Gasché La Sociedad de La Gente de Centro
Gasché La Sociedad de La Gente de Centro
Gasché La Sociedad de La Gente de Centro
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esta sociedad que son la organización linajera o clánica combinada con las
relaciones y prácticas ceremoniales, como veremos más adelante. Hemos
podido captar estos fundamentos recién en 1969/70 cuando las palabras
rituales ya habían perdido mucho de su “seriedad”, de su uso muy restringido al
contexto ritual real, de su prohibición de pronunciarse fuera de este contexto,
por ejemplo, a pedido de una persona foránea, un antropólogo. El informante
de Preuss, en 1914, había rehusado decir ciertos discursos rituales porque
eran demasiado fuertes y que el jefe local en seguida lo supiera gracias a su
poder y que no le gustaría. El tabú que pesa sobre estos discursos sigue
existiendo en ciertos sectores de la Gente del Centro. Así, a nuestro colega,
Carlos Londoño, los Muinane, con quienes él estudiaba su sociedad y cultura
en los años 1990, nunca le permitieron grabar sus palabras rituales
pronunciadas en el patio de la coca.
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la fiesta Méémeba “chicha de pijuayo o chontaduro” en Providencia
(Igaraparaná), y del curaca de Brillo Nuevo en el río Ampiyacu, Manuel Ruiz
Mibeco. En una oportunidad pudimos también trabajar con el dueño de maloca
ocaina Noé Siake en el Igaraparaná y con el conocedor ocaina Luis Cubicaje
en el Ampiyacu.
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Empezaremos por exponer los rasgos indígenas genéricos para dar a
comprender los principios que subyacen a la organización y vida social de la
Gente del Centro e ilustraremos las variantes, hasta donde las conocemos,
para presentar el espectro de la diversidad socio-cultural al interior de la Gente
del Centro, en particular, cuando las diferencias parecen tomar su propio
significado.
1. La sociedad indígena
La Gente del Centro es un conjunto de pueblos indígenas de los que cada uno
se distingue de los vecinos por su lengua o dialecto: bora, miraña (dos
dialectos intercomprensibles), muinane (de la familia Bora), ocaina, nonuya
(dos lenguas parientes pertenecientes a la familia Witoto, pero ininteligibles
entre ellas y con el huitoto), huitoto (con sus dialectos principales atestiguados:
mɨka, bue, mɨnɨka y nɨpode, al lado de otros poco conocidos), resígaro (de la
familia Arawak, pero con un gran número de préstamos del bora) y andoke (sin
afiliación lingüística conocida).
Al Norte del Caquetá se ubican las áreas culturales del Miritíparaná, del
Apaporis y, más allá, del Vaupés. Los pueblos vecinos inmediatos hablan
lenguas Caribe (carijona), Arawak (yucuna, matapí) y Tucano oriental (macuna,
tanimuka, letuama). Otras lenguas vecinas atestiguadas por Martius (Spix y
Martius [1823-1831]1966, Martius 1867) a principios del siglo 19 se han
extinguido (¿??). Los vecinos al Noreste, Norte y Oeste son de lenguas Tucano
occidentales (tama, coreguaje, siona, secoya, mai juna; los dos últimos son los
Encabellados de los relatos misioneros jesuitas de los siglos 17 y 18). El
interfluvio del Sureste está poblado por los pueblos yurí y pasé (Spix y Martius
[1823-1831]1966, Martius 1867) y la región meridional, entre el Putumayo y el
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Amazonas, por los Yagua (y, en el siglo 18, los Peba, Cahuamari y Cahuachi
¿??). Existe la hipótesis que los Yagua han vivido en el pasado en el territorio
huitoto o a proximidad de ello, pues este pueblo tiene un nombre huitoto,
Jimuaɨ “Musmuquis o Micos nocturnos”, y está representado en una fiesta
huitoto (lluakɨ) por un grupo de bailarines que canta en una lengua
incomprensible. En ocaina se les nombra Jumórah, nombre de una ranita,
haciendo así alusión a su lengua incomprensible.
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Desde el punto de vista del universo de las formas de discurso, observamos
que una frontera cultural divide la Gente del Centro en dos grupos: el de los
pueblos más cercanos al río Caquetá (con excepción de los Huitoto que, hacia
río arriba, se extienden hasta ambas orillas de este río) y que son vecinos entre
ellos, formando un bloque territorial: los Miraña, Bora, Andoke y Resígaro; y él
de los pueblos más al Sur y vecinos entre ellos: los Muinane, Ocaina, Nonuya y
Huitoto. Es de notar que los Muinane, a pesar de ser por su lengua muy afines
a los Bora-Miraña, de manera que hay cierto grado de intercomprensibilidad
entre las dos lenguas, culturalmente (por la forma de su casabe y de sus
discursos) y socialmente (por sus fiestas o bailes) son más cercanos a los
Huitoto y Ocaina.
Lo que hace que todos estos pueblos formen una sola sociedad es
precisamente el orden ceremonial que permite que en un gran número de
fiestas o bailes se puede (in abstracto) invitar a un jefe de maloca de cualquier
pueblo, pues para estas fiestas cada pueblo tiene cantos en su lengua y las
danzas correspondientes. El multilingüismo en la celebración de las fiestas o
bailes es un hecho frecuente, y, si el dueño de la fiesta no comprende un canto
por no conocer la lengua ajena, tiene un traductor que le explica las palabras
para que pueda apreciar las actitudes y reclamos de los invitados y actuar con
criterio.
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Aunque el alcance geográfico de la facultad de concelebrar fiestas circunscriba
el territorio de la Gente del Centro, eso no quiere decir que las fronteras sean
socialmente o culturalmente impermeables. Cantos, danzas y hasta fiestas
enteras han sido aprendidos y adoptados de pueblos vecinos, principalmente
del Norte. Los Huitoto han integrado en una fiesta cantos que ellos llaman
“yagua” y adoptado una fiesta que llaman “canto carijona” (HT rɨaɨ rua). Los
Bora han aprendido, según su tradición oral, la fiesta de la chicha de pijyuayo o
chontaduro (BO méémeba) de los Tanimuka o, según otra versión, de los
Yukuna. En todas estas fiestas y cantos se canta en un idioma ininteligible para
los Huitoto y Bora. Los Carijona han sido los enemigos de los Huitoto en sus
guerras caníbales, pero eso no ha impedido que los Huitoto aprendan sus
cantos y danzas y los sigan practicando. Los Secoya al Suroeste del medio
Putumayo consideran a los Huitoto como sus enemigos tradicionales. A pesar
de eso, han adoptado la yuca brava de éstos y han tomado prestada su forma
de prensa de yuca para procesar la yuca brava y producir casabe, que es
desconocido por los pueblos indígenas más al Oeste. Sin embargo, si con los
pueblos del Noroeste la frontera social era permeable y permitió la penetración
de prácticas rituales en la Gente del Centro, tal flujo social de elementos
rituales no existía con los Tucano occidentales al Suroeste, asentados en la
ribera meridional del Putumayo.
Con los Yukuna vecinos del río Mirití, los Miraña, desplazados por caucheros a
esa zona, han empezado a concelebrar fiestas, lo que ilustra mayor grado de
afinidad con la organización ritual al Norte del Caquetá que con la de los
pueblos del Sur del Putumayo, donde hoy en día, a pesar de estar los Secoya
cercanos a los Huitoto, los dos pueblos no tienen relaciones sociales de ningún
tipo. En el Ampiyacu, la comunidad yagua vecina y cercana de comunidades
bora y huitoto nunca ha sido invitada a ninguna fiesta bora o huitoto, a pesar de
existir cantos llamados “yagua” en una fiesta huitoto. Es de notar que, al
examinar esa lengua “yagua” de los cantos, no encontramos ninguna
semejanza con la lengua yagua realmente hablada.
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de yuca rallada, cuentan mitos durante la preparación de sus fiestas y tienen
cierto número de fiestas propias; el área del territorio más meridional, situado
cerca al Igaraparaná y extendiéndose hasta el Caraparaná, el Putumayo y,
antiguamente, hasta el Amazonas, donde se ubican los Muinane, Nonuya,
Ocaina y Huitoto que comen casabe de yuca fermentada y machucada, recitan
discursos formales memorizados (HT somarafue) durante la preparación de sus
fiestas y, también, tienen algunas fiestas propias. Esta diferencia entre dos
áreas deja pensar que las alianzas matrimoniales e intercambios rituales fueron
practicados con mayor frecuencia e intensidad entre los pueblos de cada sub-
área, pero que entre las dos sub-áreas había suficientes contactos, préstamos
y ajustes para crear un orden ritual común que permitiera cierto grado de
concelebración de fiestas, basado sobre una interpretación común o, por lo
menos, compatible, del mundo, de las actividades rituales y los valores
sociales. Esta coordinación y este ajuste ritual estaba más avanzado entre toda
la Gente del Centro en comparación con las áreas socio-culturales vecinas.
La Gente del Centro se distingue de todos los pueblos vecinos por ser “gente
de ampiri o ambil”, es decir, consumidores rituales de pasta de tabaco (HT
lleera, OC ohtira, BO máániu). El cultivo y consumo de la coca en forma de
polvo (HT jiibie, OC jiibi, BO ííbií) mezclado con ceniza de hojas de cetico /
yarumo (Cecropia sp.) también es un rasgo cultural de la Gente del Centro,
pero este elemento es compartido con unos vecinos del Noreste como los
Yukuna, los Matapí, los Tanimuka, los Makuna, los Letuama (¿??). Los Yagua
del Sur también conocían la coca en el siglo 18 y 19 de la que guardan la
memoria hasta hoy. Los Tucano occidentales, en cambio, no conocen ni la
coca ni el ampiri. En cuanto a los vecinos del Sureste, los Yurí y Pasé, no
tenemos información al respecto.
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La coca y el ampiri, con sus efectos embriagantes y estimulantes, no sólo
sustentan la comunicación entre hombres de una misma maloca y con hombres
de otras malocas, clanes o pueblos, sino también la comunicación con los
ancestros del clan (HT eeinamakɨ, OC jodyoro usañi, xahurooja), con el padre
creador (HT moo Buinaima, OC Toxóóhyo) y con la “madre del monte” (HT
eiño Jollanɨ Buinaiño, BO mééuú ¿??) y otros seres de la naturaleza, que
hablan a través del discurso del sabedor (HT nɨmairama, OC foúrama) y a los
que éste se dirige, al mismo tiempo que, a través de su consumo, les ofrenda
coca y ampiri: ellos se alimentan y se alegran con el olor de estos dones.
Con las palabras “fiesta” o “baile”, que usan los indígenas cuando hablan
castellano, hemos aludido a un evento ceremonial in abstracto sin precisar el
contenido y significado que tiene en la sociedad de la Gente del Centro. Al
definirlos, confirmaremos el papel central y fundador de “sociedad” que este
evento juega entre la Gente del Centro.
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Imaginemos que pudiéramos examinar una vista aérea del territorio de la Gente
del Centro en la segunda mitad del siglo 19. Entonces, viéramos, dispersos en
pequeños claros del bosque, entre los ríos y quebradas mayores, un gran
número de “malocas”. La maloca (HT jofo, ailloko “casa grande”, OC foojo,
oxuhtyóxo) es una gran casa pluri-familiar que abriga un patri-linaje (padre y
madre e hijos casados y sus esposas y descendientes masculinos y femeninos,
pero estos últimos solteros). El padre o hermano mayor es el “dueño de la
maloca” (HT jofo nama) y “jefe” (HT illaɨma, OC ahtityóma, BO ávyéjuúbe). Lo
que agranda el claro alrededor de la maloca son la huerta de frutales en las
inmediaciones y, a menor o mayor distancia, el mosaico de chacras y purmas o
rastrojos que abastecen a los habitantes de la maloca con productos hortícolas.
En el bosque intermedio entre las malocas, también se observarían manchas
más claras de bosque secundario que testimonian de sitios de malocas previos
y cultivos que han sido abandonados. Veríamos malocas, por un lado, aisladas
y, por el otro, grupos de malocas más cercanas que corresponden a patri-
linajes pertenecientes a un mismo patri-clan.
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Los hombres comen los productos del trabajo hortícola y culinario de las
mujeres, lo que ellos mismos han pescado y cazado y lo que han preparado
(coca y ampiri); ellos mismos fabrican los instrumentos de caza (redes,
trampas, macanas, lanzas) y de pesca (anzuelos, arpones, canoas, masa de
barbasco); sólo la olla o el tiesto en que tuestan la coca y los pates o totumos
en que beben y mezclan la coca pilada con ceniza son obras de una mujer. Las
mujeres comen lo que ellos mismos han cultivado y cocinado y los aportes
masculinos de caza y pesca, pero sus instrumentos de cocina (batán, pilón,
prensa, colador, tamiz, trípode) y de transporte (canastos) son fabricados para
ellas por sus maridos, inclusive la llanchama para cargar a los niños recién
nacidos; a excepción de las ollas, tinajas y los pates o totumos fabricados por
ellas mismas.
Los miembros de una unidad doméstica (maloca) están relacionados por lazos
de parentesco que sustentan sus diálogos, intercambios, interacciones y
afectos mutuos en la vida diaria. Así viven juntos esposa y esposo, padres e
hijos/hijas solteras, abuelo/as y nietos/nietas solteras, hermanos/hermanas
solteras y cuñadas, concuñadas (esposas de hermanos), suegro/suegra y
nueras, tíos paternos/tías aliadas/tías paternas solteras y sobrinos/sobrinas
solteras. Estas relaciones implican un código de conducta para cada persona
en su vida diaria. Las personas de las generaciones inferiores deben respeto a
las de las generaciones superiores. Respeto y cuidado mutuo también marcan
la relación entre esposo y esposa, lo que no excluye casuales erupciones de
violencia matrimonial (p.ej. por celos o pedidos sentidos como abusivos). El
cariño y el cuidado están implícitos entre padres e hijos, abuelos y nietos.
Suegra y nuera tienen una relación a veces tensa, pues se evalúan
mutuamente en cuanto a sus habilidades y aportes hortícolas y culinarios (la
“mujer trabajadora” está altamente valorada en la sociedad de la Gente del
Centro; la “mujer perezosa” es objeto de crítica y burla (cf. Griffith ¿??). Entre
cuñado y cuñada – es decir, entre los hombres adultos del linaje de la maloca y
las esposas de sus hermanos que han venido de otras malocas y linajes – las
bromas y hasta las provocaciones sexuales, sobre todo verbales (HT
llagueroide, llogueroite, temarite), son lícitas y dan risa y alegría a los trabajos
en común.
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“red” de relaciones y preguntarnos ¿cuáles son los “hilos” que van de una
maloca a varias otras?
Los clanes de la Gente del Centro tienen nombres que significan un animal,
una planta o un objeto natural o cultural y, generalmente, se refieren a un
conjunto de fenómenos naturales o culturales asociados que podemos
comparar con un blasón o un escudo (HT jekɨraɨngo, jekɨraɨño, derivado de
fekɨ/jekɨ “herencia”, fekɨño “viuda”). Así, por ejemplo, en huitoto el clan Ereiaɨ o
Eraiaɨ se relaciona con ererɨ “palmera irapay” y ereño “oso hormiguero”; el clan
Jitómagaro de jitoma “sol” también relaciona su nombre con jitomagɨ “(una
clase de) lagartija”. Ejemplos en bora son íñeje “clan de aguaje”, núhbaje “clan
de sol/luna” ohwámuje “clan de zorro”. ¿? Ejemplos ocaina ¿? Cuando las
malocas de un clan siguen dividiéndose y regándose en el espacio del bosque,
siguen perteneciendo al mismo clan, pero las malocas de otros clanes de la
región empiezan a dar nombres suplementarios a los linajes así multiplicados
para distinguirlos entre ellos y en relación a la maloca del padre y hermano
mayor originario. Así tenemos varias unidades de corresidencia del clan Aimenɨ
“Garza” que hoy en día se distinguen como Aimenɨ “propios” (HT ua
“verdadero”) (los del linaje mayor), Aimenɨ Uñonɨaɨ “Garza Gavilán ¿??”, ……..
¿??, el ejemplo de los Eraiaɨ, Gɨdonɨ … (Verificar el proceso entre los Bora,
Ocaina etc.).
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Desde luego, vemos que los lazos que vinculan dos o más malocas vecinas,
más o menos agrupadas en una zona, son lazos de parentesco patrilineal que
implican cierta jerarquía fundada en el orden de nacimiento de los hermanos
que se han apartado de la maloca paterna, ya que siempre es el menor que se
va a fundar una nueva maloca. Vemos también que este proceso de escisiones
produce nuevos linajes que, por la añadidura de un nuevo nombre, se vuelven
algo “distintos” del linaje original y entre ellos.
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vinculan malocas y clanes alejados, distantes en el territorio; desde luego, son
un factor potente de cohesión de la sociedad de la Gente del Centro en toda su
extensión territorial. Es de notar que con los pueblos vecinos del Este, con los
que había mayor permeabilidad social a nivel de las fiestas y cantos (Carijona,
Yukuna, Tanimuka), la Gente del Centro – ni los pueblos más cercanos como
los Miraña y Andoke – no solían concluir alianzas matrimoniales (verificar en las
genealogías antiguas, pues en la actualidad si, me parece, existen tales
alianzas… Verificar también si la regla de la alianza matrimonial a distancia
también vale en los pueblos más pequeños como los Andoke, Ocaina, Nonuya,
Muinane, Resígaro; y testar la regla con los Bora y Miraña; un índice de la
validez es que en la actualidad, con una demografía disminuida, los Ocaina y
Bora [y Muinane, Andoke ¿??] se casan generalmente con Huitoto [o, menos,
otro pueblo] a fin de poder respetar su noción de endogamia).
Esta alianza ceremonial entre dos malocas y linajes se trasmite de padre a hijo
mayor cuando se trata de fiestas “importantes”, prestigiosas, que realizan la
“carrera” ceremonial del dueño de maloca y jefe. La palabra de “carrera”,
empleada por los Huitoto de hoy, da a entender que a partir del momento en
que un dueño de maloca asume su cargo, sucediendo en ello a su padre,
empieza a celebrar una serie de fiestas, que tienen nombres y significados
diferentes y que, según la concepción indígena, van aumentando en
importancia en la medida en que el joven dueño de maloca tiene hijos e hijas,
que éstos crecen y se casan, trayendo esposas a la maloca o yendo a
conseguir marido en otra maloca, y que el círculo de los aliados matrimoniales
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se agranda, – todo eso contribuyendo a que el dueño de la maloca disponga de
mayor mano de obra para la producción hortícola y el aporte de productos
hortícolas que puede invertir en las prestaciones ceremoniales, es decir, en el
intercambio que tiene lugar al inicio de la fiesta entre los frutos, la carne o los
pescados (según la fiesta) traídos por los invitados y los productos naturales y
elaborados de la horticultura (casabe o tamales, maní, piñas, sachapapas o
ñame etc.) entregados por los anfitriones. Las fiestas que se siguen en el
desarrollo de una carrera ceremonial son, al inicio, de dimensión modesta, y
van creciendo según una curva ascendente que indica mayor inversión en
productos ofrecidos y mayor número de participantes invitados, mayor
capacidad discursiva y conocimiento ritual del jefe y mayor prestigio. Al final de
la carrera, cuando su dueño la trasmite a su hijo mayor, se celebra una fiesta
de vejez, nuevamente de dimensión más modesta, en la que el padre trasmite
su nombre ritual a su sucesor, toma un nombre de vejez y da nombres de
adulto a sus otros hijos e hijas y descendientes.
Estos nombres personales dados en una fiesta son nombres rituales que no se
usan en la vida diaria, donde la gente se llama por el término de parentesco o
un apodo atribuido poco después del nacimiento. El nombre ritual, en cambio,
pronunciado en la fiesta delante todos los invitados de las malocas adyacentes
y lejanas, significa el reconocimiento público de la persona como miembro de
un clan y de un linaje doméstico caracterizado por su carrera ceremonial. Este
reconocimiento público es manifestado en los cantos de los invitados que
conllevan regularmente fórmulas para mencionar, uno por uno, los nombres
rituales del dueño de la maloca, de su esposa, de su hijo mayor y su esposa, y
luego, de los hijos menores y sus mujeres. Esta costumbre de mencionar los
nombres rituales de los dueños de la maloca (jofo nanɨ) en los cantos es propia
a los Huitoto. Los Bora, en cambio, suelen trasmitir a sus hijos – en fiestas de
nombramiento específicas – nombres de abuelos o tíos abuelos difuntos para
“acordarse” de ellos y perpetuar su existencia en las nuevas generaciones. Se
piensa que los nietos y nietas reencarnan de alguna manera a sus abuelos y
abuelas, y se detecta rasgos físicos y de carácter afines.
El jefe de cada maloca, desde luego, es dueño de una carrera ceremonial que
practica con su socio ceremonial (heredado de su padre), intercambiando a lo
largo de su vida fiestas de diferente índole. Sobre el desarrollo de una carrera
ceremonial tenemos información heterogénea en lo que se refiere a los Huitoto,
Ocaina y Bora.
Un concepto que parece coincidir entre los diferentes pueblos es que la carrera
del padre y del hijo mayor, que le sucede y se identifica con él, es la de la viga
de baile, llamada HT lladiko, OC dsayíbica, BO llaaríuwa, RE lláí. La carrera de
un hijo segundogénito es, entre los Huitoto, la de sɨkɨi (baile de marona o
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guadua, sɨkɨgɨnaɨ) que en otra región dialectal se llama okɨe (de okɨ- clase de
casave ¿??), entre los Ocaina, la de judsóha (judsóón “marona”) y juhtóxohxo
(¿??) y entre los Bora, la de báhjaá. Para los Huitoto, esta fiesta está asociada
al manguaré, pues en el transcurso de la carrera, el dueño de la fiesta manda a
su socio a traer los trozos de madera (en la fiesta HT sɨllɨe, sɨllɨko, OC ¿??), de
los que él mismo fabrica el manguaré y, luego, una vez el manguaré listo,
celebra la fiesta de inauguración del manguaré (HT ruakɨ, OC ¿??).
Esto no excluye que haya un manguaré en malocas que no son dueñas de esta
carrera, pero, en este caso, el manguaré no ha sido “mandado a hacer”, no lo
ha traído ni inaugurado el socio ceremonial; sino el dueño de la maloca, por su
propia iniciativa, con la gente de su propia maloca y, eventualmente, con el
apoyo de un sabedor, ha hecho su manguaré. Lo que tiene prestigio social son
los accesorios rituales a los que el socio ceremonial ha contribuido con sus
servicios, – servicios que han sido “pagados” por el dueño del accesorio con la
producción de su maloca y que han sido conducidos bajo el control del
conocimiento ritual manifestado en los discursos ceremoniales del dueño de la
maloca.
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Entre los Huitoto existen variantes de sɨkɨi – esa carrera atribuida a un hijo
segundogénito y sus descendientes linajeros. Una versión de la carrera no
conlleva el encargo de un manguaré al socio ceremonial. Es un sɨkɨi “menor”,
de menos prestigio. En cambio, las tres fiestas bahja de los Bora, que ellos
ponen en equivalencia con el sɨkɨi huitoto, pues en dos de las fiestas de esta
carrera (BO wáánaja y suhsúmu) se baila con marona o guadua, no parecen
asociadas a la fabricación del maguaré, sino a la inauguración de una maloca
grande, cuyo dueño es dueño de la carrera de llaaríwa. De esta manera, entre
los Huitoto, lladiko y sɨkɨi se excluyen mutuamente, pues son fiestas que
pertenecen a dos carrera diferentes, en cambio, bahja, a pesar de
corresponder al sɨkɨi huitoto, constituye tres fiestas sucesivas con que el dueño
de la carrera de llaaríwa (HT lladiko) inaugura su maloca.
En otra versión de sɨkɨi, el dueño del baile manda a su socio a traer los trozos
de madera para tallar dos estatuas (HT janaraɨ) representando un hombre y
una mujer (cf. especimenes en el Museum of American Indian en Nueva York).
Entre los Ocaina existe la versión de una carrera ceremonial en la que se
manda a hacer cuatro estatuas: dos hombres y dos mujeres (cf. colección J.
Gasché en Basilea), pero no sabemos en qué medida esta fiesta está asociada
a la carrera de judsóha, que corresponde a la de sɨkɨi en huitoto.
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menores son: ihchúba “garza” (RE llóimokáhtó), pópoóhe “nombramiento” (¿??)
(RE vaánú) y píchojpa (RE píshopú). De éstas, sólo el último (píchojpa) tiene
equivalencia entre los Huitoto (marai) y Ocaina (bajováága). Karadimas (¿??),
que ha estudiado los Miraña del Caquetá, menciona como carreras de
menores: chaakómu y píchojpa.
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de los invitados y de las prestaciones ceremoniales. Esta figura, sin embargo,
admite variaciones y es más que probable que en la realidad ha sido más
compleja de lo que afirma un discurso descriptivo y explicativo indígena. El
hecho que la maloca, de madera y hoja, no es una casa duradera, sino debe
renovarse, sea que se cambie el techo, sea que se reconstruya una nueva en
un sitio vecino, va a la par con la necesidad de traslado de una unidad
doméstica a un nuevo lugar por el agotamiento del bosque virgen en sus
cercanías y el deseo de las mujeres de tener chacras no muy distantes de la
casa. Estos cambios de hábitat de una maloca, en el caso de la Gente del
Centro, no han sido a gran distancia, ya que cada clan tenía un territorio más o
menos reconocido y respetado por los clanes vecinos, dentro del cual debía
moverse. El colega Juan Álvaro Echeverri ha podido reconstruir, con la
participación de los ancianos y jóvenes muinane, toda la distribución geográfica
de sus territorios clánicos en la cuenca del río Cahuinarí.
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ceremonial, pues manifiesta un error, una falla, una falta de control del jefe
ceremonial, del dueño de la carrera, quien, a través de sus discursos y los
pensamientos que en ellos expresa “controla” el universo (la sociedad y la
naturaleza) en beneficio del bienestar de su gente, de su unidad doméstica.
La curva de una carrera, desde luego, puede llegar a cierta altura, interrumpirse
por un fracaso, y continuar nuevamente a partir de un punto más bajo, ya que
la tensión hacia un aumento constante de la producción y de la participación se
ha interrumpido, y las fiestas que reinician la carrera tienen nuevamente una
dimensión más modesta. Los azares de la vida, los altibajos, inciden sobre una
carrera ceremonial, cuyo desarrollo ideal es conocido, pero cuya realización se
adapta a las circunstancias y accidentes, poniendo el responsable a prueba de
su capacidad de resistir a las fuerzas negativas, de superar los golpes del
destino y de seguir creativamente con su cargo ceremonial para el gozo y el
bienestar de su gente y de sus aliados y para su propio prestigio y el de su
linaje.
Una carrera queda truncada cuando una agresión o expedición guerrera logra
matar al jefe de la maloca y a sus hijos herederos de carreras ceremoniales y
eliminar una gran parte de los miembros del linaje. Los sobrevivientes
eventuales, desprovistos de los conocimientos rituales, no pueden reiniciar la
carrera mientras que no hayan recuperado de una nueva fuente los
conocimientos discursivos necesarios para el control de la sociedad y
naturaleza que significa la celebración de una fiesta. Los sobrevivientes de un
clan diezmado por la guerra buscan protección en una maloca ajena que les
acoge como “huérfanos” (HT jaɨenikɨ, OC fuxóho, BO uujóve), es decir, con un
estatus inferior a los miembros del linaje de la maloca. Los “huérfanos” son
trabajadores de la maloca, cuyo jefe les atribuye las tareas. Un niño huérfano
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varón, cuando se vuelve joven, tiene el derecho de asistir a las reuniones
nocturnas de los hombres en el patio de la coca y puede pretender adquirir
conocimientos discursivos rituales que le permitan rescatar su clan y fundar un
nuevo linaje en una maloca con su carrera ceremonial. El jefe de maloca que
aceptó enseñarle funge como su “padre”, ya que la palabra ritual siempre tiene
su origen en el padre creador representado por el padre al frente del linaje de la
maloca. El lazo así establecido entre la maloca del “padre” y la del ex-huérfano
por la transmisión del conocimiento ritual equivale a una “adopción”, aunque el
nuevo dueño de maloca conserve su propia afiliación clánica, ya que su
propósito fue precisamente conservar en vida y reactivar su clan, que casi
había sido aniquilado por su enemigo. Renacer de esta manera como clan,
linaje, maloca y dueño de fiesta hace posible, sino obligatorio, vengarse –
“sacar el pago”, ɨba ote, como se dice en huitoto – por el daño antiguo, – y eso,
el clan enemigo lo sabe.
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“chupaba” la carne, cocinada en una olla común con mucho ají, y que luego se
iba a vomitar. Los detalles que hemos mencionado más arriba nos fueron
contados por personas que tenían conocimientos de sus abuelos.
Entre los Huitoto de hoy se escucha también que no todos los clanes hacían
guerra y comían gente, sino que eso era parte de la carrera ceremonial de los
clanes de rɨraɨnɨ “gente que come carne (humana)”. En este caso, el
canibalismo sería el hecho de ciertos linajes o clanes que tienen la
correspondiente carrera ceremonial. Nos podemos preguntar en qué medida la
disminución de los hechos referentes al canibalismo (chupar la carne y vomitar,
canibalismo limitado a ciertos clanes) no corresponde al deseo de los
descendientes actuales de la Gente del Centro de minimizar hechos que desde
la moral y los valores sociales actuales son vistos como bárbaros y
vergonzosos. En la mitología huitoto recabada por Preuss, el canibalismo es
atribuido a la gente del cielo, gente de un “dios de la violencia” (Jusiñamui,
nombre que los misioneros del ILV han dado al dios cristiano), del calor,
representado por el sol en el cenit, y los caníbales celestes son identificados
con el mismo término con que se designa a los Carijona, – un pueblo vecino,
caribe, también caníbal: Rɨaɨ (sg. Rɨama) de la raíz rɨ- “comer carne”. Rɨama
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también significa el “Blanco” o “Mestizo” en huitoto (rakullama en dialecto
nɨpode).
Por otro lado, es importante de notar que la vida ritual no se limita a las fiestas
que pertenecen a una carrera. El universo ritual de la Gente del Centro tiene
una serie de fiestas que, según los indígenas, “cualquiera puede hacer, si tiene
yuca brava y yuca dulce, coca y ampiri”, – es decir, la producción adecuada
para la inversión en las prestaciones rituales, – así como un mínimo de
conocimientos rituales. Entre los Huitoto, la fiesta lluakɨ, que pertenece a la
carrera del hijo menor cuando ésta continúa con la fiesta de la pelota, uuikɨ, es,
al mismo tiempo, considerada como una fiesta de poca importancia que puede
celebrar un miembro de la maloca que tiene producción en abundancia y está
dispuesto a compartirla en una fiesta. Al lluakɨ huitoto corresponden el apújko
bora y el odyááhto ocaina, que tienen el mismo valor de una fiesta menor y no
reservada a personas con estatus ceremonial. Inclusive, los dueños de baile de
las carreras principales pueden organizar estas fiestas modestas, cuando
tienen producción menor y, sin embargo, quieren festejar; por lo menos, eso es
un fenómeno que se observa en la actualidad. Puede ser que en el apogeo de
la sociedad de la Gente del Centro, un dueño de baile prestigioso no se haya
rebajado a celebrar una fiesta de poco peso, sino que haya dejado a un
miembro de menos estatus de su maloca asumir su responsabilidad.
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(“pagarlos”) con casabe o tamales y otros productos de la chacra. En el apújko
bora equivalente, sin embargo, los invitados traen carne para intercambiar, y no
frutas. El méémeba, el uurúwañéhjɨ y el mííjílleújku bora celebran la chicha de
pijuayo, la cahuana de un fruto de palmera y el copalhuayo.
Los Huitoto de los dialectos buue y mɨka, es decir, los que viven en el Sur y en
el Este (ríos Caraparaná, Putumayo) del territorio de la Gente del Centro tienen
una fiesta llamada ɨfonako que celebra el fin del duelo (“botar el duelo”) un año
después de la muerte de un miembro de la maloca. Esta fiesta huitoto parece
corresponder a la “fiesta de duelo” ocaina ajínhatsa. No hemos logrado
averiguar la clase de celebraciones relacionadas con la muerte (fuera de los
cantos de lloro en el momento de la muerte) en los otros pueblos de la Gente
del Centro.
La fiesta bora de la víbora, túrɨɨ́, en principio sólo puede ser celebrada por una
persona que sabe curar la mordedura de víbora, pero actualmente no subsiste
el rigor de esta regla y, junto con las otras fiestas que figuran en el cuadro de
equivalencias y que no hemos mencionado todavía, la fiesta de la víbora es
una fiesta ocasional, organizada a iniciativa de una persona que tiene
producción y quiere divertir a la gente y alegrarse.
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De lo que acabamos de exponer con cierto detalle resulta una imagen compleja
de relaciones de diferente naturaleza que vinculan el conjunto de las malocas
del territorio de la Gente del Centro entre ellas y que nos permiten comprender
en qué consiste la sociedad de la Gente del Centro. Las relaciones de
parentesco patrilineales vinculan malocas cercanas en un mismo territorio
clánico, las relaciones de alianza matrimonial vinculan de preferencia malocas
lejanas. Las relaciones ceremoniales vinculan de manera duradera dos
malocas, no parientes ni aliadas por matrimonio, probablemente a mediana
distancia; pero este tipo de relaciones, aunque de más corta duración, se
multiplica por las múltiples oportunidades que existen de celebrar fiestas
menores. Las relaciones de enemistad y de guerra vinculan clanes,
probablemente alejados, y son integradas en el orden y las prácticas
ceremoniales. Para retomar la imagen anteriormente usada de la red, vemos
que de cada maloca salen hilos de cuatro colores, correspondiendo a los cuatro
tipos de relaciones (parentesco, matrimoniales, ceremoniales, de enemistad)
con otras malocas: una, dos o tres relaciones de parentesco patrilineal (con
malocas vecinas), varias relaciones de alianzas matrimoniales (según el
principio de la diversificación de los matrimonios con malocas lejanas), una
relación ceremonial fuerte y estable (con la maloca del socio ceremonial a
distancia mediana), al lado de otras relaciones ceremoniales menores y
pasajeras (con malocas de la región) y una o más (¿??) relaciones de
enemistad (con malocas lejanas).
Con esta imagen de una red de hilos de cuatro colores damos, sin embargo,
una visión algo abstracta y desencarnada de los que es la sociedad de la
Gente del Centro. Estas relaciones de variado tipo y múltiples que, por cierto,
están presentes en la mente de los actores y vienen a expresión en los
discursos nocturnos en el patio de la coca, se manifiestan de la manera
práctica y visible en el transcurso de una fiesta. Sólo cuando comprendemos de
qué manera los cuatro tipos de relaciones sociales se articulan en las
actividades de una fiesta por medio de diferentes grupos de actores o
participantes, comprendemos el alcance que la “sociedad” – en la forma
particular de la de la Gente del Centro – tiene para la vivencia – el modo de
vida, el sentirse en la vida – de todas las personas miembros de los pueblos
llamados “Gente del Centro”.
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los que vienen a la maloca a cantar y bailar. Entre los dos grupos tiene lugar un
intercambio al inicio de las danzas, pero después del canto de entrada de los
invitados. El esquema general del intercambio es el siguiente: los anfitriones
elaboran productos de yuca (cahuana, caldo de yuca dulce, casabe o tamales,
a veces, tucupí o casaramán) y alistan otros productos de la chacra
(sachapapa o ñame, maní, piña…) con los que van a “pagar”, en la ceremonia
de intercambio, la carne (animales de monte, suri, termitas de tierra…) y
pescado, ahumados o frescos, que traen los invitados, pero “a pedido” del
dueño de la fiesta. Sólo en las fiestas huitoto lluakɨ y uuikɨ y en la fiesta ocaina
odyááhto, el dueño de la fiesta pide frutas, según la estación del año. Los
invitados, entonces, llevan a la maloca de la fiesta, canastos o capillejos de
estos frutos, a menudo asociados con unos pescados, y reciben a cambio
productos elaborados de la chacra. El dueño de la maloca anfitriona, además,
ofrece a los invitados coca en abundancia durante toda la noche hasta
amanecer y les hace lamer ampiri diluido en agua (HT llerabɨ, OC tyohaíhxo)
para recompensar a los cantantes. Servicios rituales específicos de los
invitados como tocar instrumentos musicales, presentar máscaras y cantar
cantos rituales valiosos (como el canto de entrada) son “pagados” con coca y
una porción de ampiri, así como, de parte de la dueña del baile, con maní,
eventualmente tucupí o casaramán.
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lazos de parentesco, y da materia a la interacción social, ritual, entre malocas
que, de otra manera, estarían sin relación alguna con la maloca anfitriona. El
orden ritual, como vemos, es un potente instrumento para practicar, crear y
sustentar relaciones sociales entre las unidades domésticas dispersas en el
bosque.
Del lado de los anfitriones distinguimos dos categorías de participantes: (1) “la
gente de dentro de la maloca” (HT jofo ero naɨraɨ), entre los cuales
encontramos, por un lado, los del linaje que es dueño de la maloca y que se
designan con el término jofo nanɨ “dueños de la maloca” (entre los que se
incluyen también a las esposas a pesar de pertenecer a otros clanes) y, por
otro lado, los huérfanos jaɨenikɨ que, como vimos, son personas sobrevivientes
de un clan diezmado por una guerra y que han encontrado refugio y protección
en esta maloca; (2) los aliados matrimoniales (HT illaraɨnɨ): suegros, suegras,
cuñados, cuñadas, yernos, nueras de los dueños de la maloca. Éstos vienen de
lejos, generalmente unos días antes de la fiesta, y traen productos de su
chacra (yuca brava y yuca dulce, masa de yuca, almidón, maní, coca) como
contribución a las prestaciones de la fiesta que ofrece el dueño del baile a los
invitados. Al mismo tiempo, las mujeres aliadas ayudan a las mujeres de la
maloca en los trabajos de arrancar, pelar, lavar, machucar o rallar y exprimir la
yuca, hervir agua, batir la cahuana, asar casabe o cocinar tamales, mermar
tucupí o casaramán y hervir el caldo de yuca dulce; los hombres aliados
ayudan en las tareas masculinas de la preparación de la fiesta: cargar agua,
traer leña, fabricar el tonel de corteza (HT jotoko, OC dyahxoora, BO ítyahóója)
que sirve de recipiente para la cahuana ceremonial donde todos los asistentes
de la fiesta van a beber durante las danzas, cosechar coca, traer hoja de
cetico, tostar la coca, pilarla, mezclarla con ceniza de cetico y cernirla, traer
plantas de sal, quemarlas, filtrar las cenizas con agua, hervir esta agua en un
plato hasta que quede la sal vegetal cristalizada en su fondo y pueda ser
mezclada con el ampiri o ambil puro.
El dueño y la dueña del baile son los organizadores de estas tareas, que
distribuyen entre el conjunto de los “trabajadores” (HT nakonɨ, nakollae; OC
fojóóha ¿??, BO mééníkyojto ¿??), término general que abarca tanto los de
dentro de la maloca como los de fuera, los aliados matrimoniales. El dueño de
baile no trabaja manualmente, sino está sentado en su asiento en el patio de la
coca de la maloca de donde da sus consignas y supervisa los trabajos.
Generalmente, se comunica con el cabecilla de los trabajadores, que es el
marido de su hermana mayor. Este cuñado tiene responsabilidades
organizativas mayores, y el dueño de baile le encarga las tareas dándole cada
vez una porción de ampiri o ambil que él, luego, distribuye a los trabajadores a
los que manda hacer el trabajo.
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Los hombres mayores del linaje de la maloca asumen tareas rituales que les
incumben habitualmente en la vida diaria: tostar, pilar, mezclar y cernir la coca,
mezclar el ampiri. El hijo mayor del dueño, u otro hijo que tiene mejor memoria,
ha sido iniciado en la memorización de los discursos rituales y cumple con el rol
de “secretario” (HT lloraɨ) llevando el ampiri o ambil (HT llerado) a la maloca del
socio de baile donde canta una larga oración (HT somarafue) a la “madre de
los animales” que propicia la caza exitosa de los invitados. A los pocos días de
la fiesta, vuelve nuevamente a la maloca del socio para cantar otra oración
mediante la cual indica al socio con que implementos ceremoniales
(instrumentos musicales, máscaras) debe llegar a la fiesta y le invita a él y a su
gente a pintarse la cara y el cuerpo. Este género de oraciones ceremoniales
cantadas (HT somarafue) sólo es conocido, como arriba lo mencionamos, entre
los Muinane, Ocaina, Huitoto y, probablemente, Nonuya; los Andoke, Miraña,
Bora y Resígaro no han desarrollado esta forma retórica y efectúan sus
invitaciones con discursos improvisados, pero manejando formas retóricas
especiales.
En las fiestas más grandes y de más alto prestigio (HT lladiko, sɨkɨi, menisaɨ
¿??, OC dasyíbica, judsóha, mañiihta¿?? NO dzayi’bejo’a, ¿??, ¿??; BO
llaaríwa, bahja, pópoóhe) los trabajadores cantan entre ellos un género de
cantos (HT buiñua; OC arahfíxa, arahfihádsa, BO ijcho) en la víspera de la
fiesta. Ellos forman parejas donde el hombre lleva amarrada debajo de la rodilla
una cinta de sonajas (HT firisai, OC tavího) y donde la mujer lleva en sus dos
manos un pate o totumo grande (HT julleko, OC mon̈ááfu) lleno de cahuana
que presenta a un hombre o a una mujer, mientras que el hombre canta,
acompañado por sílabas por la mujer, un canto que se burla de la persona a la
que se brinda la bebida, sea que le critica (por pereza, fracaso…), sea que lo
acusa de alguna fechoría. La persona así burlada tiene que soportar las
palabras, no puede contestarles hablando. Si quiere responder, tiene que
cantar a su vez un canto acompañado de una mujer y dirigido a su
contrincante, brindándole bebida. Este intercambio competitivo de cantos
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anima toda la noche que precede la fiesta al punto que puede haber 12 a 15
parejas que cantan simultáneamente en la maloca, cada una su propio canto.
Estos cantos ofrecen a los trabajadores la oportunidad de expresar rencores
personales, acusando a su interlocutor de hechos reales, pero, al mismo
tiempo, disciplinan su agresividad en la forma del canto y los pasos hacia
delante y hacia atrás que la pareja ejecuta, haciendo sonar la sonaja. La burla
o la acusación hacen reír a los otros trabajadores, pero pueden doler al burlado
o acusado quien buscará el medio de liberarse de su enojo con otro canto con
que quiere afligir a su contrincante y hacer reír al público a sus expensas. Pero
no todos los cantos afligen; la broma o acusación pueden enunciar hechos
ficticios con el solo propósito de divertirse y reír.
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patio de la coca durante los preparativos de la fiesta, lo que puede producirse:
la agresión de parte de un grupo de invitados. De hecho, si en la maloca de ese
grupo ha ocurrido alguna desgracia (muerte, enfermedad, accidente), el dueño
de baile sabe que la sospecha de brujería puede caer en él. Con mayor razón
se le responsabiliza cuando la desgracia ha ocurrido después de haber recibido
el ampiri de la invitación, es decir, durante la caza para la fiesta, ya que el
dueño de la fiesta “controla” todas las actividades realizadas a consecuencia de
su iniciativa y su invitación; él representa el padre creador que maneja el
universo y garantiza el bienestar y la vida; cualquier desgracia que ocurra en
esta época es interpretada por todos los participantes como la consecuencia de
una falla, de un error en el cumplimiento de los deberes rituales que imponen
su disciplina a las conductas, la memoria y los discursos del dueño de la fiesta.
Una agresión vengativa de un grupo de invitados por una desgracia sufrida es
más difícil de controlar y apaciguar. O el dueño de la fiesta logra convencer al
líder del grupo invitado de sentarse en el patio de la coca para conversar,
escuchar y aclarar el “origen” del mal y para “convertir el mal en bien” con sus
palabras, la coca, el ampiri y el caldo de yuca dulce traído por una mujer, o los
agresores persisten en su intención de dañar la fiesta, buscan además aliados
entre otros grupos invitados, y la pelea estalla, y puede haber heridos y
muertos. De esta manera se inicia una relación de hostilidad entre dos malocas
que lleva consigo, posteriormente, acciones de venganza mutua. Toda fiesta,
en este sentido, implica un peligro, porque puede dar lugar al estallido de la
violencia y a peleas. El dueño de la fiesta está consciente de este riesgo y en
su discurso ritual habla de la violencia que era parte del proceso de creación
del mundo llevado a cabo por el padre creador, en la concepción huitoto y
ocaina, o de la que habla el mito de origen de la fiesta que recitan los Andoke
(¿??), Miraña, Bora y Resígaro (¿??) cuando inician la preparación de la fiesta.
El discurso ritual también indica con qué medios la violencia original fue
superada y convertida en acciones benéficas de producción y alegría. Con
estos conceptos el dueño de la fiesta se arma para enfrentar cualquier erupción
de violencia que pueda presentarse durante su fiesta, remediar a la agresividad
y convertirla en diversión, gozo y alegría. Es eso el papel moral de todo dueño
de fiesta. Pero, como siempre en la vida, puede ocurrir que fracase, y que la
pelea, la guerra y la muerte irrumpan en la vida de su maloca, malogren su
carrera ceremonial y exijan una reorientación de su vida social y ritual que
puede tomar años.
Los Bora engloban sus fiestas más “grandes” – llaaríwa, bahja, pópoóhe – en la
categoría de ámejka, que deriva de la palabra ámejkási “guerra”, poniendo en
evidencia de esta manera la agresividad siempre implícita y subyacente en
estas fiestas, que reúnen más personas y grupos de invitados que las fiestas
“menores” más modestas.
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Cuadro comparativo provisional de las fiestas huitoto, ocaina, nonuya, bora,
resígaro
resí g ar o bo ra oc ain a no n uy a huit oto es pa ñ ol loc al
Allí llaaríwa dsayíbica dzayi’bejo’a lladiko Lla dico
dyúíshigú tóóllíɨwa ñijívica neediko lladico d e hu as ai
(apújko) dyohxásoxo eraɨ rua Ina u gu ra ció n d e
malo ca
Paníitsí 1) bahja: juhtóxohxo sɨkɨi baile d e m ar on a
níhbaho ¿?? okɨe
2) bahja: judsóha última fie sta d el ciclo
wáánaja de ca sa n ue va
3) bahja:
suhsúmu
Píshopú Píchojpa Bajováága marai reci én n acid o,
prim er a r egl a
gotsákaatsjí apújko odyááhto jojai lluakɨ Fr ut as
(era fiesta
grande)
apúco
Vaánú Pópoóhe okɨe (?) Nom br a- mie nto
todetóode túrɨɨ́ Mañiihta mi’iyi menisaɨ Mot elo
jaádají
llóimokáhtó Ihchúba jumatso- Garz a
róóco En oc ain a h ay
(n h c (?)*) ca ncio n es pe ro n o
tien e d u eñ o
pipíigíbú méémeba (n h c*; cf. Chic h a d e pijua yo
(n h c) * jamíjoru)
jamíjoru Chic a de f rut as
(g ua va, uvilla,
caimito, piju ay o)
tovohtoótsí ujkúso ñoxohtára rɨaɨ rua fiesta d e c ab allo,
(n h c) * (n h c) * carijo n a
allóko (n h c) * ¿?
iámehe dyohxásoxo de a nimal
(n h c) *
chaakómu cas a be a nd raj os o
ámejka ¿?
uurú
wañéhjɨ**
mííjílleújku
***
túmajsi bai co nme mo ra ció n d el
en emi go comi do
(apújko) sɨllɨko man d ar t ra er l os
troz os ma ng u ar é
(apújko) ruakɨ ina ug ur aci ón d el
man g ua ré
ajínhatsa ɨfonako fin d el d u elo
(murui)
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Tonjan Fie sta d e m ar ac a
Notas al cuadro:
*“n h c” = “no hay canciones en la lengua correspondiente”, solamente se
cononce en la lengua correspondiente el nombre la fiesta de otro grupo
lingüístico)
**parecido a túrɨɨ́, pero cantos de día diferentes) baile de chapo de fruta taáwa
de palmera parecida a ungurahui
***parecido a ujkúso, pero de día se canta con maracas) baile de copalhuayo
Cuadro recopilado con los aportes de Juan Álvaro Echeverri, Doris Fagua,
Jorge Gasché y Frank Seifart.
Bibliografía
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