Delirio Suguru Geto

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Delirio |:| Suguru Geto

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Rating: Explicit
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Category: F/M
Fandoms: 呪術廻戦 | Jujutsu Kaisen (Manga), 呪術廻戦 | Jujutsu Kaisen (Anime)
Relationships: Getou Suguru/Reader, Getou Suguru/You, Suguru Geto/Lectora, suguru geto/tu
Characters: Getou Suguru, Suguru Getou - Character, Suguru Geto, Reader, Gojo Satoru,
Satoru Gojo, Eblis48, Tu
Additional Tags: Student Getou Suguru, Mental Health Issues, Jujutsu kaisen, Hot Sex, Sexual
Tension, Dreams, Drugs, Delirios, soft, mature - Freeform, Soft Getou Suguru
Language: Español
Stats: Published: 2022-08-24 Updated: 2024-01-20 Words: 12,027 Chapters: 5/?
Delirio |:| Suguru Geto
by Eblis48

Summary

◾◾◾◾ 🌙◾◾◾◾
Sus ojos ámbar miran sorprendido a aquella fémina que sale de su baño de manera inesperada.

-Eres otro de los espíritus malditos de Satoru. -dice con enfado mientras la chica se pasea por su
habitación.

____________ le lanza una mirada coqueta al azabache y se le acerca. Se coloca frente a él casi
rozando sus labios contra los suyos, acortando la distancia.

-No soy una maldición. -susurra mirando lo nervioso que está él. -Soy tu puta.

◾◾◾◾ 🌙◾◾◾◾
🔞Contenido adulto. Sólo lectoras +18. 🔞
💫
💫 Suguru Geto x Lectora femenina.

💫 Fanfic dentro del mundo de Jujutsu Kaisen.

💫Créditos del personaje a Gege Akutami.


La historia es enteramente de mi autoría.

Espero sea de tu agrado. 🌙

Notes
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🌙 🌙
🌙Capítulo 1 - Medicamento🌙
El azabache tiene su codo está recargado en su mesabanco, la palma de su mano sostiene su cabeza
y su mirada se encuentra perdida en una pequeña ave que piaba desde su nido.

Sus ojos rasgados se cierran sin que él lo quisiera, haciéndole escuchar simples balbuceos que
intercambia por melodías que le mecen hasta quedarse dormido.

—¡Suguru! ¡Suguru! —grita el hombre con barba de candado para llamar la atención del de
mechón.

—Eh, ¿Qué? —habla desconcertado pues no sabe por qué le gritan.

Satoru, quién estaba sentado a su costado, se suelta a reír por carcajadas. Sus ojos celestes ven con
diversión como está cabeceando el azabache. Sabe que su amigo recibirá un golpe en la nuca por
dormirse en clase.

Sin embargo, es él mismo quien recibe un golpe por mofarse tan escandalosamente.

—¡Auch! —espeta tras recibir el impacto. —¿Por qué hizo eso, profesor? —lleva su pálida mano a
la zona adolorida, dándose conforte.

—Silencio, Satoru. —dice el mayor mientras se acerca al de ojos ámbar. —¡Suguru, de nuevo
durmiéndote en mi clase!

El azabache traga saliva pues sabe será reprendido. Sólo tiene una opción que efectuar y esa es la
de disculparse.

—P...Perdón, maestro Yaga. No he dormido muy bien últimamente. —se excusa, recordando que
desde hace días que no ha descansado.

—No te castigaré por esta vez, Suguru. Sin embargo, me gustaría que asistieras con el doctor para
que te dé algunas pastillas. —advierte el castaño mientras coloca ambas manos detrás de su
espalda.

—Sí, lo siento, profesor. —termina por decir el de ojos rasgados y presta atención a la clase del
mayor.

—Muy bien, después de esta pequeña distracción, ¿Qué es lo que debemos hacer cuando un usuario
de shikigami nos ataca con uno de ellos? —cuestiona el de barba a sus alumnos.

—Debemos destruir al usuario, no a los shikigamis. —responde Shoko.

Quizá la única que estaba prestando atención.

—Exacto, tienes un punto extra, Shoko.

Los tres estudiantes anotan cada detalle o dato importante mencionado, más uno de ellos no soporta
la pesadez de sus parpados.
Suguru siente que no puede siquiera mantenerse despierto pues anhela desesperado el brindarle
descanso a su cuerpo y mente.

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Después de cuatro largas horas en clases, Suguru siente un alivio que le llena de felicidad. Todas
sus materias habían dado fin, lo que significa que podía ir a descansar de una vez por todas.

—Suguru, quiero que mañana lleves a mi oficina la nota del médico. —pide Yaga tomando el libro
en su escritorio antes de partir. —De lo contrario, te reprobaré por dormir en mi clase.

—De acuerdo, se la llevaré sin falta.

El de barba sale del aula junto a Shoko pues deben resolver asuntos académicos. Satoru, por otro
lado, saca de su pantalón una paleta para introducirla a su boca.

—Vaya, Suguru, ¿por qué no has dormido bien? —cuestiona el de anteojos oscuros, preocupado
por la situación de su mejor amigo. Luego jala una silla para sentarse frente a él.

—No lo sé, ya llevo varios días sin poder conciliar el sueño. —cruza sus brazos en el mesabanco y
recarga su frente encima de éstos. —Por más ángulos que busque, no logro dormir.

El de ojos celestes nota las enormes ojeras que rodean los afilados ojos del menor. Su semblante
gritaba estar cansado e incluso su rostro palidecía llegando a pensar que tampoco comía bien.

—¿Quieres que te dé un consejo, amigo? —cuestiona moviendo su paleta de un lado a otro dentro
de su boca con la lengua.

—Si sales con tus bromas, juro que te golpearé. —advierte Suguru metido entre sus brazos.

—No sé qué tan broma pueda ser esto, pero, ¿has intentado masturbarte antes de dormir?

Suguru levanta su cabeza para encontrarse con la mirada azul de su compañero. Sus facciones
gesticulan una expresión de desagrado y confusión.

¿De verdad el de gafas le estaba recomendando aquello?

—¿De qué hablas, Satoru? —pregunta el azabache.

—Cuando no puedo dormir me masturbo pensando en la chica de segundo grado. —explica el


albino. —No te imaginas la clase de sueño que me proporciona cuando termino.

—¿Acaso estás enfermo? —frunce su ceño en espera de la obvia respuesta.

—No, de verdad me relajo cuando todo acaba. —argumenta acercándose al de mechón. —Te puedo
pasar fotos en donde se ella se ve folla...

—No quiero hacer eso, Satoru. —lo interrumpe y se levanta de su lugar, no sin antes tomar su
mochila.

—Como gustes, pero si cambias de opinión sólo dime. —Satoru le guiña un ojo a modo de
complicidad.
Con pasos calmados, el de ojos color ámbar avanza hasta la puerta, desinteresado. Luego se detiene
unos momentos en el marco de ésta, agitando su mano en el aire.

—Nos vemos mañana, Satoru.

—Adiós, Suguru.

El de ojos celestes nota que su mejor amigo está demasiado cansado y le deja marcharse sin jugarle
bromas. Sabe que el insomnio es mucho peor que cualquier juego infantil en estos momentos.

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Suguru avanza por los pasillos del instituto para llegar al consultorio médico. En dicho lugar,
Shoko hacía sus prácticas y les conseguía justificantes a sus compañeros cuando querían faltar a
clases.

—¿En serio masturbarme me ayudará? —piensa mientras da toquecitos a su polla flácida puesto
que sus manos están dentro de los bolsillos de su pantalón holgado.

Deja de pensar en ello cuando está cerca de su destino. Luego levanta de su mano para tocar con
sus nudillos la puerta corrediza.

—Señor Aki, ¿puedo pasar? —pregunta para llamar la atención del doctor.

Dicho médico se encontraba guardando unos documentos en su escritorio. Sin embargo, reconoce
la voz del estudiante y le da acceso.

—Adelante, Suguru. —afirma al joven.

El de mechón abre la puerta y se adentra al lugar. Luego cierra de ésta para tomar asiento en el
escritorio del doctor casi calvo.

—Dime, ¿qué es lo que te sucede? —pregunta el de avanzada edad sorbiendo de su taza.

—Pues... desde hace varios días que no puedo dormir. —suelta sin más y lo mira borroso de su
vista.

El médico saca una carpeta para escribir en ésta los síntomas del azabache, así también como datos
personales. Con su temblorosa mano anota el apellido del menor una vez la ha abierto.

—¿Has tomado algún medicamento? —le cuestiona.

Suguru niega aquello mientras da suaves masajes a su hombro pues está tenso de esa zona.

—¿Y cuáles han sido tus malestares, hijo? —dice, mirándolo a través de sus gafas de aumento.

—Pues no he tenido tanta concentración, los parpados me duelen y la luz me molesta. —talla uno
de sus ojos. —La cabeza me duele más de lo normal y cuando logro dormir, ni siquiera descanso lo
suficiente pues despierto cansado.

—¿Estás seguro que no has provocado tú mismo ese insomnio?


El de ojos verdes le mira interesado, sabe que los jóvenes se provocan el insomnio puesto que
desperdician del tiempo absurdamente, sin tenerse consideración a sí mismos, terminando por
desvelarse.

—¿Cómo que si no lo provoco yo mismo? —le pregunta completamente confundido.

—Me refiero a si no has jugado hasta altas horas de la noche o si no has visto el televisor hasta
tarde. O sea, que tú mismo fuerces tu cuerpo a desvelarse.

—No, nada de eso, doctor. —Suguru se acomoda de mejor manera en su asiento. —De hecho,
apago todo mucho antes de irme a dormir para evitar toda clase de distractores, pero, aun así, no
logro conciliar el sueño.

—Está bien, toma asiento en esa camilla, te haré un chequeo rápido.

Suguru retira su mochila por unos momentos y se encamina a donde le fue indicado. El de anteojos
se coloca unos guantes de látex y toma su pequeña lampara al igual que coge un palillo.

—Abre bien la boca y saca la lengua. —indica.

Suguru hace aquello para que el médico lo revise. El de poco cabello introduce el palo de madera
para verificar que el insomnio no se debe a alguna enfermedad.

Aki retira el palillo y tira de este al cesto de basura. Luego lleva las olivas del estetoscopio a sus
oídos y coloca la membrana de éstos en el pecho del azabache.

—Respira profundo, Suguru. —pide el mayor y el de ojos ámbar acata de ello. —Ahora exhala.

—Perdone, pero, ¿cómo funciona este chequeo? ¿cuál es el punto de hacerlo? —pregunta Suguru
pues encuentra aquello muy absurdo.

—En ocasiones, cuando se está enfermo, tendemos a padecer de insomnio por los malestares. —
retira el estetoscopio y lo coloca alrededor de su cuello. —Listo, ya puedes bajar de ahí.

—Ya veo, pensé que no había razón lógica de hacerlo. —baja Suguru de la camilla y camina al
escritorio para tomar su mochila.

El de bata lleva sus dedos a la barbilla para pensar en que clase de medicamento podía ayudar a su
paciente.

Luego abre el cajón de un mueble a su costado y saca un libro de ahí. Éste contiene los datos
médicos del azabache, debido a que era un requisito para ingresar al instituto y además un gran
aliado para conocer si los pacientes son alérgicos a algo.

—Suguru, deberás tomar este medicamento antes de dormir, por dos semanas. —entrega al
azabache un bote lleno de píldoras. —Y si esto no te funciona, regresa conmigo para hacerte
estudios más certeros, ¿está bien?

—Claro y muchas gracias, señor Aki. —toma sus pertenecías y las mete dentro de su mochila. —
Nos vemos.

—Hasta luego, muchacho.


◣◥◣◥◤◢◤◢ ◣◥◣◥◤◢◤◢

Suguru llega a su dormitorio después de pasar horas en el centro de Tokio con tal de escoger los
mejores fideos soba; su comida favorita. Luego deja sus compras en la pequeña mesa dentro del
lugar, en lo que se cambia de su uniforme.

—Realmente espero que esas pastillas funcionen. —dice a sí mismo mientras busca una playera
blanca dentro de su pequeño armario.

El azabache coge de la prenda y la coloca encima de su cama. Inmediatamente, abre su chaqueta y


desabrocha los botones de su camisa, mostrando lo tonificado de su cuerpo.

Se desprende de ellas y usa su playera. Luego repite lo mismo con su pantalón holgado,
cambiándolo por otro igual puesto que disfruta de las prendas que le hacen sentir cómodo.

Al termino de dicha acción, toma su comida y se dirige de nuevo a su cama para degustarla. Hace
aquello mientras enciende su pequeño televisor para ver un programa en su intento por distraerse.

—¿De verdad Satoru ve esto? —dice pues lo que está viendo es el programa favorito del albino.

Fastidiado por lo que observa, se levanta de su cama y se dirige a su mochila para tomar de ésta las
pastillas que le recetaron. Saca el frasco naranja y coge una píldora en su mano.

Luego coloca de ésta en su lengua y bebe un sorbo de su té helado, tragando del medicamento.
Suguru bosteza más no le importa, pues sabe que, a la hora de dormir, sus ojos no pueden cerrarse
con tal facilidad.

—Antidepresivos. —lee la etiqueta que contiene el frasco.

Suguru hace una mueca pues está decepcionado de recurrir a dichos medicamentos. Él jamás pensó
que llegaría a utilizarlos, y menos por insomnio.

Sin más por hacer, regresa a su cama para continuar viendo cualquier programa.

Apaga las luces de su dormitorio, envolviéndose en las sábanas, más bastan sólo unos minutos para
que las pastillas hicieran efecto, sumergiéndolo en el mundo onírico.

🌙 🌙
🌙Capítulo 2 - Primeras dosis🌙
Suguru despierta cobijado en su cama, mira la luz filtrarse por su ventana, haciéndole entrecerrar
sus parpados. Talla su rostro con las manos mientras piensa en las tareas que hará en el día.

Ya que está más consciente de sí mismo, retira las sábanas de su cuerpo y se levanta. Se siente
ligeramente descansado, pero al menos sus ojos no le duelen tanto, adjudicándole aquello al
medicamento.

—Creo que tendré que seguir tomándolo. —rasca su nuca por debajo de sus cabellos azabaches
mientras suelta un largo bostezo.

Sin pensarlo dos veces, toma su toalla y se adentra a su baño para darse una ducha. Disfruta del
agua y de la espuma resbalar por su cuerpo, brindándole de las mejores sensaciones.

Una vez termina su aseo personal, cierra la llave y envuelve la tela en su cintura, quitando con ella
las gotas que le escurren por su piel.

—Suguru, ¿estás despierto? —se escucha una voz varonil provenir de afuera de su dormitorio.

El de cabellos azabaches escucha el llamado. Avanza con rapidez hasta la puerta pues sabe se trata
de su mejor amigo, dejando un rastro de agua a su paso.

—Si, estoy despierto. —afirma. Abre la puerta y le da acceso al albino.

—Me parece bien. Por cierto, ¿Qué te dijo el médico? —cuestiona con intriga, adentrándose a la
habitación.

Tras compartir pocos años juntos, se siente identificado con el azabache pues también ha padecido
de insomnio. Sin embargo, desconoce si no está tan afectado como el de cabellera larga, debido a
sus rituales malditos.

—Sólo me recetó un medicamento por dos semanas. —explica mientras cierra la puerta. Luego
busca su ropa interior en uno de los cajones puesto que debe apresurarse para entregar el
justificante a su profesor.

—Bueno, al menos no te dio inyecciones. —traga saliva. Satoru recuerda que una enfermera para
nada linda lo atravesó de su piel cuando tuvo gripe hace varios años.

—No me digas que el hechicero más fuerte le tiene miedo a las agujas. —dice mientras le lanza una
mirada de estarse burlando internamente.

—Por supuesto que no, idiota. —espeta y le arroja una de sus almohadas pues está sentado en la
cama.

Suguru la esquiva y se viste con su bóxer oscuro, cuidando en todo momento de cubrirse del de
ojos azules. Son hombres y la confianza entre ellos es grande, más tampoco es que disfruten de
verse desnudos.
—Irás con Yaga, ¿cierto? —pregunta el de cabellos blancos, acostándose sobre el colchón con las
manos entrelazadas detrás de su cabeza.

—Sí, o sino tendré otra sanción como la que tuve por no asistir a clases cuando me arrastraste a una
pastelería de Kioto. —coloca su pantalón holgado y asegura su cinturón.

—Lo único bueno fueron las meseras y sus uniformes cortos.

Suguru se coloca la camisa e inmediatamente le arroja la almohada al de ojos azules, una vez ha
terminado de vestirse.

—Mejor vámonos que ya es tarde. —comenta e introduce el papel a su pantalón.

Satoru se levanta de la cama y acompaña a su amigo hasta la dirección en lo que él amarra su


cabello en su típico moño.

—Oye, ¿no olvidas algo? —le cuestiona y le señala su frente.

El otro entiende a que se refiere y jala un poco su cabello para que su mechón caiga a un costado de
su rostro. Luego sus nudillos golpean la puerta de la oficina, llamando a quien se encuentra dentro.

—Sí, adelante.

Ambos jóvenes ingresan para ser atendidos; uno de ellos busca asiento y estira sus piernas para
descansarlas sobre el escritorio. Por el otro lado, Suguru extiende la mano para dejar el justificante
médico en dicho lugar.

—Buen día, director. Aquí está mi comprobante.

—Buen día, Suguru. —dice y coge el papel para leerlo.

Le importa la salud del azabache, es por eso que le pidió le entregase el justificante como excusa
para tener conocimiento de ello. Además, sabe que la mayoría de sus faltas, son por causa del
albino que lo induce por el mal camino.

—¿Ya tomaste la primera pastilla? —lo mira intimidante y levanta sus cejas.

—Sí, profesor.

—¿Presentaste algún malestar como vómitos, comezón o mareos?

—No, por el momento.

Yaga firma el justificante y lo devuelve, no sin antes empujar con su mano los pies del albino. Las
gafas oscuras se resbalan por el puente de la nariz de él, desacomodándose con dicha acción.

—Ya pueden irse, muchachos. Disfruten de su fin de semana. —dice y vuelve a su papeleo de
diario.

Los más jóvenes salen del lugar puesto que tenían planes de salir y entrar a cualquier tienda que se
les ponga enfrente. Podrían comer lo que quisieran y desperdiciar horas en los videojuegos.
Incluso, si así lo deseaban, podrían ir al cine como ya les es costumbre y ver las nuevas películas
del momento.

Tenían el fin de semana libre, sin maldiciones que exorcizar ni edificios que investigar. Esa era una
de las libertades otorgada —ilegalmente— por el de barba de candado, quien entendía que la
juventud de los chicos no debe serles arrebatada.

Es por ello que sus estudiantes podían gozar de hacer las actividades que quisieran, siempre y
cuando no infrinjan ningún reglamento del instituto.

🌙 🌙
🌙Capítulo 3 - Encuentro🌙
⚠Recomiendo lean este capítulo con la canción:

Fever dream de The Brummies

Ya que, esa canción es la musa de este libro.⚠

Suguru se encuentra sentado en su cama con sólo su bóxer, y camisa blanca cubriéndolo de su
torso. Deja el bote anaranjado en su mesita nocturna y coge el vaso de agua para digerir su pastilla.

Han pasado sólo dos noches y la primera dosis del azabache ya se multiplicó con cada visita de la
luna. Los siguientes días ha batallado para dormir puesto que no ha estado igual de cansado como
antes, cosa que le ayudó con la primera píldora.

Una vez ya no tiene residuos del medicamento en su boca, deja salir un largo bostezo mientras talla
sus ojos con la palma de su mano. Luego interrumpe dicha acción al escuchar el sonido de la puerta
de su baño siendo abierta.

Gira su cabeza para ver de qué se trata y se queda atónito por lo que sus ojos ámbar están
presenciando. Una mujer completamente desnuda se pasea por su habitación.

____________ muestra los pliegues de su vulva cuando se inclina frente a él sin ningún pudor
mientras busca alguna prenda en uno de los muebles del azabache.

Suguru traga saliva, se le hacen apetecibles los labios vaginales de la fémina, más mueve su cabeza
para desprenderse de sus propios pensamientos.

—Eres otro de los espíritus malditos de Satoru, ¿no es así? —dice con enfado.

Anteriores veces, el albino ha metido a "chicas" a su habitación. Pero, no son más que maldiciones
con la capacidad de transformarse, y a las que les fue colocado un talismán para no activar la sirena
del instituto que detecta esas criaturas.

____________ gira su cuerpo, dejándole ver sus pechos desnudos y pezones erectos. Siente un
líquido viscoso escurrírsele entre sus pliegues, adora que la vean desnuda, y más si se trata del
azabache.

Lo mira y sonríe nasalmente de manera coqueta. Luego se aproxima a él, colocando sus manos a
los costados de sus piernas para inclinarse. Sus labios rozan los suyos mientras más acorta la
distancia entre sus rostros.

—No soy una maldición. —le susurra y nota que está nervioso. —Soy tu puta.

—¿M...Mi puta? —pregunta un tanto confundido que su ceño se frunce. —¿A qué te refieres?

—Me refiero a que puedes follarme las veces que tú quieras, Suguru. —responde y deja besos
cortos en los labios de él, creando chasquidos. —Soy sólo tuya.

Ella alza la mirada, conectándola con los ojos ámbar, mordiendo su labio inferior al hacerlo.
—¿Quién eres? —cuestiona en un susurro.

—Soy ____________. —le responde, segura.

¿Y qué eres?

La chica gira su rostro en dirección al bote de píldoras, haciendo que él replicase su actuar, dando
un vistazo a aquello. Luego vuelven a verse frente a frente, sintiendo la tensión que crece lenta
entre ellos.

—Un delirio.

Deja un beso en los labios de Suguru, antes de caminar de nuevo al mueble y sentarse encima de
éste. Abre sus piernas y flexiona sus rodillas para subir sus talones a la orilla, mostrándole su vulva
húmeda al azabache.

Sin apartar su vista de la de él, lleva sus dedos —anular y medio— a su boca para llenarlos de
saliva. Una vez están lubricados, los posiciona en su hinchado botón para moverlos en círculos,
estimulándose a la vista del de ojos ámbar.

—Ven, Suguru. —pide sin dejar de remover sus fluidos. —Quiero tenerte dentro de mí.

Él no puede evitar sentir su polla palpitar al verla tocarse a sí misma. Traga saliva, aún se le hace
extraño todo lo que sucede, más va tras ella como el metal que busca al imán.

Suguru, hipnotizado, se posiciona en medio de las piernas de ___________, presionando su


miembro contra la vulva de ella. Empapa su bóxer con el líquido viscoso que emana de la fémina
con dicha acción.

—Entonces, ¿eres mi puta? —pregunta y ella asiente con un sonido proveniente de su garganta. —
En ese caso, tendré que follarte ¿no es así, pequeña?

Ella asiente mientras lo toma de la nuca para acercarlo a sus labios y compartir un beso,
produciendo lascivos chasquidos durante su unión. Él mueve su cadera para frotar su polla mientras
sus grandes manos amasan los senos de ella, a su gusto.

—Estás muy mojada. —pega sus frentes y mira la mancha oscura en su ropa, producto del
presemen y fluidos. —Y tan apetecible.

Suguru deja besos húmedos en la boca, abdomen y vientre de ella hasta llegar a su feminidad.
Luego infla sus mejillas para expulsar aire frío en sus pliegues, haciéndola erizarse por el choque
de temperaturas.

—S...Suguru. —gimotea, recibiendo una mirada del contrario.

—Dijiste que eras mi puta, ¿no es así? —dice y da un lengüetazo a la sensible vulva, escuchando
un jadeo de ella. —Entonces puedo hacerte lo que yo quiera.

Coloca su nariz junto a su clítoris y pasea su lengua por los pliegues de _____________,
recolectando en ésta del líquido viscoso para luego tragarlo.

Ella lleva su mano a la liga que amarra la cabellera del azabache y la retira. Luego pasa su mano,
enredando los delgados hilos entre sus dedos para presionarlo contra su coño.
—Justo, a...ahí, Suguru. —pide con la respiración agitada.

Él posiciona sus manos en los muslos internos de ella para evitar que cierre sus piernas mientras
lame su vagina.

Normalmente, esperaría a conocer a una chica antes de acostarse con ella. Pero con
____________ es diferente, pues lo único que siente al verla, es atracción sexual y un sentimiento
de pertenencia mutua.

Suguru siente sus testículos contraerse cada vez que la oye gemir, a la par que su miembro se pone
duro.

—¿Todavía me quieres dentro de ti? —cuestiona mientras levanta su mirada y lame los residuos
vaginales de la comisura de sus labios.

—Sí, Suguru. —responde exhausta que su pecho se mueve de arriba abajo. Está segura que le ha
dado el mejor oral en años.

Él se pone de pie y retira su bóxer, dejándole ver lo duro que está. Venas delgadas y vellos
azabaches recortados son apreciables cerca de su miembro, el cual ya está formado de su glande y
brilloso por el líquido preseminal.

Con una sonrisa ladina, _____________ toma el borde de su camisa y lo despoja de la prenda,
desnudándolo. Luego muerde su labio cerca de la comisura, al verlo marcado de su abdomen y
brazos.

—Métemela, Suguru. —ordena, haciéndose agua la boca por el tamaño del azabache.

Él toma su miembro erecto y pasa su glande por los húmedos pliegues para lubricarse cuando tenga
que hundirse dentro de ella. Luego, con sólo la punta de su pene dentro del estrecho agujero, coloca
ambas manos a los costados de la cadera de ella, sobre el mueble.

Deja un solo beso en los labios de ____________ y observa su unión pues está embelesado, al igual
que ella. Luego mueve su cadera lentamente, para enterrarse en el coño húmedo de la fémina,
obligándola a sentir cada centímetro de su polla.

Ella cierra sus piernas en su intento por omitir el placer que siente en ese momento, más él se lo
impide al estar en medio de ellas.

—¡Mierda, Suguru! —espeta y frunce su ceño mientras tira su cabeza hacía atrás, abriendo su boca.
Disfruta de tener la gruesa y dura polla dentro de su vagina.

—¡Maldita sea, estás muy apretada! —tensa su mandíbula y sigue hundiéndose.

Sin más, él mueve su cadera para dar inicio a sus estocadas, provocando con ellas que los senos de
____________ reboten, y algunos objetos caigan al suelo por los movimientos.

Ella rodea la cintura del azabache con sus piernas mientras se sostiene con sus manos sobre el
mueble para no caer.

—Ahh S...Suguru, se siente b...bien. —gimotea entre respiraciones agitadas.

—También te sientes jodidamente bien, pequeña. —musita.


Él rodea la cintura de la chica para pegarla a su cuerpo, haciendo con ello que su pecho roce los
pezones erectos de ella. Luego cambia el ritmo de sus embestidas por unas pausadas y bruscas para
tomarla de imprevisto, haciéndola gemir agudo al golpear su punto dulce.

Con cada estocada, sus testículos se mecen, golpeándose contra los glúteos de ella. Sus pieles
chocan, elevándoles la libido, haciendo que se deseen más.

—Suguru, sigue así mmh...

____________ siente sus paredes contraerse alrededor de la polla del azabache pues está cerca de
correrse. De igual manera lo está Suguru, quién siente sus testículos achicarse, indicándole que su
semilla no tarda en ser expulsada.

—¿Quieres que me corra adentro?

—No, hazlo afuera, Suguru.

Él se aparta y toma su polla para masturbarse mientras presiona su glande contra la vulva de ella.

____________ estimula su botón hasta que observa el líquido blanquecino del azabache empaparle
sus pliegues y dedos. Suguru gruñe mientras expulsa su semen, creándole un desastre en la vagina
con éste.

Una vez él ha terminado de correrse, ella toma la polla del azabache y la pasa por sus pliegues para
expandir la semilla por su vulva. Se sobresalta cuando, por accidente, presiona su clítoris, dejando
escapar gemidos.

—¿Te gustó, pequeña? —cuestiona él, viéndola jugar con su polla.

—Me encantó. —dice seductora. Luego baja del mueble con su vulva pegajosa y se pone de
puntitas frente al de ojos ámbar para plantarle un beso en la boca. —Sólo que tengo que irme,
cariño.

Ella se aparta y camina en dirección al baño, más es detenida de su muñeca por la mano de Suguru.

—¿Volveré a verte? —pregunta pues no quiere dejarla ir, sin saber que se reencontrarán.

La fémina mira el contenedor de píldoras y nota que aún falta mucho para irse, soltando un suspiro
de alivio.

—Por supuesto.

Sin más, él la suelta para dejarla libre. Es consciente que no debe obligarla a quedarse ya que no es
su dueño. Además, está seguro, muy en el fondo, de que ella cumplirá su palabra de regresar.

Luego la mira apartarse, meneando su cadera al hacerlo, incitándolo a seguirla. Pero se detiene para
apreciar su figura por detrás, anhelando seguir follándola.

Una vez se ha ido, Suguru se recuesta en su cama y entrelaza sus manos detrás de su cabeza para
dejarse envolver por sus sueños. Sabe que pronto sus ojos se cerrarán, ya que las píldoras no
tardarán en hacer efecto, y está exhausto de su cuerpo.
🌙 🌙
🌙Capítulo 4 - Obsequio🌙
Chapter Notes
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Antes de comenzar, este es un capítulo un tanto diferente pues tiene tres finales distintos.

Así qué...

¡Elige tu destino!

¿Opción 1, 2 o 3?

Cuando llegues al final, ve directamente a la opción que elegiste.

A la mañana siguiente Suguru despierta de su sueño un tanto exhausto y con un ligero cansancio
corporal. Como si algo estuviese consumiendo su energía mientras duerme. Tiene la ligera
sospecha de que son las maldiciones que traga las que le están acabando. Sin embargo, decide no
prestarle mucha atención a ello, puesto que ya era tarde para asistir a sus labores diarias junto a
Satoru.

Ambos chicos debían asistir a sus clases y, al término de estas, exorcizar a una de las maldiciones
que atormentaba dentro de una tienda de ropa en Tokio. Por fortuna, la maldición solo atacaba
cuando la luna estaba por aparecer en el estrellado cielo, por lo que tenían tiempo de ir a cualquier
lado y disfrutar de algún aperitivo cuando salieran de sus tareas escolares. El día marchaba bien,
pero para Satoru también era evidente que el azabache se mostraba más cansado y con
inconfundibles manchas alrededor de sus ojos.

—Creo que alguien sigue sin dormir bien, ¿no es así, Suguru? —cuestiona mientras le retira el
envoltorio a un kikufuku que saca de su bolsillo.

El de ojos rasgados cierra su libreta y dirige su vista a su amigo por unos instantes. Luego inhala
profundamente, cruza sus brazos y se acomoda con las piernas estiradas en la silla de su mesa
banco, cerrando sus ojos. Su mechón se posiciona encima de su rostro, causándole un ligero
cosquilleo que ignora.

—No, Satoru, te equivocas. — bosteza a la vista del ojiazul. —Es cierto que dormí de maravilla,
pero al despertar me sentí cansado.

—¿A qué te refieres? —cuestiona Satoru, sacando de su mochila una cajita de malteada de
chocolate. —¿Acaso duermes de pie? —dice y quita con su boca un pedazo del envoltorio que
cubre al popote de su bebida azucarada. Luego lo escupe a un lado, pero este cae sobre el pecho del
azabache. —Lo siento.

Suguru siente gotas de saliva caer en su rostro y mano. Abre los ojos, retira el líquido salival y
quita la basura de Satoru que cayó en su torso, aventándosela de nuevo a su amigo.
—No, no duermo de pie, tonto. —dice y retoma su postura. —Es solo que... —se detiene. Sabe
que, si le cuenta a Satoru sobre la chica que apareció en su habitación, no dejará de molestarlo.

—Es solo que... ¿Qué, Suguru? —pregunta con intriga el albino. —¿Qué es lo que te deja tan
cansado?

—Mm nada, creo que son las maldiciones las que consumen mi energía. Eso es todo.

Suguru cierra sus ojos, pero intenta recordar con lujo de detalle cada momento que pasó con
_________. La recuerda desnuda y a su entera disposición. Puede sentir su esencia adhiriéndose a
la suya para quedarse por mucho tiempo. Su memoria trae a su mente las respiraciones agitadas y
gemidos suaves que ella soltaba cuando su miembro se movía dentro de su interior.

Anhela tener en su boca los senos de ella para saborearla por completo, más no puede hacerlo; por
más que trate, solo puede delirar con ello.

Satoru deja a su amigo para que descanse en su mesa banco mientras tiene esa posibilidad. Sin
embargo, el grave tono de una voz masculina capta la atención de ambos chicos, haciendo que ellos
eleven su vista al de barba de candado.

—Saquen un lápiz, borrador y una hoja en blanco. —Espeta alegre Yaga mientras sostiene un par
de libros bajo el brazo. —Hoy tendrán examen sorpresa.

El de mayor edad toma asiento en su escritorio mientras los dos más chicos hacen una mueca de
desagrado. Suguru no está de acuerdo con un examen sorpresa mucho menos cuando ni siquiera
tuvo tiempo de estudiar. Pero, quién parecía más afligido era Satoru pues era evidente que en cada
clase solo se la pasaba holgazaneando. Por ende, es el primero en rechistar ante la situación.

—Maestro Yaga, pero usted no nos avisó sobre ningún examen sorpresa. —dice y aclara su
garganta. —Incluso en el programa escolar ningún apartado lo indica.

—Por eso es sorpresa, Satoru. — contesta con un tanto de obviedad. —Pero tranquilízate, no es un
examen de conocimiento, sino para saber que se podrá mejorar en esta escuela. Que reglas
podremos incluir y cuántas otras descartar del reglamento de hechiceros.

—¿Y cuál es el propósito de hacerlo? —cuestiona el albino mientras lleva su mano a su mentón y
dirige su vista al techo, fingiendo pensar.

—No seas tonto, Satoru. —responde el azabache encestando un golpe en la nuca de su amigo. —El
profesor Yaga está recolectando propuestas para cuando sea el próximo director de esta institución.

—Sí. —dice mientras borra los apuntes del pizarrón. —Ahora hagan su examen para que se vayan
lo más pronto posible a su siguiente misión.

🌙●🌙●🌙●🌙●🌙●🌙●🌙●🌙
Luego de un día escolar ajetreado, los dos estudiantes deciden ir a comer un ramen y sushi en uno
de los locales cercanos a dónde se efectuaría su próxima misión. Los dos disfrutan de sus bebidas y
degustan los alimentos mientras son atendidos por una de las más hermosas meseras del lugar. Sin
embargo, a pesar de tener rasgos físicos que son del agrado del azabache, este decide ni siquiera
voltear a verla más que para recibir los platillos que ella le trae en su orden.
Su semblante se ve perdido en otro lugar, mientras tiene su vista enfocada a las afueras de la
ventana. Observa a la gente pasar, algunos hombres de cabellos rubios, gafas de aumento o con una
cicatriz en sus labios. Incluso las mujeres castañas, pelirrojas o de cuerpos envidiables se cruzan
por su panorama, pero ninguna de ellas atrae su atención.

—Quédate el cambio, muñeca. —dice el albino y guiña su ojo a la mesera. Ella sonríe y deja una
servilleta con su número de teléfono en su mano. —Nos veremos luego.

—El placer fue mío. —responde y suelta una risita nerviosa.

—Suguru... ¿algo que quieras decirle a la señorita? —cuestiona el ojiazul notando que su amigo
está desconectado del mundo. Pero este, al no contestar, orilla a Satoru a tronar sus dedos a
centímetros de su rostro para aterrizarlo de vuelta en la tierra. —Hey, Suguru.

—Aah, sí. Gracias, señorita. —habla por fin y sacude los pensamientos en su cabeza. Mira la hora
en la pantalla de su celular, nota que ya es tiempo de ir en busca de la maldición a exorcizar y se
levanta de la mesa. —Tenemos que irnos, Satoru.

Los hechiceros salen del lugar y cruzan la calle directo al local de ropa femenina. Se decía que una
maldición comenzaba a jugar con las prendas, arrojándolas por todos lados. Algunos maniquíes
cobraban vida, moviéndose de una zona a otra o incluso la ropa de estos les era arrebatada, como sí
quisiesen desnudarlas. Además, mucha mercancía amanecía llena de un líquido viscoso, haciendo
que estas tengan que tirarse a la basura.

Aquella información se investigó hace una semana. Sin embargo, los datos que fueron arrojados
por la mañana indicaban que todo aquello se trataba de dos maldiciones que se la pasaban
provocando dichos desastres. si no se hacía algo al respecto, acabarían pronto con el negocio. Sin
mencionar que también lo haría la paciencia de las vendedoras del lugar pues eran ellas las que
debían limpiar y lavar los destrozos. Es por ello que, Suguru y Satoru deben actuar de inmediato,
no solo para evitar que el dueño cierre su local sino para detener la multiplicación de la criatura
maldita.

Los hechiceros colocan un pie dentro del establecimiento justo cuando la noche hace acto de
presencia. Ambos captaban la atención de todas las chicas en el lugar, puesto que no era para nada
común que arriben hombres a dicho lugar. Sin embargo, al tratarse de una situación especial, los
dueños del local no le toman importancia a ello. Por fortuna, no pasará mucho tiempo para que las
maldiciones de segundo grado comiencen a hacer sus típicas travesuras.

Según lo planeado, Satoru se encargaría de inspeccionar la parte de los vestidores en dónde se


rumoraba algunas chicas se sentían observadas, como si las espiaran. Incluso alguna llegó a decir
que sintió cómo estrujaban sus senos por algunos instantes mientras se cambiaba de ropa.

—¡Sal de una maldita vez! — dice enfadado el de ojos azules mientras avanza por los pasillos con
las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Satoru, está desesperado de no encontrar un rastro
de las maldiciones, solo desea acabar pronto para ir con la linda mesera pues ya tiene muchas ideas
para hacer con ella. —¡Sal para que pueda acabar contigo!

Por otro lado, Suguru se abre paso entre cada apartado por la parte del frente. Como su ritual
maldito era un poco más discreto, buscaría en la tienda a las criaturas pues los humanos sin energía
maldita no podrían si quiera ver lo que sucedía. Durante la misión, pierde su concentración con
extrema facilidad, pero no atribuye aquello a su cansancio físico. Al contrario, su imaginación le
juega trucos mentales, dibujando el rostro de ___________ en los maniquíes, viéndola con cada
uno de los conjuntos.

Aunque lo intenta, sus pensamientos curiosos y pervertidos aparecen cada vez que observa una
blusa escotada, o tropieza con las faldas cortas pues recuerda cuando ella estaba inclinada frente a
él buscando entre los cajones del mueble en su dormitorio. Suguru mueve con sus manos las
diferentes prendas, pero su concentración va y regresa en constantes ocasiones.

—¿Dónde están? —dice y sacude su cabeza para desprenderse de todo aquello. Busca entre los
pasillos algún rastro de energía maldita sin éxito. —Aparezcan de una vez.

Con vestidos escotados en el frente y por detrás, se imagina llevando a __________ a cenar a
restaurantes lujosos, comiendo los manjares más ricos, aunque sus posibilidades económicas no se
lo permitan. Mira las bragas, y por su mente pasan imágenes de estas a la altura de los muslos de
ella mientras la sostiene con firmeza de la cintura y sus glúteos rebotan contra su pelvis, teniendo
sexo prohibido en una de las aulas del instituto.

—¡Basta! —pide. Sabe que, si no se detiene, su miembro endurecerá con tales provocaciones. Pero,
a mitad de todo aquello, comprende lo que está sucediendo.

Todos esos pensamientos, eran inducidos por las criaturas malditas. Eran ellos los que se metían a
la mente de los dos jóvenes y les generaban dichas ideas. Suguru al ser más vulnerable por su
cansancio e insomnio, cae fácil. Sin duda alguna, saca su celular para comunicarse con Satoru y
explicarle la situación, terminando pronto con la misión.

—Suguru, ¿sucede algo? —contesta el albino, sacado del trance.

—Las maldiciones están interfiriendo con nuestra mente para no encontrarlos. —avisa mientras da
con una de las criaturas que está escabulléndose por un pasillo. —Tengo que dejarte, acabo de ver a
una de ellas.

—También yo. —susurra y cuelga la llamada, sacando la otra mano de la bolsa de su uniforme. —
Ahora eres mío.

Satoru toma impulso y encesta un golpe en el pecho de la criatura para atravesar su corazón,
acabando con ella por completo. La maldición cae al suelo y expulsa de su boca las prendas íntimas
de las mujeres que espiaba. Luego, se va desintegrando hasta quedar en polvo.

Por otro lado, el azabache mete el celular a su bolsillo y va tras la maldición que se encuentra
escalando en la parte más alta dentro del local. Mientras escapa, va moviendo las prendas que están
en exhibición entre los ganchos, que algunas de ellas caen al suelo, pero otras se quedan atoradas.
El de ojos ámbar, estira su brazo para atrapar a la maldición en una esfera dorada en su mano.
Luego, la coloca en su boca para tragar de esta, convirtiéndola en una criatura más en su
repertorio.

—Que asco. —dice por el sabor nauseabundo que dejó la criatura maldita en su lengua.

Suguru avanza a la zona dónde cayeron las prendas, pero no se da cuenta que la maldición soltó un
poco de baba en el trayecto. Es por esta razón que él resbala, cayendo de espalda sobre un mueble
de ropa interior, mismas que caen encima de él, cubriéndolo.

—Aagh...— se queja adolorido mientras retira las prendas.


Rápido se levanta y ayuda a recogerlas, se queda por unos instantes observando un conjunto de
lencería que llama su atención. Pasea la diminuta prenda por sus dedos y siente la textura tan suave
y, a su parecer, es cómoda. Las bragas de tela de encaje y sostén con copas decoradas con el mismo
material son de su agrado. En ese momento, se imagina a una sola persona vistiéndolas, una que
prometió volver a verlo.

Su corazón se acelera, y algo en su pantalón holgado también lo hace, provocando que sus
testículos se contraigan.

Esta vez no son las criaturas malditas las que causan dichos pensamientos.

—Suguru... ¿Qué haces? —cuestiona el albino, dándole una palmada en la espalda al azabache. —
No sabía que debajo de ese uniforme se ocultaba ropa interior de mujer.

—No, nada de eso. —empuja a su amigo, quién jugaba tirando de su uniforme para confirmar lo
que decía. —Solo ayudaba a recoger las prendas, pero olvídalo. Mejor vámonos.

—Lo que tú digas. —Satoru se burla y camina en dirección a la puerta.

Mientras tanto, el de mechón mira el conjunto, específicamente en la parte donde está la etiqueta
que deja ver el precio. Sonríe, pero, sin más qué hacer, coloca las prendas en la parte de atrás para
que nadie más las compre. Luego acomoda las siguientes en la parte del frente para ocultar el que
será un obsequio para _____________. Seguido de ello, avanza hasta ir con su amigo, quien ya lo
espera saliendo de la tienda.

(Opción 1)

—Ya que hemos terminado la misión, ¿a dónde quieres ir, Suguru? —pregunta el de gafas oscuras
mientras levanta sus brazos al cielo, estirándose para liberar su cuerpo de la tensión que sintió
durante la misión.

—No, yo... debo ir a la farmacia. —miente, esperando que Satoru crea sus palabras. —Debo ir a
comprar... algunas cosas para Shoko,

—Oh, está bien. —rasca su nuca. —Detesto hacer filas, así que te veré luego.

Suguru agita su mano mientras Satoru parte en el auto con dirección al instituto. Se alegra de que el
albino no se haya quedado para burlase de él cuando entre a comprar la lencería que eligió para
____________. Así que, sin más disturbios, da la media vuelta y entra al local.

Suguru llega a dónde dejó escondida la prenda y la toma. Luego va a donde la cajera para que le
cobren, pero se siente un poco abrumado cuando la chica no para de verlo. Él entiende a qué se
refiere ella con tales miradas, pero encuentra las palabras exactas para no ser juzgado.

—Es para mi novia. —informa y saca su billetera para sacar lo último que le quedaba de su
semana. —¿Crees que le guste?

—Sí, sin duda le encantará. —dice la chica y le sonríe, entregándole una bolsa con sus compras.

—Gracias, mmm... —contesta y dirige su vista al nombre en el uniforme de la chica. —Eblis.

—No hay, de qué.


Suguru sale del lugar con un nudo en su garganta y uno más en su estómago. No le quedaba mucho
dinero para comida, pero sabía que podría arreglárselas, pidiéndole a sus amigos del instituto que le
invitasen a comer. Por otro lado, estaba feliz de saber que vería a ___________ con lencería en su
próximo encuentro.

(Opción 2)

Suguru alcanza a Satoru quién está estirándose para liberarse de los malestares de su cuerpo tras la
misión. El de ojos ámbar se siente un poco apenado por lo que hará, pero sabe que anhela ver a
____________ en aquella lencería más que nada. Lamenta que su billetera no esté tan llena como la
del ojiazul para comprarle no solo uno, sino miles de conjuntos.

—Oye, Satoru. —rasca su nuca, tímido. —Yo...

—¿Qué sucede, Suguru? —cuestiona, lleno de intriga.

—¿Crees que puedas prestarme unos cuantos billetes? Es que... vi un tazón de zaru soba en un
puesto por allá. —miente, esperando que Satoru crea lo que le dice. —Prometo pagarte sin falta la
próxima semana.

—Por supuesto, pero con una condición. —dice el albino, sacando el dinero de su cartera.

—¿Qué condición, Satoru? —pregunta.

—Deberás hacer mi tarea por lo que resta de esta semana.

Suguru lo piensa, pero sin importar el sacrificio que eso implique, sabe que no hay nada más que
quiera hacer que ver a ___________ con una sonrisa en su rostro. De modo que, es un trato
aceptable para el gran premio que recibirá.

—Está bien. —dice y estira el brazo para tomar el dinero y meterlo a su pantalón. —¿Irás al
instituto?

—No, tengo algo pendiente con la mesera de aquel local. —suelta una risita burlona, y da la media
vuelta para despedirse del de ojos rasgados. —Nos vemos luego.

—Hasta luego, Satoru.

Una vez que se queda solo, se adentra en la tienda de ropa para mujeres con el objetivo de
comprarle el conjunto de encaje negro que escondió tras las demás prendas. Sonríe y, una vez que
paga el producto, sale del lugar en dirección al instituto para descansar un poco.

(Opción 3)

Suguru se aproxima a dónde está el albino para partir ambos al instituto. Mira su billetera y nota
que su presupuesto no le alcanza para pagar las prendas de lencería que vio en el local para
____________. Sin embargo, espera que su plan de dejarlas hasta atrás funcioné, para regresar por
ellas cuando tenga más dinero y pueda comprarlas.

—Hey, Suguru. —llama el de gafas oscuras a su amigo. —¿Quieres ir a jugar videojuegos a la


vuelta de la esquina?

—Claro, tenemos tiempo todavía. —sonríe, mientras talla uno de sus ojos con el dorso de su mano.
Quizá sus posibilidades económicas no son las mejores, pero, por la gente que quiere, intentará
esforzarse por darles lo mejor. Aunque eso impliqué sacrificar muchas cosas más como su estado
físico o emocional.

—Oye, si te gano, ¿harás las próximas cuatro misiones que me quedan?— pregunta el albino
mientras saca una golosina de su uniforme.

—No, sabes que te ganaré. —replica y acomoda su mechón de cabello. —¿Tienes algún chicle? Me
apesta la boca a vomito.

Satoru ríe por lo que dice su mejor amigo mientras esculca en sus bolsillos en busca de algún dulce
de menta o yerbabuena. Por el contrario, Suguru saca una mano de su bolsillo para recibir el
producto, mientras con la otra se asegura de tener consigo el bote de pastillas para su insomnio.

Chapter End Notes

No me decidía entre las opciones para que Suguru comprase su regalo. Así que opté por
colocar las tres.
¿Ustedes cuál eligieron? Lamento si les tocó dónde hice mi aparición en el capítulo jsjs
No sé si haya sido de su agrado, tampoco sé si recuerdan esta historia, pero espero que se
hayan entretenido.
No es una promesa, pero quiero pensar que habrá otro capítulo con Suguru recibiendo el
premio por dicho regalito jsjsjs
Ya no recordaba cómo insertar imágenes. *grita en olvidadiza*

🌙 🌙
🌙Capítulo 5 - ¿Premio o castigo?🌙
Chapter Notes
See the end of the chapter for notes

Sin importar su decisión, Suguru toma el metro y regresa a casa con el objetivo de descansar, no
sabe si volverá a ver a ________, más mantiene la esperanza en su promesa de volverse a
encontrar. Es por ello que planea llegar a su habitación lo más pronto que pueda no sin antes hacer
entrega de su obsequio, el cuál ansia por verlo puesto en aquel cuerpo que se proclama como suyo
en todos sentidos. Toma con su mano el tubo que cuelga de la estructura del tren y mantiene su
semblante sereno y tranquilo.

Mantiene sus ojos cerrados mientras una sonrisa se dibuja en su rostro, relame sus labios pues
puede jurar seguir teniendo la dulce esencia y la ardiente sensación de los besos que ella dejó
impregnados en su boca. Simplemente llegan a su mente las imágenes de ella quedándose para
siempre.

Sus ojos.

Sus manos.

Su cuerpo y voz.

No obstante, sigue resultándole extraña la presencia de la chica pues todavía no está seguro de
cómo es que apareció tan de repente en su vida, llenando los espacios vacíos que tiene, encajando
con sus gustos, casi hecha a su medida. Aun así, su corazón late por la esperanza de que vuelva a
tenerla entre sus brazos, sentirla suya en todos aspectos. Normalmente esperaría a conocer a la
chica antes de acostarse, pero con ella se sentía en completa confianza, como si se transformase en
alguien ajeno a sus propios ideales.

—Pequeña, ansío verte con esto puesto. —sonríe y sostiene en su puño la bolsa que contiene las
prendas.

El tren pronto termina su ruta y llega a su destino, dejando a Suguru a unos cuántos pasos de su
escuela. Luego hace una parada en una de las tiendas de comida que hay por el lugar y saca dinero
de sus bolsillos para comprar unos cuantos fideos, emparedados o postres para degustar una vez
llegue a su habitación y compartirlos con su chica. Seguido de ello, sale del local y toma con
firmeza sus pertenencias mientras se pasan por su mente las imágenes de _________ de la noche
anterior, cuestión que lo deja en un trance, caminando por las calles perdido en sus pensamientos.

—Oye, ¡qué te pasa! —responde una voz femenina con tono de indignación tras ser empujada por
cierto azabache.

—Perdón... yo...— va tan distraído y embobado que choca con una mujer con la apariencia de su
chica, su cadera, su cabello, sus manos, estatura, todo en ella concuerda con las descripciones
físicas de ________.

Tan pronto analiza aquello, la sangre comienza a hervirle pues la joven con la que tropieza está
hablando con otro chico a una corta distancia, casi rozando sus bocas. Sin pensar, lleva su mano al
cabello de ella y tira de este, obligándola a verlo a la cara, separándola. No logra asimilar como es
que una noche le dice que solo es su "puta" y al día siguiente va a insinuársele a cualquiera que se
le ponga en el camino, engañándolo.

Él sacrifica lo poco que tiene por alguien a quién aprecia o quiere en demasía, cuestión que sucede
con la prenda que compró exclusivamente para ella puesto que fue en minutos que se volvió
alguien especial para él, sintiéndose conectado. Un sacrificio que en ese momento estaba siendo
tirado a la basura, haciéndole sentir como un acto insignificante

Suguru está furioso que a kilómetros denota su semblante lleno de rabia y celos. Está dispuesto a
follarla en frente del otro tipo para recordarle de quién es propiedad y luego dejarla tirada como la
basura que está siendo pues dicha conexión para ella no representó nada.

—¡Eres una pu... —detiene su habla y agranda sus ojos sorprendido cuando mira el rostro de la
chica que incluso su ceño fruncido del coraje se transforma a uno confundido. —¿QUÉ?

Las características corporales encajaban un poco con la apariencia de ________, pero


definitivamente las faciales eran dos mundos completamente distintos.

No era su puta a la que estaba sosteniendo.

—¡Qué te pasa, Idiota! —replica con odio al azabache quién suelta su cabellera. Luego da golpes
en su pecho con fuerza.

—Lo siento, yo... creí que eras alguien más. Perdón. —rápido se inclina como reverencia. —De
verdad, lo siento.

—¿Acaso eres estúpido? ¿Huh? —contesta el novio de la fémina quién lo toma de la chaqueta de
su uniforme para obligarlo a verlo a la cara.

—Lo siento, en verdad creí que se trataba de mi no... de otra chica.

—Pues esto te recordará a ver bien a quién vas a molestar, idiota. —dice mientras hace puño su
mano y la dirige con fuerza al rostro del azabache, golpeándolo en su pómulo, dejándole una
diminuta herida.

Suguru cae al suelo pues el impacto le ha dejado débil al igual que las bolsas que llevaba en su
mano, mismas que caen esparciéndose un poco. Su rostro dolía por el golpe que había recibido,
orillándolo a que se quedará unos cuántos minutos más sobre el pavimento en lo que se
estabilizaba. Observa por última vez el cuerpo de la chica y nota las evidentes diferencias entre ella
y _________, lo que hace que golpee su cabeza tras darse cuenta de que en realidad solo vio un
espejismo.

—¡Maldita sea! —toca el abultamiento en su mejilla, lo que provoca se queje por lo adolorido. —
Ojalá hubiera ido a comprar medicinas para Shoko.

Una vez ya estable, toma sus pertenencias y se pone de pie para llegar a la escuela puesto que ya no
estaba tan apartado. Recoge lo que pudo salvar de su cena y sacude la tierra de sus prendas. Camina
lento pues lo hinchado de su rostro hace que uno de sus ojos se cierre, dificultando su visión hasta
hacerle tropezar en más de una ocasión.

En cuanto llega al instituto, parte en dirección a su habitación sin detenerse ni a saludar Satoru o
dar informes al profesor Yaga. Abre su puerta y deja las compras sobre la mesa, mira el reloj y nota
que ya es tarde por lo que busca en su mochila el frasco naranja para tomar su medicación.
Recuerda las indicaciones del médico sobre no dejar pasar ni una sola dosis para mejorar su estado.
Llena un vaso con agua y saca una píldora, llevándola a su boca para tragarla con ayuda del
líquido. Avanza a su refri mientras quita su chaqueta y la arroja a su cama, despojándose de ella.

—Vaya imbécil que soy. —toma una soda que dejó de días anteriores y la lleva a la protuberancia
en su pómulo para bajar la inflamación.

Se sienta a la orilla de su cama y cierra sus ojos mientras coloca la soda fría. Está cansado, puede
sentirlo pues al cerrar sus párpados estos le duelen y nota como siente tranquilidad al dejarlos así.
Sin embargo, no pasa mucho tiempo cuando unas manos se posicionan sobre las suyas lo que le
lleva a abrir sus ojos, sorprendido.

—¿Qué te pasó? —toma la lata de aluminio para retirarla del área, permitiéndose ver la herida
ligeramente sangrando. —¿Quién te hizo esto?

—¿Cómo es que llegaste? —pregunta, confundido, pues no escuchó ningún ruido.

—Tú me trajiste aquí, ¿lo recuerdas? —mira el frasco naranja cerca del vaso de agua.

—Entonces te veré cada vez que tome las pastillas, ¿no es así? —sonríe al verla, estirando sus
mejillas, olvidándose de que está lastimado hasta que se queja del dolor. —¡Auch!

—¡Exacto! —dice animada. —Solo existo cuando estás drogado y en un estado mental vulnerable.
Mejor dime, ¿qué fue lo que te pasó?

—Yo... creí verte con alguien más. Pensé que estabas coqueteándole a otros hombres y que yo no te
importé ni un poco. —la mira, de alguna manera, la sonrisa sugerente que tiene en el rostro le
hacen hervir la sangre. —¿De qué te ríes?

—De nada, es solo que nunca había visto cómo la mirada de alguien se vuelve tan fría y llena de
coraje por mí. —acerca su boca a la herida del azabache, específicamente a dónde se encuentra la
poca sangre seca que tiene en su mejilla. Lame de él, saboreando el hierro y la desesperación
mientras acerca su boca al oído para susurrarle. —Además... ¿qué pasaría si te dijera que sí he
estado con otros hombres?

Miente.

Ella es una creatura demoniaca que es creada a partir de los gustos que yace en la mente de
Suguru, nadie más puede imaginarse a una mujer parecida puesto que solo vive en el
subconsciente del azabache. Sin embargo, puede sentir la irá que recorrió el cuerpo de él cuando
su mente le hizo creer que la había visto con alguien más. Por lo que, también puede ver y saber
los planes que tenía tal cómo pensó follarla frente al otro hombre. Situación que a ella le atrae
pues le encanta el dominio que él tiene sobre ella, eso de pensar en hacerla suya sin importar lo
que los demás digan, simplemente no podía contenerse a provocar celos y deseo en Suguru.

—¿A qué te refieres? —está desconcertado por lo que escucha, lo que le hace detenerse a pensar
por un momento mientras ella retrocede.

Imágenes de ella besando a otro hombre, gimiendo su nombre y desvistiéndose para complacer a
alguien más se quedan atascadas en su mente haciendo que su pecho suba y baje, agitándose
mientras expulsa aire de sus fosas nasales, furioso por aquello. Situación que es disfrutada por ella
pues la sangre que saborea desprende esa desesperación, haciéndole saber lo que él sintió.
_________ puede acceder a sus pensamientos de la tarde en aquella tienda, en dónde él la
imaginaba con cierto conjunto de lencería, uno que ella jamás ha visto.

—¿Te has acostado con otros hombres? —cuestiona con seriedad extrema mientras la mira a los
ojos sin emoción alguna.

—Sí.

Suguru arroja la soda a un lado haciendo que está se abra y esparza en el suelo. Luego se para
frente a _______ y enreda su cabello entre sus dedos, tomándola con fuerza para tirar de ellos hacía
atrás.

—¿Otros hombres te han follado? —mete su mano por debajo del corto vestido de satín que lleva
puesto, haciéndole sentir el dorso rozando su entrepierna.

—Sí, Suguru. —cierra sus piernas atrapando la mano de él.

—¡Ábrelas! —demanda y ella sin negarse a nada, las separa.

Siente como los dígitos del azabache tocan sus pliegues puesto que no tenía ropa interior debajo. Él
da círculos con tres de sus dedos, removiendo de ellos, pero está un tanto seca que no le deja
moverse con libertad. Es por ello que junta saliva en su boca mientras saca su mano, poniéndola a
la altura de su rostro para escupirse.

—¿Solo has follado con ellos? —pregunta pues busca incentivar su coraje al pensar que alguien
más se ha metido dentro de ella. Lleva su mano a la intimidad de la chica y remueve su saliva entre
sus pliegues, dando masajes a su zona y su botón. —¡Respóndeme!

—No. —suelta entre gemidos y jadeos. Sus pies están de puntitas en un intento de alejar su
intimidad de los largos y gruesos dedos del de mechón pues la estimula tan bien que le hace desear
su polla. No tarda mucho en sentir un líquido viscoso escurrir, empapándolo de sus dedos,
brindándole un mejor desliz por toda la zona.

—¿Qué más haz hecho, pequeña puta? —musita y mete sus dedos lentamente en su entrada,
doblando sus dedos para presionar su punto sensible desde adentro.

—Mmh, s-se las he ch-chupado. —sus piernas flaquean dificultándole el mantenerse de pie. Lleva
su mano a la muñeca del azabache para detenerlo, más ahora es ella quién se siente débil al borde
de caer, usándolo solo para sostenerse desde su camisa blanca.

—¿A sí? —ella asiente, cuestión que hace que él saque sus dedos y le dé una bofetada. Seguido de
ello, lleva su mano a su cuello, ahorcándola sin intenciones de lastimarla, pero si demostrándole
dominio sobre ella. —¿Y te gusta hacerlo, mmh?

—S-Sí.

Suguru la empuja con fuerza a un lado haciendo que ella caiga al piso. La mira con indiferencia y la
toma del cabello mientras baja el cierre de su pantalón y acomoda su bóxer, sacando su miembro
algo endurecido. Ella se abstiene de relamer o morder sus labios tras ver lo apetecible de las venas
resaltadas por debajo de los pocos vellos azabaches que decoran la base y los testículos.
—Vas a chupármela hasta que quede dura, ¿entendiste? —menciona en tono demandante.

________ asiente y toma el miembro para meterlo a su boca, abriéndola lo más posible para
recibirlo mientras lo deja humedecido con su saliva. Con su lengua hace círculos en la punta,
rodeándolo de su glande, saboreando el poco líquido preseminal que expulsa mientras lo siente
endurecerse en su boca.

—Mmh, pequeña... —gime guturalmente mientras se deja llevar por el músculo húmedo en su
miembro y las presiones que ella da en sus testículos.

Sus ojos se cierran por un instante más olvida que lo que sería su premio se volvió tan
repentinamente en un castigo. Es por ello que se aleja, haciendo que su miembro salga de golpe de
la boca de ella quién en ese momento estaba chupándolo. Luego la toma del brazo para levantarla,
cuestión que ella entiende y se pone de pie. Seguido de ello, toma el final del vestido que ella tiene
y tira de este hacía arriba para retirarlo de su cuerpo, desnudándola.

—S-Suguru...

—Encima de la mesa hay una bolsa negra. —informa mientras se sienta en una de las esquinas de
su cama. —Ponte lo que hay dentro.

Su mano sube y baja por su miembro, masturbándose mientras la ve caminar hacia la mesa para
tomar lo que le pidió. Ella se coloca frente al espejo y coloca las prendas, haciendo que el azabache
la observe a través del reflejo mientras acomoda sus senos en las copas del sostén y desliza las
bragas por sus largas y regordetas piernas hasta posicionarlas en su lugar.

—Ahora pon las manos sobre la mesa. —se pone de pie sin dejar de tocarse y se acerca a ella por
detrás. —Quiero verte en cuatro, pequeña puta.

Suguru le da un azote a su trasero, marcándole sus dedos, dejándole una zona rojiza. Ella arquea su
espalda y muerde su labio inferior, conteniéndose de gemir o jadear. Luego toma la prenda de
dónde cubre a la intimidad de ella y la enrosca, haciéndola a un lado para exponer su entrada ya
húmeda y lista para él.

—Prepárate para recibirme. —advierte y pasa su glande por los pliegues de ella, remojándose con
los fluidos, creando un chapoteo con ellos. —¡Mierda, estás m-muy mojada!

—S-Suguru... espera.

Sin más la alinea y la mete en su orificio, provocando que ella suelte un chillido desde su garganta.
Luego la toma de la cadera y empieza a embestirla sin aviso, enterrándose y saliendo de su interior.
Sus glúteos rebotan en la pelvis del azabache al igual que los testículos de él contra el hinchado
botón femenino.

—Aahh... Suguru... no.

—¿Te gusta? ¿Mmh? —arremete contra ella, metiéndosela hasta el fondo, haciéndole sentir lo
grueso y venoso de su miembro expandir sus paredes. —¿Te gusta cómo te la meto, pequeña puta?

—Mmh... S-Suguru... —se sostiene de la mesa, pero sabe que pronto sus brazos perderán fuerza.
Él no puede ignorar sus palabras mientras su ego y orgullo aumentan tras escucharla gemir su
nombre. Se sentía ajeno a sí mismo, como si un hombre posesivo se desatara estando cerca de ella.
Era como si algo cambiase dentro de él, como si un deseo le despertará unas ganas de follarla cada
vez que la ve. Quizá otros le han hecho el amor, pero él se aferra a la idea de que será el único que
la haga sentirse completa.

—Dime... ¿ellos se han corrido dentro de ti? —siente sus testículos contraerse, listos para soltar su
esencia, más intenta contenerse unos cuantos segundos, sin detener sus estocadas.

—No... —recarga su pecho contra la mesa mientras se deja llevar por las manos del azabache en su
cadera, guiando el movimiento.

Él sonríe maliciosamente y se entierra profundo, rozando sus testículos contra la intimidad de ella
mientras le eyacula adentro, llenándola por completo. Sus principios se nublaban por sus deseos,
obligándolo a hacerse dueño de la chica que proclamaba ser sólo suya. A partir de ese momento,
Suguru se dejaría llevar por el abrumador sentimiento de dejarla chorreando de su semilla con tal
de hacerle saber a quién le pertenecía; aunque ello implicase el dejarle adentro a sus hijos.

Tras su acto da una última embestida y sale de ella para acomodar las bragas en su lugar sin limpiar
su rastro de la intimidad, dejándola viscosa y mojada. _________ se levanta y siente algo escurrirse
de su entrepierna lo que provoca que cierre sus muslos con fuerza para no dejar caer nada. Luego
gira para observar al azabache acomodando su pantalón, quién al terminar la toma del cuello y roza
sus labios contra los de ella.

—A partir de hoy solo yo puedo correrme dentro de ti. —musita entre dientes mientras lleva su
mano al vientre de la chica e inmiscuye su mano por las bragas que le compró. —Abre las putas
piernas. —ordena y ella obedece dándole una mejor libertad a dos de sus dedos para tomar semen
de su vulva. —¿Te quedó claro, pequeña puta?

—S-Sí... —tartamudea pues sigue sensible de su intimidad por lo que el más ligero toque le hace
sobresaltarse.

—Entonces, abre la boca. —saca sus dedos llenos de los fluidos y los pasea por los labios de la
chica, untándoselos como labial. Luego los introduce en su boca, embarrándolo en su lengua. —
Trágatelos.

Ella no deja de verlo mientras lame los residuos que hay en los dígitos y traga de ellos con
dificultad pues él no ha soltado su agarre en su cuello.

—Si vas a ser mi puta, entonces solo vas a ser mía. ¿Entendido? —ella asiente sin dejar de mirarlo
tan dominante.

Suguru se aparta y retira su camisa y pantalón para colocarse algo más cómodo, ignorándola en
todos sentidos. Quiere hacerle sentir como una basura por acostarse con otros, dejándole en claro
que ahora ella solo representa un agujero al que pueda follar siempre y cuando esté bajo el influjo
de los estupefacientes. No obstante, ella disfruta de la indiferencia en el acto sexual y ligeros malos
tratos, pero fuera de ello, sentía una presión en su pecho al ver que él sí creyó sus palabras,
haciéndole sentir menos.

—Suguru. —llama mientras acomoda el vestido para dormir que tenía puesto. Sin embargo, él
toma asiento en su cama, llevando consigo la poca merienda que había comprado, omitiendo sus
palabras. —Suguru, háblame.
Él se recuesta, la quiere lo sabe porque de no ser así, no se sentiría traicionado ni con un dolor en el
pecho que se hace presente cada vez que respira, como si le hiciera falta espacio para que sus
pulmones se llenen de aire, pero no va a permitirse sucumbir ante sus sentimientos.

—Suguru, yo... no me he acostado con nadie más. —Ella se sube a la cama caminando a gatas
hasta quedar a su lado. Deja besos en la mejilla del azabache y acaricia la herida que tiene en su
pómulo, buscando un "perdón". —Te mentí, yo... yo nunca estaría con alguien que no seas tú.

—¿Te gustaría saber que yo te diga "te amo" y que después te enteres que se lo digo a otras
mujeres? —cuestiona sin mirarla mientras enciende el televisor.

En su mente no es el mejor ejemplo, pero entiende que ella comprenderá que la situación y los
sentimientos son casi iguales, sintiéndose engañado por alguien a quién creía querer.

"No puedes decir algo, faltar a tu palabra y mentir para librarte del castigo."

Ella, en cambio, piensa en su actuar y su hablar. Primero dijo ser solo su puta, después le hizo creer
que había estado con alguien más y ahora, tras recibir un trato indiferente, intenta lavarse las manos
diciendo que era mentira lo de haber estado con otros.

Busca limpiar la suciedad que dejaron sus mentiras, pero eso no quita que Suguru crea que han
jugado con sus sentimientos.

—Suguru, yo solo puedo vivir en tu mente. Cuando tú quieras que aparezca, ahí estaré. No puedo
meterme a la mente de los demás para acostarme con cada uno de ellos. —confiesa sin dejar de
mirar a los ojos al azabache. —Además yo... yo solo puedo aparecer cada vez que tomas tus
medicamentos. ¿Ya lo habías notado, cierto?

—Sí, ya noté que las veces que has aparecido ha sido después de tomar mis pastillas. —hace una
pausa mientras su semblante se llena de tristeza. —Eso significa que una vez que termine mis
medicamentos, jamás volveré a verte, ¿cierto?

—Sí. Las pastillas interfieren con tu cerebro volviéndolo a un estado en el que tu cuerpo es
fácilmente manipulable por creaturas cómo yo. Es como si estuvieses en coma, tu cuerpo físico está
en el mundo real, pero tu cuerpo espiritual está en este mundo en el que puedo construir y destruir a
mi antojo.

—¿Creaturas? ¿Cuerpo espiritual? ¿A qué te refieres? —se acomoda en la cama retomando una
postura más seria.

—Soy un súcubo, puedo tomar tu cuerpo y tener relaciones sexuales contigo. Sin embargo, también
puedo manipular tu mente para recrear los escenarios en los que has estado, así como la mayoría de
nombres y personas que viven en tu memoria. —acomoda su cabello, amarrándolo con una liga que
estaba cerca. —Además, tu cuerpo puede vivir en dos dimensiones: en la terrenal y la espiritual.
Cuando estás conmigo, me obliga a robar energías, pero también puedo hacerle daño a tu cuerpo
físico como golpes o incluso abrir tu piel con pequeñas heridas en tus labios para tomar sangre. Es
por eso que, en ocasiones despiertas con algunos moretones, cuerpo cansado, heridas en el labio y
dolor en el abdomen.

—Por eso lamiste mi herida, para tomar sangre. —conecta los puntos mientras toca su pómulo. —
Espera... Entonces... si tomo las pastillas en una montaña rusa, ¿aparecerás ahí? O si veo un
conjunto que me gustaría que usarás, ¿lo vestirías con solo verlo en mi mente?
—Sí, Suguru. Es como crear el mundo perfecto con todo lo que yace en tu mente, incluso puedes
pedirme que escarbe en ella para llevarte a cualquier lugar en el que hayas estado antes, aunque eso
implicaría que absorba más energía de tu cuerpo y amanezcas más adolorido.

—Pero aún no lo entiendo. Si solo vives en mi mente y sobrevives de mis recuerdos, ¿por qué
razón mentirías al decirme que has estado con otros hombres?

—Lo siento, yo... mentí porque me gustó la forma en la que te sentiste celoso por mí. El hecho de
saber que alguien le importa si estoy o no en su vida... jamás lo había sentido. —recorre el mechón
del azabache a un lado, permitiéndole ver el color ámbar de sus ojos. —Supuse que te daría coraje
saber que yo estaría con otros hombres y me tratarías mal por ello, cuestión que me gusta
proviniendo de ti. Es por eso que mentí, pero no pensé que lo creerías y me castigarías con tu
indiferencia.

—Ven aquí... —estira su mano para colocarla en la cintura de la chica, empujándola. Ella se mueve,
sentándose encima de él con ambas piernas a cada lado, colocándose a horcajadas. —Perdón, yo
creí que habías jugado conmigo.

—No te preocupes, aunque disfrute mucho que me tratarás tan dominante. —se presiona contra la
intimidad del azabache, sintiendo el bulto del de ojos ámbar. —Además, me encantó mi obsequio.

—Déjame verte de frente. —pide y ella toma su vestido, retirándolo de su cuerpo. Él no puede
evitar tener una erección al ver lo bien que las prendas se amoldaron a su cuerpo. —Te ves muy
hermosa.

________ siente el bulto del azabache moverse a través de la delgada tela de sus prendas por lo que
inmediatamente siente un calor en su entrepierna que ocasiona que sus bragas se mojen con sus
fluidos, provocado por su excitación. Se presiona contra él para sentirlo endureciéndose, meneando
su cadera de adelante hacía atrás mientras está a horcajadas, mojándole su pantalón deportivo con
sus movimientos. Suguru lleva sus manos a los tirantes de su sostén para bajarlos y exponer sus
senos, sin perder un segundo por amasarlos a su gusto.

—¿Te gustaría volver a hacerlo? —deja besos en el cuello del azabache mientras él amasa sus
glúteos y levanta su cadera presionando sus intimidades.

—Claro que sí, pequeña. —contesta y hunde sus dedos en su piel queriendo convertirse en parte de
ella.

🌙●🌙●🌙●🌙●🌙●🌙
Al caer la mañana, Suguru despierta con un placentero dolor en el cuerpo mientras está acostado en
su cama con el uniforme puesto. Mira a un lado y la soda con la que bajó la inflamación de su
pómulo estaba cerrada y sin ningún rastro de haberse desperdiciado o esparcido, tal como si nunca
la hubiera arrojado. La bolsa en la que tenía guardadas las prendas que compró seguía en dónde
mismo, así como su contenido permanecía intacto.

Nada había cambiado, pues todo estaba en su lugar.

Sin embargo, y aunque no había mujer alguna, la dulce esencia de su sabor la sentía adherida a sus
labios, que al parecer aquello formaba parte de su sello personal. Pasa la yema de sus dedos por su
boca y cierra sus ojos, reviviendo los besos y caricias. Suguru regresa a su realidad, talla sus ojos y
se sienta a la orilla de la cama, comienza a entenderlo todo. Ella ya tomaba energías de él desde
hace tiempo, por eso llevaba varios días con insomnio y encontrando pequeños hematomas en su
cuerpo. No obstante, sabe que el seguir con ella implicaría bajar su rendimiento en la escuela y
misiones por lo exhausto de su cuerpo, que hasta podrían suspenderlo.

Siente un golpe en su pecho, como un vacío, por la idea de no verla nunca más, pero mira el frasco
de pastillas y observa que aún le queda mucho tiempo. Lamentablemente es en el mundo onírico en
dónde se hacen presentes los delirios que yacen en su mente, ayudándole a _________, quién no es
más que un demonio oportunista, que se aprovecha de su vulnerabilidad, estando en un trance entre
la realidad y la fantasía.

—Todavía nos queda mucho por conocernos, ________. —suelta al aire mientras avanza a su
baño.

Ambos comenzaban a sentir algo más que solo una necesidad sexual. Más allá que una simple
atracción corporal, querían sentirse, conocerse sin importar que fueran de mundos diferentes o
que sus encuentros solo sean posible bajo la influencia de drogas que generan esos delirantes
escenarios.

Delirios a los que él se aferraría, causándole futuros problemas en su vida.

Chapter End Notes

Perdón si se ve que esta historia avanza muy rápido en cuestión de amor o algo, lo que pasa es
que quiero que se vea que Suguru sí está enamorándose, al grado de hacer y decir cosas por
ella, un poco obsesivo a decir verdad. Y es que este libro desde un inicio se planeo de pocos
capítulos.

Así que sí, Suguru está completamente enamorado y punto. No hay discusión sobre el tema
jajaja.

La escena de celos me gustó mucho y puede que la repita en otros libros en especial en el de
Oscura obsesión de Satoru Gojo. Libro que planeo resubir, pero está vez un poco mejorado,
con más detalle y escenas. Por si gustan leer la primera o segunda versión del mismo. 😅 🍄✨
End Notes

🥀 🌙
Gracias por leer esta historia, nos vemos en otro capítulo.
Eby, Fuera.

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