Dal Molin
Dal Molin
Dal Molin
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Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
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Freud, Sigmund. Proyecto de una Psicología para Neurólogos. La Proton Pseudos Histérica. Obras Completas.
Amorrortu Editores. Vol. 1.-
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Lacan, J. Más allá del “Principio de Realidad”. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
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posibilitan o impiden el paso de las magnitudes que afectan a las funciones psíquicas
más elevadas como el juicio o el pensamiento.
Retomando la crítica de Lacan, lo que la psicología asociacionista omite es
algo que el psicoanálisis no pasa por alto: la función de la imagen.
La función de la imagen en el sentido de su incidencia formadora o
formativa en el desarrollo. Es precisamente la imagen lo que introduce cierta
anticipación en el desarrollo que rompe la pretendida continuidad psicofísica,
produciendo más bien una discontinuidad entre lo que la imagen anticipa y las
posibilidades reales que tiene el niño en ese tiempo respecto de su desarrollo cerebral,
motríz, etc. Es una discontinuidad psico – física porque el desarrollo somático no está
al corriente de cierta gestalt que se imprime como forma organizadora.
Lo hasta aquí expuesto sobre la función de la imagen nos evoca en mucho la
fase del espejo postulada por Lacan; aunque en el escrito que estamos tomando en
este punto de nuestro comentario Lacan se refiere de un modo más general a la
imagen. También se involucran en esto especialmente las imagos organizadas en los
complejos tal como los trataba Freud.
Tomar la función de la imagen en este sentido amplio, le permite a Lacan
empezar a pensar cierta reformulación de la libido, como sustancia y como energía,
en tanto es la imagen lo que regula su economía. (Esto es provisorio en Lacan ya que
más adelante habrá que diferenciar la imagen especular de lo no especularizable que
tiene incidencia en la imagen, o aún aquello que siendo imaginario no es
estrictamente especular .)
Volviendo al terreno de la experiencia psicoanalítica, Lacan dá una
descripción breve e interesante de lo que allí ocurre, siempre en los términos que
están en juego en este escrito que hemos escogido. Dice Lacan que la imagen es
regresivamente asimilada a lo real para ser progresivamente desasimilada de lo real y
restituida en su realidad propia. Este es, insistimos, el proceso que se lleva adelante
en un psicoanálisis, definido de un modo muy general y tomando como referencia la
incidencia de la imagen (o de las imagos organizadas en complejos). Respecto de la
transferencia, puede decirse que el psicoanalista queda tomado también en la serie de
imagos del paciente, asimilándose su persona a ellas. De allí provienen el poder y la
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Lacan en el que nos estamos apoyando en este tramo de nuestros apuntes se titula
“Más allá del Principio de Realidad”.
La regresión, en la teoría freudiana, trasciende el tema de los sueños para
integrarse a la teoría de las psiconeurosis; más específicamente concebida como
regresión de la libido a diversas fases de su organización (oral, anal, escópica), de tal
modo que la prevalencia de las imagos es determinante en la distribución y fijación
libidinales. El poder cautivante de la imagen es tal que determina la figurabilidad de
las representaciones inconcientes así como las formas de la realidad.
Volviendo a la cuestión de la decisión de Freud de dejar hablar al paciente,
decisión que se traduciría luego en lo que llamamos asociación libre, podemos
preguntarnos cómo se articula con lo que hemos hasta aquí desarrollado.
Si bien el sueño, como vía regia al inconciente, constituye el paradigma de
la asimilación regrediente de la imagen a lo real, dicha regresión también se produce
en otras formaciones discursivas en la vida cotidiana. Freud se ocupó de esto en su
texto sobre el chiste y en su psicopatología de la vida cotidiana, mostrando cómo la
producción de las imágenes está sobredeterminada por la estructura misma del relato,
estructura que no sucumbe al sueño. (Más exactamente, en el sueño la regresión
alcanza cierto extremo dada la relajación momentánea de la censura y de la represión
que posibilita una mayor proliferación de las imágenes producidas por la estructura
del relato.)
La asociación libre, invitación a hablar suspendiendo los miramientos
morales y la censura tanto como sea posible, no es otra cosa que la introducción de la
dimensión del relato que dá la ocasión, por la palabra, de que se ponga en marcha esa
regresión que, en sus límites, ofrece la posibilidad de desasimilar la imagen de lo real
para restituirla en su realidad propia.
La restitución de la imagen en su realidad propia implica un
reconocimiento. Reconocimiento que se produce en lo que Lacan llama “palabra
plena” 4, que es esa dimensión en la que la palabra abre a algo de la verdad en la
rememoración. Inversamente, la llamada palabra vacía es la palabra incapaz de librar
al sujeto de la captura por la imagen.
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Idem nota1.-
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II
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Freud, S. Correspondencia con Fliess. Carta 52. O.C. A.E. Vol. 1.-
6
Lacan, J. El Seminario sobre La Carta Robada. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
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“La Opacidad”, trabajo que presenté como resultado del curso de post grado que J. M. Vaperaux dictó en nuestra
Facultad en el año 2002.-
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los signos que impida reconocer allí una sucesión temporal o un orden. (Por ejemplo,
+ + + + - - + + - - - + - .) Es específicamente esto lo que introduce cierta opacidad en
la medida en que se construye la sintaxis, dado que desde la presentación disimétrica
es más difícil reconocer cierta posibilidad de constancia o alternancia de los signos. O
aún más, desde la presentación disimétrica, cómo retomar la alternancia o la
constancia sin considerarlas como probabilidad, se introduce una incertidumbre. Es
muy importante observar aquí que habiendo partido de un binario (+ y -) se construye
un ternario con los dos modos de la Simetría, Constancia y Alternancia, y la
Disimetría. Lacan los numera, 1, para la constancia; 3, para la alternancia y 2, para la
disimetría.
De las posibles combinaciones de los tres se pasa finalmente a un cuadrático
que resulta de combinar: simetría – simetría, simetría – disimetría, disimetría –
simetría y disimetría – disimetría. Cuadrático que podemos llamar A, B, C y D,
respectivamente (aunque Lacan usa letras griegas para nombrarlos). Ahora, con las
cuatro letras que nombran las probabilidades combinatorias entre simetría y
disimetría, se pueden hacer combinaciones pero con la salvedad de que tomando una
de las letras se podrá pasar a otra u otras, pero no a cualquiera de ellas, y alguna de
esas letras quedará excluida como posibilidad en cierto momento de la secuencia
temporal. De tal modo que, en función de cierto orden, algo será posible y algo
imposible.
Hay dos cuestiones que Lacan remarca en función de la posibilidad o
imposibilidad que se obtienen de la combinatoria. Una es que, como consecuencia de
la exclusión de cierta letra en algún momento de la secuencia temporal, resulta un
agujero que se proyecta como futuro anterior; esto es, que se genera cierto trabajo
necesario para reencontrar o para volver a articular en la secuencia temporal la letra
excluida en cierto momento. La otra cuestión es que es difícil ubicar si cada letra
mantiene su identidad (por ejemplo, si A es siempre la misma) ya que esto depende
del lugar que ocupe en relación a otras en la secuencia. Se advertirá que estas dos
cuestiones están relacionadas dado que aún reencontrando una letra excluida
anteriormente quedará en cuestión la identidad de esa letra por el simple hecho de que
no estará en el mismo lugar ni en el mismo momento de la secuencia.
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Lacan, J. “La relación de objeto y las estructuras freudianas”. Clase 14. Versión desgrabada.-
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Volviendo ahora a la Carta 52, Freud declara allí que si él consiguiera dar
cuenta de las características propias de la percepción y de las tres transcripciones
habría obtenido una nueva psicología. Si bien el aparato diseñado en la carta está
expresado en términos de grupos de neuronas, el objetivo de Freud es obtener una
nueva psicología. Y obtendrá algo más que una nueva psicología, obtendrá un nuevo
discurso: el psicoanálisis.
En el esquema lineal del aparato psíquico que Freud presenta en la carta
tenemos que percepción y conciencia, sus dos extremos, carecen de memoria y no
necesariamente se recubren; es posible que haya percepción sin que se tenga
conciencia de ello y es posible que se tenga conciencia de algo que nose está
percibiendo; más exactamente, elhecho de que cierto material arribe a la conciencia
es el producto final de un recorrido progrediente por las tres instancias de
transcripción que constituyen el carácter múltiple de la memoria.
Los signos perceptivos, la inconciencia y la preconciencia son las tres
instancias de transcripción 9. “Instancia” implica que cada una de las tres regiones
tiene sus características y condiciones propias (casi podría decirse una lógica o
legalidad propia) según las cuales los elementos o, mejor dicho, el material a
transcribir puede ser o no admitido. Entonces, prácticamente puede decirse que en
una transcripción a otra instancia es casi inevitable que un material sufra traducción
por el mero hecho de tener que ajustarse a una legalidad diferente para ser admitido.
El material al que nos referimos son las llamadas huellas mnémicas.
Si prestamos atención especialmente a la transcripción de los signos
perceptivos a la inconciencia encontraremos una articulación con el desarrollo de
Lacan al que hicimos referencia.
Los signos perceptivos, como primera instancia de transcripción, son huellas
que Freud ubica en una relación de contigüidad y simultaneidad respecto de la
percepción. Son algo que queda como resto mnémico de un hecho perceptivo; de la
percepción quedan ciertas huellas como el modo más primitivo de memoria o como
el registro más simple. Esas huellas son signos en el sentido en que podrían remitir a
9
Suele usarse “transcripción” para referirse al paso de elementos de una instancia a otra y “traducción” para
connotar la alteración que sufren dichos elementos por pasar a otra instancia.-
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carta 52.) No es mucho, no dice más que esto, pero sí hay algo que marca una
diferencia: esos recuerdos de concepto, nexos causales, implican ya que entre las
huellas hay relaciones y hay ciertas combinaciones, que se distribuyen, que se
agrupan. Los signos perceptivos contígüos y simultáneos respecto de la percepción
ahora, en el pasaje a la inconciencia, entran en una combinatoria. Los signos son
huellas, pero los signos traducidos a la inconciencia y expuestos a los nexos y
combinaciones son huellas ya en otro orden y con otro estatuto.
Es precisamente en este punto que podemos encontrar una relación fuerte
entre la traducción a la inconciencia y la mención que hicimos del desarrollo de
Lacan respecto de la opacidad que cobra la determinación en la medida en que
progresivamente se construye una sintáxis.
La traducción a la inconciencia en función del displacer puede tomarse como
equivalente al pasaje del binario al cuaternario por la función de la disimetría
(recordemos, de eso impar, extraño). Claro está, esa equivalencia es producto de
nuestra lectura. Lectura que permite pensar el salto del signo a la cadena significante
como constituyente de lo inconciente.
Cuando señalamos la función del displacer así como la de la disimetría
estamos subrayando ese prefijo “dis” que remite a lo que hace diferencia. Es entonces
en función de eso que hace diferencia que vemos progresar la construcción de la
sintaxis, construcción que al llegar al cuadrático engendra el agujero y pone en crisis
la identidad supuesta al signo. En lo que concierne al displacer, no necesariamente
hay que tomarlo como sinónimo de dolor, sufrimiento o desagrado, simplemente
puede considerárselo justamente como aquello que hace diferencia o presenta cierta
fisura respecto del placer. Es precisamente por esa diferencia que las huellas serán
traducidas según las condiciones de la inconciencia, los recuerdos de conceptos y los
nexos. (Digamos de paso que más allá de la connotación que el placer tiene como
algo del orden de lo vívido y corporal, para lo que Freud se reservó la expresión
“placer de órgano”, por ser el placer también considerado un atributo –y aún un
signo- puede admitirse al displacer como aquello que hace vacilar la identidad misma
del placer.)
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