Vidal Marciano Como Hablar Del Pecado Hoy
Vidal Marciano Como Hablar Del Pecado Hoy
Vidal Marciano Como Hablar Del Pecado Hoy
Consejo Asesor:
Segunda edición
PPC
E. Jardiel Poncela, 4
Madrid - 16
PRESENTACIÓN
© Marciano Vidal.
© Promoción Popular Cristiana. 1977.
Nihil obstat: Dr. Lamberto de Echeverría. Censor.
Imprimatut: Dr. Constancio Palomo. Vicario General.
Salamanca, 10 de setiembre de 1977.
Printed in Spain - Impreso en España.
I. S. B. N. 84-288-0299-8.
Depósito legal: M. 31.386-1977.
Impreso en Marsiega, S. A. - E. Jardiel Poncela, 4. - Madrid-16.
Antes de tomar forma de libro, los temas que ofrezco a
continuación han conocido otras maneras más vitales en su
formulación. La -problemática moral y pastoral del pecado
la he expuesto, reflexionado y discutido en Cursos de Teolo-
gía, en Reuniones de Pastoral, en Charlas de formación per-
manente, etc.
El presente libro no puede recoger todos los matices y
todas las aportaciones que surgieron en tales encuentros de
confrontación y diálogo. Sin embargo, creo que puede ofre-
cer una ayuda para volver a replantear desde una perspectiva
teológico-pastoral la realidad del pecado. Todo libro —y más
cuando aborda una realidad tan pletórica de resonancias teo-
lógicas y pastorales como el pecado— tiene la flaqueza de lo
esquemático, pero también tiene la fuerza de los cuadros
conceptuales para asumir la complejidad de lo real. Conscien-
te de esa ambivalencia lo he escrito y con la misma actitud
lo presento al lector.
Séame permitido ofrecerlo a todos aquellos con los que
9
he reflexionado y dialogado sobre este tema del pecado en
diversos Cursillos, Encuentros y Conferencias. No puedo con-
signarlos todos aquí. Únicamente quiero recordar al grupo de
misioneras y misioneros de Angola y del Záire con los que
en Vouga y en Mbanzan-Ngundu, respectivamente, compartí
las inquietudes e ideales propios de esta hora de la Evangeli-
zación cristiana (agosto-septiembre de 1974). Sobre todo a
los amigos de Angola va dirigido este recuerdo con la espe-
ranza en un amanecer nuevo para la je de aquellas tierras.
Por último, quiero dejar constancia de mi agradecimiento
a los que me han ayudado en la preparación inmediata del
manuscrito. De un modo especial merece mi reconocimiento
Ernestina Albiñana, quien ha pasado a máquina el original.
10
SENTIDO Y FINALIDAD DEL PRESENTE ESTUDIO
SOBRE EL PECADO
13
cado, juzgamos conveniente hacer unas anotaciones previas ción puramente moral sería una perspectiva falseada desde el
de carácter general sobre el modo como aquí abordamos este principio, ya que volveríamos a caer en el «moralismo», del
problema. Tales anotaciones nos situarán en la auténtica pers- que creemos haber logrado salir.
pectiva para comprender el sentido de las reflexiones que A este respecto queremos anotar que en los últimos años
ofrecemos en estas páginas. han ido apareciendo diversos y diferentes estudios bíblicos,
teológicos y pastorales sobre el pecado. La síntesis no está to-
1. El pecado no es una realidad aislada. Está condicio- davía hecha; pero ya se encuentran elementos de gran interés.
nando aspectos fundamentales del misterio y de la vida cris- Poseemos estudios: desde el punto de vista filosófico (Nabert,
tiana. La revisión del Sacramento de la Reconciliación Ricoeur), desde el punto de vista bíblico (Kittel, DBS),
depende, en gran parte, del sentido que pueda tener en la desde el punto de vista teológico (Rondet, Schoonenberg,
actualidad el pecado. La expresión de la reconciliación está Monden) y desde el punto de vista pastoral (Háring).
condicionada por la expresión de la culpabilidad. Para llegar a Sin embargo, creemos que no se han deducido de tales
formas y ritos efectivos de perdón es necesario conocer y te- estudios las orientaciones necesarias para la revisión de la
ner en cuenta las formas y las expresiones de la culpabilidad; moral del pecado. Existen valiosas aportaciones; pero no exis-
es necesario partir del sentido y vivencia del pecado. te un revisión profunda del tema.
No sólo es el Sacramento de la Reconciliación el que está El pecado ha sido considerado siempre como una de las
en correlación con el pecado. A parecida influencia están so- estructuras categoriales del universo de la moral. En su rea-
metidos otros valores fundamentales del cristianismo. Pode- lidad de «sombra» o negatividad entraba de lleno —y por
mos destacar entre ellos: la fe, la conversión, la responsabi- derecho propio— entre las realidades que constituían la ana-
lidad, la misma Eucaristía en cuanto sacramento de reconci- lítica del comportamiento moral. Además de esta colocación
liación, la escatología, etc. Diversos tiempos del año litúrgico categorial, el pecado se situaba en los diversos aspectos de
no pueden ser celebrados con plena autenticidad si no se des- los contenidos de la moral (como formas concretas de pe-
taca en ellos de una manera prevalente la conciencia de pe- cado).
cado. Tal cosa sucede de una manera obvia en el tiempo li- En la actual crisis de la moral, uno de los puntos más pro-
túrgico de la Cuaresma. blematizados es el que se refiere a la noción de pecado y a su
Todo esto nos habla de la necesidad de plantearnos el sen- sentido dentro de la vida moral.
tido del pecado dentro del actual momento de revisión cris-
tiana. Y de planteárnoslo no de un modo aislado, sino tenien- 3. No intentamos hacer una exposición sistemática y
do en cuenta las repercusiones pastorales que comporta. completa sobre la moral del pecado. Nos limitamos a algunos
temas de mayor interés y actualidad dentro de la renovación
2. Aun admitiendo este carácter globalizante del tema de la teología moral en su confrontación con las nuevas apor-
del pecado, en las páginas siguientes lo vamos a abordar des- taciones de las ciencias antropológicas y en su revitalización
de una perspectiva moral. proveniente de la Sagrada Escritura. La elección de los temas
Evidentemente, el problema del pecado desborda los lí- está condicionada también por la finalidad pastoral que tie-,
mites de un tratamiento estrictamente moral. Tiene vertientes nen estas páginas.
filosóficas, psicológicas, culturales, religiosas, etc. Aunque He aquí los aspectos que vamos a desarrollar:
nuestra orientación sea preferentemente moral, no por eso — En primer lugar, recordaremos la situación en que se
puede olvidar las demás perspectivas. En efecto, una orienta- encuentra el planteamiento teológico del pecado actualmente:
14 15
expondremos «los problemas y orientaciones en los estudios
recientes sobre el pecado» (Capítulo 1).
— La noción teológica del pecado presupone un estudio
sobre los aspectos antropológicos de la culpabilidad humana:
es lo que haremos al analizar «la estructura y coherencia de
la culpabilidad ético-religiosa» (Capítulo 2).
— La visión cristiana de la culpabilidad constituye el cen-
tro de interés de estas páginas. A partir del enfoque bíblico
sobre la culpabilidad trataremos de hacer una «conceptuali-
zación teológica del pecado para un mundo secularizado» (Ca-
pítulo 3).
— Para tener una comprensión correcta de la culpabili-
dad ético-religiosa se requiere analizar «la dimensión personal
y la dimensión estructural del pecado»: esto nos llevará a tra-
tar de proponer una «interpretación política» de la culpabili-
dad ético-religiosa (Capítulo 4).
— Un estudio moral del pecado no puede dejar de afron-
tar la valoración de las presiones teológico-morales que se
han introducido en la comprensión y vivencia de esta reali-
dad. Por eso sometemos a revisión las «precisiones de la
Teología Moral sobre la mayor o menor gravedad del peca-
do» (Capítulo 5).
Para terminar estas anotaciones introductorias adverti-
mos que no pretendemos decir la única y la última palabra.
Por eso, conscientemente y a propósito, nos serviremos de
los estudios que últimamente se han publicado sobre el pe-
cado. Es un modo de indicar caminos de profundización y
de desarrollo de los mismos temas que se tratan en estas
páginas.
1 / EL PECADO: SOMETIDO
A REVISIÓN TEOLÓGICA
16
PROBLEMAS Y ORIENTACIONES EN LOS ESTUDIOS
RECIENTES SOBRE EL PECADO
19
Punto de partida: la doctrina vigente sobre el pecado. Aunque trabaja con materiales anteriores a él, es suya la ela-
boración y la síntesis. Santo Tomás, a través del estudio sis-
Para hablar de nuevos planteamientos en el tema del pe- tematizado en las cuestiones de la Suma (5) iniciado ya en
cado es necesario recordar que existía una «doctrina vigente» otras obras (6), marcará el rumbo al tratamiento teológico
sobre el mismo. A esta doctrina correspondía, como es nor- del pecado.
mal, una praxis pastoral que se conformaba a dichos postula-
dos teóricos. — Dentro de la tradición teológica posterior a Santo To-
No es necesario, sin embargo, repetir aquí los contenidos más el tema del pecado ha sido uno de los que entraban de
de la teología vigente sobre el pecado, ni tampoco descubrir lleno en los esquemas de la teología. Recuérdense los comen-
la forma de pastoral correspondiente. Dentro de los esque- tarios de Cayetano (7) y de Billuart (8). Pero entre todos
mas de los manuales del saber teológico existían dos momen- ellos, tenemos que destacar en el tema del pecado a los Sal-
tos principales en que se sintetizaba la doctrina sobre el manticenses (9). Como dice Deman, «han insertado en su
pecado: Cursus theologicus un tratado del pecado que, aún admitien-
do el género de disputa y a pesar de su prolijidad, parece ser
— momento «dogmático»: en el tratado de lo que hoy una obra maestra de análisis y de exposición; la teología del
se llama antropología teológica y hace años se llamaba «De pecado ha encontrado en ellos sus artesanos definitivos; a
Deo creante et elevante» (1); excepción de algunos pasajes, su comentario explica la pura
doctrina de Santo Tomás» (10).
— momento «moral»: dentro de la parte de Moral Fun-
damental uno de los temas imprescindibles era el del pe-
— No se puede olvidar en una referencia histórica sobre
cado (2).
el tratamiento teológico del pecado el aludir a las insistencias
Si se pretendiese esquematizar en unas pocas etapas la que en tal reflexión ha introducido la Casuística. Se trata de
historia de la reflexión teológica sobre el pecado, marcaríamos precisiones relacionadas, sobre todo, con la voluntariedad de
las siguientes como las más decisivas o reveladoras: las acciones pecaminosas y con diversificación, tanto especí-
— Como en otros aspectos del vivir cristiano, la im- fica como numérica, de las mismas. Un representante típico
pronta de San Agustín ha permanecido viva y operante en la de esta etapa, con gran influencia en toda la historia posterior
teología del pecado. De él proviene una definición clásica del de la reflexión moral sobre el pecado es San Alfonso. El tema
pecado, que ha sido como el acorde temático del que han sur- del pecado recibe un tratamiento netamente casuístico en la
gido múltiples desarrollos teológicos y catequéticos: «Pecca- moral alfonsiana (11).
tum est dictum vel factum vel concupitum contra legem aeter-
nam» (3). En el tema del pecado la doctrina agustinuana se — Reflexión escolástica y precisiones casuísticas consti-
caracteriza más por la abundancia que por la sistematización, tuyen los dos enfoques que configuran el tratamiento teoló-
tanto en lo que respecta a la valoración de la culpabilidad, gico del pecado en los últimos siglos. Los manuales de Dog-
como en lo referente a la enumeración de pecados o a su cla- mática y, sobre todo, de Moral son testimonio claro de tal
sificación en mortales y veniales (4). orientación. Sin referirnos a ningún manual podríamos ele-
gir como exposición típica de la doctrina vigente sobre el
— La claridad y la sistematización de Santo Tomás se pecado la que hace DEMAN en el Diccionario francés de Teo-
ponen una vez más de manifiesto en la teología del pecado. logía católica (12).
20 21
Revisión de la doctrina vigente sobre el pecado. I. PECADO Y HOMBRE ACTUAL
En la tradición teológica sobre el pecado existen elemen- El cristianismo se encuentra en la ineludible necesidad
tos de una validez indiscutible. No se puede pensar en borrar de confrontar sus valores más específicos con un mundo que
todo lo anterior y partir de un punto cero. Sería una postura ha sufrido «una verdadera metamorfosis social y cultu-
incongruente. ral» (13). Ha hecho su aparición un mundo nuevo y un
Sin embargo, no podemos cerrar el tema, creyendo que hombre nuevo. ¿Podrá seguir siendo el cristiano «fermento»
todas las perspectivas están suficientemente explotadas. En los para esta nueva humanidad? Lo será con tal de que sepa
últimos años hemos asistido a un replanteamiento serio del abrirse a un diálogo sincero con las nuevas condiciones en
problema. Es conveniente conocer estas nuevas orientaciones que se desarrolla la vida del hombre de hoy.
para adquirir una situación concreta en el plano teológico y Pocos valores o temas necesitan con mayor urgencia
pastoral. esta confrontación como la noción cristiana de pecado. La
Resumimos en el siguiente cuadro las aportaciones recien- realidad del pecado encuentra hoy una situación crítica. Tra-
tes sobre el tema teológico-pastoral de la culpabilidad cris- temos de ver cómo ha sido descrita, interpretada y proyec-
tiana: tada esta nueva situación en los escritos teológico-pastorales
recientes.
1. Pecado y hombre actual:
22 23
Esta apreciación pesimista que se insinúa en las palabras No juzgamos necesario hacer un recuento de las diferen-
citadas de Pío XII quizás no corresponda plenamente a la si- tes opiniones en torno al sentido del pecado en el hombre
tuación actual. Como dice MONDEN, «desde entonces se han actual. PETEIRO (16) ha hecho una síntesis muy acertada de
modificado algo los puntos de vista. Se ha observado que, en los diversos puntos de vista aportados por los autores que
otros sectores —por ejemplo, el de la justicia social o el de han tocado este tema. Nos permitimos trascribir esa clasifi-
la ayuda desinteresada a los pueblos menos favorecidos—, se cación:
había, por el contrario, afinado notablemente. A ojos vistas,
— Para algunos «el hombre actual ha perdido el senti-
el sentido del pecado no se había atrofiado, sino que única-
do del pecado o está a punto de perderlo». Es la opinión más
mente se había modificado profundamente. Por lo demás,
generalizada. Se habla de «insensibilización», de «ceguera casi
todo parece indicar que esta modificación, insertándose en
total ante el pecado» (Anciaux). Se piensa que el sentido
la mutación que se acusa actualmente en el conjunto del fe-
del pecado está debilitado (Blomme), debilitamiento que se
nómeno humano, no es síntoma de decadencia, sino de etapa
manifiesta en hechos como los siguientes: el hombre actual
de maduración» (15).
es refractario al lenguaje tradicional del pecado, tiene repug-
De entre los escritos que han abordado este problema
nancia hacia la penitencia, no sabe en qué consiste el pecado
del sentido del pecado en el mundo actual, seleccionaríamos
y no sabe determinar cuáles son los pecados en concreto
los siguientes como los más representativos:
(Sagne).
O. ANCIAUX: De obnubilatione conscientiae peccati in mente hodierna:
«Collectania Mechlinensia», 26 (1956), 708-711.
— Para otros «el hombre de hoy no toma en serio el pe-
cado. Lucha por librarse de esa noción». El hombre actual
R. BLO MME: Les hoftitnes d'aujourd'hui savent-ils se reconnaitre
pécheurs?: «Collectania Mechlinensia», 30 (1960), 481-505.
habría trivializado el concepto de pecado y buscaría explicar-
lo a partir de la psicología como una deficiencia más que tie-
A. GUERRA: Pecado y existencia cristiana hoy: «Revista de Espiritua-
lidad», 32 (1973), 186-205.
ne la humanidad. Más aún, la noción de pecado sería inter-
pretada por el hombre de hoy como «un motivo complejo
M. P. JOUGUELET: Remarques sur la presence du peché et la dispari-
tion des peches: «Lumiére et Vie», 5 (1952), 7-20. de culpabilidad, un morboso sentimiento de culpa que hay
que suprimir» (Háring).
J. P. MACKEY: The idea of sin in the modern world: «Irish Theologi-
cal Quarterly», 33 (1966), 319-326.
— Para un tercer grupo de autores «el hombre de hoy
J. G. M I L H AVEN: A New Sense of Sin: «Critic», 28 (1970), 14-21. es sensible al mal y al pecado en su dimensión horizontal,
J. MILLER: Die Einstellung des Menschen von heute zur Sünde: «Ani- pero no en cuanto categoría religiosa». Se trata de una reduc-
ma», 1 (152), 4-8. ción del pecado al ámbito de lo ético, sin apertura al mundo
R. O'CONNEL: El sentido del pecado en el mundo moderno: «El mis- de lo religioso. Esta reducción lleva consigo el eliminar las
terio del pecado y del perdón» (Santander, 1972), 13-32. perspectivas religiosas tanto en la conciencia de la culpabi-
J. REGNIER: El sentido del pecado (Madrid, 1958). lidad como en el proceso de conversión.
M. RUBIO CARRASCO: Sentido del pecado hoy: «El pecado, misterio de
iniquidad» (Madrid, 1965). — Por último, hay autores que piensan que «la actitud
J. M. SETIÉN: ¿Cómo provocar y fomentar el sentido del pecado? del hombre ante el pecado tiene elementos positivos». Lle-
«Lumen», 13 (1964), 198-199. varía consigo una seria purificación de formas superticiosas
en la visión de la culpabilidad. De ahí que muchas veces lo
VARIOS: Monde moderne et sens du peché (París, 1957).
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que se ha perdido no es el sentido del pecado, sino un de- Al considerar la relación entre noción cristiana de peca-
terminado sentido del pecado. do y mundo actual se imponen por lo menos dos conclusio-
Por nuestra parte (17), admitiendo que la situación del nes: hacer una revisión en la presentación teológica del pe-
hombre actual frente a la noción y vivencia del pecado es bas- cado y buscar aquellas insistencias más aptas para poder anun-
tante compleja y que requiere ser examinada desde diversas ciar al hombre de hoy la realidad del pecado.
aproximaciones (vivencial, teórica, cultural, religiosa, etc.), Recogiendo observaciones de otros autores, resume así
PETEIRO las lagunas o defectos que han existido en la pre-
creemos que tal situación ha de interpretarse a través de la
hipótesis de «cambio» o variación. sentación teológica del pecado: «el juridicismo, que hace que
Al decir que se trata de una situación de cambio o evo- se le vea únicamente como desobediencia a unos manda-
lución no negamos su ambivalencia: puede ser una situación mientos absolutos exteriores; el objetivismo, que mira tan
para bien o una situación para mal. Lo que descartamos es sólo a la materialidad del acto exterior, sin tener en cuenta
considerar la situación como radicalmente negativa. la situación real del sujeto; el individualismo y el atomismo,
que hacen que el pecado sea raramente presentado como
En este sentido nos parecen válidas las afirmaciones de
desorden social y como momento en una vida concreta. Y
MONDEN (18) cuando dice que la situación actual puede va-
también con frecuencia, en la línea de una moral de actos,
lorarse: como una «amenaza», es decir, una advertencia que
el pecado aparece artificialmente separado de la vida de un
nos envía la realidad; como una «oportunidad», es decir,
sujeto» (21).
la posibilidad de volver a las fuentes mismas de los valores
cristianos; como un «partido» que hay que tomar entre una Además de la revisión en el planteamiento teológico del
concepción anticuada o una concepción que se abra al diálo- pecado, el mundo actual postula unas perspectivas nuevas en
go con las ciencias antropológicas. su presentación. Peteiro, en un extenso capítulo de su obra
trata de contestar a la pregunta que sirve de epígrafe: «¿Có-
mo hablar del pecado a los hombres de hoy?» (22).
b) Secularización y pecado. En el libro de HARING nos encontramos con un capítulo
dedicado al estudio de los «desplazamientos de énfasis y de
La nueva situación de la humanidad obliga a replantear perspectivas en un mundo secularizado» para la presentación
la noción y vivencia de la culpabilidad cristiana. Entendemos teológico-pastoral del pecado (23). Según Haring el plan-
esta nueva situación con el rasgo unitario de «seculariza- teamiento adecuado de una reflexión sobre el pecado ha de
ción» (19). Por eso titulamos este apartado con el título de hacerse dentro del actual contexto secularizador; para ello
«secularización y pecado». ¿Cómo formular la noción de pe- se requiere un desplazamiento de énfasis y de perspectivas.
cado para un mundo secularizado? ¿Cómo vivenciar desde la He aquí ese desplazamiento:
secularidad la dimensión cristiana de la culpabilidad ético-
religiosa? — de la casuística del confesonario a la moral de la vida;
Aunque la mayor parte de las publicaciones recientes so- — de la visión estática de la vida a la moral dinámica;
bre el pecado hacen alusión a la correlación entre pecado y
mundo actual secularizado, escogemos dos libros como ex- — planteamiento del pecado no en clave de «naturale-
presión de estas inquietudes (20): za», sino en clave de «historia»;
A. PETEIRO: Pecado y hombre actual (Estella, 1972). — de las perspectivas clericales a las perspectivas pro-
B. HARING: Pecado y secularización (Madrid, 1974). f éticas;
26 27
— aceptación de la influencia de la crisis de la autoridad a) Estudios de síntesis.
en la noción de pecado;
D. MONGILLO: Peccato: «Dizionario enciclopédico di Teologia Morale»
— de la determinación monolítica del pecado al plura-
(Roma, 1973), 684-692.
lismo de los sistemas de valores; Dentro de la síntesis hay una insistencia especial en encontrar la
— de la moral del acto a la ética de actitudes; definición teológica del pecado y en poner de relieve su aspecto an-
tropológico.
— del énfasis sobre las normas prohibitivas al énfasis
sobre las normas-meta; E. QUARELLO: L'amore e il peccato. Affermazione e negacione dell'no-
— del esencialismo-objetivismo al conocimiento históri- mo (Bolonia, 1917), 17-57.
co de la persona; Interpreta el pecado como ruptura de la comunión con Dios, con el
hombre y con el mundo; lo estudia en dos momentos: examinándo-
— de la valoración individualista del pecado a las pers- lo en las fuentes cristianas y reduciéndolo a una sistematización.
pectivas de la solidaridad histórica de la salvación; Se trata de una síntesis pensada para un desarrollo en las aulas
— del concepto de pecado-sanción a la moral psicológica
L. SCHEFFCZYK: Pecado: «Conceptos fundamentales de Teología», I I I
y pastoral;
(Madrid, 1966), 387-398.
— del pecado de desobediencia al pecado de hetero- Aproximación de corte tradicional, aunque tiene la ventaja de ofre-
nomía; cer una panorámica de lo esencial.
— planteamiento del pecado dentro de la perspectiva
de la libertad religiosa y la libertad de conciencia; b) Obras en colaboración.
— de la ley al Evangelio;
— aceptación de los nuevos horizontes históricos: ateís- VARIOS: Théologie et Pastoree du Peché. 2 tomos (Tournai, 1960/62).
El segundo tomo está traducido al castellano: Pastoral del pecado
mo y secularismo. (Estella, 1968).
Es quizás la obra de colaboración más amplia y más seria sobre el
tema del pecado. Los planteamientos, sin embargo, carecen de la
más reciente actualidad, habida cuenta de la fecha de publicación.
II. APROXIMACIONES GLOBALES A LA REALIDAD DEL
PECADO VARIOS: Realidad del pecado (Madrid, 1962).
Es la traducción castellana de parte de la obra enciclopédica ita-
El pecado es una realidad compleja. De ahí que pueda liana sobre el pecado del año 1959 en que colaboran Palazzini, Pio-
constituir tema de reflexión desde distintos ángulos de con- lanti, Guzzetti, Spiazi, etc. El aspecto teológico, cuyo autor es Pa-
sideración. lazzini, se mueve totalmente dentro de las líneas escolástico-casuís-
ticas. Hay alusiones a otros aspectos de la culpabilidad: el pecado
En la revisión actual de la problemática de la culpabili- en el cine, medicina y pecado, vida monástica y pecado, etc.
dad no han faltado estudios en los que se ha intentado reali-
VARIOS: El pecado en las fuentes cristianas primitivas (Madrid, 1963).
zar una aproximación global del pecado. Constituyen un con- Este libro está compuesto por otra parte de los artículos publica-
junto de trabajos que intentan ofrecer una panorámica sobre dos en la obra enciclopédica italiana sobre el pecado (1959). Ss
la plurífacética realidad del pecado. trata el pecado desde diversos puntos de vista: ciencia de las reli-
Resulta muy difícil resumir todas las orientaciones que giones, Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Santos Padres, etc.
se ofrecen a tales estudios. Por eso optamos por consignar VARIOS: El misterio del pecado y del perdón (Santander, 1972).
los principales trabajos: Traducción del inglés-norteamericano. El libro está compuesto d$
28 29
trabajos serios, aunque sencillos, que giran en torno a tres temas: Estas orientaciones tienen que producir —como así h*1
misterio del pecado, misterio del perdón, nuevo enfoque del peca-
do original.
comenzado a suceder— una revisión en la presentación teO'
lógica y pastoral del pecado.
32 33
— la vigencia de los preceptos morales cristianos dentro tiene en relación con las realidades mundanas y con los de-
de la cultura africana. más hombres. El pecado es un proceso morboso de «indivi-
dualización»: el pecador se encierra sobre sí mismo (se in-
dividualiza) y de este modo se olvida del mundo y de los
b) Psicología de la culpabilidad. demás hombres.
Siendo el imperativo moral fundamental el de abrirse a
Ha sido la psicología la que más ha influido en la revi- los demás y colaborar en la edificación del mundo, es nece-
sión del concepto de culpabilidad y la que más puntos de sario propugnar —piensa HESNARD— una «moral sin peca-
crítica y de diálogo ha planteado a la teología del pecado. do». Una moral en la que existan los imperativos provenien-
Aludiremos brevemente a dos aspectos: a la discusión sobre tes de la caridad, pero en la que no exista la vivencia de la
la posibilidad de una «moral sin pecado» y ít la correlación culpabilidad (que HESNARD identifica con «pecado»).
que existe entre psicología y pecado.
Este planteamiento del pecado como vivencia morbosa
de la culpabilidad ha dado lugar a contracríticas muy razo-
1. ¿Es POSIBLE UNA «MORAL SIN PECADO» ( = sin viven- nadas que han colocado las cosas en su sitio. Tenemos que
cia de culpabilidad)? confesar que un pecado tal como lo concibe HESNARD es una
supraestructura alienante y debe ser eliminado de la moral.
I. CISAR: La moral sin pecado: «El pecado en la filosofía moderna» También reconocemos que dentro del cristianismo ha exis-
(Madrid, 1963), 191-233. tido muchas veces una vivencia neurotizante de la culpabili-
A. HESNARD: L'Univers morbide de la faute (París, 1949); Morale sans dad. Pero, ¿es ésa la auténtica imagen del pecado? ¿No será
peché (París, 1954).
su caricatura?
W. KORFF: Aportas de una «moral sin culpa»: «Concilium», n. 56 Para algunos, «Hesnard, en realidad, no se refuta más
(1970), 390-410. que a sí mismo, en cuanto que el problema como él lo ha
planteado no coincide en absoluto con el problema del pe-
L. MONDEN: ¿Moral sin pecado? (Madrid, 1960).
cado en la moral cristiana. Podemos decir que lucha contra
Psicólogos y psiquíatras han expresado muchas veces sus un espantapájaros creado por él y que todos los golpes diri-
objecciones en contra de la noción y vivencia del pecado en gidos contra la moral cristiana van a parar a otro blan-
la vida humana. Un caso típico es el de A. HESNARD en su co» (34). Otros han observado que el concepto de «pecado»
libro titulado «Moral sin pecado», continuación y sistemati- que utiliza Hesnard es ambiguo. Por eso le proponen otro
zación de otro anterior titulado «El universo mórbido de la título a su libro: Pecado sin moralismo (Ricoeur), Moral sin
falta» (33). obsesión (Duméry), Moral sin falsa idea del pecado (Orai-
HESNARD considera que en la vivencia del pecado se da son), Moral sin angustia (Eck).
un doble mecanismo: el de la angustia y el de agresividad. La discusión sobre la posibilidad de una «moral sin pe-
En la vivencia del pecado el hombre se desdobla y aparece cado» ha supuesto mucho para la renovación de la teología
para sí mismo como acusador y acusado. Pecado es para y de la pastoral del pecado. Aunque hubo exageración en cier-
HESNARD sinónimo de obsesión morbosa de culpabilidad. El tos planteamientos, sigue vigente su amonestación ante la po-
pecador tiende a replegarse sobre sí mismo y de este modo sibilidad de convertir la vivencia de culpabilidad en una vi-
se evade del mundo. Declina el empeño y compromiso que vencia neurótica y por tanto inútil.
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tológica en el pecado; les interesa también destacar los com-
2. Psicología y pecado. ponentes del llamado «sentimiento de culpabilidad»; se preo-
cupan, además, por conocer los mecanismos de «inculpación»
M. ADAM: Le sentiment du peché. Etude psychologique (París, 1967). y de «exculpación» en cuanto se ponen de manifiesto en los
C H . BAUDOIN, L. BEIRNAERT: Culpabilité {sentiment de): «Diction- ritos de conversión o de reconciliación. Como salta a la vista,
naire de Spiritualité», I I (París, 1953), 2632-2654.
todos estos análisis son sumamente enriquecedores para una
L. BEIRNAERT: La teoría psicoanalítica y el mal moral: «Concilium»,
formulación teológica y para una praxis pastoral del pecado
n. 56 (1970), 364-375.
en la comunidad cristiana.
W. BITTER: Angustia y pecado (Salamanca, 1969).
C. CASULLA DEL PINO: La culpa (Madrid, 1968). Vamos a poner de relieve únicamente algunas perspectivas
G. CONDRAU: Angustia y culpa (Madrid, 1968). que la psicología ha aportado al estudio de la culpabilidad
J. CRISTINO: La vivencia de «pecado» en Freud: «Revista de Espiri-
ético-religiosa:
tualidad», n. 32 (1972), 181-185. Tratando de definir el sentimiento de culpabilidad, BAU-
J. DELGADO ROIG: Sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento: «Re- DOUIN lo califica como «el sentimiento de la perturbación
vista de Espiritualidad», n. 17 (1958), 565-581. de un orden, unido a la conciencia de ser el autor de esa per-
P. FELICI: El pecado en el pansexualismo psicoanalítico: «El pecado turbación» (35). Este sentimiento se mide por el fallo come-
en la filosofía moderna» (Madrid, 1963), 152-190; El pecado en tido, pero se orienta hacia una acción posterior: la reparación.
Freud (Madrid, 1968).
La culpabilidad tiene muchas instancias. De ahí que pue-
J. A. GARCÍA-MONGE: Culpabilidad psicológica y reconciliación sacra-
mental: «Sal Terrae», 62 (1974), 170-179.
da hablar de etapas de la culpabilidad, que se van insertando
H. HAFNER: Vivencia de la culpa y conciencia (Barcelona, 1972).
en las diversas fases o niveles de la vida del individuo: a nivel
mecánico habrá culpabilidad cuando se interrumpe la repeti-
C H . - H . NODET: Sicoanálisis y culpabilidad: «Pastoral del pecado» (Es-
ción; a nivel biológico la culpabilidad aparece con caracterís-
tella, 1968).
ticas cenestésicas; a nivel social la culpabilidad se vive en cla-
M. ORAISON: Psicología y sentido del pecado (Barcelona, 1970).
J. B. SOMOZA: El pecado y los maestros de la psicología del profundo:
ve de vergüenza o deshonor; a nivel lógico la culpabilidad es
«Compostellanum», 9 (1964), 5-72; Pecado y psicología actual: un desarreglo en la coherencia lógica; a nivel psicológico es
«Compostellanum», 9 (1964), 207-260. una vivencia; a nivel moral la culpabilidad se coloca dentro
A. SNOECK: Escrúpulo, pecado y confesión (Madrid, 1960). del tema de la relación interpersonal; a nivel metafísico la
A. TORNOS: Perspectivas sicológicas de la celebración de la penitencia: culpabilidad se refiere a la quiebra de la dimensión vocacio-
«Para renovar la Penitencia y la Confesión» (Madrid, 19622), nal (36). La patología de la culpabilidad resulta fundamen-
97-119. talmente del hecho de que existen muchas instancias y que
VARIOS: Le coupable est-il un malade ou un pécheur? (París, 1951). ellas pueden entrar en conflicto (37).
G. ZILBOORG: Le sentiment de culpabilité: Suppléinent de la «Vie
CASTILLA DEL PINO ha dedicado unas páginas de su
Spirituelle» (1962), 524-541.
libro La culpa para describir la vivencia del pecado (38). La
La correlación entre psicología y pecado se ha examina- sintetiza en estos rasgos: «Pesadumbre, angustia, preocupa-
do desde diversos ángulos. Como denominador común a to- ción, conciencia —falsa o real— de la culpa, lentificación de
dos ellos podemos señalar su visión crítica y como de «sos- la experiencia del tiempo, son componentes de la vivencia de
pecha» ante la vivencia ordinaria de la culpabilidad a nivel culpa enlazados de forma irreductible en una serie de accio-
ético-religioso; otra preocupación que tienen es la de en- nes recíprocamente causales» (39).
contrar la distinción entre vivencia normal y vivencia pa- Este mismo autor, después de estudiar la génesis de la
36 37
culpa y sus modos expresivos (directos o indirectos: sueños dad: los cambios operados en la vivencia actual del peca-
y procesos de la conciencia en estado vigil), se pregunta por do (41); la interpretación que algunas escuelas psicológicas
la función de la culpa dentro de la economía del siquismo. han hecho de la culpabilidad (42); la relación entre senti-
Se coloca a favor de la función positiva que desempeña la miento de culpabilidad y ritos de reconciliación cristia-
vivencia de culpabilidad dentro de la economía del psiquis- na (43); etc. Con lo apuntado nos podemos dar cuenta de
mo: sirve para la integración de la persona en un universo la importancia de esta perspectiva en la formulación y vi-
de valores, da seguridad al valor de la praxis humana (ha- vencia de la culpabilidad ético-religiosa.
ciéndolo responsable), introduce al hombre en la realidad.
Pero esta función de la culpa puede verificarse o no. Depen-
de de la normalidad o anormalidad en la vivencia del pecado. c) Reflexión filosófica sobre la culpabilidad.
La normalidad o anormalidad en la vivencia del pecado
es una preocupación grande de los psicólogos y teólogos. He T H . FORNOVILLE: L'uomo peccatore. Liberta e fallibilita. La visione
aquí unos criterios para detectar la normalidad o la anorma- di Paul Ricoeur: «Studia Moralia», 11 (1973), 77-103.
lidad: «Si queremos esquematizar los criterios de normalidad A. JAGU: Les philosophes grecs et le sens du peché: «Théologie du
Peché» (Tournai, 1960), 189-240.
o anormalidad respecto del sentimiento de culpa, cuestión de
C. LUCENA: ¿Pecado y plenitud humana? (Madrid, 1971).
sumo interés para la práctica psicológica, psicoterapéutica y
J. NABERT: Essai sur le mal (París, 1955).
de la dirección espiritual, podemos decir: en la medida en
W. POST: Teorías filosóficas sobre el mal: «Concilium», n. 56 (1970),
que la experiencia de la culpa deriva de una falta debe ser 425-432.
considerada como un «error» en nuestra acción sobre la rea- P. RICOEUR: Finitud y culpabilidad (Madrid, 1969).
lidad. Es decir, el resultado de una apreciación inadecuada VARIOS: El pecado en la filosofía moderna (Madrid, 1963).
de la realidad y de la acción requerida ante ella. Ahora bien, (Ver, sobre todo, el artículo de C. FABRO: El problema del peca-
toda práctica errada debe depararnos, de inmediato o más do en el existencialismo, pp. 128-151).
tardíamente, la conciencia de la realidad de nuestro error.
Esta conciencia de la realidad de la praxis inadecuada sólo La reflexión filosófica sobre la culpabilidad intenta res-
debe utilizarse en el sentido de su posible corrección, lo que ponder a las preguntas: ¿De dónde brota el mal moral en el
implica un doble movimiento: una más amplia autoconcien- mundo? ¿Cuál es el origen del mal moral? Naturalmente
cia y la inmediata corrección, por la nueva praxis, de la rea- que la libertad humana (el mundo de los hombres libres)
lidad modificada por nosotros a través del error previo. Allí es el lugar del mal moral; pero este «lugar» está pidiendo
donde este doble movimiento dialéctico no se presenta una ulterior radicalización. Al preguntarse por la «radicali-
—bien por el empecinamiento en el error que le lleva a dad» del mal moral nos preguntamos por el origen de esa
nuevos errores, bien por la no conciencia del error cometido, posibilidad que muchas veces pasa al acto.
o bien, por último, por el agotamiento en las formas maso- Aunque la pregunta filosófica sobre el mal moral ha
quistas del mero remordimiento, sin traducción en la nueva sido formulada muchas veces en la historia del pensar hu-
praxis reparadora— tenemos fundamento para juzgar de la mano (44), en los últimos años ha recibido un tratamiento
existencia de un fallo en la totalidad o en parte del sistema particular con repercusiones para la misma teología del pe-
que compone la relación sujeto-objeto» (40). cado (45). Baste recordar el puesto que ha ocupado el pe-
Podríamos recordar algunos otros aspectos que la psico- cado dentro de la filosofía existencialista (46).
logía ha puesto de manifiesto en el análisis de la culpabili- Queremos resaltar únicamente el tratamiento que P. Ri-
38 39
COEUR ha dado al tema de la culpabilidad. Sus aportaciones R. G R A D W O H L - P . FIEDLER: Pecado y perdón en el judaismo y en el
marcan una etapa importante en la reflexión filosófica sobre cristianismo: «Concilium», n. 98 (1974), 206-224.
el pecado (47). Por otra parte, el estudio de RICOEUR ofrece P. GRELOT: Théologie biblique du peché: Supplément de la «Vie Spi-
puntos de diálogo muy buenos para la revisión de la teolo- rituelle», 15 (1962), 203-241.
gía del pecado.
Para RICOEUR (48) el origen del mal moral hay que en- 2. ANTIGUO TESTAMENTO.
contrarlo en el concepto de «labilidad». La labilidad se
apoya en el concepto de «limitación»; pero esta limitación E. BEAUCAHP: Peché {A. T.): DBS 7 (París, 1962), 407-471.
hay que considerarla como una «no adecuación» del hombre R. CRIADO: El concepto de pecado en el A. T.: XVII Semana Bíblica
consigo mismo en el concepto de «desproporción» entre la (Madrid, 1960), 5-49.
finitud y la infinitud. Esta relación entre finitud e infinitud A. GELIN: Le peché dans l'A. T.: «Théologie du Peché» (Tournai,
«es la que convierte la limitación humana en sinónimo de 1960), 23-47.
'labilidad'» (49). Por eso «decir que el hombre es lábil equi- A. GEORGE: Le sens du peché dans L'A, T.: «Lumiére et Vie», n. 15
(1952), 22 ss.
vale a decir que la limitación propia de un ser que no coin- R. N O C H : II peccato nel Vecchio Testamento (Roma, 1973); La ré-
cide consigo mismo es la debilidad originaria de donde ema- mission et la confession des peché selon VA. T.: «Studia Moralia»,
na el mal. Y, sin embargo, el mal no procede de esa debili- 10 (1972), 219-247.
dad sino porque él 'se pone'. Esta última paradoja constituye S. LYONNET: De natura peccati quid doceat V. T.: «Verbum Domini»,
el centro de la simbólica del mal» (50). 37 (1957), 75-88.
S. PORUBCAN: Sin in the O. T. (Roma, 1963).
F. SPADAFORA: El pecado en el A. T.: «El pecado en las fuentes cris-
tianas primitivas» (Madrid, 1963), 39-101.
IV. TEOLOGÍA DEL PECADO
A
Es muy difícil —y por lo demás innecesario— consig- 3. NUEVO TESTAMENTO. '""' '
nar todos los estudios que en los últimos años se han escrito
G. BADINI: El pecado en la teología de San Pablo: «El pecado en las
sobre el nivel teológico de la culpabilidad. Nos limitaremos fuentes cristianas primitivas» (Madrid, 1963), 149-193.
a unas anotaciones globales, dividiéndolas en tres momentos F. M. BRAUN: Le peché du monde selon Saint Jean: «Revue Thomiste»,
principales: el pecado en el mensaje bíblico; síntesis teoló- 65 (1965), 181-201.
gica actual; algunos aspectos particulares. A. DESCAMPS: Le peché dans le N. T.: «Théologie du Peché» (Tour-
nai, 1960), 49-124.
I. DE LA POTTERIE: El pecado es la iniquidad (1 Jn 3, 4): «La vida
según el espíritu» (Salamanca, 1967); La impecabilidad del cristia-
a) El pecado en el mensaje bíblico.
no según 1 Jn 3, 6-9: 1. o , 203-224.
S. GAROFALO: El pecado en los Evangelios: «El pecado en las fuen-
1. EN GENERAL. tes cristianas primitivas» (Madrid, 1963), 102-148.
S. LYONNET: Peché (N. T.): DBS 7 (París, 1966), 486-567.
E. BEAUCAMP: Le probléme du peché dans la Bible: «Labal Théologi- J. MURPHY-O'CONNOR: Peché et Communauté dans le N. T.: «Revue
que et Philosophique», 24 (1968), 203-241. Biblique», 74 (1967), 161-193 = «El misterio del pecado y del
D. GARCÍA DE LA FUENTE: El hombre de hoy y el hombre bíblico ante perdón» (Santander, 1972), 65-96.
el pecado: «Ciudad de Dios» (1962), 312-345. G. QUELL: Amartano: TWNT 1 (Stuttgart, 1949), 267-288.
40 41
El tema del pecado ha recibido enfoques muy iluminado-
— La dimensión comunitaria del pecado se radicaliza
res desde la Sagrada Escritura. Además de los estudios ex-
más en el Nuevo Testamento. Tenemos que hablar de di-
presos sobre la culpabilidad en la Biblia, de los que acabamos
mensión eclesial del pecado y del perdón. Se ha puesto de
de ofrecer una muestra, las teologías bíblicas (51) y otros
relieve esta dimensión eclesial del pecado y del perdón en
libros de temas bíblicos (52) han hecho objeto de conside-
los escritos neotestamentarios (56). Orientación que tiene
ración particular el problema del pecado.
que ser muy fructífera para la revisión de la praxis pastoral
Teniendo que resumir los principales aspectos que los en relación con la reconciliación y el perdón.
estudios bíblicos han introducido en la consideración teoló-
gica actual del pecado, señalaríamos los siguientes: — La consideración bíblica del pecado ha puesto de re-
lieve la diversidad de valoración que asumen las distintas si-
— El vocabulario bíblico (hebreo, griego) del pecado ha
tuaciones pecaminosas. Se destacan en gravedad: en el Anti-
sido objeto de estudios monográficos (53) y ha constituido guo Testamento, sobre todo la carencia de fe en el plan de
como el punto de arranque para una exposición de la doctrina Dios, la utilización o desvirtuación del culto, las injusticias
bíblica del pecado (54). Casi todos los trabajos sobre la contra los débiles; en el Nuevo Testamento: la no-acepta-
culpabilidad en la Biblia tienen una referencia expresa al vo- ción de Cristo Jesús, la falta de caridad y de justicia. La teo-
cabulario. La teología y la pastoral del pecado se ha apro- logía moral tendrá que acudir continuamente para encontrar
vechado, y tendrá que seguir aprovechándose, de la riqueza en la Biblia aquella jerarquía típica de valores que ha de ver
doctrinal que subyace en la terminología del pecado tanto concretada después en cada época.
en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (5).
— Otro aspecto importante que han destacado los estu-
— A partir de la visión bíblica veterotestamentaria el
dios bíblicos del pecado, sobre todo en referencia al Nuevo
pecado es considerado dentro del marco de la Alianza. El
Testamento, es la profundidad y el carácter oscuro que tiene
pecado aparece, en sus múltiples matices expresivos y viven-
el pecado en la vida humana y sobre todo en la vida de un
ciales, como el reverso del Plan de Salvación: como aquel cristiano (57). Resulta una dimensión incomprensible (58).
conjunto de iniciativas humanas que retardan la realización
del designio de Dios. De este modo aparece el pecado como Estos y otros aspectos que los estudios bíblicos han pues-
una pérdida de salvación, como una oposición a la voluntad to de relieve en la consideración del pecado han influido de
de Dios, etc. Este encuadre teológico queda profundizado o una manera notable en la revisión teológico-pastoral de la
radicalizado más en el Nuevo Testamento al considerar el culpabilidad cristiana. El acento religioso, la inflexión perso-
pecado en referencia a Cristo: pecar es rechazar a Cristo. nalista, la instancia comunitaria: son rasgos de la teología
— Colocado el pecado en relación con la Alianza vetero- actual del pecado que tienen su origen en la consideración
testamentaria y con Cristo, se destaca en él un conjunto de bíblica del mismo.
dimensiones que tiene que aceptar la teología y la pastoral:
a) dimensión religiosa: «delante de Dios», «contra Dios»; b) Síntesis teológica actual.
b) dimensión comunitaria: pecar es ofender a la comunidad
del Pueblo de Dios; c) dimensión intrahistótica: el pecado G. C. BERKOUWER.- Sin (Michigan, 1971).
se concreta en situaciones históricas en las que no se realiza F. BOCKXE: El pecador y su pecado: «La nueva comunidad» (Salaman-
el plan de Dios. ca, 1970), 75-89.
43
42
aspectos intramundanos o intrahistóricos del pecado. Si no
P H . D E L H A Y E : Le peché acluel: «Ami du Clergé», 68 (1958), 713-
quiere caer en una visión supranaturalista «alienante», la
718; 69 (1959), 17-20; 745-748.
teología del pecado tiene que saber conjugar las dos dimensio-
A. DÍAZ-NAVA: El pecado: nuevas matizaciones: «Sal Terrae», 61
(1973), 622-631.
nes de la culpabilidad. No se puede decir sin más que existe
M. HUFTIER: Le peché actuel: «Théologie du Peché» (Tournai, 1960), una «dialéctica falsa de la concepción teológica de la cul-
293-363. pa» (64), pero sí se puede admitir que se han dado y se
L. MONDEN: Conciencia, libre albedrio, pecado (Barcelona, 1968). dan en el cristianismo incompletas presentaciones del pecado
K. O ' S H E A : The Reahty of sin. A Theological and Pastoral Critique: al reducirlo a la dimensión religiosa descuidando los aspec-
«Theological Studies», 29 (1968), 241-259 = «El misterio del pe- tos interpersonales.
cado y del perdón» (Santander, 1972), 97-117. El modo de encontrar la síntesis entre las dos dimensio-
J. PERARNAU: Aspectos actuales de la teología del pecado: «Para re- nes del pecado es entenderlo en clave de Esperanza (65):
novar la Penitencia y la Confesión» (Madrid, 19692), 75-96.
es decir, interpretarlo como una desintegración de la Histo-
P. SCHOONENBERG: El poder del pecado (Buenos Aires, 1968) =
= «Mysterium Salutis» 11/2 (Madrid, 1969), 943-1042.
ria en la que Dios está comprometido. «Planteado de este
H. RONDET: Notes sur la théologie du peché (París, 1957).
modo, la comprensión cristiana del pecado cobra las dos
A. K. RUF: Sünde —was ist das? (München, 1972).
dimensiones básicas: la vertical y la horizontal. El pecado es
un pecado 'en presencia de Dios', un pecado 'contra Dios':
La reflexión teológica actual sobre el pecado no se pre- se peca contra el Dios comprometido plenamente y en pro-
senta como algo completamente discontinuo con lo anterior. fundidad dentro de la historia de salvación; todo pecado es
La más sana tradición teológica sigue viva y vivificante en un pecado contra Dios, pero al mismo tiempo el pecado es
los intentos renovadores. Ello se constata no sólo en la cohe- un pecado contra los hombres: el pecado es ir contra la his-
rencia de la síntesis teológica actual, sino también en el in- toria de salvación en su nivel ascendente» (66).
terés por la tradición, manifestado en estudios sobre el A partir de esa síntesis entre verticalidad y horizontali-
concepto del pecado en diversos períodos y autores represen- dad, la definición teológica de pecado pierde los tonos abs-
tativos dentro de la historia de la teología: época patrísti- tractos o legalistas (el esencialismo y objetivismo moral) de
ca (59), edad media (60), edad moderna (61), situación la comprensión escolástico-casuística. La teología, más bien,
reciente (62). recoge el lenguaje bíblico y habla del pecado en clave de no-
salvación (67): el pecado se inserta, como elemento negativo
Por otra parte, la visión católica del pecado no puede
y destructor, en el designio de salvación, una salvación his-
desconocer otras apreciaciones. No han faltado, por ello, tórica de un pueblo en marcha que lleva la esperanza escato-
estudios sobre las concepciones cristianas no católicas del lógica. Traduciendo estos términos a lenguaje actual se pue-
pecado (63). de utilizar el concepto de alienación «como concepto clave
La síntesis teológica del pecado se encuentra ante un en la elaboración de las reflexiones» sobre el pecado (68).
problema inicial, que es a nuestro entender el más decisivo: La teología reciente del pecado ha destacado de un modo
cómo compaginar la dimensión vertical y la dimensión hori- particular, dentro de otras dimensiones de la culpabilidad,
zontal, la dimensión religiosa y la dimensión humana o ética la dimensión comunitaria (69). «La aportación más valiosa
de la culpabilidad. Con una fuerte tradición que ha resaltado de la dogmática actual sobre el pecado quizá sea el haber
ante todo el pecado como «ofensa a Dios», la teología es subrayado la dimensión eclesial de éste. Esta se encuentra
urgida en la actualidad por la dimensión horizontal de la afirmada en la Biblia, y los padres también insistieron en
culpa: la conciencia actual es cada vez más sensible a los
45
-44
ella, pero la teología de los últimos siglos parecía haberla tampoco el interés por correlacionar el pecado con otras
olvidado. Los modernos estudios acerca del sacramento de formas del saber humano actual (77).
la penitencia y de su dimensión eclesial, iniciados por B. Xi- De una manera un poco más detenida nos vamos a fijar
berta y proseguidos por K. Rahner, B. Poschmann, P. Gal- en algunos aspectos que juzgamos de más interés, aunque no
tier y otros, han contribuido de forma decisiva al re-descu- de mayor importancia que los que acabamos de enumerar.
brimiento de este aspecto del pecado, que comienza a entrar Son los siguientes:
en la predicación, en la catequesis y ya es realidad en la con-
ciencia de muchos cristianos» (70). Esta dimensión eclesial
tiene una vertiente complementaria: la dimensión social del 1) La noción de «pecado mortal».
pecado. Es un aspecto que la teología y la pastoral han pues-
to muy de relieve en la actualidad, y al que volveremos a W. F. ALLEN: Mortal Sin: Its Essence and Meaning: «Pastoral Life»,
continuación. 16 (1968), 445-449.
Esta presentación teológica del pecado lleva consigo una M. V. FERPARI: Peccato mortale e peccato veníale: «Rivista di Teo-
levisión de la vertiente moral del mismo. Abandonando su logía Morale», n. 8 (1970), 53-63.
preocupación excesivamente casuística, la moral plantea el B. HARING: Pecado mortal y pecado venial: «Pentecostés» 11 (973),
pecado en términos de opción fundamental y de actitudes 101-119 = Pecado y secularización (Madrid, 1974), 133-151.
más que en términos de actos (71). La clarificación del J. N. HART: Sin in the Concept of the Fundamental Option: «Homi-
letic and Pastoral Review», 71 (1970), 47-50.
concepto de pecado mortal y venial junto con las repercu-
M. HUFTIER: Peché mortel et peché veniel: «Théologie du peché»
siones pastorales que comporta ha preocupado bastante a los
(Tournai, 1960), 363-451.
moralistas, según veremos a continuación.
K. T. KELLY: Mortal Sin and grave Matter: «Clergy Review», 52
La teología del pecado, por último, se ha preocupado (1967), 588-606.
por dialogar con las ciencias antropológicas, sobre todo con D. O'CALLAHAN: Mortal and Venial Sin: «Irish Eclesiastical Re-
la psicología (según constatábamos más arriba) para distin- cord», 107 (1967), 158-165.
guir la noción verdadera de pecado de las concepciones es- F. PODIMATTAM: What Is Mortal Sin?: «Clergy Monthly», 36 (1972),
púreas. Ello obliga a tener en cuenta y a responder a las 57-67.
objeciones que se le hacen desde diversos campos de la vida B. Russo: Peccato moríale: eccezione o inflazione: «Rassegna di Teo-
y del saber (72). logía», 12 (1971), 77 ss.
S. SABARINO: Peccato moríale (Roma, 1964).
M. SÁNCHEZ: Por una división íriparlila del pecado: «Studium», 10
c) Algunos aspectos particulares. (1970), 347-358.
B. SCHÜLLER: Pecado morlal. Pecado venial: «Penitencia y Confe-
Son muchos los aspectos concretos que han sido abor- sión» (Madrid, 1968), 10-90; Morlal Sin, Sin unto Death?: «Theo-
logy Digest», 16 (1968), 232-235.
dados en la reflexión teológica reciente sobre el pecado. Se
J. VÉLEZ PUYADA: ¿Es mortal toda decisión moral deliberada y des-
ha estudiado la relación que guarda el pecado con la tenta- ordenada?: «Miscelánea Comillas», n. 53 (1970), 5-73.
ción (73), con la conversión (74), con el Sacramento de la
Reconciliación (75). Dentro de la referencia a las distintas La noción de pecado mortal ha tenido mucha importan-
edades psicológicas ha preocupado sobre todo el análisis de cia en la comprensión y en la realización del cristianismo de
la culpabilidad infantil y adolescente (76). No ha faltado los últimos siglos. La distinción entre pecado mortal y pe-
46
47
cado venial ha guardado estrecha relación con aspectos esen- ñas. La diversidad histórica de listas de pecados y exámenes
ciales del cristianismo: privación o no privación de la gracia; de conciencia (85) plantean el problema teórico entre pe-
apartamiento o posibilidad de acceso a la comunión (78); cado mortal y valor objetivo (86) y el problema práctico
determinación de la salvación o condenación eternas (79). de la formación de la conciencia moral cristiana en el mo-
Es, pues, muy necesario conocer bien esta distinción por los mento actual.
valores que en ellas se ponen en juego. Una extralimitación
o una mala comprensión en esta materia tiene repercusiones — Este nuevo planteamiento del pecado mortal lleva a
muy importantes (80). serias revisiones pastorales. Las fórmulas de los catecismos
No han faltado estudios que han tratado de exponer y y de la predicación han de ser sometidas a revisión (87). Por
hasta defender la doctrina vigente sobre el pecado mor- otra parte es necesario replantear la relación entre pecado
tal (81). Por otro lado, han abundado y hasta proliferado mortal y la participación plena en la eucaristía (88). También
trabajos, sobre todo en revistas de signo pastoral, para revi- se ha estudiado la relación entre pecado mortal y las etapas
sar los planteamientos tradicionales. Sin repetir lo que en psicológicas de la niñez y de la adolescencia. Se pregunta:
otra ocasión hemos escrito (82), creemos que los puntos ¿pueden los niños cometer pecados mortales? «Si nuestras
más importantes en la revisión actual sobre el pecado mortal reflexiones sobre la naturaleza del pecado mortal tiene fun-
son los siguientes: damento, me parece que debería ser suficientemente clara la
respuesta: No. No se puede hablar de pecado mortal de los
— Definición del pecado mortal más desde una perspec- niños. El canon 906 del Código de Derecho Canónico parece
tiva subjetiva (la decisión de la persona) que objetiva (la afirmar que el niño, desde el momento en que llega ad an-
materia o el contenido). Se ha tratado de entender el pecado nos discretionis, es decir, al uso de la razón, puede cometer
a través de la categoría de opción fundamental, que se ex- pecados mortales, dado que está obligado a la confesión en el
presa en actitudes básicas y que se concretiza en actos. «Si sentido del canon 901, que obliga solamente a quienes son
un acto es de tal índole que en él se manifiesta expresamen- conscientes de haber cometido pecado mortal. Ningún Go-
te la opción fundamental mala, se hablará del pecado mortal; bierno, ni siquiera el más rígido y totalitario, prevé en su
si, por el contrario, el acto es demasiado periférico o no se legislación que un niño de siete, ocho o diez años sea capaz
pone con la suficiente libertad para que pueda verdadera- de cometer un crimen digno de la pena de muerte. ¿Qué
mente encarnarse en él la opción fundamental, se hablará de imagen de Dios presentamos al mundo cuando hablamos de
pecado venial, es decir, perdonable, según la etimología de pecados mortales de niños, dignos, por tanto, de ser casti-
la palabra» (83). gados con la pena eterna del abandono y de la alienación
totales de Dios? (89).
— A la hora de hacer una clasificación se ha discutido
la validez de la división bipartita (mortal/venial) y se han
propuesto otras clasificaciones tripartitas: mortal - grave - ve- 2) La cuestión de la «parvedad o no parvedad de materia».
nial, etc. (84).
J. M. DÍAZ-MORENO : La gravedad moral de la lujuria. Notas de teo-
— La revisión en la noción de pecado moral comporta logía pastoral en torno a la parvedad de materia: «Sal Teme», 64
una revisión en la jerarquía de los pecados o de los contra- (1974), 604-617 (con bibliografía bien clasificada en pág. 605,
valores. La historia ha puesto de relieve la diversidad en la nota 4).
toma de conciencia moral cristiana de las situaciones huma- K. H. KLEBER: De parvitate materiae in sexto (Regensburg, 1971).
48 49
A. MLIER: Das Peccatum moríale ex toto genere suo (Regensburg, moral de actitudes. Y estas actitudes no se definen por la
1966). materia, sino por la intencionalidad de las personas. A lo
En referencia al tema del pecado se ha discutido en los más serviría la materia de transgresión como criterio indica-
últimos años la doctrina del «ex genere suo» y del «ex toto tivo de la opción y de la actitud personal, que es lo que ca-
genere suo», fórmulas aplicadas a la gravedad de la acción lifica moralmente una acción... Por esta razón nos aparta-
pecaminosa. La discusión se ha centrado en la «parvedad o mos de los que piensan que la parvedad o gravedad de la
no parvedad de materia» en los pecados contra la sexualidad. material sigue siendo un criterio válido en moral auténtica-
En un reciente estudio de DÍAZ-MORENO se puede en- mente cristiana» (97). Por lo que respecta a la repercusión
contrar el planteamiento y la solución exacta del proble- de esta doctrina al planteamiento general de la moral esta-
ma (90). La vertiente histórica del problema ha sido exami- mos muy de acuerdo con el punto de vista de DÍAZ-MORE-
nada concienzudamente por el mismo DÍAZ-MORENO (91), NO: «Comprendemos que esta nueva visión y sus consecuen-
por MEIER (92) y por KLEBER (93). En relación con las dos cias pastorales, lleva implícito una relegación del fixismo
últimas obras dice HARING, «ambas investigaciones constitu- moral y cuasi-matemático y una máxima relevancia de la pro-
yen en verdad una contribución liberadora porque nos pro- pia conciencia que debe cultivar su propia responsabilidad,
porcionan la prueba evidente de que la teología moral ma- pero ésta es una dificultad entrañada en todo lo auténtica-
nualista de los últimos tiempos constituye una tradición re- mente evangélico y deberíamos aplicarlo también a otros
lativamente reciente y jamás universal. La consideración campos de nuestros comportamientos...» (98).
cuantitativa y objetivamente fue contestada por los mejores
teólogos católicos, incluso durante los últimos siglos. Se nos
abre, pues, el horizonte hacia la tradición anterior propia de 3. El pecado estructural.
todas las iglesias cristianas» (94). Y. CONGAR: Culpabílité, responsabilité et sanctions collectives: «Vie
La vertiente renovada del problema abre nuevas pers- Intellectuelle», 18 (1950), 257-284; 387-407.
pectivas para la ética sexual y para el planteamiento general J. ESCUDE: El pecado social, deformación de la actividad humana:
de la teología del pecado. En relación con la ética sexual nos La Constitución GS y el orden económico y social (Madrid, 1968),
85-106; «Selecciones de Teología», 8 (1968), 133-139.
agrada ver confirmada por otros un punto de vista que de-
F. KÓNIG: Kollectivschuld und Erbschuld: «Zeítschrift für Katholísche
fendimos, no sin ciertas dificultades, hace varios años (95). Theologie», 72 (1950), 40-65.
«En este sentido existe un más y un menos en la materia E. LÓPEZ AZPITARTE: Pecado y comunidad: «Proyección», 20 (1973),
del comportamiento sexual y queda así superado el rigidis- 9-19.
mo de la materia de la transgresión, como criterio valorativo J. SAGÚES: Alcance de la expresión «Pecado Colectivo»: «Estudios
Eclesiásticos», 36 (1961), 303-321.
de la culpabilidad y de la gravedad de la acción» (96).
G. SCHUSTER: Kollektivschuld: «Stimmen der Zeit», 139 (1946-47),
Como afirma DÍAZ-MORENO este nuevo planteamiento 101-117.
tiene repercusiones para la teología del pecado y para la R. SPIAZZI: El pecado: mal social: «Realidad del pecado» (Madrid,
comprensión general de la moral. En cuanto a la teología del 1962, 173-198.
pecado «creemos que debe dejarse de hablar de 'parvedad J. SOMMET: Peché collectif: «Christus», 19 (1972), 147-158.
M. ZALBA: Aspectos morales de la responsabilidad colectiva: «Reli-
de materia como excusante de pecado mortal', lo mismo en gión y Cultura», 5 (1960), 407-427.
el sexto mandamiento que en los restantes preceptos del Se-
ñor. Porque pensamos que propiamente la materia no cali- El aspecto quizás de mayor trascendencia para una teo-
fica substancialmente un acto, ya que nuestra moral es una logía futura del pecado es la dimensión estructural de la cul-
50 51
pabilidad. Más aún, con Aranguren podemos decir que éste
es «el tema ético de nuestro tiempo». «La crítica marxista
del capitalismo y la complicidad con la injusticia establecida
de quien 'no elige', complicidad puesta de manifiesto por
Sartre, nos han ayudado a formularnos esta pregunta que es,
en buena parte, el tema ético de nuestro tiempo: ¿Puede
ser considerado como verdaderamente bueno el hombre que
acepta, cuando menos con su pasividad y con su silencio, una
situación social injusta?» (99). NOTAS
El estudio de este tema está en los comienzos todavía.
(1) Como ejemplo, puede verse el «Manual de Teología», publicado por los
Se habla de «una situación de pecado» (Medellín», de «es- Padres Jesuítas en la B. A. C : Sacrae Theologiae summa, t. II (Madrid, 1952).
tructuras de pecado», de «estado de pecado» (Péguy). Pero Tract. II, «De Deo creante et elevante. De Peccatis» (J. F. SAGÚES). Líber V,, «De
Peccatis», pp. 818-964.
¿cómo se puede conceptualizar esta realidad?
(2) Puede verse, como representativo, el Manual de M. ZALBA, Theologiae Mo-
Creemos que en un primer momento —momento objeti- ralis compeniium, I (Madrid, 1958), pp. 420-498.
vo— es necesario analizar la realidad empírica y teológica (3) Contra Faustum, 1. 22, c. 27: PL, 42, c. 418.
que está debajo de la expresión «pecado estructural». Te- (4) Cfr. Th. DEMAN, Peché: DThC,. XII, 1 (Paris, 1933), 114. 225.
(5) I-II, qq. 71-89.
niendo un buen concepto de «estructura» y conociendo cómo
(6) In II Sent. d. 35-37. 39. 41-43; Ve Malo, qq. 2-3. 7.
dicha realidad puede ser configurada por las acciones libres (7) Prima Secundae partís Summae Sacrae (Lugduni, 1581), pp. 216-285.
de los hombres, estaremos en situación de poder comenzar (8) C. R. BILLUART, Summa S. Thomae hodiernis accademiarum moribus accom-
a definir el pecado estructural. Desde la revelación cristiana modata, t. V. «De Peccatis et Legibus» (Wircerburgí, 1758), pp. 48-436.
(9) Cursus Theologicus, tract. XIII, «De vítiis et Peccatis», t. VII y VIII
tenemos perspectivas de donde podremos iluminar esa reali- (Parisiis-Bruxellis, 1877).
dad: el concepto bíblico de «pecado del mundo» y la con- (10) DEMAN, 1. c , 146.
ceptualización teológica de «pecado original» ayudarán a (11) Theologia Moralis, I V. Tractatus «De Peccatis», t. 22 (Roma, 1907).
Ed. Gaudé, pp. 705-767.
comprender mejor la realidad del pecado estructural (100). (12) Th. DEMAN, Peché: DThC, XII, 1 (Paris, 1933), 140-275.
En un segundo momento —momento subjetivo— se re- (13) Gaudium et Spes, n. 4.
quiere analizar el sentido de la responsabilidad de las per- (14) Mensaje al Congreso Catequístico de Boston, octubre 1946: «Ecclesia», 6
sonas en el pecado estructural. Es aquí donde se requiere (1946), 8.
(15) L. MONDEN, Conciencia, libre albedrío, pecado (Barcelona, 1968), 9.
precisar muy bien las nociones de responsabilidad personal (16) A. PETEIRO, Pecado y hombre actual (Estella, 1972), 311-323.
y responsabilidad comunitaria. Es preciso manejar bien las (17) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 353-358.
nociones de «cooperación», «culpabilidad de grupo», «cul- (18) MONDEN, o. c , 197-198.
pabilidad estructural», etc. (19) Podemos entender la secularización «como la realidad equivalente de todo
ese proceso transformador que afecta a nuestra cultura occidental» (J. F. FONTECHA,
En el fondo, la importancia y el tratamiento que se otor- Ve la cristiandad al pluralismo. Evolución científico-filosófica: «Fe y nueva sensibi-
gue al pecado estructural depende de una opción inicial de- lidad histórica» [Salamanca, 1972], 19). «Las características de esta hora de la His-
toria las resume una palabra: secularización. Tiene la vaguedad y la amplitud nece-
cisiva: formular el pecado en clave individualista o en clave sarias para abarcar algo tan impreciso y extenso como un fenómeno histórico y cul-
comunitaria. Volvemos a repetir que el cambio más funda- tural» (F. SEBASTIÁN, Secularización y vida religiosa [Madrid, 1970], 15. Sobre el
carácter problemático de la expresión «mundo secularizado», cfr. FONTECHA, /. c,
mental en el futuro de la teología del pecado lo vemos en la 19, nota 1).
orientación que adopte ante el problema del pecado estruc- (20) Los dos libros que citamos tienen una temática más amplia que la referente
a la correlación entre pecado y mundo actual. El de PETEIRO se divide en dos par-
tural.
53
52
tes: la primera estudia el pecado en la Sagrada Escritura («Elementos bíblicos»), y (41) A. TORNOS, Perspectivas sicológicas de la celebración de la penitencia:
en l.i segunda examina la vertiente pastoral del pecado («Orientaciones pastorales»); «Para renovar la Penitencia y la Confesión» (Madrid, 19692), 97-119.
el matiz es preferentemente de teología bíblica, como indicaba el título original del (42) J. B. SOMOZA, El pecado y los maestros de la psicología del profundo:
trabajo, presentado como tesis doctoral en la facultad teológica de Lyon (p. 28, «Compostellanum», 9 (1964), 5-72; L. BEIRNAERT, La teoría psicoanalítica y el mal
nota 16). El libro de HARING, reproducción de un curso dado en la Academia Alfon- moral: «Concilium», n. 56 (1970), 364-375. Dentro de una visión conservadora,
siana de Moral en Roma, además de ofrecer unas orientaciones sobre los «desplaza- cfr. P. FELICI, El pecado en el pansexualismo psicoanalítico: «El pecado en la filo-
mientos de énfasis» que hay que dar al tema del pecado en un mundo secularizado, sofía moderna» (Madrid, 1963), 152-190; El pecado en Freud (Madrid, 1968).
aborda otros aspectos interesantes dentro de la problemática del pecado: examen de (43) J. A. GARCÍA-MONGE, Culpabilidad psicológica y reconciliación sacramental:
situaciones actuales de pecado, la culpabilidad solidaria, pecado mortal y pecado ve-
«Sal Terrae», 62 (1974), 170-179.
nial, etc.
(21) PETEIRO, o. C, 324-325. (44) W. POST, Teorías filosóficas sobre el mal: «Concilium», n. 56 (1970),
425-432; A. JAGU, Les philosophes grecs et le sens du peché: «Théologie du Peché»
(22) Ibíd., 337-422. En las pp. 405-422 señala «los rasgos que, a la luz de la (Tournai, 1960), 189-240.
Biblia y del modo de ser del hombre actual, parece que deberán caracterizar la pre-
sentación del pecado en nuestros días» (p. 405): presentación integral, teniendo en (45) C. LUCENA, ¿Pecado y plenitud humana? (Madrid.. 1971).
cuenta que el pecado es una realidad pluridimensional y plurifacética (dimensión re- (46) C. FABRO, El problema del pecado en el existencialismo: «El pecado en la
ligiosa, dimensión personal, dimensión comunitaria, dimensión eclesial); presentación filosofía moderna» (Madrid, 1963), 128 151.
existencialista, superando esquemas abstractos y conectando con el mundo persona- (47) Th. FORNOVILLE, L'uomo peccatore, Liberta e fallibilita. La visione di Paul
lista de la Biblia; presentación existencial, elaborando una nueva hermenéutica del Ricoeur: «Studia Moralia», 11 (1973), 77-103.
pecado en categorías actuales, de suerte que su mensaje resulte inteligible y convin- (48) P. RICOEUR, Finitud y culpabilidad (Madrid, 1969).
cente; presentación optimista, colocando la pastoral del pecado y de la penitencia
(49) Ibíd., 212.
en una perspectiva constructiva.
(50) Ibíd., 229.
(23) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 13-34. (51) Cfr. W. EICHRODT, Théologie des A. T., II-III (Stuttgart Gottingen, 1961),
(24) Cfr. C. CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid, 1968), 43 ss. 264-345; M. GARCÍA CORDERO, Teología de la Biblia, I-A. T. (Madrid, 1970), 654-
(25) Ch. MOELLER, Literatura del siglo XX y cristianismo (Madrid, 1955). I. 709, y II-A. T. (Madrid, 1972), 491-647; R. JACOB, Théologie de VA. T. (NeuchS-
«El silencio de Dios». tel, 1955), 226-239; G. VON RAD, Théologie des A. T. (München, 1961), 157-164.
(26) S. CANALS, El pecado en el cine: «Realidad del pecado» (Madrid, 1962), (52) Cfr. J. GUILLET, Thémes bibliques (Paris, 1951), 94-119.
173-198; J. L. DUHOURQ, Manifestaciones e interpretación del mal moral en el arte (53) E. BEAUCAMP, Peché (A. T.): DBS 7 (Paris, 1966), 407-471; K. GRAYSTON,
cinematográfico contemporáneo: «Concilium», n. 56 (1970), 449-455. A Study on the Word «Sin»: «La Bible Translator», 4 (1953), 138-140; B. VAWTER.
(27) J. B. TORELLÓ, Medicina v pecado: «Realidad del pecado» (Madrid, 1962), Errar el blanco: «El misterio del pecado y del perdón (Santander, 1972), 33-43;
281-307. P. E. BONNARD, Le vocabulaire du Miserere: «A la recontre de Dieu. Memorial
A. Gelin» (Le Ppy, 1961), 145-156.
(28) R. PETTAZZONI, La confessione dei peccali, tres tomos (Bolonia, 1929-1936).
Tenemos a la vista la traducción francesa en dos tomos: La confession des Pécbés (54) M. GARCÍA CORDERO, Teología de la Biblia. I. Antiguo Testamento (Ma-
(París, 1931-1932). drid, 1970), 654-709; A. GELIN, Le peché dans VA. T.: «Théologie du peché» (Tour-
nai, 1960), 23-47; J. GUILLET, Thémes bibliques (Paris 1951), 94-119; R. K O C H ,
(29) Cfr. la utilización que hace P. RICOEUR, Vinitud y culpabilidad (Madrid,
// peccato nel V. T. (Roma, 1973), 51-65; St. PORUBCAN, Sin in the O. T. (Ro-
1969), 265 ss.
ma, 1963).
(30) R. M O H R , La ética cristiana a la luz de la etnología (Madrid, 1962), 92.
Cfr. J. GOETZ, Le peché chez les primitifs, Tabou et peché: «Théologie du peché» 05) V. MONTY, La nature du peché d'aprés le vocabulaire hébreu: «Sciences
(Tournai, 1960), 125-188. Ecclésiastiques», 1 (1948), 95-109; id., Peches graves et légers d'aprés le vocabulaire
hébreu: 1. c , 2 (1949), 129-168.
(31) M O H R , o. c, 92.
(56) J. MURPHY-O'CONNOR, Pecado y comunidad en el Nuevo Testamento: «El
(32) Recogemos esas conclusiones del boletín de la diócesis de Kinshasa «Notes misterio del pecado y del perdón» (Santander, 1972), 65-96.
Pastorales», año 13, n.° 35 bis, pp. 601-609.
(57) I. DE LA POTTERIE, El pecado en la iniquidad (1 Jn 3, 4): «La vida según
(33) A. HESNARD, V univers morbide de la faute (Paris, 1946): Morales sans el Espíritu» (Salamanca, 1967), 67-86; N. Lazure, Les valeurs morales de la théolo-
peché (Paris,. 1954). gie johannique (Paris, 1965), 285-328; R. SCHNACKENBURG, El testimonio moral del
(34) I. CISAR, La moral sin pecado: «El pecado en la filosofía moderna» (Ma- Nuevo Testamento (Madrid, 1965), 226-233, 274-281.
drid, 1963), 222. (58) I. DF LA POTTERIE, La impecabilidad del cristiano según 1 ]n 3, 6-9: «La.
(35) Ch. BAUDOUIN, Culpabilité (Sentiment de): «Dictionaire de Spiritua- vida según el Espíritu» (Salamanca, 1967), 203-204.
lité», II (Paris, 1953), 2633. (59) P. PALAZZINI, La «vida peccatorum» o «via mortis» en los Padres Apostó-
(36) Ibíd., 2633-2638. licos: «El pecado en las fuentes cristianas primitivas» (Madrid, 1963), 194-202;
(37) Ibíd., 2642. id., El pecado en los apologistas griegos del siglo II: o. c , 203-217; G. TEICHWEIER,
(38) C. CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid, 1968), 60-72. Die Sündenlehre des Orígenes (Regensburg, 1958); C. F. DURKIN, The theological
(39) Ibíd., 65. distintió» of Sins in the Writings of St Augustine (Mundelein, 1952); A. SAGE, El
pecado en San Agustín: «El pecado en las fuentes cristianas primitivas» (Madrid,
(40) Ibíd., 194-195. 1963), 218-249; S. VISINTAINER, La domina del peccato in S. Girolamo (Roma, 1962).
54
55
(78) Concilium de Trento: Ses. 13, c. 11: Dz. 1661.
(60) R. BÍ.OMMS, La doctrine du peché dans les écoles théologiques de la
premihc moitic du XII siécle (Louvain, 1958); A. LANDGRAF, Das Wesen der las- (79) Concilios II de Lyon y de Florencia: Dz. 858. 1306.
slichen Sünde in der Scholastik bis Thomas von Aquin (Bamberg, 1923); H. HEYER, (80) Cfr. Th. DEMAN, Peché: 1. c., 225.
Die lássliche Sünde nach Albertus Magnus (Kaldenkirchen, 1963); B. ZIERMANN, De (81) M. HUFTIER, Peché mortel et peché veniel: «Théologie du peché» (Tournai,
definitione peccati actualis secundum mentem divi Thomae (Bonn, 1935). 1960), 363-451; B. SCHÜXLER,. Pecado mortal. Pecado venial: «Penitencia y Confe-
(61) H. Roco, La advertencia requerida pata el pecado en los moralistas desde sión» (Madrid, 1968), 10-90.
Cayetano hasta San Alfonso: «Archivo Teológico Granadino», 19 (1956), 97-150; (82) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 379-405.
J. JIMÉNEZ FAJARDO, La esencia del pecado venial en la segunda Edad de Oro de (83) L. MONDEN, Conciencia, libre albedrío, pecado (Barcelona, 1968), 50.
la teología escolástica (Granada, 1944).
(84) M. SÁNCHEZ, Por una división tripartita del pecado: «Studium», 10
(62) A. PETEIRO, Hombre y pecado según la Constitución «Gaudium et Spes»: (1970)y 5-73; M. VIDAL, o. C, 390-393.
Miscelánea Manuel Cuervo López (Salamanca, 1970), 341-353 = El sacramento de la (85) C. VOGEL, El pecador y la penitencia en la Iglesia antigua (Barcelo-
penitencia (Madrid, 1972), 373-401; G. HIGUERA, LOS puntos teológicosmorales dis-
na, 1968).
cutidos del Catecismo Holandés: Sal Terrae, 59 (1961), 83-100.
(86) Th. DEMAN, /. c, 225-247.
(63) V. PALAC H KOVSKY, Le peché dans la théologie orthodoxe: «Théologie du
peché» (Tournai, 1960), 433-517; C. VOGEL, Note sur la théologie du peché dans les (87) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 140-141.
églises protestantes, o. c , 519-528; B. GHERARDINI, El pecado en el pesimismo de (88) Ver el estudio de L. BRAECKMANS, Confession et Communion au moyen
la Reforma: «El pecado en la filosofía moderna» (Madrid, 1963), 29-87; B. MAT- age et au Concile de Trente (Gembloux, 1971).
TEUCCI, El pecado en el pesimismo jansenista, o. c , 88-127. (89) B. HARING, O. C, 146.
(64) C. CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid, 1968), 285-289. (90) J. M. DÍAZ-MORENO, La gravedad moral de la lujuria. Notas de teología
(65) «Puesto ahora a indagar cuál es la forma específicamente religiosa de abor- pastoral en torno a la parvedad de materia: Sal Terrae, 64 (1974),. 604-617.
dar el problema del mal, no dudaría ni un momento en afirmar que su lenguaje es (91) J. M. DÍAZ-MORENO, La doctrina moral sobre la parvedad de materia «in
el de la esperanza» (J. RICOEUR, Culpa, ética y religión: «Concilium»,. n. 56 re venérea» desde Cayetano hasta San Alfonso: Archivo Teológico Granadino, 23
[1970], 341). (1960), 5-138.
(66) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 370. (92) A. MEIER, Das Peccatum moitale ex foto genere suo (Regensburg, 1966).
(67) B. HARING, La ley de Cristo, I (Barcelona, 1968 5 ), 397-409.
(93) K.-H. KLEBER, De parvitate materiae in sexto (Regensburg, 1971).
(68) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 36.
(94) B. HARING, o. C, 142, nota 9.
(69) J. PERARNÁU, Aspectos actuales de la teología del pecado: «Para renovar la
Penitencia y la Confesión» (Madrid, 19692), 75-96. (95) M. VIDAL, Moral del amor y de la sexualidad (Salamanca, 1971); 264-278.
(70) PETEIRO, O. C, 20. (96) J. M. DÍAZ-MORENO, La gravedad moral..., 615.
(71) L. MONDEN, Conciencia, libre albedrío, pecado (Barcelona, 1968); F. DÍAZ- (97) Ibíd., 616.
NAVA, El pecado: nuevas matizaciones: Sal Terrae, 61 (1973), 622-631. (98) Ibíd., 617.
(72) M. VIDAL, O. C, 371-379. (99) J. L. L. ARANGUREN, Etica (Madrid, 1972 5), 53.
(73) J. LECLERQ, La tentación- «Pastoral del pecado» (Estella, 1968), 31-96; (100) Cfr. P. SCHOONENUERG, El hombre en pecado: «Mysterium Salutis», II/2
CONCILIUM, La seducción y el seductor: «Concilium», n. 56 (1970), 456-465; (Madrid, 1969), 985-1039; Pecado y Redención (Barcelona,. 1972).
H. HAAG, El diablo, un fantasma (Barcelona, 1973).
(74) B. HARING, La conversión- «Pastoral del pecado» (Estella, 1968), 97-202;
J. BUCHS, Si» and Conversión: «Theological Digest», 14 (1966), 292-301.
(75) C. VOGEL, El pecado y la penitencia: Pastoral del pecado (Estella,. 1968),
203-331; Id., El pecado y la penitencia en la Iglesia antigua (Barcelona, 1967);
G. FLÓREZ GARCÍA, La reconciliación con Dios (Madrid, 1971); J. RAMOS-REGIDOR,
II Sacramento de la penitenta (Torino, 1972); VARIOS, Penitencia y Confesión (Ma-
drid, 1969); VARIOS, El misterio del pecado y del perdón (Santander, 1972); VARIOS,
Para renovar la Penitencia y la Confesión (Madrid, 1969); VARIOS,. Renovación de la
Pastoral de la Confesión (Madrid, 1971); S. MAGGIOLINI, El pecado y el perdón en
la comunidad eclesial (Madrid, 1973); J. M. ROVIRA, El sacramento de la peniten-
cia, hoy; «Iglesia viva», n. 46 (1973), 315-339; D. FERNÁNDEZ, El sacramento de la
Penitencia (Valencia, 1971).
(76) M. T. BELLENZIER, Riconciliczione e Penitenta nella vita dei nostri figli
(Roma, 1974); V. GÓMEZ MIER, Culpabilidad en los adolescentes y confesionario
católico: «Revista de Ciencias de la Educación» (1972),. 577-587.
(77) W. KORFF, Aporías de una amoral sin culpa»: «Concilium», n. 56 (1970),
390-410; J. M. POHIER, La hermenéutica del pecado ante la ciencia, la técnica y la
ética: «Concilium», n. 56 (1970), 411-424.
56
2 / LA CULPABILIDAD ET1C0-
REL1GIOSA: SU ESTRUCTURA
Y COHERENCIA
¿«MORAL SIN PECADO» O «PECADO SIN MORAL»?
61
las «realidades» o debe colocarse entre las «alienaciones»? las cosas, de la concurrencia de otro animal o de la reacción
No han faltado ni faltan quienes propugnan una «moral punitiva del hombre). En este nivel, la normatividad no sur-
sin pecado» (1). Se cuestiona la existencia del pecado como ge de dentro sino que resulta de la presión de realidades
categoría moral necesaria y se postula su eliminación del exteriores; se trata de una presión social manifestada en pro-
universo vivencial humano y del mundo de los valores ético- hibiciones y tabúes e introyectada en el individuo con la
religiosos. ¿Es posible una «moral sin pecado»? ¿Es posi- forma de obligación. «La falta o el pecado consistirán en
ble vivir una vida moral sin necesidad de vivenciar el inflingir materialmente la prohibición o el tabú. El que la
pecado? infracción proceda de buena o mala intención, el que se la
A estas preguntas se tiene que contestar haciendo un haya cometido por debilidad o con propósito deliberado, in-
análisis de la estructura de la culpabilidad ético-religiosa y cluso el que haya sido o no un acto libre, todo esto no ejerce
estudiando su coherencia dentro de las instancias antropoló- ningún influjo sobre la culpabilidad» (4).
gicas de la persona. Se trata de una consideración funda-
mental para todo planteamiento teológico y para toda praxis — Nivel moral: Aparece este nivel cuando la persona
pastoral del pecado. Su olvido o preteración ha comportado actúa desde su propia libertad. No hay falta moral sino
serios problemas para la comprensión y vivencia cristianas cuando la persona obra libremente contra el juicio de su
del pecado. conciencia; el pecado es siempre una infidelidad, aceptada
libremente, a los valores auténticos de realización de uno
mismo.
í. DIVERSOS NIVELES DE LA CULPABILIDAD
— Nivel religioso-cristiano: Se da este nivel cuando
A todos nos interesa conocer cuándo existe de verdad aparece Dios en el horizonte de la comprensión y de la rea-
un pecado ético-religioso. Muchas veces se confunde la cul- lización del hombre. A este nivel, «el pecado será ante todo
pabilidad ética con formas infra-morales, originándose de infidelidad a un amor; será el hombre mismo en situación
este modo malentendidos teóricos e incoherencias prácticas de repudio del amor divino... Por encima de la falta moral,
en torno a la culpabilidad. habrá lugar para una negativa específicamente religiosa, una
Los moralistas actuales se preocupan de analizar el con- lesión de la relación de amor incluso con Dios, una infide-
tenido exacto de la culpabilidad ético-religiosa. Para ello lidad que será 'pecado' en un sentido único y pleno, desco-
suelen distinguir diversos niveles dentro de la culpabilidad. nocido al nivel tanto instintivo como moral» (5).
Recordemos el análisis de dos autores. HARING también distingue tres niveles en la experiencia
MONDEN (2) sitúa el comportamiento ético del hombre y conceptualización del pecado (6):
a tres niveles fundamentales, a través de los cuales examina — Nivel premoral o inframoral: Cuando se habla de
la culpabilidad del hombre. «A estos tres niveles, las pala- pecado en términos de presiones sociales o de sometimien-
bras siempre idénticas del vocabulario ético corriente asu- tos a fáciles conformismos. No se comete el pecado porque
men cada vez un significado radicalmente diferente» (3). se temen las sanciones sociales, las consecuencias, el ridículo,
— Nivel del instinto: En el hombre existe una manera los reproches, las discriminaciones. Cuando se cede al con-
de vivir la obligación y la culpabilidad muy parecida a la formismo se habla de mala conciencia o de pecado en senti-
forma de los comportamientos del animal cuya pulsión ins- do exclusivamente social.
tintiva acaba en un fracaso (por el hecho de la resistencia de — Nivel moral en sentido horizontal: Cuando se viven-
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cia y se conceptualiza el pecado en términos de relación ca, que se hace coincidir con la mentalidad de los llamados
meramente humana. Se da el pecado cuando se deterioran «pueblos primitivos». Sin embargo, se pueden descubrir re-
las relaciones del hombre consigo mismo, con el prójimo o siduos tabuísticos en sistemas éticos más evolucionados y
con la comunidad. Puede definirse el pecado tanto en una hasta dentro de la comprensión y vivencia cristianas.
visión estática ( = perturbación del orden establecido o
desobediencia a las autoridades constituidas, a las tradicio-
nes o a las leyes) como en una visión dinámica ( = lo que a) Concepción tabuística del pecado.
impide o disminuye el desarrollo y el progreso de la historia
humana), La comprensión del pecado como tabú descansa sobre un
sistema ético mágico-tabuístico, que es necesario tener en
— Nivel propiamente religioso: Cuando el pecado en- cuenta para obtener la noción exacta del pecado-tabú (7).
traña un nivel de experiencia estrictamente religioso. Se en- «Tabú» es una palabra que se emplea para designar una
tiende el pecado como una oposición a Dios, como un que- realidad (cosa, persona, etc.), cuyo uso o contacto está prohi-
brantamiento de su alianza, un rechazo de su amor. bido al hombre. Una realidad es tabú cuando el hombre no
Por nuestra parte, vamos a buscar la estructura de la puede penetrar en ella sin que se desencadenen diversos ma-
culpabilidad ético-religiosa tratando de determinar cuáles leficios que están dentro de dicha realidad. Existe un muro
son sus constitutivos fundamentales. Para ello descartare- infranqueable entre la realidad tabú y el hombre, muro que
mos conceptuaciones imperfectas de la culpabilidad y pro- puede ser violado tanto de pensamiento, como de palabra o
pondremos una noción correcta de la misma. de acción.
Las características fundamentales de la realidad tabú son
las siguientes: tiene un carácter ciego y opaco (está cerrada
II. NOCIONES INCORRECTAS DE «PECADO» sobre ella misma, sin que pueda ser penetrada o iluminada
por el hombre); tiene una interioridad maléfica, contenida
Son múltiples las nociones incorrectas que se han dado por la infranqueabilidad del muro que la separa del hombre;
y se dan sobre la culpabilidad humana. Por otra parte, a su violación implica sanciones inmediatas de orden mágico y
tales nociones corresponden sistemas de vivencia y de puri- religioso; esta violación no entra dentro de las categorías de
ficación tanto a nivel individual como comunitario. la responsabilidad humana; las sanciones acaecen como con-
Es interesante señalar algunas de esas nociones incorrec- secuencia de la violación, sea ésta responsable o irresponsa-
tas por la influencia que pueden tener —de una manera ble desde la libertad humana; la violación, junto con las san-
negativa— para la comprensión teológica y la praxis pasto- ciones inmediatas, es de carácter contagioso, es decir, condi-
ral cristiana relacionadas con el pecado. Limitamos nuestra ciona a las personas que están implicadas (con lazos de san-
atención a tres nociones incorrectas: gre, lazos sociales, etc.), con el violador del tabú.
Una moral que fundamenta lo bueno y lo malo (es de-
1. E L PECADO ENTENDIDO COMO «TABTJ» Y EXPRESADO COMO
cir, la moralidad) en la noción y en la realidad del tabú es
«MANCHA». una moral:
— precientífica: en cuanto que hace depender al hom-
Se trata de la noción más incorrecta de culpabilidad. bre de una realidad anterior a todo momento de cultura o
Pertenece a un sistema ético de mentalidad mágico-tabuísti- de hominización;
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— antihumana: en cuanto que admite que existe una del pecado por derroteros de automatismo, contrarios a la
realidad intramundana superior al mismo hombre y sobre la idea de libertad: pecado-mancha tiene una estructura irra-
cual éste no tiene ningún poder; cional, de imposición exterior. Por otra parte, el simbolismo
de la mancha formula la realidad de la cooperación comuni-
— irresponsable: en cuanto que está sometida a leyes cie- taria en el mal de un modo incorrecto: por mecanismos de
gas, manteniendo al hombre dentro de un estadio de infan- «contaminación» exterior.
tilismo sin dejarle llegar a una mayoría de edad. No menor importancia tiene el simbolismo de la mancha
al condicionar el repertorio de contenidos pecaminosos y la
Una moral basada en una concepción mágico-tabuística intensidad o énfasis de la culpabilidad. «Así, sorprende la
es una moral falsa. Carece de la dimensión crítica que ha de importancia y la gravedad que se concede a la violación de
acompañar a todo sistema moral. Se sitúa en el nivel más las prohibiciones de carácter sexual en la economía de la
inferior de la heteronomía moral. mancha. La prohibición del incesto, de la sodomía, del abor-
to, de las relaciones sexuales, en tiempos —y a veces hasta
en sitios— prohibidos, adquiere una importancia tan funda-
b) El símbolo de la «mancha» como expresión de la mental que la inflación y desorbitación de lo sexual es carac-
culpabilidad. terística del sistema de la impureza, hasta el punto de que
parece haberse establecido desde tiempo inmemorial una
El pecado-tabú recibe su expresión correspondiente a tra- complicidad indisoluble entre sexualidad e impureza» (11).
vés del simbolismo de la «mancha». RICOEUR ha dedicado De este modo, «aparece la identidad entre pureza y virgini-
páginas densas y brillantes al estudio de este simbolismo de dad: lo virgen es lo incontaminado, como lo sexual es lo
la culpa (8). Parte de la afirmación de que «en el fondo de inficionado. Esta doble correspondencia o equivalencia late
todos nuestros sentimientos y de toda nuestra mentalidad y en el fondo de toda nuestra ética, constituyendo el arcaísmo
conducta con relación a la culpa laten el miedo a lo impuro que más se resiste a la crítica. Es esto tan cierto que si que-
y los ritos de purificación» (9). Para este autor, «el simbo- remos afinar la conciencia de la culpabilidad, no podremos
lismo más arcaico que podemos tomar como punto de par- hacerlo meditando sobre la sexualidad, sino reflexionando
tida es el del mal concebido como suciedad o mancha, es de- sobre la esfera no sexual de la existencia, como es el campo
cir, como tacha que contamina desde fuera» (10). de las relaciones humanas creadas por el trabajo, la apropia-
El simbolismo de la mancha ha sido muy utilizado para ción y la política: en ellas se informará una ética de las in-
hablar y concep tu alizar la realidad compleja de la culpa: terrelaciones humanas, una ética de la justicia y del amor,
que acabará por revertir sobre la sexualidad, revalorizándola
— en el hecho del pecado: entendido a través de las ca-
y transvalorizándola» (12).
racterísticas de suciedad, de contaminación y de impurifica-
ción (ritual, jurídica, etc.);
— en los ritos de expiación: realizados mediante esque- c) Residuos tabuísticos en la noción y vivencia cristia-
mas purificatorios. nas de la culpabilidad.
La expresión del pecado a través del simbolismo de la
mancha condiciona profundamente la comprensión y la vi- El pecado entendido como «tabú» y expresado como
vencia de la culpabilidad. En primer lugar, conduce el hecho «mancha» no ha sido algo ajeno a la comprensión y a las
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vivencias cristianas de la culpabilidad. Encontramos bastan- demasiado condicionadas a un orden o esquema de actua-
tes elementos o residuos tabuísticos tanto en la manera de ción, en conductas excesivamente «legalistas», ya que en el
hablar del pecado como en el modo de vivenciarlo en la vida fondo de todo legalismo existe una supravaloración de la
individual y en la vida comunitaria de los cristianos. norma por encima de la persona. Ciertos ritos obsesivos-com-
Prescindiendo de situaciones un tanto patológicas, como pulsivos (pueden ser: tics nerviosos, ciertas oraciones, cier-
las del neurótico obsesivo o escrupuloso (13), señalaríamos tos gestos religiosos, etc.), con los que se busca reparar la
los siguientes residuos tabuísticos en la concepción y viven- falta cometida, indican una vivencia tabuística del pecado.
cia cristianas del pecado: Una valoración psicológica de las situaciones que acaba-
mos de señalar nos diría que en el fondo de la vivencia de
1) En algunas personas aflora a veces la vivencia del la culpa como violación mecánica de una norma ha perma-
pecado como violación mecánica (no asumida responsable- necido el estadio puramente mecánico de la culpabilidad:
mente) de una norma. Para expresarlo gráficamente, se pue- entender el pecado como desorden en el ritmo mecánico de
de constatar en el cristiano que se acusa de no haber cum- repetición (14). La supravaloración del ritmo mecánico lleva
plido el precepto dominical aunque una causa razonable se a entender la culpa como ruptura mecánica del orden e im-
lo impidió porque con tal acusación «queda más tranquilo». pulsa a conductas de carácter compulsivo-obsesivo.
La acusación de «pecados que no me acuerdo» o de «peca-
dos que quizás haya cometido sin saberlo» puede interpre- 2) La vivencia cristiana de la culpa no se ha librado
tarse como una concepción del pecado en clave de violación siempre del miedo frente a un castigo divino que se descar-
mecánica de una norma. garía inmediatamente después de haber pecado el hombre.
Esta misma comprensión puede descubrirse en ciertos Esta unión entre castigo y falta pertenece a una compren-
comportamientos morales vividos conflictivamente. Por ejem- sión tabuística del pecado. Constituye, según afirmación de
plo, la vivencia de culpabilidad en ciertos comportamientos RICOEUR, una «fatalidad primordial». «La cadena irrompi-
conyugales relacionados con el control de natalidad puede ble que traba la venganza a la mancha es anterior a toda ins-
obedecer al esquema del pecado en cuanto violación mecá- titución, a toda intención, a todo decreto; es ésa una traba-
nica de una norma: la vivencia conflictiva de una situación zón tan primitiva que es incluso anterior a la misma
moral sin salida suele tener su fundamento en una deficien- representación de un dios vengador. El automatismo en la
te comprensión de la moral y, en concreto, del pecado. En el sanción, que teme y adora la conciencia primitiva, expresa
fondo la llamada «conciencia perpleja» se alimenta de una esa síntesis a priori de la cólera vengadora; como si la culpa
concepción tabuística del pecado. hiriese la potencia misma de lo vedado, y como si esa misma
Donde aparece de un modo más claro esta concepción lesión desencadenase la reacción de manera fatal, ineludi-
del pecado como violación mecánica de una norma es en los ble» (15).
sujetos que se sienten como coaccionados a cometer el pe- La conexión entre pecado y mal físico puede ser un in-
cado: «cometen el pecado sin quererlo» (caso del escrupuloso) dicio de la existencia de ese terror pre-ético que acompaña
o tienen que cargar con «pecados que les vienen por sorpre- a una vivencia incorrecta de la culpabilidad. No siempre los
sa». Se trata de personas y de situaciones de un marcado acen- cristianos hemos hecho nuestra la disociación entre mundo
to patológico. ético del pecado y el mundo físico del sufrimiento tal como
Esta vivencia del pecado se traduce en comportamientos aparece racionalizada en la crisis que encarna Job. «Esta di-
típicos: en conductas excesivamente «ritualizadas», es decir, sociación constituyó uno de los más caudalosos manantiales
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de angustia de la conciencia humana, porque hizo falta lle- ceral», ciego y automático a una pena inherente al pecado.
gar al extremo de incurrir en sufrimientos absurdos y escan- Algún psicólogo podría ver debajo de estas situaciones la
dalosos para que el pecado llegase a adquirir su significado vivencia del pecado a nivel biológico-instintivo: el pecado,
propiamente espiritual. Ese fue el precio terrible que hubo entendido como una ruptura del funcionamiento biológico,
que pagar para que el terror inherente a la mancha-castigo comporta el castigo automático del mal funcionamiento (se
se transformase en miedo de no amarla bastante y se diso- ha comparado, a veces, la mala conciencia con la mala di-
ciase del temor al sufrimiento y al fracaso; en una palabra, gestión) (18).
para que el temor de la muerte espiritual se desvinculase del
3) En el cristianismo ha tenido bastante influencia el
temor de la muerte física. Fue ésa una conquista bien cos-
concepto de pecado como impureza ritual. Es otro indicio
tosa» (16).
de la presencia de residuos tabuísticos en la vivencia del
Además de la conexión entre mal físico y pecado, se ha pecado. Para probar esta afirmación vamos a recordar algu-
dado en la conciencia cristiana una excesiva conexión entre nos detalles de la conciencia cristiana, relacionados con la im-
pecado y castigo divino. La relación entre pecado e infierno, pureza ritual.
entre culpa y pena ha sido tan fuerte en la comprensión y
vivencia cristiana de la culpabilidad que ha desvirtuado en Un ámbito humano en el que es fácil constatar la rela-
parte la una y la otra. La pastoral cristiana, en sus variadas ción entre pureza ritual y pecado-mancha es el de la sexuali-
formas (predicación, sacramento de la penitencia, etc.), ha dad. Ciertos comportamientos, que en sí mismos no cons-
insistido notablemente en la relación entre pecado y castigo. tituyen falta ética, han creado en la conciencia cristiana una
Otro de los aspectos en donde se echa de ver la relación impureza de carácter ritual.
entre culpa y castigo divino es la presentación que a veces Llama la atención en la historia de la moral la insisten-
se ha hecho de la «reparación vicaria». El justo que carga cia de los escritores cristianos en el tema de las llamadas
con los pecados de los demás, el pecador que se salva me- «poluciones nocturnas», aun en aquellas épocas en que hay
diante las buenas obras del justo: son representaciones que un silencio notable ante el hecho de la masturbación (19).
pueden tener en el fondo una incorrecta correlación entre ¿A qué se debe esto? Creemos que al afán por la pureza de
pecado y castigo automático. Como dice RICOEUR, «la figu- tipo ritual. Aparecen en el tratamiento de esta realidad ca-
ra del 'justo paciente', imagen fantástica y ejemplar del su- tegorías rituales veterotestamentarias; se mezcla lo «puro»
frimiento injusto, constituyó la piedra de escándalo contra e «impuro» (ritual) con lo «sacro» y lo «moral». Por eso
la cual vinieron a estrellarse las racionalizaciones prematuras se insiste en la pureza sexual ( = pureza ritual) en orden,
del dolor: desde entonces ya no sería posible integrar en una sobre todo, a la comunión eucarística. Por desgracia, esta
explicación inmediata la mala acción y la mala 'pasión'» (17). concepción ha tenido una larga influencia en la moral sexual
La vivencia del pecado ha comportado para el cristiano y en la práctica cristiana (20).
una matización excesiva de temor: la comprensión del futu- Las restricciones impuestas en la época patrística al ejer-
ro escatológico en clave de miedo a un castigo eterno; la cicio de la intimidad conyugal obedecen al mismo plantea-
presentación de un Dios justiciero y vengativo; la compren- miento de pureza ritual (21). La relación conyugal se consi-
sión de la vida como una continua reparación de los pecados dera como una falta-mancha que impurifica en orden a cier-
propios y ajenos, etc. Sin pretender exagerar, se ha dado en tos ritos, sobre todo el de la comunión.
el cristianismo un exceso y una mala interpretación en la co- La relación que ha existido entre la comunión y la con-
rrelación pecado-castigo. Ha existido como un miedo «vis- fesión como rito purificatoria previo puede interpretarse des-
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de los mismos presupuestos ideológicos y vivenciales. El pe- ya no podemos comprender actualmente, sino (¡orno fases
cado-mancha tiene que ser lavado mediante un rito purifica- trasnochadas de la representación del mal» (23).
torio para obtener aquella pureza ritual, sin la cual no es po- En muchos aspectos debiera llevarse a cabo la revisión
sible acercarse a la comunión. Tampoco aquí pretendemos exa- profunda de los residuos tabuísticos en la expresión y en la
gerar, pero no podemos dejar de reconocer, aunque con dolor, conceptualización de la culpabilidad. Recordamos algunos:
que en la práctica pastoral del sacramento de la penitencia — La teología, tanto en sus contenidos como en sus ex-
en relación con el de la eucaristía ha existido un trasfondo presiones, debiera liberarse de formulaciones de la
ideológico y vivencial de la culpa como mancha. culpabilidad en clave de «mancha». Los dos artícu-
los de la q. 86 de la I-II de la Suma Teológica sobre
4) El énfasis que en la moral cristiana se ha otorgado a
la «macula peccati» pueden interpretarse bien, según
ciertos temas nos habla también de una influencia de la con-
lo explica el mismo Santo Tomás (24), pero pueden
cepción del pecado como mancha. Ya hemos aludido a la im-
dar pie para comprensiones incorrectas. Por eso abo-
portancia del tema sexual. Conviene señalar también el re-
gamos por la eliminación de ese tipo de expresiones
lieve que ha tenido la sanción moral de los comportamientos
y de conceptualizaciones.
relacionados con la virtud de la «religión».
Para no ser prolijos, recogemos dos detalles en relación — El lenguaje religioso debiera ser revisado, siguiendo
con esto último: la importancia que ha tenido el tema del ese mismo criterio. El lenguaje litúrgico no se escapa
ayuno eucarístico, hasta constituir su violación un pecado de cierto matiz tabuístico en la forma de expresar la
mortal «ex toto genere suo», y la proliferación de leyes ecle- culpabilidad.
siásticas —y las correspondientes ocasiones de pecado— en la
— La catcquesis, sobre todo a los niños, ha de cuidarse
administración de los Sacramentos. «En cinco libros muy uti-
mucho de no mezclar la culpabilidad ética con otro
lizados de moral aparecen 254 ocasiones de pecado mortal y
tipo de incorrecciones: higiénicas, educacionales, et-
90 de pecado venial solamente contra las leyes positivas de
cétera. El simbolismo de la «suciedad», de la «man-
la Iglesia en la administración de los sacramentos» (22).
cha», de la «blancura», etc., no debe ser utilizado
para expresar la culpabilidad ético-religiosa.
d) Superación del pecado-tabú y de la culpa-mancha.
Únicamente superando planteamientos tabuísticos sobre
Como consecuencia de lo dicho sobre el pecado enten- la culpabilidad podremos hacer una teología coherente sobre
dido como «tabú» y expresado como «mancha» se impone el pecado. De otra suerte serán ciertas las acusaciones de «in-
la necesidad de revisar los residuos tahuísticos en la concep- fantilismo», de «neurotismo», de «inmadurez» que ciertas
ción y en la expresión de la culpabilidad en la teología y en escuelas psicológicas lanzan a la noción cristiana de pecado.
la pastoral. No se puede conceptualizar ni hablar del pecado
ético-religioso si todavía persisten factores tabuísticos en su
comprensión y en su vivencia. 2. E L PECADO ENTENDIDO COMO «DESORDEN» Y EXPRESADO COMO
Como dice RICOEUR, «estos son los dos rasgos arcaicos «TRANSGRESIÓN».
(objetivo y subjetivo) de la impureza; un 'algo' que infec-
ta, que contagia, y un terror que presiente el desencadena- Otra de las nociones incorrectas de culpabilidad es en-
miento de la cólera vengadora de lo vedado. Dos rasgos que tenderla a través del concepto de «desorden» y expresarla
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con la simbología de «transgresión». Se trata de una noción Admite Bergson al sociologismo que la moral puede consistir
de culpabilidad que hoy calificaríamos de «reaccionaria», de en pura presión social. Pero en este caso se trata de, lo que él
estática, de heterónoma y de privilegiadora del orden esta- llama «moral cerrada», estática, pasiva, meramente recibida.
blecido. Junto a ella está la' «moral abierta», dinámica, activa, de
Veamos en qué sentido ha sido aplicada y vivenciada aquellos hombres (a los que él llama «héroes»), que reaccio-
esta concepción de la culpabilidad, para de este modo poner nan frente al medio social.
de relieve su incoherencia al querer identificarla con el pe- No podemos negar que muchas veces vivimos el fenó-
cado ético-religioso. La teología y la pastoral del pecado no meno de la conciencia moral como un eco de la sociedad.
se han visto libres de la influencia de esta concepción de la Y esto es en parte inevitable. Estamos condicionados por la
culpabilidad. historia; es un condicionamiento que no podemos evitar;
más aún, es un condicionamiento enriquecedor; no podemos
comenzar de cero. A veces creemos que estamos obrando con
a) El pecado como violación de una pauta social. conciencia personal y no somos nada más que un eco de la
conciencia social. Somos deudores de toda la historia huma-
1) La concepción y vivencia del pecado como violación na. La savia cultural de la humanidad está condicionando
de una pauta social tiene su origen en la manera de entender nuestra conciencia, y nosotros no somos nada más que eco
la relación entre conciencia moral individual y normas del de esa conciencia cultural. Esta conciencia social está influ-
grupo (25). yendo cada vez más sobre nosotros por los medios de comu-
La teoría sociologicista explica y considera el fenómeno nicación.
de la conciencia moral como un «eco» de la sociedad; la con- Esta afirmación ha sido exagerada muchas veces diciendo
ciencia es una adaptación a las condiciones sociales o como que no existe la conciencia individual; únicamente se daría la
un convenio indispensable entre el egoísmo individual y el conciencia colectiva, de la que sería eco la conciencia indi-
interés social. vidual. Esta fue la exageración del sociologismo; para el so-
El hombre vive inmerso en la sociedad y recibe de ella ciologismo la conciencia colectiva es una realidad autónoma
un sistema de valores morales —la moral socialmente vigen- y la conciencia individual es mero reflejo de aquélla. La con-
te— que con frecuencia acepta sin más. Esto es verdad. Pero ciencia individual nace dentro de la conciencia individual; se
a ello agrega el sociologismo que la fuerza moral de estas alimenta y se desarrolla a partir de la conciencia colectiva.
valoraciones procede pura y simplemente de la presión social. El existencialismo, desde el punto de vista de la ética,
El discípulo de A. Comte (fundador de la Sociología ha llamado la atención sobre la posibilidad que tiene el hom-
como ciencia), Durkheim, acometió de una manera sistemá- bre de caer en la «inautenticidad»; es el hombre del «se»
tica la tarea de reducir la moral (así como la religión) a la (on, man); «se» dice, «se» piensa, etc. Este sería el hombre
sociología. La sociedad impone al individuo tanto sus cos- que tiene una conciencia-eco de la sociedad.
tumbres como sus creencias. El supuesto de esta teoría es la No cabe duda que tenemos que vivir nuestra responsabi-
hipótesis de una «conciencia colectiva», realidad distinta de lidad personal dentro de la sociedad; pero lo podemos hacer
los individuos, anterior y superior a ellos, que se apodera de de dos modos. Empleando la terminología de Bergson, po-
las conciencias de éstos. demos vivir nuestra inserción en la comunidad de una forma
H. Bergson intenta refutar el sociologismo, pero propo- «cerrada» o de una forma «abierta». La primera forma nos
ne una solución que queda dentro de sus mismas fronteras. de una conciencia masificada, basada en la presión social (en
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la irresponsabilidad de la masa; en la estereotipia de los pre- cara, por tanto, a buscar las fórmulas, los ritos expiatorios y
juicios). La segunda forma nos da una conciencia responsa- los gestos mágicos que permitan conjurar a los poderes coer-
bilizada con la comunidad, en la que descubre los alicientes citivos irritados, hacer que se anule el castigo y volver a la
para descubrir la responsabilidad personal (mediante el ejem- seguridad de la esfera legal. La confesión de la falta, el firme
plo, la amistad, la comunicación). La conciencia perfecta sería propósito, claramente expresado, de conformarse en lo suce-
la que tiene en cuenta la sociedad, pero al mismo tiempo una sivo a la ley, todo ello forma parte del rito expiatorio. Pero
responsabilidad socializada de tipo personal. la sinceridad con que quizá se formulan no es una opción,
La conciencia, en cuanto eco de la sociedad, tiene ele una toma de partido personal, sino un reflejo dictado por la
mentos muy importantes; pero han de ser asumidos desde angustia» (29).
la interioridad de la persona. Si la sociedad se vive como una
presión exterior, entonces se origina la conciencia desperso- 3) No hace falta advertir que el pecado entendido y vi-
nalizada (masificada) o nace la rebelión. venciado como violación de una pauta social pertenece toda-
vía al mundo de lo premoral. Dentro de la conciencia moral
2) La noción y vivencia de pecado como simple ruptu- existen instancias que constituyen la llamada «subconciencia
ra de las pautas sociales asume unas características propias. moral» y que tienen una forma de actuación peculiar (30).
La culpa se entiende en referencia a una ley que resulta del La culpabilidad social se mueve dentro de estos esquemas de
conjunto de prohibiciones o normas mediante las cuales se subconciencia moral.
establece la presión social. La instancia personal que asume Cuando la culpabilidad social ocupa el campo de la con-
el sentido de culpabilidad está configurada por el miedo a la ciencia ética, entonces nos encontramos con una pseudomo-
sanción o al fracaso y la impresión de verse oprimido por una ral y un «pseudopecado». Freud ha denunciado la existencia
fuerza superior. «A esta reacción ambivalente, se le dará el de una pseudomoral: la de aquéllos que no tienen moral
nombre de conciencia» (26). propia, sino que introyectan la moral del ambiente y viven
El pecado, a este nivel social, se mide por relación a la así en la inconsciencia ética; es la moral del Super-yo. Por
fuerza de la presión social. «No se hace porque se temen las desgracia, la mayor parte de los hombres viven en esa «me-
sanciones sociales, las consecuencias, el ridículo, los repro- dianía», en esa «inautenticidad» de la que habla Heideg-
ches, las discriminaciones. Y cuando no se cede al compro- ger (31). Cuando el hombre vive a nivel de esas influencias
miso se habla de mala conciencia o de pecado en sentido ex- exteriores, vive a nivel de la moral del Super-yo; es decir, a
clusivamente social» (27). nivel de una pseudomoral. La culpabilidad vivenciada a ese
El rasgo que más caracteriza la vivencia de culpabilidad nivel no puede por menos de ser una «pseudoculpabilidad».
social es el de la vergüenza (28). La persona se siente como Para tener una noción y vivencia del pecado ético es ne-
desplazada del grupo; no está amparada por el conformismo cesario sobrepasar este nivel de presión social. A pesar del
social; siente la vergüenza de su desnudez sociológica. origen social de ciertas normas morales, las pautas sociales
La recuperación de la culpa sociológica tiene unos pasos no pueden ser normas éticas si no son asumidas de una ma-
propios que describe del siguiente modo MONDEN: «Lo que nera activa. A partir de esta apropiación activa, el hombre
a este nivel se llama contrición no es el repudio del propio puede asumir contenidos sociales. Pero siempre que los haga
yo malo con la voluntad de volver uno mismo al buen ca- «propios», «La obligación, aunque de facto sea impuesta por
mino, sino sencillamente el deseo instintivo de librarse de la la sociedad, de iure nunca puede traer su origen de ésta.
consecuencia de la transgresión. Semejante contrición se apli- Como hace notar Zubiri, la sociedad no podría nunca im-
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poner deberes si el hombre no fuese previamente una rea- tica en todos los casos. Para un psicólogo, para un sociólogo,
lidad 'debitoria'; es imposible prescribir deberes a una la tarea de Juzgar —quienquiera que lo haga, y entre noso-
mesa» (32). De este modo, aun con contenidos sociales, el tros quien lo hace es el juez— es radicalmente imperfecta y,
hombre puede escapar a la «medianía»; ya que, como dice para decirlo claramente, esencialmente 'injusta'. Y no sólo
el mismo Zubiri, la medianía no consiste en hacer las cosas porque prescinde, en aras de la objetividad de lo que se ha
«como se hacen», sino en hacerlas «porque se hacen». hecho, del cómo se hizo y del porqué se hizo —que son los
dos vectores que en una estimación demasiado simple defi-
b) El pecado como transgresión de una ley. nen la intención—, sino porque se circunscribe la intención
al sector de la realidad que es la persona o sujeto de la ac-
El pecado puede entenderse a un nivel jurídico y enton- ción» (33).
ces se vivencia como la transgresión de una ley. Se trata de Esta consideración legalista de la culpa lleva consigo una
un nivel que no alcanza en plenitud la dimensión ética de la serie de consecuencias a la hora de vivenciar el pecado. Se-
culpabilidad. El pecado moral puede darse —y de hecho se ñalamos algunas:
da muchas veces— en un comportamiento que traspasa un
ordenamiento jurídico. Pero el pecado moral no puede iden- — tonalidad extrinsecista en la determinación de la cul-
tificarse formalmente con la transgresión jurídica en cuan- pabilidad: no se mide desde la interioridad, sino más
to tal. bien desde la objetividad de la ley;
La concepción legalista de la culpabilidad hace coincidir — la sensibilidad de la conciencia con relación a lo malo
la noción y vivencia del pecado con la transgresión del orden —lo mismo que con relación a lo bueno— se va cir-
jurídico. Ello da lugar a una forma especial de entender el cunscribiendo cada vez más a lo determinado por la
pecado. ley: se da un estrechamiento de la sensibilidad ética;
La consideración jurídica de la falta puede ser descrita
mediante los rasgos siguientes: insistencia en los efectos del — la heteronomía voluntarista aparece en el horizonte
acto (se valora ante todo los efectos sociales); predominio de la conciencia como uno de los factores decisivos
del valor de la ley como criterio de valoración del comporta- de su orientación.
miento; no se tiene muy en cuenta la intencionalidad del La comprensión cristiana del pecado se ha visto muchas
agente. veces falseada por esta orientación legalista de la conciencia
CASTILLA DEL PINO describe del siguiente modo la di- moral. No queremos insistir sobre ello, ya que se trata de
mensión jurídica de la culpa: «En la consideración jurídica algo perfectamente conocido y aceptado (34).
de la culpa es evidente que a lo que se atiende es a los efec- Gran parte de los defectos en la presentación del pecado
tos 'sociales' de la culpa. El juez no penetra —y tiende a no de la época postridentina provienen de un planteamiento le-
penetrar, para eludir extremos que 'complicarían' su labor— galista de la moral. El legalismo moral ha traído como defec-
en la intencionalidad del acto culpable... De esta manera, tos: el casuísmo (se trata de ver las aplicaciones de la ley a
las más de las veces, se atiende al postefecto de la acción, es los casos singulares), el fariseísmo (se buscan subterfugios
decir, a su efecto sobre los otros —sobre la sociedad— y se para que la ley no tenga su aplicación), la hipocresía (se in-
desliga cuanto puede de la intencionalidad que a esa acción tenta vivir bien con la ley, aunque no se viva bien con la con-
preside... Esta sumisión a la objetividad de lo que se hace ciencia), los escrúpulos (es la manifestación patológica de
confiere a la tarea jurídica un carácter de imperfección prác- una relación impersonal del hombre con la ley).
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La insistencia en ciertos pecados relacionados con lo cul- cristiana interpreta de manera excesivamente unidimensio-
tual nos pone de manifiesto la misma orientación legalista. nal la revelación sobre el pecado cuando toma pie de ella
No sin cierto dolor hacemos nuestras las anotaciones de para enervar la fuerza liberadora de esta misma revelación,
HARING: «No se da testimonio del Dios vivo en nuestro resignándose a una especie de compromiso con el pecado? La
mundo secularizado con esas absurdas luchas por pequeñas clave de esta revelación no está en que siempre habrá pecado
rúbricas que, en definitiva, parecen prohibir toda creativi- porque el hombre es radicalmente pecador; por verdadero
dad; el hombre de nuestro tiempo no puede dar crédito a que esto sea, la revelación es ante todo enfrentamiento al pe-
otros hombres que se debaten en inútiles controversias cle- cado y liberación de él. Si se nos permite emplear un voca-
ricales sobre vestiduras, lugares y otras cosas por el estilo. bulario político en esta materia (cosa que no nos desaniman
No son los pequeños asuntos domésticos a lo que hay que a hacer los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento),
dar importancia poniéndolos en primer plano, sino la pro- podríamos hacernos la pregunta de por qué la referencia al
blemática y la sensibilidad de tantos humanistas y horizonta- pecado ha servido tantas veces en la práctica histórica del
listas: la paz, la justicia, la no violencia, la reconciliación cristianismo para condenar, de manera más o menos reaccio-
internacional» (35). naria, los esfuerzos humanos en pro de la liberación, siendo
La consideración legalista de la culpabilidad ha provo- así que ésta es posiblemente la más revolucionaria de las re-
cado la orientación casuista del mínimo legal; ha atomizado ferencias cristianas, pues obliga a subvertir el orden de las
la vida moral en multitud de actos y ha conducido al tema cosas, y hasta por la violencia si ello fuera preciso ("si tu
del pecado a una orientación ineficaz y ridicula (36). mano te arrastra al pecado, córtala")» (37).
Desde el ángulo del marxismo también aparece una crí-
tica seria a la noción cristiana de pecado. ¿Qué nos dicen los
c) El pecado como justificación y apoyo del «orden es- marxistas con relación a nuestra noción de culpabilidad?
tablecido». Podemos distinguir dos posturas. La del marxismo clá-
sico y la del marxismo revisionista. En el marxismo clásico
Existe una seria crítica al trasfondo ideológico que sub- se cree en una marcha ascendente de la historia, regida por
yace a la noción cristiana de pecado. Al entender el pecado leyes casi naturales. «Bajo los presupuestos de esta fe, Marx
como un «desorden» y al expresarlo como una «transgre- es del todo consecuente cuando rechaza con horror toda mo-
sión», estaríamos privilegiando con ello el orden establecido ral puramente altruista, pero también aquella ética social ba-
y colocando el mal del lado del cambio y de la revolución. sada en la voluntad de reforma social y que tiende a una
En este sentido, la noción y vivencia de la culpa tendría una mera compensación de intereses. Marx considera a ambas
función «reaccionaria». como un esfuerzo que no hace otra cosa que retrasar lo que
Preferimos recoger la objeción de otra pluma distinta de tiene que venir y que vendrá por necesidad histórica» (38).
la nuestra. Comenzamos por un teólogo católico, que se pre- Para Marx no tiene cabida la moral ni el pecado; éstas se-
gunta si la noción de pecado no comporta un matiz de «uni- rían categorías «alienantes», supraestructuras o epifenómenos
dimensionalidad» y por tanto de alienación: «En cuanto al de la realidad.
pecado, es cierto que consiste en que el hombre se sitúa En el marxismo revisionista se considera que el progreso
como centro de interés en lugar de Dios. En consecuencia, el histórico no proviene a partir de leyes naturales. Se funda
mensaje cristiano convence al hombre de pecado y lo llama esencialmente en la potencia creadora del hombre. Y aquí
a morir al pecado. Pero, ¿no será cierto también que la moral hay que colocar la lucha social. El marxismo revisionista cti-
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tica una noción de pecado que se plantea como una ruptura cido con el orden querido por Dios, el pecado, según la ex-
del orden establecido. Para los marxistas revisionistas el pe- presión de Teilhard de Chardin, será una explicación del mal
cado está en ir en contra de la lucha necesaria para construir en una concepción fixista del mundo.
un mundo mejor. Sobre el fondo de tal perspectiva, la falta por excelencia,
A modo de ejemplo, oigamos a este respecto la voz de el mal, será la ruptura de este orden. Paralelamente, la pie-
Garaudy: «¿No podríamos decir que Dios se revela al hom- dad supone la aceptación de este orden...
bre como aquella fuerza de ruptura que se manifiesta en una Nos podemos preguntar si esta concepción tradicional
revolución social o en una lucha de liberación nacional? ¿Aca- del pecado no habrá sido, en cierto sentido, la expresión
so no está Dios en cualquier parte donde un grupo de hom- metafísica del orden social que ha dominado el Occidente
bres lucha para hacer de cada hombre un centro de iniciativa hasta el siglo XV» (39).
y de responsabilidad, un creador a imagen de Dios? ¿Por Ante estas críticas tenemos que admitir que muchas veces
qué habría de estar Dios siempre del lado del orden estable- la moral (en nombre del amor) ha rechazado el uso de la
cido y nunca a favor del cambio?...». coacción y al mismo tiempo ha prestado su apoyo a una situa-
Esta actitud conservadora ha venido recibiendo constan- ción de sumisión, «apoyo que, como contrapartida, llevaba a
temente una temible justificación: la interpretación tradicio- la fosilización del orden coactivo establecido» (40). El pe-
nal del pecado... cado se ha entendido como oposición a un orden establecido,
Según la concepción tradicional del pecado, las ideas de impidiendo así la dinámica ascendente de la historia.
protesta y rebeldía siguen ocupando un lugar central, pero Esta concepción de pecado no tiene sentido en una mo-
no conservan esta contrapartida de la grandeza trágica del ral auténtica. Es una supraestructura alienante y, en cuanto
rebelde. tal, descartable del mundo de la moral cristiana.
Con mucha frecuencia se presenta el orgullo como el pe- Sin embargo, no podemos estar de acuerdo con los mar-
cado por excelencia: pecar es no saber quedarse en su puesto. xistas en colocar el pecado simplemente en la negación de la
Se interpreta el mito bíblico en este sentido. El pecado con- lucha social. Puede darse el pecado tanto en la abstención
siste en la transgresión de un orden que imponía al hombre de la lucha social como en la misma lucha social; tanto en
ciertas prohibiciones y límites: la curiosidad por conocer, que el orden establecido como en el cambio. ¿Cómo es esto así?
se convierte en concupiscencia culpable del espíritu; el des- Es necesario admitir que la moral cristiana propone una
pliegue de la sexualidad humana, que se mira como concu- utopía para la humanidad que no es coincidente ontológica-
piscencia de la carne; la vivificante pasión por dominar la mente en ningún momento con los condicionamientos posi-
naturaleza y humanizar el mundo, que se convierte en tenta- tivos de la historia. Por otra parte, la adquisición de esa
ción de Lucifer. utopia no se realiza según un esquema de causalidad natural
¿No habría en el fondo de esa milenaria asimilación del a través de dichos condicionamientos: se requiere la inter-
pecado y la insubordinación, tal como lo ha sugerido el teó- vención de la libertad creadora del hombre.
logo americano Harvey Cox, unas razones políticas? A partir de estos presupuestos, el pecado no puede co-
Cuando en el siglo IV, bajo Constantino, el cristianismo locarse sin más ni en la ruptura del orden establecido ni en
se convierte en ideología dominante y aporta su respaldo a la negación del cambio. El pecado está en la no intervención
la autoridad imperial y a la jerarquía social, de la que él se perfecta de la libertad del hombre para relacionar los me-
erige en coronamiento; durante estos años, más de mil, en dios empíricos con la utopía. Y esto puede darse tanto en
que se impondrá esta asimilación temible del orden estable- la ruptura de un orden establecido como en la conservación
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del mismo. A partir de esta doctrina cobra su auténtico pues- ber suprimido la culpa heterónoma caen en una autonomía
to y su perfecto relieve la lucha social, al ser vista desde una desintegradora, permanece válida la amonestación: no se pue-
dimensión ética y no puramente empírica. de entender ni vivenciar el pecado en clave de heteronomía.
La culpa ética existe en referencia a una libertad: libertad
entendida como responsabilidad (43) y libertad entendida
d) El pecado como transgresión de un orden heteró- como autonomía.
nomo.
Formular el pecado como transgresión de un orden hete-
Queremos aludir, por último, a otra concepción del pe- rónomo sería entenderlo dentro de los esquemas de una «mo-
cado basada en una supravaloración del orden. Nos referimos ral de esclavos». Comportaría una vivencia cargada de maso-
a un orden que escapa a la autonomía de la persona: al orden quismo. Además, la culpa se resolvería en una ética basada en
heterónomo. el «complejo de dromedario».
Según corrientes filosóficas modernas y según la idea que De Nietzsche y de Sartre nos queda como válida la adver-
el hombre secular tiene de sí mismo, la persona se define por tencia de no formular la culpabilidad ético-religiosa en cua-
su autonomía. El humanismo actual nace del imperativo que dros de heteronomía. Advertencia que interpela seriamente
tiene todo hombre de llegar a ser una realidad autónoma. a la teología y a la pastoral del pecado.
La persona tiene como tarea el construirse a sí mismo y dar
un sentido al mundo por su libertad. Admitir una heterono-
mía sería claudicar en el imperativo más profundamente hu- 3. E L PECADO ENTENDIDO COMO «CULPA» Y EXPRESADO COMO
mano. «ACUSACIÓN».
A partir de este planteamiento no tiene sentido hablar
de una libertad condicionada por alguien exterior a ella. Vamos a aludir, por último, a otra noción y vivencia de
Tampoco tiene sentido hablar de un pecado como transgre- pecado que tampoco alcanza con plenitud la dimensión ético-
sión de un orden heterónomo. religiosa. Nos referimos al modo de entender el pecado como
Cierto que este punto de partida puede llevar a formula- «culpa» y expresarlo en clave de «acusación». Se trata de una
ciones inaceptables. Recordamos, entre ellas, las formulacio- formulación en la que el momento subjetivo de la culpabili-
nes de Nietzsche y de Sartre. Para Nietzsche la libertad dad nos queda integrado correctamente y da origen a una no-
autónoma significa «una existencia que sobrepasando sus pro- ción y vivencia de culpabilidad que permanece a un nivel psi-
pias estructuras normativas alcanza las posibilidades más cológico sin alcanzar el nivel ético-religioso.
auténticas de su ser por medio de una emancipación del in-
Como en las nociones incorrectas que hemos señalado has-
dividuo con vistas a una autorresponsabilidad radical y sobe-
ta aquí, también ésta que vamos a analizar ha entrado de lleno
rana» (41). Al final esta autonomía y esta sustantivación
en la vivencia cristiana de la culpabilidad falseando muchas
radical de la libertad, al convertirse en «voluntad de poder», veces la formulación teológica y la pastoral del pecado. Urge,
termina por ser prisionera de ella misma (42). Los héroes de pues, una revisión crítica a la luz de cuanto digamos a con-
Dostojewski son la traducción literaria de las ideas morales tinuación.
de Nietzsche. También la libertad autónoma de Sartre termi-
na por ser prisionera de ella misma; culmina en una «borra- Son muchos los aspectos en que se puede desdoblar la
chera de libertad». presentación del pecado como «culpa-acusación». Nos vamos
a concretar a los tres siguientes:
A pesar de estas y otras concepciones, que después de ha-
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a) La culpa en cuanto «individualización» de la con- dero del legalismo y a «la maldición de la ley» (Gal 3, 13).
ciencia moral. El pecado-culpa se desenvuelve en un angustioso círculo "
de maldición: «el penitente fervoroso se empeña en la tarea
Si entendemos el pecado como «culpa» ponemos de re- infinita de cumplir cabalmente todas las prescripciones de la
lieve el carácter de responsabilización individual. Frente a una ley; el fracaso de este empeño desencadena el sentimiento
responsabilización del grupo y frente a un automatismo ciego de culpabilidad; la observancia integral a la que recurre la
e «irresponsable», el pecado-culpa destaca al individuo como conciencia para disculparse aumenta la inculpación; y como
responsable. la atomización de la ley tiende a desplazar la vigilancia mo-
El hallazgo de la responsabilización individual es algo po- ral, absorbiéndola en prescripciones aisladas y hasta minúscu-
sitivo. Sin embargo, cuando se exagera este aspecto da lugar las, la conciencia gasta sus energías en un combate cuerpo a
a un concepto de pecado que no recoge la auténtica realidad cuerpo con cada una de ellas» (46).
de la culpabilidad ético-religiosa. Todo esto tiene su origen y su meta en el aislamiento o
A través de un análisis del significado del pecado-cul- individualización de la conciencia moral. «La conciencia cul-
pa (44) se puede concluir que, así entendida, la culpabilidad pable está cerrada en primer lugar por su condición de con-
queda «individualizada». Ello supone: ciencia aislada que ha roto la comunión de los pecadores.
Ahora bien, esa 'separación' se efectúa en el acto mismo por
— un marcado acento individualista de la conciencia mo- el cual toma sobre sí y sólo sobre sí todo el peso del mal.
ral, individualismo que entra tanto en la noción de En segundo término y de una manera aún más secreta, está
pecado como en la noción de salvación; cerrada por una oscura complacencia en su propio mal, por
— una preocupación por la gradación en la medida de la la que se hace verdugo de sí misma. En este sentido, la con-
culpabilidad: la conciencia gradúa, como en un tri- ciencia culpable no es ya tan sólo conciencia de esclavitud,
bunal, la responsabilidad en el pecado. La escrupulo- sino que es, en realidad, esclava; es la conciencia sin la 'pro-
sidad será una consecuencia patológica de este afán de mesa'» (47).
gradación en la responsabilidad;
— una puesta de relieve de la obligación como factor de-
terminante de la responsabilidad individual. Se insis- b) La culpa en cuanto «acusación agresiva».
te en la obediencia, en el cumplimiento exacto y por-
menorizado de la ley, y en la juridización de las ac-
ciones humanas. En el apartado anterior hemos interpretado la noción de
pecado-culpa a través del rasgo de «individualización» que
La comprensión y la vivencia del pecado en clave de «cul- le es inherente. También se puede interpretar a través del
pa», aunque suponga un gran avance en relación con el pe- rasgo de la «acusación».
cado-mancha o el pecado-transgresión, conduce a una situación Si entendemos el pecado como «culpa» estamos interpre-
que describe Ricoeur como «autoobservación, autoacusa- tando la culpabilidad como una autoacusación. El núcleo bá-
ción y autocondenación por la conciencia que vuelve sobre sico del pecado reside, según esta interpretación, en la inter-
sí misma» o «acusación sin acusador, tribunal sin juez, sen- acción o desdoblamiento del sujeto en juez-acusado.
tencia sin autor» (45). Más aún, lleva al hombre al atolla- La culpa-acusación comporta:
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— una gran carga de agresividad: el fracaso que se ex- En este tipo de conciencia el Yo se desdobla y se hace
perimenta en los comportamientos fallidos hace que ejemplar o arquetipo para él mismo. Nacen así una serie de
el sujeto se vuelva sobre él mismo para descargar principios o criterios de actuación que desempeña la función
todo ese «peso»; el gesto de «darse golpes de pe- de conciencia moral. Una conciencia formada preferentemen-
cho» sería como la ritualización de esa dinámica te por la idealización del propio yo es de marcado acento
interna de la culpa-acusación; perfeccionista: está preocupada excesivamente por mantener
— un bloqueo del camino que debiera llevar a la perso- y llevar a plenitud el «ideal» del yo. Además, suele tener
na hacia una realización creadora de su existencia y una tendencia clara a mirarse narcisísticamente a sí mismo,
de la existencia de los demás. HESNARD ha puesto ya que se trata del ideal del «propio yo».
bien de relieve la ineficacia de una culpabilidad que El pecado-culpa muchas veces aparece en personas con
vive para ella misma y que por el mismo hecho se una marcada tendencia a mirar su propia perfección, perso-
desentiende del compromiso en la realización del nas que no han superado la tentación de un perfeccionismo
mundo; egoísta.
— una gran dosis de angustia que origina en el sujeto
un estado de mala conciencia. La acusación que pesa
sobre el pecador le hace sentirse en una situación de III. NOCIÓN CORRECTA DE PECADO
desazón moral. ETICO-RELIGIOSO
Al vivenciar la culpa como una ocusación que pesa so- La culpabilidad ético-religiosa tiene una unidad de refe-
bre el sujeto se engendra en el pecador una situación «mór- rencia: el pecado personal. No se puede separar adecuada-
bida» o enfermiza. Hesnard ha hablado del «universo mór- mente la parte objetiva de la vivencia subjetiva; la culpabi-
bido de la culpa». Y no puede ser de otra manera. En efecto, lidad engloba necesariamente los dos elementos, ya que no
a la agresión de la acusación es normal que la persona res- puede hablarse de un pecado abstracto o separado de la per-
ponda con la vivencia del «dolor», dolor que al prolongarse sona, ni puede pensarse en una vivencia de culpabilidad que
genera una situación de «enfermedad». no tenga por objeto el mundo axiológico de la persona (48).
Sin embargo, por razones metodológicas, se puede des-
c) La culpa en cuanto manifestación de un «perfeccio- doblar la culpabilidad humana en dos momentos: el momen-
nismo nar asista». to objetivo y el momento subjetivo. RICOEUR llama a la pri-
mera dimensión pecado, y a la segunda culpabilidad;
La comprensión y vivencia del pecado como culpa dice «hablando en términos muy generales podemos decir que la
relación a un tipo de conciencia constituido por la «idealiza- culpabilidad designa el momento subjetivo de la culpa, mien-
ción del propio yo». Mientras que el pecado-transgresión se tras que el pecado denota su momento ontológico» (49).
conecta con una conciencia formada preferentemente por la Por su parte, CASTILLA DEL PINO habla de una posible re-
introyección de una norma externa, el pecado-culpa por su ducción metodológica y designa los dos momentos distin-
parte proviene de una conciencia para la cual el mecanismo guiendo el qué de lo que el sujeto hace y el cómo se culpa.
fundamental de formación lo constituye la idealización del Al abordar expresamente el momento subjetivo de la culpa
propio yo. anota que «no interesa ahora de qué el sujeto se culpa, sino
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cómo se culpa, el modo como la culpa se da en la concien- malo; sólo existe el mal que yo he hecho. Asumir el mal es
cia al margen de aquello de lo que se culpa» (50». un acto de lenguaje comparable a la palabra eficaz, en el
Aceptando esa posibilidad metodológica de distinguir la sentido de que es un lenguaje que realiza algo; es decir, que
culpabilidad en dos momentos, objetivo y subjetivo, exami- carga sobre mí la responsabilidad de una acción» (52). El pe-
naremos su estructura y coherencia a nivel de contenido y cado pone de manifiesto la libertad del sujeto: al tener que
a nivel de vivencia. cargar con las consecuencias de lo hecho, el sujeto se decla-
ra que fue responsable (se declara como quien pudo actuar
<Je manera diferente): hay, pues, una identidad moral a tra-
vés del pasado, presente y futuro. «Quien habrá de cargar
1. ESTRUCTURA Y COHERENCIA DE LA CULPABILIDAD ÉTICO-RELIGIOSA con la censura es el mismo que ahora asume las futuras res-
A NIVEL DE CONTENIDO. ponsabilidades de su acción porque es el que actuó. Afirmo
la identidad de quien asume las futuras responsabilidades de
¿Cuándo podemos señalar la existencia de una culpabi- su acción y de quien actuó. El futuro de la sanción y el pa-
lidad ético-religiosa? Separemos los dos aspectos, el ético y sado de la acción cometida se unen en el presente de la con-
el religioso, para estudiarlos de un modo adecuado. fesión» (53).
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tica específica de la negatividad. El pecado ético es una ne- b) La culpabilidad religiosa.
gación inducida en la realidad de los hombres en cuanto rea-
lidad específicamente humana. La culpabilidad ética puede abrirse al nivel religioso.
Esta afirmación se desdobla en dos aspectos complementa-
— La negatividad que induce el pecado ético en el mun- rios. Por una parte, afirmamos la posibilidad y la coherencia
do humano ha de interpretarse dentro de los cuadros de la de una culpabilidad ética que termina en ella misma y no se
historicidad humana. El pecado no es algo abstracto, sino abre a la dimensión de lo religioso. El fundamento de este
concreto: es una negatividad inducida en la historia de los aserto descansa sobre la afirmación de la posibilidad de una
hombres. Esta historia queda «negada» en la medida en que moral laica, según hemos expuesto en otro lugar (56). Si
la acción pecaminosa tenga un mayor o menor radio de ac- puede existir una moral válida apoyada en el valor absoluto
ción. Allí donde llega la fuerza expansiva de la acción peca- del hombre, también puede existir un pecado ético que no se
minosa se origina la negatividad histórica del pecado. abra al horizonte de lo religioso. Juzgamos que esta afirma-
— Esta negación histórica que induce el pecado ético en ción no prejuzga en nada la vieja polémica de la existencia
el mundo humano puede simbolizarse de muchas maneras del llamado «pecado filosófico» (57).
( = en la línea de la «expresión» y en la línea de «concep- Por otra parte, también afirmamos la posibilidad de abrir
tualización»): mediante el simbolismo de la «ofensa» al la comprensión de la culpabilidad ética a la dimensión reli-
hombre, destacando entonces los aspectos interpersonales en giosa sin que por ello quede desvirtuada. Aunque una insis-
términos jurídicos; mediante el simbolismo de la «no-reali- tencia excesiva en la vertiente religiosa del pecado puede
zación», poniendo de relieve el imperativo básico de la edi- llevar a consideraciones parcialistas y falsas (descuido del
ficación individual y comunitaria; mediante el simbolismo efecto; importancia excesiva de la intencionalidad; prepon-
de la «desintegración», valorando el mundo humano como derancia de los «derechos» de Dios; etc.) (58), no se puede
un orden que hay que mantener como algo positivo; median- afirmar sin más que la consideración religiosa o teológica
te el simbolismo de la «frustración», destacando los efectos del pecado entra dentro de una «dialéctica falsa» de la cul-
del pecado en clave psicológica; mediante el simbolismo de pa (59).
la «alienación», aludiendo al gran miedo que el hombre de La dimensión religiosa de la culpabilidad presupone en-
hoy siente de no ser él mismo y de no dejar que los demás tender la praxis humana con la profundidad que le propor-
lo sean; etc. ciona la fe en Dios. Si es plenamente coherente la fe en Dios
Los ragos apuntados describen el pecado ético en cuan- como dimensión del hombre y como instancia posible de una
to negatividad de la praxis humana. En la acción pecaminosa ética (60), también es plenamente coherente la dimensión
se verifica —en negación— la dialectividad de la acción hu- religiosa de la culpabilidad. Más aún, la religión coloca el
mana (55). No se puede entender el pecado si no acepta- pecado ético dentro de un universo nuevo de promesa, de
mos el sentido del hombre en cuanto ser comprometido con esperanza y de redención, de tal manera que la culpabilidad
la construcción de la realidad (dimensión cósmica del peca- se libera de un posible círculo vicioso de condenación (61).
do), en cuanto ser que actúa y interactúa en la construcción En todo caso, «situado en presencia de Dios, el mal queda
de la historia (dimensión histórica del pecado). Siendo el cualitativamente cambiado; consiste menos en una transgre-
hombre un ser capaz de alienar/alienarse y capaz de edificar/ sión de la ley que en una pretensión del hombre que aspira
edificarse, el pecado es la verificación práxica de esa posibi- a ser dueño de su propia vida. Querer vivir de acuerdo con
lidad negadora. la ley es, por consiguiente, otra expresión del mal, y hasta
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la más mortífera, por ser también la más disimulada: peor afirmando que es más que un «sentimiento de culpabilidad».
que la injusticia es la justicia propia. La conciencia ética no Hablando de vivencia de pecado, aludimos a una unidad
llega a saber esto, pero la conciencia religiosa, en cambio, funcional de todo lo psíquico y no limitamos la descripción
alcanza a comprenderlo. Ahora bien: este último descubri- al mundo concreto de los sentimientos o afectos. ¿Cómo po-
miento también puede ser expresado en términos de prome- demos describir la vivencia del pecado? (64).
sa y esperanza» (62).
— El rasgo fundamental de la vivencia del pecado es el
de la «pesadumbre», o mejor dicho, el del «pesar» (acción:
2. ESTRUCTURA Y COHERENCIA DE LA CULPABILIDAD ÉTICO-RELIGIOSA
A NIVEL DE VIVENCIA.
verbo sustantivizado). El pesar supone que hay algo que
está-ahí, y que está-encima-de-nosotros, gravitando literal-
La culpabilidad ético-religiosa tiene una dimensión sub- mente con su peso sobre nuestra conciencia.
jetiva: la resonancia interna dentro del sujeto. Si quisiéra-
mos exponer cumplidamente este aspecto tendríamos que ha- — El pensar proviene de lo hecho y de el haberlo hecho;
cer análisis detallado de la psicología de la culpabilidad. No por eso se puede creer en el perdón recibido y todavía queda
pretendemos llevar a cabo ese estudio. Únicamente nos va- el peso de el haberlo hecho.
mos a referir a algunos aspectos para ver la estructura de
una vivencia correcta de la culpabilidad ético-religiosa. — El pesar aparece con ingredientes de angustia; ésta
nace del carácter irreparable de lo hecho; surge de una es-
pecie de intento, fallido, por reparar o aliviar el peso.
a) La estructura psicológica del pecado ético-religioso.
— El pesar del pecado se vive dentro de un clima de
El pecado, en cuanto realidad ético-religiosa, tiene una preocupación: el pecado ocupa de una manera prevalente el
estructura psíquica. La culpa es un fenómeno ni más ni me- campo vivencial del sujeto. La preocupación puede conver-
nos complejo que otra acción del hombre. Tiene, sin embar- tirse en «obsesión» (ocupación indebida de todo el campo
go, una particular identidad para descubrir en ella los carac- de la conciencia); en «distorsión» de la conciencia de la si-
teres de toda acción humana. tuación en que se dio la culpa (provocando la sobreconcien-
Nos interesa, en un primer momento, conocer la estruc- cia o la subconciencia); «dilatación» de la vivencia del tiem-
tura psíquica del pecado para después valorar la función y po presente (por la reiteración de los mismos contenidos).
la coherencia o incoherencia ( = normalidad o anormalídadj
de la dimensión subjetiva de la culpabilidad. Sintetizamos la — En resumen: «pesadumbre, angustia, preocupación,
estructura de la culpa en el siguiente esquema psicoló- conciencia —falsa o real— de la culpa, lentificación de la ex-
gico (63): periencia del tiempo, son componentes de la vivencia de
culpa enlazados de forma irreductible en una serie de accio-
nes recíprocamente causales» (65).
1) Vivencia del pecado.
Hemos considerado la vivencia de culpa en lo que tiene
El pecado al ser una realidad humana tiene que ser vi- de específico. Pero tenemos que considerar que la vivencia
Venciado. ¿Cómo es esa vivencia del pecado? Comencemos de la culpa trasciende por fuera de ella misma y modifica la
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totalidad de la vida psíquica en su conjunto. Hemos visto — Responsabilidad psicosocial (génesis social de la cul-
cómo se altera la vivencia de tiempo; pero también se altera, pa; culpabilidad social).
incluso, el acontecer corporal (sueño, apetito, sed, etc.). ¿En
qué sentido se modifica la vida psíquica restante a partir de La responsabilidad psicosocial se gradúa a través del
la vivencia del pecado? principio de sociabilización. En términos psicoanalísticos di-
ríamos que se constituye la responsabilidad psicosocial a par-
— La vivencia de la culpa hace que el sujeto adquiera tir de la aceptación por parte del sujeto del «principio de la
una conciencia más clara de su situación frente a sí y frente realidad», la cual se opera mediante la introyección de la
a los demás: toma más conciencia de su responsabilidad, se conciencia de la realidad que poseen los otros.
inserta mejor en la praxis. Dentro de esta responsabilidad psicosocial parece la gé-
nesis social de la culpa. Es el quebrantamiento de una orde-
— Pero esta toma de conciencia de su responsabilidad nación del grupo en cuya integración el individuo se siente
en un clima de culpabilidad crea en el individuo una situa- comprometido. Se necesitan para ello dos cosas: que el gru-
ción de indecisión. A partir de la vivencia de culpa no es po tenga esta norma como «pauta»; y que el individuo se
extraño que aparezca en el sujeto la angustia ante una ulte- sienta comprometido con el grupo en este ámbito concreto
rior decisión (una inhibición ante el decidir). de esta norma precisa.
Del quebrantamiento de la pauta social nacerá la culpa-
— La culpa se alimenta a sí misma a través de las posi- bilidad (y la vivencia de culpa) de tipo psicosocial, con to-
bilidades de la vida psíquica del sujeto. La culpa, no resuel- dos los ingredientes que conlleva (de estima o desestima;
ta, contamina todo el ser y el hacer del culpable. «El sujeto de estímulo o de desesperación; de integración o de proscrip-
culpable no sólo vive la culpa, sino que, de no resolverla, ción del grupo).
vive sólo y exclusivamente para la culpa» (66).
Esta génesis psicosocial de la culpa tiene mucha impor-
tancia para explicarnos muchas de las situaciones éticas de
la juventud actual. En épocas de cuño tradicionalista, la res-
ponsabilidad psicosocial es la que prevalece; en cambio, en
2) Génesis de la culpa desde el punto de vista psico- épocas revolucionarias como la nuestra, la responsabilidad
lógico. psicosocial carece de importancia. La juventud de hoy se
siente cada vez menos comprendida con las pautas sociales
La génesis de la culpa depende de las diversas formas —en cuanto sociales—.
de responsabilización (o de las diversas formas de integra-
ción). En efecto, el pecado aparece desde el punto de vista
psíquico como una desintegración. La génesis del mismo, por — Responsabilidad ética (génesis ética de la culpa; cul-
lo tanto, ha de hacerse a partir de las diversas formas con pabilidad ética).
que el individuo se sienta integrado. Esto nos llevará a ver La responsabilidad ética se origina en el hombre cuando
diversas formas de culpabilidad. Distinguimos tres formas se siente comprometido o integrado dentro de una orde-
diferentes de génesis de la culpa, provenientes de tres for- nación humana. En esta ordenación actúa la libertad y la res-
mas diversas de responsabilización (o integración) y que con- ponsabilidad. Además de «socialización» (como en la forma
ducen a tres formas diversas de culpabilidad: de responsabilidad psicosocial) hay «historia». Existe ade-
96 97
más la «obligación» desde dentro del sujeto, y no sólo la la culpa se expresa como tal, en forma de pesar, de angustia
presión de fuera (aunque ésta sea internalizada o intro- ante los efectos posibles, de «desesperación» ante lo ya he-
yectada). cho y sus efectos visibles, de angustia ante la imposibilidad
El pecado se origina del quebrantamiento de esta inte- de deshacer lo hecho, de depreciación de sí mismo por lo
gración humana e interhumana. Se fragua dentro del juego hecho, etc.; y, en momentos de excepcional agudeza, por el
de responsabilidades y de libertades interhumanas. De ahí sentimiento de retrotraerse sobre ese pasado inmediato
que la culpabilidad sea de tipo ético (nacida de la libertad —aquél en el que se hizo lo indebido— en un inútil, inefi-
responsable y de la obligación interna). caz forcejeo por desear su vuelta y no haber hecho de la
forma que se hizo» (68).
— Responsabilidad religiosa (génesis religiosa de la cul-
pa; culpabilidad de tipo religioso). — Modos indirectos. Estas expresiones indirectas nacen
de la doble necesidad de ocultarse como culpable y de apa-
La responsabilidad religiosa supone una cosmovisión en recer como culpable para que desaparezca el pecado. Esta
la que el hombre se siente inmerso, integrado y comprome- tensión se resuelve mediante la expresión de la culpa por
tido. Esta cosmovisión se apoya últimamente en la «creencia» modo indirecto:
(Jaspers). En el cristianismo, esta creencia se convierte en
«fe» (relación interpersonal) y la cosmovisión se convierte en mediante los sueños;
«historia de salvación». La responsabilidad se vive en una
nueva dimensión, que no es de ningún modo alienante, sino mediante otros procesos de la conciencia en esta vígil:
plenificante. a) por proceso de racionalización (proceso mediante el cual
la persona se da a sí misma y tiende a dar a los demás la
El pecado entra dentro de esa corriente. Se origina por
explicación falsa, pero en apariencia suficiente, de lo que
el quebrantamiento de la ordenación religiosa, dentro de la
acontece, creando así un seudoequilibrio que le dispensa de
cosmovisión (creencia religiosa) o dentro de esa historia de
una introducción objetiva en su propio conflicto y, natural-
salvación (fe cristiana). La culpabilidad en este nivel recibe
mente, en su reparación); las formas de racionalización son
unas calidades completamente nuevas, que nos denota el mun-
muy variadas: fobias, crisis de angustia, «proyección orgá-
do de las religiones y sobre todo el mundo de la Biblia.
nica», obsesión; b) por dinamismos paranoides; c) temor de
la mirada ajena, susto, la evasión (jocosidad, dependencia de
la droga, trabajo, etc.).
3) Expresión de la culpabilidad.
98 99
sea perdonada sin que tenga que hacer de otra manera a sobreviene el pesar por la pérdida mayor o menor que acon-
como hizo. tece en la integración del sujeto de la acción dentro de la
El arrepentimiento sólo tiene sentido a través de una nue- comunidad en la que aquélla tiene lugar.
va acción, ahora positivamente valiosa, para componer los
efectos negativos provocados por la acción anterior. La alie- — Antes de la ejecución de las acciones, la necesidad
nación que la culpa suscita en el sujeto, si pretende superarse, de no-ser-culpable responsabiliza al sujeto. Pero, después de
no puede hacerse a expensas de la nueva alienación por el cometida la acción que atenta contra un valor o contra la
sufrimiento, sino a través de la desalienación que la opuesta integración del sujeto, se origina la necesidad del sentimiento
praxis ha de originar» (69). de pecado para que desaparezca esa desintegración. En efec-
to, en tanto que el problema está irresuelto aparece con niti-
dez en la conciencia; esto nos lleva a admitir: la persistencia
b) ¿Tiene sentido la vivencia del pecado? en la conciencia de acción mala llevará a solucionar el pro-
blema.
Después de haber visto la estructura psicológica de la
vivencia del pecado nos podemos preguntar: ¿tiene sentido
esta subjetivización de la culpa?, ¿es algo necesario o algo c) La normalidad y la anormalidad en la vivencia del
espúreo, y por lo tanto eliminable? pecado.
Conocemos la respuesta negativa de HESNARD (70): es
necesario eliminar la vivencia del pecado para alcanzar una La función que la vivencia de culpabilidad tiene dentro
moral auténtica. Para él toda vivencia de culpabilidad ( = a de la economía del psiquismo puede realizarse o no reali-
lo cual llama «pecado») es de carácter neurótico y por lo zarse. Eso depende del modo normal o anormal de vivencia
tanto no tiene ningún sentido. En otro lugar hemos dicho de culpa. En este último caso la vivencia de la culpabilidad
que este planteamiento de HESNARD es válido para una vi- no se pone al servicio de la economía del psiquismo, es de-
vencia patológica de culpabilidad; pero no toda vivencia del cir, al servicio de la recuperación del equilibrio mediante la
pecado es, de por sí, patológica. reparación; se alimenta a sí misma y se constituye en fin
Aceptamos, más bien, la opinión de CASTILLA DEL PINO, para el sujeto.
que ve una función y un sentido en la vivencia del peca- La coherencia o el sentido de la vivencia de culpabilidad
do (71). La expone del siguiente modo (72): se mide por su normalidad psíquica. Por eso nos interesa
señalar los rasgos patológicos y sus rasgos normales. He aquí
— La culpa y la vivencia de culpa tiene una economía
un elenco de los mismos:
dentro de la persona: depende de la integración de la misma
en un universo de valores (entendemos éstos como origina-
rios o como consecutivos); da seguridad al valor de la pra-
1) Rasgos patológicos.
xis humana (haciéndola responsable); introduce a la persona
en la realidad.
— La vivencia del pecado a veces se convierte en sí
— Es pecado y la vivencia del pecado es un resorte o misma en una vivencia neurótica, que puede tener como in-
una fuerza que tiene la persona para denotar la desintegra- grediente específico: a) la obsesión: ocupa todo el ámbito
ción (psicosocial, ética o religiosa). Tras la acción culpable de la conciencia, perdiendo importancia psicológica todo lo
100 101
demás y haciendo que el sujeto viva «de» y «para» su culpa; mecanismos obsesivo-compulsivos cuya violación produce te-
b) la agresividad: cuando la autocensura o sentimiento de rror, angustia irracional, más que un pesar matizado positi-
indignidad orienta la vida psíquica «contra» uno mismo lle- vamente.
vando al sujeto hacia una autopunición y hacia un proceso de
autodestrucción; c) la angustia: cuando se desorbita el carác- — De un modo concreto, conviene llamar la atención
ter «irreparable» de la falta y se «fija» la vivencia hacia atrás sobre determinadas propensiones morbosas que desde el pun-
(querer vivir la imposible repetición de lo hecho) y hacia to de vista de la higiene mental puede afectar a la práctica
adelante (lanzar la conciencia hacia un vacío absoluto). sacramental de la confesión (75): a) narcisismo: sobre todo
en personas de mucha práctica religiosa; b) magia: enten-
— Otras veces la vivencia del pecado comporta una se- diendo el perdón como algo irracional; c) represión: median-
rie de reacciones descontroladoras de la vida psíquica, lle- te la formación de ideales morales abstractos inalcanzables;
gando hasta modificar patológicamente la vivencia del tiem- d) individualismo.
po (del pasado, del presente y del futuro), del espacio de la
vida neuro-vegetativa (sueño, apetito, sed, etc.).
2) Estructura normal de la vivencia de culpabilidad.
— La anormalidad en la vivencia del pecado se pone de
manifiesto en las alteraciones psicóticas que sufre la concien-
La vivencia de la culpabilidad tendrá su sentido y su co-
cia (73): a) depresión: nace de la hiperestesia del dolor
herencia si realiza de un modo correcto la función que tiene
moral y lleva a la exagerada consideración de la indignidad
dentro de toda la realidad compleja de la culpabilidad ético-
moral (va desde la exageración de las pequeñas faltas actua-
religiosa.
les o pasadas hasta el sentirse «condenado» para siempre);
b) psicosis maníaca: elevación del tono vital y disminución Podrimos resumir, de un modo global, la normalidad y
de los mecanismos de autocontrol (lleva al embotamiento de coherencia de la vivencia de la culpabilidad en las siguientes
la conciencia moral y hasta su anulación completa); c) pa- afirmaciones, que expresan otros tantos rasgos de la extruc-
ranoia: proyección de la conciencia moral (y de los correspon- tura normal de la culpabilidad en su instancia de subjetivi-
dientes sentimientos de culpa) fuera del sujeto. zación:
104 105
cuando se hallan en estado» (De bono conjugali: PL 40, 377). San Gregorio Magno (39) R. GARAUDY, LO que espera un no-cristiano de la Iglesia en el problema
quiere que el hombre se abstenga algún tiempo antes de entrar en la Iglesia; esta de la formación y del desarrollo de las normas de la vida pública: «Concilium»,
abstención es una prueba de respeto hacia el lugar sagrado {Epístola 64: PL 11, número 35 (1968), 224-226.
377). Como transmisor de una doctrina tradicional, Cesáreo de Arles recomienda (40) KORFF, /. c, 400.
en la predicación a los fieles la abstención del uso matrimonial: antes de las
(41) Ibíd., 394.
fiestas, sobre todo si se ha de comulgar; durante la cuaresma y hasta el fin de
(42) Ibíd., 396.
fiestas de pascua, el domingo, durante el embarazo (Sermo 16: PL 39, 2.241;
Sermo 33: PL 39, 2.268; Sermo 199: PL 39, 2.024; Sermo 44: PL 39, 2.298. (43) Sobre la libeitad leal (no ideal) del hombre pecador, cfr. VIDAL, o. C,
2.300). (M. VIDAL, o. C, 85). 372-373.
(22) B. HÍRING, Perché non credo? (Asís, 1968),. 36. (44) RICOEUR, O. C, 365-433.
(23) RICOEVS., o. c, 277. (45) P. RICOEUR, Culpa, ética y religión: «Concilium», n. 56 (1970), 333-335.
(24) «El alma no es inficionada al contacto con las cosas inferiores, por vir- (46) RICOLUR, Finitud y culpabilidad, 427.
tud de éstas, como si ellas obrasen sobre el alma, sino más bien en sentido inverso: (47) Ibíd., 428.
el alma se mancha con su propia acción al adherirse a ellas indebidamente, con- (48) Sobre la dimensión objetiva y subjetiva de la moral, cfr. M. VIDAL,
trariando el orden de la razón y de la ley divina» (I-II, q. 86, a. 1 ad 1). «¿Moral objetiva» o «moral subjetiva?» El personalismo de alteridad como fun-
(25) Cfr. A. HORTELANO, Nuevos aspectos de la conciencia moral. «Moral y damentaáón crítica de la moral: «Sal Terrae», 64 (1974), 563-575.
hombre nuevo» (Madrid, 1969), 133-139; J. ENrRES, Valsas interpretaciones bioló- (49) RICOEUR, O. C, 366.
gicas y sociológicas de la conciencia: «La conciencia moral hoy» (Madrid. 1971),
(50) C. CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid, 1968), 59.
5-36.
(51) P. RICOEUR, Culpa, ética y religión: «Concilium», n. 56 (1970), 335-341.
(26) MONDEN, o. c, 13.
(52) Ibíd., 336.
(27) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 7.
(53) Ibíd., 337.
(28) BAUDOUIN, l. C, 2636.
(54) Ibíd., 337.
(29) MONDEN, O. C, 14.
(55) CASTILLA DEL PINO, O. C, 43-57.
(30) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 315-322.
(56) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 116-121.
(31) «El teólogo no debiera olvidar que el mismo Santo Tomás constata tris- (57) Cfr. R. MASI, El pecado filosófico: El pecado en la filosofía moderna
temente en repetidas ocasiones que la mayoría de los hombres viven al nivel de (Madrid, 1963), 7-28.
sus pasiones; en lo cual, precisa,, son víctimas de las influencias de los astros
(58) CASTILLA DEL PINO, O. C, 43-44.
(I, q. 115, 4 ad 3; I-II, q. 95, 5 ad 3; II-II, q. 95, 5 ad 2; III Contra Gentes, 85)
y de la acción de Satanás, que no tienen ningún poder sobre los actos humanos, (59) Ibíd., 285-289.
pero que ejerce su acción sobre la imaginación y el apetito sensible (I-II, q. 80, (60) M. VIDAL, O C, 116-121.
1-4; II-II, q. 95, 5; III Contra Gentes, 93). Raros son (pauci, pauciores, escribe (61) RICOEUR, /. c, 341-346.
Santo Tomás) los que superan este nivel» (A. PLE, Vida afectiva y castidad [Bar- (62) Ibíd., 344.
celona, 1966], 102-103). (63) Seguiremos muy de cerca —resumiéndolo algunas veces— el libro de
(32) J. L. L. ARANGUREN, Etica (Madrid, 19725), 53. C CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid,. 1968). Prescindiendo de la interpreta-
cion que hace, nos parece una exposición muy acertada de la estructura psicoló-
(33) C. CASTILLA DEL PINO, La culpa (Madrid, 1968), 44-45. gica de la culpa.
(34) M. V m u , o. c, 34-44. (64) Ibíd., 60-72.
(35) HARING,. O. C, 1S. (65) Ibíd., 65.
(36) «La visión de los manuales de una cierta escuela casuística, destinados (66) Ibíd., 69.
al confesor-juez y al penitente afanado y angustiado por la confesión completa, (67) Ibíd., 197-252.
insistía unilateralmente sobre la ley-límite, sobre el mínimo legal a cumplir. Y (68) Ibíd., 189-199.
esto de manera que pudiese ser valorado externamente. Incluso más. Tales ma- (69) Ibíd., 268.
nuales, orientados por esta visión jutídica del sacramento de la penitencia, tra- (70) A. HESNARD, Morale sans peché (Paris, 1954).
tan de concretar, con la mayor exactitud posible, las determinaciones que entra- (71) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 376-377.
ñan la pena de pecado mortal y las que sólo alcanzaban el nivel de pecado venial. (72) CASTILLA DEL PINO, o. c, 123-196.
Así, era pecador el transgresor del mínimo legal, quien no practicaba la obra (73) C ENGELHARDT, Aspecto psicológico de la culpa. Renovación y pastoral
mandada bajo pena de pecado, mientras que, frecuentemente, no se juzgó pecador de la confesión (Madrid, 1971), 21-22.
a quien se confesaba de descuidar cuatro de los cinco talentos recibidos, con daño (74) Ibíd., 25.
propio,, del bien común y de la gloria de Dios» (HARING, O. C, 23-24).
(75) A. TORNOS, Perspectivas sicológicas de la celebración de la Penitencia:
(37) J. POHIER, ¿ES unidimensional el cristianismo?: «Concilium», núm. 65 «Para renovar la Penitencia y la Confesión» (Madrid, 1969), 115 ss.
(1971), 198-99. (76) CASTILLA DEL PINO, O. C, 273.
(38) W. KORFF, Aportas de una «moral sin culpa»; «Concilium», núm. 56 (77) Ibíd, 273.
(1970), 402. (78) Ibíd., 276.
106 107
3 / CONCEPTUALIZACION
TEOLÓGICA DEL «PECADO» PARA
UN MUNDO SECULARIZADO
LA VISION CRISTIANA DE LA CULPABILIDAD HUMANA
111
den de la visión central o nuclear que se tenga para concep- operativa su presencia en la historia. Ineludible tarea para
tualizar el pecado. el cristiana y para el moralista que debe reconceptualizar con-
Advertimos desde el principio que la conceptualización tinuamente su elaboración reflexiva ética. Quizá sea el tema
del pecado la queremos hacer desde y para la situación ac- del pecado uno de los grandes temas más necesitados de la
tual. Se trata de un «desde» (o un «para») que condiciona reflexión teológica cristiana dentro de las perspectivas de un
todo el edificio comprensivo. En efecto, la realidad del pe- hombre y de unos grupos que son agentes de un proceso de
cado puede tener —y de hecho ha tenido— una pluralidad secularización» (1).
de formulaciones. A nosotros nos toca encontrar para la si- La secularización, en cuanto rasgo definidor del momen-
tuación actual aquella formulación que sea fiel a las exigen- to actual, nos urge a replantear el tema del pecado. El tras-
cias tanto de la fe, como de las urgencias culturales del mo- fondo ideológico que subyace a la conceptualización teológica
mento presente. de la culpabilidad precisa ser revisado a partir de la crítica
de la secularización.
No hará falta anotar que al poner de relieve la impor-
De un modo más concreto, es necesario tener en cuenta
tancia de la situación actual como el lugar desde donde con-
la «mayoría de edad» del hombre y la nueva manera de en-
ceptualizamos teológicamente la realidad del pecado no di-
tender la presencia de Dios en la vida humana. Tenemos que
luimos el contenido teológico en categorías histórico-cultura-
formular la conceptualización teológica del pecado dentro de
les. Por el contrario, ponemos mayor énfasis en el valor de
este nuevo contexto.
la fe, en cuanto puede ser expresada de múltiples formas sin
Con estas advertencias por delante, tratamos de hacer la
que sea reducible o identificable a ninguna de ellas.
conceptualización teológica del pecado siguiendo estos pa-
Parece ser un anhelo común de teólogos y pastoralistas sos: asumiendo, en primer lugar, el mensaje fundamental de
el encontrar la coherencia del cristianismo dentro de las la Biblia sobre el pecado; valorando, en un segundo momen-
cambiadas y cambiantes situaciones del mundo actual. Ello to, las formulaciones vigentes en la teología y en la pastoral
comporta una profunda revisión de planteamientos vigentes sobre la culpabilidad ético-religiosa; y, por último, presen-
hasta ahora, una búsqueda de la originalidad cristiana, y una tando un modelo teológico para comprender adecuadamen-
valiente proyección de cristianismo hacia el futuro. La no- te el pecado en el momento actual.
vedad de la hora presente y la vigencia permanente del men-
saje evangélico constituyen los dos polos de donde brotan
las urgencias ineludibles. I. EL PECADO EN LA REVELACIÓN CRISTIANA
Con relación al tema del pecado, HARING ha expresado
muy bien este necesario punto de partida: «la teología moral El contenido bíblico sobre el pecado es muy denso y muy
y la práctica pastoral se encuentran hoy día ante la aparición extenso. Los numerosos estudios sobre el tema lo han puesto
de un hombre nuevo que viviendo en un mundo nuevo, ha de manifiesto (2). No pretendemos volver a insistir sobre
de enfrentarse a nuevos temas y a nuevas tareas... En este todos y cada uno de los aspectos de la revelación bíblica so-
contexto de novedad, de búsqueda y de crítica, el cristiano bre la culpabilidad. Nos interesa asumir los puntos decisivos
—personas y comunidades— sigue teniendo ante sí la tarea a tener en cuenta para una formulación cristiana del pecado.
de ser levadura en la masa y sal en la tierra. Hombre y men- ¿Qué sentido tiene el pecado en el mundo bíblico?,
saje evangélico, harina y fermento: he ahí los dos polos que ¿cómo se entiende esta categoría?, ¿cómo vivencia y expresa
el cristiano tiene que considerar a la hora de hacer lúcida y el hombre de la Biblia la culpabilidad? La respuesta a estas
112 113
preguntas será una aportación sumamente enriquecedora para Se trata de un elemento decisivo en la teología bíblica del
una teología y una pastoral que pretendan ser auténticamen- pecado.
te cristianas. Esta perspectiva de la Alianza da a la culpabilidad tres
dimensiones que son elementos constitutivos en la compren-
sión que un creyente tiene del pecado:
A) REVELACIÓN DEL PECADO EN EL ANTIGUO TESTA-
MENTO — Dimensión religiosa. El pecado se entiende como una
realidad «ante Dios». La confesión religiosa del pecado en-
Sintetizando al máximo los elementos esenciales del men- cuentra en la expresión «contra ti» o «delante de ti» su for-
saje veterotestamentario sobre el pecado, juzgamos necesa- ma más precisa (5).
rio hacer referencia a tres aspectos: el «encuadre teológico» El pecado es una realidad «contra Dios» porque es rup-
en el cual se entiende y se vivencia la realidad del pecado; tura de la Alianza. Son múltiples los pasajes veterotesta-
la detectación del «hecho» del pecado, y la valoración que del mentarios que hablan del pecado en términos de ruptura con
mismo se hace a partir de la fe. Dios. Recordamos la descripción que hacen del pecado los
profetas Oseas, Jeremías, Isaías y Ezequiel a través de la sim-
bología de la ruptura del vínculo matrimonial ( = adulterio;
infidelidad conyugal): Os 1-3; Jer 2, 2 23; 3, 1-5; 3, 19-25;
1. E L «ENCUADRE TEOLÓGICO» PARA COMPRENDER Y VIVENCIAR EL 4, 1-4; 9, 1; 11, 10; Ez 16, 59; Is 24, 5; 48, 8; 54, 6;
PECADO.
62, 4-5.
Como contrapartida de una ruptura de la Alianza, el pe-
En el Antiguo Testamento aparece el pecado —en sus cado aparece como la falsa autoafirmación del hombre (6).
múltiples matices expresivos y vivenciales— como el reverso Al negar la vinculación con Dios, el pecador intenta edificar-
del Plan de Salvación: como aquel conjunto de iniciativas se sobre su autosuficiencia. Son también abundantes los tex-
humanas que hacen fracasar o retardan la realización del de- tos bíblicos que hablan de este reverso del pecado como falsa
signio de Dios. Es cierto que la reflexión judía tardía identi- autoafirmación del hombre: Os 7, 15; 13, 6; Is 1, 4; 30, 9-11.
ficará el designio divino con la Ley y conectará, consiguien- Se puede llevar a extremos peligrosos la dimensión reli-
temente, la realidad del pecado con la desobediencia a la giosa del pecado cuando al insistir excesivamente en el «de-
ley (3); sin embargo, la corriente más rica del Antiguo Tes- lante de Dios» o «contra Dios» hay un olvido de la dimen-
tamento insistirá siempre en la visión del pecado como nega- sión horizontal. No acaece así en el Antiguo Testamento: la
ción del plan salvífico de Dios (4). dimensión religiosa da una profundidad mayor a la vertien-
La categoría clave a través de la cual se entiende y se te humana de la culpabilidad. El «contra Dios» es la mejor
vivencia el pecado en el Antiguo Testamento es la de la formuación del «contra el hombre».
ALIANZA. El pecado es la ruptura o la negación de la
Alianza. Esta visión va implícita en el vocabulario vetero- — Dimensión intrahistórica. Al entender el pecado en
testamentario para designar el pecado. referencia a la Alianza el Antiguo Testamento se libra de
La Alianza, en cuanto realidad religiosa y en cuanto ca- una comprensión abstracta del mismo. El pecado acaece den-
tegoría teológica, da la perspectiva exacta para enmarcar la tro de la historia humana, así como la Historia de Salvación
culpabilidad en el mundo bíblico del Antiguo Testamento. se verifica dentro de la historia humana. La reflexión vetero-
114 115
testamentaria sobre el pecado no proviene de la abstracción, las dimensiones de religiosidad, de intramundanidad y de co-
sino de situaciones concretas vivenciadas a través de la fe (7). munitariedad en la comprensión y en la vivencia del pecado.
El pecado se entiede y se vivencia dentro de una histo-
ria humana. Por eso mismo la acción pecaminosa se valora
desde dentro de la historia. Es una acción intramundana; su 2. LA FE COMO FUERZA DETECTADORA DE «SITUACIONES DE PECADO».
116 117
esta riqueza de expresiones para hablar del pecado. El Anti-
a) Nivel expresivo o documental.
guo Testamento nos podría ayudar a recuperar una riqueza
perdida. Para la situación actual, juzgamos que la forma ex-
La historia de las religiones constata la existencia de una
presiva más adecuada es el «oráculo profético». Sin descuidar
gama variada de formas expresivas de la culpabilidad. La
las otras formulaciones, en el profetismo creemos que se en-
fuerza religiosa ha creado cauces para la vivencia y confesión
cuentra la forma más adecuada para expresar el pecado en el
del pecado dentro de la comunidad. Los documentos que nos
mundo actual.
han dejado las diversas religiones son la prueba de esa crea-
tividad expresiva frente al mal moral. La riqueza del nivel
expresivo de la culpabilidad suele coincidir con la riqueza en
b) Nivel de contenido o de valores.
la comprensión o valoración del pecado.
La fe veterotestamentaria supo crear cauces muy ricos y
La fe judía supo detectar hechos y situaciones de pecado.
muy variados para expresar la culpabilidad. Existe en el An-
Ello supone de fondo un esquema valorativo del bien y del
tiguo Testamento una gama de documentos en que se habla
mal. Al igual que en los documentos de otras religiones, en
del pecado. Recordamos los siguientes (9):
los escritos del Antiguo Testamento encontramos una valo-
— códigos (rituales, penales, civiles, políticos, mora- ración fáctica del pecado.
les, etc.): en los que el pecado aparece expresado dentro de Dejando fuera de nuestros horizontes la reflexión sapien-
un contexto de Alianza y a través de fórmulas imperativas y cial del origen del pecado (Gen 1-11), señalamos la delecta-
prohibitivas; ción del pecado por la conciencia veterotestamentaria en tres
grupos de documentos:
— crónicas: en las que se cuentan historias de pecado
(como, por ejemplo, las de Saúl y David); — En las prohibiciones e imperativos formulados en un
— himnos: en donde vibra la angustia, la confesión y contexto de Alianza se expresan situaciones de pecado que
la imploración en relación con los pecados cometidos; han sido asumidas de la vida real del pueblo en sus diversos
ámbitos de realización. La tradición sacral de la Alianza pasa
— oráculo: mediante los cuales los profetas denuncian, a manos de carismáticos y más tarde de levitas y encuentran
previenen y amenazan situaciones de pecado de carácter más su formulación en códigos.
bien estructural y colectivo; En los grandes Códigos del Antiguo Testamento quedan
— proverbios o sentencias: que transforman en refle- enunciadas y denunciadas situaciones «tipológicas» de pecado.
xión sapiencial los imperativos de los códigos, el lamento de
los salmos y el rugido de los oráculos; Decálogo (Ex 20, 2-17).
Código de la Alianza (Ex 20, 22-23).
— etiologías: narraciones en las que se busca la causa Código deuteronómico (Deut 5, 6-18).
del mal moral (como ejemplo típico, los primeros capítulos Decálogo ritual (Ex 34, 11-16).
del Génesis). Código de sanidad (Lev 17-26).
Esta gama de expresiones desborda los límites del «mora-
Dentro de esta misma línea hay que recordar: el Salmo 15,
lismo» y de la «especulación» en la consideración del pecado.
que constituye una tora con 10 prescripciones; los catálogos
La teología y la pastoral cristianas no siempre han conservado
119
118
de Ezequiel, de 6 términos (33, 25-26) y de 12 términos cepción premoral de culpabilidad. Entre estas formas primiti-
(18, 5-9); una especie de dodécalogo que recitaban los levi- vas y arcaicas se pueden citar las siguientes: a) dentro de una
tas (Deut 27, 15-26). mentalidad del pecado-mancha: pecados de ignorancia (Job 1,
5; Lev 4, 2. 27; Núm. 15, 22.27); pecados ocultos (Sal. 19,
— En los oráculos de los profetas se constata una pola- 13; 90, 8); pecados olvidados (Sal. 25, 7). b) Se habla tam-
rización preferencial hacia determinadas situaciones de peca- bién de pecado en relación con un acto puramente material
do. Tres son los pecados que con mayor insistencia denun- sin intencionalidad: el perjurio de Jonatás (1 Sam 14, 24.
cian los profetas: 44), el pecado de Onza (2 San 6, 6-8).
a) la incredulidad práctica (Is 22, 8-11); 30, 1-5. 15-
16): confiar más en el poderío humano que en Dios; contruir
unos planes de salvación al margen de la Historia salvífica 3. VALORACIÓN DEL PECADO A PARTIR DE LA ALIANZA.
de Dios;
La fe judía hace una valoración del pecado a la luz de la
b) la contaminación del culto (Os 2, 4-7. 10-15; 4, Alianza. Los escritos veterotestamentarios insisten en algu-
11-14): servirse de lo religioso para otros fines; «instrumen- nos aspectos que han pesado ya al dominio de la catequesis
talizar» la fe en orden a ventajas políticas; actual sobre el pecado. Los recordamos, sin hacer un análi-
sis de su contenido:
c) la opresión del débil. Sobre este tema insisten de un
modo dramático todos los profetas de Israel: Amos 2, 6-8; — El pecado es una pérdida de Salvación. Siendo el pe-
8, 4-7; Oseas 4, 1-3; Isaías 1. 15-17. 19-20; 5, 8; 10, 1-3; cado una ruptura con Dios es natural que sea al mismo tiem-
Jeremías 5, 26-29; 22, 13-18; Isaías 58, 3-9. po una pérdida de Dios. Ello supone perder también la Sal-
En la predicación de los profetas encontrará la concien- vación. El pecador vive «ausente» de Dios, «extraviado» de
cia cristiana de todos los tiempos una valoración tipológica la Salvación. De ahí que uno de los simbolismos fundamen-
para detectar las situaciones de pecado de cada momento his- tales para expresar la culpabilidad sea el simbolismo de la
tórico. cautividad: vivir lejos de la presencia, extrañados de la vida
de la comunidad de Salvación. La vuelta a Dios se expresa-
— En la reflexión sapiencial también se detectan situa-
rá con el simbolismo de la conversión o de la vuelta del des-
ciones de pecado contra el débil (Prov 1 4 , 2 1 . 3 1 ; 1 7 , 5 . 1 5 ;
tierro.
19, 17; 22, 22-23; Job 20, 4-5. 10. 18-19. 23, 29). Sin em-
bargo, lo más característico de los sabios es la aportación de — El pecado es construir su propia historia al margen
un matiz humanista y de una orientación pedagógica en la de la Historia de Salvación. En el fondo del pecado está el
reflexión sobre el pecado. orgullo y el deseo de asemejarse a Dios (Gen 3, 5). El pe-
No carecen de interés las enumeraciones de pecados que cador es el que confía en su propia valía y no acepta los pla-
encontramos en la literatura sapiencial. Por ejemplo, los ca- nes de Dios. Pecar es hacer un intento de «endiosamiento»;
tálogos de Prov 3, 11-14 (cfr 6, 16-19) y la enumeración es intentar construir la Torre de Babel. De ahí que el peca-
que hace Job (c. 31) de catorce especies de pecado en una do aparecerá concretado de un modo claro en los intentos de
confesión negativa. totalitarismo humano.
Junto a estas detectaciones de pecados ético-religiosos el
Antiguo Testamento todavía conserva residuos de una con- — El pecado es oposición a la voluntad de Dios. Den-
120 121
colocar en el horizonte de la comprensión y vivencia de la
tro del clima de la Alianza el pecado aparece como una des-
culpabilidad a Cristo y a la Comunidad de la Iglesia. La va-
obediencia. Pero no se trata de una transgresión de una ley
loración, consiguientemente, tiene matices de mayor profun-
fría o de un mandato sin rostro. La desobediencia del pecado
didad y seriedad.
se entiende en referencia al Dios de la Alianza. De ahí que
Reduciendo al máximo la síntesis sobre lo esencial vamos
se exprese en términos de infidelidad. Pecar es no «escuchar
a fijarnos en aquellos elementos que nos dan las pautas más
la voz de Dios» (Deut 8, 20; 9, 23; 18, 16; 15.45.62).
fundamentales para hacer una presentación cristiana de la
— El pecado es entrar en el camino de la perdición y culpabilidad. Detendremos nuestra atención en tres momentos
de la ruina. La literatura sapiencial pone de relieve el carác- de la revelación neotestamentaria: Sinópticos, San Pablo y
ter destructivo del pecado desde el punto de vista humanis- Escritos de Juan.
ta y pedagógico. Los profetas radicalizan esta dimensión: el
pecado es mentira y confusión de la persona (Jer 3, 23; 5,
30-31), es fuente de desgracias (Jer 17, 1). El relato del 1. PRINCIPALES CATEQUESIS DE LOS SINÓPTICOS SOBRE EL PECADO.
Mt 25, 31-46. — orgullo: Le 16, 15; 18, 9-14; 20, 46; Mt 23, 6-7;
— El pecado se mide , en su profundidad, desde la radi- — dar importancia a lo que no la tiene y descuidar
cálidad de la persona. lo más importante: Mt 23, 16-22;
— explotar a los demás: Me 12, 40; Le 20, 47;
Opción entre el Reino de la luz y de las tinieblas:
— estar apegados a las riquezas: Le 16, 14.
Mt 6, 24.,
Condiciones del seguimiento de Cristo:
2. E L PECADO EN LA TEOLOGÍA PAULINA.
Mt 10, 37-39 (par.).
Tres aspectos juzgamos necesarios destacar en la teología
Parábolas de las opciones radicales:
de San Pablo sobre el pecado. Creemos que son los puntos
Mt 13, 44-50. más originales y que deben permanecer vigentes en la con-
ciencia cristiana.
— El pecado se vivencia, se expresa y se recupera en la
Comunidad. — El pecado como situación: el pecado personificado.
Regla de la Comunidad cristiana: En Rm 3, 9 (cfr. Gal 3, 22) afirma Pablo que todos los
hombres, incluidos los judíos, se encuentran «bajo el peca-
Mt c. 18 do». A partir de Rm 5, 12 hasta 8, 10 el término es em-
(corrección; perdón de las injurias). pleado más de 40 veces en su sentido específico de singular.
124
125
En este contexto (y en otros pasajes: 1 Cor 15, 56; 2 Cor 5, Pablo divide la vida de los que han creído en un «antes»
21; Gal 3, 22) el pecado personificado tiene un significado y en un «ahora». En el «antes»: la condición era carnal; la
teológico muy rico, que se puede desdoblar en las siguientes carne era la inductora del pecado, bajo el dominio de la ley.
afirmaciones (10): De ahí los matices oscuros con los que pinta Pablo la vida
El pecado es un poder que entra en el mundo con la de los creyentes antes de la conversión.
transgresión de Adán y ha pasado a todos los hombres hasta En el «ahora» de la vida en fe, ¿tiene fuerza el pecado?
llegar a la misma criatura material (Rm 8, 19-22); sin po- El cristiano es criatura nueva, pero el mundo antiguo per-
der afirmar que Pablo identifique el pecado con Satanás, le dura en él. Vive en un «entretiempo» en el que es posible
atribuye sin embargo el papel que la Sabiduría atribuía al el pecado. De aquí el aspecto paradójico de la enseñanza pau-
diablo (Rm 7, 11). Pablo, como los escritores judíos de su lina en los pasajes del «indicativo» y del «imperativo».
época, atribuye el mal físico y moral a Satanás (1 Tes 3, 5; Haciendo una llamada a la criatura nueva, Pablo pone
Rm 5, 12; 1 Cor 5, 5; 7, 5; 2 Cor 2, 11; 12, 7). Al De- en guardia a los cristianos contra las influencias del mal:
monio se dirige el culto de los ídolos (1 Cor 10, 20-21); él 1 Cor 7, 5; 10, 20-21; 2 Cor 2, 11; 6, 14.7, 1; Rm 16, 20.
es el rey y dios de este mundo (2 Cor 4, 4). Solamente en La comprensión paulina del pecado en la existencia del
la Parusía quedará vencido (1 Cor 15, 24-25). creyente se basa en la comprensión de la antropología cris-
El pecado trae consigo la muerte. En Rm 5-8 se afir- tiana. El creyente vive un «entretiempo» en el que opera la
ma no menos de 15 veces la unión entre pecado y muerte fuerza de salvación y la fuerza del pecado. La lucha por el
(5, 12.17.21; 6, 16.21.23; 7, 5.10.11.13. 23-24; 8, 2.6.13). bien es la raíz de las exhortaciones éticas a fin de que el «in-
La muerte es el salario (6, 23) y el fin (6, 21) del pecado. dicativo» (el ser) se convierta en «imperativo» (el queha-
Se trata de la muerte eterna, aunque puede englobar la muer- cer) (12).
te biológica (11).
— Las listas de pecados.
Como consecuencia, el hombre está «vendido al poder
del pecado» (Rm 7, 7-24). El hombre se encuentra en una
Un elemento característico dentro de la teología pauli-
situación de abandono; la lucha que se establece en el cora-
na del pecado es la presencia de numerosas listas de pecados
zón del hombre entre el bien y el mal terminará con el triun-
que aparecen en sus cartas. Mientras que los Sinópticos so-
fo del mal. Pablo proclama audazmente esta doctrina por-
lamente tienen una lista (Me 7, 21-22 = Mt 15, 19) y Juan
que sabe que el hombre ha sido liberado de la tiranía del
ninguna, Pablo nos ofrece por lo menos 12: 1 Cor 5, 10-11;
pecado (Rm 7, 25). La acción de Cristo se extiende a los
6, 9, 10; 2 Cor 12, 20, 21; Gal 5, 19-21; Rm 1, 29-31; 13,
poderes del mal para destruirlos y someterlos (Gal 1, 4;
13; Col 3, 5-8; Ef 4, 31; 5, 3-5; 1 Tim 1, 9-10; Tit 3, 3;
2 Cor 4, 4).
2 Tim 2, 5 (13).
Si el pecado es un poder inmanente al hombre, que le
Para hacer una valoración de estas listas de pecados (14)
separa de Dios y le conduce a la perdición (Rm 5, 21; 6,
es necesario tener en cuenta su género y su origen literarios.
21-23; 7, 24), la mediación de Cristo lo libera de esa tira-
Tienen su procedencia y su modelo literario en la literatura
nía mediante el acto supremo de obediencia y de amor (Fil
popular pagana (de carácter preferentemente estoico), en el
2, 8; Gal 2, 20; Rm 5, 7-8; 8, 35; Ef 5, 2.25).
judaismo, en el helenismo y hasta en la literatura de Qum-
— El pecado como momento posible en la antropología ran. Sin embargo, las listas de Pablo tienen sus matices pro-
cristiana. pios tanto en la forma literaria como en su contenido (15).
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Sin que les tengamos que otorgar una valoración excesi- modo, de una consideración exclusivamente ética se pasa a
va, las listas de pecados de las cartas paulinas permanecen una consideración también teológica y religiosa.
con la fuerza de un modelo para señalar en cada época si- Sí el pecado fundamental, que se define como «iniqui-
tuaciones de pecado. dad», es no creer en Cristo o rechazar la luz (y éste es el
pecado esencial de los no cristianos), los pecados concretos
de los creyentes participan de esa noción de pecado-iniqui-
3. E L PECADO EN LOS ESCRITOS JOANEOS. dad. De ahí el carácter incomprensible del pecado en un cris-
tiano. El creyente, aunque se sabe pecador en la vida con-
En la teología joanea se habla más bien de pecado que creta (1 Jo 1, 8.10), tiene que confesar su total desacuerdo
de pecados. El pecado se entiende más como una situación con el pecado. El cristiano, si es coherente con su estructura
que como actos singularizados. El empleo del singular {amar- de «nacido de Dios» (1 Jn 3, 9) y de «ungido» (1 Jn 2, 27),
tía) orienta la comprensión por esos derroteros (16). no puede pecar (1 Jn 3, 5-6) (19). Esta radical antinomia
El pecado aparece en los escritos joaneos como una fuer- entre el pecado y la existencia cristiana se expresa con una
za esencialmente diabólica: «el que comete el pecado es del serie de oposiciones que aclaran el hecho del pecado: vida-
diablo» (1 Jn 3, 8). El pecador es un «esclavo» (Jn 8, 34) muerte (Jn 5, 24; 1 Jn 3, 14), luz-tinieblas (Jn 1, 5; 3, 19;
porque participa de las obras de su «padre», el diablo: el 8, 12; 11, 10; 12, 36; 1 Jn 1, 5; 2, 9), verdad-mentira (Jn 8,
homicidio y la mentira (Jn 8, 44). El poder satánico del pe- 44-46; 1 Jn 1, 6-8; 2, 21-27).
cado se explica por la oposición que el pecador hace a Cristo. La teología joanea, al mismo tiempo que resalta la fuer-
Para el cuarto evangelio el pecado por excelencia es la falta za poderosa del pecado, también resalta el poder de Cristo.
de fe en Jesús (Jn 8, 21. 24; 16, 8). Esta incredulidad es El es «el que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). Cristo
la raíz de otros pecados: el deseo de matar a Cristo (Jn 8, ha venido a quitar el pecado del mundo en cuanto que co-
37), el odio que se le tiene (Jn 15, 24-25), lo que conduce munica al hombre el Espíritu Santo y así le da la fuerza para
al «pecado más grande» (Jn 19, 11).. no pecar (20).
La vida del pecador queda marcada por el poder satáni-
co: no solamente «rehusa la luz» (Jn 3, 19), sino que «abo- CONCLUSIÓN. En la Sagrada Escritura encontramos la
rrece la luz» (Jn 3, 20). Vive en una autosuficiencia espi- orientación fundamental para una comprensión cristiana del
ritual (Jn 5, 44; 8, 33-34). Rechaza la voluntad divina; pecado. Podemos decir que se trata de una visión «metahis-
Cristo no tiene pecado precisamente porque hace la volun- tórica»: no en el sentido de una abstracción, sino en el sen-
tad del Padre (Jn 7, 18; 8, 46). tido de una consideración que puede y debe ser encarnada en
El pecado, además de poseer un poder satánico de opo- los cuadros mentales de cada situación histórica. Toda com-
sición a Cristo, tiene una carga escatológica. «El pecado, es prensión y vivencia del pecado encontrarán un criterio deci-
la anom'ta» (1 Jn 3, 4) (17). Con esta expresión se quiere sivo de su autenticidad cristiana en la medida en que reali-
demostrar que el pecado no es sólo un acto reprensible, sino cen las orientaciones bíblicas sobre la culpabilidad.
una acción que demuestra la iniquidad que domina en el co-
razón. Al definir todo pecado como iniquidad «San Juan
quería mostrar a los cristianos el alcance escatológico del pe-
cado de incredulidad como poder satánico; con ello les invi-
taba a medir toda su trágica profundidad» (18). De este
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II. VALORACIÓN DE LAS FORMULACIONES TEOLOGICO- 1. PECADO = TRANSGRESIÓN DE LA LEY ETERNA.
PASTORALES VIGENTES SOBRE EL PECADO (definición agustiniana).
La reflexión teológica y la praxis pastoral han sometido Ninguna definición de pecado ha tenido tanta influencia
a un análisis y a una verificación constantes el tema y la rea- como la de San Agustín en su libro «Contra Faustum»:
lidad del pecado dentro de la comunidad cristiana. A lo lar- «Peccatum est factum vel dictum vel concupitum aliquid
go de la historia tanto de la teología como de la vida eclesial contra aeternam legem» (23).
se ha intentado plasmar en fórmulas teológicas y en realiza-
Los escolásticos adoptaron abiertamente esta definición
ciones pastorales el elemento formal y los aspectos caracte-
agustiniana de pecado, adaptándola a sus propios intereses
rísticos de la realidad del pecado (21).
metodológicos y conceptuales. Santo Tomás en el artículo 6
Esa tradición secular se ha ido condensando en fórmulas de la q. 71 de la I-II se pregunta: «Si está bien definido el
o definiciones que resumen la reflexión teológica y condicio- pecado diciendo que es un 'dicho, hecho o deseo contra la
nan la praxis pastoral sobre el pecado. Tales conceptualiza- ley eterna'». Ante las objecciones que él mismo se plantea
ciones manifiestan la doctrina vigente actualmente sobre el ante la bondad de la definición agustiniana responde apodíc-
pecado en la comunidad cristiana. Juzgamos necesario hacer ticamente y concediendo todo el terreno a la autoridad de
una valoración de las mismas para hacer un discernimiento San Agustín: «In contrarium sufficit auctoritas Augustini».
entre los valores permanentes y las formas histórico-cultura- En el cuerpo del artículo examina la definición desde los
les mudables y así tratar de formular adecuadamente la no- propios planteamientos tomasianos del pecado como acto hu-
ción del pecado para un mundo que está cambiando. mano que carece de la debida «commensuratio»; descubre en
Teniendo de fondo el conocimiento de la evolución his- ella los dos elementos esenciales de la realidad del pecado,
tórica de la teología del pecado en la medida que los estu- el elemento material y el elemento formal: «Por eso San
dios realizados nos lo permiten (22), nos vamos a fijar en Agustín puso dos cosas en la definición de pecado: la pri-
algunas definiciones que juzgamos típicas para captar la teo- mera pertenece a la sustancia del acto humano en su parte
logía y pastoral vigentes sobre la culpabilidad en la comu- material, y está caracterizada en las palabras dicho, hecho o
nidad cristiana. deseo; la otra pertenece a la razón propia del mal, y es como
Sin pretender recoger todas las definiciones que la teolo- elemento formal del pecado. La expresó al decir: «contra la
gía y la catequesis han dado del pecado, nos parece de gran ley eterna».
interés recordar aquellas que más han influido en la concien- Los teólogos de todas las épocas recurren a la misma
cía cristiana y en la praxis pastoral. Comprendemos que no definición agustiniana para exponer la esencia del pecado. Es
se puede aislar una definición sacándola de su contexto total; natural que hagan una «interpretación» de ella para que en-
por otra parte, no podemos detenernos en la exposición de tren todos los elementos que cada teólogo juzga esenciales
todo el trasfondo ideológico que cada definición conlleva. en la conceptualización del pecado. Recogemos, a modo de
Optamos por una solución intermedia: recoger la definición ejemplo, algunos testimonios a favor de la definición de San
con la alusión breve al contexto teológico general. Agustín.
BILLUART, al tratar de definir el pecado (24), hace un
primer aserto: «Peccatum recte difinitur ab Augustino
'dictum vel factum vel concupitum contra legem aeter-
nam'» (25). Que sea buena la definición agustiniana —pro-
130 131
sigue Billuart— es evidente, ya que señala los dos elemen- nes (30), es en el libro «Contra Faustum» donde la explica
tos con que se conoce una realidad: el elemento material y de un modo más explícito (31). En contra de Fausto el Ma-
el elemento formal. DEMAN (26), por su parte, descubre en nicheo, San Agustín está preocupado por sustraer del ámbi-
la definición de San Agustín otros aspectos buenos: contiene to del pecado a las acciones de los Patriarcas del Antiguo
también el pecado de omisión en cuanto que la negación se Testamento; busca un punto de referencia para conceptuali-
reduce al mismo género que la afirmación; no tiene nada de zar el pecado y lo encuentra en un orden natural inviolable
superfluo; pone de manifiesto el que el pecado concebido en a diferencia de las costumbres y de los preceptos variables en
la voluntad se realiza también en actos exteriores; es una de- cuya violación no existe propiamente pecado. Los patriarcas
finición moral, ya que se coloca una regla de moralidad an- del Antiguo Testamento, según esta definición así estableci-
terior a la cual no hay constitución del bien y del mal (esto da en referencia a un orden natural invariable, no pecaron,
frente a una definición jurídica que solamente se refería al ya que sus acciones fueron contrarias solamente a costumbres
mal prohibido por la ley positiva); es, por último, una defi- o preceptos contingentes.
nición digna de la teología, ya que opone el pecado no a la No queremos quitar nada al valor de la definición agus-
regla de la razón, sino a la regla divina y eterna. tiniana de pecado. Sin embargo, la manera como ha sido asu-
Entre los moralistas actuales se sigue aceptando la defi- mida por la conciencia cristiana no siempre ha estado exenta
nición de San Agustín, aunque se le da una interpretación de algunas desviaciones. Nos referimos en concreto: a la ten-
de acuerdo con la orientación personalista de la moral de tación de entender el pecado en términos de «transgresión»,
hoy. QUARELLO (27) ve en esta definición un aliento bíbli- o de ruptura de una norma o ley, dando así pie a una visión
co, ya que el término de «ley» se refiere a la ley «eterna» legalista de la culpabilidad; a la tentación de caer en una
que se identifica con el Dios tri-personal; además, existe de consideración abstracta del pecado.
fondo el tema del Señorío de Dios (expresado como Legisla-
dor) y el tema de la Gloria de Dios que induce en el hom-
bre el sentido de la dependencia y de la sumisión. MONGIL-
LO (28) también recoge con interés la definición de San 2. PECADO = AVERSIÓN DE D I O S Y CONVERSIÓN A LAS CRIATURAS.
Agustín y dice que no ha de ser interpretada desde una pers- (Definición agustiniana).
pectiva legalista, sino más bien desde una impostación per-
sonalista: «ya que la ley no es sólo una norma impuesta A San Agustín le debemos, además de la señalada en el
desde el exterior, que frena o al menos limita la libertad, sino apartado anterior, muchas otras definiciones de pecado (32).
también, y más radicalmente, una dimensión que estructura El mismo Santo Tomás recuerda (33) algunas de ellas: «Pe-
el ser humano en sí mismo y orienta y estimula su desarro- cado es la voluntad de retener o de conseguir algo que la
llo» (29). De este modo, violar la ley es oponerse a la orien- justicia prohibe» (34); «pecar consiste en procurar los bie-
tación fundamental de la propia persona hacia el bien, al nes temporales, despreciando los eternos» (35); «toda per-
cumplimiento de la misión que va implícita en la llamada a versidad humana consiste en usar las cosas de que debemos
la vida y que se va clarificando a través de los diversos acon- gozar y en gozar de las cosas de las que debíamos usar sola-
tecimientos. mente» (36).
La definición agustiniana ha recibido una aceptación sin- En la teología y en la conciencia cristiana ha influido de
gular tanto por parte de la teología como por parte de la un modo especial, además de la señalada en el apartado an-
pastoral. Aunque San Agustín la emplea en tres ocasio- terior, otra: la que conceptualiza el pecado en dos momen-
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tos complementarios, apartamiento de Dios y conversión a persión en la multiplicidad descuidando lo Único y lo Consis-
las criaturas: tente; como una degradación de la naturaleza espiritual del
alma al satisfacerse con bienes inferiores; como un quedarse
«Est autem peccatum hominis inordinatio atque en los signos sensibles y no dejarse conducir por el signo a la
perversitas, id est a praestantiore Conditore aversio auténtica realidad espiritual que es Dios.
et ad condita inferiora conversio» (37). Esta concepción agustiniana de pecado como aversión de
Dios y conversión indebida a las criaturas es sumamente su-
Esta definición es repetida con frecuencia y con diversas gestiva. Es la expresión teológica del movimiento psicológico
variantes en los escritos de San Agustín (38). Para algunos inherente al pecado. Es muy fácil que el pecador se vea iden-
sería este esquema, aversión/conversión, el que mejor recoge tificado con las expresiones, por otra parte, tan gráficas de
la riqueza teológica de San Agustín, sobre el pecado (39). San Agustín al describir el pecado a partir de una antropología
del deseo y de la búsqueda radical del bien. No en vano San
Para San Agustín el hombre es una tensión de deseo. El Agustín habla del pecado desde la propia experiencia de un
corazón humano vive en una inquietud radical de búsqueda. deseo frustrado de encontrar la felicidad.
Encontrará su pleno y total descanso al desear el Bien que Esta definición agustiniana del pecado como aversión de
puede colmarle: Dios. El pecado es la distorsión o el mal en- Dios y conversión a las criaturas no sólo tiene la ventaja de
cauzamiento de ese deseo radical; en lugar de orientarse hacia ser expresión adecuada de la experiencia psicológica del pe-
Dios, el corazón se convierte hacia los bienes creados. San cador, sino que además formula con exactitud los elementos
Agustín ha plasmado magistralmente esos dos momentos del teológicos esenciales del pecado. Santo Tomás ha utilizado
pecado. esta definición al hablar del pecado mortal. «En el pecado
En el pecado, el hombre se separa de Dios. Se trata de debemos distinguir dos aspectos: primero, la aversión del bien
una «deserción» o de un abandono de Dios, en cuanto que el imperecedero, que es infinito y hace que el pecado también lo
hombre sufre la locura de convertirse para sí mismo en dios. sea; segundo, la conversión desordenada al bien perecedero;
Para San Agustín el comienzo de todo pecado radica en el en este sentido, el pecado es finito, tanto porque el objeto al
egoísmo. Pecar es parodiar a Dios, al pretender ser para uno que se convierte es finito, como por el acto en sí mismo con-
mismo su propia norma y regla. De ahí que todo pecado pro- siderado, que es también finito, y pues los actos de la criatura
longue y reproduzca de una u otra manera el pecado original. no pueden ser finitos» (40). Para algunos moralistas actua-
Pecar es rehusar permanecer en la condición de criatura. Más les esta definición agustiniana del pecado puede concertarse
aún, pecar es oponerse directamente a Dios; es una rebelión con la expresión personalista del pecado en términos de op-
contra El. Por eso el pecado supone una transgresión de la ción fundamental (41); para otros expresa adecuadamente la
voluntad divina. síntesis entre el elemento teocéntrico del pecado, en cuanto
Por otra parte, el pecado es una conversión incoherente que éste es oposición a Dios y deformación de su obra, y el
a las criaturas. El desorden del deseo consiste en abusar, en elemento antropológico, en cuanto el pecado es un mal del
transferir sobre un objeto indebido un amor que no puede hombre en su plena realización (personal, social y cósmi-
desembocar más que en Dios; ahí está el desorden y la falta: ca) (42).
en el cambio del objeto del amor. Este segundo aspecto deJ Añadamos, por último, que la definición del pecado como
pecado San Agustín lo explica de varios modos: como un de- aversión a Dios y conversión a las criaturas tiene grandes po-
tenerse en la marcha del corazón hacia Dios; como una dis- sibilidades catequéticas. El mismo San Juan de la Cruz estaría
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de acuerdo con esta comprensión del pecado, ya que en su
son los medios por los cuales el hombre consigue o se aparta
comentario del verso «De mi alma en el más profundo cen-
del fin de la bienaventuranza.
tro» de la canción primera de la «Llama de amor viva» se
A partir de este contexto comprensivo de la vida moral,
expresa en parecidos términos: «Es, pues, de notar que el
a partir de la categoría de acto (45), es normal que la defi-
amor es la inclinación del alma y la fuerza y virtud que tiene
nición tomista del pecado se coloque dentro de la misma ca-
para ir a Dios, porque mediante el amor se une el alma con
tegoría del acto y del acto en cuanto está o no conmensura-
Dios; y así cuantos más grados de amor tuviere, tanto más
do por la norma de moralidad. De ahí la definición que da
profundamente entra en Dios, y se concentra en El; de don-
Santo Tomás de pecado:
de podemos decir que cuantos grados de amor el alma puede
tener, tantos centros puede tener en Dios, uno más adentro «El pecado es un acto humano malo. Un acto es
que otro; porque el amor más fuerte es más unitivo» (43). humano en cuanto voluntario... Y es malo por care-
La definición agustiniana de pecado tiene evidentemente cer de la medida obligada, que siempre se toma en
muchas ventajas. Sin embargo, no deja de ofrecer algunas po- orden a una regla; separarse de ella es pecado. Pero
sibles desventajas: puede ser interpretada en términos dema- la regla de la voluntad humana es doble: una próxima
siado individualistas, dejando al margen la dimensión social y homogénea, la razón, y otra lejana y primera, es de-
de la culpabilidad; por otra parte, puede insistir tanto en los cir, la ley eterna, que es como la razón del mismo
aspectos psicológicos de la acción pecaminosa en cuanto pro- Dios» (46).
ceso antropológico que descuide el contenido del pecado en
cuanto deformación de la realidad. Los comentaristas de la Suma y cuantos siguen la doctri-
na de Santo Tomás encuentran en este artículo 6 de la cues-
tión 71 de la I-II de la Suma Teológica el contenido nuclear
de una teología del pecado. No creemos necesario recoger di-
3. PECADO = UNA ACCIÓN DESORDENADA. chos comentarios y exposiciones. Baste con recordar dos auto-
(Definición escolástico-tomista) res, a modo de ejemplo.
DEMAN, siguiendo a los grandes comentaristas de Santo
La definición tomista de pecado, aun aceptando los plan- Tomás en este tema del pecado, como Cayetano, Billuart y
teamientos agustinianos, camina por unos derroteros propios. los Salmanticenses, resume del siguiente modo los pasos de
No podía ser de otra forma. La noción de pecado está con- la búsqueda tomista para encontrar la definición de peca-
dicionada por la comprensión que se tenga de todo el orga- do (47).
nismo moral de la persona.
— el pecado designa un acto, en cuanto que es un con-
En la cuestión 6 de la I-II de la Suma Teológica presenta cepto más restringido que el mal. Este es privación
Santo Tomás la moral como una ciencia de los «actos huma- de bien en cualquier ser, en cambio, el pecado, es pri-
nos» al mismo tiempo que da su división: «La ciencia moral, vación del bien en el acto humano;
tratado de los actos humanos, debe exponerse primero en uni-
versal (I-II) y después en particular (II-II)» (44). Dejan- — el pecado, que es un acto, se distingue del vicio, que
do aparte el tratado primero de la bienaventuranza (I-II, es una disposición;
qq. 1-5), que constituye el fin de la vida moral, toda la moral — al acto, que es el pecado, le concierne la malicia for-
es para Santo Tomás un tratado de los actos humanos, que malmente; su esencial específico es la malicia;
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en la vida moral: dividir de tal modo el comportamiento hu-
— esa malicia se presenta en primer lugar como algo pri- mano, en este caso el comportamiento pecaminoso, que se
vativo; es la privación de algo debido al acto humano; perdiese el sentido de referencia a la totalidad de la persona.
— pero el pecado comporta también una malicia positi- Hoy día se busca superar esta tentación de una «moral de
va, según la manera de interpretar la doctrina de San- actos» matizándola con una «moral de actitudes» y una «mo-
to Tomás una escuela tomista; ral de opción fundamental» (50). La comprensión del pe-
cado tiene que adaptarse a esta visión más totalizante de la
— de entre las dos malicias señaladas, la positiva consti- vida moral.
tuye formalmente el pecado (frente a la opinión de Además del atomicismo, conviene destacar otra tenta-
Vázquez, que hace de la relación de discordancia el ción que proviene de la consideración excesiva del pecado
elemento constitutivo del pecado, y de otros autores). como acto: el «formalismo». Como quiera que es axioma de
la escolástica de que «los actos se especifican por los obje-
De estas largas disquisiciones sobre la naturaleza del peca- tos» y que a su vez los actos especifican a los hábitos, nace
do, los moralistas tomistas se quedan con una definición que así un formalismo en la reflexión sobre el pecado, sobre todo
trata de recoger todo el contenido de las disertaciones de los a partir de la distinción específica de los pecados, que junto
comentaristas de Santo Tomás. Recordamos la definición que con la distinción numérica tendrá mucha importancia en la
da MERKELBACH de pecado: «Peccatum est privatio perfec- pastoral penitencial y en toda la exposición del tema del pe-
tionis debitae in ordine ad finem, i. e. in operatione quando cado en la comunidad cristiana.
haec non ita dirigitur sicut finis exigit; cum autem lex sit La misma «malicia» que la definición tomista descubre
regula secundum quam actus est dirigendus ut perveniat ad en el pecado se queda en un gran formalismo o al menos en
suum finem, idem est sive peccatum dicatur: deordinatio a un tono demasiado abstracto. Al concretar la malicia en una
fine, sive: transgressio legis» (49). ordenación inadecuada en referencia a una norma no se in-
En esta comprensión tomista de pecado existen indudables siste suficientemente en el contenido del pecado, en el con-
valores. Destacaríamos, sobre todo, los siguientes: haber con- travalor que en el mundo induce la acción pecaminosa. Con
cretado el pecado en las acciones concretas haciendo descender la definición tomista es difícil arrancar una lucha social en
el mal moral de una abstracción maníquea a la libertad real contra de situaciones de pecado. Por otra parte, la referencia
del hombre; haber introducido la culpabilidad humana en un a la ley como forma de valoración de la acción pecaminosa,
esquema de referencia a una norma, inicialmente de carácter aunque en la comprensión más genuinamente tomista no ten-
racional o humano y en segundo término de carácter religioso ga ningún matiz legalista, no cabe duda que puede conducir
o trascendente, iniciando así la doble dimensión que resalta-
a ese peligro cuando la definición pasa a la conciencia cristia-
remos más adelante en el pecado: la dimensión ética y la di-
na popular. Además de la normatividad en la ley, existe un
mensión religiosa; haber logrado una sistematización coheren-
deseo por encontrar una referencia a algo inmutable e inva-
te de todos los elementos que se pueden señalar en el pecado.
riable (el orden de la razón; el orden natural; el orden de la
Sin embargo, no podemos dejar de señalar algunas des-
mente de Dios); esto puede llevar a una visión demasiado
ventajas que se advierten en esta comprensión tomista del
estática del pecado con dificultad para asumir la dimensión
pecado, desventajas que se han dado sobre todo en la vulga-
histórica que es decisiva en el comportamiento de los
rización de esta doctrina y en la manera como ha sido asumi-
hombres.
da por la conciencia cristiana en general. La consideración del
pecado como acto ha llevado a la tentación del «atomicismo» Otra desventaja de la comprensión tomista del pecado,
iin
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sobre todo la que realizan los que someten el tema a largos mano les interesa sobre todo el estudio de la voluntariedad
comentarios y disputas, es la de colocarla en los esquemas de y de la libertad (54). A partir de esa perspectiva en la con-
una especulación excesiva y a veces estéril. Recordemos las sideración del pecado, en cuanto acto pecaminoso, les inte-
disputas sobre si el pecado comporta una malicia positiva resa fundamentalmente saber cuándo se da el pecado en la
además de la privativa y sobre cuál de las dos malicias, una responsabilidad de la persona y cuándo, por tanto, se le debe
vez admitidas, constituye el elemento constitutivo del peca- imputar. La consideración del pecado se subjetiviza bastan-
do. A este respecto es interesante recoger la anotación de te, aunque no se pierde el deseo de señalar y numerar los pe-
BILLUART que rezuma una sana ironía. Después de haber dis- cados en concreto.
cutido largamente la cuestión de si lo formal constitutivo del Otra de las perspectivas fundamentales en que queda en-
pecado de comisión consiste en algo positivo o privativo y cuadrada la consideración casuista sobre el pecado es la re-
después de haber hecho un trabajo perfecto, que a ' úcio de ferencia a la norma. Se insiste en la norma inmediata de la
DEMAN constituye uno de los trozos mejores de su excelente conciencia, como hace San Alfonso, para ver cuándo el suje-
manual de teología (51), termina con una anécdota, que to se tiene que responsabilizar de la culpabilidad. Pero a la
también a juicio de DEMAN «no es digna de él no de ningún hora de concretar los contenidos del pecado hay una focali-
teólogo» (52). Se cuenta, dice BILLUART (53), que Simón zación excesiva hacia la ley externa como norma de mora-
Mago le preguntó a San Pedro en una disputa solemne en lidad. Por otra parte, esta ley externa queda muchas veces
Roma: ¿Qué es el pecado? ¿Tiene naturaleza positiva o es excesivamente reducida de hecho (aunque no de intención)
solamente una privación? Y San Pedro le contestó: No nos a las leyes eclesiásticas.
mandó el Señor investigar la naturaleza del pecado, sino en- Podríamos hacer un extenso elenco de definiciones de
señar cómo hay que evitarlo. pecado tal como aparecen en la moral casuista. Consignare-
mos únicamente una: la de BUSENBAUM.
BUSENBAUM {55) da una definición de pecado que es
asumida por SAN ALFONSO (56) y que consiguientemente ha
4. PECADO = UNA ACCIÓN CON ADVERTENCIA Y CONSENTIMIENTO EN tenido mucha importancia en la historia de la moral casuista:
CONTRA DE LA LEY.
(Definición casuista.)
«Peccatum est trangressio legis, sive ut sit Toletus
est voluntarius recessus a regula divina: per quam
Aludiremos brevemente a la definición que dan de peca- regulam intelligitur praeceptum tam naturale et huma-
do los manuales de moral casuista. Asumen las otras nocio- num quam divinum: per recessum intelligitur actus,
nes vigentes, pero insisten en algo particular. Esta insisten- vel eius omissio, qui sit non tantum voluntarius, sed
cia es lo que ha pasado también a la conciencia cristiana y a etiam liber, cum aliqua actuali advertentia mali-
la pastoral del pecado. tiae» (57).
Los casuistas se colocan, al definir el pecado, en la pers-
«Ad peccatum requiruntur tres conditiones, ut pa-
pectiva de una «moral del acto». Están, por lo tanto, propen-
tet ex prima responsione. I. Ut sit voluntarium, id est
sos a caer en los defectos que acabamos de señalar: atomiza-
ut fiat a volúntate consentiente. II. Ut sit liberum,
ción (insistencia en el número de los pecados); formalismo
id est ut sit in potestate voluntatis faceré vel non.
(insistencia en la especie y circunstancias que cambian la es-
III. Ut advertatur malitia» (58).
pecie), etc. Pero dentro de esa consideración del acto hu-
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140
Como se ve, en esta definición la máxima preocupación nociones teológicas y todas las formulaciones pastorales en
está en conocer cuándo existe responsabilización o subjeti- torno a la culpabilidad insisten en esta perspectiva. Las defi-
vización del pecado. El desarrollo de la definición que apa- niciones que hemos señalado hasta ahora también recogen
rece en el texto de BUSENBAUM se concreta en seguir expli- esta dimensión. Por ejemplo, en la definición agustiniana y
cando mejor el sentido que le da a la voluntariedad, a la li- en la definición tomista, y también en la casuista, la referen-
bertad y a la advertencia (59). En las condiciones que se- cia a la Ley eterna cobra toda su fuerza cuando en la Ley
ñala para que se dé pecado es evidente la excesiva polariza- se descubre al legislador. «De la idea de un orden transgre-
ción hacia el lado de la responsabilización. Ni siquiera hace dido se pasa entonces a la de una persona ofendida» (62).
referencia al contenido del pecado. Santo Tomás identifica el pecado como transgresión de la ley
No podemos olvidar los buenos servicios que la precisión eterna y como ofensa a Dios (63).
casuista ha prestado para una teología y praxis del pecado. Para captar el modo como la conciencia cristiana ha
El desarrollo del tema de la responsabilidad en el pecado ha entendido el sentido del pecado como deuda a Dios, cree-
sido algo que se debe a la moral postridentina. Hoy día es mos que es interesante recordar la doctrina del Catecismo
necesario someter tales precisiones a una revisión profunda Romano (Catecismo de San Pío V o Catecismo de Tren-
a partir de los avances de la psicología (60). Sobre los de- te (64) al hacer la exposición de la Quinta Petición del Pa-
fectos que acompañan y sobre las deformaciones que han ve- drenuestro: «Perdónanos nuestras deudas así como nosotros
nido inherentes a la presentación casuista del pecado, se ha perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6, 12).
insistido muchas veces y con diversos tonos (61). No que- El Catecismo Romano explícita del siguiente modo el
remos volver sobre algo que creemos ya superado. concepto de pecado-deuda: «Pedimos a Dios que nos libre
de nuestros pecados. San Lucas interpreta la palabra 'deu-
da' por la palabra 'pecado'. Y con razón, porque por el pe-
5. PECADO = OFENSA Y DEUDA A DIOS. cado nos hacemos reos delante de Dios y quedamos some-
tidos al débito de la pena que hemos de pagar o satisfa-
Otra de las definiciones que más han influido en la con- ciendo o sufriendo. Por eso dijo Cristo de sí mismo por el
ciencia cristiana ha sido la de entenderlo como ofensa y como profeta: Tengo que pagar lo que nunca tomé (Sal. 68, 5).
deuda de Dios. Podemos decir que quizá haya sido esta de- Esto demuestra no sólo que el hombre es deudor, sino tam-
finición la que más ha calado en la vida del cristiano y la bién que es deudor insolvente, incapaz de satisfacer por sí
que más ha condicionado la manera de predicar el tema del mismo.
pecado y el modo de celebrar su reconciliación. También te- De aquí la necesidad de recurrir a la misericordia divina.
nemos que confesar que es precisamente esta perspectiva de Mas no nos exime este recurso del deber de la satisfacción en
«ofensa» y de «deuda» a Dios la que está más cuestionada la justa medida que exige la justicia divina, de la que Dios
tanto a nivel de la teología como a nivel de la praxis pastoral. es igualmente celosísimo. Y esto nos exige acudir a los méri-
Aquí radica, en efecto, el problema de conjugación del ele- tos de la pasión de Cristo, sin los que nos sería absolutamen-
mento horizontal (o religioso) y del elemento vertical (o éti- te imposible alcanzar el perdón de nuestros pecados. Sólo en
co) en la consideración y vivencia del pecado. ellos radica y sólo en ellos puede derivarse hacia nosotros la
Son muchos los documentos o testimonios a donde po- esencia y eficacia de toda posible satisfacción.
dríamos acudir para ver constatada esta comprensión del pe- Sobre el ara de la cruz pagó Jesús el precio debido por
cado como ofensa y deuda a Dios. Prácticamente todas las nuestros pecados; precio que se nos comunica por medio de
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los sacramentos recibidos de hecho o al menos con el deseo; (Dios como Legislador) y al fin último (Dios como Fin últi-
precio de tan extraordinario valor, que nos alcanza y obra mo) (68).
realmente lo que imploramos en esta petición: la remisión Esta consideración del pecado como ofensa a Dios ha
de nuestros pecados. sido recordada por Pío XII en la «Humani generis» (69) y
es reafirmada por los moralistas actuales (70). Como es na-
Y ni sólo de los pecados veniales y culpas fáciles, sino
tural, los teólogos advierten que no se trata de una ofensa
también de los más graves y monstruosos delitos, que la ple-
garia consigue purificar en la sangre de Dios por medio del directa a Dios en cuanto que le cause algún daño: se trata
sacramento de la penitencia, recibido igualmente de hecho o de un daño a Dios en la intención del pecador en cuanto que
al menos con el deseo» (65). le intenta privar del honor debido (71); por eso es necesario
superar una explicación antropomórfica (72). El sentido de
En esta exposición encontramos bien descritos todos los ofensa a Dios no es otra cosa, según la explicación de los
rasgos que entran en la concepción del pecado como deuda: teólogos, que la misma malicia del pecado (73).
ver en el pecado una ofensa que debe ser pagada; insistir en Al comprender el pecado a través de las categorías de
la necesidad de la reparación del débito que ha engendrado deuda y de ofensa a Dios se corre el peligro de considerar a
la acción pecaminosa; poner de manifiesto que la persona Dios en el mismo nivel que el hombre como si éste pudiese
que ha ofendido no es capaz de saldar la deuda, ya que se causarle algún daño. Por otra parte, el pecado queda encua-
trata de una ofensa a un ser infinito; señalar la única salida drado en esquemas excesivamente jurídicos de «deuda» y de
de acudir a un intermedio que con sus méritos pague las «reparación». Consiguientemente la pastoral, sobre pastoral
deudas contraídas por el pecado del hombre, es decir confiar de la reconciliación, se plantea en términos «saldar» ofensas
en la sangre de Cristo como redención del débito contraído mediante satisfacciones por los pecados cometidos.
por la culpabilidad del hombre, exhortar al reconocimiento
de la propia indignidad e insuficiencia para salir del pecado
y a la confianza en la misericordia de Dios que perdona por 6. NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA DEFINICIÓN DE PECADO.
medio de Cristo Jesús a través sobre todo de algunos signos
especiales como son los sacramentos. Hemos señalado hasta ahora algunas de las nociones
La comprensión del pecado como deuda supone la com- «clásicas» que existen sobre pecado. Creemos que son las ex-
prensión del pecado como ofensa a Dios. Es esta una consi- presiones fundamentales de la mentalidad que ha habido en
deración muy aceptado por los teólogos. Ya Santo Tomás de- la comunidad cristiana sobre la culpabilidad. Eso no quiere
cía que los «teólogos consideran el pecado principalmente decir que sean las únicas definiciones ni que existan otras
como ofensa» (66). Afirmación que se constata en la histo- perspectivas complementarias para entender y expresar el
ria de la teología. Por citar algún ejemplo, baste recordar la pecado.
doctrina de BILLUART, quien después de definir el pecado Desde hace bastantes años se ha ido realizando una revi-
siguiendo la fórmula de San Agustín (dictum vel factum vel sión teológica y pastoral sobre la comprensión y vivencia del
concupitum contra legem aeternam» hace la siguiente afir- pecado, como hemos señalado largamente más arriba (74).
mación: «Dico 2. Essentiale est peccato quod sit injuria et De ahí que la noción vigente de pecado esté en un momento
offensio Dei» (67). Prueba la afirmación por la necesaria de transición. Aparecen nuevas perspectivas, que comienzan
conexión que existe en el contenido del pecado entre el des- a tener su influencia en la conciencia que la comunidad cris-
orden contra la ley eterna y la oposición al autor de la Ley tiana proyecta sobre el pecado.
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Sin pretender recoger todas las nuevas orientaciones, se- — crea en el hombre la tendencia al mal y le acarrea
ñalaremos aquellas que nos parecen las más decisivas en el muchos males,
cambio de orientación tanto doctrinal como vivencial.
En primer lugar, es necesario señalar la perspectiva per- — le desvía de su fin último,
sonalista como horizonte en que se sitúa actualmente la no- — rompe la armonía en su interior, creando división y
ción de pecado. Esta orientación proviene de la influencia lucha en su corazón,
de la Biblia y de la apertura de la teología a las ciencias an-
tropológicas. La conciencia cristiana del presente va asimi- — es más fuerte que el hombre y lo esclaviza,
lando cada vez más las dimensiones personalistas que la Bi- — rebaja al hombre y no le permite lograr su plenitud.
blia ofrece para hablar del pecado (74). Partiendo de esa
perspectiva personalista se entiende el pecado como un «no» El pecado, según el mismo Concilio, tiene también efec-
que el hombre dice y hace. Ahora bien, esa negativa tiene tos perniciosos para la sociedad (84). Más aún, en un largo
diversos puntos de referencia: «no» al Dios personal; «no» número de la GS (85) se pone de relieve la «deformación de
al hombre; «no» a la comunidad; «no» a la propia vocación la actividad humana por el pecado» (86).
histórico-cósmica (75). La noción cristiana de pecado se la trata de ver actual-
La dimensión eclesial también aparece como una perspec- mente dentro de un contexto de diálogo con otras ideologías
tiva muy marcada en la noción y vivencia actuales de peca- y con la situación del hombre secularizado. Es, por lo tanto,
do dentro de la comunidad cristiana. La doctrina del Conci- una vivencia de la culpabilidad en un clima de apertura ha-
lio Vaticano II, preparada por una teología anterior de cia otras comprensiones que operan una función de contraste
eclesialidad (76), ha sido decisiva a este respecto (77). El y a veces de crítica.
Concilio reconoce la presencia «en su propio seno a peca- El Catecismo holandés ha expresado este contraste del
dores» y se declara «al mismo tiempo santa y necesitada de siguiente modo: «La revelación cristiana afirma sobre el mal
purificación» (78). Admite que el pecado «hiere a la Igle- que el fallo humano no consiste en el falso encuadramiento
sia» (79). Esta dimensión eclesial del pecado que aparece en de un ser libre en el orden universal —como enseña el mar-
el Concilio Vaticano II (80) tendrá mucha influencia en la xismo—, sino en la mala voluntad de un ser libre, que puede
pastoral del futuro, sobre todo en la pastoral de la peni- ser corregida por el entendimiento y la aplicación —como
tencia. sugiere el budismo—; sino la aversión, en su sentido de
Otra perspectiva importante en la imposición del tema apartamiento, de los hombres y de Dios, que el hombre no
del pecado en el cristianismo actual es la que se refiere a las puede por sí mismo reparar. La maldad fundamental no es-
consecuencias negativas que aporta a la humanidad. Siempre triba tampoco en la transgresión de una fría ley suprema
se consideró el pecado como un «mal para el hombre». Pero —como concibe el islamismo—, sino en la violación de un
en estos últimos años se ha insistido y se sigue insistiendo amor personal. No se trata, por fin, únicamente de un delito o
de una manera particular en este aspecto; se habla del peca- falta contra el hombre —como enseña el humanismo—, sino
do como de una «división del hombre en sí mismo» y de también, y siempre, de una ofensa a nuestro creador y reden-
una «deformación humana» (81). El Concilio Vaticano II tor. Todo es, pues, una ofensa libremente cometida contra
ha insistido también sobre este punto (82). En el n. 13 de el amor humano y divino, que el hombre no puede reparar.
la GS expone las consecuencias del pecado para la persona Hemos citado las cuatro maneras de concebir el mal, de
humana (83). acuerdo con las cuatro ideologías que les sirven de base:
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una mera imperfección en el proceso de evolución, una acti- tiana. Pero ésta puede darse tanto en un contexto de «mun-
tud errónea que el hombre puede corregir por sus propias do sacralizado» como en otro contexto de «mundo seculari-
fuerzas, una pura transgresión de la ley y un perjuicio irro- zado». Las definiciones vigentes de pecado se mueven dentro
gado al hombre solamente; estas concepciones no son falsas. de una mentalidad sacralizada.
El pecado contiene mucho de servidumbre e impotencia; Esta mentalidad sacralizada se echa de ver, en el tema
pero es también una provocación constante a la propia supe- concreto del pecado, en los siguientes aspectos:
ración. El pecado daña al hombre, pero es también trans-
gresión de una ley divina. Mas con todo eso no se ha dicho — Preponderancia de la Vocalización religiosa. El peca-
aún lo esencial: el pecado es la negación del amor a los otros do se entiende preferentemente «desde arriba», es decir,
y al otro (Dios). Todo pecado real tiene algo de esta nega- desde la perspectiva religiosa. Ello provoca una considera-
ción» (87). ción eminentemente sacral: en referencia hacia Dios. Muchas
veces la perspectiva religiosa es tan preponderante que eclip-
sa o desvirtúa la dimensión ética, o el contenido intramun-
III. BÚSQUEDA DE LA DEFINICIÓN DEL PECADO PARA UN dano que comporta el pecado.
MUNDO SECULARIZADO
— El orden moral de la culpabilidad queda «sacraliza-
Las conceptualizaciones que la teología ha hecho sobre do» en el sentido de ser asumido por la dimensión religiosa.
el pecado —y de las que hemos recogido en páginas prece- Más aún, la valoración moral que se establece en la culpabi-
dentes sus concreciones más típicas— han tratado de formu- lidad se hace en relación con un orden natural que está sub-
lar en términos teológicos los valores fundamentales que la sumido dentro de un «orden divino». Parece no existir otro
Revelación nos ofrece sobre la culpabilidad humana. La pas- punto de referencia para valorar la acción pecaminosa que
toral, en sus diversas ramificaciones, ha buscado cauces prác- la normatividad establecida desde un orden sacral.
ticos para la vivencia dentro de la comunidad cristiana de
— Tanto el sistema de valoración como la detectación
la realidad del pecado siguiendo las orientaciones que apor-
de contenidos de pecado quedan enmarcados dentro de unas
taba la reflexión teológica. Sin defender una armonía per-
perspectivas sacrales. De ahí la preponderancia de la visión
fecta entre reflexión teológica y realización pastoral tenemos
clerical o cultual frente a la visión profética o secular (88).
que aceptar su mutua interferencia y correlación.
La reflexión teológica sobre el pecado, lo mismo que Si queremos exponer la doctrina cristiana sobre el peca-
sobre cualquier otro tema, ha tenido que hablar sobre la cul- do de un modo inteligible para el hombre de hoy es necesa-
pabilidad humana en lenguaje y en conceptos inteligibles rio hacerlo dentro de una mentalidad secular. Es lo qu e
para los diferentes momentos históricos. Ello ha supuesto vamos a intentar a continuación, presentando unos cuadros
formular el pecado dentro de una mentalidad histórico-cul- teológicos para asumir la realidad del pecado desde una pers-
tural-religiosa. pectiva cristiana.
Si tuviéramos que definir con un rasgo la mentalidad
desde y para la cual fue conceptualizado el pecado no duda-
1. PUNTO DE PARTIDA: LA DISTINCIÓN ENTRE «DIMENSIÓN ÉTICA» Y
ríamos en decir que se trata de una mentalidad sacralizada. «DIMENSIÓN RELIGIOSA».
Advertimos que no es lo mismo «mentalidad cristiana» que
«mentalidad sacralizada». Es obvio que la reflexión teológi- Creemos que para hacer una conceptualización teológica
ca del pecado tiene que hacerse desde una comprensión cris- del pecado es necesario partir de una distinción: dentro de
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la realidad del pecado existen dos dimensiones, la ética y la trario a la razón natural. Por eso San Agustín lo define mejor
religiosa. por orden a la ley eterna que por orden a la razón, ya que
La dimensión ética constituye desde el punto de vista existen cosas trascendentes al orden de la razón acerca de
subjetivo la responsabilización de la persona en el mal moral. las cuales nos regimos sólo por la ley eterna, como sucede en
En este sentido, al hablar de pecado no hacemos referencia todo lo concerniente a la fe» (90).
al «mal absoluto», sino al «mal moral»: al mal que pone el Lo que no es tan claramente afirmado en la tradición
hombre y que por lo tanto es imputable a una libertad hu- teológica es la posibilidad de que se den, por separado, las
mana. El mal moral existe en la medida en que una volun- dos dimensiones. Como veremos luego, difícilmente se pue-
tad humana introduce en el mundo la negatividad y en la de entender la dimensión religiosa del pecado si no se ad-
medida en que se acrece el mal absoluto. Ya los escolásticos mite al mismo tiempo la dimensión ética. Pero, ¿se puede en-
barajaron estos dos aspectos (mal moral y mal absoluto) para tender el pecado solamente en su dimensión ética sin que
encontrar el constitutivo formal del pecado (89). aparezca explícitamente la dimensión religiosa?
Desde un punto de vista objetivo la dimensión ética del Aunque el texto citado de Santo Tomás parece insinuar
pecado se concreta en el contravalor que origina el compor- la posibilidad de que exista y se vivencie la dimensión ética
tamiento pecaminoso. Más arriba hemos señalado la forma separadamente de la dimensión religiosa, en general la tradi-
de entender este aspecto del contenido del pecado: en refe- ción teológica posterior se manifiesta contraria. El mismo
rencia a la realización o no realización del mundo humano. Santo Tomás da pie a ello cuando dice: «Todo lo que es con-
El pecado ético en cuanto contenido es la «alienación del trario a la obra de arte es contrario también al mismo arte
mundo humano». por el que la obra ha sido hecha. El orden racional respecto
La dimensión religiosa constituye el horizonte de com- de la ley eterna está en la relación de la obra respecto del
prensión que se abre desde la aceptación de la trascenden- arte. Por consiguiente, es lo mismo decir que el vicio y el
cia para asumir la seriedad del comportamiento ético peca- pecado van contra el orden de la razón humana que contra
minoso. También en esta dimensión podemos apreciar dos la ley eterna» (91).
perspectivas complementarias: la subjetiva y la objetiva. Des- Las razones que dan los teólogos para afirmar la impo-
de el punto de vista de la subjetivización, la dimensión reli- sibilidad de que exista un pecado con la sola dimensión éti-
giosa del pecado se entiende en relación con una conciencia ca pueden sintetizarse en las siguientes. Una razón general
moral que no es sólo «moral» sino también y al mismo tiem- la encuentran en la necesaria aceptación de la existencia de
po «religiosa». Una conciencia que admite unas coordena- Dios. No puede darse una ignorancia invencible acerca de
das nuevas para definir la responsabilización: la referencia al la existencia de Dios; y aunque por breve tiempo se pudiese
grupo religioso y a las pautas que lo definen. En sentido dar esa ignorancia invencible se conocería la existencia de
cristiano, se concreta en la apertura de la conciencia moral Dios en el acto de pecar (92). Otra razón más específica se
autónoma a la fe en Cristo en cuanto Revelador de Dios y concreta en la necesaria conexión que advierten los teólogos
en cuanto vivido dentro de la comunidad eclesial. entre orden humano ( = orden de la razón) y orden de Dios
La existencia de la doble dimensión, ética y religiosa, en ( = orden de la Ley eterna) (93). La normatividad humana
el pecado se puede decir que es aceptada en general por la no tendría ningún fundamento si no se apoya en la normati-
tradición teológica. Es clásico el texto de Santo Tomás: «Los vidad de Dios. Por eso todo pecado tiene que tener necesa-
teólogos consideran el pecado principalmente en cuanto ofen- riamente la dimensión religiosa.
sa a Dios; el filósofo moralista, en cambio, en cuanto con- El episodio de la condena del llamado «pecado filosófi-
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embargo, aunque el segundo supera con mucho al primero,
co» hay que colocarlo dentro de esta mentalidad. La propo- no por ello suprime su valor; al contrario, lo supone» (102).
sición y su respectiva condena (94). han sido interpretadas d) «La autonomía del hombre le proporciona a la moral laica
con diversos matices (95). El contenido esencial parece ser un fundamento doctrinal válido que exige una elaboración
el siguiente: «aunque se admitiese la proposición como vá- dentro del contexto de la antropología... Partiendo de aquí
lida para aquel que sin culpa no conoce a Dios, es necesario podrán sentarse las bases de una civilización y de una histo-
afirmar igualmente que Dios no concede la salvación a aquel ria que no tiene por qué ser formalmente religiosa o atea,
que se ha opuesto profundamente con su creación, no respe- sino que ha de ser sencillamente humana. Sobre esta base
tando exigencias de ésta, aunque no haya pensado actual- podrá pensarse en un diálogo y en una celebración entre
mente en El» (96). creyentes y no creyentes, que quedarán abiertos a unas pers-
La afirmación de la teología de los últimos siglos sobre pectivas más o menos amplias» (103). e) La autonomía de
la necesaria unión entre dimensión ética y dimensión reli- lo profano con relación al orden religioso no ha de plantear-
giosa en el pecado es una prueba más de la mentalidad sacra- se ni en términos del «deísmo» (yuxtaposición de dos reali-
lizada en que fue formulada la doctrina cristiana sobre la dades que se excluyen mutuamente en la ocupación de un
culpabilidad humana. Para esta mentalidad es inconcebible
único puesto) ni en términos del «ateísmo» (lucha de estas
un orden humano autónomo y libre de la referencia directa
dos realidades como incompatibles internamente). Es nece-
y explícita a lo religioso.
sario aceptar la diferencia y la originalidad de los dos nive-
Creemos que es necesario incorporar a la teología del
les axiológicos y ontológicos. «No se trata, por tanto, de opo-
pecado los actuales puntos de vista sobre la autonomía de lo
ner o de yuxtaponer una moral laica a una moral religiosa,
humano (97), sobre la coherencia de un humanismo no cris-
sino de elaborar una moral laica que pueda y debe ser asu-
tiano (98), sobre la posibilidad de una ética laica (99) y so-
mida integralmente por el creyente dentro del contexto más
bre lo específico de la ética cristiana (100).
amplio de su experiencia religiosa (104).
Recordemos a este respecto las afirmaciones siguientes:
a) A partir de la autonomía de lo profano, puede hablarse A partir de la orientación precedente creemos que puede
de un orden moral social y personal apoyado en el hombre entenderse el pecado en la dimensión ética sin que aparezca
prescindiendo de Dios: «el creyente puede dar su visto bue- la apertura a la dimensión religiosa. Tendremos entonces un
no a este apoyo y, por consiguiente, a la autonomía de la pecado ético. Un no-creyente, con tal de que acepte los va-
moral en la medida en que admite que en un universo reli- lores morales, solamente descubre la dimensión ética de la
gioso el hombre es un valor en sí mismo y no solamente culpabilidad en cuanto forma de desintegración de las rela-
en virtud de su relación con Dios» (101). b) El creyente, ciones humanas y del mundo humano.
al encontrarse con una doctrina moral sin referencia algu-
na a Dios, no puede menos de admitir la actuación de
Dios en la generosidad moral de los hombres comprometi-
dos: si puede darse una moral sin conciencia o sin conoci- 2. LA DOBLE DIMENSIÓN DEL PECADO PARA EL CREYENTE.
152 153
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, sión de la ley. La mayoría de los hombres piadosos siguen
con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el considerando así el pecado» (105). Aun reconociendo, como
más grande y el primer mandamiento. El segundo, lo hemos hecho, la posibilidad de una comprensión correcta
semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti de la dimensión ética sin referencia a lo religioso, hemos de
mismo. De estos dos preceptos penden toda la Ley confesar también que es en la apertura a la trascendencia
y los Profetas» (Mt 22, 37-40). religiosa en donde la culpabilidad ética se descubre y se en-
cuentra a sí misma con todo el sentido trágico y con toda la
Al decir que el creyente añade a la dimensión ética la carga de mal.
dimensión religiosa en la comprensión y vivencia del pecado Ese carácter trágico e «incomprensible» que comporta el
no afirmamos una simple yuxtaposición entre los dos pla- mal se lo hace descubrir a la conciencia moral la fe. En el
nos ni una absorción del plano ético en beneficio del plano momento de la subjetivización o responsabilización, la volun-
religioso. Lo que tratamos de poner de relieve es la origina- tad pecadora no es solamente una decisión libre hacia el mal,
lidad que brota a partir de la síntesis de esas dos polaridades. sino también el misterio de un hombre que se enfrente con
¿Cómo es la síntesis de la culpabilidad en el creyente? Dios: «contra ti, contra ti sólo pequé». Pero esta confesión no
Partamos de la necesaria presencia de las dos polaridades. es sólo juicio condenatorio; es al mismo tiempo «invoca-
No se puede entender la dimensión religiosa del pecado sin ción» (106). La voluntad no queda arrojada en un círculo de
la dimensión ética ni tampoco, dentro de la fe, se puede en- condenación. La confesión religiosa del pecado es el comien-
tender la dimensión ética sin la vertiente religiosa. zo de la restauración, es la ruptura con el remordimiento
Muchas veces el cristiano ha comenzado a entender el infructífero anclado melancólicamente en el pasado, es el
pecado y a vivenciarlo con categorías religiosas y no le ha anticipo de la alegría de la Reconciliación por la fuerza de
dado a esas categorías un contenido real y concreto. Es la Cristo presente en la Iglesia.
comprensión «supranaturalista» y alienante que comporta Por otra parte, la dimensión religiosa necesita del rostro
toda consideración exclusivamente religiosa que se cierra so- de la ética para encarnarse en seriedad y en humildad. El
bre ella misma. Por otra parte, la sola consideración intra- creyente necesita de una consideración moral para asumir la
mundana de la culpabilidad supondría la eliminación de toda seriedad del pecado y la seriedad de la conversión que se ha
trascendencia y por lo tanto una vivencia tal del pecado lle- de traducir en un cambio que repare la desintegración ope-
varía el sello de la «incoherencia» en una persona para la rada en el mundo humano. Sin conciencia moral del mal, el
cual cuenta el dinamismo de la fe. creyente alienaría su responsabilidad en un mundo de faltas
Precisamente lo que constituye la originalidad del peca- míticas y supranatur alistas. Pero la dimensión ética hace que
do visto y vivido desde la fe es la síntesis que brota de la la fe vea el mal no en lo absoluto de lo religioso, sino en la
afirmación del contenido moral y del horizonte trascendente debilidad de una libertad frágil y en la contingencia de un
religioso en cuanto dos mundos que se relativizan y se com- mundo que nunca puede ser entendido como lo absoluto y
plementan. lo definitivo. De este modo, la ética hace que la religión co-
La fe de la seriedad última y el sentido definitivo a la bre un rostro más humilde en la comprensión y vivencia de
culpabilidad ética: le ayuda a encontrar su raíz y su cohe- la culpabilidad.
rencia. «El lenguaje religioso altera profundamente el mis- La definición teológica del pecado encuentra en la sín-
mo contenido de la conciencia del mal. El mal es, en la con- tesis de las vertientes ética y religiosa de la culpabilidad no
ciencia moral, esencialmente transgresión, es decir, subver- sólo su punto de partida sino su punto de llegada. La teolo-
154 155
gía desvela en la realidad del pecado del creyente la necesa- mana. En todo caso, la diferente opción metodológica no in-
ria integración de ética y religión. Labor de la teología es valida la necesaria unidad en la síntesis.
liberar a la noción y vivencia de las garras unilaterales del La comprensión cristiana del pecado asume todo cuanto
moralismo y de la religión: otros llamarán a estos dos extre- dijimos más arriba sobre la dimensión ética de la culpabili-
mos «horizontalismo» y «verticalismo», o «inmanencia va- dad entendida como desintegración de la praxis (108): ne-
cía» y «trascendencia alienada». gación de la historia humana concreta. La fe da un horizonte
El cristiano no debiera perder nunca la fuerza de esta nuevo a esas compresión. La negación y la desintegración
síntesis original. Aquí radica el núcleo fundamental de la de la historia humana es negación y desintegración de la
comprensión cristiana del pecado. El «Evangelio» cristiano Historia de Salvación y de la presencia de Cristo en ella
sobre la culpabilidad humana nace de esa tensión dialéctica: (cfr. Mt 25, 31-46).
por una parte, es la condena más fuerte que se puede hacer Colocada la comprensión teológica del pecado dentro de
sobre el mal moral encontrando su raíz en la totalidad de la los cuadros de la esperanza, cobra nuevas dimensiones:
persona que se enfrenta con quien lo es Todo para todos;
y, por otra parte, es la salvación del mal hasta asumiéndolo — es una realidad dentro de la «salvación» (como su
en la «sobreabundancia» de la Redención (107). sombra): con todo lo que implica la realidad cristia-
na de la salvación;
— es una realidad que se inserta dentro de una histo-
ria: dentro de una realidad que se va haciendo: his-
3. SÍNTESIS CRISTIANA DE LA CULPABILIDAD HUMANA.
toria de salvación;
La comprensión y vivencia cristiana es la que con mayor — es una realidad que se debe comprender —porque
capacidad y seguridad puede hacer la síntesis de la culpabili- ahí se realiza— dentro de la dinámica de todo un
dad humana. Para el cristiano la historia humana tiene el pueblo en marcha;
más pleno sentido en cuanto está trascendida por la Histo- — es una realidad que se ha de entender dentro de los
ria de Salvación; para el cristiano el mundo humano tiene la cuadros escatológicos: una salvación en promesa.
mayor seriedad porque sabe que está trascendido por la pre-
sencia de Dios que se ha revelado en Cristo. El cristiano no El pecado es la negación de la Esperanza Escatológica
tiene dos historias y dos mundos: su historia y su mundo es operante desde dentro de la historia humana. La negación de
la historia y el mundo de los demás hombres, pero más radi- la Esperanza se traduce en la «individualización» de las per-
calizados en seriedad y en compromiso al descubrir y vivir sonas y de los grupos: la clausura dentro de ellos mismos
en ellos la presencia de Dios revelado en Cristo. engendra el egoísmo y el egoísmo la desintegración. El pe-
Existe una cuestión metodológica: ¿para conceptualizar cado no une, sino dispersa (109). Dispersión que es la alie-
el pecado desde el punto de vista cristiano comenzamos «des- nación del hombre por el hombre.
de» la vertiente humana o desde la vertiente religiosa? De- De una manera fáctica la negación de la Esperanza Es-
pende de personas y de situaciones. En el momento actual catológica se traduce en la creación de «ídolos» o simulacros
de la humanidad y del cristianismo sería preferible comen- de Dios. «El verdadero mal, el mal del mal, se manifiesta
zar «desde abajo» para asumir desde ahí la trascendencia y en unas síntesis falsas, es decir, en las falsificaciones contem-
no «desde arriba» para desde ahí integrar la dimensión hu- poráneas de las grandes empresas de totalización de la cxpe-
156 157
riencia cultural, las instituciones políticas y eclesiásticas. De
esta manera muestra el mal su verdadero rostro: el mal del
mal es la mentira de síntesis prematuras, de las totalizaciones
violentas» (110).
Lo específico cristiano en la teología del pecado es el
horizonte de comprensión en donde queda colocada la cul-
pabilidad humana. Ese horizonte nos abre a perspectivas es-
catológicas, eclesiales, cristológicas, etc. El pecado queda va-
lorado en su dimensión más profunda. Pero al mismo tiem- NOTAS
po el pecado recibe la superación de la Salvación. La confe-
(1) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1914), 5.
sión del pecado ante Dios que se revela en Cristo tiene una (2) Ver la bibliografía en el capítulo 1.
llamada a la Salvación que se realizará en la Reconciliación (3) R. KOCH, II peccato nel Vecchio Testamento (Roma, 1973), 77-78.
que Dios Padre nos otorga en Cristo mediante la celebración (4) E. BEAUCAMP, Peché (A. T.): DBS, VII (Paris, 1966), 407.
eclesial. De este modo la teología del pecado culmina en (5) Cfr. P. RICOEUR, Finitud y culpabilidad (Madrid, 1969), 299-304. La
categoría predominante en la noción del pecado es la categoría del 'ante Dios'»
una teología de la Conversión y en una teología de la Re- (p. 299). A PETEIRO, Pecado y hombre actual (Estella,. 1972), 122: «la Biblia
conciliación. habla siempre del hombre 'ante Dios', es decir, referido esencialmente al creador.
Esto influye en la visión bíblica de la existencia humana. Toda ella dice referen-
cia a Dios. Toda actitud y todo acto humano se viven 'ante Dios' y hablan de
amor o de odio al creador. Por eso también el pecado es algo gue sucede 'delante
de Dios' y 'contra Dios' (cfr. Ex 10, 16; Jos 7, 20; 2 Sam 12, 13; Mi 7, 9; Sal 51,
6; Le 15, 18)».
(6) PETEIRO, o. C, 117-122.
(7) BEAUCAMP, /. c, 403.
^8) Ver a este respecto el artículo fundamental de BEAUCAMP, /. c, 407-471,
(9) RICOEUR, O. C, 302-305.
(10) S. LYONNET, Peché (N. T.): DBS, VII (Paris, 1966), 503-508.
(11) Ibíd., 505-506.
(12) R. Se H NACKENBURG, El testimonio moral del Nuevo Testamento (Ma*
drid, 1965), 226-233.
(13) Ver otras listas de pecado en: 1 Pe 2, 1; 4, 3. 15; Apoc 9, 21; 21, 8; 22,
15. A veces las listas de pecados van seguidas de listas de virtudes: Gal 5, 22-23;
Col 3, 12; Ef 4, 32; 5, 9 (otras listas de virtudes sin listas paralelas de pecados:
2 Cor 6, 6; FU 4, 8; Ef 4, 2-3; 1 Tim 4, 12; 6, 11; 2 Tim 2, 22; 3, 10;
1 Pedr 3, 8; 2 Pedr 1, 5-7).
(14) Cfr. el resumen que hace LYONNET, /. c„ 497-498 de los estudios mo-
nográficos de A. VOGILE y de S. WJEEING.
(15) Cfr. LYONNET, /. c, 497-498. Desde un punto de vista cuantitativo, Pa-
blo enumera principalmente los pecados contra la caridad (cerca del 52 por 100),
en segundo lugar los pecados sexuales (21 por 100), después los pecados contra
Dios (14 por 100) y por fin la búsqueda desordenada de uno mismo (9 por 100).
Cfr. E. QUARELLO, L'amore e il peccato (Bolonia, 1971), 27, nota 7.
(16) lbíd., 490-491. «A diferencia de San Pablo o de los sinópticos, el autot
del cuarto evangelio nunca menciona series de pecados particulares, como el robo,
el homicidio, el adultero, etc. Podría decirse que se eleva a un nivel superior,
desde el que puede abrazarlo todo con una sola mirada y unificarlo todo. En este
sentido es sotprendente su modo de usar la palabra amartía. De las 34 veces
que la emplea (17 en el evangelio y 17 en la primera carta), 25 veces se USÍÍ
158 159
en singular Puede; pues, afirmaise que el singular «pecado» expresa la realidad (49) B H MERKELBACH, Summa Theologiae Morahs, I (París, 19383) 349
primordial del pecado tal como lo concibe el cuarto evangelio, la de la respuesta (50) VIDAL, O C , 136 139 231-239
negativa del hombre al encontrarse con Cristo (I DE LA POTTERIE, El pecado es (51) DEMAN, / c, 153
la iniquidad (1 Jn 3, 4) La vida según el Espíritu (Salamanca, 1967), 67 86 =
NTR, 78 (1956), 785 797 (52) Ibtd, 153
(53) BILLUART, / c, 102
(17) Ver el estudio que sobre este \ersiculo hace DE LA POTTERIE en el a c
en la nota anterior (54) VIDAL, O C , 132 135
(18) D E LA PorTERiE, l c, 86 (55) Citamos por la siguiente edición M'dulla Theologiae Morahs HERMANNI
BUSENBAUM, I (Romae, 1844)
(19) Cfr I DE LA POTTERIE, La impecabilidad del cristiano según 1 ]n 3, 6 9
«La vida según el Espíritu» (Salamanca, 1967), 203 224 (56) S ALFONSO DE LIGORIO, Theologia Morahs, II (Roma, 1907), 1 V. Trac-
(20) LYONNET / c, 492
tatus «De Peccatis», p. 705
(57) BUSENBAUM, O C , 393
(21) D MONGILLO, Peccato «Dizionano enciclopédico di Teología Morare»
(Roma, 1973), 688 689 (58) Ibíd, 394
(22) Cfr lo dicho mas arriba, en el capítulo 1, p (59) Ibtd, 393-394
(23) Confia Faustum, 1 22, c 27 PL, 42, 418 (60) Cfr. QUARELLO, O C, 40 45
(24) R BILLUVRT, Summa S Thomae hodiernis academiarum moribus accom- (61) Cfr. B HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 13-34
modata, t V «De Peccatis et Legibus» (Wirceburgí, 1758), 59 65 (62) DEMAN, / c, 157
(25) Ibtd , 60 (63) I-II, q 71, a. 6, ad 5
(26) T H DEMW, Peche DTC, XII, 1 (París, 1933), 159 (64) Citamos por la edición de P MARTÍN, Catecismo Romano (Madrid, 1956)
(27) E QUARELLO, L'amore e il peccato (Bolonia, 1971), 37 38. (65) Ibíd, 678 679
(28) MONGILLO, l c, 689 (66) I-II, q. 71, a 6, ad 5
(29) Lbid, 689. (67) BILLUART, / c, 63
(30) Cfr. Contra Juhanum, IV, 14, 65, PL, 44, 769 770. (68) Ibtd, 63 64
(31) Contra Faustum, 1, 22, c 27 PL 42, 418 (69) D? 3891
(32) E NEVEU, Formules augustimennes la defimtion du peché «Divus Tho- (70) QUARELLO, o c, 38-39, MONGILLO, / c, 689; F. BOURASSA, Le peché,
mas» (Piac ), 8 (19j0), 617 622 offense de Dieu «Gregonanum», 49 (1968). 563 574
(33) I I I , q 71, a 6 1,71) BILLUART, / c, 64
(34) Ve duabus animabas, c 11, 15 PL, 42, 105 (72) MONGILLO, l c, 689.
(35) De libero arbitrio, c 11 PL, 32, 1233 (73) DEMAN, / c, 158
(36) De dwersis quaestiombus, q 30 PL, 40, 19 (74) Ver el capítulo 1
(37) De diversts quaestiombus ad Simplicunum, I, 18 PL, 40, 122 (74) Ver, por ejemplo, B HUUNG, La ley de Cristo, I (Barcelona, 19685),
(38) «Omnia peccata ho_ m genere contireri, cum quisque avertitur a divmis 397 408
vereque menentibus atque ad inceita convertitur» (De libero arbitrio, 1 6 PL, 32, (75) A PETEIRO Pecado y hombre actual (Estella, 1972), 368 375
1240), «Voluntas aversa ab incommutabili et commum bono et conversa ad pro-
(76) J PERARNÁU, Aspectos actuales de la teología del pecado Para renovar
pnum bonum, aut exterior aut interior peccat» (Ibíd, II, 19 PL, 32, 1269)
la penitencia y la confesión (Madrid, 1969), 75 96
Cfr Confesiones, IX, 4, 10 PL, 32, 679, De Cwitate Dei, 12, 6 PL 41, 354
(77) PETEIRO, O c, 427-443
(39) M HUTTÍER Le peché acluel «Théologie du peché» (Tournai, 1960)
295 296 (78) LG, n. 8
(40) I I I , q 87, a 4 La misma doctrina se encuentra en III q 86 a 4 (79) LG, n 11
(41) QUARELLO, O C , 39 40 (80) K RHANER El pecado en la Iglesia «La Iglesia del Vaticano II» (Barce-
(42) MONGILLO, 1 c , 689
lona, 19662), 433 448
(81) QUARELLO, O C, 49 50, MONCILLO, / c, 689 691
(43) SAN JUAN DE LA CRUZ, L'cma de amor viva «Declaración de la canción
primera» (82) A PETEIRO, Hombres y pecados según la constitución «Gaudium et Spes»:
(44) I I I , q. 6 íniüo Miscelánea M. CUERVO LÓPEZ (Burgos, 1970), 341 353.
i45) Cfr M VIDAL, Moral de actitudes ^Madrid, 1974) 128 132 (83) PETEIRO, Pecado y hombre actual, 448
(46) I II, q 71, a 6 (84) GS, nn 25, 39, 40, etc
(47) DEMAN, l C, 146 158
(85) GS, n 37.
(86) Cfr J. ESCUDE, El pecado social, deformación de la actividad humana
(48) «Peccatum propie consistit m actu qui agitur propter finem aliquem,
cum non habet ordmem debitum ad fmem íllum» (I II, q 21 a 1) «La constitución GS en el orden rconómico y social» (Madrid, 1968), 85 106
160 161
6 —Pecado.
(87) Catecismo para adultos, 431.
(88) Cfr. B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 17-19.
(89) DEMAN, l. c, 151-152.
(90) M I , q. 71, a. 6 ad 5.
(91) M I , q. 71, a. 2 ad 4.
(92) «Non enim potest dari ignorantia invincibilis de Dei Existentia, ut
probavimus in prima parte. Dato quod quis posset ignorare invincibiliter ad breve
tempus Deum esse; hoc ipso tamen quod peccaret, cognosceret esse Deum; quia
cognosceret se peccare contra Legem naturalem, consequenter contra Auctorem legis,
sicque in ipsa cognitione legis, cognosceret saltem implicite Legislatorem» (BILLUART,
l. c, 65).
(93) DEMAN, /. c„ 157-158.
(94) «Peccatum philosophicum seu morale est actus humanus disconveniens na-
turae rationali et rectae rationi; theologicum vero et mortale est transgressio libera
divinae legis. Philosophicum, quantumvis grave, in illo, qui Deum vel ignorat
vel de Deo actu non cogitat, est grave peccatum, sed non est offensa Dei;
ñeque peccatum mortale dissolvens amicitiam Dei, ñique aeterna poena dignum»
(Alejandro VIII. Decreto de Santo Oficio, 24 de agosto de 1960; Dz. 2291).
(95) R. MASI, El pecado filosófico: «El pecado en la filosofía moderna» (Ma-
drid, 1963), 7-28; DEMAN, l. c, 255-272; M. ZALBA, Theologiae Moralis Compen-
dium, I (Madrid, 1958), 422.
(96) QUARELIO, o. c, 33.
(97) Gaudium et Spes, n. 36.
(98) J. GIRARDI, El Vaticano II frente al humanismo ateo: «Diálogo, revolu-
ción y ateísmo» (Salamanca, 1971), 13-95.
(99) J. GIRARDI, Reflexiones sobre el fundamento de una moral laica: I. c ,
195-223.
(100) J. FUCHS, ¿Existe una ética específicamente cristiana?: «Fomento Social»,
25 (1970), 165-179.
(101) GIRARDI, 216-217.
(102) Ibíd., 218.
(103) Ibíd., 220-221.
(104) Ibíd., 221.
(105) P. RICOEUR, Culpa, ética y religión: «Concilium», n. 56 (1970), 344.
(106) Cfr. ibíd., 343-344.
(107) RICOEUR pone de relieve este aspecto del siguiente modo: «De una ma-
nera que nosotros ignoramos, el mal coopera, trabaja por el avance del reino de
Dios. Este es el punto de vista de la fe acerca del mal. Visión que no corresponde
a la moralista. El moralista pone en contraste el predicado «malo» con el predi- 4 / DIMENSIÓN PERSONAL Y
cado «bueno»: condena el mal, lo imputa a la libertad y, finalmente, se detiene en
el borde de lo inescrutable, pues no sabemos hasta qué punto puede ser esclavizada DIMENSIÓN ESTRUCTURAL
la voluntad. La fe no va en esa dirección; el origen del mal no constituye problema
para ella; es el fin del mal lo que le preocupa... La fe justifica al hombre de la
DEL PECADO
Aufklárung, para quien, en la gran aventura cultural,, el mal constituye un factor
más en la educación de la raza humana, y no justifica, en cambio, al puritanismo in-
capaz de dar el paso de la condenación a la misericordia, quedándose dentro de los
límites de la ética, sin acceder a la perspectiva del reino que viene» [Ibíd., 345-346).
(108) Ver más arriba en el capítulo 2, p.
(109) M I , q. 73, a. 1.
(110) RICOEUR, /. c, 344-345.
162
HACIA UNA INTERPRETACIÓN «POLÍTICA» DEL PECADO
166 167
ya los que sienten con menos fuerzas las faltas del sector pri-
vado que los delitos dentro de la macroesfera. Para la gene- manos manchadas» (Sartre). También aflora el sentimiento de
ración joven concretamente, la continuación de las guerras, que no podemos ser fieles totalmente; una fuerza ética nos
de la producción de armamento, del colonialismo o del ra- impide ser felices mientras exista la situación de pecado en
cismo, provoca una apelación a una intensa conciencia de la humanidad. La «mala conciencia» lleva consigo una «con-
culpabilidades» (9). ciencia infeliz». El hombre de hoy, si vive a nivel plenamen-
Esta sensibilidad hacia los planteamientos estructurales te consciente, no puede ser plenamente feliz porque le falta
de la culpabilidad se pone de manifiesto en un conjunto de la felicidad de sus semejantes que padecen injusticia.
aspectos con que el hombre de hoy valora el pecado. En efec-
to, existe una valoración preferentemente horizontal: el hom- — Los psicólogos hablan de un desplazamiento de la vi-
bre actual es sensible al pecado preferentemente en su di- vencia de culpabilidad hacia el polo comunitario. Al consta-
mensión horizontal con el peligro de descartar el horizonte tar los cambios operados en los procesos internos de inculpa-
religioso en la comprensión del mismo. Por otra parte, hay ción, «han señalado bastantes sicólogos que el hombre que
una hipersensibilización ante los pecados sociales, de tal ma- hoy se siente malo y culpable no se siente fácilmente culpable
nera que en este sector no sólo no se ha perdido el sentido ante una persona, sino ante algo anónimo; y cuando busca
del pecado, sino que se ha afinado (10). culpables no culpa tanto a personas determinadas como a per-
sonas anónimas que forman grupo y que se simbolizan en un
— En diversos tonos y en diversos contextos se habla líder abstracto e ideológicamente representado, actuando lue-
de una situación de pecado en toda la humanidad en general go gracias a la fuerza anónima de las estructuras» (14).
y de un modo particular en ciertos sectores o áreas. Tras Este desplazamiento o corrimiento en la vivencia de la
esta intuición se encubre, sin duda, una realidad importante, culpabilidad comporta serias dificultades a la hora de la ver-
de la que no tenemos todavía una comprensión precisa pero balización del pecado y a la hora de adoptar conductas repa-
que todos vivenciamos de una manera más o menos aguda. ratorias, si se entiende el pecado y la reparación en términos
Ya PEGUY dijo, refiriéndose a la injusticia social y a la de ética individualista. Por eso se hace necesario un cambio
mala distribución de los bienes de producción y de consumo, en la comprensión del pecado y en la celebración de la Re-
que esta sociedad se encontraba en «estado de pecado» (11). conciliación.
ARANGUREN señala como «el tema ético de nuestro tiempo» A este respecto creemos muy válidas las dos sugerencias
la pregunta de si se puede considerar como bueno el hombre que señalaba TORNOS hace algunos años. Por una parte, «para
que acepta, al menos con su pasividad y su silencio, una si- remediar esta situación convendría ante todo asociar la cele-
tuación socialmente injusta (12). Los Documentos de Mede- bración penitencial con una forma bien determinada del ke-
llín hablan de una «situación de pecado» al referirse a aque- rigma sobre el pecado; ... había que predicar cómo uno mismo
llas realidades que crean situaciones de injusticia (13). y el pecado están en la comunidad o pueblo, cómo a pesar de
Estos y otros testimonios no son más que un índice de la todo nos toca algo en la culpa y la reparación, cómo es la
«mala conciencia» que la humanidad actual tiene en relación comunidad toda la que padece con ello, cómo es la comuni-
con el planteamiento y la dinámica del momento histórico dad eclesial la que nos reconcilia y con quien nos reconcilia-
presente. A esta «mala conciencia» le acompaña un senti- mos con Dios» (15). Por otra parte, «sería interesante tener
miento difuso de participación en la situación de pecado: en cuenta el encuadramiento comunitario de la praxis peni-
«nadie puede decir que no tiene culpa»; todos «tenemos las tencial: porque la inculpación del hombre moderno parece
provenir como de un super-yo social y anónimo; los sistemas
168
1«!)
bilidad humana no tiene univocidad de formulaciones ni po-
afectivos de inculpación están relacionados con la comunidad
see una estructura simple. El pecado es una realidad que pide
tanto y más que con el individuo. Habría que buscar a toda
expresiones comprensivas y vivenciales de carácter complejo
costa formas comunitarias de la celebración penitencial, por-
y diversificado. Dentro de esa complejidad —seguimos tra-
que de lo contrario es difícil que le digan algo a la generación
duciendo a lenguaje actual el significado de la analogía clási-
que se está fraguando» (16).
ca— existe una dimensión que da coherencia a los demás ele-
— Otro factor que indica la necesidad de realizar un cam- mentos y a través de la cual se entiende la realidad total del
bio hacia el polo comunitario en la comprensión y vivencia pecado.
riel pecado es el giro que ha tomado el re-planteamiento teoló- La teología tradicional consideró el pecado mortal actual
gico de la culpabilidad. Partiendo de los datos bíblicos en que e individual como la forma primera de la culpabilidad. Ello
se resalta la dimensión comunitaria del pecado (17), la teo- supone una opción de carácter individualista (frente a la op-
logía actual del pecado destaca de un modo especial la di- ción comunitaria) y de preferencia por la acción singular y
mensión eclesial de la culpabilidad del cristiano (18). concreta (frente a la opción estructural).
Creemos que se puede y se debe replantear esta orienta-
Podemos, pues, afirmar que la conciencia moral cristiana
ción clásica. Por eso nos inclinamos por otra opción: la de
postula la «desprivatización» de la noción y vivencia del pe-
considerar como «primer analogado» de la culpabilidad al pe-
cado. Frente a una excesiva individualización en los últimos
cado comunitario y estructural. La culpabilidad, dentro de su
siglos del cristianismo surge la necesidad de hacer un plantea-
complejidad de elementos, tiene una inteligibilidad unitaria
miento más comunitario y estructural de la culpabilidad. Es
y coherente a través de la referencia a su dimensión comuni-
lo que vamos a intentar hacer a continuación, preguntándo-
taria y estructural.
nos en primer lugar por la opción inicial a adoptar para una
comprensión completa de la culpabilidad. A continuación trataremos en primer lugar, de justificar
esta opcción; y, en segundo término, veremos cómo se inserta
dentro de esta visión la responsabilidad personal inherente a
todo pecado.
II. LA OPCIÓN SOLIDARIA EN LA COMPRENSIÓN DEL
PECADO
El pecado es una realidad que se inserta en la historia 1. LA SOLIDARIDAD EN EL MAL MORAL: EL PECADO FUNDAMENTAL
humana como la negatividad de la salvación. Para el creyente («PRIMER ANALOGADO»).
172 173
ción de solidaridad y al mismo tiempo le da un énfasis espe- Pero no nos interesa la situación, sino el hecho de que
cial a la categoría bíblica del pecado del mundo. la persona está situada. Lo que interesa en última instancia,
La categoría bíblico-teológica del pecado del mundo pone como componente del pecado del mundo, no es el eslabón
de relieve de un modo particular la situación de pecado en entre los pecados personales, sino el hecho de que el hom-
que se encuentra la humanidad a causa de la solidaridad que bre mismo está afectado. El pecado del mundo, al igual que
se establece entre todos los pecados históricos. Todo hombre la pecaminosidad histórica de una comunidad, es realidad en
nace en un mundo «en el que junto a la solidaridad de la sal- el hombre mismo.
vación está presente la solidaridad de la condenación. Ambas
Este estar situado en el pecado es lo que se debe añadir
se encuentran en un mismo campo como la cizaña en medio
a los pecados individuales para que con razón se pueda ha-
de los trigales... El hombre habita en un mundo de pecado,
blar de pecado del mundo.
es decir, una familia, una cultura, una sociedad, en las cua-
les, si bien en diversas proporciones, se encuentra fuertemen- Precisamente a través de esta realidad del pecado del
te anclada y eficaz la solidaridad de la condenación» (25). mundo es como deben ser interpretados todos los pecados
SCHOONENBERG interpreta esta realidad de la solidari- personales. Por eso decimos que la solidaridad en el mal mo-
dad en el pecado a través del concepto de situación o, me- ral es el pecado fundamental o el «primer analogado» de la
jor, de estar situado (26). Por ser persona somos seres rela- culpabilidad humana. Efectivamente, con cada uno de nues-
ciónales. Existe influencia de una libertad sobre otra. Esta tros pecados participamos en el pecado del mundo y nues-
influencia puede hasta tener un efecto demorado en el espa- tro pecado se mide en función de la intensidad de nuestros
cio o en el tiempo. El pecado de hoy no sólo podrán arrastrar vínculos con la solidaridad de perdición. Por otra parte, la
a otros por seducción, sino que puede del mismo modo in- conversión tiene que ser una conversión total: conversión a
fluir en la posterioridad. la solidaridad de salvación realizada en Cristo Jesús. En toda
Esta solidaridad es algo más que una suma de pecados nuestra vida somos interlocutores con el pecado del mundo;
individuales sin relación intrínseca. Pero tampoco consiste en tenemos que tomar postura ante él. En la actitud que adop-
que la culpa de uno pase sin más a otro; eso iría contra el temos frente a él definimos nuestra figura ética: entramos en
principio de la responsabilidad personal. Así, pues, debe ha- la solidaridad de perdición o en la solidaridad de salva-
ber además de los pecados de las personas individuales, un ción (27).
lazo de unión por el que los pecados de uno se unan con los La actualización de la categoría teológica de pecado ori-
de los otros. ginal también destaca la importancia de la solidaridad del mal
Todas las influencias que pasan de una persona libre a moral de todos los hombres. Esto aparece más claro si se ad-
otra persona libre como tal, respetando la libertad de esta mite que «entre la doctrina del pecado original y la del pe-
última y apelando a ella, pueden aglutinarse bajo el término cado del mundo existe una estrecha relación, y es probable
y concepto de situación. Mi acción libre coloca siempre al que los estudios de ambos pecados se complementen el uno
otro en una situación que le incita al bien o al mal, que le al otro, y quizá hasta lleguen a coincidir» (28). No queremos
proporciona un apoyo o se lo quita, que le presenta valores entrar en el desarrollo de este tema, ya que desborda los lí-
y normas o le priva de ellos. mites de estas páginas. Solamente queremos dejar constan-
La situación es el lazo de unión de una decisión libre con cia de que las explicaciones actuales del pecado original coin-
otra de modo que la historia se puede definir como el inter- ciden en este punto: en dar importancia a la dimensión de
cambio de decisiones y situaciones. solidaridad de todos los pecados de la humanidad.
174 175
b) Perspectivas de la «teología de la liberación». decisión por unos pocos, con la consiguiente falta de parti-
cipación en la mayoría. Condiciones infrahumanas de exis-
La teología de la liberación ha puesto de relieve la im- tencia que hacen prácticamente imposible el acceso de mu-
portancia de la salvación cristiana. Puede decirse que el con- chos a los bienes de la civilización y de la cultura. Interés de
cepto de salvación es uno de los pilares sobre los que se apo- unos pocos de detener injustamente el desarrollo integrar de
ya la urgencia teológica de la liberación (29). los demás.
La salvación/liberación es la vertiente positiva de una Todo lo cual constituye un oprimente estado de depen-
realidad que tiene su lado negativo: la no-salvación, la escla- dencia —a nivel de pueblos, de clases o de personas— que
vitud. Ahora bien, dentro del contexto de una salvación en- impide el ejercicio de una libertad plena. Dependencia eco-
tendida como liberación es difícil pensar en un pecado que nómica, social, política o cultural, que impide que un hom-
no tenga dimensiones de solidaridad. Para la teología de la bre o un pueblo se realicen en su originalidad propia.
liberación el pecado fundamental es el pecado que se encarna El pecado está aquí en la injusticia de los hombres que
en toda clase de servidumbres y de injusticias. La liberación —por egoísmo, por evasión o por insensibilidad— crean o
integral supone quitar el «pecado del mundo» (cfr. Jn 1, 29). mantienen culpablemente estructuras opresoras de la digni-
La teología de la liberación abre cuadros teológicos apro- dad humana. Originan un estado de «violencia institucionali-
piados para asumir el pecado desde la dimensión de la solida- zada» que provoca fácilmente las «explosivas tentaciones de
ridad histórica. Precisamente la inteligencia del cristianismo la desesperación» (Pablo VI). Todo esto destruye, impide
como un evangelio de liberación brota de la constatación teo- o desfigura, la imagen de Dios en el hombre. Ataca a Dios
lógica del «misterio de iniquidad» (2 Tes 2, 7) operante en (y esto es el pecado) al atacar su obra. Dificulta la libertad
la historia humana. personal y compromete la paz» (30).
Del contraste entre la experiencia dolorosa de la escla-
vitud y la proclamación del evangelio de la liberación en
Cristo Resucitado surge la imperiosa necesidad de denunciar c) Perspectivas de la «teología política».
el pecado. Ahora bien, el pecado así detectado es preferente-
mente una «situación de pecado», tal como lo declaran los Según los presupuestos de la llamada teología política el
Documentos de Medellín al referirse a una situación de in- pecado tiene que ser pensado fundamentalmente a través de
justicia estructural que mantiene a los hombres y a los pue- la mediación social. Frente a la tentación individualista de la
blos bajo la opresión, que engendra tensiones y provoca vio- teología existencial la teología política se propone recuperar
lencias. la dimensión social de las decisiones personales. Como afirma
PIRONIO describe del siguiente modo la situación de pe- METZ: «Precisamente para llegar hasta la existencia, hoy
cado de la que brota la aspiración de liberación cristiana. Se día no podemos hablar de una manera puramente existen-
trata de «situaciones que dependen de actitudes injustas, más cial» (31).
o menos consciente, de otros. Actitudes injustas que origi- La mediación social o política de la vida auténticamente
nan fundamentalmente un estado de opresión y dependen- humana constituye el elemento esencial de la precompren-
cia. Acumulación excesiva de bienes materiales, que Dios ha sión de la teología política. «Su principio hermenéutico direc-
creado para servicio de todos, con la consiguiente situación tor es la búsqueda de una vida auténtica para todos los hom-
de miseria en la mayoría (hambre, desnudez, enfermedad, bres. Esto no significa que haya de enmudecer la pregunta
falta de vivienda y de trabajo). Acaparamiento del poder de por la existencia individual o que esta cuestión se deje de
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lado como no esencial. Más bien incluso esta misma cuestión
como por ejemplo, las que provienen de una consideración de
sólo se puede solucionar bajo los condicionamientos sociales
la Iglesia como comunidad santa y al mismo tiempo necesitada
y en el contexto de las esperanzas sociales. Nadie puede sal-
de reformas. Baste con lo dicho para aceptar como justificada
varse solo» (32). La mediación social de la precomprensión
la opción por el pecado solidario como el «primer analogado»
de la teología política no ha de entenderse en un nivel pura-
de la culpabilidad humano-cristiana.
mente contemplativo, sino en la relación práctico-operativa
de la verdad. La comprensión de la fe lleva consigo necesa-
riamente la práctica social (33).
A partir de estos presupuestos no es extraño que se ha- 2. LA RESPONSABILIDAD PERSONAL DENTRO DEL PECADO SOLIDARIO.
ble del «pecado interpretado políticamente» y del «perdón
políticamente interpretado» (34). Para SOLLE el punto esen- Existe un serio problema para la teología y para la pas-
cial de la diferenciación entre diferentes escuelas teológicas y toral en relación con la culpabilidad solidaria: ¿cómo inte-
entre generaciones reside aquí. «El disentimiento más profun- grar dentro del pecado solidario la responsabilidad personal?
do, apenas desarrollado aún por lo demás, entre las genera- Debemos confesar que nos encontramos todavía en los prime-
ciones y posturas teológicas, me parece radicar en una com- ros pasos de una reflexión teológico-pastoral de esta índole.
prensión nueva y esencialmente política del pecado; en nada Sin embargo, creemos que se pueden hacer las anotaciones si-
se diferencia tanto una teología de la palabra de Dios de una guientes.
interpretación política del evangelio como en la subyacente
En primer lugar, es necesario seguir afirmando con insis-
comprensión del pecado» (35).
tencia el carácter personal de toda culpabilidad. El pecado no
En la comprensión tradicional del pecado ha predominado
es un «mal abstracto» o un «mal substantivado», como pre-
una interpretación despolitizada, lo cual ha conducido a una
tenden todas las ideologías de corte maniqueo. El pecado dice
visión individualista de la culpabilidad. Sin embargo, el ma-
relación a libertades humanas concretas.
yor pecado reside en las contradicciones reales de nuestra so-
ciedad. Por otra parte, la privatización de la conciencia con- No podemos perder esta dimensión personalista e interio-
duce a una deposición del esfuerzo por transformar la rizada del pecado, que es uno de los aspectos más fundamen-
situación injusta y consiguientemente a una sensación de im- tales de la comprensión cristiana de la culpabilidad. Aunque
potencia frente al mal moral. De un concepto de pecado pen- el pecado pasa a las estructuras, primero y fundamentalmente
sado apolíticamente no puede provenir una crítica social ni acaece en el corazón del hombre. «El pecado se da siempre
un cambio de estructuras de injusticia. en el interior del hombre, que, por su libertad, es capaz de
Para la comprensión de la teología política «el pecador es rechazar el amor e instalar la injusticia. Es decir, es capaz de
el colaborador con la injusticia estructuralmente fundada, la rechazar a Dios. Es siempre el hombre, fundamentalmente,
mayoría de las veces anónima» (36). La vertiente religiosa quien peca» (37).
de la culpabilidad quedará asumida dentro de esta visión si Sin embargo, esta responsabilización personal del pecado
interpretamos la relación con Dios a través de la mediación se puede entender y expresar en clave individualista o en clave
del hombre. comunitaria. Creemos que es necesario incorporar en el estu-
Hemos aludido a algunas perspectivas que nos propor- dio del sujeto de la responsabilidad moral la dialéctica entre
ciona la teología actual para justificar la opción solidaria a la «personeidad» y «comunitariedad» (38).
hora de comprender el pecado. Podíamos señalar algunas más, La «personeidad» (el neologismo es de Zubiri) es una ma-
178
179
ñera peculiar de la existencia humana. La persona humana no soledad», según afirma Ortega y Gasset, está destinada al
puede diluirse en la totalidad; es algo irreductiblemente in- diálogo comunitario.
dividual. Esta visión del hombre como personeidad es nece- El personalismo, por tanto, no es contrario al comunita-
sario mantenerla a toda costa... Es el personalismo que nun- rismo. La integración dialéctica entre personeidad y comuni-
ca podremos deponer. «Nos rebelaremos siempre contra toda tariedad la entendemos en el mundo de la moral como una
última disolución de la persona en el todo, en grandes nom- categoría antropológica básica. Todo comportamiento moral
bres o en grandes abstracciones, como ocurre en los idealis- acaece dentro de esa estructura.
mos. Habremos de ser siempre personalistas, aunque al mis- De ahí que debamos afirmar que tanto la persona como
mo tiempo siempre veremos la persona humana como «abier- la comunidad son sujetos de valores morales. El sujeto de los
ta», como esencialmente referida al otro yo, a la otra persona, valores morales no es exclusivamente el individuo ni exclu-
enlazada con ella y con la comunidad formando el «noso- sivamente la colectividad. La responsabilidad moral no se
tros» (39). puede individualizar hasta el extremo ni se puede diluir ple-
Dentro de esta perspectiva, las aportaciones de HA- namente en el anonimato social.
RING (40) son sumamente valiosas. Frente al idealismo filo- Toda responsabilidad ética tiene que ser responsabilidad
sófico, que basado en este punto en el racionalismo diluye el personalizada, lo cual no indica que sea responsabilidad indi-
individuo en la universalidad de la idea, justifica la inquie- vidualizada. Puede existir y debe existir la responsabilidad
tud de Kierkegaard (añadiríamos nosotros la de Unamuno) moral de la comunidad, que es responsabilidad personalizada.
por la existencia individual. Para HARING, «la atención y el La comunidad no es sujeto de valores morales en el sen-
interés por el individuo es un postulado esencialmente cris- tido de una «conciencia colectiva» independiente de las per-
tiano». Y comenta a continuación: «El considerar exclusiva- sonas (sociologismo moral) ni como suma de las conciencias
mente lo universal delata una orientación inficionada de pan- individuales (psicologismo moral).
teísmo o de filosofismo, satisfechos con un Dios cuya El que la comunidad sea sujeto de valores morales puede
actividad se limita a pensar. El individuo es el amoroso des- entenderse a partir de la reciprocidad que existe entre las
bordamiento de la voluntad del Dios creador, que ama lo in- conciencias de todos los que componen un grupo. Esos valo-
dividual, aunque haya formado todas las cosas según arque- res morales de la comunidad aparecen en las «objetivacio-
tipos previos: las ideas. Cada individuo es un pensamiento nes» de la misma comunidad: en sus estructuras sociales, en
particular de Dios, pues para Dios no hay ideas universales sus estructuras jurídicas, en el espíritu del grupo, en las obras
como para el hombre. Todo ser individual es un rayo de amor de arte, en la cultura, etc.; también se manifiestan en las
de Dios creador, pero lo es sobre todo la persona individual. «mediaciones» de los comportamientos concretos de los que
Ante Dios cada persona tiene un nombre, y existe cada per- componen el grupo, y que pueden estar de acuerdo o en de-
sona porque Dios la llamó por su nombre» (41). sacuerdo con las «objetivaciones» señaladas.
Pero la personeidad ha de ser completada dialécticamen- Si decimos que la persona y la comunidad son sujetos de
te con otra estructura: la comunitariedad. El hombre lleva valores, no se han de entender estos sujetos en el mismo
en su misma estructura una esencial relación a otro yo. La sentido. La comunidad es sujeto de comportamiento moral
existencia humana es un «ser con», un «existir con». La co- no anónimamente, sino en cuanto está personalizada; es de-
munitariedad es tan esencial a la realidad del hombre como cir, en cuanto son personas las que se responsabilizan recí-
la personeidad. No se puede entender la una sin referencia procamente dentro del grupo. Por otra parte, la persona es
a la otra. La radical individualidad del hombre, su «radical el lugar propio de la responsabilidad moral; pero no se pue-
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de entender la persona aisladamente, sino en apertura a las 1. LAS FORMAS DE CULPABILIDAD SOLIDARIA VISTAS DESDE LA DIMEN-
demás personas. En este sentido hay que decir que la res- SIÓN SUBJETIVA.
ponsabilidad moral siempre es una responsabilidad persona-
lizada. Pero esta personalización puede hacerse y entenderse, La solidaridad en el mal moral tiene muchas formas de
o primariamente desde la persona (abierta a la comunidad: subjetivización que corresponden a la gama posible de for-
y por lo tanto cotnunitarizada), o primariamente desde la mas de participación en la culpabilidad objetiva. Señalamos
comunidad (formada por personas: y por lo tanto persona- los grupos siguientes:
lizada).
No se trata, pues, de dos sujetos aislados y autónomos. a) Imputación de pecados individuales ajenos.
La persona y la comunidad son sujetos de valores morales y
comportamientos éticos en la implicación mutua. No se pue- La moral tradicional, sobre todo la casuística, expuso
de entender el uno sin el otro. Es la tensión dialéctica de este punto con múltiples precisiones. Concentró esta especie
personeidad y comunitariedad en donde acaece todo com- de culpabilidad solidaria en dos formas de pecado:
portamiento moral.
— pecado de cooperación,
La tensión dialéctica personeidad-comunitariedad queda
radicalizada en la comprensión cristiana. La persona es un — pecado de escándalo.
cristiano que vive dentro del misterio de la Iglesia. Su com- Remitimos a un manual de moral para la comprensión
portamiento moral acaece dentro de esa coordenada del de estas formas de pecado solidario (42). Advertimos, sin
grupo eclesial. embargo, que los conceptos de escándalo y cooperación de-
A partir de la comprensión de la responsabilidad moral bieran ser reelaborados a partir de una comprensión más
dentro de la dialéctica de lo personal y lo comunitario pode- desprivatizada de la moral (43).
mos encontrar cauces adecuados para entender y vivenciar
el pecado solidario en clave personalizada. Es lo que vamos
a examinar en el apartado siguiente. b) Responsabilización de la dimensión social y eclesial
del pecado personal.
III. CONCRECIÓN DE LA SOLIDARIDAD EN EL MAL- LAS En los dos capítulos anteriores hemos insistido en que
FORMAS DE CULPABILIDAD SOLIDARIA todo pecado tiene una dimensión social y eclesial. Ello su-
pone una especie de solidaridad en el mal moral de la hu-
Después de haber señalado la culpabilidad solidaria como manidad.
la forma básica del pecado (el «primer analogado») nos co- La subjetivización de esta dimensión social y eclesial del
rresponde ahora hacer una análisis de su significado real. Te- pecado debe comportar una forma de responsabilización que
nemos que exponer las formas en que se concreta la culpa- integra el aspecto personal dentro del comunitario. La con-
bilidad solidaria. ciencia cristiana actual vive ya de una manera bastante seria
Para llevar a cabo esta tarea juzgamos conveniente divi- esta responsabilización de la dimensión social y eclesial de
dir el análisis en dos momentos: el momento subjetivo y el los pecados personales. Por eso no insistimos más sobre este
momento objetivo. punto.
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que contiene además una relación al mal colectivo: es lo que
c) Culpabilidad colectiva («pecado colectivo»). llamaremos un pecado relacionado, el cual constituye un
cierto orden en el desorden» (46).
Se debe hablar de responsabilidad colectiva cuando se El pecado colectivo no es suma o yuxtaposición de pe-
trata de una responsabilidad realizada y vivida por una co- cados individuales. Constituye una substantividad en el mal.
lectividad. Sobre la existencia y el alcance del «pecado co- Se trata de una unidad dinámica fundada en la convergencia
lectivo» se habló mucho inmediatamente después de la se- de fuerzas y voluntades hacia una negatividad moral común.
gunda guerra mundial en relación con la culpabilidad del Los moralistas se han preocupado por matizar las diver-
pueblo alemán en cuanto grupo o colectividad. sas formas de responsabilización en el pecado colectivo (47).
Tenemos que afirmar la existencia de pecados colectivos, Podemos distinguir tres niveles en la responsabilización del
que tienen por sujeto responsable una colectividad. Sin que- pecado colectivo:
rer exagerar las tintas es necesario reconocer que «las co-
lectividades tienden a ignorar sus propios pecados específi- — nivel moral: hay culpabilidad moral cuando los indi-
cos, adormeciéndose en una buena conciencia, cuya calma no viduos son responsables, delante de Dios y de su conciencia,
se quiere que vengan a perturbar inoportunos aguafiestas. de injusticias colectivas en la medida en que éstas acaecie-
En todos los tiempos la hipocresía mayor de la conciencia ron por sus acciones o sus omisiones. «Los individuos tienen
colectiva consiste en querer filtrar el mosquito del pecado derecho de rechazar la acusación de culpabilidad personal,
individual al mismo tiempo que se deja pasar el camello del no habiendo contribuido positivamente a actos culpables.
pecado colectivo» (44). Sin duda que ante Dios debe preguntarse cada uno, con toda
Únicamente se puede hablar de pecado colectivo cuando humildad, si no había podido impedir muchos males, mos-
el pecado se atribuye no a la acción personal de un indivi- trándose más dócil y obediente a sus divinos llamamientos.
duo, sino a la responsabilidad de todo un grupo. A esta nue- La nación como tal, como comunidad nacional, no ha de
va forma de pecado alude el Concilio cuando afirma: «los ceder a la tentación de disculparse ante Dios, por más que
individuos y las colectividades, subvertida la jerarquía de va- pueda rechazar la competencia de sus acusadores humanos
lores y mezclado el bien con el mal, no miran más que a lo para juzgar su culpabilidad moral» (48). A este nivel moral,
suyo, olvidando lo ajeno» (45). hay que destacar dos aspectos: el que nadie puede consti-
El pecado colectivo ha sido definido del siguiente modo: tuirse como juez de la culpabilidad moral de otros dentro
«es un conjunto de pecados relacionados de los miembros de del pecado colectivo, y el que los individuos pertenecientes
una comunidad, es decir, un conjunto de actos personales a la colectividad en cuestión no han de diluir sin más su
referidos a un mal común, en lugar de ser referidos al bien propia responsabilidad en el anonimato del grupo o en la
común. El desorden del pecado colectivo proviene de la dis- responsabilidad de las autoridades;
conformidad de la acción realizada en común con la ley justa — nivel jurídico: «Jurídicamente es susceptible de cas-
de la comunidad y, por consiguiente, con la ley eterna de la tigo una falta sólo cuando ha sido cometida libremente por
que deriva toda ley justa. En el sentido pleno y formal de la un individuo o por muchos de común acuerdo. Sólo la com-
palabra, el pecado colectivo es el pecado organizado, el pe- plicidad realmente libre y eficaz cae bajo las sanciones de
cado, por ejemplo, de una asamblea legislativa o del cuerpo la justicia. No puede hablarse de culpabilidad colectiva sino
electoral en su conjunto. El pecado colectivo es en este caso cuando cada uno de los miembros de una sociedad se ha
un pecado en el sentido formal de la palabra, porque es un hecho culpable de una misma acción punible. Habrá, pues,
acto humano responsable, como todo pecado personal, pero
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culpabilidad colectiva cuando haya culpabilidad individual ver a asumir algo que dijimos más arriba: el pecado —todo
común» (49); pecado: el individual y el estructural —está en el interior
del hombre. La dimensión personalista y la dimensión es-
— nivel «histórico»: por pertenecer a la historia de una tructural se juntan otra vez para dar la configuración exacta
colectividad, los individuos de la misma tienen que cargar del pecado.
con las «obligaciones» (que no han de ser entendidas como
Aquí encontramos también un criterio de discernimiento
«castigos») a que hayan dado lugar las injusticias colectivas.
que debe tener en cuenta toda teología crítica de la realidad
«Si una comunidad, por medio de sus autoridades, contrae
social. No se puede hacer una crítica social coherente «mien-
obligaciones, u ocasiona perjuicios culpables, puede hacérsela
tras que nosotros no podemos aclarar cómo estamos inmer-
responsable en su totalidad de esos perjuicios, según los
sos como individuos 'impotentes' en las estructuras genera-
principios generalmente admitidos» (50). A ser posible estas
les, esto es, cómo nosotros nos aprovechamos de ello y cómo
cargas han de ser distribuidas entre los miembros de la co-
cooperamos y transmitimos las normas más íntimas y consi-
lectividad según la mayor o menor participación en la cul-
deradas por nosotros como obvias —por ejemplo, las nor-
pabilidad colectiva (51).
mas de producción, de consumo, de la razón estatal— aun
cuando privada y verbalmente las rechacemos. Una crítica so-
cial que no incluya estos mecanismos de interiorización, que
d) La responsabilidad de las injusticias estructurales. por tanto no descubra y formule el capitalista que hay en
nosotros, el centinela de los campos de concentración que
Tenemos que aludir, por último, a otra forma de soli- hay en nosotros, sino que en lugar de esto cree enemigos en
daridad en el mal. Es la forma más decisiva, pero al mismo proyecciones alienantes, la tengo por una mala propaganda
tiempo la más difícil de expresar en conceptos precisos a los política y no por una interpretación política del evange-
que estamos acostumbrados en la moral tradicional. lio» (52).
La estructura de la sociedad tiene sus limitaciones que
no pueden ser imputables a la libertad humana. Forma parte
de la finitud inherente a los hombres y a la historia humana.
Sin embargo, existen también aspectos estructurales de nues- 2. FORMAS DE CULPABILIDAD SOLIDARIA VISTAS DESDE LA DIMENSIÓN
tra sociedad que son injustos porque dependen de la inter- OBJETIVA.
vención libre de los hombres. Se trata de las situaciones de
pecado o de injusticia institucionalizada. Todas las formas de responsabilización subjetiva frente
Nadie puede escapar de la responsabilización de esas in- al pecado solidario que acabamos de enumerar tienen tam-
justicias estructurales de la sociedad. No podemos escapar bién su vertiente objetiva. Existe pecado solidario:
hacia una ética de la «justificación puritana» mediante me-
canismos farisaicos e hipócritas de sutiles distinciones (como — en la participación que los hombres tenemos en los
la distinción entre cooperación «formal» y «material»). pecados personales de los demás;
La medida de la participación en las injusticias estructu- — en la dimensión social de los pecados personales pro-
rales se mide por el criterio de la acción y de la pasión: en pios, mediante el influjo sobre la conciencia colectiva
qué medida cada persona configura la situación social injusta que queda así deformada (en criterios, en tenden-
y se deja configurar por ella. De ahí que tengamos que vol- cias, en falsos prejuicios, etc.);
186 187
— en la culpabilidad de una colectividad en cuanto tal; tituciones y cosas, a las estructuras creadas por él. La misma
creación —obra de Dios— puede estar sometida a variedad
— en las injusticias de carácter estructural. y servidumbre 'por causa de quien la sometió' (Rom 8, 20).
De allí surgen situaciones que, subjetivamente libres de la
La dimensión objetiva del pecado solidario se realiza de inmediata responsabilidad de muchos, resultan sin embargo
un modo eminente en el pecado estructural. Este puede ser objetivamente situaciones de pecado. Constituyen un desor-
descrito con los rasgos siguientes. den, lo manifiestan o engendran» (54).
El hombre se compone de intimidad y apertura: lo que No es el momento de señalar las concreciones del peca-
ORTEGA Y GASSET llamaba «el yo y mi circunstancia» o do estructural en el mundo de hoy. A modo de ejemplo,
«ensimismamiento y alteridad». La circunstancia o la alteri- recojo unos párrafos de HARING en que se especifican algu-
dad constituyen el «entorno» del hombre. El entorno hu- nas formas de pecado estructural a través de la categoría de
mano es a su vez el «contorno social». «pecado contra la libertad y la liberación» {55):
Desde diversas perspectivas se ha analizado el contorno «Pecado contra la libertad es el rechazo a progresar, a
social como realidad configuradora de la persona (53). El aceptar la necesidad y la posibilidad de una conversión con-
hombre se define también por su dimensión social o de in- tinua; pecado es no querer trabajar para la síntesis y armo-
tersubjetividad. nía de conversión personal y renovación social, cultural,
El contorno social ni es pura determinación ni pura in- económica y política.
determinación. Por una parte, es hechura de la libertad Pecado contra la libertad, con todas las consecuencias de
humana y, por otra, escapa a la intervención libre del hom- los pecados cometidos sin libertad y sin conciencia, es la
bre. Tiene el carácter del «claroscuro» tan propio de las pasividad y la educación que conduce sólo a la sumisión,
realidades humanas. reprimiendo la espontaneidad, la creatividad y las iniciativas
Traduciendo la afirmación anterior en términos éticos audaces.
tenemos que afirmar que algunos aspectos del contorno so- Pecado contra la libertad es la visión estática de la mo-
cial, aunque en sí mismos no realicen la perfección pensada ral en medio de un mundo dinámico.
y deseada, no pueden ser considerados como pecados, sino Pecado capital contra la libertad y contra el desarrollo
más bien como imperfecciones técnicas. Es decir, imperfec- de la propia responsabilidad, es el centralismo exagerado, el
ciones que entran dentro de la estructura finita y de carácter paternalismo anticuado, y todo un mundo de educación y
progresivo que es propia de la realidad humana. Sin embar- de gobierno que condena a tantas personas al subdesarrollo
go, también habrá aspectos del contorno social —y serán los de la libertad.
más— en que no se realice la justicia a causa de las inter- Pecado capital contra la libertad es el esplritualismo de-
venciones de la libertad humana. Se trata entonces de un sencarnado, una pretendida espiritualidad que propugna la
contorno social de carácter pecaminoso. fuga del mundo y la evasión de las propias responsabilidades.
Ese contorno social pecaminoso se concreta en estructu- Pecado contra la libertad es no querer escuchar a los
ras sociales de pecado: estructuras políticas, económicas, cul- profetas.
turales, jurídicas, religiosas, etc. La culpabilidad objetiva Uno de los más graves pecados contra la libertad es la
tiene así una verificación concreta: el pecado estructural. actual mentalidad consumista, el capitalismo y toda actitud
Aunque el pecado está siempre en el interior del hombre, que pretende explotar no sólo las cosas, sino las personas
«de allí pasa luego a las actividades del hombre, a sus ins- sin espíritu de responsabilidad.
188 189
Pecado gravísimo contra la libertad es toda forma de
manipulación de personas y de opiniones públicas en cuanto
que se oponen al desarrollo de la libertad y de la responsa-
bilidad social e individual. Pecado que se comete sobre todo
en los Estados totalitarios, donde no se tolera la formación
orgánica de las opiniones públicas. Pecado presente también
en los países capitalistas donde, en la mayor parte de los ca-
sos los medios de comunicación social son privilegio de gru-
pos egoístas y prepotentes.
NOTAS
Pecado contra la libertad es el fácil ceder de los gobier-
nos y de las comunidades a grupos de presión. La falta de (1) Ver la bibliografía sobre el tema de este capítulo.
interés en la vida social, política y cultural y una pedagogía (2) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 65-67.
que no prepara al hombre para la responsabilidad y la com- (3) H. SCHELSKY, Sociología de la sexualidad (Buenos Aires, 1962), 131-137.
Cfr. la valoración crítica de esta afirmación en M. VIDAL, Moral del amor y de la
petencia en estos decisivos campos, son elementos que se sexualidad (Salamanca, 19722), 248-249.
inscriben negativamente en la historia de la libertad. (4) Gaudium et Spes, n. 30: «La profunda y rápida transformación de la vida
exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la
Por último, pueden ser desastrosas las consecuencias de realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista».
una ética de prohibiciones que en los graves problemas tan (5) Cfr. B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 25-27.
decisivos para el porvenir del hombre y para su libertad (6) J. B. METZ, El problema de una «teología política»: «Concilium», n. 36
(1968), 385-403; Teología del mundo (Salamanca, 19712). Al hablar de «teología
(por ejemplo, la regulación de los nacimientos, el problema política» no se entiende por tal una teología de lo político sino una determinada
de la explosión demográfica, la eugenesia, la medicina pro- forma de interpretar el cristianismo. «Teología política es más bien hermenéutica
teológica que, al apartarse de una teología ontológica o de interpretación existencial,
filáctica, etc.), no ofrece ningún plan constructivo y trata abre un horizonte interpretativo en el cual la política se entiende como el campo
solamente de bloquear los diversos intentos de solución. abarcador y decisivo en que la verdad cristiana ha de transformarse en praxis»
(D. SÜLLE, Teología política (Salamanca, 1972), 69).
Como conclusión de este capítulo queremos resaltar la (7) F. BOCKLE, Temas morales urgentes en la predicación moderna: «Conci-
importancia de la solidaridad en el mal moral como factor lium», n. 33 (1968), 436 ss.; R. SIMÓN, Nouvelles orientations de la morale chré-
decisivo para definir el pecado ético-religioso. Todo pecado tienne: «Supplément», 87 (1968); 488 ss.
(8) H. KÜNG, Christ sein (München, 1974), 500-594.
se constituye en cuanto tal por la participación en el «pe-
(9) E. SCHILLEBEECKX-B. WILLEMS, Presentación: «Concilium», n. 61 (1971), 5.
cado del mundo». (10) L. MONDEN, Conciencia, libre albedrio, pecado (Barcelona, 1968), 9.
No preconizamos con ello un «retorno a la moral má- (11) Cfr. SANTAMARÍA, El pecado colectivo: «Orbis Catholicus»,. 2 (1959)
gica» (55). Lo que proponemos es desprivatizar la noción II n. 11 p. 353.
(12) J. L. L. ARANGUREN, Etica (Madrid; 19725), 53.
de pecado y lograr así una «interpretación política» del (13) Presencia de la Iglesia en la transformación de América Latina. Segunda
mismo. Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Medellín-Colombia, agosto-septiembre
1968) (México, 1968), 35.
(14) A. TORNOS, Perspectivas sicológicas de la celebración de la penitencia:
«Para renovar la penitencia y la confesión» (Madrid, 1969), 111-112.
(14) Ibíd., 113-114.
fl6) Ibíd., 114-115.
(17) J. MURPHY-O'CONNOR, Pecado y comunidad en el Nuevo Testamento: «El
misterio del pecado y del perdón» (Santander, 1972), 65-96; A. PETEIRO, Pecado y
hombre actual (Estella. 1972), 191-225.
(18) J. PERARNAU, Aspectos actuales de la teología del picado: «Para renovar
la penitencia y la confesión» (Madrid, 1969), 75-96. «La aportación más valiosa
190 191
de la dogmática actual sobre el pecado quizá sea el haber subrayado la dimensión
eclesial de éste. Esta se encuentra afirmada en la Biblia, y los padres también insis- (49) Ibíd., 133.
tieron en ella, pero la teología de los últimos siglos parecía haberla olvidado. Los (50) Ibíd., 133.
modernos estudios del sacramento de la penitencia y de su dimensión eclesial, ini- (51) FUCHS, O. C, I, 178.
ciados por B. Xiberta y proseguidos por K. Rahner, B. PoschrAann, P. Galtier y
(52) S01.1.E, o. c, 102-103.
otros, han contribuido de forma decisiva al re-descubrimiento d e este aspecto del
pecado, que comienza a entrar en la predicación, en la catequesis y ya es realidad (53) VIDAL, O. C, 147-150.
en la conciencia da muchos cristianos» (PETEIRO, O. C, 20). (54) PIRONIO, /. c, 822.
(19) HARING, O. C, 25-27. (55) Estamos plenamente de acuerdo con M. BENZO en lo que expuso en un
(20) Ibíd., 87. suelto publicado recientemente en el diario «Ya» con el título de «Retorno a la
moral mágica». Dado su interés me permito transcribirlo en parte; «En la etapa
(21) Ibíd., 88. primitiva de la moral, la culpa es considerada como algo colectivo y hereditario.
(22) R. K O C H , II peccato nel Vecchio Testamento (Roma, 1973), 79-82 (con El delito de un individuo hace responsable a todo su pueblo, cían o familia, y los
bibliografía en la nota 1 de la p. 79). pecados se heredan, pasando de padres a hijos. Sin duda, el mayor progreso de
(23) Ibíd., 82-121. toda historia ética se produjo, cuando se individualizó la responsabilidad. En el
(24) P. SCHOONENBERG, El hombre en pecado: «Mysterium Salutis» (Madrid, pueblo de Israel, este paso decisivo se dio en torno al siglo VI antes de Cristo. Es
1969), II/2, 985. famoso el texto en que Ezequiel expresa, ante el asombro de muchos de sus con-
temporáneos, la ruptura con la concepción antigua y la introducción de la nueva:
(25) HARING, O. C, 93-94.
«Vosotros decís: ¿Por qué no ha de atribuirse al hijo la falta de su padre?
(26) SCHOONENBERG, l. c., 985-997. Porque el hijo que ha practicado el detecho y la justicia, ha observado todas mis
(27) HARING, O. C, 94-95. leyes y las ha seguido, debe vivir. El que ha pecado es el que morirá: al hijo no
(28) SCHOONENBERG, l. c., 998. Ver las pp. 1028-1039. se atribuirá la falta del padre, ni al padre la falta de su hijo; al justo le será
(29) G. GUTIÉRREZ, Teología de la liberación (Salamanca, 1973), 193 ss. imputada su justicia, y al malvado, su maldad».
Cierto que el individualismo ético olvidó durante mucho tiempo las dimensio-
(30) E. F. PIRONIO, Teología de la liberación «Criterio», n . 1608 (1970), nes colectivas de lo moral: la repercusión que nuestros actos buenos y malos tienen
822-823. en los otros; la amplia medida en que las situaciones culturales, económicas y po-
(31) J. B. METZ, Teología del mundo (Salamanca, 1971z), I157. líticas condicionan el comportamiento moral de los individuos; el deber de todos
(32) D. SOLLE, Teología política (Salamanca, 1972), 70. de contribuir a la mejora de las estructuras sociales. Pero tales correcciones necesa-
rias a la ética individualista no significan en modo alguno un retroceso en la gran
(33) METZ, O. C, 146; SOLLE, O. C, 85-87.
conquista del concepto de que la responsabilidad moral es propia de cada persona
(34) SOLLE, O. C, 93-119. y no se comunica a sus afines ni se transmite a sus descendientes.
(35) Ibíd., 93-94. Parece, sin embargo, que algunos experimentan actualmente entre nosotros una
(36) Ibíd., 99. extraña nostalgia de la moral mágica. En algún libro reciente late la tesis de que
(37) PIRONIO,. /. c, 822.
no es posible formar parte de tal o cual grupo religioso sin quedar místicamente
contagiado de todos los errores y culpas cometidos por sus miembros desde sus co-
(38) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 174), 178-185. mienzos. En realidad, el procedimiento dialéctico utilizado es doble: pasa de lo
(39) J. GÓMEZ CAFFARENA, Metafísica fundamental (Madrid, 1969), 126. singular a lo universal, para regresar nuevamente a lo singular. Se empieza seña-
(40) B. HARING, La ley de Cristo, I (Barcelona, 19685), 118-130. lando las conductas defectuosas de algunos miembros conspicuos, para afirmar que
(41) Ibíd., 119. todo el grupo ha quedado teñido de las mismas actitudes, y de ello se deduce, a su
vez, que todo el que se afilie al grupo queda inmediatamente manchado con un
(42) M. ZALBA, Theologíae moralis compendíum, I (Madricj, 1958), 155-158; indeleble «pecado original».
J. FUCHS, Theologia Moralis Generalis, II (Roma, 1966-67), 98-106. Este tipo de raciocinio llevaría, unlversalizándolo, a muy curiosas conclusiones:
(43) «Seguramente debemos volver a reflexionar y reelaborar e l trabajo de la a afirmar que todos los católicos somos personalmente responsables de la inquisi-
teología moral referente al escándalo. Entre otras cosas, para liberar la reflexión ción y las guerras religiosas; que todos los comunistas lo son de los crímenes de
ética sobre el tema de unas perspectivas acentuadas individualistas y para reafirmar Stalin; que todos los liberales son culpables de los crímenes cometidos en nombre
la propia responsabilidad ante la persona, inefable e insustituible, que es uno mis- de la libertad, a los que se refería madame Roland. Y llevando las cosas un poco
mo y ante el prójimo que, quizá y particularmente, será expuesto al escándalo» más lejos, incluso la pertenencia a grupos naturales (que pueden ser abandonados)
(HARING, O. C, 94). haría partícipes a los nuevos miembros de todos los crímenes cometidos por ele-
(44) A. HORTELANO,. Moral responsable (Salamanca, 1969), 139-140). mentos del grupo a lo largo de la historia: cada uno de los españoles sería res-
ponsable de las expulsiones de judíos y moriscos; cada uno de los europeos sería
(45) GS, n. 37. responsable de los abusos coloniales, y, en último análisis, cada hombre sería reo
(46) SANTAMARÍA, l. c., 3(¡4. de los delitos cometidos desde que el mundo existe...».
(47) ZALBA, O. C, I, 146; FUCHS, O. C, II, 176-179; B. IÍARING, La ley de
Cristo, I (Barcelona, 19685), 132-134; E. QUARELLO,. L' Amore e i\ Peccato (Bolonia,
1971), 56; J. RAMOS-REGIDOR, // Sacramento della Penitenza (Turín, 19722), 92-93.
(48) HARING, O. C, I, 133-134.
192
193
5 / EL PECADO Y LOS PECADOS
PRECISIONES DE LA TEOLOGÍA MORAL SOBRE LA MAYOR
O MENOR GRAVEDAD DEL PECADO
197
do utilizar indistintamente la terminología de pecado mor-
detenidamente las distinciones numéricas y específicas de los
tal = grave y la de leve = venial. Algunos defienden explí-
pecados, por razón de la disposición tridentina de tener que
citamente esta adecuación terminológica y de contenido (2).
hacer en la confesión una declaración numérica y específica
Frente a esta posición teológico-pastoral de adecuación
de los mismos. No se olvida el estudio de las condiciones
proponemos volver a la distinción entre los dos planos. De-
para que el pecado sea un acto imputable a la libertad hu-
cimos «volver», ya que en la tradición tomista, que es don-
mana ni tampoco dejan de hacerse precisiones sobre los pe-
de se han fraguado las terminologías y los conceptos rela-
cados internos (malos pensamientos, delectación morosa, gozo,
cionados con la gravedad y con la «mortalidad», los temas
malos deseos) en cuanto que presentan una dificultad mayor
del pecado grave/leve y mortal/venial se tratan de forma in-
para entender su sentido.
dependiente. Santo Tomás habla de la mayor o menor gra-
Existe, sin embargo, un tipo de precisiones sobre el que
vedad de los pecados en la cuestión 73 de la I-II en la que
queremos detenernos porque lo juzgamos de interés pasto-
se plantea el tema de «la composición de los pecados entre
ral. Nos referimos a la distinción de los pecados por razón
sí»: En cambio el tema del pecado mortal y venial lo trata
de su contenido y de su responsabilización personal. Entre
en el desarrollo de los efectos del pecado; el tercer efecto
las divisiones —y son muchas (1)— que encontramos en
del pecado es el «reato de pena» (I-II, q. 87); en conexión
un Manual de moral en el tratado «De Peccatis» ninguna es
con este efecto introduce Santo Tomás el estudio del pecado
de tanta importancia como la que trata de asumir la diver-
mortal y venial, distinción que se origina precisamente del
sidad de la gravedad moral (pecado grave/leve) y la que
«reato de pena» (TU, q. 88).
trata de expresar los efectos del pecado (pecado mortal/
venial). Los comentaristas de la Suma y, en general, los teólo-
En este capítulo vamos a replantear el tema de la mayor gos posteriores permanecen fieles a la colocación que Santo
o menos gradación de los pecados tanto en su contenido Tomás ha dado a los temas señalados. Aunque insensible-
(gravedad), como en su repercusión en la vocación del cris- mente se va pasando a la identificación entre pecado mor-
tiano (mortal/venial). Desarrollaremos el tema en cuatro tal/grave y leve/venial, no faltan voces que siguen procla-
puntos: aclarando inicialmente la distinción de los dos pla- mando su diferenciación. Recordamos un testimonio: el de
DEMAN (3).
nos que entran en juego; examinando la noción de pecado
mortal/venial; exponiendo los criterios para una diversifica- Parte DEMAN (4) de la afirmación de que la división del
ción de los pecados en su dimensión objetiva; y, por último, pecado mortal/venial es una definición esencial del pecado,
sacando algunas conclusiones teológico-pastorales. en cuanto que se interpreta en relación al fin último. En
esta realidad del fin último se juntarán las dos orientaciones
de la «gravedad» (grave/leve) y de la «mortalidad» (mortal/
I. PUNTO VE PARTIDA- DISTINCIÓN DE PLANOS («CRA- venial), ya que es una categoría en la que confluyen el con-
VEDAD» Y «MORTALIDAD»)
tenido del valor moral y la decisión globalizante de la per-
Para poder comprender correctamente el problema de la sona. Pero advierte, a continuación DEMAN que las nocio-
mayor o menor importancia del pecado y poder traducirlo nes de «gravedad» y «mortalidad» son diferentes. La
a categorías teológico-pastorales juzgamos necesario partir gravedad de los pecados consiste en la malicia intrínseca del
de una distinción inicial: separar el aspecto de la gravedad mismo, mientras que la «mortalidad» se mide en relación
del aspecto de la «mortalidad». directa con el fin último. «Así la gravedad de los pecados,
En los Manuales de moral y en la pastoral se ha soli- tomada tanto del objeto como de la voluntariedad de la ac-
198 199
ción, se distribuye en gradaciones infinitas, mientras que — La mayor o menor gravedad de los valores compro-
mortal y venial agotan la razón que dividen, al ser todos los metidos varía un poco conforme las diversas épocas: depende
pecados mortales iguales lo mismo que los veniales son de la mayor inteligencia de la revelación en la historia de
iguales» (5). la salvación y está condicionada por las variaciones de apre-
Esta distinción de las dos consideraciones (gravedad por ciación cultural. De hecho ha habido una fluctuación, dentro
una parte, y las cualidades de mortal/venial por otra) repre- de la historia de los pecados (desde la Iglesia primitiva hasta
sentan en la teología tomista inicial un beneficioso desdo- la actual, pasando por la Iglesia de la Edad Media).
blamiento de una doctrina anterior excesivamente confusa en
que mortal y venial también expresaban los órdenes de gra- — Los teólogos moralistas (y los ministros de la pas-
vedad. Por desgracia en la teología moral de los últimos toral) se mueven dentro de esta distinción. Hay que colocar
siglos se han vuelto a confundir los dos planos de la grave- la distinción entre los pecados por su mayor o menor gra-
dad y de las cualidades de mortal/venial. vedad como una distinción de «técnico». Aunque se basa en
La distinción del pecado en mortal y venial tiene una las fuentes de la revelación, esta distinción admite pluralidad
relación estrecha con todos los puntos de la doctrina general de opiniones y variación según la oportunidad y la situación
del pecado, pero —según D E MAN— estas nociones «no se real de las diferentes comunidades.
confunden con la gravedad del pecado» (6). La distinción entre mortal y venial es considerada desde
A esta distinción de planos creemos que hay que volver el «comprometerse» de la existencia cristiana.
para encontrar un camino más exacto en la teología y en la En esta distinción hay que tener en cuenta lo siguiente:
pastoral del pecado. Seguimos creyendo en que es necesario
establecer inicialmente la distinción de los dos planos para — La línea divisoria entre pecado mortal y pecado ve-
llegar después a su conjugación (7). nial es clara y taxativa, desde el punto de vista teórico. Es
La distinción de los pecados por razón de la gravedad una distinción que corresponde a la realidad. Existe un pun-
se hace a partir del valor moral que entra en juego. En la to exacto donde el pecado pasa de ser venial a mortal y vi-
moral tradicional se decía que la gravedad o levedad se me- ceversa.
día por el objeto (circunstanciado, claro está). Era el objeto — La diferencia taxativa entre pecado venial y mortal
el que solía imponer casi todas las distinciones de los peca- se puede expresar de muchas maneras: pérdida de la gracia,
dos (distinción específica, distinción numérica, distinción decisión en contra de Dios, pérdida del ser cristiano, rup-
cuantitativa de gravedad). tura con Cristo, etc. Todas estas expresiones nos hablan de
En esta distinción hay que tener en cuenta lo siguiente: una quiebra o faüoen lo más nuclear del cristiano.
Es cierto que no se puede restablecer una dicotomía per-
•— La gravedad o levedad se da sin solución de conti- fecta entre el plano de la gravedad y el plano de la «morta-
nuidad: hay cosas gravísimas, graves, menos graves, leves, lidad». Los pecados mortales suponen una materia grave.
menos leves, levísimas. No existe un punto exacto que corte Sin embargo, es difícil establecer una adecuación entre pe-
entre la gravedad y la levedad (según los conceptos de la cado mortal y todos los pecados que se han considerado
moral tradicional). Esto nos indica que la terminología re- como graves. Sobre este punto volvemos al final del capítulo,
sulta «pobre» para recoger la gama de las distintas varia- después de haber expuesto la distinción del pecado en mor-
ciones objetivas de los valores morales, comprometidos en tal/venial y la distinción de los pecados por razón de la
los comportamientos pecaminosos de los hombres. gravedad.
200 201
II. NOCIÓN DE PECADO MORTAL/VENIAL formulación históricamente condicionada y, por lo tanto, re-
visable?
La distinción del pecado en mortal y venial (8) ha sido
un factor decisivo para la formación de la conciencia moral
cristiana y ha tenido un papel importantísimo en la pastoral, a) ¿Origen bíblico de la distinción?
sobre todo penitencial. Esta distinción ha tenido, en la teo-
logía y en la pastoral, una relación estrecha con aspectos im- La Sagrada Escritura no nos ofrece la distinción entre
portantes del cristianismo: privación o no privación de la pecado mortal y pecado venial. Sin embargo, en la valora-
gracia; apartamiento o posibilidad de acceso a la eucaristía- ción que la Escritura hace de los pecados hay una gradación,
comunión (9). Además, en esta distinción estribaba la sal- hay un más y un menos (14).
vación o condenación eternas (10). En el Antiguo Testamento se encuentran distintas enu-
meraciones de pecados que tienen como consecuencia un in-
La razón de la importancia de esta división se basa en
mediato alejamiento de Dios, que provocan la ira divina y
la peculiaridad de la misma. Mientras que las demás divi-
que constituyen una ruptura de la Alianza (dimensión hacia
siones del pecado suelen colocarse en el objeto o valor que
Dios y hacia el Pueblo). Ejemplos: las imprecaciones del
comprometen (distinción específica; distinción numérica;
Deuteronomio 27, 15-26; ciertos pecados enumerados por
pecados internos-externos; pecados capitales, etc.), la divi-
los profetas (Os 4, 24; Is 35, 15-16; Jer 7, 9-10; Ez 18,
sión entre pecado mortal y pecado venial se sitúa en el com-
5-18; 22, 6-16); las condiciones para ser huésped en la tien-
promiso definitivo cristiano. En ella se pone en juego el
da de Yahvé (salmo 15); el examen de conciencia de
«ser o no ser» de la vida cristiana en el creyente. Se le ha
Job (c. 31). La no observancia de los mandamientos rituales
dado incorrectamente (11) a esta distinción el nombre de
de la circuncisión o la celebración de la Pascua se castigaba
« diferencia teológica ».
con el ser «borrado de su pueblo» (Gen 17, 14; Núm 9, 13).
Ante esta importancia es necesario conocer bien la no-
En el Nuevo Testamento encontramos enumeraciones de
ción de los términos y conceptos de mortal y venial. «En
pecados que los cristianos han abandonado al convertirse, y
los libros modernos de teología, esta distinción ha obtenido
que no deben volver a cometer si no quieren ser excluidos
un relieve privilegiado, pero que amenaza la exactitud de
del Reino de Dios (Mt 25>41-46; 1 Cor 6, 9-10; Rom 1,
las nociones aquí comprometidas; en la apreciación común,
24-32; etc.). También aparecen señalados algunos pecados
se limita a estos dos términos el discernimiento de la con-
que excluyen de la comunidad, como sucedió en el caso dei
ciencia moral» (12). Una extralimitación o una mala com-
incestuoso de Corinto ( 1 Ccr 5, 18).
prensión en esta materia tiene repercusiones muy importan-
Junto a estos pecados que excluyen del Reino y de la
tes. Ya San ALFONSO amonestaba sobre la tentación de
comunidad, el Nuevo Testamento constata la existencia de
señalar pecados mortales sin suficiente fundamento (13).
otras faltas que no tienen tal trascendencia (cfr. Mt 6, 12;
Sant 3, 2; 1 Cor 3, 10-15).
1. HISTORIA DE LA DISTINCIÓN PECADO MORTAL/VENIAL.
b) La práctica penitencial.
¿Cómo se ha llegado a esta formulación vigente en la
distinción entre pecado mortal y pecado venial? ¿Pertenece En los escritos del primitivo cristianismo (Padres apos-
a lo nuclear de la comprensión cristiana? ¿Es, más bien, una tólicos encontramos listas de vicios y virtudes. Pero tam-
202 203
poco aparece la distinción neta de pecado mortal y pecado c) Reflexión teológica.
venial como en nuestros manuales de moral.
«En los primeros siglos cristianos no había listas exten- Es necesario señalar otro factor de gran importancia en
sas para distinguir los pecados graves y los menos graves. la historia de la toma de conciencia de la distinción entre
Se sabía, claro está, que un pecado era más grave que otro. pecados mortales y veniales. Es la reflexión teológica.
La apostasía (idolatría), homicidio y adulterio se tomaban Esta reflexión teológica comenzó a hacerse entre los San
muy en serio por razón del escándalo público. Pero, en lo tos Padres. Hacia el final de la época patrística, además de
demás, la distinción entre pecados 'mayores' y 'menores' era los «crímenes» que separan del altar y que exigen la praxis
muy imprecisa» (15). de la penitencia canónica, se hace la distinción entre pecados
Será la práctica penitencial la que irá introduciendo ma- mortales y veniales ( = «mortíferos» y «cotidianos»; se dan
yores precisiones en la apreciación de la mayor o menor gra- otros nombres también). Así, San Agustín admite que para
vedad de los pecados. Existe una correlación entre la histo- la remisión de los pecados cotidianos basta con: la oración
ria del Sacramento de la Penitencia y la historia de la dis- («dimitte nobis debita nostra»), la limosna, el ayuno. Por
tinción de los pecados por razón de su gravedad. otra parte, San Agustín, junto con San Jerónimo, rechaza la
Como criterio general podemos admitir éste: «Siempre opinión de los estoicos y de los escritores cristianos influen-
se admitió la necesidad de la penitencia sacramental y ecle- ciados por el estoicismo de que todos los pecados son iguales.
siástica en los casos de pecados graves, mientras que el per- La distinción entre pecados mortales y veniales encon-
dón de los leves se podía lograr con prácticas privadas de tró su reflexión teológica en el renacimiento teológico de la
penitencia, como la plegaria, el ayuno y la limosna» (16). Edad Media. En el siglo XII, nacida la discusión sobre el
Pero, dentro de esta convicción fundamental, se dio una pecado venial, a éste se le consideraba como pecado de ma-
gran variación a la hora de juzgar un pecado como grave o teria sin importancia. En el siglo XIII se hace una conside-
no. En la penitencia canónica (s. III-VII) se consideran ración más profunda de la distinción entre pecado venial y
como graves los pecados de la famosa tríada, apostasía, adul- mortal, por razón de su relación con Dios, con el fin último
terio y homicidio. En la época de la «penitencia tarifa- y con la ley (18).
da» (s. VII-XII) se establecen listas más precisas y detalla- Fue sobre todo Santo Tomás quien hizo una reflexión
das de pecados «graves» y «pequeños». La práctica peni- teológica seria sobre el pecado y, en concreto, sobre la dis-
tencial actual (s. XIII-XX) está condicionada por la noción tinción entre pecado mortal y pecado venial. Es la reflexión
de pecado mortal; únicamente es obligatorio confesar los pe- que ha prevalecido en la teología católica, sobre todo a tra-
cados mortales; y esto en orden a poder comulgar (17). vés de la obra de los comentaristas a la Suma (aunque no
Esta correlación entre práctica penitencial y distinción de faltan excepciones de oposición a la doctrina tomista entre
gravedad en los pecados es muy aleccionadora; de ella pue- los mismos comentaristas: por ejemplo, Vázquez).
den deducirse consecuencias importantes para la teología del La doctrina de Santo Tomás sobre el pecado mortal y
pecado y para la pastoral de la penitencia. venial se puede resumir en las siguientes afirmaciones:
— La distinción entre pecado mortal y venial se toma
en primera instancia (como el nombre lo indica), del («reatus
poenae», que es consecuencia del mismo pecado: pena eter-
na o pena temporal.
204 205
fin último como el elemento constitutivo del pecado mortal,
— La diversidad de pena está condicionada por la di-
dada la importancia que esta categoría tiene para la vida mo-
versidad de estructura del acto pecaminoso. Santo Tomás
ral y dada la insistencia con que Santo Tomás habla a este
expresa esta estructura del siguiente modo: 1) el pecado
respecto (25). Otros no se muestran tan tajantes a la hora
mortal es algo irreparable (como una enfermedad mortal),
de concretar el elemento formal, ya que para ellos es lo mis-
el pecado venial es reparable (19); 2) el pecado mortal va
mo decir que el pecado mortal es una acción contra el fin
directamente «en contra» de la ley, el pecado venial se sitúa
último que una acción contra la caridad o contra la gracia
«al margen» de la ley (20); 3) el pecado mortal va en con-
o contra le ley (26).
tra de la caridad, no así el pecado venial (21); 4) el pecado
mortal es acto de desorientación frente al fin último, el pe-
cado venial se refiere a una desorientación con relación a
los medios: en este aspecto es donde más insiste Santo
Tomás (22). d) La moral casuista.
— Para que dé esa desorientación frente al fin último La doctrina tomista ha sido prolongada por la Moral ca-
se precisa que el sujeto la subjetivice plenamente, es decir, suista en dos direcciones: elemento objetivo y elemento sub-
que el acto sea perfectamente humano. De otra suerte no exis- jetivo. Los casuistas han realizado una obra acabada de pre-
tirá pecado mortal (23). La razón está en que nadie puede cisiones y de distinciones, como puede verse en cualquier
desorientarse en relación al fin último si no se compromete Manual de moral. Los puntos esenciales en los que ha fra-
plenamente; para ello se requiere un acto plenamente huma- guado la doctrina vigente sobre la distinción entre pecado
no. Esta afirmación puede entenderse de un modo incorrecto mortal y venial los exponemos a partir del texto de moral
creyendo que un pecado en sí mortal puede convertirse en de M. Zalba (27):
venial. No existe un pecado en sí mortal si le falta la deso-
— Es dogma de fe el que no todos Tos pecados son igua-
rientación hacia el fin último; ahora bien, ésta únicamente
les (es decir, unos son más graves que otros); las pruebas de
existe si el sujeto se compromete en un acto plenamente hu-
esta afirmación provienen del magisterio de la Iglesia, de la
mano. Luego hay en una misma realidad la desorientación
Sagrada Escritura, de la tradición patrística y de la razón
hacia el fin último y el compromiso negativo de la persona.
teológica (número 751).
Lo que sí se puede afirmar es que una materia grave no in-
dica necesariamente la existencia del pecado mortal. — El juicio sobre la diversa gravedad de los pecados
se puede formar según algunas reglas elaboradas por los mo-
— La distinción del pecado en mortal y venial no es de
ralistas (números 752-753).
tipo específico (ésta se da por razón del objeto), sino de ca-
rácter esencial (por razón del fin último en cuanto expresión — Dentro de esa mayor o menor gravedad hay que ad-
del compromiso del sujeto) (24). mitir como doctrina de fe que algunos pecados son mortales
La tradición teológica tomista posterior recoge, comenta (graves) y otros veniales (leves): pruebas del magisterio, de
y prolonga la doctrina de Santo Tomás. La cuestión que más la Escritura, de la tradición patrística, de la razón teológica
interés tiene para nosotros, de entre las muchas que tratan, (número 754).
es la de la determinación del constitutivo formal o esencial
— Dentro de cada especie (mortal-venial) existe diver-
del pecado mortal en contraposición con el pecado venial.
sidad de gravedad también (núm. 577).
Algunos se inclinan a considerar la desorientación hacia el
207
206
— El pecado es una realidad analógica: la razón propia 2. NUEVOS PUNTOS DE VISTA EN LA NOCIÓN DEL PECADO MORTAL /VE-
está en el pecado actual mortal (núm. 741). NIAL.
— El pecado mortal se define como «actus perfecte li- La formulación de la moral casuista, basada en parte en
ber, quo homo ita se convertit ad bonum creatum lege divina la reflexión teológica tomista, ha tenido una aceptación teó-
prohibitum ut se simpliciter avertat a Deo, fine ultimo» rica y práctica durante los últimos siglos. Desde Trento ha
(número 765); tiene la máxima gravedad entre los males que sido esta doctrina la que ha configurado la manera de enten-
le pueden acaecer al hombre (núm. 758); tiene una malicia der la distinta gravedad del pecado y la que ha estado con-
«secundum quid» infinita, pero no «simpliciter» infinita dicionando la práctica del sacramento de la penitencia (sobre
(número 759); los efectos del pecado mortal son: privación todo en sus aspectos de obligatoriedad y de declaración) y en
de la gracia santificante, rechazo de la amistad divina (reato
parte la práctica del sacramento de la Eucaristía (en la ver-
de culpa), derecho divino a infligir una pena congruente (rea-
tiente de la participación en la comunión). Esta distinción del
to de pena), pérdida de los méritos (pero no pérdida defini-
pecado en mortal y venial ha configurado también gran parte
tiva (núm. 760); las condiciones para que se dé el pecado
de la predicación y de la vida cristiana.
mortal son: materia grave, advertencia plena, consentimien-
Ya hace años que se comenzaron a advertir síntomas cla-
to pleno (números 761-766).
ros de malestar ante la forma de interpretar esa distinción.
— El pecado venial se define como «actus aliquo modo Se dio un aumento progresiva de los pecados mortales, por
liber, quo homo ita se convertit ad bonum creatum lege di- una tendencia al análisis por paítemele los moralistas y por
vina prohibitum ut non avertat a Deo, ut fine ultimo» (nú- una agudización de la conciencia cristiana. Esta proliferación
mero 767); las condiciones para que se dé el pecado venial de pecados mortales en algunos terrenos del comportamiento
son: alguna malicia del objeto, alguna advertencia y algún moral iba acompañada en otros por una falta de sensibiliza-
consentimiento (núm. 773). ción moral. Por otra parte, «parece innegable que el común
denominador de la instrucción religiosa y en el sentir del pue-
blo cristiano sobre el pecado, la insistencia recae sobre medir
la cosa más que en comprender la intención moral» (34).
e) Magisterio de la Iglesia. El malestar ha llevado a un replanteamiento de la doctrina
vigente. Replanteamiento que se hace desde los presupuestos
El magisterio de la Iglesia supone la distinción entre pe- de una consideración más personalista de la moral y desde un
cados mortales y veniales. Contra los Pelagianos defiende que conocimiento más exacto de la psicología humana.
no todos los pecados quitan la justicia (28). Contra los Pro-
testantes afirma que se pueden dar pecados mortales entre
los fieles (29). Enseña que a los pecados mortales les corres- a) Pecado mortal en perspectiva de «opción funda-
ponde la pena eterna y a los veniales la pena temporal (30). mental».
Afirma la necesidad de confesar los pecados mortales (31).
Condena la proposición de Bayo de que no existen pecados En el replanteamiento actual de la distinción del pecado
veniales «ex natura sua» (32). Estas son las principales tomas en mortal/venial se advierte cierta unanimidad en definir el
de postura del magisterio ante la distinción del pecado en pecado mortal en la perspectiva de la opción fundamen-
mortal y venial (33). tal (35). A modo de ejemplo, recogemos el punto de vista de
algunos moralistas actuales.
208
209
FUCHS (36) comienza la exposición recogiendo la dificul- fundamental, se hablará de pecado venial, es decir, perdona-
tad de San Agustín: si todo pecado, sea en materia leve sea ble, según la etimología de la palabra» (38).
en materia grave, va en contra del orden divino de la crea- HARING (39) subraya la naturaleza de la distinción entre
ción y de la redención, ¿cómo no son contrarios todos los pecado mortal y venial: «la diferencia entre pecado mortal y
pecados a la Caridad de Dios y por tanto, mortales? La res- pecado venial es inmensa y cualitativa. Por ello, la razón es-
puesta que se ha dado en teología es doble: a) porque así lo pecífica de su diferencia en manera alguna puede ser mera-
ha «decretado» la voluntad de Dios (nominalismo, Bayo); mente cuantitativa. En la mejor tradición que ha llegado inclu-
b) porque existe distinta materia (las materias leves no van so hasta nuestros días se sostiene la diferencia específica entre
sustancialmente en contra del orden divino). pecado mortal y pecado venial. Esto significa que el concep-
Ninguna de las dos respuestas le parece satisfactoria a to de pecado no es unívoco, sino análogo»\(40). Por otra par-
Fuchs. Más bien le parece que la raíz de la gravedad hay que te, cree Haring que la diferencia entre uno y otro no se pue-
encontrarla en la disposición que el hombre hace de sí mismo de concretar exclusiva o preferentemente a partir del objeto.
en el acto moral. Tal disposición de sí mismo no la realiza el «El pecado mortal es una determinación, libre y profunda-
hombre formalmente como un acto de libertad sobre tal o cual mente consciente, contra un mandamiento del Señor. Tal de-
objeto particular, sino como un acto de libertad fundamental terminación debe provenir directamente del centro de la ca-
sobre sí mismo en el centro del alma. Por eso dice: «El acto pacidad deliberativa del hombre, de tal modo que el hombre,
moral negativo, es decir, el pecado, solamente es mortal y con su decisión, se exprese y se oriente en contra de la amis-
grave cuando el sentido de negación de Dios, que es propio de tad del Señor. Cuando la libertad humana se encuentra com-
todo acto pecaminoso, brota del hombre como del centro de prometida y bajo el estímulo de la concupiscencia o la pre-
su persona, en lo cual el hombre dispone de sí mismo» (37). sión del ambiente, el pecado mortal puede serlo verdadera-
Esta doctrina la relaciona Fuchs con la de Santo Tomás al afir- mente si toca la intimidad de la persona libre, es decir, cuan-
mar que los primeros padres en el estado de justicia original do el hombre advierte de manera suficiente y proporcionada
(con el don de integridad) no podían menos de pecar mortal- que se trata de una decisión que proporciona la última orien-
mente (I-II, q. 89, a. 3), lo mismo que los ángeles (I-II, q. tación de su vida y, sin embargo, consiente libremente. El ele-
89, a. 4). mento decisivo del pecado mortal es, por tanto, la proceden-
Para que se pueda realizar un acto de esa índole se re- cia del acto del fondo del propio corazón malvado y con tal
quiere pleno conocimiento y plena decisión; y, como presun- medida de conocimiento y de libertad que pueda imprimir
ción, se puede pensar que, generalmente, solamente el acto a la vida toda una orientación contraria al Señor» (41).
sobre la materia grave será acto perfectamente humano y Esta orientación personalista en la consideración del pe-
grave. cado y en la noción de pecado mortal la comparten otros mu-
A partir de lo dicho se comprende que Fuchs identifique chos teólogos: Anciaux (42), Rahner (43), Scheffczyk (44),
el pecado mortal con la opción fundamental negativa. Schoonenberg (45), etc.
MONDEN coloca la noción de pecado mortal en el compro-
meter la opción fundamental. «Si un acto es de tal índole que b) Proposición de nuevas clasificaciones que superan la
en él se manifiesta expresamente la opción fundamental mala, división «bipartita».
se hablará de pecado mortal; si, por el contrario, el acto es
demasiado periférico o no se pone con la suficiente libertad Partiendo de una consideración más personalista del pe-
para que pueda verdaderamente encarnarse en él la opción cado mortal, visto a través de la categoría antropológica de
210 211
«opción fundamental», no ha de extrañarnos que se propon- ma perspectiva del Catecismo holandés. Propone una división
gan nuevas formas de clasificación distintas de la división bi- tripartita con los siguientes nombres: pecado leve (o venial),
partita clásica de mortal y venial. mortal y para la muerte. Según él, el hombre únicamente se
decide plenamente (a partir de la estructura del conocimiento
Algunos han propuesto una división tripartita: pecado y de la voluntad) con un acto de decisiórfintuitiva y con un
leve (o venial), pecado grave, pecado mortal (o pecado para acto de plena voluntad. Este acto se da en el momento de la
la muerte). La manera de entender esta nueva división es di- muerte. Es el acto en que el hombre dispone de su existencia.
ferente según los autores: «La misma distancia que separa el pecado venial del pecado
— A veces es una cuestión terminológica: pecado «gra- mortal existe entre el pecado mortal cometido en esta vida
ve» sería la materia del pecado; pecado «mortal» sería el pe- y el endurecimiento» (49).
cado formal. Existen bastantes autores que comparten esta división tri-
partita del pecado {50). No creemos necesario recoger más
— Para otros, «mortal» sería el pecado cometido con ma-
opiniones al respecto.
licia («con mano alzada»), mientras que el grave será el pe-
Otros teólogos proponen una división cuatripartita. Es la
cado cometido por debilidad (por concupiscencia). El pecado
opinión de un grupo de moralistas españoles pertenecientes a
grave seguiría impidiendo el acceso a la Eucaristía.
la Asociación de Teólogos Moralistas Españoles (ATME) ex-
— Otros distinguen los pecados graves en: graves «mor- presada en la reunión del 11 al 16 de septiembre de 1972 y
tales», que corrompen profundamente la estructura espiritual transmitida por el secretario, F. DÍAZ-NAVA (51): «Se preten-
(por ejemplo, homicidio, adulterio, robo grande) y graves «ve- de, por ello también, hacer una revisión de la famosa cues-
niales» (los que comete el cristiano que se confiesa con fre- tión de la distinción teológica de los pecados ante una nueva
cuencia, pero que se ve en condiciones especiales; por ejem- estructuración del actuar humano articulada a tres niveles:
plo, masturbación y onanismo conyugal). Los «mortales» im-
pedirían el acceso a la Eucaristía. Los graves serían «veniales» 1) La opción fundamental, que es aquella orientación
por el voto continuo de la confesión y deberían confesarse, que de una manera constante está dando sentido a todo el
aunque no antes de toda recepción singular de la Eucaristía. actuar humano. Afecta al núcleo más íntimo de la persona
Los que proponen esta solución lo hacen como «hipótesis» comprometiéndola total y, en cierto modo, definitivamente;
de estudio, sin derecho a llevarla a la práctica (46).
2) la actitud que, estando enraizada dentro de esta op-
— El Catecismo holandés, al hablar del pecado en su as- ción fundamental, mira directamente a un valor moral deter-
pecto personal (47), propone también una división tripartita minado; vg., la fidelidad, la justicia, etc.;
del mismo: leve (o venial), grave y mortal. La diferencia en-
tre los dos últimos términos se mide por la importancia que 3) el acto, que resulta ser la expresión completa de la
se da al morir como acontecimiento personal. «Por eso no actitud en un momento determinado.
queremos emplear la expresión pecado mortal. Lo de mortal Según esta estructuración, la realidad compleja del peca-
suena a algo definitivo e irrevocable. Preferimos decir pecado do se intenta clasificar en la siguiente división cuatripartita:
grave, como hablamos de una enfermedad grave, que no es
aún muerte, aunque puede llevar a ella» (48). a) pecado de muerte, que sería la opción fundamental
— La posición de Se H OONENBERG está dentro de la mis- última e irrevocable en el momento de la muerte. Coinciden
213
212
con lo que los clásicos han llamado impenitencia final y no b) no embarcándose en un curso de pecado hacia la
prejuzga la discusión sobre la tesis de la opción final, tan muerte-pecado:
debatida actualmente; pecado grave.
b) pecado mortal, que es aquel que destruye, mientras B) En auto-realización meramente aparente frente a
estamos de camino por la vida, la opción fundamental a fa- Dios:
vor de Dios, pero admitiendo su corrección por la peniten- Subjetivamente no-grave {pecado).
cia o conversión;
3) En situaciones de conciencia periférica durante la
c) pecado grave, o aquel que transforma profundamen- vida:
te una actitud, amenazando al mismo tiempo de manera se-
ria la misma opción fundamental de la cual aquella brota, A) En auténtico control-despliegue de un acto, contra
pero sin llegar a destruirla ni cambiarla; las normas debidas:
d) pecado leve o venial, aquel que no llega a cambiar a) con una actitud permisiva hacia la posibilidad de una
profundamente una actitud ni desvirtúa, por consiguiente, situación de crisis:
la opción fundamental de manera seria. Pecado venial.
Conviene tener en cuenta que no se puede establecer b) sin una actitud permisiva hacia la posibilidad de una
una correlación entre esta división y la tradicional de pecado situación de crisis:
mortal y venial, así como que no se trata sino de un ensayo
necesitado de precisiones. Pecado leve.
Señalamos por último el esquema de división que pre- B) En control-despliegue meramente aparente de un
senta O ' S H E A ; el pecado, según él, puede tener las siguien- acto contra las normas debidas:
tes incidencias en la vida humana (52):
Subjetivamente no imputación de Pecado.»
«1) En todo el curso de la vida que se consuma en la Aunque más abajo expondremos nuestro punto de vista
experiencia de la muerte: sobre la noción de pecado mortal y venial queremos ade-
"Pecado. lantar que compartimos el parecer de los que creen que el
pecado mortal ha de ser definido desde la categoría de op-
2) En situaciones de conciencia relativa, pero verdade- ción fundamental. También seguimos creyendo que es nece-
ramente personal durante la vida: sario dar importancia al último momento de la existencia,
aunque esto no debe conllevar un término y un concepto
A) En auténtica auto-realización frente a Dios: peculiar de pecado contra-distinto al pecado mortal durante
la vida (53). En lo que no estamos de acuerdo es en las
a) embarcándose en un curso de pecado hacia la muer- nuevas divisiones que se proponen. Creemos que en todas
te-pecado: ellas hay una mezcla de los dos planos, el de la gravedad y
Pecado mortal. • -.. ' •„•.-. el de la mortalidad; mezcla, que según nuestro modo de ver,
21.4.
215
es incorrecta y conducente a confusiones teóricas y pastora- Pero donde aparece en su pleno desarrollo el tema de los
les. Trataremos de exponer nuestro punto de vista sobre el catálogos de pecados es en San Pablo. El Apóstol de los gen-
pecado mortal/venial manteniendo la distinción de los pla- tiles tuvo que encarnar su predicación de la moral cristiana
nos señalados. en las circunstancias ambientales; no ha de extrañarnos que
asumiese las formas de la predicación popular, tanto judía
como pagana (54).
Así como para los catálogos de los deberes domésti-
III. DIVERSIFICARON DE LOS PECADOS POR RAZÓN DE cos (55), así también para los catálogos de vicios y virtudes
SU GRAVEDAD
del cristianismo primitivo y de los escritos neotestamentarios
tenemos que reconocer la influencia de la literatura greco-
En el apartado anterior nos hemos fijado en el plano de
romana de signo cínico-estoico (VOGTLE) y la influencia del
la «mortalidad». Ahora nos vamos a detener en el de la
judaismo tardío (WIBBING). Aunque las motivaciones sean
«gravedad». ¿Cómo se pueden diversificar los pecados en
típicamente «cristianas» no deja de verse la influencia for-
razón de su gravedad?
mal del ambiente en la presentación moral de los escritores
Responderemos brevemente a esta pregunta mediante dos
del Nuevo Testamento en el tema de los vicios y virtudes.
consideraciones complementarias: una en referencia al pasado
y otra de orientación hacia el futuro. El afán por catalogar los vicios y las virtudes es algo que
pertenece a la literatura ambiental, en donde se formó el
Nuevo Testamento. Los catálogos de vicios y virtudes son
1. ANOTACIONES HISTÓRICAS.
esquemas formales, tópicos y convencionales, muy usados en
la parénesis pagana y judeo-helenístíca.
La conciencia cristiana ha ido señalando, a lo largo de su La filosofía popular cínico-estoica difundió diversos ca-
realización histórica, una serie de concreciones sobre la mayor tálogos de vicios; esta sistematización tenía una finalidad
o menor gravedad de los pecados. Sin pretender hacer una didáctico-pedagógica. De este modo se fueron agrupando los
exposición exhaustiva de las mismas nos referiremos a un con- diversos pecados del comportamiento humano y se fue for-
junto de aspecto «típico» para captar lo más decisivo del mando la conciencia popular en el aspecto negativo de la
tema. moral. Los catálogos de vicios tuvieron su lugar más apro-
piado en las predicaciones de los filósofos-moralistas ambu-
lantes que pululaban por el mundo greco-romano. La forma
a) Los catálogos de pecados en el cristianismo primitivo. retórica en que tenían una cabida directa era la diatriba.
También en la literatura judeo-helenística se desarrolló
Ya en los Evangelios sinópticos aparecen catálogos de pe- el tema de los vicios y de sus sistematizaciones. Este tema se
cados. En Mt 15, 19 se enumeran los vicios que tienen su debió a la influencia de la literatura estoica (tal como lo ve-
raíz en el «corazón» del hombre: homicidios, adulterios, for- mos en los libros de la Sabiduría y de los Macabeos; y en
nicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias; «estas co- Filón). Pero también hemos de considerarlo como una pro-
sas son las que manchan al hombre». En Me 7, 21-22 se da longación de la parénesis de la más genuina tradición vetero-
otra enumeración: malos pensamientos, adulterios, fornicacio- testamentaria. Esta última línea de influencia se advierte de
nes, homicidios, avaricia, maldades, fraude, deshonestidad, un modo particular en la literatura de Qumran, sobre todo
mal de ojo, blasfemia, soberbia, falta de juicios. en el tema moral de los dos caminos.
216 217
Si los primeros misioneros cristianos, entre los que des- creando una conciencia diversificada ante situaciones de^pe-
taca San Pablo, tuvieron que utilizar los esquemas de la filo- cado. Conciencia que suele traducirse en catálogos o listas
sofía popular pagana para exponer la parénesis cristiana, de mayor o menor utilización dentro de la pastoral cristiana.
también los predicadores morales cristianos de la siguiente Siguiendo a VOGEL (62), recordamos algunos catálogos
generación se vieron en la misma necesidad. No ha de extra- que la conciencia cristiana ha expresado en diferentes mo-
ñarnos, pues, que encontremos el tema de los catálogos de mentos de la historia del cristianismo.
vicios en la exposición de la catequesis moral de la primitiva La hamartología de la Iglesia primitiva puede encontrar-
Iglesia. se reflejada en la siguiente lista de faltas agrupadas en or-
Un ejemplo típico lo tenemos en la famosa catequesis den decreciente (63):
moral de «los dos caminos», que tanta influencia tuvo en la
moral del primitivo cristianismo. Este tema de los «dos ca- 1. Impureza:
minos» fue conocido y desarrollado por los autores paga- Adulterio, fornicación, sodomía, concupiscencia,
nos (56). También aparece en el Antiguo Testamento (57). palabras deshonestas.
Por otra parte, la catequesis cristiana de los «dos caminos» 2. Homicidio.
guarda relación, y quizás dependencia, con la «Regla de la 3. Idolatría.
Comunidad» de los esenios (58), sobre todo en la doctrina 4. Magia.
de los Dos Espíritus (59). 5. Avaricia.
De la catequesis cristiana de «los dos caminos» tenemos 6. Robo.
tres redacciones completas y otra incompleta (60). La Didajé 7. Envidia:
hace una sistematización de los vicios en el siguiente ca- Celos, codicia, amor de la vanagloria, odio.
tálogo: 8. Mentira:
Falso testimonio, perjurio, hipocresía, calumnia.
«Mas el camino de la muerte es éste: Ante todo 9. Maldad:
es camino malo y lleno de maldición. Muertes, adul- Cólera, insumisión, disputas, perversidad, maligni-
terios, codicias, fornicaciones, robos, idolatrías, ma- dad, maledicencia, injuria, injusticia, estafa.
gias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipo- 10. Orgullo:
cresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, maldad, Jactancia, vanidad, arrogancia.
arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, ce- 11. Inconstancia y sinrazón.
los, temeridad, altanería, jactancia. Este camino si- 12. Borrachera e intemperencia.
guen los perseguidores de los buenos, los aborrecedo-
res de la verdad» (61). En la etapa de la penitencia canónica (s. III-VI) se per-
filan de un modo más detallado los catálogos de pecados que
b) Las listas de pecados en orden a la praxis penitencial. es necesario someter a la praxis penitencial. Agrupando las
diversas indicaciones de Tertuliano, se obtiene el catálogo
En la historia del sacramento de la Reconciliación uno de siguiente (64):
los aspectos más decisivos es el referente a los pecados que
deben ser sometidos a la praxis penitencial. Los Concilios, Idolatría.
los escritores eclesiásticos, los teólogos, los predicadores van Blasfemia.
218 219
Homicidio. 1. Pecados contra Dios:
Adulterio.
Fornicación. Distracción durante la oración, retraso en los ofi-
Falsos testimonios. cios, faltas de ayuno, juramentos imprudentes, vo-
Engaño. tos inconsiderados.
Mentira.
Espectáculos de circo y del estadio. 2. Pecados contra el prójimo:
Maledicencia, calumnia, juicio temerario, silencio
Después de Tertuliano, San Agustín y San Cesáreo de
cómplice, dureza con los prójimos, mala acogida a
Arles son los que presentan las listas de pecados más com-
los mendigos, negligencia en las visitas a los prisio-
pletas. Sistematizando sus indicaciones se puede construir
neros y a los enfermos, faltas a los deberes de hos-
una lista de pecados que puede ser considerada como el ca-
pitalidad, repugnancia a lavar los pies a los huéspe-
tálogo de los pecados que en el siglo VI se debían someter
des, odio, cólera, envidia, negligencia en restablecer
a la praxis penitencial (65):
la concordia, rastrera adulación.
1. Faltas contra el decálogo:
3. Pecados contra sí mismo:
Sacrilegio, apostasía, prácticas supersticiosas (sorti-
Gula, pureza espiritual, pensamientos impuros, mi-
legios, adivinaciones, ritos demoníacos), homicidio,
radas indecentes, complacencia en conversaciones
adulterio, amancebamiento, concubinato, fornicación,
obscenas, conversaciones obscenas, práctica del de-
inobservancia de los tiempos en que estaba prohi-
ber conyugal sin intención de procrear, palabras
bido el uso del matrimonio, espectáculos lascivos o
ociosas, conversaciones inútiles en la Iglesia o fuera
sangrientos, bailes, robo, falsos testimonios, perju-
de ella.
rio, calumnias, aborto.
220 221
Se entiende por pecado capital aquella clase o especie el desprecio de los demás, basándose en la posesión de las
de pecado, aislado o frecuentemente repetido, por el que riquezas (70). Sin embargo, las tres especies de pecado enu-
provienen otros pecados, sobre todo por modo de causa meradas en la primera carta de Juan no se pueden considerar
final. De ahí proviene la etimología, en cuanto que a esta como sistematizaciones (71).
clase de pecados se los considera como «cabeza» o principio Dejando aparte los textos de los Santos Padres, que no
de otros. Como quiera que el disponer o atraer la voluntad hacen otra cosa que repetir las afirmaciones de la Biblia, el
a otros pecados no se consigue, de por sí, con un sólo acto septenario de los pecados capitales tal o muy cerca, como lo
aislado, sino más bien con un número de actos repetidos, consagra la teología y con ella la moral popular, la literatura
por eso mismo se habla más que de pecados capitales de y las artes, se remonta a autores como Casiano, Juan Clíma-
vicios capitales. co y San Gregorio. La enumeración más antigua, sin em-
Se enumeran siete vicios capitales: soberbia, avaricia, lu- bargo, parece haber sido compuesta por Evagrio del Pon-
juria, gula, ira, envidia y pereza. Pero sobre el número de to (345-399) en el opúsculo «De octo vitiosis cogitationi-
los vicios capitales hay una larga historia. bus»: «son ocho las principales clases de pensamientos
La Sagrada Escritura habla y reprueba cada uno de los viciosos, entre las cuales se comprende cualquier otro pen-
siete pecados capitales, por separado; pero no presenta una samiento» (72); señala los siguientes: gula, lujuria, avaricia,
sistematización de algunos pecados bajo el título de «capi- tristeza, ira, desidia, vanagloria, soberbia (como se ve, omite
tales». la envidia y hace distinción entre la vanagloria y la sober-
Se citan algunos textos, pero no son suficientemente bia). Juan Casiano enumera ocho vicios capitales: gula, for-
probatorios al respecto. La versión latina de Eclo 10, 15 dio nicación, avaricia, ira, tristeza, acedía (taedium cordis), va-
pie para admitir que la soberbia es la raíz de todo pecado; nagloria y soberbia (73). Ordinariamente en Oriente ha
pero el texto griego dice únicamente: «las raíces de los or- prevalecido el número ocho (74).
gullosos ( = los gentiles) las arrancó el Señor / y en su lu- Juan Clímaco, apoyándose sobre la autoridad de San
gar plantó a los humildes ( = hebreos)» (en la versión latina: Gregorio Nacianceno y otros que no nombra, no cuenta más
«quoniam initium peccati omnis superbia»). En 1 Tim 6, 10 que siete vicios capitales o principales. A su juicio, la vana-
se lee: «porque la raíz de todos los males es el afán de di- gloria y el orgullo no son más que un mismo vicio (comien-
nero». Se trata de un proverbio corriente en la literatura zo y consumación); fuera de esta precisión, reproduce la
profana de la época (69). En 1 Jn 2, 16 se ha pretendido enumeración de Casiano (75). San Gregorio Magno (f en
ver una sistematización de los pecados; dice el texto: «Pues- 604) enumera siete vicios principales o capitales: vanagloria,
to que todo lo que hay en el mundo —la concupiscencia de avaricia, lujuria, envidia, gula, ira, acedía; no señala la so-
la carne, la concupiscencia de los ojos'y la jactancia de las berbia entre los vicios capitales porque la considera madre
riquezas— no vienen del Padre, sino del mundo». La inter- y reina de todos los pecados (pone en su lugar la envidia,
pretación de cada uno de los tres tipos de pecados no es que hasta entonces no se distinguía de la tristeza). A San
unánime entre los autores y comentadores; se puede pensar Gregorio se debe la doctrina de la conexión de los diversos
que la «concupiscencia de la carne» es una afirmación gene- pecados capitales: generales de un ejercicio, bajo el mando
ral y engloba todos los dominios del mal en los que el mundo tirano del orgullo (76).
solicita al cristiano; la «concupiscencia de los ojos» se puede Desde el siglo VII no se hace más que reproducir una u
referir a los deseos impuros en el terreno sexual; y la «jac- otra de las clasificaciones: Isidoro de Sevilla enumera los
tancia de la vida» se refiere a la ostentación que llega hasta mismos vicios que San Gregorio (77), pero cuenta el orgullo
222 22»
como vicio octavo; Alcuino sigue la clasificación y orden de tas afirmaciones. En cualquier Manual de moral pueden
Casiano (78); Pedro Lombardo se sirve de la clasificación verse ampliamente expuestos.
de San Gregorio (79).
Santo Tomás sigue la enumeración de San Gregorio, con
ciertas modificaciones y adiciones: une la vanagloria y el or- 2. REVISIÓN DE LA DOCTRINA VIGENTE.
gullo (80), llama a la tristeza «acedía» (apelación que justi-
fica por una rigurosa definición teológica) (81), desaprueba Creemos que es necesario someter a revisión crítica la
el desdoblamiento hecho por Casiano entre acedía y triste- doctrina vigente sobre la diversa gravedad del pecado, de la
za (82), añade el análisis escolástico de los fines especiales que hemos señalado algunos jalones históricos. Damos a con-
a los que se adhieren los pecados capitales. tinuación unos criterios generales para llevar a cabo esa labor
Después de Santo Tomás los teólogos han seguido, co- de revisión.
múnmente, su clasificación y su análisis escolástico. Apli- Lo primero que es necesario reconocer es que las listas
cando la doctrina de la distinción de los pecados y vicios por o catálogos que la conciencia cristiana ha elaborado a lo lar-
razón de los objetos, se hace el siguiente razonamiento para go de la historia del cristianismo no tienen una vigencia
probar su número septenario: cuatro se refieren a la búsque- perenne. Están condicionados por situaciones históricas y
da del bien aparente: del alma (vanagloria), de la vida cor-
por comprensiones determinadas, diferentes del momento
poral individual (gula) o de la especie (lujuria), y de los
actual.
bienes exteriores (avaricia); tres se refieren a la huida del
En segundo lugar, toda clasificación de pecados por su
mal aparente: el trabajo (acedía), el bien de los otros (envi-
mayor o menor importancia es una clasificación histórica;
dia) que lleva a la (venganza).
en el sentido de que depende de muchos factores que la con-
dicionan. En cada situación cultural la conciencia cristiana
d) Reflexión teológica sobre la diversa gravedad de los
dará mayor o menor énfasis a determinados comportamien-
pecados.
tos. De ahí que no pueda hablarse de catalogaciones abstrac-
tas y universalmente válidas. Cada cultura puede originar
La reflexión escolástica y el interés práctico de la casuís-
tica ha concretado en un conjunto de principios la doctrina matices diversificados en la escala de valores (87).
sobre la diversa gravedad de los pecados: Sin embargo, existe un punto de referencia unitario para
realizar esas diversas escalas de valores: se trata de la axio-
— No todos los pecados son iguales por razón de su logía evangélica (88) en cuanto perspectiva necesaria para
gravedad o importancia (83). asumir desde el punto de vista cristiano la valoración de las
— La diversidad se mide primariamente por razón del diferentes situaciones históricas.
objeto o contravalor de la acción pecaminosa (84) y
secundariamente por razón de las circunstancias (85).
— Los casuistas señalan unas reglas prudenciales para IV. HACIA UN REPLANTEAMIENTO TEOLOGICO-PASTORAL
emitir el juicio concreto sobre la mayor o menor DEL DISCERNIMIENTO SOBRE LA MAYOR GRAVEDAD
gravedad de los pecados (86). DE LOS PECADOS
No creemos necesario detenernos en el desarrollo de es- Queremos terminar este capítulo con unas conclusiones
teológico-pastorales en las que tratamos de recoger nuestro
224
225
punto de vista acerca del tema del discernimiento que la lidad (la conexión o no conexión con el fin último), sin em-
conciencia cristiana debe introducir sobre la mayor o menor bargo, permanecían diferenciadas.
importancia de los pecados. Las ofrecemos sin pretensión Creemos que la forma de presentar la distinción de los
de decir algo definitivo, sino con ánimo de colaborar al es- planos del pecado y consiguientemente de las dos divisiones
clarecimiento de un problema que preocupa desde la instan- podría encontrar unos cauces mejores si la formulamos den-
cia tanto teológica como pastoral. tro de la doble dimensión en que hemos expresado la reali-
dad del pecado cristiano: dimensión ética y dimensión reli-
Proponemos nuestro punto de vista en dos hipótesis di-
giosa. A nuestro entender, el plano de la gravedad se ha de
ferentes: en la hipótesis en que se quiera seguir manteniendo
colocar en la dimensión ética del pecado: en cuanto realidad
la terminología y las conceptualizaciones teológico-pastorales
ética, el pecado puede tener mayor o menor gravedad según
de pecado grave/venial y leve/mortal; y en la hipótesis —que
sea mayor o menor el contravalor que induce en el mundo.
presentamos como la mejor solución— en que se quiera
En cambio, el plano de la mortalidad dice relación a la di-
prescindir teológica-pastoralmente de estas divisiones.
mensión religiosa del pecado: en cuanto que supone o no
Aunque juzgamos como más convincente la segunda de supone una desintegración radical del universo religioso en
las hipótesis, también pensamos que por el momento se pue- que se mueve el cristiano.
de comenzar con la primera para ir pasando paulatinamente
a la segunda. Esto es válido sobre todo para la praxis pas- 2. a Si miramos los pecados desde el punto de vista de
toral. la gravedad tenemos que admitir una gama muy diversifica-
da de valoraciones que superan el esquematismo de la divi-
sión bipartita vigente de leve/grave. Hay que expresar la
1. E N LA H I P Ó T E S I S DE SEGUIR MANTENIENDO LAS DISTINCIONES DE
«GRAVEDAD» Y «MORTALIDAD».
graduación de valores o contravalores con una mayor rique-
za de matices en las formulaciones, según dijimos más arriba.
Si el discernimiento sobre la mayor o menor gravedad de En efecto, existen contravalores gravísimos, graves, menos
los pecados se quiere seguir expresando medíante las formu- graves, leves, menos leves, levísimos, etc.
laciones que se han hecho vigentes en la conciencia cristiana La teología y la catequesis, siguiendo criterios valorati-
de los últimos siglos juzgamos necesario realizarlo con las vos y reglas prudenciales, han ido señalando la mayor o
siguientes anotaciones críticas, que exponemos a modo de menor importancia objetiva de las situaciones de pecados y
conclusiones: han ido creando una conciencia cristiana al respecto. Ahora
bien, conviene tener en cuenta que estas apreciaciones están
1.a En primer lugar se impone el hacer una distinción condicionadas por las insistencias culturales de cada época.
neta entre el plano de la «gravedad» y el plano de la «mor- De ahí que los esquemas o catálogos vigentes deben ser so-
talidad». Creemos haber justificado suficientemente la cohe- metidos a una revisión de acuerdo con dos criterios que juz-
rencia de esta distinción de planos. En la tradición tomista gamos válidos: la referencia a la axiología evangélica y la
se mantuvieron separados y distinguidos los dos tipos de conexión con los signos de nuestro tiempo en cuanto expre-
clasificación. La división por razón de la «gravedad» decía san el dinamismo valorativo de la Historia de Salvación
relación al objeto del pecado, mientras que la división por aquí y ahora.
razón de la «mortalidad» decía relación a uno de los efectos Por otra parte, la conciencia cristiana ha de expresar la
del mismo. Aunque las dos divisiones se unían en una rea- importancia de las situaciones de pecado a través de formu-
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laciones válidas para cada momento cultural. Conviene ad- y tal como ha sido puesto de relieve en la tradición
vertir que, aunque los «exámenes de conciencia» u otros teológica. Es el pecado en el que se decide la per-
procedimientos pedagógicos pueden tener eficacia para ayu- sona en su totalidad (90);
dar a realizar el discernimiento sobre la mayor o menor im-
— el pecado mortal se manifiesta en la ruptura de la
portancia de las situaciones de pecado, sin embargo lo más
opción fundamental cristiana. Creemos que es esta
decisivo es la formación de una auténtica «estimativa mo-
categoría antropológica la que mejor puede expresar
ral» (89) con que el cristiano puede discernir en cada mo-
la profudidad del pecado mortal. La orientación
mento el peso de sus comportamientos.
personalista de la teología moral actual indica este
mismo camino;
3. a La consideración del pecado desde el plano de la
«mortalidad» debe ser sometida a notables precisiones teo- — el pecado mortal, aunque extraordinariamente puede
lógico-pastorales para que pueda tener un sentido coherente manifestarse en actos singulares, de ordinario se ex-
dentro de la conciencia cristiana. La teología y pastoral vi- presa en actitudes que comprometen notablemente la
gentes han distorsionado, muchas veces, el significado de opción fundamental (91).
esta distinción.
Sobre la noción de pecado mortal/venial creemos nece- c) Conviene recordar también que mientras el hombre
sario hacer las siguientes anotaciones: no se haya endurecido en una opción de rechazo definitivo
de Dios, la Conversión y la Reconciliación le son ofrecidas
a) El lenguaje y la conceptualización de «mortalidad»
misericordiosamente. Por eso no se puede hablar de pecado
y «venialidad» pertenecen al ámbito religioso, y más con-
mortal definitivo durante esta vida.
cretamente al ámbito cristiano. Se trata de una distinción
Esta afirmación descansa sobre un dato válido desde la
que entra en el pecado por razón de la dimensión religiosa
antropología y desde la teología: la importancia que tiene
del mismo. De ahí que utilizar las nociones de mortal/venial
el último momento de la vida para decidir el destino de la
a un nivel ético o meramente humano (de ética humanista)
persona (92). Cobra mayor relieve todavía a partir de la hi-
supondría cometer un fallo de extrapolación lingüística y
pótesis de la «opción final» tal como la proponen algunos
conceptual.
teólogos (93). Esta hipótesis de la opción final «afirma que
El pecado mortal ha de entenderse en términos religio-
sólo en el momento de la muerte es el hombre, en su inte-
sos, es decir, a partir de la comprensión del pecado desde la
gridad, por sí mismo como totalidad de una vez para siem-
fe (desintegración con Dios revelado en Cristo y presente
pre. Toda decisión personal libre anterior del hombre, sea
en la comunidad de los creyentes). Se trata de una distinción
en favor de la fe, sea en favor del pecado, es sólo algo pro-
«operativa» únicamente en el campo de la fe y de la pasto-
visional, como lo demuestra claramente la posibilidad de
ral cristianas.
tentación en el justo y la conversión posible de quien ha
b) Si se quiere utilizar correctamente la noción de pe- pecado mortalmente. Pero si es el hombre mismo quien tie-
cado mortal en la teología y en la pastoral cristianas hay que ne que decidir, teniendo a la vista la llamada graciosa de
tener en cuenta los siguientes aspectos. Dios, su salud eterna, en ese caso la decisión salvífica tendría
que ser, partiendo de su esencia intrínseca, algo irrevocable
— el pecado mortal supone un fallo en lo fundamental por antonomasia. Esto nos llevaría a admitir que todo hom-
de la existencia cristiana, tal como su nombre indica bre en el momento de su muerte se ve emplazado por Dios
228 229
ante la elección decisiva de todo [opción final), ya desde su en términos «formales», sino en términos «existenciales». En
consumación en la eternidad al lado de Dios o su condena- efecto, para que exista un pecado venial se requiere que sea
ción lejos de Dios» (94). un acto (o comportamiento) con advertencia y consentimien-
A partir de esta hipótesis se ha propuesto, según hemos to (son los requisitos «formales»); sin embargo, tal acto no
visto, un nuevo término dentro de la división del pecado: es expresión de toda la persona. «Por lo que respecta a la
el llamado «pecado para la muerte». «El pecado mortal co- decisión personal libre del hombre, hay que distinguir un
metido antes de la muerte corporal no sería definitivo, sino aspecto formal y otro existendal. Desde el punto de vista
sólo una decisión personal condicionada hacia la condena- formal, un modo de comportarse del hombre es libre en la
ción, sólo tendría consistencia definitiva caso de que fuera medida en que este mismo hombre es, mediante su volun-
ratificado por el pecador en la decisión final. Por eso se trata tad, la razón del modo como de hecho se comporta. Y está
de saber distinguir expresamente entre pecado mortal y pe- plenamente justificado que los teólogos constataran con an-
cado para la muerte. Sólo el pecado para la muerte, es decir, terioridad que en este sentido formal el pecado venial tiene
la decisión personal por la condenación es realmente defini- que ser también un acto libre, como lo es el mortal. Pero la
tiva, irrevocable por excelencia, la decisión final» (95). autodeterminación del hombre que debe asimismo conside-
Creemos que es necesario subrayar la importancia del rarse como un acto existencial, como el acto de la libre deter-
morir como momento de decisión personal. Pero lo que no minación, de la autodecisión libre y que el hombre pone en el
juzgamos necesario ni conveniente es dar un nombre espe- pecado venial, es esencialmente distinto del acto de la de-
cial al endurecimiento final y llamarlo «pecado para la muer- cisión característica del pecado mortal» (100).
te» (96). Ni la realidad ni el texto de 1 Jn 5, 16-17 (97) La esencia del pecado venial ha sido un problema muy
nos urgen a establecer esa distinción. discutido en la teología. Siempre se ha afirmado que el pe-
cado mortal era el «primer analogado» (realiza perfectamen-
d) La definición de pecado venial hay que entenderla te la noción de pecado); en cambio, el pecado venial no rea-
dentro de la misma perspectiva que hemos adoptado para liza plenamente la noción de pecado. Se trata, pues, de una
definir el pecado mortal. Es el pecado de la persona «peri- diferencia esencial la que existe entre el pecado mortal y el
férica» y no de la persona «fundamental». No quita la or- pecado venial (101). ¿Dónde reside propiamente la diferen-
denación fundamental (caridad) hacia Dios (98), pero hace cia? La moral tradicional señalaba dos factores: el objetivo
disminuir su fervor y puede llevar —con su repetición— a (material) y el subjetivo (advertencia y consentimiento); pero
un cambio de opción fundamental. parecía dar más importancia al elemento objetivo (102). Sin
La doctrina tradicional ha insistido en que el pecado ve- embargo, hoy día se señala como factor esencial el elemento
nial es tal por dos razones: o por la imperfección del acto subjetivo (opción fundamental), quedando el elemento obje-
o por la parvedad de materia. A esto habría que decir: a) la tivo como un segundo plano.
parvedad de materia —en cuanto tal— no hace necesaria-
mente que el pecado sea venial; únicamente lleva consigo el 4. a Al no poder establecer una dicotomía perfecta entre
que el hombre en tal materia no haga de ordinario un acto la dimensión ética y la dimensión religiosa en el pecado,
plenamente humano; luego hay que poner el pecado venial tampoco se puede formular una separación perfecta entre la
últimamente en la imperfección del acto; bien se trate de división de los pecados por razón de la gravedad y la divi-
materia grave o bien se trate de materia leve (99); b) sin sión por razón de la mortalidad.
embargo, esta imperfección del acto no hay que entenderla
La unión de los dos planos la expresaríamos del siguien-
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No negamos el valor que tales distinciones han tenido
te modo en referencia al pecado mortal. Creemos que al en la historia del cristianismo. Cumplieron su cometido. Pero
pecado mortal ha de encontrársele la concreción objetiva en actualmente, si el magisterio eclesiástico lo consintiera, quizás
un contravalor en cuanto que es asumido por la responsabi- podría recogerse mejor lo válido de esas precisiones en formu-
lidad del cristiano como desintegrador de su opción radical. laciones diferentes.
De este modo se unen los dos planos del pecado y las divi- Proponemos, por lo tanto, con la mencionada condición,
siones por razón de la gravedad y por razón de la mortalidad. el silenciar o «poner entre paréntesis» las clasificaciones del
Esta afirmación puede concretarse en una serie de nor- pecado en mortal/venial y en grave/leve. Además de las ra-
mas prudenciales para la conciencia del creyente. A modo zones apuntadas (malestar en la teología y en la pastoral ante
de anotaciones de poca trascendencia, recordamos las si- estas distinciones y su carácter histórico-accidental) nos mue-
guientes: ven los siguientes motivos para hacer esa propuesta:
— Puede darse pecado mortal en materia leve: no se
excluye con tal de que el pecador en tal acto determine su — La necesidad de liberar la teología del pecado de una
relación fundamental con Dios. Esto aparece ya en algunos relación excesivamente estrecha con la forma de celebración
casos admitidos por la moral tradicional (103): 1) el primer del Sacramento de la Penitencia en los últimos siglos. Cree-
acto moral del niño; 2) un hombre religioso que vive fran- mos que tiene razón HARING cuando insiste en que la refle-
camente su vocación; 3) el santo que se siente comprometido xión teológica del pecado ha perdido vigor al estar excesiva-
con Dios en cualquier acción (10); 4) pecados de «despre- mente vinculada a la obligación de confesar los pecados en
cio» (105). Sin embargo, convendría tener en cuenta que no el Sacramento de la Reconciliación. «Siguiendo la tradición
se puede hacer mal uso de la libertad («pecado por sorpre- y el concepto celta-irlandés sobre el Sacramento de la Peni-
sa») o que no se puede sentir comprometido de ordinario tencia —aceptado posteriormente por el Concilio IV de Le-
en materia leve (106). trán (1215) y de manera especial por la teología postriden-
tina y consecuentemente por la mayor parte de los manuales
— Puede no darse el pecado mortal en materia grave, y de las escuelas—, el pecado fue definido en función de la
no sólo por conciencia errónea, sino también por falta de obligación de confesión» (107). Hoy día se pide un despla-
penetración personal en la acción (sin faltar por eso conoci- zamiento de perspectiva teológica: «en la reflexión teológica
miento conceptual de la malicia y consentimiento de la liber- moral no debe ser considerado como problema fundamental
tad con conciencia refleja). 'lo que hay que confesar' o qué pecados pueden ser absueltos
2. E N LA HIPÓTESIS DE «PONER ENTRE PARÉNTESIS» LAS DISTINCIONES
o dónde se encuentra la línea divisoria entre pecado mortal
DE LEVE/GRAVE Y VENIAL/MORTAL. y pecado venial» (108). Para dar a la teología del pecado
esa nueva orientación hacia la vida y no hacia la obligación
Forzoso es reconocer que existe un malestar en la teo- de confesar los pecados parece conveniente no dar importan-
logía moral y en la pastoral en relación con las distinciones cia y hasta «poner entre paréntesis» las distinciones vigentes
de los pecados en leves/graves y veniales/mortales. Por otra de los pecados. Más aún, si esto puede contribuir «a liberar-
parte, estas distinciones no pertenecen esencialmente a la nos de la orientación excesivamente unilateral de la confe-
comprensión cristiana de la culpabilidad. Se trata de preci- sión en todo el tratado tradicional sobre el pecado» (109)
siones que la teología, la casuística, la catequesis, el dere- también puede ayudar a hacer un replanteamiento más pro-
cho y la pastoral han introducido en la conceptualización y fundo y una celebración más coherente del Sacramento de la
expresión cristianas de la realidad del pecado.
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Reconciliación. R A H N E R ha juzgado insuficientes las normas situaciones creadas por la libertad de los hombres. Esta je-
pastorales, siempre que se salve la interpretación que de la rarquía de valores ha de tener en cuenta la realidad del mun-
obligación tan claramente establecida en el Concilio de Tren- do actual: ha de ser una jerarquía de valores encarnada en el
te de confesar los pecados mortales, con su número y especie, momento actual.
hizo la Congregación de la Doctrina de la Fe el 16 de junio
de 1972, y ha hecho de nuevo el «Ordo poenitentiae». La 2. a La responsabilización o subjetivización de las situa-
empresa no es fácil, hay que confesarlo, y así lo ha puesto de ciones de pecado ha de expresarse en categorías personalistas
manifiesto Rahner, quien estima, entre otras razones, que en Estamos de acuerdo con DÍAZ-MORENO cuando piensa «que
tales normas, cuya obligatoriedad no puede discutirse, no se propiamente la materia no califica substancialmente un acto,
tiene suficientemente en cuenta las nuevas perspectivas teoló- ya que nuestra moral es una moral de actitudes. Y estas ac-
gicas del pecado (110). titudes no se definen por la materia, sino por la intenciona-
lidad de las personas. A lo más servirá la materia de trans-
— La necesidad de desprivatizar toda lsi moral y más gresión como criterio indicativo de la opción y de la actitud
concretamente la noción de pecado puede ser favorecida pre- personal, que es lo que califica moralmente una acción» (112.)
cisamente por el hecho de no dar importancia y hasta de Esta perspectiva personalista conduce a una superación
silenciar las distinciones de los pecados en leves/graves y en del planteamiento «objetivista» en que se encontraba colo-
veniales/mortales. cado el tema del pecado. Por un afán de claridad y basán-
— También es necesario liberar la teología del pecado dose en el axioma de que «los actos son especificados por
del excesivo formalismo en que había caído. La obligación los objetos», la consideración objetivista dio prevalencia al
de declarar los pecados en el Sacramento de la Reconcilia- polo de la «materia» de tal manera que descuidó la dimen-
ción según el número y especie que sigue vigente... provoco sión personalista. En efecto, en la comprensión objetivista:
en los teólogos un afán por ordenar los pecados según géne- — Interesaba el número: es un valor que se cotiza alto.
ro, especie y número. «Comenzó a nacer una ciencia apro- En la moral tradicional se le dio mucha importancia
piada para calibrar el alcance de la obligación, es decir, una a cuestiones que trataban de valorar el número de
teología moral cuya primerísima tarea fue la de determinar actos (porque así se originaba un número determina-
more geométrico qué era pecado mortal y qué pecado ve- do de pecados o de acciones buenas: con los méritos
nial, este último no sometido a la obligación grave de con- o desméritos consiguientes).
fesión» (111). — Interesaba la clasificación: tenerlo todo bien orde-
Para lograr el cambio de perspectiva en la teología y en nado y clasificado. Para ello se siguieron las catego-
la pastoral del pecado tendría su importancia el no insistir rías aristotélicas de género, especie y circunstancias
y hasta el silenciar las distinciones vigentes sobre el pecado. que cambien la especie. Había un deseo de claridad
Dentro de esta hipótesis, el tema de la mayor o menor gra- y ésta se entendía en la perspectiva de las categorías
vedad de los pecados podría expresarse mediante los siguien- de filosofía objetivista.
tes cuadros teológicos, que exponemos a modo de conclu-
La perspectiva personalista, al dar más importancia a la
siones:
persona, pone de relieve el valor de la propia conciencia como
1.a Urge la proclamación de una jerarquía de valores factor de discernimiento. Supone y busca cristianos maduros
netamente evangélica, a la luz de la cual el cristiano pueda a nivel moral, aunque fieles a la hora de formar esa concien-
hacer el discernimiento de su comportamiento y de las cia madura a las enseñanzas del Magisterio eclesiástico.
234 235
3. a A partir de los criterios señalados en las conclusio-
nes anteriores se puede hacer, si se desea, una diversificación
de situaciones de pecado según la escala valorativa cristiana
y una diversificación de formas de responsabilización moral.
La primera diversificación presupone un estudio de la si-
tuación actual a la luz de la axiología evangélica. Es una ta-
rea que debe ser realizada por la voz profética de los cristia-
nos. El profetismo cristiano «detecta» situaciones históricas
de pecado y «examina» la conciencia de la humanidad. El ma- NOTAS
gisterio eclesiástico, cuando interviene proféticamente, pro-
voca un «examen de conciencia» de las situaciones históricas (1) En el Manual de M. ZALBA Theologiae Moralis compendium, I (Madrid,
1958), 424-425, se señalan 11 divisiones de pecado: 1) por razón de la causa: origi-
(recuérdese la encíclica «Populorum progressio»). También nal y personal; 2) por razón de la naturaleza: habitual y actual; 3) por razón del
la teología tiene que hacer «examen de conciencia» del mun- modo: de comisión y de omisión; 4) por razón de la manifestación: externo e in-
terno; 5) por razón de la constitución: formal y material; 6) por razón de la res-
do y de la Iglesia no a través de listas abstractas de pecados, ponsabilidad: de ignorancia, de debilidad y de malicia; 7) por razón de la aten-
sino mediante el dinamismo crítico-profético de la fe (113). ción: deliberado y semideliberado; 8) por razón del motivo: carnal y espiritual;
9) por razón del término: contra Dios, contra uno mismo y contra el prójimo;
La diversificación de las formas de responsabilización en 10) por razón del desorden especial: contra el Espíritu Santo, pecados que claman
al cielo, pecados capitales; 11) por razón del efecto: mortal y venial.
la conciencia del cristiano puede expresarse a través de las ca-
(2) «Eadem peccata quae, ratione effectuum in ordine ad gratiam, mortalia vel
tegorías personalistas de la antropología moral (114). De este venialia dicuntur, ratione momenti et ordinis quem laedunt et reparationis quem
modo se puede hablar de: exigunt apellantur gravia vel levia» (ZALBA, O. C, 425, nota 24).
(3) T H . DEMAN, Peché: DTC, XII, 1 (París, 1933), 225-255.
— Pecado-opción. La opción constituye la estructura fun- (4) Ibíd., 236 ss.
damental de la vida moral; de ahí que el pecado-op- (5) Ibíd., 236.
(6) Ibíd., 236.
ción sea el pecado en su dimensión más profunda.
(7) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974) 403-406.
— Pecado-actitud. Es una forma de pecado que se rea- (8) Ver la bibliografía sobre este tema en el capítulo 1.
liza de un modo global en alguno de los sectores de (9) Concilio de Trento, Ses. 13, c. 11: Dz 1661.
la existencia cristiana. Es un pecado que podríamos (10) Concilios II de Lyon y de Florencia: Dz. 858. 1306.
llamar «sectorial». (11) DEMAN, l. C, 163.
(12) Ibíd., 225.
— Pecado-acto. Es el pecado singularizado, que no com-
(13) «Etenim valde periculosum est confessariis damnare aliquid de culpa gravi,
porta todo el compromiso de la persona, pero que ubi certitudo non elucet .. Hinc animadvertatur in quale discrimen se immittant illi,
expresa la opción y las actitudes en la precaridad del qui rigidam doctrinara sedantes, facile damnant nomines de peccato mortali in iis
in quibus gravis malitia evidenti ratione non apparet eos sic exponendo periculo
«aquí» y «ahora» de la vida. damnationis aeternae» S. ALFONSO, Theologia Moralis, II (Roma, 1907), Liber V.
«Tractatus De Peccatis», 747-748). El Catecismo Holandés también advierte: «No
Al término de este capítulo queremos insistir en que las hay que pensar demasiado aprisa que se ha cometido tal pecado ( = grave). Un
verdadero pecado grave no es una fruslería. El que hace de fruslerías pecados
precisiones sobre la mayor o menor gravedad de los pecados graves, termina haciendo de pecados graves, fruslerías. San Alfonso de Ligorio lo
no debieran nunca oscurecer el mensaje cristiano sobre la dijo una vez así: ¡Si se te mete un elefante en tu cuarto tienes que verlo por
fuerza1 No se comete un pecado mortal por equivocación» {Catecismo para adul-
importancia del Pecado y sobre la oportunidad de la Conver- tos, 434).
sión. La advertencia de San Agustín sigue teniendo vigencia: (14) P. SCHONENBERG, El poder del pecado (Buenos Aires, 1968).
«Quae sint levia, quae gravia peccata, non humano sed divino (15) Catecismo para adultos, 433.
sunt pensanda judicio» (115). (16) SCHONENBERG, O. C, 33.
236 237
(29) Dz. 1535. 1575. 1577.
(17) Cfr. C. VOGEL, El pecado y la penitencia: «Pastoral del pecado» (Estella, (30) Dz. 780. 854. 1002. 1304. 1575.
19682), 303-331; El pecador y la penitencia en la Iglesia antigua (Barcelona, 1968).
(31) Dz. 1679. 1707.
(18) J. FÜCHS, Theologia Moralis Generalis, II (Roma, 1966-67), 135.
(32) Dz. 1920.
(19) «Como el pecado es a modo de enfermedad del alma, conforme a lo ante-
(33) Otias afirmaciones del magisterio: FUCHS, o. c , II, 136; ZALBA, O. C, 754.
riormente dicho lo llamamos mortal por semejanza con la enfermedad mortal del
cuerpo, que es irreparable por haber sido destruido alguno de los principios íntimos, (34) SCHOONEN3ERG, O. C, 387.
según ya hemos visto. Pues bien, principio de la vida espiritual, cuando se desen- (35) Sobre la noción de «opción fundamental», cfr. VIDAL, O. C, 2J>4-2il.
vuelve conforme a la virtud, es la dirección del último fin. Una vez que se ha (36) FUCHS, o. c, II, 137-149.
perdido dicha dirección, no se puede recuperar en virtud de principio alguno intrín-
(37) Ibid., 138.
seco, sino solamente por la intervención del poder divino, como hemos dicho; si
el error es acerca de los medios, el fin lo repara, de modo semejante a como la (38) L. MONDEN, Conciencia, libre albedrío, pecado (Barcelona, 1963), 50.
verdad de los principios corrige el error, si éste versa sobre las conclusiones única- (39) B. HARING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 133-151.
mente... A base de estas consideraciones vemos que la contraposición de pecado (40) Ibid., 142.
venial a mortal es contraposición de pecado reparable e irreparable; claro que aten-
(41) Ibid., 143-144.
diendo al principio interno, no por orden a la virtud divina, que puede sanar todas
las enfermedades espirituales y corporales» (I-II, q. 88, a. 1). (42) P. ANCIAUX, Das Sakrament der Busse (Mainz, 1961), 37-41.
(20) «Quien peca venialmente no obra contra la ley («contra legem»); no hace (43) K. RAHNER, Gerecht und Siinder zugleich: «Geist und Leben», 36 (1963),
lo que la ley prohibe, ni omite aquello a lo que la ley obliga bajo precepto; obra 434-443.
como fuera de la ley («praeterlegem»), porque no observa esa precisión en el obrar (44) L. SCHEFFCZ'XK, Pecado: Conceptos fundamentales de Teología, III (Ma-
que la ley tiene por perfecto» (I-II, q 88, a. 1 ad 1). drid, 1966), 387-398.
(21) «Cuando la voluntad se dirige a un objeto que repugna a la caridad, que (45) P. SCHOONENBERG, El poder del pecado (Buenos Aires, 1968).
vns ordena al fin último, el pecado es mortal... En cambio, a veces la voluntad (46) H. BOOLAARS, Ist jede schwere Sünde eine Todsünde?: «Theologie der
tiende a cosas que implican cierto desorden, pero que no llegan a contrariar al Gegenwart», 6 (1963), 142-148.
amor de Dios y del prójimo (I-II, q. 88, a. 2, cfr. ad 1). (47) Catecismo para adultos, 430-435.
(22) «En el orden moral, el principio de orden es el último fin, lo mismo que (48) Ibid., 435.
en el orden especulativo lo es un principio indemostrable, como declara Aristóteles.
Por eso cuando el alma se sale del recto sendero, por un pecado que llega hasta la (49) SCHOONENBERG, O. C, 39.
aversión del último fin, es decir, de Dios, a quien nos une la caridad, tenemos el (50) Cfr. A. PETEIRO, Pecado y hombre aitual (Estella, 1972), 387-390.
pecado mortal; cuando se da una desviación inferior a la aversión de Dios, caemos (51) A. F. DÍAZ-NAVA, Un coloquio de teólogos moralistas: «Pentecostés», 11
en el pecado venial» (I-II, q. 2 a. 5). Cfr. I-II, q. 87, a. 5; q. 88, aa. 1, 2, 3. (1973), 165-166.
(23) I-II, q. 88, aa. 3 y 6. (52) K. F. O'SHEA, La tealidad del pecado: Una critica teológica y pastoral:
(24) I-II, q. 72, a. 5; q. 87, a. 5. «El misterio del pecado y del perdón» (Santander, 1972), 112-113.
(25) DEMAN, /. c, 235. (53) M. VIDAL, O. C, 393-396.
(26) R. BILLUART, Summa S. Thomae bodiernis academiarum moribus accomo- (54) R. SCHNACKENBURG, El testimonio moral del Nuevo Testamento (Madrid,
data, V (Wirceburgi, 1758), 391-395, dedica un artículo a buscar el elemento for- 1965), 243-244.
mal y primario del pecado mortal y venial. Después de descartar la opinión de los (55) Cfr. K. H. SCHELKLE, Die Petrusbriefe. Der Judasbrief (Freiburg, 1961),
que ponen la distinción en la ley y el consejo, enumera los posibles constitutivos del 96-98 (con bibliografía).
pecado mortal: 1) acción contra la ley; 2) aversión del fin último; 3) acción contra (56) Cfr. HESIODO, Los trabajos y los días, vv. 287-292: Ed. «Belles Lettres»
la gracia y la caridad; 4) ruptura de la amistad con Dios; 5) desprecio de Dios; (París, 1951), 97; JENOFONTE, Memorabilia, II, 1, 20-21.
6) muerte del alma; 7) desorden irreparable; 8) reato de pena eterna. Ante estos
posibles constitutivos o elementos formales hace dos afirmaciones: «Dico 1. Dif- (57) Prov 4, 18-19; 12, 28; Sal 1, 1-6; Jer 21, 8; Deut 11, 26-32.
ferentia formalis et primaria inter peccatum mortale et veníale, non in eo sita est (58) J. P. AUDST, Affinités littéraires du Manuel de Discipline: «Revue Bi-
quod mortale inducat reatum poenae aeternae; veníale, poenae temporalis; ñeque blique», 59 (1925), 219-238; J. DANIELOU, Démon: «Dictionnaíre de Spiritualité»,
quod mortale inferat morten animae privando gratia; veníale non: Ñeque quod III (Paris, 1957), 152-189.
mortale faciat deordinationem irreparabilem, veníale reparabilem: Quia haec omnia (59) 1QS III, 13-IV, 26. Cfr. J. DANIEIOU, Une source de la spiritualité
sunt potius effectus peccati mortalis et venialis, quam eorum differentiae constitu- chrétienne dans les manuscrits de la Mer Morte: «Dieu Vivant», 25 (1953), 127 ss.
tivae: Ideo enim peccatum mortale infert reatum poennae aeternae, mortem ani- (60) Redacciones completas: Didajé, 1-6; Bernabé, 18-20; Doctrina Apostolo-
mae, deordínationem irreparabilem, quia est mortale et non e contra. Dico 2. Quan- rum. Redacción incompleta: Pastor de Hermas, precepto VI.
tum ad caeteras differentias assignatas, videntur tantum diferre terminis, re autem
coincidere: Nam esse contra finem legis, deordinari circa finem, averti ab ultimo (61) Didajé, 5, 1-2.
fine, contemnere Dei amicítiam, contrariad gratiae et charitati sunt termini rem (62) C. VOGEL, El pecado y la penitencia: «Pastoral del Pecado» (Estella, 1968),
eamdem significantes sub diversis conceptibus et formalitatibus...» (392-393). 203-331.
(27) ZALBA, O. C, en la nota 1. (63) Ibid., 221.
(28) Dz. 225, 229.
238
(64) Ibíd., 241. cuanto que el morir ofrece una gran posibilidad de decidir a la persona. La muerte
(65) Ibíd., 258-259. es una «acción» y no sólo una «pasión» (como dice VON BALTHASAR, «no le matan,
se muere uno»).
(66) Ibíd., 263. Esta importancia del momento de la muerte es un dato de la tradición teológica.
(67) P. LOMBARDO, Sent., 1. II, d. 43; PL, 192, 754-756, J. CONGAR, La blasfe- Está a la base de muchos principios morales (no adelantar la muerte, por la posibi-
mia contra el Espíritu Santo: «Concilium», noviembre 1974, 138-151. lidad de arrepentirse, etc.) y de muchas prácticas pastorales (en la administración
(68) «Clamitat ad coelum vox sanguinis (Gen 4, 10) et sodomorum (18, 20 s.), de los sacramentos «sub conditione») (cfr. HIGUERA, a. c, 98-99).
vox oppresorutn (Ex 3, 7), merces detenta laborum (Sant 5, 4). Desde una perspectiva antropológica afirma ARANGUREN, «la vida, mientras dura,
(69) C. SPICQ, Les épitres pastorales (Paris, 1947), 191. por muy endurecida, por muy empedernida, por muy obstinada que esté, es siempre
reformable, aun reformada, aunque sólo sea para endurecerla más. Cada una de
(70) N. LAZURE, Les valeurs morales de la théologie johannique (Paris, 1965), nuestras acciones determina, pero no termina nuestro «éthos»; es defmitoria de
320-326. nuestra personalidad, pero, como dice Zubiri, no definitiva. Definitiva, terminadora
(71) R. SCHNACKENBURG, Vie Johannesbrief (Freiburg, 1963), 128. o terminante, no hay más que una: le dal instante en que queda decidida para
(72) PG, 49, 1271-1278. siempre la figura de la felicidad que hemos elegido, que hemos preferido, la de Ii
(73) Ve coenobiorum institutis, V, 1: PL, 49, 202-203; Collationes, V, 10. «hora de la muerte» (J. L. L. ARANGUREN, Etica (Madrid, 1972 2 ), 491-492).
(74) S. NILO, Tractatus de octo spiritibm: PG, 79, 1145 ss. (93) Hay teólogos que admiten que toda la vida tomada en su conjunto consti-
tuye y hace la opción total del hombre: así RAHNER (Zur Jheologie des "Yodes
(75) Seda Paradisi: PG, 88, 948 ss. [Friburgo, 1959]). Otros admiten un acto especial de opción final en el mismo mo-
(76) Moraba, XXXI, 45, PL, 76, 60 ss. mento de la muerte (acto que no está en desconexión con toda la vida anterior):
.77) Vifferentiarum, II, 161: PL, 83, 96 ss. así GLORIEUX (Endurcissement final et gráces finales, NRT, 59 [1932], 865-892;
(78) Líber de virtutibus et vitus, ce. 27-34: PL, 101, 653-737. ln hora mortis, MScR, 6 [1946], 185-216), TROISFONTAINES (Je ne meurs pas, [Paris,
1960], BOROS {Mysterium mortis [Olten, 1962], GREFFÉ (La morí comme nécessité
(79) Sent., 1. II, dst. 42, n. 8 sq.: PL, 192, 753-754. et comme liberté, «La Vie Spirituelle», 45 [1963], 264-280) y otros. Otros prefieren
(80) I-II, q. 84, a. 4 ad 4; Ve malo, q. 8 a. 1 ad 1. colocar la opción final en un acto anterior al momento de la muerte.
(81) II-II, q. 35, a. 1; Ve malo, q. 11, a. 1. (94) B. SCHÜLLER, Pecado mortal. Pecado venial': «Penitencia y confesión»
(82) II-II, q. 35, a. 4 ad 3. (Madrid, 1969), 81-82.
(83) I-II, q. 73, a. 2; DEMAN, /. c, 167-171; ZALBA, O. C, 428-429. (95) Ibíd., 83.
(84) I-II, q. 73, aa. 3-4; DEMAN, /. c, 171-174. (96) Vimos que es SCHOONENBERG quien ha propuesto esta nueva especie de
(85) I-II, q. 73, aa. 7-10; DEMAN, l. c, 174-177.
pecado y este nuevo nombre. Algunos lo admiten abiertamente: así L. MONDEN,
Conciencia, libre albedrío, pecado (Barcelona, 1968), 51 ss. Otros lo rechazan tam-
(86) ZALBA, O. C, 426-430, 433-435. bién abiertamente: así B. SCHÜLLER, /. c, 81 ss., y Pecado y tesis de la opción
(87) Cfr. Conclusions de la IX Semaine Théologique de Kinshasa: «Notes Pas- final: «Selecciones de Teología», 8 (1969), 117-124.
torales», XIII, n. 35 bis (1974), 601-609. (97) Las interpretaciones de este pasaje son muy variadas, pero creemos que no
(88) Ph. DEL HAYE, Esauisse d'une axiologie chrétienne: «L'Atni du clergé, 76 indican la necesidad de formular teológicamente una especie nueva de pecado. Las
(1966), 609-613. interpretaciones del pasaje van por estos caminos: 1) lo interpretan dentro de la
(89) Para el concepto de «estimativa moral», cfr. M. VIDAL, Moral de actitudes distinción actual de pecado mortal y venial (opinión tradicional); 2) interpretación
(Madrid, 1974), 26-28. en relación con Me 3, 29, o Hebr 6, 4-8 (un pecado que no se perdona); 3) no es
pecado mortal en el sentido teológico y ordinario de la palabra-, es \m pecado espe-
(90) A partir de esta concepción se pueden entender mejor las dos afirmacio- cial (BRAUN y LYONNET); 4) se trata de la negación de la fe cristológica (CASADO);
nes de la moral católica: 1) quien peca mortamente no está en condiciones de re- 5) pecado que consiste en el homicidio (LAZURE).
parar sus pecados; 2) la condenación eterna corresponde intrínsecamente al pecado
mortal (Dz 858; 1306; 1002). (98) I-II, q. 88, a. 1 ad 2.
(99) FUCHS, o. c, II, 145-146.
(91) La pedagogía moral tendrá que responder, sin exageraciones casuísticas, a
la pregunta sobre la relación entre opción fundamental negativa y las actitudes y/o (100) SCHÜLLER, l. c, 31-32.
los actos concretos: (101) I-II, q. 88, a. 1 ad 5.
— ¿Puede un solo acto crear una opción fundamental. En sí, puede responder- (102) Para una visión rápida de las distintas opiniones sobre la esencia del pe-
se afirmativamente; sin embargo, lo ordinario será que requiera un conjunto cado venial, cfr. B. HARING, La ley de Cristo, I (Barcelona, 1968 5 ), 418-420. He
de actos. aquí algunas opiniones, que colocan la esencia del pecado venial en:
— ¿Puede seguir en píe la opción fundamental positiva fallando en algunas ac- — el quebrantamiento de un consejo (Escoto);
titudes cristianas y conservando otras? Ss difícil admitir esa hipótesis, ya que — los «movimientos primeros» dt. imperfección (primeros escolásticos);
existe una unidad en la vida moral (cfr. G. HIGUERA, LOS puntos teológico- — el decreto positivo de Dios (Bayo);
morales discutidos del Catecismo Holandés: «Sal Terrae», 59 [1961], 94-96.
— la no destrucción de la caridad (Santo Tomás).
(92) El último momento de la vida no sólo tiene importancia en un sentido (103) FUCHS, O. C, II, 141-143.
pasivo, en evanto fijación de la decisión que se tiene en el último momento («en la (104) «No me parece imposible que cuando el hombre ha llegado a un grado
dirección en que cayó el árbol así quedará»), sino también en un sentido activo en elevado de perfección religiosa y moral, la transgresión de un precepto divino en
240 •>A1
una cosa de poca monta (v. gr., una mentira ordinaria, pero del todo consciente),
puede parecerle tan incompatible con el amor divino como una gran oposición, de
modo que tn su delicada conciencia se establezca la sincera convicción de que tal
falta ofende gravemente a Dios. En tal supuesto no basta con decir simplemente
que se trata de un caso de conciencia errónea* (HARING, I, 423).
(105) «De nuestra explicación se deduce una consecuencia digna de atención y
que está de acuerdo con la opinión general de los moralistas, y es que cuando al-
guien se decide con toda tranquilidad, conocimiento y libertad a quebrantar un
precepto que de suyo tiene poca importancia, es decir, cuando la persona en perfecta
posición de todas sus facultades rompe contra la voluntad de Dios, aunque no sea
sino en cosas de poca monta, peca mortalmente. Hay, efectivamente, entonces un
desprecio formal del legislador, y una demostración de que el alma no pone en
Dios su último fin, sino en sus propios caprichos» (HAMNG, I, 421).
(106) «Cuando una conciencia demasiado escrupulosa toma por pecados morta-
les los insignificantes pecados de sorpresa (v. gr., una pequeña falta de sinceridad),
de ordinario no hay pecado mortal, pues falta un perfecto empleo de la libertad.
Esto vale con toda seguridad para aquellas conciencias demasiado timoratas, que del
más pequeño desorden hacen un pecado mortal, pues la fuerza de la libertad no al-
canza a evitar todas esas pequeñas faltas. Es evidente que en tales almas no hay
desprecio de la ley de Dios. Y nada significa en contra el que, una vez cometidas
las faltas, se tengan por graves, pues aquí sólo es decisivo el fallo que dicta la con-
ciencia antes de la decisión y durante ella» (ibld., 414-415).
(107) B. HAKING, Pecado y secularización (Madrid, 1974), 14.
(108) Ibíd., 14.
(109) Ibíd., 133.
(110) K. RAHNER, Bussandacht und Einzelbeicbe. Anmerkungen zum Romis-
chen Eslass über das hussakrament: «Stimmen der Zeit», 190 (1972), 363-372. Ci-
tado por HARING, O. C, 133.
(111) HARING, O. C, 34.
(112) J. M. DÍAZ-MORENO, La gravedad moral de la lujuria. Notas de teología
pastoral en tomo a la parvedad de materia: «Sal Terrae», 62 (1974), 616.
(113) Puede verse un ejemplo en HARING, o. C, 35-85, 109-131.
(114) M. VIDAL, Moral de actitudes (Madrid, 1974), 231-239.
(115) Enchiridion, 78: Pl, 40. 269.
ÍNDICE
242
Págs.
PRESENTACIÓN 7
a) Estudios de síntesis 29
b) Obras en colaboración 29
c) Números monográficos de revistas 30
a) Etnología y culpabilidad 32
b) Psicología de la culpabilidad 34
245
Págs.
247
Págs
Págs
3 / CONCEPTUALIZACION TEOLÓGICA DEL «PECADO»
PARA UN MUNDO SECULARIZADO 109 III. Búsqueda de la definición de pecado para un mun-
do secularizado 148
LA VISION CRISTIANA DE LA CULPABILIDAD HU-
MANA 111 1. Punto de partida: la distinción entre «dimen-
sión ética» y «dimensión religiosa» 149
I. El pecado en la revelación cristiana 113 2. La doble dimensión del pecado para el creyente. 153
3. Síntesis cristiana de la culpabilidad humana ... 156
A) Revelación del pecado en el Antiguo Testa-
mento 114
4 / DIMENSIÓN PERSONAL Y DIMENSIÓN ESTRUCTU-
1. El «encuadre teológico» para comprender y
RAL DEL PECADO 162
vivenciar el pecado 114
2. La fe como fuerza detectadora de «situacio- HACIA UNA INTERPRETACIÓN «POLÍTICA» DEL
nes de pecado» 117 PECADO 165
a) Nivel expresivo o documental 118
I. Punto de partida: «desprivatización» frente a «indi-
b) Nivel de contenido o de valores 119 vidualización» en la noción y vivencia de pecado ... 166
3. Valoración del pecado a partir de la Alianza. 121
II. La opción solidaria en la comprensión del pecado. 170
B) Revelación del pecado en el Nuevo Testamento. 122 1. La solidaridad en el mal moral: el pecado fun-
damental («primer analogado») 171
1. Principales catequesis de los Sinópticos so-
a) Perspectivas de la «teología bíblica» 173
bre el pecado 123
b) Perspectivas de la «teología de la liberación». 176
2. El pecado en la teología paulina 125
c) Perspectivas de la «teología política» 177
3. El pecado en los escritos joaneos 128
2. La responsabilidad personal dentro del pecado
W. Valoración de las formulaciones teológico-pastorales solidario 179
vigentes sobre el pecado 130
III. Concreción de la solidaridad en el mal: las formas
1. Pecado = transgresión de la ley eterna 131 de culpabilidad solidaria 182
2. Pecado = aversión de Dios y conversión a las 1. Las formas de culpabilidad solidaria vistas desde
criaturas 133 la dimensión subjetiva 183
3. Pecado = una acción desordenada 136 a) Imputación de pecados individuales ajenos. 183
b) Responsabilización de la dimensión social y
4. Pecado = una acción con advertencia y consen-
eclesial del pecado personal 183
timiento en contra de la ley 140
c) Culpabilidad colectiva («pecado colectivo»). 184
5. Pecado = ofensa y deuda a Dios 142 d) La responsabilidad de las injusticias estruc-
turales 186
6. Nuevas perspectivas en la definición de pecado. 145
Págs.
Págs.