Dal Molin

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FACULTAD DE PSICOLOGIA – UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

ESTRUCTURA PSICOLOGICA INDIVIDUAL DEL SUJETO I

APUNTES PARA EL SEMINARIO 1

PROF. ADJUNTO PS. ALEX DAL MOLIN

AÑO ACADEMICO 2006


1

En estos apuntes intento reunir distintos aportes que pueden resultar


útiles para el alumno que cursa el seminario de nuestra asignatura y también para el
lector que se acerca a los textos propuestos en nuestro programa anual de trabajo.
Son apuntes, anotaciones laterales, como esas que se hacen en los
márgenes de los textos, que señalan y demarcan relaciones posibles o articulaciones
entre distintas cuestiones o, simplemente, trayectos de pensamientos, ideas
subsidiarias o interrogaciones.
En las clases del seminario, ante una dificultad que tal o cual texto
puede presentar o ante las preguntas de los asistentes o aún en el ordenamiento, casi
espontáneo a veces, que se hace en la presentación de un tema a desarrollar,
funcionan tácitamente los “apuntes” que nos retornan de nuestro propio bagaje de
lecturas, de nuestros subrayados de los textos y aún de la propia práctica
psicoanalítica.
Para finalizar este breve comentario inicial, digamos que hay en los
caminos elegidos en la presentación y desarrollo de los asuntos que se transitan en un
seminario una suerte de asociación libre; porque, más allá de que se respeten el
despliegue de un programa anual y las exigencias curriculares universitarias, siempre
el que enseña marca de alguna manera con el sello de sus apuntes lo que ofrece.
2

Habitualmente comenzamos nuestro seminario con referencias a la


época pre-psicoanalítica para marcar la diferencia con la novedad que Freud
introduce con el psicoanálisis y el descubrimiento del inconsciente.
En este sentido, se establece siempre cierto paralelismo o cierta
relación entre los métodos terapéuticos hipnótico, catártico o sugestivo, con los que
se trataban las psiconeurosis, y alguna concepción teórica, independientemente de su
grado de formalización, siempre subyacente en todo intento de tratamiento de las
psicopatologías.
El camino elegido por Freud al “dejar hablar” al paciente y sus
resonancias consecuentes dieron lugar al surgimiento de la dupla técnica llamadas de
la asociación libre y la atención flotante. Todo esto en los tiempos en los que también
se topaba con los indicios de la transferencia como fundamento del lazo que le otorga
al psicoanalista el resorte de la cura.
Refiriéndose a esos tiempos iniciales del psicoanálisis, Lacan destaca
que los medios de los que el psicoanálisis se priva, aquellos a los que Freud renunció,
como la hipnosis o la narcosis, constituyen aquellos que se reserva.1
Ampliemos un poco lo antes dicho.(Seguimos citando a Lacan.) Con
la asociación libre quedan establecidos los medios del psicoanálisis. Esos medios son
los de la palabra en tanto ella confiere un sentido a las funciones del individuo y se
dirige al Otro. Su dominio, su campo, es el del discurso concreto que remite a la
realidad transindividual del sujeto.
Podemos plantear una articulación entre los medios y el dominio. La palabra
está en el dominio del discurso concreto, entendiendo por esto el discurso cotidiano,
corriente, que circula entre los individuos en tanto seres hablantes. Las funciones del
individuo toman sentido por la palabra; pero se advertirá que el dominio del discurso
abre a otra cosa que es esa “realidad transindividual del sujeto”. Esto es, el sujeto no

1
Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
3

es el individuo. Más allá de los individuos que intercambian y se relacionan por el


discurso hay el sujeto. En el movimiento propio del discurso y en la medida en que el
discurso regula los intercambios y relaciones entre individuos se produce ese sujeto
que excede a todo individuo. El inconsciente, como saber, se refiere a ese sujeto.
Hay un doble juego: la palabra, inscripta en ese dominio del discurso, confiere
sentido a las funciones del individuo, le dá un lugar, lo posiciona de tal o cual modo,
le asigna roles en la familia, en su vida civil, social, etc.; pero ese sentido, o esa serie
de sentidos, que toma el individuo excluye al sujeto tramado por el discurso al
circular e intercambiarse entre individuos. Esto se articula a una tercera cuestión que
Lacan destaca. Además de los medios y del dominio a los que el psicoanálisis
atiende están las operaciones, esas operaciones son las de la historia en tanto hace a la
emergencia de una verdad en lo real. Esto es, el discurso construye esas operaciones
de la historia y esa verdad emergente tiene que ver con el sujeto en cuestión.
En el caso de Emma que Freud incluye en su Proyecto 2, tenemos algunos
avatares de la historia de la paciente. El trauma sexual infantil en la escena con el
pastelero, su inclinación deseante en la pubertad por el empleado de una tienda y la
compulsión actual que le impide ir a una tienda por la creencia de que los empleados
reirán de ella. Se destacan también algunos elementos, dice Freud: vestido, risas,
tienda. Vemos cómo Emma individuo está tomada por su compulsión y enferma del
sentido que ésta tiene para ella; pero lo que afecta a Emma remite al sujeto en
cuestión allende el individuo. Dicho sujeto surge más allá de todos los individuos en
juego en la historia de Emma y está denotado en esos términos que Freud subraya
(risas, vestido, etc.) y es relativo a la verdad en juego: el trauma sexual infantil,
relativo a la escena de seducción, las fantasías y el deseo.
Al dejar hablar, Freud apuesta al surgimiento de ese sujeto en el discurrir
asociativo tal como se ha tramado por el discurso corriente, sin anteponerle ningún
prejuicio, ninguna concepción filosófica o científica del sujeto. Aún en el relato de la
anamnesis clínica, entre la historia del enfermo y su enfermedad, hay lagunas y
embustes de los que dá cuenta lo inconsciente como efecto del sujeto en el individuo.

2
Freud, Sigmund. Proyecto de una Psicología para Neurólogos. La Proton Pseudos Histérica. Obras Completas.
Amorrortu Editores. Vol. 1.-
4

La transferencia, en este sentido, no es otra cosa que la puesta en acto de la


transindividualidad del discurso para articular allí el sujeto del que se trata; a
diferencia de lo que ocurre de ordinario en la vida cotidiana en la que los efectos del
sujeto afectan al individuo por quedar, de diversas maneras, desarticulado. Esas
distintas maneras por las que el sujeto queda desarticulado tienen distintos nombres
en psicoanálisis: represión, desestimación (forclusión en Lacan) y renegación,
términos que fundan las estructuras neurótica, psicótica y perversa.
¿Qué nos evoca la expresión “asociación libre”, cuáles son sus resonancias
en el contexto de la psicología?. En uno de los primeros escritos de Lacan
encontramos un rumbo para respondernos en parte esto. 3
Lacan emprende allí una crítica del asociacionismo para mostrar las
diferencias que presenta el psicoanálisis respecto de aquella psicología. Se dedica
especialmente a tomar las nociones de “engrama” y “vías asociativas” postuladas por
el asociacionismo para remarcar su inequívoco sello empirista fundado en la filosofía
de Locke.
Los engramas se establecen como huellas que provienen de las impresiones
sensoriales producidas en la experiencia y tienen cierta complejidad creciente en
función de las vías asociativas por las que se vinculan. El anclaje empirista de esta
concepción supone necesariamente cierta continuidad psicofísica. A esto se agrega el
hecho de que los fenómenos considerados dignos de estudio por la psicología
asociacionista no son otros que los que coinciden con lo que dicha disciplina
considera como pertenecientes a una realidad “verdadera”; quedando fuera de campo
aquellos fenómenos que constituyen una realidad “ilusoria” como los sueños, las
alucinaciones, los delirios, las creencias, etc.
Un lector inadvertido tal vez encuentre cierto sesgo asociacionista en el
Proyecto de Freud; aunque esta impresión se desvanece rápidamente si se atiende al
modo en que se complican y se enredan los trayectos o las conexiones que se suponen
originariamente establecidas, permanentemente afectadas por desvíos, defensas y
trastornos; tal como lo evidencia la concepción de distintos grupos de neuronas que

3
Lacan, J. Más allá del “Principio de Realidad”. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
5

posibilitan o impiden el paso de las magnitudes que afectan a las funciones psíquicas
más elevadas como el juicio o el pensamiento.
Retomando la crítica de Lacan, lo que la psicología asociacionista omite es
algo que el psicoanálisis no pasa por alto: la función de la imagen.
La función de la imagen en el sentido de su incidencia formadora o
formativa en el desarrollo. Es precisamente la imagen lo que introduce cierta
anticipación en el desarrollo que rompe la pretendida continuidad psicofísica,
produciendo más bien una discontinuidad entre lo que la imagen anticipa y las
posibilidades reales que tiene el niño en ese tiempo respecto de su desarrollo cerebral,
motríz, etc. Es una discontinuidad psico – física porque el desarrollo somático no está
al corriente de cierta gestalt que se imprime como forma organizadora.
Lo hasta aquí expuesto sobre la función de la imagen nos evoca en mucho la
fase del espejo postulada por Lacan; aunque en el escrito que estamos tomando en
este punto de nuestro comentario Lacan se refiere de un modo más general a la
imagen. También se involucran en esto especialmente las imagos organizadas en los
complejos tal como los trataba Freud.
Tomar la función de la imagen en este sentido amplio, le permite a Lacan
empezar a pensar cierta reformulación de la libido, como sustancia y como energía,
en tanto es la imagen lo que regula su economía. (Esto es provisorio en Lacan ya que
más adelante habrá que diferenciar la imagen especular de lo no especularizable que
tiene incidencia en la imagen, o aún aquello que siendo imaginario no es
estrictamente especular .)
Volviendo al terreno de la experiencia psicoanalítica, Lacan dá una
descripción breve e interesante de lo que allí ocurre, siempre en los términos que
están en juego en este escrito que hemos escogido. Dice Lacan que la imagen es
regresivamente asimilada a lo real para ser progresivamente desasimilada de lo real y
restituida en su realidad propia. Este es, insistimos, el proceso que se lleva adelante
en un psicoanálisis, definido de un modo muy general y tomando como referencia la
incidencia de la imagen (o de las imagos organizadas en complejos). Respecto de la
transferencia, puede decirse que el psicoanalista queda tomado también en la serie de
imagos del paciente, asimilándose su persona a ellas. De allí provienen el poder y la
6

significación que el psicoanalista adquiere, es en tanto tomado en la serie de imagos


que incide en la distribución de la libido.
En la descripción básica de la experiencia analítica que aquí tomamos de
Lacan, tenemos que a partir de la imagen hay una especie de juego en ese asimilarse
regresivamente a lo real para ser desasimilada progresivamente de lo real y restituida
en su realidad propia. Este juego de la imagen implica entonces cierto movimiento y
cierta temporalidad, especialmente denotados en los términos “regresivo” y
“progresivo”.
Entonces, podemos subrayar: la imagen no es lo real; para que la imagen se
asimile a lo real tiene que producirse un movimiento, esto es un movimiento
regresivo. El paradigma de ese movimiento regresivo por el que lo real qeda
recubierto por la imagen es indudablemente la regresión postulada por Freud en su
teoría de los sueños. La “otra escena” que es el sueño es producto de esa regresión
que produce en la percepción una identidad entre lo real y la imagen (o las imágenes
o representaciones del sueño); identidad de percepción que en el ombligo del sueño o
en el despertar mismo encuentra su límite, demarcando así el alcance del movimiento
regrediente y de la imagen. Es precisamente en ese límite de la regresión donde lo
real se cuela ofreciendo la oportunidad de que la imagen sea progresivamente
desasimilada.
Se advertirá que el movimiento regresivo tiende a eliminar la diferencia
entre lo real y la imagen, subsumiendo lo real a la imagen hasta donde sea posible; en
tanto que el movimiento progresivo restituye la diferencia entre la imagen y lo real,
esto es, restituye a la imagen su realidad propia: la de ser imagen, reconocimiento de
la realidad de la imagen como tal como algo diferente de lo real.
Tratamos aquí “lo real” en un sentido amplio y ambiguo, Lacan especifica y
ciñe este “real” de distintas maneras a lo largo de sus escritos y seminarios; aunque el
lector advertirá que eso “real” se distingue de la realidad, por ejemplo, si decimos la
realidad de la imagen no es lo real. Lo real se distingue de las diversas realidades de
las que podemos hablar o en las que podemos situarnos, realidades cambiantes ´según
sean concebidas o formuladas. Vale esta digresión precisamente porque el escrito de
7

Lacan en el que nos estamos apoyando en este tramo de nuestros apuntes se titula
“Más allá del Principio de Realidad”.
La regresión, en la teoría freudiana, trasciende el tema de los sueños para
integrarse a la teoría de las psiconeurosis; más específicamente concebida como
regresión de la libido a diversas fases de su organización (oral, anal, escópica), de tal
modo que la prevalencia de las imagos es determinante en la distribución y fijación
libidinales. El poder cautivante de la imagen es tal que determina la figurabilidad de
las representaciones inconcientes así como las formas de la realidad.
Volviendo a la cuestión de la decisión de Freud de dejar hablar al paciente,
decisión que se traduciría luego en lo que llamamos asociación libre, podemos
preguntarnos cómo se articula con lo que hemos hasta aquí desarrollado.
Si bien el sueño, como vía regia al inconciente, constituye el paradigma de
la asimilación regrediente de la imagen a lo real, dicha regresión también se produce
en otras formaciones discursivas en la vida cotidiana. Freud se ocupó de esto en su
texto sobre el chiste y en su psicopatología de la vida cotidiana, mostrando cómo la
producción de las imágenes está sobredeterminada por la estructura misma del relato,
estructura que no sucumbe al sueño. (Más exactamente, en el sueño la regresión
alcanza cierto extremo dada la relajación momentánea de la censura y de la represión
que posibilita una mayor proliferación de las imágenes producidas por la estructura
del relato.)
La asociación libre, invitación a hablar suspendiendo los miramientos
morales y la censura tanto como sea posible, no es otra cosa que la introducción de la
dimensión del relato que dá la ocasión, por la palabra, de que se ponga en marcha esa
regresión que, en sus límites, ofrece la posibilidad de desasimilar la imagen de lo real
para restituirla en su realidad propia.
La restitución de la imagen en su realidad propia implica un
reconocimiento. Reconocimiento que se produce en lo que Lacan llama “palabra
plena” 4, que es esa dimensión en la que la palabra abre a algo de la verdad en la
rememoración. Inversamente, la llamada palabra vacía es la palabra incapaz de librar
al sujeto de la captura por la imagen.

4
Idem nota1.-
8

Decir que la palabra plena introduce algo de la verdad, por oposición a la


palabra vacía que la escamotea, equivale a decir que la palabra plena abre a algo de lo
real. Especialmente si se tiene en cuenta que Lacan vincula lo real a la verdad al
postular que las operaciones de la historia hacen a la emergencia de una verdad en lo
real. La verdad de la que se trata no es tal o cual verdad, esta o aquella, o lo que
alguien dice cuando declara “voy a decir la verdad”; la verdad es (tomando los
términos con los que estamos trabajando, porque la cuestión de la verdad puede
pensarse articulada de distintas maneras) esa diferencia, ese límite, que interroga la
consistencia de la imagen como tal. Es ese límite de la regresión que más arriba
situamos como el punto en el que algo de lo real se segrega lo que abre a la
dimensión de la verdad.
Lo que permite interrogar la consistencia de la imagen, introduciendo algo
de la dimensión de la verdad, es la estructura del relato. En el análisis hay un pasaje
de la imagen al relato ya que aún las imágenes son tomadas como articuladas en un
relato. Esa diferencia imagen – relato posibilita lo que Lacan define (en aquella breve
fórmula que citamos en estos apuntes) como la “progresiva desasimilación” entre la
imagen y lo real. Sólo desde esa desasimilación es que puede interrogarse la
consistencia de la imagen, ya que si todo queda subordinado a la imagen no hay nada
que presente diferencia.
La estructura del relato es la que posibilita la rememoración y también la
que sobredetermina el olvido. En ese paso de la imagen al relato, en ese
cuestionamiento de la consistencia de la imagen caen o se relativizan los sentidos que
ella produce para dar paso al sentido de la imagen como tal: el de ser una ficción
necesaria que encubre los agujeros y embustes de la historia, agujeros propios de la
discontinuidad de la palabra que remite a esa emergencia de la verdad en lo real.
La palabra plena viene a decir esa diferencia que el relato introduce y que es
imposible recubrir con imagen alguna. En esto reside la fecundidad de la asociación
libre: permitir que el sujeto hable, más allá del individuo, en función del
reconocimiento, más allá de la comunicación.
9

II

En este apartado elijo presentar una articulación posible entre la Carta 52 5,


que integra nuestra bibliografía principal, y algunas conclusiones que pueden
extraerse de la lectura del seminario de Lacan sobre “La Carta Robada” de E. A. Poe.
6

En una oportunidad remarqué el parentesco que encuentro entre la carta 52


de Freud y el citado seminario de Lacan.7 Especialmente en relación al desarrollo que
Lacan hace en la segunda parte del seminario en el que apunta a mostrar cómo la
determinación simbólica se opacifica en la medida en que se construye una sintaxis y
esto es constitutivo de la relación entre la memoria y la Ley. (Cuestión que incluye el
tema del olvido.)
En la carta 52 Freud se ocupa del carácter multívoco de la memoria que
depende de diversas instancias de traducción y / o transcripción del material mnémico
(signos perceptivos, inconsciencia y preconsciencia) lo que implica que la memoria y
el olvido están sujetos a ciertas leyes según la instancia de traducción en la que el
material mnémico se encuentre y según sea el desprendimiento de placer o displacer
relativo a dicho material. (Desprendimiento que pertenece a un suceso sexual.)
Cuando Lacan subraya la cuestión de la relación entre la memoria y la Ley,
podemos preguntarnos de qué ley se trata. En principio, siempre que se plantea una
ley se piensa en algo que ordena, que rige o que determina. Freud postuló leyes que
rigen en las regiones del aparato psíquico, el proceso primario del principio del placer
en lo inconciente y el proceso secundario del principio de realidad en lo preconciente.
Pero lo interesante que Lacan introduce (que ya está en Freud aunque no tan
explícito) es que la determinación simbólica, esto es, el modo en que la ley rige o

5
Freud, S. Correspondencia con Fliess. Carta 52. O.C. A.E. Vol. 1.-
6
Lacan, J. El Seminario sobre La Carta Robada. Escritos 1. Ed. Siglo 21.-
7
“La Opacidad”, trabajo que presenté como resultado del curso de post grado que J. M. Vaperaux dictó en nuestra
Facultad en el año 2002.-
10

funciona, sus alcances y consecuencias, se torna opaca en la medida en que se


construye una sintaxis. Entonces, que la ley se construya y funcione implica que se
opacifique, o aún más, la opacidad es el fundamento mismo de la ley y su
determinación. Que no se la comprenda, que sea indiscernible, que no sea
transparente, son condiciones que hacen a la eficacia de la ley. Si esa opacidad se
produce en la medida en que progresivamente se construye una sintaxis, en la medida
en que se combinan y se sustituyen ciertos elementos, la Ley de la que se trata es el
lenguaje. Podemos considerar esos elementos que se combinan como “huellas
mnémicas” en Freud o “signos” en el desarrollo de Lacan al que aquí nos referimos.
(También podemos hablar simplemente de signos, ya que Freud utiliza este término
al referirse a los signos perceptivos.)
Es precisamente partiendo de un par de signos que Lacan presenta el
desarrollo que muestra la construcción de una sintaxis y su consecuente opacificación
de la determinación. Hacemos aquí una breve reseña de sus pasos fundamentales, ya
que lo que más interesa es extraer algunas conclusiones.
El punto de partida es con dos signos que son los signos + y -. Esto es lo que
se llama un binario. Con ese binario se puede construir lo que Lacan llama una
Simetría que puede ser por Constancia o Alternancia de los signos. La constancia
consiste en la presencia de un único signo de los dos, siempre el + o siempre el – (por
ejemplo, +++, o bien ---). La alternancia, en cambio, es la posibilidad de que se
presenten ambos signos pero de un modo ordenado y previsible, los signos pueden
alternar (por ejemplo, + - + - , o bien - - + - - + , obien + + - - + + - - ). Hasta aquí
tenemos que en la constancia de un signo el otro queda supuesto, está presente por su
ausencia. En la alternancia ambos signos, de diversas maneras, se presentan
alternativamente y se puede pasar de uno al otro siguiendo su orden o, podría decirse,
su ritmo, cuestión que ya introduce cierta temporalidad en el encadenamiento. (Si
tenemos, por ej., - - + - - + ya sabemos que de - - se sigue + y luego nuevamente - - ,
etc.) Hay simetría.
Existe también la posibilidad de que ambos signos se presenten de un modo
que Lacan llama la Disimetría. Esto es sin constancia ni alternancia, de un modo que
podríamos llamar “desordenado”. Puede considerarse así cualquier presentación de
11

los signos que impida reconocer allí una sucesión temporal o un orden. (Por ejemplo,
+ + + + - - + + - - - + - .) Es específicamente esto lo que introduce cierta opacidad en
la medida en que se construye la sintaxis, dado que desde la presentación disimétrica
es más difícil reconocer cierta posibilidad de constancia o alternancia de los signos. O
aún más, desde la presentación disimétrica, cómo retomar la alternancia o la
constancia sin considerarlas como probabilidad, se introduce una incertidumbre. Es
muy importante observar aquí que habiendo partido de un binario (+ y -) se construye
un ternario con los dos modos de la Simetría, Constancia y Alternancia, y la
Disimetría. Lacan los numera, 1, para la constancia; 3, para la alternancia y 2, para la
disimetría.
De las posibles combinaciones de los tres se pasa finalmente a un cuadrático
que resulta de combinar: simetría – simetría, simetría – disimetría, disimetría –
simetría y disimetría – disimetría. Cuadrático que podemos llamar A, B, C y D,
respectivamente (aunque Lacan usa letras griegas para nombrarlos). Ahora, con las
cuatro letras que nombran las probabilidades combinatorias entre simetría y
disimetría, se pueden hacer combinaciones pero con la salvedad de que tomando una
de las letras se podrá pasar a otra u otras, pero no a cualquiera de ellas, y alguna de
esas letras quedará excluida como posibilidad en cierto momento de la secuencia
temporal. De tal modo que, en función de cierto orden, algo será posible y algo
imposible.
Hay dos cuestiones que Lacan remarca en función de la posibilidad o
imposibilidad que se obtienen de la combinatoria. Una es que, como consecuencia de
la exclusión de cierta letra en algún momento de la secuencia temporal, resulta un
agujero que se proyecta como futuro anterior; esto es, que se genera cierto trabajo
necesario para reencontrar o para volver a articular en la secuencia temporal la letra
excluida en cierto momento. La otra cuestión es que es difícil ubicar si cada letra
mantiene su identidad (por ejemplo, si A es siempre la misma) ya que esto depende
del lugar que ocupe en relación a otras en la secuencia. Se advertirá que estas dos
cuestiones están relacionadas dado que aún reencontrando una letra excluida
anteriormente quedará en cuestión la identidad de esa letra por el simple hecho de que
no estará en el mismo lugar ni en el mismo momento de la secuencia.
12

Desde el binario hasta el cuadrático, pasando por el papel decisivo de la


disimetría, ¿qué encontramos?. El hecho de que la determinación simbólica se
opacifique reside básicamente en que el signo pierde su identidad, se torna más
incierto y más equívoco. Esto ocurre en la medida en que se lo combina, se lo pone
en relación a otro. En esa combinación que es la construcción de una sintaxis hay un
factor decisivo que es el tiempo, que también implica cierto orden. Entonces, el signo
más la temporalidad y el orden que ella determina ya no es el signo; al menos en el
ssentido de ser algo que remita inequívocamente siempre a lo mismo. Como se ha
visto, desde ese par de signos del binario se engendra lo que llega al cuaternario no
sin esa terceridad que introduce la disimetría; pero tanto en ella como en la simetría
se trata siempre de los dos signos de partida y lo que siempre hace diferencia,
engendrando otras probabilidades es la temporalidad que produce cambios de orden.
La construcción de la sintáxis es la construcción de una
cadena. Ya se ha señalado el rol decisivo de la disimetría en esta construcción. La
pérdida de identidad del signo, el hecho de que el signo pueda ser diferente de sí
mismo según la temporalidad en la cadena implica que se ha pasado del signo al
significante, que dicha cadena es una cadena significante. Hay un caput mortum que
el significante introduce que hiere la identidad del signo y modula lo posible y lo
imposible. (A esto nos referimos antes cuando señalamos que la exclusión de una
letra producía un agujero que se proyecta como futuro anterior.)
Algo más sobre la disimetría. En su cuarto seminario 8, Lacan
se refiere a lo disimétrico con el término inglés “odd” que significa “impar” y
también “extraño”. (La vertiente de lo extraño es interesante porque se acerca a la
cuestión de lo opaco.) Agregando además que lo disimétrico es el Nombre del Padre,
es decir, el significante que evoca la significación fálica. Aunque no vamos a entrar
ahora en esto, indiquemos simplemente que en psicoanálisis cuando hablamos de la
Ley y del orden del lenguaje siempre es articulándolo al Nombre del Padre y la
significación del falo, a la cuestión del Edipo y el deseo; lo que implica que el
lenguaje interesa en la medida en que es condición del inconciente, en tanto hace a la
posición del sujeto respecto del placer, el deseo, la sexualidad y la muerte.

8
Lacan, J. “La relación de objeto y las estructuras freudianas”. Clase 14. Versión desgrabada.-
13

Volviendo ahora a la Carta 52, Freud declara allí que si él consiguiera dar
cuenta de las características propias de la percepción y de las tres transcripciones
habría obtenido una nueva psicología. Si bien el aparato diseñado en la carta está
expresado en términos de grupos de neuronas, el objetivo de Freud es obtener una
nueva psicología. Y obtendrá algo más que una nueva psicología, obtendrá un nuevo
discurso: el psicoanálisis.
En el esquema lineal del aparato psíquico que Freud presenta en la carta
tenemos que percepción y conciencia, sus dos extremos, carecen de memoria y no
necesariamente se recubren; es posible que haya percepción sin que se tenga
conciencia de ello y es posible que se tenga conciencia de algo que nose está
percibiendo; más exactamente, elhecho de que cierto material arribe a la conciencia
es el producto final de un recorrido progrediente por las tres instancias de
transcripción que constituyen el carácter múltiple de la memoria.
Los signos perceptivos, la inconciencia y la preconciencia son las tres
instancias de transcripción 9. “Instancia” implica que cada una de las tres regiones
tiene sus características y condiciones propias (casi podría decirse una lógica o
legalidad propia) según las cuales los elementos o, mejor dicho, el material a
transcribir puede ser o no admitido. Entonces, prácticamente puede decirse que en
una transcripción a otra instancia es casi inevitable que un material sufra traducción
por el mero hecho de tener que ajustarse a una legalidad diferente para ser admitido.
El material al que nos referimos son las llamadas huellas mnémicas.
Si prestamos atención especialmente a la transcripción de los signos
perceptivos a la inconciencia encontraremos una articulación con el desarrollo de
Lacan al que hicimos referencia.
Los signos perceptivos, como primera instancia de transcripción, son huellas
que Freud ubica en una relación de contigüidad y simultaneidad respecto de la
percepción. Son algo que queda como resto mnémico de un hecho perceptivo; de la
percepción quedan ciertas huellas como el modo más primitivo de memoria o como
el registro más simple. Esas huellas son signos en el sentido en que podrían remitir a

9
Suele usarse “transcripción” para referirse al paso de elementos de una instancia a otra y “traducción” para
connotar la alteración que sufren dichos elementos por pasar a otra instancia.-
14

aquello percibido, evocarlo, y son el registro que ha quedado de lo que fue


supuestamente percibido. Hay que decir supuestamente percibido precisamente
porque de la percepción como tal no hay memoria sino fragmentaria en estos signos
perceptivos; lo percibido es algo perdido e irrecuperable.
Antes de precisar el pasaje de los signos perceptivos a la inconciencia es
necesario subrayar una condición esencial que es determinante respecto del
movimiento transcriptor del aparato. La transcripción / traducción a otra instancia
tiene la función de inhibir el desprendimiento de displacer; de modo tal que cuanto
mayor es el desprendimiento de displacer en una instancia mayor será la necesidad de
transcribir esas huellas a la instancia siguiente y mayor será también la alteración que
sufra ese material en su traducción. Encambio, si el suceso es placentero podrá
transcribirse con poca, o casi sin, alteración del material. Esto es, la transcripción en
las distintas instancias tiende a regular el desprendimiento de placer o displacer, no se
trata de un aparato mnémico que implique una memoria abstracta sino que se trata de
la memoria y el olvido en función del placer – displacer.
Se trata, entonces, de que lo múltiple de la memoria y sus instancias están
ligados a la serie placer – displacer. Esto hace que las transcripciones / traducciones
son en función de lo que, genéricamente, se denomina “defensa”. Hay memoria u
olvido como defensa, lo que quiere decir además que no sólo existen lamemoria
fidedigna y el olvido como un espacio vacío o en blanco sino que hay olvido en la
memoria; la traducción de un grupo de huellas a otra instancia es memoria y olvido a
la vez. En este contexto, Freud considera que hay una defensa normal cuando el
displacer puede inhibirse dentro de la misma instancia de transcripción, cuando no
requiere pasar a otra. En cambio, considera defensa patológica o represión cuando la
inhibición del displacer necesita de la transcripción a otra instancia inevitablemente.
Retomando ahora la cuestión de la transcripción / traducción de los signos
perceptivos a la instancia de la inconciencia, lo que encontramos en la carta 52 no es
mucho. Freud dice que en la inconciencia ya no hay la mera simultaneidad y
contigüidad que teníamos en los signos perceptivos. Lo propio de la inconciencia es
cierto orden de las huellas por recuerdos de concepto o nexos tal vez causales. (Para
precisar esto un poco más habría que revisar el Proyecto, que es contemporáneo de la
15

carta 52.) No es mucho, no dice más que esto, pero sí hay algo que marca una
diferencia: esos recuerdos de concepto, nexos causales, implican ya que entre las
huellas hay relaciones y hay ciertas combinaciones, que se distribuyen, que se
agrupan. Los signos perceptivos contígüos y simultáneos respecto de la percepción
ahora, en el pasaje a la inconciencia, entran en una combinatoria. Los signos son
huellas, pero los signos traducidos a la inconciencia y expuestos a los nexos y
combinaciones son huellas ya en otro orden y con otro estatuto.
Es precisamente en este punto que podemos encontrar una relación fuerte
entre la traducción a la inconciencia y la mención que hicimos del desarrollo de
Lacan respecto de la opacidad que cobra la determinación en la medida en que
progresivamente se construye una sintáxis.
La traducción a la inconciencia en función del displacer puede tomarse como
equivalente al pasaje del binario al cuaternario por la función de la disimetría
(recordemos, de eso impar, extraño). Claro está, esa equivalencia es producto de
nuestra lectura. Lectura que permite pensar el salto del signo a la cadena significante
como constituyente de lo inconciente.
Cuando señalamos la función del displacer así como la de la disimetría
estamos subrayando ese prefijo “dis” que remite a lo que hace diferencia. Es entonces
en función de eso que hace diferencia que vemos progresar la construcción de la
sintaxis, construcción que al llegar al cuadrático engendra el agujero y pone en crisis
la identidad supuesta al signo. En lo que concierne al displacer, no necesariamente
hay que tomarlo como sinónimo de dolor, sufrimiento o desagrado, simplemente
puede considerárselo justamente como aquello que hace diferencia o presenta cierta
fisura respecto del placer. Es precisamente por esa diferencia que las huellas serán
traducidas según las condiciones de la inconciencia, los recuerdos de conceptos y los
nexos. (Digamos de paso que más allá de la connotación que el placer tiene como
algo del orden de lo vívido y corporal, para lo que Freud se reservó la expresión
“placer de órgano”, por ser el placer también considerado un atributo –y aún un
signo- puede admitirse al displacer como aquello que hace vacilar la identidad misma
del placer.)
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Del binario al cuadrático en el planteo de Lacan, de los signos perceptivos a la


inconciencia con sus nexos causales en Freud, podemos advertir que hay condiciones
necesarias por las que se constituye una estructura de lenguaje que es solidaria con la
constitución de lo inconciente. En este sentido, lo inconciente es el cifrado
significante que conmemora el olvido del signo.
Pasando ahora a la tercera instancia de transcripción / traducción, la
preconciencia, habitada por las representaciones palabra propias del yo oficial y de
las que depende el arribo de las huellas a la conciencia, puede considerarse que en
ella algo del signo se restituye aparentemente. Ese yo oficial ( la carta 52 es muy
anterior a la teoría del narcisismo) y conciente es sede de la palabra pero sólo en
cuanto a la posibilidad de su uso en función de la comunicación y de la forma en que
el material psíquico se presenta a la conciencia. Decimos que allí el signo se restituye
aparentemente dado que la traducción a la preconciencia implica que a las huellas
inconcientes que suscitan un displacer irreductible se les deniegue la traducción por
represión; de modo que el acceso a la conciencia por mediación de la preconciencia
supone que en algún momento de la traducción se pague el precio de la represión.
Así, la aparente claridad del signo en la comunicación y en la conciencia es el olvido
de la dimensión significante.
La discontinuidad de la palabra a la que nos referimos en el apartado I de estos
apuntes se relaciona en mucho con esta secuencia memoria – olvido, memoria que
olvida, olvido que conmemora, que puede leerse en la carta 52. Hay discontinuidad
precisamente en las sucesivas traducciones que Freud postula. La palabra plena es
aquella que reconoce los efectos de esa discontinuidad, mientras que la palabra vacía
reside más en la ignorancia que soporta la ilusión del signo.
Finalmente, hay en los últimos párrafos de la carta 52 una clínica incipiente
que merece algún comentario.
En esa clínica de la transcripción / traducción encontramos que las neurósis de
transferencia, histeria y neurósis obsesiva, se estructuran a partir de la represión o
denegación de traducción en la infancia. Esto es, en las neurósis el displacer cumple
la función tanto de mover a traducción como de denegar traducción o reprimir, en
distintos momentos de la vida infantil. Hay que subrayar que traducción y represión
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en las neurósis ya operan en la infancia, esto es importante porque marca cierto


tiempo en el que el cifrado inconciente tiene que constituirse.
En cambio, la perversión y la paranoia se vinculan con lo que Freud llama allí
la compulsión. La compulsión es la transcripción de una a otra instancia sin, o casi
sin, alteración del material; lo placentero se transcribe de un modo casi idéntico
porque no entra en juego el displacer y no hay necesidad de inhibir.
En el caso de la perversión hay ausencia de represión. Pero en la paranoia se
plantea una represión, o un intento de represión, en la pubertad. Vale decir un intento
fallido de represión, en primer lugar porque esta sería fuera de tiempo al tratar de
consumarse en la pubertad y estando ausente en la infancia que es el tiempo en el
que reside su eficacia estructurante, como lo evidencia el caso de las neurósis; en
segundo lugar, porque, si bien Freud también usó el concepto de represión en el
análisis de la paranoia de Schreber, trabajo que es 15 años posterior a la carta 52,
luego el uso del concepto de represión en la psicosis fue dejando lugar a la
desestimación y, con Lacan, a la forclusión.
No obstante, de esta clínica queda un reparto un poco elemental pero útil para
conceptualizaciones posteriores: el displacer genera traducción y represión, alteración
de las huellas y cifrado, mientras que el placer empuja más a la compulsión. Tanto
represión como compulsión serán en adelante fundamentales en la clínica
psicoanalítica porque dan cuenta de diferentes resoluciones respecto del principio del
placer; la compulsión adquiere importancia especialmente en los asuntos vinculados
al más allá del placer.-

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