrine of Gregory Palamas on the Divine Ener-
gies, «Eastern Churches Quart.», 12 (1957-58) 244-252, 294-303, 338-347 [p. 3111];
P. Bossuyt, Hesychasmus en katholieke teologie, «Bijdragen», (1964) 229-238 [p.
306]; M. Strohm, Die Lehre von der Einfachheit Gottes. Ein dogmatischer Streit-
punkt zwischen Griechen und Lateiner, «Kyrios», N.S., 7 (1967) 215-228, y Die
Lehre von der Energeia Gottes, ibid., 8 (1968) 63-84; 9 (1969) 31-41 [p. 309-311];
J. Kuhimamn, Die Taten des einfachen Gottes. Eine rómisch-katholische Stellung-
nahme zum Palamismus («Das óstliche Christentum», N.S. 21), Wurzburgo 1968,
[p. 294.299, con indicaciones le una crítica de B. Schultze, en «Or. Chr. Per.»,
36 (1970) 135-142]; G. Philips, La Gráce chez les Orientaux, «Eph. Theol Lovan.»,
48 (1972) 37-50, reproducido en L'union personelle avec le Dieu vivant. Essai sur
Porigine et le sens de la gráce créée («Bibl. Ephem. Theol. Lovan.» XXXVD,
Gembloux 1972, p. 241-260 (al que remitimos. Esta importante toma de pos-
tura no ha recibido la atención que merece); A. de Halleux, Palamisme et Scolas-
tique, «Rev. théol. de Louvain», 4 (1973) 409-422; Orthodoxie et Catholicisme:
du personnalisme en pnumatologie, ibid., 6 (1975) 3-30; Palamisme et Tradition,
«Irénikon», 48 (1975) 479-493. Y cf. la nota siguiente.
507
Etapas y formas
23. Ch. Journet, Palamisme et thomisme. Á propos d'un livre récent, «Rev.
Thomiste», 60 (1960) 429-452.
24, Cf. Meyendorff, Introduction, p. 244-247.
25. Así, según Palamas, si el hombre participara de la esencia de Dios, sería
también omnipotente y existiría un número infinito de hipóstasis divinas: Capita
CL physica, 108-109 (PG 150, 1193 C — 1196 A). De ahí, la observación de
Philips, p. 253: «Palamas entiende la “participación” como una división en tro-
zos casi materializados; cada participante poseería un fragmento del todo, lo
que es, evidentemente, absurdo. Para él, todo lo participable es divisible (Cap.,
110: 1196 C; Theoph., 944 A).»
508
La teología palamita
Dios se manifiesta por los efectos que salen de él; es la deidad misma la que
procede, en alguna manera, en sus efectos, al tiempo que pone una similitud
de ella misma en las cosas según la capacidad de éstas; de tal manera, sin em-
bargo, que su excelencia y singularidad permanecen intactas en ella, incomuni-
cadas a las cosas y escondidas a nuestros ojos *,
26. In lib. de Divinis Nominibus expositio, ed. Turín, p. 46, n.” 136, trad.
Journet, p. 448; traduce, p. 449, el comentario de santo Tomás sobre X1, 6 (PG
3, 956), Tomás, op. cit., p. 346, n.* 934, y el de san Máximo, Scholia in lib. de
Div. Nom., XI, 6 (PG 4, 401). J. Kuhlmanmn, op. cit., (n. 22), p. 43-57, compara
el comentario de Tomás y el de Palamas sobre Nombres Divinos, XI, 6 (PG 3,
953ss). Para la idea de la participacién en la semejanza, véase también el bello
texto de ST, II, q. 23, a. 2 ad 3.
509
e
Etapas y formas
510
6
511
Etapas y formas
Las hipóstasis divinas se dan como tales sin requerir una expli-
cación por oposición relativa, como hace la teología latina. Para ésta,
Hijo implica Padre, como Padre implica Hijo. Así, en la comunida
d
y unidad de sustancia, las hipóstasis se distinguen por la relación
mutua que las opone afirmándolas. Esta relación es y no puede
ser
sino relación de origen, relación principio-término. Ahora bien,
de
una parte, espirar al Espíritu no crea oposición alguna de relación
en-
tre el Padre y el Hijo; por otra parte, el Espíritu que procede
del
Padre no puede distinguirse hipostáticamente del Hijo si no tiene
con
éste una relación de procesión u origen, Puesto que, según numero-
sos testimonios de las Escrituras, es Espíritu del Padre y Espíritu
del
Hijo, debe ser confesado como que procede de los dos por un
único
acto común de espiración activa.
512
La pneumatología oriental
513
Congar, Espíritu 33
Etapas y formas
514
La pneumatología oriental
10. Vi. Lossky, A l'image..., p. 75, que continúa: «La diversidad absoluta
de las tres hipóstasis es la que determina las diferentes relaciones, no al revés.
El pensamiento se detiene aquí ante la imposibilidad de definir una existencia
personal en su diferencia absoluta y debe adoptar una actitud negativa para de-
clarar que el Padre sin comienzo (anarkhos) no es el Hijo ni el Espíritu Santo;
que el Hijo engendrado no es ni el Espíritu Santo ni el Padre; que el Espíritu
Santo, que procede del Padre no es ni el Padre ni el Hijo. No puede hablarse
aquí de relaciones de oposición, sino sólo de relaciones de diversidad.»
11. P. Evdokimov, op. cit., p. 41: «Para el Oriente, las relaciones entre las
personas de la Trinidad no son de oposición ni de separación, sino de diversidad,
de reciprocidad, de revelación recíproca y de comunión en el Padre.» Aprove-
chamos la ocasión de este texto para denunciar un quid pro quo grave. Fre-
cuentemente, nuestros amigos ortodoxos hablan de «relaciones de oposición»
como principio de distinción de las hipóstasis según los latinos. Así, además de
P. Evdokimov (op. cit., p. 41, 42, 65 y L'Orthodoxie, 1959, p. 137-138; tr. cast.:
Ortodoxia, Ed. 62, Barcelona), el padre Elie Melia («Russie et Chrétienté»,
1950, p. 223, VI. Lossky (nueve veces en el art. cit. supra, n. 2). ¿Lapsus? ¿Acto
fallido? Los actos fallidos son expresión de una tendencia inconsciente del espíritu.
Decir «relación de oposición» en lugar de «oposición de relación», es decir de
referencia (como Padre-Hijo, Hijo-Padre) podría significar que, para los latinos,
las personas son puras relaciones en la esencia, lo que pondría de manifiesto
poca comprensión tanto de la noción de relaciones subsistentes como de la ma-
nera que los latinos conciben la diversidad de las personas en la unidad y sim-
plicidad del Absoluto divino.
12. Contra arian., VI, 36 (PG 26, 401 C). Sobre el carácter siempre trinitario
de las relaciones, S. Boulgakov (supra, p. 481, n. 67), P. Evdokimov, op. cit.,
p. 42 y 70; etc.
13. L'Esprit-Saint dans la Tradition orthodoxe, p. 11-72. La fórmula Spirituque
vuelve a aparecer en p. 77, 78 y en el último escrito (inacabado) del mismo:
Panagion et Panagia, en Bull. de la Soc. fr. d'Études Mariales, año 27, 1970,
p. 59-71 (62-63). Véase infra, p. 593, n. 25.
515
Etapas y formas
14. Oratio III contra arian., 24: «El Hijo no participa en el Espíritu para
acaecer en el Padre; no recibe el Espíritu, sino que, más bien, lo distribuye a
todos. El Espíritu no es quien une el Hijo al Padre, sino que el Espíritu recibe,
más bien, del Logos» (PG 26, 373).
15. Expuesto en «Istina» (1950) 206-207.
516
Occidente ante la revelación
través del Hijo!!, Vi. Lossky y otros autores citados por nosotros,
interpretan esto en el marco de la distinción palamita entre la esencia
de las hipóstasis y las energías 1. En cuanto a la procesión hipostá-
tica, el Espíritu es del Padre solo. Pero existe en Dios, eternamente,
una procesión manifestadora de la divinidad común, que se realiza
en el Espíritu Santo «por el Hijo»: «En el orden de la manifestación
natural [= manifestación común fuera de la esencia], el Espíritu Santo
procede del Padre por el Hijo, dia Hyiou, después del Verbo; y esta
procesión nos revela la gloria común de los Tres, el esplendor eterno
de la naturaleza divina.» «Desde toda la eternidad, el Padre era “Pa-
dre de la gloria” (Ef 1,17), el Verbo “Esplendor de su gloria” (Heb
1,3) y el Espíritu Santo “el Espíritu de gloria” (1Pe 4,14)».
Los textos que hemos citado de los padres, ¿no requieren, no son
una apertura, indeterminada aún, en el sentido de una función del
Hijo en la existencia hipostática del Espíritu? No somos los únicos
que pensamos de manera afirmativa. Pero resulta difícil determinar
en qué medida y en qué sentido. Probablemente no en el de «a Patre
Filioque tanquam ab uno principio, del Padre y del Hijo como de
un mismo y único principio».
517
Etapas y formas
SAN AGUSTÍN
518
La teología de las relaciones
519
Etapas y formas
520
La teología de las relaciones
Los dos rasgos (skhesis, oikeiosis) con los que san Basilio caracteriza la gene-
ración divina no representan en él la misma jerarquía de ideas que en san Agus-
tín y en los teólogos escolásticos. Para el doctor griego, se trata de esta comuni-
dad de naturaleza que existe entre un padre y un hijo, como consecuencia de
la generación. Esta relación de origen, única causa de diferencia entre el Padre
y el Hijo, lejos de destruir su identidad mutua, la confirma y la explica. Pero
Basilio no quiere decir que, presupuestas la unidad e identidad de la esencia
divina, la generación inmanente sólo pueda entrañar una distinción de relaciones.
Arranca de la relación de generación para desembocar, por la relación, en una
comunidad de naturaleza, mientras que Tomás de Aquino, por ejemplo, parte de
la simplicidad divina para concluir en los términos de procesión puramente rela-
tivos. Este último punto de vista es el de san Agustín. Sin que pretendamos
exagerarlo ni convertirlo en sistema característico del «espíritu latino», tenemos,
no obstante, que admitir esta diferencia. La función de la idea de relación
aparece aquí un tanto modificada. Basilio constata estas relaciones, pero dados
— si podemos hablar así -— sus sujetos divinos y, sobre todo, su fuente, la gene-
ración «ex ipsa natura» y la procesión, concluye en la unidad de esencia. Agustín
521
Etapas y Íormas
constata la identidad divina, pero, reveladas las procesiones, concluye en las rela.
ciones. Verdades idénticas contempladas desde puntos distintos. ¡No tenemos que
ver aquí nada sorprendente!
Pero resulta que, para los griegos, la idea de relación se presenta bajo una
forma más realista, más vital. Importa subrayar que no consideran la skhesis
de manera estática, como principio constitutivo de la hipóstasis divina. Sirve, por
el contrario, para expresar el misterio de la vida divina, las procesiones inmanentes
del uno y el retorno a este principio uno, de donde surgen eternamente y circulan
el uno en el otro estos modos de subsistir que son las personas divinas, cuya
razón total de ser radica en referirse el uno al otro y que salvaguarda la unidad
de la esencia divina. Con todo, ambos puntos de vista desembocan en una con-
clusión idéntica: las tres hipóstasis divinas se distinguen por sus propiedades; y
éstas por las diferencias de origen, que son oposiciones de relación en el seno
de la identidad esencial. «Entre los tres, todo es idéntico, salvo la relación de
origen» ".
15. Gregorio Nazianceno, Oratio 34 (PG 36, 253 A); 20 (35, 1073 A); 31
(36, 165 B); 41 (441 C). Cita de Chevalier, p. 168-169.
16. En su tesis difícil, pero sugestiva, L'intelligence de la foi en la Trinité
selon S. Augustin. Genése de sa théologie trinitaire jusqu'en 391, París 1966.
17. Las opiniones de O. du Roy son contrarias a las afirmaciones de A. Malet
en Personne et Amour dans la théologie trinitaire de S. Thomas d'Aquin, París
1956; afirmaciones tomadas de nuevo por M.J. Le Guillou, «Istina», 17 (1972)
457-464 y Le Moystére du Pere, París 1973. Los capadocios habrían abandonado
la visión económica de los antenicenos y fundado una primacía de la esencia.
En el mismo sentido, G. Lafont, Peut-on conndítre Dieu en Jésus-Christ?, París
522
La teología de las relaciones
523
Etapas y formas
janza de aquel del que ella es imagen. Las misiones aseguran un cre- 3
cimiento en la fe y en el amor *,
?
Nadie debe inquietarse (...) aunque observe la falta del término correlativo a
esta referencia. Decimos esclavo del señor y señor del esclavo, hijo del padre y
padre del hijo, pues éstos son nombres correlativos; mas no podemos aplicar este
modo de expresarnos a nuestra materia. Decimos, es cierto, Espíritu del Padre,
pero no es lícito decir Padre del Espíritu Santo, para que no se crea que el
Espíritu Santo es hijo. Decimos también Espíritu del Hijo, pero nunca Hijo
del Espíritu Santo, para que nadie imagine al Espíritu Santo como padre.
En muchos conceptos relativos se nota esta deficiencia, pues no existe la
palabra que indique esta correlación. ¿Hay por ventura palabra tan palmariamente
21. Para la fe, Tr. IV, 20, 28; para la caridad, In loann. Ev., tr. LXXIV, 3.
22, En el coloquio de 1950 entre ortodoxos y católicos, a la afirmación de
S. Verkhovsky «Hijo y Espíritu en cuanto hipóstasis que vienen del Padre se
distinguen suficientemente sin que estemos obligados a poner entre ellos una
oposición de relación», H. Dondaine respondió: «El Hijo se distingue del Padre
porque es puesto como hipóstasis que proviene del Padre; de igual manera el
Espíritu Santo con respecto al Padre; ¿cómo distingue esto al Hijo y al ESpiAN
Santo?» («Russie et Chrétienté», 1950, p. 223).
524
El «Eilioque»
El «Filioque»
Agustín no es el creador de esta doctrina. Bajo distintas formas
verbales, había sido profesada anteriormente por Tertuliano, san Hi-
lario, Mario Victorino, san Antbrosio...
Agustín trata la cuestión únicamente en De Trinitate, Téngase en
cuenta el préstamo hecho a sus Tractatus sobre san Juan y la difi-
cultad de datar con certeza la redacción de tal o cual libro de la
gran obra. El Obispo de Hipona se contenta con afirmar, en primer
lugar, que el Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo: Tr.
23. «Prenda» es, en el NT, un nombre del Espíritu Santo: «fuisteis marcados
(sellados) con el Espíritu Santo de la Promesa, el cual es arras (arrabón) de
nuestra herencia» (Ef 1,14). En 2Cor 1,22 y 5,5, «arrabón tou Pneumatos», el
genitivo es de aposición (H. Behm, en Kittel, ThWbNT, t, HH, p. 474). Cf. Rom
8,23, aparkhe tou Pneumatos. Los textos agustinianos sobre pignus están reunidos
en F. Cavallera, «Rech. Th. Anc. Méd.», 2 (1930) 370.
24. «Ad id quippe refertur cuius est pignus»; si traducimos, como hace lu
trad. francesa citada, «un arra se refiere evidentemente a aquella cosa de la que
es arra», la misma frase dice dos veces lo mismo.
25, Tr. V, 12, 13, y. 419 de la ed. cast. citada. 1. Chevalier escribe (repro-
ducimos entre paréntesis las referencias dadas en nota) «respecto del Espíritu
Santo, por el carácter propio de su procesión, que es santidad, amor o don,
asegura, por una parte, la unidad de espíritu del Padre y del Hijo y, por otra
parte, se distingue de cada uno de ellos [VI, 5, 7; XV, c. 17-20]. Si encierra una
significación relativa, significa que tiene su origen del Padre y del Hijo. Procede
como un Don y aquellos dos son un Donador único, Don y Donador son esen-
cialmente correlativos [V, 14, 15; 15, 16; 16, 17]. Y este Don, esta donación,
son eternos, como el Donador [V, 15, 16; 16, 17]; por consiguiente, las relaciones
nacidas de la segunda procesión no son accidentes, como tampoco lo son las del
Hijo y del Padre» (S. Augustin et la Pensée grecque, p. 79, y cf. p. 81).
525
Etapas y formas
526
El «Filioque»
29. De quantitate animae, 34, 17, en 388, «in quo omnia, id est incommutabile
principium, incommutabilem sapientiam, incommutabilem charitatem, unum Deum
verum» (PL 32, 1077); De musica, V1, 17, 56, en 389, «qua inter se unum et de
uno unum charissima, ut ita dicam, charitate junguntur» (32, 1191); De fide
et symbolo 9, 19-20, en 393, donde Agustín da cuenta de la opinión (Mario
Victorino) de aquellos para quienes el Espíritu sería la deidad o la caridad común
al Padre y al Hijo. Citemos (un poco complicado, pero muy rico) el estudio de
J.B. (= O.) du Roy, L'éxpérience de l'amour et V'intelligence de la foi trinitaire
selon S. Augustin, en «Recherches Augustinienses» YI, homenaje a Fulbert Cayré,
París 1962, p. 415.445.
30. Véase referencias y textos en Cavallera, art. cit. (n. 2), p. 382ss.
527
Etapas y formas
528
San Agustín y la tradición oriental
529
Congar, Espíritu 34
Etapas y formas
1.2 amans, amatus, amor (Tr. VII, 10,14; cf. IX, 2, 2);
2.2 mens, notitia, amor (IX, 3, 3);
3.2 memoria, intelligentia, voluntas (X, 11, 17);
4. res (visa), visio (exterior), intentio (XI, 2, 2);
5. memoria (sensibilis), visio (interior), volitio (X1, 3, 6-9);
6.2 memoria (intellectus), scientia, voluntas (XII, 15, 25);
7.2 scientia (fidei), cogitatio, amor (XIII, 20, 26);
8.2 memoria Dei; intelligentia Dei; amor Dei (XIV, 12, 15).
530
Las imágenes de la Trinidad
531
Etapas y formas
532
San Anselmo
con los católicos, y el de la res, del fruto espiritual salvífico, del que
ellos carecen y del que el Espíritu Santo es principio %. Principio de
unidad, el Espíritu es también principio de esta catolicidad que con-
siste en la variedad de los dones en la comunión del mismo cuerpo *'.
533
Etapas y formas
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San Anselmo
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Etapas y formas
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San Anselmo
«Ex eo enim quod Pater et Filius «El Espíritu Santo viene de aquello
unum sunt, id est ex Deo, est Spíritus en lo que el Padre y el Hijo son uno,
Sanctus, non ex eo unde alii sunt ab es decir, de Dios, no de aquello por
invicem... Et quoniam Pater non est lo que se diferencian el uno del otro...
prior aut posterior Filio, aut maior Y dado que el Padre no es anterior ni
aut minor, nec alter magis aut minus posterior al Hijo, ni mayor o menor,
est deus quam alter, non est Spiritus ni el uno más o menos Dios que el
Sanctus prius de Patre quam de Fi- otro, el Espíritu Santo no es priorita-
lio» *. riamente del Padre.»
«Si ergo dicitur quod Spiritus Sanc- «Si, por consiguiente, se dice que
tus principaliter sit a Patre, non aliud el Espíritu Santo viene principalmente
significatur, quam quía ipse Filius de del Padre, no quiere decir otra cosa
quo est Spiritus Sanctus, habet hoc que el Hijo mismo, del que procede
ipsum ut Spiritus Sanctus sit de illo,. el Espíritu, tiene del Padre el que el
a Patre» (ibid., p. 156). Espíritu Santo proceda de él,
10. De Proc. Sp. S., <. 2, p. 104 de la ed. cast. Sentimos sorpresa al compro-
bar que Anselmo no explica cómo se aplica esta afirmación, o cómo no se apli-
ca, al Padre. Es que no tiene presente ni apunta a la monarquía del Padre;
piensa en la divinidad. En ésta, el Padre no es tal más que cuando se enuncia al
Hijo, y por su relación de genitor a genitus.
11. Cf. Mon., c. 54, p. 66: «non ex eo procedit in quo plures sunt pater
et filius, sed ex eo in quo unum sunt. Nam non ex relationibus suis quae plures
sunt... sed ex ipsa sua essentia quac pluralitatem non admittit, emittunt pater et
filius pariter tantum bonum»; De Proc. Sp. S., Cc. 2, p. 94: non est Filius aut
Spiritus Sanctus de Patre, nisi de Patris essentia.» Y cf. infra, p. 546, n. 32 y
p. 559.
12. DeProc. Sp. S., c. 14, p. 152. Cf. c. 9, p. 128.
537
Etapas y formas
538
San Anselmo
15. Cf. por ejemplo, De Processione Sp. S., c. 1, p. 178, 1. 13s; 179, 15s;
180, 15s (de la ed. crítica francesa), etc. Incesantemente encontramos nascens,
nascendo para el Verbo-Hijo; procedens, procedendo, para el Espíritu: así, p.
179, 12s; p. 185, 3s: «habent utique a Patre esse Filius et Spiritus Sanctus, sed
diverso modo: quia alter nascendo, alter procedendo.»
539
OAO
Etapas y formas
540
RS
:
Ricardo de San Víctor
F. Guimet, Notes en marge d'un texte de R. de S.-V., «Arch. Hist. doctr. litt.
M.A.», 14 (1943-45) 361-394; id., «Caritas ordinata» et «amor discretus» dans
la théologie trinitaire de R. de S.-V., «Rev. M.A. latin», 4 (1948) 225-236; G.
Dumeige, Richard de Saint-Victor et V'idée chrétienne de l'amour («Bibl. de Philos.
contemp.»), París 1952, (bibliografía de 101 números).
3. M.Th. d'Alverny, Achard de Saint-Victor. De Trinitate, de unitate et plura-
litate creaturarum, «Rech. Th. Anc. Mén.», 21 (1954) 299-306; J. Ribaillier, De
Trinitate, p. 27-33; J. Chatillon, Théologie et spiritualité dans l'oeuvre oratoire
d'A. de S.-V., París 1969.
4. De Trinit., 1, 11 y 20; V, 3.
S. De Trinit., 1, 2: trad. Salet, p. 169. Hay una cita implícita de san
Gregorio: «Minus quam inter duos caritas haberi non potest. Nemo enim proprie
ad semetipsum habere caritatem dicitur, sed dilectio in alterum tendit ut caritas
541
Etapas y formas
La caridad soberana debe ser perfecta en todos sus aspectos. Y para ser
soberanamente perfecta, tiene que ser de tal intensidad que ésta no pueda aumen-
tar, de tal calidad que no pueda darse otra mejor (...) Pero, en la caridad ver-
dadera, la excelencia suprema parece residir en querer que otro sea amado como
lo es uno mismo (...) La prueba de la caridad consumada es el deseo de que
sea comunicado el afecto entrañable con el que se es amado ?.
542
Ricardo de San Víctor
543
Etapas y formas
vivir y realizar el amor: sea como puramente gratuito, sea como pu-
ramente recibido y debido. Todo esto se traduce perfectamente en tér-
minos de procesión y, por consiguiente, de origen. A partir del In-
nascible, existe una procesión inmediata, la del Amor-Hijo, y una
procesión a la vez inmediata (del Padre) y mediata (del Hijo), la del
Codilectus, del Espíritu 2,
Del Espíritu no procede persona alguna, pero, por su mediación,
el Dios Amor es dado a los fieles y echa raíces en ellos. Y merece el
nombre de Don.
544
b) Alejandro de Hales y san Buenaventura
545
Congar, Espíritu 35
Etapas y formas
546
Alejandro de Hales y san Buenaventura
547
Etapas y formas
548
Alejandro de Hales y san Buenaventura
549
Etapas y formas
mos motivo alguno para continuar la discusión ni para preguntarnos por qué
es innascible. Porque la innascibilidad es sinónimo de primacía y ante ésta tene.
mos que detenernos. Por consiguiente, etc. — Y es lo que se dirá más adelante, al
comienzo de la distinción 29, en la frase: Pater est principium totius divinitatis
quia a nullo, y he tocado ya esta verdad en muchos pasajes.
Quod movet ad hoc dicendum. Me anima a sostener esta doctrina, en primer
lugar, la antigua afirmación de los grandes doctores, quienes afirmaron que la
innascibilidad en el Padre significa una plenitud rebosante, fontalem plenitudinem,
Y una plenitud rebosante es una plenitud que produce. Pero está bien claro que
no se atribuye la plenitud rebosante al Padre porque produce criaturas, porque éste
es un acto común a las tres personas; ni porque produce al Espíritu Santo, ya que
este acto lo comparte con el Hijo. Por consiguiente, la plenitud rebosante en el
Padre afirma la generación activa en el mismo. Si, pues, la innascibilidad es la
plenitud rebosante, es evidente que... etc.
Movet etiam communis opinio. Me anima también la opinión común que con-
sidera la innascibilidad como lo propio del Padre. Pero lo propio, y lo más
excelentemente propio del Padre, no puede ser una noción que consista en una
pura privación. Porque, desde este punto de vista, la noción de innascibilidad
conviene a la esencia y al Espíritu Santo. Por consiguiente, esta noción encierra
algo: no una realidad absoluta, porque una prioridad personal no es algo abso-
luto; ni algo relativo positivo que se refiera al productor. Por consiguiente, la
innascibilidad implica, de suyo, una referencia positiva a un término producido.
Pero, según nuestra manera de comprender, la primera manera de producir es
engendrar. Por ende, la posición de innascibilidad entraña la posición de la
generación. En consecuencia, etc.
Movet etiam verbum Hilari. Me anima también lo que dice Hilario en el
12. libro de la Trinidad, donde afirma que el Padre es el «autor» del Hijo. Es
claro que por «autor» entiende no el creador, sino el progenitor. El Padre es,
pues, progenitor al igual que es autor. Y es autor por lo que constituye la
autoridad en el Padre. Pero la autoridad suprema en el Padre tiene por razón
la innascibilidad. Por consiguiente, en razón de la innascibilidad, engendra la
hipóstasis del Padre. Éste parece ser el contenido de las palabras de Hilario
en el libro 12.2 de la Trinidad sí se profundiza en ellas. E igualmente en el li-
bro 4.*.
Movet etiam verbum Philosophi. También me anima la palabra del Filósofo.
Éste dice de los principios que son tanto más poderosos cuanto más primeros;
que la causa primera influye más que las restantes y que la causa que es
absoluta y simplemente primera goza de una soberana influencia de todas las
maneras. Si. considerando las causas entre las que existe conexión esencial,
vemos que la primacía confiere a la causa primera la influencia soberana, y
a las causas segundas una influencia proporcional a su rango esencial, habrá
que pensar de igual manera allí donde existe un orden de personas; y afirmar que
la primacía en la primera persona es la razón de que produzca las otras.
Y, como la innascibilidad dice primacía, significa la plenitud rebosante respecto
de toda producción personal. Tenemos una muestra de ello en la jerarquía
de los géneros. Los primeros géneros son principio de los géneros subalternos.
Los que son de tal manera los primeros que es preciso detenerse en ellos,
tienen un poder extensivo infinito, como el punto respecto de la línea, la unidad
en comparación con los números y, de igual manera, la esencia divina en
cuanto es primera respecto de las criaturas. También tal vez porque la esencia
divina es la primera omnipotente. Y, dado que toda esencia es posterior a la
esencia de las tres personas, es imposible que una persona produzca algo sin
las otras. Y aunque el poder de producir de las personas no deba extenderse
a un número infinito, como se ha demostrado antes, con todo, si se supusiera,
por un imposible, que mil personas hayan sido producidas, sería necesario que
todas procedieran inmediatamente de la persona del Padre. Porque, de la misma
550
Alejandro de Hales y san Buenaventura
551
Etapas y formas
TOMÁS DE AQUINO !
Prueba de que las personas son relativas una a la otra y están la una en
la otra.
1. Textos principales: 1 Sent., d. 3-31; C. Gentiles, YV, c. 1-28, Contra
errores Graecorum (en 1264); Q. disp. De Potentia, q. 8-10; ST, I, q. 27-43.
Estudios de conjunto: además de Th. de Régnon, Ét. de théol. pos. sur la
S. Trinité, t. UI, París 1892, H.F. Dondaine, La théologie latine de la procession
du Saint-Esprit, en «Russie et Chrétienté», 1950, p. 211-218; M.T.L. Penido,
«Cur non Spiritus Sanctus a Patre Deo genitus». S. Augustin et S, Thomas,
«Rev. Thomiste», (1930) 508-527, y Glosses sur la procession d'amour dans la
Trinité «Ephem. Théol. Lovan.», 14 (1937) 33-68 (discusiones subsiguientes: cf.
«Bull. Thomiste» [1937-39] 135-139 y 547-549); A. Malet, Personne et amour
dans la théologie trinitaire de S. Thomas («Bibl. thomiste» XXXID, París 1956;
J. Pelikan, The Doctrine of the Filioque in Thomas Áquinas and its Patristic
Antecedents. An Analysis of Summa Theologica, Part l, q. 36, en S. Thomas
Aquinas Commemorative Studies, 1, Toronto 1974, p. 315-336. Véase, finalmen-
te, supra, p. 116-120 y 145ss.
2. Tomás se explicó frecuentemente acerca de esto, por ejemplo: 1 Sent.,
d. 3, q. 1, a. 4; C. Gentiles, 1, 3 y 9; IV, 1; De Potentia, q. 9, a. 5 y 9; q. 10,
a. 1; ST, 1, q. 1, a. 8 ad 2; q. 32, a. 1; q. 45, a. 6. Cf. también Quodl., IV, 18,
«quomodo sit verum».
552
Tomás de Aquino
553
Etapas y formas
554
Tomás de Aquino
555
Etapas y formas
556
Tomás de Aquino
18. H.F. Dondaine, op. cit., t. I, p. 245, santo Tomás, 1 Sent., d. 23, a.
3 c. Y cf. A Malet, op. cit. en n. 1. :
19. Antes de la argumentación racional en C. Gent., IV, 24, después en
De Potentia, q. 10, a. 4. Véase también la segunda parte de Contra errores
Graecorum, respecto de los cuales se sabe que muchos textos de los padres
son, al menos parcialmente, inauténticos. Tomás se abstuvo de utilizarlos en
la Suma.
20. 1 Sent., d. 13, q. 1, a. 2; De Potentia, q. 10, a. 5 (muy desarrollado);
ST, I, qa. 36, a. 2; In loan., c. 15, lect. 5 $ 7. En C. Gent., IV, 25 se trata
con tal viveza el rechazo del Filioque por parte de los griegos que se pone de
manifiesto que Tomás no entró en las razones de ellos.
557
3Ns
A
4
14E
y
Etapas y formas de
Rs
“3
Pero Tomás prestará oídos más positivos que san Anselmo al tema E
del per Filium ?!, El Padre es el Auctor, el principio absoluto, del que
el Hijo recibe la facultad de «espirar» al Espíritu, El Verbo en.
gendrado por Dios Padre no es una concepción cualquiera, sino, en ESE
«y
de las hipóstasis: no llega a captar plenamente el alcance del dia tou Ye:
Hyiou de los griegos. Presiente, sin embargo, la complementariedad A
y
de las dos fórmulas **. Pero, al admitir el per Filium, Tomás, igual Y
558.
Tomás de Aquino
559
Etapas y formas
aa
ingrediente de la primera procesión y vivencia del Padre hacia el Hijo
z
y de éste hacia el Padre, Tomás acepta el tema del amor mutuo y
concibe al Espíritu Santo como lazo de los dos, nexus amborum,
amor unitivus duorum %, Quienes exponen la pneumatología bajo el
signo del amor mutuo del Padre y del Hijo citan gustosos los textos
en que Jesús habla del amor del Padre a él y de su amor al Padre *,
Esos textos apuntan al Verbo encarnado, en el que el «yo» metafísico
es el del Hijo eterno, pero en el que tenemos que reconocer una con-
560
Tomás de Aquino
S61
Congar, Espíritu 36
Etapas y formas
562
Definiciones dogmáticas y su necesaria hermenéutica
Los epígonos de los grandes doctores del siglo X111, entre los que
se encuentran y abundan los espíritus vigorosos, han elaborado y dis-
cutido las grandes cuestiones de la teología trinitaria utilizando de
manera intempestiva conceptos filosóficos y razonamientos de pata de
banco. M. Schmaus ha analizado, y editado en parte, esta literatura
sobreabundante donde se tratan estas cuestiones sublimes con una
confianza intrépida en las posibilidades de la razón teológica: el Pa-
dre, ¿engendra porque es Padre o es Padre porque engendra? Las dos
procesiones de generación y espiración, ¿se distinguen por su término
o por su principio? Si el Padre y el Hijo se aman por el Espíritu
Santo, este «por el Espíritu» ¿puede ser considerado como un «efecto
formal»? ¿Cuál es el principio quo (instrumental) de la espiración?
¿Cuál es la diferencia entre generación y espiración? ¿Se distinguiría
el Espíritu del Hijo por una propiedad absoluta si aquél no proce-
diera de éste? % A finales del siglo XI y comienzos del xiv se bosque-
jan dos tradiciones, dos escuelas; una en la línea de santo Tomás, la
otra sigue los pasos de Enrique de Gante y de Duns Escoto, de Bue-
naventura y, remontando, de Ricardo de San Víctor.
DEFINICIONES DOGMÁTICAS EN
PNEUMATOLOGÍA
SU NECESARIA HERMENÉUTICA
39. M. Schmaus, Der Liber Propugnatorius des Thomas Anglicus und die
Lehrunterschiede zwischen Thomas von Aquin und Duns Scotus. 1. Die trini-
tarischen Lehrdifferenzen («Beitr. z. Gesch. d. Phil. u. Theol. d. M. A.», 29),
Miinster 1930, XXVII-666 y 1V-334 páginas.
563
E
Etapas y formas
1. H.B. Swete, The Holy Spirit in the Ancient Church, Londres 1912, p. 151- ¿
159. A. De Halleux (art. cit., n. 3, p. 9) escribe, refiriéndose a los estudios de E
G. Kretschmar: «constatamos aún, en pleno siglo rv, un claro desequilibrio ??
entre la experiencia espontánea, carismática o sacramental del Espíritu Santo
É
7
:
d como persona y como don divino y cristológico, por una parte, y la pneumato- z
logía refleja, por la otra...».
2. B. Capelle, traduce «procede»; La procession du Saint-Esprit d'apres la
liturgie grecque de S. Basile, «L'Orient syrien», 7 (1962) 69-76, Lo hemos criti-
a
l
cado. Según B.C. el texto es de Basilio mismo.
| 3. DSch 150; G.L. Dossetti, 11 simbolo di Nicea e di Constantinopoli, edizione
critica, Roma 1967; A.M. Ritter, Das Konzil von Kontantinopel und sein Symbol...
Gotinga 1965; J. Ortiz de Urbina, Nicée et Constantinople («Hist. des Conciles
oecum.» 1), París 1963; A. de Halleux, La procession de l'Esprit Saint dans le
symbole de Constantinople, «Rev. théol. de Louvain», 10 (1979) 5-39.
4. Podemos ver una señal de ello en que ha mantenido el participio pre-
sente, ekporeuomenon, en vez de utilizar el aoristo, como el gennethenta que
po, afecta al Hijo, lo que habría acentuado la eternidad de la ekporeusis: A. de
qe HMalleux, p. 34-35.
|e 5. J. Ortiz de Urbina, op. cit., p. 223-240,
564
Definiciones dogmáticas y su necesaria hermenéutica
S65
Etapas y formas
que la
De esta manera, el santo padre tomaba nota oficialmente de
«recepción» de la unión de Lyón había fracasado en Oriente.
en
En Lyón, el 6 de junio de 1274, el gran logoteta había leído,
r Miguel virf, una profesión de fe enviada por
nombre del emperado
el papa reconociendo la procesión del Espíritu Santo «ex Patre Filio-
o
que» 13, En su sesión vi, el 17 de julio, el concilio había expresad
la doctrina católica: «El Espíritu Santo procede etername nte del Padre
y del Hijo, no como de dos principios, sino como de un único prin-
cipio, no por dos espiraciones, sino por una única espiración» '.
En Lyón no tuvo lugar discusión alguna. El emperador de Bizan-
cio estaba bien representado, pero no puede decirse que' la Iglesia
griega lo estuvo verdaderamente. Como veremos, en Florencia, la
situación será bien distinta. Florencia merece el título de concilio
ecuménico. De hecho, ha sido contado, frecuentemente, como el oc-
tavo (cf. m. 11). La unión realizada, cuyo texto presentamos en otro
lugar y en la que reconocemos, a la vez, la seriedad y los límites, fue
denunciada en Oriente ?. El texto de Florencia no es ya, pues, un
trazo de unión entre las dos partes de la Iglesia. No obstante, sirvió
de base a alguna unión posterior, como la de Brest, preparada por
una larga profesión de fe redactada en 1575%.
Tratando, no de Florencia, sino de los concilios celebrados y acep-
tados en Occidente desde el siglo XI, el padre Bouyer añadía:
No es menos verdadero que sus decisiones, incluso cuando pueden ser con-
sideradas como infalibles y, por consiguiente, irreformables, por el hecho de
haber sido tomadas en ausencia de una considerable porción del episcopado,
porción que habría representado una tradición teológica de las más venerables, .
el
pueden exigir complementos ulteriores que no habrían sido necesarios en
caso de un concilio ecuménico en el sentido más antiguo y verdaderamente
pleno de la palabra.
(...) A lo sumo, los occidentales podrían pedir que la obra de estos concilios
sea aceptada por Oriente provisionalmente con una postura favorable, como
de
un elemento positivo esencial para una colaboración más amplia y profunda
a Oriente
las cuestiones en litigio. Simultáneamente, Occidente debería ofrecer
esta
la misma consideración hacia los concilios y decisiones dogmáticas que
otra parte de la Iglesia juzga unánimemente como igualmente importantes.
566
Definiciones dogmáticas y su necesaria hermenéutica
17. Así, el «principaliter a Patre». Por su lado, los orientales pueden re-
conocer que el símbolo no logra expresar la relación del Espíritu con el Hijo.
18. Así el principio anselmiano proclamado sólo en el «decreto pro Tacobitis»
(supra, n. 15).
567
YI
REFLEXIONES TEOLÓGICAS
Padres griegos
568
Padres griegos
569
Reflexiones teológicas
Occidente latino ú
h
E
ya, y volveremos a repetirlo, que este principaliter debería suponer 'j
le:
una diferencia de vocabulario en la afirmación de la procesión del
|
Espíritu «del Padre y del Hijo como de un único principio». El res- E
$Ñ
peto y afecto que sentimos por san Anselmo nos lleva a lamentar 5
Po
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E£
la poca estima que tuvo del principaliter. vá
570
Occidente latino
Einfluss Augustins in der Theologie und Christologie des VIH. und IX. Jahrhun-
derts, Halle 1913, p. 56.
24. In vigilia Nativitatis sermo, 4, 9 (PL 183, 104 D).
25. Enigma fidei : PL 180, 430 D - 431 A, 435 D, 439 B. Cf. J.M. Déchanet,
Guillaume de Saint-Thierry. L'homme et son oeuvre, Brujas-París 1942, p. 99-110.
26. De tribus appropriatis : PL 196, 992; Ribaillier, Opusc. théol., 1967,
p. 134,
27. De divinis nominibus, YI, 7 (PG 3, 645 B). Cf. IM, 5, col. 641 D: «mone
de pege tes hyperousiou theotetos ho Pater.»
28. Cf. F. Ruello, Le commentaire inédit de S. Albert le Grand sur les
Noms divins. Présentation et apercus de théologie trinitaire, «Traditio», 12 (1956)
231-314; Posteriormente, este comentario ha sido editado por P. Simon : S. Alberti
Magni Operum omnium, tomus XXXVII, pars I, Miinster 1972, El comentario
del pasaje citado en la n. precedente se encuentra p. 82s; es de lo más «esco-
lástico».
29. Cf. O. González, Misterio trinitario y existencia humana. Estudio hist.
teol. en torno a san Buenaventura, Madrid 1966; A. de Villalmonte, El Padre,
plenitud fontal de la deidad, en S. Bonaventura 1274-1974, Grottaferrata, Roma
1974, t. IV, p. 221-242; ya Th. de Régnon, Ét. de théol. positive sur la S. Trinité,
t. IL, París 1892, p. 435-568.
30. A. de Villalmonte, influjo de los padres griegos en la doctrina trinitaria
de S. Buenaventura, en XIII Semana Española de Teología, Madrid 1954, p.
553.577.
31. Cf. I Sent., d. 27, p. 1, q. 2 ad 3 (ed. Quaracchi I, p. 470-72); d. 28
(p. 495-505); 11 Sent., proem (II, p. 2-3); Breviloquium, p. 1, c. 3 (V, p. 212).
S71
Reflexiones teológicas
32, I Sent., d. 29, dub. 1 (1, p. 517); Brevil., loc. cit.: «Cum enim proprium
sit Patris esse innascibilem sive ingenitum... innascibilitas in Patre ponit fontalem
plenitudinem.» Buenaventura se refiere a Hilario y a los griegos. :
33, Referencias en A. de Villalmonte, art. cit., n. 28, p. 236, n. 26. La
fórmula proviene de Aristóteles, Post. Anal., Il, c. 2.
34. I Sent., d. 2, q. 2, concl. (1, p. 54) y A. de Villalmonte, p. 231, n. 21.
35, Regulae theol.: reg. 3 (PL 210, 625) y 53-54 (647).
36. In I Sent., d. 12, a. 5 (Borgnet XXV, p. 359); y cf. a. 6 (p. 361). Apli-
cación a la procesión del Espíritu a Filio: d: 13, a. 6 (p. 379).
37. I Sent., d. 29, q. 1, a. 1, sol. fin: nomen auctoris addit super rationem
principii hoc quod non est esse ab aliquo; et ideo solus Pater auctor dicitur, quam-
vis etiam Filius principium dicatur notionaliter.» Cf. d. 12, q. 1, a. 2 ad 3; a.
3 ad 1; ST, Il, q. 21, a. 3; «ut ostenderet Patrem suum esse auctorem a quo
et aeternaliter processit...» Y también De Potentia, q. 10, a. 1 ad 9 y ad 17.
38. ST, I, q. 36, a. 4 ad 7. Hilario, De Trinitate, 1 (PL 10, 69), pero, en
este texto, se trata del testimonio del Padre y del Hijo, que se traduce en la
confesión de fe bautismal, no de la procesión intradivina.
$72
Occidente latino
573
Reflexiones teológicas
ser de otro), sino positivamente, tener de qué dar el ser a otro. El tér-
mino es negativo sólo aparentemente. Tomás es sensible a lo que se
expresa así de real en cuanto al misterio del Padre, pero prefiere ha-
blar de este misterio respetando el rigor de los conceptos, que son
los medios, a la vez indigentes y válidos, de nuestra palabra sobre Dios.
Anteriormente, Cirilo de Alejandría y Agustín habían señalado que
«no engendrado» y 'Padre no pueden ser considerados como sinóni-
mos %,
Detenemos aquí nuestra investigación y nos contentaremos con
reproducir algunas líneas de L. Cognet respecto de Bérulle (+ 1629):
«Para Bérulle, el Padre es esencialmente principio en la vida trinita-
ria. Volverá insistentemente sobre esta idea, incluso fuera de Gran-
deurs de Jésus. Ve en él la “fuente de la divinidad” []. La idea está
representada abundantemente a lo largo de toda la patrística, espe-
cialmente griega; pero Bérulle pudo recordar aquí la enseñanza de
su maestro en la Sorbona, Philippe de Gamaches, quien llamaba al
Padre “fons et origo divinitatis” []. Bérulle caracteriza, igualmente,
esta función calificándola de “deidad fontal” [”%], expresión que atri-
buye al Pseudo-Dionisio. Efectivamente, en su traducción del corpus
dionisiano, dom Goulu habla de “deidad fontal y original” [*] y estos
términos inspiraron, tal vez, a Bérulle. En otras partes, hablará, uti-
lizando un pleonasmo bastante curioso, de “fuente fontal de la divi-
nidad” [”?]» 7.
574
Occidente latino
48. Enar. in Ps., 101, sermo 2, 10 (PL 37, 1311); in Ps., 134, 4 y 6 (37,
1341-43); Sermo 6, 4 y 5 (38, 61); sermo 7, 7 (col. 66).
49. Remitimos a un artículo ya citado: «Dum visibiliter Deum cognoscimus»,
en «La Maison-Dieu», 59 (1959/3) 132-161; reimpreso en Les voies du Dieu
vivant, París 1962, p. 79-107.
50. Ex 34,6. Cf. Sal 86,15; 103,8; 145,8; Jl 2,13; Neh 9,17; Jon 4,2.
575
Reflexiones teológicas
576
Occidente latino
$17
Congar, Espíritu 37
Reflexiones teológicas
MEDITACIÓN TEOLÓGICA
SOBRE LA TERCERA PERSONA
578
Meditación teológica
$79
Reflexiones teológicas
£l (Cristo) ordenó bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, es decir, confesando el Autor, el Hijo único y el Don (Doni). Uno sólo
es el autor de todo. Porque no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien
vienen todas las cosas, y un solo Hijo único, nuestro señor Jesucristo, por quien
Régnon, Études sur la Sainte Trinité, t. YV, p. 475 (p. 466-498, trata del Espíritu
Santo como donación).
8. San Cirilo de Jerusalén, Cat., XVI, 24 : PG 33, 953.
9. San Atanasio, Troisieme lettre 4 Sérapion, 5 (PG 26, 633), SChr 15, p. 171.
Cf. san Basilio, PG 32, 133 C.
10. Cohortatio ad Graecos, 32 : PG 6, 300,
11. Adv. Haer., UM, 17, 2 (PG 7, 930; Harvey ll, 93; Sagnard, p. 306 y 307).
12, Lettres a Sérapion 1, 20 (PG 26, 580), SChr 15, p. 119-120 (trad. J. Lebon).
13. Dialogues sur la Trinité, WI (PG 75, 844), SChr 237.
14. Traité du S. Esprit., ch. XXV, 58 (PG 32, 173 AB), SChr 17, p. 218.
15. Ed. B. Ch. Mercier, Patr. Or., XXVI/2, París 1946, p. 198-99,
580
Meditación teológica
son todas las cosas, y un solo Espíritu, el Don, en todas las cosas. De esta
manera, todos están ordenados según sus virtudes y sus méritos: un solo poder
de donde vienen todas las cosas, un solo Hijo por quien vienen todas las cosas,
un solo Don (munus) de la esperanza perfecta. Nada falta a una perfección tan
consumada, en cuyo interior existe, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la
infinitud en lo eterno, la belleza en la imagen, la puesta en práctica y gozo en
el Don (usus in munere) '.
San Agustín cita las últimas líneas de este texto y explica sus tér-
minos: De Trin. VI, 10, 11. Hace que expresen no la lógica de la
economía, sino un proceso intratrinitario: «El inefable abrazo (com-
plexus) del Padre y de la Imagen no carece de fruición (perfruitione),
de caridad, de gozo. Esta dilección, este placer, esta felicidad o dicha,
si es posible que un término humano pueda expresarlo dignamente,
Hilario la llamó de manera concisa “goce” (usus) y es, en la Trinidad,
el Espíritu Santo. No engendrado, es la suavidad del que genera y
del engendrado, que se difunde por todas las criaturas con infinita
liberalidad y abundancia, según su capacidad, de manera que las cria-
turas puedan tener su rango respectivo y ocupen el lugar que les co-
rresponde.»
Muy pronto, desde el De vera religione, Agustín hizo del Donum
o Munus un nombre propio del Espíritu Santo 1”. Es nombre perso-
nal porque lo es relativo; y no solamente relativo a las criaturas que
se benefician, caso que se da libremente y sólo en el tiempo, sino
relativo a «Donador» *, El Donador es aquel que envía al Espíritu
Santo, siendo idénticos misión y don: son el Padre y el Hijo. Lo
son eternamente. Ambos envían al Espíritu Santo en el tiempo, pero
el Espíritu procede eternamente de los dos como su Espíritu común,
su amor, su comunión substancial.
De esta manera, se nos da Dios mismo hipostasiado en don en
el Espíritu Santo: «ipse (Spiritus) proprie sic est Deus ut dicatur
16. De Trinitate, 1, 1 : PL 10, S1. Cf. también II, 29 (col. 70 A). La tra-
ducción de usus reviste gran dificultad. Otros pasajes de la obra de san Hilario
demuestran que incluye la acogida que hacemos del don, la utilidad que es o
puede ser para nosotros Dios dado en el Espíritu Santo: cf. De Trinitate, IN,
33-35 (PL 10, 73-75). Sobre el sentido del texto de Hilario, cf. P. Smulders,
La doctrine trinitaire de S. Hilaire de Poitiers («Anal. Greg.» 32)), Roma 1944,
p. 270-278. Sobre el concepto que Agustín tuvo de usus, cf. O. du Roy, L'intelli-
gence de la foi en la Trinité selon S. Augustin..., París 1966, p. 320-322. En p.
320, n. 3, Du Roy cita a san Ambrosio, «sanctificatio autem Spiritus donum
munusque divinum sit» (De Spiritu S., 1, 7, 83), pero señala que Ambrosio jamás
hace de ello un título o nombre del Espíritu.
17. Véase los textos en F. Cavallera, La doctrine de S. Augustin sur L'Esprit
Saint..., «Rech. théol. Anc. Méd.», 2 (1930) 368-370. Con el paso del tiempo,
donum suplanta a munus. Cuando se trata de la misión del E. S., Agustín dice
frecuentemente datio: J.L. Maier, Les missions divines selon S. Augustin («Para-
dosis», XVI), Friburgo 1960, p. 168.
18. De Trinit., V, 11, 12 y 15, 16; y cf. supra, p. 110-111. Teología que tomó
ad verbum el xv1 concilio de Toledo, mayo de 693, cf. DSch 570.
581
Reflexiones teológicas
etiam Dei donum» *?. Dios no se contenta con darnos algo que no
sea él mismo”. Partiendo de aquí, Agustín desarrolla una doctrina
de una grandiosidad y profundidad sublimes. Amamos a Dios, nos
amamos mutuamente, la Iglesia cuerpo de Cristo es una por aquel
que, en Dios, es amor y comunión ?!, Nos hacemos plenamente feli-
ces, alcanzamos la plenitud de nuestro ser, gozando de Dios, frui
Deo, por la misma realidad de la que, hablando de la vida intradivina
en el texto del De Trin., VI, 11,12 —que hemos citado anterior-
mente —, decía Agustín: «Esta dilección, este placer, esta felicidad
o dicha.» En nuestra condición presente tenemos el Espíritu sólo en
arras. Se. nos comunica el don como «prenda, pignus» ?.
Pedro Lombardo (Sent., 1, d. 18) y los clásicos de nuestra teolo-
gía volvieron al tema bíblico y agustianiano del Espíritu Santo como
Don. En la Suma, Tomás de Aquino da preferencia a dos nombres
propios de la tercera Persona: Amor (I, q. 37) y Don (q. 38) 2,
|
sible, nuestra propia concepción del misterio del Espíritu, Don ab-
soluto. Que él se digne iluminarnos, sostenernos, guiarnos en esta em-
presa ya que sólo él escruta las profundidades de Dios (1Cor 2,11).
1. Los Padres griegos repiten incesantemente la fórmula «del
Padre por el Hijo en el Espíritu, ek Patros, di' Hyiou, en Pneumati».
Es el enunciado de un dinamismo en el que el Espíritu es aquel en P
582
Meditación teológica
habla del Padre y del Hijo %; Ef 4,6 aplicado al Padre que está por
encima de todos, al Hijo por quien todo es, al Espíritu que está en
todos %,
Frecuentemente, estos textos aparecen fusionados y explotados en
una doxología de tipo litúrgico; así, frecuentemente, en san Agustín
o en este canon del concilio 11 de Constantinopla (5.2 ecuménico, en
el 553): «Uno solo es Dios y Padre de quien son todas las cosas; y
un solo Señor Jesucristo, por quien son todas las cosas; y un solo
Espíritu Santo, en quien son todas las cosas» 7,
Se trata de un orden económico, pero que traduce el de la Trini-
dad inmanente. Según este orden, el Espíritu es aquel por quien se
consuma la comunicación de Dios. Económicamente, se le atribuyen
la santificación, el perfeccionamiento 2%. En la Tri-unidad de Dios, él
es la consumación, telos, teleiosis. Citamos a los padres griegos por-
que este atributo cuadra perfectamente con su esquema lineal, pero
el tema agustiniano del Espíritu como vínculo de amor del Padre y
del Hijo encierra el mismo valor. El Padre y el Hijo reposan y sellan
25. Frecuentemente ligado a Rom 11,36 (así Agustín, Tr., I, 6, 12) o fusionado
con él. Para Orígenes, cf. la n. 1 de la p. 252, en la traducción del Com. sur
S. Jean, por Cécile Blanc, SChr 120, 1966. Para Cirilo de Alejandría, cf. las p.
T4ss de la introducción de G.M. de Durand a sus Dialogues sur la Trinité, 1,
SChr 250 (1976).
26. Cf. San Ireneo, Adv. Haer., V, 18, 1 (PG 7, 1173; SChr 153, p. 374);
Demonstr. apost., 5; san Hilario, De Trin., V, «unus est enim Deus Pater, ex
quo omnia; et unus unigenitus Dominus noster Jesus Christus, per quem omnia; et
unus Spiritus, donum in omnibus» (PL 10, 51); san Atanasio citado infra, n. 28.
27. DSch 421; O. du Roy, op. cit., p. 484, empalmando con la confesión de
fe de Justiniano, en 551-553 (Mansi IX, 540).
28. Atanasio, Cartas a Serapión, 1, 14, «única es la gracia que (viniendo) del
Padre por el Hijo se consuma en el Espíritu Santo (en Pneumati hagio plerou-
mene); única es la divinidad y sólo existe un Dios que está sobre todo y a través
de todo y en todo» (PG 26, 565 B; SChr 15, p. 107-108); Basilio, Traité du
S. Esprit, XVI, 38 (PG 32, 136 B), SChr 17, p. 175; Gregorio Nazianceno, Ora-
tio 34, 8, el Padre es aitios, el Hijo demiourgos, el Espíritu telepoios (PG 36,
249 A). Hemos visto que Basilio y Gregorio Nazianceno hacen de «que santifica»
la propiedad característica (gnoristike idiotes) de la tercera persona. Gregorio de
Nisa, Quod non sint tres dii, «toda acción sale del Padre, progresa por el Hijo,
se termina en el E. S. (en to Pneumato hagio teleioutaij» (PG 45, 129); Dídimo
el Ciego, bajo el nombre de Basilio, C. Eunom., V, teleiourgon (PG 29, 728);
Juan Damasceno, De fide orth., 1, 12, se da al E. S. la telesiourgike dynamis
(PG 94, 136).
29. Th. de Régnon (t. IV, p. 120) nos ofrece una documentación significativa:
Basilio, Traité du S. E., XVII, 45, «el E. S. se relaciona por el Hijo “uno” al
Padre “uno” y por él mismo consuma la bienaventurada Trinidad, di 'heautou
sympleroun ten polyhumneton kai makarián Triada» (PG 32, 152 A), SChr 17,
p. 194; Gregorio Nazianceno, Oratio 31 (theol. V), 4, «¿Qué clase de divinidad
es si no está completa?... Le falta algo si no tiene la santidad. Y ¿cómo la ten-
dría si careciera del Espíritu Santo?» (PG 36, 137 A; SChr 250, p. 283); Cirilo
de Alejandría, Thesaurus, «El E. S. es el complemento de la Trinidad, symple-
roma... completando la Santa Trinidad, symplerotikon tes hagias Triados» (PG
75, 608). Véase, finalmente, santo Tomás, C. er. Graec., 11, 30.
583
Reflexiones teológicas
narcisista como ideal de la perfección, sino que descarta con igual fuerza el
«cara a cara» autosuficiente. Sugiere una vida en la que existe una comunión
diferenciada y abierta. El Espíritu rompe la posible suficiencia del «cara a cara» A
O
584
Meditación teológica
34. W. Kasper (y G. Sauter), Kirche, Ort des Geistes, Friburgo 1976, p. 34.
35. «Das Pneuma ist das Ausser-Sich-Sein Gottes»: H. Miihlen, Morgen
wird Einheit sein, Paderborn :1974, p. 128; id., Die Erneuerung des christlichen
Glaubens. Charisma-Geist-Befreiung, Munich 1974, p. 186.
36. Cf. supra, p. 574, n. 48.
585
Reflexiones teológicas
Nosotros, los hombres, llevamos al Santísimo en vaso frágil de arcilla, pero tú,
Espíritu Santo, cuando habitas en un hombre, habitas en algo que es infinita-
mente inferior: tú, espíritu de santidad, habitas en la impureza y en la deshonra;
tú, espíritu de sabiduría, habitas en la necedad; tú, espíritu de verdad, habitas
en la mentira.
¡Oh! Habita en mí de manera permanente.
Y tú, que no buscas las comodidades de una mansión deseable que busca-
rías en vano, tú que creas y regeneras y haces tú mismo tu morada, ¡habita en
mí para que, un día, termines por complacerte en esa morada que tú mismo te
has preparado en las deshonras, en las ignominias, en los engaños de mi co-
razón *.
586
EA
ari
Meditación teológica
42. Idea de Bérulle, Grignion de Montfort, etc. (cf. supra, p. 172). Y cf.
A. Stolz, De SS. Trinitate, Herder, 1941, p. 88ss; Anthropologia, p. “11.
587
Reflexiones teológicas
588
AE
A
Maternidad de Dios y feminidad del Espíritu
Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los
llamaba yo, más se alejaban de mí; sacrificaban a los baales... Yo enseñé a
Efraím a andar, los llevé en mis brazos; mas no comprendieron que yo cuidaba
de elos. Con ataduras humanas los atraje, con lazos de amor (...) ¿Cómo podré
yo abandonarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? (...) Mi corazón se conmueve
dentro de mí a la vez que mi compasión se excita (Os 11, 1-4,8),
¿Es un hijo tan querido para mí Efraím o niño de tal predilección que
cuantas veces trato de amenazarle, me enternece su memoria? Por eso conmueven
por él mis entrañas y por él desborda mi ternura (rahem) (Jer 31,20).
589
Reflexiones teológicas
590
Maternidad de Dios y feminidad del Espíritu
591
Reflexiones teológicas
jandría, por Orígenes, por san Jerónimo? En las citas de san Je-
rónimo, se trata de la venida del Espíritu sobre Jesús en el momento
de su bautismo, con la frase: «Tú eres mi hijo predilecto.» En las
Odas de Salomón, nacidas en Siria, la Paloma-Espíritu es comparada
con la madre de Cristo, que da la leche como las mamas de Dios.
Finalmente, en el cuadro del ebionismo judeocristiano, Elxai ve, en
una visión, un ángel inmenso que le da un libro: «Estaba acompa-
ñado por un ser femenino cuyas dimensiones eran igualmente las que
hemos dicho. El ser masculino era el Hijo de Dios y el ser femenino
se llamaba el Espíritu Santo»*!. La liturgia siria compara al Espí-
ritu con una madre misericordiosa; y Afraates, sirio que escribe en
persa hacia los años 336-345, dice que «el hombre que no se casa
respeta a Dios su padre y al Espíritu Santo, su madre; y no tiene
otro amor»?*, R, Murray cita estas palabras de las homilías de Ma-
cario: los hombres, después de la caída, «no miran hacia el verda-
dero Padre celeste o a la buena y dulce Madre, la gracia del Espí-
ritu, ni al suave Hermano, el Señor» %,
En Metodio de Filipos (de Olimpo, + hacia el 312) encontramos
si no una especulación, al menos una intuición profunda, a pesar
de algunos aspectos soprendentes 1% Como ha demostrado el padre
Orbe, Metodio no recibió su idea de los gnósticos, sino de una tra-
dición antigua y común. Ésta interpretaba la historia de la formación
de Eva refiriéndose a Cristo y a la Iglesia %. Dios sacó a Eva del
costado de Adán y se la dio como esposa. Del pecho o del costado
del Logos salió, en la cruz, el Espíritu de verdad (Jn 16,13), el Espí-
ritu septiforme (Is 11,2) para formar la Iglesia, su esposa. Esta Igle-
sia es la vida y la unidad del Espíritu, especialmente en las almas
purificadas, las vírgenes, que son esposas por excelencia. Cristo, nue-
592
Maternidad de Dios y feminidad del Espíritu
21. M.J. Scheeben, Mysterien des Christentums (1865): citamos la trad. cast.,
Los misterios del cristianismo, Herder, Barcelona *1964, p. 195-203 (primer apén-
dice después del $ 31). Véase también Dogmatique, trad. fr. de P. Bélet, t. Il,
París 1880, n.* 1019ss (p. 685ss) y t. III, 1881, n.” 375 (p. 241ss) y 445ss (p. 29658).
22. Son, por orden cronológico, Metodio, que pone el hijo entre Adán y
Eva (PG 44, 1329 CD); san Efrén (+ 373), Diatessaron, C. X1X, $ 15 (Patrol. Syr.,
145, p. 199); san Gregorio Nazianceno, (cf. infra), Procopio de Gaza (it h. 529),
Com. in Genesim, 1, 26 (PG 87, 125); Anastasio de Antioquía (mitad siglo vi),
Oratio, 1, c. 13 (PG 89, 1318 BD); Anastasio el Sinaíta (mitad siglo vin), Hexae-
meron, lib. X (PG 89, 1059 AB).
23. Gregorio Nazianceno, Oratio 31 (theol. V), 11: PG 36, 144s.
24. De Duabus Christi voluntatibus, 18, 30 (PG 95, 167).
593
Congar, Espíritu 38
Reflexiones teológicas
594
rÓN
oz
Maternidad de Dios y feminidad del Espíritu
Adán Cristo
pra
Eva Telesia-Espíritu
595
Reflexiones teológicas
596
Maternidad de Dios y feminidad del Espiritu
bre (Banquete, 3,8). Por la lanzada en la cruz y (p. 400) por pente-
costés — de donde nace la Iglesia— el Logos hecho hombre ha reci-
bido su interlocutor, la Iglesia nueva Eva, el Espíritu en una existen-
cia humana. La mujer es el gran símbolo de la respuesta de amor
dada a Dios; respuesta que, en Dios mismo, es el Espíritu Santo.
2. Willi Moll ha propuesto fundamentar el carácter propio de la
persona masculina en la paternidad de la primera persona divina.
El de la mujer se relacionaría con el Espíritu Santo que despliega su
propiedad de ser el Amor en las tres situaciones o tareas de la mujer
considerada como virgen (tarea de acogida, receptiva) esposa (fun-
ción de unión, el Espíritu es la gran «y» de Dios, la cópula, lo que
une), madre (la tarea de comunicar la vida)%%, Estos rasgos, realiza-
dos por María de manera excelsa, ¿dan pie para una teología del
Espíritu Santo y de la feminidad en Dios? Es cierto que la tradi-
ción le reconoce una cierta función maternal.
Gén 1,2 nos presenta al Espíritu, al ruah de Dios como empo-
llando, de alguna manera, el huevo del mundo en gestación %. Al
principio de la segunda creación, aparece, igualmente, como realizan-
do los designios de Dios maternalmente: generación del Verbo-Hijo
en nuestra humanidad (Lc 1,35), en su función mesiánica (la paloma
viene sobre Jesús cuando la voz paterna dice: «Tú eres mi Hijo») %,
en su nuevo nacimiento, por su resurrección y glorificación, a la con-
dición de una humanidad de Hijo de Dios (Rom 1,4 en relación con
Act 13,33; Flp 2,6-11; Heb 5,5). El Espíritu ha ejercido y ejerce in-
cesantemente en el cuerpo de Cristo y en sus miembros la materni-
dad que ejerció respecto de Cristo, nuestra cabeza. Pentecostés fue
para la Iglesía lo que la anunciación había sido para Cristo. El Es-
píritu no cesa en su tarea de formar cristianos. En un artículo del
año 1921, citado frecuentemente después, A. Lemonnyer describía
«la función maternal del Espíritu Santo en nuestra vida sobrenatu-
ral» 7. Y señalaba:
34. Willi Moll, Die Antwort der Liebe. Gedanken zum christlichen Bild der
Frau, Graz 1964; del mismo, Vater und Váterlichkeit, Graz 1962.
35. L. Bouyer, Le tróne de la Sagesse. Essai sur la signification du culte
marial, París 1957, p. 272, da referencias de una exégesis judía del texto.
36. Mc. 1,10-11; Lc 3,22. Cf. supra, n. 15 y 20.
37. «La Vie spirituelle», 3 (1921) 241-251, reproducido en Notre vie divine,
Éd. du Cerf, 1936, p. 66-83; publicado como folleto en «Lectures chrétiennes»,
París, 3.* serie, Libr. de PArc, s. f. (1941).
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Reflexiones teológicas
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Cristología pneumatológica
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Reflexiones teológicas
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l
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Reflexiones teológicas
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Cristología pneumatológica
12. M.E. Boismard («Constituido» Hijo de Dios [Rom 1,4]), «Rev. Biblique»,
60 (1953) 5-17, demuestra que esta «constitución» de Jesús como «Hijo de Dios»
no es otra cosa que su entronización como Mesías y Dominador de las naciones.
Puede relacionarse con Rom 1,4; 1Tim 3,16, «manifestado en la carne, justificado
por el Espíritu», y 1Pe 3,18, «entregado a muerte en su carne, pero devuelto
a la vida por el Espíritu».
13. Este texto, que podría aplicarse a la encarnación (así W. Michaelis, Th-
WbNT, t. VI, p. 881), se entiende mejor de la intronización del Primogénito
(cf. Sal 89,28; Col 1,15ss); la evocación de los ángeles que se prosternan, repetida
en 2,5, sugiere la situación de Señor: cf. Ef 1,18-22; Flp 2,9-11. Cf. Heb 5,5.
14, Cf. Act 5,30-31, Pedro ante el Sanedrín: «El Dios de nuestros padres
resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándolo de una cruz. A éste
lo ha exaltado Dios a su diestra como príncipe y salvador...»
15. Cf. R. Schnackenburg, La christologie du Nouveau Testament, en Mys-
terium Salutis, t. 10, París 1974, p. 55-64 (vol. MI, t. 1, de la ed. cast., Cristian-
dad, Madrid 1971).
603
Reflexiones teológicas
664
Cristología pneumatológica
20. Algunas referencias: Orígenes, C. Celsum, VI, 79 (PG 11, 1417 D); san
Atanasio, Exp. in Ps 132 (PG 27, 524 BC); Oratio 111 contra Arianos, 22 (26,
369); san Jerónimo, Tract. in Ps 132 (ed. Morin, CCL 38, 277); san Agustín,
En. in Ps 132, 7-12 (PL 37, 1753ss); san Próspero de Aquitania, Expos. in Ps 132
(PL 51, 381-82); constantemente en la edad media.
21. Si Cristo es la cabeza, el Espíritu Santo es como el corazón del cual
la cabeza recibe el impulso y el calor de la vida. Santo Tomás, De verit., q. 29,
a. 4 ad 7; ST, IM, q. 8, a. 1 ad 3. Sobre la importancia de este dato, M. Grab-
mann, Die Lehre des hl. Thomas von Aquin von der Kirche als Gotteswerk,
Ratisbona 1903, p. 184-193,
22. Cf. Tomás de Aquino, 111 Sent., d. 13, q. 2, a. 1 ad 2; In loan. Evy.,
c. 1, lect, 10, n. 1.
23. «Jesús dice siempre “mi Padre” o “vuestro Padre”, nunca “nuestro Pa-
dre”. Porque la oración que, según la versión de Mateo, comienza con esas
palabras, no es una oración que pronuncia Jesús con sus discípulos, sino que
es una oración que les enseña»: O. Cullmann, Christologie du Nouveau Testa-
ment, Delachaux-Niestlé, 1958, p. 251. Juan reserva el nombre de hyios, a Jesús
cuando hace referencia a la relación con el Padre; a los cristianos les da el
nombre de tekna.
24. Término peculiar de los escritos joánicos: Jn 1,14.18; 3,16.18; 1Jn 4,9.
6US
Reflexiones teológicas
606
Cristología pneumatológica
27. Fórmula de Pablo en Rom 15,5; 2Cor 1,3; Ef 1,3. Citamos a L. Bouyer:
«Dios se hace hombre en el tiempo; nuestra humanidad es asumida en un
momento concreto del tiempo. Pero él la asume eternamente. Por consiguiente,
el Padre engendra a su Hijo eternamente, no sólo como destinado a encarnarse,
sino como el Verbo hecho carne» Le Fils éternel. Théologie de la Parole de
Dieu et Christologie, París 1974, p. 486).
€07
IV
UNIDAD DE FE,
DIVERSIDAD DE FORMULACIÓN TEOLÓGICA
ENTRE GRIEGOS Y LATINOS
EN LA APRECIACIÓN DE LOS DOCTORES OCCIDENTALES
668
Unidad de fe y diversidad de formulación
Tal vez se espere de mí una explicación de cómo hay que entender las diversas
fórmulas y cómo es posible alcanzar un consenso a este respecto. Algunos dicen
«tres substancias y una esencia»; otros «tres subsistencias y una substancia»;
otros, finalmente, «tres personas y una substancia o una esencia».
En este punto parece existir oposición caracterizada y contradicción absoluta
entre los latinos que afirman una sola substancia en Dios y los griegos que afir-
man tres. Lejos de nosotros, sin embargo, el pensar que sus creencias sean distin-
tas de las nuestras y que en unos u otros haya error en la fe. Es preciso recoger
la verdad única que se encierra en las fórmulas distintas (in hac ergo verborum
varietate intelligenda est veritas una); el problema consiste en que los términos
tienen significación diferente para unos y para otros 3,
609
Congar, Espíritu 39
Con vistas a un acuerdo
La controversia entre los griegos y nosotros, ¿es real o sólo verbal? En prin-
cipio, parecería que es real, ya que niegan la procesión del Espíritu que afirma-
mos nosotros. Ninguna controversia es mayor que la oposición de afirmaciones.
Hay, sin embargo, algo que delata una controversia puramente verbal: ellos ad-
miten que el Espíritu Santo es Espíritu del Hijo, es decir, a Filio. Y esto es lo
mismo que proceder del Hijo. Por consiguiente, la contradicción es sólo verbal.
Tal es nuestra conclusión. Ellos se contradicen a sí mismos cuando afirman que
el Espíritu no procede del Hijo, pero que es a Filio o del Hijo. Se equivocan al
pensar que una cosa es proceder del Hijo y otra ser a Filio. Ambas son la misma
cosa. Por consiguiente, nuestra oposición no es real, sino tan sólo de palabras.
Pero ellos se contradicen realmente *,
610
Unidad de fe y diversidad de formulación
que los griegos lo niegan. Sostiene santo Tomás que «si consideramos
la situación cuidadosamente y sopesamos las expresiones utilizadas
por los griegos, vemos que éstos difieren de nosotros en las palabras
más que en el sentido, inveniet quod a nobis magis differunt in verbis
quam in sensu» *?, En efecto, ellos profesan que el Espíritu es Espí-
ritu del Hijo, o que procede del Padre por el Hijo Y. Esta argumen-
tación será utilizada todavía por Tomás de Sutton a comienzos del
siglo XIv: «Aunque los griegos niegan explícitamente la procesión
del Espíritu Santo a Filio, la conceden implicitamenté en su antece-
dente.» En efecto, no puede existir diversidad de origen si no existe
diversidad de principio ?*,
De manera especial en los medios franciscanos, se tenía la im-
presión de que los griegos y latinos tenían, en el fondo, la misma fe
trinitaria. Se pensaba que las diferencias se daban en la construcción
y expresión teológica que hacían de esa fe. Esta línea de enjuicia-
miento, ¿derivaba de Roberto de Grosseteste, que enseñó en los fran-
ciscanos, de Oxford, a partir del año 1224 y comentó allí las obras
de Dionisio? 15 Leemos su texto en Duns Escoto. O tal vez, aunque
menos probablemente, ¿viene ese espíritu de los numerosos francis-
canos que fueron enviados a Constantinopla y a Nicea desde 1231
(especialmente Haymon de Faversham, 1234)216
Alejandro de Hales glosó las Sentencias de Pedro Lombardo en-
París, hacia el 1225. Trata en su comentario la diferencia entre grie-
gos y latinos respecto de la procesión del Espíritu Santo. A su modo
de ver, los latinos y los griegos, representados respectivamente por
san Agustín y san Juan Damasceno, a quien Alejandro cita mucho,
partieron de dos planos o momentos diferentes en las analogías crea-
das de la emisión del Verbo y del Espíritu *”. Agustín considera la
estructura interna del espíritu: de la mens procede la cogitatio oO
verbo, de donde sigue la espiración del affectus. El Damasceno con-
12. De Potentia, q. 10, a. 5 c.: artículo muy importante.
13. Espíritu del Hijo: De Potentia, q. 10, a. 5 ed 14; ST, 1, q. 36, a. 2. Y cf.
Contra errores Graecorum, YI, 1. Por el Hijo: De Potentia, q. 10, a. 4 c. fin;
ST, L, q. 36, a. 3; C. err. Gr., 1, 8.
14. Quaestiones disp., 9. Texto publicado por M. Schmaus, op. cit., p. 95.
15. Al parecer, los franciscanos deben a Roberto Grosseteste, en una nota
añadida a la Epist. de Trisagion de sam Juan Damasceno, lo que constituye la
base de su discusión con los griegos: que éstos sostienen que el Espíritu es Es-
píritu del Hijo: cf. el testimonio de Duns Escoto, Oxon., 1, d. 11, p. 1 (Opera,
ed. Vives, IX, p. 325); Grosseteste, Ms British Museum Royal 6 E. V, fol. 109
y 7 F. 2, fol. 72-73 (Roncaglia, op. cit. en n. siguiente, p. 239) u Oxford, Magdal.
cod. 192, fol. 215 (citado en la ed. de la Lectura de Escoto).
16. Cf. M. Roncaglia, Les Fréres Mineurs et V'Église grecque orthodoxe au
XII siécle (1231-1274), El Cairo 1954, El informe de Haymon de Faversham
(1234) fue publicado por el P.G. Golubovich, en «Arch. Francis. Hist.», 12 (1919)
418-470.
17. Alejandro de Hales, Glossa in quatuor Libros Sententiarum.. , Lib. 1, d.
XI, Quaracchi, 1951, p. 135ss.
611
Con vistas a un acuerdo
Algunos afirman que los griegos se hallan en el error al afirmar que el Espíritu
procede únicamente del Padre... Si están en el error por este motivo, yerran en
materia de fe. Otros se expresan de otra manera. Los doctores latinos, dicen
ellos, llegaron al conocimiento de la Trinidad por un camino y los griegos por
otro. Los primeros llegaron al conocimiento de la Trinidad partiendo de la
imagen y del vestigio de la Trinidad en la criatura. Así Agustín llegó al conoci-
miento del Padre, del Hijo y del Espíritu mediante esta tríada: el espíritu, el
conocimiento, el amor, El primero es como el Padre, el segundo como su hijo,
el tercero, el Espíritu que procede de los dos. Los latinos, al ver que el amor,
al que llaman el Espíritu interior, procede de la inteligencia como del Padre y
del conocimiento o del verbo interior, dicen que sucede de igual manera en la
Trinidad increada y que el Espíritu procede en ella de los dos. Los griegos, por
su parte, llegaron al conocimiento de la Trinidad por el intelecto, el verbo exte-
rior y el espíritu exterior. Llamo espíritu a la espiración y aspiración del aire.
Tenemos, primero, el intelecto, después el verbo y la palabra expresada en el
soplo es como el vehículo del verbo. El entendimiento forma la palabra soplando
y se manifiesta a sí mismo en la palabra soplada. Ésta es la posición del Damas-
ceno... Dice que nuestro verbo no existe sin espíritu-soplo; pero éste no viene
de la substancia del verbo. Así, teniendo presente que nuestro espíritu-soplo de-
pende únicamente sólo del entendimiento, que lo forma, los griegos sostuvieron
que sucede lo mismo en la Trinidad increada. Pensaron que el Espíritu Santo
viene del Padre sólo como de aquel que lo espira y el Verbo del mismo Padre
como de aquel que lo pronuncia, es decir, que lo engendra. Así pues, no existe
contradicción entre griegos y latinos que se expresan cada uno según su coherencia
(proportionaliter). Ésta es la solución de Alejandro y de Pagus *.
612
Unidad de fe y diversidad de formulación
Admitimos que el Espíritu Santo procede del Hijo. Y pienso que quienes
fueron sabios entre los griegos y comprendían bien no lo negaron jamás, como
aparece claramente en los textos que cita el Maestro [7 Sent., d. 11]. Pero los
que, en el momento de la añadidura al símbolo, se indignaron porque no fueron
convocados, no quisieron admitirlo, pero, en nuestra opinión, no negaban que
esto fuera verdadero. Pero personas menos cultivadas (simpliciores) que vinieron
después, al enterarse de que sus dirigentes no querían concederlo, lo negaron
pura y simplemente. De esta forma, se fue de mal en peor. La razón concreta
en que apoyaban su oposición fue que entendían la procesión como yendo de
una persona a otra (esse ab aliquo in aliquem)... etc.
(...) Pero es preciso señalar que los latinos distinguen en la proposición «Spi-
ritus Sanctus procedit a Filio». Si la preposición a significa que el Hijo tiene la
auctoritas de la procesión del Espíritu, los latinos no la admiten, como tampoco
los griegos. Pero si no significa la auctoritas, los latinos la admiten y tal vez los
griegos quisieron decir esto...
19. Alejandro de Hales, Summa theologica, lib. 1, pars I, ing. II. Tract, uni-
cus, q. 1, tit. 11, C. IV, Quaracchi 1924, p. 450. En la respuesta a la objeción 16,
Alejandro toma de nuevo la idea expresada antes distinguiendo entre verbo (y
espíritu) interiores (Agustín y los latinos), verbo exteriorizado (Damasceno y los
griegos).
20. 1 Sent., d. 11, art. un., q. 1, respuesta a la 1.2 objeción,
21. Utrum Spiritus Sanctus sit Patris et Filii ita quod ab utroque vel sit
Filii non tamen procedens a Filio, sicut volunt Graeci. Solutio editado por Ron-
caglia (p. 215) según el ms París BN lat. 14 910, De manera especial esta cues-
tión ha sido tratada íntegramente por M. Schmaus, op. cit. (n. 10), p. 281-286
(nuestro texto en p. 649).
22. In 1 Sent, d. XI, art. un., q. 1: ed. Opera, t. 1, Quaracchi 1882, p. 211s.
Este artículo fue comentado por J. Ratzinger, Offenbarung, Schrift und Ueberlie-
ferung. Ein Text des hi. Bonaventura und seine Bedeutung fiir die gegenwártige
Theologie, «Trierer Theolog. Zeitsch.», 67 (1958) 13-27.
613
Con vistas a un acuerdo
614
Unidad de fe y diversidad de formulación
Espíritu del Hijo» (De fide orth. 1, 8: PG 94, 832) y Juan Damasceno
gozaba de gran prestigio entre los doctores escolásticos. Alejandro de
Hales había explicado un texto análogo diciendo: la verdadera in-
tención del Damasceno es evitar que el Espíritu proceda del Hijo in
Patrem *. Profundamente preocupado por la concordia, pone de acuer-
do a Agustín y al Damasceno diciendo: Agustín trata de la vida in-
terna de Dios, el Damasceno se refiere a su relación con las criaturas 3.
Buenaventura es menos dado a los compromisos. Al igual que santo
Tomás, dice del Damasceno: «non est in ista parte ei assentiendum»
y añade: «tengo presente que escribió en el momento en que estalló
la disputa. No hay razón alguna para apoyarle en ésta puesto que
se comportó simplemente como griego. Con todo, supo expresarse
utilizando las matizaciones; no dijo que el Espíritu no tenga el ser del
Hijo, sino: nosotros no decimos que lo tenga. En efecto, los griegos
no confesaban esta verdad, pero tampoco la negaban» ?,
Duns Escoto defiende una postura más favorable no sólo a san
Juan Damasceno, sino a los griegos. En su Lectura sobre las Senten-
cias, obra de juventud redactada en Oxford cuando finalizaba el
siglo xt, alude ya a la nota de Roberto Grosseteste sobre Juan Da-
masceno, pero escribe: «In hac quaestione [de la procesión del Espíritu
a Filio] discordant graeci vario modo a latinis» 2, Más tarde, en la
Ordinatio Oxoniensis u Opus oxoniense dice, más discretamente: «In
ista quaestione dicuntur graeci discordare a latinis, sicut videntur
615
Con vistas a un acuerdo
Si dos sabios sensatos, uno griego y otro latino, ambos amantes de la verdad
y no preocupados de la manera partidista peculiar de presentarla, discutieran
sobre esta oposición, terminarían por darse cuenta de que tal oposición no es
real, sino puramente verbal. De lo contrario, o los griegos o nosotros somos
verdaderamente herejes. Pero, ¿quién osaría tachar de herejía a un autor como
Juan Damasceno o a santos como Basilio, Gregorio el Teólogo, Cirilo y toda
una pléyade de padres griegos? Y, de igual manera, ¿quién sería capaz de acusar
de herejía al bienaventurado Jerónimo, Agustín y Ambrosio, Hilario y latinos
cualificados? Por consiguiente, es de presumir que no exista desacuerdo bajo esas
maneras contrarias de expresarse estos padres. Existen muchas maneras de expre-
sarse, ésta y aquélla, y aquella tercera sacada de otra o bien original; y si las
comprendiéramos y distinguiéramos su multiplicidad, se haría patente la inexisten-
cia de desacuerdo de sentido o de intención en estos términos contrarios. Sea lo
que fuere, después que la Iglesia católica ha declarado que debe ser tenido como
de fe, es preciso confesar que el Espíritu Santo procede ab utroque *.
616
Tentativas y propuestas de acuerdo
píritu del Hijo si aquél no procede de éste, al tiempo que ambos pro-
ceden del Padre3!, Ésta fue la posición sostenida corrientemente por
la escuela dominicana. Con todo, el tema permaneció abierto a todo
tipo de discusiones, A partir de Roberto Grosseteste, que no fue
uno de ellos, pero les enseñó, los franciscanos sostuvieron de ordina-
rio la posición contraria a la de santo Tomás y antes de san Anselmo.
Así, Guillermo de Ware*, Juan Pecham *, Mateo de Aquasparta 3,
Olivi, Duns Escoto. Y fuera de la orden de los hermanos menores,
Prevostino, Guillermo de Auvernia, Enrique de Gante3, Jacobo de
Viterbo,
Todos estos teólogos consideraron como dogma de la Iglesia la
procesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Muchos no se con-
formaron con calificar a los griegos de partidarios de un error, sino
de herejes. Es verdad que la noción de herejía era más amplia en
aquella época que en la presente.
Para los latinos, la procesión del Espíritu Santo del Padre y del
Hijo era un artículo de fe, un dogma. Fue profesada por los concilios,
al menos desde comienzos del siglo vin. Y ya anteriormente, por los
padres, los papas y el símbolo Quicumque, en una época en que
Oriente y Occidente estaban —a veces con dificultades— en comu-
nión. Después de romperse la comunión, los concilios celebrados en
Occidente proclamaron nuestro artículo de fe: Bari, en 10981, el 1v
de Letrán, 12152, el 11 de Lyón, 1274, donde los delegados del Basi-
leus cantaron este pasaje del credo dos veces, en griego y en latín 3;
31. 1 Sent., d. 13, q. 1, a. 2; De Potentia, q. 10, a. 5; ST, l q. 36, a. 2;
In loan., c. 15, lect. $.
32. Véanse las páginas 253ss de la enorme encuesta de M. Schmaus, op. cit.,
supra (n. 10). Según la lista de un manuscrito de Munich, los Maestros se encon-
traban en desacuerdo sobre el 13.2 artículo: cf. A. Dondaine, Un catalogue des
dissensions doctrinales entre les Maitres parisiens d la fin du XIll* siécle, «Rech.
Théol. Anc Méd», 10 (1938) 374-394.
33. Cf. sus textos en J. Slipyj, De principio spiratiíonis in SS. Trinitate. Dis-
quisitio historico-dogmatica, Leopol, 1926.
34. Texto en M. Schmaus, op. cit., (n. 10), p. 295-296,
35. Quodl., 1, q. 3. Cf. Schmaus, p. 291-292,
36. Quodl., V, q. 9, ed. París 1518, fol 167,
1. Mansi XX, 947-992,
2. DSch 800 (la primera decretal Firmiter, referencia teológica al siglo Xu);
805 (la decretal Damnamus).
Profesión de fe del emperador, 6 de junio de 1274: DSch 853 y consti-
617
Con vistas a un acuerdo
——
618
Concilio de Florencia
619
Con vistas a un acuerdo
En el nombre de la Santa Trinidad, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
con aprobación de este Concilio universal de Florencia, definimos que por todos
los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe y así todos profesen que el
Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, y del Padre juntamente
y el Hijo tiene su esencia y su ser subsistente, y de uno y otro procede eterna-
mente como de un solo principio, y por única espiración; a par que declaramos
que lo que los santos doctores y padres dicen que el Espíritu Santo procede del
Padre por el Hijo, tiende a esta inteligencia, para significar por ello que también
el Hijo es, según los griegos, causa y, según los latinos, principio de la subsis-
tencia del Espíritu Santo, como también el Padre. Y puesto que todo lo que es
del Padre, el Padre mismo se lo dio a su Hijo unigénito al engendrarle, fuera de
ser Padre, el mismo preceder el Hijo al Espíritu Santo, lo tiene el mismo Hijo
eternamente también del mismo Padre, de quien es también eternamente engen-
drado. Definimos además que la adición de las palabras Filioque fue lícita y
razonablemente puesta en el Símbolo, en gracia de declarar la verdad y por
necesidad entonces urgente *.
16. J. Gill, Le concile..., p. 267. Marcos Eugénicos se negó a firmar. Por con-
tra, el patriarca Joseph 11 había muerto precisamente cuando había sido decidida
la unión, el 8 de junio (Mansi, 1007), dejando un documento en el que aparecían
los términos en que suscribiría esta unión y reconocía la autoridad del papa
como «vicario de Cristo» (op. cit., n. 13, p. 444-455; Gill, p. 244). La firma final
fue retrasada un mes por la petición de Eugenio Iv que exigía que, antes de
ella, los griegos estuvieran de acuerdo en cinco puntos: su primado, el purgatorio,
los ácimos, la añadidura al símbolo, la consagración por las palabras de la ins-
titución. La discusión de estos puntos fue prematura.
17. DSch 1300-1302; cf. p. 200 de El magisterio de la Iglesia, Herder, Bar-
celona 21961.
18. «Orientalia Christi», 3 (1924) 150, Procesión del Espíritu Santo «non ex
duobus principiis, nec duplici processione, sed ex uno principio velut ex fonte,
ex Patre per Filium procedere» ($ 1).
19. Cf. San Gregorio de Nisa, Adv. Eunom., 1 (PG 45, 416 C); Máximo
Confesor, Carta a Marinos (PG 91, 136); San Juan Damasceno, De fide orth.,
1, 8 y 12 (PG 94, 832 y 849).
621
Con vistas a un acuerdo
20. Cf. M. Jugie, op. cit. (n. 4), p. 15. El texto de san Máximo, que cons-
tituyó la base del acuerdo, era mucho más satisfactorio. No sólo afirmaba la
atribución al solo Padre de ser causa, aitia, sino que hablaba de la dependencia
del Espíritu respecto del Hijo empleando el verbo proienai.
21. Cf. Tomás de Aquino, I, q. 36, a. 3 y lugares paralelos; C. err. Graec.,
II, 8. Para Florencia: Gill, Le concile..., p. 341. Los griegos discutieron todavía
más la equivalencia entre ex y dia.
22. Orthodoxie et Catholicisme: du personnalisme en pneumatologie, «Rev.
théol. de Louvain», 6 (1975) 3-30 (p. 30 en nota).
23. K. Barth, Dogmatique, vol. 1, La doctrine de la parole de Dieu, tomo
primero **, Ginebra 1953, p. 173ss.
622
Apéndice
Apéndice
24. Esto aparece de manera aún más clara cuando se lee el decreto Pro
Armenis, del 22 de noviembre de 1435: DSch 1310s. Este texto ha sido tomado
de santo Tomás, copiado a veces al pie de la letra de su De articulis fidei et
Ecclesiae sacramentis. No se trata del dogma, sino de la teología, de una teología.
25. Es necesario señalar los graves límites de Florencia: no es esto el ideal
del concilio de unión. Pero los ortodoxos son casi siempre injustos (a veces ca-
recen de información) respecto de los aspectos positivos del concilio. Su historia
escrita por Syropoulos (especialmente bajo el título publicado la primera vez
por el anglicano R. Creyghton, Vera Historia Unionis non verae, La Haya
1660) es rico en elementos hitóricos válidos pero apasionado y unilateral. Para
muchos esta obra constituye la referencia. Un ataque apasionado de Florencia,
por Iván N. Ostroumoff, publicado en Moscú en 1847 ha sido traducido y pu-
blicado recientemente en inglés: The History of the Council of Florence, trad.
ingl. de Basil Popoff, Boston 1971. La publicación termína con una crítica de las
aperturas ecuménicas del patriarca Atenágoras.
623
Con vistas a un acuerdo
624
RELACIONES Y COLOQUIOS ENTRE ORTODOXOS
Y COMUNIONES NO ROMANAS
625
Congar, Espíritu 40
Con vistas a un acuerdo
626
Ortodoxos y viejos católicos
4. A. Palmieri, loc. cit. (n. 2); cf. M. Jugie, Theologia dogmatica Christian.
Oriental. ab. Eccl. cath. diss., t. 1, París 1933, p. 467-478.
5. S. Boulgakov, Le Paraclet, p. 99s, 116, 137; P. Evdokimov, L'E. S. dans
la tradition orthodoxe, París 1969, p. 74-75,
6. Cf. A Pimage et d la ressemblance de Dieu, París 1967, p. 68-69. Esto
recuerda, aunque más moderado, la frase que se atribuye a Manning en el con-
cilio Vaticano l.
7. Texto alemán de su informe: «Rev. Internat. de Théol.», 6 (1898) 681-712.
Traducción francesa en «Istina» 17 (1972) 261-289, Reproducimos el extracto que
ofrece el padre Malvy (pseudónimo: Valmy) en su boletín de teología rusa, en
«Études», 101 (1904) 856-879 (p. 866-67). Y cf. Jugie, op. cit., p. 460.
627
Con vistas a un acuerdo
19. Con todo, y por designio insondable de Dios, la Iglesia oriental no hizo
entonces protesta alguna contra lo opinión propuesta por san Agustín.
20. Muchos occidentales que predicaron el Filioque a sus feligreses vivieron
y murieron en comunión con la Iglesia oriental, sin que se suscitara objeción
alguna por ninguna de las partes.
21. La Iglesia: oriental honra a los padres de la antigua Iglesia de Occidente
como suyos. En consecuencia, es natural que Occidente considere como santas
las opiniones particulares de estos padres.
628
Ortodoxos y anglicanos
b) Ortodoxos y anglicanos
629
Con vistas a un acuerdo
630
Algunas propuestas de acuerdo
Apéndice
631
Con vistas a un acuerdo
632
Algunas propuestas de acuerdo
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso os he dicho: «(El Espíritu)
recibirá de lo mío y os lo comunicará a vosotros» (Jn 16,15). Por consiguiente,
recibe del Hijo aquel que es enviado por éste y procede del Padre. Y me pre-
gunto si es lo mismo recibir del Hijo y proceder del Padre. Si se cree que existe
una diferencia entre recibir del Hijo y proceder del Padre, es cierto, por el con-
trario, que es una y la misma cosa recibir del Hijo y recibir del Padre !.
Así como el Espíritu Santo existe por naturaleza según la esencia de Dios
Padre, de igual manera es por naturaleza según la esencia del Hijo en cuanto
que procede esencialmente del Padre por el Hijo engendrado $.
633
Con vistas a un acuerdo
634
Algunas propuestas de acuerdo
635
Con vistas a un acuerdo
5
¿SUPRIMIR EL «FILIOQUE» EN EL SÍMBOLO?
636
¿Suprimir «Filioque» en el símbolo?
637
Con vistas a un acuerdo
638
¿Suprimir «Filioque» en el símbolo?
639
Con vistas a un acuerdo
6
¿UN IMPACTO ECLESIOLÓGICO DEL «FILIOQUE»?
640
¿Impacto eclesiológico del «Filioque»?
ritu Santo no procede del Hijo. En efecto, Cristo, Hijo de Dios, con-
sagra su Iglesia e imprime en ella su huella como por su carácter
y su sello, por el Espíritu Santo (...) Y de igual manera, el vicario
de Cristo, como servidor fiel, conserva a la Iglesia sometida a Cristo
por el ejercicio de su primado y de su administración (providentia)» 3.
Podríamos citar otros testimonios más recientes que apuntan en el
mismo sentido *,
Se nos puede criticar a los latinos una cierta insuficiencia pneu-
matológica. Lo hemos hecho también nosotros 3, Pero, por una parte,
creemos que el libro segundo de este estudio subsana esa eventual
insuficiencia; por otra parte, pensamos que concuerda con el Nuevo
Testamento el proteger con la mayor fidelidad la referencia de la
pneumatología a la cristología. La consideramos como condición in-
dispensable para una vida saludable en el Espíritu Santo, para toda
renovación en el Espíritu. En este punto, coincidimos plenamente con
nuestros amigos protestantes. Y no porque también ellos sean occi-
dentales, sino porque siguen con nosotros el testimonio bíblico. Lea-
mos, por ejemplo, lo que escribe Karl Barth:
641
Congar, Espíritu 41
Con vistas a un acuerdo
643
PARTE SEGUNDA
647
«Sello del don del Espíritu»
1. Un cierto malestar
648
La confirmación y el misterio de Cristo
¿Se puede decir que es necesario añadir otro rito para su donación?
No puede existir confirmación sin bautismo, pero puede darse el bau-
tismo, don del Espíritu y vida cristiana sin confirmación... ¿Qué con-
fiere ésta? ¿Un aumento de la gracia? Pero esto nada tendría de es-
pecífico. ¿Sellar lo que realiza el bautismo? Es lo que dicen nume-
rosos textos antiguos y la misma liturgia. El Espíritu ha sido ya dado;
se sella litúrgicamente la gracia. Con el bautismo de agua, se trata
de un único proceso cuyos aspectos detalla la liturgia expresándolos
ritual y sucesivamente. Sólo desde esta perspectiva podremos res-
ponder a la dificultad subrayada por los protestantes diciendo que
la confirmación atentaría contra el bautismo y le añadiría una es-
pecie de repetición inútil.
Pero ¿qué sucede cuando, en Occidente, se separó los dos mo-
mentos reservando el segundo al obispo? Estamos cometiendo una
torpeza cuando afirmamos que los niños de 6, 8 ó 12 años recibirán
el don del Espíritu Santo en la confirmación. ¿Caemos en la cuenta
de la enormidad de tal afirmación? La afirmación es tanto más sor-
prendente teniendo en cuenta que, en el conjunto de los casos, no su-
cede nada nuevo. Efectivamente, es atinado responder que la rea-
lidad sobrenatural es secreta y no se experimenta de golpe; que tam-
bién en el bautismo parece no ocurrir nada... Existe insatisfacción
y duda ante la confirmación conferida a cristianos comprometidos
ya en una vida cristiana. Las dudas sobre la edad a la que conviene
dar este sacramento, puesto que se lo ha disociado cronológicamente
del bautismo, pone de manifiesto, a su manera, el sentimiento de no
pisar terreno firme! El hecho de que la cuestión se suscite ince-
santemente demuestra que las respuestas no han sido convincentes.
657 (643ss); del mismo autor, Spiritualité du baptéme («Lex Orandi» 30), París
1960, p. 237-256.
10. Cf. R. Levet, L'áge de la confirmation dans la législation des diocéses
de France depuis le concile de Trente, «La Maison-Dieu», 54 (1958/2) 118-142
(trabajo que se apoya en el estudio de más de 600 documentos); G, Biemer, La
controversia sobre la edad de la confirmación, caso típico del conflicto entre la
teología y la pastoral, «Concilium», 132 (1978) 283-292,
649
«Sello del don del Espíritu»
pentecostés confirmación
11. L.S, Thornton, Confirmation. lts place in the baptismal mystery, West-
minster 1954; P. Fransen, De Gave van de Geest, «Bijdragen», 21 (1960) 403.424;
Ed. Schillebeeckx, Le Christ, sacrement de la rencontre de Dieu («Lex orandi»
31), París 1961, p. 163-173 (trad. cast.: Cristo, sacramento del encuentro con
Dios, Dinor, Pamplona 1971). Véase también W. Breuning, tanto en «Concilium»,
22 (1967) 274-290, como en Volk Gottes..., homenaje a J. Hófer, Friburgo 1967,
p. 132-163,
12. J. Lécuyer, Le sacerdoce royal des chrétiens selon S. Hilaire de Poitiers,
«L'Année théologique», 10 (1949) 302-325; Essai sur le sacerdoce des fidéles
chez les Péres, «La Maison-Dieu» 27 (1951) 7-50 (40ss); La gráce de la consécration
épiscopale, «Rev. Sc. ph. th.», 36 (1952) 380-417 (390-391); Mystére de la Pente-
cóte et apostolicité de la mission de l'Beglise, en Études sur le sacrament de V'ordre
(«Lex orandi» 22), París 1957, p. 167-208; Le sacerdoce dans le mystére du Christ
(«Lex orandi» 24), París 1957 (trad. cast.: El sacerdocio en el misterio de Cristo,
San Esteban, Salamanca 1959), donde relaciona la encarnación y la pascua con
el bautismo (c. VIM-IX), el Jordán y pentecostés con la confirmación (c. XI y
XID; Théologie de l'initiación chrétienne chez les Peres, «La Maison-Dieu», 58
(1959/2) 5-26.
13. Adán: Gén 2,7. Los huesos, de Ez 37. Cf. san Cipriano, Epist. 74, 7, 5.
14, Catéchéses mystagogiques, WM, 1 (PG 33, 1088ss), Schr 126, París 1966,
p. 122 (griego) y 123.
650
La confirmación y la construcción de la Iglesia
15. Adolf Adam, Firmung und Seelsorge, Diisseldorf 1959, p. 52-54; E.J.
Lengeling, Die Salbung der christlichen Initiation und die dreifache Aufgabe des
Christen, en Zeichen des Glaubens, Studien zu Taufe und Firmung (a Balthasar
Fischer en su 60 aniversario), Benzinger und Herder, 1972, p. 429-453. En
p. 452 resume el resultado de su encuesta: «Encontramos la trilogía de la un-
ción postbautismal de “confirmación” en las liturgias de Siria occidental jacobita,
bizantina, armenia, copta y etíope, así como en las liturgias occidentales no ro-
manas (Missale Gallicanum, y también Pedro Crisólogo), pero no menos en la
unción postbautismal romana que, estructuralmente y por su contenido, es com-
parable a las unciones de “confirmación” de las otras liturgias y es preludio
de la unción sobre la frente, típicamente romana de la confirmación. Testigos de
la trilogía son la oración de crismación, el prefacio de consagración del cris-
ma, el Catecismo romano, autores de época reciente y, desde 1969, la forma de
la unción. Por consiguiente, no sólo el Vaticano 11, sino todo esto da testimonio,
en el rito mismo del bautismo, de una tradición antigua y universal.» Entre
los «autores recientes» queremos reivindicar un espacio para nuestros Jalones
para una teología del laicado, Estela, Barcelona 1969.
16. Lumen Gentium, n.* 11. En nota, referencia no sólo a santo Tomás,
sino a Cirilo de Jerusalén y a Nicolás Cabasilas.
17. Así, no sólo H. Conzelmann, Die Apostelgeschichte, Tubinga 1963, p.
54ss, sino numerosos católicos que insisten también en el hecho de que es dado
el Espíritu de los carismas. Referencia en el homenaje B. Fischer (citado en n. 15),
p. 128, n. 26 y en W. Breuning, p. 155, n. 57 de Apostolizitát als sakramentale
Struktur der Kirche, Heilsokonomische Ueberlegunsen ¡iiber des Sakrament der
Firmung, en Volk Ciottes , homenaje a J. Hófer. Friburgo 1967, p. 132-163:
cf., para nuestro tema, p. 152ss.
651
«Sello del don del Espíritu»
652
La confirmación y el desarrollo del bautizado
653
«Sello del don del Espíritu»
654
El bautismo-confirmación y las dos misiones
655
La epiclesis de la eucaristía
II
658
La epiclesis y la plegaria ecucarística
659
La epiclesis de la eucaristía
660
La epiclesis y la plegaria ecucarística
para que ellos sean santificados también» (Jn 17,19). ¿Cómo? «El que come mi
carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,57) 1.
11. Historia ekklesiastike kai mustagogike: PG 98, 436-37. Puede verse igual-
mente san Juan Damasceno (+ 749), De fide orthodoxa, 1V, 13 (PG 94, 1140ss);
Nicéforo de CP (+ 828), Antirrheticus secundus, 3 (PG 100, 336); los sirios Cosroes
La-
Magnus (t h. 972) y Dionisio Bar Salibi (s. xi), Expositio liturgiae (ed. H.
bourt, Lovaina 1955). Sabemos que la proscomidie de la eucaristía oriental es una
evocación de la vida del Verbo encarnado.
12. Homilies catéchétiques, homilía XVI: ed. y trad. fr. de R. Tonneau y
R. Devreesse, Vaticano 1949, p. 551-553.
13. $ 4, trad. fr. de B. Botte (SChr 11), que admite la autenticidad original
de esta epiclesis,
661
La epiclesis de la eucaristía
662
Las epiclesis del siglo Iv
El diácono: El Espíritu Santo mismo concelebrará con nosotros todos los días
de nuestra vida *.
663
La epiclesis de la eucaristía
otros mismos por estos himnos espirituales [el Trisagion], suplicamos al Dios
filantrópico que envíe al Espíritu Sánto sobre los dones aquí depositados para
convertir el pan en cuerpo de Cristo y el vino en sangre de Cristo. Porque todo
lo que toca el Espíritu Santo se convierte en santificado y transformado» ”.
Liturgia de san Basilio: «También nosotros, pecadores (...) osamos acercarnos
a tu santo altar y proponiendo los símbolos (prosthentes ta antitypa, Salaville: «los
antitipos») del santo cuerpo y de la sangre de tu Cristo, te suplicamos y te in-
vocamos, Santo de los santos, por la benevolencia de tu bondad, que hagas venir
tu Espíritu Santo sobre nosotros y sobre estos dones que te presentamos, bendíga-
los, santifíquelos y preséntenos (anadeixai) [en] este pan el cuerpo mismo precioso
de nuestro Señor, Dios y salvador Jesucristo, y [en] esta copa la sangre misma
preciosa de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, derramada para la vida
del mundo, cambiándolos por tu Espíritu Santo» ?.
22. Cat., V, 7, ed. citada, p. 155 que, en nota, llama la atención sobre la
ausencia de mención del relato de la institución y de la anamnesis y señala
paralelos tomados del contexto teológico-geográfico para la epiclesis. Y cf. A. Tar-
by, La priére eucharistique de l'Église de Jérusalem («Théol. hist.» 17), París 1972.
23. Bouyer, op. cit., p. 294; Salaville, art. cit., 194-195. Cf. H. Engberding,
Das eucharistische Hochgebet der Basiliusliturgie, Miinster 1931. Hablando de las
palabras de la epiclesis, Basilio, en su Tratado del Espíritu Santo, XXUI, 65
(PG 32, 188 B), dice «en el momento de la consagración»: el P. Pruche traduce
epi así, para evitar precisar «a continuación de» o «en vistas a» (SChr 17,
p. 239).
24. De ahí la apreciación severa de Salaville, col. 247-252,
664
Las epiclesis del siglo 1v
Ante todo, es preciso señalar que las eucaristías más antiguas tie-
nen siempre el relato de la institución o hacen alusión a las palabras
pronunciadas por Jesús. Así, san Pablo, 1Cor 11,23ss, san Justino
(«las palabras de Cristo»), san Ireneo (Adv. Haer., V, 2, 3), Tertu-
liano (Adv. Marc., TV, 40). Estas palabras hacen la eucaristía. A de-
cir verdad, no es seguro que Jesús consagrara diciendo: «Esto es mi
cuerpo.» Pudo haber consagrado bendiciendo (a Dios) y haber dado
a sus discípulos el pan consagrado declarándoles: es mi cuerpo entre-
gado por vosotros. Los escolásticos latinos (a partir de Pedro Mandu-
cator, cf. P.M. Gy, citado infra, n. 39) conocían esta cuestión. Pero,
decían, Cristo concedió a su Iglesia «hacer esto» en memoria de él,
pronunciando sus palabras. La institución está unida a la repetición
del relato y de las palabras. Se ve ya en san Pablo. Pero los orto-
doxos responden que esto no es más que un relato; que es preciso
añadir la oración de la epiclesis %, Los escolásticos estaban de acuer-
do: no es más que un relato; es preciso que el celebrante tenga la
intención de hablar en nombre y como en la persona de Cristo ?,
En el fondo, no existió (ni existe) más que una eucaristía, la que
Jesús realizó la víspera del día en que fue entregado y nuestras euca-
ristías son tales por la virtud y actualización de esta eucaristía. San
Juan Crisóstomo nos aporta aquí una gran luz: «La palabra: creced
y multiplicaos, sólo fue prounciada una vez, pero continúa ejercien-
do su eficacia y os concede el poder de procrear hijos. Lo mismo
sucede con la frase: esto es mi cuerpo. Pronunciada una vez, da, hasta
el fin del mundo, su existencia y virtud a todos los sacrificios» 8, Por
consiguiente, es atinado hablar de las palabras de la institución. La
cuestión radica en saber por qué medio, por qué mediación es aplicada
hoy eficazmente la palabra instituyente al pan y al vino de esta cele-
bración %. Así es como Nicolás Cabasilas razona en favor de la epi-
665
La epiclesis de la eucaristía
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Sentido occidental de la celebración
667
La epiclesis de la eucaristía
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Sentido occidental de la celebración
1
$
á brante ordenado y la comunidad o la ecclesia. En el rito oriental, la
epiclesis es pronunciada en plural; es toda la comunidad la que invoca
al Espíritu. Pero el canon latino dice también: «Memores offerimus»,
«Supplices te rogamus». No nos encontramos lejos unos de otros.
Algunos teólogos ortodoxos a los que hemos conocido personal-
mente y apreciado, han criticado, sin embargo, severamente el in
persona Christi. Veamos lo que escribía, por ejemplo, Paul Evdo-
kimov:
Para comprender mejor la razón profunda del conflicto (que separa la tradi-
ción oriental de la occidental y cuyo punto esencial no es sólo la epiclesis euca-
rística, sino la epiclesis como expresión de la teología del Espíritu Santo) es
preciso tener en cuenta que, para los griegos, el canon de la liturgia es un todo
inseparable de un solo misterio y que no se puede, en modo alguno, cercenarlo
o detallarlo en sus elementos para extraer su momento central dejándolo como
aislado. Para los latinos, las verba substantialia de la consagración, las palabras
institucionales de Cristo, son pronunciadas por el sacerdote in persona Christi y
ello les confiere el valor inmediatamente consecratorio. Para los griegos, resultaba
absolutamente desconocido, incluso impensable, semejante definición de la acción
sacerdotal — in persona Christi — identificando el sacerdote con Cristo. Para ellos,
el sacerdote invoca al Espíritu Santo precisamente para que la palabra de Cristo,
reproducida, citada por el sacerdote, adquiera toda la eficacia de la palabra-acto
de Dios *,
Cristo está allí... En efecto, no es un hombre el que hace que los dones ofre-
cidos se conviertan en cuerpo y sangre de Cristo; es Cristo mismo, que fue cru-
cificado por nosotros. El sacerdote está allí, skhema pleron (figuram implens,
41. L'Orthodoxie (Bibl. théol.), Neuchátel y París 1959, p. 250 (tr. cast.:
La ortodoxia, Ed. 62, Barcelona. Del mismo. L*Esprit Saint et l'Eglise d'apres
la tradition liturgique, en L'Esprit Saint et V'Eglise. L'avenir de lP'Eglise et P'Oecu-
ménisme (Acad. int. des Sc. relig.), París 1969, p. 85-111 (p. 108 y también
op. cit. supra en (n. 4), p. 103-104, Cf. C. Kern, La Eucaristía (en ruso), París
1947 (referencias en A. Wenger, «Rev. Ét. Byz.», 10 (1952, aparecida en 1933,
163ss) y En marge de lépiclése, «Irénikon», 24 (1951) 166-194 (182ss y, por
ej., 184: «El sacerdote actúa siempre in persona Ecclesiae, suplicando en nombre
de la asamblea y no manifestando su propio poder»).
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La epiclesis de la eucaristía
42. Crisóstomo, De proditione ludae, hom. 1, 6 (PG 49, 380). Pero también
dice san Juan Crisóstomo: «El sacerdote no extiende la mano sobre los dones
hasta después de haber invocado la gracia de Dios..., no es el sacerdote el que
obra lo que sea, es la gracia del Espíritu, que sobreviene y cubre con sus alas,
la que realiza este sacrificio místico» (De Pentec. Hom., 1, 4; PG SO, 458-59).
43. Véase el texto íntegro y la referencia en Salaville, col. 240.
44, Hiéromoine André Scrima, en L'Esprit Saint et VÉglise (citado supra,
n. 41), p. 115.
45. Monseñor A. Bloom, entrevista del 2 de enero de 1977: «Le Monde»,
2-3 enero 1977, p. 14.
46. Acuerdo alcanzado por la Comisión doctrinal mixta anglicano-ortodoxa
(Conferencia de Moscú, 26-7—2-8-1976), n.? 27, en «Istina» 24 (1979) 73.
47. Monseñor Meletios, alocución a la asamblea plenaria del Episcopado,
Lourdes 1978: «Unité des Chrétiens», n.* 34, 1979, p. 57.
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La expresión litúrgica y las tradiciones originales
671
La epiclesis de la eucaristía
de la confirmación y de la unción
de los enfermos]... Todo esto es fruto
cuencia del lenguaje humano que y Conse-
sólo puede explicarse por partes...
XLVII. Si aplicamos esta doctrina
a la oración de los griegos, desaparecerá
dificultad. Después de las palabras la
de nuestro Señor, se ora a Dios
que cambie los dones en su cuerpo pidiéndole
y en su sangre. Esto puede ser la
de la cosa a realizar o la expres aplicación
ión más particular de la cosa realiz
ada, y no
este lenguaje místico que reina en
las liturgias, y, en general, en los
se expresa, frecuentemente, después sacramentos,
lo que podría ser hecho antes. O más
decirlo todo, se explica de manera bien, para
sucesiva lo que se realiza de una
sin indagar los momentos precisos: sola vez
y, en este caso, hemos visto que
expresarse lo que ha sido realizado puede
ya, como si sucediera cuando se lo
a fin de que todas las palabras del enuncia,
santo misterio se relacionen entre ellas
sensible toda la operación del Espíri y sea
tu Santo 3,
672
La expresión litúrgica y las tradiciones originales
673
Congar, Espíritu 43
La epiclesis de la eucaristía
674
Símbolos de vida propios del Oriente
60. Cf. J.D. Zizioulas, La continuité avec les origines apostoliques dans la
conscience théologique des Églises orthodoxes, «Istina» 19 (1974) 65-94; cf. supra,
. 255-256.
ú 61. Véase supra, p. 198; D. Lallement, Le Saint-Esprit dans les Priéres eucha-
ristiques nouvelles, en Bienfaits spirituels de la nouvelle liturgie romaine de la
Messe, París 1979, p. 35-46.
62. Nuestro artículo de mayo de 1935, La deification dans la tradition spiri-
tuelle de V'Orient d'aprées une étude récente, reimpreso en Chrétiens en dialogue.
Contributions catholiques ad Poecuménisme («Unam Sanctam» 50), París 1964,
p. 258-272.
675
La epiclesis de la eucaristía
textos litúrgicos más poéticos, los ritos más minuciosos son vitales,
inspiradores de pensamiento y de vida. Tal fue, y es, el caso de
dos ritos eucarísticos, el zeon y la los
celebración con el pan fermentado.
676
¿Ácimos o pan fermentado?
65. K.H. Kandler, Wann werden die Azyme das Brotelement in der Eucha-
ristie im Abendland?, «Zeitsch. f. Kirchengesch.», 75 (1964) 153-155. Ya J.A.
Jungmanmn, El sacrificio de la misa, BAC, Madrid *1965, p. 664ss,
66. Mahlon H. Smith, And taking bread... Cerularius and the Azyme Con-
troversy of 1054 («Théol. hist.» 47), París 1978. Recordemos también K.H. Kand-
ler, Die Abendmahlslehre des Kardinals Humbert und ihre Bedeutung fiir das
gegenwártige Abendmahlsgesprách, Berlín - Hamburgo 1971.
67. Cf. «Rev. de l'Orient chrétien», 1901, 98; M. Jugie, Theologia dogmat.
Christian. Oriental., t. TIL, p. 244; t. 1V, p. 442.
68. D.N. Egenter, La rupture de 1054, «Irénikon», 27 (1954) 142-156, cita
a san Pedro Damiano: «Cristo sacó de la masa fermentada el ácimo de sinceridad
pura de la infección de la vetustez; de la carne misma de la Virgen que fue
concebida del pecado, salió una carne sin pecado» (Liber gratissimus, 19, PL
145, 129).
677
La epiclesis de la eucaristía
Anexo
LA FUNCIÓN DEL ESPIRITU SANT
O EN LA EUCARISTÍA
SEGÚN LA TRADICIÓN OCCIDENT
AL
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El Espíritu Santo en la eucaristía
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La epiclesis de la eucaristía
1. Thiel, Episi. Rom. Pont., 1, p. 484. Cf. J. Brinktrine, Der Vollzieher der
Eucharistie nach dem Brief des Papstes Gelasius (t 496) an den Bischof Elpidius
von Volterra, en Miscellanea C. Mohlberg, 1949, t. Il, p. 61-69.
2. Thiel, I, p. 541-42. Se ha pretendido ver en el pasaje una negación de la
conversión del pan y del vino en cuerpo y sangre.
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El Espíritu Santo en la eucaristía
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La epiclesis de la eucaristía
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El Espíritu Santo en la eucaristía
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La epiclesis de la eucaristía
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A
-a
El Espíritu Santo en la eucaristía
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La epiclesis de la eucaristía
Benedicto XI, opúsculo Cum dudum a los armenios, agosto de 1341; DSch
1017.
Clemente vi, carta Super quibusdam a los católicos de los armenios, 29-9-1351:
cf. Dict. Théol, Cath., V, 199.
Benedicto Xt, instrucción al patriarca melquita de Antioquía, 31-5-1729: cf.
Dict. Théol. Cath., V, 200.
Benedicto Xiv, breve Singularis Romanorum, del 1-9-1741: Collectio Lacensis,
II, 197.
Pío vu, breve Adorabile Eucharistiae, del 8-5-1822, al patriarca de Antioquía
y a los obispos melquitas: DSch 2718; Dict. Théol. Cath., V, 200 y 264,
Pío X, carta Ex quo, nono a los delegados orientales en Oriente, 26-12-1910,
contra el artículo del príncipe Max de Saxe, Pensamientos sobre la unión de las
Iglesias: DSch 3556; Dict. Théol. Cath., V, 276.
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El Espíritu Santo en nuestra comunión
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El Espíritu Santo en nuestra comunión
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El Espíritu Santo en nuestra comunión
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Congar, Espíritu 44
El Espíritu Santo en nuestra comunión
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El Espíritu Santo en nuestra comunión
15. Artículos sobre este título, de H. Moureau, en Dict. Théol. Cath., VI,
1923, col. 572-574, y de L. de Bazelaire, en Dict. de Spir., 11, 1953, col. 1297-
1302.
16. Concilio de Trento, sesión XIII, c. 8; Catec. Rom., p. 1, c. 4, q. 41,
n. 1-3,
17. J. FEichinger, Die Lehre vom «sakramentalen» und vom «geistlichen»
Empfang Christi, «Theol. Quart.», 132 (1952) 87-92.
18. Cf, ST, FIL, q. 112, a. 1 ad 2; para el bautismo, III, q. '66, a. 11 ad 1;
a. 12 <c. y ad 3. Cf. Alberto Magno para la eucaristía, In Ev. loan., c. 6: «Haec
autem omnia per causam non facit nisi Spiritus divinus operans in sacramento»
(Borgnet 24, p. 281); «Spiritus divinus operatur omne quod in sacramento est
operandum» (p. 286).
691
El Espíritu Santo en nuestra comunión
que Dios esté en nosotros y viceversa, 1Jn 4,16, Quien permanece en el amor,
permanece en Dios y Dios en él. Y esto es lo que hace el Espíritu Santo, ibid.,
v. 13: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos
ha dado su Espíritu *.
692
El Espíritu Santo en nuestra comunión
De igual manera, después de la cena, tomó la copa, hizo una mezcla de vino
y agua, levantó los ojos al cielo, la presentó a ti, Dios y Padre, dic gracias, la
consagró y la bendijo, la llenó del Espíritu Santo y la dio a sus santos y bienaven-
turados discípulos diciendo ?*...
. Llamó al pan su cuerpo viviente, lo llenó de él (mismo) y del Espíritu,
extendió su mano y les dio el pan: Tomad y comed con fe y no dudéis que
esto es mi cuerpo. Y el que lo come con fe, por él, come el fuego del Espíritu...
Comed todos, y comed por él el Espíritu Santo ”...
En adelante, comeréis una pascua pura y sin mancha, un pan fermentado y
perfecto que el Espíritu ha amasado y hace cocer, un vino mezclado de fuego y
de Espíritu *..,
... Quiso que éstos [el pan y el vino] una vez recibida la gracia y la venida
del Espíritu Santo, no sean considerados por nosotros en su naturaleza, sino que
los veamos como el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Porque tampoco el
cuerpo de nuestro Señor tuvo por su propia naturaleza la inmortalidad y el
poder de dar la inmortalidad, sino que las recibió del Espíritu Santo; por la
resurrección de entre los muertos recibió la unión con la naturaleza divina, se
hizo inmortal y se convirtió en causa de inmortalidad para los otros ?”...
693
El Espíritu Santo en nuestra comunión
694
El Espíritu Santo en nuestra comunión
bre este punto; informe que llenaría muchas páginas. Alberto Magno
ocuparía un lugar privilegiado en él. Mas — y volvemos de nuevo
a nuestro tema —, para que el sacramento tenga, en los fieles, su
«realidad», el fruto al que apunta, se requiere una intervención del
Espíritu, autor de la caridad en nosotros. Esta caridad es pascual,
eclesial; está orientada a la realización de la obra de Dios en el mun-
do; orientada hacia su reino 3, Jesús está en nosotros, pero será ne-
cesario que el Espíritu Santo añada su soplo, su fuego, su dinamis-
mo, para que la presencia sacramental de Jesús logre su efecto.
La eucaristía sigue la estructura de la economía salvadora: fue
necesario que el Espíritu Santo santificara, ungiera, condujera a Jesús,
Verbo hecho carne. Hemos esbozado, p. 598-607, lo que puede lla-
marse una cristología pneumatológica. Fue necesario que el Espíritu
lo «pneumatizara», según la enseñanza de san Pablo, Rom 1,4; 1Cor
15,45; 2Cor 3,17-18. En la comunión sacramental, recibimos a este
Cristo pascual, pero «pneumatizado», penetrado por el Espíritu. «Pues
en la sagrada eucaristía se contiene... Cristo en persona, nuestra pas-
cua y pan vivo, que, por su carne vivificada que vivifica por el Es-
píritu Santo, da vida a los hombres» %, Para hacernos miembros de
Cristo, para consumar y santificar su cuerpo, el Espíritu Santo tiene
que realizar en nosotros lo que hizo en Cristo para convertirlo en
cabeza. El mismo y único Espíritu actúa en las tres realidades que
llevan el mismo nombre de cuerpo de Cristo y que se encadena diná-
micamente, por su dinamismo: Jesús, nacido de María, que sufrió,
que murió, que fue resucitado, glorificado —>el pan y el vino euca-
ristizados —el cuerpo comunional del que somos miembros. Sólo
existe una economía de gracia, en la que un mismo Espíritu santi-
fica el cuerpo de Cristo en sus tres estados, a la vez diferenciados
y dinámicamente unidos, para gloria de Dios Padre: «Por él, con
él, en él, en la unidad del Espíritu Santo...», decimos como final de
todas nuestras plegarias eucarísticas...
35. Podría comentarse cada una de estas palabras. Remitimos a Tillard, citado
en n. 1, y a nuestras publicaciones anteriores: L'Église une, sainte, catholique
et apostolique, París 1970, p. 31-38; Eucharistie et achévement du monde en Dieu,
en Les voies du Dieu vivant, París 1962, p. 207-216; Jalons pour une théologie du
Laicat, 1953; etc.
36. Concilio Vaticano 11, decreto Presbyterorum Ordinis, n.* 5 $ 2,
695
IV
LA VIDA DE LA IGLESIA
ES ENTERAMENTE EPICLÉSICA
696
Vida enteramente epiclésica
697
Vida enteramente epiclésica
Derrama en ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, robustecidos con la fuerza
de su gracia septiforme, cumplan con fidelidad el servicio del diaconado.
Te pedimos, pues, Padre todopoderoso, que concedas a estos tus siervos la dig-
nidad del presbiterado: infunde en su interior el Espíritu Santo; que reciban de
ti, ¡oh Dios!, el ministerio de segundo orden; y que su vida sea ejemplo para los
demás.
llamado de Serapión (ed. F.X. Funk, t. II, 1905, p. 188-190: «Elevamos nuestras
manos, soberano Dios de los cielos, Padre de tu Hijo único, sobre este hombre
y te suplicamos que lo llene el Espíritu de verdad. Concédele la inteligencia y
el conocimiento de un corazón recto. Que el Espíritu Santo esté con él para
que pueda gobernar a tu pueblo contigo, Dios increado. Por el Espíritu de
Moisés, derramaste el Espíritu Santo sobre los elegidos. Concede también a éste
el Espíritu Santo, por el Espíritu de tu Único, en gracia de sabiduría, de creci-
miento, de fe recta; para que pueda servirte con una conciencia pura, por tu Único
Jesucristo. Por él te sean dados gloria y honor por los siglos de los siglos. Amén.»
12. Cf. J. Lécouyer, Le sacerdoce dans le mystére du Christ («Lex orandi»
24), París 1957, p. 316-320 (trad. cast.: El sacerdocio en el misterio de Cristo, San
Esteban, Salamanca 1959).
698
Vida enteramente epiclésica
699
Vida enteramente epiclésica
deben, más allá y mediante una expresión sensible, que depende como
tal de nuestro mundo, conducir a la captación del Verbo de Dios
por y en las conciencias de las personas. Y esto es asimilable a la
res de los sacramentos *. Recordemos que el capítulo 6 de Jn pre-
senta el pan de vida bajo el doble prisma de la fe y de la eucaristía.
Y la tradición ha invocado incesantemente el tema de las dos mesas
en que se alimenta el pueblo de Dios, la de la palabra y la de la
eucaristía 18, Mas, para que se dé fruto espiritual en la actualización
del misterio de Cristo en nuestras vidas, debe invocarse al Espíritu
Santo; tiene que haber epiclesis.
Esto es tradicional para la lectura de las sagradas Escrituras, a
la que se ha dado con acierto, el título de lectio divina. Para hacerla
con provecho, necesitamos siempre de la venida del Espíritu, pro-
clamaba san Jerónimo *?. Hemos hablado ya de su función en la
comprensión «espiritual» de las Escrituras (supra, p. 232ss). El Espí-
ritu Santo es el principio de todo conocimiento recto 2,
Cuando se trata de la palabra predicada, como acto humano que
compromete la transmisión de la Palabra absoluta, es evidente que
exige la intervención frecuente del Espíritu; por consiguiente, una
epiclesis. Es necesario que Dios abra los corazones de los oyentes,
como hizo con Lidia (Act 16,14). La unción de la fe, mencionada
por san Juan (1Jn 2,20.27) y por san Pablo (2Cor 1,21), viene del
Espíritu Santo. Es preciso que el Espíritu actúe para que la Palabra
se comunique por medio de las palabras, para que se manifieste el
misterio de Jesús en ellas. Sin el Espíritu, no se produciría el evento
espiritual; cuando actúa el Espíritu, sucede algo ?!. El predicador debe
17. Nuestras reflexiones de 1946: Pour une liturgie et une prédication «réel-
les», «La Maison-Dieu», 16 (1948) 75-87, reimpreso en Sacerdoce et Laicat...,
París 1962, p. 161-173.
18. Wéase nuestro estudio Les deux formes du Pain de vie dans l'Evangile
et dans la Tradition, en Parole de Dieu et Sacerdoce, homenaje a monseñor
Weber, Desclée, 1962, p. 21-58, reimpreso en Sacerdoce et Laicat..., Paris 1962,
p. 123-159. El tema de las dos mesas aparece frecuentemente en el Vaticano 11:
const. dogm, Dei Verbum, 21; Sacros. Concilium, sobre la liturgia, 48; Presbyte-
rorum Ordinis, 18 (y, ad sensum, en Optatam totius, 8), Perfectae caritatis, 6'
(y, ad sensum, 15). "
19. In Mich., 1,10-15: PL 25, 1215, san Buenaventura: sólo podemos com-
prender un saber cuando entendemos su lenguaje. Cuando se trata de la vida
eterna cuya scientia sacra es el saber, «lingua eius est Spiritus Sanctus... Non
potest homo intelligere eam nisi Spiritus Sanctus loquatur ad cor ejus...», De
S. Andrea Sermo, 1 (Quaracchi, IX, p. 463); cf. De S. Stephano Sermo, 1 (p.
487b), De S. Nicolao (p. 473a). Cf. E. Eilers, Gottes Wort. Eine Theologie der
Predigt nach Bonaventura, Friburgo 1941, p. 57s.
20. Referencia en nuestro Ecclésiologie du Haut Moyen Áge, París 1968, p.
114-115. Para los concilios, la oración Adsumus, compuesta por san Isidoro
para el 1y concilio de Toledo (633) y utilizada aún: ¡se trata de una verdadera
epiclesis! Cf. también supra, p. 234ss.
21. Bella confidencia de san Gregorio: «Habent ergo electi praedicatores
experientiam Spiritus in se loquentis in repentina revelatione veritatis, habent
700
Vida enteramente epiclésica
701
Vida enteramente epiclésica
702
Vida enteramente epiclésica
703
ÍNDICE ALFABÉTICO
Congar, Espíritu 45
Índice alfabético
706
Índice alfabético
708
Índice alfabético
709
Congar, Espíritu 46
Índice alfabético
710
Índice alfabético
711
Índice alfabético
713
Índice alfabético
714
Índice alfabético
Waffelaert 281
Walter, J. 351 Xenoglosia 378
Walty, N. 438
«Ya y todavía no» 313 326
Ware, K. 462 510
Warnach, V. 69
Wesley, J. 178 Zeon 676 693
Ziadé, 1. 200
Westphal, Ch. 414
Zinzendorf, N.L. de 175
Willams, R. 462
Willebrands 406 Zizioulas, J.D. 255s
Zósimo 289
Wilmart, A. 147
Wolinski, J. 327
716
E
h