En Europa

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En Europa

Artículo principal: Hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial en Europa

Mapa político de Europa en 1923, tras el final de


la Primera Guerra Mundial y la firma de los tratados de paz.

Expansión de Alemania de 1935 a 1939


El Tratado de Versalles, establecía la compensación que Alemania debía pagar
a los vencedores de la Primera Guerra Mundial. El Reino Unido obtuvo la mayor
parte de las colonias alemanas en África y Oceanía (aunque algunas fueron a
parar a manos de Japón y Australia). Francia, en cuyo suelo se libraron la mayor
parte de los combates del frente occidental, recibió como pago una gran
indemnización económica y la recuperación de Alsacia y Lorena, que habían
sido anexionadas a Alemania por Otto von Bismarck tras la Guerra Franco-
prusiana en 1870.
En el Imperio ruso, la Dinastía Románov había sido derrocada y reemplazada
por un gobierno provisional que a su vez fue derrocado por
los bolcheviques de Lenin y Trotski. Después de firmar el Tratado de Brest-
Litovsk, los bolcheviques tuvieron que hacer frente a una guerra civil, que
vencieron, creando la URSS en 1922. Sin embargo, ésta había perdido mucho
territorio por haberse retirado prematuramente de la
guerra. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia resurgieron como naciones a partir
de una mezcla de territorios soviéticos y alemanes tras el Tratado de Versalles.
En Europa Central, aparecieron nuevos estados tras el desmembramiento
del Imperio Austrohúngaro: Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia.
Además, el extinto Imperio tuvo que ceder territorios a la nueva Polonia,
a Rumanía y a Italia.
En Alemania, el Tratado de Versalles tuvo amplio rechazo popular: Bajo su
cobertura legal se había desmembrado el país, la economía alemana se veía
sometida a pagos y servidumbres a los Aliados considerados abusivos, y el
Estado carecía de fuerzas de defensa frente a amenazas externas, sobre todo
por parte de la URSS, que ya se había mostrado dispuesta a expandir su ideario
político por la fuerza. Esta situación percibida de indefensión y represalias
abusivas, combinada con el hecho de que nunca se llegó a combatir en
territorio alemán, hizo surgir la teoría de la Dolchstoßlegende (puñalada por la
espalda), la idea de que en realidad la guerra se podía haber ganado si grupos
extranjeros no hubieran conspirado contra el país, lo que hacía aún más injusto
el ser tratados como perdedores. Surgió así un gran rencor a nivel social contra
los Aliados, sus tratados, y cualquier idea que pudiera surgir de ellos.
La desmovilización forzosa del ejército hasta la fuerza máxima de cien mil
hombres permitida por el tratado (un tamaño casi testimonial respecto al
anterior) dejó en la calle a una cantidad enorme de militares de carrera que se
vieron obligados a encontrar un nuevo medio de subsistencia en un país
vencido, con una economía en pleno declive, y tensión social. Todo eso
favoreció la creación y organización de los Freikorps, así como otros grupos
paramilitares. La lucha de los Freikorps y sus aliados contra los movimientos
revolucionarios alemanes como la Liga Espartaquista (a veces con la
complicidad o incluso el apoyo de las autoridades) hizo que tanto ellos como
los segmentos de población que les apoyaban se fueran inclinando cada vez
más hacia un ideario reaccionario y autoritario, del que surgiría
el nazismo como gran aglutinador a finales de los años 20 e inicios de los 30.
Hasta entonces, había sido un partido en auge, pero siempre minoritario; un
intento prematuro de hacerse con el poder por la fuerza (el Putsch de Múnich)
acabó con varios muertos, el partido ilegalizado y Hitler en la cárcel. Durante
ese periodo de encarcelamiento Hitler escribió el Mein Kampf (Mi lucha), el libro
en el que sintetizó su ideario político para Alemania.

Discurso político de Benito Mussolini en la tribuna


de la plaza de Milán en mayo de 1930
El caldo de cultivo existente a nivel social, combinado con la Gran Depresión de
inicios de los 30, hizo que la débil República de Weimar no fuera capaz de
mantener el orden interno; los continuos disturbios y conflictos en las calles
incrementaron la exigencia de orden y seguridad por parte de sectores de la
población cada vez más amplios. Sobre esa ola de descontento y rencor,
el Partido Nazi, liderado por Adolf Hitler se presentó como el elemento
necesario para devolver la paz, la fuerza y el progreso a la nación. Los
ideólogos del partido establecieron las controvertidas teorías que encauzarían
el descontento y justificarán su ideario: La remilitarización era imprescindible
para librarse del yugo opresor de las antiguas potencias aliadas; la
inestabilidad del país era ocasionada por movimientos sociales de obediencia
extranjera (comunistas) o grupos de presión no alemanes (judíos), culpables
además de haber apuñalado por la espalda a la Gran Alemania en 1918;
además, Alemania tiene derecho a recuperar los territorios que fueron suyos,
así como asegurarse el necesario espacio vital (Lebensraum) para asegurar su
crecimiento y prosperidad. Todas estas ideas quedaron plasmadas en el Mein
Kampf.
Partiendo de la sensación de afrenta originada por el Pacto de Versalles, los
nazis potenciaron, alimentaron y extendieron la necesidad de reparación en la
sociedad alemana, mezclando los problemas reales con las necesidades de su
propio programa político, presentando el militarismo y la adherencia a la
disciplina fascista como las únicas vías capaces de reconducir la situación. Así
se justificó la represión brutal de cualquiera que no pensara del mismo modo o
fuera percibido como un enemigo del Estado. Y el clima existente a causa del
Pacto hizo que aparte de la sociedad no le preocupase lo más mínimo el
incumplimiento de cualquier tipo de tratado internacional. Hasta 1932,
el NSDAP fue incrementando su cuota electoral en las elecciones federales,
manteniendo un estilo político igual de bronco y agresivo que el que practicaba
en la calle.

Sturmabteilung (SA) en Berlín, 1932.


En noviembre de 1932 tienen lugar las octavas elecciones federales alemanas,
en las que el NSDAP logra un 33.1 % de votos (aunque bajó algo más de un
4 %). Al ser la lista más votada y ante la imposibilidad de lograr una opción de
consenso entre las demás fuerzas políticas, el
presidente Hindenburg nombra canciller a Hitler y le ordena formar gobierno.
El 27 de febrero de 1933, un incendio arrasa el Reichstag, la sede del
parlamento alemán. A raíz de este suceso, Hitler declara el estado de
excepción. Pronto surge desde el partido nazi la acusación de que los
comunistas son los instigadores de la quema, y Hitler logra que un Hindenburg
ya muy mermado de salud firme el Decreto del Incendio del Reichstag,
aboliendo tanto al partido comunista como a cualquier organización afín a ese
partido.
Con sus principales enemigos políticos ilegalizados, Hitler procedió a convocar
las novenas elecciones federales alemanas el 5 de marzo de 1933. Esta vez
logra un 43.9 % de votos y pasa a gobernar, en coalición con el DNVP, en
mayoría absoluta. Una vez conseguido el poder político, para lograr el apoyo de
la cúpula del ejército (Reichswehr), ordenó asesinar a los dirigentes de las SA,
en la llamada noche de los cuchillos largos, la noche del 30 de junio al 1 de
julio de 1934.

Ruinas de la localidad de Guernica tras el


bombardeo de 1937 por parte de la aviación de la Alemania nazi durante
la guerra civil española
Hitler restauró en Alemania el servicio militar generalizado que había sido
prohibido por el Tratado de Versalles, remilitarizó la Renania en 1936 y puso en
práctica una política extranjera agresiva, el pangermanismo, inspirada en la
búsqueda del Lebensraum, destinada a reagrupar en el seno de un mismo
estado a la población germana de Europa central, comenzando por Austria
(Anschluss) en marzo de 1938.
El principal objetivo declarado de la política exterior alemana de la época
inmediatamente anterior a la guerra era, por una parte, la recuperación de
esos territorios, así como del Corredor polaco y la Ciudad libre de Dánzig, en
los antiguos territorios de Prusia perdidos por Alemania después de 1918. Esas
reclamaciones territoriales constantes constituían elementos importantes de
inestabilidad internacional, pues Berlín reivindicaba abiertamente su
restitución, de forma cada vez más agresiva, con la intención de reconstruir la
Gran Alemania Großdeutschland.
El apoyo al levantamiento militar del general Francisco Franco en España por
parte de Italia y Alemania con tropas y armamento desafió abiertamente
al acuerdo de no-intervención en el conflicto civil (guerra civil española) de las
naciones extranjeras. Hitler había firmado ya el Pacto de Acero con Mussolini, el
único de los dirigentes europeos con un ideario similar. El apoyo a las fuerzas
franquistas fue un intento de establecer un Estado fascista controlando el
acceso al Mediterráneo con vistas a una futura guerra europea, algo que solo
funcionó a medias.
De izq. a der.: Chamberlain, Daladier, Hitler,
Mussolini, y Ciano fotografiados antes de firmar los Acuerdos de Múnich.
El oeste de Checoslovaquia (la región conocida como los Sudetes) era el hogar
de una gran cantidad de población de ascendencia germana, cuyos derechos,
según el gobierno alemán, estaban siendo infringidos. La anexión de los
Sudetes fue aceptada en los Acuerdos de Múnich en septiembre de 1938 tras
una conferencia tripartita entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, donde el
francés Édouard Daladier y el primer ministro británico Neville Chamberlain,
siguiendo una Política de apaciguamiento, confiaron en que sería la última
reivindicación de la Alemania nazi. Hitler había transmitido personalmente esa
idea a Chamberlain, tras entregarle un conjunto de informes con supuestas
atrocidades cometidas contra habitantes alemanes en los Sudetes. La postura
inglesa y francesa se debía en gran parte a la reticencia de sus poblaciones a
verse envueltos de nuevo en una guerra a escala mundial, así como al
convencimiento (sobre todo por parte de ciertos sectores de la sociedad
inglesa) de que realmente el Tratado de Versalles había sido excesivo.

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