ALEGRE Desigualdad y Trabajo
ALEGRE Desigualdad y Trabajo
ALEGRE Desigualdad y Trabajo
Javier Alegre ∗∗
Resumen
El presente artículo aborda el notable crecimiento de las desigualdades
socio-económicas a escala global, dado en las últimas décadas a partir de la
imposición de políticas neoliberales, y el modo en que el trabajo participa de
esta situación. Más específicamente, apunta a mostrar rasgos y consecuencias
Palabras clave
Abstract
analyze the performance of work within them and to provide conceptual contributions
targeted to explain the way the work can be understood as a source of higher levels of
equality. To that matter, in a first descriptive moment the paper presents current studies
and statistics and, in a second purposing moment, it links with theoretical discussions in
regard to the end of work, the poslaboral society and the centrality and enhancement of
work.
Keywords
Introducción
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Esta convicción, si bien tiene como clave a componentes éticos y sociales, también posee al mismo
tiempo sustento científico-biológico: el Proyecto Genoma Humano confirmó en 2003 que todos los
individuos compartimos una carga genética idéntica en un 99,9%.
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Estos fenómenos y tendencias registrados a nivel mundial han ejercido una clara
influencia y encontrado su réplica en la configuración económica de nuestro país. En el
contexto nacional, los datos disponibles demuestran una evolución similar en lo que
hace a la concentración de la riqueza y al aumento de las desigualdades económicas en
los períodos de aplicación más ortodoxa de los programas neoliberales. El modo en
que las nuevas condiciones políticas y económicas impactaron en la distribución de la
riqueza que imperaba en nuestro país a mediados de los ’70 refleja una clara ruptura
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Piketty demuestra que la relación capital/ingreso a nivel mundial, tomando como punto de partida los
inicios del siglo XX, sigue una forma de U: en la actualidad estamos alcanzando los mismos niveles de
concentración que existían hace un siglo -alrededor del 500%-, tras haber atravesado el período de mayor
proximidad a mediados del XX tras las guerras mundiales y la instauración del modelo de Estado de
Bienestar -por debajo del 300% entre 1950 y 1970- (Piketty, 2014: 217). Es decir, luego de un período más
igualitario, estamos en una nueva fase netamente desigual en este aspecto también.
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De las diferentes dimensiones que dan cuenta de las desigualdades socio-económicas en el país -
ingresos, ocupación, salud, vivienda, educación, etc.-, en el próximo apartado especificamos algunos datos
referidos a la distribución del ingreso y la posesión de empleo -coeficiente de Gini, ingreso medio e índice
de desocupación- tomados a partir de estadísticas oficiales o bien de autores que elaboran sus propias
series a partir de datos disponibles fiables.
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sociales y de salud son más comunes entre los sectores menos favorecidos de cada
sociedad (…), ahora sabemos que el peso general de estos problemas es mucho mayor
en las sociedades más desiguales” (Wilkinson y Pickett, 2009: 38).
Los análisis estadísticos elaborados por estos autores demuestran que el aumento
de la desigualdad está vinculado con la disminución de la confianza, la cohesión, la
reciprocidad entre las personas y el promedio de esperanza de vida, a la vez que
genera subas notorias de ansiedad, depresión, stress, consumo de alcohol y drogas,
enfermedades mentales, obesidad, maternidad adolescente, violencia, delincuencia y
homicidios, entre otros fenómenos problemáticos que aquejan a las sociedades
contemporáneas. Además, la movilidad social intergeneracional es menor en los países
con mayor desigualdad de renta, lo cual se explica porque estos países destinan menor
porcentaje al principal agente de movilidad social: la educación. Los autores explican
por qué la desigualdad trae efectos tan nocivos para los lazos sociales en forma simple:
“…la calidad de las relaciones sociales se construye sobre cimientos materiales. La
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Rosanvallon se basa en un estudio previo realizado en la misma línea por Wilkinson (2005), donde ya
analiza el modo en que las desigualdades impactan sobre los niveles de salud psico-física de la población.
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Estos lineamientos generales acerca del consumo ya habían sido planteados hace más de un siglo por
Thorstein Veblen (2000, primera publicación en 1899) en su clásica obra Teoría de la clase ociosa.
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las organizaciones sindicales, entre otros fenómenos recurrentes en las últimas décadas
en el mundo del trabajo.
En nuestro país, al igual que en otras latitudes, estos procesos se manifestaron con
fuerza tanto en el plano fáctico como en el jurídico. Respecto del notable incremento
del desempleo y el subempleo, el momento más crítico de la aplicación de los
programas neoliberales en Argentina condujo a que en el primer trimestre del 2003 la
desocupación alcanzara el 20,4%, acompañada de una tasa de subocupación -
demandante y no demandante- del 17,7% (INDEC, 2015b); para dimensionar lo que
esto implicó en cuanto a destrucción del empleo, en las 500 principales empresas no
financieras del país se redujeron más de 100.000 puestos de empleo asalariado en una
década: se pasó de 610.258 puestos en 1993 a 503.532 en 2003, de acuerdo con la
Encuesta Nacional a Grandes Empresas (INDEC, 2007).
coeficiente de Gini y los ingresos medios de los hogares como en la participación del
1% más rico en Argentina en los ingresos totales. El coeficiente de Gini para nuestro
país en el período previo a la aplicación de medidas económicas ortodoxas fue de
0,367 (1974), en el momento inicial de la implementación más cruda del programa
neoliberal fue de 0,459 (1990) y en el peor momento de la crisis económica alcanzó el
0,551 (2002); en tanto que en lo concerniente al ingreso medio de los hogares
retrocedió de 1.138 pesos en mayo de 1993 hasta 775 pesos en mayo de 2002 (INDEC,
EPH). La desigualdad creciente queda expresada también en la participación del 1%
más rico, que a su vez es una radiografía de los momentos políticos por los que
atravesó el país: la participación del 1% superior tuvo su máximo récord histórico en
1943 -cuando acaparaba el 25,9% de los ingresos nacionales-, descendió a su nivel
mínimo en 1973 -sus ingresos representaban el 7,4% del total- y en el 2004 los
ingresos del 1% de la población más rica ascendieron nuevamente hasta el 16,75% de
los ingresos totales (Alvaredo, 2010).
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laborales y una fragmentación creciente de la vida laboral de los individuos y, por otra
parte, fue acompañado por múltiples transformaciones en la legislación laboral que
avalaron y profundizaron la desigualdad y vulnerabilidad laborales (González, 2003; Del
Bono y Quaranta, 2010; La Serna, 2010; Chávez Molina, 2013). Este acompañamiento
legal a las reformas laborales estuvo presente tanto en tiempos dictatoriales como
democráticos, bajo la forma de resoluciones y leyes dictadas de manera extraordinaria
por el Poder Ejecutivo Nacional durante la última dictadura, o bien con la anuencia de
la mayoría parlamentaria durante la década del ´90.7 Estos cambios introducidos en la
normativa laboral sirvieron para dar un marco legal a prácticas que ya se venían
desarrollando con anterioridad -jornadas extensas, contratos basura, incumplimiento
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Una interesante síntesis y exposición de los puntos en disputa y las miradas encontradas respecto de las
discusiones en torno de la desigualdad en nuestro país en la última década se encuentra en Kessler (2014).
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Las transformaciones en la normativa laboral tomaron cuerpo mediante la aprobación de la Ley de
Empleo 24.013 en 1991, Ley de Formación y Empleo 24.465 en 1995, Ley de Empleo 25.013 en 1998 y la
Ley de Reforma Laboral 25.250 en 2000, las cuales avalaron la precarización y flexibilización laborales a
través de la legalización de diversas formas irregulares de empleo que incluían la extensión de los
contratos temporales y los períodos de prueba, la reducción de los aportes sociales -incluso excepción en
algunos casos- y de los montos de indemnización por despido, el debilitamiento de la negociación
colectiva, la disminución de las penas económicas para los empresarios en caso de empleo no registrado,
la introducción del régimen de pasantías, etc.
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incremento de la desigualdad induce a que los individuos trabajen más horas para
lograr acceder a una mayor capacidad de consumo, en pos de alcanzar los estándares
de consumo propios de las clases más acomodadas que son apreciados socialmente
(efecto Veblen), así las jornadas laborales tienden a ser más largas y menores los días de
descanso en las sociedades desiguales, con lo que las personas ocupadas trabajan allí
considerablemente más que en los países que presentan mayores niveles de igualdad
(Bowles y Park, 2005).
Para cerrar este segundo apartado, nos queda apuntar que la desigualdad
generada por la renta del capital es siempre mucho mayor que la generada por los
ingresos del trabajo, ya que la propiedad del capital está mucho más concentrada que
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los ingresos del trabajo, pero igualmente en tiempos recientes se han ensanchado
notoriamente a escala global las diferencias entre los ingresos del trabajo de los
sectores que se encuentran en los extremos de la escala. Asistimos en las últimas
décadas a la presencia y extensión del fenómeno concomitante de ejecutivos con
súper-salarios, por un lado, junto con trabajadores precarizados con salarios por debajo
de la línea de pobreza, por el otro. Esto ha generado que la desigualdad en los ingresos
del trabajo a nivel mundial siga una forma de U: en la actualidad retoma diferencias
similares a las existentes en la década de 1910, o bien va hacia esos registros, tras la
fase de mayor igualdad representada por el lapso que va del ’50 al ’70 (Piketty, 2015,
cap. 9). Es decir que sin duda alguna el trabajo también actúa como promotor de
desigualdades en las últimas décadas. Al respecto, los pronósticos acerca de que un
gran crecimiento económico a nivel mundial sea el factor clave para revertir esta
situación de creciente desigualdad no son muy favorables tomando como base las
progresiones estadísticas a largo plazo. Veamos: entre 1913-2012 el crecimiento anual
mundial fue del 3%, del cual 1,4% corresponde al aumento de la población mundial y
1,6% al incremento de la producción por habitante; ahora, este crecimiento no ocurrió
de modo uniforme, sino que se dio en forma variable: antes de 1950 el crecimiento
nunca superó el 2% anual, entre 1950 y 1970 alcanzó el 4% anual y a partir de ahí se
mantiene por debajo del 3,5%, con previsiones de continuar en disminución por la
merma en el crecimiento demográfico y porque los grandes impactos del desarrollo
tecnológico -generadores de saltos productivos enormes- ya han cubierto gran parte
del globo (Piketty, 2015: 90-117); por lo que las esperanzas de lograr revertir los graves
problemas generados por la desigualdad no pueden ser depositadas en forma unívoca
en el incremento productivo, sino que las posibles respuestas deben ser buscadas
también en otros órdenes.
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En relación con esto último, dedicamos este tramo final a realizar algunas
precisiones conceptuales acerca de las vinculaciones entre trabajo e igualdad en la
actualidad, para lo cual confrontamos o retomamos diversas posturas teóricas referidas
a la problemática que han tenido gran difusión en las últimas décadas, centrándonos
en particular en tres puntos: a) relación entre igualdad, eficiencia y mercado laboral; b)
posibilidad y conveniencia de abogar por el advenimiento de una sociedad poslaboral
a partir del derrumbe del trabajo típico, la reducción del empleo y la tesis del fin del
trabajo; y c) modo de entender la vigencia y centralidad del trabajo en pos de lograr
una sociedad con mayores niveles de igualdad.
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Al prolongar sus secuencias estadísticas, Piketty (2015) encuentra que la relación capital/ingreso se
aproximaría al 700% a fines del actual siglo.
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marcada serían dinamizadoras del sistema económico ya que aumentarían las tasas de
ganancias, facilitarían la reinversión y actuarían como acicate para el esfuerzo y la
producción, pero esta visión no solo se desentiende de las profundas consecuencias
negativas que ello trae, sino que además subestima la cuestión de la (in)viabilidad en el
largo plazo de una sociedad en la que aumente incesantemente la exclusión y, a su vez,
tiende a considerar al mercado como algo que podría funcionar en forma eficaz
independientemente del empeoramiento de las condiciones de las demás esferas en
que se desarrolla la vida de los integrantes de la sociedad.
todos los mercados se aplica de manera especial para el mercado laboral, ya que en él
lo que se comercializa no son cosas o bienes, es la fuerza viva de trabajo imposible de
separar de sus portadores y de considerar independientemente de las imbricaciones y
consecuencias que presenta para ellos; es por eso que el mercado laboral posee una
gran capacidad para conformar jerarquías, hábitos, valores y subjetividades entre
quienes participan de él. Acerca de esta imposibilidad de considerar al mercado laboral
por fuera de sus vínculos e implicaciones para las demás esferas humanas, Debra Satz
(2015: 68 y 75) señala con acierto que:
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La tesis del fin del trabajo fue acompañada, en un nivel macro-social más teórico,
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Este aspecto criticado se expresa de modo patente en las elaboraciones de Méda, quien en sus
fundamentos teóricos repite en forma constante que el trabajo es una categoría histórica y dinámica -no
antropológica ni inmutable-, pero lo asocia invariablemente con aspectos forzosos y sufridos, invocando
de modo esencialista la cuestión de los orígenes de la actividad laboral, con lo cual niega la posibilidad de
que el trabajo en algún momento deje de estar asociado al esfuerzo penoso y el agotamiento humano.
Además, en su propuesta y la de Habermas es donde más claramente se expresa la supuesta confrontación
entre el trabajo y las otras esferas humanas, con lo que se ensancha la escisión entre las capacidades
laborales y las no laborales y se tiende a reforzar la oposición trabajador/ciudadano dentro de los mismos
sujetos.
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positivas como negativas y examinar los vínculos e interrelaciones que mantiene con
otras esferas y actividades de socialización que presentan mayor margen de maniobra
frente a los meros criterios productivistas y de lucro que dominan la esfera laboral en la
actualidad. De aquí que desde el campo teórico resulte más apropiado defender la
centralidad del trabajo pero desde parámetros distintos a los del capitalismo actual, es
decir, no para legitimar las formas vigentes en el mercado laboral, sino para someterlas
a análisis y crítica más minuciosos, ya que las relaciones entabladas en el ámbito laboral
no son favorables o perjudiciales de por sí: el entrelazamiento dinámico del mundo
laboral con los procesos discursivos, culturales, distributivos y socio-económicos
convierte en estéril el intento de fijar al trabajo una significación y valoración
determinadas que vayan más allá de las condiciones específicas en que se desarrolla.
Esto implica intentar poner diques a la visión mercantilista del trabajo, no evaluarlo
únicamente en función del volumen de ganancias que genera, evitar todo retorno a la
ética del trabajo que enalteció sólo aquel trabajo que era adquirible en el mercado
capitalista, relegando a un lugar secundario las otras actividades, e incluir en los análisis
factores objetivos y subjetivos muchas veces descuidados, así como el surgimiento de
nuevos agentes y relaciones laborales; todo lo cual va de la mano de la revalorización y
ampliación del concepto de trabajo.11
De lo que se trata entonces es de reconocer que el trabajo es una instancia
compleja en que se ponen en juego las capacidades físicas, anímicas e intelectuales de
los individuos y un ámbito que requiere del desarrollo de conductas de cooperación,
solidaridad y entendimiento mutuo, de aquí que se constituya en un factor que no
puede ser desatendido ni enfocado con exclusividad desde los estrechos criterios
lucrativos del mercado de trabajo. A su vez, un enfoque de este tipo requiere prestar
atención especial a las importantes funciones que el trabajo cumple tanto a nivel
individual como social. A nivel individual, pues actúa como una fuente inalienable de
subjetivación, identificación e integración en el contexto inmediato, pudiendo hacerlo
en sentido positivo o negativo según las condiciones en que sea realizado y entendido;
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Los posicionamientos teóricos que resaltan la vigencia, centralidad y ampliación del trabajo encuentran
respaldo en destacados autores de diversos puntos de nuestro continente, en particular sobre este tema
ver específicamente: Neffa (2003); De la Garza Toledo (1997 y 2010); Neffa y De la Garza Toledo (2001);
Neffa, De la Garza Toledo y Muñiz (2009); Richter (2011); Antunes (2013).
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vale aclarar que si bien el trabajo ya no es tan determinante en estas funciones tal
como lo fuera en buena parte del siglo XX, tampoco se ha convertido en algo que
carezca de peso en este aspecto. Y a nivel social, porque el trabajo, pese a todo, sigue
actuando como un gran estructurador social y un distribuidor de la riqueza, por lo que
es un ámbito de negociación por excelencia para intentar instaurar derechos sociales y
condiciones de vida en sentido progresivo; y aunque en este aspecto también ha
retrocedido su influencia respecto de la sociedad industrial, tampoco se han relevado
aún otros factores que puedan ejercer en forma eficaz su función redistributiva. Es por
ello que sostener la vigencia y centralidad del trabajo es congruente con el intento por
lograr sociedades más igualitarias.
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