Kant 2025
Kant 2025
Kant 2025
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adecuarse a nuestro conocimiento cobrando el sujeto un papel primordial.
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actual física— son las formas trascendentales del entendimiento. Solo queda
la razón, cuyas condiciones necesarias son las formas trascendentales de la
metafísica. El problema de la metafísica como ciencia es que estas formas
trascendentales no producen conocimiento cierto. Creer que sí lo hacen lleva
a un uso erróneo de la razón. He ahí el límite del uso de la razón, que marca lo
que podemos saber según nuestra capacidad.
Por otro lado, existían las proposiciones a posteriori. Son las que proceden
de la experiencia. Por tanto, la verdad de los juicios a posteriori no es ni
universal ni necesaria, ya que está sujeta a revisión en nuevas experiencias,
sino que es siempre provisional.
Pero también había otra manera de analizar los juicios: según la forma en
que se organiza su contenido. Desde ese punto de vista, el filósofo distinguía
entre juicios analíticos y sintéticos.
En los analíticos, el predicado está contenido en el concepto del sujeto, de
manera que se llega al predicado por el simple análisis del sujeto, sin
necesidad de la experiencia. Son juicios «de explicación». El problema de
estos juicios es que, si se conoce bien la noción, el juicio no aporta
información. No sucede lo mismo con los juicios sintéticos, porque en ellos el
predicado está enteramente fuera del concepto del sujeto. Como lo que se
sabe del sujeto no incluye el predicado, la frase supone una información
añadida. Son juicios «de ampliación».
Se diría que hay una correlación entre los juicios analíticos y a priori y los
juicios sintéticos y a posteriori. Parece lógico pensar que todos los juicios
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analíticos —de explicación— son a priori, porque todo lo que se predique de
un sujeto que sea una definición de su significado será verdadero siempre y en
todas partes. Por su parte, parece que todos los juicios a posteriori son
sintéticos —de ampliación— porque añaden al sujeto una información
procedente de la experiencia.
¿CÓMO CONOCEMOS?
LA SENSIBILIDAD Y EL ENTENDIMIENTO
A partir de este punto, Kant podía volver más completa su visión del
proceso del conocer. El ser humano percibe el mundo como una variedad de
impresiones. Si percibe una tiza, percibe, en realidad, un conjunto de
propiedades: color, textura, forma, temperatura... Ese conjunto de
impresiones, sin orden alguno, carece de significado y necesita ser ordenado
mediante un proceso que culmina en el concepto «tiza». Pero este proceso no
lo puede llevar a cabo la experiencia, sino el entendimiento. A las impresiones
desordenadas, Kant las llamó «fenómenos» (palabra de origen griego que
vendría a significar «apariencia»), y a su ordenación lo denominó
«intuiciones». Así, la primera etapa del conocimiento consiste en la captación
de las apariencias de las cosas por parte de los sentidos (sensibilidad) y su
ordenación mental (entendimiento). No se trata de dos momentos diferentes:
la intuición de los datos del exterior y el ordenamiento interior se efectúan al
mismo tiempo, ya que son dos formas complementarias del conocimiento.
Para Kant las apariencias no son propiamente cosas, sino solo las
propiedades perceptibles de las cosas. Dicho en otros términos, son
«predicados» de un sujeto. Esas propiedades pueden cambiar sin que cambie
el sujeto de las que se predican. Kant puso el ejemplo de la cera: cuando
percibimos cera que se derrite por el calor, seguimos considerándola cera a
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pesar de sus cambios. Suponemos una continuidad en el tiempo del sujeto,
más allá de las variaciones que percibimos en él. Kant llama «noúmeno» a ese
sustrato que permanece, a la «cosa en sí» una vez despojada de todos sus
elementos aparentes (fenómenos). Al denominarlo así, recupera la tradición
griega, que oponía el mundo de las apariencias al de la realidad.
La estética trascendental
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percibir ni la coexistencia de los objetos ni su sucesión. No habría percepción,
ya que los objetos se dan en el tiempo. El cambio y el movimiento (que es
cambio de lugar) solo son posibles en la representación del tiempo. Del mismo
modo, solo gracias al tiempo podemos predicar cosas contradictorias de un
mismo sujeto. Por consiguiente, como el espacio, el tiempo es una condición a
priori de la sensibilidad humana que permite la percepción de las apariencias
de las cosas.
La analítica trascendental
Habiendo asentado el fundamento de la sensibilidad, Kant podía dar ya el
paso para resolver la pregunta análoga sobre el entendimiento. En la analítica
trascendental, se ocupó de estudiar las formas puras a priori del
entendimiento.
El alemán identificó dos tipos de conceptos: los empíricos y los puros. Los
empíricos —«casa», «perro», «mamífero»— provienen de la experiencia al
observar las semejanzas y los rasgos comunes a ciertos individuos. No
obstante, en la acción del entendimiento están supuestos otro tipo de
conceptos; conceptos «puros», no empíricos, que Kant denominó
«categorías». Estas categorías serían los vínculos con los que el
entendimiento organiza las diversas sensaciones que llegan al sujeto a través
de la intuición. La suma del color, la forma, la cantidad, etc., es ordenada por
el entendimiento empleando categorías o conceptos puros que no proceden de
la experiencia porque son operaciones del propio entendimiento. Sin esta
unificación que permiten las categorías habría
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impresiones sensibles, las categorías habrán de llenarse con datos
procedentes de la experiencia.
Pero el entendimiento no es capaz de conocer solo a través de conceptos,
sino que colocamos estos dentro de un juicio formado por un sujeto y un
predicado («Todo cuerpo es extenso»). Para decir algo de los objetos,
empleamos una articulación de conceptos en la cual se afirma el enlace del
concepto que ocupa el lugar del sujeto con otro que ocupa el lugar del
predicado. Por ejemplo, el juicio «todos los cuerpos son divisibles» resulta de
aplicar el concepto de divisibilidad al concepto de cuerpo.
Si las categorías o conceptos puros son imprescindibles para formular
juicios, es lógico suponer que todos los tipos de juicio válidos están
relacionados directamente con las categorías que los hacen posibles. Kant
definió doce tipos de juicios que se correspondían con doce «subcategorías»,
agrupadas en cuatro grandes clases: de cantidad, cualidad, relación y
modalidad.
Del mismo modo que la sensibilidad imponía a los objetos que se dieran en
el espacio y en el tiempo, el entendimiento impone a los objetos las formas
dadas por las categorías o conceptos puros. No podemos entender sino es por
mediación de ellas. El objeto en sí —el noúmeno— se nos escapa entre las
manos. Solo está a nuestra disposición el fenómeno, necesariamente
amoldado a las categorías.
Con la introducción de las categorías o conceptos puros, Kant respondió
afirmativamente a la pregunta de si son po-
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Aunque el pensador intentó describir cómo funciona la capacidad del
hombre para conocer el mundo, renunció a explicar por qué era así. Se
pueden imaginar otras formas de cono-
Ambos actúan sobre la base de conceptos puros. Si las categorías son los
conceptos puros del entendimiento, los conceptos puros de la razón son las
«ideas trascendentales». Las ideas trascendentales, como las categorías, no
tienen base empírica. Kant delimitó tres ideas trascendentales de este tipo:
alma, mundo y Dios.
¿Cómo puede llegar la razón a esas ideas? Para responder a esa pregunta,
el filósofo se fijó en los razonamientos y su aplicación. Un razonamiento es, en
esencia, un proceso por medio del cual obtenemos información —conclusiones
— a partir de datos conocidos —premisas. Un silogismo, por ejemplo, es un
tipo de razonamiento deductivo formado por dos premisas y una conclusión:
Todos los hombres son mortales.
Sócrates es hombre.
Luego Sócrates es mortal.
Si aceptamos las dos premisas, es inevitable aceptar la conclusión. Si la
premisa no es cierta, la conclusión tampoco lo será. La razón, sin embargo, se
siente impelida a buscar una verdad que no está condicionada a la de otros
enunciados. En el ejemplo anterior, este impulso se correspondería con buscar
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un nuevo silogismo que tome la premisa de partida («Todos los hombres son
mortales») y la convierta en conclusión de otro silogismo con nuevas
premisas, y así sucesivamente hasta hallar el enunciado cuya veracidad no
esté condicionada por ningún otro. Estas «condiciones incondicionadas» de la
razón son, precisamente, las ideas trascendentales.
El alma sería la condición incondicionada del sujeto pensante, es decir, el
concepto necesario que nos permite unificar todos los fenómenos derivados de
la psicología. El mun-
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por tanto, no es el mundo físico, gobernado por relaciones causales, es decir,
condicionadas, sino el mundo práctico, donde hay que «actuar según reglas».
Expulsadas del ámbito de la razón pura, las ideas de la metafísica cobran
pleno sentido en el de la razón práctica, permitiendo la formación de las ideas
morales, las cuales exigen libertad y responsabilidad. Se ocuparía de ello en
las sucesivas Críticas, obras de originalidad, profundidad e importancia
similar a la primera.
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