Unidad Educativa Leyendas

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Unidad Educativa “Juan de Velasco”

Nombre:
Genesis Macas
Fecha:
22/11/2024
Curso:
7mo “E”
Tema:
Leyendas del Ecuador
1. La Tacona
Esta leyenda de la ciudad de Esmeralda habla del fantasma de una hermosa joven que
transita las calles y seduce a los hombres cuando hay luna llena. Estos mueren de susto
cuando se les revela el espantoso rostro cadavérico de la mujer.
Según la historia, fue una mujer que murió luego de ser violada una noche en un
callejón. Su espíritu no sabía que había muerto, por lo que decidió regresar a casa a
bañarse y maquillarse para quitarse el sucio y la sangre. Juró frente al espejo nunca más
dejarse hacer daño por nadie.
Decidió caminar por calles y recorrer bares atrayendo a hombres malintencionados con
su vestido rojo y tacones muy altos.
Una vez un hombre apuesto la invitó a la playa, a lo que ella aceptó decidida. Luego él
intentó abusar de ella, pero al mirar su rostro se espantó y echó a correr.
La carrera lo llevó sin querer al cementerio, en donde sorpresivamente leyó el nombre
de aquella mujer. Años más tarde, el hombre visitó la tumba de la joven llevándole una
rosa roja. Arrodillado, le agradeció que aquella noche lo hizo cambiar y ya no seduce a
las mujeres.

2. El Tintín
Este es un personaje de la mitología montubia asociado al Diablo. Es de mediana
estatura, con orejas grandes y puntiagudas, y usa sombrero de jipijapa. En los pueblos
del litoral describen su rostro como espeluznante y malvado.
Según la leyenda, busca enamorar a las mujeres embarazadas usando muchas artimañas,
para luego dejarlas. Puede hacerles promesas, declararles palabras de amor, cantarles
con guitarra en mano o simplemente abusar de ellas.
Se esconde en los callejones peligrosos y en los campos buscando jóvenes bonitas, a
quienes persigue hasta su casa.
Algunos relatos cuentan que se escabulle por huecos o que atraviesa paredes y se
esconde bajo la cama. Una vez embaraza a la chica, escapa y busca a otra.
Era muy típico en la época colonial y posteriormente, cuando las mujeres no solían salir
solas a la calle. Si en una casa alguna chica joven salía embarazada, se consideraba una
obra de El Tintín.

3. El cerro del muerto


El nombre viene de un conjunto de elevaciones rocosas de la zona de Playas, vía El
Morro. Según las historias de los primeros navegantes, estos vieron unos cerros desde el
mar que tenían forma de hombre echado con las manos en el pecho.
De ahí se derivaron leyendas sobre lo pesado y extraño que se sentía el lugar. Se creía
que estaba encantado porque antiguamente se acostumbraba a sepultar allí a los muertos
en vasijas hechas de barro, junto con todas sus ropas.
Se cuenta que las ánimas pasaban a media noche por la iglesia a rezar. También hay
relatos de personas de pueblos cercanos que han escuchado una banda musical tocando
en horas de la noche.

4. El Chuzalongo
Es una criatura enana de piel pálida, ojos azules o verdes, orejas grandes, nariz achatada
y facciones deformes. Algunos relatos dicen que tiene sus pies en sentido contrario,
hacia atrás, para que sea confuso seguir el rastro de sus huellas.
Acostumbra a atacar y matar mujeres descuartizándolas, dejando escenas sangrientas.
También busca pelear con hombres, pero como un desafío de poder.
El Chuzalongo anda desnudo. Para librarse de él, los hombres deben quitarse una
prenda de ropa y arrojarla. Cuando la criatura vaya por la prenda, se podrá huir.

5. El hueso de vaca
Esta leyenda de Manabí tiene origen en la historia de una joven muy bonita y virtuosa
que vivía en una casa llamada La Floresta, en la vía de Chone a Canuto. En una choza
fea cercana, con olor a azufre, vivía un señor viejo de muy mal aspecto, de larga barba y
vestido de trapos.
El anciano se había enamorado de aquella chica de nombre Dulce María, pero nunca
manifestó nada. Un día, los padres de la chica fueron de compras al pueblo, dejándola
sola en casa. Ella salió a regar y arreglar el jardín.
De repente, una vaca negra apareció de la nada y comenzó a perseguirla por todos lados.
Ella corrió hacia el interior de la finca hasta que tropezó con unas cañas y cayó muerta
cerca de un árbol de matapalo.
Al final del día sus padres consiguieron el cadáver de su hija acompañado de la vaca
negra y mucho olor a azufre. También la casa y el jardín despedían dicho olor.
Luego de varios días a la gente le pareció extraño no haber visto más al vecino de la
choza. Decidieron entrar a la casa y solo encontraron un hueso de vaca; el anciano no
estaba.
En otra versión de la leyenda, encuentran el hueso de vaca en el matapalo y la casa del
anciano estaba vacía.
Leyendas de la sierra
1. Cantuña y su pacto con el diablo
Todo aquel que haya visitado la capital de Ecuador, Quito, se habrá dado cuenta de que
es famoso el nombre de Cantuña y la leyenda que lo acompaña. La historia de esta
leyenda dependerá del lugar y la persona que la cuente, pero sea cual sea su peculiar
forma de contarla todos tienen en común la misma historia de fondo.
Unos dicen que Cantuña era un mestizo, hijo de madre indígena y padre español,
mientras que otros especulan que se trataba en realidad del hijo de Hualca, ayudante del
famoso inca Rumiñahui, del que se cuenta que ocultó el oro inca a los conquistadores
españoles.
Fuera cual fuera su origen, la historia cuenta que el sacerdote de Quito se encontraba
con la idea de construir la futura Iglesia de San Francisco en la ciudad y que le preguntó
a nuestro personaje si era capaz de construirla. Cantuña, honrado por semejante
encomienda, respondió que sí, que él se encargaría de construir el nuevo templo.
Así pues, satisfecho el sacerdote por haber encontrado alguien dispuesto a tan gran
trabajo, dejó todo en manos de Cantuña. Pero, al pasar el tiempo, nuestro protagonista
vio que no tendría tiempo ni recursos para terminar el trabajo y, desesperado, rezó a
Dios por varios días para que hiciera caso de sus plegarias, a ver si le ayudaba, pero
tristemente no escuchó ninguna respuesta.
La desesperación de Cantuña ya era tal que se vio obligado a rezarle justo a quien no se
debe rezar: el Diablo. A diferencia de Dios, el señor del inframundo acudió presto a su
llamada. Tras escuchar las solicitud de Cantuña, el Diablo le dijo que le ayudaría a
terminar la iglesia rápido pero, a cambio, le tendría que dar su alma, trato que nuestro
protagonista estuvo de acuerdo.
Cantuña era muy listo, y se atrevió a pedirle al Diablo poner una cláusula al trato en el
que si, al momento de realizar el encargo el trabajo no estaba realizado antes de las 6 de
la mañana, el trato se cancelaba. El Diablo, que no dudaba para nada de sus poderes ni
de la habilidad de sus secuaces infernales, estaba más que convencido de que el templo
estaría listo antes de llegar a esa hora.
El Diablo mandó a sus diablillos a la zona de construcción quienes, temerosos de la ira
de su líder, se pusieron manos a la obra para acabar la Iglesia. Tan endiabladamente
ocupados estaban y ensimismados en lo que hacían que no se dieron cuenta de que
Cantuña retiró un ladrillo mientras estaba aún fresco y observaba como los secuaces del
mismísimo señor de las tinieblas estaban trabajando creando un templo para Dios.
Pasaron las horas y el templo parecía acabado. El Diablo se presentó ante Cantuña y
justo delante del atrio del nuevo templo el señor del inframundo reclamó su trato,
llevarse el alma de Cantuña. De fondo estaban sonando las campanas que indicaban que
eran las 6 de la mañana y, mientras el Diablo se preparaba para recibir su recompensa,
el quiteño empezó a reírse, invitándole a que comprobara si realmente estaba terminado
el trabajo. El Diablo y sus diablitos observaron que no, que faltaba justo un ladrillo y
que, por lo tanto, no se había cumplido el trato.
Y así fue como el hábil Cantuña engañó al Diablo haciéndole trabajar para Dios,
consiguiendo satisfacer al sacerdote de Quito y ganándose el mérito de haber construido
un templo él solito.

2. El Guagua Auca
En la mitología ecuatoriana, se dice que el Guagua Auca es un demonio creado por el
alma de un niño que nació y murió sin llegar a ser bautizado. Su espectro tétrico se
presenta ante los borrachines que pisan las calles a altas noches de la noche,
asustándoles con un terrible chillido incesante que desespera hasta a la persona más
cuerda.
Los incautos beodos buscan desesperados el origen del chillido hasta que encuentran de
donde aparece. Lo primero que ven es una escena triste, un pobre niño recién nacido
que debe haber sido abandonado por su madre y que lo ha envuelto en una manta a ver
si alguien se hace cargo de él. ¿Quién dejaría a un pobre bebé abandonado ahí? Los
borrachos, en una muestra de compasión, lo cogen para cuidarlo.
Pero lo cierto es que los pobres son ellos, tan bebidos que están que no van con
precaución. Horas más tarde se dan cuenta del error que han cometido, viendo cómo el
bebé cambia totalmente de fisionomía y el supuesto niño se convierte en un demonio,
protagonista de la peor pesadilla que se os pueda venir a la cabeza.
Dicen que no son pocos los hombres que, tras una noche de juerga ebria, han sido
encontrados muertos y con espumarajos en la boca, víctimas de su encuentra con el
Guagua Auca.
3. Los orígenes de los Cañaris
Los cañaris eran una etnia que vivía en las actuales provincias de Azuay y de Cañar. Se
cree que su nombre tiene relación con la idea de creer ser descendientes de la culebra y
la guacamaya, dos figuras que tienen importante relevancia en la cosmovisión de este
pueblo y del Ecuador moderno.
Según cuenta la leyenda, en aquellas tierras la diosa Pachamama mandó un diluvio que
cubrió hasta la cima de la montaña más alta. Todo fue destruido a su paso, y solo dos
hermanos sobrevivieron quienes a duras penas consiguieran llegar a una cima que
todavía no estaba cubierta de agua. Tenían la esperanza de que en algún momento el
nivel del agua bajaría, y decidieron esperar ahí.
Pero el agua no bajaba, y no tenían forma humana de conseguir comida con lo que en
cuestión de días empezaron a desfallecer. Pero para su fortuna, y justo cuando estaban a
punto de morir por hambre, los hermanos descubrieron una cueva en la que había
comida. Volvieron al día siguiente y volvió a aparecer comida, como si por arte de
magia se tratara.
No entendían qué era lo que pasaba hasta que un día se dieron cuenta de que dos
mujeres con forma de guacamaya eran las que les dejaban ahí alimentos diariamente. La
belleza de sus plumas y sus siluetas femeninas enamoraron a los dos hermanos, cuyo
amor fue correspondido y con ellas tuvieron muchos hijos. De esos hijos nacerían otros
hijos, quienes serían los primeros pobladores del Cañar.

4. La doncella de Pumapungo
Pumapungo era el destino de descanso preferido por los emperadores incas. Localizado
en la actual Cuenca, en la provincia de Azuay, este lugar estaba impresionantemente
decorado y hoy en día es posible deleitarse con los restos que todavía quedan del
asentamiento, un lugar en el que se dice que se encontraba una fuente sagrada de uso
exclusivo para el emperador.
Pero la leyenda no se centra en la fuente del inca, sino de sus doncellas. Atendido por
unas mujeres llamadas las Vírgenes del Sol, estas eran criadas desde pequeñas en
distintas artes y habilidades que usaban para entretener a sus emperadores. Una de estas
Vírgenes exclusivas para el emperador incaico se llama Nina, bella y delicada mujer.
Aunque estaba prohibido para las Vírgenes del Sol que vivían en Pumapungo, Nina
acabó enamorándose de uno de los sacerdotes del templo. Este amor era mutuo,
haciendo que este par se reuniera en las noches de Luna Llena en los jardines del lugar,
mirando las estrellas y disfrutando de la brisa nocturna que, como ruido de fondo, daba
ambiente a la pasión de los dos amantes.
Pero su secreto no duró mucho. Cuando se enteró el emperador, lleno de ira y cólera,
mandó matar al sacerdote como castigo, pero no así a Nina. Nina no fue ejecutada, pero
tampoco fue informada del hecho. De hecho, el emperador inca ordenó que no se le
dijera nada de lo que había sucedido, que siguiera creyendo que su amor estaba vivo.
La tristemente ignorante Nina seguía acudiendo al lugar que antes era el nido de amor
de ella y su amante. Iba y volvía a ir, pero su amante no acudía a sus encuentros. Un día,
tras llevar ya varios intentos sin éxito, murió de pena al no volver a ver a su amante. La
leyenda cuenta que ella sigue ahí, que en las mismas noches de Luna Llena que disfrutó
del amor de su amante se manifiesta y su lamento se puede escuchar en las ruinas del
lugar.

5. La veleta de la catedral de Quito


En tiempos coloniales, Quito era el lugar de residencia de un poderoso caballero lleno
de riquezas, pero que también estaba lleno de orgullo y prepotencia. No tenía reparo
alguno en insultar o menospreciar a todo aquel que se cruzase por su camino, pues se
sentí el hombre más importante del mundo.
Tanto era su desprecio por todo y por todos que, un día volviendo borracho a su lujosa
casa, se detuvo frente la majestuosa veleta en forma de gallo de la catedral de Quito.
Cualquier persona normal se hubiera quedado maravillada ante ese instrumento, pero él,
como no, no pudo evitar soltar barbaridades e insultos:
¡Ese gallo es patético! ¡Menuda broma de gallo! ¡Más que un gallo, parece un pavito
miedoso y ridículo!
Pobre y estúpido cretino porque, para sorpresa del maleducado caballero, el gallo tomó
vida y no le sentaron muy bien las palabras que le soltó. El ave se descolgó de la veleta
para atacarle ferozmente, sin piedad alguna. Las heridas que le hizo al caballero tiñeron
de rojo las caras y elegantes vestiduras de nuestro prepotente protagonista.
A la mañana siguiente, el caballero despertó en su cama notando el escozor de todas las
marcas de picotazos y sangre coagulada por su cuerpo. Su memoria le fallaba, ¿a caso
fue verdad o producto de su borrachera? No lo recordaba muy bien, pero el daño en su
cuerpo era tan real como dura es una piedra.
Desde entonces se le bajaron un poco los humos y, además, no volvió a atreverse a
pasar por delante de la catedral de Quito.

Leyendas de la amazonia
1.Leyenda la diosa de la guayusa
Sucede que en el interior de la selva, en algún punto del río Huasaga, un grupo de
valientes cumplían su guarnición y nadie conocía de su preparación.
Una mañana muy temprano, rayando el alba, Mashurca el shuar más joven, de carácter
alegre, muy ufano salió para el río y mientras se zambullía en las tranquilas aguas,
bajando en la corriente del río se presentó a él una hermosa ninfa, con vaporoso vestido
y una larga túnica como de novia que se perdía en la tenue neblina; se quedó flotando en
las aguas y le dijo que no tema de ella, ya que era conocida como la diosa de la guayusa
(Tzunky) buena, que solo venía a enseñarle a preparar la tradicional bebida y cuyas
hojas traía en sus torneados brazos, le entregó a Mashurca dándole algunos consejos
para su elaboración. El joven, siguiendo las indicaciones recibidas hizo esta aromática
bebida, todos los compañeros quedaron muy complacidos y maravillados.

2.Leyenda el árbol de la abundancia


Hace muchos, muchos años, la selva ecuatoriana soportó una prolongada sequía. Los
ríos se habían vuelto riachuelos, las chacras se habían arruinado y los habitantes de la
selva: dioses, humanos y animales, padecían de hambre. Afectados por la escasez, los
gemelos divinos Cuillur y Ducero fueron a la choza de su amigo Mangla para pedirle
comida. Este les brindó chicha de yuca y mientras conversaban, sentados ante la tulpa,
los gemelos se dieron cuenta de que en una esquina había unas enormes escamas de
pescado, arrancadas seguramente de un pez más grande que un hombre. ―¿De dónde
sacas estos peces? ―preguntaron los gemelos. Mangla les indicó que en una laguna
cercana y los invitó a ir a pescar con él. En la laguna, los tres pasaron horas tratando de
capturar una pieza, pero no lograron nada. Al comprender que su amigo los había
engañado, los gemelos sujetaron a Mangla por los brazos. ―Te daremos una buena
paliza por mentiroso ―lo amenazaron. Arrepentido del embuste, Mangla les contó que
por la Cordillera de los Guacamayos existía un árbol grueso y gigantesco, tanto que en
su copa albergaba una laguna poblada de gran variedad de peces, aves y animales; El
árbol de la abundancia.

3.Leyenda El Chiuta y el Sumaco


Cuando el Iñachic Yaya (padre creador), castigó el pecado de las personas con el gran
diluvio universal, los cielos descargaron torrentes de agua que empezaron a inundar la
selva. La gente desesperada no sabía que hacer todas las que vivían en las zonas bajas
empezaron a morir ahogadas, muchos subieron al volcán Sumaco por ser la elevación
más alta de la zona y unos pocos se fueron hacia el Chiuta, que es un cerrito pequeño
que queda en la comunidad del Calvario. Los que estaban en el Sumaco, se reían de
aquellos que estaban en la cumbre del Chiuta. Son unos tontos, decían unos, con toda
seguridad los vamos a ver ahogarse, decían otros. Pero la risa les duró poco, pues el
nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ¡Oh milagro!
El Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el Sumaco, con todos
los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los árboles.
El Chiuta, en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre
sobresalía de las aguas.

4.Leyenda la gran piedra del puma


En la comunidad de Pumayacu existe una piedra muy grande que tiene grabadas las
pisadas de un puma. Cuentan los rucu yayas (abuelos) que este es el sello que
antiguamente colocaban los felinos, procedentes de la Cordillera de Napo-Galeras,
cuando bajaban en sus recorridos a las comarcas en busca de sus víctimas. Una vez
durante el atardecer de un fuerte verano, varios pumas llegaron sorpresivamente a
Pumayacu y empezaron a merodear por la ribera del río. Una hermosa y joven mujer
que se encontraba en el último mes de su embarazo había acudido al río en busca de
agua para preparar la chicha, fue presa fácil para los felinos, que se la comieron. En el
vientre de la joven encontraron dos niños, más como los pumas se encontraban
saciados, colocaron a los pequeños en una ashanga (canasta) para comérselos al día
siguiente.

5.Leyenda de la bocana del río Misahuallí


En los albores de la colonización del Oriente ecuatoriano, aguas arriba de la bocana del
río Misahuallí y en un fresco claro de la selva, se asentó con su campamento un hombre
de tez blanca, el cual que se dedicaba a la explotación del árbol de caucho en la cuenca
del río Aguarico. Así pasaron los meses y un nuevo colono llegó al lugar acompañado
de su hermosísima hija, la que inmediatamente causó estragos en el corazón del
cauchero. La ribera del río, las aves y las flores, propiciaron el florecimiento del amor, y
el romance sonreía en las tierras amazónicas. Como vivían en plena selva y ante la
ausencia de una autoridad que legalizara la relación de la pareja, estos decidieron unir
sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos árboles de guaba.
Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una vez más al
Aguarico (otro lugar en el Oriente ecuatoriano) para recoger la balata (fruto del de la
planta de caucho) recolectada por sus trabajadores y llevarla a los mercados de Iquitos.

1. Atahualpa
Atahualpa fue uno de los emperadores incas más conocidos de la historia puesto que fue
el último soberano incaico antes de la llegada de los conquistadores españoles y,
también, porque fue un líder sangriento, con un comportamiento salvaje en la batalla. Se
dice que todo lo que sabía en el arte de la guerra se lo enseñó su padre, Huayna Cápac.
Cuenta la leyenda que, durante su infancia, Atahualpa estaba por los bosques de Cuzco
en busca de poder cazar algún animalillo para su diversión. Mientras merodeaba por el
lugar se cruzó en su camino un hermoso guacamayo que se posó en la rama de un árbol.
El joven Atahualpa quería tener esa ave como trofeo, así que decidió ir a por él y no
paró hasta que consiguió matarlo.
Orgulloso con su pieza, volvió a casa para mostrarle el trofeo a su padre, sabiendo que
se trataba de un ave difícil de conseguir. Sin embargo, justo antes, Atahualpa se topó
con su madre, la reina Pacha, mujer sabia que le dio una hermosa y valiosa lección:
“Al enemigo solo se le ataca en la guerra, ya que posee armas para poder defenderse”
Luego cogió el ave y le hizo a su hijo un tocado para que siempre recordara esas sabias
palabras.

2. Leyenda del Tesoro de Atahualpa


La leyenda del tesoro de Atahualpa es una de las historias ecuatorianas más recordadas.
Todo ocurre en tiempos de la conquista española, cuando los conquistadores logran
capturar a Atahualpa.
Tratando de recuperar la libertad, Atahualpa ofreció un cuarto lleno de oro y dos cuartos
llenos de plata, acuerdo que aceptaron los españoles. Los objetos y piedras preciosas
empezaron a llegar a la localidad de cajamarca donde estaba Atahualpa capturado pero,
lamentablemente, la distancia afectó el acuerdo haciendo que no se consiguiera todo lo
pactado y, por ello, los españoles acabaron matando al líder inca.
Al enterarse de la muerte de Atahualpa, Rumiñahui decidió ocultar el resto del botín
para que los españoles no lo vieran como castigo por haber roto el acuerdo. Esto hizo
que la conquista española se dividiera, obsesionada en la búsqueda del resto del tesoro,
haciendo que Francisco Pizarro se dirigiera por un camino mientras que Sebastián de
Benalcázar siguó la búsqueda para encontrar a Rumiñahui.
Consiguieron capturar a Rumiñahui que fue quemado en la plaza de Quito, pero el
lugarteniente de Atahualpa no fue atrapado y él permaneció oculto con el tesoro inca.
La leyenda sigue bien viva y ha llegado a motivar a realizar varias expediciones en
búsqueda del tesoro de Atahualpa, pero nunca se ha encontrado. Quien sabe si algún día
el mito se vuelva realidad...

3. La princesa triste de Santa Ana


En lo que hoy se conoce como Guayaquil vivía un rey que tenía una gran riqueza en sus
fortalezas. Pese a ser muy rico, no pudo evitar que su hija cayera enferma de una
extraña enfermedad de la que no se encontraba cura.
Un día apareció ante el rey un hechicero, un hombre que se ofreció a curar la salud de la
princesa a cambio de todas las riquezas reales. El rey, a pesar de querer a su hija,
también quería la gran fortuna que poseía, así que le dijo que no. Como resultado de su
negativa, el hechicero se enfadó y lanzó una maldición sobre las tierras que habitaba el
rey, condenando a él y a su pueblo a la desaparición.
Siglos más tarde, con la llegada de los europeos, uno de los expedicionarios españoles
que escalaba uno de los cerros de la zona se encontró con una bella princesa. La chica le
dio dos opciones al joven conquistador: o tomar una hermosa ciudad llena de oro o
casarse con una esposa fiel y devota.
El joven conquistador optó por ser pragmático, escogiendo la ciudad de oro, decisión
que no alegró a la princesa. Enfadada, conjuró una maldición sobre él mientras que el
conquistador, aterrado, empezó a rezarle a la Virgen de Santa Ana para que lo salvara,
cosa que le concedió. Es por este motivo que el cerro donde fue fundada la ciudad de
Guayaquil fue bautizado con el nombre de Santa Ana.

4. El demonio del barranco


Cuenta una leyenda ecuatoriana que hay un demonio que vive en los barrancos cerca de
los ríos. Su afición es buscar casas que hayan sido construidas en sus bordes, para
tirarlas sobre las aguas del río.
Una noche, el demonio se disfrazó de un apuesto hombre, de trato encantador y rasgos
atractivos que, con la intención de tumbar una casa con todos sus habitantes dentro,
hechizó la familia que ahí vivía para que fueran pronto a dormir.
Hipnotizó a todos, salvo a uno, un niño que logró ocultarse debajo de una silla y huyó
para pedir ayuda a un sacerdote. El cura llegó a tiempo, soltó unos rezos y salvó la casa
y a toda la familia de caer al río.

5. La dama de Guayaquil
La leyenda de la dama de Guayaquil es una historia que se extendió a principios del
siglo XVIII y sigue siendo muy contada entre los ecuatorianos. Cuenta la historia de
como una mujer elegante, con vestido negro y velo en la cara, se aparecía a los hombres
que rondaban las calles estando borrachos. Los hombres no podían ignorarla, pues la
mujer era misteriosa y atractiva, envuelta en una dulce fragancia.
Los hombres iban tras la dama, pero nunca conseguían alcanzarla. Iban corriendo por
las calles, dando tumbos estando bajo los efectos del alcohol, hasta que conseguiían
alcanzarla a escasos metros del cementerio general. Era justo en ese momento en que la
mujer se daba la vuelta, se quitaba el velo y lo que era una fragancia frutal y dulce se
convertía en un olor nauseabundo. Su cara mostraba su verdadera forma: la calavera de
una muerta.
Los hombres quedaban atónitos ante la cadavérica figura cuya peste les hacía
convulsionar en el suelo hasta que fallecían entre vómitos y espumarajos, con los ojos
en blanco y en una postura patética. Era el castigo de la dama hacia los tunantes,
borrachos e infieles a sus esposas.

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