Tu Cuerpo Es para Vivir - Denisa Praje
Tu Cuerpo Es para Vivir - Denisa Praje
Tu Cuerpo Es para Vivir - Denisa Praje
Seguimos remando.
INTRODUCCIÓN
NO ESTAMOS SOLAS: EL
CONTEXTO
¿Alguna vez te has mirado al espejo y has pensado: «¡Madre mía, qué
horror! Ojalá mi cuerpo no fuera así»? Es normal. Vivimos en una
sociedad que nos ha enseñado desde pequeñas que el aspecto físico y
la belleza son algo muy importante en nuestra vida, así que tenemos
que estar pendientes de no salirnos de lo que se considera atractivo
en cada momento. No nacemos insatisfechas con nuestro aspecto,
aprendemos a estarlo. A todas nos han dicho cosas como: «Colócate
bien el vestido», «Qué guapa esta niña», «Qué lazo tan bonito»,
«Qué bien te queda esto», «Eso te va muy justo», «Uy, has cogido
unos kilitos, eh...». Otras veces hemos escuchado esos mensajes de
nuestras madres hacia ellas mismas: «Vaya tripa estoy echando, a ver
si me pongo a dieta», o de nuestros conocidos hacia terceras
personas: «Vaya pintas lleva...», «Está feísima así», «Este ya se está
quedando calvo...». Todos estos comentarios tienen un impacto en
nosotras.
También lo hemos aprendido de nuestros referentes: en la
televisión, en las cantantes, en las películas, en las muñecas, en las
princesas... Queríamos ser como ellas y, oye, la verdad es que eran
todas muy parecidas, ¿no? Blancas, altas, cintura fina, pelo liso y
largo, cara delgada, piernas largas y delgadas, vientre plano... Entre
los muñecos para chicos y los superhéroes masculinos no había
mucha más variedad: todos eran musculosos, altos, tenían el pelo
sedoso, la mandíbula marcada, la piel blanca...
Conforme entramos en la adolescencia, nuestros referentes siguen
siendo iguales, y al mismo tiempo deseamos encajar en el grupo y
gustar a los demás. Para conseguirlo, nuestra carta de presentación es
el físico. En esa etapa, aprendemos que nuestro éxito social
dependerá, en parte, de nuestro cuerpo. Pero no te creas que esto
acaba en la edad adulta... Cuando no es por una cosa, es por otra.
Antes de los treinta, ya empieza a preocuparnos el envejecimiento,
que no se noten las arrugas y las marcas de expresión (vaya, que no
se note que nos hemos reído, que hemos vivido), ¡y hay que
recuperar el tipo después de dar a luz, eh! Es increíble, no nos dejan
tranquilas ni tras haber traído a un ser humano al mundo. Con todo
esto, una se pregunta:
¿Qué compensará más: aprender a
aceptarme a mí misma o ir
adaptándome a la presión estética
de cada una de mis etapas?
Cuidado ≠ belleza
La publicidad de los productos de belleza crea una
asociación tramposa entre cuidado y estética, y nosotras
interiorizamos este discurso. Cuando nos esforzamos por
estar guapas o acercarnos a los cánones, decimos que «nos
estamos cuidando». Sin embargo, cuidarse va más allá de
los esfuerzos por encajar en el ideal (¡y muchas veces va en
contra!). Asumir que cuidado y belleza son lo mismo puede
llevarnos a pensar que, al no consumir ciertos productos,
nos estamos «descuidando», «dejando» o
«abandonando». Recuerda: ¡cuidarse empieza por la
búsqueda del bienestar psicológico y social, no por estar
guapa!
¿Y tú, qué cosas haces para
cuidarte?
NUESTRA HISTORIA DE
APRENDIZAJES
Aprendemos a sentir y a comportarnos a través de cuatro vías: las
asociaciones entre estímulos, las consecuencias de lo que hacemos,
los referentes y las reglas aprendidas. Nuestra historia de
aprendizajes es el resultado de todas estas cosas. Vamos a ver en
detalle cómo aprendemos a estar insatisfechas con nuestro cuerpo.
Las asociaciones
¿Te ha pasado que la canción que tienes asociada a tu ex te pone
triste? ¿O que te sienta fatal un alimento y luego te da una arcada
con solo olerlo? Esto también ocurre cuando se dan asociaciones
entre determinadas características físicas y otras cosas que tienen
el poder de causarnos emociones.
A nivel cultural (¡y en este momento histórico!), los cuerpos
gordos[1] se han asociado con cosas negativas que generan
emociones desagradables y los cuerpos más delgados y tonificados
con otras positivas que generan emociones agradables. Por ejemplo,
las personas con cuerpos grandes, gordos, a menudo reciben insultos
o juicios como que eres vaga, o bien te lanzan malas miradas, y en las
películas aparecen personajes gordos asociados a sudor,
humillaciones... Estas uniones entre características de cuerpos
gordos y elementos negativos provocan que la idea de tener un
cuerpo gordo pueda generarnos emociones muy molestas: miedo,
asco, ansiedad, pudor, vergüenza...
En cambio, los cuerpos delgados suelen aparecer asociados a cosas
positivas, como las celebridades e influencers con vidas exitosas.
Asociamos estos cuerpos a la belleza, la disciplina, la fuerza de
voluntad, la salud o los cuidados, entre otras cosas. Esto hace que
dicha normatividad nos genere respuestas agradables a las que
queremos aspirar: placer, esperanza, deseo, felicidad, atracción. Todo
esto lo aprendemos de manera implícita y explícita. La buena noticia
es que podemos aprender a identificar estas asociaciones que nos
bombardean, podemos ir descifrándolas y podemos aprender otras
nuevas.
Las consecuencias
¿Qué pasa a nuestro alrededor cuando perdemos o ganamos peso o
músculo? Nuestro cambio físico tiene consecuencias en nuestro
entorno. Por ejemplo, es muy habitual que el entorno de alguien
responda de manera positiva cuando pierde peso, aunque no conozca
los motivos que lo han provocado. Así es como una persona aprende
que, cuando está más delgada, el entorno le prestará más atención y
gustará más a los demás. Del mismo modo, existen experiencias
donde se ha rechazado o se han hecho comentarios negativos
asociados al aumento de peso. Estas observaciones fomentan la
insatisfacción corporal que se asocia al aumento de peso.
Los referentes
No solo aprendemos por lo que nos pasa, sino por lo que observamos
de los demás, quienes a veces son referentes. Estos modelos pueden
estar en nuestro entorno cercano: nuestra madre, nuestra hermana,
una amiga, una actriz, un futbolista, un famoso, una influencer... Las
personas que nos guían en nuestras aspiraciones también nos
enseñan.
Aprendemos también a través de otros, incluso si no son referentes
per se. Por ejemplo, si vemos que tratan mal a personas con cuerpos
gordos o no normativas, no hace falta que nos hayan tratado mal a
nosotras a pesar de no tener un cuerpo parecido: a través de otra
persona hemos aprendido las posibles consecuencias de tener
características asociadas a esa persona. Aprendemos a temer
acercarnos a eso. Por eso, la gordofobia es algo que afecta a las
personas gordas, pero que nos influye a todas, tengamos el cuerpo
que tengamos.
Las redes sociales y los influencers son ahora mismo uno de los
principales contextos en los que aprendemos y observamos
asociaciones y consecuencias. Por ejemplo, la asociación entre un
aspecto concreto y una vida exitosa, o las consecuencias que tiene
mostrarse públicamente con granos, con un michelín, con un
aumento de peso... Además, lo perjudicial no solo es a quién
seguimos en las redes sociales, sino cómo nos mostramos nosotras
mismas y qué consecuencias tiene eso. Es el caso de los filtros, que
nos hacen pasar de una comparación con los demás a una
comparación con nosotras mismas. O incluso peor: con un posible
yo. Nos hacen creer que hay una versión mejor de nosotras que pasa
necesariamente por ciertos cambios y retoques (consumo y más
consumo... Ejem, ejem...). Si no eres capaz de hacerte una foto sin un
filtro, algo indica que no estás acostumbrada a tu cara. Qué pena que
nuestro propio rostro nos resulte ajeno, ¿no?
Lo que hacen o dicen nuestros referentes, las Nuestra madre dice con desprecio
personas que consideramos modelos a seguir o que no le gusta su tripa.
que nos gustan: Una influencer se opera el pecho y se
muestra superfeliz.
Pensamientos
«No me gustan mis piernas».
«Qué mala cara tengo».
«Qué horror de brazos».
«Tengo una nariz feísima».
«A ver si hago cardio y adelgazo».
«Nadie me querrá con este cuerpo».
«Así no puedo salir».
Emociones
Tristeza porque no tengo el cuerpo que me gustaría.
Miedo al ver un número en la báscula que no me gusta.
Asco al mirarme al espejo.
Rechazo al notar mi tripa hinchada.
Ansiedad porque voy a la piscina y me verán en biquini.
Acciones
Me tapo cuando salgo de la piscina.
Meto tripa todo el rato.
Cancelo una cita para que no me vean.
Hago mucho ejercicio para cambiar mi cuerpo.
Me pongo a dieta.
Me castigo.
Fátima, 19 años. «No soy capaz de estar sin meter tripa. Cuando
me siento, pongo las piernas al borde de la silla para que no se
aplasten y parezcan más grandes. Y, cuando voy a casa de mi
mejor amiga, me siento en el sofá y me pongo un cojín encima de
la tripa. En verano, trato de correr a por la toalla al salir de la
piscina y que así se me vea lo menos posible. A veces, tengo citas
y pienso si la otra persona me estará viendo los pliegues del
cuerpo que más odio. Es como si estuviese haciéndome "escáneres
mentales" todo el rato sobre cómo luce mi cuerpo, incluso si estoy
sola. Estoy agotada. Cuando estoy pendiente de eso, no estoy
pendiente de otras cosas, pierdo atención».
Me tapo en ciertas posturas. Me miro desde varias posturas para ver cómo
se me percibe.
A mí la mitad de la mitad.
Restringir
macronutrientes (por ejemplo, evitar los hidratos de carbono).
tipos de alimentos (por ejemplo, evitar los alimentos
ultraprocesados).
alimentos concretos (por ejemplo, evitar el chocolate).
cantidades (por ejemplo, evitar comer más de tantos gramos) .
Ayunar.
Saltarse comidas.
Contar calorías.
Pesar la comida.
Hacer dieta .
Categorizar alimentos (buenos/malos, procesados/ultraprocesados,
engordan/no engordan, sanos/no sanos, limpios/guarros...).
A corto plazo:
Alivio el miedo asociado a engordar.
Pienso que me acerco a un cuerpo «mejor» y fantaseo con él.
Obtengo sensación de control.
Cumplo reglas sobre mi cuerpo y la comida.
Tengo sensación de disciplina, de cumplir, de logro.
Evito sentirme culpable.
Para que tus reglas estrictas con la comida dejen de dominarte, la idea
será hacer lo contrario a lo que te piden: desobedécelas, solo así
perderás el miedo progresivamente. Por ejemplo, si tienes una regla que
consiste en no cenar hidratos por la noche, puedes tratar de hacerlo
alguna vez a la semana y exponerte poco a poco a ello. Al principio
será desagradable, pero a largo plazo perderás ese miedo, estarás
menos obsesionada por otras cosas que no tienen que ver con esas
reglas impuestas. Vivir siguiendo unas reglas sobre la alimentación es
vivir atada a esas normas.
No hagas caso a la culpa
Pienso que esto engorda miro las calorías hago cálculos sobre lo
que he comido pienso en cómo compensar la próxima vez
condiciono dónde ir a comer para ingerir lo menos posible entro en
bucles sobre la alimentación y mi cuerpo me obsesiono.
CUANDO DEJAMOS IR
Hacer ejercicio para escapar de algo que no nos gusta supone que
asociemos esa actividad a algo desagradable. Termina siendo una
tortura, un castigo. Cuando hacemos ejercicio para cambiar nuestro
cuerpo, es menos probable que estemos a gusto con nosotras mismas
y nuestra vida porque solo nos moviliza el malestar.
Si hacemos ejercicio con el único objetivo de buscar un cambio
físico, también es menos probable que seamos constantes, pues la
recompensa de El Cuerpo Deseado tarda mucho en llegar, si es que
llega. Para adelgazar, por ejemplo, la típica actividad física que se nos
plantea es ir al gimnasio y hacer cardio y pesas. Quizá no todo el
mundo disfruta este ejercicio, lo que también dificulta que se
mantenga como hábito. Si no logras mantener un hábito de ejercicio
para adelgazar, no es por tu falta de voluntad; a lo mejor es por culpa
de dónde lo haces, los motivos por los que lo haces o el tipo de
ejercicio que haces.
Zumba.
Pádel o tenis.
Montar en bicicleta.
Pilates.
Yoga.
Escalada.
Senderismo.
Pasear.
Baile (cualquier tipo).
Boxeo.
Crossfit.
Nadar.
Piragüismo.
Patinar.
Esquiar.
Snowboard.
Bádminton.
Kárate.
Pole dance.
Trata de buscar motivos por los que moverte y hacer ejercicio más allá
del cambio estético. Si la única motivación es un cambio físico, te
frustrarás y no podrás ser constante ni disfrutar por el camino.
Hacer ejercicio porque rechazas tu cuerpo supone hacerlo para
eliminar algo desagradable, no por buscar algo agradable, que debería
ser nuestro objetivo. Incluso aunque visualices el cuerpo de ensueño que
quieres lograr, te toca convivir con el que tienes ahora y que estás
tratando de cambiar.
Puede ser que se te venga a la cabeza que «para hacer diez minutos
no hago nada» y otras frases que tienen que ver con reglas
perfeccionistas. Es posible desobedecer estas reglas y acercarnos a un
comportamiento más flexible. No tenemos por qué actuar según lo que
hemos pensado siempre, quizá esas ideas solo cambiarán cuando
hagamos algo distinto. Puedes pensar que diez minutos no es nada y,
aun así, no darle valor ni credibilidad al pensamiento y hacer lo
contrario a lo que te dice.
¿Cuál es tu objetivo para hacer ejercicio? Si tu objetivo es
hacer ejercicio para despejarte, ¡claro que diez minutos te
servirán! Desde luego, te ayudará más que cero minutos. A lo
mejor lo que hay detrás de esos «no es suficiente» son unos
motivos poco realistas, como «quitarme de encima toda esta
grasa abdominal», lo cual no te motiva.
También puedes crear otras instrucciones más útiles, unas que vengan
de ti, de lo que para ti es importante y que te sirvan. Por ejemplo, si te
gustaría poder escalar en la montaña y piensas que escalar en un
rocódromo pequeño «es una mierda porque no es lo ideal», podemos
darle la vuelta: «Hacer escalada en un rocódromo chiquitito me
ayudará a escalar montañas en la naturaleza».
Una pauta para tener mejor relación con el ejercicio es que la culpa o
el malestar no sean el catalizador. Si no, queda reforzada esta unión: el
deporte quedará asociado a una forma de compensar lo que se ha
comido o a cambiar un cuerpo que no gusta.
En los momentos en los que te sientas mal por lo que has comido o
por tu físico, trata de hacer una actividad distinta que te distraiga.
Sobre todo, continúa con tu vida intentando que estas sensaciones
desagradables no interfieran en lo que tenías planificado. Eso no quiere
decir que no estén ahí presentes, sino que no guíen todas tus decisiones.
Para que el ejercicio se asocie a otros momentos y motivos, la
actividad física deberá dispararse por otras causas, situaciones o
pensamientos:
La publicidad y las
emociones asociadas a la
comida
La industria alimentaria vincula la comida con
sensaciones placenteras: crea marcas de alimentos que
sean gratos al paladar, menús infantiles que asocian la
felicidad con la comida, cereales para peques con
personajes de sus series favoritas, nos muestra famosos
a los que admiramos comiendo o tomando bebidas que
asociamos con ellos y sus cualidades, nos vende dulces
que pretenden ser un respiro, bebidas cuyo lema
también es la felicidad, hace anuncios sensuales en los
que hay chocolate o donde escuchamos el placentero
crac de una chocolatina... Es decir, nos llegan mensajes
explícitos e implícitos que emparejan sensaciones
agradables con alimentos concretos.
La conducta en su contexto
Si te fijas, casi nunca nos damos un atracón con lechuga
o manzanas. Solemos darnos atracones con un tipo
concreto de alimentos: rápidos de preparar y de
consumir y muy accesibles. Están en la calle, en la
universidad, en el supermercado... Incluso en los
hospitales, las máquinas expendedoras de comida están
llenas de bolsitas que no aportan mucho a nivel
nutricional, pero que están ricas, son baratas y fáciles de
consumir. Se nos somete a estímulos que invitan a comer
un tipo de comida que incita a querer más y más, a no
terminar del todo saciado.
COMER EMOCIONAL
DESCONTROLADO E INTENSO:
CUANDO ESTAMOS ANTE UN
ATRACÓN
Podemos considerar que empieza a haber un problema psicológico
con la comida cuando recurrimos a ella para saciar o calmar
emociones y lo hacemos con frecuencia, de manera descontrolada e
intensa; es una forma de escapar y no contactar con ciertas
emociones ante cualquier circunstancia. En esas ocasiones, comer de
este modo afecta al día a día de la persona.
Quizá alguna vez tú también has sentido que tenías algo similar a
una adicción, pues comparten muchos elementos en común:
Consecuencia
Desencadenante Atracón
inmediata
¿Cuándo es? ¿Día? ¿Momento? ¿Qué alimentos son? ¿Cómo te sientes mientras lo
¿Qué sientes? ¿Qué piensas? ¿Qué ¿En qué cantidad? haces? ¿Qué has conseguido?
ha pasado? ¿Con quién estás? ¿Dónde estás? ¿Qué ¿Cómo te sientes después? ¿Qué
estás haciendo mientras haces después?
tanto?
LAS EMOCIONES
DESAGRADABLES TE QUIEREN
CONTAR ALGO
Los atracones se pueden dar para aliviar emociones desagradables
o para buscar sensaciones placenteras. Huir cuando sentimos algo
desagradable para dejar de sentirlo es un comportamiento que nos ha
servido para adaptarnos y sobrevivir. Imagínate de cuántos peligros
nos hemos salvado gracias a evitar las situaciones que nos generan
miedo o gracias a huir de aquellos lugares que dan ansiedad.
El problema de las conductas de escape y evitación aparece cuando
se dan en cualquier circunstancia y son la respuesta principal ante
cualquier cosa desagradable. Este comportamiento no nos permite
tolerar el dolor y las emociones desagradables, pues lo que tenemos
que hacer es aprender a convivir con ellas porque estarán presentes
durante toda la vida.
Tenemos cinco emociones principales: alegría, asco, miedo, ira y
tristeza. Si nos fijamos, solo una de ellas es agradable y el resto son
desagradables (¡ojo, que no negativas!). Esto se debe a que las
emociones desagradables nos han servido a nivel evolutivo para
adaptarnos a distintas circunstancias y sobrevivir.
Ejercicio práctico:
Anota las cosas que haces durante la semana y al lado puntúa del 0
al 10 la importancia que tienen para ti y el disfrute que te reportan.
Después, reflexiona: ¿echas algo en falta? ¿Te gusta hacia dónde se
dirige tu vida? ¿Hay algo importante para ti a lo que no le estás
dedicando tiempo?
¡Si preparas comidas que sean apetecibles, será menos probable que te
descontroles con otro tipo de alimentos. En cambio, si no te preparas la
comida o si lo que te preparas no te apetece y no es lo que más te
gusta, será más probable que arrases con otra cosa. Es importante
organizar un mínimo las comidas, pero sin una rigidez de la que sea
fácil salirse y, como consecuencia, sentirlo como un fracaso. Las reglas
con la comida deben poder adaptarse a cada contexto y a cada
necesidad.
DURANTE EL ATRACÓN...
Compasión y distracción
Es posible que, leyendo esta lista, incluso yendo a ver los criterios
diagnósticos de cada uno, estés pensando: «¿Cuál tendré yo?» o
«¿Cuál tuve?». O incluso que te sientas identificada con varias
opciones. En realidad, podríamos entender los TCA como un
continuo que va desde los comportamientos de restricción hasta los
comportamientos de atracones. Es muy habitual pasar de un
trastorno a otro: de restringir o controlar la comida a atracones y
descontrol, y después a conductas de compensación en forma de
ejercicio excesivo, ayunos o purgas. Por lo tanto, es común ir saltando
de lo que entendemos por anorexia nerviosa, a trastorno por atracón
o bulimia nerviosa. ¿Conclusión? Lo importante son las conductas
concretas que se llevan a cabo y no tanto la etiqueta diagnóstica.
PROBLEMA DE AUTOESTIMA
AISLAMIENTO
ENCUENTRO EL EQUILIBRIO
Concepción de la delgadez
Tener amigos o familiares que hacen Baja autoestima y
y la salud como sinónimos.
dieta o practican métodos insanos
de control de peso. autoconcepto configurado
Asociación entre sobrepeso por el físico.
y enfermedad o falta de Acoso y rechazo asociados al cuerpo
salud. por parte del entorno. Estrategia de
afrontamiento evitativo o
Construcción cultural de la de escape.
Pauta no específica de «bajada de
feminidad. peso» o dieta asociada a un peso
determinado. Perfeccionismo.
Asociación de la delgadez
con el éxito, el control y la Desarrollo puberal
disciplina y otras cualidades temprano.
positivas.
Expectativas de mejora
Medios de comunicación y en la vida por adelgazar.
redes sociales como
transmisores de lo anterior.
Uso comparativo de las
redes sociales.
Estos factores son como las muñecas rusas: una mujer dentro de
un entorno concreto dentro de una sociedad que promueve unos
valores y mensajes. No se pueden entender estos factores por
separado.
Los vasos se van llenando de gotas. Son las cosas que hemos
vivido, nuestra historia llena de experiencias y aprendizajes sobre lo
que podemos esperar del mundo y sobre lo que el mundo espera de
nosotras. Por ejemplo, haber crecido viendo que en casa siempre se
hacen compensaciones después de haber comido en exceso o se ha
lanzado el mensaje de «ganarse la comida», que te hayan enseñado
a regular emociones castigando o premiando con comida, haber
recibido acoso por subir de peso o halagos por haberlo perdido, que
haya una tendencia a escapar de las emociones y encontrar en la
comida un refugio... Hay muchas gotas que pueden llenar el vaso del
TCA. También puede haber una gota que colma el vaso y es el
desencadenante, por ejemplo: un cambio de ciudad, una ruptura,
una subida brusca de peso, incluso ¡la pandemia y el confinamiento!
¿Cuándo podemos hablar de un problema de alimentación?
Cuando no se puede beber del vaso, se ha roto, se tambalea... Es
decir, cuando todos estos factores hacen que la persona no pueda
suplir necesidades básicas, deja de lado otras cosas que le importan,
cuando afecta a las cosas que quiere hacer, cuando interfiere en otros
ámbitos vitales para la persona.
TRASTORNOS DE LA CULTURA
ALIMENTARIA
Los trastornos de la conducta alimentaria no existirían tal y como lo
conocemos sin la sobrevaloración del aspecto que se fomenta en la
cultura, ni sin la industria alimentaria y las industrias de belleza.
Ya hemos hablado de que la cultura fomenta un ideal de belleza que
cambia con el tiempo y hoy se caracteriza por la delgadez y la
«tonificación». Esta forma corporal concreta la asociamos al éxito y
así nos lo transmiten los medios de comunicación, nuestro entorno y
las redes sociales. Estar delgada o tener un cuerpo musculado puede
convertirse en un deseo y una forma de acceder a beneficios sociales,
así que cualquier comportamiento encaminado a conseguirlo puede
generarnos a corto plazo emociones agradables y sensación de logro.
Muchas personas tratan de estar delgadas haciendo dietas
restrictivas: el principal factor de riesgo para desarrollar un TCA.
Estas conductas (dieta, ejercicio, restricción) podrían verse
reforzadas por el entorno con atención o halagos («Qué guapa,
cuánto has adelgazado, qué bien estás ahora»), haciendo que se
mantengan («¡Está funcionando!», pensamos). Además, la persona
puede experimentar sensación de eficacia y de que está haciendo
algo bien. Si esto se comienza a torcer, empieza a cogerle miedo a los
alimentos, aparece la distorsión corporal, se obsesiona con la cifra...
Entonces estaríamos ante un TCA.
Además, los valores gordófobos de nuestra sociedad llevan
muchas veces a rechazar las formas que se alejan del ideal corporal,
como los cuerpos más gordos, que se han convertido en algo
desagradable. Aumentar de peso podría ser una forma de que nos
pasen cosas malas o de que no nos suceda lo que deseamos. De este
modo, aprendemos que ciertas respuestas deseables del entorno se
obtienen principalmente estando delgada y que, si nos alejamos de
eso, habrá consecuencias negativas o no nos beneficiaremos de
ciertas ventajas.
Mientras todo esto ocurre, la industria alimentaria de la comida
ultraprocesada y sus respectivas marcas hacen campañas
publicitarias en las que asocian sus productos con emociones
agradables y con la idea de la felicidad; seguro que se te viene a la
cabeza el anuncio de esa famosa bebida o de aquella cadena de
hamburguesas. Estas marcas se encargan de que sus alimentos y
bebidas estén disponibles incluso en el sitio más remoto que puedas
imaginar. Todo esto aumenta la probabilidad de que un sector de la
población los consuma de forma compulsiva. Al ser alimentos
baratos y rápidos de preparar y consumir, favorecen que sobre todo
personas con trabajos más demandantes (generalmente los precarios
y, por lo tanto, predominantes en familias de clase baja) recurran a
ellos.
Cuando estos dos factores, la presión por la delgadez y la excesiva
disponibilidad de alimentos apetecibles, se unen, ciertas personas
con otros riesgos individuales o con contextos próximos de riesgo
podrían verse controladas por las presiones estéticas, por la
hiperdisponibilidad de comida y su fácil acceso o por ambas, pues se
busca un equilibrio entre comer porque te están incitando a ello y
compensarlo para no llegar a estar gorda. ¡Tachán! La sociedad acaba
de crear un TCA.
En consulta, cuando exploro el origen de los TCA de mis pacientes,
me encuentro con largas historias en las que se les ha señalado por
su físico desde muy pequeñas. A veces, lo han hecho médicos que
también han asociado un peso determinado y la gordura a ciertos
riesgos físicos (que, por cierto, también tienen la delgadez extrema),
y encubren la gordofobia bajo motivos de salud. Sin duda, la
comunidad científica y los profesionales de la salud no estamos
exentos de estas creencias y tratos, también tenemos que revisarnos.
El perfeccionismo
El perfeccionismo es una forma de comportarse y de pensar en la
que se considera que solo hay una manera correcta de hacer las cosas
para alcanzar unas ventajas, que están colocadas muy arriba, por lo
que la persona nunca termina de sentirse del todo satisfecha. Esta
tendencia de que solo hay una opción correcta puede hacernos caer
en la lógica del todo o nada: «Como ya he comido una galleta de
más, pues ya me las como todas porque la he fastidiado», «Ya
empiezo mejor mañana desde cero». Pero entramos en una espiral y
nunca nada es suficiente: «Treinta minutos corriendo no es nada,
tendría que haber hecho una hora». Acaso el comportamiento
perfeccionista se mantenga por una regla tipo: «Si soy perfecta,
entonces no me rechazarán, no sufriré, no fallaré, con todo el dolor
que eso me supone», pero no es cierto, en la vida el malestar es
inevitable. Si acudimos a muchas experiencias, estas nos dicen que el
comportamiento perfeccionista añade más sufrimiento.
Las personas que son perfeccionistas con la alimentación, el
ejercicio o el cuerpo, pueden serlo también con otros ámbitos, como
el trabajo, los estudios o las relaciones interpersonales. Esta
tendencia de comportamiento se puede cambiar. La regla «o lo hago
perfecto o no lo hago» solo te lleva a no hacerlo. Lo perfecto es
enemigo de lo bueno: lo que queremos que sea perfecto no
concuerda con hacer las cosas bien, a veces ni siquiera nos permite
hacer las cosas.
La baja autoestima
La autoestima es el resultado de cómo nos tratan a nuestro alrededor,
de cómo nos hablamos a nosotras mismas y las acciones que
tomamos según nuestras necesidades. Hay formas de hablarnos
destructivas que configuran una baja autoestima. Por ejemplo, si
cuando se me cae un vaso me digo: «Soy una inútil», estoy creando
una peor autoestima que cuando se me cae un vaso y me digo: «He
estado poco atenta en esta situación». Esto de hablarnos a nosotras
mismas y de las acciones tiene mucho que ver con la configuración
de un TCA.
Las personas que tienen un problema con la alimentación suelen
decirse cosas terribles cuando se miran al espejo («Soy horrible y así
no gustaré a nadie jamás») y llevan a cabo acciones que son dañinas
a largo plazo (vómitos, ejercicio compulsivo, restricción). Podemos
favorecer una buena autoestima con los autocuidados, poniéndole
límites a nuestro entorno, rodeándonos de personas que nos tratan
bien y aprendiendo a fallar.
La tendencia al escape
Vivimos en una sociedad en la que las emociones desagradables (¡que
no negativas!) están asociadas a la infelicidad. ¿Acaso no es
compatible ser feliz y sentirse mal de vez en cuando? Si desde
siempre nos dicen que no estemos tristes y nuestro entorno corre a
consolarnos rápido para que dejemos de estar mal, lo que
aprendemos es que tenemos que buscar una forma de escapar
cuando algo nos duele o nos sentimos mal. Lo ideal sería encontrar
una forma de transitar el dolor, no de escapar de él añadiendo más
aún. Esta forma de actuar es común en problemas de alimentación:
los atracones son la forma que la persona ha encontrado de escapar
de ese malestar o de esos problemas dolorosos del día a día.
En problemas de insatisfacción corporal hay una búsqueda del
cuerpo perfecto en vez de una intención de convivir con el nuestro,
pues quizá este nos genera emociones desagradables. En el caso de
problemas de control con la comida, la persona escapa una y otra vez
del malestar que le genera la incertidumbre, no tener bajo control el
cuerpo, la báscula, la comida o la imagen que proyecta a los demás.
¿CÓMO ES LA RECUPERACIÓN?
La recuperación no es un proceso lineal, las caídas son esperables y
forman parte del proceso. Estas nos permiten dar un pasito atrás,
tomar perspectiva y así poder identificar cosas como ¿qué me ha
pasado?, ¿qué ha generado que vuelva a caer en patrones
problemáticos?, ¿cómo puedo prevenirlo la próxima vez? Las caídas
fomentan el aprendizaje. En cada una se pueden identificar
emociones, pensamientos, momentos vitales, compañías, lugares en
los que estar alerta en el futuro. La recuperación es un proceso en el
que las conductas problemáticas se espacian en el tiempo cada vez
más y que progresivamente van teniendo menos intensidad o
impacto en el día a día.
Imagina que estás en la playa, con tus amigas. ¡Qué placer! Solo
tenías unos días para escaparte después de todo el curso y todo el
trabajo... Por fin hay un descanso. ¿O no?
«¿Dónde vamos a comer? ¿Cuándo? ¿A qué horas? ¿Qué vamos a
comer? Necesito seguir mis pautas con la comida, ¿y si me llevo mi
propia comida? ¿Y si miro las cartas antes? ¿Otra vez pasta? Estamos
cenando demasiado... Uf, un mojito tiene mucho azúcar, con lo que
me gustan los mojitos, pero... es que no puedo permitírmelo, yo
tomaré agua. Encima me siento culpable, creo que estoy jodiendo la
noche. Estoy amargada, parezco distraída, no soy capaz de
disfrutar».
Imagina que es la boda de tu prima, ¡te encantan las bodas! Por fin
te reúnes con todos los primos a los que llevas mucho sin ver, estás
feliz, pero... ¡brindis!
«Uf... ¿Cuántas calorías tendrá esto? Yo mejor no brindo... Bueno,
sí, pero no bebo... Aunque voy a quedar fatal... En fin... ¿Otro
canapé? ¡Cuántos dulces! Me estoy pasando... Cuánta comida en la
mesa, no puedo parar de mirar. Un pastelito más y ya. Un bocadito
más y ya. ¿De qué me están hablando? No me centro, estoy irritable,
no me gusta que haya tanta comida».
Imagina que viajas con amigos, compañeros del trabajo o con tu
pareja. Por fin hacéis esa ruta por el norte que tanto deseabas. Te ha
preparado unos bocatas de tortilla, esa que tanto echas de menos,
pero...
«¿Las patatas serán fritas? ¿El pan es blanco? Madre mía, yo
quería llevarme lo mío, prefiero decirle que ya me llevo yo mi táper,
que se deje de sorpresas».
Imagina que has cambiado de trabajo, te has mudado y no te
queda casi tiempo en el día. Menudo estrés, la exigencia es el doble.
Tienes menos energía y necesitas comer más, son muchas demandas.
Pero toda tu energía va dirigida a planificar comidas. Esto no te
permite enterarte de cómo funciona el nuevo trabajo ni de darte un
paseo por el nuevo barrio.
«Yo lo que necesito es organizarme todas las comidas, hacerme mi
menú».
Imagina que tienes un viaje largo por carretera, conduces tú, tienes
hambre, hay que parar. Pero...
«¿En un bar de carretera? ¿Y qué me pido? Ahí no tendrán lo que
suelo comer, seguro que es todo fritanga, ¿y yo cómo sé el modo en
que han cocinado las cosas? Madre mía, con el hambre que tengo. ¿Y
si me espero a llegar a casa y como lo de siempre?».
Todos estos ejemplos son para que veas que la vida cambia,
nuestro contexto cambia, nuestros gustos cambian, nuestras
compañías cambian, nosotras cambiamos... Por lo tanto, la
alimentación debería cambiar también y adaptarse a nuestra vida.
Los niños pequeños tienen un juego que es una caja con huecos
que tienen distintas formas y por ellos hay que meter las figuras que
corresponden a esas formas. La alimentación flexible consiste en eso:
según el hueco, trata de encajar una pieza u otra, con una forma u
otra. La alimentación rígida sería intentar encajar siempre la misma
pieza en los distintos huecos o intentar encajar piezas con una forma
disparatada que no encaja en ningún hueco.
Las normas rígidas con la comida no te permiten descansar.
Cuando estás en casa, todo va relativamente bien, es fácil de seguir.
En cambio, cuando sales de ahí, todo se descuadra. ¿Qué vas a
hacer? ¿Quedarte ahí dentro por comodidad? ¿O salir de esa caja
inerte y adaptarte a una realidad cambiante, viva, llena de
imprevistos, sorpresas y novedades?
Lo contrario a un comportamiento flexible es un comportamiento
rígido con la alimentación.
DEL RIGIDEZFOODING AL
FLEXIFOODING
En contraposición a una alimentación rígida, propongo el
«flexifooding», una forma de alimentarse con flexibilidad. Sería una
alternativa de relación con la alimentación para personas con
historia de problemas psicológicos con la alimentación, con
tendencia a la rigidez, al «todo o nada», al perfeccionismo o a otras
dificultades con la comida. Está hecha para aquellas personas que no
quieren o no les compensa guiar su vida siguiendo una alimentación
con normas centradas principalmente en lo nutricional y en la salud
física.
Todo el mundo entendería que alguien decidiese hacer puenting a
pesar de los riesgos que eso acarrea. Lo entendemos porque sabemos
que hay personas que disfrutan de la vida por sus experiencias y
aventuras. ¿Por qué no aplicamos esto a la alimentación? No todas
tenemos que tomar decisiones con la alimentación según la salud
física porque quizá hay otras áreas que para nosotras son de valor: el
crecimiento personal, las nuevas experiencias, el disfrute, la amistad,
la familia, la diversión, la comodidad, el trabajo, las aficiones... Cosas
que, además, aportan al concepto integral de salud, donde lo
importante también es el bienestar psicológico y social. En estos
casos, la salud física no es el criterio prioritario y esto es igual de
válido y respetable.
Recuadro técnico
«El salutismo es la creencia o el valor cultural de que la
salud es más importante que todas las demás
recompensas o satisfacciones. Es decir, que disfrutar de
la salud es el principal objetivo de la vida. Esta
ideología podría llevar a otros a prescribir lo que los
individuos deben hacer por sí mismos y cómo deben
comportarse, lo cual es contrario a los principios de
promoción de la salud. El salutismo es una especie de
moralización elitista sobre lo que se cree que no son
buenos comportamientos saludables» (Nutbeam, 1986).
Aquí las preguntas nos pueden volver a ayudar: ¿por qué sigo esta
norma con la comida? ¿Qué evidencia tengo de que esto sea así? ¿Esta
información es fiable? ¿Esta regla me está ayudando a mejorar mi
calidad de vida? ¿O me está entorpeciendo en cosas que son
importantes para mí?
Gracias de corazón.
BIBLIOGRAFÍA Y MATERIAL
RECOMENDADO
LIBROS
Bell, Lorraine y Rushforth, Jenny, Superar una imagen corporal
distorsionada. Un programa para personas con trastornos
alimentarios, trad. Miguel Ángel Coll Rodríguez, Madrid, Alianza
Editorial, 2010.
Fairburn, Christopher G., La superación de los atracones de comida:
Cómo recuperar el control, trad. Antonio Francisc Rodriguez
Esteban, Barcelona, Paidós Ibérica, 2017.
Froján, María Xesús y González Lacson, Mónica, Qué es la anorexia,
Madrid, Biblioteca Nueva, 2006.
Froxán, María Xesús y colaboradores, Análisis funcional de la
conducta humana, Madrid, Pirámide, 2020.
Lozada, Victoria y Moratilla, Carlos, Por qué comes como comes,
Barcelona, Plataforma, 2020.
Moreno Pestaña, José Luis, La cara oscura del capital erótico:
Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios, Madrid, Akal,
2016.
Pulido, David, ¿Nos estamos volviendo locos?, Barcelona, Ediciones
Paidós, 2016.
Renee, Sonya, El cuerpo no es una disculpa, Santa Cruz de Tenerife,
Melusina, 2019.
Tobar, Virgie, Tienes derecho a permanecer gorda, Santa Cruz de
Tenerife, Melusina, 2018.
Toro, Joseph, El cuerpo como delito: anorexia, bulimia, cultura y
sociedad, Barcelona, Ariel, 1996.
Wolf, Naomi, El mito de la belleza, trad. Matilde Pérez, Miranda de
Arga, Continta Me Tienes, 2020.
ARTÍCULOS
Gimeno Gonzáles, M. E. ( 1986 ), «Factores de riesgo psicosociales en
los Trastornos de Conducta Alimentaria: Una revisión y algunas
consideraciones para la prevención y la Intervención», en Revista
de Psicoterapia, 31 ( 115 ), pp. 33-47.
Holmes, S. ( 2017 ), «The role of sociocultural perspectives in eating
disorder: A study of health professionals», en Health: An
Interdisciplinary Journal for the Social Study of Health, Illnes and
Medicine, 22 ( 6 ), pp. 541-557.
<https://doi.org/10.33898/rdp.v31i115.354>.
Moreno-Domínguez, S., Rodríguez-Ruiz, S., Fernández-Santella, M.
C., Jansen & Tuscheb-Caffier, B. ( 2012 ), «Pure versus guided
mirror exposure to reduce body dissatisfaction: A preliminary
study with university women», en Body image, 9 ( 2 ), pp. 285-
288. <https://doi.org/10.1016/j.bodyim.2011.12.001>.
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26 ( 3 ), pp. 159-185. <https://doi.org/10.1002/erv.2585>.
Nutbeam, Don. ( 1986 ) «Health promotion glossary», en Health
promotion international, vol. 13, n.o 4, 1998, pp. 113–127.
Schaefer, L. M., & Thompson, J. K. ( 2018 ), «Self-objectification and
disordered eating: A meta-analysis», en The International journal
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<https://doi.org/10.1002/eat.22854>.
Stice, E., Marti, C. N., & Rohde, P. ( 2013 ), «Prevalence, incidence,
impairment, and course of proposed DSM-5 eating disorder
diagnosis in an 8-year prospective community study of young
women», en Journal of abnormal psychology, 122 ( 2 ), p. 445.
PÓDCAST
«Cuerpos distorsionados», de Ciberlocutorio.
«Esto es nutrición x Adidas runners», de Esto es Nutrición.
«Hambre Emocional con Mara Jiménez», de Estirando el Chicle.
«La fealdad», de Deforme Semanal.
«La terapia familiar en los TCA», con Gema García Marco, de
Psicoflix.
«La voz de Mara Jiménez», de La Voz De.
«Tratamiento psicológico de los TCA», con Carlos Moratilla, de
Psicoflix.
«Tu cuerpo no es un problema a resolver», con Raquel Lobatón, de
Más Allá del Rosa.
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[1] En este libro se usan las palabras «gorda» o «cuerpos gordos»
como descriptivas y sin pretender ser juzgadoras. Ciertos discursos
antigordófobos se han apropiado de la palabra «gorda». Si al
leerla sientes rechazo quizá es algo ilustrativo de lo que cuento en
estas páginas. Hemos asociado la gordura a tantas cosas negativas
que incluso la palabra «gorda» por sí sola ha adquirido el poder
de producirnos este sentimiento.
Índice
Introducción
1. La insatisfacción corporal
No estamos solas: el contexto
¿Cómo aprendemos a estar insatisfechas?
Nuestra historia de aprendizajes
¿Por qué hablo en femenino?
Ahora, miremos hacia dentro
Mi cuerpo ante el espejo
Una nueva dirección: la aceptación
Somos mucho más que un cuerpo
Más allá de la belleza
Pautas para tener una mejor relación con tu cuerpo
2. El control de la comida me controla
La estafa de las dietas: ni bajar de peso ni bienestar
Las trampas del control
¿Para qué controlo?
No hacer dieta es como remar a contracorriente
Pautas para que el control no te controle
3. Atada al movimiento: otro tipo de control
De las 1.500 calorías a los 10.000 pasos
Pero ¡si el ejercicio es saludable! (o no)
Qué ejercicio haces y para qué
Cuando el autocuidado es reposar
Pautas para tener una mejor relación con el deporte
4. Del control al descontrol, pasando por la emoción
¡Pues claro que comemos de forma emocional!
Comer emocional descontrolado e intenso: cuando estamos ante un atracón
¿Para qué te sirve tu atracón?
Las emociones desagradables te quieren contar algo
Como de más por querer comer menos
Pautas generales para cambiar tu experiencia con los atracones
5. ¿Tengo un TCA?
¿Tengo un TCA? ¿Eso es lo que de verdad importa?
Más allá del diagnóstico
Los TCA como intentos de solución
¿Cómo aparecen los problemas de alimentación?
Trastornos de la cultura alimentaria
Desmontando mitos sobre los TCA
De los TCA se puede salir, no son para siempre
¿Qué más cosas pasan cuando hay un TCA?
¿Cómo es la recuperación?
Pautas para ayudar a alguien con un TCA
6. Flexifooding: Hacia una alimentación flexible
No somos lo que comemos, somos lo que hacemos
Del rigidezfooding al flexifooding
Amar nos empuja a flexibilizar
Pautas para alimentarse de forma flexible
Epílogo
Agradecimientos
Bibliografía y material recomendado