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Víctima del delito II

El estudio de las características de las víctimas permitió la


realización de clasificaciones tipológicas victimales por diversos
autores, lo que a su vez resultó una fuente importante de
información para la dogmática jurídico-penal y el desarrollo teórico
en general de la victimología. (Giner Alegría, 2011, p. 39).

El delito es una situación de alto estrés que conmueve


profundamente a la persona que sufre la conducta violenta,
cualquiera sea el tipo y las circunstancias delictivas. Estas
situaciones se agravan en los casos de vulnerabilidad de la víctima,
por el grado de conocimiento autor-víctima (familiar) y en las
circunstancias de impunidad del delincuente. (Marchiori, 1998).

En los últimos años, se ha advertido una mayor preocupación e


interés por la situación de las víctimas de delitos. Esta
preocupación se ha manifestado en los aspectos asistenciales,
conocimiento de tipos y características de las víctimas, y en la
atención a las víctimas por el sistema de justicia. (Marchiori, 1998).

En esta lectura, abordaremos las aristas referentes a la relación autor-víctima, a las


víctimas vulnerables y a la asistencia, a fin de que puedas familiarizarte con el
campo jurídico como ámbito de aplicación de la psicología, a partir de temas tan
importantes como la violencia, la prevención y el análisis de las causas del delito.
Pero también interpretaremos el rol del perito psicólogo y reconoceremos las
consecuencias del delito.

Víctima del delito

Relación autor-víctima. Víctimas vulnerables

Asistencia

Referencias

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LECCIÓN 1 de 5

Víctima del delito

Para abordar lo referente a la relación autor-víctima, a las víctimas


vulnerables y a la asistencia, es necesario responder una pregunta inicial:
¿qué importancia tiene el estudio de la víctima para la psicología?

El estudio de la víctima para la psicología [forense] resulta


particularmente importante en cuanto al rol participante o
desencadenante que le compete a [estas]. Los psicólogos,
[los profesionales del ámbito forense, las autoridades e
inclusive la ciudadanía] han de ser conscientes de la
relación causal que existe entre la ocurrencia del delito y la
contribución del agraviado en su victimización, por lo cual,
[y para el análisis de la conducta criminal], resulta
primordial el ejercicio técnico de poder determinar cuáles
son las aportaciones tanto del agresor como de la víctima
en el hecho criminal. (Giner Alegría, 2011, p. 26).

Luego de estudiar a la víctima y entenderla “como un sujeto sobre quien


recae de forma pasiva la acción del delito; a considerar su posible
participación en los hechos; a plantear que existe una relación compleja
entre victimario y víctima”, es posible comprender que existe una relación
inversamente proporcional entre la culpabilidad del victimario y la
participación de la víctima en el hecho que lo victimiza. (Hernández Gómez,
Zamora Hernández y Rodríguez Febles, 2020, p. 400).

Al estudiar el concepto aportado por la psicología sobre [la


victimización], nos percatamos de que esta ciencia un
tanto que niega la posibilidad real de que exista
victimización ante la ocurrencia de una conducta lesiva,
pues para esta rama de la medicina el fenómeno objeto de
estudio está referido a la posición tóxica que adopta una
persona que se considera víctima de situaciones que
exagera y no necesariamente que lo victimizan,
poniéndose en el centro de ataques que no siempre lo son.
(Hernández Gómez et al., 2020, p. 402).

Entendiendo de manera amplia la importancia que tiene el estudio de la


víctima para la psicología, intentaremos tomar los conocimientos previos y
actuales que permiten acercarnos al campo de acción de la psicología
forense respecto a la relación autor-víctima, a las víctimas vulnerables y a la
asistencia, para poder sistematizarlos, encausarlos, relacionarlos y aplicarlos
en el análisis de situaciones concretas.

Para ello, en la presente lectura nos centraremos en el siguiente relato:


En el año de 1997, a la edad de 17 años, mientras
estudiaba la carrera Técnica de Computación, Nadia
Alejandra Muciño Márquez conoció a Bernardo López
Gutiérrez, de 22 años, quien era conductor de un microbús;
comenzaron una relación sentimental y, en ese mismo año,
el 24 de abril, decidieron vivir en unión libre. Un año
después de este suceso, procrearon a Carlos Rafael,
después a José Uriel y dos años después a Fernanda,
todos de apellido López Muciño.

Bernardo trabajaba de manera inconstante y no permitía a


Nadia trabajar, lo cual producía problemas económicos que
ocasionaban discusiones entre la pareja, las cuales
culminaban en agresiones y golpes contra Nadia. El 27 de
mayo de 2003, Bernardo golpeó y privó de su libertad a
Nadia durante seis días, hechos que fueron denunciados
por Nadia, quien decide dejar a Bernardo e irse con sus
hijos a otra entidad.

Después de tres meses, Bernardo encuentra a Nadia y la


convence de regresar, este comienza a demostrar un
cambio de actitud, hasta que el día 12 de febrero de 2004
Nadia fue asesinada a manos de Bernardo y de Isidro,
ambos de apellidos López Gutiérrez. Los pequeños hijos de
Nadia, de 5, 4 y 2 años de edad, fueron testigos
presenciales de los hechos.
Los agresores simularon que Nadia se había suicidado.
Vecinos dieron aviso a la señora María Antonia y al señor
Rafael —padres de Nadia—, quienes se trasladaron a la
casa de Nadia, la cual se encontraba como a cinco minutos
en auto de su domicilio, pero ya no en el municipio de
Nicolás Romero, sino de Cuautitlán Izcalli. Una vez en el
lugar, encontraron la puerta abierta. Al entrar, notaron que
todo estaba en completo desorden y [que] la televisión
estaba prendida. En el baño, cuya entrada solo estaba
cubierta con una cortina, se encontraba Nadia, ya rígida,
colgada con un lazo de la viga que sostenía el techo de
lámina de cartón…

Las irregularidades perpetradas en este caso se dan desde


el levantamiento de cadáver, ya que las autoridades de la
Procuraduría General de Justicia del Estado de México
omitieron recabar las pruebas; en la averiguación previa no
existe constancia de que hubiera aseguramiento del área
del lugar de los hechos, no se señala aseguramiento de
objetos, ni se sacan fotografías del lugar —a excepción de
las del cuerpo de Nadia—, concretándose únicamente a la
descripción de la escena y al levantamiento del cadáver.

Al marcharse, las autoridades no cerraron la puerta, no


resguardaron el lugar, tampoco hicieron una inspección
completa del lugar ni recolectaron evidencia, mucho menos
tomaron fotografías del lugar; por lo que el día 26 de
febrero de 2004 se realizó una ampliación de Inspección
Ministerial, por lo cual, autoridades de la Procuraduría se
trasladaron al lugar de los hechos, diligencia que no pudo
ser completada por no haber ingresado a la casa debido a
que la chapa había sido cambiada; no obstante, en esta
diligencia se pudo constatar desde el exterior que el
inmueble se encontraba vacío; asimismo, encontraron
indicios de objetos quemados, entre ellos, un colchón
individual, trastes de cocina, objetos personales de vestir,
zapatos, cuadernos y un trozo de cuerda color amarillo con
azul el cual se encuentra quemado, mismo que levantaron
para integrarlo en la indagatoria; de igual forma,
encontraron una sustancia color café en el lavadero, de la
cual recabaron una muestra para su estudio. Finalmente, al
entrevistar a la vecina que tuvo a los niños la noche del 12
de febrero de 2004, esta entregó a las autoridades una
camisa que tomó del lugar de los hechos para cubrir a la
niña, prenda que presentaba manchas color rojizo, por lo
que se ordenó el aseguramiento de [ella] y más adelante se
determina la presencia de sangre, pero no se analizan por
ser muestras insuficientes.

A pesar de las irregularidades y de las violaciones al debido


proceso en la jurisdicción mexicana, el Ministerio Público
consignó la averiguación previa el 9 de agosto de 2005, por
el delito de homicidio en contra de Bernardo López
Gutiérrez y de Isidro López Gutiérrez, alias el Matute,
cometido en agravio de Nadia Alejandra Muciño Márquez.

A pesar de comparecer en septiembre de 2007 con 14


testigos de descargo, fue iniciado el proceso penal en
contra de Isidro López Gutiérrez, a quien, el 8 de octubre del
2009, se le dictó una sentencia condenatoria por el delito
de homicidio calificado, por el Juez M. D. Felipe Landeros
Herrera, Juzgado Tercero Penal de Primera Instancia del
Distrito judicial de Cuautitlán Izcalli.

Sin embargo, en fecha 5 de febrero del 2010, fue emitida


otra Resolución en el Recurso de Apelación, en la cual se
modificó la de Primera instancia, la cual decidió que, «al no
acreditarse el cuerpo del delito, lo procedente es dictar a
favor de Isidro López Gutiérrez, sentencia absolutoria»,
ordenando su inmediata libertad; lo anterior sin una
adecuada fundamentación y motivación y sin una correcta
e integral valoración de las pruebas.

Si bien existió un proceso penal en contra de Isidro López


Gutiérrez, este fue absuelto por la ineptitud de los
Magistrados de la Primera Sala Colegiada Penal de
Tlalnepantla, Estado de México, mientras que Bernardo
López Gutiérrez…, a pesar de tener una orden de
aprehensión desde el año de 2005, nunca ha sido juzgado.

Las omisiones y acciones que constituyeron


irregularidades en el procedimiento motivaron que el 5 de
octubre de 2010 la Comisión Mexicana de Defensa y
Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) y la
Oficina de los Derechos de la Infancia (ODI) presentaran
una Petición ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos por las violaciones a los derechos humanos
cometidas por el Estado mexicano en perjuicio de Nadia
Alejandra Muciño Márquez y su familia. (Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos [CMDPDH], 2012,
http://cmdpdh.org/2012/11/sigue-el-caso-9/).

Habiendo leído el relato anterior, corresponde adentrarnos, junto a él, a


gestionar los conocimientos acerca del campo de acción de la psicología
forense respecto a la relación autor-víctima, a las víctimas vulnerables y a la
asistencia, para poder sistematizarlos, encausarlos, relacionarlos y aplicarlos
en el análisis de situaciones concretas.

La respuesta a la grave problemática de la víctima necesita


un enfoque integral buscando los métodos y
procedimientos —médicos, jurídicos, psicológicos,
sociológicos— para responder precisamente de un modo
rápido y eficaz a su demanda asistencial, humana y
existencial. (Marchiori, 2004).

C O NT I NU A R
LECCIÓN 2 de 5

Relación autor-víctima. Víctimas vulnerables

A grandes rasgos, podríamos considerar al delito cómo una


interacción física/conductual, observable y multivariable,
que para su comisión necesita de la “pareja delictual o
criminal”, compuesta por las acciones y omisiones tanto del
agresor o victimario como de la víctima en cuestión. (Araos,
2011, https://cristianaraos.com/2011/02/13/victimologia-
tipos-de-victimas-y-psicologia-forense-por-cristian-araos-
diaz/).

La interacción autor-víctima del delito es uno de los


aspectos más importantes en el análisis de la conducta
delictiva. El delito es un proceso dinámico que se establece
en la relación autor-víctima, siendo esencial para el
esclarecimiento de las circunstancias que llevaron al
delincuente a la agresión y la reacción de la víctima.

La relación entre el delincuente y la víctima permite


analizar las circunstancias del encuentro autor-víctima y
especialmente las relaciones interpersonales que influyen
para que el individuo sea la víctima. La complejidad de
conocer qué sucede en la interacción autor-víctima lleva a
considerar que, así como cada individuo es único, particular,
así la relación que se establece entre ambos también es
única en su expresión, modalidad, calidad, en el valor que
cada uno le otorga, en las experiencias anteriores, en las
vivencias, y en la historia de la relación autor-víctima
(tiempo, circunstancias de conocimiento, afecto,
actividades y vivencias compartidas).

El grado de conocimiento, el tipo de vinculación entre el


autor de un delito y la víctima, ha constituido uno de los
principales temas de la ciencia criminológica. Los
fundamentales estudios e investigaciones sobre la relación
autor-víctima, de Mendelsohn, Hans von Hentig,
Ellengerberger, Marvin Wolfang, Emilio Viano, permitieron
avances significativos para la comprensión de la víctima.
Los victimólogos mencionados destacan en sus estudios la
relación autor-víctima con el objetivo central de
comprender a la víctima, al delincuente y a las
circunstancias delictivas. Acentúan en las investigaciones
el rol de la víctima, la inocencia o culpabilidad, el grado de
participación en el hecho delictivo, así como el
conocimiento y vinculación autor-víctima. Estos
pensamientos prestaron atención a la temática “relación
autor-víctima”, considerándolo en un aspecto lineal,
causalista, tratando de enfocarlo a la responsabilidad del
delito. De este modo se circunscribieron al delito,
descuidando temas victimológicos referentes a la
administración de justicia, al proceso penal [y] a la denuncia
de la víctima. (Federación Internacional de Criminología y
Criminalística, 11 de enero de 2015, https://es-
la.facebook.com/CriminologiaCriminalistica/posts/599959
916771361).

Atendiendo a lo expuesto, podemos decir que, en el caso planteado, la


relación entre Bernardo (delincuente) y Nadia (víctima) como pareja permite
analizar las circunstancias de su encuentro y, especialmente, las relaciones
interpersonales que se verifican en su historia e influyeron para que Nadia
fuera la víctima. Así, la complejidad de conocer lo que sucedía en la
interacción entre ellos lleva a considerar que la relación que se estableció
entre ambos es única en su expresión, modalidad y calidad, así como en el
valor que cada uno le otorgó, en las experiencias anteriores, en las vivencias
y en la historia de su relación en cuanto al tiempo desde que la iniciaron, las
circunstancias en que se conocieron, el afecto que se vio desvirtuado
progresivamente y las actividades y vivencias compartidas.

Ahora bien, partiendo de una criminología clínica, Marchiori (1998) nos ofrece
una sistematización para llevarnos a la comprensión de la interacción
delictiva, referida fundamentalmente a la relación autor-víctima del delito, en
que se analizan los mecanismos psicológicos de las circunstancias del
encuentro entre ambos, donde distingue:

1 Autor-víctima pertenecientes al mismo grupo familiar.

2 Víctima conocida.

3 Víctima desconocida.

Veamos cada una de ellas, considerando su aplicación en el caso planteado.

En cuanto al primer grupo, donde el autor y la víctima pertenecen al mismo


grupo familiar, señala el maltrato a menores, homicidios por celos,
alcoholismo, incesto y un gran número de delitos que no son denunciados,
como lesiones e impudicicias con menores (Marchiori, 1998). Resalta la
autora que hay niños que desde los primeros meses de vida y, en algunos
casos, desde los primeros días, son víctimas de maltrato, torturas y castigos
generalmente ocasionados por los padres o familiares del menor; así como
niños abandonados y menores drogadictos que pueden llegar a situación de
delincuencia por la carencia de cuidados maternales y de la patología del
núcleo familiar (Marchiori, 1998).

También alude a los menores explotados por sus padres en el plano laboral,
que son estimulados a robar para asistir económicamente a la familia,
señalando que son víctimas que muy probablemente se conviertan en
futuros delincuentes (Marchiori, 1998).

En el homicidio por la identificación emocional (celos), el agredido mantiene


una relación sadomasoquista con el autor. Se observa que los celos entre la
pareja conducen inexorablemente a la autodestrucción. Y, en el homicidio
que se produce en el grupo familiar tras la ingesta de alcohol, este actúa
como desinhibidor de la agresión, ya que generalmente existe una dinámica
interna de tipo persecutorio en el autor del delito (Marchiori, 1998).

En el caso de la víctima conocida para el autor, se dan diversas


circunstancias: cercanía domiciliaria, de trabajo, entre otras, que permiten
conocer la situación y las costumbres de la víctima, para cometer delitos de
robo, sexuales, homicidios por venganza, entre otros (Marchiori, 1998). En los
supuestos de víctima desconocida para el autor, casi siempre existe una
visualización previa de ciertas circunstancias, que también se refieren al
lugar de ocurrencia de la agresión, como en los casos de las pandillas que
hacen víctimas de delitos sexuales, o en casos de exhibicionistas que
efectúan una rápida selección de su víctima impresionable frente a su
conducta patológica. También, muchas prostitutas, por el simple hecho de
ejercer tal comercio, son propensas a ser víctimas de delitos de robo,
lesiones y, acaso, homicidio (Marchiori, 1998).

Como podemos observar en el caso presentado, Bernardo (autor) y Nadia


(víctima) pertenecen al mismo grupo familiar. Sin embargo, no se evidencia
que el homicidio de Nadia hubiera sido específicamente por celos, aunque es
factible inferir que entre Bernardo y Nadia se hubiera establecido una suerte
de relación sadomasoquista, pues “Bernardo trabajaba de manera
inconstante y no [le] permitía a Nadia trabajar, lo cual producía problemas
económicos que ocasionaban discusiones entre la pareja, las cuales
culminaban en agresiones y golpes contra Nadia” (Acosta, 2019,
https://revoluciontrespuntocero.mx/en-edomex-feminicidio-de-su-hija-se-
quiso-hacer-pasar-como-un-suicidio-autoridades-de-distinto-nivel-actuaron-
con-negligencia-para-garantizar-la-impunidad-del-culpable/). En esta misma
dirección, se verifica que Bernardo golpeó y privó de su libertad a Nadia
durante seis días, pero después de tres meses la convenció de regresar y
comenzó a demostrar un cambio de actitud, hasta que el día 12 de febrero de
2004 la asesinó en compañía de Isidro, su hermano. De igual forma,
obviamente Nadia es una víctima conocida para Bernardo, dándose la
convivencia como pareja, que le permite a Bernardo conocer la situación y las
costumbres de Nadia para cometer el delito de homicidio.

Ahora bien, como mencionamos en su oportunidad:

Con respecto a la existencia de tipologías victimológicas,


existen disímiles criterios doctrinales. Mendelsohn plantea
que las víctimas se clasifican en tres grandes grupos: en el
primero se encuentra la víctima inocente; en el segundo,
las víctimas provocadoras, por imprudencia, voluntarias, y
por ignorancia; y el tercero agrupa a la víctima agresora,
simuladora e imaginaria. Según Neuman, las víctimas se
clasifican en individuales, familiares, colectivas, sociales y
la victimización supranacional. (Hernández Gómez et al.,
2020, p. 400).

Por su parte, Landrove nos ofrece una clasificación interesante y por demás
completa, que seguidamente referimos:

1. Víctimas no participantes (o fungibles): También


denominadas enteramente inocentes o ideales. Su
intervención no desencadena el acto criminal; la relación
entre el infractor y la víctima es irrelevante. A su vez, dentro
de esta categoría se distingue entre víctimas accidentales
e indiscriminadas. Las primeras son sustituidas por el azar
en el camino de los delincuentes, como es el caso, por
ejemplo, del cliente que se encuentra en un banco en el
momento de consumarse un asalto a mano armada, o de
quien sufre un atropello derivado de la conducción
imprudente de una persona ebria. Las segundas integran
un sector incluso más amplio que el anterior, al no
sustentar en ningún momento vínculo alguno con el
culpable. El ejemplo tradicional lo constituyen los atentados
terroristas, en los que con frecuencia no existen motivos
personales en contra [de] los agraviados (daño colateral).

2. Víctimas participantes (o infungibles): Desempeñan


cierto papel en el origen del delito, interviniendo,
voluntariamente o no, en la dinámica criminal. Así sucede
en algunos casos de imprevisión de la víctima (cuando no
cierra las vías de acceso al hogar, deja a la vista un objeto
valioso en el vehículo, camina a altas horas de la noche por
un barrio peligroso, etc.). Otras veces su intervención es
más decisiva, provocando el suceso, que surge como
represalia o venganza contra su actuación. Asimismo, se
habla de las víctimas alternativas, en alusión a aquellas
que se sitúan voluntariamente en posición de serlo,
dependiendo del azar su condición de víctima o de
victimario (como sucede en algún duelo o pelea).
Finalmente, la mayor contribución se produce en el
supuesto de las víctimas voluntarias, que instigan el delito o
lo pactan libremente (eutanasia, homicidio, suicidio…).

3. Víctimas familiares: Pertenecen al núcleo familiar del


infractor, y se encuentran en una situación de especial
vulnerabilidad por su relación convivencial o doméstica con
aquel (lo que a su vez explica la amplia «cifra negra» de los
delitos producidos en este entorno). Los malos tratos y las
agresiones sexuales en el hogar tienen principalmente
como objeto pasivo a los miembros más débiles: las
mujeres y los niños.

4. Víctimas colectivas: [Son aquellas que corresponden a]


delitos que lesionan o ponen en peligro determinados
bienes cuya titularidad no corresponde a una persona
natural, sino a una persona jurídica, a la comunidad o al
Estado: delitos financieros, fraudes al consumidor, delitos
informáticos y otras defraudaciones de lo que suele
denominarse delincuencia de cuello blanco. En todas estas
infracciones destaca la despersonalización, colectivización
y anonimato, respecto a las relaciones entre delincuente y
ofendido.

5. Víctimas especialmente vulnerables: [Son] aquellos


sujetos que por diversos motivos ofrecen una
predisposición victimógena específica. Entre esas
circunstancias se encuentra la edad, ya que a los niños y
ancianos les suele resultar más difícil ofrecer una
resistencia eficaz. También el estado físico o psíquico del
sujeto, debido a la mayor debilidad provocada por ciertas
enfermedades y minusvalías; la raza, que motiva [la]
victimización de algunas minorías; y el sexo, siendo
generalmente mujer la víctima de ciertos delitos
producidos en el entorno familiar, laboral, etc.… Asimismo
existen factores sociales que proporcionan esa mayor
victimización: la desahogada posición económica, el estilo
de vida, la ubicación de la vivienda, el trato con grupos
marginales, etc., amén del riesgo inherente al ejercicio de
algunas profesiones (policías, vigilantes, taxistas,
empleados de entidades bancarias, farmacéuticos…), y
particularmente el ejercicio de la prostitución. (Araos, 2011,
https://cristianaraos.com/2011/02/13/victimologia-tipos-
de-victimas-y-psicologia-forense-por-cristian-araos-diaz/).

También existen ciertos comportamientos que podríamos considerar de


riesgo, ya que exponen a la persona y facilitan que pudiera ser víctima de
algún tipo de delito, como vincularse con personas desconocidas, consumir
drogas o alcohol, etcétera.

6. Víctimas simbólicas: Algunas personas sufren actos


dirigidos a menoscabar un determinado sistema de
valores, partido político, ideología, secta o familia, a los que
pertenece el agraviado, siendo un elemento representativo
de [ellos]; los asesinatos de Martin Luther King o Aldo Moro
suelen ser citados como ejemplos.

7. Falsas víctimas: Denuncian en delito que en realidad no


ha existido, ofreciendo una doble modalidad: simuladoras,
que actúan conscientemente poniendo en marcha el
proceso con el fin de provocar un error judicial; e
imaginarias, que creen erróneamente (por causas
psicológicas o por inmadurez psíquica) haber sufrido un
acto criminal. (Araos, 2011,
https://cristianaraos.com/2011/02/13/victimologia-tipos-
de-victimas-y-psicologia-forense-por-cristian-araos-diaz/).
Tomando en cuenta lo expuesto, pensemos: ¿qué tipo de víctima sería
Nadia? Es claro que Nadia es una víctima familiar, pues pertenecía al núcleo
familiar de Bernardo (era su pareja), lo cual la colocó en una situación de
especial vulnerabilidad por su relación convivencial y doméstica con él,
verificándose que los malos tratos y agresiones que padeció en el hogar la
tuvieron principalmente como objeto pasivo por ser mujer. De igual forma,
Nadia es una víctima especialmente vulnerable, y el sexo es el motivo o
circunstancia que le otorgó una predisposición victimógena específica, pues,
siendo mujer, resultó víctima de los delitos de agresiones, privación de
libertad y homicidio producidos en el entorno familiar.

C O NT I NU A R
LECCIÓN 3 de 5

Asistencia

La asistencia y el tratamiento clínico criminológico hacen referencia a los


medios para ayudar a la víctima del delito, entendidos como la aplicación de
todas las medidas tendientes al conocimiento, comprensión y ayuda a la
víctima para atenuar y superar las consecuencias producidas por la conducta
delictiva. Esto implica una labor de individualización, en relación con cada
caso concreto, es decir, con las características de la víctima, del núcleo
familiar, de su historia y de la agresión sufrida. Así, es evidente que el
tratamiento está basado en un correcto diagnóstico, en el conocimiento de
los datos relacionados con la víctima, con el hecho delictivo y con el daño
provocado en la víctima y en su familia.

Como señalamos oportunamente, desde la perspectiva de una clínica


criminológica, la victimología atiende a la víctima como persona que padece
un sufrimiento físico, psicológico y social, como consecuencia de la violencia
o de una conducta agresiva antisocial. Este es un concepto fundamental
para la asistencia porque la víctima sufre individual, familiar y socialmente.

La asistencia victimológica “tiene por objeto principal atenuar las graves


consecuencias que deja el delito en la víctima y en su familia” (Marchiori,
2004). Otros objetivos importantes son: el apoyo moral, el esclarecimiento de
la situación victimal (derecho a la información que tiene la víctima o su
familia) en relación con las instituciones policiales y la administración de
justicia.

La situación de estrés y conmoción que representa el delito conduce a


sentimientos de vulnerabilidad, temor e inseguridad en la vida de la víctima,
lo cual constituye aspectos que deben ser inmediatamente comprendidos en
la asistencia y abarcan también el respeto que se le debe a la persona de la
víctima y a su sufrimiento, a los efectos de poder atenuar las gravísimas
secuelas que deja la violencia. De este modo, “las consecuencias
inmediatas-traumáticas delictivas, las emocionales sociales, así como las
familiares, necesitan ser atendidas por equipos interdisciplinarios partiendo
de una conciencia y sensibilidad hacia la persona víctima” (De la Cuesta, en
Zuñiga Cabalceta, 2005, pp. 98-99), con un enfoque existencial, cuyo
tratamiento es la individualización en el conocimiento de la situación
existencial de la víctima.

La asistencia victimológica requiere, en sus pautas básicas,


la comprensión, la consideración prioritariamente de la
vivencia de temor o pánico que sufre la víctima, el miedo a
la repetición del delito —hecho traumatizante—, la
sensación y vivencia se encontrase aún inmerso en la
situación agresiva, lo que provoca una desorganización,
despersonalización y desrealización; pánico por la
persistencia de estar viviendo una situación de peligro, por
el desamparo individual y familiar, y una percepción de
inseguridad y desprotección, de sentirse vulnerable y
expuesta ante el delincuente. (Marchiori, 2004).

Tomando en cuenta lo expuesto, podemos observar en el caso planteado


que lamentablemente Nadia no recibió respuesta de las autoridades ni la
asistencia que necesitaba cuando denunció los hechos de los que fue
víctima por parte de Bernardo (agresiones, golpes, privación de su libertad
por seis días), situación que, sumada a mostrar que fue revictimizada
(victimización secundaria), la colocó en una posición más vulnerable que
terminó por servir de marco para su homicidio a manos de Bernardo e Isidro.

Ahora bien, la asistencia victimológica comprende diversos niveles y


momentos que operan integralmente: el nivel asistencial terapéutico y el
nivel de orientación e información. A continuación, desglosaremos cada uno
considerando su aplicación en el caso presentado.

1 Nivel asistencial-terapéutico: La asistencia, en su primer


momento o nivel, implica la necesidad de una respuesta inmediata.
En este sentido, el trabajo victimológico está definido por una
respuesta institucional-social para atender el sufrimiento de la
víctima rápidamente, para cubrir la urgencia, en el tiempo y en la
comprensión de la específica situación delictiva. La asistencia
parte esencialmente de una actitud de credibilidad del relato
victimológico, pues esto permite establecer una relación de
confianza basada en el respeto y la credibilidad de la víctima, lo que
a su vez la revaloriza, constituyendo un aporte indispensable para
restablecer su autoestima y tranquilidad. Al ser escuchada, creída,
atendida y comprendida en su relato, la víctima puede rehacer una
visión de sí misma que le permita un mayor control de la situación
traumática. En este primer nivel, la entrevista inicial con la víctima
tiene como fin realizar el diagnóstico de la situación victimológica y
comenzar el tratamiento adecuado a su problemática específica, lo
cual viene a ser completado por la orientación a su familia (visitas
al núcleo familiar, a los efectos del diagnóstico familiar),
conocimiento de los miembros de la familia y sus actitudes ante la
problemática delictiva, tratamiento individual a la víctima y
psicoterapia de familia.

2 Nivel de información: Este segundo nivel abarca diversos


momentos, desde la información básica sobre los derechos de la
víctima y la importancia del acompañamiento profesional, por
familiares o amigos (cuando no se encuentra el grupo familiar),
hasta las instituciones a las que la víctima debe concurrir, como
hospitales, policía o administración de justicia. La información,
orientación y acompañamiento a la víctima permite que el
problema se encauce por los procedimientos legales
correspondientes, por ejemplo, la denuncia. Por su parte, el
acompañamiento “consiste en acompañar, estar al lado de la
víctima con el objeto de ayudarla a superar la situación de estrés,
conmoción que ha padecido por la agresión criminal” (Marchiori,
2004). El valor del acompañamiento es que la víctima no se sienta
desprotegida y carente de información y orientación, y también
tiene un valor eminentemente terapéutico, teniendo por fin:
• Que la víctima vivencie que no se encuentra sola
frente a las consecuencias que le ha provocado el
delito.

• Atenuar la angustia, miedo, temor y sensación de


inseguridad y vulnerabilidad personal.

• Poder enfrentar nuevas situaciones derivadas del


delito, realizar la denuncia del hecho, trasladarse a la
policía, al juzgado, a las instituciones donde debe
someterse a las pericias criminológicas, declaraciones
ante el juez, proceso penal, enfrentarse con el
victimario, [con el abogado] defensor y con la familia
[del autor].

• Evitar nuevas victimizaciones, [pues] una víctima


acompañada estará menos expuesta a ser
victimizada institucionalmente. (Zuñiga Cabalceta,
2005, pp. 97-98).

De acuerdo con lo expuesto, es claro que en el caso planteado


lamentablemente Nadia no recibió respuesta inmediata por parte de las
autoridades, ni la información, la asistencia o el acompañamiento que
necesitaba cuando denunció los hechos de los que fue víctima por parte de
Bernardo (agresiones, golpes, privación de su libertad por seis días), sino que,
antes bien, fue revictimizada (victimización secundaria) y colocada en una
posición de más vulnerabilidad que terminó por servir de marco para su
homicidio a manos de Bernardo e Isidro. No obstante, si consideramos la
condición de víctima de sus padres y sus hijos menores, esta triste historia
real muestra la asistencia, la información y el acompañamiento que ha
tenido la madre de Nadia y se constituye en una lucha de reclamo de justicia
que es de conocimiento público internacional y necesaria referencia que nos
motivan a aplaudir:

Las omisiones y acciones que constituyeron


irregularidades en el procedimiento propiciaron que el 5 de
octubre de 2010 la Comisión Mexicana de Defensa y
Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH) y la
Oficina de los Derechos de la Infancia (ODI) presentaran
una Petición ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos por las violaciones a los derechos humanos
cometidas por el Estado mexicano en perjuicio de Nadia
Alejandra Muciño Márquez y su familia. (Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos [CMDPDH], 2012,
http://cmdpdh.org/2012/11/sigue-el-caso-9/).

Es importante reiterar que la psicología forense se interesa por determinar


las secuelas que una acción ilícita puede causar a nivel psicológico en una
persona, confluyendo con la psicopatología para realizar distintos
diagnósticos mentales en una parte de la población vinculada a procesos
legales como víctimas. De allí que, en el caso planteado, si bien no es posible
evaluar a Nadia por obvias razones, no obstante sus padres y sus hijos
pueden ser objeto de pericias. Se puede: evaluar sus síntomas para
determinar las consecuencias psicológicas ocasionadas por el homicidio de
Nadia, proceder a los diagnósticos de su situación victimológica y comenzar
el tratamiento adecuado a su problemática específica, en consonancia con
los criterios establecidos en el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders).

Te invitamos a repasar lo anteriormente expuesto.

Actividad de repaso

En el caso planteado, para el análisis del homicidio ejecutado por Bernardo


en la persona de Nadia, resulta primordial que los profesionales del ámbito
forense realicen el ejercicio técnico de poder determinar cuáles son las
aportaciones de ambos en el hecho criminal.

Es verdadero, porque, para el análisis de la conducta


criminal de Bernardo, resulta primordial que los
profesionales del ámbito forense realicen el ejercicio
técnico de poder determinar cuáles son las
aportaciones de él como agresor y de Nadia como
víctima en el hecho criminal.
Es falso, porque, para el análisis de la conducta
criminal de Bernardo, resulta primordial que los
profesionales del ámbito forense realicen el ejercicio
técnico de poder determinar cuáles son sus
aportaciones como agresor en el hecho criminal.

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Para concluir, te invitamos a profundizar en lo anteriormente expuesto


leyendo el siguiente paper:

Indicaciones sobre la lectura: Este artículo científico nos permite profundizar


acerca de los procesos de victimización y los avances en la asistencia a
víctimas. Se recomienda su lectura completa.

M4 - L2 - APROXIMACION A LA PERSONALIDAD DEL HOMICIDA


A TRAVES DEL PSICODIAGNOSTICO DE RORSCHACH.PDF
25.5 KB

Fuente: Rangel García, J. C. (1999). Aproximación a la personalidad del homicida a través del psicodiagnóstico

de Rorschach. Psicologia: Teoria e Prática, 1(2), 27-32. Recuperado de

https://www.mackenzie.br/fileadmin/OLD/47/Editora/Revista_Psicologia/Teoria_e_Pratica_Volume_1_-

_Numero_2/art04.PDF
C O NT I NU A R
LECCIÓN 4 de 5

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garantizar la impunidad del culpable. Recuperado de
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LECCIÓN 5 de 5

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