Discurso Emociones Vicios Aristoteles

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Discurso: Las emociones y los vicios: Aristóteles.

Las emociones y las pasiones en Aristóteles: conceptualización e


interpretación.
1.Introducción.
Algunos autores se han ocupado del tema de las emociones desde la
antigüedad, como es el caso de Aristóteles quien da bases sobre las
emociones, para varios autores que han tratado el tema en la
actualidad y se han pronunciado al respecto. Se inicia afirmando que
las emociones son mecanismos de reacción rápida en situaciones
inesperadas y que se manifiestan de manera automática; además son
fenómenos inesperados que pueden derivarse en situaciones más
simples. Pero si hablamos de reacciones inesperadas, debemos decir
que además de ello, también son reacciones instintivas y de
naturaleza altamente cognitivas, como lo afirmaba Aristóteles y
dependen de la manera como interpretamos las emociones, como si
fueran el comportamiento y los motivos de los otros (Konstan, 2004, p.
48).

Aristóteles en su obra sobre la Retórica, nos dice que las emociones


son las causantes de que los hombres cambien sus juicios
(Aristóteles, 2010 p.696): Porque las emociones son, ciertamente, las
causantes de que los hombres se hagan volubles y cambien en lo
relativo a sus juicios, en cuanto que de ellas se siguen pesar y placer.
Así son, por ejemplo, la ira, la compasión, el temor y otras más de
naturaleza semejante y sus contrarias.

Ahora bien, en cada una se deben distinguir tres aspectos: en relación


a la ira –pongo por caso-, en qué estado se encuentran los iracundos,
contra quienes suelen irritarse y porqué asuntos; pues si solo
contamos con uno o dos de esos aspectos, pero no con todos, no es
posible que se inspire la ira.

Para Aristóteles, es de acuerdo con las facultades emotivas, donde los


seres humanos son susceptibles de impresionarse y que también en
función de los estados habituales, es donde se tiene la inclinación a
las pasiones experimentadas de cierta manera o encontrándose libre
de ellas (Aristóteles, 2011a, p. 41). Para aclarar esta reflexión,

Aristóteles en la Ética eudemia, establece la diferencia que existe


entre las pasiones, facultades y modos de ser, así (Aristóteles, 2001
p. 42): […] Llamo pasiones a lo que sigue: indignación, temor,
vergüenza, apetito y, en general, todo lo que en sí mismo va,
comúnmente acompañado de placer o dolor. Y no hay ninguna
cualidad que les corresponda, pero sí con respecto a las facultades.
Llamo facultad a aquello que en virtud de lo cual los que actúan según
sus pasiones son llamados de acuerdo con ellas; por ejemplo,
irascible, insensible, amoroso, púdico, desvergonzado. Los modos de
ser son las disposiciones causantes de que lo que hay en nosotros
sea conforme o contradictorio con la razón, por ejemplo, valentía,
moderación, cobardía, intemperancia.

De la misma manera en la Magna Moralia, se refiere a las cosas que


deben de haber en el alma, indicando que son las pasiones, las
facultades y los hábitos y que por tanto la virtud, tendrá que ser alguna
de ellas (Aristóteles, 2011, p.147): Son pasiones la ira, el miedo, el
odio, el ansia, la envidia, la piedad y las cosas semejantes, a las
cuales suelen acompañar dolor y placer.

Son facultades, en cambio, las realidades anímicas en virtud de las


cuales se dice que somos capaces de sentir esas pasiones, como
aquellas en virtud de las cuales somos capaces de sentir cólera, dolor,
compasión y los sentimientos semejantes. Lo hábitos, por su parte,
son aquellas realidades anímicas en virtud de las cuales tenemos una
actitud buena o mala.

Es propio de los hábitos tener una buena o mala actitud; y el tener una
buena actitud respecto a ellas, consiste en no tener ni el exceso ni el
defecto; de esta manera si el hábito consiste en tener una buena
actitud; éste, se dirige al término medio de aquellas cosas que son
elogiadas; mientras que el hábito que se dirige a las malas actitudes,
se inclinan hacia el exceso o el defecto (Aristóteles, 2011, p. 148).
Para el Estagirita, el carácter de una persona puede ser definido
como bueno o malo, por el hecho de buscar o evitar ciertos placeres o
dolores; esto se hace evidente a partir de la definición anterior de
pasiones, facultades y modos de ser; las facultades y los modos de
ser, están en relación con las pasiones, y éstas se distinguen por el
dolor y el placer (Aristóteles, 2011 p. 46). Konstan, hablando del dolor
en el pensamiento de Aristóteles (2004, p. 49):

“El dolor, sin embargo, no es una emoción. Es como dice Aristóteles,


una sensación (aisthesis). Pero nuestras respuestas al dolor
incluyen respuestas emocionales […]” Muchos de estos padecimientos
a los que se refiere Aristóteles son introducidos en varios de sus libros
como es el caso de la Ética a Nicómaco, la Ética a Eudemo y
la Magna Moralia; en ellos afirma que se deben de considerar en
los seres humanos como modos de ser, el placer y el dolor; es el caso
de la Ética Eudemia en ella dice que (Aristóteles, 2011, p. 46):

Las facultades y modos de ser están en relación con las emociones o


pasiones, y éstas se distinguen por el dolor y el placer. Los hombres
son malos a causa de los placeres y de los dolores, por buscarlos y
evitarlos o como se debe o los que no se debe. Además uno de los
escritos donde desarrolla este tema con más claridad en su Ética a
Nicómaco; donde relaciona directamente los placeres y dolores con la
virtud moral (Aristóteles, 2010, p. 56):

Hay que considerar como una señal de los modos de ser el placer o
dolor que acompaña a las acciones […] la virtud moral, en efecto, se
relaciona con los placeres y dolores, pues hacemos lo malo a causa
del placer, y nos apartamos de bien a causa del dolor.

La virtud, es el término medio de tales pasiones y las pasiones son o


dolores o placeres, o al menos no se dan sin dolor ni placer; es por
tanto como la virtud tiene que ver con los dolores y los placeres
(Aristóteles, 2011b, p. 148). El propósito de este artículo es hacer una
conceptualización e interpretación de las emociones a partir de los
aportes de Aristóteles, específicamente desarrollando las emociones
de la ira, la compasión, el temor y la envidia. 2. Metodología Se utilizó
para dar respuesta a la pregunta formulada en el proyecto de
investigación el método hermenéutico, a partir de un ejercicio de
intertextualidad desde un horizonte de comprensión, donde se
relacionan los asuntos éticos como elementos filosóficos
fundamentales para plantear las emociones de la ira, la compasión y
el temor, desde la mirada de algunos textos que han sido referentes
de Aristóteles a través de la historia. 3. Resultados En el texto se
desarrollan las emociones de la ira, la compasión y el temor, para
entenderlos desde la mirada aristotélica, así: 3.1 La ira Es así como la
ira, para el Estagirita es una apetito de venganza, manifestado por un
desprecio contra uno mismo o contra los otros, sin que se tenga razón
para tal desprecio; el que la padece (el iracundo) se encoleriza contra
un individuo concreto, por algo que le han hecho o le iban a hacer a él
mismo o a los suyos; a la ira le sigue cierto placer por la necesidad de
venganza; al iracundo por esta razón lo acompaña cierto grado de
placer, caracterizado por el grado de venganza que desea obtener
(Aristóteles, 2010b, p. 698). En la Magna Moralia, Aristóteles habla
respecto al hecho de encolerizarnos y la posibilidad de estar en el
término medio, como una disposición a las actitudes buenas
(Aristóteles, 2011b, p. 147): […] con respecto al hecho de
encolerizarse: si somos irascibles en exceso, tenemos una mala
actitud respecto a la ira, pero si no nos encolerizamos en absoluto en
aquellos casos en los que es preciso hacerlo, nuestra disposición es
igualmente mala. Por tanto, el estar en un término medio consiste en
no encolerizarse en exceso ni ser completamente insensibles. Pues
bien, cuando nos encontramos en esa disposición, nuestra actitud es
buena. Y parecidamente con respecto a los otros sentimientos
semejantes. Pues el buen temple y la mansedumbre se encuentran en
el término medio entre la ira y la insensibilidad a la ira. Para Aristóteles
es importante aclarar que por causa del apetito irascible y de la ira, se
generan las venganzas (Aristóteles, 2010b, p. 657): Pero la venganza
se diferencia del castigo, ya que el castigo está motivado por quien
lopadece y, en cambio, la venganza por quien se la toma con el fin de
satisfacerse. Y finalmente, por causa del deseo pasional se pone en
práctica todo aquello que aparece como placentero. En el mismo
sentido, los iracundos experimentan un grande placer al vengarse y
gozan si esto les causa algún tipo de esperanza (Aristóteles, 2010b, p.
663); por que como lo afirma el Estagirita (Aristóteles, 2010b, p. 698):
“Es placentero, en efecto, pensar que se podría conseguir aquellas
cosas que se desean; […] es por esto que el iracundo desea lo que le
parece que se puede hacer”. Como se ha dicho, al iracundo lo
acompaña cierto placer, porque además ocupa su tiempo pensando
en la venganza; todo lo que se imagina de esto, le genera un placer
parecido al que se siente cuando se sueña (Aristóteles, 2010b, p.
699). Se hace necesario, establecer las disposiciones por las que las
personas se encolerizan o los que sienten la ira: cuando se le pone a
alguien un obstáculo directa o indirectamente; también cuándo se le
lleva la contraria a alguien y no se colabora con él o se perturba de
alguna manera; los que desean algo ardientemente y no se les
satisface su pasión; también, cuándo se desprecia una situación de
aquellos que la han deseado. Aristóteles, al respecto aclara que
(Aristóteles, 2010b, p. 702): Porque cada cual hace camino en su
propia ira, víctima de la pasión que lo posee. Y, por lo demás, esto
mismo es lo que sucede si por casualidad se recibe algo que no se
espera, ya que en este caso todavía molesta más lo muy inesperado,
por la misma razón que lo muy inesperado es fuente de mayor gozo, si
ocurre algo que uno quiere. De lo cual se hace también claro cuáles
son los momentos, tiempos, estados de ánimo y edades estimulantes
para la ira y dónde y cuándo se produce esta, así como que, cuando
más se está en estas condiciones, más proclive s es a la ira. Aquellos
que tienen estas disposiciones, son propensos a la ira y se
encolerizan contra los que se ríen, burlan y mofan de ellos, puesto que
se sienten ultrajados por estos; de la misma manera se encolerizan
con aquellos que muestran desdén hacia las cosas por las que ellos
se interesan (Garcés y Giraldo, 2014). También se encolerizan más
con los amigos que con los que no lo son, ya que les parece justo ser
tratados bien por ellos y no al contario; se encolerizan también, con
aquellos que no actúan con justa reciprocidad y contra aquellos que
obran en contra suya; con los amigos sino actúan bien de palabra o de
obra y más aún si actúan en contra nuestra o por no percibir que los
necesitamos. Igualmente, contra los que se alegran de las desgracias;
de la misma manera contra los que no se ponen a pensar si van a
causar una pena; contra los que prestan oídos o se dedican a hacer
examen de nuestros defectos (Aristóteles, 2010b, p. 703-704). Pero
Aristóteles en su Retórica, nos dice que existen cinco clases de
personas ante las que se siente ira, porque nos desprecian
(Aristóteles, 2010b, p. 704): […] ante los que compiten con nosotros
en honor, ante aquellos que admiramos, o de los que queremos ser
admirados, y ante los que nos inspiran respeto, o nosotros se los
inspiramos a ellos; si alguien nos desprecia delante de éstos nuestra
ira es ciertamente mayor. También nos encolerizamos contra quienes
desprecian a cuantos resultaría vergonzoso que no socorriésemos,
como es a nuestros padres, hijos, mujeres o subordinados. E
igualmente contra los que no muestran agradecimiento ante un favor,
porque ponerse al margen de lo debido constituye desprecio; contra
los que ironizan frente a los que hablan en serio, ya que la ironía es
muestra de desdén; y contra los que son beneficiarios de otros, pero
no nuestros, pues asimismo es muestra de desdén el no considerar a
uno digno de lo que se considera a otros. Pero también, el olvido
hasta de las cosas más insignificantes, como son los nombres
producen ira, porque este se considera un signo de desprecio;
además porque el olvido se considera una falta de interés y este se
considera una cierta clase de desprecio (Aristóteles, 2010b, p.
704705).Lo contrario de la ira es la calma; y esta se define en Retórica
como (Aristóteles, 2010b, p. 705): […] la calma es un apaciguamiento
y pacificación de la ira. En este caso si los hombres se encolerizan
contra quienes los desprecian y el desprecio es voluntario, es evidente
que con los que no hacen nada de esto, o lo hacen o parecen hacerlo
involuntariamente, se permanece en calma. También se genera la
calma contra con los que reconocen sus faltas y piden perdón, porque
hacen cesar la ira, por el hecho de haber sentido el malestar que se
genera por lo que han hecho; se siente calma ante aquellos que se
nos presentan humildes; con ello, ponen de manifiesto que sienten
temor y nadie que teme, hace desprecio; de la misma manera cesa la
ira, frente a los que no son soberbios, burlones o desdeñosos con
nadie; ni tampoco con las buenas personas (Aristóteles, 2010b, p.
707). Existen además, algunas disposiciones que son favorables para
la calma, una de ellas es propia del miedo y la vergüenza; se
permanece calmado, ante quienes se sienten estas disposiciones;
porque es imposible al mismo tiempo, sentir miedo e ira; de la misma
manera se siente calma frente a aquellos que actuaron con ira, porque
esto indica que no actuaron por desprecio, al respecto se dice que
(Aristóteles, 2010b, p.707): “[…] ciertamente, nadie que está
encolerizado desprecia, ya que el desprecio se hace sin pesar propio,
mientras que la ira implica pesar. Y tampoco se encoleriza uno contra
los que están avergonzados”. Además, no sienten ira (calmos)
aquellas personas que están en una disposición contraria a esta
emoción; como por ejemplo los que están en: el juego, en la risa, en la
fiesta, en el éxito, en la feliz realización de una empresa, en la
sobreabundancia y en general, en toda situación en ausencia de
pesar, de placer no insolente y de honrada esperanza (Aristóteles,
2010b, p. 707). El tiempo es un aliado en la reacción contra la ira; al
respecto el Estagirita indica lo siguiente, además de esbozarlo con un
ejemplo (Aristóteles, 2010b, p. 707): Además, son también calmos los
que dejan pasar el tiempo en vez de someterse súbitamente a la ira,
porque el tiempo aplaca la ira. Como también aplaca incluso la ira más
grande contra uno al que ya antes se haya tomado venganza con otro.
Y por eso contestó bien Filócrates cuando, estando el pueblo
encolerizado contra él, alguien le preguntó: “¿por qué no te
defiendes?”.–“Todavía no.” –“Pues ¿Cuándo?” –“Cuando vea que han
denigrado a otro”. Porque en efecto las gentes se tornan calmas,
después que han consumido su ira en contra de otro. No se siente ira,
con lo que es justo , debido a que en este caso, se considera que no
se sufre un mal sin que haya razón para ello; es mejor llamar la
atención de forma verbal, que llegar al castigo (Aristóteles, 2010b, p.
708). 3.2 La compasión Ahora refiriéndonos a la compasión,
Aristóteles en su Retórica la desarrolla como un cierto pesar por la
aparición de un mal destructivo y penoso en quien no lo merece, que
también lo podría padecer uno mismo u otra persona cuándo está
próximo a suceder, porque aquel que siente compasión está en la
capacidad de creer que él mismo o alguno de sus allegados van a
sufrir un mal. No sienten compasión los que están completamente
perdidos, ni tampoco los que se creen muy felices, porque estos por
lo general se encuentran llenos de soberbia y además, piensan que
cuentan con todos los bienes que les generan la felicidad y no padecer
ningún mal (Aristóteles, 2010b, p. 731-733). Sé es compasivo, si se
estima que existen personas honradas de sentir esta pasión o
emoción, porque no todas las personas sufren daños que puedan
causar compasión por ellos; además, cuando se recuerda que a uno
mismo o a los suyos le han acontecido cosas de la misma naturaleza
o les puedan llegar a suceder (Aristóteles, 2010b, p. 734).
2.
3. Las cosas que producen compasión son: aquellas que resulten
destructivas, principalmente las que causen pesar, dolor físico;
también las que provoquen la muerte y los males grandes quepuedan
ser causados por la fortuna; así: Son males dolorosos y destructivos la
muerte, las violencias para con el cuerpo, los malos tratos, la vejez,
las enfermedades y la falta de alimento; son en cambio, males cuya
causa es la fortuna la ausencia o la escasez de los amigos (y por eso
es digno de compasión el ser arrancado de los amigos y los
compañeros), la fealdad, la debilidad física, la invalidez, el que resulte
un mal de aquello de que era justo que resulte un bien y el que esto
suceda muchas veces, así como el que venga a producirse una cosa
buena después de que ya se ha sufrido un mal. Se es compasivo
también, con los conocidos; a los semejantes a nosotros en edad.
Costumbres, modos de ser, categoría o linaje, por lo que nos da la
sensación de que el mal objeto de la compasión, nos podría suceder a
nosotros mismos o a los nuestros (Garcés y Giraldo, 2012). En
general, se debe admitir que aquellas cosas que tememos para
nosotros, estas mismas son las que nos producen compasión cuando
les suceden a otras personas, con una característica que es similar a
las otras emociones o pasiones, y es la de que estos padecimientos
se muestren inminentes y próximos en el tiempo; por tanto, es más
digno de compasión lo que ha sucedido hace poco o lo que va a
suceder inmediatamente así (Aristóteles, 2010b, p. 736): Y como los
padecimientos que se muestran inminentes son los que mueven la
compasión, mientras que los que ocurrieron hace diez mil años o los
que ocurrirán en el futuro, al no esperarlos ni acordarnos de ellos, o no
nos conmueven en absoluto o no de la misma manera, resulta así
necesario que aquellos que complementan su pesar con gestos,
voces, vestidos y en general, con actitudes teatrales excitan más la
compasión, puesto que consiguen que el mal aparezca más cercano,
poniéndolo ante los ojos, sea como inminente, sea como ya sucedido.
Además, nos produce e inspira la compasión, el que personas
virtuosas se encuentren en situaciones de pesar, por algunos males
que les han sucedido; todo esto por ser cercano, provoca la
compasión o piedad y mucho más cuándo el padecimiento es
inmediato y es fácil de detectar con nuestros ojos (Aristóteles, 2010b,
p. 737). Konstan (2004, p. 49) hace una interpretación de la
compasión en Aristóteles: La compasión (eleos), la provoca no el
sufrimiento en sí sino el sufrimiento inmerecido. En palabras de
Aristóteles, la compasión es “una clase de dolor en el caso de un daño
obvio, destructivo o doloroso en una persona que no lo merece” [..]
Como dice Aristóteles, la compasión responde al sufrimiento
inmerecido, y alguien que sufre por propia voluntad no entra en este
caso. Lo contrario a la compasión, es la indignación ; esta se produce
o es similar, al pesar que se experimenta por los males o las
desgracias de las otras personas, y mucho más si son inmerecidas,
esta emoción o pasión, es muy parecida a lo que se siente por los
éxitos inmerecidos de los otros (Garcés y Giraldo, 2012). Para
Aristóteles, ambas pasiones son propias de las personas honestas,
porque es tan propio de los buenos, entristecerse y sentir compasión
por los que sufren un mal sin merecerlo, como indignarse contra los
que son inmerecidamente felices (Aristóteles, 2010b, p. 737-738).
Aristóteles aclara contra quienes se siente indignación y lo aclara en la
siguiente cita (Aristóteles, 2010b, p. 743): En general, quienes a sí
mismos se consideran dignos de cosas que otros no merecen, se
sienten inclinados a indignarse contra estos últimos y por tales cosas.
Y ésta es la razón de que los serviles, los inmorales y los que no
tienen ambiciones no sean propensos a la indignación, ya que nada
hay que ellos crean merecer. Ahora, podría parecer que también la
envidia , se opone a la compasión y que se encuentra muy cerca a la
indignación; estas son contrarias, porque la envidia es un pesar
turbador y que concierne al éxito, pero no del que no lo merece, sino
del que es nuestro igual o semejante (Aristóteles, 2010b, p. 739).3.3 El
temor

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