Hora Santa Con El Sagrado Corazón de Jesús

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Hora Santa con el Sagrado

Corazón de Jesús
1 exposición

Congregado el pueblo, se puede cantar algún canto eucarístico.


El ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no está reservado
en el altar en que se va a tener la exposición, el ministro,
cubierto con el humeral, lo traslada desde el lugar de la reserva,
acompañándolo algunos ayudantes o algunos fieles con cirios
encendidos.
Póngase el copón o la custodia sobre la mesa del altar, cubierta
con un mantel. Pero si la exposición se alarga durante un tiempo
prolongado, y se hace con la custodia, se puede utilizar el trono
o expositorio, situado en un lugar más levado.
Expuesto el santísimo Sacramento, si se emplea la custodia, el
ministro inciensa al Sacramento. Después de esto, si la
adoración se prolonga durante un tiempo bastante largo, puede
retirarse.
2. Adoración

2.1. Oración introductoria (que puede recitar el ministro


solo, o el ministro con el pueblo).
Señor nuestro Jesucristo,
que con amor sincero te entregaste por nosotros
y, elevado sobre la cruz,
hiciste brotar de tu costado traspasado,
con el agua y la sangre,
los sacramentos de tu Iglesia;
concédenos adentrarnos en el misterio de tu Corazón
para que comprendamos lo que trasciende toda filosofía:
la grandeza y la gratuidad de tu amor.
Permítenos, Señor, acercarnos a tu corazón abierto
y ser, en medio del mundo,
signos vivos y eficaces de tu salvación.
Que por intercesión de tu Madre, la Virgen María,
lleguemos a ser templos dignos de la gloria de Dios
y constructores de la civilización del amor.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

2.2. Lecturas de la Sagrada Escritura


Lectura de la primera carta del apóstol San Juan (I Jn 4,
9-15)
“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios
envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de
él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de
esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en
nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos
visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como
Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios permanece en él y él en Dios”
Palabra de Dios.
Todos responden: Te alabamos, Señor.
- Después de lectura se puede dejar un momento de silencio o
cantar algún canto apropiado o, si se prefiere, recitar, o cantar,
el siguiente Salmo:
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R. El Señor es mi pastor, nada
me falta.

Aunque camine por cañadas oscuras,


nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R. El Señor es mi pastor,
nada me falta.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R. El Señor es mi pastor, nada me
falta.
+ Lectura del santo evangelio según San Juan (Jn 19, 31-
34).
“En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación,
para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado,
porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que
les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya
había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los
soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió
sangre y agua”. Palabra del Señor.
Todos responden: Gloria a ti, Señor Jesús.
2.3. Homilía o reflexión
El ministro, si es sacerdote o diácono, puede tener la homilía. Si
lo prefiere, o si preside un ministro no ordenado, puede leer la
siguiente reflexión:
“En efecto, nadie ha visto a Dios tal como es en sí mismo. Y, sin
embargo, Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha
quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero,
dice la citada Carta de Juan (cf. 4, 10), y este amor de Dios ha
aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues « Dios envió
al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él » (1
Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre
(cf. Jn 14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas maneras. En
la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro
encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena,
hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del
Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la
acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia
naciente.
El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la
Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los
hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los
Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la
Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes,
experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de
este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida
cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero;
por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor.
Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en
nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su
amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en
nosotros el amor como respuesta” (BENEDICTO XVI, Encíclica
Deus caritas est, 17).
Después de la homilía o reflexión se deja un tiempo de silencio.
2.4. Preces
Invoquemos, hermanos, a Jesús, manso y humilde de corazón,
que en el sacramento de la Eucaristía nos ha dejado la prenda
de su amor, y digámosle: MÍRANOS, SEÑOR, Y TEN PIEDAD.
Por la Iglesia santa de Dios; para que sea signo eficaz del amor
del Padre por los hombres, reflejado en el Corazón del Redentor,
ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por toda la humanidad; para que, a través del testimonio de los
cristianos, descubra la insondable riqueza de la misericordia
divina, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por aquellos que buscan el sentido de sus vidas; para que se
acerquen a Jesús, fundamento de la esperanza, ROGUEMOS AL
SEÑOR.
Por los que sufren, por los enfermos, por los pobres; para que en
el Corazón de nuestro Salvador encuentren consuelo y fortaleza;
ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por este Congreso dedicado al Corazón de Jesús, Fuente de Vida;
para que contribuya a difundir la verdadera piedad hacia Cristo,
ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por todos nosotros; para que adorando al Señor en el santísimo
Sacramento de su presencia, convirtamos nuestra vida en una
respuesta generosa y comprometida al amor de Dios,
ROGUEMOS AL SEÑOR.
Se pueden añadir otras intenciones.
Si se desea se puede recitar la Letanía del Sagrado Corazón de
Jesús:
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.
V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,
R: ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de
la Virgen
María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la
sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la
divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren y esperan,
R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.
Ante el Santísimo Sacramento, expuesto durante un tiempo
prolongado, puede celebrarse también alguna parte de la
Liturgia de las Horas, especialmente de las Horas principales.
3. Bendición

Hacia el final de la adoración el sacerdote o diácono se acerca al


altar, hace genuflexión y se arrodilla, y se canta un himno u otro
canto eucarístico. Por ejemplo, el siguiente:
Tantum ergo sacraméntum
vererémur cérnui,
et antíquum documéntum
novo cédat rítui;
praestet fides suppleméntum
sésuum deféctui.
Genitóri Genitóque
laus et iubilátio,
salus, honor, virtus quoque
sit et benedíctio;
procedénti ab utróque
compar sit laudátio. Amen.
Mientras tanto, el ministro, arrodillado, inciensa el santísimo
Sacramento, cuando la exposición tenga lugar con la custodia.
Luego se levanta y dice:
Oremos
Se hace una breve pausa en silencio, y el ministro prosigue:
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios
de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
Dicha la oración, el sacerdote o diácono, tomando el humeral,
hace genuflexión, toma la custodia o copón y hace con la una o
el otro en silencio la señal de la cruz sobre el pueblo.
4. Reserva
Acabada la bendición, el mismo sacerdote o diácono que dio la
bendición, u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en
el sagrario y hace genuflexión, mientras el pueblo, si se juzga
oportuno, hace alguna aclamación, y finalmente el ministro se
retira.
Cántese algún canto eucarístico.

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