Tuñón Pablos

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Lima, Año XVII, No.

162, setiembre - octubre, 2015

¡TODAS A VOTAR!
LAS MUJERES EN MÉXICO Y EL DERECHO AL VOTO.1917-1953

Enriqueta Tuñón Pablos


Dirección de Estudios Históricos-INAH, México

Cuando se incursiona en el estudio de la lucha por el sufragio femenino, lo primero


que uno se pregunta es: ¿hubo algún movimiento de las mujeres mexicanas por
alcanzar el sufragio?, si lo hubo ¿cómo fue esta movilización?, ¿qué factores la
propiciaron?, ¿cuál fue el grado de participación de las mujeres? y ¿cuál la reacción de
aquellas que no tomaban parte activa en la vida política? En este trabajo haré un
repaso de los movimientos que organizaron las mujeres en México para alcanzar el
derecho al sufragio.

Durante el movimiento revolucionario de 1910 la incorporación de las mujeres fue


importante, no sólo como acompañantes de los hombres y realizando sus tareas
tradicionales (cocinar, lavar y cuidar a sus hijos, entre otras), sino que también
tuvieron actividades militares. por ejemplo se dedicaron a difundir las ideas
revolucionarias, fueron espías, correos, enfermeras, consiguieron ayuda para la
población civil y colaboraron en la redacción de proyectos y planes. Dolores Jiménez y
Muro, participó en la redacción del Plan de Ayala y no fueron pocas las que,
interviniendo directamente en la lucha, llegaron a ocupar puestos de mando,
alcanzando grados dentro del escalafón militar, algunas de ellas el de coronela.

Realmente fue una contribución activa e importante. Tradicionalmente se ha dicho


que las que participaron, lo hicieron para ayudar a sus hijos y esposos, que su lucha
fue callada y desinteresada, pero es muy probable que ellas hayan sentido que su
situación mejoraría en el momento en que las cosas cambiaran en el país.1

Sin embargo, al redactarse la Constitución de 1917 nos encontramos con que, al


discutirse la petición, se decidió -sin mucha discusión- negar a las mujeres los
derechos políticos argumentando:

(...) en el estado en que se encuentra nuestra sociedad, la actividad de la mujer no


ha salido del círculo del hogar doméstico, ni sus intereses se han desvinculado de
los miembros masculinos de la familia, no ha llegado entre nosotros a romperse la
unidad de la familia, como llega a suceder con el avance de la civilización, las

1Para estudiar la participación de la mujer en el movimiento revolucionario podemos remitirnos a


Anna Macías, 1982. También a Ángeles Mendieta Alatorre, 1961 y a Artemisa Sáenz Royo, 1955.
mujeres no sienten pues la necesidad de participar en los asuntos públicos, como
lo demuestra la falta de todo movimiento colectivo en ese sentido.2

Los constituyentes fueron tajantes al afirmar: “(...) en las condiciones en que se


encuentra la sociedad mexicana no se advierte la necesidad de conceder el voto a las
mujeres”3

Y a pesar de que había habido una incorporación masiva de las mujeres a la lucha
armada, al redactar la Constitución declaraban: “El hecho de que algunas mujeres
excepcionales tengan las condiciones para ejercer satisfactoriamente los derechos
políticos no funda la conclusión de que éstos deban concederse a la mujer como clase.
La dificultad de ejercer la selección autoriza la negativa”.4

En estos argumentos vemos que los legisladores por una parte, encadenaron los
intereses de las mujeres al hogar y a la familia y por otra, afirmaron que a ellas no les
interesaba tener derechos políticos al decir que había: “falta de todo movimiento en
ese sentido”. Perecía que requerían de movimientos sufragistas al estilo de Inglaterra o
Estados Unidos.

Sin embargo nos podemos percatar que era a ellos, a los congresistas varones, a
quienes no les interesaba que las mujeres obtuvieran el derecho a votar ya que temían
que se rompiera la “unidad familiar”, un argumento que 35 años después esgrimieron
algunos diputados que también estuvieron en contra de la medida. Temían que con “el
avance de la civilización”, las mujeres se interesaran por asuntos ajenos a sus hogares
a sus familias y los abandonaran, por eso había que mantenerlas fuera del juego
democrático.

En cuanto a la afirmación de que sólo a las mujeres “excepcionales” en algún


momento se les podía otorgar este derecho, es interesante hacer notar que en este
sentido, los constituyentes emplearon argumentos diferentes cuando discutieron los
derechos políticos de los hombres y los de las mujeres.

En el momento en que se decidió que los hombres analfabetos tuvieran el derecho


al voto, el argumento fue que “razones de política impiden que la doctrina pueda
llevarse a cabo” esto es, que dado que el sufragio universal fue lema de la Revolución,
los constitucionalistas no podían arriesgarse a que sus enemigos los acusaran de faltar
a uno de los principios del movimiento revolucionario. Sin embargo, para el caso de las
mujeres, no se tomaron en cuenta las “razones de política” antes señaladas.

De esta forma, la negación del sufragio femenino basada en la supuesta incapacidad


de las mujeres para el ejercicio ciudadano, fue una argumentación parcial que no

2 Diario de los Debates del Congreso Constituyente 1916-1917, 1985, I-830.


3 Ibídem.
4 Ma. Antonieta Rascón, p.107.
consideró que parte de la población masculina tampoco tenía una educación cívica
suficiente como para ejercer la ciudadanía con plena conciencia.5

Así, el artículo 34 de la Constitución se redactó en masculino, las mujeres fueron


omitidas, no fueron tomadas en cuenta y quedó con la siguiente redacción:

Son ciudadanos de la República todos los que, teniendo la calidad de mexicanos,


reúnan además los siguientes requisitos:
I. Haber cumplido 18 años siendo casados y 21 si no lo son y
II. Tener un modo honesto de vivir6

A pesar de que el Constituyente del 17 pretendió ampliar el régimen democrático,


les negó a las mujeres el derecho de votar y ser votadas para cargos públicos. Sin
embargo, dentro del constitucionalismo se dieron, paradójicamente, muestras de
posiciones avanzadas con respecto a las mujeres y una de ellas fue la celebración del
Primer Congreso Feminista en 1916 en Yucatán, a instancias del gobernador Salvador
Alvarado.7

Uno de los puntos centrales de este congreso, fue la discusión en torno del sufragio
femenino a nivel municipal y al producirse un argumento en contra, basándose en la
falta de preparación de las mujeres, Francisca Ascanio respondió: “No es necesaria la
experiencia previa para entrar a las luchas sufragistas, porque nunca la experiencia es
previa y porque la práctica se adquiere en la lucha”8

No obstante, más importantes que las conclusiones del Congreso fueron los
comentarios de la prensa. La Voz de la Revolución de Mérida expuso: “Uno de los
errores más grandes fue no abordar con resolución dos problemas trascendentales,
como son la enseñanza racionalista y el voto femenino, so pretexto de falta de
experiencia del profesorado y de falta de dotes de la mujer para asumir sus
responsabilidades”.9

El Congreso de Yucatán fue importante no sólo como un antecedente de las luchas


feministas de años posteriores, sino también porque en su seno se discutieron una
serie de puntos relacionados con la problemática de las mujeres que después, serían
retomados en los congresos feministas que se realizaron en nuestro país en los años
veinte y treinta.

Para comprender lo que sucedió en los años veinte, hay que tomar en cuenta que
en esta época se dio un fortalecimiento tanto de las clases medias como del aspecto
educativo y que en el transcurso del siglo, estos sectores medios ocuparán un espacio
cada vez más amplio en la vida social. De este grupo saldrán muchas mujeres

5 Gabriela Cano, 1991, p.277.


6
Diario de los Debates del Congreso Constituyente, 1985, I-830.
7 Este evento puede estudiarse en El Congreso Feminista de Yucatán, 1916
8 Martha Eva Rocha Islas, 1990-1991, p.118.
9 ANFER (compiladora), Participación política de la mujer en México. Siglo XX, 1984, p.11.
educadas, dedicadas fundamentalmente a la enseñanza que en ese entonces era la
profesión por excelencia para las mujeres de la clase media; es por eso que no será
casual que sean las maestras las primeras que se organicen y hagan peticiones al
Estado, con el fin de intervenir en el ámbito social y político del país.

En 1923 se fundaron dos organizaciones femeniles que intentarán unir a las


asociaciones que estaban diseminadas por toda la República. En ellas se delinearon las
dos posiciones feministas que existieron en nuestro país en las décadas siguientes, y
que fueron fundamentales en la forma de pedir el derecho al sufragio.

La primera, fue el Consejo Feminista Mexicano que estuvo dirigido por dos maestras
comunistas: Elena Torres y Refugio García. Ellas aglutinaron a los grupos de mujeres
que levantaron demandas propias y que, al mismo tiempo, se vinculaban a la lucha
popular general. Esto constituyó el antecedente del Frente Único Pro Derechos de la
Mujer que surgió en el cardenismo.

La otra, fue la sección mexicana de la Liga Panamericana que se llamó Unión de


Mujeres Americanas (UMA) y que estuvo dirigida por Margarita Robles de Mendoza.
Sus militantes orientaron su trabajo a la problemática de las mujeres y a la obtención
de derechos políticos, estuvieron influenciadas por las sufragistas norteamericanas y
su papel fue importante debido a la presión que ejercieron, a través de sus contactos
internacionales, para alcanzar el derecho al sufragio.

Con los años surgieron diferencias básicas en el tipo de lucha de uno y otro grupo.
Las mujeres comunistas se manifestaron en contra de toda reivindicación que implicara
la creación de instancias autónomas de las mujeres. El objetivo final de su lucha era la
conquista, junto con los hombres, del poder político por parte del proletariado y
acusaban de burguesas a las de la Unión de Mujeres Americanas quienes, junto con las
mujeres del Partido Nacional Revolucionario (PNR), luchaban por lograr espacios
políticos y el voto dentro del partido oficial.

Los movimientos en pro de la obtención del voto en los años veinte, fueron escasos
y esporádicos. En este sentido podemos apuntar:

-Entre 1923 y 1925 en Yucatán, San Luis Potosí y Chiapas se concedió la igualdad
política a las mujeres para votar y ser votadas, lo que hizo que varias mujeres se
convirtieran en diputadas. Sin embargo, esta experiencia duró poco, sólo lo que
duraron en el poder los gobernantes que las postularon.

Yucatán fue el primer estado que reconoció el sufragio femenino, tanto a nivel
municipal como estatal, durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto, entre 1922 y
1924. Así, en 1923, hubo tres mujeres electas para diputadas al congreso estatal:
Elvia carrillo Puerto -hermana del gobernador-, Raquel Dzib y Beatriz Peniche de
Ponce; además Rosa Torre fue electa para regidora en el ayuntamiento de Mérida. Sin
embargo, al ser asesinado el gobernador en 1924, las cuatro tuvieron que dejar sus
puestos.10

En San Luis Potosí, las mujeres obtuvieron el derecho a participar en las elecciones
municipales en 1924 y en las estatales en 1925, durante el gobierno de Rafael Nieto,
sin embargo, para 1926 la ley había sido derogada. 11 En tanto que en Chiapas, se
reconoció el derecho a votar a las mujeres en 1925. 12

-En 1923, se celebró en la ciudad de México el primer Congreso Feminista


Panamericano, al que asistieron más de cien mujeres del país y de Estados Unidos y en
el que se solicitó la igualdad de derechos políticos.13

No fue sino hasta la segunda mitad de los años treinta que las movilizaciones de
mujeres, encaminadas a lograr derechos políticos, adquirieron mayor importancia.

El cardenismo implantó un proyecto político nacional que, al relacionarse de manera


peculiar con los sectores sociales, le permitió enfrentar los problemas básicos que tenía
el país con un margen importante de éxito. Este proyecto nacional, contempló la
creciente intervención del Estado en la vida económica y social, la recuperación de los
recursos básicos del país que estaban en manos de extranjeros, la reforma agraria y la
organización amplia de los trabajadores. Para poder implementar este proyecto, era
necesario lograr amplio consenso y compromiso popular, de ahí que se diera capital
importancia a las acciones de los trabajadores, guiadas y conducidas por el gobierno.

Fue así que las organizaciones femeniles se fortalecieron impulsadas por el Estado.
En esos años, estuvieron directamente vinculadas a la lucha por el establecimiento de
la educación socialista, que se instauró en agosto de 1934 al reformarse el artículo
tercero de la Constitución. Esto se explica porque la educación socialista apeló a la
participación de las mujeres como madres educadoras de sus hijos y porque entre sus
objetivos fundamentales, recomendó la integración de las mujeres a la vida nacional y
una educación que sirviera de base para la igualdad entre ambos sexos.14

En este contexto se formó el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM) que se
constituyó formalmente en 1935, con la realización de un congreso en el Teatro
Hidalgo de la ciudad de México, al que asistieron representantes de todos los estados
de la República.15 Este organismo llegó a contar con más de 50 mil mujeres afiliadas,
mujeres de diferentes profesiones y tendencias: las hubo intelectuales, profesionistas -
maestras sobre todo-, obreras, mujeres pertenecientes a diferentes sindicatos y

10 Gabriela Cano, p.283. Para estudiar el movimiento de mujeres en Yucatán durante los años
veinte, véase el artículo de Anna Macías, 1985.
11 Ibídem.
12 Resultan interesantes las consideraciones del Congreso local de Chiapas para justificar el

otorgamiento del derecho al voto para las mujeres del estado en 1925, véase en: Juana
Montalvo de Menéndez, 1971, pp.86-99.
13 Véanse los artículos de Gabriela Cano, 1990 y 1987.
14 Ma. Elena Farías Mackey, 1988, pp.705-706.
15 Ma. Antonieta Rascón, 1979, p.109.
partidos políticos, veteranas de la Revolución, “(...) asistían mujeres representando a
diversos sectores de la sociedad, y así pudimos ver sentada junto a una humilde
sirvienta, a una dama vestida a la última moda (...)”16 (...) feministas de izquierda y
de derecha, simples liberales, católicas y del sector femenino del PNR, callistas y
cardenistas”.17

Esta diversidad que logró reunir el Frente se debió a que, si bien su demanda
principal era alcanzar el derecho al voto, en su programa había otros puntos que lo
acercaban a las mujeres de PNR y del Partido Comunista Mexicana (PCM).18 Al respecto
nos dice Adelina Zendejas:

El programa de lucha era muy concreto y tan amplio que importaba a todas:
¿quién iba a estar en contra de la lucha por abaratar la vida, contra la instalación
de servicios médico-asistenciales que le dieran atención a la maternidad, contra el
principio a trabajo igual salario igual? (...) Esto importaba a todas: católicas,
protestantes, comunistas.19

Desde una perspectiva histórica actual, la opinión de Adelina Zendejas es


cuestionable porque las reivindicaciones que ella señala son de carácter netamente
clasista y algunas dirigidas exclusivamente a las mujeres trabajadoras, que en esos
años no eran la mayoría de la población femenil. Por eso lo más importante para las
mujeres de distintas clases sociales, reunidas en el Frente, fue el voto, ya que las otras
demandas no lograron conciliarlas. Así, a partir de 1937, el FUPDM se mantuvo
estructurado fundamentalmente en torno a una sola demanda: el derecho al sufragio.

En 1936, el Frente creó el Consejo Nacional del Sufragio Femenino para luchar en
concreto por alcanzar igualdad ante la ley, y fue entonces cuando le encargaron al
Frente Socialista de Abogados, que hiciera un estudio exhaustivo para determinar el
aspecto jurídico-constitucional del artículo 34 de la Constitución.20

En 1937 Cárdenas afirmó que: “En México el hombre y la mujer adolecen


paralelamente de la misma deficiencia de preparación, de educación y de cultura, sólo
que aquel se ha reservado para sí derechos que no se justifican.”21

16 El Universal, 29 de agosto de 1935, citado por Esperanza Tuñón Pablos, 1992, p.67.
17 El Machete, 14 de septiembre de 1935, en: Ibídem.
18
Eran 19 las demandas del FUPDM, algunas de ellas: 1. Lucha contra la carestía de los
artículos de primera necesidad, 2. por el aumento a los sueldos y salarios de la mujer, 3. por la
jornada de ocho horas, 4. contra los impuestos elevados que se cobran a las mujeres pobres en
los estanquillos, expendios y mercados, 5. por la rebaja de la renta de las casas-habitación, 6.
por la liberación de México de la opresión imperial particularmente del imperialismo yanqui, 7.
por la lucha abierta contra todas las empresas extranjeras, 8. por escuelas, libros y útiles
escolares para los hijos de los trabajadores a costa de las empresas extranjeras donde trabajen,
9. contra el pago de la deuda exterior. Ibídem., p.68.
19
Entrevista a Adelina Zendejas, en Esperanza Tuñón Pablos, 1992, p.74.
20 Véase Alberto Bremauntz, 1937.
21 Expediente 5444/1, Fondo Lázaro Cárdenas (en adelante FLC), Archivo General de la Nación

(En adelante AGN), citado por Esperanza Tuñón Pablos, 1992, p.96.
Ante esta declaración, las mujeres del Consejo Nacional del Sufragio femenino, que
en esos momentos estaba dirigido por Esther Chapa, postularon a Soledad Orozco
(miembro del PNR) como candidata a diputada por León, Guanajuato y a Refugio
García (dirigente del FUPDM) por Uruapan, Michoacán. Esto causó revuelo ya que se
declaró que para que ellas pudieran participar en las elecciones, era necesario
reformar primero la Constitución.

Las mujeres del frente se movilizaron: organizaron mítines, manifestaciones,


conferencias, llegaron a amenazar con quemar el Palacio Nacional y también iniciaron
una huelga de hambre frente a la casa del presidente Cárdenas quien, ante esta
presión, en agosto del 37, prometió enviar al Congreso una iniciativa de ley para
reformar el artículo 34 constitucional.

La iniciativa pretendió que el artículo estableciera que:

Son ciudadanos de la República todos los hombres y las mujeres que, teniendo la
calidad de mexicanos, reúnan además los siguientes requisitos:
I. Haber cumplido 18 años si son casados y 21 si no lo son
II. Tener un modo honesto de vivir.22

La iniciativa siguió su curso legal, se discutió en las Cámaras y una vez aprobada,
en diciembre de 1937, se turnó a las Legislaturas de los Estados y para septiembre de
1938, ya había sido aprobada en la mayoría de éstas. El trámite estaba por terminar,
faltaba solamente la declaratoria correspondiente y la publicación en el Diario Oficial.

Cárdenas empezó a recibir felicitaciones no sólo de grupos nacionales, sino también


de grupos internacionales como la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) que
dependía de la Unión Panamericana, la Liga de las Mujeres Ibéricas e
Hispanoamericanas, la Unión Argentina de Mujeres, entre otros. Las mexicanas
empezaron a dar por un hecho su calidad de ciudadanas, estaban encantadas.

Parecía que estaba todo listo, que en cualquier momento se publicaría el decreto en
el Diario Oficial, pero el trámite no prosperó, se pospuso durante todo el periodo.
Soledad Orozco recuerda:

Tenían miedo de que si nos daban el voto a las mujeres, íbamos a votar por
monseñor Luis María Martínez que era el obispo de la época (...) los hombres decían:
vienen las mujeres y nos van a hacer un lado, ya con la fuerza política de ellas pues
nos van a pegar muy duro y ya no vamos a poder hacer de las nuestras.23

Por una parte, se temió que se repitiera la experiencia española de 1933 cuando al
votar las mujeres por primera vez, le dieron el triunfo al grupo conservador. Por otra,
al cancelarse la posibilidad de continuidad de la política cardenista encarnada por
Francisco J. Múgica, al ser elegido como candidato por el PRM para el próximo periodo

22 Enriqueta Tuñón Pablos, 1987, p.186.


23 Entrevista a Soledad Orozco, en Esperanza Tuñón Pablos, 1992, p.110.
presidencial Manuel Ávila Camacho, “el candidato de la conciliación y la concordia”, el
trámite para otorgar a las mujeres el derecho al voto se detuvo. Presumiblemente, en
esos momentos no le convenía al partido oficial que las mujeres votaran en las
siguientes elecciones porque supusieron que ellas, tradicionalmente católicas e
influenciadas por la Iglesia, apoyarían al candidato del Partido Revolucionario de
Unificación Nacional (PRUN), el general Juan Andrew Almazán, que era el opositor de
Ávila Camacho.

Después de este fracaso el FUPDM comenzó a debilitarse. El gobierno, como hizo


con otros grupos, dividió al movimiento femenil y lo incorporó a la política partidista,
para con esto institucionalizar su acción. Integradas al partido oficial, las mujeres del
Frente perdieron autonomía y sus demandas quedaron postergadas, porque ellas se
alistaron como miembros de un grupo y no como género subordinado.

Otro elemento que contribuyó a debilitar el FUPDM, fue la división del mismo al
crearse una sección aglutinada en torno a la propuesta expresada en el texto La
República Femenina,24 de Juana Gutiérrez de Mendoza quien, junto con Concha Michel,
fue una de sus dirigentes. Ellas afirmaban que no había que luchar sólo por obtener el
derecho al voto, iban más allá, querían modificar la sociedad, creían que la
deformación de la sociedad provenía del triunfo del patriarcado sobre el matriarcado,
de la usurpación, por parte de los hombres, de las funciones sociales de las mujeres,
por lo tanto había que atacar más que las consecuencias del problema, las causas del
mismo. No había que planear reformas al Derecho Convencional sino restaurar el
Derecho Natural.

Así, para finales del cardenismo las mujeres se quedaron no sólo sin el derecho al
voto sino también sin una organización propia que luchara por sus demandas propias.

Durante los años siguientes, algunas mujeres publicaron artículos valientes en los
que mostraban su decepción,25 pero la más persistente en la lucha en pro del sufragio
femenino fue Esther Chapa, quien cada año -y durante 22 años, como ella misma
declaró- 26 al empezar las sesiones del Congreso enviaba una carta solicitando el
derecho al voto para las mujeres. Tenemos una fechada el 14 de julio de 1944 que
dice:

El Comité Coordinador Femenino para la defensa de la Patria27 se dirige a esa H.


Comisión Permanente una vez más con toda anticipación a la apertura de las sesiones
ordinarias de ese H. Congreso a fin de solicitar se incluya en la Orden del Día del
próximo periodo la declaratoria de ley de la Modificación del Artículo 34 Constitucional
en los términos en que fue aprobada por la H. Cámara de Diputados, por la H. Cámara
de Senadores y por las legislaturas locales de los Estados de Aguascalientes,

24 Juana Gutiérrez de Mendoza, 1936 en Esperanza Tuñón Pablos, 1992, p.113. Véase también
a Alicia Villaneda, 1994.
25 Ver por ejemplo: Margarita Robles de Mendoza, 1939.
26 Marcela Galarce, 1959, pp.8 y 9.
27 En donde ella se desempeñaba como secretaria de prensa y propaganda.
Campeche, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Chihuahua,
Querétaro, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas y Michoacán.
Tomando en cuenta que Chiapas y Puebla han concedido el voto a la mujer desde los
años 1925 y 1936 por todo lo cual consideramos que se han cumplido con los
requisitos que marca el artículo 135 de la Constitución de la República, para modificar
o adicionar la Carta Magna y que solamente falta que el Congreso de la Unión cumpla
con dicho artículo 135 haciendo la Declaratoria que tantas veces nos hemos referido
para que la mujer mexicana como ciudadana que es, goce de todos sus derechos
políticos.28

A pesar del descalabro, las mujeres organizadas, ahora en el PRM,


disciplinadamente se sumaron a la designación de Ávila Camacho, aceptando el papel
que éste les asignaba dentro del hogar, aunque sin abandonar su petición de derechos
políticos para todas las mujeres. Fue así como a partir de los años cuarenta, el
movimiento de lucha por obtener derechos políticos, en lugar de consolidar su fuerza
con las bases y de reforzar la movilización social, se apoyó en las autoridades,
principalmente en la figura del presidente del la República, a la espera de que éstas
hicieran suya la demanda del voto.

Los únicos grupos que en esta época mantuvieron una cierta beligerancia fueron el
Bloque de Mujeres Revolucionarias, encabezado por Estela Jiménez Esponda, que trató
inútilmente de continuar con el programa del FUPDM y el Comité Coordinados para la
defensa de la Patria que dirigía María Efraína Rocha y que desarrollaba labores
relacionadas con la paz y la guerra.

Por otro lado, las mujeres de estos años recurrieron más a las conferencias
internacionales que a las movilizaciones que por esta demanda podían llevarse a cabo,
probablemente las manifestaciones públicas no eran en estos momentos lo
suficientemente poderosas como para cambiar la legislación vigente sobre los derechos
ciudadanos de las mujeres.

Es en este contexto cuando la señora Amalia Castillo Ledón se comenzó a perfilar


como líder del movimiento femenino no sólo al interior de nuestro país, sino también
en el exterior. Su presencia a nivel internacional comenzó en 1936, cuando asistió
como delegada de México a una reunión de la Unión Panamericana efectuada en San
Antonio, Texas en la que, de acuerdo con el informe que presentó a la Secretaría de
Relaciones Exteriores, se desempeñó con gran éxito. 29 Después, en 1939, llegó a la
Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) 30 como representante del gobierno
mexicano, en 1944 se convirtió en su Vicepresidenta y después, entre 1949 y 53, fue
su Presidenta. En esta época fue palpable la presión que ejerció la CIM para que los
gobiernos americanos decretaran el voto a las mujeres.

28
Esther Chapa, 1944.
29 Amalia Castillo Ledón, 1936.
30 Organismo internacional, con sede en Washington, encargado de mejorar la situación de las

mujeres americanas a través de cambios a nivel legislativo.


Es importante resaltar aquí cual era la posición de doña Amalia en relación a las
luchas de las mujeres:

(...) las latinoamericanas, temerosas quizás de caer en los excesos - inexplicables en


ellas- de las “sufraggettes” encabezadas por Mrs. Pankurt 31 tuvieron una actuación
decidida y eficaz, pero de gran discreción (...) En cuanto a sus posibilidades para regir
los destinos públicos, es fácil deducir que, quien sabe gobernar un hogar, puede
gobernar un grupo de familias, que es lo que constituye la sociedad.

(...)Somos una raza fuerte y valiente al mismo tiempo, compañeras del hombre, al
que hemos unido nuestro esfuerzo en la tarea común, grandiosa de abrir la tierra y
renovar el aire (...)”32

Para ella era muy importante no “escandalizar”, había que luchar con discreción y
elegancia, valores que para ella eran fundamentales, además de que reforzaba los
valores tradicionales de las mujeres y la importancia que tenía el no enfrentarse con
los varones.

Para mediados de 1945 el candidato para el siguiente periodo presidencial era


Miguel Alemán. Durante su campaña fue muy claro el cambio de las mujeres en el
modo de pedir el derecho al voto. El 27 de julio de ese año, le organizaron un mitin
que se celebró en la Arena México y en el que les ofrecería el derecho al voto a nivel
municipal. Convocaron el acto las comisiones femeniles del PRM, la CNC, la CNOP y de
la CTM. En ese mitin el candidato comenzaba y terminaba su discurso con la idea de
progreso, por lo tanto la incorporación de las mujeres a la vida pública correspondería
a una etapa importante en la evolución de los pueblos. Es decir, si se pretendía
construir un país moderno era preciso ser coherente con ello e igualar a hombres y
mujeres, pues el modelo de modernidad así lo exigía. El candidato destacaba, además,
la participación de las mujeres en los momentos de crisis como un mérito, pero insistía
en que las mujeres tienen “características propiamente femeninas” que no se
perderían al otorgarles derechos cívicos sino que, por el contrario, enaltecerían los
ámbitos políticos. A este respecto les pedía, como una especie de garantía para
asegurar la reproducción de la familia, que no dejaran de ser en el hogar “(...) la
madre incomparable, la esposa abnegada y hacendosa, la hermana leal y la hija
recatada (...)33 Por último, quedaba claro que otorgar el voto municipal a las mujeres
no ponía en riesgo su papel en el hogar porque se entendía que administrar un
municipio era como organizar una casa más grande.

Había un ambiente de efervescencia, de declaraciones de igualdad a nivel


internacional, la CIM presionaba en ese sentido, el candidato para el nuevo periodo
presidencial aceptaba otorgar el derecho al voto a nivel de municipio pero, a pesar de
todo esto, nuestros diputados declaraban:

31
Se refiere a Emmeline Pankhurst. Para profundizar en este personaje véase a Midge
Mackenzie, 1975.
32 Amalia Castillo Ledón, 1949.
33 El Nacional, 1945, pp.1 y 8.
(...) Los representantes del pueblo opinan que no ha llegado todavía el momento
oportuno para concederle el voto a la mujer mexicana y que primeramente hay
que preocuparse de liberar en el campo económico a nuestras mujeres a fin de que
con esa preparación puedan desarrollar eficazmente actividades en el orden
político.34

Es obvio que la única razón contundente que había para negarles los derechos
cívicos a las mujeres, era la de tipo electoral, es decir, la duda sobre el futuro
comportamiento de las mujeres en las elecciones. Los políticos no podían prever,
controlar y manipular con eficacia el accionar político femenil dado que se trataba de
más de la mitad de la población, que carecía de la preparación política y de la
educación cívica necesarias.

Sin embargo, a pesar de estas dudas, ya en el poder, Miguel Alemán cumplió su


promesa de la Arena México y el 17 de febrero de 1947, se publicó en el Diario Oficial
la reforma al artículo 115.

El primer paso estaba dado, las mujeres comenzaron a participar activamente en la


vida política de los municipios, así nos encontramos con dos mujeres que ocuparon el
cargo de delegadas del Departamento del Distrito Federal: Aurora Fernández en Milpa
Alta y Guadalupe Ramírez en Xochimilco. Hubo en estos meses otros nombramientos
importantes: María Lavalle Urbina como magistrada del Tribunal Superior, Dolores
Heduán, ministra del tribunal Fiscal de la Federación y Elvira Vargas, jefa de redacción
del periódico El Nacional, órgano de difusión del gobierno mexicano.

A lo largo del sexenio alemanista nos encontramos fundamentalmente con dos


posiciones entre los grupos feministas en relación con el sufragio. Por un lado, las
mujeres que le estaban agradecidas al Presidente por haber reformado el artículo 115
y por otro, las antiguas dirigentes del FUPDM, que con una posición más crítica le
seguían solicitando la reforma del 34 constitucional, es decir, querían el voto a nivel
federal.

Las mujeres en esta época se movilizaron y comenzaron a hacerse presentes en


prácticamente todos los ámbitos: fundaron grupos de distinto tipo; de corte político,
religioso, cultural, de revolucionarias, de profesionistas como abogadas y médicas, de
empresarias, de comerciantes y de amas de casa, había también mujeres integradas a
los partidos políticos, a centrales y a sindicatos.

Por otro lado, los grupos femeniles comenzaron a hacer intentos por aglutinarse en
un solo organismo ya que se dieron cuenta que era la manera de obtener más fuerza.
Uno de los primeros en intentarlo fue la Alianza Nacional Femenina, la que organizó la
reunión con Alemán en la Arena México,35 pero no tuvo eco. Para mediados de 1950, y
con este mismo fin se constituyó el Consejo de Mujeres de México y un año después,
en 1951, apareció, con la misma tónica, la Confederación de Mujeres de México.

34 Excélsior, 1945.
35 Amalia Castillo Ledón, 1947.
Ninguno cuajó, y es que se necesitaba, además de una figura carismática con una
personalidad fuerte que pudiera reunir a todos los grupos dispersos y divididos, el
apoyo decidido del poder. Esto se va a dar hasta abril de 1952, cuando doña Amalia
Castillo Ledón funde la Alianza de Mujeres de México (AMM) con el apoyo no sólo del
presidente saliente: Miguel Alemán, sino también del candidato para el siguiente
periodo presidencial: Adolfo Ruiz Cortines.

Para 1952, cuando Ruiz Cortines es elegido candidato a la presidencia por el PRI, el
tema del sufragio femenino resurgirá con fuerza, las condiciones estaban dadas para
que las mujeres accedieran a este derecho y en ese momento aparecerán en escena
dos grupos protagonistas:

1. El grupo de las priístas que se lo solicitan a través de la licenciada Margarita


García Flores que era la directora de Acción Femenil del partido. Ellas, según la versión
de la propia Margarita García Flores, cuando Adolfo Ruiz Cortines fue nombrado
candidato a la presidencia, de inmediato se dieron a la tarea de organizarse para
apoyarlo y solicitarle, entre otras cosas, la igualdad de derechos políticos para las
mujeres, ella relata como se le ocurrió organizar una asamblea de mujeres priístas,
para hacerle la petición formal a Ruiz Cortines:

(...) Recuerdo como fue que conseguimos que se organizara la asamblea. Eran los
primeros días del mes de marzo cuando lo vimos. Antes de entrar le dije a Lolita
Heduard: “Oye tú, y ahora ¿qué le decimos?”. Y me dice: “Pues si eres tan mujer
fájate las enaguas y dile lo que me acabas de decir”. Al entrar nos dijo el
candidato: “A ver, aquí estoy compañeritas, me da mucho gusto poder saludarlas,
¿tenían algo que comunicarme, algo de qué hablar conmigo?”. Y le dije: “Mire
usted, ¿usted cree justo, don Adolfo, que las mujeres no tengamos derecho al
sufragio universal nada mas porque nacimos con un sexo que no elegimos?”. Y que
va cambiando la cara, se puso muy serio y me dijo: “Me están hablando ustedes
de un asunto muy serio, necesitamos volver a reunirnos porque esta entrevista no
era para discutir un asunto tan importante”. Entonces ya me envalentoné yo y le
digo: “Bueno, ¿le parecería a usted que nos volviéramos a reunir pero que
viéramos la fecha desde ahora?”. Dijo que sí, que trajera la agenda su secretario,
él tenía tiempo un mes después, o sea, el 6 de abril en la mañana, porque luego
tenía una comida y en la tarde otra reunión con la IP. Yo le dije: “Bueno, ¿y le
podríamos decir a las compañeras de los estados que viniera una representación
para que lo escucharan a usted y que usted las escuchara a ellas?”. ¡Y dijo que sí!
Pues ¡a darle! La organización no fue difícil, fue pesada, pero teníamos tanto
entusiasmo y tantas ganas de que nos dieran el voto que trabajamos, y todo salió
bien.36

Da la impresión de que el partido oficial les organizó la asamblea ya que, entre


otras cosas, les consiguió las sillas, los autobuses para trasladarse y hasta la gasolina.

36 Entrevista realizada por Enriqueta Tuñón Pablos a Margarita García Flores, 1993.
En realidad, de acuerdo con las fuentes consultadas, se puede suponer que al gobierno
le interesaba otorgar el derecho a voto a las mujeres, y como necesitaba que ellas lo
solicitaran, les “armó la reunión”.

La directora de Acción Femenil del PRI en el Distrito federal en esa época Marta
Andrade del Rosal, recuerda que en el momento en que Ruiz Cortines les ofreció el
derecho al voto: “(...) le aplaudimos a rabiar y le gritamos: repítalo don Adolfo,
repítalo, le gritábamos miles de voces. Y el lo repitió caballerosamente”. 37

2. Por otro lado estaba la señora Castillo Ledón, ella era la Presidenta de la
Comisión Interamericana de Mujeres y a principios de 1952 vino a México para: “(...)
trabajar en la unificación de las mujeres del país, que me ha encomendado tanto el
presidente Alemán, como el señor Ruiz Cortines”.38

Entre enero y marzo de 1952, Amalia Castillo Ledón sostuvo una entrevista con Ruiz
Cortines:

“(...) las palabras que intercambiaron textualmente fueron las siguientes: Me es


muy penoso, como Presidenta de la Comisión interamericana de Mujeres, haber
obtenido la aquiescencia de diversas repúblicas del continente para conceder las
igualdades entre hombres y mujeres, mientras que en mi propio país no hay ni
siquiera un intento para otorgárselos.

A lo que el señor candidato respondió: Si me lo pidieran miles de mujeres, lo haría,


pero hasta ahora me lo han solicitado grupos de entre cinco y veinte mujeres cuando
más, esto no puede considerarse como que la mujer mexicana desee tener los
derechos civiles y políticos. Si hubiera un grupo importante de miles de mujeres que
me lo pidieran, habría que tomarlo en cuenta.

Con este propósito nuestra delegada Castillo Ledón emprendió un viaje por toda la
república en compañía de la señorita Esther Talamantes y la licenciada Aurora
Fernández y otras más, así como un grupo importante de hombres dirigidos por el
señor Enrique León, recogiendo las firmas de más de quinientas mil mujeres para la
petición formal de igualdad de derechos, integrándose en esta forma, además, la
Alianza de Mujeres de México.39

Para conseguir las firmas que le solicitaba Ruiz Cortines fue que doña Amalia creó la
Alianza de Mujeres de México (AMM), grupo que, repito, contó con el apoyo total y
absoluto del gobierno. No se ha encontrado la carta con las firmas solicitadas por Ruiz
Cortines pero, el día que tomó protesta como presidente de la república, envió la
iniciativa para modificar el artículo 34 de la Constitución.

37 Entrevista realizada a Marta Andrade del Rosal por Enriqueta Tuñón Pablos, 1994.
38 Amalia Castillo Ledón, 1952.
39 Quincuagésimo aniversario de la Comisión Interamericana de Mujeres, s/f.
De esta manera, con el discurso más tradicional sobre las mujeres y sus funciones,
tanto por parte de las propias sufragistas como de la prensa, los voceros oficiales del
PRI, los candidatos, el Presidente y en definitiva los sectores sociales con presencia en
la vida política, se alcanzó la plenitud de derechos y garantías ciudadanas.

Así fue como en los años cincuenta el grupo encabezado por Amalia Castillo Ledón
decidió unirse al PRI, y con un acuerdo con la cúpula política de este partido, se otorgó
a las mujeres de México el derecho al voto. Fue una decisión que no se podía retrasar
y se presentó cuando al gobierno le interesó llevarla a cabo, no respondió a una
presión de las bases aunque sería injusto afirmar que no hubo ningún movimiento en
ese sentido y que las movilizaciones previas a los años cincuenta, no constituyeron un
antecedente importante para que las mexicanas alcanzaran este derecho.

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Entrevistas

Entrevista realizada por Enriqueta Tuñón Pablos a Margarita García Flores en su


domicilio particular de la ciudad de México los días 13 y 20 de julio de 1993.

Entrevista realizada por Enriqueta Tuñón Pablos a Marta Andrade del Rosal en su
oficina de la ciudad de México el día 28 de febrero de 1994.

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