3.12 Aumento Del Nivel Del Mar e Islas Pequenas
3.12 Aumento Del Nivel Del Mar e Islas Pequenas
3.12 Aumento Del Nivel Del Mar e Islas Pequenas
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El aumento del nivel del mar es una de las amenazas más importantes
que plantea el cambio climático a las islas pequeñas, como la que es mi
hogar en el Caribe. La imagen que se asocia a estas islas es la de que están a
punto de ser engullidas por los océanos. No es una imagen exagerada: si las
emisiones continúan al ritmo actual, a finales del siglo se ha previsto un
aumento del nivel del mar de un metro o más. Y aunque los esfuerzos que
hagamos para limitar el calentamiento global tuvieran un éxito moderado,
parte de ese aumento futuro se mantendrá, y muchas zonas de islas bajas
resultarán anegadas. Eso significa que la amenaza del aumento del nivel del
mar es real, y la imagen de islas que desaparecerán debería bastar para
concertar acciones globales sobre el cambio climático. Pero incluso antes de
que lleguemos a esa fase, la subida del nivel del mar implica graves
pérdidas para las islas pequeñas, que ya constatamos.
Cada isleño de una isla pequeña es capaz de identificar un punto en el
océano que antaño se hallaba en tierra. Las aguas que suben erosionan
playas y litorales insulares que de manera directa o indirecta sostienen la
vida de la isla: gran parte del turismo en el Caribe está relacionado con las
playas, sector que supone de promedio del 7 al 90 por ciento del PIB y el 30
por ciento de los puestos de trabajo. En los últimos años, muchas de las
playas caribeñas han menguado al quedar atrapadas entre el mar que
asciende y el desarrollo urbanístico costero, lo que reduce su atractivo para
los turistas y provoca efectos en cadena para mucha gente que depende de
la industria turística. En una campaña para proteger las playas y los puestos
de trabajo que crean y mantienen, los países caribeños recurren a caras
infraestructuras, entre ellas rompeolas o diques marinos, aunque aún no se
sabe qué valor puede tener hacerlo.
Pero los efectos de la erosión van más allá del turismo, pues numerosas
comunidades pequeñas viven de los recursos costeros. Alrededor de las
playas se desarrollan comunidades de pescadores, para quienes son lugares
de alojamiento y embarcadero y comercios informales. Si las playas
empiezan a retroceder, sus opciones se reducen. Los puestos de venta se
cierran y los residentes migran tierra adentro. Cuando la pesca deja de ser
sostenible, acaban por trasladarse comunidades enteras. Para las pequeñas
islas del Caribe, la imagen de la subida del nivel del mar no es solo la de la
desaparición de islas en el futuro, sino también la de las playas, la de las
fuentes de ingresos y la de las comunidades actuales.
Hoy en día, cada vez observamos más efectos, incluso de mayor
gravedad, debidos a la subida del nivel del mar. En algunos países está
retrasando o incluso anulando el desarrollo, al agravar las inundaciones
causadas por marejadas ciclónicas debidas a las tormentas y los huracanes
que son más intensos en nuestro mundo más cálido. En las Bahamas, las
inundaciones extremas producidas por la supertormenta Dorian en 2019
provocaron más de setenta muertes y daños en las islas bajas de Ábaco y
Gran Bahama equivalentes a una cuarta parte del PIB del país. Por
desgracia, estos fenómenos extremos ya no parecen raros. Solo dos años
antes, tres huracanes de categoría 5 recorrieron el Caribe; uno de ellos era
Irma, que entonces se consideró la tempestad atlántica abierta más intensa
jamás vista, y otro era María, dos semanas después. Entre los países que
sufrieron sus efectos estaban los pequeños estados insulares de Barbuda,
Anguila y las islas Vírgenes Británicas, para los que la recuperación se
estima en años debido a sus economías contraídas, a su nivel de vida
deprimido y a su desarrollo retrasado. El huracán Irma destruyó el 95 por
ciento de los hogares en Barbuda y dejó inhabitable una tercera parte del
país. Los daños penetran ahora mucho más en el interior de la isla que hace
unas pocas décadas, lo que plantea una amenaza directa a la población y las
infraestructuras. En el Caribe, la mayoría de los centros urbanos son
costeros. Más del 50 por ciento de la población de la región vive dentro de
la franja de un kilómetro y medio de litoral. Si las aguas costeras suben un
metro, se estima que hasta el 80 por ciento de las tierras que rodean los
puertos de la región pueden inundarse.
Visualizar el impacto de la subida del nivel del mar es también concebir
una herencia negada. Es contraer los hábitats, cambiar la distribución
geográfica de las especies costeras, reducir la biodiversidad y los servicios
ecosistémicos. Es aumentar la salinidad de los acuíferos, de los que se
suelen servir los habitantes locales como único aporte de agua dulce. Es
amenazar muchos lugares que son patrimonio cultural o ritual, que no
pueden trasladarse para eludir las inundaciones. Es limitar la disponibilidad
de playas como espacios públicos para esparcimiento y disfrute. El acceso a
agua limpia, ecosistemas dinámicos, patrimonio cultural conservado y
espacios recreativos son expectativas razonables para la siguiente
generación. Es lo mínimo que les debemos.
Casi todas las islas pequeñas son las que menos han contribuido al
cambio climático, pero se llevan la peor parte. No se trata solo de islas que
desaparecerán: hoy fuentes básicas de ingresos ya están amenazadas, el
desarrollo económico se retrasa y se niega la herencia generacional. /