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**LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA Y LA CRISIS SOCIAL VENEZOLANA**

La virtud de la investigación histórica es que, como planteaba Max


Bloch, puede servirnos para reflexionar sobre la causalidad de los
problemas sociales contemporáneos que ha revestido el desarrollo de
la historia social venezolana. Podríamos preguntarnos -como lo han
hecho intelectuales de otros países latinoamericanos-: ¿dónde nos
equivocamos?, ¿por qué terminamos hoy precipitándonos en esta
profunda crisis social?

Muchos pensadores sociales positivistas y ciudadanos venezolanos


que buscaban y buscan explicar la causalidad de nuestra sempiterna
crisis de gobernabilidad republicana, razonaban con un argumento
atávico y racista:

> "(...) el poder en Venezuela no emanaba de ninguna doctrina


política ni de ningún proceso constitucional, porque sus raíces se
hundían en los más profundos instintos políticos de nuestras mayorías
populares (...) perpetuando la anarquía que hacía cada vez más
necesaria la preponderancia del poder personal, la existencia del
Gendarme Necesario ... el buen gobernante en América no es el que
sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con
qué elementos está hecho su país ..." (Laureano Valenilla Lanz, 1983:
El cesarismo democrático).

De aquí surge entonces la pregunta y la respuesta que se hace la


gente común al identificarse por contraste con su sociedad
paradigmática: ¿por qué no somos como Estados Unidos? Porque ellos
fueron colonizados por ingleses, que son gente ordenada, organizada
e industriosa. Esto es una media verdad y una media mentira. Las
primeras migraciones humanas europeas hacia Norteamérica se
produjeron entre los siglos XVI y XVIII.

2 “momento cero del proceso de retraso tecnológico y cultural entre


el Viejo y el Nuevo Mundo, y tuvieron orígenes y causas diversas.
Entre 1620 y 1640 se trasladaron desde Inglaterra comunidades
enteras de personas formadas en la disciplina laboral del capitalismo,
que buscaban crear una sociedad libre de los pecados y las
desigualdades existentes en su sociedad de origen. Gracias a la
preparación técnica y a la fuerte organización sociopolítica e
ideológica de dichas comunidades, prosperaron la agricultura de
plantación y los latifundios, la ganadería y la industria. La pesca de
alta mar y el comercio internacional llegaron a conformar el sector
más avanzado de la economía de las colonias angloamericanas,
produciéndose una gran acumulación local de capitales. Las
plantaciones y los enormes latifundios esclavistas, particularmente
los del sur de Norteamérica, generaron inmensas fortunas a sus
poseedores. Los insumos obtenidos a partir de la monocultura
algodonera eran movilizados hacia el extranjero mediante el comercio
de la enorme flota comercial norteamericana que era el negocio de
muchos pequeños empresarios privados.

En el siglo XVIII, por otra parte, Norteamérica recibió una gran oleada
de migraciones humanas compuestas por campesinos, artesanos,
mecánicos, artistas, intelectuales, disidentes políticos, proveniente
principalmente de sociedades industrializadas como Alemania,
Inglaterra, Irlanda, Escocia, Suecia, Holanda y Francia, migraciones
que no sólo contribuyeron a aumentar la población sino a reciclar y
expandir la agricultura, la artesanía, la industria y las artes. Buena
parte de esa población eran jóvenes escoceses que huían de las
represalias inglesas luego de la gran rebelión de 1745, quienes
contribuyeron grandemente a estabilizar la vida de las colonias. En
1760, la población de ciudades como Nueva York aumentó casi en
40% y la de provincias como Virginia en más de 50% (Felipe
Fernández Armesto, 1996: Millenium).

La casualidad de nuestro atraso y de nuestra crisis social es de


carácter estructural e histórico: sus raíces se afincan en la condición
colonial que nos fue impuesta en el siglo XVI, y en la condición
neocolonial y dependiente en la cual vivimos desde 1810.”

2.1"El gobierno metropolitano español, a diferencia del inglés,


restringió el acceso legal a sus colonias americanas a las personas
que no fuesen de origen español, quedando aquéllas al margen de los
amplios desplazamientos migratorios que se produjeron desde Europa
hacia el continente americano a partir del siglo XVIII. La Corona
española, aun movilizando todos sus esfuerzos, sus hombres, todo el
aceite y el vino de Andalucía y las telas producidas en sus ciudades
industriales, señala Braudel (Ferdinand Braudel, 1992-I: The Wheels of
Commerce: Civilization and Capitalism), dado el carácter arcaico de
su estructura de poder el escaso desarrollo de sus fuerzas productivas
para la época, no pudo explotar totalmente las posibilidades de su
colosal mercado del Nuevo Mundo ni tampoco ayudarlo a trascender
sus enormes debilidades estructurales vía el estímulo de una
producción agropecuaria, artesanal preindustrial autónoma local, tal
como intentó hacerlo, infructuosamente, la Orden Capuchina
Catalana en Guyana (Mario Sanoja e Iraida Vargas, 2004: Las edades
de Guayana: arqueología de una quimera).

Finalizado el régimen de encomiendas en el siglo XVII, el


acaparamiento de tierras de cultivo cedió paso a la formación del
latifundio, las plantaciones. Éstas producían y comercializaban las
materias primas que necesitaban la expansión de la industria y el
consumo de la gente en las sociedades europeas del primer mundo
de entonces. Si bien esta forma de monoproducción reportó buenas
ganancias de capital a los plantadores criollos, desestimuló el
desarrollo de la división social del trabajo, de formas de producción
industrial y de nuevas relaciones sociales de producción, amplificando
más bien la explotación, el endeudamiento y la pobreza general de la
población venezolana. Dicha situación, según Braudel, equivalía a una
«automarginalización», a aceptar dentro de la economía mundial la
condición de estar condenado a servir a los otros, a aceptar que los
países que comandaban la división internacional del trabajo nos
dijesen lo que teníamos que hacer y producir. Este fue el destino
señalado desde entonces a los pueblos iberoamericanos y a
Venezuela en particular."

3 “El año 1500 podría ser considerado para nosotros como el año «0»,
el punto de quiebre que marca el momento, la oportunidad en la cual
pudimos haber avanzado en el camino hacia una sociedad
industrializada relativamente autónoma, hacia la modernidad, o
quedarnos anclados en una sociedad postfeudal, dependiente, como
efectivamente ocurrió. Los conquistadores y colonizadores españoles
que llegaron en el siglo XVI a Venezuela eran predominantemente
hombres solos, de manera general liberados, de origen campesino,
que no estaban, de seguro, muy enterados ni interesados en las
nacientes formas de capitalismo mercantil e industrial que surgían en
Holanda, Inglaterra, Francia y Alemania desde el siglo XV. Debido a su
origen cultural y social, y a la circunstancia histórica que les llevó a
probar suerte en América, su proyecto personal de vida era reproducir
—en mejores condiciones para su situación personal— el mundo
social que habían dejado atrás en España. Sus esfuerzos para lograr
esos objetivos y transformarse en clase dominante tuvieron éxito
pero, paradójicamente, en cierta medida también contribuyeron a
agrandar la brecha de atraso tecnológico, económico y social que nos
separaba del mundo en desarrollo de la época.

El origen de nuestro atraso —como hemos afirmado antes— habría


que buscarlo principalmente en la mentalidad colonizada que el
régimen colonial indujo desde entonces en la población venezolana y
particularmente en nuestra clase dirigente, más interesada en
implantar y mantener una estructura estatal a la medida de sus
intereses —lo cual nos condujo hacia la actual sociedad autocrática—
que a fomentar el desarrollo de una sociedad civil soberana que
habría conducido a Venezuela hacia una nación democrática.

El carácter jerárquico centralizado o «despótico» original del bloque


de poder dominante dentro de la sociedad colonial venezolana estaba
basado por la condición burocrática propia del sistema mismo.
Aquélla estaba compuesta por una población mayoritariamente pobre
y un bloque dominante minoritario de comerciantes-latifundistas que
acaparaba la mayor parte de la riqueza.”

3.1 “más interesado en la ganancia fácil y rutinaria que en la


inversión y el trabajo creativo y reproductivo. Los mantuanos —según
MacKinley y Soriano de García Pelayo (P. Michael McKinley, 1987:
Caracas antes de la Independencia; Graciela Soriano de García
Pelayo, 1988: Venezuela 1810-1830. Aspectos desentrañados de dos
décadas)— constituían la cúspide de la pirámide social y
representaban 0,5% del total de la población de la Provincia de
Caracas, es decir, unas 4.000 personas. Es así como, mientras una
persona mantuana llegaba a tener un consumo per cápita anual de
102 pesos y ¾ de un real, para el 19,5% de la población el consumo
per cápita de un pardo era de 57,5 reales y el de un trabajador libre
39,5 reales, mientras que para el 80% de la población el consumo per
cápita de los peones y esclavos era de 8,1/8 de reales y el de la gente
pobre en general de 6 reales.

Las relaciones de poder entre los mantuanos y el resto de los otros


sectores de la sociedad —que constituían 99,5% del total— estaban
caracterizadas por una confiscación total de los derechos civiles de la
mayoría empobrecida a favor de la minoría dominante, situación que
no ha variado sustancialmente hasta la época actual, impidiendo el
desarrollo de una verdadera sociedad civil soberana. En aquellas
condiciones difícilmente podía prosperar la invención tecnológica o el
riesgo de la inversión industrial, ya que la base de la economía
colonial o neocolonial es, precisamente, «la dominación del capital
comercial sobre la producción» (s/f. Stern, 1986: Feudalism,
Capitalism and the World System in the Perspective of Latin America
and the Caribbean). Esta característica sigue gravitando actualmente
sobre la economía venezolana, con los resultados que todos
conocemos y padecemos.

Ideológicamente, en los sectores dominantes internos aquella


coyuntura se expresó y se sigue expresando en una autopercepción
negativa de su ser venezolano que lleva a identificarse
mecánicamente con la cultura del colonizador. La resistencia de los
sectores subalternos desmoralizados, como hemos señalado (Iraida
Vargas Arenas, 2002: «Resistir o morir», Question, año 1, No 6), se
expresa también a través de la generación de una baja"

4 Autoestima y la admiración de la cultura de sus dominadores, de la


desidia, del rezago en el trabajo, en la renuncia a ejecutar las órdenes
o la aceptación de las responsabilidades inherentes a su estatus
laboral, provocando un proceso de retroalimentación negativa entre
ambas clases sociales. Esta sinergia entre los factores negativos de
ambos sectores, dominantes y subordinados, devino en neocolonial a
partir del siglo XIX con las nuevas formas de dependencia política,
económica y cultural que maniataron a la sociedad venezolana a
partir de 1823. Su carga ideológica a menos que logremos rectificarla,
seguirá siendo el pesado lastre que dificulta nuestros esfuerzos para
lograr una sociedad verdaderamente justa, democrática y soberana.

La clase política o bloque de poder dominante que en sus diferentes


encarnaciones ha gobernado el Estado autocrático venezolano desde
el siglo XVI hasta 1999 no se ha interesado en educar a la población
para fomentar una mentalidad cívica y desarrollar una cultura del
trabajo libre, sino en darle un barniz de ilustración que mejore sus
destrezas, estimulando el trabajo dependiente y parasitario,
transformando el antiguo trabajo servil colonial en su expresión
moderna de burocracia al servicio de los partidos políticos,
congelando toda posibilidad de desarrollo social y utilizando la
represión física y la tortura para ahogar cualquier resistencia a la
imposición de sus designios. Tal exabrupto es hoy día el funda$$$$$$
$

¡Claro! Aquí tienes el texto exacto de la imagen:

---

"Hoy en día podríamos considerar el colapso de la sociedad


burocrática partidista instaurada a partir de 1958 como un cambio
cualitativo importante para la formación de una verdadera sociedad
civil soberana. Sin tener todavía objetivos sociales claros, la masa
sempiternamente empobrecida que conforma la mayoría del pueblo
venezolano ha comenzado a moverse de manera anárquica y a veces
violenta, aunque e puor se muove, como diría Galileo. La minoría
privilegiada, heredera del 5% de mantuanos de la sociedad colonial y
su minoría subalterna que forma el 15% de la población total y de
nuestra clase media, colocadas contra la pared de la historia se
defienden expresando su odio racial, social y político contra todos los
iconos emblemáticos de la mayoría pobre. Su victoria política, sin
embargo, es dudosa. Mientras que el crecimiento demográfico de las
minorías privilegiadas tiende a decrecer, el de la mayoría
empobrecida crece de manera exponencial. Aunque sólo sea por
evitar un sangriento estallido social y prevenir el colapso de la
democracia y de la nación venezolana, será necesario que el actual y
cualquier otro futuro gobierno venezolano y los empresarios privados
dediquen buena parte del presupuesto nacional a transformar a
aquellos millones de venezolanos excluidos en verdaderos ciudadanos
de la sociedad civil soberana, con acceso y participación a la
educación, la salud, el trabajo, el ocio creativo, la justicia social;
participación, en suma, en la verdadera democracia, en la felicidad
social."

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