0% encontró este documento útil (0 votos)
2 vistas8 páginas

De La Memoria Como Un Averno Al Roce de

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 8

De la memoria como un averno: “Al roce de la sombra”,

de Guadalupe Dueñas

Leticia Romero Chumacero

mínima presentación

“A inales de los [años] cuarenta surgieron escritoras dueñas del aura


que les permite ganarse el pan y la autonomía”,1 escribió Beatriz Espejo
en referencia a Rosario Castellanos, Elena Garro, Amparo Dávila, Inés
Arredondo y Guadalupe Dueñas. Integrantes de la Generación de medio
siglo, las dos últimas estuvieron entre las primeras mujeres que alguna
vez gozaron de la beca del Centro Mexicano de Escritores.2 Guadalupe
Dueñas, habitante de una casa que parecía escenario ideal de sus cuentos
–por añosa y por brindar inusitado hospedaje a un cachorro de león–,3
construyó un universo narrativo donde las disonancias tornan oblicua
la realidad y consiguen reordenarla en formas inquietantes.
Su expresión discursiva, además, es elegante: sus textos impelen a saborear
frases como manjares. La prosa breve de Dueñas (Guadalajara, Jalisco,
19 de octubre de 1920-Ciudad de México, 13 de enero de 2002) procura
esa experiencia estética gracias a su repertorio de inas adjetivaciones,
imágenes esplendentes y metáforas que bien pueden deinirse como pa-
ridoras. Todo ello estimula el goce de la lectura, nutriendo ésta no sólo
con historias atractivas, sino con umbrías resemantizaciones del mundo,
por la vía de la observación de sus intersticios.
1
Espejo, Beatriz. (2001). “Prólogo” a Atrapadas en la casa. Cuentos de escritoras mexicanas del siglo xx,
comp. de Ethel Krauze y Beatriz Espejo, México: Selector, p. 19.
2
Robles, Martha. (1986). “Guadalupe Dueñas”, en La sombra fugitiva. Escritoras en la cultura nacional,
México: Unam, t. ii, p. 107.
3
Leñero, Vicente. “Lo que sea de cada quien. ‘El huésped’ de Guadalupe Dueñas”, en Revista
de la Universidad de México, México, Unam, diciembre de 2007, nueva época, núm. 46, p. 106.
Leticia Romero Chumacero

El cuento que nos ocupará a continuación, se titula “Al roce de la sombra”.


Fue incluido por su autora en el volumen Tiene la noche un árbol, publicado en
1958. Al comentarlo, Beatriz Espejo ha señalado que, junto a otras narra-
ciones del mismo libro, anunció “a la dueña de un universo propio,
respetuosa de la palabra justa, atinada para seleccionar elementos que crean
atmósferas decadentes donde la luz se iltra entre los pliegues de los cortinajes
corridos y apenas ilumina objetos caros que atestan habitaciones.”4
En años recientes, Ute Seydel vio en el cuento los temas de la muerte y de
la culpa, “introduciendo el registro fantástico”.5 En tanto, Gerardo Busta-
mante lo describió como “un cuento que habla sobre la destrucción de
la inocencia y la pérdida de la libertad de una mujer pura”.6
Considero que el cuento no es fantástico, como establece Seydel, pero sí
lo veo como expresión de la atmósfera decadente advertida por Espejo
y de la destrucción de la inocencia expuesta por Bustamante. Así, para
evaluar la dimensión expresiva de ese breve trabajo en prosa, así como
los efectos logrados por la articulación de elementos elegidos por la autora, a
continuación se glosará el cuento con alguna minucia. La paráfrasis revelará
complejos aspectos estructurales, subyacentes en un trabajo que resulta
sencillo sólo en apariencia.

Hostil fUe la nocHe...

El cuento es enunciado por un narrador en tercera persona, dentro de la


modalidad de narrateur avec (“narrador con”), es decir, se trata de una voz
que “somete su discurso a la perspectiva de uno de los personajes que
intervienen en la historia”.7 Por ende, lo narrado se limita a aquello que
4
Espejo, “Prólogo” a Atrapadas en la casa. Cuentos de escritoras mexicanas del siglo xx, p. 19.
5
Seydel, Ute. (2010). “El registro fantástico como crítica social y cultural en ‘Al roce de la sombra’
e ‘Historia de Mariquita’”, en Guadalupe Dueñas. Después del silencio, ed. de Maricruz Castro Ricalde y
Laura López Morales, Toluca: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey-
Campus Toluca y Campus Morelia/Fondo Nacional para la Cultura y las Artes/Uam-Iztapalapa/
Universidad Iberoamericana/Universidad Autónoma del Estado de México/Unam, p. 167.
6
Bustamante, Gerardo. (2010). “Guadalupe Dueñas: una presencia olvidada”, en Patricia Rosas,
Feminine Transgression: Studies of Fifteen Mexican Women Writers (1900-1946) / Transgresión femenina:
estudios sobre quince escritoras mexicanas (1900-1946), California: Floricanto Press, p. 77.
7
Paredes, Alberto. (1987). Las voces del relato, Xalapa: Universidad Veracruzana, p. 37.

2
De la memoria como un averno: “Al roce de la sombra”...

ese personaje está en condiciones de saber. Esto coniere subjetividad


a la apreciación de los hechos, no obstante el uso de una enunciación
que, desde la tercera persona, simula imparcialidad. En el caso que nos
ocupa, la elección de ese tipo de focalización faculta para sostener el
suspenso pues el personaje junto al cual se coloca la voz narrativa es la
protagonista: una mujer atemorizada, por razones cuya explicación se
dosiica con cautela suiciente como para intensiicar el relato.
El discurso está dividido en tres secciones, cuya extensión es indicada
gráicamente por medio de espacios en blanco. Grosso modo, la primera
de ellas aborda el arribo de Raquel, la protagonista, al pueblo de San
Martín; la segunda, su inesperado descubrimiento de las tertulias nocturnas
organizadas por sus anitrionas, unas hermanas de apellido Moncada; la
tercera reiere el desenlace de tal descubrimiento. No obstante lo dicho,
los primeros seis párrafos insertan a quien lee en un ambiente vago, como de
duermevela: “Raquel conectó la luz y se sentó en la cama...”, señala el primer
párrafo,8 situando la acción en la alcoba del personaje; el tercer párrafo, sin
embargo, ubica al mismo personaje femenino en otro lugar: “Volvió a
sentir el bamboleo del tren y oyó el silbido de la máquina en la curva
pronunciada.”9 Todos los verbos de la narración están conjugados en
pasado, por lo cual la ubicación temporal de las acciones acusa tanta
imprecisión como la situación espacial. ¿Dónde ocurre todo aquello,
cuándo?
Insomne y atemorizada por la evocación de dos mujeres aún indeinidas
para quien lee, Raquel surge en el relato. En tanto zona del hogar ligada al
sueño, la alcoba donde ella se encuentra acentúa la atmósfera onírica de las
primeras líneas –atmósfera que, erróneamente, ha llevado a Seydel a caliicar
el cuento como fantástico. De hecho, es dable atribuir al insomnio y acaso
al temor la referida indeterminación de espacios y tiempos. Adicionalmente,
esa indeterminación da pie a que el pensamiento del personaje poco a
poco sea conquistado por la evocación de un viaje en tren. Así pues,
nuestro primer contacto con ella es por la vía de su miedo, expresado
con irracionalidad e inspirado por un suceso impreciso, que apunta hacia un
pasado donde habitan imágenes tan desdibujadas como temibles.
8
Dueñas, Guadalupe. (1985). “Al roce de la sombra”, en Tiene la noche un árbol, México: fce/sep, p. 43.
9
Loc. cit.

3
Leticia Romero Chumacero

Un aspecto relevante en las frases preliminares consiste en que quienes


provocan el desasosiego de Raquel son dos mujeres, asociadas a un campo
semántico inteligible a partir de palabras como opulencia o riqueza. En
efecto, su recuerdo se articula dentro de un escenario dominado por candiles,
un ropero veneciano y costosas alfombras. Empero, esa abundancia ru-
tilante posee un rasgo develado por el adjetivo con el cual se caliica a
las alfombras: son costosas, sí, pero están luidas.
La voz narradora echa mano del contraste como recurso para exaltar la
fortuna de ese par de mujeres peligrosas y oponerla al mísero ambiente del
tren donde, en algún momento del pasado, viajó Raquel. Pero recuérdese que
la bonanza de aquellos personajes y su contexto es sólo aparente y, por ende,
entre las circunstancias del recorrido en tren y las del lugar con candiles y
alfombras costosas hay un sutil nexo agazapado. Muy eicaces resultan
en esas circunstancias las referencias a la pestilencia y a la sensación de
fragilidad, experimentadas por el personaje, debido a que dan cuenta de
cierta asixia, de un talante medroso y, quizá, de un mal presagio.
El viaje en tren es relatado a partir del tercer párrafo y se prolonga hasta el
inal de la primera sección del cuento. No sobra recordar el carácter alegórico
de los viajes en la narrativa universal, donde suelen aludir simbólicamente a
la vida y sus vicisitudes. Pues bien, en este caso el traslado del personaje
sugiere justo eso: un aprendizaje vital, que, asimismo, se presiente asixiante
y relacionado con una circunstancia donde la agitación y la ambigüedad
serán decisivas.
Amén de esto, el recorrido es la oportunidad para presentar a las temi-
das señoritas, pues la protagonista viaja acompañada por alguien que las
conoce. El acompañante hace las veces de guía, ya que inicia a la mujer en
los secretos del pueblo de San Martín; le cuenta quiénes son las señoritas
Moncada; reiere su rico pasado en París, su ruinoso regreso al pueblo, su
aislamiento en una inca antaño próspera y el orgullo que su extravagante
presencia inspira en los lugareños.
Unos cuantos detalles sobre el pasado de Raquel y sobre los motivos de
su arribo al pueblo se declaran también durante el traslado. Es maestra y
procede de un hospicio, cuya directora, la madre Isabel, elaboró una car-
ta de recomendación destinada a las señoritas. Al inalizar el trayecto,

4
De la memoria como un averno: “Al roce de la sombra”...

una lacónica confesión suya reitera el tópico principal –y explícito– del


primer apartado: siente miedo.

Jamás Habrían de perdonarla...

La segunda sección del cuento reproduce el ambiguo inicio de la primera.


Otra vez la protagonista está en una alcoba, cuya “suntuosidad la embriagaba
hasta hacerle daño”.10 Una vez más, el temor la invade, salvo que ahora
éste se mezcla con una inseguridad inédita. La joven maestra, ser lleno
de conocimientos, se considera intrusa en medio del esplendor que la
rodea. Su sensación de extranjería, relacionada en forma clara con ese
entorno, subraya el carácter escenográico, artiicial, falso, del mismo.
Y así como en el apartado inicial el insomnio se mezclaba fatigosamente
con el viaje, en la segunda sección el despertar se combina con el recuerdo,
ahora más vívido, de las ancianas, a quienes sorprendió “peor que desnudas,
en el secreto de sus almas”.11 A esa borrosa evocación, se suma una más,
relativa a la presentación de Raquel ante ellas, despectivas y distantes. En-
tonces, la voz narradora alude al pasado, a un colegio galo donde coincidieron
las jóvenes Moncada y una muchacha que se convertiría en monja y sería
directora del hospicio que albergó a la huérfana Raquel. Ese nexo pretérito
coloca en primer plano una más de las claves interpretativas de “Al roce de
la sombra”, una clave cifrada en la inexorable manifestación del pasado
en la deinición del presente.
Adicionalmente, el encuentro entre la huérfana y las señoritas constituye
una oportunidad para nombrar la profunda inseguridad de la primera,
quien frente a las hermanas “sintió la culpa de ser fea”.12 La respuesta de
sus anitrionas, una vez identiicada la muchacha como emisaria del pasa-
do de ellas en Europa, consiste en proporcionarle espejos y un amplio
guardarropa, es decir, elementos para manipular su imagen, simulacros de
un lustre que se antoja ilusorio, por no corresponder con la vida previa de
la protagonista, ni con su clase social, ni con el humilde poblado al cual

10
Ibid., p. 48.
11
Loc. cit.
12
Ibid., p. 52.

5
Leticia Romero Chumacero

arribó. En suma, la atención otorgada a las apariencias es robustecida con


un elemento que de ninguna forma puede ser supericial.
Cinco párrafos bastan a la autora para evidenciar el trato amoroso con
el cual es distinguida la visitante a partir de ese momento. Tres puntos y una
fugitiva conjugación de verbos en presente son suicientes, más tarde, para
colocarnos de lleno en una coyuntura, en el instante de quiebre de la
historia: en una reservada habitación de la casa, Raquel sorprende a
Monina y la Nena, las Moncada, cuyos nombres íntimos son revelados
sólo entonces; van vestidas de gala, bailan y actúan cual si estuviesen
rodeadas por personas de la realeza, “mundanas y estridentes”.13 Pero están
solas. Su representación es turbadora pues está hecha de imaginación,
de deseo y de fantasmas vetustos. La ausencia de acompañantes que res-
pondan el diálogo, que rían con ellas, que las cortejen en el baile, resalta el
carácter escénico de los hechos. En esas circunstancias, la insistencia en las
apariencias, exhibida desde el arranque del relato, adquiere su expresión más
depurada. También en ese angustioso momento el temor ante un escrutinio
que parecía atribuible sólo a Raquel asoma como motivación de las Moncada,
quienes, de pronto, resultan idénticas a ella, en su inseguridad profunda. Al
saber que su secreto fue profanado por la huérfana, las ancianas señoritas
lloran, con “rencoroso desprecio”, la humillación ante la exposición de su
ser más íntimo, lo cual las destroza. Tal es el sorpresivo desenlace del
segundo apartado, que, en retrospectiva, permite decodiicar el so-
bresalto de la protagonista, quien a la luz de estos hechos sospecha una
venganza en contra suya pues descubrió –desenmascaró, desnudó– la
oscura fantasía arcaizante de sus anitrionas.

cada gota de sU sangre fUe atrapada por el miedo...

El tercer y último apartado renueva la escena inicial de los dos previos,


salvo que, en esta ocasión, no la interrumpe. En efecto, cual ritornelo,
quien lee está de nuevo ante la recámara donde Raquel sufrió insomnio,
primero, y después, rodeada por objetos suntuosos, se sintió como una
intrusa. Ahora, la maestra se incorpora y se viste. Dato relevante es este del
13
Ibid., p. 54.

6
De la memoria como un averno: “Al roce de la sombra”...

atavío, que precede su salida hacia el comedor donde las Moncada aparecen
con un atuendo aún más recargado que el de la iesta, aunque deferentes y
memoriosas. El ornamento es colocado en un primer plano ya irrecusable.
Un detalle que se antojaba irrelevante –y había sido referido párrafos
atrás– adquiere en ese instante una trascendencia inusitada. Así como el
motivo del viaje vertebró las acciones del primer apartado, un símbolo de
lo recóndito, de lo subrepticio, asomó en el jardín descrito en la segunda
sección del relato. Ello ocurrió cuando las Moncada aprovecharon una
tarima, un San José de piedra y jarrones con begonias para cubrir cierto
pozo. En tales circunstancias, el detalle tan sólo parecía escenográico,
empero, dado que todo en el cuento lo es, tal rasgo está cargado de sentido y
el pozo precisa una lectura capaz de inscribirlo dentro del mismo perímetro
de signiicación oculta. Hacia tal razonamiento se apunta cuando Raquel,
en el comedor, obsesionada por simular que nada ha pasado, percibe el
olor de agua podrida emanado del foso del jardín. Algo descompuesto
ha emergido en el paraíso, simbolizado por el vergel: algo ha quedado
al descubierto.
La descomposición, por lo demás, lo abarca todo. El extraño sabor
del té que las Moncada le ofrecen, el repentino insomnio, la incapacidad
del personaje para comunicarse e incluso para moverse con normalidad
y su trayecto vacilante hacia el patio, cuyo pozo está a la vista, pues la tarima
ha sido removida. La inútil huida de Raquel hacia la habitación desde donde
intenta solicitar ayuda, sin lograr otra cosa que derribar algunos objetos
antes de desplomarse, dominada por el efecto de un veneno. La habitación
de donde las señoritas Moncada la extraen para arrojarla, sin piedad alguna,
en el pozo.

colofón

“Al roce de la sombra”, es un cuento que, en su aparente sencillez, esconde


una estructura tripartita compleja, organizada pendularmente. Es el eco de
una historia de secretos velados a la punzante mirada ajena. Estructurado
discursivamente a partir de breves secciones, el cuento narra tres momentos
de la historia de Raquel: un viaje, un descubrimiento y el castigo que éste

7
Leticia Romero Chumacero

le depara. En ese universo de icción, lo que se es resulta tan signiicativo


como lo que se quiere parecer. De ahí lo extremo de la sanción aplicada
a la circunstancial espectadora de la conducta dolorosamente secreta de
Monina y la Nena.
El cuento es, en conclusión, la historia de un descenso hacia el averno
donde habita esa sombra que llamamos memoria: una mezcla de elementos
de nuestro pasado, que en algún momento decidimos contar sin apego
a la verdad –apenas rozándolos–, por resultarnos, a veces, francamente
inconfesables.

bibliografía

bUstamante, gerardo. (2010). “Guadalupe Dueñas: una presencia olvidada”,


en Patricia Rosas, Feminine Transgression: Studies of Fifteen Mexican Women
Writers (1900-1946) / Transgresión femenina: estudios sobre quince escritoras
mexicanas (1900-1946), California: Floricanto Press.
dUeñas, gUadalUpe. (1985). “Al roce de la sombra”, en Tiene la noche un
árbol. México: fce/sep.
espeJo, beatriz. (2002). “Prólogo” a Atrapadas en la casa. Cuentos de escritoras mexicanas
del siglo xx. Comp. de Ethel Krauze y Beatriz Espejo. México: Selector.
leñero, vicente. “Lo que sea de cada quien. ‘El huésped’ de Guadalupe
Dueñas”, en Revista de la Universidad de México. México: Unam, diciembre
de 2007. Nueva época, núm. 46.
paredes, alberto. (1987). Las voces del relato. Xalapa: Universidad Veracruzana.
robles, martHa. (1986). “Guadalupe Dueñas”, en La sombra fugitiva. Escritoras
en la cultura nacional. México: Unam. T. ii.
seydel, Ute. (2010). “El registro fantástico como crítica social y cultural
en ‘Al roce de la sombra’ e ‘Historia de Mariquita’”, en Guadalupe Dueñas.
Después del silencio. Ed. de Maricruz Castro Ricalde y Laura López
Morales. Toluca: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Monterrey-Campus Toluca y Campus Morelia/Fondo Nacional para
la Cultura y las Artes/Uam-Iztapalapa/Universidad Iberoamericana/
Universidad Autónoma del Estado de México/Unam.

También podría gustarte