Representaciones - Sociales - Jodet
Representaciones - Sociales - Jodet
Representaciones - Sociales - Jodet
Entre las funciones que, según Morales, cumplen las representaciones sociales,
podemos destacar: a) que los sujetos convierten una realidad extraña, desconocida,
en una realidad familiar. b) permiten, además, la comunicación entre los individuos.
La naturaleza simbólica y la construcción social de la realidad a partir de lenguaje
conlleva representaciones sociales compartidas, contenidos cargados de
significado. c) cuando las personas comparten significados sobre eventos y objetos
existe la posibilidad de que se relacionen entre ellas. De modo que las
representaciones sociales contribuyen a la formación, consolidación y diferenciación
de grupos sociales. d) las representaciones sociales guían la acción social. A partir
de la representación (que describe, clasifica y explica la realidad) los individuos
definen las situaciones y así organizan y orientan su acción, definiendo la finalidad.
e) así, las representaciones sociales sirven para justificar las decisiones, posiciones
y conductas adoptadas ante un hecho.
La definición de representación social ha sido uno de los aspectos más
controvertidos dentro de este campo de estudios. Primero habría que empezar
preguntándose: ¿qué se entiende por representación comúnmente? En el teatro,
para circunscribirse a un ejemplo particular, representar implica una sustitución
aparente, poner algo en el lugar de otra cosa. Esta metáfora no es casual: una
representación puede referirse lo mismo a objetos ideales que a reales, tanto
ausentes como presentes.
En el acto de representación siempre se relaciona un sujeto (grupal e individual) con
un objeto determinado. Representar es, en el sentido estricto de la palabra, volver a
presentar, o sea, re-producir, que no reproducir, un objeto cualquiera mediante un
mecanismo alegórico. Esta re-producción siempre es subjetiva en última instancia.
“En la representación tenemos el contenido mental concreto de un acto de
pensamiento que restituye simbólicamente algo ausente, que aproxima algo lejano.
Particularidad importante que garantiza a la representación su aptitud para fusionar
percepto y concepto y su carácter de imagen.” (Jodelet, 1986: 476).
En todo caso, la representación siempre es portadora de un significado asociado
que le es inherente. Al ser formulada por sujetos sociales, no se trata de una simple
reproducción sino de una complicada construcción en la cual tiene un peso
importante, además del propio objeto, el carácter activo y creador de cada individuo,
el grupo al que pertenece y las constricciones y habilitaciones que lo rodean.
Sería imperdonable caer en el error de considerar que las representaciones son un
mero espejo mental del mundo exterior. “Aquí y allá existe una tendencia a
considerar que las representaciones sociales son reflejo interior de algo exterior, la
capa superficial y efímera de algo más profundo y permanente. Mientras que todo
apunta a ver en ellas un factor constitutivo de la realidad social, al igual que las
partículas y los campos invisibles son un factor constitutivo de la realidad física.”
(Moscovici y Hewstone, 1986: 710).
La representación constituye un concepto marco e híbrido a la vez en un campo de
estudios, la psicología social que, de hecho, ha sido construido desde la
interdisciplinariedad. La teoría de las representaciones, al integrar en un corpus
coherente nociones de variada procedencia teórico-metodológica, con aportes de la
sociología, la psicología, la antropología, entre otras, se caracteriza por su síntesis,
riqueza, potencial heurístico y flexibilidad.
Lo anterior, sin embargo, también ha sido su debilidad más notable, pues la
complejidad de la representación y su naturaleza molar ha contribuido a disminuir su
operatividad empírica. En ese sentido, las representaciones guardan un vínculo muy
cercano con conceptos como los de mediación y cultura, que se resisten a ser
desarticulados en la investigación de acuerdo con los cánones del positivismo.
Lo primero que distingue a cualquier definición de representación social sin importar
su procedencia es el abandono fáctico de la distinción clásica behaviorista entre
estímulo y respuesta y, más aún, entre sujeto y objeto. La teoría de las
representaciones plantea que no hay distinción alguna entre los universos externo e
interno, entiéndase objetivo y subjetivo, tanto en el caso de los individuos como en
los grupos a los cuales estos pertenecen. “El sujeto y el objeto no son
fundamentalmente distintos.” (Moscovici, en Abric, 2001).
Los objetos están inscritos en contextos activos, estructurados, al menos en parte,
por la persona o el grupo en cuestión como prolongación de sus visiones
particulares y de sus prácticas cotidianas. Para la teoría de las representaciones el
estímulo y la respuesta son factores indisociables: he ahí su primer logro inicial allá
por 1961, en medio de un panorama dominado por el conductismo.
Esta insistencia por rescatar las creencias de la gente y por revalorizar sus teorías
del mundo más allá de lo que suponen los cánones academicistas es una ganancia
de primer orden para las ciencias sociales en su esfuerzo por descender del
pedestal, del distanciamiento positivista, y llegar a las masas.
De las definiciones de representación una de las más aceptadas por su naturaleza
sintética y generalizadora, así como por su poder integrador ha sido la de Denise
Jodelet, que dice:
Bibliografía: