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Universidad Juárez Autónoma de Tabasco

División Académica de Ciencias Sociales y Humanidades

Licenciatura en derecho

Teoría del estado

Luis Miguel Díaz Montero

222F39044

Diaz83433@gmail.com

9935312381

Investigación 1.1 a 1.2

Rosa Isabel Olán García

22 de febrero del 2023


Disciplinas políticas de la teoría del estado

Pueden ser divididas en dos grupos: disciplinas filosóficas y


disciplinas científicas. Las primeras auxilian proporcionando el
conocimiento especulativo del Estado, y las segundas el conocimiento
Disciplinas que se relacionan con la Teoría Del Estado. Estas disciplinas
sistemático del mismo, en relación con sus elementos. FILOSÓFICAS:
-Ontología: Estudia al ser “Estado
-Axiología: Se refiere al Estado realizador de valores.
-Gnoseología: Proporciona conocimiento del Estado y de otras ramas del
saber.
Filosofía
La filosofía auxilia en forma importante al Estado; en primer lugar porque
el Estado es un ente de naturaleza compleja, real, ideal, Valente y que cae
por tanto, dentro del ámbito de la Ontología; en segundo lugar, por el
auxilio fundamental que recibe de la Gnoseología, que permite conocer
y comprender el ente Estado, en su realidad compleja, y en forma
sistematizad; en tercer lugar, por el importante auxilio que recibe de
la Lógica metodológica, que proporciona la variedad de los métodos
adecuados para lograr el conocimiento del Estado, en cuarto lugar, por la
relación con la Axiología, ya que el Estado, objeto o materia de la
Teoría del Estado, realiza valores.
Geografía
La Geografía auxilia a la Teoría del Estado para el estudio de
uno de los elementos reales de este último, es decir, el territorio. La
Geografía humana es la que estudia la distribución de la población sobre la
tierra y la Geografía Política estudia la delimitación de la soberanía
sobre la tierra, suelo, subsuelo, mar y espacio atmosférico,
constituyendo valiosos auxiliares de la Teoría del Estado, La geografía en
general brinda su ayuda a la teoría del estado, proporcionando las verdades,
los principios y reglas que ya fueron discutidas aceptadas como tales
endichas ciencias. Ecología Esta disciplina auxilia a la Teoría del Estado
con referencia a sus dos elementos reales: población y territorio. La
influencia que este ejerce sobre aquella crear formas de vida que
obviamente, influyen sobre el comportamiento social. Si el Estado es
creación humana, el medio, al influir sobre el hombre que lo crea, influye
también sobre el Estado.

Ecología
Esta disciplina auxilia a la Teoría del Estado con referencia a sus dos
elementos reales: población y territorio. La influencia que este
ejerce sobre aquella crear formas de vida que obviamente, influyen
sobre el comportamiento social. Si el Estado es creación humana, el medio,
al influir sobre el hombre que lo crea, influye también sobre el Estado.

Antropología
Es la rama científica que auxilia en forma importante a la
Teoría del estado, estudia la conducta social del hombre, la cual influye
en la formación del Estado, que éste es creación humana, el hombre en
cuanto a elemento del cuerpo social contribuye a integrar un elemento real
del Estado, que es la población.

Sociología
Es una de las disciplinas que más importancia tiene como auxiliar de la
Teoría del Estado, puesto que tiene como materia de esta al
hombre, asentado en un territorio determinado vinculado con sus
semejanzas a través de sus variadas interrelaciones.
Demografía
Es la ciencia que tiene por objeto el conocimiento de los
movimientos de la población, con relación a su distribución, en el tiempo
y en el espacio, composición por sexo, edad, nacionalidad y crecimiento.

Historia
Es la disciplina de las ciencias sociales que estudia y relata los
acontecimientos pasados de la humanidad, como a las narraciones
de los hechos y sucesos verdaderos o ficticios. El hecho físico es
un hecho intemporal e espacial, el histórico, en cambio se realiza en
una época y lugar determinados.

Economía
Es la ciencia social que estudia: La extracción, producción,
intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios; la posición del
Estado frente a la actividad económica condiciona el fenómeno económico.

Estadísticas
Es la rama de las matemáticas que estudia la variabilidad, así como el
proceso aleatorio que la genera siguiendo las leyes de la probabilidad.
Tiene como objeto la medición de los fenómenos de repetición, masa e
interacción

Derecho

Es uno de los elementos del Estado, es un conjunto de principios


y normas, generalmente inspirados en ideas de justicia y orden, que
regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia es
impuesta de forma coactiva por parte de un poder público
Principales hechos y el pensamiento político de los siglos
XV, XVI, XVII Y XVIII

El siglo XV fue una época convulsa tanto desde el punto de vista político
como social. En este siglo se desmoronó el sistema feudal, se debilitó la
figura del rey y aumentó el poder de la burguesía, que frecuentemente
apoyaba a los reyes en sus luchas contra la pobreza.

PANORAMA POLÍTICO Y SOCIAL DEL SIGLO XV


El descubrimiento de América
La Sociedad
Burguesía
La unión de Castilla y Aragón
El siglo XV es una época de transición entre la E. Media y la etapa del
Renacimiento. El Renacimiento transformó la vida europea en el siglo XVI.
Se quería “renacer” la antigua y admirada cultura clásica y grecolatina que
había quedado un poco oscurecida durante la Edad Media.

El ser humano vuelve a ser de nuevo el centro de sí mismo, dejando un


poco más apartada la figura de Dios como centro de todas las cosas. Es el
momento del Humanismo.

La sociedad continuaba dividida en tres estamentos, aunque poco a poco


la situación iba cambiando.

El matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón en 1469 y la


obtención por ellos de ambos tronos, ocasionó la unión entre los Reinos de
Castilla y la Corona de Aragón.
Invaden Granada en 1492. Se lanzan a la exploración del mundo, con la
conquista de las Canarias en 1496 y el descubrimiento de América en 1492.
Se pretende la unificación religiosa del reino: con la expulsión de los judíos
en 1492, y se obligó a la conversión a los moriscos, en 1502
El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón descubrió América que produjo
la extensión de los dominios de España hacia Occidente. Esto propició que
se convirtiera en una de las mayores potencias europeas.

Nobleza-Clero
La nobleza y el clero seguían siendo los estamentos privilegiados. Pero, la
burguesía, poco a poco conseguía cada vez más poder y control sobre los
medios económicos. Las familias de grandes banqueros y comerciantes
adquirieron grandes riquezas, en algunos casos se emparentaron con la
nobleza y en ocasiones alcanzaron el control y el poder político.

El Prerrenacimiento
Estos rasgos generales se concretan en los distintos géneros que se cultivan
en el siglo XV:
La literatura prerrenacentista
Los nobles cortesanos representan esa corriente de poesía culta, donde
junto a ella, también, existe una corriente de poesía popular donde la cual
aparecen los romances, que son los antiguos cantares de gesta.
A finales del siglo, en el teatro, se publica la obra de Fernando de Rojas, la
Celestina, la cual es una de las obras más importantes de la literatura
española.
En esta misma época se da por iniciado el género de la novela de
caballerías, la cual en el siglo XVI tendrá un gran éxito. Éstas narran
aventuras fantásticas de una caballera que luchará contra poderosos
enemigos.
Se va perdiendo la anonimia, que es el hecho de esconder al autor, que era
muy frecuente en esta literatura. Ahora los autores se sienten orgullosos de
lo que hacen i llegan a firmarlo.
La literatura prerrenacentista se aleja del tema religioso que se
acostumbraba a usar con demasiada frecuencia en la Edad Media.
Surge el escritor cortesano, que es el noble dedicándose a las armas y
también a la literatura como escritor. (Aristocracia)

Pensamiento de Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo inaugura, con “El Príncipe” y “Los Discursos sobre


Tito Livio”, la Ciencia y la Filosofía Política moderna, y lo hace en abierta
confrontación con el pensamiento teológico medieval. La operación
teórica que cumple Maquiavelo es aquella de delinear las características
específicas y técnicas de una nueva política que se expresa en la
formación de un Estado laico desvinculado de la religión y de la ética. Por
tanto, Estados dotados de autonomía y vida propia y donde la política
juega el rol de sostener y conservar el poder.

El objeto de la investigación y de la elaboración de Maquiavelo ya no es


más, como en la especulación clásica, sobre el tipo óptimo de Estado
capaz de realizar la vida virtuosa, sino hacia el estudio de un Estado que
tiene un dinamismo naturalístico y hacia el método del funcionamiento de
este.

La política para Maquiavelo es, por tanto, una técnica de acceso y control
del poder, con lo cual nace efectivamente la política en sentido estricto. El
mayor aporte de Maquiavelo a la política, como lo subraya Gennaro
Sasso, es su exclusividad, su autonomía, dado que “es la primera realidad
de la vida humana, el único fin, que usándolo también como medio, el
hombre necesita perseguir con el sacrificio, si es necesario, de su propia
alma” . La política para Maquiavelo es “superiorem non recognoscens”.
Esta concepción de Maquiavelo será un punto de no retorno para la
política y la filosofía moderna.

Por eso muestra al gobernante: “el arte de conquistar el poder”, al que


identifica como el Estado. Es este arte la política del gobernante, y ha de
estar exento de toda norma.

El bien común radica en el poder y en la fuerza del Estado, y no es


subordinable en ningún caso a fines particulares, por muy sublimes que se
consideren. El Estado, en Maquiavelo, es el gran articulador de las
relaciones sociales para garantizar que los hombres vivan en libertad a
través de sus leyes. De esta forma, se logra el bien común, y todo lo que
atente contra él puede ser rechazado, siendo cualquier medio lícito.
La innovación que representa “El Príncipe” reside en que es una reflexión
teórica que indaga rigurosamente la realidad tal como es y no como,
moralística e idealmente, nos pensamos, imaginamos o creemos que
debería ser.
Los problemas que enfrenta Maquiavelo no son problemas abstractos que
se ponen en el plano de las categorías universales de la moral y la religión
sino problemas unidos a la solución de una situación política concreta.

El Estado, es la única fuerza sobre la que apoyarse, y el hombre, malvado


por naturaleza, sin ninguna virtud sobre la que alzarse, se reduce a ser
“ciudadano”, un simple “animal político” a decir de Aristóteles, al cual se
puede juzgar por su grado de sociabilidad y por sus virtudes cívicas.
La obra de Maquiavelo es una teoría del Estado, es decir de las formas de
organización que permiten al hombre, venciendo su egoísmo instintivo,
vivir en sociedad, vivir sin que “el bueno pueda ser aplastado por el
malo”. De ahí su insistencia en el término “virtud” ya que le da un nuevo
significado con una nueva carga moral
Maquiavelo, resalta al mismo tiempo la diferencia entre tirano y príncipe,
considerando tirano al que gobierna en beneficio propio y Príncipe el que
lo hace buscando los intereses del Estado y de la colectividad. Por eso
aconseja la violencia, la crueldad, pero solo cuando sean necesarias y en
la medida en la que sean necesarias.

Sobre la legitimidad del poder, Maquiavelo es claro: “Aquel que llega al


principado con la ayuda de los grandes se mantiene con más dificultad
que aquel que llega con la ayuda del pueblo”, porque el fin de los grandes
es oprimir y el fin del pueblo es no ser oprimido y , por ello, recomienda
al príncipe la necesidad “de tener al pueblo como amigo, de lo contrario
no tendrá remedio durante la adversidad”.

El príncipe antes de ser gobernante ha sido hombre, y como todos los


hombres es malvado, egoísta, voluble, pero ha sabido, en el momento
adecuado, adaptarse a la situación que le exige erigirse como líder para
dejar de ser un simple ciudadano. El hombre del pueblo es “libre” de
actuar en función a sus propias necesidades, y por eso puede ser juzgado
por su grado de sociabilidad y sus virtudes cívicas.

Sin embargo, dice Maquiavelo, el gobernante está atado a la moral pública


que le exige una forma de comportamiento muy estricta, de la cual no le
está permitido salirse. Posiblemente en muchas ocasiones, por ser
también hombre, tenga la necesidad de transgredir sus propias leyes: ahí
es cuando surge el dilema, y es donde tiene que prevalecer el interés
público al privado para no caer en la tentación de anteponer sus
prevalencias a las del pueblo.

Maquiavelo es categórico en afirmar que la persona que ha decidido


tomar la iniciativa de llevar un pueblo, debe saber a lo que se expone, a lo
que tiene que renunciar para ser un buen gobernante. Si no está dispuesto
a ello no debería plantearse ningún dilema, y podría seguir siendo un
ciudadano más, un hombre común que lleva a cabo sus intereses sin
intervenir en los intereses de los demás.

El Príncipe, el gobernante, es concebido por Maquiavelo como una


víctima de su posición, obligado a comportarse de determinadas maneras
debido a la maldad de los demás, dispuesto a condenarse con tal de
cumplir con su deber y mantener en vida el Estado.

Esa moral cruel que le aconseja al príncipe está en función del bienestar
de los hombres, que no es posible sin la existencia de un estado ordenado
y tranquilo, seguro de los enemigos externos y no “desordenado” por los
enemigos internos.

Maquiavelo es coherente con su idea de la autonomía de la política. Deja


de lado las utopías políticas, como la del idealismo platónico, para teorizar
sobre un nuevo modelo de política más realista y aplicable a los gobiernos
de su época. Lo que son, no lo que debieran ser.
Por ello, él cree que un príncipe ha de ser “amado y temido” y alaba la
virtud de los gobernantes que son crueles con unos pocos y así
mantienen el Estado, mientras que critica a los pueblos y príncipes
crédulos que son buenos y dejan que sus enemigos destruyan una parte
de su patria, seguros de que así la sed de conquista de sus enemigos se
saciará. El bien del Estado no se subordina al bien del individuo, y su fin
se sitúa absolutamente por encima de todos los fines particulares por más
sublimes que se consideren.
Para Maquiavelo, el poder, considerado como uno de los ámbitos de
realización del espíritu humano, y el fenómeno político, visto como la
expresión suprema de la existencia histórica, que involucra todos los
aspectos de la vida, es la concepción que subyace en su obra “El
Príncipe”. Da nacimiento, con ello, a la secularización del mundo y las
cuestiones religiosas quedaban restringidas al ámbito de la conciencia
individual.

La ciencia renacentista despojó al hombre de su armadura teológica y le


devolvió la voluntad de organizar su existencia sin temores o esperanzas
de compensación espiritual.
El Estado también empezaba a concebirse como un poder secular no
ofrecido a los individuos por derecho divino sino por intereses
económicos, de clases o ambiciones personales.

Fue esa gran mentalidad renacentista la que permeó la obra de


Maquiavelo y de la que derivó su concepción del poder y de la política.

Maquiavelo no es ajeno a la moral y supo intuir, antes que sus propios


contemporáneos, que era imposible organizar un Estado en medio del
derrumbe social de Italia.
“La experiencia muestra que las ciudades jamás han crecido en poder o
en riqueza excepto cuando han sido libres”, dijo Maquiavelo.

“El fin justifica los medios”, no es una sentencia carente de moral y ética
como han pretendido demostrar los críticos de Maquiavelo. Sencillamente
es una reflexión en la que se reconoce que de las mismas circunstancias
que enfrenta el príncipe, él debe extraer las premisas necesarias para
desenvolverse en un mundo cambiante.
Con ello Maquiavelo demuestra que los hombres se miden con el mundo
y actúan sobre él. Premisa infalible que había olvidado la Edad Media.

Ello significa que la ambición de Maquiavelo de ver una Italia unida,


expuesta de forma precisa en los consejos que en 26 capítulos sugieren al
Magnífico, Lorenzo de Médicis, no constituyen un espejismo político sino
que puede realizarse en la realidad material a través de la lucha por el
poder y estimulando en los italianos los sentimientos comunes que
configuraban la identidad cultural del país. Italia invadida por fuerzas
extranjeras, representa una necesidad real: la liberación nacional y la
construcción de la unidad política.

El medio para lograrlo es la guerra, y el fin, adaptarse a las exigencias de


los nuevos tiempos, organizándose como estado nacional. Para
Maquiavelo los fines políticos eran inseparables de ese “bien común”. La
moral para el pensador florentino radica en los fines y la ley constituye el
núcleo organizador de la vida social.

Todo lo que atente contra el bien común debe ser rechazado y por ello “la
astucia, la hábil ocultación de los designios, el uso de la fuerza, el engaño,
adquieren categoría de medios lícitos si los fines están guiados por el idea
del buen común, noción que encierra la idea de patriotismo, por una
parte, pero también las anticipaciones de la moderna razón de Estado”.

La razón de Estado, concepto tan preciado y recurrente en la ciencia


política moderna y en el ejercicio del poder por siglos, es antes que nada
en Maquiavelo la relación entre el bien y el mal. Maquiavelo sabe, como
varios siglos después lo expone el propio Weber, que un gobernante debe
combinar las leyes con la fuerza, que el estado mismo debe ser el
monopolio legítimo de la fuerza y que el gobernante se verá obligado, en
tanto estado, a usar “la bestia y el hombre”. Aquí Maquiavelo no hace sino
exponer para la historia una de las características de todo estado: la
fuerza y el consenso. Es categórico en que el gobernante no puede
exponer solo sus virtudes sino también la fuerza, pero destaca que no
puede ser considerada una virtud “matar a ciudadanos, traicionar a
amigos, ser infiel, sin piedad, sin religión”.
El príncipe, por tanto, en el uso de esta dualidad de todo poder convertido
en estado debe “ser amado y temido” y, si no conquista el amor, al menos
debe ahuyentar el odio. Por tanto, el príncipe no puede ser cruel ni actuar
al margen de sus propias leyes, debe combinar virtuosamente la fuerza, la
crueldad solo si es necesaria, con la benevolencia que no lo muestre
débil.

El interés de Maquiavelo se centra, a través de toda su obra, en la política


como “arte de conquistar el poder”, pero también de mantenerlo y para
ello le dice al príncipe que la “mejor fortaleza de un gobernante es no ser
odiado por el pueblo”. Un príncipe sabio, dice Maquiavelo, debe pensar y
actuar en modo de que sus ciudadanos siempre y en todo momento
tengan necesidad del estado, de él que lo encarna y así obtendrá la lealtad
de los que más lo necesitan.

La política es por tanto el arte del príncipe o gobernante en cuanto tal. Y


el príncipe, en cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto
encarnación del Estado, está por principio, para este objetivo, exento de
toda norma moral.

Lo importante es que tenga las condiciones naturales como para asegurar


la conquista y posesión del poder, “que sea astuto como la zorra, fuerte
como el león”. Esto, porque para Maquiavelo la razón suprema no es sino
la razón de Estado.

El Estado, que identifica con el príncipe o gobernante, constituye un fin


último, un fin en sí, no solo independiente sino también opuesto al orden
moral y a los valores éticos, y situado de hecho, por encima de ellos,
como instancia absoluta.
El bien supremo no es ya la virtud, la felicidad, la perfección de la propia
naturaleza, el placer o cualquiera de las metas que los moralistas
propusieron al hombre, sino la fuerza y el poder del Estado y de su
personificación en el príncipe o gobernante.

El bien del Estado no se subordina al bien del individuo o de la persona


humana en ningún caso, y su fin se sitúa absolutamente por encima de
todos los fines particulares por más sublimes que estos se consideren. Es
aquí donde Maquiavelo connota dos nuevos conceptos que se tornan
esenciales en la conducción del estado por parte del príncipe: la virtud y
la fortuna, con lo cual busca establecer cuanto, cada cual, es patrón de su
destino, el libre albedrío de Santo Tomás de Aquino después que Dios ha
tocado el alma, pero en una versión completamente laica. La virtud
consiste en no abandonarse nunca, es la parte activa de la política; en
tanto la fortuna, a decir del politólogo italiano Gianfranco Pasquino, es la
forma como los hombres construyen sus historias de vida. Maquiavelo lo
dice así: “Ningún fatalismo frente a la desventura, un poco de desaliento
frente a la dimensión de la tarea resulta legítimo. Es más para que nuestro
libre albedrío no sea anulado juzgo verdadero que la fortuna sea el árbitro
de la mitad de nuestras acciones, pero que esta nos deje gobernar, o casi,
a nosotros”. El significado es aquel de mantener el impulso o de que la
política no puede limitarse a registrar o a reflejar la sociedad porque ello
implicaría que pierde su atractivo, su tarea histórica y Maquiavelo
necesitaba en el príncipe el impulso fuerte para lograr la difícil tarea de
unir a Italia y transformarla en una República libertaria.

Estas consideraciones revelan cómo, con su obra “El Príncipe”,


Maquiavelo muestra el triunfo del espíritu renacentista sobre la religión,
como también bordea el lado más creador y sombrío de los hombres en
la ardua e inconclusa tarea de perfeccionamiento de la conciencia
humana y de la sociedad. Cómo el poder es el centro de la política, un
arte, para construir el bien común.
Diversa de la ética aristoteliana, que nos habla del respeto la mesura, el
equilibrio y que tiene como bien superior la felicidad, Maquiavelo propone
una ética pragmática, fría, más que un ideal, un día a día, expresada en su
máxima “El fin justifica los medios”, es decir no importa cómo se logre,
mientas que se logre.

La ideología maquiavélica al respecto se refleja a través de una ética que


no contempla más que llegar al fin perseguido, debido a lo cual quedarán
automáticamente justificados todos los medios utilizados para ello, por
condenables que puedan parecer. La idea de Maquiavelo de que un
gobernante debe ser inflexible ante todo para preservar el bien del
Estado, aunque sea a costa de una conducta moralmente indigna.

Ello suscitó la inmediata incomprensión de casi todos sus coetáneos que


lo interpretaron como una astucia maligna, saltaron los mecanismos de
defensa sociales y pronto se estableció una corriente antimaquiavélica en
defensa de las bases morales hasta entonces establecidas que aún perdura
en nuestros días, asociada a la idea de astucia, mala fe y cinismo en
política.

Pero la verdad es que Maquiavelo no acepta ni legitima la violencia como


norma del obrar político, sino sólo en casos extraordinarios y en orden,
no al mantenimiento del poder por parte del gobernante, sino en orden al
bienestar de todos.
La necesidad de uso de la fuerza por parte de los gobernantes es solo el
complemento para reafirmar el poder propio de quienes poseen la
inteligencia para aplicar las leyes que aseguran el bien del Estado. Para
Maquiavelo, está claro que, aunque puede que los hechos acusen, los
resultados excusarán; de modo que la falta de escrúpulos debe ser tenida
como el modelo correcto de actuación para el buen gobernante. Esto lo
justifica mediante la teoría de que el hombre es malo y al ser malo lo
mueve su naturaleza.
La falta de ética será excusable en la aplicación de tal precepto porque
precisamente va en contra de la maldad humana y en bien del Estado.
Alude algunas cualidades animales para ejemplarizarlo. El gobernante
debe poseer la astucia de la zorra en combinación con la fuerza del león,
para librarse de las trampas y los lobos, que son al fin y al cabo los
traidores y los opositores al gobernante.

Por tanto, si se utilizan el engaño y el incumplimiento de promesas no


pasa nada, porque siempre hay gente dispuesta a dejarse engañar y
siempre hubo quien faltó a sus promesas.
El gobernante necesita ser un maestro de la manipulación y la seducción
mediante el lenguaje para manipular al pueblo tanto en sus creencias y
opiniones como para asegurarse su incondicional adhesión.

Es así como el gobernante debe aprender a instrumentalizar las pasiones


humanas y confundir las cabezas de los hombres con todo tipo de
embustes ya que en política sólo cuentan las apariencias aprovechando
que la mayoría de la gente vive muy alejada de la realidad.

Es el bien común y no el privado el que legitima la violencia en


determinadas situaciones pero, puesto que con sus acciones lo que el
gobernante busca son buenos resultados, debe conocer bien el alma
humana para atacarla allí por donde sea más oportuno, manipulación al
fin, y si para ello necesita entrar en el mal deberá colorearlo y disimularlo
para asegurarse el éxito y no el desprestigio. Sacar provecho de todo y de
cada situación.
Hay que subrayar, entonces, que la reflexión de Maquiavelo “y el fin
justifica los medios” no es una amoralidad o una falta de ética, es nada
menos que la ética de los fines que ha acompañado la historia de la
política prácticamente hasta fines del siglo XX. Todas las revoluciones,
pasando por la Francesa y la Rusa, como toda la política de los grandes
megarelatos ideológicos estuvo inspirada en la ética maquiavélica de los
fines. Si el fin era virtuoso, los medios eran secundarios. Hoy, esa visión es
improponible y la humanidad ha avanzado hacia una sociedad de
derechos y de límites que hace que el fin y los medios que se utilizan
importan y que ambos deben ser virtuosos. Por virtuoso, significativo, que
resulte un fin, los medios deben ser éticos porque de lo contrario
contamina irremediablemente el fin. Pero la ética de los fines de
Maquiavelo estuvo presente en la historia posterior de la política por
siglos.

Por todo ello, es Maquiavelo quien revoluciona la teoría política del


momento junto a una nostalgia hacia la civilización romana y en particular
a la República.

Para Maquiavelo, un estado afortunado tiene que ser fundado por un solo
hombre, lo cual determinará el carácter nacional de su pueblo, la
restauración de una sociedad debe ser efectuada por un legislador. No
existen límites a lo que puede hacer un estadista siendo el poder lo único
que puede mantener unida a la sociedad y las obligaciones morales que
existen tras ella.

Todo gobierno debe encontrarse regulado por ley. Prefiere la elección a la


herencia del poder, empleo de la severidad con moderación y libertad de
expresión estimando el gobierno liberal y sujeto a las leyes.

En “El Príncipe”, Maquiavelo trata a la política por primera vez como


técnica del poder y como ciencia con la cual se analizan los medios y
procedimientos por los cuales un hombre pudo llegar al poder supremo
de un país. La acción del príncipe más que moral, será ordenadora.
La virtud de Maquiavelo es que cree firmemente en la razón y en el
pueblo y que construye, la política de la desmistificación, de la
secularidad, y el rechazo a la interpretación sagrada de los
acontecimientos. Con ello prepara el terreno para que se abra paso, a
partir de sus grandes intuiciones, la cultura de la razón humana y de la
ciencia, que con sus límites deterministas y lineales, ha dominado nuestra
cultura occidental y la Filosofía Política hasta nuestros días aún con la
incapacidad para leer hoy adecuadamente los acontecimientos de una
política que requiere dotarse de otras claves para comprender y operar
sobre la realidad del siglo XXI.

Pensamiento de Erasmo de Rotterdam

En su pensamiento la filosofía de Cristo era el eje principal. Con este


nombre denomina, su teoría se basaba en la única filosofía que busca
alcanzar lo que el mundo busca que es la felicidad, una meta que sólo
puede ser alcanzada por medio de una lucha espiritual. Estaba en contra a
la austeridad del claustro, al ayuno y a la abstinencia porque creía que la
verdadera perfección se encontraba en los impulsos interiores del alma, y
no en el género de vida, la comida o el vestido.

Erasmo de Rotterdam buscaba conseguir una religión que no tuviera


dogmas, de ceremonias y de reglas. Defendió una reforma interior que
comprendía el cristianismo. Le interesaba la formación de un cristiano
nuevo, alejado del formalismo impuesto por la tradición. Quería que las
personas regresaran al cristianismo primitivo de Jesucristo, de los
apóstoles y de los Evangelios lo que lo llevó a un retorno a las fuentes
primitivas de las Escrituras, su pensamiento era humanista cristiano.

Estaba a favor del matrimonio de los sacerdotes, aunque prefería el


celibato. No estaba de acuerdo con la imagen de la Iglesia como una
sociedad jerarquizada, porque para él, debía ser formada por el pueblo de
Dios. Su pensamiento era similar al de Lutero, aunque no creía en la
autoridad soberana del sentido privado en la interpretación de las
Escrituras, y la justificación por la fe, independientemente de las obras.
Era un pacifista de ultranza y fue el primer teórico literario del pacifismo,
sobre el cual se fundamentan sus ideas políticas.

Thomas Hobbes

El estado de naturaleza e implicancias del estado de guerra. En el estado


de naturaleza existen ciertas características objetivas y subjetivas que
contienen inmanentes el desenlace de un estado de guerra. Existe un clima
de inseguridad y temor permanente que conduce a la lucha de todos contra
todos. Ante la ausencia de un poder central unificado que obligue a todos,
nada impide el desenlace de violencia. A esta ausencia se suma que los
bienes son escasos y no alcanzan para todos. La naturaleza nos coloca en
la obligación de competir por los recursos. En términos subjetivos cada uno
tiene la capacidad de usar la violencia como herramienta para la
subsistencia. Los conflictos son inevitables. Al no haber una autoridad
central, cada uno tiene derecho a la propia conservación. Y para esto puede
utilizar cualquier medio. Dado que existe un estado de igualdad entre los
hombres todos son enemigos potenciales. De la condición de igualdad
brota la desconfianza y de esta la guerra. Atacar primero siempre es la
mejor opción para la autoconservación. Por esto es por lo que señala que
el hombre es “lobo” para el hombre.
El estado de naturaleza e implicancias del estado de guerra. En el estado
de naturaleza existen ciertas características objetivas y subjetivas que
contienen inmanentes el desenlace de un estado de guerra. Existe un clima
de inseguridad y temor permanente que conduce a la lucha de todos contra
todos. Ante la ausencia de un poder central unificado que obligue a todos,
nada impide el desenlace de violencia. A esta ausencia se suma que los
bienes son escasos y no alcanzan para todos. La naturaleza nos coloca en
la obligación de competir por los recursos. En términos subjetivos cada uno
tiene la capacidad de usar la violencia como herramienta para la
subsistencia. Los conflictos son inevitables. Al no haber una autoridad
central, cada uno tiene derecho a la propia conservación. Y para esto puede
utilizar cualquier medio. Dado que existe un estado de igualdad entre los
hombres todos son enemigos potenciales. De la condición de igualdad
brota la desconfianza y de esta la guerra. Atacar primero siempre es la
mejor opción para la autoconservación. Por esto es que señala que el
hombre es “lobo” para el hombre.
El pacto es multilateral, donde cada hombre reconoce como soberano a un
tercero cuya autoridad ha sido reconocida por todos. El pacto es
irrevocable, ilimitado o absoluto e irreversible. Es irrevocable porque no
consiste en un acuerdo entre dos partes sino de todos tomados
singularmente reconociendo la autoridad de un tercero. Por tanto, es un
pacto de sujeción entre los individuos. Es irrevocable de hecho y derecho.
De hecho, porque no basta una decisión mayoritaria de votos para ser
revocado, sino que necesita la unanimidad, algo inviable en los hechos. De
derecho, porque el contrato involucra a un tercero sin cuyo consenso no
puede ser disuelto. El pacto es ilimitado o absoluto porque hay un único
poder soberano que no tiene ninguna limitación para ejercer su autoridad.
No tiene ningún vínculo de obligación con nadie. Las leyes las hace el
soberano. El pacto también es indivisible ya que existe un único titular que
concentra todos los poderes en su voluntad: la fuerza y el derecho. No es
posible garantizar la paz sin esta unidad: la espada de la justicia y de la
guerra. Ambas espadas están unidas en el poder que actúa contra los
enemigos.
Hobbes no acepta la clasificación de Aristóteles de las distintas formas de
gobierno. En tal sentido niega que existan formas malas y buenas de
gobernarse. Para él esto no es más que un juicio de valor subjetivo. Lo
esencial para el autor es que el poder esté concentrado
independientemente de en quien lo esté. Si es rey o tirano no es más que
una apreciación valorativa. Tampoco acepta la noción de división de
poderes ni la existencia de partidos políticos. No considera que dentro del
poder absoluto exista alguna división.
John Locke

John Locke confiaba en la bondad humana pero también en su posibilidad


de errar a causa de sus debilidades, y la necesidad del reconocimiento al
hombre de la vida, la libertad y la propiedad de los frutos de su esfuerzo,
como derechos naturales, o sea inmanentes, que hacen a la esencia de su
ser. El Estado es construido por contrato social entre hombres iguales, con
el fin de protegerlos y ejercer la justicia pública, evitando la venganza
privada, ante conflictos que surjan cuando disputen sus propiedades.

Sus escritos, ideas y artículos influyeron en Voltaire y Rousseau, pensadores


de la Ilustración francesa, así como los revolucionarios estadounidenses.
Sus contribuciones al republicanismo clásico y la teoría liberal se reflejan
en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la Declaración
de Derechos de 1689.

Principales hechos e ideas políticas en los siglos XIX y


XX.
El siglo XIX supuso el tránsito final desde las monarquías absolutas que
habían dominado Europa desde la Edad Media hasta los estados-nación
liberales de nuestros días. Fue también el siglo en el que la industria se
impuso sobre las formas manuales de producción.

100 años de progreso científico, filosófico y de derechos y libertades, pero


también de conflicto continuo en Europa entre clases sociales, naciones y
estados. Estos son algunos de los acontecimientos históricos importantes
que tuvieron lugar en este siglo trascendental para la humanidad.
Guerras Napoleónicas
El siglo XVIII había culminado con el acontecimiento que,
historiográficamente, marca el tránsito entre la Edad Moderna y la
Contemporánea: la Revolución Francesa. De la convulsa revolución en
Francia emergió la figura de Napoleón Bonaparte. Este militar corso
combinó genio militar y habilidad política durante toda su carrera.

Fue escalando en la jerarquía del régimen revolucionario hasta


proclamarse emperador de los franceses. Sus ejércitos sometieron a
media Europa y propagaron las ideas revolucionarias por todo el
continente. Finalmente, Napoleón fue derrotado en Waterloo en 1815,
pero el Antiguo Régimen viviría ya en una crisis continua e iría
desapareciendo paulatinamente.

Revolución Industrial
Aunque la primera Revolución Industrial había comenzado el siglo
anterior, con adaptación de la máquina de vapor a la producción, fue en el
siglo XIX cuando se consolidó. El desarrollo y mejora de las máquinas y,
sobre todo, la invención del ferrocarril, marcaron un antes y un después
en la economía de todo el mundo.

Los tiempos de producción se acortaron enormemente y las materias


primas empezaron a ser transportadas a gran velocidad. La alta demanda
de mano de obra industrial produjo una migración masiva del campo a las
ciudades.

En pocos años, el mundo cambió completamente. La vida campesina que


se había mantenido invariable durante siglos llegaba a su fin y las
ciudades se llenaban de chimeneas humeantes y barriadas insalubres.
Colonización de África
Ante el aumento de la productividad, la industria comenzó a requerir una
creciente cantidad de materias primas. Europa estaba seca de recursos
naturales tras siglos de explotación y las grandes potencias pusieron sus
ojos en África. Partiendo de los antiguos puestos comerciales establecidos
a lo largo de la costa africana, los europeos comenzaron una carrera
desenfrenada hacia el interior del continente.

Miles de km² se repartieron como pedazos de un pastel y los recursos


naturales empezaron a ser extraídos y enviados a Europa. La población
africana tuvo poco que decir en ese proceso. Los idiomas y la religión de
los colonizadores y una economía empobrecida han quedado como la
herencia más visible en África tras la descolonización del siglo pasado.

Unificación de Italia y Alemania


El mapa de Europa central a comienzos del siglo XIX era muy distinto al
actual. Una miríada de pequeños estados se extendía por el territorio que
hoy llamamos Italia y Alemania. Basándose en los ideales románticos del
nacionalismo y en la fuerza de sus ejércitos, líderes carismáticos como
Otto von Bismarck o Giuseppe Garibaldi acometieron la unificación de
ambos territorios.

Los dos procesos, con sus diferencias, conllevaron guerras e importantes


tensiones en todo el territorio. Finalmente, Italia y Alemania se
consolidaron como dos de las grandes potencias llamadas a tener un
papel protagonista en el siglo XX en Europa.

Comuna de París
Precisamente como fase final de la unificación alemana, Bismarck buscó
una victoria militar contra el gran rival de su proyecto, Francia. Prusia
encabezó una alianza de todos los estados alemanes contra la Francia de
Napoleón III, descendiente de Napoleón Bonaparte.

La derrota francesa y la huida del Gobierno de París, dejó a la capital en


manos de la población. Las desigualdades sociales generadas por la
industrialización habían sido el germen de ideologías revolucionarias que
buscaban la emancipación de los obreros y la instauración de una
sociedad sin clases sociales.

Durante 60 días, París estuvo gobernada por una comuna autogestionada


que se basó en las novedosas ideas socialistas. Las tropas francesas
acabaron entrando a sangre y fuego y desmantelando la comuna, pero
hoy en día es considerada como la primera experiencia socialista y
precursora de las revoluciones que tendrían lugar en el siglo siguiente.

«Desastre» del 98
La invasión napoleónica de España había llevado a la independencia de la
mayor parte de la América española. Se crearon numerosos estados por
todo el continente desde México hasta Argentina, pero la isla de Cuba y el
archipiélago de las Filipinas se mantuvieron como últimos vestigios
imperiales de España.

Ambas colonias lograrían definitivamente su independencia en 1898 con


el apoyo de Estados Unidos. El gran imperio que había dominado el
mundo durante la Edad Moderna llegaba definitivamente a su fin en lo
que en la historiografía española fue conocido como «el desastre del 98».
Principales teóricos de la segunda mitad del siglo XIX y la
primera mitad del XX

EL PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO Y LAS REFLEXIONES SOBRE


LA REVOLUCIÓN
La revolución americana y la revolución francesa son fenómenos de finales
del siglo XVIII en torno a los cuales girará buena parte de las ideas políticas
de, al menos, la primera mitad del siglo XIX bien sea para apoyar la acción
revolucionaria, lo que tuvo su plasmación concreta en las revoluciones de
1820, 30 y 48, bien sea para atacarla y defender los principios de la
monarquía absoluta. Las ideas de la Ilustración habían significado un
precedente fundamental para el pensamiento revolucionario. Así,
Montesquieu, partiendo de un anti-despotismo aristocrático, difundirá la
idea de la división de poderes y el parlamentarismo, inspirado por el
sistema británico y las ideas de Locke. Rousseau, con su planteamiento del
contrato social, fundamenta los sueños democráticos. La defensa de las
libertades por parte de Voltaire preludiaría también, en cierta medida, las
acciones concretas de los revolucionarios. Durante los años que sucedieron
a la Revolución Americana se enfrentaron dos ideas políticas: la demócrata
federal, defendida por Hamilton y John Adams que preconizan un gobierno
fuerte y eficaz, muy en la línea del sistema inglés, y la demócrata liberal,
apoyada por Jefferson, que busca un gobierno limitado y un mayor cuidado
por las libertades individuales. Más complejidad se produjo durante la
Revolución Francesa, durante la cual tuvieron un alcance político los
principios de los filósofos de la Ilustración. Las ideas de Sieyès, compuestas
de racionalismo, utilitarismo, individualismo y deseos de que la ley recoja
la realidad, fueron básicas en un principio y aunaron voluntades durante la
época de predominio girondino. Fruto de estas corrientes, apareció la
declaración de derechos y la constitución de 1791. Sin embargo, la
revolución se radicalizará: las ideas del jacobinismo de Saint Just o
Robespierre profundizarán en las formuladas por Rousseau. Pero estas
formulaciones, y sobre
toda su plasmación práctica en decretos y medidas políticas, no serán
aceptadas por la burguesía mercantil ni por las aspiraciones confusamente
socialistas de los sans-culottes, cuyo portavoz será Babeuf. Napoleón
recogerá el pensamiento de los girondinos en política exterior, es decir,
concebir la extensión a otros países de la revolución como fórmula para
hacerla triunfar. Sin embargo, durante el imperio se produjo un rechazo a
los ideólogos: era el momento de la acción, y las ideas dominantes se vieron
impregnadas de un gran pragmatismo.

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