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MARCO LEGAL
El marco legal en Chile en relación con la trata de personas con fines de trabajo forzado
se ha fortalecido en los últimos años, a medida que el país ha buscado alinear sus leyes
nacionales con los compromisos internacionales de derechos humanos. Este esfuerzo ha
llevado a una serie de reformas y a la creación de leyes específicas que tipifican la trata
de personas como un delito grave y establecen sanciones para quienes lo cometen. A
continuación, se describen las principales normativas que regulan la trata de personas
con fines de trabajo forzado en Chile, así como algunos aspectos de su implementación y
desafíos.
1. Ley N.º 20.507 (2011): Tipificación y sanciones
La Ley N.º 20.507, promulgada en 2011, es el principal instrumento legal en Chile para
combatir la trata de personas. Esta ley tipifica la trata de personas como un delito
autónomo y establece sanciones específicas tanto para la trata con fines de explotación
laboral como para otras formas de explotación, como la explotación sexual. La ley define
la trata de personas como el acto de captar, trasladar, acoger o recibir a una persona,
mediante la fuerza, la amenaza, el engaño u otros medios coercitivos, con el fin de
explotarla. Las penas para este delito varían en función de la gravedad de los hechos y
pueden aumentar si las víctimas son menores de edad o si han sido sometidas a
condiciones especialmente degradantes.
La Ley N.º 20.507 también aborda la responsabilidad penal de personas jurídicas en
casos de trata de personas, lo cual permite sancionar no solo a individuos, sino también a
empresas u otras organizaciones que puedan beneficiarse de la explotación laboral.
Además, esta ley busca proteger a las víctimas de la trata mediante la implementación de
medidas de asistencia, protección y restitución de derechos.
2. Código Penal Chileno
El Código Penal de Chile también incluye disposiciones relevantes en relación con la trata
de personas y el trabajo forzado. Aunque el Código Penal no cuenta con una sección
específica sobre la trata de personas, sí establece penas para otros delitos relacionados,
como la esclavitud, la servidumbre y la explotación laboral. Estas disposiciones se utilizan
para complementar la Ley N.º 20.507 y abarcar conductas que puedan no estar detalladas
específicamente en la ley. Las penas previstas en el Código Penal para estos delitos
pueden incluir prisión y multas, dependiendo de la naturaleza y gravedad de los hechos.
Además, el Código Penal establece agravantes en ciertos casos, como cuando las
víctimas son personas en situación de vulnerabilidad, como menores de edad o personas
con discapacidad, o cuando el delito se comete mediante violencia extrema. Esto busca
aumentar las sanciones para quienes exploten laboralmente a personas especialmente
vulnerables.
3. Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional y Protocolo de Palermo
En el plano internacional, Chile es parte de la Convención de las Naciones Unidas contra
la Delincuencia Organizada Transnacional y su Protocolo para Prevenir, Reprimir y
Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños, conocido como el
"Protocolo de Palermo". Este protocolo, adoptado en el año 2000, es uno de los
principales instrumentos internacionales en la lucha contra la trata de personas. Al firmarlo
y ratificarlo, Chile asumió el compromiso de prevenir y combatir la trata de personas, así
como de proteger y asistir a las víctimas de este delito.
En línea con el Protocolo de Palermo, la legislación chilena establece la obligación de
adoptar medidas de prevención, protección y sanción. El compromiso de Chile implica
también la colaboración con otros países en investigaciones y procedimientos judiciales
relacionados con la trata de personas, un aspecto crucial debido a la naturaleza
transnacional de este delito. Además, el protocolo promueve la implementación de
políticas de protección para las víctimas, lo cual incluye la asistencia médica, psicológica y
legal para ayudarlas a superar los efectos de la explotación.
4. Políticas nacionales y planes de acción contra la trata de personas
Chile ha desarrollado políticas nacionales y planes de acción para abordar la trata de
personas de manera integral. El Plan Nacional de Acción contra la Trata de Personas,
lanzado en 2019 y actualmente en revisión y actualización, es una iniciativa clave en este
ámbito. Este plan involucra a diversas instituciones del Estado, como el Ministerio del
Interior y Seguridad Pública, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y el Ministerio
de Desarrollo Social y Familia. Su objetivo principal es mejorar la coordinación
interinstitucional para prevenir y combatir la trata de personas, así como brindar apoyo y
protección a las víctimas.
Este plan incluye estrategias de sensibilización, capacitación para los funcionarios
públicos y el fortalecimiento de la cooperación internacional en el combate a la trata de
personas. Además, el plan destaca la importancia de la detección temprana de los casos
de trata con fines de explotación laboral, y establece protocolos para la atención de las
víctimas, buscando garantizar su reintegración en la sociedad y evitar su revictimización.
5. Desafíos en la implementación del marco legal
Aunque el marco legal chileno ha avanzado significativamente, aún enfrenta importantes
desafíos en su implementación efectiva. Uno de los principales problemas es la
identificación temprana de las víctimas de trata, ya que muchas de ellas no denuncian su
situación por miedo, desconocimiento de sus derechos o barreras culturales y lingüísticas.
Además, la falta de recursos y de personal capacitado en temas de trata de personas y
derechos humanos sigue siendo un obstáculo para la implementación eficiente de las
políticas de protección y asistencia.
La naturaleza transnacional de la trata de personas con fines de trabajo forzado también
plantea un desafío particular. La colaboración entre las autoridades chilenas y otros
países de la región es esencial para abordar este problema de manera integral, pero la
coordinación internacional aún enfrenta limitaciones. Finalmente, el estigma y la
discriminación hacia las personas migrantes, que representan un gran porcentaje de las
víctimas de trata en Chile, pueden dificultar su acceso a la justicia y a los mecanismos de
protección.
Chile, comprometido con la protección de los derechos humanos y la lucha contra la trata
de personas, ha suscrito y ratificado diversos tratados internacionales que buscan
prevenir, sancionar y erradicar este delito en todas sus formas, incluida la explotación
laboral. A través de estos acuerdos, el país se compromete a implementar políticas y
medidas que permitan proteger a las víctimas, sancionar a los responsables y cooperar
con otros Estados en el combate a la trata de personas. Estos tratados internacionales
representan un marco de referencia que guía las acciones del Estado chileno en la
prevención de la trata y en la protección de los derechos laborales de las personas,
especialmente de aquellos en situación de vulnerabilidad, como los migrantes y las
mujeres. A continuación, se presentan algunos de los tratados más relevantes en los que
Chile ha participado y que establecen obligaciones y compromisos en el ámbito de la trata
de personas con fines de explotación laboral.
Uno de los tratados más importantes en la lucha contra la trata de personas es la
Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional, conocida también como la Convención de Palermo, y su Protocolo para
Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños
(2000). Chile firmó y ratificó este protocolo, que es un instrumento clave en la lucha contra
la trata a nivel mundial. Este protocolo establece la definición de la trata de personas y
detalla las obligaciones de los Estados Parte en cuanto a la prevención del delito, la
protección y asistencia a las víctimas, y la promoción de la cooperación internacional en
este ámbito. Al adherirse a este protocolo, Chile se compromete a crear políticas y leyes
que tipifiquen la trata de personas como un delito, con penas adecuadas, y a desarrollar
programas de apoyo para las víctimas, que incluyan asistencia médica, psicológica y
legal. El protocolo también enfatiza la necesidad de sensibilizar a la población y de formar
a los funcionarios públicos en la detección y abordaje de este delito, especialmente en lo
que respecta a la explotación laboral, que es una de las formas más difíciles de identificar
debido a su naturaleza oculta.
Otro instrumento relevante es el Convenio N.º 29 de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) sobre el Trabajo Forzoso, adoptado en 1930 y ratificado por Chile en
1933. Este convenio obliga a los Estados Parte a eliminar todas las formas de trabajo
forzoso o involuntario y a adoptar medidas preventivas para proteger a las personas en
situación de vulnerabilidad. El convenio define el trabajo forzoso como cualquier trabajo o
servicio exigido a una persona bajo la amenaza de una pena y para el cual dicha persona
no se ofrece voluntariamente. Este instrumento es de particular importancia en la lucha
contra la explotación laboral, ya que establece obligaciones específicas para los Estados
en cuanto a la protección de los trabajadores y la eliminación de condiciones de trabajo
abusivas. A lo largo de los años, la OIT ha desarrollado normas complementarias que
amplían la interpretación del convenio, enfatizando la necesidad de garantizar condiciones
laborales dignas y de proteger a los trabajadores migrantes, quienes son particularmente
vulnerables a ser explotados en el trabajo forzoso.
En línea con el Convenio N.º 29, Chile también ratificó el Convenio N.º 105 de la OIT
sobre la Abolición del Trabajo Forzoso en 1969. Este convenio refuerza los
compromisos asumidos en el Convenio N.º 29 al prohibir el trabajo forzoso en todas sus
formas y en cualquier circunstancia, incluyendo como medio de discriminación, coerción o
castigo. La ratificación de este convenio subraya el compromiso de Chile con la
erradicación del trabajo forzoso en su territorio, en cualquiera de sus modalidades. La
abolición del trabajo forzoso es un elemento esencial en la lucha contra la trata de
personas con fines de explotación laboral, ya que busca eliminar las condiciones en las
que las personas son obligadas a trabajar contra su voluntad y sin recibir una
compensación justa. Este convenio también alienta a los Estados a adoptar políticas de
inspección laboral y a crear mecanismos de denuncia que permitan detectar y prevenir
prácticas de explotación en el ámbito laboral.
Otro acuerdo relevante es el Convenio N.º 189 de la OIT sobre el Trabajo Decente para
los Trabajadores Domésticos, ratificado por Chile en 2015. Este convenio es de
particular importancia en la protección de personas que, debido a su situación de
vulnerabilidad, como las trabajadoras domésticas migrantes, pueden verse afectadas por
prácticas de explotación laboral. El convenio establece normas claras para asegurar
condiciones de trabajo decente en el empleo doméstico, tales como jornadas laborales
reguladas, derecho a un salario mínimo, protección social, y respeto a los derechos
fundamentales. La ratificación de este convenio por parte de Chile representa un avance
en la protección de los derechos laborales de las trabajadoras domésticas y en la
prevención de la trata de personas con fines de explotación en este sector. Además, el
convenio enfatiza la necesidad de establecer medidas para la inspección y fiscalización
en el ámbito del trabajo doméstico, algo que tradicionalmente ha sido complicado debido
a la naturaleza privada de estos empleos.
Chile también es parte de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la Convención sobre los Derechos del
Niño (CDN), dos tratados internacionales que, aunque no abordan específicamente la
trata de personas, incluyen disposiciones relevantes en relación con la explotación laboral
de mujeres y niños. La CEDAW, ratificada por Chile en 1989, establece el compromiso de
los Estados de proteger a las mujeres de todas las formas de explotación y de asegurar
su acceso a condiciones de trabajo justas y equitativas. Por su parte, la CDN, ratificada
por Chile en 1990, exige a los Estados Parte la protección de los derechos de los niños y
la erradicación del trabajo infantil, en particular el trabajo que pueda ser peligroso o que
interfiera con su desarrollo y educación. Ambos tratados son fundamentales para la
protección de sectores de la población que son particularmente vulnerables a la trata con
fines de explotación laboral y refuerzan el compromiso de Chile con la eliminación de la
discriminación y el trabajo infantil.
DESAFIOS Y ESTRATEGIAS DE PREVENCION
El apoyo a las víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral es esencial
para su recuperación y para romper el ciclo de explotación en el que se encuentran
atrapadas. En Chile, el apoyo a las víctimas abarca una serie de intervenciones que
incluyen asistencia médica, psicológica, legal, y la creación de programas de reintegración
social y laboral que les permitan reconstruir sus vidas con dignidad. Este tipo de apoyo es
fundamental no solo para el bienestar inmediato de las víctimas, sino también para reducir
las posibilidades de que vuelvan a ser explotadas. No obstante, este tipo de intervención
enfrenta múltiples desafíos, como la falta de recursos especializados y la escasa
disponibilidad de servicios en zonas alejadas o rurales, donde la explotación laboral es
más frecuente.
Uno de los primeros pasos en la atención a las víctimas de trata es la identificación y
evaluación inicial de sus necesidades, un proceso en el que participan diferentes
organismos y servicios especializados, como personal de salud, trabajadores sociales y
abogados. Este equipo multidisciplinario debe evaluar el estado físico y psicológico de la
víctima, identificando traumas y condiciones médicas que requieran atención inmediata.
Muchas víctimas de trata de personas han sido sometidas a jornadas de trabajo
extenuantes, condiciones de alojamiento inhumanas y maltrato, lo que las deja en un
estado de vulnerabilidad física y emocional. Además, en muchos casos, sufren de
ansiedad, depresión, estrés postraumático y otros problemas de salud mental debido a la
experiencia traumática de la explotación. La atención médica y psicológica debe ser
inmediata y accesible, con un enfoque sensible a las experiencias de cada víctima,
incluyendo aquellas derivadas de violencia y coerción prolongada.
Un componente clave en el apoyo a las víctimas es la asistencia legal. Las personas
rescatadas de situaciones de explotación laboral frecuentemente desconocen sus
derechos y no tienen los recursos para iniciar procesos judiciales en busca de justicia y
compensación. En Chile, esta asistencia legal debe incluir orientación sobre los derechos
laborales y los recursos legales disponibles, así como representación en los procesos
judiciales, cuando sea necesario. La asistencia legal es esencial no solo para que las
víctimas puedan obtener justicia y reparación, sino también para protegerlas de
represalias por parte de los tratantes y empleadores abusivos. Además, es importante que
las víctimas cuenten con apoyo en la regularización de su situación migratoria, ya que
muchas de ellas son migrantes que ingresaron al país de manera irregular debido a las
promesas de trabajo. La regularización migratoria es fundamental para que puedan
acceder a empleos formales y no vuelvan a caer en situaciones de explotación.
Otro aspecto vital en el apoyo a las víctimas es la reinserción social y laboral. Para que
las víctimas de trata logren reconstruir sus vidas y evitar recaer en redes de explotación,
es fundamental que tengan acceso a programas de capacitación laboral y a
oportunidades de empleo digno. En Chile, es necesario que el Estado, en colaboración
con organizaciones de la sociedad civil y el sector privado, desarrolle programas de
reintegración que brinden a las víctimas las herramientas necesarias para insertarse en el
mercado laboral formal. Estos programas deben incluir formación en habilidades y
competencias específicas que mejoren sus oportunidades de empleo. La colaboración
con empresas comprometidas con la responsabilidad social puede facilitar la inclusión de
las víctimas en empleos seguros y estables, dándoles la oportunidad de alcanzar
autonomía económica y reducir su vulnerabilidad a futuras explotaciones.
Además de la reintegración laboral, el apoyo a las víctimas de trata de personas también
debe incluir programas de acompañamiento psicológico y social a largo plazo. Las
experiencias traumáticas de explotación requieren un proceso de recuperación que no se
limita a una intervención breve. Es importante que las víctimas puedan acceder a
servicios de apoyo psicológico a largo plazo que les permitan superar el trauma y mejorar
su bienestar emocional. Este tipo de acompañamiento puede incluir terapias grupales e
individuales, y debe considerar las características y necesidades específicas de cada
persona. En muchos casos, las víctimas han perdido el contacto con sus familias o han
sido aisladas de sus comunidades, por lo que es necesario ofrecerles apoyo para
reconstruir sus redes de apoyo social.
COMPARATIVA CON EL PLANO NACIONAL
La trata de personas con fines de explotación laboral en Chile y Perú presenta similitudes
y diferencias significativas, que reflejan tanto los desafíos comunes en la región como las
particularidades de cada país en la implementación de políticas de prevención, sanción y
apoyo a las víctimas. Ambos países enfrentan el reto de identificar y atender a las
víctimas, en su mayoría trabajadores migrantes y personas en situación de vulnerabilidad,
especialmente en sectores como la agricultura, la construcción, la minería y el trabajo
doméstico. Sin embargo, las respuestas legislativas, los recursos disponibles y el contexto
social varían, lo que genera diferencias en la forma en que cada país aborda este
problema.
En términos de marco legal, tanto Chile como Perú han firmado y ratificado tratados
internacionales clave en la lucha contra la trata de personas, como el Protocolo de
Palermo y los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el
trabajo forzoso. En el ámbito nacional, ambos países cuentan con leyes específicas que
tipifican la trata de personas como un delito y establecen sanciones. En Perú, la Ley N.º
28950 de 2007 tipifica la trata de personas, mientras que en Chile el delito está
contemplado en el Código Penal y en la Ley N.º 20.507 de 2011, que también aborda el
tráfico ilícito de migrantes. La normativa peruana tiende a abordar el delito de manera más
integral, con énfasis en la protección de mujeres y menores de edad, aunque en la
práctica existen desafíos en su aplicación debido a la falta de recursos y capacitación en
las zonas rurales y amazónicas, donde la explotación laboral es más frecuente.
Un aspecto crítico en ambos países es el alto índice de informalidad laboral, que facilita
condiciones de explotación y limita la efectividad de las inspecciones laborales. En Perú,
donde la economía informal representa una proporción significativa del mercado laboral,
es común que muchos trabajadores operen sin contrato y sin acceso a derechos
laborales, lo que aumenta su vulnerabilidad a la explotación. En Chile, si bien la
informalidad es menor, sigue siendo un desafío en sectores específicos, especialmente en
empleos agrícolas y domésticos. En ambos países, la falta de formalización dificulta la
detección de la trata de personas, ya que los inspectores laborales tienen un acceso
limitado a lugares de trabajo no regulados, y los trabajadores en estos sectores suelen
tener menos conocimiento de sus derechos y menor acceso a mecanismos de denuncia.
La vulnerabilidad de los trabajadores migrantes es una característica común en Chile
y Perú, aunque se presenta con particularidades. En Chile, la migración proviene
mayoritariamente de países cercanos como Venezuela, Colombia y Haití, con un alto
porcentaje de migrantes que trabaja en condiciones de riesgo debido a su estatus
migratorio irregular. Las personas migrantes en Chile enfrentan barreras lingüísticas y
culturales, especialmente los migrantes haitianos, que desconocen el idioma español y
tienen una red de apoyo limitada. En Perú, la situación de vulnerabilidad afecta
principalmente a los migrantes venezolanos, aunque también incluye a personas de las
regiones andinas y amazónicas del propio país. Estos trabajadores, especialmente en la
minería y la agricultura, se encuentran en zonas rurales de difícil acceso, lo que aumenta
las probabilidades de explotación sin supervisión.
La cooperación internacional en la lucha contra la trata es un aspecto importante en
ambos países, pero la participación de cada uno en acuerdos y redes regionales varía.
Perú ha trabajado en iniciativas conjuntas con países vecinos, especialmente en la región
andina, con el objetivo de coordinar políticas migratorias y de protección de derechos
humanos. Chile, por su parte, también participa en esfuerzos regionales y en colaboración
con la OIT y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), aunque su enfoque
se centra más en fortalecer las fronteras y en promover regulaciones migratorias más
estrictas para reducir la trata y el tráfico de personas. En ambos países, sin embargo,
persisten dificultades para mantener una cooperación efectiva en temas de investigación y
repatriación de víctimas debido a las diferencias en los sistemas judiciales y en las
capacidades de los organismos de cada país.
En cuanto al apoyo a las víctimas, Chile y Perú enfrentan desafíos similares en términos
de recursos y capacidad de respuesta, pero existen diferencias en el acceso y calidad de
los servicios disponibles. En Chile, las víctimas cuentan con algunos servicios de atención
médica, psicológica y legal en centros urbanos, aunque estos servicios son limitados y no
siempre están adaptados para atender a personas en situación de vulnerabilidad extrema,
como los migrantes sin documentación. En Perú, el apoyo a las víctimas también se
concentra en áreas urbanas y enfrenta problemas de insuficiencia de recursos,
especialmente en regiones remotas. Sin embargo, algunas organizaciones no
gubernamentales en Perú han desarrollado programas específicos de apoyo a víctimas de
trata en la región amazónica y en zonas mineras, donde la explotación es un problema
crítico. En ambos países, la reintegración social y económica de las víctimas sigue siendo
una tarea pendiente, y es un área en la que la cooperación con el sector privado y la
sociedad civil podría mejorar significativamente los resultados.
En conclusión, Chile y Perú enfrentan el desafío de combatir la trata de personas con
fines de explotación laboral en un contexto regional que comparte características de
informalidad laboral, migración y vulnerabilidad de ciertos sectores poblacionales. Si bien
ambos países han avanzado en la legislación y en la cooperación internacional, persisten
importantes diferencias en la capacidad de aplicación de las leyes y en la disponibilidad
de servicios de apoyo. Los esfuerzos para mejorar las inspecciones laborales, sensibilizar
a la población y fortalecer la cooperación entre los sectores público y privado son
esenciales para enfrentar de manera más efectiva la trata de personas en cada uno de
estos países.
PLANES PARA COMBATIR ESTE DELITO
Los planes para combatir la trata de personas con fines de explotación laboral en países
como Chile y Perú requieren estrategias integrales que aborden los aspectos de
prevención, persecución del delito, protección de las víctimas y cooperación
interinstitucional e internacional. A continuación, se detallan algunos enfoques que
pueden ser implementados como parte de estos planes:
1. Fortalecimiento de la Prevención a través de Campañas de Sensibilización y
Educación
Uno de los primeros pasos para combatir la trata de personas es la sensibilización de la
población sobre la naturaleza y gravedad de este delito, así como sobre las formas en
que ocurre en el ámbito laboral. Las campañas informativas dirigidas tanto a empleadores
como a trabajadores, y especialmente a migrantes y comunidades vulnerables, pueden
ayudar a que las personas reconozcan situaciones de explotación y se sientan
capacitadas para denunciar. Estas campañas pueden incluir materiales en varios idiomas
y deben difundirse en zonas rurales, lugares de trabajo informal y áreas de alta migración.
Además, la educación en derechos laborales es esencial, ya que muchas personas
desconocen sus derechos y las obligaciones de los empleadores. Los programas
educativos pueden incluir sesiones en centros comunitarios, charlas en escuelas y
organizaciones, y el uso de medios digitales para llegar a un público más amplio. Esto
puede ayudar a reducir la vulnerabilidad de los trabajadores al hacer que se sientan más
seguros y dispuestos a denunciar abusos.
2. Capacitación de Funcionarios Públicos y Fortalecimiento de las Inspecciones
Laborales
La capacitación de inspectores laborales, fuerzas policiales, fiscales, jueces y
personal de salud es fundamental para que puedan identificar y abordar casos de trata
con enfoque de derechos humanos y sensibilidad cultural. Los funcionarios deben recibir
formación para reconocer las señales de explotación laboral y deben contar con
protocolos claros para la intervención y la derivación de casos a instancias de protección.
Fortalecer las inspecciones laborales es crucial para detectar casos de trata,
especialmente en sectores de alta vulnerabilidad, como la agricultura, el trabajo doméstico
y la construcción. Los planes deben incluir recursos financieros y logísticos para que
los inspectores puedan visitar lugares de trabajo en áreas rurales y zonas alejadas. El uso
de tecnologías, como plataformas de denuncia anónima, también puede facilitar la
identificación de casos.
3. Mejora de la Asistencia y Protección Integral a las Víctimas
La protección y el apoyo integral a las víctimas de trata con fines de explotación laboral
debe ser un pilar de los planes nacionales. Esto incluye el acceso a asistencia médica,
psicológica, jurídica y social desde el momento en que son identificadas como víctimas.
Las víctimas suelen estar en estado de vulnerabilidad extrema y necesitan apoyo para
recuperarse y reintegrarse en la sociedad.
Los planes deben garantizar que existan refugios temporales seguros y otros servicios
de atención de emergencia, y que estos sean accesibles para las víctimas en todo el país.
También es importante facilitar el acceso a oportunidades de empleo formal para reducir
las posibilidades de que las víctimas regresen a entornos de explotación. En algunos
casos, la regularización migratoria es necesaria para garantizar que las víctimas
puedan trabajar legalmente y acceder a otros beneficios.
4. Persecución del Delito y Sanción Efectiva
El fortalecimiento de los sistemas de investigación y sanción es otro aspecto
fundamental en la lucha contra la trata de personas. Las autoridades judiciales y policiales
deben contar con recursos y capacitación especializados para investigar estos delitos
de manera efectiva, incluidas técnicas para desmantelar redes criminales. La creación de
unidades especializadas en trata de personas dentro de la policía y el sistema judicial
puede mejorar la respuesta ante este delito, agilizando la investigación y asegurando que
los casos se traten con la prioridad necesaria.
ANALISIS
El análisis de todo lo tratado hasta el momento sobre la trata de personas con fines de
explotación laboral en Chile y Perú permite identificar tanto los desafíos comunes como
las particularidades de cada país, en función de su contexto legal, social y económico. El
delito de trata de personas es un fenómeno complejo y multidimensional que afecta a
numerosos sectores laborales y a poblaciones vulnerables, especialmente migrantes,
mujeres, niños y personas en situación de pobreza extrema. Ambos países comparten la
necesidad de reforzar sus sistemas de prevención, sanción y apoyo a las víctimas, pero
también presentan diferencias importantes en la forma en que abordan la problemática.
1. Marco Legal y Normativo
En términos de marco legal, tanto Chile como Perú han ratificado tratados internacionales
clave, como el Protocolo de Palermo, que establece las bases para la cooperación
internacional y la lucha contra la trata de personas. Ambos países han implementado
legislación nacional para tipificar y sancionar este delito, pero la aplicación efectiva de
las leyes sigue siendo un desafío importante. En el caso de Perú, la Ley N.º 28950 (2007)
establece normas específicas para la prevención y sanción de la trata, mientras que en
Chile, la Ley N.º 20.507 (2011) aborda tanto la trata como el tráfico ilícito de migrantes.
Sin embargo, la implementación efectiva de estas leyes es insuficiente en ambos países
debido a factores como la falta de capacitación en las fuerzas de seguridad, la
informalidad laboral, y la vulnerabilidad de las víctimas, especialmente en áreas
rurales y en sectores informales.
2. Modalidades de Explotación Laboral
Ambos países enfrentan diversas modalidades de explotación laboral, principalmente
en sectores como la agricultura, la minería, la construcción y el trabajo doméstico. Estas
áreas se caracterizan por condiciones de trabajo precarias, falta de contratos
laborales formales y un alto nivel de informalidad, lo que facilita la explotación. La trata
de personas en estos sectores suele involucrar a trabajadores migrantes, especialmente
de países cercanos como Venezuela, Colombia y Haití, quienes son vulnerables debido a
su situación migratoria irregular, desconocimiento de sus derechos y barreras lingüísticas.
En este contexto, las redes de explotación laboral operan aprovechándose de la
desinformación y la falta de acceso a mecanismos de denuncia.
3. Desafíos en la Prevención y la Sensibilización
Uno de los mayores desafíos comunes en Chile y Perú es la prevención del delito,
especialmente en lo que respecta a sensibilizar a las poblaciones vulnerables sobre
los riesgos de la trata. Las campañas informativas deben llegar a sectores rurales y a
trabajadores informales, quienes suelen ser los más afectados. Sin embargo, en ambos
países, la informalidad laboral es un obstáculo clave para la implementación efectiva de
estas campañas, ya que los trabajadores informales están menos expuestos a la
información y menos protegidos por la legislación laboral.
A nivel institucional, tanto Chile como Perú enfrentan deficiencias en la capacitación de
inspectores laborales y funcionarios encargados de la protección de las víctimas, lo
que impide una respuesta eficiente a la explotación laboral. La falta de personal
capacitado para identificar los signos de la trata y la explotación laboral en sectores
informales reduce las posibilidades de prevenir y detectar estos delitos.
4. Protección y Apoyo a las Víctimas
La protección a las víctimas es otro reto significativo. Aunque ambos países han
establecido protocolos de atención para las víctimas de trata, la calidad y disponibilidad
de los servicios sigue siendo limitada, especialmente en áreas rurales o en zonas donde
la explotación laboral es más prevalente. Las víctimas enfrentan una falta de acceso a
asistencia médica y psicológica adecuada, y muchos desconocen sus derechos, lo que
dificulta su acceso a asistencia legal. Además, la regularización migratoria es un
aspecto crucial para garantizar que las víctimas puedan obtener empleo legal y mejorar su
situación, pero la falta de políticas claras sobre este tema deja a muchos migrantes en
una situación de vulnerabilidad constante.
La reintegración social y económica de las víctimas es otro desafío clave. En Chile,
existen algunos programas de reinserción laboral para las víctimas, pero la integración
efectiva al mercado laboral sigue siendo limitada debido a barreras estructurales, como la
falta de formación y la discriminación. En Perú, algunos programas de apoyo a las
víctimas se centran en las regiones más afectadas, pero el acceso a estas iniciativas no
siempre es equitativo. A nivel general, tanto en Chile como en Perú, la falta de un
sistema de apoyo integral a largo plazo para las víctimas puede llevar a una
recurrencia en la vulnerabilidad a la explotación laboral.
5. Cooperación Internacional y Regional
Ambos países enfrentan el reto de cooperar a nivel internacional en la lucha contra la
trata de personas, dada la naturaleza transnacional del crimen. La colaboración con
países vecinos como Colombia, Venezuela y Haití es esencial para desmantelar las redes
de trata, ya que muchas víctimas provienen de estos países. A pesar de la existencia de
acuerdos internacionales, la cooperación efectiva sigue siendo limitada debido a las
diferencias en los marcos legales, las dificultades en la coordinación entre instituciones y
las barreras de comunicación.
6. Planes y Estrategias para Combatir la Trata
Los planes para combatir la trata en Chile y Perú deben ser multidimensionales, y deben
involucrar a una amplia gama de actores, incluidos los gobiernos, las organizaciones de la
sociedad civil, el sector privado y las comunidades. Las estrategias deben incluir:
Fortalecimiento de las capacidades de los funcionarios públicos, mediante
capacitaciones en derechos humanos y técnicas para identificar la explotación
laboral.
Sensibilización masiva a través de campañas en medios de comunicación,
especialmente dirigidas a sectores vulnerables como migrantes y trabajadores
informales.
Fortalecimiento de la cooperación internacional, tanto en la región como a nivel
global, para combatir las redes de trata y mejorar la repatriación de víctimas.
Implementación de programas de reintegración laboral y social para víctimas,
con énfasis en la formalización laboral y en la capacitación en habilidades
específicas.
Monitoreo y evaluación constante de las políticas y programas implementados
para asegurar su efectividad y adaptabilidad.
CONCLUSIONES
https://www.ciperchile.cl/2021/12/02/mitos-sobre-trabajo-forzado-y-trata-laboral-
en-chile/
https://www.apoyovictimas.cl
https://www.dt.gob.cl
https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_807159/lang--es/
index.htm
https://chile.iom.int/es/lucha-contra-la-trata-de-personas
https://www.chile.gob.cl/noticias/chile-ratifica-el-protocolo-relativo-al-convenio-
num-29-reafirmando-su-compromiso-de-luchar-contra-el-trabajo-forzoso
ANEXOS