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Leyendo El fantasma del beso delincuente
Un ciprés: a él junto, leo. el pómulo te tiene perseguido,
El sol va acortando poco cada vez más patente, negro y grande. a poco su fulgor loco. Preludia una ve un gorjeo. Y sin dormir estás, celosamente, vigilando mi boca ¡con qué cuido! Me acuesto en la hierba. Leo. para que no se vicie y se desmande. Da el sol un golpe mayúsculo El rayo que no cesa a una montaña… Crepúsculo. Se oye de un agua el chorreo.
Me pongo sentado. Leo. Estoy perdidamente enamorado
La muriente luz se enjambra Estoy perdidamente enamorado fingiendo una gran Alhambra de una mujer tan bella como ingrata; de mármol cristaloideo. mi corazón otra pasión no acata y mis ojos su imagen han plasmado. Trunca el ave su gorjeo. Por el oriente descuella Si escudriño en mi pecho, triste creo la noche. ¿Nace una estrella? que otra hermosa me diera sólo enojos No quedan luces… No leo. y, si sereno miro, ante mis ojos su figura gentil tan sólo veo.
Con voz trémula le dije mi cariño;
Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo y sarcástica y cruel exclamó: “¡Niño, Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo, conoces el amor sólo de nombre!” nacida ya para el marero oficio; ser graciosa y morena, tu ejercicio Y desde entonces sufro lo indecible… y tu virtud más ejemplar, ser cielo. ¿Por qué, amada mujer, crees imposible en un cuerpo de niño un alma de hombre? ¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo, El rayo que no cesa dando del viento claro un negro indicio, enmienda de marfil de artificio ser de tu capilar borrasca anhelo. Como el toro he nacido para el luto No tienes más que hacer que ser hermosa, Como el toro he nacido para el luto ni tengo más festejo que mirarte, y el dolor, como el toro estoy marcado alrededor girando de tu esfera. por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto. Satélite de ti, no hago otra cosa, si no es una labor de recordarte. Como el toro lo encuentra diminuto - ¡Date presa de amor, mi carcelera! todo mi corazón desmesurado, Imagen de tu huella y, del rostro del beso enamorado, como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco en el castigo,
Te me mueres de casta y de sencilla la lengua en el corazón tengo bañada Te me mueres de casta y de sencilla: y llevo al cuello un vendaval sonoro. estoy convicto, amor, estoy confeso de que, raptor intrépido de un beso, Como el toro te sigo y te persigo, yo te libé la flor de la mejilla. y dejas mi deseo en una espada, como el toro burlado, como el toro. Yo te libé la flor de la mejilla, El rayo que no cesa y desde aquella gloria, aquel suceso, tu mejilla, de escrúpulo y de peso, se te cae deshojada y amarilla. SONREÍDME Elegía (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto Vengo muy satisfecho de librarme como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería). de la serpiente de las múltiples cúpulas, la serpiente escamada de casullas y cálices: Yo quiero ser llorando el hortelano su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos de la tierra que ocupas y estercolas, reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi compañero del alma, tan temprano. corazón. Alimentando lluvias, caracolas Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos, y órganos mi dolor sin instrumento, de aquella boba gloria: sonreídme. a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Sonreídme, que voy Tanto dolor se agrupa en mi costado, a donde estáis vosotros los de siempre, que, por doler, me duele hasta el aliento. los que cubrís de espigas y racimos la boca que nos escupe, Un manotazo duro, un golpe helado, los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos, un hachazo invisible y homicida, os arrancáis la corona del sudor a diario. un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, Me libré de los templos: sonreídme, lloro mi desventura y sus conjuntos donde me consumía con tristeza de lámpara y siento más tu muerte que mi vida. encerrado en el poco aire de los sagrarios. Ando sobre rastrojos de difuntos, Salté al monte de donde procedo, y sin calor de nadie y sin consuelo a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre, voy de mi corazón a mis asuntos. a vuestra compañía de relativo barro. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices temprano estás rodando por el suelo. que llevo de tratar piedras y hachas No perdono a la muerte enamorada, a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne, no perdono a la vida desatenta, porque para calmar nuestra desesperación de toros no perdono a la tierra ni a la nada. castigados En mis manos levanto una tormenta habremos de agruparnos oceánicamente. de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Nubes tempestuosas de herramientas Quiero escarbar la tierra con los dientes, para un cielo de manos vengativas quiero apartar la tierra parte a parte no es preciso. Ya relampaguean a dentelladas secas y calientes. las hachas y las hoces con su metal crispado, Quiero minar la tierra hasta encontrarte ya truenan los martillos y los mazos y besarte la noble calavera sobre los pensamiento de los que no han hecho y desamordazarte y regresarte. burros de carga y bueyes de labor. Volverás a mi huerto y a mi higuera; por los altos andamios de las flores Salta el capitalista de su cochino lujo, pajareará tu alma colmenera huyen los arzobispos de sus mitras obscenas, de angelicales ceras y labores. los notarios y los registradores de la propiedad Volverás al arrullo de las rejas caen aplastados bajo furiosos protocolos, de los enamorados labradores. los curas se deciden a ser hombres Alegrarás la sombra de mis cejas y abierta ya la jaula donde actúa el león y tu sangre se irán a cada lado queda el oro en la más espantosa miseria. disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose, llama a un campo de almendras espumosas quiero ver a la cólera tirándoos de las cejas, mi avariciosa voz de enamorado. la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón A las aladas almas de las rosas sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo, del almendro de nata te requiero, viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa, que tenemos que hablar de muchas cosas, viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso, compañero del alma, compañero. viéndoos en este estado capaz de impacientar 10 de enero de 1936, El rayo que no cesa a los mismos corderos que jamás se impacientan.[…] El rayo que no cesa Vientos del pueblo El niño yuntero Vientos del pueblo me llevan, Carne de yugo, ha nacido vientos del pueblo me arrastran, más humillado que bello, me esparcen el corazón con el cuello perseguido y me aventan la garganta. por el yugo para el cuello.
Los bueyes doblan la frente, Nace, como la herramienta,
impotentemente mansa, a los golpes destinado, delante de los castigos; de una tierra descontenta los leones la levantan y un insatisfecho arado. y al mismo tiempo castigan […] con su clamorosa zarpa. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta No soy de un pueblo de bueyes, levantando la corteza que soy de un pueblo que embargan de su madre con la yunta. yacimientos de leones, desfiladeros de águilas Empieza a sentir, y siente y cordilleras de toros la vida como una guerra, con el orgullo en el asta. y a dar fatigosamente […] en los huesos de la tierra. Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Contar sus años no sabe, Muerto y veinte veces muerto, y ya sabe que el sudor la boca contra la grama, es una corona grave tendré apretados los dientes de sal para el labrador. y decidida la barba. […] Cantando espero a la muerte, Me duele este niño hambriento que hay ruiseñores que cantan como una grandiosa espina, encima de los fusiles y su vivir ceniciento y en medio de las batallas. revuelve mi alma de encina. Viento del pueblo […] ¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros. Viento del pueblo Aceituneros Canción del esposo soldado Andaluces de Jaén, He poblado tu vientre de amor y sementera, aceituneros altivos, he prolongado el eco de sangre a que respondo decidme en el alma: ¿quién, y espero sobre el surco como el arado espera: he llegado hasta el fondo. quién levantó los olivos? Morena de altas torres, alta luz y ojos altos, No los levantó la nada, esposa de, mi piel, gran trago de mi vida, ni el dinero, ni el señor; tus pechos locos crecen hacia mi dando saltos sino la tierra callada, de cierva concebida. el trabajo y el sudor. Ya me parece que eres un cristal delicado, Unidos al agua pura temo que te me rompas al más leve tropiezo, y a los planetas unidos, y a reforzar tus venas con mi piel de soldado los tres dieron la hermosura fuera como el cerezo. de los troncos retorcidos. Espejo de mi carne, sustento de mis alas, […] te doy vida en la muerte que me dan y no tomo. Andaluces de Jaén, Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas, aceituneros altivos, ansiado por el plomo. decidme en el alma: ¿quién amamantó los olivos? Sobre los ataúdes feroces en acecho, sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa Vuestra sangre, vuestra vida, te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho no la del explotador hasta en el polvo, esposa. que se enriqueció en la herida generosa del sudor. Cuando junto a los campos de combate te piensa mi frente que no enfría ni aplaca tu figura, te acercas hacia mi como una boca inmensa No la del terrateniente de hambrienta dentadura. que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, Escríbeme a la lucha siénteme en la trinchera: que os redujo la cabeza. aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo. […] y defiendo tu vientre de pobre que me espera, Andaluces de Jaén, y defiendo tu hijo. aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, de quién son estos olivos? envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y dejaré a tu puerta mi vida de soldado Jaén, levántate brava sin colmillos ni garras. sobre tus piedras lunares, Es preciso matar para seguir viviendo. no vayas a ser esclava Un día iré a la sombra de tu pelo lejano. con todos tus olivares. Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo […] cosida por tu mano. Viento del pueblo Tus piernas implacables al parto van derechas, y tu implacable boca de labios indomables, y ante mi soledad de explosiones y brechas, recorres un camino de besos implacables.
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos tu corazón y el mío naufragarán, quedando una mujer y un hombre gastados por los besos.
Viento del pueblo
Canción primera Nanas de la cebolla (Dedicadas a su hijo, a raíz de Se ha retirado el campo recibir una carta de su mujer en la que le decía que no al ver abalanzarse comía más que pan y cebolla) crispadamente al hombre. La cebolla es escarcha ¡Qué abismo entre el olivo cerrada y pobre. y el hombre se descubre! Escarcha de tus días y de mis noches. El animal que canta: Hambre y cebolla, el animal que puede hielo negro y escarcha llorar y echar raíces, grande y redonda. rememoró sus garras. En la cuna del hambre Garras que revestía mi niño estaba. de suavidad y flores, Con sangre de cebolla pero que, al fin, desnuda se amamantaba. en toda su crueldad. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, Crepitan en mis manos. cebolla y hambre. Aparta de ellas, hijo. Estoy dispuesto a hundirlas, Una mujer morena dispuesto a proyectarlas resuelta en luna sobre tu carne leve. se derrama hilo a hilo sobre la cuna. He regresado al tigre. Ríete, niño, Aparta o te destrozo. que te traigo la luna Hoy el amor es muerte, cuando es preciso. y el hombre acecha al hombre. El hombre acecha Alondra de mi casa, ríete mucho. Ausencia en todo veo Es tu risa en tus ojos Ausencia en todo veo: la luz del mundo. tus ojos la reflejan. Ríete tanto Ausencia en todo escucho: que mi alma al oírte tu voz a tiempo suena. bata el espacio. Ausencia en todo aspiro: Tu risa me hace libre, tu aliento huele a hierba. me pone alas. Ausencia en todo toco: Soledades me quita, tu cuerpo se despuebla. cárcel me arranca. Ausencia en todo pruebo: Boca que vuela, tu boca me destierra. corazón que en tus labios relampaguea. Ausencia en todo siento: ausencia, ausencia, ausencia. Es tu risa la espada Cancionero y romancero de ausencias más victoriosa, vencedor de las flores ¿Qué quiere el viento de encono? y las alondras ¿Qué quiere el viento de encono Rival del sol. que baja por el barranco Porvenir de mis huesos y violenta las ventanas y de mi amor. mientras te visto de abrazos? La carne aleteante, Derribarnos, arrastrarnos. súbito el párpado, el vivir como nunca Derribadas, arrastradas, coloreado. las dos sangres se alejaron. ¡Cuánto jilguero ¿Qué sigue queriendo el viento se remonta, aletea, cada vez más enconado? desde tu cuerpo!
Separarnos. Desperté de ser niño:
Cancionero y romancero de ausencias nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Cancionero y romancero de ausencias Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Eterna sombra Ser de vuelo tan lato, tan extendido, Yo que creí que la luz era mía que tu carne es el cielo precipitado en la sombra me veo. recién nacido. Ascua solar, sideral alegría ¡Si yo pudiera ígnea de espuma, de luz, de deseo. remontarme al origen de tu carrera! Sangre ligera, redonda, granada: raudo anhelar sin perfil ni penumbra. Al octavo mes ríes Fuera, la luz en la luz sepultada. con cinco azahares. Siento que sólo la sombra me alumbra. Con cinco diminutas ferocidades. Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo. Con cinco dientes Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles como cinco jazmines dentro del aire que no tiene vuelo, adolescentes. dentro del árbol de los imposibles.
Frontera de los besos Cárdenos ceños, pasiones de luto.
serán mañana, Dientes sedientos de ser colorados. cuando en la dentadura Oscuridad de rencor absoluto. sientas un arma. Cuerpos lo mismo que pozos cegados. Sientas un fuego correr dientes abajo Falta el espacio. Se ha hundido la risa. buscando el centro. Ya no es posible lanzarse a la altura. El corazón quiere ser más de prisa Vuela niño en la doble fuerza que ensancha la estrecha negrura. luna del pecho: él, triste de cebolla, Carne sin norte que va en oleada tú, satisfecho. hacia la noche siniestra, baldía. No te derrumbes. ¿Quién es el rayo de sol que la invada? No sepas lo que pasa ni Busco. No encuentro ni rastro del día. lo que ocurre. Sólo el fulgor de los puños cerrados, Cancionero y romancero de ausencias el resplandor de los dientes que acechan. Con dos años, dos flores Dientes y puños de todos los lados. Más que las manos, los montes se estrechan. Con dos años, dos flores cumples ahora. Turbia es la lucha sin sed de mañana. Dos alondras llenando ¡Qué lejanía de opacos latidos! toda tu aurora. Soy una cárcel con una ventana Niño radiante: ante una gran soledad de rugidos. va mi sangre contigo siempre adelante. Soy una abierta ventana que escucha, Sangre mía, adelante, por donde va tenebrosa la vida. no retrocedas. Pero hay un rayo de sol en la lucha La luz rueda en el mundo, que siempre deja la sombra vencida. mientras tú ruedas. Cancionero y romancero de ausencias Todo te mueve, universo de un cuerpo dorado y leve. Herramienta es tu risa, luz que proclama la victoria del trigo sobre la grama. Ríe. Contigo venceré siempre al tiempo que es mi enemigo.