Sintonia y Distonia en La Afectividad Masculina
Sintonia y Distonia en La Afectividad Masculina
Sintonia y Distonia en La Afectividad Masculina
EN LA AFECTIVIDAD MASCULINA
COLECCIÓN
PSICOLOGIA DE LO MASCULINO
IPN IIPCS
MESA DIRECTIVA
DR. JOSÉ ENRIQUE VILLA RIVERA
Director General DR. JOSÉ DE JESÚS GONZÁLEZ NÚÑEZ
Presidente Honorario
DR. EFRÉN PARADA ARIAS
DR. CARLOS CAUDILLO HERRERA
Secretario General
Presidente
DR. JOSÉ MADRID FLORES DRA. REBECA OÑATE GALVÁN
Secretario Académico Presidenta Electa
AUTORES
ISBN 968-6219-20 X
D.R. © 2007
Instituto de Investigación en Psicología
Clínica y Social, A.C.
Minerva 83, Col. Crédito Constructor,
C.P. 03940, México, D.F.
Tel. 56-61-39-65
DISTONÍA-SINTONÍA EN LA RELACIÓN
PACIENTE-TERAPEUTA................................................................................ 13
Dr. José de Jesús González Núñez y Dra. Vanessa Nahoul Serio
DISTONÍA-SINTONÍA EN LA NOVELA
CRIMEN Y CASTIGO DE F. DOSTOIEVSKI............................................ 91
Dra. Jael Alatriste García
EL NARCISISMO EN LA IDENTIDAD
PSICOSEXUAL INFANTIL.......................................................................... 171
Mtra. Patricia Landa Ramírez
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................. 187
El Dr. José de Jesús González Núñez y la Dra. Vanessa Nahoul Serio sostie-
nen en el trabajo sobre Distonía-Sintonía en la relación paciente-terapeuta, que
el psicoterapeuta psicoanalítico debe siempre analizar y comprender su
A su vez, la Dra. Susana Zarco Villavicencio realizó una investigación para co-
nocer ciertas características que se presentan en los niños de 7 a 10 años. La so-
breprotección en la relación madre-hijo es el interesante tema en el que se trata del
aspecto perjudicial que las madres sobreprotectoras tienen sobre sus hijos.
13
Esta relación tan especial que el analista tiene con su analizado y que Freud
en 1910 la denominó contratransferencia, que “surge en el médico (analis-
ta) bajo el influjo del enfermo sobre su sentir inconsciente” (p.1566). Este
concepto lo introdujo en marzo en su trabajo titulado: El porvenir de la
terapia psicoanalítica. Decimos que la introdujo oficialmente porque este
proceso es tan antiguo como el hombre mismo y siempre que esté en juego
una relación profesional, como la de curandero-enfermo, médico-paciente,
sacerdote-feligrés, etcétera, se va a dar.
Desde su aparición en 1910 hasta ya muy tarde en 1950, por ejemplo, fue
un proceso semiolvidado porque siempre se usaba pero no se estudiaba lo
suficiente.
La fantasía del analista sobre el paciente ideal puede usarse para avanzar
el proceso de análisis al igual que puede alimentar las resistencias, tanto
en el paciente como en el terapeuta. Todos los analistas llevan consigo una
fantasía de lo que es el paciente ideal, que varía de analista a analista y de
escuela a escuela.
Cada analista piensa que el paciente ideal debe ser analizable, o sea: inteli-
gente, con profundidad psicológica, auto-reflexivo, que recuerde sus sue-
ños y pueda asociar libremente y que pueda conducirse como paciente. En
lo íntimo, cada analista prefiere trabajar con pacientes que se involucran
más activamente, pacientes con determinados patrones de resistencia que
evocan determinadas contrarespuestas del analista, que sean empáticos,
agradecidos y bien identificados, que distingan que dentro de la sesión se
trata la profundidad del inconsciente y que fuera de ella se comporta den-
tro de la realidad y que no se confunda. Por ejemplo, una paciente comentó
al respecto de otra paciente infértil psicológicamente y ahora embarazada:
“Ese embarazo tiene que ver con usted”, refiriéndose al psicoterapeuta, a
lo que la primera entendió que el hijo era biológicamente del terapeuta y
no producto del trabajo del proceso terapéutico, el hijo, por supuesto, era
biológicamente del esposo de la paciente.
Por otro lado, los candidatos describen las formas ideales de asociación
libre como la facilidad para la expresión verbal, la libertad de sentimien-
tos, imágenes, sueños, memorias, recuerdos y sensaciones corporales para
otros, silencio, acción (Smith, 2004). Hay consenso en que ciertas libertades
se unen a ciertas inhibiciones y que incluye un compromiso peculiar con
el analista.
duelo por la pérdida del paciente ideal y del proceso idealizado y acepta al
paciente real y el análisis real en el consultorio.
Siempre modificamos nuestros tipos ideales. Hay una analogía con las Re-
presentaciones de las interacciones que han sido generalizadas de las que habla
Stern (1985), específicamente de representaciones internalizadas que pro-
vienen de la capacidad del infante de agregar experiencias y depurarlas o
abstraerlas; eso sería el tipo generalizado contra el cual cada experiencia
individual puede compararse. Los analistas también llevan sus represen-
taciones generalizadas (consignas maternas, paternas, fraternas y de per-
sonas importantes de la infancia), sus prototipos agregados y promedios
contra los cuales comparamos y discernimos a los pacientes reales que en-
contramos.
Epigénesis de la contratransferencia
Fausto
Es un paciente obsesivo que presenta, como todos los que tienen este diag-
nóstico, un especial énfasis en la agresión, el control, el desafío y la duda
y es obvio que como todo obsesivo produce la vivencia afectiva de aburri-
miento y fastidio y también promueve cierto enojo a través de una mono-
tonía transferencial con un paradigma padre-hijo no preferido.
Esta actitud obsesiva de rigidez la muestra hacia los hijos con quienes tie-
ne un constante contacto y con quienes es estricto. Sin embargo, los hijos
hacen lo que la mamá les dice. Y así se mantiene en el permanente desafío
con la exesposa por el control y afecto de los hijos.
mayor que ya le redituaba suficiente dinero para realizar todo lo que que-
ría y además viajar con su novia. Chantajeaba al terapeuta para que, en
alguna forma éste se desilusionara de él y pudiera colocarse otra vez como
paciente no deseado por agresivo y exigente. En tal forma quería que el
psicoterapeuta tirara la toalla y se desilusionara de él, para así repetir la
historia de su vida. Vemos cómo, a pesar de ser obsesivo y promover las
contratransferencias típicas del obsesivo, hay una parte de él que es capta-
da como muy específica y única.
Francisco
Jennifercita
Ya desde 1948 Racker señalaba que así como en el analizado vibra su perso-
nalidad total, frente al psicoterapeuta vibra su personalidad como un todo;
vibran sus partes sanas, sus aspectos neuróticos y también los psicóticos
(recuerden que ya escribimos un libro en donde sostenemos que en la vida
de todo hombre y de toda persona siempre vibra una parte psicótica), pues
así como en un paciente en transferencia se da este fenómeno también en la
contratransferencia lo encontramos. El psicoterapeuta vibra con su perso-
nalidad total frente a su analizado, con diferentes cualidades y diferentes
cantidades. Ya mencionamos cómo según el diagnóstico del paciente es su
sabor psicológico y es lo que nos hace vibrar.
El esposo no era como su mamá, que le permitía seguir siendo niña, seguir
seduciendo al padre y a los hermanos y, por supuesto, ahora al psicotera-
peuta. El esposo solicitó varias veces entrevista con el psicoterapeuta para
recibir noticias de su esposa, y a ella como niña buena no le importaba, has-
ta le gustaba que el esposo fuera a enterarse de ella. Pues frecuentemente le
gustaba escuchar cómo la analizaba su psicoterapeuta, así que en su ima-
ginación gozaba mucho el imaginar la conversación entre su esposo y su
psicoterapeuta; o sea, le gustaba mucho escuchar aquéllas conversaciones
infantiles entre sus padres o entre sus hermanos sobre lo buena, lo bonita, lo
bien portada que era Jennifercita. ¿Cómo volver distónica esa tremenda sin-
tonía, de terapeuta-hombre a paciente-mujer edípica? Fácilmente se podía
sintonizar en que siguiera siendo niña, como si se le dijera: “sigue rechazan-
do a tu esposo, no tengas hijos”. Porque había que decirle que su represión,
su desplazamiento de esas figuras del pasado estaban reactivándose.
No bastaba con remitirla al pasado sino que había que hacerle ver que eso del
pasado estaba desplazado en el presente, pero con solución, no sin solución.
Elena
Elena es una mujer de 35 años, casada desde hace 4 años con un hombre
5 años mayor. La menor de tres hijos, tiene una hermana y un hermano
mayores. Elena es una mujer alta de complexión delgada, cabello oscuro,
lacio y corto que cae encima de su frente y sobre sus ojos y que echa hacia
atrás con la mano. Sus ojos son negros, su mirada es fija y parpadea mucho.
Mira fijamente como si esperara una respuesta, como si deseara establecer
una relación interpersonal cálida desde la mirada, aunque la realidad es
que muchas veces su mente está en otra parte y sus afectos también, inac-
cesibles, metidos en su mundo de fantasía. Su cuerpo es esbelto, sus extre-
midades largas y viste combinando su ropa cuidadosamente mostrando
escotes o prendas que marcan su figura. De su matrimonio, tiene una hija
de 4 años cuyo nacimiento no planeó.
Elena es una paciente histérica que presenta, como todas las pacientes con
este diagnóstico, una conducta seductora, ambivalencia de atracción-re-
chazo hacia su marido y dependencia psíquica hacia sus padres, especial-
mente hacia su madre, quien siempre se mostraba solícita para acompa-
ñarla y asistirla en sus tareas maternas, especialmente cuando ella muestra
conductas infantiles que la inhiben en sus tareas de mamá. Describe a su
madre como fría y obsesiva; a su abuela cálida y comprensiva. A su padre
lo describe como distante y muy trabajador aunque se ha visto que es un
hombre cercano y maternal con quien se identificaba en su profesión, ella
eligió la carrera de derecho civil, ya que su padre es abogado aunque él es
abogado penalista.
Elena llegó a tratamiento diciendo que cada día pensaba más en dejar a
su esposo, en pedirle el divorcio. En lo latente, quería realizar su deseo
Elena se mostró desde el inicio del tratamiento como una paciente con fa-
cilidad para la expresión verbal, con habilidad para dramatizar a través
del lenguaje verbal y corporal, exagerando sus relatos para hacerlos más
interesantes y para simpatizarle a la terapeuta; se muestra muy libre a la
hora de expresar sus sentimientos, imágenes, sueños, memorias, recuer-
dos, sensaciones corporales y acciones, sobre todo si no estaban referidos
a su sexualidad, que mantiene más bien en secreto, o sea, reprimida. Apa-
renta libertad al hablar de su sexualidad pero sus relatos son vagos y casi
siempre desafectivizados. Se muestra amistosa y dispuesta a participar en
el proceso psicoterapéutico.
La fantasía erótica
37
La perversión y la fantasía
Por los mecanismos que se han descrito queda claro que la fantasía así se
ha tornado en el acto productor de una realidad, a partir de la incapacidad
del individuo o de la frustración del sujeto, donde síntoma y fantasía no
son simples y directas, sino que se dan a partir de una complejidad enor-
me, porque el síntoma no corresponde a una sola representación y a una
sola fantasía, sino que pertenece a varias de ellas, de las que toma energía
y se manifiesta, deformándose, desplazándose, tomando lo indiferente y
ocultando el verdadero sentido de las fantasías en el síntoma, por lo que la
expresión es parcial en dichas fantasías. También es necesario que concu-
rran varias fantasías y aporten su capital energético a fin de poder construir
un síntoma. Técnicamente el síntoma tiene diversos significados y diversas
expresiones, dependiendo de la fantasía que se está manifestando.
En el mismo trabajo (1908) Freud indicó un dato clínico observado, por él:
que ambos tipos de fantasías provienen de una pulsión de tipo sexual, que
en un primer momento puede ser de tipo heterosexual y que el desarrollo
llega a mostrar como también homosexual, con lo que ha quedado esta-
blecido el orden bisexual de la fantasía; en donde una parte de la misma
Paciente Luis
Estuvo solo por espacio de más de 2 años y encontró otra novia con la que
anduvo año y medio pero también fue engañado por ella y la abandonó.
Se indagó acerca del engaño el paciente llegó a la conclusión de que tal vez
se debía a que todas las mujeres engañan sexualmente, se encontró que
hablaba de una sexualidad de exploración, de hasta dónde son capaces de
llegar las personas y sus parejas y nada más. Finalmente aceptó que el en-
gaño podia provenir de la actividad sexual en la que participaba, “jugue-
teos” y no relaciones coitales, “para no afectar a las personas” con las que
se involucraba o para que no le afectaran demasiado a él también, porque
finalmente lo iban a abandonar o a engañar… ¿para qué quererlas tanto?
no más de 18. Los síntomas que en esa ocasión reportó, fueron sudoraciones,
malestar de no saber si lo estaba haciendo bien, preocupación por el qué
diría la pareja, mucho miedo, por lo que mejor decidió que cuando tuviera
cerca la posibilidad de una relación de tipo sexual, lo mejor era no tener-
las. Otro de los aspectos que describe con lujo de detalles es su necesidad
de emplear algún instrumento para que no hubiera contacto directo; esto
es, siempre tenía que traer guantes o condón, para no tocarlas en directo
y tener contacto con la piel. El temor estaba presente pues temía que su
madre se enterara de lo que estaba haciendo con su pareja.
En otra sesión, reportó que le encantaba ver pornografía unas dos horas
diarias, viendo sólo fotografías de mujeres amateurs usando juguetes
sexuales (dildos de todos tipos) así como otras formas de pornografía, pa-
rejas teniendo sexo, mujeres adultas maduras, abuelas, asiáticas, rubias,
morenas, gordas, etc. Sobre las razones de esos comportamientos sexuales
reportó un evento de ciertas conductas con una tía política, cuñada de su
madre, que máximo le lleva 7 u 8 años; con ella se fue a pasar una semana
de vacaciones cuando él tenía 13 años ella abusaba de él. Primero hubo
tocamientos por parte de ella después le pidió a él que hiciera lo mismo;
posteriormente se volvieron más íntimos y le enseñó a masturbarla y lo
que empezaron siendo simples juegos, terminó en la masturbación, a veces
usando juguetes sexuales. El paciente reporta que él le hacía todo lo que
ella quería, así como lo que él podía, no la podía tocar en directo, de piel
a piel, sino que siempre con algún objeto o con algo puesto en la mano,
la cara o alguna parte de su cuerpo que entrara en contacto con ella; no
tuvieron relaciones sexuales de tipo coital, porque era su tía política. Al
decirlo ocurre un lapsus y dice: “al fin y al cabo mi madre, que diga, mi
tía, no era de la familia”. Reporta que la tía le pedía que no se fuera, que
se quedara con ella o que al menos la visitara frecuentemente. A partir de
ese momento, el paciente señaló que le empezó a gustar eso del sexo y se
aficionó a él, a ver revistas con desnudos, y en Internet. Durante 6 o 7 años
veía pornografía todos los días cuando regresaba del trabajo a su casa. Es
decir, se observa cómo en esta etapa se manifiesta una estructura perversa
ya existente.
de que nunca lo tocó en directo, siempre usaba algo ella también, luego
comentó que de alguna manera sí le gustó lo que estaban haciendo, porque
sentía bonito. Le preocupaba sobremanera que su madre se enterara de lo
ocurrido con su tía, por lo que ya no la quería volver a ver, aunque en su
interior lo deseaba ardientemente. Finalmente, la tía se divorció del tío y ya
no sabe nada actualmente de ella. Sus sentimientos se volvieron contradic-
torios, por un lado quería seguir explorando la sexualidad con la tía, mien-
tras que por otro se sentía completamente culpable de ello, lo cual aparecía
con la conducta del contacto, que tenía que ser a través de una tela, un
guante, un plástico, lo que fuera, mas no en directo. Además se sentía cul-
pable por el hecho de romper con las reglas que él creía permanentes, esto
es, la prohibición del incesto. Con estos dos tipos de sentimientos empezó
a desarrollar las fantasías de tipo perverso.
Otro evento infantil que confluye a la formación de la conducta sexual del pa-
ciente consiste en que veía a su madre desnuda cuando se bañaba con él cuan-
do tenía 4 o 5 años. Cuando le preguntaba a su madre por qué ella no tenía
pene le contestaba que a ella no le dieron, que no hiciera esas preguntas y que
se siguiera bañando; mientras tanto ella le lavaba y enjabonaba el cuerpo. La
vivencia de él es que se detenía más tiempo en su zona genital que la habitual.
Posteriormente la madre le mandaba que se lavara muy bien los genitales y le
supervisaba que lo hiciera bien. Esta conducta por parte de la madre perma-
neció hasta que él tenía más de 12 años de manera insistente e innecesaria.
El horror
humano y también qué hacer con las fantasías perversas. A la primera si-
tuación planteada, podemos responder que esa fantasía perversa sustituye
a la realidad.
Las fantasías perversas son escenas que se articulan como un relato (Pas-
cualini, 1998) y que unas a otras dan cuenta del relato y sus articulaciones
con una finalidad clara: poner de manifiesto la conducta perversa del su-
jeto. El problema del paciente consiste en por qué considera a la realidad
como fantasía, dando por resultado una ilusión de que en la fantasía va poder
satisfacer todas sus necesidades. Esta ilusión lo lleva a que nunca alcance
el placer, de tal manera ha quedado instaurado en el psiquismo del sujeto el
horror al placer.
telas o plásticos, con tal de sentir que goza con el peligro de la muerte o de
la posibilidad de destruir a quien está con él. El horror al placer lleva a que
se actúe la pulsión de muerte, ya sea real matarlas poco a poco en la fan-
tasía, las envuelve todas como si fuera una mortaja, a fin de poder tocar el
cuerpo muerto de la madre. Así, el primado del horror sobre el placer lleva
a que el paciente actúe la pulsión de muerte, más que el placer.
En los relatos del paciente sobre las fantasías perversas se desarrollan dos
caminos paralelos: por un lado la fantasía (perversa) y por el otro la realidad
(conducta), lo que hace que se entrecrucen y que el paciente pierda de vista
lo que está tratando, lo que ha narrado y que en la sesión sea una constante
repetición de lo que ocurre en su mente. Las sesiones del paciente tam-
bién representan esa misma pulsión de muerte, en donde todo es igual a
las anteriores, lo que varía es el contenido que se va modificando a través
de poder expresar cada vez más claramente sus fantasías, lo mismo siem-
pre, con un personaje diferente. Todas son de un terrible horror al placer, así
como todos los personajes son representantes de la madre, castradora y
sobre todo mortífera.
Ver a otros tener sexo equivale a la escena primaria, en donde el sujeto asu-
me un papel de observador de dicha actividad de los otros. En el mundo
psíquico del paciente equivale a esperar el castigo de haber presenciado
una escena que no le pertenece, de la cual es excluido y merecer el castigo
por haberla presenciado, sin embargo él mismo se castiga con el hecho de
no poder gozar. El goce es de los otros y el paciente lo vive como algo a lo
que no puede llegar, porque si llega, el castigo sería mayor: a la muerte. No
se da cuenta que emocionalmente está muerto para la gratificación y cuan-
do lo llega a descubrir se encuentra como muerto. Es por eso que no puede
gozar, porque gozar es todo lo contrario a morir. Su goce está muerto en la
escena primaria observada y vivida con la tía.
que puedas dedicarte a las novias.... cuando tengas con qué mantenerlas te
podrás conseguir una novia”. En el fondo, lo que implica la prohibición es
“no te vayas”, como la tía hacía con el paciente; o como la propia madre, que
le impedía de esta forma que entrara en contacto con otras mujeres y rivales
para ella. Es por eso que no puede tener una pareja y mucho menos una pa-
reja con la que pueda gozar de la sexualidad, con la que pueda tener placer,
porque el placer está destinado a la madre o a su representante, la tía.
Cuando las mujeres son otras, no son la madre, no puede con el sexo con
ellas, por lo que desarrolla la fantasía perversa y sobre todo la actúa y cuando
llega a tener pareja, se le convierte en la madre, ya tiene a otro y lo engaña, el
amor no es para él y se tiene que contentar con observar y masturbarse.
Actúa sus fantasías porque no hay una represión que venga del padre que
le enseñe a controlar y dirigir la pulsión. No hay represión, no hay marido,
no hay goce tampoco, porque le atormenta la culpa, la duda, la confusión
y el odio, de por qué no seguir si él quiere más.
Hay una prohibición parcial del incesto y con ello sólo hay una represión
parcial secundaria, que lo lleva a presentar los síntomas antes descritos; eso
le permite actuar en fantasía conectada con la realidad con ropa y objetos.
¿Qué es mentir?
Por tanto, las mentiras surgen cuando los niños comienzan a decir no, ge-
neralmente entre 2 y 4 años de edad. Psicólogos americanos hicieron una
investigación con varios niños entre 3 y 4 años de edad. En esta investigación,
cada niño a la vez, fue llevado a la cámara de Gessel. Ahí se encontraba un
adulto que le pedía al niño sentarse en una silla que estaba frente al espejo.
Atrás de la silla se encontraba una mesa con un tren eléctrico tapado con
una tela. Una vez que el niño estaba sentado, el adulto le avisaba al niño
que tenía que salir un momento de la habitación, pero le pedía por favor,
que por ningún motivo volteara hacia atrás mientras él regresaba. El niño
afirmaba que no voltearía. El adulto antes de salir de la habitación destapa-
ba el tren y lo encendía para que caminara. Un alto porcentaje de los niños
que fueron sometidos a este experimento voltearon. Unos intentaban obe-
decer la instrucción dada por el adulto entreteniéndose al verse en el espejo,
pero unas veces más rápido que a otros los vencía el deseo de voltear a ver
57
Para esta pregunta existen varias respuestas, entre las cuales están:
2. El niño no acepta una propuesta del adulto porque él tiene otra opi-
nión, es decir, está adentrándose en el terreno de tener una visión
propia de la realidad; en este sentido, la mentira es síntoma de de-
sear lograr un sentido de individualidad e independencia.
Es importante mencionar que los niños aprenden a mentir y les hacen creer
a sus padres que lo que dicen es cierto. Muchas veces cuando se les descubre
mintiendo se muestran más reacios a aceptarlo. Pero luego comprobamos
con gran sorpresa, cómo los padres o alguno de los dos, vuelve a dar por
verdad, una y otra vez, lo que el niño dice, aunque sea una mentira. En
todos los casos, las mentiras son emergentes, remiten a alguna conflictiva
interna y a través de éstas el niño intenta generar un efecto beneficioso o
cuando menos paliativo en la relación interpersonal. La mentira infantil
en su significado más inconsciente es un intento sintónico de adaptación
intersubjetiva entre madre e hijo.
¿Qué es la sintonía?
En este sentido, existe otra causa más para que el niño mienta. El niño miente
como un intento de adaptación a la sintonía afectiva que tiene que ver princi-
palmente con la relación afectiva con la madre, quien es la representante fun-
damental en el mundo externo del mundo interno del niño (Winnicott, 1990).
De esta manera, la función de la mentira en el niño tiene la intención de tran-
quilizar a la madre y lograr que ella tenga un buen concepto de él. Es decir, el
origen de las mentiras infantiles sería una relación distónica entre el niño y su
madre y su propósito es un intento adaptativo para lograr la sintonía afectiva.
De esta manera, la mentira que internamente tiene una buena intención para
el niño, se vuelve desadaptativa porque es una forma de resistencia ante los
deseos, frustraciones u olvidos, porque no logra hacer que concuerde lo que
el niño desea con lo que hace y con lo que sucede en la realidad. Salvo casos
graves de psicopatía infantil, las mentiras infantiles no tienen mala intención,
no las impulsa el objetivo de causar daño o dolor a otra persona; tienen la fina-
lidad de intentar sintonizarse con las personas importantes para el niño.
Por el contrario, cuando el niño mentiroso está con las personas que son
significativas para él, intenta decir lo que cree que lo pone en sintonía, lo
que cree que le agradará escuchar al otro y que brindará un ambiente de
bienestar y aceptación en la relación. Así, de acuerdo a esas creencias del
niño será las mentiras que invente.
que sólo están separados. El padre es una figura distante y con falta de
firmeza en el ejercicio de las funciones paternas. La madre es vivida por el
niño como exigente, controladora y con marcados rasgos narcisistas. Félix
es un niño que va a consulta porque le dice muchas mentiras a su mamá y
ella está muy desilusionada por eso. “Lo que no puedes ver, en tu casa lo
has de tener. Lo que no puedes ver en ti, en tu hijo lo has de tener”.
En la mañana, Félix desea quedar- Félix comienza a ju- Félix, triste por no poder
antes de ir a se con su madre ya gar con sus coches estar contento con su
la escuela, que se siente triste y la madre no tiene madre, dice que no
Félix dice que y solo porque acaba señales de que le comerá porque no tiene
le duele mucho de tener un hermano duela el estómago. hambre, la madre se
el estómago. y por el divorcio re- tranquiliza y perdona
La madre para ciente de sus padres La madre se des- a Félix por mentir. Lo
sentirse tranqui- y el distanciamiento ilusiona cuando acompaña a comer.
la y cuidarlo le de su padre. su hijo se conecta
permite quedar- con sus coches,
se en casa. La madre le cree a símbolos paternos;
Félix y lo deja que- se enoja y lo regaña
darse para cuidarlo. toda la mañana.
Para quedarse
juntos.
Félix le dice a Esto simboliza el Cuando sus com- Félix llega a la es-
sus compañeros deseo de que él y pañeros descubren cuela y les dice a sus
de escuela que su madre cuenten que no es cierto compañeros que lo que
tiene un perro con la protección que tiene un San pasa es que era una
San Bernardo. del padre. Deseo Bernardo, se burlan broma para que fueran
Situación que que se conecta con de él y le dicen que a su casa a jugar con
no es real. la mayoría de los mejor van a ir con él. Los compañeros lo
niños de tener un otro compañero que perdonan.
perro fiel, protector sí tiene un perro
y juguetón. pastor alemán.
Cuando niños o Esta mentira sim- Cuando la gente Félix aparenta que no
adultos que no boliza la sintonía descubre que Félix le importa nada, se va
son familiares o con la madre de tiene un hermano al patio y juega solo.
amigos cerca- haber querido tener menor, lo rechazan Los adultos lo obser-
nos le pregun- sólo un hijo, ya que por haberlo negado. van y luego mandan
tan a Félix si tie- cuando el padre se Las personas cen- a alguno de los niños
ne hermanos, él va es cuando nace tran su atención en para que vayan por él
contesta que no el hermano menor el hermano menor. y jueguen con los dos
tiene hermanos de Félix. hermanos.
ni hermanas.
aunque sea con mentiras, pero también éstas pueden estar en contradic-
ción a las peticiones del mundo real o a las del mundo interno materno, así
que para lograr la sintonía ante la complejidad de esa intersubjetividad, el
niño la resuelve con mentiras verdaderas.
En conclusión; ¿Por qué mienten los niños? Para intentar sintonizarse afec-
tivamente con las personas que aman.
Puede resultar asombroso que una persona esté por un periodo largo en
análisis, ya que se considera que estar en análisis implica un esfuerzo para
revisar el mundo interno. Cuando la persona ha resuelto los problemas
que la llevaron a análisis y ha aprendido la manera de conectarse consigo
67
• Los padres.
• La pareja.
• El analista.
• Los hijos.
• Los pacientes.
por una actitud débil y poco clara frente a las circunstancias de la vida, lo
que Erikson (1978) denomina difusión de la identidad, cuando habla del
adolescente.
relaciones con las otras personas, luchando por ambas cosas: mantener las
ligaduras hacia otros y diferenciarnos de otros o de ellos mismos. Es decir,
la identidad es una integración de varios factores relacionados con el otro,
por un lado en la identificación con él y por otro con la relación de objeto
con él mismo y la combinación de ambos.
González Núñez (1999) plantea que el estilo de relación con los padres y
los hermanos se internaliza y ayuda a la persona a través del Yo a regular
el deseo. Así, el analista al ser un objeto constante, que interactúa en la re-
lación transferencia–contratransferencia con el analizado, poco a poco va
permitiendo que éste lo internalice, como una nueva relación de objeto que
desde dentro modifica la estructura interna de la persona, actuando como
un guardián que, junto con los guardianes que haya tenido en la vida, lo
protegen. Es así que el analista se vuelve guardián no sólo de la sexualidad
de los analizados, sino de sus afectos, de sus objetos y de todo lo que com-
prende su mundo interno y externo.
Se puede ver que a pesar de estar tanto tiempo en análisis, ante situaciones
difíciles, tiende a presentar el mismo tipo de conflicto. La dificultad por la
que pasaba era la despedida del análisis, quería tener la sensación de que
podía asistir a análisis y dejarlo cuando quisiera y no enfrentarse a la an-
gustia de separarse de la analista. Se revisó la relación analítica, mostrán-
dole que un aspecto fundamental en la relación era el respeto y que estaba
muy enojado por despedirse de la terapeuta, pero que él mismo pedía la
terminación del análisis y no avisar era no tener consideración de que la
analista lo estaba esperando. Se analizó que hubiera deseado, en la relación
con su padre haberle podido decir: “hago lo que quiero y te abandono en el
momento que lo deseo”. Sin embargo, una vez que la relación con su padre
había mejorado, sabía que se sentiría muy culpable de abandonarlo, por
un lado, pero en el fondo que no deseaba abandonarlo, porque ya lo había
perdonado internamente.
Regresó diciendo que no quería dar aviso previo para suspender el trata-
miento, pues cuando en el primer análisis dijo que ya no quería asistir, la
analista le respondió que se debía preparar el cierre y él pensó que era un
truco. Cuando escuchó esto, de inmediato la terapeuta se sintíó muy enoja-
da y pensó que no tenía por qué aguantar que le dijera esto y que si pensaba
que era un truco para retenerlo y controlarlo como su padre había hecho,
que se fuera en ese mismo momento. Por supuesto eso sólo lo pensó, re-
gistró su enojo y reflexionó que el análisis puede ser muy útil, porque las
personas resuelven situaciones y crecen, pero la estructura básica de la per-
sonalidad se conserva. En Isaac se mantiene igual, porque ahora se reconoce
como es y reconoce su deseo, por eso ha tenido los logros ya mencionados.
Puede ser un acto impulsivo el no asistir y al analizarlo el paciente se res-
ponsabiliza de sus actos y de su compromiso en la relación con el Otro. Es
decir, la analista revisó junto con el paciente que no era un truco sino una
responsabilidad con las personas. Los padres se responsabilizan de los hi-
jos, el analista se responsabiliza del analizado y el analizado se responsabi-
liza de su análisis.
El deseo que él expresaba era sentir que actuaba libremente y que la ana-
lista no lo controlaba, pero el actuar con libertad es responsabilizarse de
sus decisiones. El poder analizar la relación terapéutica, permitió poner
en palabras la contratransferencia y no actuarla impulsivamente, sino que
reconociera que tiene una hipersensibilidad a cualquier situación que im-
plica un compromiso que vive como control. Se trabajó que hace enojar
a las personas y que con la bandera de la libertad agrede, a veces, a los
demás. Se analizó la relación intersubjetiva analista-analizado, en la que
el compromiso que implica un acuerdo en una relación interpersonal, lo
vive como un truco para controlarlo y sacar provecho. Se le mencionó que
si no hay un compromiso de verse, la analista no lo puede esperar, sería
difícil que llegara sin cita y la terapeuta tuviera 45 minutos para recibirlo.
Finalmente, el compromiso es una garantía también para él de que recibirá
atención. Lo asimiló con claridad en esta ocasión y se convino que en su
momento diría que deseaba terminar el tratamiento y así se cerraría, por-
que ya estaba dado de alta.
Isaac pasó muchos años de su vida en análisis y vivió muchas cosas junto
a la analista, quien también recorrió muchos años de la formación y con-
solidación de su identidad personal y analítica, junto a él. Tienen perso-
nalidades diferentes, pero hubo espacio en el tratamiento para el deseo de
ambos, sobre todo existió una sintonía afectiva que matizó el tratamiento y
Definición de Sobreprotección
a) Apego seguro: Es en el cual los niños sienten a sus padres más acce-
sibles,
81
por la noche, aunque sea capaz de hacerlo por sí solo. Cuando realiza su
tarea le pide a la madre que esté con él, que le ayude y frecuentemente le
pregunta si está haciendo bien las cosas, aunque sean actividades que sabe
hacer solo. Constantemente pide a su mamá su aprobación para decidir
qué ropa ponerse o qué comida elegir en un restaurante.
Los padres de Ricardo son una pareja de mediana edad, que lo tuvieron
después de varios años de intentar el embarazo. La madre se mostró ansio-
sa por su nacimiento, por lo que dejó de trabajar y se concentró en cuidarlo
y atenderlo, despertándolo a cualquier hora de la noche para darle su bibe-
rón, aunque el niño no lo pidiera. La relación con Ricardo fue siempre muy
estrecha, pero cuando el niño empezó a gatear, la madre comenzó a sentir
angustia de que su hijo fuera a ensuciarse las manos o a comer algún objeto
que se encontrara en el suelo que lo pudiera enfermar, por lo que evitó que
el niño gateara. Esta actitud la adoptó también cuando Ricardo comenzó a
caminar y fue muy difícil para ella permitirle subirse a una bicicleta.
Investigación
Sobreprotegidos
Variable Valor de “p”
Sì No
Crimen y castigo fue escrita en 1866 con la premura que le era habitual a
Dostoievski, pues la obra debía aparecer por capítulos en El mensajero ruso y
el autor vivía de su pluma. La acción de esta obra dura sólo una semana, en
donde el escritor concentra acciones entretejidas y simultáneas dentro del
lapso mínimo que permiten la realidad y los nervios del lector. Raskolnikov,
el personaje principal, mata a una prestamista llamada Lizaveta, pues la mi-
seria y el sufrimiento en que se encuentra constituyen un punto importante
en su error de juicio, porque considera que en el mundo existen dos tipos
de seres humanos: los vulgares y los superiores por tanto, cree beneficiar a
la humanidad al matar a un “bicho” que no sirve para nada.
A su vez, Garma (1970) refiere que los delirios están muy relacionados con
los sueños; surgen de las mismas fuentes inconscientes y a menudo tienen
sus orígenes en sueños. Al igual que los sueños, los delirios son creaciones
fantásticas del psiquismo inconsciente que, merced a enmascaramientos,
consiguen la complicidad del Yo para manifestarse.
Bion (1990) por su parte señala que en las comúnmente llamadas ideas
delirantes del paciente hay que buscar los objetos extraños particulares,
siendo, a la vez, intentos de emplear los objetos extraños al servicio de su
intuición terapéutica.
Comenzó a caminar sin rumbo fijo. El sol se había puesto ya. Desde tiem-
po atrás experimentaba una tristeza singular, que sin ser aguda le hacía
presentir, con una especie de ritmo eterno y constante, largos años de una
ansiedad, espantosa, mortal, algo así como “la eternidad en el espacio de
un pie cuadrado”. Por lo general, ese pensamiento acudía a su mente en
las horas de la noche (Dostoievsky, 1866/1981: 269).
Dice al respecto Rosenfeld (1988) que hay una tendencia a retraerse del
mundo exterior ante la menor provocación. Sin embargo, hay otros casos
en los que el desarrollo pareció ser comparativamente normal hasta que
repentinamente, por ejemplo, tras un nacimiento, las partes psicóticas de la
personalidad pueden escindirse en la más temprana infancia, mientras que
otras partes del self (sí mismo) pueden tener un desarrollo aparentemente
normal. En determinadas circunstancias, las partes psicóticas escindidas
pueden irrumpir a la superficie, produciendo a menudo una psicosis, por
ejemplo, una esquizofrenia.
¡No me desprecies! Sólo quería probarte una cosa: que el diablo me arras-
tró y luego me hizo comprender que yo no tenía derecho a hacer lo que
hice, dado que soy un gusano como los demás ¡El diablo se burló de mí!
Por eso vine a tu casa. ¡Vaya, una visita! Si yo no fuera un gusano ¿habría
venido?
¡Y mató...,mató!
Pero, ¿Cómo maté? ¿Acaso se mata así? ¿Se procede como yo lo hice? Al-
gún día te lo contaré... ¿Maté a esa vieja infame? ¡No, me maté yo mis-
mo, no a la vieja! ¡Me exterminé irremisiblemente! En cuanto a la vieja, la
asesinó el demonio y no yo... ¡Basta, Sonia! ¡Basta, basta, basta! ¡Déjame!
(Dostoievski, 1866/1981: 263).
¿Cómo? ¿Qué? ¿El derecho al crimen? ¿No sería acaso, como consecuen-
cia de la “influencia del medio”? –inquirió Razumikin con una especie de
espanto–.
La obra entera del gran escritor ruso gira alrededor de dos ideas fundamen-
tales: la transgresión de las leyes morales y sociales, basada en el supuesto
de la libertad humana y el sometimiento posterior e inevitable a dichas
leyes, dramática consecuencia de la negación de esa misma libertad. En
Crimen y castigo, el protagonista Rodion Raskolnikov tiene un parentesco
con los cismáticos, disidentes o escisionistas occidentales del siglo XIX y se
considera que, en el actual siglo XXI, muchos jóvenes y adultos muestran
estas características anteriormente descritas.
A su vez, dice Meltzer (1994) que es necesario no sólo que los padres re-
cuerden al niño como en sus mejores tiempos, sino que sean capaces de ver
la desesperación de los dejados atrás, a pesar de su fachada de jactancia,
desdén y provocación, haciendo posible reconocer que la persona es dife-
rente de cómo era en épocas anteriores, no sólo en sus cualidades mentales,
sino también con respecto al mundo que habita. Se pueden ver alteraciones
parecidas en el refugiado político que no puede liberarse de su pesadilla.
... aun los delirios de los que sufren estados confusionales están provis-
tos de sentido y sólo por sus omisiones se vuelven incomprensibles para
nosotros. He podido convencerme de esto cada vez que se me ofreció la
oportunidad de observarlos. Los delirios son obra de la censura que ya
no se toma el trabajo de encubrir su reinado y que en vez de cooperar en
una remodelación que ya no sea chocante, elimina sin miramientos todo
aquello que suscita su veto, con lo cual lo que resta se vuelve incoherente.
Esta censura procede de manera en un todo análoga a la censura rusa de
los periódicos en la frontera: velando por los lectores, sólo deja llegar a sus
manos los periódicos extranjeros cruzados por tachaduras en negro (p. 523).
Cuando llegó era casi de noche, hacía seis horas largas que deambulaba.
En qué forma y por qué camino llegó, no habría sabido decirlo. Después
de desnudarse temblando como un azogado, tendióse sobre el diván y, en-
volviéndose con el abrigo, poco tardó en quedar sumido en un profundo
sueño.
como objetos internos, adquieren valor sacro para la realidad psíquica del
individuo.
... Los vecinos de todos los pisos se agolpaban en las escaleras y se oían
exclamaciones y excitados comentarios; otros bajaban o subían, abrían y
cerraban las puertas… ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo es posible? ¿Qué
habrá pasado entre esa mujer y el ayudante del comisario? Creía volver-
se loco, pero los gritos y los lamentos no dejaban lugar a dudas...Será
por lo de ayer... Entonces van a subir luego aquí... ¡Señor! (Dostoievski,
1861/1981, p. 74)
Desde ayer que no comes... Has estado amodorrado todo el día y tienes
una fiebre de caballo...
Hace poco, una media hora... Ilia Petrovich, el ayudante del comisario de
policía, en la escalera... ¿Por qué razón la ha maltratado de ese modo? Y...
¿Por qué vino a esta casa? (p. 74)
Anastasia..., ¿por qué no hablas? –interrogó por fin con voz trémula y débil–.
No ha venido nadie. Es la sangre que habla por ti. Cuando no tiene salida
y llena el hígado, hace ver visiones... Vas a comer un poco, ¿no?
La sirvienta bajó para volver a los pocos minutos con una jarrita de arcilla
blanca, llena de agua; pero Raskolnikov no recordó lo que sucedió des-
pués. Supo solamente que bebió un sorbo de agua fría y derramó el conte-
nido de la jarra sobre su pecho, perdiendo de inmediato el conocimiento.
(p. 74)
Comenta Mancia (1989) que con las fases arcaicas del desarrollo humano que
están representadas en el sueño se enlazan todos los restos del sueño, inclu-
so los “fuertemente malvados y licenciosamente sexuales, los cuales han he-
cho necesaria la censura y la deformación onírica”. A favor de esta hipótesis,
Freud aporta una serie de consideraciones basadas en los afectos a menudo
ambiguos y ambivalentes que regulan las relaciones de la primera infancia,
en especial con los padres del mismo sexo y con los hermanos... “Así, pues,
si detrás de nuestros sueños deformados, hallamos todas estas pulsiones de
deseos perversos, eso significa solamente que el sueño ha cumplido también
en este campo el camino de retroceso a la condición infantil. La maldad del
sueño, sobre la que tanto insisten poetas y escritores en la Edad Media, no es
sino la maldad que hay en nosotros como rasgo inicial primitivo e infantil de
la vida psíquica que encontramos operante en el niño”.
Klein (1973) al hablar de las funciones del sueño, identifica las distintas fases
por las que pasa el desarrollo de la mente, tal y como puede ser vista en la
transferencia. Los objetos internos se convierten entonces en los protagonistas
absolutos de este teatro, centrado en el mundo interno y en las figuras paren-
tales que en él están depositadas: dioses y diablos de nuestro universo men-
tal. Este modelo brindó a Klein la posibilidad de utilizar en el trabajo de los
sueños interpretaciones directas en la transferencia y elaborar instrumentos
más concretos para enfocar y mostrar al paciente las ansiedades persecutorias
y depresivas presentes en el sueño, las posibles modalidades defensivas, los
sentimientos primarios como la envidia y los celos, los afectos fundamentales
del odio y el amor, los temores y los sentimientos de culpa ligados con las fan-
tasías de ataque y destrucción de las figuras parentales. Además, el poder de
reconocer en el sueño las mismas modalidades y los mismos problemas que
caracterizan el desarrollo de la mente, en particular, la escisión, la negación y
la identificación proyectiva, dio a Klein la clave para interpretar los aspectos
centrales de la transferencia de sus pacientes, adultos y niños.
Considerando pasajes del delirio en la obra, éste puede observarse cuando dice
Raskolkinov: “¿Será por lo de ayer... entonces van a subir luego aquí... ¡Señor!”
El padre ausente
Los conflictos que giran alrededor del sentimiento de culpa pueden repre-
sentar, en última instancia, viejos conflictos con el padre, y las autoridades
son combatidas de la misma manera en que el padre fue (o no fue) comba-
tido en la infancia (Fenichel, 1988).
Por otro lado, este delirio y alucinación, a la vez, ya es parte de su castigo. Casi
volverse loco es una manera de negar la realidad de lo que hizo, pero al mismo
tiempo, al delirar y alucinar busca encontrar el camino que lo lleve de regreso, es
decir, a encontrarse y reparar el daño hecho. Necesita ser castigado y de acuer-
do a la ley del Talión, es de una manera brutal como Raskolnikov asesinó.
La reparación en Raskolnikov
Ambos quisieron hablar, pero no les fue posible. Sus ojos se llenaban de
lágrimas y estaban pálidos y deshechos, mas en sus rostros demacrados
resplandecía el amanecer de un nuevo porvenir, de una completa resurrec-
ción a la vida. El amor los había hecho renacer y sus corazones encerraban
una fuente inagotable de vida para el otro. Resolvieron esperar y tener pa-
ciencia. Debían permanecer otros siete años en Siberia y hasta que hubieran
transcurrido, ¡Cuántos sufrimientos intolerables y qué infinita felicidad!
Pero Raskolnikov había resucitado, le constaba y lo sentía con todo su ser re-
generado... La vida reemplazaba a la dialéctica y algo por entero distinto se
elaboraba en el fondo de su conciencia. Bajo su almohada tenía el Evangelio
que habíale facilitado Sonia. Era el mismo ejemplar en que ella había leído
el pasaje de la resurrección de Lázaro... La historia de la lenta renovación de
un hombre, de su regeneración progresiva, de su paso gradual de una vida a
otra, de su ascensión a una nueva realidad desconocida para él (Dostoievski,
1866/1981: p. 331).
111
No vas a encontrar un dato que te explique por qué dios es tres personas en
una, no hay explicaciones científicas, por eso es la fe, ninguna suma matemá-
tica te lo explica.
Una vez que las bases de la fe se dan en la familia, la escuela tiene posibili-
dades de fortalecerla, de otra manera el éxito es limitado. Las condiciones
…que tu ideología concuerde con tu forma de ser porque hay muchas perso-
nas... que pueden matar a un perro, envenenar a un gato, bañar el coche de
junto... ¿cómo es posible que vayan todos los domingos a misa, y no concuer-
da su ideología, en este caso religiosa, con sus acciones? Yo creo que en esta
escuela lo que te inculcan, te lo demuestran.
Alumna: Tener una meta, vivir para algo, eso ya es creer en algo.
Alumna: Yo creo que lo más difícil es ponerlo en práctica, ser concordante con tu
filosofía de vida.
las cosas automáticas y fáciles; pero mantener una relación de objeto impli-
ca un esfuerzo de voluntad que consolide los valores y la fe en sí mismos,
es una motivación de la voluntad. Dicho de otra forma, es necesario elegir
y tener voluntad en la búsqueda de objetivos claros que motiven a tener
determinación en las acciones para llegar a buen término.
Así vemos que la consistencia entre las metas del ideal del Yo, las normas
del Superyo y la actuación del Yo producen una sensación de logro, las
personas se sienten mejor consigo mismas, y por tanto incrementan su fe y
confianza también en los demás.
Por su parte, el padre propone y ofrece metas a los hijos, motivación para
que puedan forjar destinos exitosos y sublimes. Por lo cual, la figura pater-
na es otro punto de partida, ya que es un estímulo a imitar o actúa como
protagonista, con quien los hijos varones se van a identificar. Adicional-
mente, les ofrece valores y metas espirituales, estéticas, religiosas, cientí-
ficas o de cualquier otro tipo. Por ello, el padre es la segunda fuente de
energía para la voluntad, la esperanza y la fe.
Alumna: “Yo creo que la iglesia tiene errores por estar formada por hom-
bres, pero de todas formas, lo que es un dogma, es un dogma y tienes que
creer, es algo más profundo, no es un estudio científico, es inspiración de
dios”.
Antes estaba más unida la escuela, había más participación, hacían que
las niñas pensaran por ellas mismas. Ahora ha habido problemas, mucha
desunión... como que no hay comunicación, la primaria y la secundaria
se separaron, en vez de que las madres den las órdenes, las toma la mesa
directiva, pero de que le tengo cariño, eso sí.
7. En el ejemplo del valor de la fe que fue analizado aquí, hay que des-
tacar la importancia del padre en cuanto a que sus expectativas in-
fluyen en la voluntad de los hijos para lograr sus metas y al irlas
logrando se robustece la fe en sí mismos y en los padres, así como
también se fortalece la fe que el padre y la madre tienen en sus hijos
que van siendo capaces de lograr sus ideales y cumplir con sus ex-
pectativas.
123
Los padres de Erick venden autopartes robadas, pero esta actividad la rea-
lizan en forma encubierta, dicen que robar no es bueno, pero cuando Erick
lleva a su casa una televisión nueva, un aparato de sonido para su cuarto, o
trae más dinero del que debería, no se preocupan por averiguar de dónde
vienen esos objetos. Erick es un adolescente psicopático que roba, trafica
con droga y tiene relación con personas que falsifican los billetes, estafa
y hace daño a las personas, llegando inclusive al homicidio, sin embargo
Erick fue remitido al Consejo Tutelar de Menores por robo con lesiones, y
cuando se le confronta con lo que hizo, menciona que se le hizo fácil, que
no lo pensó, que nunca le había pasado, concluyendo al decir: “así es la
vida, no pasa nada”.
Relaciones objetales
para conseguir sus fines. Por supuesto, en la edad adulta tienen serias
dificultades para mantener una relación de pareja. Cuando forman una
familia, los hijos son vistos como rivales y buscan satisfacción por medio
de ellos. La comunicación en la familia es superficial y poco afectuosa.
Los psicópatas viven con una constante sensación de vacío que algunas
veces intentan remediar con el alcohol y las drogas, siendo la adicción
una forma de buscar el afecto y la aceptación que creen que las personas
no les brindan y es una manera de olvidar las frustraciones y disminuir
la ansiedad.
Compulsión a la repetición
Los adolescentes psicopáticos son sujetos que poseen una parte de su per-
sonalidad anestesiada (González Núñez, 1984). No existe expresión ade-
cuada de los afectos, denominada alexitimia, que es una forma de proceder
psíquicamente en donde el individuo es incapaz de nombrar y distinguir
los afectos, aniquilando toda carga de afecto con el fin de sobrevivir psí-
quicamente (Aronowitz, 1998). La alexitimia siempre se acompaña de la
eyección, mecanismo a través del cual la persona desecha cualquier afecto
ya sea doloroso o placentero, es decir, no registra lo que siente. La persona
con alexitimia ha sufrido una situación traumática en su infancia pero esta
vivencia física no deja ningún recuerdo, sólo puede adivinarse a través de
sus actos, los cuales aún no pueden ser traducidos en pensamientos ni en
comunicación; utilizan el aislamiento emocional, por lo que las respuestas
afectivas del psicópata son superficiales, y aparecen con una fuerte inten-
sidad, pero es sólo una fachada, ya que las relaciones que establece son
simuladas. El empleo del aislamiento lo protege de una depresión. Tratan
de aparentar distintos tonos emocionales y llegan a dramatizar sus res-
puestas, sin embargo, se trata tan sólo de afectos aparentes (González Pa-
dilla,1999).
La relación con los padres es poco estable y se caracteriza por una distancia
emocional, prevaleciendo la agresión.
1. Reforzar que las personas no sean convertidas en cosas sino que sean
consideradas como personas.
Todo lo anterior dará como resultado final que el adolescente tenga un au-
tocontrol físico y emocional, ayudándole a reconocer e integrar sus afectos
para darle mayor sentido a su vida emocional.
d) Del contacto directo y real del niño con su propio padre, contacto
que dependiendo de la fuerza, corregirá y rectificará o no la imagen
133
Para ser congruentes con lo planteado por González Núñez (1997) tendría-
mos que partir de una fantasía preconceptiva del hombre con relación a
su paternidad. Esta fantasía implica el deseo de ser padre y tener hijos
propios, matizado no sólo por el deseo de trascender en el tiempo, sino de
manera muy importante por la relación de ese hombre con su propio padre
y abuelos, aunado a la fantasía de la madre sobre la paternidad de su hijo.
Una vez que el hombre recibe la noticia de que va a ser padre, se siente
ambivalente. La satisfacción de alcanzar un logro convive con el temor de
no saber si será capaz de desempeñarse suficientemente bien para poder
llevar a cabo el propósito paterno. Si tiene la suficiente fuerza y confianza
para vencer sus miedos, empieza a fantasear en todo lo que puede dar y
recibir de su hijo y desea, ante todo, que el bebé no se muera. Éste es el
propósito que lo motiva a proveer lo necesario económica y afectivamente
durante el embarazo de la madre y que se ve reforzado al nacimiento del
hijo. Si por el contrario, prevalecen las fantasías terroríficas, este hombre
buscará maneras de no iniciar su rol paterno; ya sea proponiendo cómo
“deshacerse” del bebé o alejándose de la mujer embarazada.
Cuando nace el bebé, y el padre puede verlo por primera vez, surge en-
tonces la expectativa por el bienestar de su hijo, lo cual guiará sus acciones
como padre por el resto de su vida. Más allá de las incomodidades, cam-
bios y frustraciones que pueda traer este nuevo miembro al funcionamiento
de la familia, el padre se preocupa porque su hijo esté bien: que tenga una
madre que lo cuide, que tenga sus necesidades básicas satisfechas y que
sea atendido convenientemente si se enferma.
Con el paso del tiempo, no es suficiente para el padre que el pequeño ten-
ga bienestar, sino que desea convertirse en alguien tan importante para el
hijo como es la madre. Así, entra en la escena psíquica del bebé favorecien-
do la separación de la simbiosis y ofreciéndose como objeto transicional
para pasar de una etapa de desarrollo a otra. Invita al niño a la aventu-
ra de descubrir un mundo diferente al de su madre, ayudándolo a nacer
psicológicamente como persona separada. Es a través de este acompaña-
miento, que logra el deseo de convertirse en uno de los objetos principales
del mundo interno de su hijo. A diferencia de la madre, el padre anima a
su hijo hacia el libre albedrío y la autodeterminación con el propósito de
enseñarle la importancia del logro, la independencia y la responsabilidad
personal.
Posteriormente, una vez que el niño ha adquirido ciertos hábitos que em-
piezan a esbozar someramente al hombre que podría ser, el padre siente el
fuerte deseo de que se parezca a él. Pero no a él en el sentido literal, sino a
él y “mejorado” con el propósito de dar a su hijo identidad. Desea brindar-
le todo aquello de lo que sintió haber carecido en su infancia; actúa a veces
como lo vio hacer a su propio padre y a veces como él creyó necesitar de
niño. Se preocupa por jugar con su hijo porque comprende que es la mejor
manera de enseñarle “cosas de hombre”; además, le ayuda, desde fuera, a
reprimir y a transformar sus deseos sexuales y agresivos.
Así, cuando un niño no cuenta con la presencia física o emocional del pa-
dre, puede identificarse con el padre real o fantaseado como una manera
de suplir su ausencia u oponerse y repudiarlo por rivalidad. Esto dificul-
tará su identificación con lo masculino y afectará su futuro como hombre,
como pareja y como padre.
En cuanto a la relación del padre con los hermanos, Héctor vivencia que
su padre tiene una marcada preferencia por las hijas de su segundo matri-
monio, a las que trata como si fueran sus parejas.
A instancias del padre, dejó la escuela a los 14 años para empezar a trabajar
con él como panadero, donde percibió a un padre aislado y criticado por
todos, de quien todos hablaban mal, un padre devaluado y mediocre.
Como apunta Elías (2003): “el camino más claro en el varón para la adqui-
sición de la adultez consiste en lograr la identificación con un padre genui-
namente adulto”. Esto no quiere decir que existan hombres cuyos padres
no han alcanzado del todo la madurez y estén condenados a no lograrlo,
pues encontramos hijos que, a pesar de ello, aspiran y obtienen formas
adultas de funcionamiento.
Este capítulo muestra la distonía afectiva de una paciente que fantasea y actua
la pulsión filicida, esto es, la pulsión de muerte hacia sus hijos. Se hace
referencia a aspectos bíblicos, a la teoría de las relaciones objetales de Fair-
bairn (1955/1992), a fragmentos de las sesiones psicoterapéuticas en las que
incluso se mencionan escenas de películas y relatos de revistas, así como a
los principales escenarios de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Pasaje Bíblico:
Atalía fue una reina cruel y malvada (como Jezabel, su madre) y dio muer-
te a todos los niños de la estirpe real, excepto al pequeño Joás a quien su tía
ocultó. Al cumplir Joás los siete años de edad se produjo un golpe contra
su majestad. Joás fue coronado rey y Atalía fue muerta.
Rascovsky (1967) define el filicidio como una serie de actitudes de los pa-
dres, ya sean activas o pasivas, de abandono temprano, castigos mentales o
corporales, vejaciones y crueldades ocasionales o permanentes, que dejan
una huella inmediata o remota en la personalidad del niño.
distancia son de color café pero en la cercanía son rojizas, dando la impre-
sión de cambiar de color, como cuando las víboras mudan de piel.
En este sentido refiere Atalía: “Recuerdo a mi madre ocupada con sus ami-
gas jugando canasta, emborrachándose con ellas… ni mis hermanos ni yo
le importábamos… me da mucho coraje con ella… tampoco era capaz de
defendernos de mi papá: él nos agarraba de las patillas o de los cabellos,
nos golpeaba con una varilla de aluminio en las piernas, a mí me decía que
era una tonta, estúpida, que no servía para nada… y ella no se metía, esto
me daba rabia… ¡Cómo la odio!”
Atalía nos presenta así a sus objetos malos: “Temo a mi madre, aunque
no me ha embrujado… lo mismo me pasa con mi abuela paterna, es una
maldita bruja… bajaba a mi papá al pueblo envuelto en una sábana y lo co-
locaba en un hormiguero para que se enteraran que se había orinado… por
cierto que Débora mi hija, cuando era chiquita, se salía del corralito y me
quitaba las cosas de su lugar, me las escondía, me arañaba… no la tolero,
siento que no la quiero y temo dañarla…”
Sin embargo, los objetos, pese a que son percibidos como malos, no pue-
den ser rechazados puesto que son verdaderamente necesitados por el su-
jeto, son el centro de su vida emocional. Para Fairbairn (1955/1992): “El
niño no sólo internaliza sus objetos malos porque se le imponen y trata
por este medio de controlarlos, sino también, y sobre todo, porque los ne-
cesita”: (p. 74).
pero siempre voy con la ilusión de que no sea así, con la esperanza de que
me abrace, me escuche y me haga sentir querida…”
Así, Atalía identifica, a través de una revista sus deseos filicidas, dice: “Me
puse a leer una historia de esas que salen en Selecciones, se trataba de una
mujer que tenía 3 o 5 hijos, no los toleró y los asfixió con la almohada, me
puso mal el leerlo, ya no terminé de hacerlo… o hacer… me preocupa Dé-
bora, no me gustó que expresara su deseo de morir, yo a su edad ya había
tenido el primer intento suicida, ella todavía no…”
La paciente se identifica con esta madre filicida, que al igual que ella ac-
tuó su pulsión mortífera contra su hija, aunque también le recuerda a su
La paciente se deprime por el daño que ha causado a sus objetos, desea sin-
tonizarse afectivamente con ellos, pero en muchas ocasiones no lo consigue,
expresa: “Me enojé con Moisés, exploté, no le pegué... pero llegó un momen-
to en que no aguanté y me fui contra él, me sentí muy mal... él no me provo-
có... me pidió ayuda para hacer su tarea y le dije que no porque prefería estar
con su hermana... se puso furioso, agarró el papel del baño y lo desenvolvió,
luego comenzó a encender y apagar las luces... aflojé los focos... entró a la
cocina y tiró la comida, fue a la recámara y se desvistió... me desesperó y
queriéndolo ayudar lo metí a bañar con agua fría... no se calmó empezó a
arañarse y morderse, lo abracé y me acosté con él, nos pusimos a llorar, le
dije que no sabía cómo tranquilizarlo... me contestó que se quería enfermar,
que se quería morir... lo abracé más fuerte y me dijo ‘mamita, discúlpame, no
te quería hacer daño’, le contesté que él no era malo... le dije que a veces me
enojo mucho y no me puedo controlar pero que lo estoy intentando... su res-
puesta fue ‘abrázame, mamita, así me siento bien’ se calmó y se durmió...”
Expresa Atalía: “Estuve bien con Moisés, fui por él a la escuela, me pidió
dinero para comprar un chocolate, le dije que no, pero después lo pensé
mejor y le dije que sí, yo también tenía ganas de endulzarme la vida... en
la casa también estuvo tranquilo, lo abracé y lo besé, me sentí a gusto de
poderme acercar a él así, él también. Le dije que le podía ayudar con su
tarea, me contestó que sí, posteriormente me preguntó si era hora de su
programa, le respondí que no, ¡ah!, expresó; a la hora le prendí la televi-
sión, estuvo tranquilo, sin hacer berrinches... luego le pedí que colocara la
ropa sucia en su lugar y lo hizo, me contestó: ‘sí, cómo no, mamita’; me lo
cambiaron, es otro...”
Fui con mi marido a ver una película muy bonita de un niño llamado Billy
Elliot, era un niño lleno de rabia, de frustración, sin embargo, buscó el
Para finalizar, vale la pena citar la siguiente idea expresada por Dante
(1314/2002) en un diálogo donde Virgilio le dice: “Hijo mío, ni el Creador
ni criatura alguna carecieron jamás de amor...”: (p. 130).
151
Un poco de historia
Los criollos también se relacionaron con dos objetos maternos: una madre
española altamente valorada, distante emocionalmente y ocupada en com-
promisos sociales; y una nana indígena cálida emocionalmente, pero deva-
luada ante el entorno. Aquello que cubría las necesidades emocionales más
profundas no tenía ningún valor en el entorno y lo valorado socialmente,
era frío y distante (Díaz Guerrero, 1961).
La actualidad
Hasta nuestros días, los roles de género en México están claramente di-
ferenciados bajo dos directrices: La supremacía indiscutible del padre y
el sacrificio absoluto –abnegación– de la madre. Desde la infancia, se co-
mienza a esperar de un hombre que tenga juguetes fálicos, que sea imposi-
tivo, agresivo y brusco, galante y tierno en la adolescencia, proveedor en lo
económico y distante en lo emocional; que demande autoridad y que se le
sirva “como lo hacía mamá”. En contraposición, la feminidad es entendida
como la búsqueda de la maternidad; de una mujer se espera que tenga ju-
guetes domésticos, que escinda su adolescencia en casta-sexualizada, que
se realice a través del matrimonio, que no esté satisfecha sexualmente y
que sea sobreprotectora con los hijos, la atención hacia ellos sirve como
compensación ante el abandono emocional y físico de su pareja. Así entonces,
Hombre como autoridad familiar. La madre tiene prioridad funcional como autori-
dad. El padre rivaliza con el hijo varón y mues-
El hijo preferido por los padres es el tra una protección excesiva hacia la hija mujer.
varón.
El padre es una figura temida y odia- El padre es una figura deseada, admirada y
da por la esposa e hijos. anhelada por la esposa y los hijos.
Respeto por valores éticos y morales. Indiferencia ante los valores éticos y morales.
Los comics muestran una infinidad de personajes que dan forma a conte-
nidos arquetípicos del grupo social donde se produce, lo que permite fá-
cilmente al lector identificarse en las situaciones plasmadas en las páginas
(Peniche, 2003) y vivenciar a través de las historias, intentos de elaboración
de su propio conflicto.
Cuajo. Las características de sus personajes, así como las situaciones ocu-
rridas en más de dos mil capítulos y el lenguaje popular que se reflejan en
sus páginas (Aurrecoechea y Bartra, 1993; Monsiváis, 1982) facilitan que el
lector mexicano pueda identificarse profundamente con las historias.
El éxito principal del comic, está cimentado en que los dos protagonistas
de la historia, Don Regino Burrón y Borola Tacuche, encarnan no los aspectos
Madame Borolé –alter ego– de Borola, propone como solución una tenaci-
dad y una fantasía privilegiadas que le permiten nunca darse por vencida
ni perder la fe en los momentos más desesperados. A pesar de su impul-
sividad prácticamente irrefrenable, cuenta con la fortaleza interna de asumirse
Recordemos entonces que los afectos y las ideas son las vías que tenemos
para reconocer a las pulsiones que generan la conducta (Freud, 1905/1981)
los afectos o emociones tardan más en sucumbir a la represión, ya que
constituyen una especie de atajo o válvula de seguridad a través de la cual
se descarga la necesidad cuando no es posible hacerlo en el objeto al cual
va dirigida (Freud, 1910-1911/1981).
Regino Burrón puede consolidarse como una figura que se permite ex-
presar los afectos ocultos de los mexicanos. Mediante la identificación con
Don Regino, los lectores dan cauce a sus deseos de expresar lo afectuoso,
lo tierno y el cariño no sexualizado.
José María es un hombre soltero de 38 años, que vive con sus padres.
Trabaja como técnico radiólogo en un hospital de traumatología. Es alto,
robusto, de tez blanca; su cabello es ondulado con una marcada calvicie,
misma que cubre con gorras tejidas por su mamá o de tipo beisbolista. Su
vestimenta es de mediana calidad; le gusta utilizar collares y pulseras teji-
das, con caracoles y piedras, propios para una persona de menor edad. En
días soleados utiliza lentes oscuros que regularmente son de mujer.
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dejando ver la distonía que rige su vida en la relación con los demás y en
todo lo que hace.
Manifestó que buscaba ayuda porque no sabía quién o qué era y quería
saberlo; hombre o mujer, si homosexual o heterosexual, refiriendo que nin-
guna de las dos preferencias sexuales lo dejaban satisfecho, no obstante le
era más fácil conseguir una relación homosexual. A las mujeres tenía que
invitarlas a salir, ser atento, caballeroso, tener una plática interesante y so-
bre todo lo que más se le dificultaba, gastar dinero en ellas. En cambio con
un hombre no tenía que hacer todo este ceremonial de seducción, bastaba
con detectar que fuera homosexual y solicitárselo directamente, sin tantos
esfuerzos ni rodeos.
José María describe a su madre con palabras soeces, pues la percibe como
una mujer a la que nunca le dio gusto porque ella esperaba dar a luz a una
niña, le contó que cuando nació, le vio los testículos y se volteó. Incluso, lo
que refiere el paciente es que siendo muy pequeño su mamá se dirigía a él
como si fuera una niña, con expresiones como “vente m’ija, acompáñame
al mercado” o “¡ay m’ija! ¿cuándo vas a crecer?”
Durante el primer año de vida, José María tuvo que enfrentarse al dilema
de confiar o no en su madre y más tarde en su padre. Para éste momento,
en su representación psíquica ambos aparecían condensados, por lo que no
supo cómo diferenciarlos ni qué esperar de ella o de él. Este fue el momen-
to en que la sintonía, que debe provenir de la confianza básica se convirtió
en distonía, al no saber cuál de los progenitores aportaba los elementos que
podrían ofrecerle seguridad.
Cabe mencionar aquí otro pasaje en la vida de José María, quien siempre
manifestó el deseo de tener su propia casa, ya que la de sus padres nunca
pudo sentirla como propia. Este deseo logró concretarlo al conseguir un
crédito otorgado en su centro de trabajo, que le permitió comprar la casa
deseada. No obstante, no es capaz de vivir en ella, pues aún teniendo au-
tonomía económica, no la tiene en lo emocional como para habitarla; y así
como en esto, es ambivalente en todo.
Se observa cómo el padre no entendió los esfuerzos del hijo por autono-
mía, debido a que en lo inconsciente, deseaba que su hijo no concretara la
identidad masculina, pues de ser así, tendría en ese hijo un rival al cual no
estaba seguro de vencer más adelante en la batalla edípica. Se instaló así en
el padre una distonía entre sus deseos conscientes y los inconscientes, cuya
consecuencia de nueva cuenta, fue una relación afectivamente distónica
entre padre e hijo.
Por otra parte, cuando el padre de José María dudó de manera consciente
de la homosexualidad de su hijo y, dada la falta de empatía entre ellos,
optó por detener el desarrollo de su hijo de manera inconsciente. La rela-
ción distónica que prevalecía impidió al padre encontrar una mejor solu-
ción para darle una clara identidad a su hijo.
Dado que José María se sintió despreciado por su padre, se alteró la confian-
za y se truncó la autonomía; cuando era pequeño lo invadió la culpa porque
supuso que no merecía por mandato paterno desplegar su iniciativa. Al no
encontrar respuesta en el padre, recurrió a la madre y empezó así el círculo
vicioso de los padres combinados. Además, el despliegue de iniciativa im-
plica definir una identidad, que en José María no estaba desarrollada.
El niño narcisista no cumple con estos objetivos del desarrollo normal, por
lo que no logra integrar esas imágenes en su yo, ya que las ve disociadas o
separadas. Entonces, el niño algunas veces se vive listo, guapo, inteligente,
fuerte, que todo lo hace bien, que es el mejor de todos y otras veces se siente
tonto, inferior, incapaz, pobre, débil, oscilando entre estas dos sensaciones
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El niño narcisista no disfruta tan fácilmente de los juegos en los que parti-
cipa, debido a que su narcisismo, expresado a través del hastío y el vacío
que siente no se lo permiten; tampoco obtiene satisfacción de la relación
con otras personas. La perturbación narcisista aparece como un dolor y
sufrimiento que viene de la madre misma y que no le permite lograr una
adecuada identidad psicosexual.
Al sentirse como una extensión de la madre, el niño narcisista sólo actúa las
expectativas de la madre para sentirse valorado por ella, no conformando
así su propia identidad psicosexual y provocando una identidad alterada
con fallas en la expresión de la masculinidad.
Fase simbiótica Las fronteras del sí mismo del niño y de La madre no puede
su madre están más o menos fundidas. compartir con su hijo
(Narcisismo Para estar en sintonía la madre tiene esa relación estrecha en
primario que seguir satisfaciendo y reconociendo forma placentera.
de 2 a 5 meses) a su hijo.
El niño ejercita cada vez más sus facul- El niño es muy teme-
tades motrices y la exploración de su rario en su forma de
ambiente. La principal característica de actuar y no mide lo que
esta subfase es su narcisismo, deposi- es capaz de hacer y
tado en las habilidades y capacidades lo que no. La madre
Subfase de que va adquiriendo. El niño comienza a le alimenta esas ideas
ejercitación aventurarse más allá de los pies de su acerca de sí mismo, no
madre, sin embargo, vuelve a ella para ayudándole a superar
(10 a 15 meses) abastecerse emocionalmente. La madre su narcisismo.
le mostrará a su vez aquellas habili-
dades que el niño adquiere al mismo
tiempo que le da realidad.
La meta terapéutica con este tipo de casos es que el niño logre identidad
psicosexual a través del juego simbólico con el niño. Es importante trabajar
con ambos padres aspectos sobre el desarrollo psicosexual para que el niño
narcisista se dé cuenta de sus sentimientos y actitudes, que tiene un espacio
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