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Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de cristo y en definitiva a dar culto a Dios; pero en
cuanto signos, también tiene un fin pedagógico. No solo suponen la fe, si no que a la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de
palabras y cosas; por eso se llaman sacramentos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a
los fieles para recibir con fruto la misma gracia y rendir culto a Dios y practicar la caridad.
Es el sacerdote o el diácono quienes normalmente bautizan, sin embargo, en caso de necesidad (peligro de muerte). cualquiera, incluso un no
cristiano, puede y debe bautizar: para ello, basta que tenga la intención de hacer lo que la Iglesia manda.
Si el que recibe el sacramento es adulto, debe tener la intención de recibirlo, fe y arrepentimiento de sus propios pecados. Si, por el contrario, es
un niño, la responsabilidad es asumida por sus padres, quienes deben contribuir a su crecimiento espiritual, con ayuda de sus padrinos.