Documento Nº 1. La importancia del estudio de la ética.
Documento Nº 1. La importancia del estudio de la ética.
Documento Nº 1. La importancia del estudio de la ética.
- en el universo de las instituciones sociales el êthos aparece como un factor de soporte, de justificación,
de motivación, de dinamismo o de conservadurismo; de entre ellas destacan las instituciones jurídicas por la
conexión que, sobre todo en la cultura occidental, ha tenido el hecho jurídico con el dato moral;
- la ciencia constituye en el mundo moderno un elemento importante de cultura; además de favorecer el
conocimiento crítico y los avances técnicos, la ciencia origina constelaciones simbólicas que configuran
notablemente la cultura moderna. El êthos nacido de la ciencia forma un nivel decisivo en la dimensión ética
sociocultural;
- todo grupo segrega modelos éticos en los que se aglutinan y se fraguan sus aspiraciones prevalentes; es
fácil individualizar bastantes de esos modelos: el ideal aristocrático, el ideal burgués, el ideal liberal, el ideal
revolucionario, etc.;
- en las objetivaciones del espíritu se aprecia una carga ética; de ahí que se pueda hablar del êthos de las
manifestaciones artísticas: arte, literatura, cine, etc. También es constatable la dimensión ética en otras
manifestaciones de la conciencia, tanto religiosa como profana;
- la misma vida de los individuos, sobre todo de los que Bergson llama profetas de la 'moral abierta', son
textos vivos en los que se objetiva el êthos de una época o al menos de una variación humana dentro de la
época".
Aun cuando no todos vean las cosas así, este esquema me parece clarificador y cargado de
consecuencias.
2.2. La ciencia ética como reflexión crítica del fenómeno ético humano.
En primer lugar, porque, al considerar a la ética en su carácter científico, pone de relieve su rigor
conceptual. Deja de manifiesto que el cultivo de la ética exige realismo en sus análisis y rigor en sus
principios, en su metodología y en sus afirmaciones. No puede contentarse con un conocimiento vulgar.
Tampoco puede permitir que sus afirmaciones sean domesticadas bajo el imperio del poder o de los intereses
de cualquier ideología. La estimula en su vocación de ser crítica, de manera que sus afirmaciones sean el
triunfo de la verdad y de lo racional y razonable. De ser instancia crítica para la libertad. Todo lo cual está
más garantizado para nosotros dentro de nuestra cultura, poniendo a la ética bajo la tutela de su carácter
científico.
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"Teniendo en cuenta estas orientaciones se pueden descubrir algunos elementos comúnmente
compartidos que constituyen otros tantos criterios para organizar las bases racionales de la ética. He aquí los
más importantes:
-desde una perspectiva negativa, la teoría ética invalida orientaciones morales basadas: sobre
consideraciones precientíficas de la realidad (mito, tabú); sobre el poder (totalitarismos); sobre la
intransigencia (éticas sectarias);
-positivamente, la teoría ética postula que el êthos humano sea vivido y considerado desde los
parámetros de: la autonomía (ética del sujeto y para el sujeto); la imparcialidad (ética del observador
imparcial); la criticidad (ética no ideológica); la capacidad utópica (ética del ideal absoluto y radical)".
Sin embargo, es necesario reconocer que la ciencia no es la única manera de formular el fenómeno
humano de la ética. El lenguaje narrativo parabólico, por ejemplo, tiene en su haber una peculiar explicitación
de este fenómeno humano. También el lenguaje profético. Lo cual quiere decir tanto que el fenómeno es de
una gran riqueza como que la ciencia no es el único estatuto para él.
2.3. La ciencia ética irreducible a las ciencias humanas.
Además, esta distinción permite diferenciar diversos niveles epistemológicos en la consideración de lo
real, lo cual tiene relevancia para mantenerse en la propia competencia, evitando las posibles extrapolaciones
y saltos, que vayan de la consideración de los hechos a la consideración de los valores. Es decir, permite
establecer la diferencia entre lo normal ético y lo normal en el campo científico, como, por ejemplo, en el
campo sociológico o psicológico. En este sentido, me parece importante esta clarificación epistemológica,
porque nos puede ayudar a comprender el argumento llamado de la "falacia", es decir, el argumento que
expresa en forma lógica la irreductibilidad entre ética y ciencias humanas y que establece el sentido de la
misma.
"Su formulación más simple es esta: no es legítimo ni posible el paso del ser al deber ser, del hecho al
valor, de la ley científica a la ley ética, del dato a la norma. Aquí no es competencia nuestra justificarlo.
Únicamente ponemos de relieve algunos aspectos que interesan directamente a nuestro tema. En primer lugar,
formula una constatación: la ciencia no tiene en sí, ni puede establecer por sí misma ningún criterio ético,
porque se coloca en el plano de la fisicidad, de la naturalidad y de las condiciones correspondientes. De ahí
que, por eso mismo, ignora los problemas éticos. En segundo lugar, esto impone a la ética la tarea de
diferenciar cuidadosamente sus argumentaciones de aquéllas basadas sobre y relativas a elementos físicos,
naturales, factuales [...] En tercer lugar, esta cuidadosa diferenciación lleva a la autonomía de los dos
diferentes campos, a su independencia recíproca. Si la ciencia no puede juzgar de la ética, tampoco la
ética puede juzgar de la ciencia: los criterios de juicio y de valoración son distintos". "La ciencia no puede
imponer sus visiones a la ética, sino que se limita a la formalización de las verificaciones factuales empíricas
y, por consiguiente, se mantiene dentro de las propias hipótesis y las propias leyes. Por otra parte, la ética no
establece sus valoraciones sobre los hechos ofrecidos por la ciencia y ni siquiera se las impone, sino que se
limita a determinarlas en el propio ámbito y según sus criterios y fundamentos".
Lo cual quiere decir que la ciencia y la ética tienen su propia autonomía. Lo cual no significa, sin
embargo, que la ética y la ciencia puedan vivir extrañándose mutuamente. Siempre será verdad que "no se
puede enunciar un juicio ético, en el sentido de un juicio teórico sobre un determinado problema ético, sin el
correspondiente conocimiento científico". Lo único que se pretende es dejar en claro que
epistemológicamente cada campo tiene sus leyes propias y, en consecuencia, que no todo lo técnico y
científicamente posible es éticamente realizable.
2.4. La ciencia ética como antropología de la praxis.
Pero, sobre todo, me parece importante delimitar el campo de la ética hablando de ella, en cuanto
ciencia, como de una "antropología de la praxis".
Ciertamente que todo intento de conocer a través de la reflexión - podíamos decir toda teoría- no es sólo
teoría. Con ella intenta el hombre superar su no-saber. Sobre todo, con esa "teoría" que es la filosofía. En este
intento de superar el no-saber, que une interés y conocimiento, está el substrato de praxis de cualquier teoría.
Y, en este sentido, cualquier intento por hacer una reflexión teórica -una filosofía- se convierte en un quehacer
con el que el hombre se hace a sí mismo: un quehacer transformador, que, en cuanto tal, es eminentemente
ético.
Esto es verdad. Pero, sin embargo, lo que se quiere decir, cuando se afirma que la ética es una
antropología de la praxis es algo mucho más significativo. Se trata de afirmar que el interés que despierta en
el hombre el conocimiento y la reflexión ética es no sólo el de superar su no-saber, sino el de encontrar para
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su praxis la dirección y los medios que le conduzcan a su plenitud humana. La ética "es una ciencia práctica,
no sólo porque trata de la praxis humana, sino porque intenta dirigirla" hacia "aquello que conviene al
hombre". Aquí el sentido no es sólo sentido noético. Es sentido ético. Es dirección y proyecto en el que el
hombre se conduce a sí mismo, con la posibilidad de poderse ganar o perder, humanizar o deshumanizar. El
hombre se juega a sí mismo en la ética que vive desde la ética que formula. En este sentido, la misma
formulación de la ética es necesario concebirla como una tarea ética.
Para realizar esta tarea no sólo se requiere un sujeto que evite la "mala fe" y que en todo momento esté
animado por la honestidad, sino que se requiere una indagación realista. No basta con que la libertad se quiera
a sí misma y por sí misma, ni basta una ética puramente formal, aunque ésta sea condición indispensable. Es
necesaria también una ética con contenidos, puesto que la praxis ética humana no es sólo praxis "de alguien",
sino también praxis "de algo". La ética, en cuanto antropología de la praxis, ha de abarcar no sólo la ética en
cuanto estructura, sino también la ética en cuanto contenido.
"El discurso filosófico sobre la ética no surge en y desde el vacío. Asume todo el conjunto de datos
sobre el êthos humano y con metodología propia y peculiar trata de darles coherencia crítica descubriendo el
logos iluminador que llevan dentro. Consiguientemente el punto de partida de la reflexión filosófica es el
dato".
Por eso, es importante que en la búsqueda de estos contenidos, la ética no pierda su contacto con la
realidad de la praxis. Se hace necesario, en función del realismo, que la praxis sea punto de partida de la
reflexión que se intenta llevar a cabo. Igualmente es necesario que a lo largo de su recorrido teórico no se
pierda el contacto con la praxis. Y, finalmente, es necesario que estos contenidos formulados conduzcan a la
configuración de una praxis que transforme al hombre y a su entorno.
Pero, además, es importante también en la búsqueda de estos contenidos éticos la apertura dialogante y
comunicativa, que confronte las diferentes maneras de ver la realidad de la praxis. La formulación de
contenidos éticos no puede llevarse a cabo sin el diálogo comunicativo y la interdisciplinaridad, que intentan
mantenerse en el ámbito de lo racional, evitando todo tipo de prejuicios, convencidos de que, si no hay razón
sin esperanza, tampoco hay esperanza sin racionalidad.
2.5. La ciencia ética como formulación de un proyecto deontológico utópico, que tensiona la vida humana
hacia el futuro y juzga el presente.
La ética en cuanto ciencia de lo que el hombre ha de vivir para llegar a ser lo que debe ser, intenta dar
razón de su actuación. Pero se convierte para él en una fuente de conocimiento de las tareas que le han de
ocupar. El sentido, vuelvo a repetir, se convierte en proyecto de praxis y no sólo en objeto de contemplación.
Por eso, precisamente, tensiona la vida humana, conduciéndola hacia la humanización vislumbrada
como conveniente. El proyecto no ha alcanzado aun en el presente la realidad total de lo vislumbrado. Pero,
sin embargo, no lo percibe como imposible de realizar, es decir, no lo percibe como una "quimera". Más bien,
lo percibe como una "utopía": la utopía de la humanización, la utopía del "deseable humano". Ésta aún no
tiene lugar. Pero a medida que se va comprometiendo en la dirección que ha ido entreviendo y va constatando
los efectos de humanización que produce este compromiso, lo va haciendo cada vez más real: va teniendo
cada vez más lugar (topos), aquello que aun no tenía lugar (u-topos).
Es en este sentido en el que se puede hablar del componente utópico de la ética. Con él se quiere
recalcar no sólo la dimensión prospectiva que tiene cualquier formulación ética, sino también la dimensión
tensional de compromiso vital que va vinculado a ella.
Por otra parte, este componente utópico no niega la dimensión judicativa de la ética, sino que, más bien,
la recalca. Lo que se espera, aun no ha llegado. Pero, precisamente por eso, lo que se espera juzga el presente
y denuncia cuanto se le opone. De ahí, el componente profético de la ética.
Por otra parte, además, la dimensión prospectiva (futura), que ilumina, estimula y acompaña el
compromiso vital, reclama un proceso de discernimiento crítico, que permita en el presente una elección
coherente, en lugar de una simple decisión arbitraria, puesto que lo que en ella está en juego es la
humanización o la deshumanización del hombre y de su entorno. La utopía del futuro, el deseable humano,
para que no se convierta en simple deseo ineficaz, ha de ser encarnado en el presente, atendiendo a las
posibilidades ofrecidas en la situación. Encarnación que no se lleva a cabo sin un laborioso juicio crítico.
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En este sentido, si es necesario recalcar la dimensión prospectiva de la ética de cara al futuro, no se
puede olvidar tampoco su dimensión judicativa respecto del presente. Y esto tiene relevancia tanto para el
proyecto ético como para los contenidos, puesto que, desde ahí, a la ética se le pueden asignar tres tareas:
1º). Anunciar y proponer la utopía global del deseable humano como principio activo de esperanza y fuente
de compromiso en orden a la humanización del hombre.
2º). Denunciar y rechazar los contravalores, es decir, cuanto se opone a la humanización del hombre, en
función de la utopía vislumbrada.
3º). Realizar e integrar los auténticos valores humanos, que van haciendo su aparición en las diversas
situaciones históricas.