el individualismo narcisista

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vivencias16....

La trasposición así cumplida de libido de objeto en libido narcisista


conlleva, manifiestamente, una resignación de las metas sexuales, una desexualización
y, por tanto, una suerte de sublimación.... El narcisismo del yo es un narcisismo
secundario, sustraído de los objetos”.

Por lo tanto, recapitulando habría 4 fases libidinales: 1) la del


autoerotismo17, 2) la del narcisismo primario18, 3) la del amor objetal (primero
homosexual y luego heterosexual) y por último, la del narcisismo secundario, que se
manifestaría bajo el fenómeno de los vasos comunicantes: cuanto más disminuye el
revestimiento libidinal de los objetos, más tendrían lugar los fenómenos narcisistas.19
Sintetizaremos el tema, siguiendo la visión de Bleichmar (1976) “Freud nos
ofrece dos concepciones del narcisismo; en una de ellas el enfoque económico se une a
la teoría de la libido. Desde esta perspectiva el narcisismo primario es la condición en
que toda la libido está en el yo, o la situación prenatal en que por una armonía de orden
biológico no existe tensión en el organismo.... En la otra concepción del narcisismo se
lo entiende como la valoración que el sujeto hace de sí mismo, como la significación
que el Yo en tanto representación de sí toma para el sujeto, es decir como éste se ubica
en una escala de valores.....a partir de cada una de estas concepciones, surgirá una teoría
diferente sobre la génesis del mismo. Si se acepta el narcisismo como condición
económica, habrá un narcisismo primario, anobjetal, biológico. El narcisismo se
originará dentro del individuo y de ahí partirá hacia los objetos. El narcisismo
caracterizado por el amor del sujeto a la representación de sí mismo será siempre
secundario.

El problema a explicar será cómo se pasa del nivel de las cargas, de las
cantidades de excitación al de las representaciones valorativas. En cambio, si el

16
“Cuando el yo cobra los rasgos del objeto, por así decir se impone él mismo al ello como objeto de
amor, busca repararle su pérdida diciéndole: “Mira, puedes amarme también al mí; soy tan parecido al
objeto...” (Freud, 1923).
17
Para tratar de delimitar el concepto de yo que subyace al narcisismo y al autoerotismo, recordamos que
Freud los diferencia por el hecho que en este último no está constituido el yo, y se necesita de un “nuevo
acto psíquico que le posibilite al individuo una representación unificada de sí mismo como objeto
amoroso.
18
En la discusión acerca de si el narcisismo primario es objetal o anobjetal coincidimos plenamente con
el desarrollo de Bleichmar (1976) donde afirma que el narcisismo primario es objetal desde el punto de
vista de la situación estructurante en que se constituye el yo, situación en la que no hay un yo
preexistente al encuentro con el objeto, sino que aquél se construye precisamente en ese encuentro. Pero
desde la vivencia del sujeto, o sea cómo experiencia éste la existencia del objeto, hay dos creencias
ilusorias: 1) la creencia en la no existencia del objeto, por tomar como representación de sí, como Yo, lo
que es representación de un objeto no reconocido como tal y, 2) la creencia en la existencia de otro
cuando en realidad uno está frente a su propia imagen, tal como describe el mito de Narciso o como
realiza Freud el análisis de la elección homosexual, donde el sujeto vive en su conciencia como si él y el
otro fueran dos objetos separados y diferentes, pero en cuanto a los rasgos que determinaron esa elección
narcisista hay una representación inconsciente – la de su propio yo – que es vista y amada en el otro.
19
Freud reúne bajo el significado del término narcisismo a tres fenómenos: a) un tipo de elección objetal;
b) un modo de relación objetal y c) la autoestima. En Introducción del narcisismo (1914) ha utilizado
dicho término para 4 situaciones distintas: 1) para una perversión sexual; 2) para un estadio del normal
desarrollo sexual libidinal; 3) para una característica de la esquizofrenia, en la cual la libido sería retirada
del mundo externo y recaería sobre el sujeto y 4) para un tipo de elección del objeto amoroso en la cual el
objeto sería elegido en tanto representa aquello que el sujeto es o desearía ser .El estudio del narcisismo
induce a Freud a presuponer la existencia de una fase de la evolución psicosexual intermedia entre el
autoerotismo y el amor por el objeto. Con la segunda teoría del aparato psíquico, Freud contrapone un
primer estadio narcisista, anobjetal, a la relación de objeto. El narcisismo desde dicha concepción, parece
caracterizarse por una total ausencia de relación con el ambiente.
concepto del narcisismo está desde su origen en el campo mismo de la significación, de
las valoraciones, resulta evidente que éstas implican un orden simbólico que es exterior
al individuo, el de la cultura, en la cual aquél se inscribe.... El propio Freud reconoció
que la representación de sí mismo viene de otro cuando, en “Un recuerdo de infancia en
Poesía y verdad (1917b), escribió “Cuando uno ha sido el predilecto indiscutido de la
madre, conservará toda la vida ese sentimiento de conquistador, esa confianza en el
éxito que no pocas veces lo atraen de verdad.”

Siguiendo la historia del concepto que nos ocupa, Karl Abraham (1919) en
“Una forma particular de resistencia neurótica contra el método psicoanalítico” describe
la resistencia transferencial en el tratamiento de determinados pacientes como
proveniente de su narcisismo, resistencia que incluso conduce al fracaso terapéutico.
Posteriormente en 1921, lo relaciona con el posible origen de las dificultades en el
establecimiento de la capacidad de amar.20

Recordamos en este recorrido histórico, trabajos de Ernest Jones, Annie


Reich, Edith Jacobson, hasta llegar a los más recientes como Herbert Rosenfeld, Béla
Grunberger21, Otto Kernberg y sobre todo Heinz Kohut, como los que más han
contribuido al estudio de dicho aspecto de la personalidad.

Kohut ha inspirado un importante movimiento dentro del psicoanálisis


definido como la psicología del Self, caracterizado por algunos críticos como la
corriente disidente más importante dentro del psicoanálisis contemporáneo.

La radical diferencia de la teoría de Kohut con la freudiana clásica consiste


en: su concepción del Self como dependiente del ambiente, que puede hacerlo crecer o
no, según determinados sucesos como la empatía de los padres y en que el conflicto se
da entre el Self y los objetos y no siendo intrapsíquico (como clásicamente se plantea
entre el yo, el ello y el superyó), atribuyéndole así una gran importancia al ambiente
como determinante en la constitución del sujeto. El Self de Kohut, por lo tanto, es una
entidad que carece de conflicto en sí mismo, perteneciente a un nivel de abstracción
distinto a la estructura tripartita (yo-ello-superyó) porque no ha sido concebido como
una función del yo, según la definición de Hartmann que había establecido el Self como
una representación de la persona, de parte del Yo.

En el inicio de sus desarrollos, Kohut rescata lo que considera los


instrumentos fundamentales en la práctica del psicoanálisis: la empatía y la

20
La educación, que impone una renuncia a esos placeres, expone el narcisismo del niño a una severa
frustración. Cuando las condiciones son óptimas el niño se identifica con la demanda de los educadores y
se siente orgulloso de su adquisición. La gratificación original es reemplazada, entonces, por la
gratificación del logro de "ser bueno" ante la estimación de sus padres. No todos los niños obtienen ese
éxito y tratan, entonces, de alcanzar compensaciones detrás de las cuales se oculta la obstinación y el
deseo de aferrarse al primitivo derecho a la autodeterminación. Muchos niños y adultos que sobresalen
por su bondad y obediencia esconden fuertes impulsos rebeldes subyacentes, fundados en el hecho de
haber sido obligados, desde la infancia, a someterse al control de los adultos. Si la limpieza se le exige
precozmente, el niño adquirirá el hábito a través del temor, pero su resistencia interior permanecerá, y
puede resultar de ello una perturbación en la capacidad de amar (Abraham, 1921).
21
Es de destacar el aporte de Béla Grunberger quien considera al narcisismo como una instancia psíquica
de igual importancia que las instancias freudianas de la segunda tópica. Oponiéndose a esta concepción,
Melanie Klein, plantea su rechazo, al postular la existencia primera de las relaciones objetales, a la idea
del narcisismo primario, así como la de un estadio narcisista, y sólo considera los estados narcisistas
como resultado de las retracciones libidinales que se producen sobre objetos interiorizados.
introspección como los caminos principales a través de los cuales se puede acceder al
mundo de los fenómenos psíquicos. A partir de la observación empática de sus
pacientes, él intuyó la existencia de una perturbación caracterológica no descripta hasta
entonces, a la que llamó trastorno narcisista de la personalidad, que era distinguible
clínicamente de las neurosis clásicas y en la cual los pacientes tendían a percibir al
analista como una parte de su propio cuerpo o como una imagen especular de sí mismos
a la cual denominó transferencia narcisista.

Según lo desarrollan Bleichmar y Bleichmar (1999),22 dicha transferencia


narcisista planteaba un problema teórico (dado que el narcisismo era considerado
básicamente anobjetal), que fue resuelto por Kohut con su planteo de que el narcisismo,
lejos de ser superado en el curso del desarrollo, sufría una evolución paralela e
independiente de la libido objetal, coexistiendo con éste a lo largo de toda la vida. El
resultado del desarrollo pulsional es la estructura tripartita de la mente y el del
desarrollo del narcisismo, es el self. Para su maduración, el narcisismo utiliza ciertos
objetos del medio ambiente con los que establece relaciones peculiares; objetos a los
que Kohut llamó objetos del self. En el tratamiento de los pacientes con dicho trastorno
narcisista, Kohut propone fortalecer el self, a través de la interpretación y elaboración
de las transferencias narcisistas y dar curso a un desarrollo normal de la libido
narcisista. En síntesis, hacia el final de su obra, Kohut propone que los conflictos
pulsionales considerados por el psicoanálisis clásico surgen sólo cuando el desarrollo de
la libido narcisista no ha resultado suficientemente exitoso.23

Otro de los autores que profundizaron el tema del narcisismo, fue Otto
Kernberg. A pesar de coincidir en muchos planteos con Kohut, Kernberg difiere en las
explicaciones etiopatogénicas y estructurales que aporta Kohut y por lo tanto, a partir de
esas diferencias, discrepa con ciertas indicaciones técnicas.

“El sí-mismo grandioso descripto por Kohut constituye para Kernberg el


resultado de la fusión de imágenes del sí-mismo ideal con el sí-mismo real y con el
objeto, aunque difieren respecto a su origen: para Kohut, el sí-mismo grandioso refleja
la fijación en un sí-mismo primitivo y arcaico pero normal, mientras que para Kernberg
constituye una estructura patológica netamente diferente del narcisismo infantil normal.

Otro punto de divergencia es el relacionado con la naturaleza de la libido


objetal y narcisista. Recordemos que para Kohut la libido narcisista tiene una línea de
evolución paralela e independiente de la libido objetal. En cambio para Kernberg no es
posible divorciar el estudio del narcisismo normal y patológico24 de las vicisitudes de

22
Según nos aclaran los autores (1999), Freud propuso la idea de que el niño pasa en el comienzo de su
vida por una fase de narcisismo primario en el cual los objetos externos no son reconocidos como tales.
Poco tiempo después el bebé es capaz de percibir a su madre como objeto satisfactor; como su relación
con ella se canaliza en gran medida a través del acto de mamar, esto produce como consecuencia que se
catectice la zona oral. Así se produce el desarrollo pulsional del ser humano, a lo largo del cual distintas
zonas corporales van adquiriendo prioridad como zonas erógenas. El narcisismo primario es reemplazado
por la libido objetal. Sólo en circunstancias patológicas hay una regresión a ese estadio anobjetal del
desarrollo.
23
El narcisismo para Kohut no excluye la relación objetal: se puede necesitar del objeto y de sus
cuidados lo cual no quiere significar que lo ama.
24
Para Hugo Mayer (1989) el narcisismo normal es equivalente de lo que diversos autores han llamado
también erótico, libidinal o de vida... y el narcisismo patológico corresponde al narcisismo especular que
es potencial o manifiestamente tanático. Este autor recuerda que Green propone que al narcisismo
los derivados de instintos tanto libidinales como agresivos, y del desarrollo de los
derivados estructurales de las relaciones objetales internalizadas.

La importancia que Kernberg da a los impulsos agresivos se pone de relieve


al ahondar en las explicaciones que uno y otro autor ofrecen ante ciertos fenómenos
transferenciales. Para Kohut la transferencia idealizadora es la expresión de una falla
primitiva de los objetos del self idealizados, quienes no permitieron al niño vivir la
experiencia de idealización y fusión con un objeto externo. Kernberg, por su parte,
distingue en la transferencia idealizadora una formación patológica resultante de la
condensación del sí-mismo con las imágenes del objeto real y del sí-mismo ideal. En
dicho vínculo se puede observar una intención defensiva contra la expresión de la rabia
y la envidia. El desarrollo narcisista no manifiesta fallas estructurales que la terapia
podrá reparar sino una distorsión y desvalorización activa de los objetos externos. En
síntesis, el problema que se expresa a través de la transferencia idealizadora no es un
defecto de los objetos externos sino una incapacidad del sujeto de idealizar a sus
progenitores a consecuencia de tener grandes montos de rabia y envidia en su relación
con ellos.

Por lo tanto, surgen importantes discrepancias técnicas, Kernberg critica a


Kohut que no interpreta las pulsiones agresivas y además, su propuesta de permitir la
idealización del analista por parte del paciente. Opina que esto hace degenerar la técnica
en una psicoterapia de apoyo, dado que aceptar la admiración implica un abandono de la
posición neutral, en la misma medida en que lo hace la hiper-objetividad crítica”.
(Bleichmar y Bleichmar, 1999).

Según Elisabeth Roudinesco (1998) la concepción lacaniana del estadio del


espejo, desarrollada en 1949, se basó en el punto confuso de la ubicación del narcisismo
primario y su relación con la constitución del yo. Para Jacques Lacan, el narcisismo
originario se constituye en el momento de la captación por el niño de su imagen en el
espejo25, imagen a su vez basada en la del otro (en particular la madre), constitutiva del
yo. Con la experiencia de esta fase, que se extiende desde los 6 hasta los 18 meses, el
niño va configurando la imagen de su cuerpo, la que estructura al yo antes de que el
sujeto se comprometa en la dialéctica de la identificación con el otro y con el lenguaje.
La unidad del cuerpo es un resultado de este proceso, mientras que en la etapa previa el
niño tiene la angustiante fantasía de su cuerpo fragmentado.26

positivo se le debe aunar su doble invertido que llama narcisismo negativo, que se halla dominado por el
principio de Nirvana, representante de las pulsiones de muerte, y que tiende al rebajamiento de la libido al
nivel cero, aspirando a la muerte psíquica. Mayer subraya la íntima conexión entre el narcisismo
patológico y la com-pulsión de muerte derivada de la interiorización de los sentimientos filicidas
parentales.
25
Según nos aclara Bleichmar (1976) el niño obtiene una imagen unificada de sí, a través de la visión que
de él le devuelve el espejo, y la fantasía de cuerpo fragmentado resulta de un efecto retroactivo de tal
representación unificada del cuerpo. Si tal representación unificada no existiera, nada podría entenderse
como fragmentado, ya que la idea de fragmentado proviene del efecto de contraste con la representación
unificada. El planteo recíproco también es cierto ya que si no se tiene la noción de fragmento, nada puede
entenderse como entero y no se justificaría el saludo jubiloso de la imagen especular.
26
En la fase del espejo pueden diferenciarse 3 etapas: 1) el niño percibe su reflejo en el espejo como si
fuera un ser real que trata de aprehender; 2) la imagen reflejada es diferenciada de un ser real y el niño no
trata de aferrarla; 3) el niño reconoce que el reflejo del espejo es una imagen y que la imagen reflejada es
suya. El niño a través de esta dialéctica entre el ser y la apariencia, alcanzaría la identidad. La
identificación primitiva de la fase del espejo sería la raíz de las identificaciones posteriores. (Palmier,
1971).

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