Force Greece (TM) - Angeología 01

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ANGEOLOGÍA

El deseo de romper los lazos que lo tienen clavado a tierra no


es el resultado de la presión cósmica o de la precariedad
económica, sino que es constitutivo del hombre, es el
paradójico deseo de lo más que humano que humaniza al
hombre. Este sueño, este deseo tantas veces soñado de
liberarse de sus límites, sentidos como decadencia, y de
expandirse, de dar alas a su espontaneidad y su libertad, deseo
expresado y cifrado en los símbolos del vuelo del pájaro y el
ángel, debe ser situado entre los rasgos específicos del
hombre. En verdad, más que un dato que lo constituya, es un
sueño que lo transforma.

Lo que hace que un ángel sea ángel para adentrarnos en el


más privilegiado símbolo de ese vuelo mágico o de ese sueño
místico y no humano, no es su cuerpo son sus alas, pero alas en un cuerpo humano; podría ser el
nuestro. Eso es lo que atrae eso es lo fascinante. El ángel es su fusión, es la metáfora de nuestro
anhelo. Metáfora de un cuerpo que, sin dejar de serlo, deviene espíritu, vence la gravedad, no solo
de la Tierra, también de la condición humana, su pesantez, su carga.

Desde que el hombre tiene memoria, tiene cultura, los ángeles, están en ella. Del milenario
repertorio de imágenes míticas y religiosas, independiente de su realidad o ficción, quizás ninguna
como la del ángel sea tan amigable para el hombre. Desde niño el ángel de la guarda es nuestra
dulce compañía. Ya adultos, el hombre y la humanidad, tienden a olvidar a esos seres alados o,
más que olvidarlo a relegarlo entre los decorados de la religión, o más aun, a relegarlo a un
ornamente puramente decorativo. Pero etéreo o pétreo, el ángel sigue allí, cercano. Tan cercano
como el niño olvidado en cada uno. Tan cercano como esa presencia, o esa apertura a toda
presencia, tan improbable como innegable que solemos llamar alma.

Desde el horizonte de la tradición judeo cristiana que la mayoría hemos heredado, los ángeles,
más que parte de la revelación explicita, son parte de la constatación de la realidad que la fe busca
iluminar. Los ángeles simplemente ya estaban allí, eran parte integrante de la totalidad de la
creación, la espiritual y la material, tanto del mundo religioso como cosmogónico de entonces, de
su realidad y de su imaginaria. Una vez apropiados de las religiones de los pueblos vecinos de
Canaán, el judaísmo los asimila y pone bajo la égida de Yahvé, el único Dios. El Dios creador y, por
lo tanto, Dios de todo lo creado. El nuevo testamento, el cristianismo, recibe con cierta sobriedad
las ideas del judaísmo sobre los ángeles. Como expresión de la irrupción del Reino de Dios en la
Tierra, los ángeles acompañan a Jesús en escenas como Las tentaciones en el desierto, Getsemaní,
y la Resurrección. Pero es sin dudas en la escena de la Anunciación y el Nacimiento de Jesús,
donde los ángeles como el ángel Gabriel, en su mensaje a la Virgen María, como el coro que
entona el Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres aparecen en su función más
específica y tradicional, como mensajeros de Dios. Un mensaje que, como toda palabra sagrada,
contiene y entrega lo que anuncia. Ángeles, signos de lo invisible pero cercano nos rozan con sus
alas, los ángeles aparecen no tan cercanos a nosotros como acercándonos la lejanía; como
mensajeros. Mensajeros y por lo mismo, mediadores entre el origen y lo originado, entre el azul
del cielo, lo espiritual abierto y la opacidad de la tierra, la oscuridad de lo arcaico, lo inconsciente,
lo cerrado, por eso en algunas iconografías se lo ve subiendo y bajando una escalera, ascienden y
descienden, traen y llevan mensajes. Flujo y reflujo desde lo invisible hacia lo invisible, de lo
espiritual a lo material.
ANGELES AL ALCANCE DE TODOS
La sociedad altamente tecnificada en la que vivimos necesita volver a creer en los milagros,
necesita recordar que cada hombre lleva incorporada en sí mismo la divinidad, que cada ser
humano es un Dios en potencia, tal y como lo dijo Jesucristo. Porque esta divinidad, aunque
ignorada por muchos y relegada a un segundo plano a la sombra de la personalidad material,
existe y vive en nosotros. Vive a la espera de que entremos en comunicación con ella y de que
seamos capaces de reconocer su existencia. Como lo demuestra el creciente interés que el tema
angélico está suscitando en todo Occidente, estos seres de luz están viviendo un renovado
esplendor, están preparando su glorioso y brillante retorno a la conciencia humana y no está muy
lejana la época en que serán vistos por los hombres y sometidos a investigaciones científicas.

Hasta hace bien poco, la visión más común que se tenía del ángel era la de un ser alado y etéreo
cuya principal tarea consiste en tocar el arpa o la lira, una entidad acaso fruto de la imaginación
creadora de algún pintor barroco. En determinados círculos, su mención provoca una reacción de
rechazo, cuando no de burla, por cuanto se le asocia con la religión. La mayoría de místicos y
religiosos admiten la existencia de los ángeles como un dogma de fe, simplemente porque las
Sagradas Escrituras los mencionan, muchos sólo son capaces de imaginar ángeles en el interior de
las iglesias o de lugares de culto espiritual. Cuando se les pregunta sobre el particular desde algún
medio de comunicación, a menudo contestan que es mejor dejar a los ángeles donde estaban, es
decir en los libros sagrados y en los retablos y ocuparse de otros asuntos más concretos.

Algunos miembros de la Iglesia incluso han llegado a afirmar que se trata de una de las muchas
modas efímeras que nos impone la colonización cultural norteamericana...

Últimamente, han proliferado -sobre todo en estados Unidos los escritos de corte puramente
anecdótico, que, si bien ofrecen cierto interés a nivel informativo, no atraen demasiado la
atención del investigador serio, ya que apelan más a la fe que a la razón. Por todo ello, era
necesario ahondar en el tema, escarbar en sus raíces más profundas y restituir a los ángeles su
verdadera dimensión de constructores invisibles del cosmos y de tutores del ser humano. Éste es
al menos uno de los propósitos de este material.

Hablábamos al principio de entrar en comunicación con la parte divina de nuestra personalidad,


con nuestro "Dios interno". Hasta ahora, los jerarcas religiosos han afirmado, contraviniendo la
doctrina crítica, que esto sólo era posible con la intermediación de un ministro de la Iglesia. En
efecto, el concepto más revolucionario de esta doctrina, tan poco comprendida y peor aún
aplicada, fue precisamente el que emancipa al hombre de la necesidad de contar con un
intermediario para entablar relación con la divinidad. Jesucristo vino a decirnos que ésta se
encuentra alojada en cada ser humano, sea cual sea su condición. Nos alejamos aquí,
naturalmente, de la idea de un Dios antropomorfo con barba y aspecto de venerable patriarca.
Creer en Dios porque así nos lo han inculcado no significa nada en tanto no experimentamos la
realidad divina en nuestro fuero interno.
ANGELES DEL ABISMO – LAS ESFERAS
QLIFOTICAS
Según la tradición esotérica, en el abismo mora una categoría de seres conocidos con el nombre
genérico de luciferinos, los cuales se encargan de recoger las energías derramadas, de
administrarlas, formando con ellas unas fuerzas que en la jerga esotérica reciben el nombre de
dragones, perros, culebras u otros animales míticos. Los luciferinos son de alguna manera, los
"banqueros" del abismo. Ellos pertenecen a la generación de los ángeles, pero en una etapa de su
evolución se vieron desconectados de su oleada de vida y sufrieron una degradación. No
insistiremos sobre su problemática, ya que ha sido tratada en el libro antes mencionado. Estos
seres actúan a modo de barrenderos cósmicos ocupándose de recoger en primer lugar las energías
no utilizadas, y en segundo lugar las que proceden de edificaciones y realizaciones humanas que
se han hundido por no respetar las leyes cósmicas. Estas realizaciones han dejado al descubierto
unas energías creadoras que destruirían el mundo si se les permitiera circular libremente, sin el
envoltorio material que las neutraliza.

Ésta es precisamente la función principal de este banco de desperdicios también llamado abismo,
infierno, esfera qlifótica, o agujero negro en términos científicos, se trata de zonas marginales
donde estas energías no pueden perturbar. Allí, los luciferinos recogen las 72 clases de esencias
degradadas y constituyen con ellas 72 personalidades que llevan el mismo nombre que los genios
de los cuales proceden, son los llamados genios contrarios o genios del abismo.

Estos genios del abismo se nutren del alimento cósmico, y posteriormente nos inyectan de nuevo
las energías desperdiciadas para que las reutilicemos en nuestros trabajos humanos. Porque cada
ser humano tiene, realmente como si de un banco se tratara, una cuenta abierta en este abismo, y
a cada uno le debe ser restituida la cantidad exacta de energía que ha desperdiciado. Pero esta
vez, ya no nos dejan escoger, ya no nos dicen las cosas por las buenas, y entonces nos ocurre lo
que al niño pequeño que se ha negado a atender las lecciones de sus progenitores: recibe una
lección en forma de cachete, castigo o reprimenda.

Estas energías procedentes de las fuentes subterráneas ya entran al revés, por los pies en lugar de
por la cabeza, penetran por Malkuth en vez de por Kether, por ello se manifiestan a través de las
anécdotas materiales. Los programas son también inversos: allí donde los genios de arriba habían
puesto amor, los de abajo ponen odio, donde unos habían depositado comprensión, los otros
ponen intolerancia, etc. Es el sistema "al revés te lo digo para que me entiendas". La otra
particularidad de estas energías degradadas es que en ellas ya no existe el principio de libertad
sino el de obligatoriedad, nos vemos obligados por las circunstancias a convertir en actos los
impulsos que, al ser rechazados desde arriba, nos vienen por abajo y ello da lugar a un mundo que
se organiza al revés de cómo debería ser.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que las fuerzas de abajo o luciferinos no pueden
permanecer en nosotros de forma estable, no existen en el ser humano moradas para ellos, por
ello suelen descargar sus impulsos de forma rápida. Sólo pueden permanecer en nuestros espacios
interiores cuando existe en nosotros una voluntad permanentemente renovada de mantenerlos.
Lo cual es muy peligroso porque puede llevar a la destrucción de nuestro vehículo, o a la parálisis,
como se verá en el texto.

Al principio de la Creación, el hombre consumía muy pocas energías procedentes de la fuente


celestial, porque no estaba preparado para asimilarlas, y caían al abismo abundantes fuerzas
creadoras, que nos eran restituidas desde allí. Y ello ha dado lugar al mundo al revés en el que
vivimos, hasta tal punto que en cuanto aparece un individuo que actúa de acuerdo con la dinámica
cósmica, es visto como un enemigo de la sociedad y es neutralizado como si fuera un criminal. Es
lo que le pasó a Jesucristo y está sucediendo con todos los hombres que, de algún modo, se
comportan como él. Actualmente, seguimos utilizando, de forma preferente, las fuerzas que nos
vienen de abajo, como prueba de ello, no tenemos más que repasar los programas de los genios
del abismo y mirar la crónica de sucesos.

El trabajo del hombre nuevo, el que ha de protagonizar el Tercer Milenio, consiste en establecer el
orden cósmico en la tierra, de manera que todo funcione aquí abajo como funciona en el cielo. La
clave para lograrlo pasa por la utilización de las esencias depositadas en nuestras moradas
filosofales para la edificación de nuestra vida. De esta manera, cesará el continuo derrame de
energías del abismo y no nos veremos en la obligación de hacer las cosas al revés.

La dinámica de los genios, tal como queda explicada, aclara al mismo tiempo el problema del mal.
Algunos filósofos han creído ver en la divinidad un lado bueno y otro malo. Otros imaginan que
Dios somete al hombre a tentaciones, que lo tortura, lo abrasa en un incendio, o lo hace enfermar,
tan sólo para comprobar su grado de fidelidad. A través del estudio del programa de los genios,
comprobamos que no es así y que todo el mal procede de nuestra ignorancia, de nuestra
incapacidad para interiorizar las energías creadoras y convertirlas en actos concretos. Desperdiciar
las energías divinas es lo que genera el mal, un mal episódico, circunstancial y que se irá
eliminando a medida que el hombre evolucione. El mal acumulado nos sigue de encarnación en
encarnación y por ello aparecen en el mundo seres deformes o enfrentados con destinos adversos.
Cuando en una vida plantamos las semillas del mal o, mejor dicho, del error, en la siguiente estas
semillas arraigan en nuestro interior y ya nada funcionará como es debido mientras no las
extirpemos. El antídoto del dolor o de las dificultades es siempre un cambio de dinámica en
nuestro comportamiento. En ese sentido, es importante recalcar que la forma de anular los
efectos del mensaje negativo de cada genio consiste en trabajar la parte positiva, y meditar sobre
ello permite esclarecer no pocos dilemas filosóficos.

Por ejemplo, vemos al analizar el genio número 1 que la cólera, o sea la violencia es el resultado
de una inhibición de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de crear cosas nuevas. Ello nos lleva a
pensar que, para luchar contra la violencia juvenil, pongamos por caso, conviene fomentar la
creatividad de los jóvenes, facilitándoles los útiles y condiciones necesarios para ello.

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