La Merienda de Los Sabios
La Merienda de Los Sabios
La Merienda de Los Sabios
Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té.
Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando los codos
sobre él, y hablando por encima de su cabeza. «Muy incómodo para el Lirón», pensó Alicia. «Pero como está dormido, supongo
que no le importa».
La mesa era muy grande, pero los tres se apretujaban muy juntos en uno de los extremos.
—¡No hay sitio! —se pusieron a gritar, cuando vieron que se acercaba Alicia.
—¡Hay un montón de sitio! —protestó Alicia indignada, y se sentó en un gran sillón a un extremo de la mesa.
—Toma un poco de vino —la animó la Liebre de Marzo. Alicia miró por toda la mesa, pero allí sólo había té.
—Eso hago —respondió apresuradamente Alicia—, al menos… al Alicia pensó un poco y después dijo: —Cuatro. —¡Anda dos
menos quiero decir lo que digo… es lo mismo ¿no sabía? —¡De ningún días equivocado! —suspiró el Sombrerero—. Te dije que la
modo es lo mismo! —dijo el Sombrerero—. ¡Si no también sería lo manteca no le iba a hacer bien a los engranajes —agregó
mismo decir «Veo lo que como» que «Como lo que veo»! —Y sería lo mirando con enojo a la Liebre de Marzo. —Era manteca de
mismo decir —agregó la Liebre de Marzo— «Me gusta lo que me primera —respondió humildemente la Liebre de Marzo. —
dan» que «Me dan lo que me gusta». —¡Y sería lo mismo decir —terció Sí pero deben de haber entrado algunas miguitas también —
el Lirón, que parecía hablar en sueños— «Respiro cuando duermo» gruñó el Sombrerero—. ¡No tendrías que habérsela untado
que «Duermo cuando respiro»! —En realidad en tu caso sí es lo mismo con el cuchillo del pan! La Liebre de Marzo tomó el reloj y
—dijo el Sombrerero. Y el grupo se quedó un minuto en silencio, lo miró con aire preocupado; después lo sumergió en su taza
mientras Alicia trataba de recordar todo lo que sabía de cuervos y de té y volvió a mirarlo, pero no se le ocurrió nada mejor que
escritorios, que no era mucho. El Sombrerero fue el primero en romper repetir: —Era manteca de primera, en serio. Alicia había
el silencio. —¿En qué día del mes estamos? —preguntó volviéndose a estado mirando por sobre su hombro con cierta curiosidad.
Alicia. Había sacado el reloj del bolsillo y estaba mirándolo inquieto, —¡Qué reloj más raro! —observó—. Dice el día del mes y
sacudiéndolo de vez en cuando y acercándoselo a la oreja. no dice la hora. —¿Por qué habría de decirla? —masculló el
Sombrerero—. ¿Acaso tu reloj te dice en qué año estás?
—Claro que no —respondió Alicia sin inmutarse—, pero eso es
porque pasa mucho tiempo sin que el año cambie. —Lo mismo pasa —¡Ahora sí que está claro! —dijo el Sombrerero—. El Tiempo
con el mío —dijo el Sombrerero. Alicia se sentía horriblemente no permite que lo marquen, y menos a golpes. Pero si uno se
desconcertada. La observación del Sombrerero no parecía tener mantiene en buenas relaciones con él es capaz de hacer casi
ningún signi cado en absoluto y, sin embargo, estaba formulada cualquier cosa con el reloj. Por ejemplo, supongamos que son las
decididamente en inglés. —No lo entiendo bien —dijo lo más nueve de la mañana, la hora de empezar las clases. No tendrías
amablemente que pudo. —El Lirón se quedó dormido de nuevo —dijo
más que susurrarle algo al Tiempo y, en un abrir y cerrar de ojos,
el Sombrerero y le vertió un poquito de té caliente en la nariz. El
Lirón sacudió la cabeza con impaciencia y dijo, sin abrir los ojos: — él le daría unas cuantas vueltas al reloj y… ¡la una y media, hora
Claro, claro; eso es justamente lo que yo iba a decir. —¿Todavía no de almorzar! (—¡Ojalá! —se dijo por lo bajo la Liebre de Marzo).
adivinaste el acertijo? —preguntó el Sombrerero volviéndose hacia —Sería bárbaro, ya lo creo —dijo Alicia pensativa—, pero… yo
Alicia. —No, me rindo —dijo Alicia—. ¿Cuál es la respuesta? —No no tendría hambre ¿sabe? —Al principio tal vez no —dijo el
tengo la menor idea —dijo el Sombrerero. —Ni yo —dijo la Liebre de Sombrerero—, pero uno puede quedarse en la una y media todo
Marzo. Alicia suspiró fastidiada. —Me parece que podría emplear el tiempo que quiera. —¿Así es como hacen ustedes? —preguntó
mejor el tiempo —dijo—, en vez de perderlo haciendo adivinanzas que Alicia. El Sombrerero sacudió la cabeza con pesar. —¡Yo no! —
no tienen respuesta. respondió—. Nos peleamos en marzo… justo antes de que este se
—Si conocieses al Tiempo tan bien como yo —dijo el Sombrerero— volviera loco —explicó señalando con la cucharita a la Liebre de
lo tratarías con más respeto. —No entiendo —dijo Alicia. —Claro Marzo—. Fue durante el gran concierto que ofreció la Reina de
que no —dijo el Sombrerero sacudiendo la cabeza con desdén —.
Corazones, en el que yo tenía que cantar eso de:
¡Supongo que ni siquiera habrás hablado nunca con él! —Tal vez no —
replicó Alicia con prudencia—, pero lo marco con golpecitos cuando
estudio música.
Brilla brilla,
murcielaguito, ¿en qué andarás tan solita?
No sé si conoces esa canción.
—Escuché una parecida —dijo Alicia. —Sigue así —siguió diciendo el
Sombrerero:
Por sobre la tierra vuelas como bandeja de teteras…
El Lirón se estremeció y empezó a cantar en sueños:
Brilla, brilla, brilla, brilla…
Y así siguió sin parar, tanto que tuvieron que pellizcarlo para que se —Claro —dijo el Sombrerero suspirando—.
detuviese. —Bueno, apenas había terminado la primera estrofa —dijo Siempre es la hora de tomar el té y no hay tiempo de
el Sombrerero— cuando la Reina chilló: «Está destrozando el tiempo. lavar la vajilla entre tanto. —Y se van corriendo de
¡Que le corten la cabeza!». —¡Qué salvaje! —exclamó Alicia. —Y lugar, supongo —dijo Alicia. —Exactamente —dijo
desde ese día —siguió diciendo el Sombrerero con voz lastimera — el el Sombrerero—, a medida que la vajilla se va
Tiempo no hace nada de lo que le pido. ¡Ahora son siempre las seis! A ensuciando. —¿Pero qué pasa cuando vuelven al
Alicia se le ocurrió una idea brillante: —¿Es por eso que hay tanta comienzo? —se animó a preguntar Alicia. —¿Qué les
vajilla para el té aquí arriba? —preguntó. parece si cambiamos de tema? —los interrumpió la
Liebre de Marzo con un bostezo—. Me estoy
aburriendo. Propongo que esta jovencita nos cuente
un cuento.
—Me temo que no sé ninguno —dijo Alicia, un poco
alarmada por la propuesta. —Entonces que nos lo
cuente el Lirón —gritaron los dos al unísono—.
—Todavía no tomé nada —replicó Alicia con tono
ofendido—, de modo que no puedo tomar más. —Querrás
decir que no puedes tomar menos —dijo el Sombrerero—,
¡Despiértate, Lirón! Y lo pellizcaron de los dos lados al mismo porque tomar más que nada es muy fácil. —A usted nadie
tiempo. El Lirón abrió lentamente los ojos. —No estaba le preguntó su opinión —dijo Alicia. —¿Quién está
dormido —dijo con voz ronca y débil—. Escuché todo lo que haciendo alusiones personales ahora? —replicó el
dijeron. —¡Cuéntanos un cuento! —dijo la Liebre de Marzo. Sombrerero con aire de triunfo. Alicia no supo muy bien
—¡Sí, por favor! —rogó Alicia. —Y que sea breve —agregó el qué contestar a esto, de modo que se sirvió un poco de té y
Sombrerero— o te vas a quedar dormido antes de que termine. pan con manteca y después se volvió hacia el Lirón y
—Había una vez tres hermanitas —empezó el Lirón muy repitió su pregunta.
apurado —. Se llamaban Elsie, Lacie y Tillie y vivían en el —¿Por qué vivían en el fondo de un pozo? El Lirón volvió
fondo de un pozo… —¿De qué vivían? —preguntó Alicia, que a tomarse su tiempo para re exionar y después dijo: —Era
siempre se interesaba mucho por las comidas y las bebidas. — un pozo de melaza. —¡Eso no existe! —empezó a decir
Vivían de melaza —dijo el Lirón después de pensar un rato. — Alicia muy enojada, pero el Sombrerero y la Liebre de
Eso es imposible ¿sabe? —dijo amablemente Alicia—. Se Marzo le hacían ¡sh, sh!, todo el tiempo y el Lirón observó
habrían enfermado. —Y estaban enfermas —dijo el Lirón—, enfurruñado: —Si no eres capaz de mostrarte educada es
muy enfermas. Alicia trató de imaginarse cómo sería vivir de mejor que termines el cuento tú misma. —¡No, por favor,
ese modo tan extraño pero le resultó demasiado difícil, de siga! —dijo Alicia con gran humildad—. No voy a volver a
modo que siguió diciendo: —Pero ¿por qué vivían en el fondo interrumpirlo. Acepto que exista al menos uno de esos
de un pozo? —Sírvete un poco más de té —le dijo muy formal pozos.
la Liebre de Marzo.
—¡Uno solo! ¡Lo que hay que oír! —dijo el Lirón indignado. Sin embargo aceptó seguir con su historia. —De modo
que estas tres hermanitas estaban aprendiendo a dibujar, a sacar bocetos… Ya sacaban… —¿Qué, qué? —preguntó
Alicia olvidándose de su promesa. —Melaza. —Quiero una taza limpia —interrumpió el Sombrerero—; vamos a
corrernos todos un lugar. Él se mudó de sitio mientras hablaba y el Lirón lo siguió; la Liebre de Marzo se cambió al
lugar del Lirón y Alicia se sentó sin demasiadas ganas en el sitio de la Liebre de Marzo.
El Sombrerero fue el único que se bene ció un poco con el cambio. Alicia estaba
bastante peor que antes ya que la Liebre de Marzo acababa de volcar la lechera en su
plato. Como no deseaba volver a ofender al Lirón empezó con gran cautela: —Pero
no comprendo. ¿La sacaban del natural? ¿Cómo hacían? —Se puede sacar agua de un
pozo de agua —dijo el Sombrerero—, así que también se puede sacar melaza de un
pozo de melaza, ¿eh, boba? —Pero ellas estaban adentro del pozo —insistió Alicia,
optando por pasar por alto las palabras nales del Lirón. —Claro que sí —dijo el
Lirón—, bien adentro. Esta respuesta confundió tanto a Alicia que dejó que el Lirón
siguiera un rato sin interrumpirlo.
—Estaban aprendiendo a dibujar —siguió diciendo el Lirón, bostezando y
frotándose los ojos porque le estaba empezando a dar sueño—, y dibujaban todo tipo
de cosas… cosas que empiezan con M… —¿Por qué con M? —preguntó Alicia. —
¿Por qué no? —dijo la Liebre de Marzo. Alicia guardó silencio. El Lirón ya había
cerrado los ojos y estaba cayendo en un estado de somnolencia; pero cuando el
Sombrerero lo pellizcó se volvió a despertar con un chillido y siguió.
—Por nada del mundo volvería allí —se dijo Alicia mientras se encaminaba al
bosque—. ¡Es la merienda más estúpida que vi en mi vida! Al decir esto notó que uno
de los árboles tenía una puerta de entrada. «¡Qué extraño! —pensó—. Pero todo es
muy extraño hoy. Me parece que lo mejor es entrar cuanto antes». Y entró. Volvió a
encontrarse en el gran vestíbulo, cerca de la mesita de vidrio. —Esta vez lo voy a
hacer mejor —se dijo, y empezó por tomar la llavecita dorada y abrir la puerta que
daba al jardín. Después se puso a mordisquear el hongo (había guardado un pedacito
en el bolsillo) hasta llegar a medir sólo un pie de altura. Después corriópor el
pasillito y por n… llegó al hermoso jardín y se vio rodeada por esos brillantes
canteros de ores y esas frescas fuentes.