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Tema 66

TEMA 66. EVOLUCIÓN DE LA CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA. LAS


REVOLUCIONES CIENTÍFICAS Y LOS CAMBIOS DE PARADIGMAS
EN LA BIOLOGÍA Y LA GEOLOGÍA. LA CIENCIA COMO PROCESO
EN CONSTRUCCIÓN. LOS CIENTÍFICOS Y SUS
CONDICIONAMIENTOS SOCIALES. LAS ACTITUDES CIENTÍFICAS
EN LA VIDA COTIDIANA.

1. EVOLUCIÓN DE LA CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA


1.1. El concepto de ciencia
1.2. Evolución histórica de la ciencia y su concepto
1.2.1. Edad Antigua
1.2.2. Edad Media
1.2.3: Edad Moderna

2.- LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS Y LOS CAMBIOS EN LOS PARADIGMAS EN


GEOLOGÍA Y BIOLOGÍA

3. LA CIENCIA COMO PROCESO EN CONSTRUCCIÓN


3.1. Sobre la existencia del mundo y la posibilidad de comprensión
3.2. Sobre el método

4. LOS CIENTÍFICOS Y SUS CONDICIONAMIENTOS SOCIALES

5. LAS ACTITUDES CIENTÍFICAS EN LA VIDA COTIDIANA

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1. EVOLUCIÓN DE LA CONCEPCIÓN DE LA CIENCIA

1.1. El concepto de Ciencia

Ciencia, del latín scire, significa saber, así que en su concepción básica ciencia es “conoci-
miento” o más concretamente, “conocimiento humano”. Ahora bien, a medida que este co-
nocimiento ha ido incrementándose también lo ha hecho la complejidad del concepto; Driver
et al. (1996) insisten en que incluso es una cuestión que se ha vuelto más espinosa en el
momento actual, porque sigue sin alcanzarse un acuerdo, ni siquiera mayoritario, sobre cuál
sea la naturaleza de la ciencia.

Así no debe extrañar que, tanto en ámbitos no académicos, como incluso entre autores que
se plantean la cuestión, se prefiera dar un rodeo diciendo, por ejemplo, que "la Ciencia es lo
que hacen los científicos" (Bridgeman, 1989), mientras, por otra parte, el empleo del término
"ciencia" se ha generalizado hasta tal punto que, para algunos, cualquier actividad humana
es científica.

En su intento de dar respuesta a la razón de las cosas, la Ciencia tiene sus limitaciones. Por
un lado, porque la capacidad humana de razonamiento es bastante reducida y nuestras po-
sibilidades de controlar todas y cada una de las variables que concurren en los procesos
naturales son muy escasas. Por otro lado, porque la Ciencia positiva podrá responder al
"cómo ocurren las cosas" y hasta a ciertos "porqués" inmediatos; pero es incapaz de res-
ponder al último "¿por qué?" (“¿por qué existe el Universo? ¿Por qué existe la Tierra? ¿por
qué existe la vida? y se adentra en un terreno "más allá de la Física" (Metafísica), como Hei-
senberg (1971) mismo ha subrayado.

Como se indicaba antes, en nuestros días no han disminuido las dificultades apuntadas. En
1998, después de tres años, la American Physical Society acabó rechazando el borrador
sobre la definición de “ciencia” porque no satisfacía a nadie. En ese momento, Holden reco-
gía la opinión del Presidente de dicha Asociación de que la definición debería contemplar
tres aspectos: el empirismo, la verificabilidad (lo que requiere intercambio de datos para
reproducir las experiencias) y la autocorrección (que supone una buena dosis de escepti-
cismo). Macilwain (1998) también se hacía eco de las mismas ideas, aunque difería algo al
cambiar el empirismo por la búsqueda disciplinada de la comprensión de la naturaleza.

1.2. Evolución histórica

1.2.1. La antigüedad clásica

En nuestro ambiente cultural (occidental, mediterráneo), la ciencia clásica se identifica con la


ciencia griega. En el periodo jónico destacaron los filósofos de la naturaleza que se pregun-
taron de qué esta hecho el mundo y cómo ha llegado a existir (Tales, Pitágoras...). En el
periodo ateniense, que significó la cima de la cultura griega, destacaron hombres de la talla
de Sócrates, Platón y Aristótes, quien distribuyó todo el saber humano en tres grandes gé-
neros: el especulativo (Ciencias especulativas: Física, Matemática, Metafísica y Lógica), el
activo (Ciencias morales: Monástica, Económica y Política) y el productivo (Artes Mecáni-
cas y Artes liberales). Para Aristóteles la ciencia de lo particular debe desembocar en lo
universal; toda ciencia descansa en la definición y en la demostración, siendo estos los úni-
cos principios aceptables para ella. Es de destacar la importancia que da a la historia de los
problemas; raramente aborda una cuestión sin proceder previamente a un examen crítico de

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las experiencias de sus predecesores.

En el período helenístico se desarrollaron en Alejandría la matemática, la mecánica y la


astronomía (Euclides, Arquímedes...). En esta época, los Estoicos, recogiendo una tradición
más bien platónica, admitieron tres tipos distintos de saber:: la lógica (teoría del conoci-
miento y de la ciencia), la física (ciencia sobre el mundo y sobre las cosas) y la ética (ciencia
de la conducta). Todas ellas se refieren a aspectos de una misma realidad: el universo en su
conjunto y el conocimiento sobre él. Este puede ser explicado y comprendido globalmente
porque es una estructura organizada racionalmente de la que el hombre mismo es parte
integrante. A esta clasificación se adhirieron la mayor parte de los filósofos antiguos y bas-
tantes medievales, como Cicerón, Plutarco, Orígenes, S. Agustín, S. Isidoro de Sevilla, y
otros. Conviene no perder de vista que, tanto para estos autores como para Aristóteles, la
Física englobaba todo lo que se refiere a los "seres físicos", término casi sinónimo de seres
materiales.

En el período romano el esfuerzo científico se debilitó y acabó por detenerse mucho antes
de la caída real del Imperio occidental. La astronomía y la matemática se mantuvieron por
su utilidad, pero buena parte del resto de las ciencias sólo se conservaron en los libros, que
serían redescubiertos a intervalos por los árabes en sus conquistas, y por sus contactos con
el Imperio Romano oriental. Por otra parte en Persia, India y China ramas paralelas a la
ciencia clásica continuaron floreciendo y prepararon el camino para un nuevo progreso.

1.2.2. La Edad Media

Durante el milenio que transcurre desde la desaparición de la cultura clásica greco-romana


en la Europa occidental hasta el Renacimiento, la investigación científica fue realizada en
Europa casi exclusivamente por clérigos, especialmente monjes, que eran los que habían
conservado el saber antiguo en sus bibliotecas. Ese es el aspecto que subraya más la dife-
rencia con la ciencia islámica, en la que pocos científicos tenían miras religiosas y la mayo-
ría perseguía claramente fines utilitarios.

Resaltan al menos dos mentes excepcionales. Una de ellas es la de Alberto de Colonia (S.
Alberto Magno, s. XII-XIII), que sistematizó el saber antiguo sobre historia natural y minera-
les, añadiéndole algunas aportaciones personales. La otra es la de Roger Bacon, en el si-
glo XIII, conocido también como Doctor Mirabilis, que puso considerable énfasis en el
empirismo y ha sido presentado como uno de los primeros pensadores que propusieron el
moderno método científico. Estaba íntimamente familiarizado con los avances científicos y
filosóficos del mundo árabe, una de las civilizaciones más avanzadas de su tiempo.
No obstante, en Medicina y Alquimia se fueron acumulando un acervo de datos muy
numeroso y muy interesante, que permitirían un florecimiento posterior fructífero.

1.2.3. La edad Moderna

A partir del Renacimiento se aprecia una nueva actitud hacia el conocimiento, que dejó de
ser considerado como un medio de reconciliación del hombre con el mundo para pensar en
él como un medio de dominar la naturaleza por medio del conocimiento de sus leyes. Apa-
recía una nueva imagen del mundo, más cuantitativa y práctica, que sustituía a la antigua,
más cualitativa, limitada y religiosa; el universo jerárquico de Aristóteles dio paso al mundo
mecánico de Newton. Es la época de las grandes “revoluciones científicas”

La definitiva fase del establecimiento de la ciencia moderna se alcanzó en la segunda mitad

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del siglo XVII. Esta fase fue el período de formación de las primeras sociedades científicas
sólidamente establecidas (la Royal Society de Londres y la Academia Real Francesa). Es
la época de Boyle, Hooke y Hygens, y la de una nueva filosofía mecánico-matemática. El
trabajo de muchas manos y muchas mentes finalizó en la formulación por Newton de los
Principios Matemáticos de Filosofía Natural, base sobre la cual podía construirse confiada-
mente el resto de la ciencia.

El propio concepto de ciencia también fue evolucionando hasta llegar al actual:


Christian Wolf (s XVII-XVIII) distinguió entre Ciencias (empíricas), Matemática y Filo-
sofía; André Marie Ampere, (s. XVIII-XIX) distinguió sólo dos grandes grupos: Cien-
cias Cosmológicas (Matemáticas, Físicas, Naturales y Médicas) y Noológicas (Filo-
sóficas, Dialegmáticas, Etnológicas y Políticas). Auguste Comte (s. XVIII-XIX), des-
arrolló una clasificación sistemática y jerárquica de todas las ciencias, inclusive la
física inorgánica (astronomía, geología y química) y la física orgánica (biología) y,
por primera vez, la física social posteriormente renombrada sociología

Serán los criterios de Wolff y de Comte los que acabarán condicionando la concepción más
extendida de Ciencia, reduciéndola, de hecho, a las ciencias empíricas o experimentales
que, desde un punto de vista puramente convencional, son aquéllas que están fundamen-
talmente caracterizadas por su metodología (el conocido "método científico") y por sus
productos técnicos. Estas ciencias serán, por tanto, la Física, la Química, la Biología y la
Geología, conjunto de ciencias que son las que estudian los seres naturales, aunque cada
una de ellas lo haga desde una perspectiva distinta. Por ello, en la práctica, esta denomina-
ción resulta realmente sinónima de la de Ciencias de la Naturaleza. Pero dentro de ellas es
costumbre en España (y en otros países europeos no anglosajones), desde hace más de un
siglo, separar la Biología y la Geología bajo la denominación específica de Ciencias Natura-
les.

Hoy día, la amplificación de los contenidos científicos, la diversificación de las relaciones


entre todas las ciencias (naturales, físico-químicas, sociales, etc.) y la cuantificación progre-
siva de sus resultados y de sus planteamientos (con el aparato matemático consiguiente) ha
diluido los límites entre ellas; han ido diferenciándose múltiples ramas híbridas (o ciencias
con personalidad propia), como la Geofísica, la Geoquímica, la Biofísica, la Bioquímica, la
Biogeografía, etc. Ello hace que, por lo que a las Ciencias naturales concierne, resulta ya
más adecuado hablar de Ciencias de la Tierra (no sólo Geología) y de Ciencias de la Vida
(no sólo Biología).

2. LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS EN GEOLOGÍA Y BIOLOGÍA. CAMBIOS


EN LOS PARADIGMAS

La obra La estructura de las revoluciones científicas de Thomas Samuel Kuhn, publicada en


1962, ofrece una concepción no gradualista del desarrollo histórico de la ciencia, en la que
el concepto de paradigma juega un papel central, y cuyo cambio da lugar a una revolución
científica.

Muy sucintamente, el proceso sería el siguiente. El paradigma es un modelo proporcionado


por el conjunto de los problemas y sus soluciones que una comunidad científica considera
aceptables durante un periodo histórico determinado; dicho periodo coincide con el de desa-
rrollo y actualización de ese paradigma. De esta forma, para Kuhn, tanto el problema que

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se estudia como los métodos que se emplean para resolverlo, están determinados por el
paradigma imperante; por ejemplo, un determinado problema tectónico no lo afronta de la
misma manera un geólogo movilista que uno fijista. Cuando se acumulan nuevos datos que
el paradigma vigente no consigue explicar, se desemboca en una situación de crisis que
sólo se resolverá mediante la elaboración de un nuevo paradigma, lo que conduce a una
reestructuración total y un nuevo enfoque de todo el cuerpo de la ciencia, una revolución
científica. Para Kuhn, pues, la Historia de la Ciencia muestra cómo han ido cambiando con
el tiempo los paradigmas usados por los científicos.

En relación con ese segundo aspecto, podríamos destacar varios paradigmas (o mejor, pa-
res de paradigmas) que han coexistido, que supusieron una revolución científica en su mo-
mento:
Mecanicismo – Vitalismo

El Vitalismo, que se desarrolló a finales del s. XVIII, cuyo principal exponente fue Paul Jo-
seph Barthez es la posición filosófica caracterizada por postular la existencia de una fuerza
o impulso vital sin el que la vida no podría ser explicada. Se trataría de una fuerza específi-
ca, distinta de la energía estudiada por la física y otras ciencias naturales, que actuando
sobre la materia organizada daría por resultado la vida. Esta postura se opone a las explica-
ciones mecanicistas que presentan la vida como fruto de la organización de los sistemas
materiales que le sirven de base. El mecanicismo refleja los cambios en la mentalidad que
se operaron a partir del desarrollo del comercio y la producción manufacturera y el desarrollo
de la burguesía, en los siglos XVI al XVIII. Ello llevó implícito nuevos conocimientos y la ne-
cesidad de una mayor compresión de la naturaleza teniendo lugar una revolución en las
ciencias naturales Dentro de esta línea de pensamiento encontramos a personajes de la
talla de . Descartes o Newton.
Neptunismo – Plutonismo

Se plantea en la segunda mitad del siglo XVIII. Los autores de dichas teorías son, respecti-
vamente, Abrahan Werner (1749-1817) y el británico James Hutton (1726 - 1797).
Los neptunistas pretenden explicar el origen de todas las rocas como depósito de un hipo-
tético océano universal primitivo, gradualmente subsidente, del cual surgieron posteriormen-
te las montañas. Niegan la existencia de calor en el interior de la Tierra, y para explicar los
volcanes actuales, sugieren que se trata de combustión espontánea de carbón que rellena
grietas subterráneas. Tuvieron gran éxito a final del siglo XVIII y principios del XIX. Tras lar-
gas y descalificadoras discusiones, éstos terminaron por aceptar los argumentos plutonis-
tas que consideran que las rocas cristalinas no estratificadas (granito, basalto), son producto
de la solidificación de materiales fundidos por efecto del calor interior de la Tierra, que as-
cienden hacia el exterior y se encajan entre otras rocas. La trascendencia de esta polémica
despierta el interés hacia la Geología. terminaron por imponerse a mediados del siglo XIX.

Actualismo y Catastrofismo

Recogiendo la herencia de la escuela racionalista griega, surgió el principio del Actualismo


o Uniformismo que argumentaba que pequeñas variaciones repetidas de los mismos pro-
cesos geológicos que hoy podemos ver (por ejemplo del nivel del mar o de la sedimenta-
ción) podrían explicar todos los fenómenos geológicos. El Actualismo defiende que todos
los fenómenos que han ocurrido en tiempos pasados, son los mismos que actúan ahora, y
que por tanto," el presente es la clave del pasado". Los resultados que obtienen para la du-
ración de cualquier fenómeno geológico, son ampliamente superiores a los establecidos
como norma en su época Este enfoque, en el que no se distingue claramente al principio,
entre las causas actuales y la velocidad de los procesos que determinan,”, fue concretado

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en los trabajos de científicos y naturalistas de los siglos XVIII y XIX, como Leibnitz (1714),
De Maillet (1748), Toulmin (1783), James Hutton (1788 y 1795), James Playfair (1802) y,
sobre todo, Charles Lyell (1830-1833).

Esta teoría chocó con la del Catastrofismo, de aceptación generalizada en su época, que .
pretende explicar todos los fenómenos geológicos con actuaciones en intervalos de tiempos
extremadamente cortos (cataclismos). Es la consecuencia de las interpretaciones del Anti-
guo Testamento que admite un máximo de 6.000 años para la edad de la Tierra. Entre sus
defensores se encontraban naturalistas entre los que destaca el francés Georges Cuvier.

Fijismo y Transformismo en Biología

Las primeras definiciones del concepto de especie, en el siglo XVII, se fundaban en el su-
puesto de que las especies no tienen nada que ver unas con otras, por haber aparecido ya
perfectamente diferenciadas como tales: ésta es la concepción “fijista”, ya presente entre
los griegos, que posteriormente pretendió encontrar base bíblica en los relatos del Génesis.

Cuando los paleontólogos descubrieron que en tiempos geológicos pasados la Tierra estuvo
habitada por faunas y floras constituidas por especies y grupos taxonómicos distintos de los
actuales. Los fijistas, principalmente Cuvier, para mantener su paradigma, elaboraron la
hipótesis de las creaciones sucesivas, según la cual la Tierra habría estado poblada por
varia faunas y floras sucesivas e independientes, productos de otros tantos actos creadores
precedidos del aniquilamiento de la fauna y flora precedentes (catastrofismo)

Hacia mediados del siglo XVIII se produjo un verdadero conflicto sobre el origen de las es-
pecies al comenzar a plantearse las doctrinas transformistas; el estudio de los fósiles in-
ducía a pensar en cambios sufridos por los organismos en el transcurso de los tiempos geo-
lógicos. El inglés W. Smith (1729-1839) describe la localización de los fósiles, ligando cada
especie a un estrato concreto, y niega, por tanto, que estén dispuestos de forma fortuita.
Establece con ello el principio de correlación paleontológica, en el que se basan las da-
taciones de edad mediante fósiles, y constituye uno de los pilares fundamentales, tanto en la
Estratigrafía como en la Paleontología.

El primer gran transformista fue Lamarck que, sin oponerse a la idea creacionista, sí defen-
día que las actuales especies proceden de una o unas pocas especies primitivas mediante
cambios orgánicos. Posteriormente, Darwin propuso la selección natural como mecanismo
director del sentido que toman los cambios en las especies hasta diferenciarse en especies
nuevas. Hoy día ya sabemos que éste es el paradigma aceptado, una vez retocado y en-
marcado en el cuadro general de la Teoría sintética de la evolución.

Fijismo y movilismo horizontal en Geología

En el campo de las ciencias de la Tierra, aprovechando los avances acumulados en el resto


de las ciencias de la naturaleza, especialmente de la Física y de la Química, se ha llegado a
completar la tarea de proponer una teoría unitaria para el conjunto del planeta, que pretende
explicar tanto su composición, como su estructura, como su dinámica, por lo que es usual
encontrarla enunciada como la “Teoría de la Tectónica global”.

Los grandes hitos de este colosal esfuerzo pueden colocarse a partir del que supone la mo-
numental obra de Suess (1831-1914) La faz de la Tierra (1883-1901), en la que reunió todo
el conocimiento geológico que se había acumulado hasta el final del s. XIX. Ello permitió

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empezar a adquirir una visión de conjunto y a percibir ciertas regularidades y ciertas peculia-
ridades que exigían una explicación coherente. Pero en ningún caso se ponía en duda que
los continentes y los océanos hubieran tenido una distribución distinta de la actual, aun
cuando sí se aceptaba que podían haber sufrido movimientos verticales (de ascenso y des-
censo) de bloques más o menos grandes.

Será Wegener (1880-1930), entre los varios que ya lo habían intentado, el primero que ofre-
cería una hipótesis coherente sobre la "movilidad continental" (traducida al inglés como
“deriva continental”) en un cuadro de conjunto cuya primera versión publicaría en 1915, en
la que supone que los continentes los se han desplazado horizontalmente respecto de las
posiciones ocupadas en épocas geológicas anteriores, especialmente a finales del Paleo-
zoico y comienzos del Mesozoico, proponiendo argumentos a favor de la movilidad horizon-
tal de los continentes", aunque nunca pruebas en el sentido estricto del término, que fueron
aportadas posteriormente por los geofísicos

3. LA CIENCIA COMO PROCESO EN CONSTRUCCIÓN

La ciencia es, en cualquier época, el resultado total de los conocimientos acumulados hasta
ese momento. Pero este resultado en realidad es un descubrimiento constante de hechos,
leyes y teorías nuevas, que critica y con frecuencia destruye mucho de lo construido para
reedificar sobre ello. El edificio del saber científico no se detiene en su crecimiento; podría-
mos decir que efectúa reparaciones constantemente, pero que nunca deja de utilizarse.

Todo este complejo proceso de re-enfoque, re-elaboración y re-estructuración, parte de va-


rios “supuestos previos” (premisas, postulados o principios). El primero es de orden ontoló-
gico: si el mundo existe realmente (no es una pura construcción de la menta humana); el
segundo es de tipo epistemológico: si el hombre lo puede conocer objetivamente; el terce-
ro es de tipo metodológico: cómo debe proceder para conseguir descubrir cómo es.

3.1. Sobre la realidad del mundo y la posibilidad humana de conocerlo

Para el científico existe una premisa básica: existe un mundo objetivo exterior y el estudio se
aplica a conocer cómo es. Se da por supuesto que el mundo tiene una existencia propia
independiente del observador que lo analiza, como desde los presocráticos y Aristóteles
hasta Siegel (1989) sostienen explícitamente; y la afirmación anterior no impide que el cien-
tífico tenga que aceptar que su intervención en la observación y análisis de la realidad pue-
de interferir en el funcionamiento del mundo cuya dinámica pretende analizar; lo que eviden-
ció Heisemberg en su Principio de incertidumbre y también se constata especialmente en
muchas investigaciones ecológicas (porque el hombre es un componente del sistema mismo
que analiza)".

Por otra parte, también la ciencia da como indiscutible que el hombre tiene una mínima ca-
pacidad para comprender el mundo o, al menos, ir comprendiéndolo progresivamente, aun-
que consciente de las limitaciones de su intelecto; sabe muy bien que su acercamiento al
mundo que le rodea necesariamente tiene que proceder por aproximaciones sucesivas; que
sus descripciones del mundo son provisionales y, quizás indefinidamente, deben seguir
siendo revisadas y refinadas.

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3.2. Sobre el método

La expresión método científico se utiliza con diferentes significados y, a menudo, se abusa


de ella para justificar una determinada posición personal o social con relativo desconoci-
miento de la complejidad del concepto. Como su propio nombre indica representa la meto-
dología que define y diferencia el conocimiento de la ciencia de otros tipos de conocimien-
tos.

La filosofía de la ciencia crea el método científico para excluir todo aquello que tiene natura-
leza subjetiva y, por lo tanto, no es susceptible de formar parte de lo que denomina conoci-
miento científico. En última instancia, aquello que es aceptado por el sentido común pro-
piamente dicho y, por ello, adquiere carácter de generalmente aceptado por la comunidad
científica y la sociedad.
Por otra parte, sabemos que existen cosas cuya naturaleza es precisamente subjetiva. La
aproximación científica a estos elementos es compleja y normalmente se efectúa a través de
los métodos científicos menores, diseñados para ramas específicas del saber.

La denominación genérica de método científico incluye en realidad tres métodos: El méto-


do deductivo, el método inductivo y el método hipotético-deductivo que se suelen aplicar
a las ciencias naturales (física, química, biología, etc.)

Una característica de los dos primeros es que pueden ir de lo general a lo particular o vi-
ceversa, en un sentido o en el inverso. Ambos utilizan la lógica y llegan a una conclusión.
En última instancia, siempre tienen elementos filosóficos subyacentes.

Ambos suelen ser susceptibles de contrastación empírica. Aunque el método deductivo es


más propio de las ciencias formales y el inductivo de las ciencias empíricas, nada impide la
aplicación indistinta de un método científico u otro a una teoría concreta.

La diferencia fundamental entre el método deductivo y el método inductivo es que el primero


aspira a demostrar, mediante la lógica pura, la conclusión en su totalidad a partir de unas
premisas, de manera que se garantiza la veracidad de las conclusiones, si no se invalida la
lógica aplicada. Se trata del modelo axiomático propuesto por Aristóteles como el método
científico ideal.
Por el contrario, la explicación inductivista del conocimiento científico es, en términos senci-
llos, que suponiendo que se den ciertas condiciones, es lícito generalizar, a partir de una
lista finita de observaciones singulares, una ley universal.

El padre del método deductivo puede ser considerado Francis Bacon en 1575, en los co-
mienzos del pensamiento moderno, quien llegó a la conclusión de que los métodos em-
pleados por las diversas ciencias eran erróneos. Su principal aportación metodológica con-
sistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del
mayor grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la
corrección de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el
método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas. Los prin-
cipios que se plantean en su obra Novum Organum tuvieron gran importancia en el subsi-
guiente desarrollo del empirismo.

Tampoco se pueden obviar en este campo las aportaciones de René Descartes en el siglo
XVII., un momento en el que la ciencia no es únicamente un conocimiento teórico de las
causas, se presenta como una oportunidad de crecimiento humano. Este conocimiento útil
se erige con la certeza racional y evidente que le da solidez a sus propios planteamientos.

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Es el siglo de la física, las matemáticas, la geometría y las ciencias que no dependen de lo


subjetivo.

Descartes consideraba que aunque la lógica tenía muchos preceptos válidos, en general
eran inútiles, y que en realidad podrían bastarnos cuatro. Son las reglas del método

1. El precepto de la evidencia: No admitir nunca algo como verdadero sin conocer con
certeza que lo es, es decir, no dar asentimiento más que a aquello que no tuviera
ocasión de dudar, evitando la precipitación y la prevención.
2. El precepto del análisis: Dividir las dificultades que tenemos en tantas partes como
sea posible, para solucionarlas mejor.
3. El precepto de la síntesis: Establecer un orden de nuestros pensamientos, incluso
entre aquellas partes que no estén ligadas por un orden natural, apoyándonos en la
solución de las cuestiones más simples (que Descartes llama "naturalezas simples")
para resolver los problemas más complejos.
4. El precepto de la comprobación: Hacer siempre revisiones amplias para estar segu-
ros de no haber omitido nada.

Es de señalar que, según D. Clarke, aunque Descartes emplea en todo momento lo que
llama "deducción", sus ejemplos a menudo más parecen casos de inducción o de argumen-
tos a la mejor explicación .

Desde el siglo XVIII, el análisis científico de la realidad es eminentemente inductivo y expe-


rimental, y ello ha dado lugar a desarrollos conceptuales muy importantes y significativos.
Pero cuando se ha reflexionado más detenidamente sobre el quehacer real de los científi-
cos, ya no se ha visto tan claro que el esquema tradicional (observación-hipótesis explicati-
vas-comprobación-teoría) sea tan unidireccional, intelectualmente libre de "prejuicios" y epis-
temológicamente fuente única de conocimientos. Todo ello ha llevado a desterrar la pers-
pectiva del "inductivismo ingenuo", tal como lo analiza y critica Chalmers (1994).

Según el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación; la observación pro-


porciona una base segura sobre la que se puede construir el conocimiento científico; y el
conocimiento científico se deriva mediante la inducción de los enunciados observacionales.
Sin embargo, estos tres supuestos son fácilmente refutables, porque:

1. ¿Cuántas observaciones constituyen un gran número?.


2. Sabemos que las experiencias visuales no están determinadas exclusivamente por las
imágenes formadas en la retina y esto, aplicado a todos los sentidos, nos hace ser es-
cépticos respecto de nuestras propias sensaciones..
3. Porque se comprueba que el cuadro teórico existente guía la observación y la experi-
mentación. En efecto, las observaciones y los experimentos se efectúan para comprobar
o aclarar alguna teoría, y sólo se registran y se analizan las observaciones y los aspec-
tos que se consideran relevantes para esa teoría.

El método hipotético-deductivo o de contrastación de hipótesis no plantea, en principio,


problema alguno, puesto que su validez depende de los resultados de la propia contrasta-
ción.
Este método científico se suele utilizar para mejorar o precisar teorías previas en función de
nuevos conocimientos, donde la complejidad del modelo no permite formulaciones lógicas.
Por lo tanto, tiene un carácter predominantemente intuitivo y necesita, no sólo para ser re-
chazado sino también para imponer su validez, la contrastación de sus conclusiones.
Toda teoría debe ser resistente a su refutación, sin embargo, una teoría que no puede ser

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replicada por ningún hecho concebible, no es científica. La imposibilidad de refutación de


una teoría científica no es una virtud sino un vicio.

4. LOS CIENTÍFICOS Y SUS CONDICIONAMIENTOS SOCIALES

Las relaciones entre los científicos y la sociedad a la que pertenecen, en cuyo seno se han
formado, con cuyas exigencias tienen que contar y cuya escala de valores tienen que com-
partir o cambiar, es un conjunto extraordinariamente condicionante de toda la actividad cien-
tífica, que la hace mucho menos “objetiva” de lo que se ha pretendido durante muchos años.

Hoy día el futuro de la ciencia está más que nunca ligado al destino de la humanidad en su
conjunto, y no sólo a la sociedad concreta o al país que crea y desarrolla dicha ciencia
.
La ciencia de una determinada época no sólo ha pertenecido a su propia tradición con sus
propios métodos, valores y conocimiento acumulado, sino también a su propio período histó-
rico en el que otros movimientos han dejado sentir sobre ella su propio impacto.
En períodos históricos relativamente estáticos, como la Edad Media, la ciencia no ha demos-
trado un desarrollo notable, mientras que en los períodos expansivos la ciencia ha medrado
frecuentemente, aunque también sujetos a modas, dudas y cambios abruptos en su desarro-
llo.

Es un hecho que en la Europa moderna la ciencia avanzó más en los países protestantes
que en los católicos. Aparte de la ausencia de la Inquisición en los primeros, esa preponde-
rancia se puede atribuir a tres factores principales:
1. Congruencia entre el primitivo ethos (moral) protestante y la actitud científica.
2. Uso de la ciencia para la consecución de fines religiosos.
3. Al acuerdo entre los valores cósmicos de la teología protestante y los de las teorí-
as de la primitiva ciencia moderna.

El alemán Leibniz (1646-1716), era de la opinión que el nuestro era el mejor de los mundos
posibles. Así, el sistema solar era una máquina autosuficiente, mientras que las especies
orgánicas estaban fijadas para todos los tiempos en las diversas formas en las que habían
sido creadas originariamente. Es en este punto en el que terminó por producirse la ruptura
entre la teología protestante y la ciencia moderna, ya que la llegada de las teoría evolutivas
del XIX puso fin a la opinión de que el mundo y sus criaturas habían mantenido sus formas
actuales desde toda la eternidad. La oposición a estas teorías evolucionistas fueron muy
fuertes entre los protestantes. No obstante, la alianza duró siglo y medio, y durante este pe-
riodo el sistema físico-teológico de Newton se aceptó universalmente en los círculos intelec-
tuales.

El avance que las ciencias experimentaban desde mediados del siglo XIX , conoció un im-
pulso extraordinario a partir de la segunda mitad del siglo, contribuyendo a renovar y modifi-
car la interpretación que tenía el hombre sobre el mundo. Se dieron una serie de condicio-
nes favorables

a) La creencia en la ciencia y en el progreso


• El sentimiento religioso retrocede y la mentalidad romántica desaparece después de
1848.
• La estima por las ciencias se extiende: "nosotros creemos en el dogma del progreso,
como un creyente en su fe" (Vachelot).

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• Los positivistas incluso tienen la pretensión de explicarlo todo científicamente. El hombre


de ciencia llega a ser un hombre respetado.

b) La eficacia del Método Científico


Al racionalismo cartesiano basado en la intuición del espíritu, le sucede un racionalismo ba-
sado radicalmente en la experimentación. El siglo XVIII rechaza la lógica formal de los esco-
lásticos y fundamenta el razonamiento en la inducción matemática que abre sin cesar sus
caminos al descubrimiento. Si existe una intuición adivinadora, la experiencia pide una intui-
ción de comprobación. El hombre debe tener en cuenta los hechos y las leyes que lo rigen,
que le sirven a su vez para explicarlos.

c) Incremento de los medios


Los descubrimientos son cada vez más fruto del estudio: se ponen en mano de los científi-
cos nuevos medios, laboratorios mejor equipados y la posibilidad de dedicarse por entero a
su obra. Se intensifica y prestigia la enseñanza de las ciencias.

d) La especialización
Los avances de las ciencias hacen imposible abarcar el conjunto de los conocimientos. Ya
no existen sabios universales como los hombres del renacimiento. En cada ciencia incluso
surgen nuevas especialidades. La extensión de la prensa y las revistas científicas, al igual
que los congresos, constituyen el medio de comunicación de los nuevos avances.
Tales acontecimientos indican que la actividad científica se ha orientado ahora por un canal
y antes por otro, y que en ocasiones se han relajado las fuerzas que promueven la ciencia,
llegando incluso a invertirse. En general quizá se pueda decir que los problemas prácticos
de un período histórico dado han ejercido un influjo sobre las investigaciones emprendidas
por los científicos de la época, mientras que los intereses intelectuales de la época han in-
fluido sobre la forma en que se expresaron las teorías científicas.

Con todo, la división no ha sido rígida. Los problemas prácticos han estimulado el surgimien-
to de nuevas teorías, a la vez que ciertas corrientes intelectuales han orientado la investiga-
ción científica por canales específicos, como en el caso de la filosofía alemana romántica e
histórica que promovía el estudio de la embriología entre los alemanes de finales del XVIII y
principios del XIX.

En el pasado no se dirigían conscientemente las fuerzas que promueven el desarrollo de la


ciencia, siendo visibles sólo los resultados que producían. En tiempos recientes, la ciencia
se ha visto orientada más consciente y directamente hacia campos específicos, cuya elec-
ción se ha escapado de las manos de los propios científicos. A medida que la investigación
ha ido aumentando de complejidad, se ha ido profesionalizando y se dirige desde fuera, ex-
cepto en la esfera académica, mediante el establecimiento de instituciones de investigación
regidas por cuerpos externos como las firmas industriales y los ministerios y agencias gu-
bernamentales. En general, estos organismos se han ocupado principalmente de las aplica-
ciones de la ciencia y desde hace unas cuantas décadas han suministrado la mayor parte de
los recursos dedicados a la investigación científica. Inicialmente se orientaban sobre todo al
fomento de la industria, agricultura y medicina; no obstante, después, se ha hecho cada vez
más hincapié en las investigaciones sobre temas de interés militar.

Tales desarrollos han dejado sentir su efecto sobre la ciencia fundamental, creando deman-
da de determinados científicos. Asimismo han fomentado el conformismo intelectual de los
científicos hacia los valores y puntos de vista del grupo dominante de la sociedad concreta a
que pertenecen, tendencia que se ha visto acompañada por la asociación de algunas teorías
científicas con una u otra de las ideologías opuestas en el siglo XX y XXI..

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Tema 66

A lo largo de la historia, las teorías científicas se han visto favorecidas o han recibido oposi-
ción, aparte de por consideraciones basadas en los criterios del método científico, de
acuerdo con el grado en que dichas teorías han sido congruentes o divergentes de las
creencias generalmente aceptadas en su tiempo y lugar. Tales juicios y las acciones basa-
das en ellos han resultado particularmente sonados en esos períodos históricos en los que
dos grandes movimientos de fuerza comparable se han opuesto el uno al otro. Puede servir
por ejemplo la vigente división existente al respecto de la influencia antrópica en el cambio
climático.

5. LAS ACTITUDES CIENTÍFICAS EN LA VIDA COTIDIANA

Dado el marco en el que se encuadra este epígrafe, vamos a referirlo a la “vida cotidiana en
las aulas”, admitiendo que puede ser un indicador de la calidad del proceso enseñanza-
aprendizaje que hemos conseguido, pues tiene su complemento y su consecuencia en el
planteamiento de una cuestión fundamental: hasta qué punto el conocimiento científico ad-
quirido por los alumnos en el ámbito académico, conduce a la adquisición de hábitos y acti-
tudes científicas que el individuo utiliza de forma usual en su vida diaria, aplica a los fenó-
menos cotidianos y expresa en un lenguaje más exacto y más acorde con los conocimientos
acumulados por la ciencia.

En esta línea justificativa sería importante reflexionar sobre las características que deben
reunir las actividades que se proponen a los alumnos para que las realicen. Se pueden
enumerar una serie de requisitos teóricos generales que confluirán en la configuración de
las actividades en función de la finalidad que pretenden conseguir. Y todo eso se podrá con-
seguir mejor y más automáticamente, si las actividades que se le han propuesto en sus “es-
tudios”, muestran un entronque real con la vida diaria, y si se han desarrollado de forma
que se haya estimulado el enfoque de todas ellas como resolución de problemas o peque-
ñas investigaciones con metodología científica.
En la práctica, la dificultad puede residir en determinar cuáles sean las actividades que reú-
nan todos esos requisitos o la mayor parte de ellos. Para ello puede ser útil recurrir a los
criterios propuestos por Raths (1973) y manejados por muchos autores desde entonces:

A igualdad del resto de condiciones, una actividad es preferible a otra si:

1. Atribuye al alumno un papel activo en su realización.


2. Obliga al alumno a examinar en un contexto nuevo una idea, concepto, ley, etc. que ya
conoce.
3. Obliga al alumno a examinar ideas o sucesos que normalmente son aceptados sin más
por la sociedad.
4. Obliga al alumno a interactuar con su realidad.
5. Exige del alumno una investigación de ideas, procesos intelectuales, sucesos o fenó-
menos de orden personal o social y le estimula a comprometerse en ella.
6. Obliga a aplicar y dominar reglas significativas, normas o disciplinas.
7. Puede ser realizada por alumnos de diversos niveles de capacidad y con intereses
diferentes.
8. Es relevante para los propósitos e intereses explícitos de los alumnos.
9. Obliga al alumno a reconsiderar y revisar sus esfuerzos iniciales.
10. Permite al alumno tomar decisiones razonables respecto a cómo desarrollarla y ver las
consecuencias de su elección.

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Tema 66

11. Ofrece al alumno la posibilidad de planificarla con otros, participar en su desarrollo y


comparar los resultados obtenidos.
12. Coloca al alumno en una posición de éxito, fracaso o crítica.

Concluyendo; que los alumnos tiendan a adoptar un enfoque profundo en su aprendizaje,


que se manifestará en su estilo de enfrentarse con la vida diaria, depende de muchas varia-
bles, pero algunas de ellas son precisamente qué les proponemos que hagan, cómo les pe-
dimos que lo hagan, qué ambiente de trabajo conseguimos y qué tipo de instrumentos utili-
zamos para evaluarlos.

Resulta claro que este objetivo global que estamos comentando se puede conseguir de for-
mas muy diversas; según qué temas, según qué clima de clase, según qué dinámica de
grupo exista, pueden ser muy efectivos unos tipos de trabajos un otros. Lo que interesa
realmente es conseguir que los alumnos adopten una actitud científica para enfocar y re-
solver las situaciones que se presentan en la vida cotidiana como problemas científicos; ello
conducirá, además, al convencimiento de que cualquier persona puede conseguir el hábito
de pensar científicamente si se pregunta siempre el qué, el cómo y el porqué de las cosas.

Bibliografía
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• Anguita, F. (1988): Origen e historia de la Tierra. Rueda.
• Bernal, J.D. (1979): Historia social de la ciencia. Península.
• Chalmers, A. (1988): ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?. Siglo XXI.
• Crombie, A.C. (1974): Historia de la Ciencia. Alianza.
• Heisenberg, W. (1971): Cuestiones más allá de la Física. .................
• Hull, L.W. H. (1978): Historia y Filosofía de la Ciencia. Ariel.
• Lambert, K. y Brittan, G. (1978): Introducción a la Filosofía de la Ciencia. Guadarrama..
• Raths, J. (1973): "Teaching without specific objetivs" (en Magoon, R.A. (ed): Education and
Psycology. Meurill. Ohio).
• Rostand, J. (1971): Ciencia falsa y falsas ciencias. Salvat. Navarra.
• Ruse, M. (1973): La Filosofía de la Biología. Alianza. Madrid.
• Schrödinger, E. (1970): Ciencia y Humanismo. Cuadernos íntimos. Tusquets. Barcelona.
• Vázquez, A., Acevedo, J.A., Manassero, M.A. y Acevedo, P. (2001). Cuatro paradigmas básicos
sobre la naturaleza de la ciencia. Argumentos de Razón Técnica, 4, 135-176.
• Wartofski, M.W. (1983): Introducción a la Filosofía de la ciencia. Madrid. Alianza.

Algunas webs

• www.molwick.com/es/metodos-cientificos/120-tipos-metodos-cientificos.html
• www.es.wikipedia.org
• www.newton.cnice.mec.es/3eso/mcientifico/index.htm
• www.deismo.iespana.es/metodocientifico.htm
• www.capitalemocional.com/Textos_Filo/descartes.htm
• www.historiadelaciencia.idoneos.com/
• www.oei.es/salactsi/acevedo20.htm

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