Sintonia y Distonia en La Afectividad Masculina

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SINTONÍA Y DISTONÍA

EN LA AFECTIVIDAD MASCULINA

COLECCIÓN
PSICOLOGIA DE LO MASCULINO

sintonia y distonia.indb 3 10/01/2007 08:50:28 a.m.


DIRECTORIO

IPN IIPCS
MESA DIRECTIVA
DR. JOSÉ ENRIQUE VILLA RIVERA
Director General DR. JOSÉ DE JESÚS GONZÁLEZ NÚÑEZ
Presidente Honorario
DR. EFRÉN PARADA ARIAS
DR. CARLOS CAUDILLO HERRERA
Secretario General
Presidente
DR. JOSÉ MADRID FLORES DRA. REBECA OÑATE GALVÁN
Secretario Académico Presidenta Electa

ING. MANUEL QUINTERO QUINTERO MTRA. MARÍA FERNANDA VALLES CORCUERA


Secretario de Extensión e Integración Social Secretaria

DRA. ALEJANDRA PLAZA ESPINOSA


DR. LUIS HUMBERTO FABILA CASTILLO Tesorera
Secretario de Investigación y Posgrado
DRA. SUSANA ZARCO VILLAVICENCIO
DR. VÍCTOR MANUEL LÓPEZ LÓPEZ Comisión de Enlace con la SEP
Secretario de Servicios Educativos
DR. JOSÉ DE JESÚS GONZÁLEZ NÚÑEZ
DRA. JAEL ALATRISTE GARCÍA
dr. mario alberto rodríguez casas
Comisión de Desarrollo Científico y Editorial
Secretario de Administración
DRA. ADRIANA GONZÁLEZ PADILLA
LIC. LUIS ANTONIO RÍOS CÁRDENAS Comisión de Difusión y Divulgación
Secretario Técnico
MTRO. DAVID CARREÓN ROBLEDO
ING. LUIS EDUARDO ZEDILLO Comisión de Conferencias
PONCE DE LEÓN MTRA. MARÍA EUGENIA PATLÁN LÓPEZ
Secretario Ejecutivo de la Comisión de Operación Comisión de Talleres
y Fomento de Actividades Académicas
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ING. JESÚS ORTIZ GUTIÉRREZ Comisión de Relaciones Intersocietarias
Secretario Ejecutivo del Patronato
MTRO. RODRIGO PENICHE AMANTE
de Obras e Instalaciones
Comisión de Medios Audiovisuales
ING. JULIO DI-BELLA ROLDÁN MTRA. CLAUDIA SOTELO ARIAS
Director de XE-IPN TV Canal 11 Comisión de Acervo Bibliográfico

LIC. ALBERTO CORTÉS ORTIZ DRA. PATRICIA RIZO MORALES


Abogado General Comisión de Eventos

DRA. VANESSA NAHOUL SERIO


LIC. ARTURO SALCIDO BELTRÁN Comisión de Enlace Internacional
Director de Publicaciones
MTRA. PATRICIA LANDA RAMÍREZ
Comisión de Membresías

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SINTONÍA Y DISTONÍA
EN LA AFECTIVIDAD MASCULINA
COMPILADORES

Dr. José de Jesús González Núñez


Dra. Jael Alatriste García
Dra. Vanessa Nahoul Serio
Dra. Susana Zarco Villavicencio
Dra Patricia Rizo Morales

AUTORES

Dr. José de Jesús González Núñez


Dra. Vanessa Nahoul Serio
Dr. Carlos Caudillo Herrera
Dra. Rebeca Oñate Galván
Dra. Eva Alejandra Plaza Espinosa
Dra. Susana Zarco Villavicencio
Dra. Jael Alatriste García
Dra. Patricia Rizo Morales
Mtra. Claudia Sotelo Arias
Mtra.Violeta Farfán Márquez
Mtra. Laura Fabiola Miranda Valenzuela
Dra. Ma. de los Ángeles Núñez López
Mtro. Rodrigo Peniche Amante
Mtro. David Carreón Robledo
Mtra. Patricia Landa Ramírez

INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL


INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA Y SOCIAL, A. C.
– MÉXICO –

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Sintonía y distonía en la afectividad masculina
Colección: Psicología de lo masculino

ISBN 968-6219-20 X

D.R. © 2007 INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL


Dirección de Publicaciones
Tresguerras 27, 06040, México, DF.

Primera edición: 2007

D.R. © 2007
Instituto de Investigación en Psicología
Clínica y Social, A.C.
Minerva 83, Col. Crédito Constructor,
C.P. 03940, México, D.F.
Tel. 56-61-39-65

Impreso en México / Printed in Mexico

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Índice
INTRODUCCIÓN............................................................................................. 9

DISTONÍA-SINTONÍA EN LA RELACIÓN
PACIENTE-TERAPEUTA................................................................................ 13
Dr. José de Jesús González Núñez y Dra. Vanessa Nahoul Serio

EL HORROR AL PLACER: LAS PERVERSIONES................................... 37


Dr. Carlos Caudillo Herrera

LAS MENTIRAS INFANTILES COMO UN INTENTO


DE ADAPTACIÓN A LA SINTONÍA AFECTIVA.................................... 57
Dra. Rebeca Oñate Galván

IDENTIDAD PERSONAL E IDENTIDAD PSICOANALÍTICA............ 67


Dra. Eva Alejandra Plaza Espinosa

LA SOBREPROTECCION EN LA RELACIÓN MADRE-HIJO.............. 81


Dra. Susana Zarco Villavicencio

DISTONÍA-SINTONÍA EN LA NOVELA
CRIMEN Y CASTIGO DE F. DOSTOIEVSKI............................................ 91
Dra. Jael Alatriste García

CONGRUENCIA ENTRE LOS VALORES EXPLÍCITOS


Y SU TRANSMISIÓN EN UNA COMUNIDAD
DE ADOLESCENTES.................................................................................... 111
Dra. Patricia Rizo Morales y Mtra. Claudia Sotelo Arias

RUPTURA DE LA SINTONÍA AFECTIVA


EN EL ADOLESCENTE PSICOPÁTICO................................................... 123
Mtra. Violeta Farfán Márquez

LA DISTONÍA EN LA RELACIÓN PADRE-HIJO:


EL FRACASO DE LA PATERNIDAD........................................................ 133
Mtra. Laura Fabiola Miranda Valenzuela

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 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

DISTONÍA AFECTIVA Y FILICIDIO....................................................... 143


Dra. Ma. De los Ángeles Núñez López

PSICOANÁLISIS DE LAS EXPRESIONES AFECTIVAS


DEL MEXICANO A TRAVÉS DEL COMIC:
... Y EL CALLEJÓN LLEGÓ AL DIVÁN.................................................... 151
Mtro. Rodrigo Peniche Amante.

DISTONÍA AFECTIVA Y BISEXUALIDAD............................................ 165


Mtro. David Carreón Robledo

EL NARCISISMO EN LA IDENTIDAD
PSICOSEXUAL INFANTIL.......................................................................... 171
Mtra. Patricia Landa Ramírez

DE LOS AUTORES ...................................................................................... 179


Colaboradores

BIBLIOGRAFÍA............................................................................................. 187

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INTRODUCCIÓN
La capacidad de escribir un libro es un signo de creatividad y, desde un
punto de vista psicoanalítico, estriba en la capacidad de poder conjuntar
el mundo interno con el externo, desde un ámbito en el cual compartamos
algo de nosotros mismos: algo que podemos llamar bondad. Es unir las re-
laciones pasadas y presentes de imágenes internalizadas que se manifies-
tan en el exterior mediante la obra hecha belleza, como lo diría Schneider
(1993), pues ofrecen algo positivo a los demás, algo que se crea con el ob-
jetivo de ser trascendido, transformable y perdurable por el que reflexiona
el contenido de estas investigaciones. También, porque la experiencia ad-
quirida de los psicoanalistas y psicoterapeutas que presentan sus trabajos,
busca, intencionalmente, saber quiénes son, qué es importante y necesario
cambiar y transformar en su vida y cuán capaces son de reparar y construir
obras como la creación de este libro.

Por otro lado, las investigaciones mediante la exposición de casos, en la


mayoría de los trabajos aquí expuestos, tienen el propósito de mostrar
cómo se manifiesta la Distonía y Sintonía en las personas.

En el caso de la distonía, se plantea cómo se manifiesta el síntoma, dónde


está el origen y cómo se observan las conductas que presenta el individuo
que es distónico con su medio ambiente y consigo mismo, ya sea para frag-
mentarse, en el caso de personalidades psicóticas o alterar o distorsionar
su personalidad en el caso del individuo neurótico, porque las relaciones
interpersonales se vuelven difíciles de manejar.

En el caso de la sintonía se mencionan sus manifestaciones en el seno de


las relaciones interpersonales como expresiones de paz, satisfacción, amor,
creatividad, comunicación, cómo se puede lograr la armonía consigo mis-
mo y con el medio ambiente y cuáles son las alternativas de cambio y con
qué fuerza psicológica cuenta el individuo.

El Dr. José de Jesús González Núñez y la Dra. Vanessa Nahoul Serio sostie-
nen en el trabajo sobre Distonía-Sintonía en la relación paciente-terapeuta, que
el psicoterapeuta psicoanalítico debe siempre analizar y comprender su

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10 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

contratransferencia para ponerla al servicio del cambio y la cura de sus pa-


cientes, pues si no se analiza puede obstaculizar el tratamiento del paciente.

En Las perversiones: el horror al placer, el Dr. Carlos Caudillo Herrera nos


muestra las conductas y fantasías perversas que se vuelven un problema y
aunque se da un tipo específico de satisfacción, ésta nunca llega a ser plena
para el individuo, y su actuación constante y sistemática no permite que se
dé una relación sexual satisfactoria.

Y ¿Qué es mentir? Es cuando el niño falsea o distorsiona la realidad como


una forma de negar el dolor o la desadaptación. La Dra. Rebeca Oñate
Galván lo trabaja en Las mentiras infantiles como un intento de adaptación a la
sintonía afectiva.

La Dra. Alejandra Plaza Espinosa trabaja la Identidad personal e identidad


del psicoterapeuta psicoanalítico la cual se conforma con una serie de identi-
ficaciones tanto personales como de los psicoanalistas de renombre, cerca-
nos con el analista, con quienes hay una relación vivencial e interpersonal
y con otros psicoanalistas, a quienes se conoce solamente desde la pers-
pectiva teórica. A pesar de que el psicoanalista ya tiene una estructura de
personalidad y sus identificaciones son más conscientes, en ocasiones los
analizados nos muestran ciertas ideologías, riqueza de afectos, escala de
valores, formas de resolver problemas, con los cuales existe la posibilidad
de identificarse, y aunque no es lo más deseable, puede suceder.

A su vez, la Dra. Susana Zarco Villavicencio realizó una investigación para co-
nocer ciertas características que se presentan en los niños de 7 a 10 años. La so-
breprotección en la relación madre-hijo es el interesante tema en el que se trata del
aspecto perjudicial que las madres sobreprotectoras tienen sobre sus hijos.

En la novela Crimen y castigo de Dostoievski, la Dra. Jael Alatriste García


analiza la distonía que presenta el personaje principal Raskolnikov, cuya
conducta alterada lo lleva a cometer un crimen, el cual tendrá que pagar,
con su sufrimiento, desde el preciso momento en que se da cuenta de que
no puede enfrentar las consecuencias de este acto patológico. La repara-
ción, como un elemento de sintonía, será el camino a seguir por este per-
sonaje para poder construir una nueva vida.

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Introducción 11

Cada hombre necesita valores porque éstos dirigen y enriquecen la per-


sonalidad psíquica; congruencia entre los valores explícitos y su transmisión
en una comunidad de adolescentes, es la investigación que realizan la Dra.
Patricia Rizo Morales y la Mtra. Claudia Sotelo Arias. El análisis de la va-
loración moral a nivel personal y social es importante para el psicoanálisis,
porque representa la estructuración de las instancias yoica y superyoica
unidas al ideal del yo, pues se logra la sintonía en el desarrollo psíquico
del individuo.

La Dra. Violeta Farfán Márquez nos presenta un trabajo sobre la ruptura de


la sintonía afectiva en el adolescente psicopático. En este trabajo, la autora nos
muestra cómo los primeros años de vida, aunados a una dinámica especí-
fica de la personalidad del niño con la madre, conducen al individuo a la
manifestación de conductas de frialdad y a destruir vínculos emocionales
sin sentir culpa, etcétera.

La distonía en la relación padre-hijo: el fracaso de la paternidad de la Mtra. Laura


Fabiola Miranda Valenzuela es un trabajo que señala las incongruentes ex-
pectativas que tiene un padre y las fallas en el ejercicio de la afectividad, así
como la presencia activa, contenedora y empática a lo largo del desarrollo
de su hijo. Si esto se ejerciera en base a la realidad y necesidades y capaci-
dades reales del hijo, se establecería una relación sintónica y una identidad
más integral en el mismo.

La distonía afectiva también puede manifestarse como pulsión de muerte,


es decir, como representante psíquico del acto filicida, inconsciente, hacia
los hijos. En este caso que presenta la Dra. Ma. de los Ángeles Núñez López
Distonía afectiva y filicidio se muestran los aspectos inconscientes del acto
filicida y el cambio que va teniendo la paciente a través del trabajo psicote-
rapéutico para armonizar y sintonizar la relación madre e hijo.

Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano a través del comic: … y el


callejón llegó al diván es un trabajo del Mtro. Rodrigo Peniche Amante que
permite hermanarnos con arquetipos nacionales, pues retoma un comic
muy local de identidad citadina: “La familia Burrón”. Es en este trabajo
que el lector podrá identificarse con alguno de sus personajes, con situa-
ciones divertidas, paradójicas o tristes, con afectos fuertes e impulsivos

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12 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

pero creativos, como los manifiesta el personaje de Borola o afectos tiernos,


pacientes y profundos como los que caracterizan a Don Regino. Leer este
trabajo nos lleva a identificarnos con algo muy nuestro, muy mexicano.

Hablar de la bisexualidad es un tema que aunque lleva a la distonía es algo


que existe en muchas personas sin saberlo. Este trabajo, Distonía afectiva y
bisexualidad elaborado por el Mtro. David Carreón Robledo, nos permite
conocer cómo se instaura la distonía en un hombre que no sabe si es homo-
sexual o heterosexual y cómo una fantasía preconceptiva de los padres, en
contraposición con la realidad anatómica del individuo lo lleva a sentir su
autonomía coartada y a solucionar su identidad de manera ambivalente.

El narcisismo en la identidad psicosexual es el trabajo de la Mtra. Patricia Lan-


da Ramírez, en el cual expone el caso de una madre que vivencia a su hijo
como una extensión de su identidad, de sus pensamientos y sentimientos.
Por ello, se instauran dificultades en el proceso de separación-individua-
ción dentro del primer año de vida, lo cual provoca una distonía afectiva
entre el niño y la propia madre. Leer este trabajo, nos permitirá conocer la
psicogénesis de la configuración de la personalidad narcisista.

Deseamos agradecer de antemano el interés en estas investigaciones y es-


peramos que las mismas promuevan reflexiones que lleven a transformar
alguna conducta en aras de la salud mental.

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DISTONÍA-SINTONÍA EN LA RELACIÓN
PACIENTE-TERAPEUTA

Dr. José de Jesús González Núñez


Dra. Vanessa Nahoul Serio

En este capítulo se sostiene que la contratransferencia es una relación inter-


personal profesional muy especial que puede obstaculizar el tratamiento
de un paciente, si no se analiza, pero que si se comprende y se analiza sirve
como instrumento de diagnóstico. La unidad transferencia-contratransfe-
rencia es el nódulo de la cura del paciente. Se estudian las fantasías contra-
transferenciales del analista, la fantasía sobre el paciente ideal y la acción
terapéutica de la confianza del analista. Se estudia la contratransferencia
desde el punto de vista epigenético. Se sostiene que el psicoterapeuta psi-
coanalítico debe siempre analizar y comprender su contratransferencia
para ponerla al servicio del cambio y la cura de sus pacientes.

La contratransferencia es una relación interpersonal profesional muy es-


pecial, porque está matizada por todos los procesos que intervienen en
una relación interpersonal “normal” pero enclavada en la regresión, en ese
proceso donde el inconsciente impera y distorsiona la relación de los in-
tegrantes a tal grado que existen errores cronológicos; esto es, se vive al
paciente y el paciente vive al psicoterapeuta como en la infancia, como fue
en los primeros años de vida y donde lo que se siente es real frente al que
se tiene delante de uno, pero eso es algo que se sintió frente a alguien de
la infancia, aunque en ese momento se sienta como real. Además es una
relación intensa, que puede desbordar los cauces normales de una relación
interpersonal profesional y podemos encontrar muchos casos en que es
imperativa: se tiene que dar porque se tiene que dar.

13

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14 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Esta relación tan especial que el analista tiene con su analizado y que Freud
en 1910 la denominó contratransferencia, que “surge en el médico (analis-
ta) bajo el influjo del enfermo sobre su sentir inconsciente” (p.1566). Este
concepto lo introdujo en marzo en su trabajo titulado: El porvenir de la
terapia psicoanalítica. Decimos que la introdujo oficialmente porque este
proceso es tan antiguo como el hombre mismo y siempre que esté en juego
una relación profesional, como la de curandero-enfermo, médico-paciente,
sacerdote-feligrés, etcétera, se va a dar.

Desde su aparición en 1910 hasta ya muy tarde en 1950, por ejemplo, fue
un proceso semiolvidado porque siempre se usaba pero no se estudiaba lo
suficiente.

Desde un principio fue concebido como un problema bajo la monumental


opinión de Freud (1910) de que el analista no va más lejos en el tratamiento
de su paciente de lo que le permiten sus propios complejos o conflictos
personales y resistencias, es por eso que recomendó que los psicoterapeu-
tas psicoanalíticos se reanalizaran con cierta frecuencia además de estarse
constantemente autoanalizando.

Después fue considerada como un instrumento de diagnóstico que nos


permite saber con mucha fineza el estado del paciente. Este criterio está
basado en que el carácter y la psicodinamia de cada paciente, nos hacen re-
petir lo que él desea y quiere, por supuesto consciente o inconscientemente
pero sobre todo inconscientemente.

Y ahora, además de esos criterios, es importante considerar que la unidad


transferencia-contratransferencia es el nódulo de la cura o del cambio del
paciente.

Lo que en la actualidad sabemos -además de los criterios anteriores- en la


tarea de los analistas, la contratransferencia resulta a tal grado importante
para la cura del paciente, que se vuelve una tarea primordial. Por lo tanto,
el psicoterapeuta psicoanalítico primero debe conocer sus propios conflic-
tos, para tener –por así decirlo- un autodiagnóstico y predecir su propio
comportamiento ante el paciente y ser una pantalla humana estandarizada
en la que el propio paciente se reconozca, para luego, con un procesamiento

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 15

personal único, el analista pueda devolverle tanto verbal como preverbal-


mente, un mensaje terapéutico.

La fantasía del analista sobre el paciente ideal puede usarse para avanzar
el proceso de análisis al igual que puede alimentar las resistencias, tanto
en el paciente como en el terapeuta. Todos los analistas llevan consigo una
fantasía de lo que es el paciente ideal, que varía de analista a analista y de
escuela a escuela.

En cuanto a la fantasía contratransferencial moldeada por el carácter, his-


toria, inclinaciones y preferencias teóricas de cada analista, refleja quiénes
somos y cómo fuimos entrenados y también reflejan el tipo de pacientes
que deseamos analizar, así como el tipo de analistas que deseamos ser. Es
esta una fantasía que interfiere o facilita el trabajo psicoterapéutico y es
una estructura necesaria para que el análisis ocurra.

Cada analista piensa que el paciente ideal debe ser analizable, o sea: inteli-
gente, con profundidad psicológica, auto-reflexivo, que recuerde sus sue-
ños y pueda asociar libremente y que pueda conducirse como paciente. En
lo íntimo, cada analista prefiere trabajar con pacientes que se involucran
más activamente, pacientes con determinados patrones de resistencia que
evocan determinadas contrarespuestas del analista, que sean empáticos,
agradecidos y bien identificados, que distingan que dentro de la sesión se
trata la profundidad del inconsciente y que fuera de ella se comporta den-
tro de la realidad y que no se confunda. Por ejemplo, una paciente comentó
al respecto de otra paciente infértil psicológicamente y ahora embarazada:
“Ese embarazo tiene que ver con usted”, refiriéndose al psicoterapeuta, a
lo que la primera entendió que el hijo era biológicamente del terapeuta y
no producto del trabajo del proceso terapéutico, el hijo, por supuesto, era
biológicamente del esposo de la paciente.

Por otro lado, los candidatos describen las formas ideales de asociación
libre como la facilidad para la expresión verbal, la libertad de sentimien-
tos, imágenes, sueños, memorias, recuerdos y sensaciones corporales para
otros, silencio, acción (Smith, 2004). Hay consenso en que ciertas libertades
se unen a ciertas inhibiciones y que incluye un compromiso peculiar con
el analista.

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16 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

¿Hay alguna aproximación consensual sobre la asociación libre?

Cada analista escucha las asociaciones de su paciente de manera idiosincrá-


sica. Kris (1982) la definía como una empresa conjunta en donde el paciente
intenta expresar cualquier cosa que venga a su mente y el analista guiado
por sus propias asociaciones y formulaciones contribuye únicamente con
la meta de favorecer la expresión de las asociaciones libres del paciente. El
analista debe entrenarse para hacerle caso a sus propias ocurrencias, como
ejemplo, Racker (1990) describe al paciente que le pagó 1,000 pesos y él los
dejó sobre el escritorio porque tuvo que salir a conseguir cambio. Tuvo la
fantasía que el paciente los iba a tomar y le iba a decir que ya se los había
dado. Luego Racker al corroborar esta fantasía supo que el paciente la ha-
bía tenido.

Brenner (1982) consideraba que toda contratransferencia es una formación


de compromiso aunque entonces toda comunicación del paciente debe estar
simultáneamente libre en ciertos aspectos y relacionada en otros, cada acti-
vidad es reveladora y ocultadora del deseo y de la defensa contra el deseo.

Tales fantasías contratransferenciales son formaciones de compromiso


que contienen todos los componentes del conflicto, incluyendo pulsiones
amorosas y agresivas, deseos, autocastigos, y son parte inevitable del pen-
samiento del analista. Permanecen en su mayoría inconscientes y emer-
gen a la consciencia en momentos difíciles y por razones particulares. En
cualquiera de sus formas, conscientes o inconscientes, ambas avanzan y
retardan el trabajo analítico así como iluminan oportunidades y simultá-
neamente oscurecen los caminos para su realización. Saber de su existencia
puede beneficiar tanto al paciente como al analista.

Las transformaciones contratransferenciales de la fantas�a

La fantasía del paciente ideal también ayuda a preservar el lado terapéu-


tico. Pero la fantasía se sigue transformando y se sustituye por la fantasía
de la persona en la que el paciente puede convertirse, que es la fantasía del
futuro del paciente (Koetin, 1986; Loewald, 1960). Es otro tipo de fantasía
ideal la cual define el sentido que tiene el analista del potencial de su pa-
ciente. Al permitir esta transformación de su fantasía, el analista hace el

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 17

duelo por la pérdida del paciente ideal y del proceso idealizado y acepta al
paciente real y el análisis real en el consultorio.

Siempre modificamos nuestros tipos ideales. Hay una analogía con las Re-
presentaciones de las interacciones que han sido generalizadas de las que habla
Stern (1985), específicamente de representaciones internalizadas que pro-
vienen de la capacidad del infante de agregar experiencias y depurarlas o
abstraerlas; eso sería el tipo generalizado contra el cual cada experiencia
individual puede compararse. Los analistas también llevan sus represen-
taciones generalizadas (consignas maternas, paternas, fraternas y de per-
sonas importantes de la infancia), sus prototipos agregados y promedios
contra los cuales comparamos y discernimos a los pacientes reales que en-
contramos.

Robertson (2004 en Smith, 2004)) sugiere que la modificación de estas imá-


genes ideales se transforma como parte del desarrollo de cada analista que
ya ha concluido su formación, en donde hacemos el duelo por la pérdida
de las idealizaciones de los pacientes, de nuestros analistas, maestros y del
propio análisis. Con cada paciente se reviven estas idealizaciones y se hace
el duelo con cada uno. El psicoterapeuta psicoanalítico hace el duelo tanto
del paciente con el que tiene éxito, como del paciente con el que no lo tiene:
ambos se van.

La confianza del analista y su acción terapéutica

La confianza del analista es un tema poco trabajado que participa en la


acción terapéutica a través de la apertura emocional del analista, logran-
do una contratransferencia positiva inobjetable, un ambiente de sostén y
promoviendo internalizaciones adaptativas entre otras formas. Cuando la
confianza del analista falla, en el paciente o en el self (sí mismo) del ana-
lista o en el proceso psicoanalítico, ocurren interacciones cruciales capaces
de destruir el tratamiento o alternativamente, de restaurar funciones mu-
tuamente reguladoras y que potencialmente pueden conducir a procesos
transformadores importantes (Frank, 2004). Los pacientes se benefician de
la confianza y la sensibilidad del analista y de que puedan tener modos
útiles para pensar y trabajar sus estados de confianza y desconfianza.

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18 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Una forma que tiene el psicoterapeuta psicoanalítico para adquirir su pro-


pia confianza es el autoanálisis, para tener confianza en su instrumento
psicoanalítico y transmitirle al paciente la confianza en el cambio, en la
cura. La habilidad para llevar a cabo un autoanálisis (Anzieu, 1978/1988)
se detona durante los momentos de sufrimiento, saturación y urgencia y
se asemeja al concepto de “analista herido” (Ferro y Basile, 2004). La sen-
sibilidad que el psicoterapeuta conserva hacia sus propias heridas ya ci-
catrizadas puede convertirse en un instrumento contratransferencial que
le permita armonizarse con las heridas del propio paciente. Las heridas
pasadas en el psicoterapeuta psicoanalítico pueden provenir de lesiones
personales vividas hacia sus objetos o en cualquier periodo del desarro-
llo; sobre todo, por problemas estrictamente personales. También pueden
provenir de problemas en la relación con pacientes anteriores durante los
cuales se tuvieron experiencias dolorosas, sin solución. Otras heridas se
dan en el psicoterapeuta psicoanalítico frente a pacientes que se suicidaron
durante el tratamiento o la fuerte herida que producen los daños físicos o
emocionales que el paciente puede ocasionarle a terceros. Como por ejem-
plo, un paciente vengativo que con toda premeditación, alevosía y ventaja,
atropella a una persona de la cual quiere vengarse.

Después del tratamiento que el propio psicoterapeuta psicoanalítico cum-


ple, incluso como requisito, queda capacitado para su propio autoanálisis.
También, siempre le queda el recurso de retornar, como Freud lo recomen-
dó en Análisis terminable e interminable (1937), a su propio análisis personal
y finalmente puede recurrir a la interconsulta con colegas con las caracte-
rísticas propias de la discreción y ética profesional.

Epigénesis de la contratransferencia

El punto de vista epigenético supone que la conducta del individuo es glo-


bal; la personalidad actúa como un todo integrado; que para llegar a esa in-
tegración se ha pasado por diversas etapas o fases del desarrollo; que estas
últimas no corresponden necesariamente a la edad cronológica, sino que
más bien cada fase tiene su propia dificultad, su propia tarea intrapsíquica
que cumplir: sólo si se cumple adecuadamente la tarea propia de esa fase,
se puede llegar a la siguiente. Se habla desde el punto de vista epigenético

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 19

de procesos, no de sucesos. Los sucesos se engranan a los procesos y pue-


den favorecer o retardar el proceso evolutivo general.

Epigenéticamente estos procesos, evolutivos por definición, se dan en una


interacción necesaria entre las tareas internas a realizar y las tareas o in-
fluencias externas o ambientales que provienen de la cultura del sujeto que
se encuentra en desarrollo.

Así pues, la contratransferencia, nacida del mundo interno, de los afectos,


los cuales a su vez nacen de las pulsiones con canales innatos de descarga,
ya sean éstas conscientes, preconscientes o inconscientes bajo un control
yoico, sufre un proceso epigenético, o sea, se ve sometida a un desarrollo a
lo largo de la vida.

Atendiendo al desarrollo psicogenético individual, donde se considera


como primera fase del desarrollo emocional, una fase de dependencia, don-
de se tienen que sembrar las semillas de la independencia a base de confian-
za básica (Erikson, 1993), y que es con la que la persona funcionará el resto
de su vida. Posteriormente, evolucionará a una fase emocional en la que lo
primordial es el control tanto muscular como afectivo y en especial de la
agresión (enojo, rabia, ira) y el control libidinal en sus aspectos retentivos y
expulsivos para luego llegar a una fase de rivalidad que se caracteriza por
las relaciones triangulares. Mientras que las dos anteriores se caracterizan
por relaciones diádicas, en las relaciones triangulares se escenifica la rela-
ción edípica y se tiene como meta la conquista afectiva y libidinal, para lue-
go llegar a la genitalidad, claro, pasando antes por una etapa de latencia.

El psicoterapeuta como persona, aunque haya sido muy bien psicoanali-


zado y aunque haya desarrollado un buen sistema de autoanálisis, es una
persona que también evolucionó a través de las etapas antes mencionadas
y tenemos que considerar que en alguna forma, hay residuos de fijaciones
y por lo tanto cualquier paciente puede producirnos regresiones.

McKinnon (1973) nos lleva a considerar diferentes emociones contratrans-


ferenciales de acuerdo al diagnóstico psiquiátrico de cada paciente. Algu-
nas de las emociones contratransferenciales que nos describe son las si-
guientes:

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20 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

1. El paciente obsesivo-compulsivo generalmente produce una viven-


cia afectiva de aburrimiento, fastidio; el psicoterapeuta tiene la im-
presión de que no es escuchado, hay enojo por la monotonía transfe-
rencial.

2. El paciente histérico produce una reacción contratransferencial de


simpatía, complacencia y mucha sorpresa ante la poca precisión que
el psicoterapeuta tiene de los datos del paciente.

3. El paciente fóbico produce al psicoterapeuta la sensación de enojo,


frustración y mucha condescendencia con su infantilismo.

4. El paciente depresivo hace que el psicoterapeuta se sienta omnipo-


tente, con sentimiento de culpa, impaciente e irritable y en alguna
forma produce una depresión empática.

5. El paciente esquizofrénico nos transmite confusión, impaciencia,


cansancio, frustración y sensación de vidrio (Fairbairn, 1955/1992).

6. El paciente paranoide produce contratransferencialmente miedo, co-


raje y desesperación.

7. El paciente borderline produce una regresión temporal y sensación


de alerta ante las reacciones emocionales sumamente intensas del
mismo.

8. El paciente narcisista promueve los propios rasgos narcisistas del


psicoterapeuta y lo hace sentir incómodo ante la idealización y de-
valuación transferenciales (González Núñez, 2003). Además de que
le hace sentir dificultad para actuar.

Esto quiere decir que si 50 psicoterapeutas entrevistaran a un paciente ob-


sesivo-compulsivo los 50 o un porcentaje muy alto sentirían una vivencia
afectiva de aburrimiento, fastidio; el psicoterapeuta tiene la impresión de
que no es escuchado, hay enojo por la monotonía transferencial. Sin em-
bargo, el propio desarrollo epigenético de cada psicoterapeuta puede darle
un destino distinto al problema central o problemas satelitales o secun-

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 21

darios o menos importantes del paciente. Esta es la base de este trabajo:


estamos estudiando cómo la idiosincrasia evolutiva y epigenética influye
en forma más o menos determinante sobre la solución de conflictos, ansie-
dades, destinos del paciente. Porque no podemos dejar de considerar que
el paciente también posee su propia fuerza motivacional y también busca
la realización de su destino ya sea consciente o inconsciente.

Podemos dar un paso más y afirmar que la contratransferencia puede ser


instrumentada a partir de la identificación. Por supuesto, en primer lugar
de la identificación del propio psicoterapeuta. Así como existe un paciente
ideal que deseamos que estuviera bien identificado, el psicoanalista ideal
debe ser una persona también bien identificada. Así pues, en la relación
paciente-psicoterapeuta, transferencia-contratransferencia, impera el in-
terjuego subjetivo de identificaciones de ambos tanto conscientes como
inconscientes.

En la contratransferencia normal, el analista asume el papel parental (pa-


dre-madre) proyectado por el niño-paciente y por otra parte puede com-
prender el papel de niño no sólo gracias a esa posición de padre, sino
también a partir de una identificación proyectiva de su yo infantil en el
paciente que por supuesto como ya dijimos en alguna ocasión moviliza
en el psicoterapeuta la tendencia a reparar (González Núñez, 1989a). Para
funcionar en la mejor forma posible el psicoterapeuta necesita poder des-
doblarse y realizar una doble identificación: la identificación directa con
el paciente (Ello, Yo, Superyo) y la indirecta con los objetos del paciente
que en Racker (1990) es contratransferencia concordante y complementa-
ria. En el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social hemos
desarrollado, con el objeto de resolver este tipo de situaciones, un modelo
de entrevista en base a la identificación (González Núñez, 1995). Por lo tan-
to, producto del propio tratamiento, del autoanálisis, de las supervisiones
y de las interconsultas, el psicoanalista debe ser consciente de su propia
constelación de identificaciones hasta donde sea posible porque si no, se
cumplirá la consigna freudiana de que un psicoterapeuta psicoanalítico
llega sólo hasta donde sus propios conflictos -y nosotros agregaríamos- e
identificaciones inconscientes se lo permiten teniendo así muchos puntos
ciegos, o sea, aspectos, conflictos, tendencias del paciente que no son vistos
ni trabajados y que tienen relevancia para el progreso del paciente.

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22 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

A continuación se presentarán cuatro casos en los que se ejemplifica la re-


lación contratransferencial de psicoterapeuta hombre hacia paciente hom-
bre y paciente mujer; y de psicoterapeuta mujer hacia paciente hombre y
paciente mujer. En todos los casos se cuenta con el consentimiento de los
pacientes para hablar de ellos.

Fausto

El primer caso es de un paciente hombre de 47 años de edad, divorcia-


do. De aproximadamente 1.70 cms. de estatura, piel blanca, peinado hacia
atrás, mirada como de lince, o sea, penetrante, inteligente y a la vez acep-
tante y reflexiva. Tiene tres hijos, dos varones y una mujer. La hija es la de
en medio.

Es un paciente obsesivo que presenta, como todos los que tienen este diag-
nóstico, un especial énfasis en la agresión, el control, el desafío y la duda
y es obvio que como todo obsesivo produce la vivencia afectiva de aburri-
miento y fastidio y también promueve cierto enojo a través de una mono-
tonía transferencial con un paradigma padre-hijo no preferido.

Llegó a tratamiento por fuertes remordimientos de conciencia, porque te-


nía mucho enojo hacia su ex-esposa que lo había despojado de bienes e hi-
jos. Era dueño de dos departamentos que quedaron a nombre de la esposa
quien en uno vive y el otro lo renta. Sus tres hijos quedaron viviendo con
ella por lo que él tiene que desarrollar esfuerzos adicionales para recupe-
rarse económicamente; es ingeniero que trabaja por honorarios y se quedó
sin obra, prácticamente desempleado y el propio enojo hacia la esposa y
hacia los hijos no lo deja conseguir más casas que construir.

Esta actitud obsesiva de rigidez la muestra hacia los hijos con quienes tie-
ne un constante contacto y con quienes es estricto. Sin embargo, los hijos
hacen lo que la mamá les dice. Y así se mantiene en el permanente desafío
con la exesposa por el control y afecto de los hijos.

El enojo hacia la exesposa e hijos, la duda de si podrá volver a conseguir


trabajo y cierta depresión por su baja autoestima son lo que lo llevaron a

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 23

buscar tratamiento. De primer momento, se muestra como una persona re-


flexiva, que puede asociar libremente, con experiencia en prácticas de me-
ditación budista, lo que lo hace un paciente que distingue el inconsciente y
sus consecuencias, y que se comporta fuera del consultorio, aprovechando
lo analizado pero no confundiéndose entre lo que analizó y es inconsciente
con lo que sucede afuera en la realidad y es consciente. Esto, por ejemplo,
lo refiere respecto de la exesposa: reconoce la voracidad y las formas chan-
tajistas que tiene hacia los hijos y le dan ganas, cuando reflexiona sobre su
propio desafío hacia ella, de hacer lo mismo, pelear por los hijos, jaloneár-
selos y hasta quitárselos y sin embargo, reconoce que si él le dejó los dos
departamentos a ella fue porque él quiso y que para los hijos sería mucho
peor meterlos en ese conflicto de pedirles: ”¿con quién te vas, con melón o
con sandía?”, “¿con quién te vas, con papá o con mamá?”

Constantemente reclama un minuto, dos minutos, tres minutos de sesión,


ya sea que se le reciba tarde o que por alguna razón los relojes no coincidan
y piense que se le recorta el tiempo de la sesión. Lo reclama con enojo con
exigencia, con una intención de no angustiarse y mantener el control.

Hacia los hijos trata de mantener un control estricto en cuanto al dinero.


Les da todo lo que necesitan pero él dice, lo justo; está al pendiente de la
escuela de ellos, paga puntual pero igualmente exige reportes y calificacio-
nes. Cuando tiene duda de si uno de los hijos está yendo a la universidad,
o no le está entregando las calificaciones correctamente, ha llegado a ir
personalmente a la oficina de servicios escolares de la universidad donde
estudia el hijo a preguntar por su récord académico. Les tiene asignados
un día específico para comer con él y si no van se enoja muchísimo y sus
primeras fantasías son recortarles el dinero, no darles coche, o cualquier
otro castigo que implique una especie de venganza.

Con todo esto, contratransferencialmente dan ganas de darle la razón tal


cual; sin embargo, entre líneas con su actitud, con su reflexión, con sus aso-
ciaciones siempre está diciendo que está bien lo que hizo con su exesposa,
constantemente está expresando en forma inconsciente que desea respon-
sabilizarse de sus hijos y darles mayores libertades, que teme coartarlos
en sus ideales y aspiraciones por la presión y el control que él ejerce. Así
pues en este intento transferencial de meterse en el desafío y provocar a su

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24 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

vez que el psicoterapeuta se enoje, le compita, le envidie, y a la vez le dé


la razón, no logra en el inconsciente transmitir esa rivalidad edípica típi-
ca del hombre que se analiza con hombre. En él siempre hay un esfuerzo
por aceptar las confrontaciones, las clarificaciones y las interpretaciones
del psicoterapeuta, siempre hay una resistencia a aceptarlas puesto que las
vive con cierto temor de ser controlado y sometido. Este es otro de los sen-
timientos frecuentes del analizado hombre frente al analista hombre y hay
quien tiene el gran temor de vivir incluso un sometimiento homosexual,
esto es, el analizado hombre puede vivirse desmasculinizado, simplemente
porque acepta las intervenciones de su psicoterapeuta. Como vemos, esta
transferencia muy fácilmente también promueve una contratransferencia
de hostilidad, pero en este caso es lógico porque el paciente es obsesivo;
lo que no es lógico es que nos despierte esa sensación de seguridad para
transmitirle que va a conseguir trabajo, que va a darles más libertad a sus
hijos y que muy seguramente conseguirá otra mujer con la cual se enten-
derá. Esta primera contratransferencia a los dos años y medio de análisis
en psicoterapia empezó a dar fruto: el paciente ya no se lamentaba por los
departamentos otorgados a su exesposa sino que en su interior mantenía
cierta armonía con ella y hacia los hijos. Efectivamente, tenía una actitud
menos torturada porque los controlaba menos y ahora que había consegui-
do una novia se metía a la duda, puesto que ella también era divorciada y
tenía hijos, de si sería posible casarse con ella, dudaba de que ella lo qui-
siera y sobre todo trataba a toda costa de que el terapeuta le transmitiera la
seguridad de que no iba a ser chantajeado y de que él le iba a transmitir su
cariño porque ya lo empezaba a sentir, sin agredirla, sin provocar su des-
precio. Es decir, que ya reconocía a estas alturas la forma en que controlaba
y agredía a las personas que más quería.

Adherida a la transferencia, ya referida hacia el psicoterapeuta, en la iden-


tificación con su exesposa, en su identificación con su propia madre, en la
identificación con una de sus hermanas mayores (tenía tres hermanos: una
hermana mayor y dos hermanos menores que él) en una identificación con
la hermana mayor, como decía, también usaba el chantaje. Inconsciente-
mente, quería que le asegurara la efectividad del tratamiento y la seguri-
dad de que en todo iba a tener éxito, si no, todo había sido tiempo perdido
y dinero perdido y a pesar de que iba logrando lo que quería -como ya se
mencionó- y también de que ya tenía trabajo, había conseguido una obra

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 25

mayor que ya le redituaba suficiente dinero para realizar todo lo que que-
ría y además viajar con su novia. Chantajeaba al terapeuta para que, en
alguna forma éste se desilusionara de él y pudiera colocarse otra vez como
paciente no deseado por agresivo y exigente. En tal forma quería que el
psicoterapeuta tirara la toalla y se desilusionara de él, para así repetir la
historia de su vida. Vemos cómo, a pesar de ser obsesivo y promover las
contratransferencias típicas del obsesivo, hay una parte de él que es capta-
da como muy específica y única.

Francisco

Francisco es un muchacho de 26 años que lleva tres años en tratamiento.


Es el menor de seis hermanos, llegó a psicoterapia llevado por su madre,
debido a que tenía una “psicosis” (esquizofrenia) con momentos de ex-
trañamiento y despersonalización, alucinaciones auditivas, drogadicción
y años antes, episodios homosexuales. Llegó siendo un muchacho agresi-
vo, mal identificado, incapaz de relacionarse interpersonalmente, aislado,
incapaz de estudiar, sin la posibilidad de mantenerse en un trabajo fijo y
abandonado afectivamente por sus padres. El trabajo con Francisco, desde
el principio del tratamiento fue difícil: asistía muy regresionado, hablaba
sin asociación ni conexión, no escuchaba nada de lo que se le decía, estaba
ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor y esperaba que la terapeuta se
aliara con él en sus actos impulsivos cubriéndolo frente a su madre.

Francisco mostraba alteraciones en el pensamiento: el cual era primitivo y


mágico, creía que lograría lo que decía con sólo desearlo, tenía ideas deli-
rantes de éxito, no articulaba lógicamente sus ideas sino por proximidad.
Sus alteraciones afectivas se mostraban sobre todo en la transferencia cam-
biante: un día aceptaba a la terapeuta y otro la detestaba y expresaba que
de nada le servía su trabajo. Aquí es donde era indispensable mantener
la confianza de la terapeuta en el proceso psicoanalítico para mantener
la apertura emocional y la contratransferencia positiva inobjetable que
formaran un ambiente de sostén. En cuanto a sus alteraciones del com-
portamiento, se observaba a un muchacho mal vestido y mal combinado,
desaliñado; impulsivo, oposicionista frente a los deseos de sus seres que-
ridos, que se masturbaba en la sala de su casa. Francisco era un muchacho

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26 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

rechazado desde su más temprana infancia. “Me he acordado de cuando


era niño y los dientes se me pusieron negros y me tuvieron que operar. Yo
era un monstruito de niño, ¿eh?”

La contratransferencia que despertaba Francisco era la de confusión frente a


sus narraciones, impaciencia frente a su pensamiento inconexo, cansancio,
frustración frente a sus actos impulsivos y sensación de vidrio. La primera
respuesta emocional de miedo y ansiedad se cambió por una de aceptación
y compasión frente a su sufrimiento emocional tan intenso, del rechazo que
él despertaba a una aceptación que implicaba aceptar sus intentos por acer-
carse y luego alejarse bruscamente. Del saludo distante en donde apenas
miraba a la terapeuta pasó al saludo de beso en la mejilla. A veces la dejaba
babeada, cosa que se entendía como el saludo de un niño pequeño. En una
ocasión excepcional en que la terapeuta se reunió con él y su madre, fue
su madre quien se lo hizo notar: “¡Guacala, te saludó Francisco y te dejó
babeada!”; fue entonces cuando se entendió que ese saludo que pasaba casi
desapercibido podía volverse una experiencia correctiva para el paciente.

En la medida que Francisco pudo ir externando su rabia y desesperanza


por los sucesos infantiles que lo llenaron de impotencia, sentimientos de
rechazo y confusión, fue estableciendo una relación transferencial que se
iba cargando libidinalmente en función de la cercanía que él adoptaba. Di-
cha transferencia erótica tenía el significado de establecer una relación de
aceptación y de vida, no era erotismo sexual. A medida que fue expresando
sus fantasías sexuales, dejó de masturbarse como antes lo hacía. Francis-
co se sorprendía de que la terapeuta no lo rechazara cuando hablaba de
su sexualidad. Le lanzaba el reto contratransferencial sesión tras sesión: le
hablaba de alguna fantasía nueva esperando a ver si se molestaba de que
le hablara con tal franqueza de su deseo erótico. El analista siempre espera
de un paciente imaginario o ideal que tenga cierta reserva o represión en
su expresión erótica. No era el caso de Francisco y sus expresiones eran
francas y burdas. En alguna ocasión se sentía muy mal porque nada salía
como él esperaba, todos sus intentos por hacer las cosas que hacían los
muchachos de su edad terminaban en fracasos, se acercaba a las mujeres y
ellas se alejaban de él (como si, para su desgracia, ellas vieran el monstruo
que vivía en su interior y huyeran de él) empezó a hacer una narración de-
tallada de sus fantasías que despertaron en la terapeuta dos tendencias: la

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 27

primera, de dar por terminada la sesión y verlo cuando pudiera expresarse


de una manera más sutil; la segunda, la de permitirle esa expresión y escu-
charlo sin alarma, entendiendo el significado de sus fantasías. En el trabajo
analítico con pacientes psicóticos, el manejo de la contratransferencia se
vuelve decisivo para el progreso del tratamiento, ya que un paciente con
las características de Francisco lee con precisión la actitud contratransfe-
rencial del analista, sus estados emocionales y su disposición anímica con
relativa facilidad. Francisco captó la incomodidad de la terapeuta y la si-
guiente sesión él llegó avergonzado a decirle que se había sentido muy mal
por lo que había dicho y que sintió que “se había sacado de onda”. Es decir,
que él leyó con exactitud la respuesta contratransferencial: la terapeuta se
había descontrolado y tardó en recuperarse aun después de terminada su
sesión. Se le aseguró que se podría continuar con el tratamiento y esto lo
tranquilizó.

Superada esta fase, siguió un periodo en que Francisco cuestionaba la utili-


dad del tratamiento. Decía que el análisis no le servía a él porque no le daba
soluciones concretas, poder conseguir novia y no saber qué iba a hacer con
su vida. La confianza de la propia terapeuta en el tratamiento empezó a
flaquear y daban ganas de decirle que quizá sí fuera cierto. Al poco tiempo,
Francisco comenzó a mostrar los frutos del tratamiento: llegaba a sesión
preguntándole primero a la terapeuta: “Tú, ¿cómo estás?” y esperando una
respuesta antes de él empezar a hablar, decía que se daba cuenta de que
antes hablaba por hablar, sin decir nada, que ahora le gustaba callarse y
escuchar, y que veía cómo su familia se sorprendía cuando él hacía eso.
Decía que sabía que lo percibían distraído y desconectado pero que ya se
daba cuenta de las cosas y que se estaba volviendo observador. El contacto
con la realidad se había ido restaurando lenta y dolorosamente y Francisco
se había ido sintiendo aceptado y con un lugar dentro de la constelación
analítica. La falla en la confianza de la analista tuvo un lugar crucial en el
tratamiento, ya que condujo al paciente a un proceso transformador.

En las sesiones actuales él habla con sentido, en proceso secundario y hace


uso de una facultad de reflexión reconstruida o recién adquirida, en don-
de lo difícil para él es pensar en cómo va a ser su futuro, estando enfer-
mo como está. Es la nueva tarea terapéutica, en la que la terapeuta va a
participar con él: la de construir un sueño, una fantasía de muchacho a la

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28 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

del hombre en que él puede convertirse, de acuerdo a sus potencialidades,


para que luego lo pueda realizar. A veces dice que quizá muera joven o se
suicide y creemos que eso lo piensa porque no alcanza a verse a futuro,
pero por eso ya se le ha dicho que después de todo lo que se ha trabajado
y las cosas difíciles que ha superado, no puede dejarse morir y que a la
terapeuta le gustaría seguir viéndolo crecer y hacerse un hombre maduro
y luego envejecer.

Jennifercita

Ya desde 1948 Racker señalaba que así como en el analizado vibra su perso-
nalidad total, frente al psicoterapeuta vibra su personalidad como un todo;
vibran sus partes sanas, sus aspectos neuróticos y también los psicóticos
(recuerden que ya escribimos un libro en donde sostenemos que en la vida
de todo hombre y de toda persona siempre vibra una parte psicótica), pues
así como en un paciente en transferencia se da este fenómeno también en la
contratransferencia lo encontramos. El psicoterapeuta vibra con su perso-
nalidad total frente a su analizado, con diferentes cualidades y diferentes
cantidades. Ya mencionamos cómo según el diagnóstico del paciente es su
sabor psicológico y es lo que nos hace vibrar.

Así con una distinta vibración contratransferencial, presentamos a Jenni-


fercita, mujer de 35 años de edad, casada con un hombre obsesivo, metódi-
co y responsable. Tienen dos hijos varones y ella proviene de una familia
de padres y cinco hermanos. Ella es la menor de ellos. Por supuesto que
es una mujer simpática, complaciente, infantil, que muchas veces al tratar
de recordar la sesión, antes de iniciar la siguiente (rutina metodológica
normal) no se recuerdan con precisión los datos contenidos en la anterior y
no por mala memoria sino porque ella con su personalidad histérica y para
que se le siga considerando y tratando como niña, promueve y motiva que
así sea, sobre todo en las primeras sesiones de su tratamiento.

Jennifercita llegó a tratamiento porque después de cinco años de casada,


no tenían hijos, estaba muy enojada con su esposo, creía que se quería divorciar
y quería tener hijos. Qué contradicción, divorciarse y tener hijos con su
esposo.

sintonia y distonia.indb 28 10/01/2007 08:50:31 a.m.


Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 29

Su padre, un hombre permisivo, seductor, la declaró su consentida sobre


sus tres hermanos y su hermana mayor. En su familia de origen su herma-
na era la mayor y ella la menor y los tres hermanos quedaban en medio.
El padre siempre la trató como su hija-pareja, a la hermana mayor como la
hija segunda y mamá de la familia. Así que Jennifercita fue la niña perenne
de la familia para la mamá, el papá y todos los hermanos. Desde niña muy
bien vestidita, todos se preocupaban porque desde el kinder fuera muy
bien arregladita a la escuela, y así llegó a terminar la carrera de pedagogía
y eso era a lo que se dedicaba, el esposo era contador. Como puede verse,
no existía problema de identificación ni en ella ni en él.

La vivencia contratransferencial sintónica es muy fácil de realizar cuando se


han tenido varios hermanos con los cuales hay que competir, colaborar, llorar,
sufrir, vivir, pero que siempre nos han despojado de algo. La novela familiar
general y particular nos dicta que siempre le dieron un frijol más al hermano
o un pan más sabroso que el que nos tocó a nosotros. Así era fácil la sintonía
con Jennifercita, siempre sentía que había tenido todo pero siempre le habían
dado algo más a sus hermanos, a la hermana por ser la mayor y a los herma-
nos por ser hombres. Pero siempre por histérica, por ser la menor, le había
tocado menos, igual ahora con su esposo, que era un hombre controlador,
acumulativo, codo, medido con el dinero y ella una niña que siempre había
sido la consentida del padre pero a la que siempre le había dado menos.

El problema contratransferencial se tornaba difícil, pues como personali-


dad histérica era muy agradable, histriónica, comprensiva, cuando llegaba
con sus dolores de cabeza, con sus retrasos de regla era muy fácil curarla,
porque recuerden que, si bien el histérico puede tener fijaciones orales,
de dependencia, posee también una estructura básicamente edípica, que
se caracteriza por la disposición a darle gusto al padre del sexo opuesto y
también al del mismo, así era Jennifercita.

Decíamos que el problema contratransferencial más difícil era el que acep-


tara al esposo, vigilador, suspicaz, agresivo, desafiante, dubitativo, en fin,
no era como su padre, permisivo en su novela familiar. El esposo la quería
tratar como en su familia de origen trataban a su hermana y si bien estaba
bien identificada con su sexo, sí había confusión en su mente en cuanto al
rol de hermana.

sintonia y distonia.indb 29 10/01/2007 08:50:31 a.m.


30 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

El esposo no era como su mamá, que le permitía seguir siendo niña, seguir
seduciendo al padre y a los hermanos y, por supuesto, ahora al psicotera-
peuta. El esposo solicitó varias veces entrevista con el psicoterapeuta para
recibir noticias de su esposa, y a ella como niña buena no le importaba, has-
ta le gustaba que el esposo fuera a enterarse de ella. Pues frecuentemente le
gustaba escuchar cómo la analizaba su psicoterapeuta, así que en su ima-
ginación gozaba mucho el imaginar la conversación entre su esposo y su
psicoterapeuta; o sea, le gustaba mucho escuchar aquéllas conversaciones
infantiles entre sus padres o entre sus hermanos sobre lo buena, lo bonita, lo
bien portada que era Jennifercita. ¿Cómo volver distónica esa tremenda sin-
tonía, de terapeuta-hombre a paciente-mujer edípica? Fácilmente se podía
sintonizar en que siguiera siendo niña, como si se le dijera: “sigue rechazan-
do a tu esposo, no tengas hijos”. Porque había que decirle que su represión,
su desplazamiento de esas figuras del pasado estaban reactivándose.

No bastaba con remitirla al pasado sino que había que hacerle ver que eso del
pasado estaba desplazado en el presente, pero con solución, no sin solución.

Superando así mediante el autoanálisis y el proceso de interconsulta, se tuvo


que superar la sensación de despojo, la vivencia de privilegio y la sintonía
padre-hija consentida propia de esta paciente y contratransferencialmente
deseada por el psicoterapeuta. Hubo que hacer un proceso sintónico original
en un proceso distónico terapéutico transformacional, que permitiera en la
vivencia contratransferencial, la realización transformacional del paciente.
Había que transformar a esa niña consentida en una adulta consentida, ha-
bía que transformarla en una mujer aceptante de su realidad y de su esposo
y sobre todo de su maternidad, a la que tanto temía porque temía ser como la
madre o como la hermana y a la vez, en su imaginación sabía que si tenía un
hijo, produciría un fuerte dolor y una gran desilusión en su padre, porque
el embarazo sería la muestra de haber perdido su inocencia; con su madre,
pues se convertía en una mujer frívola e infiel al padre y a los hermanos los
desilusionaría, ya no sería la chiquita de la familia. Y también se tendría que
desintonizar su relación con su esposo, para que ya no lo viera como a un
padre frustrante o como a una madre rival sino como a su esposo que era.

Alrededor de un año y medio de tratamiento después, con una frecuen-


cia de dos veces por semana, decidieron ella y su esposo someterse a un

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 31

tratamiento médico de inseminación artificial para tener hijos, finalmente


tienen dos hijos varones y, claro, con el tiempo ella ha perdido su seducción
transferencial pero ha logrado también que su esposo sea más espontá-
neo con ella, ya no tan metódico en todos los aspectos, económico, social,
sexual, etcétera, claro, le tiene que ayudar mucho, pero mucho con los ni-
ños, de niña consentida pasó a ser una mujer adulta consentida.

Elena

Elena es una mujer de 35 años, casada desde hace 4 años con un hombre
5 años mayor. La menor de tres hijos, tiene una hermana y un hermano
mayores. Elena es una mujer alta de complexión delgada, cabello oscuro,
lacio y corto que cae encima de su frente y sobre sus ojos y que echa hacia
atrás con la mano. Sus ojos son negros, su mirada es fija y parpadea mucho.
Mira fijamente como si esperara una respuesta, como si deseara establecer
una relación interpersonal cálida desde la mirada, aunque la realidad es
que muchas veces su mente está en otra parte y sus afectos también, inac-
cesibles, metidos en su mundo de fantasía. Su cuerpo es esbelto, sus extre-
midades largas y viste combinando su ropa cuidadosamente mostrando
escotes o prendas que marcan su figura. De su matrimonio, tiene una hija
de 4 años cuyo nacimiento no planeó.

Elena es una paciente histérica que presenta, como todas las pacientes con
este diagnóstico, una conducta seductora, ambivalencia de atracción-re-
chazo hacia su marido y dependencia psíquica hacia sus padres, especial-
mente hacia su madre, quien siempre se mostraba solícita para acompa-
ñarla y asistirla en sus tareas maternas, especialmente cuando ella muestra
conductas infantiles que la inhiben en sus tareas de mamá. Describe a su
madre como fría y obsesiva; a su abuela cálida y comprensiva. A su padre
lo describe como distante y muy trabajador aunque se ha visto que es un
hombre cercano y maternal con quien se identificaba en su profesión, ella
eligió la carrera de derecho civil, ya que su padre es abogado aunque él es
abogado penalista.

Elena llegó a tratamiento diciendo que cada día pensaba más en dejar a
su esposo, en pedirle el divorcio. En lo latente, quería realizar su deseo

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32 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

de embarazarse por segunda vez y arreglar su matrimonio. Su esposo era


un hombre trabajador y complaciente aunque visto por ella como distante
y poco afectuoso, en lo manifiesto como el padre pero en lo latente era
una descripción de su relación de objeto con la madre. Frente al supuesto
abandono afectivo de su esposo, ella se deprime y se siente profundamen-
te insatisfecha como mujer, por lo que la idea del divorcio se actualiza. Se
abstiene de tener relaciones sexuales durante sus días fértiles, evitando así
cualquier posibilidad de quedar nuevamente embarazada.

Elena se mostró desde el inicio del tratamiento como una paciente con fa-
cilidad para la expresión verbal, con habilidad para dramatizar a través
del lenguaje verbal y corporal, exagerando sus relatos para hacerlos más
interesantes y para simpatizarle a la terapeuta; se muestra muy libre a la
hora de expresar sus sentimientos, imágenes, sueños, memorias, recuer-
dos, sensaciones corporales y acciones, sobre todo si no estaban referidos
a su sexualidad, que mantiene más bien en secreto, o sea, reprimida. Apa-
renta libertad al hablar de su sexualidad pero sus relatos son vagos y casi
siempre desafectivizados. Se muestra amistosa y dispuesta a participar en
el proceso psicoterapéutico.

Como toda paciente histérica, Elena despierta simpatía y complacencia, y


muchas veces sorprende a la terapeuta al descubrir que hay datos que se
escapan de su registro o que se mantienen vagos e imprecisos. El lenguaje
de Elena, más bien expresivo y seductor, desvía muchas veces la posibi-
lidad de informarse con precisión acerca de datos concretos de su vida
personal y sobre todo familiar, de repente es como si su familia girara a su
alrededor como una representación borrosa y vaga. Su paradigma transfe-
rencial es triangular paciente-psicoterapeuta- con alguna figura masculina
imaginaria que conquista rivalizando y venciendo a la terapeuta algunas
veces, y otras, sintiéndose vencida. Esta conducta se hace extensiva, riva-
liza con su vestimenta, siempre lleva bolsas y zapatos nuevos para que
los vea la terapeuta y sepa que ella se viste mejor. Además, se observa su
tendencia a poner a dos figuras femeninas a rivalizar en su mente, o bien
poniéndose ella a rivalizar con otras mujeres a quienes ve como rivales
sexuales o intelectuales. Con su hija aún no ocurre dicha rivalidad pues ve
en ella a la niña que ella fue: su hija es una extensión narcisística de su self
(sí mismo) infantil y le permite mantener muchas de sus conductas infantiles

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 33

y edípicas. Sin embargo, su rivalidad transferencial no produce enojo con-


tratransferencial, como sucede con otras pacientes histéricas, pues escucha
y tiene buena disposición para trabajar.

La ambivalencia hacia su esposo se manifiesta en su tendencia a pensar


en el divorcio y en su creencia de que la terapeuta debía aliarse con ella y
ayudarla a buscar a un hombre a quien acepte en un cien por ciento. Esta
expectativa transferencial muestra su resistencia a trabajar dicha ambiva-
lencia. La terapeuta adoptó una postura contratransferencial de no ceder
frente al pedido de la paciente de divorciarla y de trabajar su dificultad
para darle un hijo varón a su esposo-padre.

Se analizaron todas sus fantasías acerca de un nuevo bebé. Un segundo


embarazo representaba la tarea obligada de madurar como mujer, de dejar
de ser la hija pequeña de su familia, era dejar que fuera su hija la única niña
de la familia, no ella. Se trabajaron las fantasías de destrucción que tenía
acerca del nuevo bebé varón que crecería en su vientre, el cual se cobraría
la venganza por haber rivalizado con su hermana mayor y con su madre
frente al padre. Temía que su fantasía del hijo varón ideal no correspondie-
ra con la del real. Por supuesto, se habló de que una vez embarazada, ella
dejaría parte de su ambivalencia hacia su esposo y se descartaba la opción
de divorciarse. Se revisó que en la recién restaurada relación afectiva con
su padre, hacia quien había guardado resentimiento por su supuesto aban-
dono afectivo y porque supuestamente no la ayudaba a independizarse de
la madre, embarazarse significaba simbólicamente aceptar de él un hijo.

Con el paso del tiempo, los temores y dificultades de la paciente hacían


creer que quizá era mejor que ya no se embarazara pues ello implicaba un
desgaste emocional que ella no podría soportar. Ella hacía creer esto con
su discurso y su conducta, y así se le protegía o sobreprotegía. Pero había
que escuchar su deseo inconsciente, seguía deseando otro hijo. Elena tenía
relaciones sexuales con su esposo con relativa frecuencia y en una sesión
cuando ya se había vencido la represión para hablar de su sexualidad,
dijo que una noche antes durante el coito le había pedido a su esposo
que no eyaculara dentro de ella porque era peligroso, es decir, podía em-
barazarla. Fue entonces cuando la terapeuta se alarmó al descubrir que
después de todo seguía evitando el embarazo, tras haber analizado todos

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34 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

los motivos que se lo impedían. Fue entonces cuando se empezó a pensar


que quizá no se había dado el permiso que ella necesitaba contratransfe-
rencialmente para poderse embarazar pues si ella no lo tenía sentiría que
vencía a la psicoterapeuta con su rivalidad y la culpa iba a ser insopor-
table. Fue cuando se le preguntó sin más rodeos: “¿Qué, tú crees que yo
no quiero que tengas más hijos?” a lo que respondió de inmediato en lo
que fue una respuesta sin reflexión, salida desde las profundidades de su
inconsciente: “No”. Esto generó asombro en la terapeuta. “¿No?” y ella en-
tonces rectificó desde su consciencia y en un desplazamiento, para evitar
cualquier enfrentamiento de rivales edípicos: “¿Quién, tú? Ah, sí, tú sí, yo
creí que decías que si mi papá, él no quiere”. Era evidente ya que había
respondido: tú no quieres que me embarace, no me embarazo. Así que se
le dijo: “Yo sí quiero que te embaraces, sí quiero hijos”, para ella y para
mí, en la contratransferencia. “Y tu papá seguramente que también quiere
un nieto”. Al poco tiempo quedó embarazada por segunda vez. “No sé
qué voy a hacer”, me decía. “yo sí, le respondí. Yo te voy a felicitar”. Eso
la tranquilizó mucho pues la terapeuta-mamá en la transferencia le había
dado permiso de tener simbólicamente un hijo de papá pero la reasegura-
ba: no era incesto real, no había castigo. El tratamiento continuó durante
todo su embarazo y unos días antes del parto nos despedimos. El objetivo
analítico se había cumplido.

La contratransferencia es importante para la cura del paciente, es una tarea


primordial analizarla para que no se vuelva un punto ciego que no favo-
rezca la curación del paciente. El psicoterapeuta psicoanalítico se ayuda
para resolver sus propios problemas en su análisis personal, después en el
autoanálisis y en la interconsulta con la anuencia del paciente.

En cuanto al diagnóstico, la contratransferencia es útil como instrumento


diagnóstico si nos importa el diagnóstico psiquiátrico, pero lo que más
importa al psicoterapeuta psicoanalítico es el diagnóstico psicodinámico.
El diagnóstico psicodinámico es el que nos da la verdadera individuali-
dad del paciente.

El psicoterapeuta psicoanalítico tiene que estar muy al pendiente de cómo


se complementa la individualidad de su paciente y la suya en tal forma
que se pueda situar en la misma línea que la curación del paciente.

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Distonía-sintonía en la relación paciente-terapeuta 35

Así como en el paciente se demanda una transformación, en la contratrans-


ferencia también se hace necesaria una transformación, ya que la transfe-
rencia del paciente depende de la transformación de la contratransferencia
del psicoterapeuta.

En muchos pacientes, el termómetro de que se ha dado un cambio en ellos es


la vivencia real en el psicoterapeuta en el cambio de su contratransferencia.

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EL HORROR AL PLACER: LAS PERVERSIONES

Dr. Carlos Caudillo Herrera

A lo largo de este trabajo se aborda una de las conflictivas humanas más


consternantes: entre la sexualidad y del otro lado está el horror que apare-
ce en varias de las fantasías eróticas masculinas.

Cada cultura y cada época construye sus propios modelos y normas de lo


que considera normal o lo que se conceptualiza como alterado; lo que se
considera placentero y lo que es el displacer; lo que es adecuado y lo que
es ominoso y horroroso para el ser humano.

Se reflexiona acerca de la fantasía perversa, como una manifestación de la


diversidad y variedad que existe en la conducta sexual, así como del horror
que provoca la aceptación de estas formas de placer, lo cual se observa de
manera clara en las fantasías perversas de un paciente y en las conductas
que realiza con sus parejas. Placer y horror se juntan en un espacio de rea-
lidad que sólo es posible a través de la fantasía, que a su vez es también el
sitio en donde se ubica la perversión.

La fantasía erótica

A lo largo de más de 8 años se ha venido trabajando la fantasía erótica en


la respuesta sexual humana, en todo este tiempo sólo se han abordado los
aspectos que se consideran como promotores del deseo sexual, los aspectos
que contribuyen al desarrollo de la respuesta sexual; sin embargo, existen

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38 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

aspectos en la fantasía erótica que inhiben la respuesta, que la impiden o


de plano sucumbe ante la fuerza de este tipo de fantasía. Por otro lado,
tiene más de 11 años que se ha desarrollado una línea de investigación
acerca de la pornografía y sus diversos tipos, así como a la fantasía que da
lugar. Lo que en este trabajo se muestra es una intersección entre las líneas
de la fantasía erótica y la pornografía, lo que se considera que ocurre y es
observable a través de la perversión y los significados de la conducta en
esta intersección.

Por otro lado, el origen y finalidad de la fantasía erótica es la descarga de la


pulsión sexual, sin embargo, el tipo de fantasía perversa que ahora se abor-
da tiene otras raíces que no están necesariamente en la pulsión sexual.

La perversión y la fantasía

El ser humano desarrolla conductas, algunas consideradas normales y


otras llamadas patológicas o alteradas para un grupo o una cultura deter-
minada, así como para un momento histórico, también determinado; a lo
largo del presente capítulo se describen las conductas que se conocen en
general como perversiones y que técnicamente ahora se denominan parafi-
lias, esto con la finalidad de quitarles la carga moral que esa denominación
les daba.

Ya Freud en 1905 empezó a explicar el origen de la sexualidad humana y el


papel que juega la fantasía; y es hasta su trabajo de 1908 sobre las fantasías
histéricas y su relación con la bisexualidad que reveló que las fantasías son
productos psíquicos que tienen relación con los síntomas del paciente. Dis-
tinguió dos tipos de fantasías: a) las fantasías provenientes del consciente,
que se conocen generalmente como sueños diurnos cuyo mecanismo de
formación es el deseo insatisfecho, casi siempre de carácter erótico, que
busca satisfacción y que consiste por lo general en ser preferido por una
mujer o gustar a una mujer. En general este tipo de fantasías son considera-
das como pensamientos pasajeros, son guardadas con reserva por parte del
sujeto, quien los llega a revelar de forma exclusiva a los conocidos y casi
no las expresan a extraños y b) las fantasías que provienen del inconscien-
te y cuya aparición demuestra ser sintomática; su mecanismo generador

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El horror al placer: las perversiones 39

es la represión, por medio de la cual dichas fantasías, que un día fueron


conscientes, se relegaron a la parte inconsciente de la mente. Estas fanta-
sías reprimidas bien pueden verse alteradas o modificadas por las leyes de
elaboración del proceso psíquico, las cuales se pueden expresar mediante
sueños, lapsus y hasta en el propio cuerpo.

Ambos tipos de fantasías se usan para la satisfacción o goce del individuo,


ya sea como actos autoeróticos (masturbatorios) o como actos de satisfac-
ción alucinatoria, con lo que en el fondo resultan servir para el mismo fin,
lo que varía son los caminos que recorren y los efectos que provocan en la
mente del sujeto.

De ahí que el acto masturbatorio queda establecido en dos pasos: primero


la evocación de la fantasía, autoerotismo hacia una determinada zona; y el
segundo paso consiste en los manejos conducentes a la satisfacción, esto es,
la representación de la pulsión. Así la satisfacción y sus representaciones
del goce quedan establecidas como un mecanismo total. No hay excitación
sin fantasía y no hay descarga sin la motricidad y la representación.

Por los mecanismos que se han descrito queda claro que la fantasía así se
ha tornado en el acto productor de una realidad, a partir de la incapacidad
del individuo o de la frustración del sujeto, donde síntoma y fantasía no
son simples y directas, sino que se dan a partir de una complejidad enor-
me, porque el síntoma no corresponde a una sola representación y a una
sola fantasía, sino que pertenece a varias de ellas, de las que toma energía
y se manifiesta, deformándose, desplazándose, tomando lo indiferente y
ocultando el verdadero sentido de las fantasías en el síntoma, por lo que la
expresión es parcial en dichas fantasías. También es necesario que concu-
rran varias fantasías y aporten su capital energético a fin de poder construir
un síntoma. Técnicamente el síntoma tiene diversos significados y diversas
expresiones, dependiendo de la fantasía que se está manifestando.

En el mismo trabajo (1908) Freud indicó un dato clínico observado, por él:
que ambos tipos de fantasías provienen de una pulsión de tipo sexual, que
en un primer momento puede ser de tipo heterosexual y que el desarrollo
llega a mostrar como también homosexual, con lo que ha quedado esta-
blecido el orden bisexual de la fantasía; en donde una parte de la misma

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40 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

representa una parte de la pulsión heterosexual y otra parte de la misma


fantasía representa el complemento de esa pulsión, o sea, la parte homo-
sexual. En el caso de la masturbación, la fantasía representada en la con-
ducta es la parte de la pulsión heterosexual y la misma conducta a su vez
representa la parte anhelada y complemento, de manera que lo que apa-
rece a la mente es parte de una fantasía de la pulsión de tipo homosexual,
con lo que la fantasía en el acto masturbatorio representa los dos papeles,
activo, heterosexual y pasivo, homosexual de una satisfacción de la pul-
sión sexual en su fantasía. Con lo que la fantasía es otra vez creadora en la
mente de las representaciones de la pulsión. Con estos asertos acerca de la
masturbación podemos concluir que la fantasía es la base de la formación
inconsciente y la fantasía es la creadora de la realidad psíquica.

Así, desde la perspectiva de la descarga de la pulsión a fin de obtener pla-


cer, se ha soldado por un lado fantasía y satisfacción alucinatoria, con lo
que se da cabida a la perversión, como una manifestación de esas repre-
sentaciones pulsionales a través de las fantasías. La perversión en este mo-
mento es la desviación de la pulsión de su fin original. En este caso, la
masturbación como la satisfacción alucinatoria de la pulsión sexual, es una
desviación del fin de la misma. Lo que importa para nuestra reflexión son
los mecanismos por los cuales se actúa y manifiesta esta pulsión.

Perversión: La alteración de una función normal

Para Freud, la perversión es la creación de una nueva finalidad de la sexua-


lidad (1905), lo cual expone en Tres ensayos sobre una teoría sexual, esto es,
que no está orientada al fin sexual normal (por su fin o por su objeto),
logrando sustituir al fin (se fijan y se vuelven exclusivas). El fin sexual no
es simple, es compuesto y tiene derivados que no alcanzamos a descubrir
por completo en una sola conducta o un solo síntoma, con lo que llega a
la conclusión de que la perversión es el negativo de la neurosis; también
indicando que en ningún ser humano se actúa siempre y sólo el fin nor-
mal, sino que se emplean diversos tipos de perversión, por lo que todos en
algún momento desarrollamos algún tipo de perversión entre los diversos
fines y variantes de la expresión de la sexualidad, así como se emplea la
perversión para intensificar, transformar o deformar la sexualidad.

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El horror al placer: las perversiones 41

La separación de los diversos aspectos de la sexualidad en impulsos, sobre


todo en la perversión, es una de sus características que se ha ido constru-
yendo a lo largo de la historia. Esto es, las consideraciones acerca de la
perversión se han modificado a lo largo de la historia o a lo largo de las
culturas; lo que era perverso en la Grecia clásica (siglo v a.n.e) ahora pue-
de no serlo; lo que era considerado perverso en el siglo XV, como el uso de
la belladona por parte de mujeres, puede ahora ya no serlo; o el uso de la
raíz de la mandrágora para incrementar la capacidad sexual puede ya no
serlo. Con lo que ha variado la forma de entender y analizar los impulsos
de la sexualidad, sus significados y sobre todo, las variantes que aparecen
en ella.

Así, la perversión implica en un primer momento una desviación al acto


“normal”, en donde lo “normal” es el coito con una persona del sexo
opuesto y la obtención del orgasmo por ese medio (Laplanche y Pontalis,
1983). La obtención del orgasmo con otros objetos sexuales (homosexual,
paidofilia, zoofilia, etc.) o por medio de otras zonas no necesariamente coi-
tales (ano, boca, pechos, etc.) cuando se subordina a imperiosas condicio-
nes extrínsecas (fetichismo, travestismo, voyeurismo, exhibicionismo, sa-
domasoquismo, narcisismo, autoerotismo, entre otros) y esto proporciona
que se alcance la descarga de la tensión sexual, con lo que la perversión
aparece como una estructura de personalidad en la que no existen reglas
ni prohibiciones (incesto) no tiene represión de los impulsos y carece de
sublimación.

Ya en general se considera como perversión al conjunto de comportamien-


tos sexuales que tienen una significación especial para el sujeto y que es
atípico en la consecución de esa descarga de tensión sexual. El mecanismo
que ocurre desde la perspectiva dinámica es que se ha construido una rea-
lidad alucinatoria, con lo que resulta ser una negación de fenómenos más
profundos que tienen origen en angustias arquetípicas como la castración
y por otro lado, se ha dado durante la evolución y desarrollo de la perso-
nalidad y se conoce como la fijación a la sexualidad de tipo preedípica o
infantil.

Freud en 1927, en su trabajo sobre fetichismo, propone los siguientes tres


pasos acerca de la perversión, la cual se inicia en la más temprana infancia

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42 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

con el descubrimiento de las diferencias sexuales, lo que determina en el


varón un temor a la castración. En segundo lugar, aparece una negación de
la representación al temor a la castración (esto no es verdad) para combatir
la angustia que generan estas fantasías arquetípicas. En un tercer momen-
to, aparece la solución con la creación de un fetiche que es una convivencia
de dos estados de conciencia. Por un lado, está la conciencia de la amenaza
de la castración y por el otro, la negación de existencia de la castración;
ambos estados permanecen separados en la conciencia y con una vida pro-
pia, una parte de la mente no sabe de la existencia de la otra. Se ha dado
una escisión en el propio sujeto y con ello a veces opera una parte de esa
conciencia y a veces opera la otra parte; ambas coexisten y ambas ignoran
la existencia de esa otra parte de sí misma. Es como si se señalara acerca del
conocimiento del propio cuerpo, en especial, de la espalda que es una parte
de nosotros mismos que llegamos a desconocer.

Es completamente normal para el ser humano buscar la variedad, sin em-


bargo lo que no encuadra dentro de lo normal se considera perverso, pese
a no ser siempre así. Roudinesco y Plon (1998) definen como perversas to-
das las prácticas sexuales que se conciben como desviaciones de la norma
social y sexual. En 1994 el término perversión fué sustituido por el de pa-
rafilia por la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM – IV), sin embargo,
en muchos textos médicos, el término perversión sigue usándose y tiene
una acepción técnica en cuanto que se reconocen tres estructuras básicas
de personalidad: la psicosis, las neurosis y la perversión.

La personalidad perversa es el resultado de un sujeto (tanto hombres


como mujeres) confrontado con la diferenciación sexual, asumida incon-
cientemente como una castración femenina (de la madre), con toda una
serie de temores en lo profundo de su mente con lo que se da una forma
de estructuración particular del tratamiento que la persona hace de sus
deseos.

Para Chemama (1998) es una forma de experimentar la pasión humana


en la que el deseo se sostiene en el ideal de un objeto inanimado. Con lo
que está diciendo que la satisfacción y la representación del goce se sos-
tiene en un objeto producto de la imaginación, (un deseo, una fantasía o
un síntoma). Por otro lado, la variedad de la perversión explica por qué

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El horror al placer: las perversiones 43

el deseo es errático en el sitio y la función; también se caracteriza por ser


una simbolización de una angustia profunda infantil y de castración, con
lo que la perversión es llevar al deseo hasta el límite como experiencia.
La perversión ilustra la función del objeto, sobre la vinculación o sobre la
relación interpersonal; es la manifestación del primado del falo y de sus
objetos substitutos (muchas mujeres, tacones altos, piernas enfundadas en
medias, lencería, pechos, anos, etc.) a fin de negar la castración simbólica
que tiene objeto en la mente del perverso.

Con esto quedan soldadas en la perversión un sinnúmero de fantasías,


sobre todo por la capacidad que tienen para significarse cada uno de
esos elementos como poseedores de un valor psíquico excepcional. Cada
quien construye su propio significado acerca de lo que es el objeto de su
perversión.

La imaginación que guía las fantasías se vuelve un facilitador o un inhibi-


dor de la respuesta sexual y de la conducta concomitante a ella (Caudillo,
2003). La pulsión sexual arranca de la biología del individuo (Gill y Rapa-
port, 1962), Hare (2004) señala que se alimenta en la mente y tiene nexos
con la imaginación, sobre todo acerca de las expectativas del tipo de sexo
que se quiere tener y del tipo de sexo que se llega a tener. Para este autor, lo
acaecido en la mente (pensamientos y fantasías) se vuelve el factor central
de la manifestación de la pulsión.

Asimismo, la fantasía deja de ser un estímulo sexual y se convierte en un


deseo, lo que se desea volver real; que deje de ser pensamiento y que se
torne acción. El deseo depende de las fantasías para alcanzar el goce, ya
que sólo se verá externalizado en conductas, las cuales responden a la fan-
tasía. El problema principal en el paciente perverso radica en que esa fan-
tasía substituye toda la actividad sexual, así como sus manifestaciones de
las fantasías se vuelven conductas, las cuales son generalmente perversas.
Esto llevado a otro nivel de análisis es como si a alguna persona le gusta un
tipo de alimento y sustituye toda su alimentación por ese alimento. La fanta-
sía perversa sustituyen a toda la actividad sexual del individuo y la abarca
completamente.

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44 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Paciente Luis

Es un hombre de aspecto canoso y cansado, aparenta más de los 45 años


que dice tener. Con voz apenas audible comenta que se encuentra depri-
mido ya que ha sido engañado por la persona con la que mantenía una
relación de noviazgo desde hacía 5 meses. Reporta que en otras dos oca-
siones le ha sucedió lo mismo: con la primera novia que tuvo, cercano a los
32 años, duró 6 años, tenían planes de casarse pero meses antes de la boda
ella le comentó que tenía una relación con otra persona desde hacía más de
4 años. Se decepcionó, decidió no casarse y la abandonó.

Estuvo solo por espacio de más de 2 años y encontró otra novia con la que
anduvo año y medio pero también fue engañado por ella y la abandonó.
Se indagó acerca del engaño el paciente llegó a la conclusión de que tal vez
se debía a que todas las mujeres engañan sexualmente, se encontró que
hablaba de una sexualidad de exploración, de hasta dónde son capaces de
llegar las personas y sus parejas y nada más. Finalmente aceptó que el en-
gaño podia provenir de la actividad sexual en la que participaba, “jugue-
teos” y no relaciones coitales, “para no afectar a las personas” con las que
se involucraba o para que no le afectaran demasiado a él también, porque
finalmente lo iban a abandonar o a engañar… ¿para qué quererlas tanto?

Conforme avanzó el tratamiento, se definió el significado de esos jugue-


teos y de la actividad sexual en sí. Tenía problemas para alcanzar la excita-
ción, sobre todo la erección, por lo que frecuentemente pedía a sus parejas
que le excitaran desnudándose, vistiendo ropas especiales, zapatos con
tacones muy altos, lencería, etc. Como actividad coital acariciaba partes
del cuerpo de sus parejas hasta alcanzar el clímax; sólo les permitía a ellas
que tocaran partes de su cuerpo, nunca la zona genital. Y sin llegar nunca
al coito. En este momento empezó a narrar todas sus filias: a la ropa, al
calzado, a la lencería, medias, tatuajes de henna. Cuando se le cuestionó
acerca de este tipo de sexualidad, respondió que era un material de su
más temprana adolescencia. “Siempre he sido así... mi conducta sexual no
ha cambiado mucho.... con mis parejas empleo siempre los mismos jue-
gos que ya sé que me excitan”. Narra sin darse cuenta que las relaciones
coitales le causan mucha angustia, desde una relación que tuvo con una
prostituta que describe como muy joven, cuando él tenía 26 o 27 años y ella

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El horror al placer: las perversiones 45

no más de 18. Los síntomas que en esa ocasión reportó, fueron sudoraciones,
malestar de no saber si lo estaba haciendo bien, preocupación por el qué
diría la pareja, mucho miedo, por lo que mejor decidió que cuando tuviera
cerca la posibilidad de una relación de tipo sexual, lo mejor era no tener-
las. Otro de los aspectos que describe con lujo de detalles es su necesidad
de emplear algún instrumento para que no hubiera contacto directo; esto
es, siempre tenía que traer guantes o condón, para no tocarlas en directo
y tener contacto con la piel. El temor estaba presente pues temía que su
madre se enterara de lo que estaba haciendo con su pareja.

En otra sesión, reportó que le encantaba ver pornografía unas dos horas
diarias, viendo sólo fotografías de mujeres amateurs usando juguetes
sexuales (dildos de todos tipos) así como otras formas de pornografía, pa-
rejas teniendo sexo, mujeres adultas maduras, abuelas, asiáticas, rubias,
morenas, gordas, etc. Sobre las razones de esos comportamientos sexuales
reportó un evento de ciertas conductas con una tía política, cuñada de su
madre, que máximo le lleva 7 u 8 años; con ella se fue a pasar una semana
de vacaciones cuando él tenía 13 años ella abusaba de él. Primero hubo
tocamientos por parte de ella después le pidió a él que hiciera lo mismo;
posteriormente se volvieron más íntimos y le enseñó a masturbarla y lo
que empezaron siendo simples juegos, terminó en la masturbación, a veces
usando juguetes sexuales. El paciente reporta que él le hacía todo lo que
ella quería, así como lo que él podía, no la podía tocar en directo, de piel
a piel, sino que siempre con algún objeto o con algo puesto en la mano,
la cara o alguna parte de su cuerpo que entrara en contacto con ella; no
tuvieron relaciones sexuales de tipo coital, porque era su tía política. Al
decirlo ocurre un lapsus y dice: “al fin y al cabo mi madre, que diga, mi
tía, no era de la familia”. Reporta que la tía le pedía que no se fuera, que
se quedara con ella o que al menos la visitara frecuentemente. A partir de
ese momento, el paciente señaló que le empezó a gustar eso del sexo y se
aficionó a él, a ver revistas con desnudos, y en Internet. Durante 6 o 7 años
veía pornografía todos los días cuando regresaba del trabajo a su casa. Es
decir, se observa cómo en esta etapa se manifiesta una estructura perversa
ya existente.

Al explorar el evento con el paciente, reportó que en un primer momento le


asustó el hecho de que su tía lo estuviera tocando así, haciendo la aclaración

sintonia y distonia.indb 45 10/01/2007 08:50:32 a.m.


46 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

de que nunca lo tocó en directo, siempre usaba algo ella también, luego
comentó que de alguna manera sí le gustó lo que estaban haciendo, porque
sentía bonito. Le preocupaba sobremanera que su madre se enterara de lo
ocurrido con su tía, por lo que ya no la quería volver a ver, aunque en su
interior lo deseaba ardientemente. Finalmente, la tía se divorció del tío y ya
no sabe nada actualmente de ella. Sus sentimientos se volvieron contradic-
torios, por un lado quería seguir explorando la sexualidad con la tía, mien-
tras que por otro se sentía completamente culpable de ello, lo cual aparecía
con la conducta del contacto, que tenía que ser a través de una tela, un
guante, un plástico, lo que fuera, mas no en directo. Además se sentía cul-
pable por el hecho de romper con las reglas que él creía permanentes, esto
es, la prohibición del incesto. Con estos dos tipos de sentimientos empezó
a desarrollar las fantasías de tipo perverso.

Otro evento infantil que confluye a la formación de la conducta sexual del pa-
ciente consiste en que veía a su madre desnuda cuando se bañaba con él cuan-
do tenía 4 o 5 años. Cuando le preguntaba a su madre por qué ella no tenía
pene le contestaba que a ella no le dieron, que no hiciera esas preguntas y que
se siguiera bañando; mientras tanto ella le lavaba y enjabonaba el cuerpo. La
vivencia de él es que se detenía más tiempo en su zona genital que la habitual.
Posteriormente la madre le mandaba que se lavara muy bien los genitales y le
supervisaba que lo hiciera bien. Esta conducta por parte de la madre perma-
neció hasta que él tenía más de 12 años de manera insistente e innecesaria.

Durante la adolescencia tardía tuvo eventos de atracción casual hacia mu-


jeres mayores, los cuales no relacionaba con las experiencias anteriores que
tuvo con mujeres mayores como su madre y su tía, argumentando que las
mujeres de su edad le daban flojera, porque no piensan en otra cosa sino
en casarse. Sin darse cuenta, se volvió muy inhibido, pues él creía que no le
hacían caso las mujeres, aunque en realidad era él quien se fijaba solamente
en las mujeres mayores. Esto lo llevó a decidirse por el estudio, recurriendo
a una defensa de intelectualización para después sentirse admirado, sin
darse cuenta que de esta manera se alejaba él mismo de la cercanía con una
pareja, inhibiéndose aun más en su desempeño sexual. Reportaba deseaba
un amorío romántico y nunca lo consiguió, las mujeres no le hacían caso
por lo que dirigió su atención a diversas revistas que conseguía con amigos
y conocidos, tanto en la preparatoria como en la universidad.

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El horror al placer: las perversiones 47

Ya en su vida adulta todas sus parejas lo abandonaban pasados los prime-


ros momentos de la relación al descubrir el tipo de conductas perversas
que practicaba. El paciente no distingue lo que es sólo fantasía y lo que
es realidad, por lo que frecuentemente realiza en la realidad algunas de
dichas fantasías.

La fantasía le empieza a brindar la seguridad de lo ya conocido y que


no tiene por qué esforzarse demasiado por conseguirlo. Tiene la creencia
mágica de que con sólo pensar algo en su fantasía se va a cumplir en la
realidad.

Actualmente el paciente presenta la conducta de estar observando a través de


los sitios pornográficos de Internet entre 2 y 3 horas a mujeres amateurs que
mandan sus fotos pornográficas, en donde ha entablado conversaciones con
algunas de ellas a través del chat y les demanda a través de la webcam (cáma-
ra de internet) se desnuden, o le muestren en especial la zona genital. Un tipo
de pornografía que le horroriza ver es la que consiste en lo que se denomina
shemales esto es, mujeres, por lo general travestidos, que se han hecho ciru-
gías e injertos mamarios, cirugías faciales, operación de la manzana de Adán,
prótesis en cintura, cadera, piernas y glúteos, pero conservando los órganos
sexuales masculinos. En pocas palabras, se trata de una mujer con pene. Le
horroriza verlas, pero las colecciona. A niveles muy profundos y arcaicos de
su psiquismo se trata de la fantasía de padres combinados (Zarco, 1998), en la
que predomina la madre fálica que siempre tuvo, así como la comprobación y
reafirmación de que existen mujeres que no han sido castradas. Por otro lado,
algunas de las cosas que ha visto las ha llevado a la acción con sus parejas,
ahora les pone plásticos o bolsas de plástico en la cabeza, o en todo el cuerpo,
a fin de poderlas acariciar o besar y que ellas estén al borde de la muerte.

El tratamiento ha consistido en descubrir el porqué le ha dado significado


traumático a la fantasía perversa. El significado del contacto aparece de
forma inmediata, temor al contacto con la piel del otro, temor al verdadero
contacto emocional, lo que en la transferencia no permite que se le toque ni
con la interpretación.

Un segundo momento del tratamiento ha significado disolver esos meca-


nismos malsanos de actuar, sobre todo de confundir fantasía con realidad

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48 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

y mostrarle que cada vez que ocurre la frustración se refugia en la fantasía


de tipo perverso. Se trata de que logre actuar de manera más adaptativa en
sus relaciones interpersonales y que sus conductas se empiecen a apegar a
la realidad, no tanto a sus deseos o fantasías.

El horror

Para la teoría psicoanalítica, el horror empieza con la violación de la prohi-


bición del incesto y con el castigo que ocurre hacia el que lo practica. Éste es
el postulado general que se aplica en todas las sociedades, las cuales le dan
diversos manejos: algunas tratan de ocultarlo, otras no lo reconocen aun-
que se practique, en otras simplemente se ha vuelto tabú. Emocionalmente,
el horror es la falla de la represión del incesto.

Desde esta perspectiva, la prohibición del incesto es la parte negativa de una


regla positiva, por eso Freud señaló que la perversión es el negativo de la neu-
rosis; la regla positiva es el resultado de la aceptación del conflicto edípico y la
exogamia. Los castigos al incesto son la locura, la perversión y la muerte. Sin
embargo, en general el hecho incestuoso es poco denunciado. Actualmente,
la ley ya no se inmiscuye tanto en la vida sexual de los adultos, quienes su-
fren las consecuencias emocionales, no legales, de infringir la prohibición del
incesto. Las sociedades han desplazado ese horror al incesto a algunos casos
de horror frente a la paidofilia, el exhibicionismo y la violación en especial.
Lo que causa tal horror no es la consecuencia, sino el propio deseo que lleva
a que se realice tal acción (Freud, 1913) esto es, el deseo del incesto y su rea-
lización. Lo que causa horror entonces es el poder romper las restricciones
de toda acción; lo que se asienta sobre el pensamiento omnipotente del indi-
viduo y hace creer que es posible actuarlo todo. El horror surge ante el total
desenfreno frente a las pulsiones que avasallan al propio individuo, quien no
puede poner límites ni seguir las normas que acoten sus deseos perversos.
Además, la trasgresión de esta ley arquetípica también produce horror ya que
atenta contra una ley ya prescrita en la humanidad. El individuo perverso
establece las leyes que se apegan a su deseo, con lo que está permitiendo a sus
pulsiones actuar de manera omnipotente y libre, rompiendo con las normas
sociales y con las reglas culturales, en especial, con las que tienen que ver con
la vida sexual. Éste es el permiso que se da el sujeto para actuar lo que desea,

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El horror al placer: las perversiones 49

que es lo que en última instancia le provoca el horror al placer, ya que es un


placer que no puede disfrutar ni le satisface o goza; es un placer que está ins-
taurado en el goce omnipotente y que nunca alcanzará a plenitud.

Como consecuencia de esta situación incestuosa, de las fantasías y de la


conducta perversa, aparece la angustia de castración como respuesta a las
representaciones inconscientes de la vida psíquica del adulto y por otro
lado, posibilita la inserción de la perversión en la vida sexual del sujeto, ya
que todo se puede actuar, no existe restricción alguna y la fantasía perversa
es la medida del deseo.

Otro elemento que lleva a la aparición del horror y que es consecuencia de


la angustia de castración, es la masturbación , pues es frecuente que el niño
en sus actividades autoeróticas considere que por tal actividad va a perder
la virilidad, situación que asume como de universalidad en todos los seres
humanos y que con horror descubre que en las diferencias sexuales, la mu-
jer no la tiene, lo que lo lleva a suponer que ella ha perdido el miembro viril
por esa acción masturbatoria que tanto placer le reporta. A su vez, a través
de la masturbación procura comprobar que no ha sido castrado. De esta
manera asocia por un lado la representación del placer con la representa-
ción de la conducta prohibida, dando lugar a una negociación que sólo es
admitida a través del castigo de no gozar.

El horror aparece después de que se ha realizado el incesto, se exacerba la


angustia y la castración hace su aparición como el castigo natural a dicha
acción, sin embargo el problema va más allá, ya que le permite por un lado
romper con las reglas establecidas como un niño y hacer todo lo que se de-
sea (perversión) y por el otro, le castiga con la incapacidad de gozar lo que
realiza, ya que siempre es como un acto masturbatorio, nunca alcanzará el
goce pleno como adulto. Es ahí donde está el horror al placer.

Ciclo del paciente

En el paciente se dan los siguientes procesos:

a) Aparece en primer lugar la necesidad, o sea la pulsión.

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50 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

b) Como modo de satisfacción aparece la fantasía,

c) Se anudan las fantasías y los pensamientos,

d) Se busca la satisfacción mediante imágenes visuales que generan a


su vez una respuesta fisiológica y psíquica de la excitación por me-
dio de la fantasía perversa,

e) Se da una satisfacción sustitutiva por medio de la masturbación,


acompañada de una fantasía perversa; la excitación se interrumpe y
aparece la impotencia.

En otros casos, sólo se da la satisfacción sustitutiva por medio de la fantasía


perversa y se llega a la gratificación parcial de la pulsión, por la descarga
parcial de la pulsión en la masturbación.

Por otro lado, el modelo psicoanalítico, y en especial la teoría edípica, que


es la que explica la represión y sus dinámicas, señala que cuando no ocu-
rre ésta, produce un efecto siniestro (Hare, 2004) en donde se identifican
deseos con sucesos, así como por otro lado, se genera todo un mecanismo
para manifestar los deseos ocultos a través de usar a los otros (McDougall,
1995) y depender de ellos en la gratificación de las pulsiones sexuales, con
lo que se generan nuevas formas de sexualidad, esto es, de descargas de
tipo perverso.

Así, el paciente puede actuar el incesto, ya que no tiene dicha represión y


se justifica diciendo que: “al fin y al cabo mi madre, que diga, mi tía, no
era de la familia”. En el lapsus deja ver toda la actuación de su pulsión, así
como de la conducta perversa, en donde el paciente no puede distinguir
qué es lo que hay en su fantasía perversa y qué es lo que hay en su acción
perversa; ambas se le confunden.

Desde la perspectiva del psicoanálisis, tenemos dos aspectos a considerar


en esto de la fantasía perversa. Por un lado está la parte teórica, acerca de
qué es lo real y si el sujeto puede distinguir realidad (conducta perversa)
y fantasía (perversa); por el otro lado está la práctica del psicoanálisis que
con su técnica nos indica el qué hacer con las fantasías originarias en el ser

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El horror al placer: las perversiones 51

humano y también qué hacer con las fantasías perversas. A la primera si-
tuación planteada, podemos responder que esa fantasía perversa sustituye
a la realidad.

En este caso, se está indicando que la realidad es la realidad psíquica, que


así es como reelaboró el paciente eventos determinados (la situación inces-
tuosa que no puede elaborar la seducción y el contacto de la madre), que
se anudan a fin de dar un significado completo al evento. Éste adquiere
otras dimensiones cuando el contacto no es en directo, sino que siem-
pre tiene que haber algún elemento intermedio, ya sea ropa, jabón, telas
sutiles, gasas o cuerdas. Existe una realidad objetiva, externa, distinta al
sujeto; mientras que la realidad es lo que él construye en su interior, los
significados y valores psíquicos que le va dando a esas representaciones.
Es lo que se ha hecho creer que es lo real. Con esto se está indicando que
existen dos escenas, una la que ocurre y que lleva a la represión, sobre todo
de los eventos traumáticos: la escena original, ser bañado por la madre, ser
seducido por la tía; mientras que la otra escena es la que se reconstruye y
en donde se articula el deseo, dando lugar a la represión secundaria, ocu-
pando el lugar de la primera y para las consideraciones del sujeto, como si
fuera la original; así es que el paciente sólo refleja lo que él construyó acerca
de la primera escena en la segunda. A su vez, entre una realidad y la fan-
tasía del deseo se constituye lo simbólico, que es el elemento que sirve de
puente y de articulación a un aspecto de la realidad y al otro. Es la articula-
ción de escenas por medio de las cargas energéticas y que luego dan lugar
a representaciones, son estas escenas articuladas las que dan cuenta de los
deseos, en particular del deseo perverso y su vehículo de manifestación, la
fantasía perversa.

Al segundo aspecto tenemos que responder que las fantasías perversas


tienen que ser tratadas como síntomas, como producciones del aparato
mental y sus conflictos; a fin de manejarlos con la técnica que el propio
psicoanálisis le impone a los productos psíquicos, esto es, tenemos que in-
terpretarlo a fin de irle dando nuevos acomodos y significados adaptativos
al paciente.

Este aspecto conceptual teórico, llevado al síntoma perverso, no sería sino


la exteriorización de una serie de fantasías que articulan una serie de deseos.

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52 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

La fantasía perversa externalizada es síntoma, ya sea porque se vuelve con-


ducta o por lo que representa, representaciones psíquicas; lo que importa
es que al externalizarse se vuelve real, porque está más allá de la realidad,
la sobrepasa, por tanto, en la mente del sujeto perverso, fantasía y realidad
operan como elementos complementarios porque se van retroalimentan-
do, tanto fantasía de realidad, como realidad de fantasía y se interpreta
de un modo particular cualquier evento, por insignificante que sea, por
ejemplo, si puso más jabón, eso tiene una carga específica para el sujeto, si
la pareja usó un tipo de media o un tipo de ropa especial, tiene otra carga
específica y así al final no sabe dónde empezó la fantasía perversa y dónde
la realidad.

En el fondo, el problema teórico que se encuentra con el paciente perverso


consiste en que considera a la realidad como fantasía y opera en conse-
cuencia; todo le está permitido, todo lo puede hacer, cree que la controla,
que los personajes son de ficción, que la puede interrumpir cuando lo de-
see, etc. Cree que ella le puede satisfacer las necesidades emocionales; sin
poder distinguir realmente que las necesidades únicamente son satisfechas
en lo real por un objeto que es independiente al sujeto. Que la satisfacción
le vendrá de un objeto animado, no de objetos inanimados, de objetos que
respondan a sus cargas afectivas y no objetos a los que él les pone la carga
afectiva.

Por el otro lado, tenemos que entre el deseo y la realidad se encuentra lo


simbólico. Con lo que el síntoma es fantasía exteriorizada por conversión
en inervación somática, en sensaciones sexuales o en experiencias psíqui-
cas. Así queda demostrado que la sexualidad humana no sólo es fisiología
o biología, sino también emociones; que la sexualidad humana empieza en
los órganos sexuales y también en la corteza cerebral, para luego convertir-
se en un proceso cerebral prioritario; para decirlo pronto, que el afecto es
primero (González Núñez, 1989b).

Una consecuencia de esta forma de acción está indicando que en la sexua-


lidad humana existe un espacio para el horror al placer o para la incapa-
cidad de alcanzar el placer, con lo que la sexualidad humana se mueve
más allá del principio del placer, que en último término conlleva a la
muerte.

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El horror al placer: las perversiones 53

Así como el síntoma representa a varias ideas latentes, la fantasía perversa


también es la externalización de varios núcleos de deseos latentes, que al
ser externalizados se vuelven reales para el paciente, porque están más allá
de la realidad, la sobrepasan. Por lo tanto, fantasía y realidad son comple-
mentarias porque se unen en esas fantasías perversas, finalmente estarán
en relación con cuestiones básicas para la estructuración del psiquismo,
como lo son las explicaciones acerca de la diferencia de los sexos, el naci-
miento de los niños, la sexualidad en general y la angustia de castración.

Las fantasías perversas son escenas que se articulan como un relato (Pas-
cualini, 1998) y que unas a otras dan cuenta del relato y sus articulaciones
con una finalidad clara: poner de manifiesto la conducta perversa del su-
jeto. El problema del paciente consiste en por qué considera a la realidad
como fantasía, dando por resultado una ilusión de que en la fantasía va poder
satisfacer todas sus necesidades. Esta ilusión lo lleva a que nunca alcance
el placer, de tal manera ha quedado instaurado en el psiquismo del sujeto el
horror al placer.

Respuestas ante la perversión

En la conducta de la fantasía perversa se actúan y objetivizan todos los


temores de la persona, porque esa indefinición entre realidad y fantasía
moviliza las pulsiones y sus representantes más arcaicos y sobre todo
aparece la amenaza de la desintegración. Esta reacción hace que se cree
un pensamiento muy arcaico y de carácter omnipotente en donde se cree
que se goza del peligro, de la prohibición, del control, del dolor, del castigo,
del dominio, del poder, de la ruptura de las reglas, de los no principios; lo
que lleva a los extremos más terribles de matar, incestar, violar, tener sexo
con menores, indefensos, alterados mentales, seres bizarros y animales, con
cualquier objeto el sujeto cree que le genera eso a lo que llama placer. En su
perspectiva psíquica se puede hacer todo, se ha roto con la realidad y con
las reglas de la convivencia social, ya que no existe represión y el propio
sujeto establece la ley, la norma, lo permitido; su deseo es el que dicta la
dirección de la conducta aunque él se degrade como ser humano. Así lo
vemos en el paciente Luis; puede hacer todo lo que desee con los cuerpos
de las parejas, los puede pintar o los puede enjugar, los puede envolver en

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54 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

telas o plásticos, con tal de sentir que goza con el peligro de la muerte o de
la posibilidad de destruir a quien está con él. El horror al placer lleva a que
se actúe la pulsión de muerte, ya sea real matarlas poco a poco en la fan-
tasía, las envuelve todas como si fuera una mortaja, a fin de poder tocar el
cuerpo muerto de la madre. Así, el primado del horror sobre el placer lleva
a que el paciente actúe la pulsión de muerte, más que el placer.

En los relatos del paciente sobre las fantasías perversas se desarrollan dos
caminos paralelos: por un lado la fantasía (perversa) y por el otro la realidad
(conducta), lo que hace que se entrecrucen y que el paciente pierda de vista
lo que está tratando, lo que ha narrado y que en la sesión sea una constante
repetición de lo que ocurre en su mente. Las sesiones del paciente tam-
bién representan esa misma pulsión de muerte, en donde todo es igual a
las anteriores, lo que varía es el contenido que se va modificando a través
de poder expresar cada vez más claramente sus fantasías, lo mismo siem-
pre, con un personaje diferente. Todas son de un terrible horror al placer, así
como todos los personajes son representantes de la madre, castradora y
sobre todo mortífera.

Este relato revela su historia a través de su novela familiar y los recuerdos,


algunos de ellos encubridores, que se han anudado de forma inconsciente
a fin de poderse explicar lo que ocurre con esa pulsión de muerte. La an-
gustia de la castración, que es uno de los ejes que domina el espectro mental
del paciente, le impide llegar al placer porque sería todavía mucho más
grave sólo haberlo fantaseado; de la forma en que se sobrepuso empleando
sus mecanismos defensivos a fin de que no fuera castrado por lo que el de-
seo de estar con la madre que después desplazó en la tía, para finalmente
repetirlo con las parejas, ello dio origen a la perversión de la conducta, en
donde no busca el placer, sino que lo evita a través de la impotencia. Lo
que llevó al paciente a buscar una salida negociada, la cual sólo se pudo
dar a través de la aparición de los fetiches, como la forma de negación de
esa realidad angustiante que para él era el deseo incestuoso por la madre,
así como la conducta incestuosa con la tía, conductas que constantemente
repite con las parejas. El fetiche desde esta perspectiva le permite al pacien-
te tener dos realidades en la mente, por un lado la realidad de la fantasía
de su deseo y la realidad del castigo; la cual realiza en sus acciones y sobre
sí mismo en sus pensamientos, al prohibirse el placer y con ello impera la

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El horror al placer: las perversiones 55

pulsión de muerte. El horror al placer entonces es la victoria de la pulsión


de muerte.

Ver a otros tener sexo equivale a la escena primaria, en donde el sujeto asu-
me un papel de observador de dicha actividad de los otros. En el mundo
psíquico del paciente equivale a esperar el castigo de haber presenciado
una escena que no le pertenece, de la cual es excluido y merecer el castigo
por haberla presenciado, sin embargo él mismo se castiga con el hecho de
no poder gozar. El goce es de los otros y el paciente lo vive como algo a lo
que no puede llegar, porque si llega, el castigo sería mayor: a la muerte. No
se da cuenta que emocionalmente está muerto para la gratificación y cuan-
do lo llega a descubrir se encuentra como muerto. Es por eso que no puede
gozar, porque gozar es todo lo contrario a morir. Su goce está muerto en la
escena primaria observada y vivida con la tía.

Mirar la vulva o la vagina equivale a observar al cuerpo de la madre, a la


madre amenazante de la castración y a la vez castrada, es una confirma-
ción de que fue castrada. La cuestión en la mente queda establecida de la
siguiente manera: ¿Qué es lo que hizo la madre, o las mujeres, que mereció
tal castigo? Eso lo lleva a que tenga que observar a mujeres en sus zonas
genitales y jugar con ellas, no puede penetrarlas porque la vagina es el sitio
del placer, que en el caso del paciente es el lugar del castigo, casi como si
fuera el infierno. La pulsión de muerte gana y lo incapacita para la pene-
tración y para el placer, a la cual reacciona con horror. Es por eso que de
repente busca lo que se denomina como shemales a fin de ver mujeres que
no han sido castradas; lo que le provoca también el horror. Cómo es posible
que una mujer tenga pene. Con esta perspectiva emocional del significado
que tiene el cuerpo y más el cuerpo mutilado, la madre se le convierte en el
agente persecutor y agente de la castración, la cual está presente en la fan-
tasía y en la conducta a través del dolor o de las perforaciones o del tatuaje.
Asimismo cree que eso es lo que hizo con el padre, que lo castró y por ello
lo vive emocionalmente débil y ausente. El paciente también cree que el
padre siempre está alejado para protegerse de la castración de la madre, así
como él se mantiene alejado de las mujeres a fin de que no lo castren.

La prohibición del goce o del placer viene de la madre, le prohibió el acceso


a los otros “no tengas amigas, dedícate a estudiar, luego llegará el tiempo en

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56 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

que puedas dedicarte a las novias.... cuando tengas con qué mantenerlas te
podrás conseguir una novia”. En el fondo, lo que implica la prohibición es
“no te vayas”, como la tía hacía con el paciente; o como la propia madre, que
le impedía de esta forma que entrara en contacto con otras mujeres y rivales
para ella. Es por eso que no puede tener una pareja y mucho menos una pa-
reja con la que pueda gozar de la sexualidad, con la que pueda tener placer,
porque el placer está destinado a la madre o a su representante, la tía.

Cuando las mujeres son otras, no son la madre, no puede con el sexo con
ellas, por lo que desarrolla la fantasía perversa y sobre todo la actúa y cuando
llega a tener pareja, se le convierte en la madre, ya tiene a otro y lo engaña, el
amor no es para él y se tiene que contentar con observar y masturbarse.

Actúa sus fantasías porque no hay una represión que venga del padre que
le enseñe a controlar y dirigir la pulsión. No hay represión, no hay marido,
no hay goce tampoco, porque le atormenta la culpa, la duda, la confusión
y el odio, de por qué no seguir si él quiere más.

Hay una prohibición parcial del incesto y con ello sólo hay una represión
parcial secundaria, que lo lleva a presentar los síntomas antes descritos; eso
le permite actuar en fantasía conectada con la realidad con ropa y objetos.

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LAS MENTIRAS INFANTILES COMO UN INTENTO
DE ADAPTACIÓN A LA SINTONÍA AFECTIVA

Dra. Rebeca Oñate Galván

¿Qué es mentir?

Es cuando el niño falsea o distorsiona la realidad. Es engañar, es mantener un


desacuerdo y por lo tanto remite a defensas psicológicas como la negación,
en la que se rechazan situaciones del mundo externo; o la renegación que
repele vivencias del mundo interno del niño. Mentir es una posibilidad del
lenguaje. Es decir no cuando habría que decir sí o lo contrario. Así, la mentira
sólo es posible cuando se tiene acceso al mundo de la palabra, es decir, a lo
simbólico. Mentir supone conocer la realidad y construir un imaginario.

Por tanto, las mentiras surgen cuando los niños comienzan a decir no, ge-
neralmente entre 2 y 4 años de edad. Psicólogos americanos hicieron una
investigación con varios niños entre 3 y 4 años de edad. En esta investigación,
cada niño a la vez, fue llevado a la cámara de Gessel. Ahí se encontraba un
adulto que le pedía al niño sentarse en una silla que estaba frente al espejo.
Atrás de la silla se encontraba una mesa con un tren eléctrico tapado con
una tela. Una vez que el niño estaba sentado, el adulto le avisaba al niño
que tenía que salir un momento de la habitación, pero le pedía por favor,
que por ningún motivo volteara hacia atrás mientras él regresaba. El niño
afirmaba que no voltearía. El adulto antes de salir de la habitación destapa-
ba el tren y lo encendía para que caminara. Un alto porcentaje de los niños
que fueron sometidos a este experimento voltearon. Unos intentaban obe-
decer la instrucción dada por el adulto entreteniéndose al verse en el espejo,
pero unas veces más rápido que a otros los vencía el deseo de voltear a ver

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58 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

lo que estaba en la mesa, aquello que seguramente por el sonido adivina-


ban lo que era (un trenecito eléctrico). Posteriormente el adulto regresaba
nuevamente a la habitación en la que se encontraba el niño, quien se cui-
daba de estar bien sentado, de tal manera que el adulto no se percatara de
que había desobedecido la instrucción. El adulto después le preguntaba
directamente al niño si había volteado a ver lo que había en la mesa, la
mayoría de los niños que voltearon contestaron que no habían visto nada.
Mintieron. (El cuero humano, 2002)

¿Qué busca el niño con sus mentiras?

Para esta pregunta existen varias respuestas, entre las cuales están:

1. El niño dice una mentira porque se opone a un mandato; significa


una oposición hacia sus mayores, se niega a aceptar algo.

2. El niño no acepta una propuesta del adulto porque él tiene otra opi-
nión, es decir, está adentrándose en el terreno de tener una visión
propia de la realidad; en este sentido, la mentira es síntoma de de-
sear lograr un sentido de individualidad e independencia.

3. El niño miente por obra de la represión, ya que los niños aprenden


que es conveniente no hacer ni decir todo lo que se quiere o piensa
para no tener problemas y evitar sufrir un castigo. Por lo tanto, el
niño aprende a ponerse freno para no meterse en problemas, esta
causa es la de la investigación reseñada anteriormente. Mentir para el
niño se puede convertir en una estrategia para resolver problemas y
evitar el castigo. Entonces sus mentiras se vuelven más deliberadas,
mientras entienda qué cosas le darán mayor credibilidad.

4. Omitir partes de las cosas, puede significar para el niño salvaguar-


dar parte de su privacidad e intimidad.

5. Para Bion (1990) la mentira significa un ataque contra la posibilidad


de pensar realmente, es decir, el niño se defiende con sus mentiras
de enfrentar la realidad que puede ser dolorosa para él.

sintonia y distonia.indb 58 10/01/2007 08:50:33 a.m.


Las mentiras infantiles como un intento de adaptación a la sintonía afectiva 59

6. Así como en el sueño o en el juego, el niño miente con el objeto de


satisfacer un deseo que siente o sabe inalcanzable (Freud, 1905; Gon-
zález Núñez, 2001; González Núñez y Rodríguez, 2002 y Padilla,
2003).

Es importante mencionar que los niños aprenden a mentir y les hacen creer
a sus padres que lo que dicen es cierto. Muchas veces cuando se les descubre
mintiendo se muestran más reacios a aceptarlo. Pero luego comprobamos
con gran sorpresa, cómo los padres o alguno de los dos, vuelve a dar por
verdad, una y otra vez, lo que el niño dice, aunque sea una mentira. En
todos los casos, las mentiras son emergentes, remiten a alguna conflictiva
interna y a través de éstas el niño intenta generar un efecto beneficioso o
cuando menos paliativo en la relación interpersonal. La mentira infantil
en su significado más inconsciente es un intento sintónico de adaptación
intersubjetiva entre madre e hijo.

¿Qué es la sintonía?

Es la experiencia emocional de estar en contacto consigo mismo y con el otro


para compartir afectos internos profundos. Esta es la primera forma de rela-
ción en la que el niño interactúa afectivamente con su madre. Para este proce-
so es necesario que se establezcan relaciones sociales con la madre (González
Padilla, 2002). En el caso del niño mentiroso, él miente porque siente que la
madre no logra ponerse en consonancia con él, entonces busca falsamente
esa sintonía porque necesita a la madre, miente para satisfacer a la madre ilu-
soriamente, pero cuando la realidad se impone, el niño y la madre no pueden
compartir sus afectos de cariño y los que aparecen son los de enemistad.

En este sentido, existe otra causa más para que el niño mienta. El niño miente
como un intento de adaptación a la sintonía afectiva que tiene que ver princi-
palmente con la relación afectiva con la madre, quien es la representante fun-
damental en el mundo externo del mundo interno del niño (Winnicott, 1990).
De esta manera, la función de la mentira en el niño tiene la intención de tran-
quilizar a la madre y lograr que ella tenga un buen concepto de él. Es decir, el
origen de las mentiras infantiles sería una relación distónica entre el niño y su
madre y su propósito es un intento adaptativo para lograr la sintonía afectiva.

sintonia y distonia.indb 59 10/01/2007 08:50:34 a.m.


60 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

La mente infantil busca el equilibrio a través de los mecanismos defensivos y


las mentiras pueden representar un intento de reemplazar las porciones perdi-
das de la realidad externa en esa realidad interna repudiada (González Núñez,
2002). Las mentiras intentan una adaptación en el intercambio intersubjetivo
en el que madre e hijo comparten un estado afectivo. Sin embargo, aunque el
niño que miente tiene la fantasía de que así va a tranquilizar al objeto (madre)
y a sí mismo, se puede observar que mientras la madre le cree al niño lo que
dice se establece una relación concordante entre ambos, o sea de entonamiento
afectivo. Posteriormente, la mentira hace que el niño se desarmonice del ob-
jeto, cuando éste ya no puede negar la realidad externa o renegar la realidad
interna. Porque aunque la madre le cree al niño una y otra vez, la realidad
luego la confronta y ve que el niño está mintiendo, entonces niño y madre
se encuentran en una situación afectiva de desacuerdo, apareciendo primera-
mente la desilusión y luego el enojo, la frustración, los castigos, etc. Lo que en
el niño mentiroso predomina es un sentimiento de insatisfacción porque no
logra construir ese puente que enlace la experiencia entre su mundo afectivo y
el de su madre para así quedar unidos externa e internamente.

De esta manera, la mentira que internamente tiene una buena intención para
el niño, se vuelve desadaptativa porque es una forma de resistencia ante los
deseos, frustraciones u olvidos, porque no logra hacer que concuerde lo que
el niño desea con lo que hace y con lo que sucede en la realidad. Salvo casos
graves de psicopatía infantil, las mentiras infantiles no tienen mala intención,
no las impulsa el objetivo de causar daño o dolor a otra persona; tienen la fina-
lidad de intentar sintonizarse con las personas importantes para el niño.

Por el contrario, cuando el niño mentiroso está con las personas que son
significativas para él, intenta decir lo que cree que lo pone en sintonía, lo
que cree que le agradará escuchar al otro y que brindará un ambiente de
bienestar y aceptación en la relación. Así, de acuerdo a esas creencias del
niño será las mentiras que invente.

Félix es un niño de 8 años de edad, tiene un hermano menor y ha estado en


una relación muy cercana con su madre a raíz de los problemas de pareja
entre sus padres. Este dato se observa claramente en la realidad porque los
padres dejan de vivir juntos y firman el divorcio, pero todo esto es negado
por la madre; en otras palabras, la madre miente sobre este tema diciendo

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Las mentiras infantiles como un intento de adaptación a la sintonía afectiva 61

que sólo están separados. El padre es una figura distante y con falta de
firmeza en el ejercicio de las funciones paternas. La madre es vivida por el
niño como exigente, controladora y con marcados rasgos narcisistas. Félix
es un niño que va a consulta porque le dice muchas mentiras a su mamá y
ella está muy desilusionada por eso. “Lo que no puedes ver, en tu casa lo
has de tener. Lo que no puedes ver en ti, en tu hijo lo has de tener”.

A continuación se presenta un cuadro en el que se muestran las mentiras


del niño en:

1. Su intento de sintonizarse con su madre

2. La conexión inconsciente de las mentiras del niño en la relación con


la madre

3. La distonía afectiva que se produce como resultado de la mentira

4. El proceso para volverse a sintonizar afectivamente

Mentira como Conexión incons- Distonía afectiva Proceso para volverse


intento de sin- ciente en la rela- como consecuen- a sintonizar afectiva-
tonía afectiva ción hijo-madre cia de las mentiras mente

En la mañana, Félix desea quedar- Félix comienza a ju- Félix, triste por no poder
antes de ir a se con su madre ya gar con sus coches estar contento con su
la escuela, que se siente triste y la madre no tiene madre, dice que no
Félix dice que y solo porque acaba señales de que le comerá porque no tiene
le duele mucho de tener un hermano duela el estómago. hambre, la madre se
el estómago. y por el divorcio re- tranquiliza y perdona
La madre para ciente de sus padres La madre se des- a Félix por mentir. Lo
sentirse tranqui- y el distanciamiento ilusiona cuando acompaña a comer.
la y cuidarlo le de su padre. su hijo se conecta
permite quedar- con sus coches,
se en casa. La madre le cree a símbolos paternos;
Félix y lo deja que- se enoja y lo regaña
darse para cuidarlo. toda la mañana.
Para quedarse
juntos.

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62 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Félix dice que Félix expresa su Al día siguiente Cuando la madre le


no tiene tarea y deseo de sentirse li- Félix trae un recado pega, Félix finge que
que puede jugar berado de los debe- de la escuela que lo ha lastimado y grita
toda la tarde. res y recrear en su no cumplió con la de dolor. La madre se
juego sus deseos y tarea. siente culpable, le pide
emociones. perdón y lo abraza.
La madre se desilu-
La madre por su siona, se enfurece y
parte se muestra lo busca para pegar-
fatigada por el le, ¿por qué le dice
esfuerzo de educar tantas mentiras?.
a los hijos sin la
presencia del padre. La madre se aclara
Desearía no tener a sí misma, que la
tanta responsabili- maestra siempre
dad y poder divertir- deja tarea.
se con Félix.

Félix ha sido El niño muchas La madre le levanta Se va a su cuarto,


castigado por veces no puede el castigo a Félix. pasan varias horas, la
su madre por compartir todo lo madre va a verlo, Félix
contestarle que para la madre El hermano menor está dormido. La madre
mal cuando no es agradable e im- va a buscar para lo ve, recoge sus jugue-
quiso comer. El portante y cuando la ver al bicho, descu- tes y le lleva una cena
castigo consistió madre no entiende bre que no existe y que le gusta y platica
en estar parado esto, ella lo casti- le dice a su mamá. con él para mitigar sus
de espaldas en ga y el niño busca La madre se enoja pulsiones.
un rincón. cómo enlazarse a y lo manda a su
ella en algo que cuarto sin cenar.
El niño inventa sí compartan, por
que hay un bi- ejemplo el miedo
cho en la pared ante los bichos que
y que está muy simbolizan el miedo
asustado. a la expresión de
Sabe que la sus pulsiones agre-
madre teme a sivas.
los bichos.

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Las mentiras infantiles como un intento de adaptación a la sintonía afectiva 63

Félix le dice a Esto simboliza el Cuando sus com- Félix llega a la es-
sus compañeros deseo de que él y pañeros descubren cuela y les dice a sus
de escuela que su madre cuenten que no es cierto compañeros que lo que
tiene un perro con la protección que tiene un San pasa es que era una
San Bernardo. del padre. Deseo Bernardo, se burlan broma para que fueran
Situación que que se conecta con de él y le dicen que a su casa a jugar con
no es real. la mayoría de los mejor van a ir con él. Los compañeros lo
niños de tener un otro compañero que perdonan.
perro fiel, protector sí tiene un perro
y juguetón. pastor alemán.

Cuando niños o Esta mentira sim- Cuando la gente Félix aparenta que no
adultos que no boliza la sintonía descubre que Félix le importa nada, se va
son familiares o con la madre de tiene un hermano al patio y juega solo.
amigos cerca- haber querido tener menor, lo rechazan Los adultos lo obser-
nos le pregun- sólo un hijo, ya que por haberlo negado. van y luego mandan
tan a Félix si tie- cuando el padre se Las personas cen- a alguno de los niños
ne hermanos, él va es cuando nace tran su atención en para que vayan por él
contesta que no el hermano menor el hermano menor. y jueguen con los dos
tiene hermanos de Félix. hermanos.
ni hermanas.

Félix inventa a Félix intenta sintoni- Cuando la maestra La maestra ve a Félix


su maestra que zarse con el deseo habla con la madre solo en el salón de
su padre llega del padre, cree que para pedirle que el clases durante el recreo
siempre todas su padre desea padre le ayude en jugando con sus ma-
las tardes tem- jugar con él. Pero las tareas escola- nos, con sus lápices. Se
prano para jugar al mismo tiempo res, descubre que compadece y le levanta
con él. es el deseo de la es una mentira que el castigo.
madre que quisiera el padre esté. La
El padre en que el padre tuviera maestra confronta a
realidad se ha una relación más Félix por su mentira,
ido y va a su activa con su hijo él llora e insulta a
casa cada 15 y lo ayudara en su la maestra, quien lo
días. Ese día el desarrollo. castiga sin recreo
padre sólo ve la una semana.
televisión.

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64 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Se observa que estos niños se sienten atrapados y con poca posibilidad de


expresar ante la madre sus propios deseos, opiniones o potencialidades sin
sentirse desentonados de ella. Es por eso que las causas ennumeradas an-
teriormente sobre las mentiras infantiles se articulan y se multideterminan
porque:

1. Muestran su oposición a la madre porque quieren sentirse en sinto-


nía ante la distonía.

2. Intentan dar muestras de individualidad, sin que se pierda la armonía.

3. Mienten para no lastimar a su madre y tener problemas al desilu-


sionarla cuando no sienten que concuerdan en su interior. De esta
manera intentan evitar el castigo ya que mamá se enfadará.

4. La mentira impide que la madre posea al niño porque se reserva


parte de su intimidad para sí.

5. La mentira evita en el niño el dolor de no poder sintonizarse.

6. A través de la mentira, el niño busca cumplir un deseo de él mismo


(y tal vez de la madre) y aunque sea en la fantasía se sintonizan, de
esta manera, cumple deseos que no pueden cumplirse.

7. Inconscientemente para el niño la mentira es interpretada como un


intento de sintonizarse afectivamente con las personas que ama.

Así, al conjugar todas estas causas, se observa la relación distónica que


existe entre el niño y su madre. Se les dificulta compartir una experiencia
intersubjetiva en la que uno y otro logren conectarse en sus afectos y logren
satisfacerse a través de una relación de seguridad realista y con el logro de
las metas del vínculo afectivo (González Núñez, 2002).

Por lo tanto, el niño mentiroso al no encontrar resonancia en su madre,


teme contrariarla porque el disgusto y la fuerza que ella ejercerá para do-
minarlo es muy intensa porque lo necesita. El niño siente a su vez que la
necesita y para poder sintonizarse con su madre tiene que adaptarse a ella

sintonia y distonia.indb 64 10/01/2007 08:50:34 a.m.


Las mentiras infantiles como un intento de adaptación a la sintonía afectiva 65

aunque sea con mentiras, pero también éstas pueden estar en contradic-
ción a las peticiones del mundo real o a las del mundo interno materno, así
que para lograr la sintonía ante la complejidad de esa intersubjetividad, el
niño la resuelve con mentiras verdaderas.

De esta manera, lo importante en psicoterapia infantil es tomar como ver-


daderas las mentiras del niño que hablan de su verdad interna, la cual es
su deseo de sintonizarse con la realidad, es decir, que concuerde lo que su
madre espera realistamente de él con lo que él realistamente pueda hacer.
Así la labor del terapeuta es ayudar al niño a sintonizarse con la realidad
para que no necesite de las mentiras.

En conclusión; ¿Por qué mienten los niños? Para intentar sintonizarse afec-
tivamente con las personas que aman.

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IDENTIDAD PERSONAL E IDENTIDAD
PSICOANALÍTICA

Dra. Eva Alejandra Plaza Espinosa

La relación intersubjetiva en el tratamiento psicoanalítico implica la inte-


racción de la subjetividad del analista y la del analizado, que se van in-
terrelacionando y transformando mutuamente. De esta manera se va en-
riqueciendo la identidad tanto de la persona que acude a análisis, como
la del analista que se sigue conformando a través de la relación con los
pacientes. A continuación se presenta un caso en el que se puede observar
este proceso.

A lo largo de este artículo se relatarán diversos momentos de la relación


intersubjetiva entre la analista y un analizado, en donde se aprecia con
claridad la interacción entre la relación de objeto de él y lo que sucedía en
la relación analítica. En 1985, la analista recibió un paciente que venía por
problemas psicosomáticos. Isaac tenía una mirada que reflejaba angustia y
tristeza, arreglado de manera sumamente formal; vestía traje que combina-
ba perfectamente con zapatos y portafolios. Se asomaba detrás de esta gris
imagen un hombre guapo, alto, delgado, pero que pasaba desapercibido.
Permaneció largo tiempo en análisis hasta hace un año que, alcanzadas las
metas terapéuticas, se dio por terminado el tratamiento. Posteriormente
llamó y reanudó su análisis.

Puede resultar asombroso que una persona esté por un periodo largo en
análisis, ya que se considera que estar en análisis implica un esfuerzo para
revisar el mundo interno. Cuando la persona ha resuelto los problemas
que la llevaron a análisis y ha aprendido la manera de conectarse consigo

67

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68 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

misma, para ver más allá de lo aparente y profundizar en la propia conduc-


ta y sentimientos, es posible continuar en autoanálisis, después de termi-
narlo. Otra posibilidad es continuar el tratamiento psicoanalítico como un
perfeccionamiento de los afectos y del mundo interno. Hay personas que
necesitan permanecer en apoyo analítico para mantenerse en un adecuado
nivel de funcionamiento de toda la personalidad. Resulta benéfico estar en
análisis siempre que la persona pueda y quiera dedicarle tiempo a mejorar
los afectos. Si una persona todas las mañanas se va a correr a hacer ejer-
cicio, no es que tenga problemas de dependencia hacia el ejercicio, es una
actividad que le da salud, así la psicoterapia.

El tratamiento de Isaac fue cumpliendo metas terapéuticas, resolvió tanto


conflictos internos, como externos, se continuó el trabajo, hasta que hubo
evidencia de que podía continuar él solo.

Durante el tratamiento de este paciente, la terapeuta se casó, tuvo 2 hijos,


terminó la formación, la maestría y el doctorado. En este tiempo él hablaba
de las dificultades que implica para un ingeniero de sistemas lidiar con
su mundo interno y permitirle a sus hijos tener su propia identidad. En
la adolescencia el padre imponía sus deseos al paciente, quería que fuera
abogado como él. En la actualidad, él tenía conflictos con su esposa, como
un desplazamiento de la rivalidad con su hermano, tenía dificultad para
manejar todos estos aspectos sin abandonar emocionalmente a sus hijos.
La fuerza yoica era lo que le iba a permitir trabajar con su mundo interno
para superar las identificaciones que tenía con un padre controlador, rígi-
do y frío y poder acercarse más a sus hijos, sin escudarse en su trabajo para
abandonarlos, como él se había sentido por parte del padre.

En la infancia de sus hijos, la terapeuta se sentía en ocasiones agobiada


por trabajar en el consultorio, dar clases, participar en actividades del Ins-
tituto al cual pertenecía, entre otras cosas. En el tiempo de su formación
como psicoanalista, cuando recibió a Isaac, estaba conformando su perso-
nalidad como psicoanalista. Pero ¿cómo se forma la personalidad analíti-
ca? Hay una serie de factores que confluyen y que tienen relación con la
formación de la personalidad individual y dentro de ésta, la personalidad
analítica.

sintonia y distonia.indb 68 10/01/2007 08:50:34 a.m.


Identidad personal e identidad psicoanalítica 69

Factores que influyen en la identidad personal e identidad analítica.

La identidad se va conformando a través de la identificación con una serie


de elementos, a continuación se mencionan algunos:

• Los padres.

• Familiares importantes como abuelos, tíos, hermanos entre otros.

• La pareja.

• El analista.

• Los hijos.

• Los supervisores. Maestros en general, psicoanalistas y psicólogos.

• Los pacientes.

• Compañeros psicoanalistas, amigos en general.

• Psicoanalistas importantes con quienes concuerde en relación a sus


teorías, esto es, el ideal del yo psicoanalítico.

• Las normas acerca de lo que un psicoanalista debe hacer.

• Personalidades importantes a quienes se admiren, como escritores,


políticos, artistas, científicos, entre otras.

• Las instituciones sociales, culturales a las que se pertenece y la insti-


tución psicoanalítica en la que se formó y de las que se es miembro.

La conjugación de estas identificaciones va conformando una identidad


única. En la medida que se tenga una identidad definida, con valores fir-
mes, con una postura ante la vida, se tendrá una estructura más firme para
trabajar, con metas más claras para su desarrollo profesional y personal.
Esto, a diferencia de la difusión de la identidad psicoanalítica, caracterizada

sintonia y distonia.indb 69 10/01/2007 08:50:35 a.m.


70 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

por una actitud débil y poco clara frente a las circunstancias de la vida, lo
que Erikson (1978) denomina difusión de la identidad, cuando habla del
adolescente.

Esta serie de identificaciones se van conformando en un proceso de re-


lación con los demás, en la identificación con ellos, pero sobre todo en la
interacción y en la diferenciación de ellos mismos, es decir, en la relación
intersubjetiva, que le hace saber quién es.

Hirsch (2003) explica que la personalidad o el carácter están formados fun-


damentalmente por 3 fenómenos primarios de las relaciones:

1. Identificaciones con personas que cuidan al sujeto.

2. Internalizaciones de configuraciones familiares del sí mismo-otros.

3. Conflictos relacionados con los esfuerzos de separación de las figuras


clave.

La personalidad se constituye por identificaciones con los demás, pero


también por fragmentos de las relaciones con ellos y de los conflictos que
surgen en el proceso de separación de los mismos.

La esencia de los contenidos inconscientes reflejan estas configuraciones re-


lacionales internalizadas (Mitchell, 1988, citado por Hirsch, 2003) o represen-
taciones internalizadas, así como los conflictos que los rodean. El inconscien-
te contiene conflictos internalizados de experiencias reales, que constituyen
parte de las bases de las fantasías inconscientes. Lo que constituye el incons-
ciente normalmente es mucho menos una función de la represión que de
experiencias que no han sido formuladas en palabras (Stern, 1991). La habili-
dad de poner en palabras la naturaleza adhesiva de las experiencias tempra-
nas no formuladas y sus manifestaciones y conflictos es la llave para el desa-
rrollo de la separación individuación y del potencial para amar y trabajar.

La necesidad de relaciones se vuelve una fuerza y un impulso para el com-


portamiento humano. Desarrollamos vínculos intensos porque necesitamos
relacionarnos a cualquier precio. La personalidad se forma en una red de

sintonia y distonia.indb 70 10/01/2007 08:50:35 a.m.


Identidad personal e identidad psicoanalítica 71

relaciones con las otras personas, luchando por ambas cosas: mantener las
ligaduras hacia otros y diferenciarnos de otros o de ellos mismos. Es decir,
la identidad es una integración de varios factores relacionados con el otro,
por un lado en la identificación con él y por otro con la relación de objeto
con él mismo y la combinación de ambos.

Hay un conflicto relacionado con el deseo de mantenerse envuelto en con-


figuraciones familiares internalizadas en un extremo y en el otro, buscar la
libertad y soportar la soledad de la separación individuación del otro y la
ansiedad que esto provoca, así como los esfuerzos por salvar a las personas
amadas de la pérdida y el intenso temor de perder su amor. Estas adap-
taciones son llevadas hasta la vida adulta, quedando como estructuras en
el inconsciente, para replicarlas en la vida contemporánea. La forma en la
que se resolvió o no este conflicto en la infancia determina una relación
intersubjetiva particular que tenderá a mantenerse en las relaciones inter-
personales de la vida adulta.

Cuando la persona inicia su análisis, es necesario esperar a que las expe-


riencias internalizadas del pasado emerjan en el terreno de la transferen-
cia-contratransferencia y así se puedan examinar estos patrones recurren-
tes, en el análisis del aquí y ahora. En la medida que el analista lo permite,
la relación analítica inevitablemente empieza a asemejarse a la estructura
clave internalizada de la configuración relacional, por lo cual se vuelve
fundamental el análisis de esta relación. El análisis y la interpretación,
que implica poner en palabras la emergente interacción inconsciente entre
analista y analizado, busca modificar los patrones repetitivos a través de
la internalización de una nueva relación intersubjetiva con el analista. Así
como en esta interacción el analizado modifica su mundo interno, el ana-
lista también está sujeto a dichos cambios a partir de seguir internalizando
relaciones intersubjetivas.

De esta manera se puede ver que la identidad del psicoanalista se va con-


formando en la interacción con el otro, en la relación intersubjetiva con
los supervisores, maestros y sobre todo con el propio analista y también
con sus analizados. Otro aspecto fundamental dentro de la identidad del
analista es la capacidad transformacional para obtener tanto de las expe-
riencias negativas y dolorosas así como de las positivas, lo bueno y rescatable,

sintonia y distonia.indb 71 10/01/2007 08:50:35 a.m.


72 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

aprender de cada experiencia. En la estructura intrapsíquica, queda la


huella de un vínculo y esa estructura busca vínculos transformacionales.
Todo individuo internaliza en el Yo aquellos procesos en los que es objeto
del otro (González Núñez, 2004, 2001; González Núñez y Nahoul, 2005).
Internaliza la manera en que fue cuidado, ayudado, amado, de la misma
manera sabe cómo ser cuidadoso, cómo ayudar y amar a sus objetos y a
sus analizados.

Desde el punto de vista intersubjetivo y relacional, la meta fundamental


del proceso psicoanalítico se vuelve a descubrir, a dar luz y transformar el
mundo subjetivo del paciente, a través del rol jugado por la propia subje-
tividad del terapeuta (Storolow, 1994, citado por Cohen y Schermer, 2004).
De esta forma el terapeuta está sujeto también a un proceso de transforma-
ción en una mutualidad modelada por la interacción entre analista y anali-
zado, como dos subjetividades activas, comprometidas en esta exploración
de la relación intersubjetiva, que cuenta con un potencial modificador.

González Núñez (1999) plantea que el estilo de relación con los padres y
los hermanos se internaliza y ayuda a la persona a través del Yo a regular
el deseo. Así, el analista al ser un objeto constante, que interactúa en la re-
lación transferencia–contratransferencia con el analizado, poco a poco va
permitiendo que éste lo internalice, como una nueva relación de objeto que
desde dentro modifica la estructura interna de la persona, actuando como
un guardián que, junto con los guardianes que haya tenido en la vida, lo
protegen. Es así que el analista se vuelve guardián no sólo de la sexualidad
de los analizados, sino de sus afectos, de sus objetos y de todo lo que com-
prende su mundo interno y externo.

La generosidad en el analista es fundamental, ya que como ha dicho Ro-


dríguez Cortés (1999), es una manifestación de la capacidad reparatoria.
Así como el analista tiene en su mundo interno guardianes, también ha
tenido objetos que siente que lo han dañado, o que él ha dañado, inclusive
pueden ser los mismos objetos. Por eso son tan intensos los afectos hacia
los miembros de la familia, porque coexisten afectos contradictorios. Surge
un deseo de repararlos y de repararse a sí mismo en ellos. De esta manera
puede repararlos, desplazándolos en sus analizados.

sintonia y distonia.indb 72 10/01/2007 08:50:35 a.m.


Identidad personal e identidad psicoanalítica 73

Isaac, que es un hombre rígido y ordenado, en el tiempo que inició su aná-


lisis lo era aún más, cuando le dijo la analista, como corresponde al contra-
to psicoterapéutico, que debía pagar las sesiones que faltara, aun cuando
avisara, aparentemente no hubo problema, hasta que poco tiempo después
por el tránsito no pudo llegar a la sesión, por lo que le dijo a la terapeuta
que no le parecía justo tener que pagar cuando él había hecho todo lo posi-
ble por llegar, además de no haber tenido su sesión, tendría que pagar por
ella. Como terapeuta novel, llegó al acuerdo de que cuando hubiera una
causa de fuerza mayor no le pagaría la sesión.

Cuando la analista le relató al supervisor lo que había sucedido, éste le ex-


plicó las razones por las que no era conveniente un trato de esa naturaleza.
Sólo por mencionar algunos: Si no creía en la existencia del inconsciente,
conscientemente deseaba ir, pero en el inconsciente, por las circunstancias
que pasaba no lo deseaba. ¿Cuándo iba a considerar que eran causas de
fuerza mayor?, eso se iba a prestar a una discusión en cada evento, repeti-
ría su relación tan difícil en la que sentía que siempre tenía que someterse
a los designios de su padre, así sentiría que se sometía a la decisión de la
terapeuta y sería muy difícil mostrarle que lo que sucedía correspondía al
pasado.

El supervisor argumentó que tampoco era una situación imputable a la res-


ponsabilidad de la terapeuta y que si el analizado no pagaba, ella percibiría
un menor ingreso y terminaría pagando por la ausencia, cuando la analista
había estado esperándolo y no había podido usar ese tiempo para ver a
alguien más. Le explicó que correspondía a un compromiso del cuidado de
las personas, aprender a responsabilizarse de la relación con ellas, lo que
es un aspecto fundamental de estar en análisis, porque esto se va a traducir
en las relaciones con los demás. Si al analista se le atraviesa un problema
de tráfico y no está en el momento de la sesión, no puede esperar que el
paciente pague porque el terapeuta deseaba llegar.

Aprender la teoría y la técnica analítica, darse cuenta de la coincidencia


con el pensamiento de algunos teóricos, aprender a través de la identifi-
cación con los maestros, con los supervisores, con el analista, con la figura
de Freud, Erikson, Mc Dougall, Greenson, González Núñez, Padilla, entre
otros, aprender diferentes estilos de llevar a cabo lo que los libros dicen. En

sintonia y distonia.indb 73 10/01/2007 08:50:35 a.m.


74 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

un principio se trata de llevar al pie de la letra lo más posible, los preceptos


técnicos que se aprenden. Más adelante, cuando se tiene más experiencia o
cuando se desarrolla más confianza en el propio trabajo terapéutico, den-
tro de los lineamientos del encuadre analítico y de lo que se sabe que es te-
rapéutico, se expresa la propia personalidad, se desarrolla el estilo propio
de trabajo y se toma una posición teórica más firme, con la idea de actuar
en el consultorio de manera congruente con ella, tomando una postura
teórica y técnica para trabajar.

Por ejemplo, se puede tomar una posición más activa en el manejo de la


transferencia-contratransferencia o una posición de distancia deslindán-
dose del contenido afectivo del analizado; o trabajar más al Yo que a las
pulsiones o a las relaciones de objeto internalizadas. Ese es uno de los as-
pectos que se enfatizan en este capítulo, que se va tomando una identidad
analítica definida, que comprende una posición teórico-técnica, aunada al
estilo personal de analizar que lo da la propia personalidad.

El trabajo de lo anterior con el analizado no fue fácil, aceptar la propuesta


de pagar las sesiones a las que no asistiera, aunque fuera por causas de
fuerza mayor, argumentaba que la terapeuta no confiaba en él, al decidir
estar en tratamiento, aunque le fuera difícil, hacía un gran esfuerzo por
cumplir, aunque una parte de él no quería ir, había hecho y hacía un gran
esfuerzo cada sesión para llegar y no le creía que deseaba ir. La analista te-
nía la convicción de que le convenía aceptar este acuerdo y la confianza en
lo que decía el supervisor, así, logró modificar el acuerdo. Sin embargo, al
paciente le quedaba la sensación de que a pesar de que parecía tener razón,
de todos modos él tenía que someterse a lo que decía si quería el tratamien-
to, situación que correspondía a su psicodinamia, porque interpretaba los
hechos a la luz de sus vivencias infantiles, sintiendo que nuevamente se
sometía a un padre controlador al cual debía obedecer.

Isaac logró cambios importantes en su vida personal y especialmente en


la relación intersubjetiva con sus objetos. Disminuyeron notablemente los
problemas psicosomáticos, pudo mejorar la relación con la madre y des-
pedirse de manera reconciliadora cuando murió. Resolvió adecuadamente
la herencia de la casa de la madre con su hermano, a pesar de la difícil ne-
gociación con él, le compró su parte de la casa. Logró tener un desarrollo

sintonia y distonia.indb 74 10/01/2007 08:50:35 a.m.


Identidad personal e identidad psicoanalítica 75

profesional satisfactorio, independiente de su mujer. Poco tiempo antes de


finalizar el análisis, le empezó a ser difícil asistir al tratamiento a pesar de
que prevalecía en él un sentimiento de bienestar.

Después de años de análisis, decía que deseaba faltar al tratamiento cuan-


do no tuviera ganas de ir y se le analizó que sentía que debía someterse a la
decisión de asistir, a pesar de que él se había comprometido a ello y ahora
quería cambiar las reglas del juego a su voluntad, sin tomar en cuenta que
la analista se quedaría esperando. Finalmente, era decisión de él faltar al
tratamiento, pero debía cubrir el costo de la sesión, lo que implicaba res-
ponsabilizarse de sus decisiones. Con enojo después de esto, faltó sin avi-
sar y la siguiente sesión le dijo que no había querido ir y le pagó la sesión.

Se puede ver que a pesar de estar tanto tiempo en análisis, ante situaciones
difíciles, tiende a presentar el mismo tipo de conflicto. La dificultad por la
que pasaba era la despedida del análisis, quería tener la sensación de que
podía asistir a análisis y dejarlo cuando quisiera y no enfrentarse a la an-
gustia de separarse de la analista. Se revisó la relación analítica, mostrán-
dole que un aspecto fundamental en la relación era el respeto y que estaba
muy enojado por despedirse de la terapeuta, pero que él mismo pedía la
terminación del análisis y no avisar era no tener consideración de que la
analista lo estaba esperando. Se analizó que hubiera deseado, en la relación
con su padre haberle podido decir: “hago lo que quiero y te abandono en el
momento que lo deseo”. Sin embargo, una vez que la relación con su padre
había mejorado, sabía que se sentiría muy culpable de abandonarlo, por
un lado, pero en el fondo que no deseaba abandonarlo, porque ya lo había
perdonado internamente.

Aquí se puede observar que uno de los conflictos fundamentales en el lo-


gro de la identidad, es la posibilidad de aceptar la separación y diferencia-
ción de los objetos.

El analista trabaja en la relación intersubjetiva respetando la identidad del


analizado, ayudándolo únicamente a dar los pasos que el paciente desea,
pero en una interacción profunda y cercana con él, en la que puede probar
sus límites, conocerse, reconocer sus reacciones, expectativas y deseos. Es
necesario permitir que exista el espacio del deseo del Otro: implica hacerlo

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76 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

vivir, capaz de respondernos, en el lugar mismo de la palabra. Hay en el


paciente una incógnita, la del deseo, que se aloja en el Otro, lugar de la
palabra, es decir, ese Otro que vive en el mundo interno del paciente. El
analista en la transferencia encarna la sombra de ese Otro viviente y ha-
blante para el sujeto. Si no existe el Otro no hay necesidad de la palabra.
No hay lugar para ella, todo se sabe en el espacio de uno mismo, no existe
el misterio del deseo del Otro. El analista ocupa el espacio de ese Otro, para
darle vida en la relación intersubjetiva, pero no para repetirle las relaciones
patológicas de la infancia, sino para ponerse en el lugar transferencial, que
será transformacional para el analizado.

De la misma manera, el analizado reviste un deseo, que al permitirle su


expresión y darle un espacio, le estamos permitiendo tomar su identidad.
Al no conocer el deseo del analista, el analizado proyecta su propio deseo
y le da vida al Otro, que le va a responder con la palabra interpretativa y de
esta forma le da acceso a lo simbólico. Al permitir el espacio del deseo del
Otro, se permite la diferenciación del sujeto y así, surge la identidad.

Algunos analistas han pensado que el respeto es distancia, es no tocar, que


se traduce en no tocar afectivamente la relación analista-analizado y en
realidad es una resistencia a la relación transferencia-contratransferencia.
El analista se coloca en una zona de seguridad, por temor a poner en riesgo
sus afectos (Plaza y Alatriste, 2005; Plaza, 2003). Dentro de la identidad del
analista es fundamental contemplar que él mismo es su propio instrumen-
to de trabajo. Así como un criterio de analizabilidad es que se pueda de-
sarrollar una relación transferencial, para trabajar con el paciente, es muy
importante como criterio para que alguien pueda ser analista, permitirse
establecer una relación transferencia–contratransferencia. A todas las per-
sonas les angustia descubrir sus flaquezas, pero en el analista debe ser más
fuerte la motivación por salir adelante, aprender de sus conflictos, para que
el propio trabajo de las relaciones interpersonales y el crecimiento que de
esto resulte, le dé mayores recursos para ayudar a los demás.

El verdadero respeto implica asumir una identidad diferenciada de los


analizados, en una interacción profunda que no pone en riesgo la propia
identidad del analista. Se puede tener una identidad diferenciada, propia y
única y estar en sintonía afectiva, compartiendo y entonándose emocionalmente

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Identidad personal e identidad psicoanalítica 77

en la misma frecuencia del analizado. Este espacio entre analista y analiza-


do, permite que surja la palabra y de esta forma lo simbólico.

Los analizados tienen su propia personalidad, que se moldea a partir de


las identificaciones con el analista, también éste tiene identificaciones con
sus analizados, que promueven cambios en la personalidad, que no queda
rígida y estática, sino que a través del tiempo sigue buscando el crecimien-
to personal, éste es el potencial transformacional que va promoviendo el
crecimiento tanto del analista como del analizado (González Núñez y Na-
houl, 2005).

En el momento que reanudó el análisis, Isaac se veía guapo, pero en sus


ojos se veía la tristeza. La analista recordó que cuando se habían despedido
y durante el primer análisis había cambiado notablemente su manera de
arreglarse, seguía siendo muy elegante, pero usaba colores con más vida,
más frescos y ligeros. Decía que había seguido bien durante un tiempo,
pero poco a poco se empezó a sentir mal, relató los eventos a los que él atri-
buía su malestar. La terapeuta sabía que el paciente necesitaba la compañía
de una persona cercana, que lo entendiera y que no lo juzgara.

Regresó diciendo que no quería dar aviso previo para suspender el trata-
miento, pues cuando en el primer análisis dijo que ya no quería asistir, la
analista le respondió que se debía preparar el cierre y él pensó que era un
truco. Cuando escuchó esto, de inmediato la terapeuta se sintíó muy enoja-
da y pensó que no tenía por qué aguantar que le dijera esto y que si pensaba
que era un truco para retenerlo y controlarlo como su padre había hecho,
que se fuera en ese mismo momento. Por supuesto eso sólo lo pensó, re-
gistró su enojo y reflexionó que el análisis puede ser muy útil, porque las
personas resuelven situaciones y crecen, pero la estructura básica de la per-
sonalidad se conserva. En Isaac se mantiene igual, porque ahora se reconoce
como es y reconoce su deseo, por eso ha tenido los logros ya mencionados.
Puede ser un acto impulsivo el no asistir y al analizarlo el paciente se res-
ponsabiliza de sus actos y de su compromiso en la relación con el Otro. Es
decir, la analista revisó junto con el paciente que no era un truco sino una
responsabilidad con las personas. Los padres se responsabilizan de los hi-
jos, el analista se responsabiliza del analizado y el analizado se responsabi-
liza de su análisis.

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78 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

El deseo que él expresaba era sentir que actuaba libremente y que la ana-
lista no lo controlaba, pero el actuar con libertad es responsabilizarse de
sus decisiones. El poder analizar la relación terapéutica, permitió poner
en palabras la contratransferencia y no actuarla impulsivamente, sino que
reconociera que tiene una hipersensibilidad a cualquier situación que im-
plica un compromiso que vive como control. Se trabajó que hace enojar
a las personas y que con la bandera de la libertad agrede, a veces, a los
demás. Se analizó la relación intersubjetiva analista-analizado, en la que
el compromiso que implica un acuerdo en una relación interpersonal, lo
vive como un truco para controlarlo y sacar provecho. Se le mencionó que
si no hay un compromiso de verse, la analista no lo puede esperar, sería
difícil que llegara sin cita y la terapeuta tuviera 45 minutos para recibirlo.
Finalmente, el compromiso es una garantía también para él de que recibirá
atención. Lo asimiló con claridad en esta ocasión y se convino que en su
momento diría que deseaba terminar el tratamiento y así se cerraría, por-
que ya estaba dado de alta.

Al hablar de la identidad del analista no se puede dejar de mencionar el


valor del respeto. El analista ante todo se debe respeto a sí mismo, a su
identidad y a sus valores y de esa manera se mantendrá firme, con una
estructura sólida frente a las dificultades de la vida. Pedirá respeto a su
forma de pensar, a los demás, a la institución, y pondrá su idea de la vida
al servicio del paciente, respetando la visión del mundo que tenga éste.

Los lineamientos y la identidad de la institución dan elementos fundamen-


tales para poder tomar una línea de identidad definida a través del Ideal
del Yo y de los valores que proporcionan metas a seguir y modelos de iden-
tificación. Hay una línea de coincidencia y de sintonía afectiva en el deseo
del analista y en el deseo de la institución a la que pertenece, que es el bien
común, el crecimiento de ésta, así como el crecimiento de sus miembros.
Para que puedan crecer sus integrantes, deben anteponer el bien común al
personal, porque representa un bien mayor, de esta forma tarde o tempra-
no el bien de la institución repercutirá en sus miembros.

Por eso es fundamental tomar la propia identidad respetando la identidad


de la institución, y respetando al padre, que en lo simbólico representa la
cabeza de la institución. Así como se habló de un respeto entre analista y

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Identidad personal e identidad psicoanalítica 79

analizado, también debe existir un respeto entre analista e institución a la


que pertenece. El haberse formado en esa institución y tener metas en co-
mún permitirá un espacio de sintonía entre las identificaciones personales,
psicoanalíticas e institucionales. De esta misma forma, es fundamental que
la institución permita surgir el deseo del Otro, sin contraponerse mutua-
mente con sus intereses. Cuando los integrantes de una institución tienen
espacio para el deseo del Otro, pueden reconocer su propio deseo diferen-
ciado, con puntos de coincidencia y de sintonía afectiva, que les permiten
tener una identificación institucional. Lo anterior se puede lograr sin pre-
sentar una difusión de la identidad que se daría a través de mimetizarse
con el deseo de la institución. Respetar el deseo del Otro redunda en una
institución más madura.

Si no se presentan puntos de coincidencia, de sintonía afectiva, el analista


puede tomar otro camino, es decir diferenciarse, sobreponiéndose al temor
a la soledad y a la angustia de la separación, de enfrentar la vida de manera
independiente, sin resentimientos, en paz consigo mismo y con el Otro. Sin
proyectar en la institución las insatisfacciones de su deseo, como pretexto
para sentirse enojado y así poder separarse de ella.

En algunos casos los miembros de la institución no dan un espacio para


el deseo del Otro y esperan que la institución corresponda a sus deseos
proyectados, y al enfrentarse con que son diferentes, se sienten desilusio-
nados y enojados con la misma, lo que los lleva a proyectarle los enojos que
corresponden a sus objetos de la infancia.

Se puede pertenecer a una institución manteniendo un criterio y una forma


de pensar propia, responsabilizándose de su propio pensamiento y de la
relación que mantiene con ella, manteniéndose en sintonía con los valores
y puntos fundamentales que establece. Esto representa una relación madu-
ra y de crecimiento mutuo entre la institución y el psicoanalista.

Isaac pasó muchos años de su vida en análisis y vivió muchas cosas junto
a la analista, quien también recorrió muchos años de la formación y con-
solidación de su identidad personal y analítica, junto a él. Tienen perso-
nalidades diferentes, pero hubo espacio en el tratamiento para el deseo de
ambos, sobre todo existió una sintonía afectiva que matizó el tratamiento y

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80 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

le ayudó a sentirse entendido en lo profundo. Posteriormente mostró mejo-


ría y disminuyó de manera notable los problemas por los que regresó, por
lo que dijo que deseaba terminar el tratamiento. Se consideró que estaba
preparado para ello, por lo que se cerró, ahora sin esta tentativa de su parte
de irse sin avisar y sin despedirse, lo que mostraba que se encontraba con
posibilidades de enfrentar la angustia de separación.

Es importante recalcar que la identidad psicoanalítica se va conformando


con una serie de identificaciones tanto personales como con figuras del
mundo del psicoanálisis, con el analista y con los analizados. Sobre todo va
conformándose en la relación intersubjetiva con el Otro, que en un primer
momento se puede vivir como una extensión narcisística del Otro, lo que le
brinda una profunda sensación de confianza y de amor, sin embargo poco
a poco debe ceder a la separación y diferenciación, superando el temor a la
soledad, dejando un espacio para el deseo del Otro. Tomando en cuenta los
parámetros teóricos y técnicos, el analista va a desplegar su propia identi-
dad, respetando la identidad de los demás y de sus analizados, poniéndose
en sintonía con ellos y con la institución a la que pertenece. Así, una institu-
ción madura permitirá un espacio para el deseo del Otro, lo que resultará
en una diferenciación de la misma. De esta forma, Isaac se sintió en sinto-
nía emocional con la terapeuta, sabe que lo entendió en lo profundo y que
tuvo un espacio para su deseo y para tener una identidad diferenciada.

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LA SOBREPROTECCION EN LA RELACIÓN
MADRE-HIJO

Dra. Susana Zarco Villavicencio

Definición de Sobreprotección

La sobreprotección es un término que se refiere a los cuidados excesivos


que la madre y/o padre tienen hacia su hijo, que le impiden realizar activi-
dades que el niño puede realizar por sí mismo, y bloquean su capacidades
de independencia.

Para Bowlby (1976) la sobreprotección se caracteriza porque el padre o ma-


dre inhiben el desarrollo del niño en dirección hacia la independencia pro-
gresiva. Este autor en su teoría del apego clasifica los tipos de apego en:

a) Apego seguro: Es en el cual los niños sienten a sus padres más acce-
sibles,

b) Apego ansioso-ambivalente: En el cual los niños se sienten angus-


tiados cuando sus padres los dejan, y se comportan de manera am-
bivalente cuando se reúnen con ellos. Estos son los niños sobrepro-
tegidos, a los cuales se les ha bloqueado su capacidad de adquirir la
independencia.

c) Apego inseguro o de evitación: Estos niños parecen sumamente in-


dependientes y despreocupados de sus padres, mostrándose estre-
sados cuando éstos los dejan, pero al reunirse con ellos los evitan o
ignoran.

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82 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Así, el niño sobreprotegido no se encuentra en sintonía con sus padres, ya


que el intercambio emocional e intersubjetivo se encuentran bloqueados
por la sobreprotección.

Características de personalidad del niño sobreprotegido

El niño sobreprotegido posee elementos específicos dentro de su personali-


dad que lo predisponen a ser un niño sobreptoregido. En la mayoría de los
casos logró un adecuado establecimiento de las barreras contra el dolor, una
adecuada orientación del mundo exterior, un aparato yoico que le otorga la
capacidad de autopreserervación, sin embargo la principal falla se encuentra
en la fase de Separación-individuación. Madre e hijo desarrollaron una rela-
ción simbiótica perturbada y ansiosa que no le brindó al niño la posibilidad de
desprenderse y alcanzar adecuadamente la fase de separación-individuación.

Para Mahler (1975) el niño sobreprotegido se encuentra perturbado en el carril


evolutivo de la separación, que sigue la trayectoria de la diferenciación, el distan-
ciamiento, la formación de límites y la paulatina desvinculación con la madre.

En relación al padre, debido que el niño sobreprotegido no ha podido sepa-


rarse totalmente de la madre, no es posible que pueda utilizar la presencia
del padre como sostén y vehículo que le permita metabolizar las angustias
provenientes de la simbiosis con la madre.

Ricardo es un niño que muestra dificultad para separarse de sus padres y


realizar las actividades propias de su edad de 8 años, como jugar, hacer
travesuras, tener amigos y socializar en los lugares a donde suele ir con
sus padres. Es por lo contrario, un niño que a decir de las personas que lo
conocen, es tímido, introvertido y poco expresivo, principalmente cuando
tiene que desenvolverse fuera de su hogar.

El niño sobreprotegido es demandante

En casa es un niño muy apegado a sus padres, con quienes se comporta


de manera demandante, pidiéndoles que le ayuden a bañarse, a ir al baño

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La sobrepotección en la relación madre-hijo 83

por la noche, aunque sea capaz de hacerlo por sí solo. Cuando realiza su
tarea le pide a la madre que esté con él, que le ayude y frecuentemente le
pregunta si está haciendo bien las cosas, aunque sean actividades que sabe
hacer solo. Constantemente pide a su mamá su aprobación para decidir
qué ropa ponerse o qué comida elegir en un restaurante.

El niño sobreprotegido no socializa

En la escuela, su rendimiento académico es regular, a pesar de que los padres


lo describen como un niño inteligente. Sin embargo en clase no participa y se
mantiene callado y tímido, a pesar de que la maestra lo invite a participar.

Como Ricardo, que en el aspecto social se comporta también de manera


tímida, aislada y no socializa con sus compañeros. Su maestra ha notado
esta conducta y para ayudarlo permanece cerca de él y a veces es quien lo
acompaña en el recreo, invitándolo a integrarse a los juegos de los niños,
pero Ricardo no acepta, y le pide a la maestra que no se vaya y que se que-
de cerca de él. No cabe duda que Ricardo es un niño sobreprotegido.

Así, a pesar de que Ricardo es capaz de desarrollar actividades propias de


su edad, como hacer su tarea solo, tener amigos, desarrollar actividades de
destreza como andar en bicicleta o en patines, no se siente en posibilidades
de hacerlo, ya que en el desarrollo de su autonomía, estas capacidades han
sido bloqueadas.

El niño sobreprotegido es ambivalente

La actitud del niño sobreprotegido es predominantemente ambivalente, ya


que por una parte desea ser protegido por sus padres, pero también existen
en él deseos de independencia y por otro lado, frustración por la excesiva
protección que le brindan sus padres y que no puede contrarrestar, ya que
teme perder su amor. Además, el niño percibe la agresión inconsciente de
sus padres. Por medio de su actitud pasiva y dependiente, consigue apaci-
guar la agresión inconsciente que sus padres le expresan a través de la sobre-
protección y la utiliza en su propio beneficio, ya que al aceptar la excesiva

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84 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

protección, consigue no perder el amor de sus padres y no tener que realizar


por sí mismo las actividades y responsabilidades propias de su edad.

La conducta de los padres del niño sobreprotegido

Los padres sobreprotectores actúan, sienten, piensan, deciden y quieren


por su hijo, y por lo tanto no le permiten desarrollarse. Pero ¿por qué ac-
túan así los padres si dicen querer tanto a su hijo?

La agresión de los padres del niño sobreprotegido

Los padres se comportan de esta manera guiados por un sentimiento de


miedo, inseguridad y culpa, con temor de actuar en la fantasía la agresión
que inconscientemente sienten hacia su hijo y para protegerlo de su agre-
sión utilizan una conducta contraria, de excesivo cuidado y protección.
Para ello utilizan el mecanismo de formación reactiva, mecanismo que
emplean de forma inconsciente, predominantemente los padres del niño
sobreprotegido y que es la actividad por parte del Yo que tiene un sentido
opuesto al deseo o pulsión reprimida, en tal forma que el deseo opuesto
se constituye como el deseo o pulsión original (González Núñez, 2003). El
padre y la madre sobreprotectores intercambian el sentimiento agresivo
hacia su hijo por un sentimiento de extrema preocupación y cuidado; sin
embargo, con esta conducta también lo dañan, aunque involuntariamente,
ya que no le permiten desarrollar sus potencialidades como persona.

Los padres de Ricardo son una pareja de mediana edad, que lo tuvieron
después de varios años de intentar el embarazo. La madre se mostró ansio-
sa por su nacimiento, por lo que dejó de trabajar y se concentró en cuidarlo
y atenderlo, despertándolo a cualquier hora de la noche para darle su bibe-
rón, aunque el niño no lo pidiera. La relación con Ricardo fue siempre muy
estrecha, pero cuando el niño empezó a gatear, la madre comenzó a sentir
angustia de que su hijo fuera a ensuciarse las manos o a comer algún objeto
que se encontrara en el suelo que lo pudiera enfermar, por lo que evitó que
el niño gateara. Esta actitud la adoptó también cuando Ricardo comenzó a
caminar y fue muy difícil para ella permitirle subirse a una bicicleta.

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La sobrepotección en la relación madre-hijo 85

El padre, por su parte, permanecía todo el día en el trabajo, asì que el


tiempo que convivía con Ricardo, específicamente los fines de semana, era
cuando deseaba cuidarlo y darle todo lo que el niño le pidiera, como ju-
guetes, películas y evitaba en lo posible que desarrollara actividades físicas
como jugar a la pelota o andar en patines, pues le aterrorizaba pensar que
su hijo pudiera caerse o lastimarse.

Los padres de Ricardo han experimentado estos sentimientos de manera


inconsciente. Si se les preguntara qué sienten por su hijo, ellos responde-
rían que un gran cariño y que por este cariño es por el que lo protegen
tanto. En su caso, el no poder concebir en un principio a Ricardo les creó
frustración y sentimiento de angustia respecto a la manera de ejercer su
rol, así como una incapacidad de sentirse seguros como padres.

Conductas de la madre sobreprotectora

Como se ha mencionado, la madre sobreprotectora experimenta una per-


turbación en la resolución de la fase de su propia separación, que se ma-
nifiesta cuando su hijo se empieza a separar de ella y a tener capacidad de
realizar actividades de manera independiente, como gatear o caminar; por
lo tanto, en la madre se incrementa la angustia, que no puede manejar y
por ello trata de evitar que su hijo se le separe. Para Spitz (1965 / 1985) estas
madres se encuentran motivadas por la necesidad simbiótica parasitaria, y
tratan de satisfacer sus propias necesidades de dependencia, sin tomar en
cuenta a su hijo, ya que ellas mismas no lograron su propia autonomía y
establecen este estilo de relación con su hijo.

En estas madres existe una inadecuada resolución de conflictos en la re-


lación que establecieron con su propia madre y por lo tanto no pueden
ejercer adecuadamente su función de maternaje.

Asimismo, suelen albergar sentimientos inconscientes de culpa hacia ellas


mismas por sentir que no son la mejor madre asì como albergar sentimientos
de agresividad hacia su hijo, por haberse privado de su libertad al convertirse
en madres. En este caso, la madre de Ricardo usó el pretexto de su maternidad
para dejar su trabajo y así poder estar en la relación simbiótica con su hijo.

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86 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Conductas del padre sobreprotector

El padre también puede experimentar temores a no desarrollar adecua-


damente su función protectora, ya que internamente no se siente fuerte y
protector. Su conflicto inconsciente generalmente se encuentra también en
relación con su propio padre, a quien vivió como poco protector o como
una figura que también inhibió sus capacidades.

El padre de Ricardo convivía poco tiempo con su hijo, experimentando


culpa por no sentirse un padre verdaderamente protector de su hijo, lo que
lo llevaba a adoptar conductas de sobrecompensación, como era proteger-
lo de no lastimarse, en vez de convivir con él y favorecer la identificación
con su rol masculino al realizar con Ricardo actividades como jugar pelota.
Estas conductas de excesiva y exagerada protección inhibieron el desarro-
llo de Ricardo, principalmente en la adquisición de su propia capacidad
de cuidado y protección de los peligros, así como en el aspecto social, en
el desarrollo de su autoestima y tampoco le permitió resolver la separación
de su madre.

El ambiente escolar del niño sobreprotegido

El niño sobreprotegido también se encuentra inhibido en el desarrollo de


sus capacidades académicas ya que el desarrollo de las mismas requiere
la adquisición de un adecuado grado de independencia, que permita el
desarrollo de sus capacidades intelectuales y su empleo en el desempeño
escolar. El área escolar requiere de las habilidades y potencialidades que el
niño haya desarrollado a través del funcionamiento autónomo, el cual en
el niño sobreprotegido se encuentra inhibido. Asimismo, la capacidad de
dominio y competencia, necesaria para un adecuado desempeño académi-
co, también se encuentra bloqueada.

En relación al ambiente escolar Ricardo manifestaba esta inhibición a tra-


vés de su aislamiento y poca participación en las actividades y tareas
escolares.

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La sobrepotección en la relación madre-hijo 87

El ambiente social del niño sobreprotegido

El aspecto social también puede encontrarse obstaculizado. El niño sobre-


protegido no ha logrado desarrollar tareas en torno a su independencia,
por lo que no cuenta con la posibilidad de llevar a cabo una adaptación a
su medio social.

En el caso de Ricardo, los padres impidieron que se desarrollara esta po-


sibilidad al inhibir su independencia y no facilitarle un ambiente propicio
para desarrollar esta función. La maestra de Ricardo por su parte, fungía
como un desplazamiento de sus padres, al procurarle los cuidados que el
niño demandaba, sin embargo con esta actitud tampoco favorecía el desa-
rrollo del niño, ya afectado por la sobreprotección.

Investigación

En relación a este tema la autora realizó una investigación (Zarco, 2003)


que tuvo como objetivo conocer el efecto que ejerce la sobreprotección en la
capacidad de autocuidado, en la adaptación psicosocial y en el rendimien-
to escolar en niños de 7 a 10 años. La muestra estuvo constituida por 102
niños del sexo masculino o femenino, 52 niños inscritos en escuela pública
y 50 niños inscritos en escuela privada, de nivel socioeconómico medio
bajo y medio, que no presentaran daño neurológico, con un nivel de inteli-
gencia normal y que tuvieran ambos padres.

El estudio se dividió en dos fases: la primera en la cual se evaluó la au-


sencia de daño neurológico por medio del Test Guestáltico Visomotor
Bender, así como el nivel de inteligencia de los niños a través del Test de
Goodenough-Harris. Se realizó la selección final de la muestra y durante
la segunda etapa se evaluó la presencia o ausencia de sobreprotección a
través del Cuestionario del Vínculo Parental, el CAT-H y la prueba de Ex-
presión Desiderativa. Asimismo, se evaluó el autocuidado por medio de
un Cuestionario de Autocuidado y por medio del Cuestionario del Com-
portamiento en niños, se evaluó la adaptación psicosocial. También se
obtuvo el rendimiento escolar a través de las calificaciones que obtuvieron
en el curso.

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88 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Se realizó el análisis estadístico con el programa SPSS con un nivel de sig-


nificancia de .05.

En la tabla I se muestra que en estas escuelas predominaron los niños so-


breprotegidos (76%). Esta condición no se asoció al sexo ni al nivel de in-
teligencia. Sin embargo, los niños sobreprotegidos mostraron menor ren-
dimiento escolar con respecto a su contraparte no sobreprotegidos (31 vs
7.7%), diferencia estadísticamente significativa.

Asimismo, los niños no sobreprotegidos calificaron puntajes más altos de


autocuidado, encontrándose que en 61.6% de ellos esta conducta fue ade-
cuada y que en el grupo sobreprotegido sólo 42.1% calificó con menor au-
tocuidado, esta diferencia fue marginalmente significativa desde el punto
de vista estadístico.

Con respecto a la adaptación psicosocial evaluada por una escala del 0 a


100 puntos, en donde la mejor adaptación era calificada con un puntaje de
cero, el grupo de niños sobreprotegidos promedió diez puntos por arriba
de los niños no sobreprotegidos (33.5 vs 23), diferencia estadísticamente
significativa. En resumen, los niños sobreprotegidos tuvieron menor ren-
dimiento escolar, bajo autocuidado y más problemas para la adaptación
psicosocial. Por último, en este estudio también se observó mayor frecuen-
cia de niños sobreprotegidos en las escuelas públicas en contraste con las
privadas, diferencia también estadísticamente significativa.

Tabla 1. Características de los niños con y sin sobreprotección

Sobreprotegidos
Variable Valor de “p”
Sì No

Sexo 42 (55.3 %) 14 (53.8%)


Masculino 34 (44.7%) 12 (46.2%) 0.90*
Femenino

Inteligencia 42 (54.3%) 14 (53.8%)


Normal a media superior 34 (46.7%) 12 (47.2%) 0.90*
Brillante a muy superior

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La sobrepotección en la relación madre-hijo 89

Rendimiento escolar 52 (68.4%) 24 (92.3%)


Adecuado 24 (31.6%) 2 (7.7%) 0.018*
Bajo

Autocuidado 32 (42.1%) 16 (61.6%)


Adecuado 44 (57.9%) 10 (38.4%) 0.08*
Inadecuado

Adaptación psicosocial 33.5 (10 – 45) 23 (5 – 33)


0.015**
Mediana (Intercuartil)

Escuela Pública Privada


Sobreprotegidos 44 (88%) 32 (61.5%) 0.002*
No sobreprotegidos 6 (22%) 20 (39%)

Total 76 (74.5%) 26 (25.4%)

Puntajes altos indican menor adaptación, * prueba de Chi cuadrada, **


prueba de U de Mann Withney.

En este estudio se encontró que la mayoría de los niños de la muestra te-


nían sobreprotección, por tanto un bloqueo leve o moderado en la capaci-
dad para el autocuidado.

No existieron diferencias en la presencia de sobreprotección entre niños y


niñas, que podría considerarse que ambos eran tratados de manera similar
y que la niña puede poseer más cuidados por parte de sus padres, pero no
se asocia con la sobreprotección.

El nivel de inteligencia no se asocia como tal a la sobreprotección, pero sí el


rendimiento escolar, ya que el mayor número de niños no sobreprotegidos
tenían un rendimiento escolar adecuado. Esto corrobora lo expuesto en
este trabajo, ya que los niños no sobreprotegidos, debido a que se encuen-
tran más sanos e independientes, pueden ejercer de manera más adecuada
sus capacidades intelectuales.

En cuanto al tipo de escuela, la sobreprotección fue mayor en escuela públi-


ca que en la privada, lo que podría explicarse porquè los niños de escuela
privada tienden a hacer un esfuerzo al igual que sus padres por progresar,

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90 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

lo que implica mayor grado de independencia, mientras que en las escue-


las públicas podría promoverse la dependencia.

En relación a la adaptación psicosocial, se encontró mejor adaptación en


los niños no sobreprotegidos. Este aspecto también coincide con el plan-
teamiento de este trabajo.

La sobreprotección es definida como los cuidados excesivos que brindan


el padre o la madre al niño, obstaculizan su independencia, su capacidad
de autocuidado y el desarrollo de actividades escolares y de adaptación
social. En este sentido, la sobreprotección promueve la distonía afectiva
entre el niño y sus padres, ya que sólo logran sintonizarse en la distonía, a
través de la sobreprotección.

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DISTONÍA-SINTONÍA EN LA NOVELA CRIMEN Y
CASTIGO DE F. DOSTOIEVSKI

Dra. Jael Alatriste García

Síntesis de la obra Crimen y Castigo

Crimen y castigo fue escrita en 1866 con la premura que le era habitual a
Dostoievski, pues la obra debía aparecer por capítulos en El mensajero ruso y
el autor vivía de su pluma. La acción de esta obra dura sólo una semana, en
donde el escritor concentra acciones entretejidas y simultáneas dentro del
lapso mínimo que permiten la realidad y los nervios del lector. Raskolnikov,
el personaje principal, mata a una prestamista llamada Lizaveta, pues la mi-
seria y el sufrimiento en que se encuentra constituyen un punto importante
en su error de juicio, porque considera que en el mundo existen dos tipos
de seres humanos: los vulgares y los superiores por tanto, cree beneficiar a
la humanidad al matar a un “bicho” que no sirve para nada.

Raskolnikov, aunque es hombre inteligente, se ve aprisionado por la enfer-


medad que lo lleva a protestar contra la injusticia social, deseando la muer-
te de aquellos seres que considera nocivos a sus semejantes. Asimismo, las
alteraciones de su mente se expresan en su egoísmo y su posición anar-
quista y, aunque deplora su crimen, su posición narcisista lo desilusiona,
ubicándolo lejos de los motivos humanitarios que pudieran caracterizarlo
por no haber podido sobrellevar las consecuencias de su acto. Sin embargo,
Dostoiesvki describe a un Raskolnikov reparable, que puede dejarse sal-
var. Es Sonia, otro de los personajes, quien ha de venir a rescatarlo de este
sufrimiento y a organizarlo para que él pueda reconstruir su espiritualidad
y a reparar el daño que ha cometido a través del amor que ha despertado
en él.
91

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92 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Sería inútil pretender que la salvación de Raskolnikov no estuviera acom-


pañada por la fe y la reparación, pues Dostoievski muestra a un hombre
que puede tener una vida diferente.

Esta obra corresponde a dos siglos anteriores al actual; es un clásico de la


literatura, porque su contenido no sólo corresponde a los seres de aquél
entonces y lo que pasa al personaje en dicha obra también les pasa a ciertas
personas de este siglo XXI, que aparecen como “normales” pero, en reali-
dad, su personalidad oscila entre rasgos neuróticos y psicóticos o, franca-
mente, está sustentada sobre una estructura psicótica.

Dostoievski ha sido analizado y criticado por crear obras tan desgarradoras


y con la desnudez sin maquillaje que tiene el alma humana, donde los per-
sonajes aparecen con pocas posibilidades de rescatarse o les es muy difícil
encontrar un camino más benigno. Y surge la pregunta de si es o no fácil lo-
grar una adecuada salud mental, ya sea que se esté o no en un tratamiento
psicoterapéutico. Cambiar una conducta para adaptarse mejor, estando con
cierta salud mental cuesta mucho trabajo y se invierte mucho tiempo, ya sea
para beneficio de la propia persona y para la convivencia con los demás.

A su vez, uno de los ejes más estudiados ha sido, fundamentalmente, la


problemática de Dostoievski con su propio padre y se le ha encasillado
como parricida, jugador compulsivo y demás. Se ha observado que así es,
pero hay en el autor otra parte de la pulsión que es creativa y surge de an-
gustias depresivas (Segal, 1995). Así, la expresión de este tipo de angustias
a través de la creación literaria en Dostoievski puede implicar, de un modo
significativo, procesos semejantes a los que se movilizan en la posición de-
presiva: la capacidad de simbolizar, la percepción de la realidad interna
y externa como formas de reparación del objeto destruido o dañado. Este
también es Dostoievski.

Para Segal (1995), el artista debe despertar interés y provocar impacto en


su público. Hallar nuevos medios simbólicos de hacerlo es la esencia de
su trabajo y Dostoievski no sólo logra este interés sino que permite que
la lectura promueva, a través de la reflexión y la vivencia del contenido,
cierto movimiento interno que ayude al lector en algún aspecto de su vida,
esperando que en la mayoría de los casos, sea para su bienestar mental.

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 93

Aspectos teóricos sobre el sueño, el delirio y la alucinación

Desde una perspectiva kleiniana, los objetos parentales se muestran como


dioses y demonios, conceptos que retoma Mancia (1989). En el sueño, estos
conceptos se consideran como una religión de la mente, en la medida en
que los objetos parentales tienen una connotación sacra. Muchos de los
elementos que intervienen en el sueño se observan también en el delirio y
en la alucinación. De ahí que en Raskolnikov, el crimen y el castigo son los
dioses y demonios que lo unen desde adentro con el mundo exterior y son
los dioses y demonios que se muestran en su delirio y en su alucinación.

A su vez, Garma (1970) refiere que los delirios están muy relacionados con
los sueños; surgen de las mismas fuentes inconscientes y a menudo tienen
sus orígenes en sueños. Al igual que los sueños, los delirios son creaciones
fantásticas del psiquismo inconsciente que, merced a enmascaramientos,
consiguen la complicidad del Yo para manifestarse.

Bion (1990) por su parte señala que en las comúnmente llamadas ideas
delirantes del paciente hay que buscar los objetos extraños particulares,
siendo, a la vez, intentos de emplear los objetos extraños al servicio de su
intuición terapéutica.

En la investigación que realiza Meltzer (1987) sobre la vida onírica comenta


que en el área de la alucinación, los ojos y los oídos son los dos focos más
importantes de perturbación, si bien no son necesariamente los que sufren
con más frecuencia experiencias alucinatorias o, según el término preferido
por Bion, “transformaciones en alucinosis”. Probablemente los que se ven
afectados con mayor frecuencia son los sentidos del gusto y del olfato. En
propiedad, deberíamos incluir también la amplia variedad de alucinacio-
nes dérmicas, tales como la picazón, el cosquilleo y la quemazón, aunque
no se suelen considerar alucinatorias a no ser que estén acompañadas por
ideas delirantes, como en los delirios de hormigueo.

En general, los receptores a distancia atraen la atención porque los fenóme-


nos alucinatorios que radican en ellos originan la ansiedad relacionada con
el problema bien definido de la localización y por tanto, del conflicto entre
la realidad externa y la interna.

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94 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Comenta el autor que tradicionalmente la psiquiatría ha marcado la distinción


entre ilusión y delirio según existiese o no un estímulo externo. Se ha mostra-
do reacia a dar el nombre de delirio o alucinación a un error de identificación
en la calle o al hecho de creer ser llamado en público, en comparación con el
mismo fenómeno cuando éste tiene lugar sin estar nadie más presente.

Al establecer un vínculo entre las alucinaciones, los delirios y los sueños, se


quiere enfatizar que las alucinaciones visuales, auditivas y la formulación
de delirios permite la comprensión del proceso onírico y la psicopatología
y son, naturalmente, los principales fenómenos objeto de estudio, ya que
son los medios predominantes de la representación onírica.

Por su parte, González Núñez y Oñate (2000) consideran los conocimientos


de las diferentes secciones de la psicología sobre los elementos del sueño.
Destacan en la interpretación de los sueños, la realidad de la percepción,
de la memoria y el pensamiento como elementos que se deben conocer
para interpretar bien los fantasmas y las alucinaciones del sueño, desde
una perspectiva psicoanalítica.

El mundo esquizo-paranoide de Raskolnikov

Se citan algunos fragmentos de la obra Crimen y castigo para ejemplificar la


posición esquizoparanoide:

Comenzó a caminar sin rumbo fijo. El sol se había puesto ya. Desde tiem-
po atrás experimentaba una tristeza singular, que sin ser aguda le hacía
presentir, con una especie de ritmo eterno y constante, largos años de una
ansiedad, espantosa, mortal, algo así como “la eternidad en el espacio de
un pie cuadrado”. Por lo general, ese pensamiento acudía a su mente en
las horas de la noche (Dostoievsky, 1866/1981: 269).

Meltzer (1994) menciona que en la literatura inglesa de la época del Rena-


cimiento, el infierno se concibe como un estado mental más que como un
lugar; un estado mental caracterizado por una actividad agitada que encu-
bre sentimientos de desesperación y autoencarcelamiento. Escribe Milton
(citado en Meltzer, 1994, p. 165).

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 95

“En el infierno estoy doquiera que huyo; el infierno yo soy”.

Dice al respecto Rosenfeld (1988) que hay una tendencia a retraerse del
mundo exterior ante la menor provocación. Sin embargo, hay otros casos
en los que el desarrollo pareció ser comparativamente normal hasta que
repentinamente, por ejemplo, tras un nacimiento, las partes psicóticas de la
personalidad pueden escindirse en la más temprana infancia, mientras que
otras partes del self (sí mismo) pueden tener un desarrollo aparentemente
normal. En determinadas circunstancias, las partes psicóticas escindidas
pueden irrumpir a la superficie, produciendo a menudo una psicosis, por
ejemplo, una esquizofrenia.

Raskolnikov, a quien podemos llamar Rodia, narra a Sonia lo siguiente:

Tienes razón, Sonia. Todo esto es absurdo. Mi madre, como lo sabes, no


posee casi nada. Mi hermana, a la que se le dio una educación esmerada,
está condenada a rodar de un lado a otro como institutriz. Todas sus espe-
ranzas se cifraban en mí. Comencé mis estudios en la Universidad, pero
tuve que interrumpirlos por falta de recursos. Aun, suponiendo que hu-
biese podido continuarlos, lo máximo a que habría podido aspirar, yendo
bien las cosas, hubiera sido una cátedra de profesor o un puesto como
funcionario dentro de diez o doce años, con un sueldo de mil rublos anua-
les (parecía recitar una lección aprendida de memoria). Para ese entonces
mi madre se habría consumido a causa de los pesares y las preocupacio-
nes, sin que yo pudiera remediarlo; en cuanto a mi hermana... su destino
habría sido quizá peor. Por lo tanto, ¿para qué malgastar mi existencia,
privándome de todo, sacrificando a mi madre y permitiendo que mi her-
mana se arrastrara por el fango? ¿Para que más tarde, inmoladas las dos,
pudiera constituir una nueva familia, fundar un hogar, tener mujer e hijos,
a los que al morir dejaría sin un kopeck [moneda rusa de la época] y sin un
mendrugo de pan? Esto me decidió; en posesión del dinero de la vieja [la
usurera a la que mató], lo consagraría a mis estudios y a labrarme una
posición al salir de la Universidad. Esperaba subsanar todos los incon-
venientes en forma amplia, radical, asegurándome la terminación de mi
carrera y una situación independiente. Esto fue todo. Como es natural,
hice mal en asesinar a la vieja. ¡Pero basta, basta!

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96 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

¡No me desprecies! Sólo quería probarte una cosa: que el diablo me arras-
tró y luego me hizo comprender que yo no tenía derecho a hacer lo que
hice, dado que soy un gusano como los demás ¡El diablo se burló de mí!
Por eso vine a tu casa. ¡Vaya, una visita! Si yo no fuera un gusano ¿habría
venido?

¡Y mató...,mató!

Pero, ¿Cómo maté? ¿Acaso se mata así? ¿Se procede como yo lo hice? Al-
gún día te lo contaré... ¿Maté a esa vieja infame? ¡No, me maté yo mis-
mo, no a la vieja! ¡Me exterminé irremisiblemente! En cuanto a la vieja, la
asesinó el demonio y no yo... ¡Basta, Sonia! ¡Basta, basta, basta! ¡Déjame!
(Dostoievski, 1866/1981: 263).

Una personalidad normal puede entrar en cualquier momento de su vida


en el ámbito de la patología mental, incluida la psicosis y, que a la inversa,
el enfermo mental, incluido el psicótico, que recibe un tratamiento correcto
y a tiempo, conserva intactas sus oportunidades de retornar a una situa-
ción de normalidad.

Asimismo, si bien se observan aspectos esquizo-paranoides en la persona-


lidad de Raskolnikov, también existen aspectos narcisistas. Es bien sabido
que las personalidades narcisistas se conducen con la certeza de ser mejor
y superiores a los demás y de poseer una mente brillante y más creativa
que los otros. Sin embargo, en el interior de estas personas se encuentra
una devaluación muy profunda por la desilusión del objeto parental, del
cual se esperaba algo más o, por lo menos, algo más realista y convincente
que protegiera con actos de genuina calidez y certidumbre al niño. Rasko-
lnikov no sólo se extermina a sí mismo, sino el demonio, es decir, el objeto
parental-demonio que desde adentro lo obliga a matar lo que proyecta de
sí mismo en los demás. En un nivel profundo mató a la madre.

Es conveniente considerar que la recuperación de la persona narcisista de-


pende del grado en que es capaz de reconocer su relación con el que le
ayuda, que representa a la madre nutricia. Es importante que sepa que está
separado de quien ayuda, que puede tolerar la frustración y que posee la
capacidad para elaborar los elementos de la posición depresiva. El perso-

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 97

naje de Sonia representa a esa madre nutricia de Raskolnikov. Es impor-


tante señalar que un buen pronóstico habla de que ciertas personalidades
narcisistas tienen parte de su personalidad dirigida al objeto, menos nar-
cisista y más normal y la mejoría tiene que ser medida en términos de la
integración de la parte narcisista de su personalidad con esta parte sana.
Es decir, llegar a la integración y a la elaboración de las fantasías y actos
destructivos, considerando la posibilidad de reparación. Hay pacientes
que tienen éxito en sus esfuerzos contra la omnipotencia narcisista y este
aspecto brinda al terapeuta esperanzas como analista, para continuar (Ro-
senfeld, 1988) en los problemas clínicos y téoricos del narcisismo.

Justificación del crimen

En Crimen y castigo, Petrovich, el Juez de Instrucción, para su pesquisa


retoma un artículo escrito y publicado por Raskolnikov:

Recuerdo que analizaba el estado de ánimo de un asesino durante la eje-


cución de su crimen. En efecto; y sostenía con insistencia que la ejecución
del crimen se halla siempre acompañada de un estado mórbido. Es un
punto de vista original, muy original, pero en realidad no fue esta parte la
que me interesó. Al finalizar desliza usted cierta idea, a la que, por desgra-
cia, alude en forma vaga. Si lo recuerda, se ve apuntar la tesis de que en el
mundo existen ciertos seres que pueden...; es decir, no sólo pueden, sino
que tienen absoluto derecho a cometer toda suerte de acciones deshonro-
sas y crímenes, y para los cuales la ley no existe.

Raskolnikov esbozó una sonrisa al oír aquella interpretación arbitraria y


pérfida de su pensamiento. (Dostoievski, 1866/1981: 163)

Considerando lo que dice Rosenfeld (1988) de que el paciente narcisista


sostiene de manera ostensible que posee un pecho superior y a veces más
creador, que le da mejor análisis y alimentos del que puede producir la
madre-analista, un cuidadoso análisis revela que esta posesión valorada
en alto grado representa sus propias heces, las que han sido siempre muy
idealizadas, hecho cuidadosamente disimulado por el paciente. El desen-
mascaramiento de la situación es esencial si aún no han sido establecidas

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98 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

las verdaderas relaciones de objeto externas e internas, aunque pueda tem-


poralmente llevar al paciente a la decepción.

¿Cómo? ¿Qué? ¿El derecho al crimen? ¿No sería acaso, como consecuen-
cia de la “influencia del medio”? –inquirió Razumikin con una especie de
espanto–.

No, no es eso –terció Porfirio Petrovich–. La cuestión consiste en que, en


su artículo, los hombres están divididos en “ordinarios” y “extraordina-
rios”. Los primeros deben vivir en la obediencia, y no tienen derecho a
transgredir las leyes, mientras que los segundos tienen derecho a cometer
todos los crímenes y violar cualquier ley, precisamente porque son “hom-
bres extraordinarios”. Esa es su proposición, si no me engaño. (ibid)

De este nuevo modo de concebir la estructura de la mente y la dinámica


entre objetos internos y partes del self (sí mismo) partirá el pensamiento de
Rosenfeld (1988) y su modo de analizar e interpretar, sobre el narcisismo, en-
tendido como una organización de la personalidad perversa y destructiva.

Pero ¿Cómo? ¿Es posible que sea así? –gruñó Razumikin–.

Raskolnikov sonrió de nuevo con sarcasmo. Había comprendido de inme-


diato a dónde querían llegar y lo que pretendían arrancarle; recordaba su
artículo. Se vio obligado a aceptar el desafío. (ibid)

El rasgo sobresaliente en estos casos es la actitud hacia la autoridad que


representa al Superyo. Esta hostilidad se basa en una supuesta seguridad
de sí mismo y una sobreestimación de la propia persona del paciente, que
surgen de la regresión narcisista (Fenichel, 1988).

Le contesta Raskolnikov a Petrovich:

No es eso, de ningún modo –comenzó con sencillez y casi con modestia–.


Confieso que ha expuesto poco más o menos con fidelidad mi pensamien-
to; digamos, si quiere, que lo ha expuesto con entera fidelidad –pronunció
estas palabras con evidente satisfacción–. Toda la diferencia consiste en
que yo no insisto en forma alguna en que los individuos extraordinarios

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 99

deban cometer en cualquier ocasión toda clase de actos deshonestos, como


ustedes pretenden. Creo que la censura no hubiera tolerado un artículo
redactado en esos términos. Simplemente, he puesto de manifiesto que el
hombre “extraordinario” tiene el derecho, no oficialmente, sino por sí mis-
mo de autorizar a su conciencia a franquear... ciertos obstáculos, y sólo en
el caso que se lo exija la realización de su idea, de la que puede depender
a veces la salvación del género humano. Pretende usted que mi artículo
carece de claridad; estoy dispuesto a explicárselo en la medida de lo po-
sible. No me engaño, sin duda, al suponer que tal es su deseo, según las
apariencias. Bien; estoy a sus órdenes. (ibid)

Dice Meltzer (1994) que en el paciente narcisista se da una politización del


pensamiento y una polarización del sentido de identidad. Queda abierto
el camino para perderse por el misticismo, por el nihilismo y por las uto-
pías, ya que la imaginación emotiva no pone barreras, aunque se mantiene
dentro del ilimitado campo de batalla de las opiniones. Cuando estos indi-
viduos se politizan o se inclinan hacia cultos religiosos, resultan fanáticos.
Debido a que este aspecto de tanta notoriedad no lleva al ostracismo sino
con frecuencia a ser admirados, sólo la caída en una crisis de enfermedad
mental o física les pone barreras.

La actitud hostil es racionalizada, de acuerdo con la tendencia paranoide


a la sistematización. La proyección, una vez más, ni aparece ni falta, sino
que se produce en un terreno en que se encuentra con la realidad a mitad
del camino, Fenichel (1988) a su vez, comenta que el narcisista inteligente a
menudo usa la reflexión intelectual para estar de acuerdo verbalmente con
lo dicho, pero priva rápidamente de vida y significación y solamente deja
palabras sin sentido (Rosenfeld, 1988).

La obra entera del gran escritor ruso gira alrededor de dos ideas fundamen-
tales: la transgresión de las leyes morales y sociales, basada en el supuesto
de la libertad humana y el sometimiento posterior e inevitable a dichas
leyes, dramática consecuencia de la negación de esa misma libertad. En
Crimen y castigo, el protagonista Rodion Raskolnikov tiene un parentesco
con los cismáticos, disidentes o escisionistas occidentales del siglo XIX y se
considera que, en el actual siglo XXI, muchos jóvenes y adultos muestran
estas características anteriormente descritas.

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100 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

A su vez, dice Meltzer (1994) que es necesario no sólo que los padres re-
cuerden al niño como en sus mejores tiempos, sino que sean capaces de ver
la desesperación de los dejados atrás, a pesar de su fachada de jactancia,
desdén y provocación, haciendo posible reconocer que la persona es dife-
rente de cómo era en épocas anteriores, no sólo en sus cualidades mentales,
sino también con respecto al mundo que habita. Se pueden ver alteraciones
parecidas en el refugiado político que no puede liberarse de su pesadilla.

Raskolnikov estaba solo y ni su madre ni su hermana podían darse cuenta


de lo que le pasaba. El padre menos, pues no se nombraba siquiera. ¿Cómo
podían darse cuenta, si Raskolnikov no pedía ayuda?, su propia enferme-
dad le impedía ser consciente de lo que le estaba pasando.

El delirio, psicodinamia y reparación en Raskolnikov

Comenta Freud (1900/1981) al respecto del delirio:

... aun los delirios de los que sufren estados confusionales están provis-
tos de sentido y sólo por sus omisiones se vuelven incomprensibles para
nosotros. He podido convencerme de esto cada vez que se me ofreció la
oportunidad de observarlos. Los delirios son obra de la censura que ya
no se toma el trabajo de encubrir su reinado y que en vez de cooperar en
una remodelación que ya no sea chocante, elimina sin miramientos todo
aquello que suscita su veto, con lo cual lo que resta se vuelve incoherente.
Esta censura procede de manera en un todo análoga a la censura rusa de
los periódicos en la frontera: velando por los lectores, sólo deja llegar a sus
manos los periódicos extranjeros cruzados por tachaduras en negro (p. 523).

Por otro lado, consideremos la explicación psicoanalítica de Fenichel (1988)


sobre los delirios. Éstos tienen una estructura similar a la de las alucinacio-
nes. Son juicios equivocados de la realidad, que se basan en la proyección.
Mientras los elementos de las alucinaciones se reducen a sensaciones per-
ceptivas, los delirios se hallan estructurados sobre ideas más complicadas
y sistematizadas. Tal como las alucinaciones pertenecen a veces al tipo de
realización de deseos, la mayor parte de las veces son penosos y atemo-

sintonia y distonia.indb 100 10/01/2007 08:50:37 a.m.


Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 101

rizantes. Si bien son intento de reemplazar las porciones perdidas de la


realidad, contienen a menudo elementos de la realidad repudiada.
Al respecto se señalan algunos extractos que muestran lo anterior en Cri-
men y castigo:

Cuando llegó era casi de noche, hacía seis horas largas que deambulaba.
En qué forma y por qué camino llegó, no habría sabido decirlo. Después
de desnudarse temblando como un azogado, tendióse sobre el diván y, en-
volviéndose con el abrigo, poco tardó en quedar sumido en un profundo
sueño.

Un fuerte alarido le despertó; la oscuridad era completa. Al alarido si-


guió un estruendo infernal, rugidos, sollozos, rechinar de dientes, golpes
y maldiciones. Jamás hubiera podido imaginar parecido salvajismo y fero-
cidad tan inaudita. Presa del espanto, incorporóse a medias; sintió que su
corazón se detenía y que esa tortura aumentaba de segundo en segundo.
Los golpes, los sollozos y las invectivas hacíanse cada vez más fuertes.
Con gran estupor reconoció de pronto la voz de su patrona; chillaba, ge-
mía e imploraba con voz desgarradora, entrecortada y tan rápida que no
le era posible descifrar lo que decía; probablemente suplicaba que cesaran
de maltratarla, pues la molían a golpes en la escalera. La voz de quien la
golpeaba estaba tan cargada de ira que se transformaba en una especie de
sonido ronco; el brutal personaje vociferaba, asimismo, frases ininteligi-
bles. (Dostoievski, 1866/1981, p. 73)

Mancia (1989) considera como epistemología la teoría de Bion, ya que ve


desarrollarse la mente sobre la base de la adquisición de conocimientos
sobre sí misma y sobre sus objetos internos y externos. Pero Bion ha po-
dido dar un paso más con respecto a Klein aplicando los descubrimien-
tos fundamentales de ésta –en primer lugar, la escisión y la identificación
proyectiva– a funciones mentales determinadas, como el sueño y como
defensas propias de la fase esquizo-paranoide. Así llevó a cabo y consoli-
dó una revolución que Klein había iniciado al sustituir el modelo hidro-
dinámico freudiano de la interpretación de los sueños, relacionado con
el deseo y con la traducción de un lenguaje simbólico manifiesto, a un
modelo que podríamos llamar teológico en el que el sueño representa la
voluntad de los dioses, esto es, de esas figuras parentales que, depositadas

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102 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

como objetos internos, adquieren valor sacro para la realidad psíquica del
individuo.

De súbito Raskolnikov se estremeció al reconocer por fin aquella voz; era


la de Ilia Petrovich. ¡Ilia Petrovich está abajo y castiga brutalmente a la
patrona! ¡La muele a golpes y puntapiés y le golpea la cabeza contra los
escalones! ¡Es fácil adivinarlo por sus gritos y su llanto! ¿Qué ocurrirá?
¿Estará loco todo el mundo? (p. 74).

El concepto de narcisismo, por ejemplo, ha sufrido una profunda revisión,


al adaptarse al proceso que afecta a la organización de la personalidad y
el modo que ésta tiene de relacionarse con la realidad y el mundo. Toda la
fenomenología del narcisismo emerge en la vida cotidiana y en la trans-
ferencia, como forma de relación con los otros, donde se observa cómo
las partes infantiles de la personalidad tienen un equilibrio entre sí en la
realidad psíquica, en cuanto a competencia o en abierto conflicto con esas
figuras parentales que son los verdaderos dioses del mundo interno y que
se observa en el personaje Raskolnikov.

... Los vecinos de todos los pisos se agolpaban en las escaleras y se oían
exclamaciones y excitados comentarios; otros bajaban o subían, abrían y
cerraban las puertas… ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo es posible? ¿Qué
habrá pasado entre esa mujer y el ayudante del comisario? Creía volver-
se loco, pero los gritos y los lamentos no dejaban lugar a dudas...Será
por lo de ayer... Entonces van a subir luego aquí... ¡Señor! (Dostoievski,
1861/1981, p. 74)

Pretendió levantarse para atrancar la puerta, pero en vano... las fuerzas le


faltaban por completo. Un frío glacial penetró en todo su ser y creyó llega-
do su último minuto.... Poco a poco aquel infernal griterío fue decrecien-
do... La patrona gemía y suspiraba. Ilia Petrovich continuaba amenazán-
dola y cubriéndola de invectivas. Por fin dejó de oírse...La patrona se alejó
también, sollozando y quejándose... La puerta de su habitación cerróse
con estrépito; los vecinos continuaron sus animados comentarios, interpe-
lándose entre sí, a veces a gritos, a veces a media voz, hasta convertirla en
un murmullo. Debían de ser muchos, todos los que vivían en el edificio o
poco menos...

sintonia y distonia.indb 102 10/01/2007 08:50:37 a.m.


Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 103

¡Dios mío! ¡Será posible? ¿Por qué habrá venido aquí?

Completamente agotado, dejóse caer en el diván, pero sin poder cerrar


los ojos; quedó largo rato extendido, presa de horrible sufrimiento y con
los sentidos embotados por indecible terror. De pronto viva luz iluminó la
habitación: Anastasia entraba con una vela encendida; le traía un plato de
sopa. Le miró con atención, y, al verle despierto, colocó la vela en la mesa,
comenzando a disponer lo que traía; pan, sal, un plato, una cuchara (p. 74).

Desde ayer que no comes... Has estado amodorrado todo el día y tienes
una fiebre de caballo...

Anastasia, ¿por qué le han pegado a la patrona?

¿Quién le pegó? ¿Cuándo? (p. 74).

Crisis psicóticas en sujetos borderline o francamente psicóticos muestran


a menudo una falla de distinción entre sueño y vigilia, entre alucinación,
delirio y sueño, y el sueño mismo puede ser vivido como un acontecimien-
to concreto y real. Los elementos beta, según la conceptualización bioniana
(Meltzer, 1987) se vuelven entonces dominantes en la mente de estos pa-
cientes y son proyectados, a menudo fragmentados en objetos externos, que
se convierten en raros o persecutorios o son manifestados en el sueño.

Hace poco, una media hora... Ilia Petrovich, el ayudante del comisario de
policía, en la escalera... ¿Por qué razón la ha maltratado de ese modo? Y...
¿Por qué vino a esta casa? (p. 74)

Anastasia lo examinó un buen rato, con las cejas fruncidas y en silencio. El


joven sintió cierto malestar, y hasta un poco de miedo.

Anastasia..., ¿por qué no hablas? –interrogó por fin con voz trémula y débil–.

Es la sangre... –murmuró la sirvienta como si hablara consigo misma–.

¿La sangre? ¿Qué sangre? –balbuceó Raskolnikov, pálido como muerto–.

Nadie le pegó a la patrona –replicó Anastasia con tranquilidad–.

sintonia y distonia.indb 103 10/01/2007 08:50:38 a.m.


104 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Él la miró respirando apenas. – Yo mismo lo oí..., no dormía..., estaba sen-


tado –articuló con mayor timidez todavía–. Escuché mucho tiempo... El
ayudante del comisario estaba en la escalera... Todos los vecinos salieron
para ver qué ocurría.

No ha venido nadie. Es la sangre que habla por ti. Cuando no tiene salida
y llena el hígado, hace ver visiones... Vas a comer un poco, ¿no?

Raskolnikov no respondió. Anastasia, siempre junto a él, no hablaba, mi-


rándolo con detenimiento.

Dame de beber, Anastasia.

La sirvienta bajó para volver a los pocos minutos con una jarrita de arcilla
blanca, llena de agua; pero Raskolnikov no recordó lo que sucedió des-
pués. Supo solamente que bebió un sorbo de agua fría y derramó el conte-
nido de la jarra sobre su pecho, perdiendo de inmediato el conocimiento.
(p. 74)

Sin embargo, no perdió por completo el sentido durante todo el tiempo


que duró su enfermedad. Era un estado febril, acompañado de delirio y
semiinconsciencia. Más tarde recordó muchas cosas; en ocasiones parecía-
le que multitud de personas estaban reunidas a su alrededor, queriendo
apoderarse de él y llevarlo a alguna parte; discutían con respecto a él y se
peleaban. Otras veces se veía solo en su cuarto: todos se habían ido, le te-
nían miedo y de tanto en tanto entreabrían la puerta para mirarle, hacerle
gestos amenazadores y mantener prolongados conciliábulos, burlándose
de él y excitando su cólera.

Recordaba haber visto a Anastasia en repetidas oportunidades junto a su


cabecera y también notó a un hombre que debía serle bien conocido, pero
al que no le era posible identificar, lo que le causaba tal mortificación que
hasta le arrancaba lágrimas. En ciertos momentos creía hallarse en cama
desde hacía un mes; otras veces le parecía que todo había ocurrido en el
mismo día. Pero aquello, aquello se había borrado por entero de su me-
moria; por el contrario, recordaba a cada instante que olvidaba algo que
no debía ser olvidado. Su alma desgarrábase atormentada; suspiraba, se

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 105

sentía arrebatado por la ira o presa de indescriptible espanto. Entonces,


incorporado en el diván, quería huir, pero siempre alguien lo retenía por
la fuerza, volviendo a caer en la inconsciencia... (p.75).

Comenta Mancia (1989) que con las fases arcaicas del desarrollo humano que
están representadas en el sueño se enlazan todos los restos del sueño, inclu-
so los “fuertemente malvados y licenciosamente sexuales, los cuales han he-
cho necesaria la censura y la deformación onírica”. A favor de esta hipótesis,
Freud aporta una serie de consideraciones basadas en los afectos a menudo
ambiguos y ambivalentes que regulan las relaciones de la primera infancia,
en especial con los padres del mismo sexo y con los hermanos... “Así, pues,
si detrás de nuestros sueños deformados, hallamos todas estas pulsiones de
deseos perversos, eso significa solamente que el sueño ha cumplido también
en este campo el camino de retroceso a la condición infantil. La maldad del
sueño, sobre la que tanto insisten poetas y escritores en la Edad Media, no es
sino la maldad que hay en nosotros como rasgo inicial primitivo e infantil de
la vida psíquica que encontramos operante en el niño”.

Klein (1973) al hablar de las funciones del sueño, identifica las distintas fases
por las que pasa el desarrollo de la mente, tal y como puede ser vista en la
transferencia. Los objetos internos se convierten entonces en los protagonistas
absolutos de este teatro, centrado en el mundo interno y en las figuras paren-
tales que en él están depositadas: dioses y diablos de nuestro universo men-
tal. Este modelo brindó a Klein la posibilidad de utilizar en el trabajo de los
sueños interpretaciones directas en la transferencia y elaborar instrumentos
más concretos para enfocar y mostrar al paciente las ansiedades persecutorias
y depresivas presentes en el sueño, las posibles modalidades defensivas, los
sentimientos primarios como la envidia y los celos, los afectos fundamentales
del odio y el amor, los temores y los sentimientos de culpa ligados con las fan-
tasías de ataque y destrucción de las figuras parentales. Además, el poder de
reconocer en el sueño las mismas modalidades y los mismos problemas que
caracterizan el desarrollo de la mente, en particular, la escisión, la negación y
la identificación proyectiva, dio a Klein la clave para interpretar los aspectos
centrales de la transferencia de sus pacientes, adultos y niños.

Asimismo, es importante señalar que otro de los aspectos freudianos es que


la angustia es el directo contrario del deseo, por otra parte, los contrarios

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106 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

coinciden en el inconsciente y también el castigo es un cumplimiento de de-


seo, el de la otra persona que ejerce la censura... Se lleva a cabo una interro-
gación: ¿Por qué siempre y solamente un deseo, o a lo sumo su contrario?

A la pregunta, Freud (1900) responde que el sueño puede ser: amonestación,


propósito o preparación, pero a pesar de todo sigue siendo siempre el cum-
plimiento de un deseo inconsciente que ha sido traducido a la forma expresi-
va más arcaica y remodelado de este modo (citado por Mancia, 1989: 58).

Por lo que observamos, muchos de estos elementos se llevan a cabo en el


delirio y otros elementos en la alucinación.

Interpretación de la alucinación y el delirio

Considerando pasajes del delirio en la obra, éste puede observarse cuando dice
Raskolkinov: “¿Será por lo de ayer... entonces van a subir luego aquí... ¡Señor!”

Esta parte corresponde al resto diurno que va a destapar el delirio de per-


secución, a través del desplazamiento y la condensación. A Raskolnikov
lo habían llamado de la Comisaría unos días antes porque le debía rentas
atrasadas a su patrona, la cual lo había acusado por el retraso, exigiéndole
su pronto pago mediante un pagaré. Cuando estaba ahí, vio y escuchó a
Ilia Petrovich, el ayudante del Comisario, dirigirse y maltratar, de una ma-
nera soez, petulante y devaluadora, a una prostituta que tenían detenida.

Como un intento de reemplazar las porciones perdidas de la realidad re-


pudiada, Raskolnikov construyó una alucinación y un delirio que enmas-
caraba el crimen cometido. En realidad, Raskolnikov no aceptaba que él
hubiera matado sin una razón justificada. Las exigencias de un Superyo
moralizante y castigador no se hicieron esperar y como en el sueño se cum-
plen deseos aunque éstos no siempre sean buenos, Rakolnikov se castigó
de manera aterradora cumpliendo así un deseo negativo.

En cuanto al tipo de delirio litigante, su carácter narcisista es evidente, co-


menta Fenichel (1988) que estos pacientes consideran la demostración para
los demás de su inocencia e integridad, como la cosa más importante del

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 107

mundo. Puesto que esta demostración no se lleva a cabo a través de con-


flictos con tribunales y autoridades, es razonable suponer que en este tipo
de delirio, tal como en los delirios de referencia, hay una proyección del
Superyo, especialmente en sus aspectos de crítica y de castigo.

A través de su delirio, de una manera enmascarada, reescenificó el momen-


to en que él mató a la usurera a hachazos. En la identificación proyectiva
él era Ilia Petrovich, el ayudante del Comisario y su patrona, la usurera
(Lizaveta) cuando él escuchó que Ilia P. golpeó la cabeza de su patrona
contra los escalones, las súplicas y los sollozos que imploraba la patrona
son aquellos de la usurera que imploraba por su vida.

La expresión “estará loco todo el mundo” es un mensaje que él mismo se


dio al preguntarse: “¿Estaré volviéndome loco por no soportar tantas pre-
siones, por haber cometido ese crimen?”

Identificado proyectivamente con Ilia Petrovich, escuchaba y recreaba en


su alucinación y delirio: ira, estruendos infernales y rugidos, situación pa-
recida a la del crimen que cometió.

Mediante la negación, él, Raskolnikov, jamás hubiera podido imaginar pa-


recido salvajismo y ferocidad de sí mismo, pero su alucinación y su delirio,
mediante la identificación proyectiva, lo confrontó. El Superyo, esa instan-
cia moralizante y castigadora y su estructura de personalidad narcisista,
que lo hizo escribir y sustentar una “filosofía” sobre los seres superiores y
los inferiores, también lo llevó a concientizar mediante su delirio que él no
era superior sino inferior. Él era el maltratado, vituperado y humillado.

Psicodinamia, restos diurnos y pasajes que se conectan con el delirio

Sonia dijo: ¡Y mató..., mató!

Y Raskólnikov respondió: –Pero, ¿Cómo maté? ¿Acaso se mata así? ¿Se


proc de como yo lo hice? Algún día te lo contaré... ¿Maté a esa vieja in-
fame? ¡No, me maté yo mismo, no a la vieja! ¡Me exterminé irremisible-
mente! En cuanto a la vieja, la asesinó el demonio y no yo... ¡Basta, Sonia!
¡Basta, basta, basta! ¡Déjame!

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108 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Raskolnikov lleva a cabo la voluntad de los dioses y demonios. Cuando Ras-


kolnikov dice: “la asesinó el demonio y no yo”, Raskolnikov niega y escinde
una parte de su personalidad que le permite defenderse del dolor de sa-
berse un criminal.

En un plano más profundo: ¿A quién más mató Raskolnikov?

Si los objetos parentales son esos dioses y demonios, desde la perspectiva


kleiniana, Raskolnikov obedeciendo la voluntad de esos demonios mató a
ese padre y a esa madre internalizadas y es cuando se convierte en parrici-
da y es cuando Dostoiesvki vuelve, sin darse cuenta, a retomar el parrrici-
dio que había novelado anteriormente en Los hermanos Karamazov.

La usurera Aliona Ivanovna (Lizaveta) representaba, en la distorsión de


Raskolnikov, a ese padre distante y ausente que no los proveyó de lo nece-
sario para subsistir, ni a él, ni a su madre ni a su hermana. O a esa madre
o hermana con las que Raskolnikov se sentía en la obligación de sacar ade-
lante, cuando él no podía ni consigo mismo. La acumulación del dinero
de la usurera le representaba todas las carencias que ellos tenían y que si
estuviera ese padre, él no hubiera ni empeñado sus escasas pertenencias de
valor ni hubiera renunciado a sus estudios.

El padre ausente

Al no hablar de alguien es que existe. Y Dostoievski no ocupa su pluma


para describir al padre de Raskolnikov. ¿Por qué? Porque es tanto el dolor
de la ausencia que se reprime lo que tanto se necesita y mejor no se habla de
él. Dostoievski, a través de Raskolnikov, se describe como un huérfano de
padre, parricida por fantasía, creación literaria y por olvido. Pero el mundo
interior sí registra la carencia y si no es reflexionada se lleva al acto.

Raskolnikov puede, omnipotentemente, considerar a los seres humanos en


ordinarios y extraordinarios porque no hay una realidad interna y externa
que imponga un padre.

Al respecto, González Núñez (2002) comenta que la transmisión de la mas-


culinidad, necesariamente, es intersubjetiva, puesto que el padre la adquirió

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Distonía-sintonía en la novela Crimen y castigo de F. Dostoievski 109

de su propio padre y en una relación interpersonal directa o indirecta que


va a ser transmitida al hijo. Es el dador de límites externos que pueden im-
plicar normas y leyes pero que también son sentimientos y su propia visión
inconsciente del mundo.

Escribe Phillips (1981):

La miseria y el sufrimiento constituyen el fondo permanente de la novela


y son causa directa del error de juicio de Raskonikov, que elige el camino
de la rebelión individual. Dostoievski es de los Lúzhin, de los ofensores
y no de los ofendidos y esta situación no tiene para él salida. Todos sus
rebeldes buscan una puerta falsa: el nihilismo o, en el mejor de los casos,
el anarquismo (Dostoievski, 1866/1981: p.xv).

Lo mencionado por Phillips no sólo se puede ver desde una perspectiva,


tiene una faceta que va más allá de lo social, este nihilista o anarquista es el
personaje de Raskolnikov o Dostoievski literato que se sienten huérfanos,
sin padre, sin reglas y sin leyes que los guíen. Pero esta puerta falsa sí tiene
salida, cuando a través de Raskolnikov, Dostoievski nos lleva a la reden-
ción, para la literatura y a la reparación para el psicoanálisis.

Los conflictos que giran alrededor del sentimiento de culpa pueden repre-
sentar, en última instancia, viejos conflictos con el padre, y las autoridades
son combatidas de la misma manera en que el padre fue (o no fue) comba-
tido en la infancia (Fenichel, 1988).

Por otro lado, este delirio y alucinación, a la vez, ya es parte de su castigo. Casi
volverse loco es una manera de negar la realidad de lo que hizo, pero al mismo
tiempo, al delirar y alucinar busca encontrar el camino que lo lleve de regreso, es
decir, a encontrarse y reparar el daño hecho. Necesita ser castigado y de acuer-
do a la ley del Talión, es de una manera brutal como Raskolnikov asesinó.

La reparación en Raskolnikov

En cuanto a la reparación, Raskolnikov tuvo que pasar por una serie de


situaciones sumamente dolorosas para tener el valor consciente de entre-
garse. Su delirio y alucinación ya se lo estaban anunciando.

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110 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

A continuación se señalan unos fragmentos que se refieren a este proceso


psíquico de integración; es decir, se da un trabajo que lleva de la fase esqui-
zo-paranoide a la posición depresiva, la cual se caracteriza por su repara-
ción y bondad hacia los objetos dañados o destruidos:

De improviso, sin que Raskolnikov se diera cuenta de lo que ocurría, un


impulso irresistible le obligó a posternarse ante la joven y a llorar abrazado
a sus rodillas. En el primer momento Sonia experimentó gran temor y su
rostro se cubrió de palidez mortal. Lo contempló sobresaltada y temblo-
rosa, pero en el mismo instante, en un abrir y cerrar de ojos, comprendió
todo. Sus ojos brillaron con una luz de infinita felicidad; había compren-
dido, sin lugar a dudas, que la amaba, que la amaba con todas las fuerzas
de su corazón y de su alma, que por fin había llegado aquella hora...

Ambos quisieron hablar, pero no les fue posible. Sus ojos se llenaban de
lágrimas y estaban pálidos y deshechos, mas en sus rostros demacrados
resplandecía el amanecer de un nuevo porvenir, de una completa resurrec-
ción a la vida. El amor los había hecho renacer y sus corazones encerraban
una fuente inagotable de vida para el otro. Resolvieron esperar y tener pa-
ciencia. Debían permanecer otros siete años en Siberia y hasta que hubieran
transcurrido, ¡Cuántos sufrimientos intolerables y qué infinita felicidad!

Pero Raskolnikov había resucitado, le constaba y lo sentía con todo su ser re-
generado... La vida reemplazaba a la dialéctica y algo por entero distinto se
elaboraba en el fondo de su conciencia. Bajo su almohada tenía el Evangelio
que habíale facilitado Sonia. Era el mismo ejemplar en que ella había leído
el pasaje de la resurrección de Lázaro... La historia de la lenta renovación de
un hombre, de su regeneración progresiva, de su paso gradual de una vida a
otra, de su ascensión a una nueva realidad desconocida para él (Dostoievski,
1866/1981: p. 331).

Las ansiedades persecutorias y depresivas presentes en su alucinación y


en su delirio, los sentimientos y los afectos fundamentales de odio, los te-
mores y los sentimientos de culpa ligados con las fantasías de ataque y
destrucción de las figuras parentales, se tornaban débiles. No sólo los años
en prisión serían parte de su reparación sino la elaboración de todos esos
afectos negativos bajo el dominio de una actitud positiva que lo llevaría al
cambio. Tardaría tiempo en resolverlo pero estaba en el camino.

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CONGRUENCIA ENTRE LOS VALORES
EXPLÍCITOS Y SU TRANSMISIÓN EN UNA
COMUNIDAD DE ADOLESCENTES

Dra. Patricia Rizo Morales


Mtra. Claudia Sotelo Arias

En este capítulo se mostrarán los aspectos que le dan mayor fuerza a la


transmisión de valores entre los adolescentes, partiendo de una investiga-
ción que se realizó a nivel preparatoria en una escuela particular dirigida
por religiosas. Se señalará la sintonía en el mundo intrapsíquico cuando se
logra interiorizar una jerarquía de valores vinculada con los valores pre-
dominantes en el medio familiar y escolar como un elemento esencial en
la integración de una personalidad sana, impulsada a la consecución de
metas y aspiraciones personales, lo cual a su vez facilitará la inserción en la
sociedad de manera adaptativa. Por el contrario, se verá que cuando hay
una desvinculación entre los valores explícitos y su práctica en la comuni-
dad, se presenta el fenómeno de la distonía, lo cual trae por consecuencia
una debilidad en la voluntad para lograr los propósitos y las metas en los
jóvenes.

El análisis de la valoración moral a nivel personal y social es importante


para el psicoanálisis porque representa la estructuración de las instancias
yoica y superyoica unidas al ideal del Yo, de tal manera que se logre la
unidad y armonía en el desarrollo psíquico. Asimismo facilita el autocono-
cimiento y la realización de las potencialidades, influye en la salud mental
al liberar energía para el esfuerzo productivo y la creatividad, ya que en
lugar de mantenerse sentimientos de culpa generalizados y angustiantes,
se van dirigiendo los esfuerzos hacia la reparación y la sublimación acor-
des con las partes integradas de la personalidad, con los auténticos códigos
morales y con las situaciones reales. En este mismo proceso se fortalece el

111

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112 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Yo lo suficiente como para ir persiguiendo objetivos, ideales y exigencias


del ideal del Yo, pudiéndose resolver el narcisismo normal maduro.

El cumplimiento de metas proporciona gratificaciones provenientes del ideal


del Yo, lo que incrementa la autoestima, el sentimiento de paz y tranquilidad y
abre la posibilidad para extender el afecto a los objetos externos y a sus repre-
sentaciones internalizadas. (Kernberg, 1975/1997: 282) expresa: “En general,
cuando aumenta la catectización narcisista, se produce un aumento paralelo
en la capacidad de amar y dar, de sentir y expresar gratitud, de preocuparse
por los demás, y en la capacidad de amor sexual, sublimación y creatividad”.

Desde el punto de vista estructural de la teoría freudiana, existen tres ins-


tancias intrapsíquicas que erigen la vida personal, son: el Ello, que repre-
senta las pulsiones libidinales o agresivas en busca de su descarga. El Yo,
como instancia mediadora entre el mundo interno y externo, aprende a
desempeñar las funciones necesarias para la interacción con el mundo ex-
terno, regido por el principio de realidad, a diferencia del Ello que se rige
por el principio del placer. El Superyo constituye la conciencia moral y se
rige por el principio del deber, producto de la interiorización de los precep-
tos paternos y maternos. Como instancia diferenciada, que forma parte del
Superyo, se encuentra el ideal del Yo, producto de la convergencia del nar-
cisismo infantil y de las identificaciones con los padres, con sus sustitutos
y con los ideales colectivos. Constituye un modelo al que el sujeto intenta
adecuarse y se refiere a los ideales de las personas, a sus valores y a sus
metas (González Núñez y Rodríguez, 2002: 407).

Desde la perspectiva intrapsíquica, la internalización exitosa de valores se


debe a la posibilidad de conciliar los intereses del Yo con los mandatos del
Superyo y las metas establecidas por el ideal del Yo. Por otro lado, también
depende de la autenticidad y de la congruencia entre los valores sociales y
personales, de tal manera que se logren establecer estilos de vida acordes
con los valores del grupo social y que éstos al mismo tiempo ayuden a con-
solidar una identidad individual y grupal. De esta manera se promueve la
cohesión social al sintonizar los principios sociales y los individuales.

Para lograr la internalización exitosa de los valores, se requiere de actos de


voluntad que muestren la integración armónica de pensamientos, valores,

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Congruencia entre los valores explícitos... 113

afectos, deseos y conductas. Un acto de voluntad no implica siempre que


las acciones que se quieren llevar a cabo tengan que ser las adecuadas, sino
que se logran realizar aquellas que concuerdan a la propia fuerza yoica.
Por lo tanto, la voluntad de cada individuo debe estar supeditada al Yo
para llevarlo a conseguir las metas deseadas y se convierte en un requisito
para poder cumplir las exigencias del ideal del Yo. Dicho ideal del Yo es un
modelo de adecuación que define la voluntad y por lo tanto, junto con el
Yo, ayuda a fijar ideales que darán dirección a la voluntad.

Para ejemplificar la interacción intrapsíquica e intersubjetiva en el proceso


de formación de la jerarquía de valores, se expone el valor de la fe, ya que
fue uno de los valores privilegiados en la comunidad investigada.

La fe es una convicción no basada en argumentos racionales que orienta el


pensamiento y la acción, también es:

• La seguridad que uno tiene en sí mismo o en otra persona.

• El ánimo, el aliento o el vigor para obrar.

• La seguridad con respecto a la integridad de otro.

Las alumnas lo expresan así:

No vas a encontrar un dato que te explique por qué dios es tres personas en
una, no hay explicaciones científicas, por eso es la fe, ninguna suma matemá-
tica te lo explica.

Esta es una manifestación de fe que desde el punto de vista psicoanalítico


parte de una lógica del inconsciente, en donde existe la seguridad de con-
tar con la presencia del padre y de la madre unida al hijo, como una triada
no explicada por argumentos racionales.

Para que se desarrolle la fe se requiere de un ambiente externo confiable,


particularmente se asienta en el sentimiento de confianza básica, que de
acuerdo a Erikson (1963/1993), aparece en el bebé como resultado del amor
y del cuidado que recibe de la madre, quien como objeto confiable, le trasmitirá

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114 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

al niño la seguridad de ser amado y protegido. A lo largo del crecimiento,


la fe se extiende al padre y se instituye cuando se cree en el amor incondi-
cional de los padres.

Alumna: “Crees en dios y eso te da esperanza, como que todo tiene un


fin y ya puedes hacer todo, sin la fe la vida no vale la pena, nada de lo
que hagas tiene caso. Como crees en dios, crees que lo que hagas va a ser
recompensado”.

Las gratificaciones que el bebé recibe lo tranquilizan, sus pulsiones pue-


den ser contenidas en una identificación con la madre contenedora, su Yo
empieza a fortalecerse, de tal manera que pueda ir tolerando cierto grado
de frustración. Esto se logra con la certeza de que la madre estará con él
permitiéndole alejarse sin excesiva ansiedad, convirtiéndose en un objeto
omnipresente, de tal manera que aun cuando físicamente no esté con él a
lo largo de la vida, permanecerá como un objeto interno bueno, capaz de
apaciguar y mantener la confianza. Este es el principio de la fe.

Alumna: “También hay veces que la confianza en ti necesita el apoyo de


los demás, pero como que hay muchos problemas externos, que aunque tú
quieras confiar, y tengas confianza en ti, necesitas el apoyo de los demás,
necesitas una persona que esté ahí, que igual no hable, que no estén todo el
tiempo juntos, pero que sepas que está ahí... Y hagas lo que hagas te van a
apoyar, si estás en un problema, te van a ayudar, y aunque sea una persona
externa que te diga: gracias por estar”.

La presencia del padre es primordial para dar fundamentos sólidos a la


fe, ya que abre un espacio. El padre es considerado en la familia como el
representante del mundo social y su estilo en la crianza, sus valores, sus
expectativas, su personalidad influirán en cómo encamina a sus hijos ado-
lescentes a lograr sus metas, lo que se muestra a través de la voluntad. Por
lo tanto, las expectativas del padre funcionan como un parámetro con base
en el cual el hijo buscará seguir metas y sentirse querido y apreciado por el
padre (González Núñez, Oñate y Cuevas, 1996).

Una vez que las bases de la fe se dan en la familia, la escuela tiene posibili-
dades de fortalecerla, de otra manera el éxito es limitado. Las condiciones

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Congruencia entre los valores explícitos... 115

que ayudan a fortalecer la fe son los mensajes claros, directos, congruentes.


En cambio, la fe se debilita con afectos negativos tales como los celos, la
envidia, la mentira, la hipocresía y la ira no controlada, pues estos senti-
mientos despiertan la desconfianza.

Algunos de los aspectos destacados como fortalecedores externos del valor


de la fe en la comunidad estudiantil son: darles reconocimiento a sus lo-
gros y destacar sus habilidades para que ellos mismos se descubran como
dignos de confianza, sustentarse como figuras confiables frente a ellos, dis-
puestos a dar apoyo y compañía en el proceso de desarrollo y sobre todo
mantener una congruencia entre la conducta y los principios que se tratan
de inculcar. Así lo expresan las alumnas:

…que tu ideología concuerde con tu forma de ser porque hay muchas perso-
nas... que pueden matar a un perro, envenenar a un gato, bañar el coche de
junto... ¿cómo es posible que vayan todos los domingos a misa, y no concuer-
da su ideología, en este caso religiosa, con sus acciones? Yo creo que en esta
escuela lo que te inculcan, te lo demuestran.

En el mundo interno, los elementos que fortalecen la fe son: la capacidad


de establecer metas que le den sentido a la vida y la voluntad de seguir el
camino que conduce al logro por un lado y por el otro, la disposición para
mantener vínculos amorosos con personas significativas, sean familiares,
amigos o autoridades, pero en esta etapa es especialmente importante el
saber hacer amigos.

Alumna: Tener una meta, vivir para algo, eso ya es creer en algo.

Alumna: Yo creo que lo más difícil es ponerlo en práctica, ser concordante con tu
filosofía de vida.

Actualmente, sabemos que en los adolescentes prevalece un estado de apa-


tía y dificultad de relaciones afectivas permanentes, lo que se asocia con la
dificultad de mantener valores consistentes. En este sentido, la voluntad es
un elemento de constancia que reanima la fe y la esperanza de llegar a las
metas, ya que implica un esfuerzo para encontrar y mantener sus relacio-
nes de objeto, es decir sus relaciones interpersonales. En esta etapa se desean

sintonia y distonia.indb 115 10/01/2007 08:50:39 a.m.


116 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

las cosas automáticas y fáciles; pero mantener una relación de objeto impli-
ca un esfuerzo de voluntad que consolide los valores y la fe en sí mismos,
es una motivación de la voluntad. Dicho de otra forma, es necesario elegir
y tener voluntad en la búsqueda de objetivos claros que motiven a tener
determinación en las acciones para llegar a buen término.

En cuanto al papel del Superyo en la interiorización de valores, éste se esta-


blece más o menos a los 5 años, impone sus reglas, exige y castiga cuando
no se cumplen. Sin embargo, la fe disminuye su severidad, ayuda a que el
Superyo sea más flexible para aceptar los errores propios y ajenos y para
perdonarlos, pues por debajo de éstos hay la convicción de la buena vo-
luntad subyacente en sí mismo y en los demás. La fe implica descubrirse
como digno de confianza y merecedor del amor y perdón de la madre y del
reconocimiento del padre.

La voluntad, como aspecto de identificación con el padre, colabora con el Su-


peryo para sentirse satisfecho de sí mismo, para elevar la autoestima y además,
es una fuente de autoprotección. Con estos elementos se genera una sensación
real de superación personal con base en el esfuerzo que ayuda a mantener
la congruencia entre los valores adquiridos y la voluntad. En consecuencia,
la autoestima aparece como recompensa por pensamientos o actos virtuosos
acordes con los deseos de los padres y que se concretan en la voluntad.

En cuanto al ideal del Yo, queda constituido de manera definitiva durante


la adolescencia, establece metas en la vida y va gratificando al Yo en la me-
dida en que las va logrando, lo cual a su vez mantiene la fe en sí mismo y
fortalece la voluntad para seguir adelante con proyectos de superación. La
búsqueda de la perfección del ideal del Yo se vuelve una función autónoma
de dirección y guía de la voluntad, cuyas metas se distinguen de los deseos
primitivos que tuvieron un papel en su formación, pues el ideal del Yo no
es una instancia de la ilusión, sino que sus metas se convierten en deman-
das internas con una dirección determinada para el Yo contando con la
fuerza de la voluntad. Estas nuevas demandas son realistas porque abren
el campo del conocimiento de la realidad interna y por tanto pueden con-
tribuir indirectamente a la relación con la realidad externa. En conclusión,
el ideal del Yo da estructura a las metas que conseguirá el Yo, siguiendo
necesariamente un adecuado desarrollo de la volición.

sintonia y distonia.indb 116 10/01/2007 08:50:39 a.m.


Congruencia entre los valores explícitos... 117

Así vemos que la consistencia entre las metas del ideal del Yo, las normas
del Superyo y la actuación del Yo producen una sensación de logro, las
personas se sienten mejor consigo mismas, y por tanto incrementan su fe y
confianza también en los demás.

La voluntad es la fe para querer algo, lo cual implica admitir o rechazar.


Consiste ante todo, en un acto intencional de inclinarse o dirigirse hacia
algo y en él interviene un factor determinante: la decisión, los valores, la
fe, la esperanza, etcétera. La voluntad como resolución también significa
saber lo que uno quiere o hacia dónde se dirige (Rojas, 2000). En ella hay
tres elementos asociados que la configuran y encierran en un todo:

Tendencia. Es el anhelo, aspiración, preferencia por algo. Es la previa re-


presentación de lo que se quiere llevar a cabo.

Determinación. Es la aclaración y esclarecimiento de lo que se quiere. Se


refiere a poder hacer una distinción, un análisis y una evaluación de la
meta pretendida.

Acción. Es la puesta en marcha de uno mismo en búsqueda de aquello que


se busca. Es el cumplimiento de las acciones útiles, adecuadas y eficaces
para llevar a cabo la idea elegida. Por lo tanto, la voluntad se completa con
la ejecución de la decisión; con la acción propiamente dicha.

La voluntad también implica desear y querer, dos conceptos que difieren


uno del otro. En primer término, desear es pretender algo desde el pun-
to de vista afectivo o sentimental pero que no deja huella, ya que pronto
decrece la ilusión que provoca en nosotros. Mientras que querer se refiere
a aspirar a algo anteponiendo la voluntad, con la capacidad de concretar
y sistematizar. Por lo tanto, el deseo se presenta en el plano emocional; el
querer en la voluntad; así que tener voluntad es tener determinación y fe.

Como todas las virtudes, la voluntad es susceptible de cultivo y se puede


acrecentar. Esto implica que el mundo interior, tomado desde fuera en for-
ma de identificación con el padre y con la madre, se ha convertido con el
tiempo en una fuerza independiente, que a su vez mediante la proyección,
influye y trata de alterar lo externo, de manera que es más estrecha su co-
rrespondencia con lo interno.

sintonia y distonia.indb 117 10/01/2007 08:50:39 a.m.


118 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

La madre es el primer sostén psíquico que le da sentido y motivación al


niño, en principio para sobrevivir y luego para autoprotegerse y sobre todo
para desarrollarse adecuadamente y llegar a tener éxito en la vida; por lo
tanto, la madre es la base de la voluntad, de la esperanza y de la fe.

Por su parte, el padre propone y ofrece metas a los hijos, motivación para
que puedan forjar destinos exitosos y sublimes. Por lo cual, la figura pater-
na es otro punto de partida, ya que es un estímulo a imitar o actúa como
protagonista, con quien los hijos varones se van a identificar. Adicional-
mente, les ofrece valores y metas espirituales, estéticas, religiosas, cientí-
ficas o de cualquier otro tipo. Por ello, el padre es la segunda fuente de
energía para la voluntad, la esperanza y la fe.

Para González Núñez (2001) los hermanos desde su posición de iguales se


ofrecen mutuo apoyo, compañía y guía. Si son mayores ofrecen a los me-
nores su experiencia para que su vida se desarrolle exitosamente. Así que
los hermanos también contribuyen a la construcción del proceso volitivo y
de las virtudes que prevalecen durante toda la vida.

Ampliando este proceder al ambiente estudiantil, los modelos de conduc-


ta del entorno se valoran como guía del comportamiento, los sentimien-
tos originalmente producidos por los padres y hermanos se desplazan en
los dirigentes, maestros y compañeros. En el proceso de integración de la
identidad, la interiorización de jerarquías de valores de la cultura en que se
vive es fundamental, ya que una resolución exitosa de la crisis adolescen-
te depende de la preservación del ideal del Yo que fue infundido por los
padres pero que no quedó integrado durante la infancia y que se fortalece
en la adolescencia al establecerse la propia identidad que comprende la
integración de las diferentes identificaciones de manera armoniosa.

Durante la etapa adolescente el Superyo recibe la influencia de otras perso-


nas que ocupan el lugar de los padres, como son los maestros, formadores,
o personajes admirados, pero de todas maneras queda determinado por
las identificaciones parentales, a pesar de que en esta etapa las normas
internalizadas de los padres se ven amenazadas con el descubrimiento
de sus limitaciones e imperfecciones, lo que puede llevarlos al rechazo de
sus enseñanzas y a oponerse a ser guiados por ellos. El adolescente puede

sintonia y distonia.indb 118 10/01/2007 08:50:39 a.m.


Congruencia entre los valores explícitos... 119

confundir la necesidad de irse separando de sus padres, con la renuncia a


conservar sus principios y guía. Su fe en ellos se debilita y esta fe debilitada
representa una herida narcisista. En contraste con lo anterior, la identifica-
ción con personas que piensan de manera similar les ayuda a integrarse
en actividades grupales que le den una salida positiva a su búsqueda de la
propia identidad de manera creativa. Por lo tanto, el colegio debe represen-
tar para los adolescentes un espacio alterno para salvar los obstáculos que
encuentran en su tarea del establecimiento de su identidad.

Alumna: “Yo creo que la iglesia tiene errores por estar formada por hom-
bres, pero de todas formas, lo que es un dogma, es un dogma y tienes que
creer, es algo más profundo, no es un estudio científico, es inspiración de
dios”.

En ocasiones, los ideales adolescentes no comprometidos pueden ser con-


fundidos con un ideal del Yo poderoso, como es el caso de la crítica social,
de las ideas del mundo perfecto, de la justicia, libertad, etc., y que se ori-
ginan en la ilusión infantil acerca de la perfección de los padres. En las
alumnas esta actitud se muestra en sus juicios severos sobre el proceder del
colegio y en la forma en que expresan verbal o preverbalmente su recrimi-
nación, sus quejas y sus demandas. Es común que las fallas de los padres
y de la escuela aparezcan magnificadas como insultos imperdonables, o
que se utilicen mecanismos tales como la racionalización y la intelectuali-
zación para aferrarse a principios de perfección inexistentes. Esto muestra
el difícil paso de desprendimiento del Yo ideal primitivo ligado a objetos
idealizados.

De chica me sentía muy confortable, la madre te abrazaba, eso se fue per-


diendo con el paso del tiempo, ahora no tengo la confianza de llegar con la
directora y contarle mis cosas. A mí me gustaría que todavía se diera aun-
que fuéramos más grandes, ese tipo de confianza, ese tipo de cercanía.

Antes estaba más unida la escuela, había más participación, hacían que
las niñas pensaran por ellas mismas. Ahora ha habido problemas, mucha
desunión... como que no hay comunicación, la primaria y la secundaria
se separaron, en vez de que las madres den las órdenes, las toma la mesa
directiva, pero de que le tengo cariño, eso sí.

sintonia y distonia.indb 119 10/01/2007 08:50:39 a.m.


120 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Como resultado de esta investigación se pueden extraer algunas conclu-


siones:

1. Los valores son un elemento de sintonía cuando no sólo están repre-


sentados en las ideas éticas de un ideario institucional, sino cuando
se reconocen como partes dinámicas en la vida de la comunidad,
enlazadas con presupuestos éticos racionales confiables y claros en
contraposición con la distonía que se presenta ante verdades a me-
dias, dobles mensajes, incongruencia e irracionalidad por parte de los
adultos, ya que esto provoca incredulidad, escepticismo, confusión
y pérdida de confianza en la veracidad y sinceridad de quienes los
guían, pues las incongruencias provocan inseguridad y regresión.

2. La congruencia entre los valores explícitos y su transmisión a los


adolescentes se basa en su práctica y en el hecho de que se les pre-
sentan de tal modo que proporcionen satisfacción a sus necesidades,
convirtiéndose así en una fuerza motivadora de vida. En cambio, si
se enseñan de modo abstracto, ajeno a sus necesidades y aspiracio-
nes o si las normas son excesivamente rígidas e irrazonables, es más
fácil que los rechacen o ignoren.

3. Los valores trasmitidos a los adolescentes logran su propósito en


la medida en que son reconfirmados en el mundo externo y así se
muestra cómo la fe, la esperanza, el amor, adquieren su pleno signi-
ficado en la práctica a través de la confianza, la constancia y el cuida-
do que se generan en la relación intersubjetiva.

4. Cuando en la familia y en la escuela se promueven los valores de una


manera yoica, subrayando el juicio de realidad entre lo posible y lo
imposible; lo peligroso y lo seguro; las consecuencias de los actos,
etc., los niños y jóvenes captan mejor lo que se les exige; de lo contra-
rio, cuando las experiencias y los valores promovidos divergen o se
enseñan sin vínculo con las acciones, la ética y sus normas dejan de
tener relevancia con las necesidades y hechos reales.

5. Hablamos de distonía en los valores cuando se percibe arbitrariedad


e irracionalidad en las normas familiares y escolares, lo que disminuye

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Congruencia entre los valores explícitos... 121

la voluntad para adecuar su conducta a las exigencias reales de ma-


nera inteligente, ya que se produce confusión en cuanto a la conve-
niencia de actuar virtuosamente.

6. Las oportunidades de convivencia y comunicación abierta son una


motivación para el ejercicio de los valores. La participación en las
actividades y decisiones que atañen a la comunidad estudiantil da
más consistencia al Yo en la realización de las expectativas del ideal
del Yo y promueven la voluntad del desempeño óptimo de las apti-
tudes.

7. En el ejemplo del valor de la fe que fue analizado aquí, hay que des-
tacar la importancia del padre en cuanto a que sus expectativas in-
fluyen en la voluntad de los hijos para lograr sus metas y al irlas
logrando se robustece la fe en sí mismos y en los padres, así como
también se fortalece la fe que el padre y la madre tienen en sus hijos
que van siendo capaces de lograr sus ideales y cumplir con sus ex-
pectativas.

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RUPTURA DE LA SINTONÍA AFECTIVA EN EL
ADOLESCENTE PSICOPÁTICO

Mtra. Violeta Farfán Márquez

En la actualidad el porcentaje de crímenes y delitos cometidos por adoles-


centes ha aumentado de manera desproporcionada.

Son adolescentes psicopáticos que tienen las siguientes características:

Relación con los padres

Frecuentemente los psicópatas provienen de hogares deshechos por el di-


vorcio de los padres o de matrimonios que están físicamente juntos, pero
no emocionalmente; las relaciones que mantienen los padres son poco es-
tables y se caracterizan por una distancia emocional, es decir, casi nunca
se dan muestras de afecto, en general se desarrollan en un clima de mucha
hostilidad. Por lo tanto, al niño se le dificulta tener una visión positiva del
matrimonio y del valor que tiene una familia.

La psicopatía se va desarrollando desde los primeros años de vida del niño.


El infante siente que su madre debe satisfacer todas sus necesidades de in-
mediato y cuando esto no sucede el niño llora o hace berrinche y la madre
intenta compensar la demora. Así, al llorar o reaccionar con un berrinche,
obtiene lo que desea y con esto aprende que lo importante es lograr lo que
se desea, sin importar el medio y no confía en que sus padres lo aman y que
harán lo posible por satisfacerlo. Siente que él tiene que buscar la manera
de obtener lo que necesita a cualquier precio, aunado a una deficiencia en

123

sintonia y distonia.indb 123 10/01/2007 08:50:39 a.m.


124 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

la educación que le imponen los padres, dándose así el inicio de la psicopa-


tía. Asimismo, los padres satisfacen algunas necesidades, pero descuidan
otras, provocando en el niño una falla en la confianza básica. A su vez, el
niño oscila entre sentirse querido y rechazado, ya que la actitud de los pa-
dres es ambivalente.

Se presenta un caso para ejemplificar lo anterior:

Erick es un adolescente de 17 años; proviene de una familia con tres her-


manas donde él es el primogénito. El clima familiar ha sido de indiferencia
y agresión. Su padre trabaja de lunes a domingo en un negocio de venta
de autopartes; su madre tiene otro negocio con las mismas características.
Los dos dedican todo su tiempo a los negocios y cada quien llega por sepa-
rado a su casa, de mal humor (reprendiéndo a los hijos verbalmente) y en
ocasiones han llegado a los golpes y el trato hacia ellos es de total indife-
rencia. Desde que Erick tiene uso de razón, sus padres duermen en camas
separadas, casi no se hablan y si lo hacen es para pelear. Él y sus hermanas
se tienen que encargar de cubrir sus necesidades. Erick dice: “en mi casa
cada quien se tiene que rascar con sus propias uñas, jamás hemos tenido
una convivencia familiar”.

Bajo control de impulsos

Los adolescentes psicópatas tienen fallas notables en el control de sus im-


pulsos, tanto sexuales como agresivos y aunque los impulsos se encuen-
tran mezclados en el proceso normal del desarrollo, la diferencia está en
que en el adolescente psicopático prevalece la agresión, presentando una
falla en el control de este impulso, una baja tolerancia a la frustración y a
la ansiedad, favoreciendo conductas impulsivas sin razón justificada, con
el objetivo de desaparecer cualquier indicio de ansiedad, lo que le da una
sensación y apariencia de no tener ansiedad ante situaciones de riesgo.
Sin embargo, cuando estos adolescentes no pueden realizar sus planes o
no obtienen lo que esperaban, la ansiedad se eleva considerablemente. La
relación sexual para este tipo de adolescentes es tan sólo una descarga im-
pulsiva y no implica establecer una relación emocional perdurable. Como
consecuencia de su baja tolerancia a la frustración, frecuentemente tienen

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Ruptura de la sintonía afectiva en el adolescente psicopático 125

explosiones de enojo y agresión que no pueden controlar, o bien adoptan


una postura pasivo-agresiva, son crueles, obstinados, poco amistosos, im-
pulsivos, desafiantes y violentos, provocando el rechazo por parte de la
sociedad.

Erick se dedica al robo de automóviles, entre otras infracciones que realiza


con violencia, menciona que para él es más fácil hacerlo con el chofer den-
tro del auto, cuando se encuentra en los altos y dice: “si se ponen difíciles
y colman mi paciencia les saco un arma y los aplaco”.

No tienen conciencia moral (laguna superyoica)

Son sujetos con graves fallas superyoicas: no tienen conciencia moral, un


sentido del deber ser, no presentan sentimientos de culpabilidad, la culpa
que sienten no es por el daño que puedan haberle hecho a alguien, sino
porque algo no les salió como lo planearon. Los padres de estos adoles-
centes les mandan mensajes de una doble moral, por la ambivalencia que
presentan en sus afectos y en sus juicios, provocando que el niño incorpore
de manera distorsionada las normas morales y la capacidad de juzgar lo
bueno y lo malo. Así pues, la estructura superyoica que adquieren tiene al-
teraciones importantes, especialmente en lo que respecta a la introyección
de normas morales, formándose el conflicto central del psicópata que se es-
tablece entre el Yo y el Superyo, entre la realidad y las normas morales, ya
que el Superyo no se desarrolla ni concuerda con las normas sociales, pero
tampoco se fomentan ideales yoicos que la realidad y la sociedad marcan,
y sus ideales se circunscriben sólo a la satisfacción inmediata de sus necesi-
dades, sin tomar en cuenta las relaciones con los que le rodean (González
Núñez, 2003).

Los padres de Erick venden autopartes robadas, pero esta actividad la rea-
lizan en forma encubierta, dicen que robar no es bueno, pero cuando Erick
lleva a su casa una televisión nueva, un aparato de sonido para su cuarto, o
trae más dinero del que debería, no se preocupan por averiguar de dónde
vienen esos objetos. Erick es un adolescente psicopático que roba, trafica
con droga y tiene relación con personas que falsifican los billetes, estafa
y hace daño a las personas, llegando inclusive al homicidio, sin embargo

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126 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

nunca presenta sentimientos de culpabilidad, porque en su escala de va-


lores robar no es malo. Termina exaltando la conducta delictiva como la
conducta buena, es decir, no, discrimina por las fallas que presenta en la
realidad y las normas morales.

No tienen conciencia de la realidad (laguna yoica)

No tienen una conciencia que les permita reconocer su conducta delictiva,


afirmando que no pueden pensar, y sentir o haber querido el realizarla.
No tienen la capacidad de reflexionar sobre las consecuencias de sus actos,
impidiéndoles prevenir los peligros, los problemas legales y la censura so-
cial.

Erick fue remitido al Consejo Tutelar de Menores por robo con lesiones, y
cuando se le confronta con lo que hizo, menciona que se le hizo fácil, que
no lo pensó, que nunca le había pasado, concluyendo al decir: “así es la
vida, no pasa nada”.

Relaciones objetales

La ambivalencia que el niño siente hacia los padres a quienes percibe


poco afectuosos, le provoca no sentirse querido, y que en el futuro las
relaciones sociales que establezca estarán matizadas por la frialdad y
la incapacidad para relaciones ser cargadas de afectos positivos y ge-
nuinos, puesto que se trata de individuos que sólo buscan su beneficio
inmediato sin importarles que para obtenerlo afecten los intereses de los
demás. Buscan satisfacer sus motivaciones y necesidades sin importarles
las reglas sociales o morales y su conducta se orienta a evitar el displacer
o la frustración que le ocasionaría no satisfacer alguna de sus necesi-
dades; eyectan de su conciencia la idea de otra persona existente en su
mundo interno y cosifican a las personas para mantener su equilibrio.
Todo vínculo emocional es atacado y destruido y la relación con el otro
pierde todo tipo de significado. Buscan interactuar con personas para
tratar de llenar el vacío interno que experimentan y así no sentirse solos,
pero estas relaciones sólo le van a funcionar en la medida que les sirvan

sintonia y distonia.indb 126 10/01/2007 08:50:40 a.m.


Ruptura de la sintonía afectiva en el adolescente psicopático 127

para conseguir sus fines. Por supuesto, en la edad adulta tienen serias
dificultades para mantener una relación de pareja. Cuando forman una
familia, los hijos son vistos como rivales y buscan satisfacción por medio
de ellos. La comunicación en la familia es superficial y poco afectuosa.
Los psicópatas viven con una constante sensación de vacío que algunas
veces intentan remediar con el alcohol y las drogas, siendo la adicción
una forma de buscar el afecto y la aceptación que creen que las personas
no les brindan y es una manera de olvidar las frustraciones y disminuir
la ansiedad.

Erick pertenece a diferentes grupos “banda”, con quienes se relaciona de-


pendiendo de lo que le interese en ese momento: ya sea narcotráfico, falsifi-
caciones, venta de autopartes, etc. Utiliza a las personas para satisfacer sus
fines y se olvida de ellas. Aunque dice ser muy popular entre hombres y
mujeres, cuando en realidad asiste a fiestas y “reventones” no tiene amigos
porque menciona que la amistad no existe.

Barrera contra estímulos

El aparato yoico de estos adolescentes presenta un alto umbral al dolor físi-


co y emocional y a los estímulos del exterior que pueden afectar su autoes-
tima. Es común en la historia de estos adolescentes haber sido objeto de
golpes y agresiones físicas y emocionales, presentando cicatrices y marcas
que les dan cierto poder. En la adolescencia, por su alto umbral al dolor se
exponen a situaciones peligrosas de daño físico que podrían librar, incluso
las buscan al hacerse tatuajes y perforaciones extrañas en su cuerpo, todo
esto debido a una falla sensoperceptual que tienen. No aprenden de la ex-
periencia, niegan la gravedad de los estímulos dolorosos, proyectando la
maldad en los demás.

Erick es un joven que presenta varias cicatrices, tatuajes y perforaciones en


su cuerpo. Es común que llegue golpeado o con heridas que no recuerda
dónde las adquirió, no le da importancia al dolor, pues vive anestesiado.
Puede pasar varias horas sin haber probado alimento y no registra la nece-
sidad de comer.

sintonia y distonia.indb 127 10/01/2007 08:50:40 a.m.


128 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Compulsión a la repetición

Los psicópatas tienen conflictos de lealtad, son inestables e irresponsables,


no sienten culpa ni se sienten arrepentidos y repiten constantemente sus
conductas aunque estén en contra de lo establecido por la familia y a pesar
de las consecuencias de la misma, no aprenden de la experiencia.

Erick ha sido remitido al Consejo de Menores en varias ocasiones, sin em-


bargo, continúa sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos, fuer-
zas inconscientes lo llevan a repetir la conducta patológica, a fin de dismi-
nuir la angustia. Actúa su historia, llena de agresiones, es decir repite para
no recordar.

Afectos y sintonía del psicópata

Los adolescentes psicopáticos son sujetos que poseen una parte de su per-
sonalidad anestesiada (González Núñez, 1984). No existe expresión ade-
cuada de los afectos, denominada alexitimia, que es una forma de proceder
psíquicamente en donde el individuo es incapaz de nombrar y distinguir
los afectos, aniquilando toda carga de afecto con el fin de sobrevivir psí-
quicamente (Aronowitz, 1998). La alexitimia siempre se acompaña de la
eyección, mecanismo a través del cual la persona desecha cualquier afecto
ya sea doloroso o placentero, es decir, no registra lo que siente. La persona
con alexitimia ha sufrido una situación traumática en su infancia pero esta
vivencia física no deja ningún recuerdo, sólo puede adivinarse a través de
sus actos, los cuales aún no pueden ser traducidos en pensamientos ni en
comunicación; utilizan el aislamiento emocional, por lo que las respuestas
afectivas del psicópata son superficiales, y aparecen con una fuerte inten-
sidad, pero es sólo una fachada, ya que las relaciones que establece son
simuladas. El empleo del aislamiento lo protege de una depresión. Tratan
de aparentar distintos tonos emocionales y llegan a dramatizar sus res-
puestas, sin embargo, se trata tan sólo de afectos aparentes (González Pa-
dilla,1999).

Esta incapacidad afectiva se ubica en el desarrollo temprano, cuando el


bebé no tiene una imagen integrada de su objeto (madre) como si no se

sintonia y distonia.indb 128 10/01/2007 08:50:40 a.m.


Ruptura de la sintonía afectiva en el adolescente psicopático 129

tratara de la misma persona la que frustra y la que gratifica. Esta repre-


sentación escindida del objeto comienza a utilizarse como mecanismo de-
fensivo donde el bebé tiene dos representaciones distintas, con una liga
afectiva diferente, una madre buena que gratifica y una madre mala que
frustra. Si esta posibilidad de dar y recibir afecto no se cumple en forma
completa, el bebé tendrá que expulsar en los momentos de tensión el afecto
correspondiente y dado que la posibilidad de escindir no es total, el afecto
no necesariamente se dirige a una representación objetal, entonces la única
posibilidad defensiva que encuentra es eyectar el afecto, es decir se presen-
ta la alexitimia (poner los afectos afuera) para no sentir.

Cuando la madre no satisface al infante en sus necesidades se presentan


desentonamientos afectivos, porque se da una interrupción constante por
parte de la madre hacia las conductas y afectos del bebé, y por lo tanto se
da la ruptura de la sintonía afectiva.

González Núñez (1992) explica que la relación madre-hijo en este tipo de


personalidades psicopáticas no se encuentra en armonía, pues la baja tole-
rancia a la frustración por parte del psicópata ocasionará que los esfuerzos
de la madre para alimentarlo y confortarlo nunca sean suficientes, por lo
que el pequeño, en vez de responder con gratitud y demostrando placer
por los cuidados de la madre que refuercen su labor maternal, reacciona
con disgusto y la madre percibe al niño como rechazante. Esta continua in-
conformidad del niño incrementa la actitud inadecuada de la madre y este
patrón de insatisfacción se continua repitiendo en ambas partes, donde no
hay un intercambio sintónico de comunicaciones sociales.

De lo anterior se puede observar cómo Erick utiliza el aislamiento emocional,


su pensamiento está matizado por la agresión, planea y relata sus conductas
psicopáticas sin mostrar ningún indicio de culpa, preocupación o dolor por el
daño que le ha hecho a sus víctimas, inclusive planea cómo destruir a sus pro-
pios padres, sin tener ninguna misericordia hacia ellos, mostrando con esta
conducta la laguna yoica en lo sensoperceptual característico del psicópata.

Por último, se observa que la psicopatía de Erick se desarrolló desde los


primeros años de vida ya que creció en un medio social ambivalente, frus-
trante, agresivo, indiferente, donde se dio una ruptura de la sintonía afectiva,

sintonia y distonia.indb 129 10/01/2007 08:50:40 a.m.


130 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

entorpeciendo la adquisición de la confianza básica, tan necesaria para una


vida emocional sana y aunque estableció una relación interafectiva con su
madre, en el proceso de estar a tono existieron dificultades, ya que se obser-
va en él cómo no comprende al otro y le cuesta trabajo estar en sintonía.

Esta ruptura de la sintonía afectiva se manifiesta de la siguiente manera en


este tipo de adolescentes:

La relación con los padres es poco estable y se caracteriza por una distancia
emocional, prevaleciendo la agresión.

Presentan una falla en el control de impulsos, principalmente el agresivo,


una baja tolerancia a la frustración y a la ansiedad favoreciendo el acting
-out, para desaparecer cualquier indicio de ansiedad, dándole una sensa-
ción y apariencia de no sentir ansiedad ante situaciones de riesgo, al actuar
el impulso hay una disminución de la angustia que le genera una sensa-
ción de placer y bienestar

No tienen conciencia moral, no presentan sentimientos de culpabilidad, lo


único que buscan es la satisfacción inmediata de sus necesidades, sin tomar
en cuenta las reglas sociales o morales ni la relación con los demás, no tie-
nen conciencia de la realidad. No reconocen su conducta como indebida, ni
pueden reflexionar sobre las consecuencias de sus actos.

No tienen una conciencia que les permita reconocer la conducta delictiva


que hicieron, afirmando que no pueden pensar y sentir o haber querido
obrar de forma negativa. No tienen la capacidad de reflexionar sobre las
consecuencias de sus actos, impidiéndoles prevenir los peligros, los pro-
blemas legales y la censura social.

Las relaciones sociales que establecen están matizadas por la frialdad y la


incapacidad para llegar a ser relaciones cargadas de afectos positivos.

Presentan alto umbral al dolor físico y emocional, y al no sentir se exponen


a situaciones peligrosas de daño físico y emocional.

No aprenden de la experiencia; repiten constantemente su conducta.

sintonia y distonia.indb 130 10/01/2007 08:50:40 a.m.


Ruptura de la sintonía afectiva en el adolescente psicopático 131

En cuanto a sus afectos, utilizan el aislamiento emocional, sus respuestas


afectivas son superficiales, eyectan cualquier afecto, ya sea doloroso o pla-
centero por lo que todo tipo de vínculo emocional es destruido y no regis-
tran lo que sienten con el fin de sobrevivir psíquicamente.

En cuanto al tratamiento, el doctor González Núñez (2001) menciona que


debido al conflicto que tienen con la autoridad, no establecen una buena
alianza con el terapeuta en el tratamiento individual, por lo que propone
que la psicoterapia de grupo de adolescentes tiene más posibilidades de
surtir efecto, ya que se da una transferencia horizontal con los miembros
del grupo tomando en cuenta que los miembros del grupo tengan una pro-
blemática diferente, para impedir la potencialización de la psicopatía.

Las metas terapéuticas con este tipo de adolescentes son:

1. Reforzar que las personas no sean convertidas en cosas sino que sean
consideradas como personas.

2. Promover mejoras en la identidad.

3. Conseguir que la barrera de estímulos, que es tan resistente tanto al


dolor físico como al emocional, se debilite con el fin de que el ado-
lescente alcance a sentir el dolor en ambos aspectos, de tal manera
que le permita no repetir actos delictivos y aprenda de la experiencia
para evitar el dolor. Es decir, fortalecer la realidad confortándolo con
su realidad personal y promover un Superyo más benigno.

4. Lograr reprimir el impulso agresivo y promover el impulso libidinal


en todas sus tareas de vida.

Todo lo anterior dará como resultado final que el adolescente tenga un au-
tocontrol físico y emocional, ayudándole a reconocer e integrar sus afectos
para darle mayor sentido a su vida emocional.

sintonia y distonia.indb 131 10/01/2007 08:50:40 a.m.


sintonia y distonia.indb 132 10/01/2007 08:50:40 a.m.
LA DISTONÍA EN LA RELACIÓN PADRE-HIJO:
EL FRACASO DE LA PATERNIDAD

Mtra. Laura Fabiola Miranda Valenzuela

Aunque la primera relación importante del niño es con la madre, el padre


denota su presencia desde el momento mismo de la concepción (o antes,
si la pareja planea tener un hijo) y acompaña a la madre en todo el proceso
de gestación no sólo emocionalmente y como proveedor, sino también con
sus fantasías y expectativas sobre el hijo que vendrá.

A lo largo de la investigación realizada por muchos años, el Dr. González


Núñez (2004) concreta las funciones de la figura paterna, al tiempo que
describe el proceso mediante el cual la imagen del padre se forma en el
mundo interno del pequeño.

La formación intrapsíquica del padre consta de 4 pasos principales:

a) Una fantasía arquetípica que será la base de toda la información que


el niño reciba a lo largo de su desarrollo;

b) Las fantasías, temores, creencias y deseos de la madre acerca del


hombre, de su pareja o de su propio padre y que transmitirá al niño
a través de mensajes preverbales y verbales;

c) Las fantasías del propio niño de acuerdo a su momento de desarro-


llo y circunstancias ambientales; y

d) Del contacto directo y real del niño con su propio padre, contacto
que dependiendo de la fuerza, corregirá y rectificará o no la imagen
133

sintonia y distonia.indb 133 10/01/2007 08:50:40 a.m.


134 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

que el niño ha venido construyendo de su padre, (González Núñez,


1997).

Ahora bien, el hombre, a lo largo de su propia historia, también ha desa-


rrollado fantasías sobre su rol como padre. Estas fantasías estarán basadas
en la relación que tuvo con su propio padre, en las expectativas que éste
tenía de su hijo cuando fuera adulto, en las expectativas de la madre y en
su autopercepción como hombre y padre de sus hijos.

Si un hombre tiene un hijo, es que desde mucho tiempo antes tuvo el


deseo de ser padre, deseo que se manifestará en dos expectativas com-
plementarias: la primera, sobre su ejercicio personal como padre (origi-
nada en los aspectos anteriormente mencionados) y la segunda, sobre la
respuesta que le gustaría obtener de su hijo, creada a partir de su propia
percepción como hijo. El deseo de que estas fantasías se conviertan en
realidad es lo que dará un propósito al ejercicio de su paternidad y regirá
la relación que pueda tener con su hijo. Desde aquí inicia ya la relación del
padre con un hijo que, en este momento, existe sólo en su fantasía. Una
vez que el bebé nace y diría que desde que se está formando en el vientre
materno, la relación se vuelve real y el padre tendrá la oportunidad de
ir corrigiendo y rectificando su fantasía de acuerdo a las características
propias de su hijo.

A partir de este momento podemos hablar ya de sintonía o distonía en la


relación padre-hijo. Ésta es sintónica cuando el padre va contrastando sus
deseos y expectativas con la realidad y las necesidades verdaderas de su
hijo. Es decir, habrá sintonía cuando el padre ejerza sus funciones de acuer-
do no sólo a las fantasías que tenga acerca de sí mismo y de su hijo, sino
principalmente basándose en la relación real con su hijo. Por el contrario,
habrá distonía en la relación cuando, por su propia historia, las expectati-
vas emocionales del padre hacia su hijo sean ilusorias y más importantes
de gratificar que las necesidades reales del niño. En una relación distónica,
el hombre se estará relacionando con un pequeño que por cuestiones bioló-
gicas es su hijo, pero actuará con él de una manera egocéntrica y esperando
idealizadamente que el niño gratifique sus necesidades infantiles, sin tener
que preocuparse por satisfacer las del pequeño.

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La distonía en la relación padre-hijo: el fracaso de la paternidad 135

Aunque hay diferencias individuales regidas por la propia historia, pode-


mos hablar de que todos los padres tendrán ciertas expectativas generales
que se van modificando a lo largo del crecimiento de su hijo.

Para ser congruentes con lo planteado por González Núñez (1997) tendría-
mos que partir de una fantasía preconceptiva del hombre con relación a
su paternidad. Esta fantasía implica el deseo de ser padre y tener hijos
propios, matizado no sólo por el deseo de trascender en el tiempo, sino de
manera muy importante por la relación de ese hombre con su propio padre
y abuelos, aunado a la fantasía de la madre sobre la paternidad de su hijo.

El padre que es afectuoso sin perder su rol, ayuda al niño a desarrollar


mayor conciencia del futuro y le transmite la idea de que a su vez tendrá
sus propios hijos. Un hombre con una relación suficientemente buena con
su padre deseará complacerlo en retribución a su amor y tendrá como uno
de sus propósitos de vida cumplir sus expectativas. Así, sintónicamente, el
hijo, ahora adulto, deseará ser padre y tener sus propios hijos.

Cuando la relación con la madre es muy frustrante y la relación con el pa-


dre ha sido distónica, el hombre presentará graves dificultades en la iden-
tificación con su propio padre y tendrá la opción de recorrer uno de dos
caminos: deseará convertirse en padre para cumplir en el hijo sus propios
deseos infantiles insatisfechos o rechazará a la figura paterna y no deseará
ejercer ese rol.

Una vez que el hombre recibe la noticia de que va a ser padre, se siente
ambivalente. La satisfacción de alcanzar un logro convive con el temor de
no saber si será capaz de desempeñarse suficientemente bien para poder
llevar a cabo el propósito paterno. Si tiene la suficiente fuerza y confianza
para vencer sus miedos, empieza a fantasear en todo lo que puede dar y
recibir de su hijo y desea, ante todo, que el bebé no se muera. Éste es el
propósito que lo motiva a proveer lo necesario económica y afectivamente
durante el embarazo de la madre y que se ve reforzado al nacimiento del
hijo. Si por el contrario, prevalecen las fantasías terroríficas, este hombre
buscará maneras de no iniciar su rol paterno; ya sea proponiendo cómo
“deshacerse” del bebé o alejándose de la mujer embarazada.

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136 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Cuando nace el bebé, y el padre puede verlo por primera vez, surge en-
tonces la expectativa por el bienestar de su hijo, lo cual guiará sus acciones
como padre por el resto de su vida. Más allá de las incomodidades, cam-
bios y frustraciones que pueda traer este nuevo miembro al funcionamiento
de la familia, el padre se preocupa porque su hijo esté bien: que tenga una
madre que lo cuide, que tenga sus necesidades básicas satisfechas y que
sea atendido convenientemente si se enferma.

La distonía surge cuando el padre, por sus propias dificultades, carencias


y necesidades no resueltas, no puede adaptarse a su nuevo rol y percibe a
ese hijo como causante de tensión y displacer que le quita la atención y cui-
dados de la madre por lo que, intolerante a las demandas del pequeño, se
torna exigente y demandante con la pareja, e indiferente y descuidado con
su hijo, rivalizando con él ante el temor de que éste lo despoje de cuidados
y atenciones.

Con el paso del tiempo, no es suficiente para el padre que el pequeño ten-
ga bienestar, sino que desea convertirse en alguien tan importante para el
hijo como es la madre. Así, entra en la escena psíquica del bebé favorecien-
do la separación de la simbiosis y ofreciéndose como objeto transicional
para pasar de una etapa de desarrollo a otra. Invita al niño a la aventu-
ra de descubrir un mundo diferente al de su madre, ayudándolo a nacer
psicológicamente como persona separada. Es a través de este acompaña-
miento, que logra el deseo de convertirse en uno de los objetos principales
del mundo interno de su hijo. A diferencia de la madre, el padre anima a
su hijo hacia el libre albedrío y la autodeterminación con el propósito de
enseñarle la importancia del logro, la independencia y la responsabilidad
personal.

También aquí podemos encontrar distonía si el padre percibe al hijo más


como una molestia con la cual tiene que lidiar la madre; buscará que el
niño se someta a sus designios al tiempo que se muestra rígido y exigente
o indulgente y completamente ajeno a su crecimiento, desprotegiendo al
pequeño al dejarlo como blanco de los impulsos agresivos y sexuales de la
madre. Esto favorecerá en el niño la formación de una imagen paterna ante
la cual se quiera rebelar, a la que vivirá como temible y persecutora, provo-
cando que se apegue a la madre como único objeto de su existencia.

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La distonía en la relación padre-hijo: el fracaso de la paternidad 137

Posteriormente, una vez que el niño ha adquirido ciertos hábitos que em-
piezan a esbozar someramente al hombre que podría ser, el padre siente el
fuerte deseo de que se parezca a él. Pero no a él en el sentido literal, sino a
él y “mejorado” con el propósito de dar a su hijo identidad. Desea brindar-
le todo aquello de lo que sintió haber carecido en su infancia; actúa a veces
como lo vio hacer a su propio padre y a veces como él creyó necesitar de
niño. Se preocupa por jugar con su hijo porque comprende que es la mejor
manera de enseñarle “cosas de hombre”; además, le ayuda, desde fuera, a
reprimir y a transformar sus deseos sexuales y agresivos.

Si las etapas anteriores se han desarrollado suficientemente bien, surgen


en el niño sentimientos que lo vinculan con su padre, admira su fuerza y
facultades superiores, desea imitarlo y ser como él, con lo cual corresponde
y secunda el propósito de las fantasías paternas, aunque por sus propios
motivos: primero, para desplazarlo en la relación con la madre; después
para protegerse él mismo de sus propios impulsos, que toman forma de
monstruos nocturnos y, por último, porque comprende que es la mejor for-
ma de asegurar el amor paterno.

Así, la experiencia que el niño tenga durante su infancia dependiendo del


trato que le dé el padre va a ir definiendo poco a poco su identidad psico-
sexual. Como describe González Núñez (2002): “En la identificación con el
padre se da la adquisición de la subjetividad masculina: ser como el padre
es sentirse hombre”: (p. 24).

Si el padre no aprendió de su propio padre el propósito de controlar y


transformar sus impulsos, ni la importancia de mantener límites, ni la
fuerza del propósito, será negligente en la relación con su hijo, creerá que
ser hombre es ser agresivo y sentirse superior respecto a las mujeres y a
los niños; se sentirá celoso y desplazado del nuevo idilio que establece el
hijo con la madre, permitiéndole al hijo una expresión indiscriminada de
sus impulsos infantiles al tiempo que se muestra rígido y moralista con
él, reprimiendo sus iniciativas. El niño entonces percibirá a un padre inse-
guro, poco fuerte pero temible, modelo de identificación que lo llevará a
un comportamiento inhibido y a la sensación futura de sentirse incapaz e
impotente como varón.

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138 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Así, cuando un niño no cuenta con la presencia física o emocional del pa-
dre, puede identificarse con el padre real o fantaseado como una manera
de suplir su ausencia u oponerse y repudiarlo por rivalidad. Esto dificul-
tará su identificación con lo masculino y afectará su futuro como hombre,
como pareja y como padre.

Tal es el caso de Héctor, quien ocupa el 3er. lugar de cinco hermanos. Su


madre murió cuando él tenía 4 años y posteriormente el padre se volvió a
casar con la mujer que les ayudaba en casa. En esta unión nacieron cuatro
hijos más. De la relación con su padre durante la infancia, sólo recuerda
las visitas a la tumba de la madre los domingos como el único vínculo de
cercanía con él.

Otro recuerdo es que de niño “sentía mucho miedo” porque su madrastra


les gritaba y les pegaba, comenta: “recuerdo que mi hermana lloraba mu-
cho por las noches y no podía hacer nada por consolarla”, se sentía teme-
roso y solo, a merced de los “malos tratos” de la madrastra y sin un padre
que lo rescatara.

A su padre, lo describe como un hombre que nunca se ocupó de ellos y


era seco en su trato. Comenta haber sido rebelde durante la adolescencia y
refiere con enojo que su padre lo agarraba a cinturonazos cuando no hacía
cualquier cosa que le pedía.

En cuanto a la relación del padre con los hermanos, Héctor vivencia que
su padre tiene una marcada preferencia por las hijas de su segundo matri-
monio, a las que trata como si fueran sus parejas.

A instancias del padre, dejó la escuela a los 14 años para empezar a trabajar
con él como panadero, donde percibió a un padre aislado y criticado por
todos, de quien todos hablaban mal, un padre devaluado y mediocre.

Contando con 17 años conoció a su actual esposa. Al poco tiempo nació su


primera hija; 3 años más tarde su segundo hijo, a quien nombró igual que
él, y 2 años después nació el tercero, también varón. Héctor reflexiona que
con su hija tenía una relación muy especial y que por estar con ella no estuvo
al pendiente de sus hijos varones. Ahora no puede entenderse con ellos y le

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La distonía en la relación padre-hijo: el fracaso de la paternidad 139

asusta que el segundo se parezca tanto a él porque son más “masculinos”


aún que su padre. Han tenido discusiones en las que han terminado muy
enojados. En una ocasión el menor de ellos, de 14 años, terminó picando a
su hermano mayor con un cuchillo en la espalda.

Aunque Héctor lleva el papel disciplinario en casa, refiere no poder ser


afectuoso con ellos, pues menciona: “sólo entienden cuando les pego o gri-
to, a eso están acostumbrados”. En un intento por ejercer la disciplina de
una manera diferente decidió ponerles un castigo y les prohibió ver televi-
sión por una semana.

Así, la contención que intenta imponer no funciona debido a la incapaci-


dad de Héctor de ponerse límites que no conoce, a la gran dificultad para
conocer sus propias necesidades y, por ende, a su incapacidad de poner
límites y ser empático con las necesidades de los hijos.

Durante su infancia, Héctor resintió la lejanía del padre y usó la identifica-


ción como un medio de cercanía con él, donde él se convirtió en el padre
que tanto anhela y en la actualidad trata a los hijos como él vivió la relación
con su mismo padre.

Se puede observar al padre de Héctor como un hombre que se esforzó por


enseñar a su hijo su propio oficio y heredarle algo para que se ganara la
vida; pero que en general buscó satisfacer sólo sus propias necesidades,
siendo completamente desatendido e indiferente con los hijos, a quienes
no pudo protegerlos de la agresión de la madrastra, ni consolarlos y tam-
poco mostrarse como un modelo deseable de imitar.

Como consecuencia, Héctor vivió de niño la relación con un padre que no


tuvo un propósito afectivo y de crecimiento para con él. Como adulto es
un hombre desaliñado, desorganizado, indiferente con sus hijos varones,
sólo sabe “imponer” límites con base en agresiones físicas y verbales; se
siente “impotente” en su relación de pareja, en la expresión de sus afectos
y pensamientos y en su rol de padre.

Estas circunstancias llenan a Héctor de sentimientos contradictorios, por


una parte el deseo de haber tenido un padre más cercano, que le ayudara

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140 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

a comprender sus confusiones y le mostrara el camino del propósito en


la vida y, por el otro lado, la rabia de no haberlo tenido y sentirse desam-
parado.

La falta de identidad de Héctor también se profundiza ante cada desen-


cuentro con su padre: no puede acercarse a él cada vez que lo necesita:
cuando muere su madre, o es golpeado por la madrastra; cuando necesita
un hombre fuerte de quien aprender, de un padre que le enseñe a ser padre
y no pareja de sus hijas. El único camino para la cercanía es a través de la
visita a la tumba de la madre muerta durante su infancia, y de la fuerza
que el desamparo da a sus identificaciones: Héctor es panadero, como su
padre; incestuoso con su hija e indiferente con sus hijos. Además, la ima-
gen dañada del padre impotente, agresor y “mediocre” le causa continuos
estragos, pues es un reflejo de la imagen de sí mismo que alberga como
hombre.

Recordemos que, como ha dicho ya González Núñez (2002) la “transmisión


de la masculinidad necesariamente es intersubjetiva, puesto que el padre
la adquirió de su propio padre y en una relación interpersonal directa o
indirecta va a ser transmitida al hijo”: (p. 23).

Así podemos ver que la distonía en la relación de Héctor con su padre no le


dio las herramientas suficientes para ejercer su paternaje con un propósito
afectivo de crecimiento y bienestar. Héctor no supo qué era lo que tenía
que cumplir para satisfacer al padre como hijo y, entonces, al no tener él
mismo expectativas claras de lo que desea de sus hijos, ejerce sus funcio-
nes paternas sin un propósito afectivo, incluso le resulta temible que se
parezcan a él. Como consecuencia, ellos tampoco cuentan con un propósito
paterno que le dé coherencia a su identidad, pues Héctor no ha tenido uno
para transmitirles.

Como apunta Elías (2003): “el camino más claro en el varón para la adqui-
sición de la adultez consiste en lograr la identificación con un padre genui-
namente adulto”. Esto no quiere decir que existan hombres cuyos padres
no han alcanzado del todo la madurez y estén condenados a no lograrlo,
pues encontramos hijos que, a pesar de ello, aspiran y obtienen formas
adultas de funcionamiento.

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La distonía en la relación padre-hijo: el fracaso de la paternidad 141

A lo largo del proceso psicoterapéutico, Héctor comenzó a preocuparse por


el paternaje que estaba ejerciendo con sus hijos varones y, paralelamente,
surgió una inquietud para diferenciar lo bueno de lo malo, lo afectuoso de
lo agresivo, lo flexible de lo rígido y así dar un propósito a su relación con
ellos.

En conclusión, cuando hay una distonía en la relación padre-hijo debido


a que las expectativas del padre no son congruentes con las circunstancias
reales y las necesidades propias del hijo, el hombre fracasará en su paterni-
dad pues será incapaz de ejercerla con un propósito afectivo hacia su hijo,
dificultando que éste logre integrar una adecuada identidad al no poder
cumplir las confusas expectativas paternas. Por el contrario, la presencia
activa, afectuosa, empática y contenedora del padre bien identificado a lo
largo del desarrollo del hijo, aunado a sus propias expectativas, a las nece-
sidades y capacidades reales del niño, será la base para una relación sintó-
nica, gracias a la cual el padre podrá ejercer sus funciones con un propósito
claro en la relación con su hijo y éste crecerá sintiéndose capaz al poder
complacer al padre en sus expectativas y también se sentirá protegido y
guiado por la identidad que logre integrar con base en las identificaciones
con él.

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DISTONÍA AFECTIVA Y FILICIDIO

Dra. Ma. De los Ángeles Núñez López

Este capítulo muestra la distonía afectiva de una paciente que fantasea y actua
la pulsión filicida, esto es, la pulsión de muerte hacia sus hijos. Se hace
referencia a aspectos bíblicos, a la teoría de las relaciones objetales de Fair-
bairn (1955/1992), a fragmentos de las sesiones psicoterapéuticas en las que
incluso se mencionan escenas de películas y relatos de revistas, así como a
los principales escenarios de la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Pasaje Bíblico:

Atalía fue una reina cruel y malvada (como Jezabel, su madre) y dio muer-
te a todos los niños de la estirpe real, excepto al pequeño Joás a quien su tía
ocultó. Al cumplir Joás los siete años de edad se produjo un golpe contra
su majestad. Joás fue coronado rey y Atalía fue muerta.

Este relato bíblico sirve de introducción para presentar el caso de la paciente a


la que se llamará Atalía, en clara referencia a sus deseos y conductas filicidas.

Rascovsky (1967) define el filicidio como una serie de actitudes de los pa-
dres, ya sean activas o pasivas, de abandono temprano, castigos mentales o
corporales, vejaciones y crueldades ocasionales o permanentes, que dejan
una huella inmediata o remota en la personalidad del niño.

Atalía es una mujer que refleja fragilidad, necesidad de cariño, protección


y cuidados; sin embargo, también manifiesta en su rostro manchas que a la
143

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144 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

distancia son de color café pero en la cercanía son rojizas, dando la impre-
sión de cambiar de color, como cuando las víboras mudan de piel.

Al igual que la Jezabel bíblica, la madre de la paciente muestra conductas


filicidas hacia Atalía, su hija, dada su dificultad de sintonizar afectivamen-
te con ella, es decir, de comprender sus necesidades y satisfacerlas cuando
verdaderamente lo son y no cuando cree comprenderlas.

En este sentido refiere Atalía: “Recuerdo a mi madre ocupada con sus ami-
gas jugando canasta, emborrachándose con ellas… ni mis hermanos ni yo
le importábamos… me da mucho coraje con ella… tampoco era capaz de
defendernos de mi papá: él nos agarraba de las patillas o de los cabellos,
nos golpeaba con una varilla de aluminio en las piernas, a mí me decía que
era una tonta, estúpida, que no servía para nada… y ella no se metía, esto
me daba rabia… ¡Cómo la odio!”

La madre filicida tiene serias dificultades en el maternaje, está en distonía


afectiva con los hijos, no funciona entre ella y el hijo una especie de radar
que le permita conectarse, sintonizarse instantáneamente en cuanto el niño
tiene necesidad de ella, en cambio responde al niño cuando éste está en
distonía, esto es, se contactan en una frecuencia afectiva distinta, surgiendo
entre ellos una especie de babel en donde se hablan distintas lenguas, de
forma que no se entienden.

Son reacciones en cadena de madre a hijo, por lo que la paciente a su vez


actúa con sus hijos su pulsión filicida inconsciente. Comenta Atalía: “Moi-
sés se puso a ver la televisión, la tenía muy alta, le dije que le bajara, no me
hizo caso, traté de ignorarlo pero no pude, le volví a pedir que le bajara al
volumen, no me volvió a hacer caso hasta que exploté y le quité la ante-
na… se enojó tanto que fue a donde estábamos mi hija y yo, nos comenzó
a decir: ‘son unas desgraciadas, las voy a matar, me voy a ir porque no
las soporto, son unas desgraciadas’, le contesté: ‘vete cuando quieras… te
puedes ir, pero ya cállate, ya no te aguanto’, se iba a la recámara, aventaba
cosas, regresaba y volvía con lo mismo: ‘me voy a ir, las voy a matar por
desgraciadas’, exploté y lo amenacé con el cinturón, le volví a decir que
se fuera… no me importaba lo que pudiera hacer… le dije: ‘Moisés, vete a
dormir por favor”.

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Distonía afectiva y filicidio 145

Así encontramos una relación distónica que va desde la madre de Atalía


hasta los hijos de ésta, distonía que se repite patológicamente de uno a
otro envolviéndolos en el filicidio y, consecuentemente, en las fantasías
matricidas.

La paciente introyectó a unos padres “malos”, como lo señala Fairbairn


(1955/1992): “el mundo interior está poseído por los objetos malos como
por espíritus malignos: (p. 74)”.

Atalía nos presenta así a sus objetos malos: “Temo a mi madre, aunque
no me ha embrujado… lo mismo me pasa con mi abuela paterna, es una
maldita bruja… bajaba a mi papá al pueblo envuelto en una sábana y lo co-
locaba en un hormiguero para que se enteraran que se había orinado… por
cierto que Débora mi hija, cuando era chiquita, se salía del corralito y me
quitaba las cosas de su lugar, me las escondía, me arañaba… no la tolero,
siento que no la quiero y temo dañarla…”

La paciente teme matar a la hija, pero al mismo tiempo desea hacerlo, se


siente inconscientemente impelida a descargar las pulsiones filicidas que
vivió en pasivo con su madre y su padre, actuándolas ahora con sus pro-
pios hijos. Los hijos son percibidos como objetos persecutores malos a los
que hay que eliminar para disminuir la angustia de aniquilamiento y sal-
vaguardar la propia integridad. Como bien lo señala Klein (1946/1994) “la
ansiedad persecutoria se relaciona principalmente con el temor a la aniqui-
lación del yo”: (p. 14).

Sin embargo, los objetos, pese a que son percibidos como malos, no pue-
den ser rechazados puesto que son verdaderamente necesitados por el su-
jeto, son el centro de su vida emocional. Para Fairbairn (1955/1992): “El
niño no sólo internaliza sus objetos malos porque se le imponen y trata
por este medio de controlarlos, sino también, y sobre todo, porque los ne-
cesita”: (p. 74).

Al respecto la paciente expresa: “No se imagina cuánto necesito una


mamá… cuando voy a verla atravieso toda la ciudad y sólo está para mí
5 minutos, después se enchufa a la televisión y dejo de existir para ella…
cómo la odio, me da rabia necesitarla… ya sé que tengo madre sólo 5 minutos

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146 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

pero siempre voy con la ilusión de que no sea así, con la esperanza de que
me abrace, me escuche y me haga sentir querida…”

Así, necesita a su madre aunque ésta le dedique poco tiempo porque es


mejor tenerla así, que no tenerla. Pese a lo comunicado por Atalía, sus ob-
jetos no son del todo malos, ella realiza una dicotomía, depositando en la
abuela materna y en una tía los aspectos buenos, pues son ellas las rescata-
doras, las que la arrancan de los demonios, pues, “es mejor ser un pecador
en un mundo gobernado por Dios, que vivir en un mundo regido por el
diablo (Fairbairn, 1955/1992: p. 73)”.

Una mujer impactada afectivamente por conductas distónicas, es decir por


sentir ajeno lo que es propio, o sentir lo propio como ajeno, en las que fue-
ron frecuentes la hostilidad, la crueldad, el rechazo y el desamparo mater-
no en el curso de su infancia, en lugar de sintonizar, de sentir propio lo que
es propio en el cuidado, amparo, protección y cariño, se identifica con una
madre hostil, cruel, rechazante y desamparadora y por ende filicida.

Así, Atalía identifica, a través de una revista sus deseos filicidas, dice: “Me
puse a leer una historia de esas que salen en Selecciones, se trataba de una
mujer que tenía 3 o 5 hijos, no los toleró y los asfixió con la almohada, me
puso mal el leerlo, ya no terminé de hacerlo… o hacer… me preocupa Dé-
bora, no me gustó que expresara su deseo de morir, yo a su edad ya había
tenido el primer intento suicida, ella todavía no…”

Atalía desea, inconscientemente, que su hija tenga su mismo destino: el in-


tento de muerte como una forma ilusoria de exorcizar a esos objetos malos
persecutores.

En la tarea de hacer consciente lo inconsciente, el analista con sus pacientes


requiere, de acuerdo a Freud (1905/1981) seguir las ideas de Leonardo da
Vinci con respecto a la escultura: “ésta procede per vía di levare, quitando
de la piedra la masa que encubre la superficie de la estatua en ella conte-
nida”: (p. 1009), esto es, quitar todo aquello que estorba, que obstaculiza
el bienestar del paciente. En palabras de Fairbairn (1955/1992) el analista
es un exorcista que expulsa a los demonios: su misión no es perdonar los
pecados, sino desalojar a los demonios.

sintonia y distonia.indb 146 10/01/2007 08:50:41 a.m.


Distonía afectiva y filicidio 147

En referencia a los escenarios de la Divina Comedia de Alighieri (1314/2002):


infierno, purgatorio y cielo, se puede observar lo siguiente:

La paciente, poseída como estaba por “espíritus malignos” internaliza-


dos, parafraseando al autor, navegó a lo largo del análisis en el abismo del
infierno de sus pulsiones filicidas, atravesando por el purgatorio de sus
angustias persecutoras primero y por sus angustias depresivas después, e
introduciéndose en los dinteles del paraíso, logrando armonizar, sintonizar
razonablemente con sus imágenes parentales gracias a la mayor integración
psíquica de sí misma y de sus objetos, lo que se traduce en el reconocimien-
to de aspectos buenos y malos en sí misma y en la madre, el padre, herma-
nos, hijos, esposo, etc., al haber conjurado parte de sus objetos malos.

Análogamente a como Dante Alighieri en su viaje a través del infierno y el


purgatorio y en su ascensión al cielo estuvo acompañado por Virgilio, figu-
ra desplazada de sus objetos buenos, así Atalía penetró a las tinieblas de su
mundo interno acompañada por la terapeuta, en quien se pudo depositar
la bondad de sus objetos, sintiendo la seguridad y la confianza necesarias
para desalojar a sus demonios. “Pues sólo por medio de un objeto bueno
la libido puede ser inducida a abandonar sus objetos malos” (Fairbairn
1955/1992, p. 76).

La paciente cursó parte de su peregrinaje por el infierno de sus pulsiones


filicidas, lugar de la agresión desbordada, de la distonía vivenciada de la
madre cruel, hostil, rechazante y desamparadora, en donde establece un
pacto con Lucifer y demás demonios, representantes de los objetos malos.

Narra la paciente: “Ayer fui a la junta de vecinos… pensé tratar el asunto


de la niña que se ahogó, pero no lo hice… supe que la niña se ahogó en
una lata más ancha que las de leche “Nido”… tenía año y medio. La mamá
solía salirse y dejarla sola… el día que la niña se ahogó se fue a chismear
con su suegra, dejó, como tantas otras veces, sola a la niña, regresó y hasta
media hora después la echó de menos, la empezó a buscar y la encontró
ahogada… me dio mucho coraje con esa madre…”

La paciente se identifica con esta madre filicida, que al igual que ella ac-
tuó su pulsión mortífera contra su hija, aunque también le recuerda a su

sintonia y distonia.indb 147 10/01/2007 08:50:41 a.m.


148 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

propia madre, le evoca la angustia y la rabia de su desprotección, de su


desamparo.

Continuando con los aspectos mortíferos, desamparadores de Atalía, de


los que habla McDougall (1982) y que son vividos como mortíferos, tene-
mos que se identifica proyectivamente con su hijo a través del disfraz de
Drácula, buscando chupar su esencia, su alma, su identidad. Expresa la
paciente: “Moisés quería salir de Drácula, le compré sus colmillos, le arre-
glé su capa, le puse el medallón y un chaleco, lo iba a maquillar y me dijo
que no... nos disponíamos a ir a la escuela pero antes de salir me dijo que
no quería ir de Drácula... le quité el traje y nos fuimos, noté raro a Moisés...
siento que no encuentro su esencia, siento que algo se va, es como si yo lo
tuviera en un frasco de perfume y se va saliendo el aroma, la esencia... lo
veo como un adulto frustrado, solo, vacío y no me gusta verlo así”.

Ya en el círculo del purgatorio, en el lugar donde se expían las culpas, donde se


purifican las almas, se aprecia cómo, ante la conciencia de haber dañado a los
objetos, la paciente manifiesta angustia y temor a ser destruida en retaliación
por sus actos filicidas. Esto se observa en el siguiente relato de una película:

Vi una película de Al Pacino, él representaba al diablo. La escena inicia


con una muchacha que estaba en su casa, empezó a escuchar ruidos y aga-
rró un cuchillo, se fue a la recámara, vio a un bebé aventando cosas, dejó el
cuchillo y le empezó a hablar al bebé cariñosamente... comenzó a sentirse
mal, la llevaron al hospital... una amiga le dijo que se veía muy bonita, la
puso frente al espejo y efectivamente se veía muy bonita, pero le movió el
espejo y apareció otra cara atrás que no le gustó, se asustó, se puso a llo-
rar... luego apareció un hombre huyendo del diablo, los dos habían hecho
un negocio y esta persona ya no quería cumplir con lo pactado, se quería
escapar pero el diablo no lo dejó... lo persiguió.

Esta narración muestra desplazadamente su pulsión filicida, sin embargo,


emerge su pulsión de vida, de amor al hijo, lo que la refleja en el espejo como
buena, sintónica, no filicida, aunque al mismo tiempo surge una imagen de
ella en la fealdad de sus pulsiones destructivas, busca huir de ellas, pero el
diablo, que representa a sus objetos malos internalizados en retaliación, no
se lo permiten y no la dejan expresar lo bueno que ella tiene.

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Distonía afectiva y filicidio 149

La paciente se deprime por el daño que ha causado a sus objetos, desea sin-
tonizarse afectivamente con ellos, pero en muchas ocasiones no lo consigue,
expresa: “Me enojé con Moisés, exploté, no le pegué... pero llegó un momen-
to en que no aguanté y me fui contra él, me sentí muy mal... él no me provo-
có... me pidió ayuda para hacer su tarea y le dije que no porque prefería estar
con su hermana... se puso furioso, agarró el papel del baño y lo desenvolvió,
luego comenzó a encender y apagar las luces... aflojé los focos... entró a la
cocina y tiró la comida, fue a la recámara y se desvistió... me desesperó y
queriéndolo ayudar lo metí a bañar con agua fría... no se calmó empezó a
arañarse y morderse, lo abracé y me acosté con él, nos pusimos a llorar, le
dije que no sabía cómo tranquilizarlo... me contestó que se quería enfermar,
que se quería morir... lo abracé más fuerte y me dijo ‘mamita, discúlpame, no
te quería hacer daño’, le contesté que él no era malo... le dije que a veces me
enojo mucho y no me puedo controlar pero que lo estoy intentando... su res-
puesta fue ‘abrázame, mamita, así me siento bien’ se calmó y se durmió...”

Finalmente, la paciente se encontró, dentro de su proceso psicoterapéutico,


en el paraíso, en el lugar de salvación, introduciéndose en las primeras es-
feras de éste, al comenzar a hablar una misma lengua con sus objetos.

Expresa Atalía: “Estuve bien con Moisés, fui por él a la escuela, me pidió
dinero para comprar un chocolate, le dije que no, pero después lo pensé
mejor y le dije que sí, yo también tenía ganas de endulzarme la vida... en
la casa también estuvo tranquilo, lo abracé y lo besé, me sentí a gusto de
poderme acercar a él así, él también. Le dije que le podía ayudar con su
tarea, me contestó que sí, posteriormente me preguntó si era hora de su
programa, le respondí que no, ¡ah!, expresó; a la hora le prendí la televi-
sión, estuvo tranquilo, sin hacer berrinches... luego le pedí que colocara la
ropa sucia en su lugar y lo hizo, me contestó: ‘sí, cómo no, mamita’; me lo
cambiaron, es otro...”

Como resultado del proceso psicoterapéutico, están intentando armonizar,


sintonizar afectivamente madre e hijo. Esto puede observarse en la pacien-
te cuando hace referencia a otra película:

Fui con mi marido a ver una película muy bonita de un niño llamado Billy
Elliot, era un niño lleno de rabia, de frustración, sin embargo, buscó el

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150 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

baile para sacar su coraje... pensé en Moisés, mi marido también... habla-


mos mucho mi marido y yo, él me preguntó: de no estar en terapia ¿qué
crees que hubiera pasado?, le dije: ¿aguantas lo que te voy a decir?: sí, me
respondió, hubiera asesinado a Moisés o me hubiera matado yo.

Para finalizar, vale la pena citar la siguiente idea expresada por Dante
(1314/2002) en un diálogo donde Virgilio le dice: “Hijo mío, ni el Creador
ni criatura alguna carecieron jamás de amor...”: (p. 130).

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PSICOANÁLISIS DE LAS EXPRESIONES
AFECTIVAS DEL MEXICANO A TRAVÉS
DEL COMIC:... Y EL CALLEJÓN LLEGÓ AL DIVÁN

Mtro. Rodrigo Peniche Amante.

Los seres humanos somos entidades biológicas, psicológicas y sociales. La


forma en la que resolvemos problemas; la manera en la que nos comporta-
mos, nuestra tendencia a vivenciar lo que nos sucede de una forma u otra,
son resultado de una compleja red de interacciones entre nuestras necesi-
dades y el entorno que las moldea, las frustra y da cauce a su expresión.

Prácticamente desde el nacimiento, el individuo es confrontado con el he-


cho de que en muchas ocasiones, sus necesidades individuales no corres-
ponden a las pautas e ideales que el entorno y la cultura le dictan a través
de sus representantes más directos: sus propios padres. Desde muy tem-
prano en la vida, el individuo comienza a verse inmerso en conflictos: por
un lado tiene que satisfacer sus necesidades, al mismo tiempo que busca
complacer a aquellos que se encuentran directamente relacionados con di-
cha satisfacción: sus objetos.

La conducta adulta es el resultado de la negociación entre estas dos fuer-


zas. Entre más divergentes sean dichas tendencias, mayor será el conflicto
interno que determinará la conducta y su forma de representarse la reali-
dad (Ramírez, 1961).

Esquematizando, los factores que determinan la conducta pueden agru-


parse en tres grandes rubros: (DiCaprio, 1985).

151

sintonia y distonia.indb 151 10/01/2007 08:50:42 a.m.


152 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

• Genético-Orgánicos: Incluye la herencia, potencialidades y predispo-


siciones, así como procesos y eventos fisiológicos, bioquímicos y or-
gánicos que inciden en el organismo.

• Entorno-Culturales. Es el medio en donde crece y se desenvuelve el


individuo, que le dicta una serie de exigencias y expectativas, al mis-
mo tiempo que delimita las soluciones que son aceptables para ese
grupo en un momento determinado.

• Variables de Personalidad. Cada individuo va conformando un patrón


mental único que determina la manera en que se comportará y vi-
venciará cada momento de su vida. Este patrón es altamente estable
y no puede transformarse con facilidad.

Así como la conducta de un individuo es el resultado de las fuerzas y nece-


sidades biológicas y del entorno que actuaron desde su infancia, también
en lo colectivo la configuración de una cultura es el resultado de fuerzas
que han actuado dinámicamente desde el pasado (Ramírez, 1961).

Un poco de historia

Considerando entonces que el México actual es resultado de diversos vér-


tices históricos que se remontan a pasados tanto antiguos como diversos,
puede entenderse que nuestra cultura es un entramado complejo inten-
so y, sobre todo, plagado de conflictos y contradicciones. Los mexicanos
actuales somos la fusión de lo indígena y lo español renacentista, de lo
árabe medieval y de la industrialización aspirante a europea que inició a
principios del Siglo XIX; de lo prehispánico a la búsqueda de la consoli-
dación de una identidad nacional que nos permita sobrevivir la voracidad
globalizadora.

Si bien en México existe una marcada tendencia a establecer identificacio-


nes con lo indígena, es necesario comprender que lo que ahora constituye
nuestra nacionalidad comenzó a gestarse con el encuentro entre lo español
con lo indígena en los comienzos del Siglo XVI.

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Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 153

Desde que los grupos indígenas prehispánicos habitaban la región que


ahora conforma el territorio nacional, Mesoamérica ha sido un continuo
de superposiciones culturales, donde las culturas recién llegadas someten
a las que ya se habían establecido en la región.

Las culturas asentadas en lo que ahora es México, pudieron ser conquista-


das en gran medida porque los indígenas proyectaron en los españoles el
mito de Quetzalcóatl: el libertador que regresaría por el Oriente. Al mismo
tiempo, los grupos sometidos por los Aztecas vieron en los recién llegados
la esperanza de librarse de dicho sometimiento. En última instancia, lo que
conquistó al indígena fue la imago que proyectó en el español: fuerza, in-
mortalidad y leyenda.

Al consumarse la conquista, el indígena vio destruido su sistema de valo-


res, sus objetos y su vínculo con ellos. Quedó desolado, destruido y sumi-
do en la melancolía. Asustado, se cuestionaba si sus antiguas relaciones
de objeto tendrían que ser extinguidas también y si esto fuera así, la vida
entonces carecería de sentido y no tendría caso seguir viviendo.

La situación cultural en la Nueva España puede dividirse en cuatro gran-


des grupos: indígenas, mestizos, criollos, y españoles. La estructura fami-
liar del indígena es homogénea y tiende al aislamiento, como una forma de
defenderse contra lo hostil del entorno y poder conservar su esencia. Las
diferencias de género son poco significativas, exceptuando por la división
del trabajo. El niño indígena rápidamente tiene que comportarse como
adulto, ya que su dependencia total sólo dura un corto tiempo: al tener
que incorporarse rápidamente al mundo adulto, establece identificaciones
tempranas con sus objetos.

Al dejar atrás su mundo, los españoles magnificaron cualquier valor origi-


nado en la península –costumbres, idioma, religión, etc.– y lo descubierto
en estas tierras sólo fue valorado debido a que permitía acceder a todos los
satisfactores económicos al estatus que no pudieron tener en España. Al
relacionarse con las mujeres locales, el conquistador las devaluó reforzán-
dose la asociación indígena-sometido. Así, la figura masculina comenzó
a ser sobrevalorada a medida en que se le identificó con lo dominante y
lo conquistador. La mujer se convirtió en objeto de conquista y posesión

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154 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

violenta. Esta situación propició que la mayoría de los mestizos, hijos de


aquellas uniones, nacieran con el estigma del desamparo y el abandono
paterno.

La sensación exacerbada de superioridad masculina frente a la mujer, que


demanda la sumisión incondicional de ellas, ha permeado significativa-
mente hasta nuestros días los aspectos culturales de las relaciones de pare-
ja en nuestro país.

Los criollos también se relacionaron con dos objetos maternos: una madre
española altamente valorada, distante emocionalmente y ocupada en com-
promisos sociales; y una nana indígena cálida emocionalmente, pero deva-
luada ante el entorno. Aquello que cubría las necesidades emocionales más
profundas no tenía ningún valor en el entorno y lo valorado socialmente,
era frío y distante (Díaz Guerrero, 1961).

Puede considerarse que los primeros mexicanos en forma propia, mestizos


y criollos, nacen con un conflicto agudo de identificaciones múltiples y
complejas; contradicciones que necesariamente dejarán incompletos varios
aspectos de su personalidad.

El mestizo posee un padre fuerte, dominante, que lo vivencia más como


fruto de una necesidad sexual que del anhelo paterno. Su padre está ausen-
te tanto en lo físico como en lo emocional y únicamente se aparece para ser
servido y admirado. Su madre acepta pasiva y abnegadamente al padre,
convencida de que su destino es servirle.

La imago familiar que el mestizo se forma es particular: su padre tiene poco


contacto con él y le niega las identificaciones masculinas a las que aspira.
Cualquier manifestación de hostilidad o cualquier expresión del deseo de
identificarse con el padre serán reprimidas enérgicamente. A la mujer se
le exige fidelidad, al tiempo que la infidelidad del hombre se acepta abier-
tamente. El intenso anhelo consciente de padre es paralelo a la hostilidad
reprimida –inconsciente– que se siente hacia él.

Al crecer, el mestizo se relacionará con su esposa siguiendo los mismos pa-


trones culturales del padre, aún cuando su pareja e hijos sean tan mestizos

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Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 155

como él. Ya se ha incorporado la creencia de que el hombre es superior, es


decir el aspecto sometido del indígena asociado con la mujer ya forman en
el inconsciente una unidad indivisible.

Como sus identificaciones masculinas son sustancialmente débiles, el mes-


tizo requiere alardear de ellas: surge el machismo como la forma en que el
mexicano expresa la inseguridad de su masculinidad: A falta de una mas-
culinidad sólida, se tiene que recurrir a la caricatura.

Esta caracterología permanece en su esencia hasta la actualidad, difundién-


dose más allá del mestizo a todos los grupos étnicos y sociales; el hombre
busca destacar sus aspectos fálicos (masculinos) y ocultará cualquier as-
pecto sensible (femenino) de su personalidad.

El mestizo nace con la reivindicación a cuestas: se sabe indígena y reniega


de ello porque es algo devaluado. Se sabe español y también reniega de
este pasado que lo rechaza y lo somete. En conflicto permanente con el pa-
sado que lo engendró, busca mexicanizarlo todo y expresar así sus anhelos
y hostilidades. Dentro de esta constelación psíquica, sobresale el vínculo
madre-hijo. Al no realizarse en su relación de pareja, la mujer intensifica su
maternidad en la búsqueda de repararse a través de los hijos.

La actualidad

Hasta nuestros días, los roles de género en México están claramente di-
ferenciados bajo dos directrices: La supremacía indiscutible del padre y
el sacrificio absoluto –abnegación– de la madre. Desde la infancia, se co-
mienza a esperar de un hombre que tenga juguetes fálicos, que sea imposi-
tivo, agresivo y brusco, galante y tierno en la adolescencia, proveedor en lo
económico y distante en lo emocional; que demande autoridad y que se le
sirva “como lo hacía mamá”. En contraposición, la feminidad es entendida
como la búsqueda de la maternidad; de una mujer se espera que tenga ju-
guetes domésticos, que escinda su adolescencia en casta-sexualizada, que
se realice a través del matrimonio, que no esté satisfecha sexualmente y
que sea sobreprotectora con los hijos, la atención hacia ellos sirve como
compensación ante el abandono emocional y físico de su pareja. Así entonces,

sintonia y distonia.indb 155 10/01/2007 08:50:42 a.m.


156 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

la estructura familiar mexicana es facilitadora de patología emocional si


se tienen en consideración los siguientes aspectos: sumisión y conflicto
con la autoridad, angustia acerca de la potencia sexual, ambivalencia de
roles sexuales al escindir la ternura y sexualidad, dificultades en superar
la dependencia materna y problemática edípica que propicia la interferen-
cia materna en los vínculos de los hijos con sus parejas (Díaz-Guerrero,
1961).

La madre es con quien se establece en forma preverbal, el primer vínculo


profundo y de quien en un inicio se reciben todos los satisfactores. Inclu-
sive, es a través de los mensajes inconscientes de la madre como los hijos
conocen paulatinamente a su padre, quien durante los primeros años de
la vida tiene como funciones principales: a) dar contexto y reafirmar la
diferenciación psicosexual en el caso de las hijas y dotar de identidad a sus
hijos varones; b) erigirse simbólicamente en una figura fuerte que protege
al niño de sus temores y fantasías. Esta protección permite que los hijos
se sientan queridos y apreciados, además de propiciar la construcción de
la autoestima, al demostrarle inconscientemente al hijo que no es un ser
malo por los impulsos y fantasías que vivencia. Como el niño no puede
contener por sí solo sus pulsiones, en su fantasía debe construir la certeza
de que su padre es mucho más poderoso que éstas y lo protegerá de ser
abrumado por sus propias pulsiones, favoreciéndose con esto la consolida-
ción del proceso secundario y de la capacidad de demora. En México, país
de contradicciones, la estructura familiar se asienta sobre una dualidad de
aspectos, algunas veces opuestos, otras veces complementarios (González
Núñez, Cortés y Padilla, 1996):

ESTRUCTURA DE LA FAMILIA MEXICANA

Aspectos manifiestos Aspectos latentes

Triangular (padre, madre, hijos) Diádica. Vínculo estrecho entre la madre y el


hijo, especialmente cuando el padre es distante
o ausente.

sintonia y distonia.indb 156 10/01/2007 08:50:42 a.m.


Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 157

Hombre como autoridad familiar. La madre tiene prioridad funcional como autori-
dad. El padre rivaliza con el hijo varón y mues-
El hijo preferido por los padres es el tra una protección excesiva hacia la hija mujer.
varón.

El padre sobrevalora a la esposa e El padre devalúa a la esposa y a las hijas.


hijas.

El padre es una figura temida y odia- El padre es una figura deseada, admirada y
da por la esposa e hijos. anhelada por la esposa y los hijos.

La madre es una figura valorada, La madre posee fortaleza, es dominante y alber-


sufrida, sacrificada, desamparada y ga gran resentimiento.
abandonada.

Unión familiar en torno al padre. Unión familiar en torno a la madre.

Valores masculinos no machistas: Se transmiten valores machistas: agresividad,


trabajo, responsabilidad, demostra- ser fanfarrón, debilidad, infidelidad, impulsivi-
ción del amor, fortaleza, fidelidad, dad, ser afeminado.
autocontrol, masculinidad.

Respeto por valores éticos y morales. Indiferencia ante los valores éticos y morales.

Desacuerdo y desaprobación a las Indiferencia hacia las conductas incestuosas


conductas incestuosas entre padres e entre padres e hijos y entre hermanos.
hijos y entre hermanos.

De acuerdo con lo anterior, en México se espera que un hombre sea muy


macho: que no sea vieja (represión de los afectos), que traiga los pantalones
bien puestos (fálico y autoritario), que no se raje (fanfarrón), que rete a la
autoridad pero que sea obediente, infiel pero devoto de su madre y de la
virgencita de Guadalupe.

sintonia y distonia.indb 157 10/01/2007 08:50:42 a.m.


158 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Si bien diversas transformaciones sociales ocurridas en nuestro país como


consecuencia de la inserción de la mujer en diversos ámbitos antes exclusi-
vos de los hombres, como el campo laboral, la educación universitaria y los
deportes, harían esperar que los aspectos psicodinámicos anteriormente
mencionados sólo operarán dentro de las clases socioeconómicamente ba-
jas o que pertenecieran al pasado remoto de un México tradicionalista, la
realidad es que estos factores siguen siendo determinantes de nuestra con-
ducta, tal como lo demuestran números recientes: de acuerdo a la Encuesta
Nacional de las Dinámicas de las Relaciones en los Hogares 2003, realizada
por el INEGI, en 47% de los hogares nacionales existe violencia hacia las
mujeres, principalmente hacia aquellas que tienen un nivel de escolaridad
mayor (Muñoz, 2004).

El caso del callejón del cuajo, número chorrocientos

En México el comic es quizá el medio masivo de comunicación con mayor


penetración, superado, si acaso, sólo por la televisión. Pieza esencial en
el proceso de alfabetización del país durante los treinta y los cuarenta, la
influencia del comic es tal, que sus personajes llegan a ser más reconoci-
dos inclusive que los héroes nacionales y los símbolos patrios (Ruiz, 1996).
Por si esta situación fuera poco significativa, en gran medida los comics
constituyen el único contacto que tiene la población con la lectura: mien-
tras que el tiraje de un comic oscila entre los 25 y los 200 mil ejemplares,
un libro puede considerarse afortunado si cuenta con un tiraje de 3 mil
ejemplares.

Leer comics o no leer, esa es la cuestión en nuestro país

Al margen de los contenidos ideológicos y las estrategias de mercado con


las que es concebido, el comic es un medio que atrapa al lector fundamen-
talmente por dos procesos: (Peniche, 2001).

a) Los mecanismos gestálticos de la percepción –específicamente el cie-


rre–. El cierre perceptual permite al lector de comics involucrarse ac-
tivamente en la continuidad de las historias, ya que la lectura de un
comic exige que el lector vaya uniendo cada viñeta con la posterior,
formando él mismo la continuidad de la historia. En esta forma, el

sintonia y distonia.indb 158 10/01/2007 08:50:42 a.m.


Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 159

lector completará el relato de acuerdo a sus experiencias individua-


les y culturales, a sus propias emociones, ideales y justificaciones:
cada lector construye el comic que lee.

b) Los contenidos inconscientes que encierran sus personajes, los cua-


les fomentan la identificación del lector.

Como cualquier manifestación cultural de un grupo social, el comic refleja


en su contenido los elementos arquetípicos comunes a los miembros don-
de nace, dándole forma y salida a los contenidos inconscientes profundos,
determinantes de la conducta (Jung, 1959; Peniche, 2001).

Debido a que el individuo coloca valores, actitudes, necesidades, deseos,


impulsos y motivos tanto en su conducta como en objetos materiales (Ker-
linger, 1973/1975), una obra gráfica es cercana a los contenidos inconscientes
y por lo mismo ofrece un elevado nivel de confiabilidad como herramienta
para conocer los aspectos psicológicos que intervienen en su creación. De
esta forma, las obras artísticas gráficas pueden mostrar los aspectos más
profundos de la personalidad (Nahoul, 2000).

Los comics muestran una infinidad de personajes que dan forma a conte-
nidos arquetípicos del grupo social donde se produce, lo que permite fá-
cilmente al lector identificarse en las situaciones plasmadas en las páginas
(Peniche, 2003) y vivenciar a través de las historias, intentos de elaboración
de su propio conflicto.

Desde su aparición hace más de cinco décadas, La Familia Burrón se con-


virtió en uno de los comics nacionales más relevantes, al retratar de cerca
la idiosincrasia de la familia mexicana a través de la vida en el Callejón del

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160 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Cuajo. Las características de sus personajes, así como las situaciones ocu-
rridas en más de dos mil capítulos y el lenguaje popular que se reflejan en
sus páginas (Aurrecoechea y Bartra, 1993; Monsiváis, 1982) facilitan que el
lector mexicano pueda identificarse profundamente con las historias.

Al igual que la sociedad nacional, Los Burrón y los moradores de la vecin-


dad donde viven, han transitado de la ilusión del milagro mexicano a la
crisis permanente, de lo rural a lo urbano, de la esperanza a la desilusión. Si
bien los Burrón se nos muestran caricaturizados, los problemas que enfren-
tan, tanto a nivel individual como colectivo, son dramáticamente reales: un
súbito protagonismo femenino en el personaje de Borola que amenaza con
despojar a su marido, Don Regino, de todo atributo parental, la exacerba-
ción de los rasgos y valores centrados en las propias necesidades, una reali-
dad social que favorece el fortalecimiento de la psicopatología individual.

Con más de cincuenta y cinco personajes regulares, las historias de La Fa-


milia Burrón giran alrededor de la familia que le da nombre al título, inte-
grada por Don Regino, Borola, Regino chico, Macuca, Fóforo Cantarranas
(hijo adoptivo) y Wilson, mascota de la familia cuyo nombre hace una clara
alusión al presidente de Estados Unidos.

La Familia Burrón es fundamentalmente un comic de denuncia social. A tra-


vés de su conducta, de su patología y de su dinámica mental, los protago-
nistas del comic buscan denunciar situaciones que en nuestro imaginario
colectivo nos dañan como sociedad. Y no sólo eso, es también a través de la
conducta de los personajes que se proponen soluciones a lo denunciado.

Se denuncian principalmente la corrupción, el éxito fácil por el tráfico de in-


fluencias, la discriminación salvaje que se hace en torno a la posición social,
el atraso del campo, la miseria de las clases populares, el alcoholismo, el
machismo, la incapacidad del hombre para demostrar afecto y ternura por
temor a perder su masculinidad; la abnegación femenina, la represión de
la sexualidad, la falta de identidad, la dependencia emocional, el profundo
conflicto con las figuras de autoridad, el abandono y el maltrato infantil.

El éxito principal del comic, está cimentado en que los dos protagonistas
de la historia, Don Regino Burrón y Borola Tacuche, encarnan no los aspectos

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Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 161

manifiestos y tradicionales de la conducta del mexicano, sino que ellos


muestran los aspectos latentes más enraizados en nuestra forma de ser:

El señor Burrón es un hombre de edad madura


que llama la atención por su estatura notoriamen-
te baja. Sus ojos son grandes y expresivos, enmar-
cados por cejas prominentes y párpados grandes.
Sus orejas son pequeñas y también su nariz. De ex-
presión amable la mayor parte del tiempo, su abul-
tado bigote le da un aspecto de formalidad. Tiene
poco cabello, por lo que su frente se ve más amplia.
Inicialmente podría decirse que su cuerpo es simé-
trico y que sus extremidades son proporcionales,
pero una observación más minuciosa hace notorio
que su tronco es más pequeño que sus piernas.

Regino es seguidor a ultranza de la formalidad y siempre está al pendiente


de que sus actos y los de su familia sean correctos. Por lo tanto, invariable-
mente viste de traje, corbata de moño y sombrero. Duerme con camisón
compartiendo la cama con sus dos hijos –nunca con su esposa, Borola–.

Es dueño de El rizo de oro, peluquería que atiende personalmente en com-


pañía de sus dos hijos varones y el cual a duras penas le da para comer tras
años y años de sacrificio y trabajo duro. La idea que rige su proceder es que
las cosas sólo se logran a través de ser honrado, recto, de nunca aprove-
charse de la situación: más vale no ganar que arriesgar lo mínimo, porque
nunca se está seguro de cómo terminarán las cosas, dada la corrupción de
las autoridades y el desinterés gubernamental en apoyar al pueblo.

Continuamente se autorreprocha su situación económica y el que su fami-


lia tenga que pasar estrecheces. No obstante, prefiere ofrecerles una lata
de sardinas y pan blanco como cena de navidad, que pedir prestado a un
amigo o buscar alguna manera de obtener ese dinero extra. Cuando la cho-
rromillonaria Cristeta, tía de Borola, le ofrece financiarle el negocio que él
desee sin cobrarle intereses, él rehusa el ofrecimiento y permanece en la
pobreza, ya que no considera adecuado aceptar ni un quinto si él puede
trabajar y mantener humildemente a su mujer y sus hijos.

sintonia y distonia.indb 161 10/01/2007 08:50:43 a.m.


162 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Devoto de las buenas costumbres, de la tranquilidad y de mantener el statu


quo, prácticamente nunca está de acuerdo en salir a divertirse, no baila por
temor a exhibirse (aunque dicen que es el Rey del tango tras ingerir algu-
nos copetines de más) y está más al pendiente del que dirán los demás que
de pasar un momento agradable en compañía de su esposa y sus hijos. Eso
sí, Don Regino nunca rehuye un reto o una apuesta si el interesado sabe ser
persistente, picarle el orgullo y conseguir que se tome más de dos tragos,
con lo cual puede lograr que Regino se transforme radicalmente y desplie-
gue todo su repertorio cantinero.

Procura estar al pendiente de su familia y siempre está dispuesto a es-


cuchar a sus hijos y a defenderlos de los múltiples regaños y ocasionales
golpes que les propina su mamá. Aun cuando es conservador y le molesta
que Borola no esté en casa, sabe participar de las actividades domésticas e
invariablemente termina cediendo ante los caprichos de Borola, no sin an-
tes intentar imponerse mediante una actitud dominante que al poco tiem-
po se desvanece.

Don Regino denuncia los rasgos machistas, el alcoholismo, la dificultad


para expresar afecto, la masculinidad no consolidada, la desigualdad de
roles entre hombres y mujeres y lo descompuesto del sistema social (el éxi-
to fácil, la corrupción del sistema, la falta de oportunidades sociales) no a
través de mostrarse como figura omnipotente, fanfarrón y mujeriego, sino
al contrario, el autor propone como solución a estos conflictos hacer de Re-
gino un hombre dedicado a su familia y a su trabajo, de ideales elevados,
abstinente, rígido y austero. Regino muestra la conducta que se anhela de
un hombre en México, pero que la propia cultura impide manifestar.

Borola es la contraparte y el complemento de Regino. Fundamentalmente, ella


denuncia la desigualdad entre los roles que los hombres y las mujeres desem-
peñan, la abnegación femenina y la sexualidad reprimida que sólo se entiende
como maternidad, la pobreza, las condiciones sociales y la corrupción.

Madame Borolé –alter ego– de Borola, propone como solución una tenaci-
dad y una fantasía privilegiadas que le permiten nunca darse por vencida
ni perder la fe en los momentos más desesperados. A pesar de su impul-
sividad prácticamente irrefrenable, cuenta con la fortaleza interna de asumirse

sintonia y distonia.indb 162 10/01/2007 08:50:43 a.m.


Psicoanálisis de las expresiones afectivas del mexicano... 163

a sí misma, de tener el valor de conocer sus de-


fectos y limitaciones, pero siempre con la idea de
trascenderlos. Si fracasan sus anhelos de salir de
pobre, de ayudar a los desvalidos o de colaborar
para el sostenimiento de la casa, no se debe a una
intención patológica, sino a su imposibilidad de
medir las consecuencias, al gran anhelo de tras-
cender la condición tradicional de la mujer y po-
der vivenciar libremente su sexualidad, de expre-
sar sus sentimientos.

La del estribo: conclusión

Entonces, es válido considerar que La Familia Burrón pudo consolidarse


como un elemento representativo de la cultura popular nacional del Siglo
XX, principalmente debido a tres factores:

1) Al ser un comic, el lector participa más activamente que en la lectura


de un texto convencional, ya que los mecanismos perceptuales y los
procesos inconscientes lo llevan a darle continuidad a la historia al
que enlazar las viñetas y completar el relato de acuerdo a sus expe-
riencias, su mundo interno y sus expectativas. En los personajes, el
lector puede darle forma a sus propios contenidos arquetípicos y así
intentar solucionar su conflictiva individual: Cada lector construye,
de acuerdo a su mundo interno el comic que lee.

2) Sus personajes representan caricaturizadamente formas de compor-


tamiento y del lenguaje cotidianos, lo que facilita el establecimiento
de identificaciones por parte de los lectores.

3) A través de su conducta, su patología y su dinámica mental, los per-


sonajes proponen soluciones a aquello que las historias denuncian.
Además de ser una denuncia social, La Familia Burrón a través de
todos sus personajes propone soluciones a lo denunciado mediante
su conducta, su patología y su psicodinamia.

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164 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Recordemos entonces que los afectos y las ideas son las vías que tenemos
para reconocer a las pulsiones que generan la conducta (Freud, 1905/1981)
los afectos o emociones tardan más en sucumbir a la represión, ya que
constituyen una especie de atajo o válvula de seguridad a través de la cual
se descarga la necesidad cuando no es posible hacerlo en el objeto al cual
va dirigida (Freud, 1910-1911/1981).

Al irse fortaleciendo la estructura psíquica, los afectos ya no sólo operan


como un medio de descarga sino que se van constituyendo en una señal
quepreviene al Yo del sujeto, sobre una situación ya vivenciada anterior-
mente, reproduciéndola en forma atenuada a fin de poder anticiparse
y manejar en forma más realista lo que sucede en el entorno (Rapaport
1953/1978).

Regino Burrón puede consolidarse como una figura que se permite ex-
presar los afectos ocultos de los mexicanos. Mediante la identificación con
Don Regino, los lectores dan cauce a sus deseos de expresar lo afectuoso,
lo tierno y el cariño no sexualizado.

Regino le permite al lector realizar sus necesidades de acercamiento emo-


cional y vivenciar una masculinidad completa y no amenazada por la ex-
presión de los afectos más profundos y por lo tanto, más trascendentales.

Información del Copyright:

* La Familia Burrón, y todos los personajes, logotipos e indicios relaciona-


dos con dicha publicación mencionados en este capítulo, son propiedad de
Gabriel Vargas. Las imágenes de Regino y Borola fueron tomadas de las
ediciones de Editorial Porrúa, S. A. de C. V.

* La imagen utilizada para ilustrar el Cierre Perceptual fue tomada de Mc-


Cloud (1993).

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DISTONÍA AFECTIVA Y BISEXUALIDAD

Mtro. David Carreón Robledo

La sintonía afectiva consiste en “la actuación de conductas que contienen el


tono sentimental de un estado afectivo compartido, sin imitar la expresión
exacta del estado anterior.” (González Núñez, 2002: 17) Por lo tanto, la dis-
tonía afectiva se comprenderá para fines de este trabajo, como la actuación
de conductas que no comparten el mismo estado afectivo.

Para entender la distonía afectiva que se suscita entre un hijo y su padre, se


expone el caso de José María:

José María es un hombre soltero de 38 años, que vive con sus padres.
Trabaja como técnico radiólogo en un hospital de traumatología. Es alto,
robusto, de tez blanca; su cabello es ondulado con una marcada calvicie,
misma que cubre con gorras tejidas por su mamá o de tipo beisbolista. Su
vestimenta es de mediana calidad; le gusta utilizar collares y pulseras teji-
das, con caracoles y piedras, propios para una persona de menor edad. En
días soleados utiliza lentes oscuros que regularmente son de mujer.

Llegó a tratamiento, hace aproximadamente cinco años. El primer contac-


to fue por teléfono y para su primera entrevista se presentó en un día y
una hora que no fueron las programadas. Comentó haberse confundido
y sentirse sumamente apenado por la equivocación. El día de su consulta
no se presentó, se comunicó por teléfono y se acordó un nuevo horario. El
terapeuta se dio cuenta de la ambivalencia antes de iniciar su tratamiento.
Hoy se puede afirmar que desde el principio con esta ambivalencia estaba

165

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166 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

dejando ver la distonía que rige su vida en la relación con los demás y en
todo lo que hace.

Manifestó que buscaba ayuda porque no sabía quién o qué era y quería
saberlo; hombre o mujer, si homosexual o heterosexual, refiriendo que nin-
guna de las dos preferencias sexuales lo dejaban satisfecho, no obstante le
era más fácil conseguir una relación homosexual. A las mujeres tenía que
invitarlas a salir, ser atento, caballeroso, tener una plática interesante y so-
bre todo lo que más se le dificultaba, gastar dinero en ellas. En cambio con
un hombre no tenía que hacer todo este ceremonial de seducción, bastaba
con detectar que fuera homosexual y solicitárselo directamente, sin tantos
esfuerzos ni rodeos.

Al explorar en su historia la relación con sus padres comentó lo siguiente:


“a mi papá nunca le di gusto porque nunca supe patear un balón, correr, o
jugar a lo que juegan los niños, yo prefería esconderme. Mi papá me decía
¡ay José María, no seas mariquita! ¿cuándo vas a ser hombre?”

José María describe a su madre con palabras soeces, pues la percibe como
una mujer a la que nunca le dio gusto porque ella esperaba dar a luz a una
niña, le contó que cuando nació, le vio los testículos y se volteó. Incluso, lo
que refiere el paciente es que siendo muy pequeño su mamá se dirigía a él
como si fuera una niña, con expresiones como “vente m’ija, acompáñame
al mercado” o “¡ay m’ija! ¿cuándo vas a crecer?”

El deseo de ambos padres, si bien era confuso y devaluatorio en su expresión,


en el fondo denotaba la intención de que José María concretara una identi-
dad y adoptara las tareas que le correspondían a su condición masculina. Sin
embargo, lo que el niño interpretó fue la confusión de sus padres, introyec-
tando sólo la parte manifiesta de la madre que quería tener una hija.

Durante el tratamiento, José María conoció en su trabajo a Micaela, a la que


calificaba con los mismos adjetivos soeces con los que calificaba a su ma-
dre. Se ha involucrado con ella en una relación de pareja en la que, con sus
demandas, le exige que ejerza su masculinidad; tome decisiones, muestre
cuidado por ella, sea protector y autosuficiente; características propias del
rol masculino, que José María no puede cumplir.

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Distonia afectiva y bisexualidad 167

Klein (1928; citada en González Núñez, Simo, Gamietea, Caudillo y Zarco,


1998) hace alusión al concepto de padres combinados para describir la per-
cepción indiferenciada que tiene el bebé acerca del coito parental, en el que
el niño percibe al pene del padre formando parte del cuerpo de la madre.
En José María se observa que no existe sintonía con su padre, pues no logra
diferenciarlo de la figura de la madre, a pesar de que de ella tiene una clara
percepción; José María no sabe qué viene del padre y sí qué viene de la
madre. Esto trae como consecuencia que el niño no adquiere la capacidad
de percibir ni reconocer las funciones propias del padre, ya que éstas per-
tenecen siempre a la madre.

En una sintonía paradójica, el padre le dice mariquita queriendo que se


haga hombrecito, pero el niño no lo entiende e interpreta, literalmente, que
el padre le dice mariquita, como si ya lo fuera.

El padre tenía un deseo fuerte y definido de que el hijo adquiriera una


identidad masculina; supuso que la educación con rudeza y la desaproba-
ción tajante a todo aquello que a él no le pareciera masculino, le ayudaría a
formar su identidad. Sin embargo, tales métodos formativos evidenciaron
la distonía paterna y fueron interpretados por José María como rechazo
y desprecio a sus débiles intentos de adquirir masculinidad. Cuenta José
María que de niño tenía un gusto auténtico por la lectura, actividad que se
veía obligado a ejercer a escondidas de su padre, pues éste lo reprobaba
por considerarla una actividad propia de homosexuales. No sabe en qué
momento perdió el gusto por la lectura y dejó de practicarla.

Desde la concepción, el padre tenía la fantasía consciente de una posible


homosexualidad de su hijo varón, situación que le generaba angustia. Por
este motivo eligió para el niño el nombre de un personaje histórico de mas-
culinidad probada, a quien el padre admiraba, José María Morelos y Pa-
vón. Cuando la realidad no correspondió a sus expectativas, fue rota la
sintonía entre el padre y el hijo.

De acuerdo a las etapas de desarrollo referidas por Erikson (1968/1980),


una de las tareas psicológicas del primer año de vida es la adquisición de
la confianza básica, en la que el bebé tiene la certeza y la seguridad de que
va a recibir los cuidados maternos, en un ambiente de sintonía afectiva. El

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168 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

éxito de esta tarea facilita posteriormente la incorporación de la figura del


padre. Una vez realizada la introyección de las imágenes materna y pa-
terna, el niño aprende a confiar en sí mismo. Si el infante no encuentra en
sus padre la satisfacción de tales necesidades, desarrolla una desconfianza
profunda que se extiende a distintas áreas de su psique.

Durante el primer año de vida, José María tuvo que enfrentarse al dilema
de confiar o no en su madre y más tarde en su padre. Para éste momento,
en su representación psíquica ambos aparecían condensados, por lo que no
supo cómo diferenciarlos ni qué esperar de ella o de él. Este fue el momen-
to en que la sintonía, que debe provenir de la confianza básica se convirtió
en distonía, al no saber cuál de los progenitores aportaba los elementos que
podrían ofrecerle seguridad.

Erikson (1968/1980) menciona también que el siguiente paso en el desarro-


llo es el proceso de autonomía, que de no tener éxito provocará una fijación
en la etapa de la vergüenza y la duda. Al momento de arribar a esta etapa
de desarrollo, José María mostró conductas, actitudes y afectos ambivalen-
tes hacia los progenitores, los cuales provocaron la reprobación del padre,
truncando con ello el camino a la autonomía y, por ende adquiriendo las
fijaciones correspondientes a la etapa.

Cabe mencionar aquí otro pasaje en la vida de José María, quien siempre
manifestó el deseo de tener su propia casa, ya que la de sus padres nunca
pudo sentirla como propia. Este deseo logró concretarlo al conseguir un
crédito otorgado en su centro de trabajo, que le permitió comprar la casa
deseada. No obstante, no es capaz de vivir en ella, pues aún teniendo au-
tonomía económica, no la tiene en lo emocional como para habitarla; y así
como en esto, es ambivalente en todo.

Se observa cómo el padre no entendió los esfuerzos del hijo por autono-
mía, debido a que en lo inconsciente, deseaba que su hijo no concretara la
identidad masculina, pues de ser así, tendría en ese hijo un rival al cual no
estaba seguro de vencer más adelante en la batalla edípica. Se instaló así en
el padre una distonía entre sus deseos conscientes y los inconscientes, cuya
consecuencia de nueva cuenta, fue una relación afectivamente distónica
entre padre e hijo.

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Distonia afectiva y bisexualidad 169

Por otra parte, cuando el padre de José María dudó de manera consciente
de la homosexualidad de su hijo y, dada la falta de empatía entre ellos,
optó por detener el desarrollo de su hijo de manera inconsciente. La rela-
ción distónica que prevalecía impidió al padre encontrar una mejor solu-
ción para darle una clara identidad a su hijo.

Dado que José María se sintió despreciado por su padre, se alteró la confian-
za y se truncó la autonomía; cuando era pequeño lo invadió la culpa porque
supuso que no merecía por mandato paterno desplegar su iniciativa. Al no
encontrar respuesta en el padre, recurrió a la madre y empezó así el círculo
vicioso de los padres combinados. Además, el despliegue de iniciativa im-
plica definir una identidad, que en José María no estaba desarrollada.

Es como si el padre dijera en su relación distónica: “si sigues las iniciativas


que tu madre espera de ti, es porque eres homosexual y por lo tanto te re-
tiro mi aprecio”. La distonía en este momento lo llevó a una sensación de
ruptura con el padre y el refugio con la madre no le sirve porque la culpa
se le vuelve persecutora. Además que no obtenía las identificaciones com-
binadas que él requería.

Sin autonomía y sin iniciativa, difícilmente se obtiene la industriosidad y


queda en su lugar un sentimiento profundo y, para toda la vida, de ser
inferior. Ante esta inferioridad busca su lugar entre las personas conquis-
tando indiferenciadamente a hombres y mujeres a través de una estructura
bisexual.

La identidad se obtiene integrando varios roles (el de hijo, hermano, amigo,


estudiante) en un patrón coherente que confiere al individuo un sentido de
continuidad o de identidad interior. José María desarrolló una identidad
patológica, arcaica, bisexual; pero una identidad al fin.

Es cierto que se puede concebir esta identidad de muchas maneras, pero


para José María tener una identidad así ha sido mucho menos difícil y me-
nos conflictivo a pesar de los problemas que acarrea, que soportar la ame-
naza continua de un quiebre francamente psicótico. Hartmann (1958/1987)
menciona la existencia de equilibrios patológicos que pueden producir
adaptaciones.

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170 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Según la teoría psicoanalítica, cuando un individuo no puede llevar a cabo


las tareas correspondientes a una determinada fase opta por la regresión.
Al momento de llegar al Edipo, José María mantenía de manera manifiesta
una sensación de impotencia frente al padre; y de manera inconsciente por
los padres combinados (Zarco, 2003) una duda constante al no poder dife-
renciar la identidad de cada uno de ellos, ya que si se enfrentaba, enfrenta-
ba a ambos, si lo conquistaba, era una conquista de ambos. Sabido es que el
buen curso de la fase edípica se logra sólo a través de la sintonía afectiva.

Para este paciente, la angustia de castración es la antesala de la muerte


(González Núñez, 2002b), José María no contó con las herramientas sufi-
cientes para enfrentar la castración, por lo que revisitó todos los temores
anteriores, desde la pérdida de amor hasta la sensación de aniquilamiento,
de muerte.

La historia de José María transcurrió con la presencia de la distonía afec-


tiva, no sólo la que se estableció entre él y sus padres, sino aun antes de
que él naciera, ya que sus padres no lograron conjugar un mismo deseo
consciente en la formación del hijo. Basta recordar que la madre quería
una niña, el padre sólo pensaba en un hijo varón que no fuera homosexual,
situación que fue agravada por la percepción de padres combinados, en
donde solamente se distinguió el deseo de la madre, en quien estaba con-
tenido el padre.

Sabemos todos que cualquier problema del desarrollo psicológico encuen-


tra mejores soluciones con la presencia de la sintonía afectiva y esto es más
válido para los problemas de identidad. Otra hubiera sido la historia de José
María si hubiese existido sintonía afectiva en su desarrollo. La buscó des-
pués, mucho tiempo después pero no de forma tardía en el psicoanálisis.

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EL NARCISISMO EN LA IDENTIDAD
PSICOSEXUAL INFANTIL

Mtra. Patricia Landa Ramírez

El narcisismo normal en el niño involucra un proceso mediante el cual el


niño deposita su energía y su cariño en sí mismo. Al inicio del desarro-
llo prevalece la fantasía omnipotente de estar fundido con la madre todo-
poderosa en la que el niño alucina la autosatisfacción de sus necesidades
(narcisismo primario). En este periodo se da una relación muy estrecha con
la madre, un vínculo muy especial en el cual en esa unión omnipotente alu-
cinatoria toda la energía amorosa está depositada únicamente en la madre
como extensión del niño.

El niño requiere de atenciones de su madre, quien al estar sintonizada con


él, le proveerá de amor, cuidado, cariño y protección. Al percibir la presencia
afectiva de la madre se siente en sintonía con ella, es decir, valioso, acepta-
do, querido, admirado y capaz. Gracias a esta relación de sintonía afectiva,
pasará del narcisismo primario al narcisismo secundario, este último es un
amor a sí mismo más realista, que tolera frustraciones y críticas, sin que el
niño pierda su sentimiento de valía y sin dejar de esforzarse por continuar
nutriendo el amor propio. Esto le permitirá, además, valorar cualidades de
las personas para identificarse con ellas (González Núñez, 2001).

El niño narcisista no cumple con estos objetivos del desarrollo normal, por
lo que no logra integrar esas imágenes en su yo, ya que las ve disociadas o
separadas. Entonces, el niño algunas veces se vive listo, guapo, inteligente,
fuerte, que todo lo hace bien, que es el mejor de todos y otras veces se siente
tonto, inferior, incapaz, pobre, débil, oscilando entre estas dos sensaciones

171

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172 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

opuestas. Esto también le sucede al percibir y relacionarse con las demás


personas, en especial con la madre; en consecuencia, su capacidad de em-
patía o su apreciación fidedigna y profunda está alterada.

Cuando el niño narcisista se siente atacado tiende a disociar a las perso-


nas idealizándolas, con lo cual trata de ocultar su rabia y desprecio hacia
ellas. Con estas conductas deposita todas las partes negativas en los otros,
compite sin importarle si destruye al supuesto contrincante. No muestra
ninguna ayuda a los demás, se muestra distante y frío y suele ser hiriente
con las personas. No obstante, es muy sensible a la crítica de los demás y
el sentirse herido lo lleva a experimentar sentimientos de rabia y coraje
(González Núñez, 2000).

El niño narcisista no disfruta tan fácilmente de los juegos en los que parti-
cipa, debido a que su narcisismo, expresado a través del hastío y el vacío
que siente no se lo permiten; tampoco obtiene satisfacción de la relación
con otras personas. La perturbación narcisista aparece como un dolor y
sufrimiento que viene de la madre misma y que no le permite lograr una
adecuada identidad psicosexual.

La identidad en el niño está determinada a través de sus sensaciones cor-


porales y percepciones visuales, las cuales están fundamentadas de acuer-
do al ritmo de estimulación y presencia o ausencia de la madre, lo que le
permitirá paulatinamente diferenciarse. Así, la identidad implica tener una
buena integración del concepto de sí mismo y de las personas significativas
(Kernberg, 1975/1997).

La formación de la identidad es un proceso que surge de la asimilación


mutua y exitosa de todas las identificaciones e introyecciones del niño, a
través de una relación satisfactoria con la madre, en primer lugar, y poste-
riormente con los demás miembros de la familia, lo que permitirá el desa-
rrollo del yo y sus funciones en forma madura.

Al sentirse como una extensión de la madre, el niño narcisista sólo actúa las
expectativas de la madre para sentirse valorado por ella, no conformando
así su propia identidad psicosexual y provocando una identidad alterada
con fallas en la expresión de la masculinidad.

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El narcisismo en la identidad psicosexual infantil 173

Proceso de Funciones de sintonía Funciones de distonía


separación
individuación

Fase de indife- En el niño no hay distinción entre la La madre se desilusiona


renciación realidad exterior e interior, ni entre el porque el niño no es lo
sí mismo y su ambiente inanimado. La que ella espera.
(Autismo normal madre va reconociendo las necesidades
de 0 a 2 meses) de su hijo.

Fase simbiótica Las fronteras del sí mismo del niño y de La madre no puede
su madre están más o menos fundidas. compartir con su hijo
(Narcisismo Para estar en sintonía la madre tiene esa relación estrecha en
primario que seguir satisfaciendo y reconociendo forma placentera.
de 2 a 5 meses) a su hijo.

En el niño se da una disminución de La madre no logra iden-


la dependencia corporal con la madre. tificar las necesidades
Subfase de La madre lo acompaña a una distancia de diferenciación de su
diferenciación adecuada para que el niño progresiva- hijo, y vive el comienzo
mente se separe. Surge en el niño la de la separación como
(5 a 10 meses) locomotricidad, el gateo, el trepar, pa- una amenaza, obstacu-
rarse y explorar tanto su cuerpo como el lizando de alguna mane-
de su madre. Se vuelve más activo en ra las funciones propias
la búsqueda de placer y estímulo. de esta etapa.

El niño ejercita cada vez más sus facul- El niño es muy teme-
tades motrices y la exploración de su rario en su forma de
ambiente. La principal característica de actuar y no mide lo que
esta subfase es su narcisismo, deposi- es capaz de hacer y
tado en las habilidades y capacidades lo que no. La madre
Subfase de que va adquiriendo. El niño comienza a le alimenta esas ideas
ejercitación aventurarse más allá de los pies de su acerca de sí mismo, no
madre, sin embargo, vuelve a ella para ayudándole a superar
(10 a 15 meses) abastecerse emocionalmente. La madre su narcisismo.
le mostrará a su vez aquellas habili-
dades que el niño adquiere al mismo
tiempo que le da realidad.

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174 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

Surgen en el niño los primeros signos La madre no compren-


de agresión que coinciden con la fase de a su hijo y se enoja
Subfase de re- anal del desarrollo, en la que se observa cuando el niño tiene
acercamiento una creciente posesividad respecto de esas expresiones agre-
la madre. sivas, respondiendo de
(15 a 22 meses) la misma manera, esto
El niño en este momento debe afron- afecta la autoestima del
tar la necesidad de la separación niño, e incrementa su
emocional de su madre; y la madre al narcisismo, lo cual pue-
sintonizarse con él, le ayudará a lograr de verse reflejado en
la separación viéndolo como un ser indi- forma de conflicto en su
vidualizado. Todo eso ocurre en medio identidad psicosexual.
del conflicto psicosexual.

Durante este periodo de diferenciación La madre no compren-


del yo, la individuación se nota más, de, ni acepta la conduc-
el niño se vuelve gradualmente capaz ta negativista normal de
Cuarta subfase de aceptar la separación de la madre y su hijo, ni sus caracte-
de separación- viceversa. La madre acepta las carac- rísticas de personali-
individuación terísticas de personalidad que el niño dad, mucho menos las
va teniendo y lo impulsa a expresar su expresiones masculinas
(22 a 36 meses) masculinidad. propias de su edad.

Lo que significa que la madre y el niño


se encuentran en sintonía.

Si en la fase de diferenciación la madre no logra esa sintonía con el niño,


surge la problemática de identidad en el niño narcisista, debido a que la
madre no le permite ejercitar esa diferenciación entre ella y él mismo, por
lo que el niño, para complacerla, tendrá que sacrificar sus expresiones mas-
culinas –en el caso del niño varón– para no estar en distonía con ella.

El niño narcisista tendrá una gran necesidad de ser amado y admirado


por los demás, se vivirá grandioso en todas partes, buscará ser halagado
constantemente, sus relaciones interpersonales serán superficiales y poco
empáticas, con frecuencia envidiará las relaciones objetales de los otros.
Por lo tanto, el niño narcisista vive una dolorosa dependencia y nunca es
realmente libre porque depende en gran medida de la admiración de su

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El narcisismo en la identidad psicosexual infantil 175

madre, padre, hermanos, amigos y enemigos, a los que devaluará, debido


a que todas sus funciones yoicas están disminuidas y auque éste se maneje
con una aparente competencia sus éxitos serán pírricos.

Para ilustrar lo anterior se presenta un caso trabajado en psicoterapia psi-


coanalítica infantil.

Miguel es un niño de 8 años que fue llevado a terapia porque presentaba


problemas de conducta en la escuela: una mala relación con sus compañeros
y maestros, era agresivo con todos; aventaba las cosas de sus compañeros,
les decía groserías, se paraba constantemente en el salón y a veces también
era agresivo consigo mismo; se caía constantemente, a veces se pegaba en la
cabeza cuando algo no le salía bien y se decía a sí mismo ¡que tonto soy!

Miguel fue un bebé planeado y deseado. La madre comentaba que ella


quería una niña (extensión narcisista) y el papá estaba seguro que sería
niño (narcisismo). A los 15 días de nacido, Miguel fue operado del píloro,
desde pequeño se le consideró un niño débil, no apegado a nadie, lo que
significaba afectivamente que para los padres no era el niño que llenara las
expectativas ideales paternas. Esto representó la primera herida narcisista.
Para la madre y el padre nunca fue suficiente lo que Miguel hacía. Esto
refleja el narcisismo de ambos padres.

En la fase de diferenciación, Miguel fue sobreprotegido por la madre, quien


no lograba identificar adecuadamente las necesidades de su hijo, provo-
cando un retardo en la etapa de ejercitación. Miguel empezó a gatear a los
11 meses y a caminar hasta el año 4 meses. En la fase de reacercamiento, le
costó trabajo separarse de su madre y al mismo tiempo estar cerca de ella,
por lo que se comportaba de manera agresiva, haciéndola sentir que no la
necesitaba, la pateaba y la empujaba. Debido a que la madre no lograba
comprender los motivos de la conducta agresiva de su hijo, ella se tornó
agresiva con él. Esto provocó que el entrenamiento del control de esfínteres
de la etapa anal se prolongara durante un año. Lo anterior muestra una
falta de sintonía entre ambos.

El padre era un hombre exigente y frío que difícilmente demostraba sus


emociones: su relación con Miguel era distante y no fue una figura con la

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176 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

que pudiera identificarse fácilmente por esa distancia afectiva. Su padre no


logró ayudar a Miguel a separarse de su madre para indentificarse con él.
Miguel aparentaba ser un niño muy independiente de la madre y autóno-
mo, como si pudiera progresar dentro del desarrollo, pero como al padre
de Miguel se le dificultaba relacionarse con su hijo, difícilmente podía rom-
per esa díada madre-hijo, por otro lado a la madre se le dificultaba también
relacionarse de manera no agresiva con el niño. Miguel se aferraba a ella y
al mismo tiempo la rechazaba, buscando esa identidad psicosexual.

Miguel es un niño narcisista a quien se le dificulta sostener una relación


con la terapeuta, por lo que le es difícil disfrutar del juego. En el momento
en que empezó a relacionarse con la terapeuta y a disfrutar del juego, repi-
tió la conducta que tenía con la madre y empezó a hacer todo por separarse
y dejar de jugar. Además no permitió que la terapeuta hiciera lo mismo que
él, porque sentía que ella podía hacerlo mejor y eso hería su amor propio.

Por sus características egocéntricas, Miguel exagera sus logros y capacida-


des y en ocasiones inventa que él tiene todos los juguetes y la colección de
todo, esperando ser reconocido y, como él dice que es un niño muy bueno,
sus padres le compran todo. Miguel se cree especial y único, esto le difi-
culta aceptar que otros niños también jueguen en el consultorio como él,
lógico es pensar que nunca los demás juegan mejor que él. En ocasiones,
para no compartir los juguetes con otros niños, prefiere llevar sus juguetes
para que nadie más los toque. Miguel exagera sus éxitos y el amor que los
demás le proveen, cree que todo mundo lo ama y lo consiente, pero tam-
bién cree que todo mundo le tiene envidia y no lo comprende.

Es presumido y constantemente pregunta “¿cómo me veo?”, le gusta sen-


tirse halagado y admirado por todo lo que hace, nuevamente en esta nece-
sidad de reconocimiento. Generalmente quiere más tiempo de sesión, pro-
vocando que otros pacientes no tengan su sesión completa. De la misma
manera que Miguel no llenaba las expectativas de la madre, él sentía que
la terapeuta tampoco llenaba sus expectativa. Constantemente preguntaba
“¿a qué juegan los demás niños cuando están en sesión contigo?”, aspecto
que nos muestra la probable envidia que siente de los otros, la dificultad
para aceptar la presencia de otros y de compartir el espacio terapéutico.
Siempre quería ganar en los juegos, como si disfrutara ver al otro perder,

sintonia y distonia.indb 176 10/01/2007 08:50:44 a.m.


El narcisismo en la identidad psicosexual infantil 177

de lo contrario se enojaba y perdía su interés por el juego, en la sesión en


que eso sucedía.

A Miguel se le dificulta reconocer sus sentimientos y emociones, pero no


sólo los suyos, sino también los de las demás personas, especialmente los
de su familia.

A través del simbolismo en el juego el niño muestra su problemática, el


mundo que le rodea, la relación con sus padres, hermanos, amigos, etc.
(Padilla, 1995). En este caso, Miguel muestra su problemática en cuanto a
su identidad psicosexual a través del simbolismo, como se observará en el
siguiente ejemplo.

Cuando Miguel entró al consultorio vio un pizarrón y plumones que tenía


la terapeuta y le dijo: “¿puedo hacer un dibujo?, pero tú tienes que adivinar
qué voy a hacer”. Tomó los plumones y dibujó un caracol muy grande (el
caracol es considerado un símbolo materno, en donde se muestra la díada
simbiótica madre-hijo) el caracol quedó tan grande como el pizarrón, Mi-
guel hizo un caracol grandioso para que lo vieran. Y además con un gran
caparazón que lo protegía, pero que también no le permitía salir ni expre-
sarse. Pero este caracol no tenía cuernos, no le dibujó cuernos, los cuales
son símbolos fálicos. Miguel se dio cuenta y comentó “no tiene cuernos, no
le puse cuernos, ¿se los pones?”, a lo que la terapeuta contestó: “Sí, le voy
a dibujar sus cuernos, porque éstos le sirven para guiarse, para explorar,
para conocer el mundo, porque el caracol como tiene la limitación de que
está adentro, no puede moverse fácilmente y le da trabajo hacer todas las
cosas que quisiera y que puede hacer”. Miguel se quedó pensando cómo
ser diferente y expresar sus capacidades, su masculinidad y así, después
de varias sesiones, Miguel llegó directo al pizarrón sin decir nada y dibujó
“un caballo de carreras”. Este nuevo dibujo simbolizaba la posibilidad de
Miguel de mostrar sus deseos de competir y ganar, es decir la expresión de
su masculinidad.

La meta terapéutica con este tipo de casos es que el niño logre identidad
psicosexual a través del juego simbólico con el niño. Es importante trabajar
con ambos padres aspectos sobre el desarrollo psicosexual para que el niño
narcisista se dé cuenta de sus sentimientos y actitudes, que tiene un espacio

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178 Sintonía y distonía en la afectividad masculina

de contención que le ayudará a mostrar su masculinidad y que además


puede estar en sintonía con la madre aun separado de ella, así como ape-
garse a su padre para aprender a ejercer su sexualidad masculina.

La formación de la identidad psicosexual en un paciente con rasgos narci-


sistas se inicia en la fase de diferenciación y se extiende a la fase de reacer-
camiento, que es la fase en la cual el niño avanza en su independencia, pero
necesita estar comprobando que está ahí la madre y hace ejercicios de ale-
jarse pero siempre necesita volver a ella para sentirse seguro. Se aleja y luego
se acerca a ella como si la madre fuera una fuente de energía que el niño
necesita para seguir independizándose, por lo que es de vital importancia
que la madre sea capaz de ayudar al niño a seguir independizándose de
ella. El niño puede ser independiente y al mismo tiempo sigue amando a
su madre, el niño independiente sabe amar a su madre. La madre no debe
sentirse herida ni devaluada porque el niño no hace todas las cosas como
ella las haría o las espera y que pueda amarlo tal como él es, no como la
madre desea y quiere que sea. Esto es, que se logre la sintonía entre ambos,
la sintonía consiste en que la madre se siente amada por el niño, lo cual a su
vez le permite al niño sentirse independiente y amado por su madre. Esta
sintonía sostiene en el mundo intrapsíquico del niño la vivencia de una
constancia objetal y eso significa que nunca más estará solo.

En este tipo de casos es importante trabajar la identificación psicosexual


para que el niño pueda atreverse a ejercer su masculinidad y así el narcisis-
mo se vuelva más adaptativo, lo que llevará al niño a encontrar una nueva
forma de sintonizarse con sus objetos.

sintonia y distonia.indb 178 10/01/2007 08:50:44 a.m.


DE LOS AUTORES

Colaboradores

Dr. José de Jesús González Núñez.

Doctor en Psicología Clínica y Psicoanalista. Profesor de tiempo completo


de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Es Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Presidente
Honorario del Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social,
A.C. Ha desempeñado diferentes cargos en la UNAM., entre otros como
coordinador del Doctorado y del área clínica de la Facultad de Psicolo-
gía. Es director de la revista Alêtheia. Entre sus múltiples actividades es
primer autor y compilador de 22 libros, autor de más de 80 artículos y ha
impartido más de 280 conferencias académicas y de divulgación sobre la
salud mental. Sus líneas de investigación comprenden la psicología de lo
masculino, psicología de la adolescencia y psicoterapia psicoanalítica de
grupos.

Dr. Carlos Caudillo Herrera

Es egresado de la licenciatura de la Universidad Autónoma Metropolitana;


tiene Maestría en Psicología Clínica por la Universidad Iberoamericana e
hizo su especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica Individual en el Institu-
to de Investigación en Psicología Clínica y Social, A.C. (IIPCS). Es Doctor
en Investigación Psicoanalítica también por el IIPCS. Desde hace 22 años
es catedrático de asignatura de la Universidad Iberoamericana, así como

179

sintonia y distonia.indb 179 10/01/2007 08:50:44 a.m.


180 Sintonía y distonía en la efectividad masculina

asesor de estudios del Centro de Estudios Superiores Mundo Nuevo, en


Chihuahua y del Instituto de Psicología Psicodinámica de Culiacán.

La labor que realiza es como psicoterapeuta, maestro, supervisor y analista


didacta de las maestrías del IIPCS. Es autor y coautor de artículos y libros.
Las líneas de investigación que ha venido desarrollando son: los usos de la
fantasía, las nuevas adicciones y la psicopatología sexual.

Dra. Alejandra Plaza Espinosa

Estudió la licenciatura en Psicología en la Universidad Intercontinental,


la Maestría en Psicología Clínica en la UNAM y la Especialidad en Psico-
terapia Psicoanalítica y el Doctorado en Investigación Psicoanalítica en el
Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, A.C.(IIPCS). Es
Psicoterapeuta Psicoanalítica Grupal, así como Profesora Titular de las
maestrías y la licenciatura en Psicología en el IIPCS. Es Supervisora y Psi-
coanalista didacta. Ha sido catedrática en la Universidad de las Américas,
Universidad del Claustro de Sor Juana, Universidad del Tepeyac y en la
Universidad del Valle de México, donde fue presidenta de la Academia de
Psicología. Dentro del área laboral, ha impartido cursos sobre Valores y lle-
vado a cabo proyectos de Selección de personal. Fue Presidenta del IIPCS
y ha sido coautora de diversas publicaciones del mismo Instituto y de la
Revista Alêtheia. Sus líneas de investigación comprenden: valores, mujeres
y el campo laboral, la relación intersubjetiva y el psicoanálisis.

Dra. Rebeca Oñate Galván

Es licenciada en Psicología por la Universidad Intercontinental. Estudió su


Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Infantil y el Doctorado en Psicología
Piscoanalítica en el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social
(IIPCS). Es Psicoanalista infantil, profesora titular, supervisora y analista
didacta, presidenta electa de la Mesa Directiva del IIPCS. Desempeña el
cargo de profesora en la licenciatura de Psicología de la Universidad In-
surgentes. Es autora y coautora de diversas publicaciones del IIPCS. Ha
presentado trabajos a nivel nacional e internacional. Se dedica a la consulta

sintonia y distonia.indb 180 10/01/2007 08:50:45 a.m.


De los autores 181

privada en psicoterapia psicoanalítica con niños, adolescentes y adultos.


Su línea de investigación es la infancia y la psicoterapia infantil.

Dra. Vanessa Nahoul Serio.

Es Doctora en Psicología Psicoanalítica y Psicoanalista por el IIPCS. Ade-


más es Analista Didacta, Supervisora Didacta y Psicoterapeuta de Grupos.
Fue profesora y sinodal de tesis en la Universidad Iberoamericana y actual-
mente da clases en la Licenciatura de Psicología y en las Maestrías en Psi-
coterapia Psicoanalítica, en el IIPCS. Es coautora de varios libros de psico-
logía de lo masculino y autora de diversos artículos de la Revista Alêtheia.
Trabaja diversos temas relacionados con la adolescencia y su línea de in-
vestigación es el psicoanálisis del arte.

Dra. Susana Zarco Villavicencio

Licenciada en Psicología por la Universidad Intercontinental, Psicoanalis-


ta y profesora de Licenciatura y Maestría del IIPCS. Obtuvo el grado de
Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Individual, el grado de Doctorado
en Psicología Psicoanalítica y la especialidad en Psicoterapia de pareja en el
IIPCS. Es supervisora, psicoanalista didacta y sinodal de tesis. Es coautora
de varios libros y autora de varios artículos en la revista Alêtheia. Sus líneas
de investigación comprenden el estudio de la psicodinamia de los padres
combinados y la sobreprotección en la relación entre padres e hijos.

Dra. Jael Alatriste García

Licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Iberoamericana. Tiene


la maestría con Especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica Individual por
el IIPCS y la Maestría en Psicología Clínica por la UNAM. Cuenta con el
Doctorado en Investigación Psicoanalítica, la Especialidad en Psicoterapia
Psicoanalítica Grupal también del IIPCS. Es coautora de diversas publi-
caciones sobre la línea de lo masculino y autora de investigaciones sobre
la identificación con la madre que rechaza al hombre como objeto amado,

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182 Sintonía y distonía en la efectividad masculina

sobre la psicodinamia de la duda, sobre las vicisitudes en la relación de


pareja, sexualidad y sobre Literatura y Psicoanálisis. Ha impartido clases
en los cursos básicos sobre Psicoanálisis, en la Licenciatura en Psicología,
en la Maestría con Especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica Individual
en el IIPCS y materias de Psicología en el ITESM de Monterrey, Campus
Ciudad de México.

Dra. Patricia Rizo Morales

Estudió la Licenciatura en Sociología, en la Universidad de Guadalajara.


Tiene el Diplomado en Teoría Psicoanalítica, la Maestría en Psicoterapia
Psicoanalítica Individual y el Doctorado en Psicología Psicoanalítica del
IIPCS y es candidata a la Especialidad en Psicoterapia de grupos también
del IIPCS. Es miembro de la Mesa Directiva del IIPCS, coordinando la
comisión de eventos. Ha realizado investigaciones sobre identificaciones
transgeneracionales, relaciones interpersonales laborales y transmisión de
valores, los cuales ha expuesto en coloquios nacionales e internacionales
del IIPCS y han sido publicados como coautoría.

Actualmente es maestra titular en la maestría y diplomado del IIPCS. Es


psicoterapeuta individual, de pareja y grupo, dirige talleres para grupos en
ámbitos educativos y laborales.

Mtra. Claudia Mercedes Sotelo Arias

Es licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de


México, tiene la maestría con especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica
Individual por el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social,
es supervisora de prácticas de la Licenciatura en Psicología, profesora de
maestría y coordinadora del diplomado de interpretación de pruebas psi-
cológicas del IIPCS. Desempeña el cargo de profesora en la Universidad
Iberoamericana, en la Normal Quince de Mayo y en la Universidad del
Desarrollo Empresarial y Pedagógico.

sintonia y distonia.indb 182 10/01/2007 08:50:45 a.m.


De los autores 183

Mtra. Violeta Farfán Márquez

Es Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de


México. Es maestra en Psicoterapia Psicoanalítica Individual, candidata en
el Doctorado de Psicología Psicoanalítica y en la especialidad de psicotera-
pia de grupos por el mismo Instituto. Es miembro titular, analista y super-
visora didacta, docente en la licenciatura y en las maestrías del I.I.P.C.S. Se
dedica a la consulta privada de adolescentes y adultos. Su línea de investi-
gación son los adolescentes psicopáticos.

Mtra. Laura Fabiola Miranda Valenzuela

Es egresada de la Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Individual y del


Doctorado en Investigación Psicoanalítica del Instituto de Investigación en
Psicología Clínica y Social. Miembro Titular del IIPCS, profesora titular en
la Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Individual en el mismo Instituto.
Coordinadora académica y profesora titular de los diplomados en Psicopa-
tología y Psicogerontología Integral en la División de Estudios Continuos
de la Facultad de Psicología de la UNAM. Es coautora de diversos libros
sobre Psicología de lo Masculino, editados por el IIPCS. Se dedica a la con-
sulta privada en psicoterapia psicoanalítica con adolescentes y adultos.

Dra. Ma. De los Ángeles Núñez López

Es egresada de la licenciatura en Psicología de la Universidad Nacional


Autónoma de México. Tiene la Especialidad en Psicología Clínica y Psi-
coterapia de Grupo en Instituciones y la Maestría en Psicología Clínica.
Es Maestra en Psicoterapia Psicoanalítica Individual y tiene el Doctora-
do en Psicología Psicoanalítica por el IIPCS. Además cursó el diplomado
en Orientación Educativa, en el Colegio de Bachilleres del Estado de Mi-
choacán. Es coautora de artículos en la revista Alêtheia publicada por el
IIPCS.

Es docente en el Diplomado y en las maestrías del Instituto de Investi-


gación en Psicología Clínica y Social. Es psicoterapeuta individual en la

sintonia y distonia.indb 183 10/01/2007 08:50:45 a.m.


184 Sintonía y distonía en la efectividad masculina

práctica privada. Su línea de investigación es el psicoanálisis aplicado a la


educación y en el estudio de la figura paterna.

Mtro. Carlos Rodrigo Peniche Amante

Es egresado de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Nacional


Autónoma de México; realizó estudios de Psicología en la Universidad de
California en Los Ángeles, Estados Unidos. En 1996 obtuvo el Premio al
Servicio Social Universitario “Dr. Gustavo Baz Prada” en el área de Divul-
gación de la Ciencia de la UNAM. Es Maestro en Psicoterapia Psicoanalítica
Individual por el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social,
donde también realizó el Diplomado en Teoría Psicoanalítica Avanzada.

Inició su trayectoria profesional dentro de la Psicología Laboral, en diversas


áreas como reclutamiento, selección y capacitación de personal, así como
en desarrollo organizacional. En Mexicana de Aviación fue Coordinador
del Centro de Atención a Familiares del Programa de Atención a Familia-
res en Caso de Accidente Aéreo.

Es profesor en las Licenciaturas en Psicología de la Universidad Nacio-


nal Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional. Dentro del
Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social es miembro de la
Mesa Directiva, Titular de la Comisión de Medios Audiovisuales, profe-
sor en la Licenciatura, imparte el Diplomado de Interpretación de Pruebas
Psicológicas.

Ha publicado en la revista Alêtheia y participado en diferentes coloquios y


talleres. Su línea de investigación se ha enfocado a los medios masivos de
comunicación, en particular los comics, así como la influencia de la cultura
en la personalidad

Mtro. David Carreón Robledo

Es egresado de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autó-


noma de México. Estudió en el IIPCS el diplomado en Teoría Psicoanalítica, la

sintonia y distonia.indb 184 10/01/2007 08:50:45 a.m.


De los autores 185

Maestría con Especialidad en Psicoterapia Psicoanalítica Individual y es


candidato a la Especialidad en Psicoterapia de Grupo por el IIPCS. Miem-
bro de la American Psychological Association (APA). Miembro titular,
miembro del Consejo Técnico de Licenciatura, miembro de la Mesa Di-
rectiva y Coordinador de la Comisión de Conferencias del IIPCS. Profesor
adjunto en las maestrías en psicoterapia psicoanalítica individual e infantil
en el IIPCS. Supervisor de prácticas de la Licenciatura en Psicología del
IIPCS. Profesor de la Licenciatura en Psicología en la Universidad del Valle
de México (UVM) Campus Chapultepec. Se dedica a la consulta privada en
psicoterapia psicoanalítica individual con adolescentes y adultos.

Mtra. Patricia Landa Ramírez

Es Licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Nacional Autóno-


ma de México, estudio la Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica Infantil
por el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social (IIPCS) en
el cual es candidata al doctorado en Investigación Psicoanalítica. Tiene un
Diplomado en Asesoría y Orientación Educativa por el Instituto Tecnoló-
gico de Monterrey Campus Ciudad de México en el cual es catedrática de
alumnos de preparatoria y profesional. También es profesora titular en la
Licenciatura y Maestrías del IIPCS, pertenece a la Mesa Directiva como
coordinadora de la Comisión de Membresías del mismo. Es instructora en
diferentes cursos sobre Desarrollo Humano. Es psicoanalista de niños y se
dedica a la consulta privada

Mtra. María Antonia Pérez Vizcaya

Es egresada de la Universidad Anáhuac del Norte donde estudió Peda-


gogía. Estudió la maestría en Psicología del Desarrollo y Trastornos del
Ajuste Escolar en la misma Universidad. Maestría en Psicoterapia Psicoa-
nalítica Individual por el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y
Social. Es candidata al Doctorado y a la Especialidad de Psicoterapia Gru-
pal en el mismo Instituto. Es profesora titular de las Maestrías de Infantil
e Individual; imparte cursos para padres y es coordinadora del programa
de Escuela para Padres de los Agustinos Recoletos. Imparte talleres con el

sintonia y distonia.indb 185 10/01/2007 08:50:45 a.m.


186 Sintonía y distonía en la efectividad masculina

enfoque de hipnoterapia a diversos grupos de adultos a empresas y en la


misma comunidad de Agustinos Recoletos. Realiza evaluaciones psicope-
dagógicas a niños y adolescentes impartiendo la prueba Woodcock Johnson
para detectar problemas de aprendizaje. Ha colaborado en el programa de
psicoterapia grupal al personal que labora en los reclusorios del D.F. en
coordinación con el INCAPE y el IIPCS con tres grupos consecutivos. Es
autora de algunos artículos y su línea de investigación es Dios como rela-
ción de objeto y la dependencia religiosa. Se dedica a la consulta privada
de niños, adolescentes, adultos, familia y grupo.

sintonia y distonia.indb 186 10/01/2007 08:50:45 a.m.


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Impreso en los Talleres Gráficos de la
Dirección de Publicaciones del
Instituto Politécnico Nacional
Tresguerras 27, Centro Histórico, México, DF
Enero 2007. Edición 1 000 ejemplares

Correción: Vania B. Castellanos Contreras


Formación: Surabi Dione Calette Daniel
Patricia Camargo higareda
Diseño de portada: Surabi Dione Calette Daniel
Procesos editoriales: Manuel Toral Azuela
División editorial: Jesús Espinosa Morales
Director: Arturo Salcido Beltrán

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