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CIV 75332/2008/CS1

B., M. y otros c/ Editorial La Página S.A.


y otro s/ daños y perjuicios.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Buenos Aires, 29 de octubre de 2024

Vistos los autos: “B., M. y otros c/ Editorial La Página S.A. y otro s/


daños y perjuicios”.
Considerando:
Que esta Corte comparte los fundamentos del dictamen del señor
Procurador Fiscal, a cuyos términos corresponde remitir en razón de brevedad.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario, se revoca la
sentencia apelada y se rechaza la demanda ( art. 16, segundo párrafo, ley 48).
Costas por su orden atento a la naturaleza de la cuestión debatida. Notifíquese y
devuélvase.

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VOTO DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE DOCTOR DON CARLOS
FERNANDO ROSENKRANTZ Y DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON
RICARDO LUIS LORENZETTI
Considerando que:
1°) Que O. B. y M. B. (ex subsecretaria de la Secretaría de
Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable de la Presidencia de la Nación), por
derecho propio y en representación de sus hijas —entonces menores de edad—
L. B. B. y C. B., promovieron demanda contra Editorial La Página Sociedad
Anónima y Fernando Socolowicz con el objeto de que se les indemnizaran los
daños y perjuicios que dicen haber sufrido como consecuencia de la publicación
en el diario “Página 12” de diez artículos periodísticos entre los días 17 de abril
de 2000 y 9 de noviembre de 2001, que luego fueron mantenidos en su página
de internet.
Todas las publicaciones periodísticas estaban relacionadas con la
investigación sobre la presunta existencia de una banda dedicada a la sustracción
de bebés con la intervención de funcionarios públicos, suscitada a raíz de la
presunta apropiación en 1997 de la niña R. C., hija de C. E. O. y H. C.
2°) Que la Sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil, al modificar parcialmente la sentencia del juez de grado, rechazó la
demanda con relación a O. B. y la admitió por haberse lesionado el derecho al
honor de M. B., así como el derecho a la intimidad de las niñas L. B. B. y C. B.
(fs. 2444/2474).
Para así decidir, tras destacar el interés público que rodeaba a las
noticias referidas a una investigación sobre el presunto tráfico de bebés en las

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que estaban involucradas funcionarias públicas, la cámara consideró aplicable el


estándar “Campillay” (Fallos: 308:789) para evaluar la responsabilidad de los
demandados respecto del daño al honor de O. B. y M. B.
Tras describir el contenido de los artículos en cuestión, el a quo
entendió que, si bien el tratamiento de las primeras notas periodísticas había sido
correcto, el medio había ido “abandonando el carácter neutral y objetivo para
tender un manto de sospecha” sobre M. B.
A tal fin, valoró que, a pesar de que hubo un resultado de un
examen de ADN que descartó el nexo biológico entre la hija de los coactores
—C. B.— y la familia de la niña denunciada como apropiada, la demandada
había continuado publicando que existían dudas sobre la identidad de la niña que
había sido llevada a realizar la extracción de sangre, sobre la posibilidad de que
C. B. fuera en realidad R. C. —y, consecuentemente, que hubiera sido
sustraída—, y sobre la vinculación con las otras personas involucradas en el
caso, entre ellas, una diputada nacional y su hermana. Así, el tribunal estimó que
estas dudas también implicaban atribuirle a M. B. un nuevo ilícito: “haber
sustituido nada menos que a la niña en el momento de la extracción de sangre”
(fs. 2471 vta.).
Así entonces, la cámara entendió que no se había cumplido con el
estándar “Campillay”. Ello, por cuanto consideró que la demandada no había
guardado reserva de la identidad de las personas involucradas a pesar de la
potencialidad injuriosa y difamatoria de la noticia y que la “utilización del
tiempo de verbo potencial, por momentos soslayada, fue sólo un recurso
aparente, porque del contexto surge el contenido asertivo de la información que
se intentaba proporcionar” (fs. 2471 vta.). Agregó que en estas publicaciones se
había omitido citar expresamente la fuente y se mencionó, entre otras,
genéricamente, a “una alta fuente judicial de Mar del Plata”, más allá de la

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veracidad de esta afirmación sostenida sobre la base de declaraciones de testigos
que indicaron que algunas de las fuentes eran un juez y dos fiscales que
intervinieron en el caso. Finalmente, entendió que el medio periodístico no
podía desconocer que integrantes de la cámara de apelaciones habían advertido
al juez que tenía a su cargo la investigación que debía cumplir con “la
legislación que protege a los menores de la difusión mediática de sus conflictos”
(cfr. fs. 1143 vta.).
En consecuencia, el a quo concluyó en que “la demandada no
observó el deber de cuidado que se impone al dar una información tan delicada y
con las características que exhibía el caso. De modo que, la imprecisa mención
de la fuente, seguida del modo asertivo en que se dio a conocer la noticia, tuvo
entidad para poner en tela de juicio frente a la opinión pública el principio de
inocencia de la coactora, y ofender su honra y reputación” (fs. 2471).
Por otro lado, respecto de la pretensa violación al derecho a la
intimidad de las menores, el a quo consideró que para comprobar si existía o no
una injerencia ilegítima en este derecho debía valorarse si lo informado tenía un
interés público que justificara la intromisión en el ámbito reservado de las
personas. A su vez, interpretó que “cuando se trata de menores de edad la
protección es más intensa, pues se requiere que el medio garantice el anonimato”
(fs. 2472).
Destacó que, si bien no se había nombrado concretamente a las
niñas, al describir la filiación adoptiva de L. B. B. y al vincular a C. B. con las
noticias sobre el tráfico de bebés, se había revelado información que pertenecía a
la esfera de su intimidad y se habían brindado datos que permitieron su
identificación, lesionando este derecho. Finalmente, elaboró consideraciones
sobre la incidencia de la permanencia de las publicaciones en el sitio web del
diario y su impacto en la determinación del daño ocasionado.

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3°) Que contra tal decisión Editorial La Página S.A. interpuso


recurso extraordinario.
En primer lugar, considera configurada una cuestión federal por
haberse vulnerado las normas constitucionales que protegen la libertad de
expresión. En este sentido, sostiene que la responsabilidad de los demandados
debe ser analizada de acuerdo con la regla de la real malicia, puesto que la
información divulgada es de interés público e involucra a una funcionaria
pública. Asimismo, respecto del derecho a la intimidad, alega que el interés
público de la noticia justifica la intromisión en la vida privada, por lo que la
demanda es improcedente.
En segundo lugar, menciona la existencia de varios déficits de la
sentencia en cuanto a la valoración de los hechos y al apartamiento notorio del
derecho vigente aplicable al caso que, a su criterio, la convierten en arbitraria.
4°) Que el a quo concedió el recurso extraordinario en los
términos del inciso 3° del artículo 14 de la ley 48, toda vez que se ha
cuestionado la inteligencia de cláusulas de la Constitución Nacional (arts. 14, 18
y 32 de la Constitución Nacional y art. 13 del Pacto de San José de Costa Rica)
y la decisión impugnada es contraria a los derechos que el recurrente pretende
sustentar en aquéllas. Ello, por considerar que se encuentran en conflicto en el
presente caso, por un lado, la libertad de expresión e información y, por el otro,
el derecho al honor, a la privacidad y a la protección de menores de edad (fs.
2529).
5°) Que el recurso extraordinario es admisible en tanto
controvierte la inteligencia que el tribunal apelado ha dado a las cláusulas
constitucionales que protegen la libertad de expresión y la decisión ha sido
contraria al derecho que el demandado fundara en ellas (art. 14, inc. 3°, ley 48).

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Frente a la ambigüedad del auto de concesión que no hizo
referencia a los agravios relativos a la arbitrariedad de sentencia, pero citó
dentro de las cláusulas cuestionadas al art. 18 de la Constitución Nacional, la
amplitud que exige la garantía de la defensa en juicio justifica considerar
aquellos, pues las deficiencias de la resolución mencionada no pueden tener por
efecto restringir el derecho de la parte recurrente (Fallos: 327:4227; 328:1390;
329:4044; 330:289).
Así entonces, los agravios deducidos con apoyo en la doctrina de
la arbitrariedad de sentencia, al estar referidos a la cuestión federal indicada,
quedan comprendidos en ella y, por ende, serán tratados en forma conjunta
(Fallos: 323:1625).
6°) Que no se encuentra controvertido que las notas periodísticas
objeto de controversia se refieren a la investigación judicial en torno a la
presunta sustracción de la niña R. C., hija de C. E. O. y H. C., que fue declarada
muerta en el hospital a los tres días de su nacimiento en 1997.
Tres meses después de dicha muerte, C. E. O. habría recibido un
llamado anónimo de una persona que sostuvo que su hija había sido apropiada.
A su vez, a raíz de otro mensaje anónimo recibido por un fiscal nacional, se
iniciaron una serie de investigaciones relacionadas con una presunta banda
dedicada a la sustracción y tráfico de bebés, entre ellas, una en la Justicia
Nacional de Instrucción de la Capital Federal y otra en el Fuero Criminal
Ordinario de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires. Entre las personas
investigadas se señaló al entorno de una diputada nacional y a la coactora M. B.,
ex subsecretaria de la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable
de la Presidencia de la Nación (conf. decreto 151/1998).

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En ese marco, se realizó un examen de compatibilidad genética


entre el cadáver enterrado correspondiente a R. C. y su familia, con resultado
negativo. A raíz de ello, se investigó si una de las hijas de M. B., C. B., era en
realidad R. C., la niña presuntamente sustraída.
En los años subsiguientes, distintos medios de comunicación
gráficos y televisivos hicieron referencia a los sucesivos avances en la
investigación del caso con la activa participación de las personas involucradas,
que incluyó numerosas declaraciones públicas de un fiscal y generó un altísimo
interés público. Entre estas declaraciones, se encuentran los diez artículos
periodísticos del diario “Página 12” objeto de controversia en autos, publicados
entre los días 17 de abril de 2000 y 9 de noviembre de 2001.
Durante la investigación en el fuero criminal marplatense, el juez
ordenó la realización de un examen comparativo de ADN entre C. B. y la madre
de R. C., C. E. O. El resultado de ese examen, recibido por el juez el 30 de mayo
de 2000, fue negativo.
Años más tarde, se realizó un nuevo examen de ADN entre C. E.
O. y el cadáver correspondiente a R. C., con resultado positivo, determinando el
error del primer examen de ADN. Tras ello, se cerraron las investigaciones
pendientes.
7°) Que, sobre la base de estos hechos no controvertidos en la
causa, corresponde ahora abordar los agravios del recurrente vinculados con la
condena por afectación al derecho al honor.
Cabe recordar que este Tribunal ha manifestado que “el especial
reconocimiento constitucional de que goza el derecho de buscar, dar, recibir,
difundir información e ideas de toda índole, no elimina la responsabilidad ante la
justicia por los delitos y daños cometidos en su ejercicio” (conf. Fallos: 308:789;

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321:667: 321:3170; 332:2559; 335:2090, entre otros). Ello así, pues esa posición
preferencial que ocupa la libertad de expresión no la convierte en un derecho
absoluto. Sus límites deben atender a la existencia de otros derechos
constitucionales que pueden resultar afectados por su ejercicio, así como a la
necesidad de satisfacer objetivos comunes constitucionalmente consagrados
(Fallos: 343:2211).
Asimismo, ante las tensiones entre el derecho al honor y la
protección de la libertad de expresión, esta Corte ha sostenido que esta última
goza de una protección más estricta siempre que se trate de publicaciones
referidas a funcionarios públicos, personas públicas o temas de interés público
por el prioritario valor constitucional que busca resguardar el más amplio debate
respecto de las cuestiones que involucran personalidades públicas o materias de
interés público como garantía esencial del sistema republicano (conf. doctrina de
Fallos: 316:1623; 327:183; 345:482).
8°) Que, en ese marco, el Tribunal desarrolló doctrinas
fuertemente tutelares del ejercicio de la libertad de expresión, particularmente en
materias de interés público. Tanto la doctrina “Campillay” (adoptada por esta
Corte en Fallos: 308:789 y desarrollada en numerosos precedentes posteriores)
como la doctrina de la “real malicia” (adoptada por esta Corte a partir de Fallos:
310:508 y reafirmada en diversos precedentes) constituyen estándares que
brindan una protección intensa a la libertad de expresión y que resguardan un
espacio amplio para el desarrollo de un debate público robusto (Fallos: 340
:1364; 345:482). De acuerdo con estas doctrinas la información falsa no genera
daño cuando se cumplan los recaudos allí desarrollados.
El estándar del precedente “Campillay” desliga de responsabilidad
a quien atribuye —de modo sincero y sustancialmente fiel— la información a
una fuente identificable (Fallos: 316:2416; 317:1448; 324:2419; 326:4285; entre

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otros), utiliza un discurso meramente conjetural que evita formas asertivas


(Fallos: 324:2419; 326:145; entre otros) o deja en reserva la identidad de las
personas a quienes involucra la información difundida, evitando suministrar
datos que permitan conducir a su fácil identificación (Fallos: 335:2283; entre
otros).
Por su parte, el estándar de la “real malicia” excluye la
responsabilidad por la propalación de información falsa respecto de funcionarios
o figuras públicas cuando quien emite dicha información no haya conocido la
falsedad o no se haya comportado con una notoria despreocupación respecto de
su veracidad o falsedad (Fallos: 331:1530, considerando 8° del voto de la
mayoría y 13 del voto del juez Maqueda; 342:1777, considerando 9° del voto de
los jueces Rosenkrantz y Highton de Nolasco; Fallos: 342:1894; entre otros).
Asimismo, como se adelantó, la afectación al honor presupone
obviamente la existencia de una información objetivamente falsa (conf. Fallos:
316:2416; 331:1530; 332:2559). En consecuencia, es menester que se acredite,
como premisa, el carácter falso de lo publicado para que proceda una acción de
indemnización de daños, y siempre y cuando, como se adelantó, no se cumplan
con los estándares “Campillay” y de la “real malicia”.
9°) Que este estándar estricto es el que debe aplicarse al caso. Ello,
debido a que M. B. fue funcionaria pública durante parte del período en que se
desarrolló la investigación mencionada y por cuanto, como sostuvo
anteriormente este Tribunal, subyace un interés o preocupación primordial de la
sociedad en el asunto sobre la investigación del supuesto tráfico de niños (conf.
Fallos: 336:1324).
10) Que incluso asumiendo, como sostuvo el a quo, que existe una
equivalencia entre echar un manto de sospecha “sobre la identidad de la niña

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que había sido llevada a realizar la extracción de sangre; sobre la vinculación
entre la Diputada [G.] y su hermana con [M. B.] y la posibilidad de que la hija
de esta última fuera [R. C.]” (fs. 2469) y afirmar asertivamente que fuentes
judiciales o los fiscales de la causa tenían esas dudas, y que la afirmación de la
existencia de tales dudas es falsa a pesar de no poderse “descartar ni afirmar”
que esos datos hubieran provenido efectivamente de tales fuentes (fs. 2470) —lo
que demostraría el incumplimiento del estándar sentado en el precedente
“Campillay” (Fallos: 308:789)—, ello no alcanzaba para concluir que la
demandada debía responder por los daños causados al honor de la actora. Al
contrario, como se desarrolló en los considerandos precedentes, en casos como
el de autos la cámara debió, además, analizar la responsabilidad de la recurrente
con base en el estándar de la real malicia.
Así pues, el a quo mencionó la existencia de esta doctrina, pero no
descartó su aplicación al caso ni efectuó razonamiento alguno para demostrar
que la demandada propaló la información falsa con conocimiento de la falsedad
o con una notoria despreocupación acerca de su verdad o falsedad.
En efecto, el fundamento brindado por la cámara para condenar a
la demandada fue que continuó expresando de modo asertivo la existencia de
dudas respecto de la intervención de M. B. en los delitos investigados, a pesar de
contarse con un examen de ADN —recibido por el juez marplatense el 30 de
mayo de 2000— que descartaba que C. B. fuese la niña supuestamente sustraída,
R. C. La fuente de estas sospechas eran las dudas que, según refirieron las
publicaciones, habrían tenido el juez y el fiscal, sobre la regularidad de tal
examen de ADN.
11) Que en las notas periodísticas respecto de las cuales el a quo
consideró no cumplido el estándar de “Campillay”, se destacó información que
habría llamado la atención de los investigadores y medios periodísticos, tales

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como el nacimiento de C. B. en una clínica oftalmológica en la Provincia de


Misiones cuando M. B. y O. B. no vivían allí, el hecho de que el certificado de
nacimiento de C. B. fue firmado por un médico jubilado por invalidez un año
antes del nacimiento, y la circunstancia de que el domicilio consignado por
dicho matrimonio era inexistente. Asimismo, se brindaron datos que darían
cuenta de que la investigación en torno a M. B. y O. B. continuó a pesar de
dicho resultado negativo y se citaron —aunque por momentos de manera
imprecisa— fuentes muy cercanas a la investigación.
Ahora bien, del análisis completo de las notas periodísticas
(obrantes a fs. 532/541) se advierte que, si bien la demandada en algunas
oportunidades abandonó el discurso potencial, las dudas o sospechas sobre la
intervención de M. B. en los delitos investigados eran un reflejo de las que
habría tenido el juez que intervenía en la causa sobre la regularidad del examen
comparativo de ADN entre C. B. y C. E. O., a punto tal que se describieron las
diligencias probatorias dispuestas para esclarecer este punto dudoso.
En este sentido, en el expte. 53.038 —que tramitó por ante el
Juzgado en lo Criminal y Correccional de Transición n° 1 del Departamento
Judicial de Mar del Plata a cargo del juez Hooft— M. B. fue citada a prestar
declaración informativa el 13 de diciembre del 2000 (fs. 4320/4330 del expte. 53
.038), aclarándose que había sido citada “por imputársele prima facie la presunta
comisión de los delitos calificados como constitutivos de los tipos penales
contemplados por los arts. 139 inciso segundo con relación al art. 139 bis
párrafo segundo (Supresión y Suposición del Estado Civil y de la Identidad) en
concurso real con el tipo del art. 146 del Código Penal (Sustracción de Menor de
diez años)” (fs. 4330 vta. del expte. 53.038). A su vez, en la resolución de fecha
15 de marzo de 2001, se dispusieron medidas probatorias relativas a M. B. y la
filiación de C. B., entre ellas, un examen de ADN entre M. B. y su “presunta

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hija” C. B (fs. 4661/4667 del expte. 53.038). Esta resolución fue objetada por M.
B. en el marco de una acción de hábeas corpus, a la que hizo lugar la Cámara de
Apelación y Garantías en lo Penal de Mar del Plata el 26 de abril de 2001 (fs.
1140/1144). Finalmente, cabe agregar que esta investigación recién fue
clausurada por el juez de primera instancia en la resolución de fecha 6 de junio
de 2005 (fs. 6035/6060 del expte. 53.038), sentencia confirmada por la Sala
Tercera de la Cámara de Apelación y Garantías de Mar del Plata (fs. 6127/6146
del expte. 53.038), siendo desestimado el recurso extraordinario local por la
Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires el 19 de diciembre de 2007 (fs.
6237/6238 del expte. 53.038).
Por su parte, si bien consta en la resolución de fecha 10 de octubre
de 2001 dictada en la causa n° 60.305/98, que tramitaba por ante el Juzgado
Nacional en lo Criminal de Instrucción n° 34 de la Capital Federal, que el juez
nacional había declinado la competencia para entender en la “sustracción de la
menor que luego fuera inscripta como [C. B.] y su retención por parte de [M. B.]
y [O. B.]” (conf. fs. 1239), se siguieron disponiendo medidas probatorias
respecto de M. B. y O. B. en el marco de la investigación del hecho consistente
en la sustracción y comercialización de otros menores de edad. En ese contexto
se requirieron datos bancarios de M. B. y O. B., antecedentes sobre el
expediente sobre la filiación de L. B. B., informes migratorios de M. B., y
copias del expediente derivado de la denuncia de C. E. O. en Mar del Plata (fs.
1239/1247). Es más: el juez nacional explicó que el fiscal seguía investigando
los posibles delitos cometidos por M. B. (fs. 1244 vta.).
De estas circunstancias se colige que la realización del examen de
ADN, cuyo resultado que descartaba el vínculo genético entre C. B. y C. E. O.

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fue recibido por el juez Hooft el 30 de mayo de 2001, no fue suficiente para
disipar definitivamente el estado de sospecha que pesaba sobre M. B. en cuanto
a su intervención en la sustracción de R. C.
La existencia de datos objetivos que respaldaban este
mantenimiento de la duda sobre la inocencia de M. B., sumado al hecho de que
la demandada no ocultó la información que posteriormente terminaría
exculpando a M. B. —es decir, el resultado negativo de este examen de ADN
entre C. B. y C. E. O.—, constatan la inexistencia de real malicia por parte de la
demandada en las publicaciones cuestionadas. Ello, puesto que su conducta no
se muestra ni con animosidad hacia M. B. ni con una manifiesta
despreocupación respecto de la veracidad o falsedad de la información
propalada, sino que, más bien, guardan coherencia con la información disponible
al momento de cada publicación.
12) Que, por otro lado, en relación con el agravio relativo al
derecho a la intimidad de las niñas C. B. y L. B. B., esta Corte ha destacado que
el derecho a la privacidad —que incluye a la intimidad— encuentra su
fundamento constitucional en el art. 19 de la Constitución Nacional. Este
comprende no solo a la esfera doméstica, el círculo familiar y de amistad, sino
otros aspectos de la personalidad espiritual o física de las personas tales como la
integridad corporal o la imagen. Nadie puede inmiscuirse en la vida privada de
una persona ni violar áreas de su actividad no destinadas a ser difundidas, sin su
consentimiento o el de sus familiares autorizados para ello, y solo por ley podrá
justificarse la intromisión, siempre que medie un interés superior en resguardo
de la libertad de los otros, la defensa de la sociedad, las buenas costumbres o la
persecución del crimen (Fallos: 306:1892; 336:1324; 343:2211, entre otros).
Asimismo, de conformidad con los arts. 11 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, V de la Declaración Americana de los

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Derechos y Deberes del Hombre, 12 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, nadie
puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada y en la
de su familia, gozando todas las personas del derecho a la protección de la ley
contra esas injerencias o esos ataques.
Además, de acuerdo al art. 16 de la Convención sobre los
Derechos del Niño el derecho a la intimidad posee una especial protección
respecto de los niños. En esta disposición se establece que: “1. Ningún niño será
objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y a su
reputación. 2. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas
injerencias o ataques.”
A su vez, al momento de las publicaciones cuestionadas en autos
se encontraba vigente el art. 1071 bis del Código Civil —ley 340—, que
establecía la responsabilidad civil para el que “arbitrariamente se entrometiere
en la vida ajena, publicando retratos, difundiendo correspondencia, mortificando
a otros en sus costumbres o sentimientos, o perturbando de cualquier modo su
intimidad”.
De aquí se sigue que, según la ley vigente al momento de los
hechos analizados en autos, para analizar la licitud de las injerencias en la
intimidad de las personas debe determinarse si esta injerencia fue arbitraria. En
este sentido, se ha destacado que esta protección, en tanto entra en colisión con
el derecho a la libertad de expresión, debe limitarse a lo que resulta
estrictamente indispensable, para evitar así una injustificada restricción de la
libertad de prensa (doctrina de Fallos: 324:975; 345:482).

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13) Que, a la luz del estándar señalado, en autos no se verifica que


la difusión de los datos relativos a las niñas C. B. y L. B. B. haya configurado
una injerencia arbitraria en su intimidad.
En efecto, existía un innegable interés público en la difusión de la
información, ya que las notas periodísticas versaban sobre investigaciones de
una presunta banda dedicada a la sustracción de bebés en la que supuestamente
participaban funcionarios públicos nacionales. Es decir, estaban en juego la
defensa de la sociedad, las buenas costumbres y la persecución del crimen
(Fallos: 306:1892; 343:2211).
Ante este importante interés público sobre el contenido de las
publicaciones analizadas, las particularidades de los delitos investigados y las
circunstancias de la filiación de las niñas, era razonable que, sin revelarse su
nombre, se describieran ciertos datos inescindiblemente ligados a los gravísimos
hechos investigados. Además, el a quo destaca que en las publicaciones siempre
se hizo referencia a ellas con el apellido de su madre, por lo que, al haberse
registrado sus nombres con el apellido paterno, se limitaron fuertemente las
posibilidades de identificar a las niñas.
Por lo tanto, la intromisión en la intimidad de las niñas fue lícita
en tanto se limitó a mencionar la información indispensable para el relato de la
noticia de interés público, motivo por el cual la sentencia debe ser revocada
también en este punto, tornándose innecesario analizar los restantes agravios.
Por ello, de conformidad con las conclusiones del señor Procurador
Fiscal, se declara procedente el recurso extraordinario, se revoca la sentencia
apelada y se rechaza la demanda (art. 16, segundo párrafo, ley 48). Costas por su
orden atento a la naturaleza de la cuestión debatida. Notifíquese y devuélvase.

Firmado Digitalmente por ROSATTI Horacio Daniel Firmado Digitalmente por ROSENKRANTZ Carlos Fernando

Firmado Digitalmente por MAQUEDA Juan Carlos 15 Luis


Firmado Digitalmente por LORENZETTI Ricardo
Recurso extraordinario interpuesto por Editorial La Página S.A. representada por el Dr. Carlos N.
Prim.
Traslado del recuso extraordinario contestado por M. B; y L. B. y C. B., representadas por la Ana
María Isabel Bouzada, todas con el patrocinio letrado del Dr. Augusto César Belluscio.
Tribunal de origen: Sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil.
Tribunales intervinientes: Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil n° 31.

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