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CIENCIAS

SOCIALES

Pensar(nos)
desde adentro
Colección: Ciencias Sociales
Director: Máximo Badaró

Palumbo, Mariana
Pensar(nos) desde adentro: representaciones sociales y experiencias
de género / Mariana Palumbo. -1a ed.- San Martín: UNSAM EDITA, 2017.
80 pp. ; 21 x 15 cm. - (Ciencias sociales / Badaró, Máximo)

ISBN 978-987-4027-65-8

1. Discriminación Basada en el Género. 2. Estudios de Género. I. Título.


CDD 305.4

Esta obra se enmarca en el proyecto de investigación: "Relaciones de discriminación y


violencias basadas en el género en la Universidad Nacional de San Martín", que contó con
el subsidio Puente 2014.

1ª edición en español, diciembre de 2017

© 2017 Mariana Palumbo


© 2017 UNSAM EDITA de Universidad Nacional de General San Martín

Campus Miguelete. Edificio Tornavía


Martín de Irigoyen 3100, San Martín (B1650HMK), provincia de Buenos Aires
unsamedita@unsam.edu.ar
www.unsamedita.unsam.edu.ar

Diseño de interior y tapa: Ángel Vega


Corrección: María Laura Petz
Edición digital: Gastón I. Ferreyra

Se imprimieron 500 ejemplares en Albors Adrián y Trabucco Carlos S. H., California 1231, CABA

Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723


Editado e impreso en la Argentina

Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia,


sin la autorización expresa de sus editores.
MARIANA PALUMBO

CIENCIAS
SOCIALES

Pensar(nos)
desde adentro
Representaciones sociales
y experiencias de violencia
de género
PRÓLOGO 9

INTRODUCCIÓN 13

CAPÍTULO 1 Representaciones y experiencias de 19


violencia de género

CAPÍTULO 2 Violencias en los vínculos eróticos o de 39


pareja formales o informales

CAPÍTULO 3 Violencia de género en de la Universidad 57


Nacional de San Martín

RECAPITULACIÓN 69
Y CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA 73
PRÓLOGO

La problemática de la violencia de género se ha convertido en los últimos años


en materia de debate mediático y académico, de denuncia pública y moviliza-
ción social y, lentamente, pero de forma creciente, en objeto de investigación
empírica. Hasta el momento contamos con escasos estudios científicos que
aporten datos rigurosos que profundicen la comprensión del fenómeno de la
violencia contra las mujeres y de género.
La búsqueda de explicaciones en torno a dicha problemática en las lecturas
feministas debe remontarse a las primeras vindicaciones llevadas adelante por
las mujeres ilustradas que cuestionaron la organización social patriarcal de los
siglos xviii y xix. Unas cuantas décadas más tarde, los estudios de mujeres
y feministas trabajaron para identificar y conceptualizar las discriminaciones,
desigualdades y violencias, entendiendo al género como una categoría útil ana-
líticamente para develar la organización jerárquica de la diferencia sexual. Más
recientemente, la mirada crítica de la performatividad de género ha avanzado
en poner en cuestión el sexo binario y evidenciando cómo las normas producen
un género “adecuado” y un género “erróneo” que sufre la violencia de la patolo-
gización, el acoso y la criminalización.
Los avances conceptuales de las teorías feministas nos obligan a abordar
las problemáticas que nos atañen en nuestra época desde una perspectiva
crítica. Desde esta mirada, la investigadora Mariana Palumbo ha venido
desarrollando sus estudios en torno a la violencia de género y poniendo en
discusión teorizaciones que comienzan a parecer obsoletas. Los hallazgos, a
partir de su investigación sobre noviazgos en jóvenes residentes en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, han complejizado los postulados sobre el modelo
de victimización introduciendo la dimensión del amor romántico para explicar
las manifestaciones de la violencia de género.
Desde este marco conceptual, la investigación que da origen al presente
libro ha tenido como objetivo principal conocer las representaciones sociales
y las experiencias de nuestras/os estudiantes en torno a la violencia de género
9
Pensar(nos) desde adentro

tanto en sus vínculos sexo-afectivos como en sus relaciones en el ámbito


universitario. Sus hallazgos abonan a la discusión desde una mirada crítica al
marco conceptual, por un lado, y, por otro, da pistas para evaluar y modificar
las políticas públicas en la materia.
De estos destacamos, por ejemplo, que el 67% de nuestros estudiantes
encuestados mujeres y varones considera la violencia de género como un
problema cultural y de educación, es decir, estructural, una práctica aprendida
y plausible de ser modificada. Es notable este dato porque descarta todas las
presunciones biologicistas que ya la literatura feminista ha sabido refutar.
Otro dato importante que surge de la investigación es que la mitad de
las estudiantes encuestadas han vivido situaciones de violencia simbólica
o denominadas también como acoso “leve”, es decir, burlas, gritos, chistes
misóginos y desvalorizaciones por condición de género. Esta información nos
sitúa frente a un trabajo de revisión de códigos y valores de nuestra convivencia
entre los distintos claustros en el ámbito universitario.
Por otro lado, la investigación también arroja datos muy preocupantes. En
primer lugar, un porcentaje de estudiantes manifestó haber sufrido gestos,
silbidos y/o comentarios subidos de tono u obscenos en el aula, los pasillos
u otro espacio de la universidad; en segundo lugar, un grupo de estudiantes
sufrió violencia física o sexual por parte de un compañero varón, a través de
un acercamiento excesivo y no consentido como un beso o tocamiento. Ambos
datos evidencian situaciones de acoso “grave” y “muy grave” que nos pone en
alerta sobre el clima hostil que las estudiantes viven en la universidad y sobre el
que debemos trabajar de forma urgente.
En este sentido, desde el año 2014 la Universidad Nacional de San Martín
trabaja la problemática de la discriminación y de las violencias basadas en las
relaciones de género desde la creación del Programa contra la Violencia de
Género. Este colabora desde la investigación, la formación y la intervención,
trabaja para erradicar cualquier síntoma de conflictividad basado en las
relaciones de género y, de esta forma, mejorar la calidad de cursada de las
estudiantes, las docentes y las trabajadoras no docentes. Se trata de una política
institucional para lograr la transformación profunda de nuestra universidad
hasta convertirla en una institución verdaderamente inclusiva e igualitaria.
La publicación de este trabajo de investigación es una demostración de esos
importantes logros que ha tenido el Programa contra la Violencia de Género. El
verdadero compromiso de nuestra universidad se evidencia, también, en cómo
se conjugaron diferentes actores y herramientas institucionales para llevar
adelante esta tarea. Desde la Secretaría de Investigación de la Universidad que a
través de un Proyecto Puente financió el estudio, el trabajo de campo realizado
por las y los estudiantes de grado de la Carrera de Licenciatura en Sociología
del Instituto de Altos Estudios Sociales, la coordinación por parte del Programa
10
Prólogo

contra la Violencia de Género y finalmente la publicación a través de unsam


edita, dan cuenta, o como mencionamos anteriormente, de la responsabilidad
que nuestra universidad ha asumido frente a esta problemática social.
Sabemos que sobre la violencia de género nos faltan datos estadísticos.
También sabemos que muchas universidades se encuentran realizando
diferentes estudios que abonarán a comprender con mayor profundidad este
fenómeno. Como punto de partida, nos interesó conocer qué piensan, qué
creen y qué vivieron en torno a la violencia de género nuestras y nuestros
estudiantes.
Los hallazgos que tiene este estudio no solamente aportarán a mejorar
las políticas universitarias en materia de igualdad de género sino, también,
contribuirán al campo de los estudios de género y, seguramente, a las políticas
públicas y agenda social feminista.
Por último, quiero compartir que tengo el deseo más profundo que esta y
futuras generaciones de estudiantes mujeres, varones y de otros géneros y/u
orientaciones sexuales transiten por el Campus universitario con la libertad que
supimos construir.

Vanesa Vazquez Laba


Directora del Programa contra la Violencia de Género
Noviembre 2016

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INTRODUCCIÓN

En el año 2009, el Estado Argentino promulga la Ley N° 26.486 de Protec-


ción Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las muje-
res. La misma estipula:
... se entiende a la violencia contra las mujeres a toda conducta, acción u omisión, que
de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada
en una relación desigual de poder, afecte la vida, libertad, dignidad, integridad física,
psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad perso-
nal [de las mujeres].

Cuatro años más tarde, la Universidad Nacional de San Martín (en adelante,
UNSAM) resuelve crear un espacio de investigación, formación, sensibilización y
atención, asumiendo un compromiso institucional en la lucha por garantizar a
la comunidad universitaria una vida libre de violencias entre todos los géneros.
Desde entonces, el Programa contra la Violencia de Género (en adelante, PcVG)
atiende, asesora, deriva e interviene en casos de discriminación y violencia de
género tanto de la propia Universidad como provenientes de la comunidad del
partido de General San Martín y zonas aledañas.
La creación de un Programa de intervención en el marco de una institución
educativa supuso un desafío en varios sentidos: en primer lugar, en lo referido a
los límites e incumbencias de la universidad en el tratamiento de casos. En se-
gundo lugar, en la generación de datos. Esto nos llevó a la creación de lo que ha
sido la encuesta “Diagnóstico sobre Discriminación y Violencia de género” que
fue realizada durante el año 2016.1
El libro indaga y analiza, a partir de los resultados de la encuesta, en los
imaginarios, las prácticas y las experiencias en relación con la violencia de gé-
nero y la discriminación en la población universitaria de los/las estudiantes de

1 Esta encuesta dentro del se llevó a cabo proyecto de investigación denominado “Relaciones de dis-
criminación y violencias basadas en el género en la Universidad Nacional de San Martín”, dirigido por la
doctora Vanesa Vázquez Lava. El mismo contó con el financiamiento del “Proyecto Puente 2014”.

13
Pensar(nos) desde adentro

grado de la Universidad Nacional de San Martín, provincia de Buenos Aires.


Para dicho fin, las dimensiones que fueron relevadas son, en primer lugar, las
representaciones sobre la noción de violencia de género y las experiencias en
torno a este tipo de violencia en distintos ámbitos de sociabilidad. En segundo
lugar, las prácticas y representaciones sobre las violencias en los vínculos sexua-
les o de pareja (formales e informales) sufridas y perpetradas –quiénes la per-
petraron y sobre quiénes, cómo actuaron ante estas situaciones, qué papel juega
el amor en la violencia–. En tercer lugar, se abordaron las representaciones y
prácticas de la violencia dentro de la universidad, los diferentes actores que
intervienen, en relación con el hecho de ser varón, mujer, trans u otro género,
orientación sexual y/o identidad de género. A su vez, se indagó sobre el papel y
el enfoque que creen que debe optar la universidad ante estas situaciones. Este
análisis se llevó a cabo problematizando las agencias de los actores en el ejerci-
cio de la violencia y explicitando los sentidos que le dan los sujetos.
Nos inclinamos, en este libro, por el concepto de violencia de género y no
de violencia contra las mujeres dado que nos interesa detectar si la violencia
de género es considerada por la comunidad universitaria (según la muestra
obtenida en la encuesta) como un sinónimo de violencia contra las mujeres o si
es pensada en términos más amplios. La perspectiva de análisis sobre el género,
desde el PcVG, se basa en la lectura de Raewyn Connell (1995), para quien el
ejercicio de la opresión y la violencia exceden la genitalidad y las sexualidades
de las personas. La masculinidad funciona como un ideal regulatorio, aunque
no fijo y en disputa, que rige a un grupo o sociedad en un contexto social e
históricamente situado.
Connell (1995) desarrolla una lectura del género que es crítica con respec-
to a las teorías que consideran a hombres y mujeres como categorías estáticas
y ahistóricas. Para la autora el género es una forma de ordenamiento de la
práctica social en la cual se superponen distintas lógicas. Analiza al género en
relación con otros aspectos como, por ejemplo, clase, etnia y raza; y lo define en
su acción, el género se hace: “necesitamos centrarnos en los procesos y relacio-
nes por medio de los cuales los hombres y mujeres llevan vidas imbuidas en el
género” (1995: 27).
La noción de violencia de género trasciende la violencia ejercida contra las
mujeres e incluye a todos aquellos cuerpos que no se adecúan a la masculinidad
hegemónica (Connell, 1995) anclada en un sistema heteronormativo (Serrato
y Balbuena, 2015). La masculinidad hegemónica existe en tanto hay subordi-
nación de otros grupos, que pueden ser las mujeres en su multiplicidad, pero
también los hombres no heterosexuales, ciertos heterosexuales que no cumplen
con los estereotipos esperados de masculinidad, o varones no blancos.
Asimismo, desde esta perspectiva entendemos a la violencia inmersa den-
tro de la masculinidad hegemónica, ya que trasciende la genitalidad de los
14
Introducción

sujetos y puede ser ejercida por distintas subjetividades, incluidas las mujeres.
Esto permite desarrollar una noción más amplia que tienda a esencializar a
la feminidad.
Hablaremos aquí de un campo de estudio que ha sido escasamente desarro-
llado en la Argentina: la violencia de género en el ámbito universitario. Existen
en nuestro país dos trabajos pioneros realizados en la Universidad Nacional
de Córdoba: Violencia de género, una realidad en la universidad coordinado por
Alicia Soldevila y Alejandra Domínguez (2014) y Maite, Rodigou Nocetti
Trabajar en la Universidad: (Des) Igualdades de género por transformar (2011).
El primero se basa en el análisis de la violencia hacia y entre los estudiantes, y
entre docentes, no docentes y estudiantes, en los ámbitos de la Escuela de Tra-
bajo Social de la Universidad Nacional de Córdoba y en la propia institución
universitaria.
Este libro retoma el trabajo de una investigación sobre “La violencia de
género en la población estudiantil de primero a quinto año de la carrera Licen-
ciatura en Trabajo Social”, llevada a cabo en la Escuela de Trabajo Social de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cór-
doba. Este análisis fue desarrollado durante los años 2013 y 2014, abarcando la
totalidad de las dependencias de la misma universidad.
Por su parte, el libro de Rodigou y Nocetti se basa en una investigación
realizada con docentes del ámbito universitario, entre los años 2009 y 2010, y
analiza las violencias de género que viven las docentes dentro de la universidad
entendida como ámbito de trabajo.

¿Cómo estudiamos la violencia de género?

Como anunciamos al comienzo, en el trabajo realizado nos propusimos abor-


dar la violencia de género de forma integral. Teresa de Lauretis (1987), desde
su noción foucaultiana de retórica de la violencia, indica que hay un orden
de violencia en el lenguaje que nombra ciertos comportamientos y hechos
que son aceptados como violentos, mientras que otros no. De este modo, se
construyen objetos y sujetos de la violencia y la violencia misma como un
hecho social. Esto hace que se invisibilicen otros agentes de violencia y que
se determine cuáles relaciones amorosas son aceptables y cuáles no, en cada
momento histórico.
Un abordaje integral, sin desconocer una estructura de desigualdad de poder
entre los géneros, se pregunta por las interacciones, problematiza los ámbitos
y quiénes, genérica y sexualmente, ejercen y sobre quiénes se ejerce violencia,
y qué sentido le dan sus agentes a las prácticas violentas. Consideramos que
el marco de la gran relevancia y el impacto mediático que están teniendo las
15
Pensar(nos) desde adentro

marchas de “Ni una Menos”,2 es indispensable abonar con herramientas teórico


empíricas y preguntas que apunten a un análisis de la temática que trascienda
los enfoques victimizantes y punitivistas.
Los principales desarrollos teóricos sobre la violencia contra las mujeres en
la Argentina analizan el fenómeno desde perspectivas que tienden a considerar
que son los varones quienes perpetran mayoritariamente este tipo de violencia y
que las mujeres, aunque con resistencias, son receptoras de la violencia como lo
indican autoras como María Luisa Femenías (2009) y Susana Velázquez (2006).
Las lecturas de la violencia contra las mujeres, denominada por estas autoras
como violencia de género, incluye “todos los actos mediante los cuales se discri-
mina, ignora, somete y subordina a las mujeres en los diferentes aspectos de su
existencia. Es todo ataque material y simbólico que afecta su libertad, dignidad,
seguridad, intimidad e integridad moral y/o física” (Velázquez, 2003: 29). Si
bien desde el PcVG retomamos esta noción de violencia en tanto consideramos
que abarca distintos puntos clave que hacen a la violencia nos proponemos
complejizar los agentes que la perpetran y sobre quiénes se ejerce.
Estas autoras (Femenías, 2009; Velázquez, 2006) consideran que existe una
dicotomía entre varón agresor y mujer agredida. Invisibilizan a las mujeres co-
mo agentes activos en la construcción de las interacciones violentas en los vín-
culos de pareja. Los niveles de agencia que les reconocen son como generadoras
de resistencias a la violencia, pero no dentro de la interacción. Desde nuestro
punto de vista, sin desconocer estructuras de desigualdad basada en el género,
esto coloca a las mujeres en el lugar de víctimas y las desconoce como potencia-
les perpetradoras de violencia (Palumbo, 2015).
Estos enfoques nos parecen problemáticos porque no visualizan las diná-
micas y las agencias de la violencia en los diversos ámbitos. Por ejemplo, en lo
que se refiere a los vínculos violentos de pareja dejan por fuera, en el caso de
las relaciones de pareja y expareja, el papel que juega el amor romántico. En la
sección “observaciones” de la encuesta realizada, los/as encuestadores/as podían
mencionar distintas cuestiones que excedían al cuestionario y allí se ven ano-
taciones como las siguientes: “La encuestada confundía ciertas agresiones con
juegos con su pareja (descalificaciones, burlarse)” o “El encuestado consideraba,
en cierta medida, a los celos como normales en una relación de pareja”.
Con el fin de problematizar estas dimensiones de la violencia nos basa-
mos en las perspectivas teóricas de Raquel Osborne (2008, 2009) y Filomena
­Gregori (1995, 2003). Estas autoras, sin negar ni justificar la violencia que ejer-
cen varones hacia mujeres y reconociendo que existen violencias que afectan a

2 Ni una menos es un movimiento de protesta en contra de la violencia machista que se dio en ochen-
ta ciudades de la Argentina en junio del 2013 y durante los años 2016 y 2017. El movimiento también
se ha extendido a otros países de la región.

16
Introducción

las mujeres en su especificidad, colocan su foco de análisis en las interacciones3


y entienden que hay ciertas violencias ejercidas por mujeres hacia otras muje-
res o hacia hombres, como por ejemplo la psicológica o el control de las redes
sociales frecuentadas por la otra persona, que son un avasallamiento a la indivi-
dualidad del otro sujeto.
La violencia en los diversos ámbitos en los cuales se desarrolla, aunque afir-
me los valores de la masculinidad, no es una propiedad biológica y por ende no
corresponde unívocamente a los varones (Osborne, 2009). Según Connell:
(…) Nos estamos refiriendo a un proceso histórico que involucra al cuerpo y no a un
conjunto fijo de determinantes biológicos. El género es una práctica social que cons-
tantemente refiere a los cuerpos y a lo que los cuerpos hacen, pero no es una prácti-
ca social reducida al cuerpo (1995: 6).

Siguiendo el pensamiento de esta autora, según el cual basamos nuestra


noción de género, el ejercicio de la violencia, a diferencia de la definición de
Femenías (2009) y Velázquez (2006), trasciende la violencia llevada a cabo con-
tra las mujeres. Esta puede aplicarse sobre todos a aquellos cuerpos que no se
adecúan a la masculinidad hegemónica (Connell, 1995). Esta idea nos permite
pensar también en las mujeres que la encarnan cuando otros sujetos no cum-
plen determinadas expectativas socialmente esperables sobre su género, al mo-
mento de discriminar a otros por motivos sexuales, de etnia, clase, entre otros.
En relación con los vínculos sexuales o de pareja formales e informales, hay
sentidos y motivaciones violentas que generan erotismo (Bataille, 2010) en la
pareja y permiten reafirmar sus representaciones sobre el amor romántico. Las
escenas de celos, por ejemplo, se deben al miedo que provoca la posibilidad de
que se quiebre el postulado de la fidelidad, propio del amor romántico. A partir
de estas los miembros de una pareja “miden” cuán importante es uno para el otro
y en la reconciliación reafirman su lugar de privilegio dentro de la vida del sujeto
amado. Es decir, llevan al vínculo de un pasaje de estado de divergencia a otro de
convergencia (Gregori, 1993).
Las teorías donde prima una lectura punitiva de la violencia contra las mu-
jeres, donde se las ve como víctimas pasivas sin agencia, invisibilizan que en
esas discusiones por celos y control las parejas intentan entrar en un estado de
fusión y comunicación (Bataille, 2010). Asimismo, las peleas se basan en conflictos
derivados de que ciertos desempeños esperados para los sujetos según su género,
dentro de los patrones heteronormativos, no son cumplidos (­ Gregori, 1993). Por

3 Comprendemos la noción de interacción desde la perspectiva de Erving Goffman quien define a la in-
teracción como “la influencia recíproca de un individuo sobre las acciones del otro cuando se encuen-
tran ambos en presencia física inmediata” (Goffman, 1971: 27). En otras palabras, cuando dos perso-
nas interactúan cara a cara, influencian recíprocamente sus acciones, de manera que el actor guiará su
actuación ajustándose a los papeles representados por los otros actores, que a su vez son su público.

17
Pensar(nos) desde adentro

ejemplo, cuando una mujer usa ropa demasiado ajustada se aleja de los guiones
sociales esperados para una feminidad “respetable”. Dentro de la matriz hete-
ronormativa su feminidad será ubicada en la frontera de lo aprobable. A estas
motivaciones agregamos aquellas vinculadas al amor romántico, a saber, la falta
de reciprocidad de expectativas dentro del vínculo o de entrega “total”.
Otro punto de vacancia que encontramos en los estudios de la violencia
de género es la violencia en las relaciones no heterosexuales (Hammond, 1986;
Cantera y Blanch, 2010) y la violencia que ejercen las mujeres hacia otras
mujeres. Explica Rojas-Solis, retomando a Cantera (2004): “La equiparación
género-mujer y la rígida dicotomía hombre-agresor y mujer-víctima minimizó
y oscureció el campo de estudio de la violencia entre parejas no ‘normales’ o en
situaciones donde la mujer fuera la agresora y el hombre, la víctima” (2015: 8).
Esta invisibilización, dentro de los estudios sobre la violencia, de las mujeres
como agentes perpetradores de violencia en sus distintos vínculos nos lleva a re-
flexionar sobre cómo subyace una visión de las mismas cercana a la inocencia, a la
sumisión y a la bondad. Sin con esto negar que la violencia en los vínculos inter-
personales genera efectos principalmente negativos en las mujeres, dado que por
ejemplo vivencian situaciones de violencia física, nos interesa problematizar las
violencias que ellas ejercen en sus vínculos. Tal como explica Osborne “Mencionar
o tener en cuenta la violencia perpetrada por las mujeres no tiene por qué rebajar
un ápice la gravedad de la violencia de hombres a mujeres” (Osborne, 2009: 7).
En resumen, estos interrogantes: quiénes perpetran violencia, sobre quiénes
se ejerce y qué sentido atraviesa el ejercicio de la misma serán problematiza-
dos en diversos ámbitos incluido el universitario. Comprendemos este espacio,
como cualquier otro, de manera sexuada y no neutral. Los espacios no son
simplemente un escenario, sino que son constantemente (re)producidos dentro
de complejas relaciones entre la cultura, el poder y las diferencias, y varían a lo
largo del tiempo. Los espacios y los lugares y los sentidos que los sujetos les
otorgan están atravesados por el género (Massey, 1994).
Asimismo, nos preocupa la integridad de los/as estudiantes no solo dentro
de las paredes que conciernen a la universidad sino en la multiplicidad de espa-
cios por los cuales transitan y sociabilizan. De allí que nos haya parecido impor-
tante indagar en experiencias de violencia en sus diversos vínculos y ámbitos de
sociabilidad.

18
Capítulo 1

REPRESENTACIONES Y EXPERIENCIAS
DE VIOLENCIA DE GÉNERO

Las personas experimentan cotidianamente situaciones de violencia de género


en distintos ámbitos de sociabilidad. Pero ¿cuáles son las representaciones
sobre la violencia de género que poseen las personas encuestadas?, ¿dónde la
experimentan con mayor frecuencia?, ¿qué experiencias de violencia de género
vivenciaron?, ¿cuál es el género de quienes la perpetraron?, ¿sobre quiénes se
ejerce principalmente? Sobre esto hablaremos a continuación.

1. Las personas detrás de los datos

En primer lugar resulta necesario saber quiénes fueron las personas encues-
tadas. Se encuestó, de forma equitativa, a estudiantes de los distintos años
de cursada (de 1° a 5°) que concurren a estudiar al Campus Miguelete de la
Universidad Nacional de San Martín1 durante los meses de abril a julio del
2016. Estos/as estudiantes tienen como característica, que en su mayoría son
jóvenes.2 Desde una dimensión etaria, convencionalmente, se ha utilizado para

1 Acorde con la población se generó una muestra representativa. La muestra es un estimativo del
1,5% de 11.688 casos que se tradujo en 171 casos. Según, el informe “Oferta Académica y Población
estudiantil de Pregrado, Grado y Posgrado. Anuario 2013” esta es la cantidad de población con la cual
contaban las unidades académicas relevadas dentro del Campus (Secretaría Académica/ Dirección de
Información Académica e Investigación. Dirección de Grado. Dirección de Posgrado/UNSAM, 2013).
En proporción con la cantidad de población que posee cada una de las unidades académicas que
fueron seleccionadas en tanto se encuentran dentro del Campus se desglosan los porcentajes de la
siguiente manera: Escuela de Humanidades, 18%; Escuela de Economía y Negocios, 39%; Escuela de
Política y Gobierno, 9%; Escuela de Ciencia y Tecnología, 20%; Instituto de Arquitectura y Urbanismo,
2%; Instituto del Transporte, 2%; IDAES, 9%; Instituto de Artes Mauricio Kagel, 2%.
2 En el campo de las disciplinas científicas se ha dividido la pertinencia de la utilización de los con-
ceptos de adolescencia y juventud; el primero es abordado por la psicología en tanto perspectiva de
análisis de un sujeto particular; y el segundo, por las ciencias sociales y humanas, donde a partir de
sujetos individuales se busca entender las relaciones sociales posibles de ser entabladas entre ellos
(Dávila León, 2005).

19
Pensar(nos) desde adentro

la juventud la franja entre los 15 y 29 años de edad, aproximadamente, divi-


diéndose a su vez de 15 a 19 años, de 20 a 24 años y de 25 a 29 años (Dávila
León, 2005).
En porcentajes, según los datos obtenidos, de los 171 casos relevados, el
87% tiene entre 18 y 30 años (gráfico 1).

Gráfico 1. Edad de estudiantes encuestados/as

Fuente: Elaboración propia.

En relación con la juventud en intersección con otras dimensiones de análi-


sis como por ejemplo el género y la sexualidad, Silvia Elizalde propone ponde-
rar el género sin pensarlo como un mero sinónimo de diferencia sexual o como
un simple dato demográfico, para no aportar así a “la enraizada propensión a
considerar tácitamente a los varones como sujetos de referencia de ‘la juventud’”
(Elizalde, 2006: 6). En esta investigación problematizaremos, en distintos pa-
sajes, a esta población, mayormente joven, como sujetos agentes vivenciando y
perpetrando situaciones de violencia.3

3 Silvia Elizalde (2006), desde una perspectiva materialista, se encuentra en discusión con el concepto
de juventud desarrollado desde la sociología por Margulis y Urresti (1996, 2006). Estos autores, quienes
lo han interpretado como una construcción social, histórica y relacional que se articula social y cultural-
mente en función de la edad, la generación, la clase social y el género de pertenencia (Margulis y Urresti,
1996), consideran el género, según Elizalde, como una variable más en relación al concepto de juventud.
Para la autora, esa posición tiene consecuencias de orden ideológico que operan ratificando el andro-
centrismo y sus efectos naturalizadores porque abordan el género como un atributo que poseen las
personas, anclado en un binarismo taxativo de sexo/género, y se hace así caso omiso al carácter políti-
co de esta categoría de análisis como forma primaria de relaciones significantes de poder (Scott, 1986).

20
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

En términos generacionales, la mayoría de los/as encuestados/as nacie-


ron entre 1986 y 1995 en la Argentina, por lo que siempre han vivido en
un régimen político democrático. En este se ha promulgado legislación que
propicia la igualdad de los géneros y la no violencia, dentro de las leyes más
conocidas: la “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relacio-
nes interpersonales” (Ley 26.485), desde el 2009, la cual define e incluye los
diferentes tipos de violencia contra las mujeres y los ámbitos donde la misma
se manifiestan. Asimismo, durante este período se dio la modificación en la
“Ley de Matrimonio Civil” (Ley 26.618) que permite desde el año 2010 el
matrimonio entre personas del mismo sexo y unifica todos los matrimonios
dentro del mismo marco legal y la “Ley de Identidad de género” (Ley 26.743)
que permite desde el año 2012 que las personas trans (travestis, transexuales
y transgéneros) sean inscriptas en sus documentos personales con el nombre
y el sexo de elección. Además, ordena que todos los tratamientos médicos de
adecuación a la expresión de género sean incluidos en el Programa Médico
Obligatorio, lo que garantiza una cobertura de las prácticas en todo el sistema
de salud, tanto público como privado.

Gráfico 2. Edad de las/as estudiantes según género autopercibido

Fuente: Elaboración propia.

21
Pensar(nos) desde adentro

Con respecto al género4 de los/las encuestados/as, de las 171 personas, el


53% se definió como mujer, el 46% como varón y 1% como mujer trans.5 En
dos casos las encuestadoras tuvieron que explicarle a los/as encuestados/as que
la pregunta por el género apuntaba a saber si se autopercibían como varón, mu-
jer, trans. Esto muestra que en algunos casos había un desconocimiento sobre
el término. Asimismo, en otros dos casos, uno de una mujer y otro de un varón,
les parecía obvio y redundante que les preguntasen por su género autopercibido.
Solo un 10% de los/as encuestados/as tiene hijos. De ese 10%, 7% son mu-
jeres y 3% varones.
Sobre la situación laboral de los/as estudiantes se visualiza que la mayoría
trabaja (64%). El porcentaje de varones que trabaja es levemente mayor que el
porcentaje de mujeres, siendo un 34% contra un 30% respectivamente. Por otro
lado, el único caso que poseemos de una mujer trans, no trabaja.
Sobre el lugar de residencia de las personas encuestadas, residen en distintas
localidades del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Principalmente
se observa que hay un 51% residentes del Partido de San Martín, donde se ubi-
ca la universidad, y un 13% de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA)
que linda con el Partido de San Martín. La Universidad recibe estudiantes
de partidos aledaños: Morón, Vicente López, San Miguel, San Isidro, Tres de
Febrero. Asimismo, concurren estudiantes de otras localidades como Escobar,
Hurlingham, Ituzaingó, entre otras.

2. Causas principales de la violencia de género

Podemos ubicar las causas de la violencia de género en tres niveles principales:


el nivel estructural –factores culturales, económicos, educacionales–, el nivel
familiar o de pareja, es decir, el de un entorno más cercano, y en tercer lugar el
nivel de factores psicológicos.
Las personas encuestadas entienden que la problemática de la violencia de
género se explica principalmente por factores estructurales (en un 66%).
Luego de la explicación a partir de factores estructurales, un 15% entiende
que la violencia se produce a causa de factores psicológicos propios de los su-
jetos. Existe una vacancia de estudios sociológicos sobre la violencia contra las
mujeres o de género (Palumbo, 2015) sumadas a los discursos psicologizantes

4 Algo que queremos dejar claro con respecto a la pregunta por el género autopercibido es que fue
una pregunta abierta. Al momento de la encuesta se les consultó a cada una de las personas encues-
tadas por su género autopercibido y no se marcó a priori ni se dejó a criterio del/la encuestador/a.
5 Respecto de varones, trans y personas intersex específicamente no podemos afirmar cuestio-
nes particulares porque nadie dijo identificarse de ese modo. Esto quedará pendiente para futuras
investigaciones.

22
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

que interpretan estas temáticas como si fuesen un problema de un sujeto, lo


cual también se refleja en el discurso de los/as encuestados.
Por su parte, un 8% considera que las causas principales de la violencia de gé-
nero tienen que ver con razones de índole familiar o problemas propios de la pareja.
Por último, en un 6% de los casos los/as encuestados/as entienden que las
causas de la violencia de género se deben a una combinación de los tres niveles
anteriormente descriptos: psicológicos, educacionales y culturales.
En relación con las respuestas sobre las causas principales de la violencia
de género según su género autopercibido, las mujeres ubican por encima de los
varones las causas de la violencia en el nivel estructural en un 39% mientras que
los varones la sitúan en un 27% y el único caso de una persona trans también la
considera del orden estructural.
En el nivel familiar y de pareja la respuesta es casi igual entre varones y mu-
jeres. Quienes explican mayoritariamente las causas de la violencia de género
desde un nivel psicológico son los varones con un 12%. Es decir, ellos que son
los mayores perpetradores de violencia, consideran que las causas de la misma
responden a un problema psicológico, y por ende no lo ven como hecho puntual
y no dimensionan las estructuras heterosexistas en las cuales se encuentran so-
ciabilizados. Asimismo, las mujeres consideran que es un problema combinado
de causas psicológicas, educacionales y familiares, en mayor medida que los va-
rones. Es decir, en términos generales, las mujeres ubican la violencia de género
como una problemática que excede a las psiquis de los sujetos y la complejizan
al entrelazarla con otros causales tanto estructurales, culturales y educacionales,
como del entorno familiar. En cambio los varones tienden a pensar la temática
en términos individuales y, en algunos casos de manera patologizante. Por ejem-
plo un encuestado indicó que los violentos no cambian y que las mujeres suelen
perdonar pensando que sí lo harán. Aquí el encuestado, por un lado, homologa
la violencia de género con la violencia contra las mujeres y considera como natu-
ral e inmodificable la dinámica de violencia en la pareja en aquellos casos donde
hay varones violentos ejerciendo abuso contra mujeres que esperan, que dicha
situación cambie, atravesadas por idearios del amor romántico de la entrega total
(Alberoni, 1989).

Cuadro 1. Representaciones sobre las causas principales de la violencia de género


(expresado en %)
Representaciones sobre la violencia Porcentaje
Estructurales
Cultura machista 54
Educacional 7

23
Pensar(nos) desde adentro

Representaciones sobre la violencia Porcentaje


Factores culturales y educacionales 3
Culturales y problemas económicos 2
Total estructurales 66
Familia y pareja
Problemas de las parejas 6
Familiar 2
Total Familia y Pareja 8
Psicológicos
Total Psicológico 15
Combinación de distintos factores
Psicológicos, educacionales y culturales 6
Total Combinado 6
Malos procedimientos judiciales 2
Otros 1
Ns/nc 2
Total general 100

Fuente: Elaboración propia.

3. Ámbitos, tipos y ejercicio de la violencia

La violencia de género es vivenciada por las personas encuestadas en distintos


ámbitos de sociabilidad y tránsito, a saber, el hogar, el trabajo, vía pública y
transporte, universidad, instituciones de salud y otros espacios. En tanto no son
espacios neutrales allí se ejercen prácticas que delimitan quiénes son los sujetos
legítimos de habitarlos y de qué modo. Por ejemplo, en el espacio público el
porcentaje de situaciones de violencia de género es alto y la sufren mayormente
mujeres y la perpetran varones. También, en cada espacio están quienes detentan
para sí cierto saber y poder como por ejemplo en instituciones de salud, en las
que como veremos hay situaciones de violencia, como destrato, que se intersec-
cionan con jerarquías de género.
Los ámbitos en los cuales los/as estudiantes experimentaron en mayor me-
dida violencia son la vía pública y el transporte (63%). Mientras que el hogar se
ubica en el tercer lugar con un 21%. La universidad aparece como un ámbito de
violencia a causa de género en un 10%. A su vez, un 11% percibió violencia en
otros ámbitos, a saber, escuela, estadio de fútbol, boliche, en la calle, la iglesia,
policía, justicia (cuadro 2).
24
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

Asimismo, existen otros ámbitos que no fueron relevados a priori donde los/
as estudiantes indican que sufrieron violencia basada en su género u orientación
sexual: escuela, estadio de fútbol, discoteca, iglesia, policía y justicia (cuadro 2).
Es decir que en la sumatoria de espacios como la vía pública, el transporte
y el trabajo, en contraposición al hogar, es donde más se perciben situaciones
de violencia en un 79%. Según Nancy Fraser (1997), desde una perspectiva
feminista, el espacio público ha sido históricamente pensado como un espacio
masculino y burgués, y tal como observamos a partir de nuestros datos esto
continúa.
De este 73%, 124 personas al menos una vez vivieron una situación de vio-
lencia, y se recolectaron 231 situaciones de violencia experimentadas. Es decir,
estas personas, que son jóvenes, vivieron en su corta trayectoria de vida alrededor
de dos situaciones de violencia en promedio al momento de la encuesta.

Cuadro 2. Experiencia de situación de violencia en diferentes ámbitos (expresado en %)


¿Experimentó al menos una situación de violencia en…? Sí No Total
Experimentó situaciones de violencia en el hogar 21 79 100
Experimentó situaciones de violencia en el trabajo 22 78 100
Experientó situaciones de violencia en la vía pública/transporte 63 37 100
Experimentó situaciones de violencia en la universidad 10 90 100
Experimentó situaciones de violencia en instituciones de salud 8 92 100
Otros 11 89 100

Fuente: Elaboración propia.

4. Análisis de la violencia agente a agente, espacio a espacio

En relación con los tipos de violencia, la Ley 26.486 de Protección Integral


para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, en su quinto
artículo establece diferentes tipos de violencia. Considera violencia física la
que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño explícito
o riesgo de hacerlo, y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte
su integridad física; violencia psicológica la que causa daño emocional y dismi-
nución de la autoestima, o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal, o
busca degradar o controlar a la mujer en sus diferentes prácticas; incluye aquí
la coerción verbal. La violencia sexual es cualquier acción que implique la vul-
neración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer
a decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva. En relación
con la violencia económica y patrimonial es la que se dirige a ocasionar un
25
Pensar(nos) desde adentro

menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer. Por último,


la simbólica implica a aquella que a través de patrones estereotipados, mensa-
jes, valores, íconos o signos, transmita y reproduzca dominación, desigualdad y
discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la
mujer en la sociedad.
Estas tipificaciones sobre la violencia son útiles al momento del análisis par-
ticular de cada una, no obstante, entendemos que las violencias están interre-
lacionadas. La violencia psicológica tiene que ver con ciertas expectativas y es-
tereotipos simbólicos que se esperan de un determinado género y tiene efectos
sobre el cuerpo. Es decir, el insulto constante, la violencia contra lo emocional
de los sujetos tiene correlatos corporales y viceversa.6
Con respecto a quienes efectuaron la violencia, los/as estudiantes manifes-
taron haber vivenciado violencia tanto de varones como de mujeres, aunque los
mayores perpetradores son los varones. Observemos este dato en los distintos
ámbitos.

a) Hogar
El 21% de las personas encuestadas manifestó haber experimentado situaciones
de violencia de género en el hogar. De las personas que experimentaron violen-
cia de género, el 61% se autoperciben como mujeres y el 36% como varones. Es
decir, la mayoría son mujeres pero una cantidad significativa son varones. Asi-
mismo, vemos que la mujer trans vivió violencia en el hogar.
En relación con los tipos de violencia o la descripción de la situación de vio-
lencia de género según el género de la persona que lo experimentó, las mujeres
vivenciaron mayoritariamente violencia psicológica en un 17%, combinación
de violencia física y psicológica en un 17% y simbólica en un 17%. Por ejemplo,
una de las encuestadas hizo referencia a que su hermano le hacía realizar ciertos
quehaceres domésticos por el solo hecho de ser mujer.
En menor medida, un 8% los varones también ubican a la violencia psicológi-
ca y a la simbólica como las mayormente experimentadas, mientras que la mujer
trans indica la psicológica. Es decir, que las formas de violencia que prevalecen
no son físicas sino que son sobre todo psicológicas (sola o combinada). Ejemplos
de la misma son la disminución de la autoestima y del componente emocional
a través de prácticas violentas como miradas, silencios e insultos. Las violencias
psicológicas y simbólicas son formas de violencia laterales (Elias, 1989) que
aunque más sutiles no son menos efectivas. Tienen efectos tangibles y corporales
sobre los sujetos que las vivencian, dado que generan miedo y angustia.

6 El dualismo cartesiano de cuerpo y mente, por el cual la primera noción pasará a tener un lugar se-
cundario vinculado a la naturaleza, y la segunda una posición de superioridad, atravesará las diferentes
teorías que abordan el cuerpo desde diferentes vertientes (Pozo, 2012; Pedraza, 2009).

26
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

Aunque el porcentaje de violencias físicas sea menor que el psicológico, las


mujeres son quienes más experimentan situaciones de violencia corporal directa
y son las únicas que dicen haber experimentado abuso sexual.

Gráfico 3. Tipo de violencia de género en el hogar según género de la persona


que la experimentó

Fuente: Elaboración propia.

En relación con el tipo de violencia experimentada en el hogar según el


género de la persona que la perpetró, lo que aparece es que los varones son
quienes ejercen violencia de forma física y sexual con mayor frecuencia. Pero
también observamos que no es un ejercicio meramente de los varones. Los/as
encuestados/as dicen en un pequeño porcentaje, solo 3%, haber vivido por parte
de mujeres. Este porcentaje aumenta en aquellos casos en los cuales vivieron si-
tuaciones de violencia por parte de varones y de mujeres. En estos casos se ve a
las mujeres junto con varones perpetrando de forma combinada violencia física,
psicológica y simbólica (6%); simbólica (6%); física y psicológica combinada
(6%); psicológica (8%).
Los varones ejercen violencia de género de tipo psicológica en un 14%;
combinando física y psicológica en un 17%; física en un 6% y sexual en un 3%.
Es decir que a nivel de contacto corporal son quienes más perpetran violencia y
son los únicos que ejercen violencia sexual.
Si bien el 6% de los/as encuestados/as respondió que experimentó violencia
física a secas y un 3% abuso sexual, entendemos que esta práctica tiene efectos
que abordan lo psicológico y que se fundamenta en estructuras más amplias de
27
Pensar(nos) desde adentro

poder. Bryan Turner (1984), pionero en los estudios de sociología del cuerpo,
apunta a una perspectiva teórica del cuerpo que no se reduzca a lo material,
sino que lo comprenda como “una metáfora más general para la estructura y
función de la sociedad en su conjunto” (Turner, 1984: 177). En otras palabras,
la corporalidad puede ser interpretada como todas aquellas prácticas sociales
que implican al cuerpo, ya que esta resulta de un proceso constante a partir del
cual se construyen las personas en relación con otros.
Asimismo, nos resta complejizar si el hecho de que un varón le pegue a una
mujer tiene socialmente una connotación violenta. Hipotetizamos, a partir de
una investigación cualitativa previa (Palumbo, 2015) que, en tanto las corporali-
dades masculinas son consideradas socialmente como dominantes, un golpe de
un varón contra una mujer es socialmente visto como violento. En cambio, esto
se modifica cuando el golpe lo ejerce una mujer, a cuyo acto violento si bien se
lo ve como agresivo, se lo considera menos importante o de menor relevancia
dado que lo ejerció una mujer a la cual se la asocia con la debilidad física.
Por último, si nos enfocamos en analizar el género de quien perpetró
violencia en el hogar respecto del género de quien la sufrió, aparece que lo
más frecuente es que los varones sean violentos con las mujeres (39%) pero
también es significativo el número de violencia de varones hacia varones
(22%) y un 3% de violencia de varones a una mujer trans. Así, vemos que
el 64% de las situaciones de violencia de género en el ámbito hogar son
perpetradas por varones y padecidas mayormente mujeres pero, también,
por otros varones. Es decir, que en el ámbito del hogar los varones son los
agentes más violentos contra los distintos miembros/as.
No obstante, las mujeres en el ámbito doméstico aparecen perpetrando vio-
lencia en un 31% -en un 3% solas y 28% junto con varones-. Las mujeres ejercen
junto con varones violencia contra otras mujeres en un 17% y contra otros varo-
nes en un 11%. En ningún caso se registran escenas de violencia basadas en el
género u orientación sexual perpetradas solo por mujeres contra otras mujeres.
En relación con la violencia en vínculos eróticos y/o afectivos entre varo-
nes gays encontramos desde las ciencias sociales una vacancia en estos análisis.
Jennifer Johnsen (2005), desde un análisis psicosocial, explica que la violencia
en las parejas se puede presentar en cualquier tipo de relación y que tanto los
perpetradores como las víctimas pueden ser hombres, mujeres, jóvenes, ancia-
nos, homosexuales, bisexuales o heterosexuales (Rennison y Welchans, 2000).
Según Cantera y Blanch, también desde la psicología se da “la desatención, des-
enfoque e invisibilización de fenómenos y procesos de violencia en una direc-
ción no ‘normal’ (de mujer a varón) o en parejas como las de tipo gay o lésbico”
(Cantera y Blanch, 2010: 126).

28
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

b) Trabajo
Nos interesaba visibilizar, además, la violencia en el espacio laboral.7 Un 22% de
las personas encuestadas vivió situaciones de violencia de género y de discrimi-
nación por orientación sexual. Del total de personas que vivieron situaciones de
violencia de género en el trabajo un 61% son mujeres y un 37% varones. El 3%
restante corresponde a la única persona trans encuestada.
Es decir, el espacio laboral, al igual que como veremos en la vía pública, el
transporte, las instituciones de salud y la universidad son espacios sexuados y no
neutrales. Petracci y Kornblit (1997), quienes analizan el acoso principalmente
contra las mujeres, explican que el acoso en el espacio laboral es una práctica
que se ha extendido a lo largo del tiempo y es perpetrado tanto por jefes como
por compañeros y subordinados.
En relación con los tipos de violencia vivenciada en el trabajo según el
género de la persona que la vivenció, las mujeres experimentan, en su mayoría,
violencia psicológica (32%) y simbólica (16%). Estos tipos de violencia también
son sobresalientes en el ámbito del hogar. Un dato llamativo es que las encues-
tadas vivieron en un 11% violencia sexual en el ámbito laboral, como por ejem-
plo ser tocadas por varones lascivamente en diferentes partes de su cuerpo.
Los varones experimentaron violencia psicológica en un 21% y simbólica en
un 8%. Uno de los estudiantes dijo que fue discriminado por ser heterosexual
dado que trabaja en el mercado de la moda que él presupone gay.
La única trans encuestada experimentó violencia psicológica en el trabajo, al
igual que en el hogar.
Para concluir, la violencia más recurrente que se da (en todos los géneros)
es la psicológica, que representa el 55% del total de la muestra de las violencias
ejercidas. Consideramos que esta violencia es la que más prevalece en tanto es
la más naturalizada y por ende invisibilizada. Le sigue la violencia simbólica
con un 24%, (piropos que refieren cuerpo, estereotipos de género y/o a la se-
xualidad de los/as encuestados/as), la violencia sexual (“manoseos y apoyadas”)
con un 11%, y por último la combinación de simbólica y psicológica (insultos y
amedrentamiento) con cinco puntos porcentuales y la violencia física (como por
ejemplo golpes) con tres puntos.

7 Este tipo de violencia no es nueva. Mirta Zaida Lobato analiza estas situaciones a finales del siglo
XIX y principios del XX. La autora con el fin de estudiar el mundo afectivo de las clases populares de
la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX, con especial atención en la experiencia de las
mujeres trabajadoras, uno de los aspectos que aborda son las experiencias de abusos sexuales que,
cotidianamente, sufrían las trabajadoras, especialmente a manos de sus patrones (Lobato, 2014).

29
Pensar(nos) desde adentro

Gráfico 4. Tipo de violencia de género según el género de quien la experimentó

Fuente: Elaboración propia.

El colectivo más vulnerable en este ámbito es el de las mujeres, con un 63%.


La mitad de la violencia que se ejerció sobre ellas proviene de los varones, con
un 50%; mientras que la violencia de mujeres hacia otras mujeres representa el
8% de la muestra, y la violencia conjunta de mujeres y varones hacia mujeres,
representa un 5%.
Por último, la única persona encuestada experimentó violencia de género
por parte de varones.
Los varones también se encuentran entre quienes padecen violencia por
orientación sexual, con un 35%. Los mayores perpetradores son tanto mujeres
como varones, representando un 13%, varones en un 11% y mujeres, también
en un 11%.
Un estudio que problematizó estas cuestiones es el proyecto, que se realizó
en el año 2012, denominado “Identidad de Género y Orientación Sexual: pro-
moción de los derechos, la diversidad y la igualdad en el mundo del trabajo”.
En el marco de este proyecto, se realizaron estudios sobre la discriminación
contra los trabajadores y las trabajadoras lesbianas, gays, bisexuales y personas
trans (LGBT) en el trabajo alrededor del mundo, y se pusieron de manifiesto
buenas prácticas que promueven una integración significativa. Dentro de la pri-
mera etapa tuvo como centro, entre otros países, la Argentina.
El estudio revela, por ejemplo en el caso de nuestro país, que si bien se han
incluido cláusulas contra la discriminación basada en la orientación sexual y
la identidad de género en los convenios colectivos con sindicatos del sector
30
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

público y varios sindicatos han incorporado políticas contra la discriminación y


defienden los intereses de los trabajadores y las trabajadoras LGBT, los hombres
gays dijeron que se les animaba a trabajar en centros de llamadas y servicio al
cliente, y que se les desaconsejaba trabajar en el sector de la minería. Es decir,
no se le concedían ciertos puestos porque su expresión de género (indumentaria,
maneras o voz) no se correspondía con lo esperado para un varón dentro de los
estereotipos de masculinidad hegemónica.8
En resumen, en el ámbito laboral el mayor perpetrador de violencia es el co-
lectivo de varones, con un 63%. Le siguen las mujeres, con un 19% y por último
mujeres junto con varones, con un 18%.

c) Vía pública y transporte


Este ámbito, al igual que el laboral, es donde más se presentan escenas de vio-
lencia de género. Esto nos indica que la violencia de género se ejerce tanto en
espacios públicos como privados. Se ven reflejados en nuestros datos un alto
nivel de acoso y de violencia de género contra las mujeres en la vía pública y
en los medios de transporte. De los casos afirmativos, un 69% son mujeres, el
30% de varones y un 1% correspondiente a la mujer trans. Es decir, los cuerpos
femeninos en este espacio público y que se presupone masculino (Fraser, 1997)
se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y vivencian el doble de
situaciones de violencia que la que experimentan dentro del hogar.
Este ámbito, si bien presupone la libre circulación de todas las personas, si-
gue siendo un espacio donde quienes más padecen situaciones de violencia de
género y acoso son quienes no se identifican con la masculinidad hegemónica
(Connell, 1995). Este espacio está sexualmente determinado, los varones son
sus legítimos habitantes y ejercen sobre las mujeres y sobre otros varones no
hegemónicos violencia física, simbólica y psicológica.
En lo referente a las modalidades de violencia de género vivenciadas en la
vía pública y/o transporte con arreglo al género de quién la experimentó, se ad-
vierte que en el caso de la población femenina, mujeres cis y mujer trans, tiene
predominancia el acoso verbal en un 25% y el acoso verbal y sexual en un 23%,
basado en comentarios estereotípicos de las mujeres seguidos por “manoseo” y
“apoyadas” o alguna otra situación de abuso. En ningún caso hay varones que
hayan experimentado acoso sexual en el ámbito público.
Los hombres en este ámbito experimentan acoso verbal en un 13%, por
ejemplo por su orientación sexual, y violencia física y psicológica en un 10%. Es
decir que en el espacio de la vía pública y en el transporte donde rige un tipo de

8 Los resultados de este proyecto se encuentran en el informe “La discriminación en el trabajo por
motivos de orientación sexual e identidad de género: Resultados del proyecto PRIDE”. El mismo fue
realizado con el apoyo del Gobierno de Noruega y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a
través de su Servicio de Género, Igualdad y Diversidad.

31
Pensar(nos) desde adentro

masculinidad hegemónica heteronormativa, aquellos varones que no se adecúan


por su orientación sexual a lo esperado vivencian violencia; lo mismo sucede
con el único caso de una persona encuestada que sufrió acoso en la vía pública.
En lo que respecta a la composición de quien perpetró violencia de género
en la vía pública según el género de quien la sufrió se advierte una fuerte predo-
minancia masculina (79%), que se desglosa en el ejercicio de la misma hacia las
mujeres (59%) y en una menor proporción hacia los varones (19%). En el caso
de la persona trans, ella sufrió violencia en este ámbito, al igual que en el hogar
y en el trabajo, por parte de un varón.
Para el caso de las mujeres, en lo que respecta a su ejercicio de la violencia,
su accionar es reducido, contra otras mujeres solo han sido violentas en un 3% y
contra varones en un 2%. Es decir, en este ámbito masculino las mujeres reducen,
respecto del hogar, su potencialidad agencia como perpetradoras de violencia.

Cuadro 3. Género de quien perpetró violencia en el ámbito de la vía pública según


género de quien la sufrió (expresado en %)

Género de la persona que perpetró Género de la persona sobre quien


violencia en la vía pública se ejerce violencia
Mujer Varón Trans Total
Mujer 3 2 5
Varón 59 19 1 79
Mujer y varón 4 8 12
No sabe no contesta 3 1 5
Total general 69 30 1 100

Fuente: Elaboración propia.

d) Instituciones de salud
En relación con situaciones de violencia en este espacio un 8% de los/as estu-
diantes las experimentó. Las instituciones de salud no son espacios donde se
pone en práctica un supuesto saber médico, neutral y objetivo, sino que son
espacios públicos y de trabajo atravesados por dinámicas que conciernen a los
géneros (Massey, 1994). Si bien aquí no ahondamos en las jerarquías de género
dentro de la institución médica, aparece el ámbito de la salud como un lugar
donde se perpetran situaciones de violencia derivada del género. Las mismas,
según se desprende de lo trabajado, fueron experimentadas tanto por varones
(43%) como por mujeres, pero sobre todo por estas últimas (57%).
Las mujeres son quienes más experimentan violencia, sobre todo situa-
ciones de violencia verbal y destrato, que son un tipo de violencia psicológica
32
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

(21%); una combinación de violencia sexual, psicológica y simbólica en un


28%; y física un 7%.
El nivel de violencia vivido en sistema de salud es similar en varones y mu-
jeres. Una práctica extendida es el destrato de médicos/as hacia usuarios/as del
mismo sistema de salud. Consideramos que esto, aunque no se vincula necesaria-
mente al género del/a usuario/a de salud, tiene que ver con que el saber médico
es un saber legitimado por la sociedad y quien lo posee puede llegar a perpetrar
prácticas de destrato y no brindar información a quienes son considerados/as
pacientes, a la espera de que los profesionales de la salud les den un diagnóstico.
Esta práctica violenta del destrato por parte de los profesionales de salud,
cuyos saberes son socialmente valorados, se intersecciona con prácticas violen-
tas concernientes al género y a la orientación sexual. Los varones dicen haber
experimentado violencia verbal y destrato por parte de los médicos debido a
causas que ellos consideran derivadas de su género. Si bien esto es difícil de
determinar a partir de los datos de la encuesta, lo que sí sabemos es que no
implicaron ningún tipo de abuso sexual y tendieron más a escenas de violencia
verbal. Los varones experimentaron situaciones de violencia verbal y destrato
(36%), mayoritariamente a partir de insultos.
Asimismo, las mujeres dicen haber experimentado situaciones de destrato
por parte de profesionales de la salud pero también de abuso sexual. En las
observaciones, en relación con situaciones de violencia de tipo de sexual una de
las mujeres encuestadas comentó que el ginecólogo varón la tocó más de lo ha-
bitual y “necesario” y que le hizo comentarios sexuales al respecto.9
Por lo que se observa en las instituciones de salud son las mujeres quienes
padecen situaciones de violencia física y sexual, su cuerpo se encuentra más ex-
puesto y es más vulnerado por médicos que en el caso de los varones.
Por su parte, la persona trans dice no haber experimentado violencia de gé-
nero en instituciones de salud.
Con relación a quién perpetró la violencia, casi la mitad (49%), son solo varo-
nes. Incluso si sumamos aquellos casos donde los/as estudiantes dicen haber vi-
vido situaciones de violencia perpetradas por varones y mujeres (36%), el número
de situaciones de violencia perpetrada solo por varones es mucho mayor (85%).
Por último, en relación con quien perpetró violencia según el género de la
persona sobre la que se ejerció, se vuelve a visualizar a los varones ejerciendo
violencia sobre mujeres en un 50% y contra varones un 29%. Es decir, se ob-
serva que se dan situaciones de violencia tanto contra mujeres como contra

9 Cecilia Canevari Bledel (2011) estudia las violencias institucionales que experimentan las mujeres po-
bres que acuden a atenderse a un hospital público de Santiago del Estero, Argentina. Según la autora
todas las personas cuando ingresan a este tipo de institución pública son enajenadas. No obstante, si
esa persona es mujer y pobre la enajenación se profundiza y da lugar a una historia de discriminación
y violencia.

33
Pensar(nos) desde adentro

varones, aunque en distinta medida, pero que dentro del ámbito de las institu-
ciones de salud son mayormente los varones quienes la ejercen.
Estos datos nos permiten visualizar que la violencia es una práctica exten-
dida por parte de los profesionales de la salud. Es uno de los ámbitos donde se
debe trabajar fuertemente para mejorar la calidad de atención y propiciar con-
sultas más amigables.

Cuadro 4. Género de quien perpetró violencia en instituciones de salud según gé-


nero de quien la sufrió (expresado en %)
Género de la persona que la perpetró Género de quien la sufrió
Mujer Varón Trans Total general
Mujer 0 0 0 0
Varón 50 50
Mujer y varón 7 29 36
Ns/Nc 14 14
Totales 57 43 0 100

Fuente: Elaboración propia.

e) Otros ámbitos
Un 11% de los/as estudiantes encuestados dijo haber vivido situaciones de
violencia en otros ámbitos que no habían sido indagados con anterioridad. Los
mismos incluyen la escuela, estadios de fútbol, boliches, la iglesia, la policía y la
justicia. Es decir, la multiplicidad de espacios por que habitamos están atrave-
sados por distintos aspectos, entre ellos el género y la sexualidad; y por ende, en
esta multiplicidad aparecen prácticas violentas. Es decir, debemos apostar a una
puesta en discusión y una posterior intervención sobre la violencia de el género
que ponga el foco más allá de la violencia en el hogar. Según género, de este
11% que experimentó violencia en otros ámbitos, el 61% son mujeres y 39%
varones. La persona trans encuestada dijo no haber experimentado violencia en
este ámbito.
En relación con el tipo de violencia de género sufrida en otros ámbitos según
el género de la persona que la experimentó, las mujeres sufrieron violencia psico-
lógica y verbal en un 11%, un 11% de violencia simbólica tanto a causa del géne-
ro como de la orientación sexual y mayoritariamente violencia sexual en un 28%.
En el caso de los varones la concentración se da en la violencia física y psi-
cológica/verbal, en un 17%. También los varones dicen haber experimentado
violencia a causa de su orientación sexual en un 11%. Este tipo de violencia se
ejerce contra aquellos varones que se alejan de lo esperado como deseable por la
34
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

masculinidad hegemónica. Esto sucede tanto en aquellos casos donde el varón


no es heterosexual como en aquellos casos de varones heterosexuales que no
actúan de una manera “acorde” con su género. Se le exige a sus miembros ser
heterosexuales (Rich, 1980) y que la heterosexualidad esté ligada a ciertos mo-
delos de masculinidad y feminidad (Rubin, 1986).
No obstante, en este ámbito los varones tampoco vivenciaron violencia de
tipo sexual, la cual fue padecida por las mujeres.

Gráfico 5. Tipo de violencia de género vivida en otros ámbitos según el género de


la persona que la experimentó

Fuente: Elaboración propia.

Sobre el tipo de violencia de género según el género de quien la perpetró


(gráfico 5), un 67% la ejercen varones, sobre todo la sexual (28%) y la simbólica
(17%), que incluye por orientación sexual. No hay mujeres que ejerzan violencia
sexual. Aparece solo un 6% de mujeres ejerciendo violencia física, como por
ejemplo golpes o empujones.
En aquellos casos que dijeron haber vivenciado situaciones de violencia de
género en estos ámbitos tanto por parte de mujeres como de varones aparece la
violencia verbal y psicológica con un 6%, la física en combinación con la psico-
lógica y verbal y la simbólica a causa de su género y/u orientación sexual.
Por último, en relación con este espacio, las mujeres aparecen ejerciendo
violencia contra los varones en un 6%. Se da una concentración del ejercicio de
35
Pensar(nos) desde adentro

la violencia de varones contra mujeres de un 44% y de varones contra varones


de un 22%.
En aquellos casos que dijeron haber experimentado tanto violencia por parte
de mujeres y varones la misma fue ejercida contra otras mujeres en un 17% y en
un 11% contra otros varones.
En lo que respecta al único caso de una mujer trans, no aparece ejerciendo
violencia en estos ámbitos.

f ) Universidad
Por último en relación con la violencia en la universidad. Un 10% de los/as
estudiantes encuestados/as experimentó violencia. De ese total el 82% lo repre-
sentan las mujeres y el 18% los varones. Aquí se ve cómo la universidad, aunque
sea un espacio académico es ante todo un espacio sexuado (Blanco, 2016). En
tanto es un espacio regido por las normas de la masculinidad hegemónica, se
perpetrará violencia sobre todo contra mujeres y contra aquellos varones que no
se adecúan a estos atributos.
Los puntos porcentuales más altos en cuanto al género de aquellas personas
que vivieron situaciones de violencia se expresan sobre las mujeres, siendo la
violencia simbólica, a causa del género y/u orientación sexual, la más sufrida
(35%). Luego de la violencia simbólica a causa del género y/u orientación
sexual, sigue la violencia de tipo psicológica y verbal en un 18% y la violencia
sexual en conjunto con la psicológica y verbal en un 12%. Con un 6% están
quienes dijeron que fue solo violencia psicológica/verbal y quienes dicen que
fue una combinación de violencia simbólica con la psicológica y verbal.
En cuanto a los varones, la más sufrida es la psicológica y verbal en un 12%
y la simbólica, que incluye en este caso tanto al género como a la orientación
sexual, en un 6%.
Por último la mujer trans dijo no haber experimentado ninguna situación
de violencia dentro de la universidad.
La violencia más perpetrada es la psicológica y verbal, con un 41%. Le
siguen la violencia simbólica, la sexual y otras con un 18% cada una, y por úl-
timo la violencia simbólica, psicológica y verbal con un 6%. Es decir que en el
espacio universitario, lo que aparece mayormente son violencias psicológicas y
simbólicas, que son las más naturalizadas y menos visibilizadas como prácticas
violentas, como por ejemplo chistes y comentarios sexistas.
Sobre el total de personas que ejercieron violencia la concentración se en-
cuentra en los varones, con un 83%. De ese porcentaje, un 29% ejerció violencia
psicológica y verbal y otro 29% simbólica, a causa de género y/u orientación
sexual. Es decir, casi el 60% de la violencia ejercida por los varones no implicó el
uso de la fuerza física. En relación con esta, el 12% sufrió violencia sexual (una
de las estudiantes dijo haber sido tocada y forzada a besar) y en un 6% padeció
36
Capítulo 1 Representaciones y experiencias de violencia de género

violencia física y psicológica/verbal. Aquí se observa que si bien priman las vio-
lencias psicológica y simbólica, los varones en un ámbito en el cual rige la norma
heterosexual y masculina son quienes perpetran violencias más extremas, que
involucran sin mediaciones al registro corporal, como son la sexual y física.
También aparecen las mujeres ejerciendo violencia de género. Estas per-
petran violencia simbólica en un 12%. Podemos hipotetizar sobre esto que las
mujeres dentro de un ámbito masculino, como es el espacio público univer-
sitario, son quienes más esgrimen tipos de violencias menos visibles, como es
la violencia simbólica, que tiene que ver con estereotipos de género esperables
sobre cómo debe ser un varón o una mujer. Los/as estudiantes hacen referencia
a mujeres haciendo comentarios homofóbicos o insultando. No obstante, no
tienden a perpetrar violencias más extremas, y propias de la masculinidad, como
la física y sexual.

Gráfico 6. Tipo de violencia según el género de la persona que perpetró violencia


de género en la universidad

Fuente: Elaboración propia.

También aparece un 6% de mujeres ejerciendo violencias no físicas ni se-


xuales contra otras mujeres.
Del grupo de varones, el 18% experimentó violencia de género en la univer-
sidad, ejercida en su mayoría por otros varones, lo que representa el 12%, y por
parte de mujeres en un 6%.
En términos generales, los varones son los mayores perpetradores de violen-
cia hacia ambos géneros, obteniendo así 82 puntos porcentuales, siguiéndole las
mujeres con 12 puntos.
37
Pensar(nos) desde adentro

Por último, vale recalcar que el colectivo más vulnerable en una institución
estructuralmente masculina como es la universidad son las mujeres. La uni-
versidad, que se encuentra como los otros espacios dentro de un modelo de
heteronormatividad, establece un sistema de jerarquía del sexo (Rubin, 1984)
en el cual los varones heterosexuales se posicionan en la cúspide. De este modo,
un 82% de las mujeres se vieron expuestas a violencia de género en el ámbito
universitario. Los varones son quienes efectúan en un 71% la violencia contra
las mujeres en este ámbito.

38
Capítulo 2

VIOLENCIAS EN LOS VÍNCULOS ERÓTICOS


O DE PAREJA FORMALES O INFORMALES

Durante los primeros años de juventud las personas inician su trayectoria eró-
tica y/o afectiva. Pero ¿qué tipo de vínculos establecen los/as jóvenes?, ¿cómo
se vinculan?, ¿hay violencia?, ¿de qué tipo?, ¿cómo la experimentan?, ¿quiénes
la perpetran y sobre quiénes?, ¿y el amor qué papel juega? Intentaremos res-
ponder algunas de estas preguntas en el presente capítulo.

1. Los vínculos

Los vínculos monógamos son los más recurrentes entre los/as estudiantes. De
los/as consultados/as, en el 90% de los casos manifestaron haber estado por
lo menos alguna vez en algún vínculo sexual de pareja, formal o informal. Un
58% dijo que tenía novio/a; un 23% a que “está saliendo con alguien”; y un 10%
“convivo con mi pareja”. Es decir, hicieron referencia a vínculos que apuntan
en primera instancia a relaciones monógamas en un 91%. La monogamia se
basa en los postulados románticos de la unicidad del deseo hacia un sujeto y la
promesa de fidelidad (Alberoni, 1989). El 9% restante, se compuso de “estoy sa-
liendo con más de una persona” (3%); “tengo más de un novio” (1%) y “convivo
con más de una pareja” (3%) y 1% no sabe/no contesta.
Estas trayectorias eróticas y afectivas están atravesadas por componentes
del amor romántico que son de tinte violento, como por ejemplo los celos y la
posesión. De quienes están en pareja, un 70% atravesó alguna situación de vio-
lencia con su pareja o vínculo sexual, formal o informal.
Estos componentes aparecen en parejas tanto heterosexuales como no. Se-
gún el cuadro 1,1 que vincula al género autopercibido del/a estudiante según
el género de la/s persona/s con la/s cual/es tuvo o tiene un vínculo sexual o de

1 En relación con la orientación sexual de los/as encuestados/as no se preguntó directamente por la


misma sino que se consultó por el género de sus vínculos actuales o más recientes.

39
Pensar(nos) desde adentro

pareja forma e informal, se ve que un 89% son vínculos entre mujeres y varones;
4% entre mujeres; 6% entre varones; 1% de una mujer trans y un varón. En un
1% una mujer tiene un vínculo con un varón y una mujer en simultáneo.

Cuadro 1. Género de la persona con la cual tiene vínculo/s eróticos y/o afectivos ac-
tual/es o más reciente/s según el género de la persona encuestada (expresado en %)
Género de este/estos vínculo/s Género autopercibido de
actual/es o más reciente/s la persona encuestada
Mujer Varón Trans Total
Mujer 4 40 44
Varón 49 6 1 56
Mujer y Varón 1 1
Total 54 46 1 100

Fuente: Elaboración propia.

2. Situaciones de violencia en los vínculos sexuales y/o afectivos

2.1. Experimentar violencia


Las situaciones de violencia que más experimentan los/as estudiantes en sus vín-
culos son de celos y control (gráfico 2). Una de las premisas del amor romántico
(Esteban, 2011) y del erotismo (Bataille, 2010) es la pasión que tiene como fina-
lidad la posesión, la exclusividad y la fidelidad, lo cual hace, según Esteban (2011),
que los celos sean la medida del amor. En relación con los celos y el control, un
42% de las personas encuestadas indicó que su pareja quiere saber dónde va, con
quién y qué está haciendo. Sobre los celos, el 38% posee vínculos en los cuales su
relación sexual y/o afectiva demuestra celos constantemente. Las referencias a li-
mitaciones, menosprecio y obstaculización para seguir los estudios universitarios
aparecen en un 14% de las respuestas, también la pérdida de amigos/as, contactos,
viajes, trabajo, salidas y familiares por parte de un vínculo erótico y/o afectivo
actual o anterior resulta con un cuarto del total, es decir, 25 puntos porcentuales.
Por otro lado, las situaciones de violencia vinculadas a los ámbitos digitales,
como las llamadas constantes al celular y la revisión de esos dispositivos y de
computadoras con acceso a las redes sociales del otro miembro, aparecen en 29
puntos porcentuales. En nuestros días, las redes sociales son medios a partir de
los cuales los sujetos, y sobre todo los jóvenes, socializan. El uso cotidiano que
le damos al celular y a la computadora, al punto de ser prótesis de los cuerpos
anatómicamente hablando, permite pensarnos como cyborgs (Haraway, 1991;
Andrada de Gregorio y Sánchez Perera, 2013). Esto nos lleva a creer que
40
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

nuestras corporalidades habitan una espacialidad que trasciende su espacio físi-


co. El celular es una prótesis de nuestro cuerpo porque es utilizado asiduamente
y nos permite estar en otros contextos virtuales a la vez que estamos en un lugar
determinado cara a cara. Esto genera efectos sobre sus cuerpos porque desde
allí discutimos, expresamos cariño y remediamos conflictos.
Revisar objetos personales como el celular o redes sociales como Facebook,
la casilla de correo electrónico o alguna aplicación, es una práctica que experi-
mentan el 29% de los/a estudiantes encuestados/as. Dentro de estos ámbitos
virtuales, un 27% respondió que lo que más revisan es el celular porque habilita
el acceso a todas las redes sociales e historial de llamadas y mensajes de telefo-
nía móvil, seguido por la referencia a la aplicación Facebook.2 Las respuestas,
que provienen de una pregunta abierta, arrojan que Facebook junto con otra
red social es lo más revisado. La sumatoria de Facebook ubica a esta red social
como lo más revisado en un 49%: Facebook con WhatsApp3 un 25%, solo
Facebook 14%, solo WhatsApp 9%, Facebook e Instagram4 5% al igual que
Facebook y Twitter.5
Facebook se ha convertido en un prolífero generador de celos y control
porque al tener chat6 permite leer las conversaciones que tiene una persona
con sus contactos; además, se puede hackear7 al usuario; permite estar atento a
quién pone “me gusta”8 en una foto o en qué fotos aparece “etiquetado” 9 el otro

2 Facebook es un sitio web de redes sociales mediante el cual se puede enviar y recibir mensajes, imá-
genes, jugar, entre otras funciones.
3 WhatsApp es una aplicación de mensajería instantánea, actualmente gratuita, para teléfonos inteli-
gentes, que envía y recibe mensajes mediante Internet, complementando servicios de correo electróni-
co, servicio de mensajes cortos o sistema de mensajería multimedia. Además de utilizar la mensajería
en modo texto, los usuarios de la libreta de contacto pueden crear grupos y enviarse mutuamente,
imágenes, videos y grabaciones de audio.
4 Instagram es una red social y aplicación para subir fotos y videos. Sus usuarios también pueden
aplicar efectos fotográficos como filtros, marcos, similitudes térmicas, áreas subyacentes en las bases
cóncavas, colores retro y vintage, y posteriormente compartir las fotografías en la misma red social o
en otras como por ejemplo Facebook.
5 Twitter es un servicio de microblogging, es decir, un servicio que permite a sus usuarios enviar y pu-
blicar mensajes breves, generalmente solo de texto.
6 El chat es un servicio de mensajería instantánea en dispositivos móviles y computadoras.
7 La palabra “hackear” es un neologismo que significa "vulnerar la seguridad de un sistema informáti-
co". Esta acción puede darse de varias formas: hackear puede referirse al robo de una contraseña, a
la copia ilegal de un software protegido o a una acción que deje sin funcionamiento una página web.
8 “Me gusta” es una función que aparece en la parte inferior de cada publicación hecha por el usuario
o sus contactos (actualizaciones de estado, contenido compartido, etc.); se caracteriza por un peque-
ño ícono con la forma de una mano con el dedo pulgar hacia arriba. Permite valorar si el contenido es
del agrado del usuario actual en la red social; del mismo modo se notifica a la persona que expuso ese
tema originalmente si es del agrado de alguien más (alguno de sus contactos). También es llamado
con el término “like”.
9 Cuando se etiqueta a alguien, se crea un enlace a su biografía. También se puede agregar a la bio-
grafía de esa persona la publicación en la que se la etiqueta. Por ejemplo, se puede etiquetar una foto
para indicar quién aparece en ella o publicar una actualización de estado e informar con quién se está.

41
Pensar(nos) desde adentro

miembro del vínculo; finalmente, se puede saber a quiénes se ha aceptado como


“amigos”10 en estas redes sociales, y cuánto tiempo hace que el otro leyó el men-
saje que se le envió (Palumbo, 2015).
Asimismo, el pedido de la contraseña del otro, que es un acto que se basa en
la posibilidad de controlar, es visto como una muestra de amor y confianza.

Gráfico 1. Dispositivo, aplicación o red social más revisada

Fuente: Elaboración propia.

Por su parte, los/as encuestados/as han padecido violencia verbal a partir de


gritos, insultos, burlas, descalificaciones hacia su persona, familia o amigos, en
un 22%. Asimismo, respecto de la violencia psicológica, en el 11% de los casos
aparece el miedo a las reacciones del otro miembro de la relación.
La violencia física, a partir de empujones, pellizcos, tirones de pelo y/o
cachetadas, se presenta en un 8% de los casos. Por su parte, la violencia psico-
lógica junto con la física, a partir de amenazas con armas u objetos cortantes,
representó un 1%.
En relación con la violencia en las prácticas sexuales, presionar a la otra per-
sona a realizar ciertas prácticas sexuales, fue una situación que atravesó el 7%.
Un 1% no contestó o no supo qué contestar respecto de esa pregunta.

Si se etiqueta a un “amigo” en la actualización de estado propia, cualquier persona que vea la actuali-
zación podrá hacer clic en el nombre de ese “amigo” e ir a su biografía. Es posible que la actualización
de estado propia también aparezca en la biografía de ese “amigo”.
10 En la lista de amigos el usuario puede agregar a cualquier persona que conozca y esté registrada,
siempre que acepte su invitación.

42
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

Gráfico 2. ¿Has atravesado más de una vez, alguna de las siguientes situaciones
con tu/s vínculo/s sexuales o afectivos actual/es o más reciente/s?

Fuente: Elaboración propia.

a) La violencia en los vínculos eróticos y/o afectivos ¿Quiénes la ejercen?


En cuanto al género de aquellas personas que ejercieron alguna de las si-
tuaciones previamente mencionadas sobre los/as estudiantes encuestados/
as, en general en las distintas situaciones aparecen los varones como quie-
nes más perpetran violencia. No obstante esto no implica que las mujeres
no la efectúen.
Gritos, insultos y descalificaciones fueron efectuados por un 44% de muje-
res y por un 56% restante de varones. Es decir que aquí aparecen, con no tanta
diferencia porcentual, las mujeres como ejecutoras de violencia de tipo verbal y
psicológica. Dos de las encuestadas refieren, una respecto de su pareja mujer y
otra respecto de su pareja masculina, que los gritos y maltrato verbal son cons-
tantes en sus vínculos.
La diferencia entre los géneros es casi nula, en relación con los 65 casos
afirmativos de los 171 donde aparecieron situaciones de control, de querer sa-
ber a dónde va, con quién y qué está haciendo el otro miembro del vínculo, los
varones lo efectúan en 52%, mientras que las mujeres representan en este caso
el 48% restante. En relación con la demostración de celos continuos (58 casos)
son los mismos porcentajes que los de la pregunta anterior, un 52% de varones
le demuestra celos constantemente a sus parejas o exparejas, mientras que el
48% de mujeres hace otro tanto. Esto sucede tanto en parejas entre personas
43
Pensar(nos) desde adentro

heterosexuales como no. Las mujeres que dijeron que han estado en parejas con
mujeres y varones dicen haber vivido esta situación en un 2%.
Es decir, que los celos y el control son dos atributos que van entrelazados
y se sustentan en el ideario romántico de posesión, monogamia y de com-
plementariedad “yo soy todo para ti y tú eres todo para mí” (Esteban, 2011),
como explicamos anteriormente. Los celos están naturalizados como parte
del vínculo violento y no son vistos por algunos/as estudiantes como algo
violento sino como un postulado que hace al amor romántico y que sustenta
sus relaciones. Dos de las encuestadas, por ejemplo, cuando se les preguntó si
su pareja demostraba celos continuamente comentaron que los celos en tanto
son normales no pueden ser visualizados como una práctica violenta. En el
caso de uno de los estudiantes diferenciaba entre celos “normales” y los obse-
sivos, los cuales serían los violentos.
En cuanto a la limitación y al menosprecio de las parejas para que uno
de los miembros empezara o continuara los estudios (que se visualizó en 21
casos), las diferencias porcentuales resultan significativas. Aquí los números
son encabezados por los varones en un 71%, las mujeres en un segundo lugar
con un 24% y finalmente se encuentran los/as encuestados/as que han dicho
que la limitación y el menosprecio provinieron tanto de parejas varones como
mujeres (5%) y finalmente un 5% no supo qué contestar. En tanto, las pérdi-
das de amigos, contactos, trabajo, viajes, salidas y familiares, que apareció en
38 casos, también muestra una violencia ejercida mayoritariamente por los
varones, con un 61%. Una de las estudiantes encuestadas se refirió al control
de su novio diciendo que él odiaba a sus amistades, a la gente con la cual se
juntaba y las actividades que llevaban a cabo, por ejemplo ir a un bar. Sin em-
bargo, también aparecen las mujeres (39%) ejerciendo este tipo de violencia.
De los 17 casos que expresaron tener miedo por las reacciones del otro
miembro del vínculo, aparece el miedo ante las reacciones de los varones en
un 65% y ante las reacciones de las mujeres en un 35%.
En relación con la violencia física, que apareció en 12 casos, las agresiones
físicas tales como empujones, pellizcos, tirones de pelo y cachetadas han sido
predominantemente ejercidas por mujeres, siendo en términos porcentuales
el 58%, frente a la ejercida por los varones, que representa el 42% restante
del total. Es decir, aquí aparecen en mayor medida las mujeres como quienes
ejercen violencia física. Consideramos que en tanto esa práctica es ejercida
por una mujer se presupone como de menor envergadura o como un juego.
Esto se basa en la representación social de que las mujeres poseen menos
fuerza física y en que los cuerpos femeninos no son considerados como per-
petradores “legítimos” de violencia contra quienes sí se presupone poseen la
legitimidad de causar violencia física, los varones heterosexuales (Palumbo,
2015).
44
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

La violencia ejercida a través de amenaza con objetos cortantes o armas


la representó un caso único de un varón que la ejerció. Un dato significati-
vo que se desprende de las observaciones es el caso de un varón que si bien
no ejerció esta práctica contra su expareja mujer comentó “Ojalá. Debería
haberlo hecho”.
La presión a realizar ciertas prácticas sexuales, expresada en 12 casos, es
encabezada por los varones, representando el 67%. Sin embargo, un 25% de
las mujeres figuran como ejecutoras de presión para que le realicen ciertas
prácticas sexuales. Los 8 puntos porcentuales restantes no supieron contestar
el género de aquella persona que ejerció tal violencia.
Finalmente, la forma de celos y control en relación con la realización de
llamados continuos, la revisión de objetos personales, ya sean dispositivos co-
mo redes sociales vinculadas a ellos, que apareció en 44 casos, resulta mínima
comparando ambos géneros. Si bien esta violencia es ejercida mayormente
por varones, (50%), las mujeres apenas se diferencian por 5 puntos porcen-
tuales, representando el 45%. Una de las mujeres encuestadas refiere que su
novio se enojaba si la veía conectada a alguna red social. Esto era considerado
por la encuestada como normal porque según expresó, al tener novio no tenía
por qué hablar con nadie más. Aquí reaparece naturalizado el precepto de la
monogamia y de la posesión.

b) La violencia en los vínculos eróticos y/o afectivos ¿Quiénes la padecen?


Las personas que más sufren la violencia son mujeres.11 Se infiere que a estas
en 62% se les ha gritado, descalificado o burlado de su familia o amigos. De
esa proporción, el 56% de la violencia fue perpetrada por varones, mientras
que el 6% restante por otras mujeres. Este 6% se refiere a vínculos sexuales o
de pareja entre mujeres. En cuanto a los varones, el 38% restante del total, la
perpetración de tal situación violenta fue por parte de las mujeres. No apare-
ce reflejada esta práctica violenta en vínculos entre varones.
En esta situación de violencia, como en las otras que serán abordadas,
aparecen situaciones en vínculos eróticos y/o sexuales entre mujeres. Este te-
ma, la violencia en las relaciones de pareja entre mujeres, ha sido poco abor-
dado en los estudios sobre la violencia de género. Idoia Arraiza, psicóloga,
realizó un estudio cualitativo exploratorio sobre este tipo de violencia en vín-
culos entre mujeres. La autora postula que la violencia entre lesbianas existe
aunque esté doblemente invisibilizada, por tratarse de mujeres y de lesbianas.
Explica que hay mujeres agresoras y violentas y que se desmonta el mito de
la mujer sumisa, débil y pasiva, dejando en evidencia que el género es una

11 Vale recalcar que ningún/a encuestado/a hizo referencia a tener un vínculo sexual o una pareja trans,
y por ende no aparece esta población ejerciendo violencia.

45
Pensar(nos) desde adentro

construcción social (Arraiza, 2013). Según la autora las lesbianas también


reproducen el modelo de pareja heteronormativo, dado que todas las perso-
nas estamos igualmente educadas en un sistema heterosocial que construye
relaciones desiguales que aseguran la dominación masculina: “Las relaciones
lésbicas no escapan a este condicionamiento, ya que es en el interior mismo
del sistema binario y desigualitario en el que las relaciones de dominación, de
poder y, por lo tanto, de violencia, toman forma y sentido” (Arraiza, 2013: 2).
Desde los estudios cuantitativos, en Estados Unidos de Norteaméricana,
la Investigación Nacional de Violencia contra las Mujeres (2000)12 mostró
que el 21,5% de varones y el 35,4% de mujeres que cohabitan con personas
de su mismo género experimentaron abuso físico. Aunque este estudio no
hacía foco en la orientación sexual, otro arrojó resultados similares (Ard y
Makadon, 2011).
Situaciones vinculadas a preguntas continuas y hostigadoras como dón-
de sale la persona, con quién está y qué hace son, proporcionalmente, más
vivenciadas por las mujeres. El 51% de ellas se encontró bajo aquella situa-
ción, siendo su mayor perpetrador el varón, representando un 45% del total,
mientras que en relación con vínculos entre mujeres alcanza los 6 puntos
porcentuales.
Por su parte, el varón también se encuentra expuesto, casi en igual por-
centaje, a tal situación de hostigamiento, representando el 49% restante de
la muestra. De ese total, el 42% del género de quien la ejerce son mujeres
mientras que el 8% restante varones. Es decir que en vínculos entre varones
aparece un control de este tipo.
La demostración permanente de los celos fue una experiencia perpetrada
tanto por varones como por mujeres en igual medida, 48% las mujeres y un
52% varones. En el caso de las mujeres sus mayores perpetradores fueron los
varones, en un 43%. El 7% restante se le adjudica a vínculos sexuales o de pa-
reja entre mujeres. Por su parte, los varones experimentaron violencia en sus
vínculos sexuales o de pareja mayoritariamente por parte de las mujeres, en
un 41%. Y en un 9% por parejas o vínculos del mismo género.
Por ende, los celos son una práctica extendida y ejecutada por los sujetos
más allá de su género. Se trata de una práctica naturalizada y, como se explicó
anteriormente, escasamente vista como violenta. Una de las encuestadas dice
que ella siente celos por su novio constantemente ante cualquier hecho.
En relación con situaciones tales como las limitaciones, el cuestiona-
miento, el menosprecio y/u obstáculos para encarar satisfactoriamente los
estudios universitarios u otros son ampliamente sufridas por las mujeres,

12 The National Violence Against Women (NVAW). Consultado en https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/


nij/183781.pdf.

46
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

representando estas, en términos proporcionales, el 71% del total; mientras


que el 29% restante es padecido por los varones. De aquel 71% de violencia
que afecta únicamente a las mujeres, los mayores perpetradores son los varo-
nes, en un 62%. No obstante, aparecen mujeres ejerciendo violencia de este
tipo entre vínculos de personas del mismo género, en un 5%.
En cuanto a los varones, las mujeres perpetran este tipo de violencia con-
tra ellos en un 19% y en los vínculos entre varones aparece la limitación, el
cuestionamiento y la obstaculización de los estudios universitarios en un 10%.
Nuevamente aquí vemos varones y mujeres en pareja con personas del mismo
género ejerciendo prácticas violentas.
Asimismo, las mujeres que estuvieron en pareja tanto con varones como
con mujeres dicen haber experimentado por parte de ambos géneros violen-
cia en un 5%.
En relación con la pérdida de amigos/as, trabajo, viajes, salidas, contactos
o familiares nuevamente aparecen las mujeres como quienes más lo padecen
66% y los varones como los mayores perpetradores en 61%. No obstante, las
mujeres perpetran violencia en un 39% (en un 11% contra otras mujeres y en
un 29% contra sus parejas). Asimismo, los varones perpetran violencia de este
tipo contra mujeres en un 55%, contra otros varones con quien están en un
vínculo sexual o de pareja en un 3% y aparece el testimonio de la mujer trans
relevada diciendo que padeció violencia de este tipo por parte de un vínculo
sexual o de pareja masculino.
En relación con las prácticas de violencia física de agresiones, empujones,
pellizcos, tirones de pelo, tal como vimos, aparecen las mujeres como las ma-
yores perpetradoras en un 58% y los varones en un 42%. Si analizamos contra
quiénes se efectúa la violencia, mujeres contra mujeres aparece en un 17% y
contra varones en un 42%. Por otro lado, los varones son violentos contra las
mujeres en un 37% de los casos y lo son con sus pares masculinos en un 8%.
Por lo que se infiere hay violencia física en todos los vínculos sexuales o de
pareja que son: entre varones y mujeres, entre varones y entre mujeres.
En relación con amenazas con objetos cortantes u armas, el único perpe-
trador ha sido un varón contra una mujer con la cual tenía un vínculo sexual
o de pareja. Este es la única situación de violencia donde las mujeres no apa-
recen en ningun caso como perpetradoras.
La presión en relación con que le realicen ciertas prácticas sexuales fue
vivenciada por mujeres en un 67% y por varones en un 33%. Este tipo de
violencia fue ejercida mayoritariamente por varones a sus parejas o vínculos
femeninos como también masculinos. Las mujeres ejercieron esta presión en
un 8% a sus vínculos o parejas femeninas y en 17% contra sus parejas o vín-
culos masculinos.

47
Pensar(nos) desde adentro

En resumen, observamos que las mujeres también ejercen violencia, aun-


que en términos generales en menor medida, en situaciones de celos y con-
trol casi igual que los varones y en casos de violencia física superándolos. Asi-
mismo, vemos que hay violencia en los vínculos de pareja o sexuales formales
e informales entre mujeres y varones no heterosexuales.

c) ¿Qué hacen ante las situaciones de violencia dentro de los vínculos eróti-
cos y/o afectivos?
Una forma de poder visualizar la agencia de las personas que sufrieron vio-
lencia es analizar qué hacen o hicieron ante estas situaciones. A partir de
una pregunta múltiple (podían elegir más de una respuesta) que tuvo como
finalidad medir su accionar ante estas situaciones aparece que la mayoría
no habló al respecto: un 74% decidió no hablar, un 42% prefirió no hablar
porque no le interesa y/o no lo consideró relevante. No obstante, también
nos encontramos con un 5% que sí percibió la situación como problemática
pero que no supo qué hacer, por lo que no habló al respecto. Por ende, se ve
que en términos generales los sujetos no se posicionaron activamente contra
estas situaciones, sino que tomaron posiciones más bien pasivas debido a que
no visualizaron estos hechos como violentos, naturalizando la violencia, o si
quisieron no supieron cómo manejarlo. Es decir, vemos que les faltan herra-
mientas para poder gestionar y transitar la situación.
En relación con los que sí hablaron aparece principalmente, con un 37%,
el hecho de que sí le comentaron a alguna persona de confianza; un 8% lo
habló en un espacio profesional, por ejemplo, en terapia; la denuncia aparece
en un 2% y acudir a un espacio docente o no docente dentro de la univer-
sidad aparece casi nulo, con un 1%. En tercer lugar lo hablaron con el otro
miembro del vínculo (10%).

48
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

Gráfico 3. ¿Qué hiciste ante estas situaciones de violencia?

Fuente: Elaboración propia.

2.2. Los/as estudiantes como perpetradores de violencia


Por otro lado, les preguntamos a todas las personas que están o estuvie-
ron en un vínculo sexual o de pareja, formal o informal, si habían ejercido
ellos/as alguna de las situaciones de violencia analizadas (gráfico 4). Las
violencias más frecuentes ejercidas por los/as estudiantes de la Universidad
Nacional de San Martín aquí relevados son las siguientes. Un 32% contro-
ló a dónde va, con quién y que está haciendo el otro miembro del vínculo;
demostró celos continuamente un 25%; y el 21% de los/as estudiantes les
gritaron, insultaron, descalificaron a sus vínculos sexuales o de pareja o las
familias o amigos/as de las mismas. En menor medida, un 6% lo/a limitó,
cuestionó, menospreció u obstaculizó los estudios universitarios u otros. Un
4% presionó para que la otra parte del vínculo le realizara ciertas prácticas
sexuales; un 3% ejerció violencia física al agredir con empujones, pellizcos o
tirones de pelo y cachetadas y otro 3% ejerció violencia psicológica hacia el
otro generándole miedo con sus reacciones.

49
Pensar(nos) desde adentro

Gráfico 4. Situaciones de violencia de género ejercidas por los/as estudiantes

Fuente: Elaboración propia.

Cuando se les pregunta a los/as encuestados/as sobre si perpetraron violen-


cia los porcentajes adquiridos bajan pero no dejan de ser significativos. Los da-
tos demuestran que los/as estudiantes ejercieron violencia verbal contra sus vín-
culos de pareja o sexuales en un 19% mientras que ellos/as la padecieron en un
22%. En relación con el control de lo que hace o dónde va la pareja, los/as estu-
diantes ejercieron este tipo de violencia en un 31% mientras que la sufrieron en
un 42%. El 23% de los/as estudiantes demostró celos continuamente, mientras
que lo padecieron en un 38%, por parte de sus vínculos sexuales y parejas. El
4% padeció presión para ejercer ciertas prácticas sexuales y la perpetró en un 4%.
Tanto en el padecimiento como en la perpetración de amenazas con armas
u objetos cortantes el porcentaje coincide en un 1%.
Hay una diferencia entre el ejercicio y el padecimiento de la violencia en
algunas situaciones. La limitación, cuestionamiento, menosprecio y obstaculi-
zación del estudio fue padecida en un 14% por estudiantes y fue ejercida en un
4%; agresiones con empujones, pellizcos, tirones de pelo y cachetadas fueron
experimentadas en un 8% y ejercidas en un 1%. Respecto de generar miedo al
otro con sus reacciones, el 11% de los/as estudiantes lo padeció y lo perpetró en
un 3%.

a) Los/as estudiantes de la UNSAM como perpetradores de violencia ¿Cuál es


el género de quienes la ejercen y contra quién lo hacen?
Si analizamos la variable género, las mujeres gritan, insultan, descalifican y se
burlan de la familia o amigos/as de sus vínculos sexuales o de pareja, formales e
50
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

informales en un 67%: 17% contra otras mujeres y 50% contra varones. Superan
de este modo a los varones, quienes perpetran violencia en 33%, mayormente
hacia mujeres en un 27% y hacia varones en un 7%. Por lo que se resume que
las mujeres mayormente perpetran este tipo de violencia verbal, y que la misma
existe en esta clase de vínculos tanto en parejas entre varones y mujeres como
entre mujeres o entre varones.
En las situaciones de control aparecen equiparadas las mujeres con los varo-
nes en un mismo porcentaje (49%). Las mujeres ejercen violencia de este tipo
hacia otras mujeres en un 9% y hacia varones en un 40%, con los que están en
un vínculo sexual o de pareja. Por su parte, los varones la efectúan sobre todo
en sus vínculos con mujeres en un 43% y un 6% en los vínculos entre varones.
Asimismo, esta es la única práctica violenta donde aparece la única mujer trans
relevada ejerciéndola contra su pareja o vínculo masculino.
En relación con la demostración constante de celos, es alta en ambos gé-
neros, aunque mayoritaria en los varones (57% varones y 43% mujeres). Las
mujeres la ejercen en un 3% en sus vínculos sexuales de pareja o con mujeres y
en un 34% con varones. Por su parte los varones lo realizan en un 43% hacia sus
vínculos de este tipo con mujeres y en un 14% cuando el otro miembro es del
mismo género.
En lo referente a limitar, menospreciar, cuestionar y obstaculizar los estudios
universitarios u otros, las mujeres son las mayores perpetradoras en un 83%. En
un 50% aparece en vínculos entre mujeres y en un 33% con las parejas masculi-
nas. Por su parte, los varones estudiantes perpetran violencia de este tipo en un
17% en sus relaciones con mujeres.
Las agresiones físicas con empujones, pellizcos, tirones de pelo, cachetadas
aparecen perpetradas solo por dos mujeres encuestadas, una contra otra mujer
y la otra hacia un varón. En cambio, la presión para que le realicen ciertas prác-
ticas sexuales en su totalidad se presenta en los varones que tienen o tuvieron
vínculos con mujeres.
Por último, generar miedo al otro a través de sus reacciones, un tipo de
violencia psicológica y física, es perpetrada en igual medida tanto por varones
como por mujeres para con sus vínculos sexuales o de pareja, formales e infor-
males. De los cuatro casos relevados, dos fueron perpetrados por mujeres, una
con su vínculo de pareja mujer y el otro en un vínculo de pareja varón, y los
otros dos fueron ejercidos por varones, uno con sus vínculos de pareja femenina
y el otro con su pareja masculina.
Como se observa, los estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín
relevados, tanto mujeres como varones, ejercen, en términos generales, violencia
en sus vínculos de pareja o sexuales para con sujetos de otro género como así
también del mismo género.

51
Pensar(nos) desde adentro

3. Representaciones y prácticas en la violencia en los vínculos de pareja o


sexuales

Los celos y el control son prácticas violentas sustentadas en preceptos del amor
romántico que, como hemos observado, aparecen en un gran porcentaje y son
perpetrados y experimentados por un gran número de personas encuestadas,
tanto varones, mujeres y trans.
Cuando se les consultó sobre qué dos palabras para ellos/as definían a los
celos, un 67% hizo referencia a la inseguridad en distintas combinaciones:
inseguridad y miedo a la infidelidad apareció en un 37%; inseguridad y baja
autoestima en un 6%; inseguridad y obsesión, posesión, control en un 22%; in-
seguridad y control, cuidar al otro en un 3%.
Las referencias a la inseguridad son similares entre varones (30%) y mujeres
(37%). El miedo a la infidelidad y la inseguridad que ello genera aparece un
19% en las mujeres y en un 18% en los varones. Los celos son una respuesta al
miedo de la fisura del precepto romántico de la fidelidad, que es el pilar en los
vínculos de los jóvenes (Palumbo, 2015).
La inseguridad junto con la obsesión, posesión, control son representaciones
que comentaron las mujeres en un 13% y los varones en un 8%. Esta respuesta
resalta los aspectos más coercitivos de los celos en combinación con la inseguri-
dad que le genera a los/as estudiantes el miedo a la infidelidad o la pérdida del
sujeto deseado.
En un 6%, 3% en mujeres y 3% en varones, aparece la referencia a la inse-
guridad junto con la baja autoestima. Aquí se ve un vínculo entre los celos y
otras razones más de índole psicológica que desconocen al fenómeno en un
marco cultural.
Un dato que nos resulta llamativo y que quisiéramos resaltar es la combina-
ción entre inseguridad y control, cuidado, amar al otro, aunque solo aparece en
un 3%, 1% en varones y 2% en mujeres. Esto hace referencia a la representación
romántica de los celos como una demostración de romanticismo y de interés
por el otro. Aunque esta idea de que los celos son un sentimiento normal en la
pareja apareció en una baja frecuencia, pierde magnitud cuando se confronta
con los datos. Tal como hemos venido presentando los celos son perpetrados
y padecidos por la mayoría de los/as estudiantes, con casi nula diferenciación
entre los géneros.
La representación de que los celos se explican por razones psicológicas se
presenta casi en igual medida entre varones y mujeres, 6% y 7% respectivamen-
te. Esta idea también pone el foco en sujetos aislados y no reconoce lo que se
observó cuando se preguntaba por prácticas concretas, de que los celos son per-
petrados por un gran porcentaje de las personas encuestadas.

52
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

Por último, quienes hacen referencia solo a los aspectos coercitivos: control,
hostigamiento y violencia son mujeres en 4% y varones en un 3%.
Por ende, lo que se visualiza es que las explicaciones de los celos no va-
rían significativamente entre los géneros y aunque a nivel representacional no
asocian el romanticismo con la violencia, en sus prácticas se vislumbra que el
sustento romántico principal de los vínculos sexuales y de pareja de los/as estu-
diantes se ve atravesado por la violencia.

Cuadro 2. Representaciones sobre los celos según género de las personas en-
cuestadas (expresado en %)

Representaciones sobre los celos según Género


Total
género Mujer Varón Trans
Referencias a Inseguridades 37 30 67
Inseguridad y miedo a la infidelidad 19 18 37
Inseguridad y baja autoestima 3 3 6
Inseguridad y obsesión, posesión, control 13 8 22
Inseguridad, control y cuidado, amar al otro 2 1 3
Un sentimiento normal 1 1
Razones psicológicas y apelaciones a la insania
6 7 13
o enfermedad
Control, hostigamiento, violencia 4 3 7
Otros 2 2 1 5
Ns/Nc 4 3 6
Total general 54 46 1 100

Fuente. Elaboración propia.

Finalmente, sobre las representaciones en torno a la violencia dentro de


la pareja y el amor romántico, la idea de que la violencia es parte del amor de
pareja (gráfico 5) genera un desacuerdo casi total, en sus distintos niveles en
un 98 %.

53
Pensar(nos) desde adentro

Gráfico 5. Grado de acuerdo con respecto a la frase “La violencia es parte del
amor de pareja”

Fuente: Elaboración propia.

El amor aparece, a nivel representacional, como un concepto antagónico a


la violencia y cercano a valores positivos. No obstante, si observamos las prác-
ticas amorosas de los/as encuestados/as estas están atravesadas por diversas
situaciones de violencia. Es decir, estos resultados nos hacen problematizar y
preguntarnos por el modo a partir del cual los/as estudiantes se vinculan eró-
tica y afectivamente. Lo que prevalece es una tensión entre amor romántico
y violencia, las prácticas amorosas de los/as encuestados/as están atravesadas
por prácticas violentas que hacen a su vínculo. Los mandatos de la fidelidad, la
monogamia, la posesión, la unicidad del y para el sujeto de deseo que son pila-
res violentos de las relaciones románticas, no necesariamente son experimen-
tadas negativamente. Las escenas de celos y de control son formas que poseen­­
los/as encuestados/as para restablecer sus pactos amorosos y volver a delimitar
lo correcto dentro de sus vínculos.
Si a esta frase le sacamos la palabra amor y observamos el grado de acuerdo
con respecto a que la violencia es parte de los vínculos de pareja (gráfico 6),
aparece un mayor grado de acuerdo respecto de la representación de que la vio-
lencia es parte del amor de pareja, en 12 puntos porcentuales más. Sin embargo,
el rechazo sigue siendo mayoritario.

54
Capítulo 2 Violencias en los vínculos eróticos o de pareja formales o informales

Gráfico 6. Grado de acuerdo con respecto a la frase “La violencia es parte de los
vínculos de pareja”

Fuente: Elaboración propia.

Por último, las representaciones en torno a que la violencia se explica por


razones piscológicas aparecen con un mayor nivel de acuerdo. Hay en un
88% algún tipo de aceptación de la frase “La persona es violenta por razones
psicológicas”.

Gráfico 7. Grado de acuerdo con respecto a la frase “La persona es violenta por
razones psicológicas”

Fuente: Elaboración propia.


55
Pensar(nos) desde adentro

Aunque, como pudimos visualizar la violencia es cultural, se hace presente


en todos los espacios que habitamos, prevalecen aquellas representaciones que
tienden asociarla con factores psicológicos e individuales de los sujetos. Es decir,
como hechos escindidos de un marco cultural más amplio.

56
Capítulo 3

VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA
UNIVERSIDAD NACIONAL
DE SAN MARTÍN

La universidad es un ámbito que nos interesa especialmente para el análisis


sobre violencia de género. Espacio donde se ubica el PcVG y con cuya pobla-
ción interactuamos más frecuentemente. En tanto que al PcVG le preocupan
los estudiantes en su integralidad, toda situación de violencia de género y
discriminación que pueda sucederles en cualquier ámbito. ¿Cuáles son las
situaciones de violencia a causa de género, orientación sexual, identidad de
género que viven los/as estudiantes?, ¿consideran al ámbito universitario co-
mo un lugar que los/as protege? Estos son algunos de los interrogantes que
guían este capítulo.

1. Situaciones y prácticas de violencia de género y otras en la universidad

El espacio legítimo donde ejercer la violencia por razones de género ha sido


confiscado, a lo largo de la historia, al ámbito privado. La distinción entre este
ámbito y el público ha estado y continúa estando en debate. Para la tradición
liberal el espacio privado es aquel en el que las personas se realizan plenamente,
mientras que, para la republicana el espacio de realización plena es el público.
La sexualidad y la violencia, desde la perspectiva liberal, son asuntos del ámbito
íntimo y privado. Por el contrario, para la republicana, estos son temas que se
dirimen en el ámbito público mediante la aplicación de políticas sexuales y, so-
bre todo, de políticas demográficas concretas (Brown, 2011).
Basándose en esta lectura dicotómica, para Brown, resulta que al derecho
público le corresponde la ley, en cambio, al derecho privado lo rige la fór-
mula del contrato (privado). “El contrato rige los acuerdos entre particulares,
mientras que la ley rige los acuerdos comunes y generales sujetos a coacción
estatal” (2009: 24). Es decir que, por ejemplo el contrato matrimonial, que es
un acuerdo entre particulares, es lo que opera como marco regulatorio de las
57
Pensar(nos) desde adentro

relaciones de pareja y de la calidad de estos vínculos. De allí que, si se mira


desde una perspectiva liberal, el Estado no debería intervenir regulando prác-
ticas que considera “íntimas”. Sobre este fundamento se basa la idea de que las
instituciones universitarias deben encargarse exclusivamente de las cuestiones
concernientes a lo académico y al conocimiento y que la forma a partir de la
cual se construye saber es neutral (Bourdieu, 2007). No obstante, los datos que
se han recolectado marcan que la cotidianeidad de las interacciones entre los
sujetos en este ámbito y la forma en la cual se produce el conocimiento están
atravesadas por otras dimensiones, componentes heteronormativos y atributos
de la masculinidad hegemónica (Connell, 1995; Massey, 1994). En este senti-
do, explica Rafael Blanco:
En la universidad nos constituimos como cuerpos colectivos: académicos, estudianti-
les, científicos, docentes, y también políticos, partidarios, gremiales, disciplinares, co-
legiados. Estudiamos, enseñamos e investigamos a partir de corpus textuales, de sa-
beres, teorías, disciplinas, campos de conocimiento y tradiciones. Finalmente, como
cuerpos racializados, genéricos y sexuados, atravesamos y conformamos el espesor
de la vida universitaria en los lazos cotidianos (2016: 3).

Las desviaciones a la heterosexualidad –“ficción reguladora” (Rubin, 1976)


o hecho social total que establece a la relación heterosexual como la relación
obligatoria social entre “hombres” y “mujeres” (Wittig, 2006)– es observada y
penalizada a través de diversas prácticas violentas.
Petracci y Kronblit (1997) explican, en referencia a la década de los noven-
ta, que cuanto más severa es la conducta, mayor es la percepción del acoso. No
obstante, para el 2016, las burlas, chistes y sarcasmos en relación con el género,
orientación sexual y/o identidad de género, tipos de violencia simbólica y psi-
cológica, aunque aún estén en parte invisibilizados, comienzan a ser percibidos
y problematizados por los/as encuestados/as. El 50% de las personas manifestó
que son frecuentes en el ámbito universitario los chistes, burlas y sarcasmos
que aluden a su condición de género, orientación sexual o identidad de género.
A su vez, cuando les consultamos sobre si estas situaciones fueron vividas por
ellos/as respondieron afirmativamente un 18%. Es decir, que aparecen situacio-
nes de discriminación y acoso a causa de género y orientación sexual, aunque
los/as estudiantes dicen conocer más que hayan sido vividas por terceros (82%)
que haber experimentado las mismas (18%).
En relación con ese 50% de los/as encuestados/as que respondió que co-
noce situaciones de violencia perpetradas contra terceros a causa de género,
orientación sexual o identidad de género o que las experimentó, se destacan
los comentarios sexistas (o discriminatorios) sobre características, conductas o
capacidades de mujeres, varones o trans, con un 50%. Los comentarios sexistas
y discriminatorios son tipos de violencias psicológicas y simbólicas.
58
Capítulo 3 Violencia de género en la Universidad Nacional de San Martín

En la misma línea de la violencia verbal y psicológica, los/as encuestados/


as han sufrido comentarios subidos de tono u obscenos, silbidos y gestos
en diferentes espacios de la universidad en un 14%; en un 11% descalifica-
ciones, burlas, gritos y desvalorizaciones a raíz de estas causas. Le siguen
las llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, mensajes y
comentarios en Facebook u otra red social o aplicación, no deseados y re-
feridos a la vida íntima en un 9%. En un 4% aparecen escenas de violencia
sexual, que no implicaron penetración, es decir, fueron forcejeados/as y
besados/as sin su consentimiento y en un mismo porcentaje expresan que
los/as desalentaron o les impidieron acceder a actividades, espacios o fun-
ciones de su interés a causa de género, orientación sexual y/o identidad de
género. En un 2% manifestaron que por estas razones les han dado mayor
cantidad de tareas o mayores exigencias. Asimismo, en un 2% los/as han
citado en un algún espacio de la universidad para hacerles una propuesta
inadecuada y/o de tipo sexual y les han pedido favores sexuales a cambio de
acceder a un material, examen u otro requisito para la aprobación de las ma-
terias. Estas son prácticas sutiles que evidencian un abuso de poder con una
connotación sexual.
Por último, no se han registrado escenas de violencia sexual que conlleven
penetración en el ámbito universitario ni de violencia física en el período de la
investigación, pero como se afirmó se vivieron escenas de violencia sexual que
implicaron forzar a otra persona a besar.

a) Violencia de género por parte de pares, docentes y no docentes


En términos generales quienes mayormente ejercen estas prácticas son estu-
diantes, seguidos por empleados no docentes y docentes. Es decir, primaria-
mente son sus pares los mayores perpetradores y en segundo lugar quienes
cumplen un papel de autoridad dentro del espacio aula. No obstante, las si-
tuaciones de poder perpetradas por docentes tienen un impacto diferencial en
tanto se encuentran en una relación desigual de poder dentro del espacio aula y
poseen otra jerarquía universitaria. Asimismo, el docente es quien detenta para
sí la posibilidad de aprobar o no al alumnado.
Los comentarios sexistas y discriminatorios sobre características, conductas
o capacidades de mujeres, varones y trans es la situación que más aparece, en
un 50% de los casos. Esta situación la llevan a cabo en el 54% de los casos estu-
diantes, 6% solo docentes, 2% solamente empleados no docentes. No obstante,
también algunos/as estudiantes respondieron que fueron tanto docentes como
estudiantes en 26%, estudiantes, docentes y no docentes (4%) y estudiantes y
no docentes (8%). Por ende este tipo de práctica violenta es mayormente efec-
tuada por estudiantes.

59
Pensar(nos) desde adentro

Estos comentarios sexistas son perpetrados principalmente por varones­


(52%), sobre todo estudiantes en un 25% y en un 15% por estudiantes y docen-
tes varones. En un 46% los/as estudiantes refieren que fueron tanto mujeres co-
mo varones. Hay escasez de referencias a mujeres solas ejerciendo esta práctica
2%, los comentarios subidos de tono u obscenos, silbidos y gestos en diferentes
espacios de la universidad son perpetrados en un 58%, por estudiantes; 21%,
tanto por estudiantes, docentes y no docentes; 17%, por empleados no docentes,
y 4%, por docentes. Por ende, quienes más lo perpetran son estudiantes y per-
sonal no docente. En un 13% la ejercieron mujeres estudiantes; seguido por un
8% que manifiestan que fueron tanto estudiantes mujeres como varones; y 4%
que la ubican tanto en estudiantes como en no docentes. Es decir, nuevamente
aparece la violencia ejercida en mayor medida por estudiantes varones. Aunque
también vemos otros actores de la universidad llevándola a cabo.
Las descalificaciones, burlas, gritos y desvalorizaciones a raíz de estas causas,
que aparecen en un 11%, son ejercidas mayoritariamente por estudiantes en un
61% seguido por empleados no docentes en 17% y docentes en un 6%. Quienes
dijeron que fue tanto por parte de estudiantes y docentes suman un 11% y de
estudiantes, docentes y no docentes 6%. Aquí nuevamente los estudiantes y no
docentes aparecen como los mayores perpetradores. El género de los actores que
la efectuaron en un 33% son estudiantes varones, un 22% dice que fue realizada
tanto por estudiantes varones como mujeres y un 6% manifiesta que fueron solo
estudiantes mujeres. Los docentes que la perpetraron son en todos los casos
varones; lo mismo en relación con los no docentes. Es decir, son varones en un
67% los que efectuaron violencia de este tipo; en un 28% tanto mujeres como
varones y en un 6% mujeres.
Las llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos, mensajes y
comentarios en Facebook u otra red social o aplicación, no deseados y referidos
a la vida íntima se presenta en un 9% de los casos, aparecen en un 67% perpe-
trada por estudiantes; no docentes 20% y 13% docentes. Desde el espacio digital
los docentes y no docentes tienen acceso rápido y simple para interactuar con
los/as estudiantes. Esto permite que sea en este ámbito desde donde ejercen
violencia no solo estudiantes, como nos señalan la mayoría de las situaciones de
violencia, sino también docentes y no docentes.
En relación con el género de quienes lo realizan, en un 33% son varones es-
tudiantes, 20% no docentes varones y en un 13% docentes varones. Respecto de
las mujeres que llevaron a cabo esta práctica según el testimonio de las personas
encuestadas, son un 20% de estudiantes. Aquí se vislumbra que los docentes
varones establecen contacto con sus alumnos/as en las redes sociales, más allá
del espacio universitario. Este contacto virtual si bien facilita el intercambio
por razones académicas entre el docente y los/as alumnos/as, también permi-
te que tanto estudiantes como docentes puedan tener acceso a fotos y otras
60
Capítulo 3 Violencia de género en la Universidad Nacional de San Martín

informaciones sobre ellos/as que no circulan en el ámbito universitario. Asi-


mismo, las redes sociales son un ámbito que permite el chateo, a través del cual,
según los datos aquí relevados, realizan a los/as estudiantes comentarios sobre
la vida de otras personas o les realizan proposiciones de índole sexual.
El 4% de los/as estudiantes encuestados dice haber sido forcejeados/as y be-
sados/as contra su voluntad por otros/as estudiantes. Los docentes y no docen-
tes no ejercen esta práctica violenta. Aparece sobre la población encuestada que
en un 71% fueron varones quienes la efectuaron y en un 14% mujeres estudian-
tes. En un 14% los/as estudiantes dijeron que fueron tanto otras mujeres como
varones estudiantes. Es decir, hay predominancia masculina en esta práctica
dentro del estudiantado aunque también la hay femenina.
Las personas encuestadas dicen que un 17% de otros estudiantes los
­desalentaron o les impidieron acceder a actividades, espacios o funciones de su
interés a causa de género, orientación sexual y/o identidad de género; en otro
17% fueron docentes y en un 50% de las veces fueron empleados no docentes.
Es decir, son sobre todo los no docentes quienes impiden en esta situación. En
lo referente al género de quienes llevan a cabo esta práctica son en un 50% va-
rones, en un 17% mujeres y en un 33% tanto mujeres como varones.
El 2% de los estudiantes ha dicho que los docentes le han dado mayor
cantidad de tarea por razones de género, orientación sexual o identidad de
género. Aparecen aquí las docentes mujeres quienes lo llevan a cabo en mayor
medida (67%) y en menor medida los docentes varones (33%). Es decir, están
las docentes mujeres ejerciendo una práctica violenta a través de su posición je-
rárquica sobre los estudiantes y en este caso sobre estudiantes varones. También,
como vimos, las mujeres se muestran mayormente, burlando o descalificando
a causa de identidad de género, género y/u orientación sexual. Es decir, en un
ámbito regido por la masculinidad hegemónica quienes son los perpetradores
legítimos, y por ende quienes ejercen mayormente violencias físicas y sexuales
son los varones. No obstante, aparecen mujeres que forcejearon con varones con
el propósito de besarlos.
En relación con estos hallazgos, podemos retomar el trabajo de Petracci y
Kornblit (1995) para el ambiente laboral. Las autoras, ponen el foco en las si-
tuaciones de acoso en el ambiente laboral de varones hacia mujeres y dicen que
el acoso puede provenir tanto de jefes como de compañeros y subordinados. El
primer tipo, según las autoras, es el que adquiere formas más severas, mientras
que el segundo es el más extendido. No obstante, en este caso aparece que las
formas más severas, a saber violencias de tipos sexuales son perpetradas por
pares varones. Es decir, en este espacio público, masculino, aunque los varones
estudiantes en la jerarquía académica están en una misma posición que sus
compañeras mujeres y trans, y por debajo de los/as docentes, esgrimen relaciones

61
Pensar(nos) desde adentro

desiguales de poder para con sus compañeras mujeres, trans y varones no hetero-
sexuales o de clases sociales más bajas.
En resumen, observamos cómo en el ámbito universitario quienes perpetran
un mayor grado de violencia son los varones y sobre todo entre pares. Se mos-
tró que los empleados no docentes interactúan ampliamente con los/as estu-
diantes y son considerados por estos como perpetradores de violencia.
Por último, en relación con el género de quién perpetra violencia sobre el
género de quién la experimenta, entendemos a partir de nuestros datos que
no podemos analizar la violencia en estos ámbitos solo desde el análisis de
la violencia contra las mujeres, sino que aparecen violencias ejercidas entre
mujeres, de mujeres hacia varones y entre varones (Osborne, 2008; Cantera
2004; Cantera y Blanch, 2010).

b) Los géneros de los/as agentes que perpetran y sufren violencia dentro de la


universidad
En relación con quienes experimentan la violencia se observa que las mujeres
sufren descalificaciones, chistes y gritos sobre todo por parte de varones en
un 67%, tanto de varones como de mujeres en un 28% y solo de mujeres en un
6%. Es decir, los varones aparecen como los máximos perpetradores en un 67%
sobre una población femenina que la padece en un 78%. Los varones vivencian
violencia en un 22%, por parte de otros varones 6% y han dicho que la sufrieron
tanto por parte de varones como de mujeres en un 17% pero nunca se refirieron
a que solo por parte de mujeres.
En relación con las llamadas telefónicas y el acoso por vías digitales las
mismas son perpetradas mayormente por varones en un 80%, pero también
por mujeres en un 20%. Las mujeres encuentran en el espacio digital que no
implica una presencia corporal inmediata, un lugar desde el cual ejercer vio-
lencia en un porcentaje significativo. Los varones también perpetran violencia
de este tipo sobre todo contra mujeres pero también contra otros varones
(Cantera, 2004).
Elias (1989) explica que la violencia se ha ido “refinando”, en el proceso ci-
vilizatorio, a través de una serie de mecanismos laterales. Los celulares y las re-
des sociales pueden ser entendidos como nuevos mecanismos laterales, que no
existían en otras épocas históricas, desde donde se ramifican formas efectivas de
ejercer violencia.
Sobre comentarios subidos de tono u obscenos en espacios de la universidad
a causa de género, orientación sexual y/o identidad de género, el 75% de estas
prácticas son ejercidas por varones, de este 75%, un 67% es contra mujeres y en
un 8% contra otros varones.
Las mujeres son quienes más padecen esta clase de violencia en un 83%.
No obstante, los varones también la padecen en un 17%. Los varones sufren
62
Capítulo 3 Violencia de género en la Universidad Nacional de San Martín

violencia por parte de mujeres en un 8% y, como se dijo, de varones en un 7%.


Asimismo las mujeres padecen violencia, además del 67 % por parte de varones,
en un 4% por parte de otras mujeres y en un 13% dicen que es tanto por parte
de mujeres como de varones.
La violencia física a partir de forcejeos, manoseo y besos sin consentimiento
aparece mayormente perpetrada por varones en un 71% contra mujeres y quie-
nes la padecen en mayor cantidad son estas en un 86%. Nos obstante, los/as
estudiantes dicen que en un 14% fue perpetrada por mujeres contra varones. Es
decir, aparecen las mujeres ejerciendo violencias más severas, de tipo de sexual,
contra compañeros varones.
Sobre las citas en espacios de la universidad para hacer proposiciones de
tipo sexual o inadecuadas, en 67% son llevadas a cabo por varones contra muje-
res; y un varón comentó que fue ejercida por un varón y una mujer.
En referencia a si les han dado mayor cantidad de tarea o exigencias a causa
de género, identidad sexual y/o identidad de género, es una situación que se
dio solo en tres casos. Aparecen las mujeres como quienes ejercen este tipo
de violencia. Respecto del desaliento o impedimento de acceder a actividades
u espacios físicos dentro de la universidad a causa de género, identidad sexual
y/u orientación sexual es una violencia perpetrada mayormente por varones en
un 50% y padecida por mujeres en un 67%. No obstante, las mujeres ejercen
también este tipo de violencia contra los varones en un 17%. Asimismo, los/as
estudiantes dicen que mujeres y varones la ejercen tanto contra mujeres como
varones en un 33%.
Con respecto a si los/as estudiantes escucharon en la universidad comen-
tarios sexistas o discriminatorios por identidad de género, orientación sexual o
identidad de género, los varones encuestados son los mayores perpetradores con
un 42% aunque también las personas encuestadas dicen haber experimentado
violencia tanto de varones como de mujeres en una igual cantidad (42%) y por
parte de mujeres solo aparece en un 2%. Es decir, las mujeres son las que me-
nos ejercen violencia y los varones son los mayores perpetradores. En aquellos
casos donde los/as estudiantes dicen que sufrieron violencia tanto de varones
como de mujeres lo hicieron en 21% contra otras mujeres y 21% contra varones.
Vuelve a aparecer problematizada la agencia femenina (Osborne, 2008) al mo-
mento de analizar la violencia.
Asimismo, las mujeres en un 11% dicen que escucharon comentarios sexis-
tas pero no supieron quién lo dijo o no contestaron; en el caso de los varones
esta situación se dio en un 2%.
La mujer trans escuchó por parte de un varón comentarios sexistas y discri-
minatorios a causa de identidad de género, orientación sexual y/o género.
Por último, en todos los casos donde hubo pedido de favores sexua-
les a cambio de acceder a materiales y exámenes, fue por parte de varones
63
Pensar(nos) desde adentro

estudiantes sobre mujeres estudiantes. Es decir, el prestarse materiales o infor-


mación para un examen, que es parte de la cotidianeidad de los/as estudiantes
deviene violento en tanto se convierte en un medio coercitivo de intercambio
que tienen los varones para conseguir favores sexuales.

2. Representaciones del estudiantado frente a la violencia de género


y la universidad

El Campus de la Universidad Nacional de San Martín es un predio cercano a la


General Paz, una autopista que divide a la Ciudad de Buenos Aires de distintos
partidos de lo que se conoce como Gran Buenos Aires, entre ellos el Partido de
General San Martín.
Nos interesaba conocer la percepción que tienen los/as estudiantes sobre el
nivel de seguridad que les otorga el predio –que se encuentra en una zona no
céntrica y con gran cantidad de espacios deshabitados y zonas no residenciales
en sus inmediaciones– y la institución en sí misma, en relación con la violencia
de género. La idea de que la universidad es un lugar que hace sentir “seguras” a
las personas, en relación con la violencia de género no es compartida por los/
as estudiantes. Donde hay una mayor concentración de acuerdo es en “Algo de
acuerdo” con un 33%. Si a esto le sumamos otros grados de acuerdo alcanza
un total de 58%. Luego hay un 16% que no está de acuerdo ni en desacuerdo
y un 18% que está “Poco de acuerdo” sumado a un 4% que no está “Nada de
acuerdo”. Es decir, no hay una opinión compartida de que la universidad sea
un lugar seguro (gráfico 1).
El PcVG, a partir de cursos de capacitación, materias de grado y campa-
ñas de sensibilización sobre la temática, trabaja en pos del bienestar general
y en contra de las situaciones de violencia de género o de cualquier otro
tipo. Esto es reconocido por la población estudiantil; el PcVG es un espacio
conocido por los/las estudiantes en un 45% de los casos. Si bien aún falta un
mayor trabajo de posicionamiento institucional –entendido como una mayor
sensibilización de todos los claustros–, a través de los resultados de la en-
cuesta podemos observar que su desempeño, en tanto espacio de ayuda ante
situaciones de violencia de género y por orientación sexual, es ponderado
positivamente por las/los estudiantes.
El PcVG aparece como el espacio predilecto, al cual le solicitarían ayuda
o consejo frente a situaciones de discriminación, hostigamiento o abuso de
género dentro de la universidad en un 54%. Las otras dos instancias a las
cuales les solicitarían ayuda o consejo son vínculos afectivos cercanos, ami-
gos, en primer lugar, y familia, en segundo lugar (gráfico 2).

64
Capítulo 3 Violencia de género en la Universidad Nacional de San Martín

Esto permite pensar dos cuestiones, por un lado, que el PcVG se ha posi-
cionado rápidamente en tan solo tres años –aunque aún falta que sea cono-
cido en mayor medida por toda la población estudiantil– como un espacio
efectivo para hacer frente a las denuncias y dar contención dentro de la ins-
titución. Por el otro, la creación del PcVG y el hecho de que los estudiantes lo
reconozcan y consideren como un ámbito óptimo para acercar sus inquietu-
des y denuncias sobre abuso y acoso a causa de género y orientación sexual, en
detrimento de hacerlo con sus vínculos afectivos directos (compañeros y fami-
liares), nos habla de que la sexualidad ya no es vista como un tema privado si-
no que, tal como explica Blanco (2016), se ha instalado dentro del imaginario
colectivo de la universidad que la vida universitaria se conforma en sus lazos
cotidianos entre sujetos racializados, génericos y sexuados. En otras palabras,
ha habido un corrimiento de la dicotomía público y privada, en términos de la
perspectiva liberal (Bobbio, 1985).

Gráfico 1. La universidad es un lugar “seguro”, que me hace sentir protegido/a, en


relación con la violencia de género

Fuente: Elaboración propia.

65
Pensar(nos) desde adentro

Gráfico 2. Frente a una situación de discriminación/hostigamiento/abuso de gé-


nero dentro de la universidad ¿A quién/es le pedirías o pediste ayuda o consejo?

Fuente: Elaboración propia.

Gráfico 3. ¿Qué te parece que debería hacer la UNSAM frente a una situación
de violencia de género en la que se encuentre involucrada alguna persona de la
universidad?

Fuente: Elaboración propia.

66
Capítulo 3 Violencia de género en la Universidad Nacional de San Martín

Por último, con respecto a lo que debería hacer la UNSAM frente a una situa-
ción de violencia de género en la que se encuentre involucrada alguna persona
de la universidad se realizó una pregunta abierta. El mayor porcentaje estable-
ció “la contención de la víctima” con un 38%. Es decir, aparece un discurso que
apela a la idea de víctima y victimario al momento de hablar de situaciones de
violencia de género. En un 18% refirieron a que la universidad debe intervenir
y hacer un balance. Solo un 3% dijo directamente que la víctima debe acudir
al espacio preparado para abordar estas situaciones, el PcVG. Un 12% apeló a
instancias jurídicas y de denuncia junto con la contención de la víctima. Un
10% habló de que las situaciones de violencia deben ser visibilizadas y que debe
haber un trabajo con la comunidad. En relación con las medidas contra quien
perpetró violencia, un 8% hizo referencia a tomar medidas contra el victimario
y un 1% propuso que se haga un trabajo psicológico con el mismo y se tomen
al mismo tiempo medidas de apoyo hacia quién padeció violencia. En otro 1%
se opinó que se debía hablar con los familiares de la persona vulnerada y quién
vulneró.
En términos generales los porcentajes apuntaron a la intervención de la uni-
versidad y al trabajo con quien padeció violencia.
Sobre qué debe hacer la universidad con quien discriminó y/o abusó por
género u orientación sexual, lo que aparece mayormente es la toma de medidas
punitivas en un 79%: expulsión 24%, sanción o suspensión 13%, denuncia pú-
blica y/o judicial 8%, expulsión o sanción acompañada de exposición pública o
judicial 9% y un 25% hizo referencia a la aplicación de sanciones pero teniendo
en cuenta la dimensión de los hechos. Quienes apostaron a la toma de medidas
pedagógicas y/o psicológicas con la persona que perpetró violencia fueron solo
un 7% y quienes opinaron que se debían tomar medidas pedagógicas/psicológi-
cas y punitivas para con esa persona representaron un 8%.
Es decir, lo que prima es un discurso punitivista en torno a quien discri-
mina y/o abusa por género y se descartan opciones pedagógicas y psicológicas
con esa persona.
La mayoría de los/as estudiantes sostienen un pensamiento punitivista en
relación con una situación de violencia aun cuando entienden, tal como pre-
sentamos anteriormente, que la causa principal de la violencia es cultural. Este
dato amerita nuevos interrogantes respecto a cómo y qué se está formando co-
mo opinión pública en relación con la violencia de género y cuánto se está dere-
chizando el discurso vinculado muchas veces a un reclamo de mayor seguridad
y castigo. Asimismo, se desconoce que en tanto que la violencia es una práctica
extendida culturalmente, el modo de resolución, desde nuestra perspectiva, es a
partir de estrategias educacionales y de un cambio cultural.

67
Pensar(nos) desde adentro

Cuadro 1. Frente a una situación de discriminación por género y/o abuso por gé-
nero ¿qué te parece que la UNSAM debería hacer con quien discriminó y/o abusó?

Tomar medidas punitivas Porcentaje (%)


Expulsión/Desvinculación por siempre de la universidad 24
Sancionar o suspender 13
Denuncia pública/Denuncia judicial 8
Expulsión o sanción y exposición pública o judicial 9
Aplicar algún tipo de sanción o expulsión, según
25
la dimensión del hecho
Total punitivas 79
Tomar medidas de tipo pedagógicas y psicológicas
Trabajar psicológicamente con la persona 5
Hablar con la persona 1
Concientizar 1
Total pedagógicas y/o psicológicas 7
Tomar medidas pedagógicas y/o psicológicas y punitivas
Asistencia psicológica, sensibilizaciones y suspensión 8
Total pedagógicas y/o psicológicas y punitivas 8
Otros 4
Ns/Nc 2
Total general 100

Fuente: Elaboración propia.

68
RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIONES

En este trabajo se indagaron y analizaron, partir de datos surgidos de la encues-


ta “Diagnóstico sobre Discriminación y Violencia de género”, las representa-
ciones y prácticas que poseen los/as estudiantes del Campus de la Universidad
Nacional de San Martín sobre la violencia de género en distintos ámbitos de
sociabilidad, y en particular en sus vínculos sexuales afectivos y de pareja más
recientes y en el ámbito universitario.
Uno de los hallazgos más sobresalientes sobre las representaciones en torno
a la violencia de género es que los/as estudiantes tienden a ubicar las causas de
la misma en tres niveles: estructurales –culturales, económicos, educacionales–,
familiares o de pareja, es decir de un entorno más cercano, y en factores psicoló-
gicos. En los factores estructurales se ubica el mayor porcentaje de explicación
con respecto a la temática. Las mujeres, quienes más padecen violencia de gé-
nero, son quienes reconocen la violencia de género como una problemática que
excede a las psiquis de los sujetos y la complejizan al entrelazarla con otros cau-
sales tanto estructurales, culturales y educacionales, como del entorno familiar.
Asimismo, en pos de un análisis integral de la violencia observamos que la
misma es experimentada en los diferentes espacios donde transcurre nuestra
cotidianeidad, a saber el hogar, el trabajo, la vía pública, los medios de transporte,
las instituciones de salud, la universidad, entre otros. En los mismos se expresa y
experimenta la sexualidad y las relaciones desiguales de poder entre los géneros.
Espacios como la vía pública, el transporte y el trabajo son espacios donde los/as
estudiantes viven la violencia. Por ejemplo, en la vía pública se advierte una fuer-
te predominancia masculina en el ejercicio de la violencia, la cual se desglosa en
el ejercicio de la misma contra las mujeres y en una menor proporción hacia los
varones. En el caso de la persona trans la misma sufrió violencia en este ámbito,
al igual que en el hogar y en el trabajo, por parte de un varón.
En relación con los tipos de violencia en el ámbito de la vía pública, las
mujeres padecen acoso verbal, el acoso verbal y sexual, el cual se basa en co-
mentarios estereotípicos excesivos de las mujeres seguidos por el “manoseo” y

69
Pensar(nos) desde adentro

“apoyadas” o alguna otra situación de abuso. Por su parte los varones gays y la
persona trans encuestada experimentan acoso verbal.
Para complejizar el ejercicio de la violencia en los distintos ámbitos echa-
mos luz sobre los sujetos que la ejercen y sobre quienés es perpetrada. Obser-
vamos que si bien la discriminación y la violencia se sustentan en posiciones
desiguales de poder en detrimento a las mujeres, ellas también son agentes de
violencia. Es decir, las mujeres son quienes padecen en mayor medida la violen-
cia a causa de su género y quienes sufren las violencias más extremas como las
de tipo sexual. Pero también, a partir de un análisis integral, se visualizan como
agentes activos en ciertos contextos.
En situaciones de celos y el control en relaciones de noviazgo en torno a
querer saber a dónde va, con quién y qué está haciendo el otro miembro del
vínculo esto es ejercido en igual magnitud por varones y mujeres, y aparece en
parejas entre personas del mismo género y heterosexuales. Los celos y el control
son dos atributos que van entrelazados y los cuales se sustentan en el ideario
romántico de posesión, monogamia y de complementariedad (Esteban, 2011).
Asimismo, las mujeres en el hogar, si bien padecen más violencia que los va-
rones, ejercen más violencia que en ámbitos públicos. Esto me permite hipote-
tizar que en ámbitos presupuestos como “no masculinos” las mujeres potencian
su agencia como perpetradoras de violencia.
En este libro indagamos también en las estrategias de resistencia frente a
la violencia en los vínculos de pareja o sexuales. La decisión que más apareció
fue la de no hablar al respecto por falta de interés o porque no lo consideraban
relevante. Es decir, que las opciones primordiales han sido no hablar al respecto,
en segundo lugar apareció la problematización de la violencia y la decisión de
hablar. En relación con hablar al respecto lo hicieron en mayor medida con al-
guien de confianza, en segundo lugar con otro miembro de la pareja.
Con respecto a la violencia en el ámbito universitario apostamos también a
un análisis profundo de la violencia. Nos preguntamos quiénes realizan prácti-
cas violentas, a causa de género, orientación sexual e identidad de género, cuál
es su papel en el ámbito universitario –estudiantes, docentes, no docentes– y
sobre quiénes la perpetran.
La universidad trasciende su característica de ser un espacio académico. Más
que un ámbito neutral nos encontramos frente a una institución atravesada por
relaciones de poder desiguales no solo entre los diversos claustros sino también
entre los géneros. Allí al igual que en cualquier otro ámbito se suceden frecuen-
temente situaciones de discriminación o acoso a causa de género, identidad de
género y/u orientación sexual. Lo que más aparecen son comentarios sexistas
perpetrados mayormente por estudiantes varones y en menor medida por mujeres.
La virtualidad, a través de redes sociales como Facebook, y/o los celulares
potencia las posibilidades de acosar o discriminar. Los estudiantes y docentes
70
Recapitulación y conclusiones

“principalmente varones” se valen de las nuevas tecnologías para llevar a cabo


dichos fines.
En relación con las representaciones de los/as estudiantes sobre las sensacio-
nes de seguridad/inseguridad dentro de la universidad, la misma no es percibida
como un lugar seguro. Esto nos da la pauta de que aún hay un largo camino por
recorrer para lograr que las mujeres heterosexuales y el colectivo lgbtiq en su
totalidad, la vivencien como un espacio protegido y seguro para ellas.
Por último, nos resultaron llamativos dos aspectos. Prevalece un discurso
punitivista frente a quien perpetra violencia dentro del ámbito universitario.
Prima la lógica víctima-victimario al momento de entender la amplia y com-
pleja temática de la violencia de género. Por otro lado, la violencia de género es
considerada como una problemática de cada sujeto particular, aunque la misma
aparece en las distintas situaciones y ejes analizados.
Desde el PcVG entendemos que la violencia de género es un problema cultu-
ral y que por ende no será solucionado a partir de posturas punitivistas. Resulta
indispensable para un trabajo en profundidad sobre esta temática, compleja da-
da su naturalización y consecuente reiteración, atreverse a preguntarse más. La
perpetración de la violencia de género, aunque responda a marcos estructurales
heterosexistas, excede la genitalidad de los sujetos y es parte de la masculinidad
hegemónica (Connell, 1995) en la cual todos y todas hemos sido socializados.
Es imperante, aunque parezca utópico y abstracto, abonar desde enfoques que
apunten a la educación, a la transformación cultural de nuestros vínculos y del
modo en que nos relacionamos.

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