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Acerca de cocinar y sembrar

Por Daniel Acosta Rosero

Acerca de cocinar y sembrar

Cocinar es de las cosas más importantes que me pudo enseñar mi madre y es de las cosas más
importantes que cualquier persona puede aprender. Cuando tenía unos ocho o diez años me
dijo que aprender a hacer arroz era muy importante, que eso me serviría a donde fuera. Hoy
puedo darme cuenta de la razón que había en el acto de enseñarme a cocinar. También que en
su enseñanza estaba parte de la vida que ella había hecho alrededor de la comida. Me dijo
siempre, que como hombre nunca debía pensar que tenía que tener la comida siempre servida
a mi gusto, sino que debía aprender a cocinarla. No aprender a cocinar era criarme como una
persona inútil. Aprender a cocinar es tan e incluso más importante como aprender de
antropología u cualquier carrera que uno pueda estudiar. Cocinar es hacerse más fácil la vida,
es poder disponer de qué manera hacemos, eso tan fundamental que es comer. Mi madre me
enseñó el valor de la comida y como es de importante nunca irse a la cama sin comer.
Aprender a cocinar me aseguraba, según me decía mi mamá no echar malo cuando no
estuviera en mi casa.

Olvidarse de cocinar es olvidar parte fundamental de lo que nos da sentido en la vida. El


consumo de alimentos industrializados nos niega la capacidad de decidir lo que entra en
nuestros cuerpos. Con el acto de enseñarme a cocinar mi madre me enseñó el acto de amar.
De amarse a uno mismo y de amar, si se quiere, a las personas para las que uno cocina.
Aunque cocinar no es un oficio fácil, hay en él una intención perpetua con uno mismo, hay
una intención hacia las personas para las que cocinamos. Cuando alguien cocina para
nosotros, recibimos sus intenciones. Cocinar es la primera forma de relacionarnos.
Por eso hay que luchar el derecho a cocinar y a comer despacio, a comer los alimentos que
deseamos. Los alimentos que solo compramos tienen como única esencia el capitalismo, su
única función es llenarnos para seguir trabajando. Por eso es tan importante cocinar y conocer
los alimentos que cocinamos, la cuestión está en no dejarnos quitar esta posibilidad.

Sobre esto ella también me quiso enseñar. Quiso que aprendiera de Dios, yo no quise
aprender tanto. Sin embargo, me enseñó de trabajar la tierra y con ello me mostró a Dios. Me
gusta pensar que puedo meter mis uñas en la tierra, sacar un poco de ella y encontrar una
cebolla larga. Me gusta el olor de la cebolla que se funde con la tierra, me gusta pensar que en
el olor de una cebolla recién sacada de la tierra está Dios. En mi casa pude ver como no
Acerca de cocinar y sembrar
Por Daniel Acosta Rosero

tenemos que comprarlo todo en el mercado, porque hay una finca para sembrar. Y cocinar
con lo mismo que uno siembra es un sentido potente de la vida. Es un sentido de la vida

porque comer es la vida misma y es potente, porque estamos comiendo desde nuestros
propios esfuerzos, desde la relación que hacemos con la tierra y con el sembrar.
Cocinar y sembrar fueron las formas en que mi madre me enseñó la vida. No se trata de una
metáfora, es realmente que así aprendí a vivir. Porque cocinando y sembrando uno aprende
del tiempo, de los olores, de los sabores. Cocinando y sembrando uno aprende a sentir el
cuerpo, porque uno aprende a cocinar pensando en lo que necesita y para sembrar se necesita
disponer el cuerpo como la tierra se lo exija.
El derecho a cocinar y a sembrar es un derecho que desde mí sentir todos deberíamos luchar.
Es la posibilidad de un mundo menos alienado porque el cocinar es compartir. Cuando uno
cocina, comparte sus saberes, sus habilidades. Se trata de recordar que estamos en compañía,
que el mundo es un lugar en el que estamos todos. Cocinar y sembrar son dos cosas que nos
unen porque se trata de lo fundamental, de comer. En hacer de este derecho algo nuestro, en
eso consiste la revolución.

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