1.b PA1-Ev. Estrat. Comp. Textos-2024-20a NRC 23349
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En los últimos años, numerosos estudios epidemiológicos y experimentales han confirmado que la
inactividad es causa de enfermedad y que existe una relación dosis/respuesta entre actividad física y/o
forma física y mortalidad global. Las personas que mantienen unos niveles razonables de actividad,
especialmente en la edad adulta y en la vejez, tienen una menor probabilidad de padecer
enfermedades crónicas o una muerte prematura. Por otra parte, hay que considerar los costes
económicos en términos de enfermedad, ausencia del trabajo o sistemas de salud. Se calcula que los
costes médicos de las personas activas son un treinta por ciento inferiores a los que ocasionan aquellas
inactivas. Podemos afirmar que la actividad física contribuye a la prolongación de la vida y a mejorar su
calidad por medio de beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales. En este artículo revisaremos
brevemente cuáles son los efectos terapéuticos y preventivos de la actividad física en diversas
enfermedades y condiciones.
El control de la dieta y del tipo y cantidad de los alimentos que consumimos constituyen aspectos a los
que la población presta una enorme atención como factores determinantes del estado de salud. Sin
embargo, se le da mucha menor importancia a la cantidad de energía gastada a través de la actividad
física, a pesar de que ambos aspectos están íntimamente relacionados. Durante varios millones de
años los seres humanos tuvieron que consumir grandes cantidades de energía en la búsqueda de
alimento, desarrollando sistemas de enorme eficacia para su producción y almacenamiento. No
obstante, el progreso científico y tecnológico desde mediados del siglo XIX ha hecho que,
especialmente en los países desarrollados, lo seres humanos se encuentren mal adaptados a un tipo de
vida en la que existe una enorme disponibilidad de energía y en la que ya no es necesario un gran
esfuerzo físico. La sociedad actual no favorece la actividad física, y factores tales como la
automatización de las fábricas, los sistemas de transporte o la amplia gama de equipos electrónicos en
las viviendas han reducido de forma muy apreciable la necesidad de desarrollar trabajo físico y han
fomentado el sedentarismo (Jackson y cols., 2003). Este fenómeno es especialmente importante en la
población infantil, que invierte una enorme cantidad de tiempo en la utilización de equipamientos
electrónicos (fig. 1), un hecho incluso fomentado en muchas ocasiones por el entorno familiar. El
resultado es que la vida se ha tornado mucho más fácil y resulta más complicado encontrar el tiempo y
la motivación suficientes para mantener una forma física aceptable. Se calcula que más de un 70 % de
la población en los países desarrollados no realiza la suficiente actividad física como para mantener la
salud y controlar el peso corporal. En España los datos de las últimas Encuestas Nacionales de Salud
muestran que en torno al 80 % de la población se encuentra en dicha situación. En el futuro se prevé
que este fenómeno, si no se toman medidas, será aún más preocupante, y que el desarrollo de la
tecnología inalámbrica puede disminuir aún más la práctica de la actividad física. En la industria de las
nue vas tecnologías el movimiento se considera sinónimo de ineficacia y la reducción del tiempo
invertido en él es una de las claves del aumento de la productividad; un modelo que,
desafortunadamente, se está transmitiendo a los países en desarrollo. Los científicos y los médicos han
sabido desde hace mucho tiempo que la actividad física regular puede originar importantes beneficios
para la salud. Aunque las ciencias de la actividad física son complejas y constituyen un campo aún en
desarrollo, no existe la menor duda de los peligros del sedentarismo y de que la práctica de actividad
física comporta numerosos beneficios, entre los que se encuentra la reducción del riesgo de padecer
diversas enfermedades y la mejora de la salud mental (Nieman, 1998).
Existen diversos mecanismos que explicarían la influencia beneficiosa de la actividad física sobre las
enfermedades isquémicas del corazón, tales como los efectos antitrombóticos, el aumento de la
vascularización del miocardio y una mejor estabilidad de los impulsos eléctricos del corazón (Bouchard
y Despres, 1995). En un estudio longitudinal de cinco años en el que se investigó la asociación entre la
actividad física realizada en el tiempo de ocio y la condición física con el riesgo de infarto de miocardio
agudo, se ha demostrado que dicho riesgo era significativamente menor para los individuos con el nivel
más alto de actividad física y una mejor condición física en comparación con los sujetos que mostraban
los niveles más bajos de actividad física y condición física respectivamente (Lowther y cols., 1999). Se
puede concluir que los niveles de actividad física y de condición física cardiorrespiratoria muestran una
asociación inversa y gradual con el riesgo de infarto de miocardio agudo y que niveles bajos tanto de
actividad física como de condición física cardiorrespiratoria son factores de riesgo independientes para
la enfermedad coronaria. En otra investigación se analizó el papel de la marcha, en comparación con el
ejercicio intenso, en la prevención de la enfermedad coronaria cardiaca en u grupo de 72.488
enfermeras entre 40 a 65 años, encontrándose una fuerte asociación inversa entre la actividad física y
el riesgo de problemas coronarios (Manson y cols., 1999). Los cambios de hábitos de vida hacia
actitudes más activas físicamente no se deben limitarse únicamente a la población sana, y los
programas de ejercicio deben constituir una parte de la rehabilitación de pacientes con enfermedad
coronaria. Diversos estudios clínicos y con técnicas de observación demuestran una menor frecuencia
de mortalidad entre los pacientes participantes en programas de rehabilitación con ejercicio, en
comparación con los no participantes en estos programas. En conjunto, los pacientes participantes en
programas de ejercicio parecen experimentar una reducción de aproximadamente un 25 % de
mortalidad por problemas cardíacos y de todo tipo.
Sara Márquez roSa Doctora en Psicología. Profesora de Psicología del Deporte. Universidad de León
JaVIer roDrÍGuez orDaX Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte
SeraFÍN De aBaJo oLea Doctor en Medicina y Cirugía. Profesor de Medicina preventiva y salud Pública. Universidad de León
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Se puede deducir que la actividad física aumenta la esperanza de vida y mejora la calidad por medio
de beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales.
b. ¿Cuáles son los costos económicos relacionados con el sedentarismo según el texto?
(1 punto)
Se calcula que los costos económicos es el treinta por ciento inferiores a las personas que practican el
sedentarismo.
La actividad física mejora la circulación sanguínea. Prueba de ello se puede decir que fortalece la
actividad del corazón, lo que permite bombear sangre de manera eficiente y reduce la presión arterial.