Reporte Ipbc 2024 Final
Reporte Ipbc 2024 Final
Reporte Ipbc 2024 Final
Edición 2024
Reporte del Instituto Promotor del Bien Común/ El auge del populismo y el futu-
ro de la democracia en América Latina.
Primera edición, 2024
Derechos reservados® de los textos, Matthias Nebel, Lorenzo Córdova, María Es-
peranza Casullo, Israel Covarrubias, Fernando Rodriguez, Herminio Sánchez, Juan
Pablo Aranda, María del Rosario Andrade.
D.R.® Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.
Comité Editorial
Dr. Mathias Nebel, Editor
Mtra. Olivia Verónica Ponce Xelhua, Ayudante de edición
This work is licensed under the Creative Commons Attribution - Non Commecial-No Derivatives
4.0 International License. To view a copy of this license, visit http://creativecommons.org/licenses/by-
nc-nd/4.0/ or send a letter to Creative Commons, PO Box 1866, Mountain View, CA 94042, USA.
El auge del populismo
y el futuro de la democracia en América Latina
Comité Científico Instituto Promotor del Bien Común
Dr. Mathias Nebel, Director
Dr. Clemens Sedmak
Dr. Paul Dembinski
Dra. María Luisa Aspe Asmella
Dr. Ignacio Cosidó Gutiérrez
Dr. José Ramón Amor Pan
Reporte del instituto promotor del bien común
Edición 2024
Introducción
*De nacionalidad Suiza, Mathias Nebel es Profesor investigador de tiempo completo de Ética Social
y Pensamiento Social Cristiano en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP:
Mexico). También es director del Instituto Promotor del Bien Común en la misma Universidad. Fue
anteriormente Profesor asociado de Teología moral y Chaire Jean Rodhain al Institut Catholique de
Paris. Entre 2011 y 2016 fungió como director creador de la Fundación Caritas in Veritate en Ginebra.
10 Editorial
P ara terminar esta breve introducción, quisiera exponer aquí tres elemen-
tos que me parecen centrales para hacer frente al auge de los populis-
mos. Son fruto del congreso y recalcan de manera positiva lo que correspon-
de hacer frente al surgimiento de la retórica populista. Estos tres puntos no
pretenden ser más que una reflexión personal que ojalá pueda ser útil a otros.
El primer punto es el reconocimiento duro y completo tanto de las injus-
ticias estructurales que plagan el continente como resentimiento social que
destilan en la población latinoamericana. Toda política tendría que tener,
como fin, la superación de las dimensiones estructurales del subdesarrollo,
lo que en gran parte implica, efectivamente, cuestionar el funcionamiento
social y político normalizado, que permite y legitima las injusticias estruc-
turales. Esto implica aceptar que nuestros sistemas políticos, económicos
y sociales necesitan cambiar de manera profunda, promoviendo y modifi-
cando el marco institucional de nuestros países. Estos cambios son difíciles,
peligrosos, y van a requerir esfuerzos por parte de toda la ciudadanía.
El segundo punto o actitud es la siguiente: mantenerse en la realidad. Re-
saltar los problemas reales que afronta el país o la población. Ser concreto
y proponer soluciones tangibles y eficientes a estos problemas reales, a dife-
rencia de las elucubraciones y ocurrencias populistas. No retomar ni entrar
en la narrativa populista. Denunciarla como un mito, una fabulación, una
forma infantil de solventar los problemas reales del país.
El tercer punto es la necesidad de desarrollar una narrativa de futuro co-
mún, de un futuro compartido que lograremos juntos. Es decir, desarrollar
una narrativa no de lucha, ni de equidad mitológica, sino de un futuro
común como base de la esfera pública. Un país no seguirá existiendo si no
existe un proyecto de nación: un proyecto de largo plazo, un proyecto ela-
borado en común y para todos. Las instituciones democráticas actuales no
fueron pensadas para esta discusión, ni son capaces de implementarla. Son
pensadas como gestores del orden constitucional, ratificando, sin embargo
la legitimidad del conflicto político en cuanto a su implementación. Las
instituciones democráticas actuales no son capaces de elaborar una narrativa
de bien común. Presuponen que esta discusión ya fue resuelta de manera de-
finitiva en las constituciones. Necesitamos renovar la forma de hacer política;
el fin y la forma en que funciona el marco institucional democrático. Me atre-
vo a proponer aquí los elementos que me parecen centrales para tal reforma:
a. Discutir políticamente los comunes que nos han de congregar como
nación a largo plazo.
b. Fomentar la agencia colectiva necesaria para alcanzar este proyecto
(participación, valoración colectiva de los comunes, aceptación de los hábi-
tos colectivos imprescindibles a su existencia).
c. Planificar cuidadosamente cómo estos comunes pueden llegar a ser
Mathias nebel 17
Notas
1 Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical
Democratic Politics. Londres – New York: Verso, 1985; Chantal Mouffe, The Democratic
Paradox. Londres – New York: Verso, 2000; Íñigo Errejón & Chantal Mouffe, Construir
pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia, Icaria Editorial, coll. « Más Madera »,
2015 ; Chantal Mouffe, Pour un populisme de gauche. Paris : Albin Michel, 2018.
2 Nadia Urbinati, Me the People: How Populism Transforms Democracy. Harvard: Harvard
University Press. 2019; Nadia Urbinati, Democracy Disfigured: Opinion, Truth and the
People. Harvard: Harvard University Press, 2014.
3 Maria Esperanza Casullo, ¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir
explicaciones convincentes de un mundo en crisis, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019.
CAPÍTULO UNO
El populismo,
¿tumba de la democracia en Latinoamérica?
María Esperanza Casullo*
Universidad Nacional de Río Negro-CONICET, Argentina
Introducción
E ste joven siglo veintiuno ha sido definido como el siglo del populismo.
Sin dudas, el populismo está en ascenso en todo el mundo: ejemplos
como los de Donald Trump en Estados Unidos, Giorgia Meloni en Italia,
El populismo no viene a
destruir la democracia
desde afuera, sino que
o Recep Tayyip Erdogan en Turquía, muestran que elegir partidos o movi- nace de las propias diná-
mientos encabezados por el tipo de líderes personalistas y antisistema (que, micas generadas por la
hasta hace sólo algunas décadas, muchos imaginaban que era sólo patrimo- vida democrática. Puede
nio de la política latinoamericana) está de moda. ser caracterizado entonces
Frente a este estado de cosas, aparece una pregunta, ¿populismo significa, como un «hijo no desea-
necesariamente, la tumba de la democracia? do» de la democracia, o,
Las ideas presentadas brevemente en estas páginas responden a casi veinte como sostienen algunos,
años de estudio comparado de los populismos latinoamericanos, europeos, y su fantasma o su espectro
estadounidenses. Estos estudios comenzaron con mi tesis doctoral (iniciada que siempre la acompaña.
en el año 2010 y defendida en la Universidad de Georgetown en 2015) y se
continuaron, entre otros, en el libro ¿Por qué funciona el populismo? (2019).
A partir de esto, no caben más posibilidades que responder:
• No necesariamente.
• A veces.
• Bajo ciertas condiciones.
En lo que sigue, buscaremos precisar estas ideas. El punto de vista elegido
es el siguiente: primero, se buscará comprender al populismo como una lógi-
S
pueblo, que debería vivir egún mi análisis comparado de discursos presidenciales, todos los po-
una vida de felicidad y
pulistas «hablan» parecido. No len cuanto a su contenido, sino sobre
abundancia, pero que sin
todo en su forma. Privilegian un tipo de discurso que construye sentido
embargo sufre injusticias
narrativamente: el «mito populista». Un mito es un relato que presenta
y privaciones por culpa de
hechos que se suceden en el tiempo, con un inicio, un medio y un final.
un villano que lo traicionó.
Todas las comunidades humanas se cuentan a sí mismas mitos, que son
un tipo especial de narración que explica un origen común, por qué so-
mos hermanos y no enemigos.
El «mito populista» es una estructura formal, vacía de contenido, que
puede ser llenada con una infinidad de sentidos posibles. En él, se relata
una historia invariable: existe un pueblo que debería vivir una vida de feli-
cidad y abundancia, pero que, sin embargo, sufre injusticias y privaciones
María Esperanza Casullo 31
C uando un populista logra ser elegido para gobernar un país, sus críti-
cos se apresuran a decretar que su paso por el poder será efímero. Es
irracional, dicen; no tiene experiencia de gobierno, su discurso es demasiado
extremo, sus bases electorales poco sólidas. Sin embargo, una y otra vez esos
mismos populistas logran desafiar esas predicciones y durar más en el poder
de lo que todo el mundo (incluso a veces sus propios votantes) esperan.
La duración promedio de las presidencias de los populistas de la última
ola de izquierda (Hugo Chávez, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales,
Rafael Correa y Fernando Lugo) fue de doce años, es decir, completaron
ciclos largos. Los populistas más recientes no han sido tan longevos en el
poder: Jair Bolsonaro tuvo que dejar el poder luego de cuatro años, y Ma-
nuel Zelaya fue derrocado, por ejemplo. Aun así, siguen, o bien teniendo
presencias importantes en la política de su país (Bolsonaro), o bien regre-
sando al poder vía la elección delegada en su esposa (Zelaya).
Los populistas, además, generan cambios en las estructuras políticas y del Ningún sistema de parti-
Estado y muchas veces superan amenazas a su autoridad. No sólo eso, sino dos permanece intocado
luego de la aparición de
que, muchas veces los intentos de derrocamiento directo (o incluso golpes
un populismo y, lo que
de estado) terminan solidificando su relación con las masas, que reaccionan
es más importante aún,
con lealtad a su líder, como sucedió con Hugo Chávez en 2002, con Rafael cuando este deje el poder,
Correa en 2010, y con Evo Morales en 2019. es imposible regresar al
Un último punto, que se sigue de todo lo anterior: los populismos —una estadio anterior.
vez llegados al poder— «resetean» los sistemas de alianzas y la representación
partidaria. Ningún sistema de partidos permanece intocado luego de la apa-
rición de un populismo y, lo que es más importante aún, cuando el mismo
deje el poder, es imposible regresar al estadio anterior. Nuevos partidos, nue-
vas coaliciones y nuevos liderazgos son inevitables (y pueden ser positivos).
32 El populismo, ¿tumba de la democracia en latinoamérica?
El debate democrático:
posibilidades y límites
Israel Covarrubias*
Universidad Autónoma de Querétaro
Democracia y temporalidades
U
La democracia ha prome-
no de los desafíos que las democracias tienen que resolver hoy son las
tido mucho, su nombre en
dislocaciones que producen los tiempos de la política, así como las in-
sí representa una esperan-
terpretaciones que subyacen en ellas, tanto de parte de la ciudadanía como de
za, pero a menudo no con-
las propias élites. En ocasiones, los tiempos de la democracia aparecen como
experiencias que irrumpen de manera inmediata en el espacio político, esto sigue honrar sus promesas.
es, se nos presentan a la experiencia sin mediaciones. Algunos ejemplos son las
protestas sociales, los «plantones», el cierre de avenidas principales, las huelgas
de hambre, pero también las tendencias virales que modelan a la opinión pú-
blica a través de las redes sociales, etcétera. En otros momentos, los tiempos
van lento, casi imperceptibles, hasta que aparece un disparador que empuja
a la superficie un conjunto de acciones que, dadas las condiciones de su apa-
rición, se vuelven incluso esperables por los medios que utilizan, no por los
fines que persiguen y que pretenden alcanzar. Aquí, hablamos de fenómenos
políticos de largo aliento como revoluciones, guerras civiles, o cambios de
régimen político, que no son fenómenos que ocurran de un día para el otro:
evolucionan a un ritmo pausado.
En este sentido, para discutir el populismo y el futuro de la democracia,
es importante considerar el tiempo, ya que los vaivenes que hemos vivido
en los últimos años podrían ser comprendidos si pensamos, siguiendo una
sugerencia de Pierre Rosanvallon, que los «tiempos de la democracia apare-
cen […] demasiado inmediatos para una preocupación de largo plazo, [pero]
demasiado lentos para la gestión de lo urgente».1 Así, entre el largo plazo y la
urgencia, se entrecruza lo que sí y lo que no es razonablemente esperable en la
* Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia, Italia. Profesor de Teoría Política en la
Universidad Autónoma de Querétaro. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel II).
Autor de La fascinación del populismo. Razones y sinrazones de una forma política actual (Debate, 2023).
Email: israel.covarrubias@uaq.mx
36 El debate democrático: posibilidades y límites
Notas
1 Pierre Rosanvallon, La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza, Buenos
Aires, Manantial, 2007, p. 55.
2 Chantal Delsol, Populismos. Una defensa de lo indefendible, Ciudad de México, Ariel,
2016, p. 42.
3 Hartmut Rosa, Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la
modernidad tardía, Madrid, Katz Editores, 2016, p. 21.
4 Ibid, p. 24.
5 Cf. François Hartog, Regímenes de historicidad, México, UIA, 2007.
6 Rosa, op. cit., p. 25.
7 Ibid, p. 26.
8 Ibid, pp. 30-31.
9 Alessandro Pizzorno, Su alcune trasformazioni della democrazia occidentale, Seminar
paper, Florencia, European University Institute, 2003.
10 Sobre la politización negativa, vid. Rosanvallon, La contrademocracia, op. cit., p. 183.
11 Éric Fassin, Populismo de izquierdas y neoliberalismo, Barcelona, Herder, 2018, pp. 36-37.
CAPÍTULO CUATRO
Definiciones de la democracia
Una democracia no se
reduce a la elección de los
gobernantes, sino a un
A l hablar de democracia nos encontramos con uno de los términos más
utilizados, no solamente en la filosofía y la ciencia política, sino también
en la política cotidiana. La palabra «democracia» tiene una carga emotiva posi-
conjunto de condiciones tiva, por lo que prácticamente cualquier político, partido o régimen, asegura ser
institucionales que deben democrático, aun cuando las evidencias muestren abiertamente lo contrario.1
existir para garantizar Por lo tanto, vale la pena fijar unos elementos mínimos para entender de
derechos y libertades. qué hablamos cuando hablamos de democracia. En su definición mínima de
democracia, el teórico italiano Norberto Bobbio se refiere a dos elementos
indispensables: 1) un conjunto de reglas que establecen quién está autorizado
para tomar las decisiones colectivas, y bajo qué procedimientos; y 2) que aque-
llos que están llamados a decidir, o a elegir a quienes deberán decidir, se plan-
teen alternativas reales y están en condiciones de seleccionar entre una u otra.2
Robert Dahl, por su parte, considera como democrático a aquel gobier-
no que se caracteriza por su aptitud para responder a las preferencias de sus
ciudadanos, y para ello, es indispensable que ellos puedan: 1) formular sus
preferencias; 2) manifestar públicamente dichas preferencias; 3) recibir, por
parte del gobierno, igualdad de trato. Para que se puedan cumplir estas tres
condiciones, se requieren múltiples garantías institucionales, como la diver-
sidad de fuentes de información, elecciones libres e imparciales, o libertades
como las de asociación, expresión y voto.3
Por lo tanto, retomando las definiciones de Bobbio y Dahl, así como apor-
taciones del liberalismo, el republicanismo y el constitucionalismo, podemos
afirmar que una democracia no se reduce a la elección de los gobernantes, Estos autores proponen
sino a un conjunto de condiciones institucionales que deben existir para deconstruir el concepto de
garantizar derechos y libertades. Entre ellas, podríamos incluir la existen- lucha de clases para incor-
cia de un Estado de Derecho, el reconocimiento del pluralismo político y porar a más grupos que
la división de poderes. consideran históricamente
Ahora bien, todo régimen democrático debe tener muy presente que hay excluidos, dislocados y dis-
materias que, por su propia naturaleza, no pueden ser decididas a partir del persos por la desigualdad
principio de mayoría. Joseph Ratzinger las denominaba «los fundamentos ocasionada por el proce-
so modernizador y que
prepolíticos de la democracia», porque no pueden estar sometidos a la de-
buscan su emancipación,
cisión de las mayorías, y porque sustentan a las instituciones y los meca-
así como las nuevas luchas
nismos democráticos. Entre estas verdades prepolíticas están las cuestiones políticas que se han pre-
fundamentales en las que se pone en juego la dignidad de la persona, como sentado en las sociedades
es el caso de los derechos humanos.4 postindustriales.
Por eso, en una democracia se salvaguardan también los derechos de las mi-
norías, que no pueden ser decididos por lo que dicten las mayorías. A partir
de la defensa de las minorías y de grupos considerados como potencialmente
vulnerables, ha surgido, en las últimas décadas, una tendencia filosófica y
política a la que vale la pena referirse, la llamada «política de la identidad».5
Democracia e identidades minoritarias: ¿radicalizar la democracia?
buscan su emancipación, así como las nuevas luchas políticas que se han
La política de la identi- presentado en las sociedades postindustriales. Estos nuevos antagonismos
dad fragmenta a la pobla- son, entre otros, el feminismo, el racismo, el indigenismo, la diversidad
ción en compartimentos sexual o el ecologismo, y la articulación de esas luchas conduce a una
estancos y la segmenta en redefinición del proyecto socialista en términos de lo que ellos llaman «la
identidades cerradas que radicalización de la democracia».6
no suelen dialogar entre Para la nueva izquierda posmoderna ya no hay una gran causa socialista,
ellas, esto conduce tam- sino diferentes causas autónomas debidamente articuladas, en donde pre-
bién actitudes dogmáticas
dominan las identitarias. Esta articulación de causas conducirá, a la izquier-
y da origen a la correc-
da, a la hegemonía, en el sentido de que estas causas terminarán siendo
ción política como nueva
forma de ortodoxia. aceptadas por todos –también por la derecha—, en tanto que culturalmen-
te serán vistas como correctas. Así, todo aquel que discrepe de esta aproxi-
mación será tachado inmediatamente de «discriminador» y potencialmente
será sometido a la «cancelación».
Criticas liberales a las políticas identitarias en democracia
E sta visión no ha estado exenta de críticas. Desde las fronteras del li-
beralismo, el escritor español Ricardo Dudda asegura que la política
de la identidad fragmenta a la población en compartimentos estancos, y la
segmenta en identidades cerradas que no suelen dialogar entre ellas, y que,
si bien es cierto que detrás de esas demandas hay un «interés legítimo por
reducir la crueldad contra las minorías», lo preocupante es que «estas rei-
vindicaciones a menudo se convierten en un mandato moral irrenunciable»
que desemboca en una cultura del victimismo, en donde «ser víctima está
bien reconocido», porque es una manera de pedir una reparación. Y esto con-
duce también actitudes dogmáticas, y da origen a la corrección política como
nueva forma de ortodoxia que se vuelve incuestionable e, incluso, asfixiante.7
La historiadora y política española, Cayetana Álvarez de Toledo, por su
parte, asegura que las políticas identitarias atentan contra la idea de ciuda-
danía, sobre la cual están construidas las democracias modernas, al conside-
rar que solamente el miembro de un educativo identitario puede represen-
tar —políticamente— a quienes, al parecer, forman un todo homogéneo
al interior de esa identidad, sean indígenas, migrantes, mujeres, personas
de la tercera edad, jóvenes, o miembros de la diversidad sexual. Frente a la
«implosión identitaria», Álvarez de Toledo sostiene que los derechos son in-
dividuales, y no colectivos ni territoriales; y no duda en afirmar que la batalla
ideológica de nuestro tiempo es la que se da, de igual manera entre la libertad
y el colectivismo, la igualdad y la identidad, la razón o la reacción.8
Para Helen Pluckrose, pensadora liberal también, el posmodernismo y
sus políticas de identidad «amenazan con llevarnos de vuelta a una cultura
irracional, tribal y premoderna», por lo que está en juego la consistencia, la
razón, la igualdad y la justicia frente a la inconsistencia, el irracionalismo,
las certidumbres fanáticas y el autoritarismo sectarios.9
Fernando Rodríguez Doval 45
Hay que añadir que, en no pocas ocasiones, esta corrección política ha aten-
tado claramente contra la libertad de expresión, al pretender establecer un
conjunto de verdades oficiales de las que nadie puede disentir. Esto ha gene-
rado preocupación en escritores y profesores de todo el mundo. Muy notable
al respecto fue el manifiesto que hace tres años publicaron ciento cincuenta
intelectuales, la mayor parte de ellos identificados con posiciones de izquier-
da, en la revista Harper’s, en Estados Unidos. En él se quejan de que el libre
intercambio de información e ideas se está volviendo cada vez más restringi-
do, por culpa de una censura que se ha convertido en intolerancia hacia los
puntos de vista opuestos, o que se salgan de un cierto consenso ideológico.10
Una democracia requiere deliberación y debate entre posturas antagónicas e,
incluso, contradictorias. Una democracia pierde calidad cuando hay temas pro-
hibidos o dogmas que no puedan cuestionarse de forma racional y civilizada.
Decía George Orwell que si algo significa la libertad de expresión es, pre-
cisamente, el decir lo que los demás no quieren escuchar.11 Una sociedad en
donde todos piensen igual, en donde no quepa el disenso, en donde —con
el pretexto de proteger a determinados grupos o minorías— se censuren
contenidos enteros, es una sociedad totalitaria.
Integrar grupos vulnerables sin caer en una política identitaria:
la propuesta del humanismo cristiano
Esta visión del papa Francisco está en plena sintonía con la de Juan Pablo
II, quien insistía en la construcción de comunidades que, con fundamento
en el amor y a través de la participación, superen las diferencias en el origen
y en la relación entre las personas.
En Centesimus Annus, Juan Pablo II introduce el concepto de «subjeti-
vidad social», el cual se refiere a las múltiples relaciones que cada persona
establece debido a su socialidad, y que no se agotan en el Estado, sino que
se realizan en diversos grupos intermedios que, al provenir de la misma
naturaleza humana, tienen su propia autonomía.14 De esta forma, podrá
integrarse, progresivamente, un sistema de bienes comunes para que crezca
la humanidad en la convivencia social. El reto, entonces, consistirá en crear
dinámicas de bien común que integren la pluralidad de bienes comunes en
un sistema que sea, a la vez, eficiente, justo, estable, libre y humano.15
Así, vemos que, frente al riesgo para la democracia que puede suponer
una visión revanchista y canceladora de quienes dicen defender —desde
visiones identitarias— los derechos de las minorías, el humanismo cristiano
contemporáneo propone la cultura del encuentro, introduce el concepto de
subjetividad social para entender las comunidades en las que se desarrolla la
persona, y retoma la noción de «bien común».
Conclusión: el paralelismo entre políticas identitarias y populismos
La universidad y la formación
de una cultura política democrática
Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo*
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
Introducción
« La democracia no es simplemente una píldora que nos den por las maña-
nas para estar curados por las tardes. No puede ser impuesta a ningún pue-
blo desde afuera. La democracia es una cultura que en una sociedad necesita
crecer desde abajo, y que debe fomentarse desde arriba». Estas palabras, del
escritor marroquí Tahar Ben Jelloun (1944), ilustran la imperiosa necesidad
de comprender que nadie nace siendo un demócrata, por lo que debemos
aprender la democracia y educar para la misma. La educación cívico-política
es un elemento imprescindible de una cultura política democrática.
Podemos definir a la cultura política como el patrón de distribución de
todas las orientaciones de una población hacia el sistema político, entendido
como la suma de todas las instituciones políticas. Dicha orientación política
incluye opiniones, actitudes, afectos y valores, pero también considera cam-
pos que —inicialmente— parecen no propios de lo político, tales como las
actitudes hacia el trabajo y el ocio, ideas religiosas, estilos y objetivos educati-
vos, etcétera. (Greiffenhagen, 2021). El término «cultura política» se utiliza en
el mundo académico como un concepto libre de valores, al contrario del uso
coloquial, que suele considerarlo como sinónimo de un «buen» estilo político.
Para entender este concepto de cultura política, es, por lo tanto, menester
partir de un concepto amplio de cultura, más allá de nuestra relación con las
bellas artes o con las humanidades, para adentrarnos en los difíciles terrenos
de la convivencia humana, de las interrelaciones y costumbres sociales y polí-
ticas, y de los complejos mecanismos de la toma de decisiones. ¿Cómo vemos
a la política?, ¿qué valores nos guían en el desempeño de las actividades políti-
*Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Heidelberg (Alemania). Profesor investigador en
la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
(UPAEP); correo electrónico: herminio.sanchezdelabarquera@upaep.mx. Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores (SNI). Clave ORCID: 0000-0002-9766-3403.
50 La universidad y la formación de una cultura política democrática
Los valores para la acción cas?, ¿qué actitudes guardamos frente a la política?, ¿cómo nos comportamos
política es, por ejem- cuando actuamos en escenarios públicos y políticos?, ¿qué tanto nos interesa
plo: amor por la liber- informarnos de los acontecimientos políticos?, etcétera. Entonces, según esta
tad, la justicia y la paz, definición, todas las personas tienen una cierta cultura política. Pero la dife-
compasión, confianza, rencia estriba en que esta cultura puede ser tendiente a fortalecer los valores
constancia, cooperación, de la democracia o puede, por el contrario, ser opuesta o indiferente a ellos.
disposición al diálogo,
En esta formación y conformación de la cultura política proclive a la
generosidad, honesti-
democracia juega un papel esencial la educación recibida en casa, en la
dad, optimismo, orden,
paciencia, prudencia, familia, fundamentalmente; pero también en otros grupos de la sociedad,
respeto, responsabilidad, como las iglesias y asociaciones intermedias de distintos tipos. El mecanis-
sinceridad, transparencia, mo para educarnos en la política se llama «formación política» o «forma-
tolerancia y urbanidad ción cívico-política», y forma parte indispensable de una cultura política
más bien común. democrática. Es necesario hacer hincapié en que la conciencia política de
una población, y las instituciones de un sistema político no necesariamente
están siempre en armonía, sino que pueden contraponerse.
La democracia y sus valores
Otra parte de la respuesta está en las actitudes que los docentes y los en-
cargados de la gestión demuestren frente a la comunidad universitaria en su
trabajo diario: en un país en el que muchos políticos no se muestran gene-
ralmente muy dados a argumentar, sino que buscan descalificar, ofender y
La universidad debe ser,
hacer a un lado a quien piensa distinto, la universidad debe ser el sitio don-
entones, un refugio de
de la cultura del argumento y de la discusión abierta, honesta, informada
civilidad, de discusión
informada, de aceptación y transparente, se privilegie, se fomente y se viva. La universidad debe ser,
de la pluralidad y reconoci- entones, un refugio de civilidad, de discusión informada, de aceptación de
miento de la diversidad. la pluralidad y reconocimiento de la diversidad.
Conclusiones
Notas
Greiffenhagen, Sylvia. 2021. «Politische Kultur», en: Andersen, Uwe / Wichard Woyke
(editores) 2021. Handwörterbuch des politischen Systems der Bundesrepublik Deutschland.
8ª edición actualizada. Heidelberg: Springer Verlag.
INEGI. 2020. Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2020. Disponible en:
https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/encuci/2020/doc/ENCUCI_2020_
Presentacion_Ejecutiva.pdf
Milenio. 2023. «Inegi (sic.) se posiciona en tercer lugar como institución con mayor
confianza», en: diario Milenio, lunes 11 de diciembre de 2023. Disponible en: https://
www.milenio.com/politica/inegi-tercera-institucion-con-mayor-confianza
Wurthmann, Lucas Constantin. 2021. «Werte und Wertewandel», en: Andersen, Uwe /
Wichard Woyke (editores) 2021. Handwörterbuch des politischen Systems der Bundesrepublik
Deutschland. 8ª edición actualizada. Heidelberg: Springer Verlag.
CAPÍTULO SEIS
Resentimiento, democracia y populismo
57
lógica de «nosotros contra ellos», donde los primeros son entendidos como
ciudadanos morales, patrióticos y comprometidos con el destino nacional,
mientras que los otros son reducidos al nivel de enfermedad, de elemento
exógeno que debe ser contenido, y cuyo poder debe ser contrarrestado. Un
segundo elemento que caracteriza al populismo es la necesidad de que la
energía política converja en la figura de un líder carismático que actúa, de
acuerdo con el propio Laclau, como el punto visible que da cohesión al
«significante vacío» que surge de la conjugación de demandas populares.
Contra la ingenuidad de Laclau, Urbinati reconoce, en el liderazgo caris-
mático, la amenaza perenne del autoritarismo. Lejos, pues, de representar
una crítica a una democracia descarrilada, a través del populismo se hace
visible la enfermedad democrática.
III
El bien común:
¿a qué se parecería un país para todos?
María del Rosario Andrade Gabiño*
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
D entro del Congreso del Instituto Promotor del Bien Común 2023, ti-
tulado El auge del populismo y el futuro de la democracia en América La-
tina, se buscó tener un momento de reflexión ante las diversas problemáticas
aquello que es valorado
por la sociedad y que
además genera beneficio
que representa el populismo para las democracias, y sobre la construcción de social.
un país para todos, por medio del bien común.
Para poder reflexionar alrededor de la interrogante ¿a qué se parecería un país
para todos? partiendo desde el bien común, es fundamental acudir, primero,
a las bases teóricas desarrolladas por Clemens Sedmak, Mathias Nebel, Jorge
Medina y Oscar Garza-Vázquez, para la construcción de un enfoque que ha
permitido identificar los elementos necesarios para la construcción y genera-
ción de dinámicas de bien común.
En el libro titulado Generar un porvenir compartido, se desarrollan las primeras
bases para sustentar que el bien común es todo aquello que es valorado por la
sociedad y que, además, genera beneficio social; pero para poder realmente in-
cluir la característica de «común», debe presentar elementos que conlleven a una
interacción entre las personas, es decir que la generación de bien común sólo es
posible a través de la colaboración humana (Nebel, 2020). En la obra A common
good approach to development, los autores, partiendo de la propuesta de Elinor
Ostrom sobre los bienes comunes, reafirman las bases teóricas sobre el alcance
del concepto del bien común, siempre ligado a las acciones que crean comunidad
por medio de prácticas comunes (Nebel, Garza-Vázquez, & Sedmak, 2022).
Notas
Arellano, M. 2021. Nadia Urbinati (2020). Yo, el pueblo. Cómo el populismo transforma a
la democracia. México, INE/Grano de Sal. Estudios Políticos, (54).
Casullo, E. 2019. ¿Por qué funciona el populismo? Buenos Aires: Siglo XXI
Covarrubias, I. 2023. La fascinación del populismo. Razones y sinrazones de una forma
política actual. México: Debate.
Nebel, M. (Ed.) 2020. Generar un porvenir compartido. Cómo crear dinámicas de bien
común en México. México: Tirant Humanidades.
Nebel, M., Garza-Vázquez, O., & Sedmak, C. (Eds.) 2022. A common good approach
to development. Collective dynamics of development processes. Cambridge: Open Book
Publisher.
Urbinati, N. 2020. Yo, el pueblo. Cómo el populismo transforma a la democracia.
México: INE-Grano de Sal
La presente obra analiza el auge de los populismos
en América Latina y sus impactos en las democracias.
Desde el comienzo del siglo xxi, a nivel global se com-
prueba el preocupante regreso de los gobiernos auto-
cráticos, en nombre de una mal llamada «democracia
popular». Sin embargo, en América Latina, este fenó-
meno se nutre y se matiza con elementos específicos:
marcos institucionales frágiles o ineficientes, corrup-
ción sistémica, altos índices de marginación y pobreza,
impunidad y deficiencia del estado de derecho. Este
reporte argumenta que los populismos no abonan a la
democracia sino todo lo contrario: promueven la rápi-
da deconstrucción de su marco institucional, la polari-
zación social y la ineficiencia gubernamental.
Este reporte del IPBC presenta, por medio de textos
imprescindibles, un análisis de los riesgos y consecuen-
cias del populismo, y los debates en torno del estado
de las democracias actuales y sus marcos institucio-
nales. El auge del populismo y el futuro de la democracia
en América Latina invita a repensar la urgencia de la
democracia, y su inminente necesidad de compromiso
con el bien común.