6 Fukuyama WORD
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y Hardt-Negri)
Introducción
La crítica que surgió en torno a su polémico libro iba desde la acusación de estar al
servicio del Departamento de Estado norteamericano, de ser una apología del imperialismo
anglosajón, o de no haber entendido precisamente la historia, cuya complejidad va más allá
de los logros económicos y sociales que puedan exhibirse en un momento determinado. Y
una de las críticas fundamentales que empezaron a aparecer en contra del libro de
Fukuyama, consistía en señalar que el desarrollo acelerado de la técnica-tal como lo había
visto, por ejemplo, Heidegger a comienzos del siglo XX-constituía un factor de cambio tan
intenso que permitía precisamente hablar de un nuevo desarrollo histórico. Y más aún, de
cambios que pueden llegar a afectar la condición misma del hombre.
Fukuyama mostró una gran habilidad y versatilidad al asumir esa crítica y sobre
todo al hacer de la técnica el eje de su nueva reflexión. Se puede decir que sus recientes
reflexiones sobre el desarrollo de la biotecnología son la mejor autocrítica que hace el autor
a su pretensión inicial de mostrar el fin de la historia. Our Post Human Future, surgió como
un balance, después de diez años, de su libro El fin de la historia o el último hombre. El
punto de atención principal de Fukuyama consiste en dilucidar si la ciencia y la tecnología,
especialmente en el campo de la biología, pueden representar un motor decisivo para la
continuación de la historia. Y efectivamente, se sostiene que la tesis del “fin de la historia”,
planteada en 1992, si bien podría considerarse cierta desde el punto de vista de la historia
social, política, económica, que sirve de eje al capitalismo, podría ser revisada desde el
2
Francis Fukuyama. The end of history and the last man, New Yor: Free Press, 1992.
3
Valga indicar que Hardt-Negri interpretaron el libro de Fukuyama sobre el fin de la historia como una
reflexión que apuntaba al fin de la crisis de la modernidad en términos de la soberanía moderna y que daba
lugar a una multiplicidad de crisis (una”omnicrisis”). (Op. cit.,p.158).
punto de vista de la tecnología, cuyas expectativas no permiten hablar del último hombre,
dadas las perpetuas posibilidades de modificarlo.4
4
Las posibilidades de concebir una condición posthumana fueron planteadas también, y antes que lo hiciera
Fukuyama, en atención al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. Véase al
respecto el libro de Vernor Vige, The Coming Technological Singularity. How to survive in the Post-Human
Era, San Diego State University, 1993. Puede observarse, asimismo, que el libro de Hardt-Negri, en relación
con el desarrollo tecnológico, toma como base las TIC, sin incluir decisivamente a la biotecnología. Sin
embargo, vale advertir que el concepto de biopoder utilizado por Hardt-Negri, referido a las condiciones de
reproducción cultural y económica del capitalismo imperial, va más allá de la agenda biotecnológica
explorada por Fukuyama.
5
Puede entenderse que los sucesos terroristas del 11 de septiembre de 2001 hayan provocado un fuerte
giro en el enfoque de Fukuyama. Sin embargo, el lector, tal como lo plantea, por ejemplo, Steven Rose (en la
reseña que hace del libro de Fukuyama, publicada en The Guardian, 1 de junio de 2002), podría esperar un
tratamiento más audaz y autónomo del desarrollo de la biotecnología.
aspectos relacionados con los efectos de la tecnología en atención al desarrollo humano. Y
en tercer lugar, examinaremos las posibilidades de reinterpretación de la naturaleza humana
que suponen los avances tecnológicos. Específicamente consideraremos el uso de la así
llamada falacia naturalista en el seno de esta reinterpretación y nos referiremos al concepto
de naturaleza humana que surge de esta discusión. Finalmente, a manera de conclusión
planteamos las similitudes entre Fukuyama y Hardt-Negri de cara a las tendencias
imperiales que surgen en torno a la visión sobre los efectos de la tecnología en el desarrollo
de la naturaleza humana.
De tal manera que la defensa que hace Fukuyama de un orden jurídico regulador
supranacional coincide con la descripción y la crítica que hacen Hardt-Negri del Imperio a
través del cual el capitalismo más avanzado encuentra formas efectivamente globales para
6
Hardt-Negri.op.cit.,p.5.
7
su consolidación. Ellos señalan que “en términos constitucionales, los procesos de
globalización ya no son sólo un hecho sino, también, una fuente de definiciones jurídicas
que tienden a proyectar una figura supranacional única de poder político. 8 Y precisamente,
ante la posibilidad de justificar el control jurídico y político global, han surgido posiciones
dilemáticas: por un lado, la que avala cualquier tipo de desarrollo marcado por la
biotecnología; y por el otro, la que lo condena. Aparece aquí una posición intermedia como
la de Fukuyama, quien plantea la necesidad de una cierta evolución controlada por la
biotecnología, que no afecte precisamente los aspectos que tienen que ver con la dignidad
humana. Su posición es la de no caer en extremos: tanto el de una regulación total, que
pudiera llegar a una paralización del desarrollo tecnológico, como el extremo del laissez
faire, al dejar que cada uno desarrolle la tecnología a su manera, sin consideración de las
9
catástrofes que se podrían producir. Y si se trata de controlar el desarrollo tecnológico,
aparece el problema de saber quién debe decidir, pues ante el señalamiento según el cual no
se debe acudir a la filosofía, a la teología, ni a la política para regular o evaluar el uso de la
tecnología, y frente a la posibilidad de que los científicos mismos puedan plantearse como
autorreguladores de lo que están haciendo, Fukuyama advierte que el científico se deja
llevar a veces por la ambición o por la presión a la que puede estar sometido por razones
académicas o económicas. Esto no significa que el científico no deba ser consultado en
materia de regulaciones del desarrollo tecnológico, pero lo deseable es que en estas
consultas y decisiones participen los científicos que demuestren haber tenido en cuenta el
ambiente social y político, y no solamente aquellos que estén dedicados de una manera
aislada a sus investigaciones.
todos los conflictos, todas las crisis y todos los disensos empujan efectivamente hacia
delante el proceso de integración, y por lo mismo, reclaman una mayor autoridad central. La
paz, el equilibrio y el cese de los conflictos son valores hacia los que todo se dirige…el
cambio de paradigma está definido al menos inicialmente, por el reconocimiento de que
10
Ibid.,p.14
sólo un poder establecido, sobredeterminado y relativamente autónomo respecto de los
estados-nación soberanos, es capaz de funcionar como centro del nuevo orden mundial,
ejerciendo sobre él una regulación efectiva y, cuando sea preciso, coerción .11
11
Ibid., p.18
12
Véase por ejemplo, el caso de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, realizada en
Ginebra en noviembre de 2003, donde se planteó precisamente el problema del control de las redes de
información y comunicación. (Véase www.itu.int/wsis).
normas morales.13 Emerge por ello el problema de saber cuáles son las
consecuencias sociales de la tecnología.
13
Véase al respecto el señalamiento de Steven Jonson, en “Goodbye to All That. Our Posthuman Future:
Consequences of the Biotechnology Revolution by Francis Fukuyama” en The Washington Post, 14 de abril,
2002.
14
Aun cuando la idea del hombre sometido a la tecnología es a lo sumo una tendencia histórico-tecnológica
visible y forma parte todavía de la “ciencia-ficción”, no deja de ser un horizonte de indagaciones y
especulaciones que pueden llegar a ser útiles para el adecuado desarrollo de los dispositivos tecnológicos.
Un buen ejemplo de ciencia ficción en esa dirección se halla en la saga cinematográfica “ The Matrix”. Véase
al respecto el conjunto de reflexiones filosóficas que se encuentran en The Matrix and Philosophy. Welcome
to the Desert of the Real, Edited by William Irwin, Chicago, Open Court, 2002.
considerarse como seres superiores, no por razones convencionales sino por razones
naturales, basadas en el hecho mismo de los genes. De esa manera se agrandaría
más la desigualdad.
15
En esta dirección, en el Informe Sobre el Desarrollo Humano 2001, Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo, Ediciones Mundi-Prensa, se enfatizan los beneficios que para el desarrollo humano puede
ofrecer la biotecnología al aplicarse en la salud y la agricultura. Sin embargo, se señala del mismo modo que
sólo se aprovecharán las posibilidades de la biotecnología si: “ se aborda en forma sistemática la evaluación
y el manejo de los riesgos de dañar la salud humana, el medio ambiente y la igualdad social” (p.36).
En este contexto se vuelve pertinente la discusión que ha surgido en Europa
(liderado por ejemplo por Habermas) y en Estados Unidos (por varios pensadores de
izquierda), a través de la cual se confirma la existencia de dos grandes escenarios:
un escenario que supone el crecimiento de la desigualdad genérica, donde la
biotecnología estará en manos privadas, de grupos, de elites, generando de esa
forma una gran desigualdad. Y por otro lado, estaría el escenario de la igualdad que
supone la presencia del Estado. Desde esta perspectiva, adquieren un anotable
validez las reflexiones de Hardt-Negri, quienes plantean la posibilidad de repensar
el futuro del mundo, las políticas de la humanidad en el siglo XXI desde la idea del
super Estado, que no tendría, a diferencia del Estado tradicional moderno, un lugar
específico, sino que sería una especie de orden universal que controlaría al mundo:
“el concepto de Imperio se caracteriza fundamentalmente por una falta de
fronteras: el mando del Imperio no tiene límites(…) abarca a la totalidad espacial,
o que, realmente gobierna sobre todo el mundo “civilizado”. Ninguna frontera
territorial limita su reinado”.16 De allí la pertinencia y la fuerza del vocablo
“Imperio”, cuyo poder se ejercería no solamente a través de la fuerza, sino de las
normas, de la economía, de la tecnología. “El imperio no sólo maneja un territorio
y una población, sino que también crea al mundo que habita. No sólo regula las
interacciones humanas, sino que también busca, directamente, regir sobre la
naturaleza humana. El objeto de su mando es la vida social en su totalidad, y por
esto el Imperio presenta la forma paradigmática del biopoder”.17 Este escenario
político coincide pues con el segundo escenario planteado por Fukuyama, es decir,
el del control de la biotecnología por parte del Estado. No se trata del control desde
el Estado-Nación, sino del Estado en términos mundiales. Precisamente se podría
hablar de desigualdad en el desarrollo de la tecnología si se observa una gran
desigualdad entre los países. De tal modo que si no se asume este proceso
globalmente, a pesar de que los Estados-naciones lo asuman, el resultado será de
grandes diferencias entre países y, por tanto, estaríamos hablando de escenario de la
guerra.
16
Op.cit., p.6.
17
Ibíd.
Pero no basta saber quién controla. El problema que se presenta es el de
saber hasta dónde debe ser regulada la biotecnología. Fukuyama sostiene que, por
ejemplo, debe prohibirse la clonación humana, por razones morales y prácticas.
Otro aspecto importante que plantea es el de establecer diferencias entre la
modificación genética hecha por razones terapéuticas y la que puede hacerse por
motivos de reforzamiento o mejoramiento del ser humano. Ciertamente se trata de
una diferencia poco fácil de establecer y es uno de los riesgos sobre los cuales
Fukuyama y otros han llamado la atención. Estas dudas van mucho mas allá de una
reflexión pragmática o funcional sobre el desarrollo del ser humano y plantean los
viejos problemas relacionados con la condición humana, como por ejemplo saber lo
que es normal, anormal, bueno, malo, sano, patológico. Foucault ha mostrado
precisamente la mistificación que la cultura occidental moderna ha desarrollado al
hacer distinciones morales y culturales para juzgar al hombre. Lo sano y lo
patológico, por ejemplo, responden a un dispositivo cultural articulado con las
relaciones de poder históricamente establecidas y presentadas, sin embargo, como
categorías universales. El problema principal que queda planteado no es tanto el de
visualizar el desarrollo y las consecuencias de la tecnología, sino el de saber si los
hombres podrán tener la imaginación moral y política necesaria para afrontar ese
18
desarrollo. Los que han cultivado el campo de la bioética o la biopolítica tienen
aquí un vasto reto que asumir. Fukuyama en este sentido, a pesar de ser partidario
de la regulación tecnológica, no hace una lectura ingenua del asunto al plantearse
las dificultades morales y antropológicas que encierra el juicio a la tecnología. Y es
quizás por ello que un aspecto central de su libro está dedicado al problema de la
concepción misma de la naturaleza humana.
18
Véase a este respecto la reseña de Steve Kettmann, “Beyond Good and Evil”, en San Francisco Chronicle,
21 de abril, 2002.
reducen y prácticamente disuelven la idea de naturaleza humana a los mecanismos
biológicos. Se podría decir, siguiendo a Hardt-Negri, que se trata de una orientación
extrema de la modernidad que sirvió, por ejemplo, para fundar las bases del
racismo. Hardt-Negri afirman precisamente que el racismo ha sido justificado desde
una posición esencialmente biologicista que expresa un sentido básico de la
modernidad. En segundo lugar, Fukuyama destaca a aquellos filósofos que plantean
un concepto esencial de la naturaleza humana más allá de las contingencias
históricas y técnicas. Y en tercer lugar, se encuentran las posiciones que toman en
cuenta los aspectos ambientales e históricos, sin dejar de reconocer el peso de los
factores genéticos. Esta perspectiva, en la interpretación que ofrecen Hardt-Negri
del racismo, corresponde a una visión postmoderna en la medida en que las
distinciones raciales no vienen justificadas desde la contundencia de los extremos
sino a través de sutiles mediaciones de incorporación-exclusión desarrolladas más
como producción cultural que como imposición biológica. Hardt-Negri dicen que se
trata de un racismo aparentemente más sutil pero más consolidado y eficiente. En
todo caso, para Fukuyama la cuestión principal que surge es la de saber si existe un
concepto universal de naturaleza humana, o si es preferible hablar de un concepto
que se va modificando hasta el punto de que sea posible disolverlo. Y el reto
interpretativo aparece tanto por el lado histórico cultural como por el lado biológico.
Las reflexiones de Fukuyama se ubican en este escenario de dilemas determinados
por la complejidad del asunto. Hardt-Negri advierten quizás con mayor claridad el
rumbo de este escenario, al plantear que la tendencia biologicista pertenece
básicamente a la cultura moderna, mientras que la tendencia histórico cultural
corresponde a una visión postmoderna de la naturaleza humana, en la cual lo
biológico queda incorporado dentro de lo cultural, pero donde lo cultural es tomado
de un modo no menos esencialista. Si hacemos uso de la interpretación de Hardt-
Negri, Fukuyama no sería un representante típico de la modernidad, pero tampoco
de la postmodernidad. Su posición sería más bien de transición. Veamos por qué.
Pero el planteamiento más sugerente que hace Fukuyama sobre los efectos
de la biotecnología tiene que ver no solamente con el cuerpo, con el carácter, la
personalidad, sino con la condición misma del hombre, con la así llamada
naturaleza humana, uno de cuyos atributos básicos corresponde a lo que se ha
llamado desde el siglo XVIII los derechos humanos. De esta manera Fukuyama
desarrolla una perspectiva de análisis que va mas allá del enfoque histórico político,
de origen marxista que caracteriza a la interpretación de Hardt-Negri. El énfasis en
el concepto de naturaleza humana desde una perspectiva liberal no tiene cabida en
un tipo de interpretación que muestra la articulación de las formas de poder.
Digámoslo de esta manera: mientras que Fukuyama arriba a la necesidad del orden
político supranacional, Hardt-Negri toman ese orden como principio histórico y a la
vez hipotético de su interpretación. En esa medida, no tiene cabida una indagación
sobre el viejo concepto individualista de naturaleza humana. Fukuyama, por el
contrario, se introduce en una larga discusión que se inició en el siglo XVIII y que
se ha mantenido en el siglo XX en relación a la existencia de la naturaleza humana
y, por tanto, de un conjunto de derechos que puedan servir como base para pensar la
política y la justificación de los cambios tecnológicos. Siguiendo a Bentham,
Fukuyama se plantea cuál es la utilidad y la justificación del término derecho,
debido a las confusiones que supone su uso generalizado, pues se pone en juego la
cuestión de saber si los derechos no son más que intereses y necesidades. Y sobre
todo pone de relieve la cuestión de saber si los derechos naturales, entendidos desde
el ámbito del deber ser, pueden ser justificados a partir de supuestos que
corresponden al dominio del ser.
A manera de conclusión
24
Véase, por ejemplo, su Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa, 1997.
momento en que nos confrontamos con el dolor, el sufrimiento, la muerte. Es esto lo
que da lugar a la simpatía, la compasión, el coraje, el heroísmo y la solidaridad. En
efecto, una persona que no se ha confrontado con el sufrimiento o la muerte, no
tiene profundidad, pues es nuestra habilidad para experimentar estas emociones lo
que nos conecta potencialmente con todos los seres humanos, vivos o muertos. Y de
esta forma se cierra el círculo de la argumentación. Las emociones largamente
descuidadas en el discurso ético político aparecen aquí como la base sobre la cual es
posible replantear la discusión en torno a las consecuencias que la biotecnología
tiene para el desarrollo humano. La revalorización de las pasiones constituye una
propuesta que encierra una gran riqueza interpretativa.
25
Ciertamente, como señalan Hardt-Negri, el nuevo aparato jurídico que se nos presenta dentro de la lógica
del Imperio supone: “un orden global, una justicia y un derecho que, aunque aún virtuales, ya nos son
aplicados (…) Nuestra ciudadanía, al igual que nuestra responsabilidad ética, está situada dentro de estas
nuevas dimensiones -nuestro poder y nuestra impotencia se miden aquí” (op.cit., p.22).