Lirica Del 27

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LA GENERACIÓN DEL 27: CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS.

MIGUEL HERNÁNDEZ

1. Orígenes y características del grupo

¿Qué es aquello del Grupo poético del 27? Su nombre se debe a la celebración
del tricentenario de la muerte de Góngora que tiene lugar en Sevilla y Madrid
en el año 1927. A ese evento acudirán varios de los poetas a los que se ha
agrupado bajo el nombre genérico, pues tras mucho años de descrédito, los
jóvenes poetas redescubrían en el genio barroco, las virtudes del verdadero
poeta entregado a la creación.

Otra circunstancia que engloba a estos artistas como miembros de un grupo es


su pertenencia a la clase burguesa acomodada y, en consecuencia, la
posibilidad de haber convivido en la ya mencionada Residencia de Estudiantes
de Madrid, centro vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Allí
coincidieron Lorca, Dalí, Buñuel, Severo Ochoa, Gabriel Celaya, Pedro
Salinas… además, de manera circunstancial, pasaron allí estancias Unamuno,
Juan Ramón Jiménez y Ramón de la falla. Estamos, por lo tanto, ante un
conjunto de artistas con formación académica, que tenían acceso a las más
altas esferas de la cultura y la ciencia. Prueba de ello es que, durante su
estancia en la residencia, recibieron conferencias de personalidades como
Marie Curie, Einstein o Le Corbusier.

Puntos de unión:

Si atendemos a los puntos de unión entre los poetas del 27, veremos que, uno
de sus elementos más representativos es la capacidad para mezclar tradición y
vanguardia.

De manera más concreta, podríamos afirmar que algunos de sus rasgos serían
los siguientes:

- Influencia de Juan Ramón Jiménez y la poesía pura: Los jóvenes poetas


comienzan a escribir cuando el ideal poético es el de la poesía pura; por ello,
se observan influencias de dicha tendencia en autores como Guillén, Salinas o
Gerardo Diego. Prueba de ello es el esfuerzo de depuración formal, la
supresión de la anécdota, la eliminación de todo patetismo y la tendencia a la
intelectualización. Paul Valèry tendrá también una influencia decisiva en estos
autores. Esa pureza poética hay que entenderla, sin embargo, en su justa
medida.

- Entusiasmo y admiración por Góngora: Los poetas del 27 veían en Góngora


al escritor puro entregado en la creación poética autónoma, un adelantadísimo
precursor de la estética de vanguardista. De tal manera, comprobaron la
importancia de la metáfora y la imagen en la poesía gongorina, algo que estaba

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presente en los postulados de la poesía pura. Tanto es así que, para Pedro
Salinas, Góngora era un verdadero poeta antirrealista, y su concepto de la
poesía partía de la insuficiencia poética de la realidad. A través de Góngora,
revitalizaron las formas métricas tradicionales y admiraron en él el ingenio y el
rasgo conceptista.

- Neopopularismo: Utilizan formas métricas y diversos recursos estilísticos


propios del folclore y de la poesía popular. No solo hay marcas del folclore vivo,
sino del Romancero viejo, las canciones tradicionales, los versos populares de
Lope…Todo lo expuesto llega a los autores de la mano de filólogos e
historiadores que realizan una gran labor de recuperación de las formas
populares. Así, el neopopularismo, corriente viva desde el Romanticismo,
conectaba ahora con los ideales de la época de perfección estética gracias a
su simplicidad, estilización y capacidad de sugerencia.

- Vanguardismo: La importancia del vanguardismo para la gestación de la lírica


del 27 es decisiva. El caso de mayor influencia es el del surrealismo, que
adquiere un matiz diferenciador en cada autor. La metáfora y la imagen
adquieren un papel central, entendidas al modo ultraísta como el acercamiento
insospechado entre los elementos alejados, que crea entre ellos una relación
nueva.

- Espíritu clasicista de integración y de equilibrio: Los elementos vanguardistas


pasan a integrarse en una concepción más abierta de la poesía, que busca el
equilibrio entre tradición y vanguardia. Así, en la métrica el verso libre y la
prosa poética conviven con las estrofas más clasicistas.

- Progresiva rehumanización de sus versos: aunque en sus comienzos se


decanten por la poesía pura y la literatura deshumanizada, rápidamente, dieron
entrada a temas humanos con una gama de matices que van desde el
neorromanticismo lírico al compromiso social y político.

3. Etapas

En el Grupo poético del 27, podemos distinguir de manera general, y de


acuerdo con la mayoría de los especialistas, las siguientes tres etapas:

Una primera desde 1922 a 1927, marcada por la adhesión a la poesía pura y la
admiración por Juan Ramón Jiménez. Sus características serían la supresión
del sentimiento y alabanza de la inteligencia, la búsqueda de la belleza
absoluta, el rigor de la construcción poética junto con la depuración del
lenguaje, y la tendencia a la creación de poemas breves.

Posteriormente, llegaría la etapa surrealista, recogida entre 1928 y 1936. En


ella, la cohesión del grupo empieza a resquebrajarse; ya que algunos de sus
miembros como Alberti o Lorca buscan nuevas formas de expresión a través de
la vanguardia. En esta etapa, domina la influencia del surrealismo, pero con

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matices, ya que se acepta la rebeldía, la antireligiosidad, la libertad imaginativa
y el mundo de los sueños; pero se rechaza la escritura automática. Tal nueva
doctrina se revela contra el magisterio y la doctrina de Juan Ramón; así como
contra el concepto de arte deshumanizado propugnado por Ortega y Gasset.

Finalmente, la Guerra Civil supondrá la muerte del Grupo Poético; puesto que
la mayoría de sus componentes deben exiliarse, como sucede con Cernuda,
Salinas o Alberti. Otros como Lorca y Hernández son víctimas mortales de la
Guerra Civil. En cuanto a los supervivientes, cada uno de ellos seguirá su
propio camino de creación poética.

4. Autores y obras

4.1 Federico García Lorca

El primero de los autores que viene a nuestras páginas ha de ser,


necesariamente, Lorca; puesto que se trata, probablemente, de uno de los
principales genios de nuestra historia literaria. Lorca se comportaría como
nuestro duende negro, nuestra sombra oscura, la que recuerda los dolores del
alma, las pasiones ocultas y los miedos solo expresables a través de imágenes
imposibles.

La vida poética del granadino está marcada por dos momentos fundamentales:
la estancia en la Residencia de Estudiantes y el fracaso amoroso que lo
conduce al viaje de Nueva York, coincidiendo con el Crack del 29. La Guerra
Civil pondrá fin a su prolífica carrera en julio de 1936. Los temas centrales de
su poesía como son el amor, la muerte y la rebeldía aparecen ya en Libro de
poemas de 1921.

A partir de entonces, compone las siguientes obras que serán publicadas con
posterioridad:

- Poema del cante jondo: Trata temas como el amor y la muerte en el


ambiente de una Andalucía trágica y legendaria.
- Canciones: Bajo la apariencia de un juego infantil, esconden un sabio
manejo técnico del ritmo popular, la introducción de ciertas innovaciones
vanguardistas, y el habitual universo lorquiano inquietante y dolorido.
- Romancero gitano: Lorca compone el Romancero gitano entre 1924 y
1927. En esta obra se dan cita la tradición culta, la audacia vanguardista
y los ritmos populares. El gitanismo y el andalucismo encubren una
visión del mundo y de la vida de los hombres en clave mítica, todo ello
marcado por un destino trágico.
- Suites: Predominan los versos breves para expresar la frustración
amorosa.

Con Poeta en Nueva York la obra de Lorca alcanza su culminación poética. En


esta obra hay una gran denuncia de la sociedad americana en la que todo

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queda subordinado al dinero. El poeta proyecta en ese ambiente de
insolidaridad y explotación sus propios conflictos personales como el
desarraigo afectivo, la pérdida de identidad personal, la proclamación del amor
homosexual etc.

La obra del granadino terminaría con tres obras fundamentales: Diván de


Tamarit, los Sonetos del amor oscuro y su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías,
elegía que combina la tradición popular y culta para plasmar la desolación del
poeta por la muerte del torero amigo.

4.2 Rafael Alberti

Destaca como artista, no solo en la literatura, sino también en la pintura. Alberti


fue adulto un poco a la fuerza y no se olvidó en toda su vida del Rafael niño del
Puerto de Santa María. Esto puede apreciarse, sobre todo, en su primera etapa
la de poesía neopopularista.

Sus primeros libros intentan revalorizar la poesía popular española. La


literatura de Gil Vicente, la de los cancioneros de los siglos XV y XVI del
Romancero, así como la poesía de Garcilaso marcaron sus primeras
composiciones. También es notable en un primer momento la influencia de
Juan Ramón y Manuel Machado. La recopilación Poemas anteriores a Marinero
en Tierra publicada en 1969 recoge los poemas juveniles escritos entre 1920 y
1923. En ellos se observan tópicos de la poesía albertiana como los amores
adolescentes o los paisajes marinos. Con Marinero en tierra de 1926, el poeta
desarrolla en 62 canciones su conflicto interior, donde se debate entre el mar y
tierra adentro. Así, recuerda con gran nostalgia, desde Madrid, el mar gaditano.
La primera etapa concluye con El alba del alhelí (1927), una reinterpretación
alegre de la tradición, con tono festivo y burlón, aunque con cierto trasfondo de
tristeza y melancolía. Este se divide en tres partes: el blanco alhelí (poemas de
ingenuidad infantil), el negro alhelí (dramáticos y oscuros) y el verde alhelí
(dedicados al mar).

La segunda de las etapas es de poesía neogongorista y vanguardista. Su


características fueron el clasicismo, el hermetismo y la belleza forma de Cal y
canto (1929), poemario salpicado de tintes vanguardistas, donde cultiva el
soneto de corte clásico y preciosista.Posteriormente, llegaría la poesía
surrealista, explicada por una profunda crisis sentimental, que cambia su
orientación poética.

La obra de Alberti se cierra con dos etapas: una de poesía civil y política, y una
de poesía nostálgica. En la primera de ellas, destacan obras como El poeta en
la calle (1931-1935) y Madrid capital de la gloria (1936-1938). El último de los
grupos está marcado por la continuación con los temas políticos que se
inundan de nostalgia por la España lejana; asimismo, hay una evocación a la
niñez, la juventud y el paisaje. Pertenecen a ella Entre el clavel y la espada

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(1941), dedicado a Neruda; Pleamar (1942-1944) Coplas de Juan Panadero,
Retornos de lo vivo y lo lejano de 1952 y Oda marítima (1953).

4.3 Vicente Aleixandre

En la estela de andaluces ejemplares que marcaron nuestra poesía


contemporánea a los que venimos haciendo referencia a lo largo de nuestra
exposición, Aleixandre conserva también un papel de honor. Nuestro premio
Nobel presenta una obra cuya unidad reside en un tema obsesivo, al que
define como la solidaridad amorosa del poeta, del hombre con lo creado. Aún
así, podemos diferenciar en su creación tres etapas relacionadas con los
acontecimientos históricos del momento.

En primer lugar, se encuentra la poesía anterior a la Guerra Civil, compuesta


por la publicación de cuatro libros Ámbito (1928), Espadas como labios (1932),
Mundo a solas (1934-1935), Pasión de la tierra (1935) y La destrucción o el
amor (1935).

En cuanto a la segunda de las etapas está marcada por la poesía de las


primera décadas de posguerra. El poeta abandona la naturaleza que pasa a un
segundo plano porque, lo importante ahora es el ser humano y sus problemas.
Por ello, deja atrás el surrealismo e intenta una mayor comunicación con los
hombres. Se encuentra aquí su gran obra Sombra del paraíso, que evoca
desde el presente el paraíso anterior a la llegada del hombre a la tierra. Junto a
ella está Historia del corazón, que constituye la rehumanización de la poesía.

La poesía de senectud, o última de las etapas, se encuentra caracterizada por


la meditación y la reflexión. En poemarios como Poemas de la consumación
(1968) y Diálogos del conocimiento (1974) predomina la gravedad, la hondura y
la seriedad. El poeta aborda el tema del fin de la vida que siente próximo, pero,
ante este hecho, no hay angustia, ni sentido religioso, solamente aceptación.

4.5 Pedro Salinas

Su poesía se caracteriza por fundir de forma peculiar lo intelectual y lo


sentimental, emplear la ironía para poner distancia frente a los temas que
aborda y poseer un conceptismo ingenioso, que se resuelve en paradojas,
juegos de palabras, metáforas ocurrentes e insólitas asociaciones de ideas.
Todo ello empapado de una larga tradición literaria que podría remontarse al
petrarquismo. Asimismo, Salinas sabe emplear con maestría los recursos
literarios, desde Petrarca a Bécquer, pero a través de la perspectiva de su
época.

Se distinguen en su producción tres etapas. La etapa inicial sigue la línea de


Juan Ramón, pero en la que se intercalan elementos futuristas. Pertenecen a
ella las obras Presagios, Seguro azar, Fábulas y Signo. La segunda de las
etapas es la de madurez poética, con su magnífico Voz a ti debida (1933), y

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otras composiciones cuyo tema central es el amor. Es el caso de Razón de
amor (1936) y Largo lamento (1939). Finalmente, el exilio marcará sus últimas
composiciones. Es por ello que abandona el amor y se centra en el mundo que
lo rodea, un mundo nuevo, sin deseo de volver al pasado, pero con la nostalgia
de la patria lejana. Son representativas obras como El contemplado, Todo más
claro y Confianza.

4.6 Luis Cernuda

La obra poética de Luis Cernuda puede resumirse en unos versos del propio
autor: el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie conoce. Su producción
presenta gran unidad y está relacionada con los acontecimientos que afectan a
la vida del propio autor.

Antes de la Guerra Civil había compuesto diversos poemarios reunidos en


1936 en un solo volumen La realidad y el deseo. A partir de entonces, irá
presentando sus obras poéticas como secciones sucesivas de ese gran libro.
En ella se recogen aspectos como el sentimiento desencantado de la vida, la
tristeza el pesimismo y la eterna oposición entre deseo y realidad, una
constante en su producción, que se ha relacionado con la homosexualidad
vivida en una época complicada para ello. Por ese motivo, los temas
fundamentales que se desprenden de sus creaciones son la soledad y el amor
limitado y eterno que se enfrenta a una sociedad también limitada pero
cambiante.

Hay en él cuatro etapas. La primera podríamos catalogarla como de


aprendizaje. A través de su obra Primeras poesías, expresa la soledad ante la
naturaleza con influencias de Salinas y Bécquer. En cuanto a la etapa de
juventud, explota su condición de poeta soberbio, maldito y subversivo y se
adhiere al surrealismo. Todo ello se manifiesta en la búsqueda de lo
desconocido y la reivindicación de la homosexualidad en la obra Los placeres
prohibidos (1931). El deseo de libertad se manifiesta como un grito de rebeldía.
Posteriormente, abandona el surrealismo y escribe Donde habite el olvido
(1932-1933). Finalmente, Invocaciones (1934-1935).

En su producción encontramos otras dos etapas: la de madurez, que coincide


con la guerra y posterior exilio, donde destacan En las nubes, Como quien
espera al alba, Vivir sin estar viviendo y Con las horas contadas; y la de
plenitud, con obras como Desolación de la quimera (1956-1962). Se trata del
lamento de un corazón envejecido al que solo le quedan recuerdos y deseos
insatisfechos.

4.7 Gerardo Diego

Autor de temática variada, se centra en el mundo que le rodea. Sus emociones,


experiencias, los amigos, el paisaje y los recuerdos son temas recurrentes. No

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aparece el tema social, salvo en Ondas morales, de 1966, en donde condena la
violencia y canta a la libertad; tampoco aparece el tema político, excepto en
unos poemas de guerra dedicados a José Antonio Primo de Rivera. No
obstante, hay en su obra tres periodos, uno de tipo creacionista inaugurado con
Evasión (1918-1919), uno de tradición y vanguardia, donde continúa
introduciendo innovaciones, así como se aproxima al estilo gongorino, y,
finalmente, otro catalogado de poesía humana, donde emplea formas
tradicionales para describir la realidad inmediata, así como incorpora elementos
autobiográficos. Son títulos de esa etapa Alondra de verdad (1941), Ángeles de
Compostela (1941) o Canciones a Violante (1959).

4.8 Dámaso Alonso

Dámaso Alonso es quizás el poeta, situado tradicionalmente dentro del grupo,


que sigue una trayectoria más dispar a la de sus compañeros. Siempre
desdeñó la idea de la poesía como un elemento puramente estético, puesto
que lo consideraba estéril. Es por ello que no resulta complicado entender
cómo, tras la Guerra Civil, abandona sus versos anteriores y se centra en
aquello que Gabriel Celaya llamaba “poesía como arma de combate”. Surgen
entonces sus mejores obras, todas ellas vinculadas a la poesía desarraigada.
Es el caso de Hijos de la ira, un canto desesperado a un dios que desoye su
lamento, Hombre y Dios (1955) o Duda y amor sobre el ser supremo (1985).

4.9 Miguel Hernández

Aunque su año de nacimiento es posterior, los rasgos de su poesía, que


combinan la influencia gongorina, el neopopularismo y el compromiso social,
convierten a Miguel Hernández en un genial epígono del 27.

Su trayectoria poética fue muy prolífica, entre las obras más destacadas se
encuentran:

1. El primer libro de Miguel Hernández, Perito en lunas (1934), sigue la


tendencia de la poesía pura, hermética y deshumanizada, con la que iniciaron
su labor los poetas del 27. En él predomina el uso de la metáfora y se percibe
el influjo de Góngora, común a otros autores de esta época.

2. La plenitud poética de Miguel Hernández se alcanza con El rayo que no cesa


(1936), publicado en la época de rehumanización de la poesía española, y cuyo
tema central es el amor: una pasión incesante y desbordada, que se estrella
contra el desdén de la amada y las barreras que se levantan a su paso; pasión
que se convierte en un dolor punzante, y que coloca al protagonista en las
fronteras de la muerte.

El Rayo que no cesa se compone, sobre todo, de sonetos. Ese molde clásico
tan riguroso favorece una perfecta síntesis entre el desbordamiento emocional
y la concentración expresiva. Aparte de los sonetos, la gran composición del

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libro es la inolvidable Elegía a Ramón Sijé: sus tercetos encadenados
componen una de las más impresionantes elegías de la lírica española y,
acaso, el más alto poema de la amistad que se ha escrito entre nosotros.

3. La tercera etapa incluye la poesía escrita durante la Guerra Civil,


especialmente el libro titulado Viento del pueblo (1937), con el que se inicia una
etapa de poesía comprometida. “Los poetas –dice el autor al frente de dicho
libro–, somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus
poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más
hermosas”.

El contenido de Viento del pueblo varía respecto a la obra anterior de Miguel


Hernández, para dar paso a la temática bélica y la preocupación social propia
del momento: arengas, cantos épicos, poesías de combate, denuncia de la
injusticia y las desigualdades. El tono más patético se alcanza en los poemas
en que se denuncia la situación de los desheredados, como “El sudor”, “El niño
yuntero”, “Aceituneros” y “Las manos”.

4. Finalmente, tras ser hecho prisionero al concluir la guerra, Miguel compone


en la cárcel la mayor parte del Cancionero y romancero de ausencias (1938-
1941), en que depura de nuevo su expresión, inspirándose ahora en las formas
más escuetas de la lírica popular.

La temática central de estos últimos poemas vuelve a ser el amor –ahora se


trata del amor a la esposa y al hijo, nuevamente frustrado por la separación– y,
junto a él, las consecuencias de la guerra y su situación de prisionero. La
desnudez y la concentración formal, unidas a la índole del contenido, dan como
resultado un libro conmovedor. De los poemas de esta época destacan las
estremecedoras “Nanas de la cebolla”, poema dedicado al hijo al que, con
gesto sobrehumano, Miguel pide una sonrisa.

5. Autoras

Las “Sin sombrero”. Y es que, por primera vez en nuestras letras, hacia 1926
se formaba un grupo femenino que deseaba hacer de la poesía su tarea
esencial. Tarea acogida con desconfianza por los literatos porque, como
recordaba Ernestina de Champourcin aquellos libros no podían ser nuestros,
éramos mujeres. Los lazos de amistad entre ellas fueron entonces clave para
sacar a la luz creaciones de gran calidad, cargadas de efervescencia
renovadora. Creaciones de las que fueron testigos del transcurrir de la historia
desde los mismos ambientes y espacios en que lo hicieron ellos, Lorca, Dalí o
Buñuel. Silenciadas, pero rebeldes y revolucionarías, como mencionábamos en
la anécdota inicial de esta exposición, se quitaban el sombrero, convirtiéndolo
en símbolo de su generación, la María Teresa León, Maruja Mallo, Concha
Méndez, Josefina de la Torre, Margarita Manso, María Zambrano, Hernestina
de Champourcin, Rosa Chancel o María Gil.

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