Celeb Clotet Esp

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Celebración del bicentenario del


nacimiento del P. Jaime Clotet
Fabrés, CMF (1822-2022)
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© Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María

Prefectura General de Espiritualidad y Vida Comunitaria

Roma, 2022
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Himno de entrada
Desde que mi voluntad
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y Vos mío.

A fuerza de amor humano


me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor.
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Introducción
Nos convoca a orar en comunidad el bicentenario del
nacimiento del P. Jaime Clotet Fabrés, el más joven
de los cofundadores de nuestra Congregación. En su
laboriosidad escrupulosa y metódica, en su lealtad
intachable y en su profunda espiritualidad mística y
misionera, reconocemos un ejemplo preclaro de
virtud y de santidad. Su causa de beatificación está
introducida en Roma. Acerca del P. Clotet el P.
Vicente Sanz escribe en Huellas de Claret que “fue
querido y venerado de todos, forjador infatigable de su
propia perfección cristiana y religiosa; solícito del
bienestar de cada uno; pasó por la tierra dejando en
pos de sí un suave perfume de santidad. No tuvo
enemigo alguno”. Al recordarle encomendamos a su
intercesión que nunca falten en la Congregación
misioneros arraigados y audaces que sirvan a Dios
anunciando el evangelio a todos.

Oración
Señor y Padre nuestro, en esta celebración del
bicentenario del nacimiento de nuestro hermano, el
Venerable P. Jaime Clotet, te pedimos que nos
concedas aquel amor a Cristo y a Claret que él vivió
tan profundamente a lo largo de su vida, y ser así
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apóstoles totalmente entregados a tu Pueblo Santo,


como él nos enseñó con su ejemplo y testimonio. Te
lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

De los escritos del P. Clotet


“Siempre que he visto por primera vez a un sordo-
mudo, se ha excitado en mí un sentimiento de
compasión, he experimentado un impulso casi
irresistible a ocuparme en hacerle conocer las
principales verdades de la fe, cosa difícil por cierto,
pero necesaria y del mayor consuelo en su desgracia.
Este fue el motivo porque desde los primeros años
de mi promoción al sacerdocio, procuré instruirme
en el arte de la mímica, dedicándome luego, en
cuanto lo consentían mis deberes imprescindibles, a
enseñar el Catecismo a aquellos infelices, fuera
siquiera una vez por semana. Su docilidad, su
atención y sumo agradecimiento cautivaban el
corazón, hacían más dulce el trabajo, y luego pude
conocer que mis sencillas lecciones, aunque tan poco
frecuentes, darían con el tiempo muy buenos
resultados.

Impulsado de los mismos deseos, y a fin de que otros


sacerdotes o seglares puedan dedicarse con fruto a
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la instrucción de unos sujetos tan necesitados y que


mueven a compasión a cuantos se interesan por su
bien temporal y eterno, escribí el presente Catecismo
que, a pesar de mi desconfianza, resuelvo ahora dar
a luz, obedeciendo a la indicación de personas
respetables que debo acatar.” (Catecismo de los
Mudos, Vich, 1870; p. 5).

Salmo responsorial (Sal 26)


R. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,


¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
R. El Señor es mi luz y mi salvación

Cuando me asaltan los malvados


para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
R. El Señor es mi luz y mi salvación
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Si un ejército acampa contra mí,


mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
R. El Señor es mi luz y mi salvación

Una cosa pido al Señor,


eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
R. El Señor es mi luz y mi salvación

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
R. El Señor es mi luz y mi salvación

Y así levantaré la cabeza


sobre el enemigo que me cerca,
cantaré y tocaré para el Señor.
Espera en el Señor, sé fuerte,
ten ánimo, espera en el Señor.
R. El Señor es mi luz y mi salvación
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Lectura bíblica (1 Cor, 13, 1-13)


Hermanos: Aunque hablara las lenguas de los
hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy
como bronce que suena o címbalo que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos
los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera
plenitud de fe como para trasladar montañas, si no
tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos
mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no
tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es
paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no
es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su
interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se
alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo
lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo
soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán
las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la
ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial
nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto,
desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, razonaba como
niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de
niño. Ahora vemos en un espejo, en enigma.
Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un
modo parcial, pero entonces conoceré como soy
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conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la


caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la
caridad".

Reflexión: El P. Clotet, “un ángel en carne


humana”
Nuestra Congregación celebra el 24 de julio de 2022
el bicentenario del nacimiento del P. Jaime Clotet, el
más joven de nuestros cofundadores. La ocasión,
además de invitarnos a la acción de gracias a Dios,
nos permite evocar la figura de tan egregio
misionero. Su vocación claretiana se manifestó en el
mismo año de la fundación, cuando apenas si
conocía de oídas al P. Claret.

En 1849, el P. Clotet se encontraba de cura ecónomo


en un pueblecito de la diócesis de Vic llamado Civit.
Ordenado en 1845, tenía a la sazón 27 años. Pero la
parroquia le resultaba inapropiada por su carácter e
inclinaciones. Buscaba una institución donde
establecerse de acuerdo con sus inquietudes.
Consultó su situación con los canónigos D. Jaime
Pasarell y D. Jaime Soler. Ambos le propusieron
entrevistarse con Mosén Claret, sin anunciarle el
objeto de tal encuentro. Esa conversación con el P.
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Claret discurrió, según narra el mismo P. Clotet, de la


siguiente manera:

− Algunos sacerdotes amigos –le refirió el P.


Claret- hemos resuelto vivir juntos con un
plan de vida y dedicarnos a la oración y al
estudio, e ir a predicar donde nos mande el
prelado; y en aquellos meses del año en que
por lo común no se predica, estar retirados en
nuestra casa y emplear el tiempo
descansando, orando y dando repaso a las
ciencias. ¿Le gustaría a usted este método de
vida?
− ¿Qué harán ustedes –le respondió el P.
Clotet- de un hombre de débil complexión,
estatura baja, voz apagada, sin dotes
oratorias y de cortos alcances?
− Déjese usted de cualidades –replicó el P.
Claret-; responda usted únicamente a mi
pregunta.
− Pues digo que me gusta el plan –concluyó-.
− Siendo así –continuó el P. Claret- disponga
usted las cosas de manera que el quince de
julio (de 1849) se pueda encontrar usted en
Vic: pronto le mandarán a usted un sustituto.
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Hay veces, solo algunas, en que una deliberación


decisiva sigue itinerarios tan recortados sin dar pie a
dudas o titubeos. El P. Clotet no necesitó más tiempo
para unirse a la gran obra que ya se iniciaba bajo el
liderazgo del P. Claret.

Nuestro P. Clotet ha dejado un influjo profundo y


duradero en la Congregación. Desempeñó altas
responsabilidades como cofundador, formador de
las primeras generaciones de Hermanos, conocedor
como nadie de la vida y obra del P. Claret, cronista
de sus últimos días en Fontfroide. Actuó como
hombre de prudente gobierno siendo superior de
diversas casas, subdirector y secretario de la
Congregación. Colaboró en la redacción de las
segundas Constituciones. Fue misionero popular,
catequista, predicador de ejercicios espirituales y
pionero en pedagogía catequética para sordomudos.
Afrontó con entereza dificultades y contradicciones,
supo consolar y también denunciar lo que creyó
inadmisible.

Su influjo más penetrante lo desempeñó como


hombre de fidelidad. A él se debió el impulso
espiritual de la Congregación una vez ausente el P.
Fundador. Inyectó en sus venas un profundo amor
por la vida consagrada, intrínsecamente unida a lo
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más genuino de nuestro Instituto misionero. Fue el


primer claretiano que emitió los tres consejos
evangélicos, perenne aspiración del Instituto desde
su fundación. Ocurrió en un jueves santo, 18 de
marzo de 1861, en la casa de Gracia (Barcelona). Con
el lenguaje del ejemplo nos ofrece un altísimo
“modelo de piedad, celo y ejercicio de todas las
virtudes” (P. José Xifré). Su entrega total a Dios, su
esmero en la práctica de las Constituciones y su
carisma de hombre en la presencia de Dios, siguen
siendo un reclamo motivador para quienes andamos
comprometidos en la acción apostólica. Nos
recuerda que seremos misioneros audaces, si vivimos
enraizados.

El papa Juan Pablo II lo declaró venerable, tal como


aparece en el Decreto emitido el 13 de mayo de 1989.
En la certera síntesis que hace de la vida de Clotet,
rubrica: “Entre sus hermanos de Congregación ha sido
siempre considerado como un perfecto dechado del
ideal del Misionero fijado por san Antonio María
Claret”. Y con estas palabras sobra todo lo mucho
que podemos añadir.

Silencio
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Preces
“Sin mí no podéis hacer nada”, nos dice el Señor.
Pidámosle con confianza que la buena obra
comenzada en nosotros se realice en plenitud:

− Para que, muchos nuevos apóstoles, a ejemplo de


P. Clotet, respondan a la llamada que Dios les
hace en favor de su pueblo, roguemos al Señor.

− Para que cuantos se sientan imposibilitados o


limitados, espiritual y físicamente como
discapacitados, enfermos y pobres, encuentren
quien les ayude en su vulnerabilidad y les
acompañe en su camino hacia Cristo, roguemos
al Señor.

− Para que no falten nunca en nuestra


Congregación Misioneros Hermanos, a los que
con tanto celo y amor se dedicó el P. Clotet,
roguemos al Señor.

− Para que el ejemplo e intercesión del Venerable


P. Clotet ayuden a los claretianos a vivir su vida
misionera con santidad, integrando la oración
con la acción apostólica, roguemos al Señor.
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− Para que cuantos en la Iglesia se dedican a la


catequesis sepan transmitir la fe y no se
desanimen en las dificultades de su apostolado,
roguemos al Señor.

− Se pueden añadir otras preces espontáneas…

Padre Nuestro…

Oración final
Danos, Señor, la fe y el amor que inflamó al Venerable P.
Jaime Clotet, para que como él seamos capaces de abrazar
con ánimo humilde y alegre, la pobreza, la abnegación y la
creatividad para dilatar el Reino de Cristo, que vive y reina
por los siglos de los siglos. Amén.

Bendición y canto final


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